La mirada de silencio
Filosofía contemporánea del ARTE María Luján Baudino JUNIO 2003
Nuestras formas de representaci贸n son siempre y s贸lo nuestros ojos, la naturaleza es la 煤nica que sabe lo que quiere y quiso. Goethe, J. W . M谩ximas y reflexiones
La mirada especulativa Con esta reflexión de Goethe iniciaremos un camino donde se conjugan el hombre con la Naturaleza, nuestras formas de representación del mundo y la complejidad de la experiencia contemporánea. La Naturaleza ha acompañado el desarrollo humano, siendo fuente de inspiración y conocimiento. Es en la mirada que “conquista” la naturaleza la que quiero centrar esta primera parte del trabajo. Una mirada con un trasfondo de dominación de la alteridad ha marcado profundamente nuestra forma de mirar la Naturaleza y a nosotros mismos. Esta mirada se tradujo en la conformación de un sistema de signos arbitrario y convencional con una utilidad concreta: comunicarnos. El ser humano percibe a través de su cuerpo y de su mente una multiplicidad de fenómenos que ha ido traduciendo y desarrollando históricamente. Por tanto, podría intuirse que es en el lenguaje donde se puede detectar el ser histórico del hombre, sus orígenes y modos de existencia. El lenguaje comienza y acaba en el hombre. Como ser percibiente, todo es atravesado por él. Ver, hablar, pensar, sentir, implica evidentemente un filtro del cual no podemos desligarnos y tampoco tenemos porqué renegar. No podemos ver mas allá de nuestros ojos, ni percibir el mundo mas allá de nuestro cuerpo es por eso me arriesgo a afirmar que es la intención o la manera de mirar determina nuestra relación con el mundo que nos rodea. Las filosofías escépticas han ironizado y han negado la correspondencia entre realidad y el discurso humano. Creo, por una parte, que es fundamental ser
conscientes de este punto, sobre todo porque nos ubica en un punto determinado, nos obliga a ser humildes frente a todo lo que intentamos dominar. Pero no considero que sea un velo de ignorancia e ilusión lo que nos separa de la “realidad” porque la única realidad que podemos aprehender es la de la mirada humana. Richard Rorty, abandonando la idea representacionalista del lenguaje y, abandonando los problemas que acarrea el realismo y el antirrealismo, adopta la idea de lenguaje como conjunto de instrumentos que cambian a su vez a sus usuarios y los productos de su uso. Entiende que hay una contingencia del lenguaje y con ella una contingencia de la conciencia y con el reconocimiento de esta doble contingencia entendemos el progreso intelectual y moral como una historia de metáforas cada vez más útiles y no como una mejor comprensión del mundo. La propuesta de Rorty plantea que no es el mundo que habla, sino nosotros que hablamos de él. Así el léxico de Newton nos permite más probabilidades de predecir el mundo que el léxico de Aristóteles, pero eso no quiere decir que el mundo hable newtonianamente. De modo que el hombre es quien construye diferentes lenguajes y el mundo lo único que hace es que nosotros sostengamos unas determinadas creencias porque es de una determinada manera y no de otra. Los procesos de desdivinización de la verdad o la consciencia del yo deberían servirnos para darnos cuenta más bien de la incapacidad de que seres humanos finitos, mortales y de existencia contingente puedan atribuir a sus vidas otros significados que no sean los de seres finitos, mortales y de existencia contingente. Así, para una sociedad liberal es mejor propugnar un léxico que gire entorno a las nociones de metáfora y creación de uno mismo.
Para George Steiner esta ruptura de la alianza entre la palabra y el mundo constituye una de las pocas revoluciones del espĂritu verdaderamente genuinas en la historia de Occidente y define la propia modernidad. Es nuestra Ăşnica y particular mirada la que define nuestro mundo, teniendo obviamente en cuenta que se trata mirada hecha de miradas, por tanto de una constante confrontaciĂłn de nuestro discurso con el de otros.
La mirada del silencio (un acercamiento) Justamente, es gracias a la conciencia de lo contingente del lenguaje que me puedo aventurar a pensar que se podría establecer una relación diferente entre el hombre y la naturaleza, y es aquí donde, para mí, entraríamos en el terreno de lo estético, en el arte. El arte, como modo de expresión humana, también implica una mirada. Es a través de ese recorte, de esa particular mirada del mundo, que quien crea permite una entrada a su propio mundo, a su mirada (en el modo de “presentación” que sea). Steiner hace una interesante distinción entre consumo e ingestión del arte. La ingestión implica una transformación. El consumo estaría más en relación con lo externo de la obra y sus metatextos. En Presencias reales, Steiner construye una sociedad imaginaria en que esté prohibida cualquier conversación de arte, música y literatura. El arte no se explica ni se reseña. Simplemente se vivencia. Una república contraplatónica dedicada a escritores y lectores y donde los expulsados serían los críticos y reseñadores. De existir textos, serían únicamente aquellos catálogos, escrupulosos y razonados que se limitarían a reproducir obra de un artista y no a opinar sobre ella. El único orden de comentario permitido sería el filológico, rigurosamente respetuoso del objeto al que alude. La infinita cantidad de “obstáculos” lingüísticos que tenemos delante de nuestros ojos, nuestros oídos, en una palabra todo nuestro cuerpo crean una distancia, a menudo infranqueable con el objeto artístico. El predominio lo secundario y lo parasitario, una idea radicalmente falsa acerca de la función que
ha llegado a tener la interpretación y la hermenéutica que ha llegado a suplantar, en algunos casos –para Steiner la mayoría- el objeto artístico. Esta trama de metatextos que se generan alrededor de una pintura, una escultura o una sonata pareciera plantearse como una sucesión de un comentario de un comentario, de una infinidad de referencias bibliográficas a otras referencias bibliográficas que nos impiden beber directamente de la fuente. Separan al objeto del sujeto. Es como si las obras de arte se hubieran convertido en palabras. Es “tal” obra de “tal” autor. Como si fueran palabras que tenemos que leer. La condición de objeto de contemplación parece, en este sentido, un concepto anacrónico. No hay tiempo para la contemplación. La exigencia de las diferentes “lecturas” que debemos descifrar creo que es una especie de vicio hermenéutico (resultado del lenguaje del pensamiento occidental) que entorpece la fuerza transformadora del arte. Frente a un objeto artístico
intentamos
comprender
y
racionalizar
desde
la
informa-
ción/desinformación que del mismo tenemos y no dejamos que la obra opere por sí misma. El arte no está fuera sino en la propia mirada. La ingestión de aquella mirada de otro, captura nuestra atención y nos transforma. Intuyo que se trata de otro tipo de mirada. A la especulación del concepto (lenguaje) se le enfrenta la mirada desinteresada. La denominaré la mirada del silencio. Me atrevería a decir que se trata de la mirada más natural del hombre (no porque la especulación sobre la Naturaleza no lo sea) en el sentido que lo reconcilia con aquello en común que tenemos con la Naturaleza, con lo indecible, con lo incomprensible.
Es la mirada que nos hace sentir parte de un todo infinitamente más grande que nosotros mismos. De un todo inaprehensible, que se escurre a toda conceptualización pero que nos es “familiar”. Por eso esta mirada también darse en la contemplación de la Naturaleza. Dirá Goethe: Al contemplar la naturaleza tanto en sus manifestaciones grandes como pequeñas, me he planteado una y otra vez esta pregunta: ¿Es el objeto o eres tu quien aquí se expresa?1
Desde mi punto de vista, quien mira es quien se expresa. Es en el interior de nuestro cuerpo donde se produce el cambio. El objeto contemplado, ya sea un paisaje, una escultura o un espacio arquitectónico está ahí expuesto a las miradas. Su existencia no depende de nuestra mirada. Existe mas allá de nosotros mismos. Pero es en la operación de mirar en silencio, sin pedirle explicaciones al objeto, que podemos aprehender lo tiene para decirnos. Lo bello es una manifestación de ciertas leyes secretas de la Naturaleza, sin esta revelación permanecerían eternamente ocultas a los hombres.2 He elegido a Navarro Baldeweg y unas poesías de María Casalla porque son manifestaciones muy diferentes pero me remiten a un mismo lugar. En el caso de Juan Navarro Baldeweg3 porque su obra evoca en mi el sentido de lo natural y es un ejemplo de cómo esa mirada respetuosa ante lo que no
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Goethe, J. W., Máximas y reflexiones íbidem
se comprende se transfigura en un lenguaje artístico, desde mi punto de vista, muy efectivo. En lo que respecta a las poesías de María sólo me limitaré presentarlas sin ningún tipo de prolegómenos ya que en definitiva se trata de un ejemplo de mi propio reencuentro con lo primordial. El juego mental que Navarro Baldeweg establece en sus pequeñas esculturas e instalaciones en las que somete al espacio a un sutil equilibrio inestable y la gravedad al peso inmaterial de la luz ha sido aplicado a la obra de Congresos y exposiciones de Salamanca cuya construcción finalizó en 1992 y que es un modelo del racionalismo ecléctico. El volumen del auditorio es coronado por una cúpula esférica apoyada en vigas ocultas que la hacen gravitar en el espacio. Esta suspensión se confunde con la luz natural. A partir de esta obra comienza su proyección internacional no solo como artista plástico sino como arquitecto. Equilibrio de volúmenes, juegos de llenos y vacíos que se integra al entorno. En el paisaje de Altamira ha construido un gran centro de investigación. La obra sigue el fluido de la naturaleza con terrazas escalonadas cubiertas de césped de forma que el frágil paisaje no se rompa. Es una obra maestra de Navarro Baldeweg por la forma en que ha conseguido sumergir la construcción para que el entorno no pierda su carácter. En una entrevista Navarro Baldeweg dirá: “Creo que la arquitectura es un
arte del cuerpo. En muchas ocasiones he dicho que es un body art, es una manifestación de lo físico en la experiencia sensual. Se da de un modo más envolvente, nos recuerda que estamos en el mundo y en sus coordenadas físicas. Por eso mi trabajo como arquitecto y también como escultor, sobre todo, como Sería bastante interesante que este trabajo este acompañado por material audiovisual del trabajo del artista, ya que al tratarse de arquitectura es fundamental reconocer los espacios reales, la incidencia de la luz y su particular lenguaje arquitectónico. 3
creador de piezas e instalaciones he querido activar esas dimensiones o coordenadas esenciales del estar como son la luz, la gravedad, el gesto de la mano como una expansión del cuerpo en el espacio. Estas instalaciones que he realizado son como la investigación o el campo de trabajo más teórico que luego de un modo más concreto es aplicado a la arquitectura.” “Es una manera de comprender mejor la intención de las piezas que he ido realizando y que contienen esas variables esenciales que son las variables físicas que quiero que se transformen en un hecho de la experiencia y que la arquitectura sea el vehículo para hacer emocionante esa experiencia y hacer vivo esa participación del nuestro estar como cuerpos en el universo que nos rodea”. Para concluir citando a Goethe, presencia constante en este intento por traducir lo intuido.
El logro supremo sería comprender que todo lo fáctico es ya teoría. El azul del cielo nos revela la ley fundamental de la cromática. No se busque nada detrás de los fenómenos: ellos mismos son la teoría.
ExtraĂąamente feliz livianamente suprema el alma danza por los dĂas recogiendo luces que ningĂşn cielo puede ya contener.
Y preguntar
casi en silencio
si la vida por olvido Se llev贸 mi cuerpo.
Saber de antemano
la caĂda y sin embargo... amar el silencio de la fuga.
Bibliografía: AA.VV., Juan Navarro Baldeweg, Catálogo de exposicion, IVAM, 1999. Casalla, María del Milagro. Catábasis, aurelia*rivera, Buenos Aires, 2002. Goethe, Johann Wolfgang. Máximas y reflexiones, Editorial Edhasa, Barcelona, 1993 Kovadloff, Santiago. El silencio primordial, Emecé Editores, Buenos Aires, 1993. Rorty, Richard. Contingencia, ironía y solidaridad. Ed. Empurias 1998; Barcelona. Rorty, Richard. Ensayos sobre Heidegger y otros autores contemporáneos; vol. II; ed. Empurias; 1995; Barcelona. Steiner, George. Presencias reales, Ediciones Destino, Barcelona, 1991.