INSTITUTO GENERAL SAN MARTÍN- VILLA ALLENDE –CÓRDOBA 2014
TERCER GRADO EN LA VIDA DEL GENERAL SAN MARTÍN
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NOTAS Y PERIODISTAS Anécdotas del General San Martín: Eugenia y Bautista F
Estos Locos. San Martín el abuelo. Premio por obediencia. Estribos de plata. El correo indio de San Martín.
Costumbres de la época colonialCostumbres en la época de la revolución de mayo de 1810 Catalina. R. Felipe P.
EDITORIAL Con Mucha satisfacción presentamos esta revista TERCER GRADO EN LA VIDA DEL GENERAL SAN MARTIN, creada por los alumnos de tercer grado “C”, de la Escuela 17 de Agosto, de la ciudad de Villa Allende.
Costumbres familiares -Catalina. R. Felipe P. Clases Sociales. Vendedores ambulantes- Álvaro. Clara. Transportes-Lauti C. Nicolás H. Comidas típicas del año 1810 hasta hoy- Ángel y Mili La leche en la época colonial- Ángel y Mili
Desde ya agradecemos la colaboración de las docentes a cargo: Silvina, Paola, Karina, Eugenia y la coordinación y apoyo del Profesor Iván.
La economía colonial- Renzo. P. María Paz .M El comercio Renzo. P. María Paz .M La industria doméstica Renzo. P. María Paz .M Vendedores ambulantes Renzo. P. María Paz .M Una ciudad colonial-José. C
Cuando amanece, y la luna Ya se esconde en la laguna Y entre flamencos, pumas y yacarés Sale otra vuelta de tereré.
Los juegos de antaño: Lucia y Mauricio
Para la clase alta. Clase baja: corrida de toros. Juegos de aborígenes. Candombe. Juegos de niños.
Parece mentira, mi general Que en este paisaje del litoral Hayas sido un niño que correteaba Por los esteros.
Viviendas-Benjamín M. Delfina P. Conservación de los alimentos Valentina Y. ¿Qué es el charqui? Valentina Y.
Y te hiciste grande, mi general Y de todo el campo a la capital No hay quién no te nombre Y grite tu nombre al mundo entero.
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¿Qué vestían los hombres de la época? Tomas. L. Valentina .O
Formal Militar Casual Accesorios
Vestimenta Oficial de San Martín. Jimena. Coty Vestimenta de los estancieros: - Gonzalo E.
Mujeres. Hombres.
Preparación de comidas: Pía G. Joaquín P.
Desayuno. Cena Cena ligera. Utensilios
Estadía en España- Morena B- Tiago C Carrera Militar en el Ejército Español- Morena B- Tiago C Diversiones Populares Pablo. M – Guadalupe R. ¿Qué es una Tertulia? Pablo. M – Guadalupe R.
Cuando alguien me cuenta tu vida Quiero ir despacito, así no termina Y van quedando en mi memoria Las frases tuyo que hay en la historia. Y cierro los ojos, mi general Santo de la Espada quiero soñar Que por un ratito soy uno más De tus granaderos. Y me siento grande, mi general Cruzando Los Andes y el ancho mar Gritando tu nombre
A todos los hombres del mundo entero.
Tertulias de la época colonial. Pablo. M – Guadalupe R. Curiosidades de la época colonial. Julieta- Santi Abanicos que hablan. Julieta- Santi Sabes que… Julieta- Santi Hábitos y destrezas del General- Lary G. -Sofía. M. Frases del General San Martín. Bauti. V- Lucas. M
(Letra y música: Sebastián Monk – Disco: Nuevas Canciones para los Actos de la Escuela)
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Eugenia y Bautista F. ESTOS LOCOS Para probar el temple de sus oficiales organizó una corrida de toros y los echó de lidiadores al circo, en celebración del aniversario del 25 de mayo: Al observar y aplaudir el temerario arrojo con que se portaron, dijo a O´Higgins, que estaba a su lado: "Estos locos son los que necesitamos para derrotar a los españoles".
SAN MARTÍN EL ABUELO Merceditas entró llorando en la habitación donde se encontraba el abuelo, lamentándose de que le habían roto su muñeca preferida y de que ésta tenía frío. San Martín se levantó, sacó del cajón de un mueble una medalla de la que pendía una cinta amarilla y, dándosela a la nieta, le dijo: − Toma, ponle esto a tu muñeca para que se le quite el frío. La niña dejó de llorar y salió de la habitación. Un rato después entró la hija del prócer, madre de Merceditas, y dijo a San Martín: − Padre, ¿no se ha fijado usted en lo que le dio a la niña? Es la condecoración que el gobierno de España dio a usted cuando vencieron a los franceses en Bailén. San Martín sonrió con aire bonachón y replicó. − ¿Y qué? ¿Cuál es el valor de todas las cintas y condecoraciones si no alcanzan a detener las lágrimas de un niño? PREMIO POR OBEDIENCIA
También es conocida su anécdota con el centinela de guardia que tenía orden de no dejar pasar al laboratorio del regimiento con botas herradas y espuelas. Para probarlo, él mismo San Martín fue dos veces con ese calzado y fue detenido por el cabo. Tras ello, se presentó con alpargatas y le dio una onza de oro al soldado, quien había puesto a una institución la ley del lugar por encima de cualquier persona.
ESTRIBOS DE PLATA.
El granadero Juan Antonio Melián era un gran jinete, acostumbraba cruzar los estribos y montar de un salto a lo gaucho, enterado San Martín de la criolla costumbre le dice al bravo soldado ¿Así cumple los reglamentos de su arma un oficial argentino?. Como castigo le impuso unos días de arresto que Melián cumplió religiosamente. Días antes de culminar su encierro el propio San Martín se presento a la celda donde estaba el detenido y antes de levantar la sanción con gran sabiduría le dijo: “por su bravura y como recuerdo, le regalo a
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usted estos estribos de plata que yo mismo usé en Bailén. Sírvase de ellos y verá que para cercenar cabezas godas, nada es mejor ni más conveniente que afirmarse bien sobre estribos”.
EL CORREO INDIO DE SAN MARTÍN
Esperando el momento propicio para entrar en Lima, capital del Perú, San Martín estableció su campamento en Huaral. En Lima contaba con numerosos partidarios de la Independencia; pero no podía comunicarse con ellos porque las tropas del general José de la Serna, jefe realista, detenían a los mensajeros. Una mañana, el general San Martín encontró a un indio alfarero. Se quedó mirándolo un largo rato. Luego lo llamó aparte y le dijo; -¿Quieres ser libre y que tus hermanos también lo sean? -Sí, usía... ¡cómo no he de quererlo! - respondió, sumiso, el indio. -¿Te animas a fabricar doce ollas, en las cuales pueden esconderse doce mensajes? -Sí, mi general, ¡cómo no he de animarme! Poco tiempo después Díaz, el indio alfarero, partía para Lima con sus doce ollas mensajeras disimuladas entre el resto de la mercancía. Llevaba el encargo de San Martín de vendérselas al sacerdote Luna Pizarro, decidido patriota. La contraseña que había combinado hacía tiempo era: “un cortado de cuatro reales” Grande fue la sorpresa del sacerdote, que ignoraba cómo llegarían los mensajes, al ver cómo el indio quería venderle las doce ollas en las que él no tenía ningún interés. Díaz tiró una de ellas al suelo, disimuladamente, y el sacerdote pudo ver un diminuto papel escondido en el barro. -¿Cuánto quieres por todas? Preguntó al indio. .Un cortado de cuatro reales - respondió Díaz, usando la contraseña convenida. Poco después, el ejército libertador, usaba esta nueva frase de reconocimiento. -Con días y ollas... ¡venceremos!
Los habitantes del Buenos Aires de aquel tiempo llevaban una vida reposada y sencilla. Solo estaba alterada por las fiestas que se realizaban para celebrar el día del Santo patrono, la llegada de un funcionario real, el cumpleaños del rey, etc. Entonces se hacían procesiones y desfiles, donde intervenían los miembros del cabildo y otros funcionarios.
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Como había pocos espectáculos públicos, las familias ricas acostumbraban a reunirse en las casas, en amenas tertulias donde solían concurrir sus conocidos. Allí se charlaba, se escuchaba música de guitarra o piano, se bailaba. También se leían y comentaban poesías y novelas que estaban de modo en Europa y que los viajeros traían como novedad en donde se servía a los invitados el clásico mate, y ocasionalmente, chocolate y golosinas caseras. En la zona rural, en cambio, la vida social se concentraba en las pulperías. Allí se adquirían todos los artículos de uso común. Pero además, se charlaba y se jugaba a los naipes. A veces también había bailes populares con la música y la danza propia de nuestros paisanos. La gente se reunía en torno a payadores que improvisaban versos y hacían relatos interesantes. Los hombres se ocupaban de sus negocios y las mujeres, que salían muy poco, se dedicaban a cultivar sus jardines y sus huertos y a las tareas propias del hogar: la repostería, las labores de mano, el cuidado de los hijos. En aquella época saber leer y escribir era un lujo del que poco disfrutaban. La primera escuela que hubo en la ciudad fue la que fundó Patricio Francisco de Vitoria, en 1605. En las casas de familia adinerada la comida solía ser abundante y variada. Algunos ingleses que estuvieron en Buenos Aires durante la primera invasión relatan que asistieron a un almuerzo donde le sirvieron veinticuatro platos distintos. Entre éstos figuraban sopas, pavos y patos, churrascos de carne vacuna con mucho azafrán, pescados, pasteles y otros. La gente de campo debía hacer, necesariamente, una comida más sencilla.
En esta época las personas se vestían de otra manera, las señoras usaban vestidos largos y en las cabezas peinetones y mantillas. Los varones trajes, camisas con volados y sombreros muy altos que se llamaban galeras. En los salones se bailaba el pericón y el minué, y una señora tocaba el piano. En las calles se veía a señores vendiendo velas, agua, empanadas, escobas y plumeros, pescado; y cada uno tenía su propio canto.
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El que mejor cantaba, más vendía. A la hora de comer tocaban una campana, los grandes podían hablar en la mesa, los chicos no. Tomaban mate y café, las negritas preparaban caramelos que se llamaban alfeñiques, no había otras golosinas. La carne la guardaban en tarros de madera, le ponían sal para que no se echara a perder pues no había heladeras. Comían guisos, mazamorra, también cazaban perdices y se las comían. No había microondas, ni tampoco cocinas, usaban leña. Preparaban el pan, vendían pescado fresco y pollos vivos. Y como ya contamos le compraban a los negritos y negritas que vendían en la calle, pasteles y empanadas. No había autos, ni trenes ni aviones, la gente andaba a caballo, en diligencias o carretas. Las calles eran de piedra y los días de lluvia había mucho barro. Las cartas y mensajes las transportaba un chasqui, que era un señor que iba a caballo de un lugar a otro y que descansaba en lugares para eso, donde cambiaba de caballo para que no se cansaran mucho. Las noticias tardaban mucho en llegar. No había luz, se alumbraban con velas. Lavaban la ropa en el río y de esto se encargaban las negras lavanderas que se juntaban y así podían pasarse los chimentos mientras lavaban.
La vida familiar en la colonia tenía costumbres y rutinas muy arraigadas. Sólo los hijos varones podían estudiar y ayudar a sus padres en los negocios o la política. Las mujeres se casaban muy jóvenes y estaban totalmente dedicadas al hogar. Muy pocas aprendían a leer y escribir en sus casas. Luego de un día de actividad, que incluía un almuerzo familiar y una larga siesta, al atardecer las campanas de las iglesias llamaban a la oración. En
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ese momento la familia se reunía con sus criados y el padre o la madre guiaban el rezo del rosario. Terminado el rosario, y a la luz de las velas, se cebaba mate y luego la familia hacía una comida sobria. Antes de ir a dormir, en algunas casas se jugaba a las cartas o se leía en voz alta. Los sábados los amigos de la familia se reunían en tertulias en las que se conversaba y se escuchaba tocar algún instrumento musical. Las clases sociales altas, de familias pudientes organizaban en sus casas o altos, tertulias que eran reuniones en las que se invitaban a sus amistades escuchaban música, se conversaba, se bailaba, se reunían en una gran sala iluminada con muchos candelabros, y se vestían con sus mejores ropas, allí se servían comidas típicas como empanadas, pastelitos, etc. La música que escuchaban era suave como por ejemplo el minué que se ejecutaba en el piano. Las damas usaban vestidos largos hasta los pies armadas con enaguas de volados, confeccionados generalmente por ellas mismas ayudadas por sus esclavas. Las telas eran traídas de Europa. También llevaban peinetones con delicadas mantillas, abanicos y sombrillas para protegerse del sol. Los sastres en esa época eran muy escasos y en el interior no existían. Las señoras también confeccionaban la ropa de sus maridos y de sus hijos. Algunas de las costumbres de aquella época por ejemplo era reunirse por las tardes en el patio de las casas a tomar mate, se servían por ejemplo mate amargo para los hombres, llamado cimarrón el cual estaba preparado en una calabaza curada con yerba y para las damas se servía mate dulce también cebado en una calabacita pero curado con azúcar quemada.
En la colonia las clases o grupos sociales estaban muy divididos, lamentablemente no se respetaban los derechos de las clases bajas, estaban los negros que eran traídos como esclavos desde África en condiciones inhumanas, muchos morían durante el viaje en barco. Luego aquí eran vendidos en el mercado para realizar diversas tareas, se podían leer anuncios clasificados en el periódico de esa época como por ejemplo "Vendo esclavo negro, sabe cocinar y trabajar
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la tierra". También eran exhibidos en la plaza mayor, se realizaban subastas y eran vendidos al mejor postor, se hacía lo mismo que con los animales de carga. Los esclavos negros eran los que menos derechos tenían, sus tareas iban desde trabajar en el campo hasta las tareas domésticas. Muchas veces recibían latigazos de parte de sus amos. Los esclavos no gozaban de ningún tipo de libertad. Sus amos los alimentaban y los proveían de ropa de acuerdo a su voluntad. Los esclavos negros andaban muy mal vestidos con chaquetas de bayetón y pantalones de la misma tela, por lo general estaban descalzos o con ojotas hechas de cuero de vaca o cerdo. En algunas ocasiones se podía ver a algunos negros ataviados con las sobras de sus amos, pero vestidos ridículamente como por ejemplo con pantalones largos, ropa muy grande, galeras, etc. estas vestimentas eran sus mejores galas y las utilizaban por lo general en días domingos. Otra clase social eran los indios, se los empleaban para realizar tareas en las minas de oro y plata, cultivar la tierra y criar ganado, tampoco gozaban de derechos pero no eran esclavos. Los indígenas eran vasallos del rey de España pero no gozaban de los beneficios de la ley. A estos se les tenía prohibido andar a caballo, se les pagaba por su trabajo pero sólo unas pocas monedas, se los empleaba para los trabajos más pesados de la colonia. Los criollos o españoles americanos, que habían nacido en América, hijos de españoles no tenían los mismos derechos que los españoles de la península, muy pocos criollos llegaron a ocupar cargos políticos. Algunos llegaron a ser grandes comerciantes o profesionales. Vivían en casas amplias o quintas, también había criollos que vivían en la pobreza y subsistían de sus trabajos o pequeñas industrias caseras.
Los españoles ocupaban los mejores puestos, algunos se dedicaban a la política, otros al comercio y al monopolio. Eran de la clase social alta, tenían todos los derechos, podían estudiar libremente y aprendían latín y francés. Vivían en amplias y cómodas casas. Los grupos sociales de a poco se fueron mezclando, naciendo así diferentes castas como por ejemplo: LOS ESPAÑOLES: gozaban de todos los privilegios. LOS CRIOLLOS: eran los nacidos en América, de padres españoles. LOS EXTRANJEROS; fueron especialmente franceses, portugueses, ingleses e italianos. LOS MESTIZOS: eran los hijos de blancos y negros.
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LOS ZAMBOS: eran los hijos de indios y negros LOS NEGROS; fueron traídos de África en calidad de esclavos. Se los ocupaba en los trabajos más duros, pero eran en general bien tratados. LOS GAUCHOS: era la población característica que se formó en la campaña. Fueron hábiles jinetes, robustos, valientes, altivos, de vida errante; se ocupaban en las faenas del campo. Amaban la música, que ejecutaban en la guitarra: componían coplas y payadas de contrapunto.
EL AGUATERO: vendían a domicilio el agua que tomaban directamente del río. Para transportarla, utilizaban un gran tonel montado en un rudimentario carro tirado por bueyes o caballos. El agua se vendía por "canecas, medidas de madera que contenían unos veinte litros; estos recipientes fueron luego sustituidos por latas. EL LECHERO: Iban a caballo y llevaban la leche en recipientes de barro, de estaño o de hojalata, colocados dentro de bolsas de cuero, que colgaban a uno y otro lado de la cabalgadura. La leche llegaba a la ciudad desde las estancias cercanas. EL PASTELERO: Eran generalmente negros o mulatos. Llevaban colgada del cuello una bandeja de madera con su mercancía (tortas, pasteles y otras golosinas). Algunos estacionaban en lugares fijos y apoyaban la bandeja sobre un caballete; otros solían ambular por las calles, anunciando su presencia con un toque de silbato.
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EL VENDEDOR DE VELAS: Llevaban sobre el hombre un palo largo o caña, de cuyos extremos colgaban las velas por el pabilo. Al grito de "velas" "Velas" recorrían la ciudad ofreciendo su mercadería.
Las comunicaciones y los transportes en la época colonial eran muy precarios y lentos. El medio de transporte de mercancías en esta época era la carreta tirada por bueyes; algunas también trasladaban pasajeros. Sin embargo, para el traslado de personas se usaba la galera, que era un coche más rápido, tirado por caballos. Según el medio de transporte, llegar de San Juan a Buenos Aires podía demorar entre 45 días y 2 meses. Los viajeros paraban en postas del camino, y eran acompañados por hombres armados ante el peligro de los nativos en ciertas partes del recorrido. El chasqui era el transporte de la correspondencia, que
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también tardaba semanas o meses en llegar, según las distancias.
Los medios de transportes de aquella época eran escasos, existían las carretas, vehículos de dos ruedas grandes y techo de paja o de cuero de vaca tirada por bueyes, el viaje en carreta era muy lento e incómodo. Las diligencias o galeras las cuales eran un poco más cómodas eran tiradas por caballos. También se viajaba en caballos, el medio de transporte más veloz de aquella época, los jinetes cuando viajaban por largos caminos de tierra se detenían a descansar en pulperías donde comían, jugaban, escuchaban música y descansaban un rato para seguir luego su agotador viaje.
Lauti C. Nicolás H.
¿Sabías que los granos de maíz fueron la base de muchos alimentos que preparaban en la época colonial y que hoy siguen comiendo? Los tamales: Se preparan con una masa de maíz cocido envuelta en chala, que son las hojas que cubren al choclo en la planta de maíz y puede estar rellena de carne. El locro: Es un guiso espeso cuya base es el maíz blanco pisado al que se le puede agregar variada cantidad y tipos de carnes, algunos vegetales y legumbres. La cocción de este guiso
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puede durar horas. Los tres productos más costosos y difíciles de conseguir en la época colonial eran el azúcar, la sal y el agua Los dos primeros se usaban para conservar alimentos. La polenta: Comenzó a prepararse en Argentina con granos de maíz amarillo molido en un mortero de piedra. En Italia, ya se preparaba desde mucho tiempo atrás con distintas clases de granos. Las comidas predilectas de los criollos de la época eran la sopa de arroz y la de fideos, el asado, el matambre, el puchero, diversos guisos, las albóndigas, el estofado y los zapallitos rellenos. El locro y las empanadas también formaban parte de los platos más consumidos, al igual que un picadillo que se hacía con pasas de uva. La carbonada es otra de las comidas típicas de la época colonial, y está muy relacionada con la argentinidad. Sin embargo, muy pocos saben que su origen es belga, y que en aquellas tierras lleva el nombre de carbonada. Se trata de un guiso de carne realizado dentro de un gran zapallo, al que se le agrega maíz. En su país natal, lleva cebolla y cerveza. Las personas que vivían en esta época, no comían todas de la misma manera. Muchas comían con las manos o con cucharas. Por ejemplo, en los ranchos de las afueras de la ciudad, casi no había tenedores. Se usaban más las cucharas y los cuchillos y uno o dos vasos que se compartían. Algunos vasos se hacían con cuernos de animales.
En muchas casas, había pocos muebles y no era costumbre sentarse alrededor de una mesa para comer. Las familias comían sentadas en el suelo o en cráneos de vaca que usaban como asiento. A veces los gauchos cocinaban y comían al aire libre. Como en los ranchos no había cocinas, el fuego o fogón se hacía en el piso de la casa o afuera. También, era común asar la carne poniéndola en forma vertical al fuego, una costumbre que se sigue usando en el campo. Sólo las familias muy adineradas tenían en sus casas un ambiente para la cocina. Allí trabajaban los esclavos en la preparación de los alimentos y también comían. Los dueños de casa lo hacían en otra habitación que se usaba como comedor.
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Se usaban ollas de tres patas para hacer guisos y pucheros. También, se hervían carnes de distinto tipo o se asaban a las brasas. Los criollos también adoraban las cosas dulces: los bocadillos de papa o batata , la cuajada, las frutas, la natilla (plato de origen español a base de huevos, leche y azúcar), el arroz con leche, los alfajores, las masitas y la famosa mazamorra, que vendedores ambulantes solían ofrecer por las calles. Vendían la mazamorra en pequeños jarros de lata. Mientras las mazamorreras caminaban, cantando su pregón, le leche se sacudía. ¡Parece que esto le daba a la mazamorra un sabor riquísimo! El agua se conseguía mediante un pozo o un aljibe en las casas, cuando la familia era económicamente solvente, o se podía pagar al aguatero, que lo extraía del río, caso contrario debía ir hasta el río a buscarla, y luego hervirla para que pueda consumirse.
Durante la época colonial pasaba el lechero, éste cargaba sus tarros y recorría la cuidad… ¡Leche, leche fresquita!! Así los habitantes salían con sus recipientes para comprarle. Para consumirla debían hervirla, pero el problema se suscitaba a la hora de su “conservación”, en invierno era sencillo debido al frío, pero en verano se hacia imposible. Por lo tanto una vez que la adquirían debían consumirla enseguida.
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Tierras fértiles, agua e indios para trabajar fue la riqueza que los españoles encontraron. Así fue como, de buscadores de oro y tesoros, primeros colonizadores trajeron el trigo, la cebada y los frutales que antes habían llevado al vecino país desde España. De la misma manera habrían sido introducidos la vid y el olivo que rápidamente se convirtieron en los principales cultivos. Sin embargo, la economía colonial debió enfrentar siempre problemas debido a decisiones de España como prohibir los cultivos de vid y olivos o abrir el puerto de Buenos Aires a productos europeos que competían con los de las regiones. Otras actividades económicas eran la molienda de trigo y la preparación de cueros de vicuña. El transporte de vinos y otros productos para la venta se hacía en mulas; con el tiempo se comenzaron a utilizar carros tirados por bueyes. Eran importantes también los potreros de alfalfa, lo que permitía la crianza de ganado vacuno, caprino y ovino.
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El comercio En esa época la gente del interior del país compraba sus mercaderías en los comercios que estaban alrededor de la plaza mayor, también a las afueras de la ciudad se encontraban las pulperías de campo donde la gente se acercaba para comprar sus provisiones, jugar a las cartas, a la taba, tomar unos ricos mates o beber aguardiente. Allí también se podía comprar alimentos, ropas, tejidos y productos hechos en la colonia. Era posible conseguir objetos europeos comprados de contrabando a algún barco inglés que se acercaba a la costa. En la colonia desde muy temprano se podían escuchar a los vendedores ambulantes que recorrían la ciudad ofreciendo sus productos: velas, escobas, agua, leche, plumeros, etc. Además de ir y venir por las callecitas de tierra por la mañana temprano se establecían en la Recova de la Plaza Mayor. Cada vendedor ambulante tenía su pregón anunciando sus productos. El mercado, ubicado en la Recoleta, ocupaba un espacio cuadrangular con pequeños locales alineados uno al lado del otro, en donde se establecían los vendedores de frutas, carnes y verduras. Allí, se podía encontrar pescado de buena calidad y a bajos precios, legumbres, batatas, calabazas, perdices y todo tipo de frutas, melones, duraznos, uvas, higos. La carne vacuna era traída desde los mataderos, que se encuentran en las cercanías de la ciudad, diariamente por los carniceros para ser vendida en trozos.
Algunos productos llegaban en barco desde muy lejos. Por eso eran caros: licores, muebles, abanicos, platos, copas de cristal, cubiertos, armas para la guerra, telas, vestidos, tabaco, azúcar, café, chocolate. En la ciudad había fondas, que eran lugares en los que se servía comida ya preparada. Estos negocios también mandaban la comida a las casas. También a las afueras de la ciudad se encontraban las pulperías de campo donde la gente se acercaba para comprar sus provisiones, jugar a las cartas, a la taba, tomar unos ricos mates o beber aguardiente. Allí también se podía comprar alimentos, ropas, tejidos y productos hechos en la colonia. Era posible conseguir objetos europeos comprados de contrabando a algún barco inglés que se acercaba a la costa.
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Muchas familias de escasos recursos tenían una empresa familiar que les alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas, Algunas confeccionaban cigarros, tejidos y comidas típicas que vendían por las calles de la ciudad. El aguatero traía el agua bien fresquita desde el Río de la Plata, la repartía en las casas por la mañana temprano y por las tardes. El primer aljibe de la ciudad fue construido en la casa de la familia Basavilbaso quienes eran envidiados por sus vecinos ya que ellos tenían agua fresca en cualquier momento del día, muy pocas casas tenían aljibe porque la construcción de este era muy costosa.
Industrias Domésticas
En la época colonial era muy importante la industria doméstica, que estaba a cargo de las mujeres de la familia y la servidumbre. En las casas se preparaban dulces, conservas, arrope, velas de cebo, jabón con semillas de zapallo, polvo de arroz para la cara, almidón de trigo para la ropa, y muchos productos más. Las mujeres alternaban estas tareas productivas con el cuidado del hogar y de los hijos, así como bordados, costuras y tejidos. Muchas familias de escasos recursos tenían una empresa familiar que les alcanzaba para cubrir sus necesidades básicas, Algunas confeccionaban cigarros, tejidos y comidas típicas que vendían por las calles de la ciudad.
Vendedores Ambulantes LOS AGUATEROS: vendían a domicilio el agua que tomaban directamente del Río de la Plata. Para transportarla, utilizaban un gran tonel montado en un rudimentario carro tirado por bueyes o caballos. El agua se vendía por "canecas, medidas de madera que contenían unos veinte litros; estos recipientes fueron luego sustituidos por latas. A pesar que el aguatero cargaba las cisternas en las orillas del río, el agua no era cristalina y necesitaba estar en reposo por veinticuatro horas para poder ser bebida. Para purificar más rápido el agua se solía poner un pedazo de carbón en las tinajas.
LOS LECHEROS: generalmente eran niños o jóvenes hijos de los chacareros de los alrededores. Iban a caballo y llevaban la leche en recipientes de barro, de
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estaño o de hojalata, colocados dentro de bolsas de cuero, que colgaban a uno y otro lado de la cabalgadura.
EL PASTELERO: Eran generalmente negros o mulatos. Llevaban colgada del cuello una bandeja de madera con su mercancía (tortas, pasteles y otras golosinas). Algunos estacionaban en lugares fijos y apoyaban la bandeja sobre un caballete; otros solían ambular por las calles, anunciando su presencia con un toque de silbato.
EL VENDEDOR DE VELAS: Llevaba sobre el hombro un palo largo o caña, de cuyos extremos colgaban las velas por el pabilo. LAS MAZAMORRERAS: Vendían la mazamorra en pequeños jarros de lata. Mientras las mazamorreras caminaban, cantando su pregón, le leche se sacudía. ¡Parece que esto le daba a la mazamorra un sabor riquísimo!
También recorrían las calles las lavanderas negras o mulatas que iban hacia la playa llevando la ropa, el jabón y la tabla para refregar en enormes fuentones sobre sus cabezas y en una de sus manos la pava para calentar el agua para el mate
Renzo. P.
María paz m.
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Las calles eran de tierra y muy angostas. Durante mucho tiempo circularon libremente por ella -además de peatones y vehículos-, toda clase de animales, lo que motivó en 1809 una disposición del virrey que decía que no andarán en las calles cerdos sueltos y que si después de 48 horas, alguien encontraba alguno en la calle, podía apoderarse de él. Las casas eran amplias. Sus habitaciones se hallaban edificadas alrededor de grandes patios y un fondo o terreno dedicado a la quinta, huerta o cría de aves. Y de un solo piso. Las primeras construcciones -simples ranchos de barro y paja- fueron reemplazadas por viviendas con paredes de adobe (ladrillo crudo
secado al sol). Andando el tiempo se comenzaron a usar los ladrillos cocidos y las tejas. Las fachadas de las casas eran sencillas y las puertas angostas; las ventanas, por lo general pequeñas, estaban guarnecidas por rejas de hierro.
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El moblaje de la casa colonial era sencillo, pero en las casas de las familias pudientes se usaba la vajilla de plata maciza y tenían numerosa servidumbre compuesta por indios, mulatos y mestizos.
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Los juegos de naipes constituían el principal entretenimiento del Buenos Aires colonial. Entre los más populares, reservados siempre a los varones, estaban la Baceta y el Faraón, el Paro -similar al punto y banca actual-, el Sacerdote y el Cacho, en el que se formaban flores como las del Truco. Las pulperías y "casas de truco" eran los lugares reservados para que los hombres pudieran despuntar el vicio de jugar. Por lo general, se reunían a la hora del café, mientras las mujeres se quedaban en las casas haciendo dormir a los niños, o los sábados por la noche y los domingos después de la siesta. Otros juegos tradicionales eran la Quiniela, la Biscambra -con cinco cartas por jugador y una descubierta que era el triunfo-, el Burro, la Pinta, el Tururo y el antecedente colonial del truco, conocido como Truquiflor. También despuntaban el vicio de los dados con el Grenón o el Pasadiez. Pero uno de los juegos preferidos por los criollos era la perinola que, como saben quienes aún recuerdan este juego prácticamente en desuso, constaba de un pequeño trompo de cuatro caras marcadas con las siguientes letras: S (saca), P (pone), D (deja) y T (todo). Cada una de ellas indicaba lo que debía hacer el jugador -se apostaba dinero- con respecto al pozo de la mesa. También estaba la Corriguela, que era un juego de varones que constaba de una correa con las dos puntas cosidas. El que tenía dicha correa la presentaba a su oponente doblada en varios pliegues, y el otro debía meter dentro de ellos un pequeño palito. Si al retirar la correa el palito quedaba dentro de ella, ganaba el que lo había puesto; en cambio, si caía afuera, ganaba el otro. Tampoco faltaba en el ámbito rural la famosa Taba, las bochas y los bolos, juegos que requerían cierta destreza y que se practicaban en lugares que disponían del espacio suficiente. Todas las casas y mesas de juego donde se apostara -y que estaban habilitadas para tal fin, ya que el resto eran consideradas clandestinas- estaban bajo un régimen amparado por el Título II del Libro VII de la Recopilación de Indias, que constaba de contribuciones que recaudaba la Real Hacienda, con el que se pretendía desalentar, en alguna medida, la afición por el juego, ya que quienes lo practicaban eran considerados "vagos".
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Uno de los juegos que sí era bien visto, y que por lo general practicaba la clase alta criolla, era el Chaquette -para parejas, sobre un tablero dividido en 12 partes, de color blanco o negro-, para el que se empleaban 15 fichas blancas, 15 negras y dos dados. El Chaquette provenía de las tablas reales y eran famosos en todo el Río de la Plata, especialmente en Buenos Aires. Los juegos eran importados de Montevideo, donde se fabricaban las fichas con huesos. Fuera de estos festejos especiales un pasatiempo que contaba con numerosos partidarios, era el dominó, un sencillo juego de origen presumiblemente oriental que habían puesto de moda los italianos en el siglo XVIII. Se jugaba, como en la actualidad, con 28 fichas rectangulares, fabricadas en hueso o marfil y punteadas desde el "doble cero" hasta el "doble seis". También se practicaba, entre adultos, el juego de la oca, descendiente de los "jardines de la oca" del Medioevo alemán. Como en los juegos modernos se trataba de un tablero de cartón con una espiral de 63 casillas, con figuras pintadas, y para practicarlo se empleaban dos dados y unas pequeñas piezas de plomo que representaban a las "ocas" de cada jugador.
La ruleta y los juegos de azar tenían su sede en la casa de Martín Echarte una especie de casino colonial donde también se jugaba a las damas y al ajedrez y por supuesto se hablaba de política.
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Corridas de toros En las afueras de la ciudad se corrían carreras de sortijas, los protagonistas pertenecían a otro grupo social: los gauchos. Los gauchos se dedicaban a las tareas del campo, muchas de ellas vinculadas con la ganadería, requerían del uso del caballo, en el que los gauchos eran muy diestros. Esta habilidad era demostrada en algunos juegos en los que se utilizaba el caballo: las carreras, las carreras de sortijas, el pato. Los gauchos eran el grupo social que más se vinculaba con el "indio" y la "frontera" era su lugar de encuentro. Los indígenas de nuestro país practicaban gran cantidad de juegos de carácter deportivo. A diferencia de lo que ocurría en otros grupos sociales, las mujeres tenían un rol protagónico en estas actividades.
Las distintas comunidades originarias realizaban diferentes juegos: carreras a pie y a caballo, carreras con salto, diversos juegos de pelota donde se realizaban los pases con la cabeza y el empeine o las manos, según el juego. El juego de la "chueca", antecesor indígena del hockey se jugó en casi todo el territorio argentino. Los mapuches lo llamaban "uiñu" o " palín", los tobas:"tol", los pilagá: "elemrak" y los mocobíes lo llamaban "leremá".
Los adultos varones y, en algunas comunidades los niños, jugaban este juego. El número de jugadores y las dimensiones del campo de juego variaban según los distintos pueblos. Se alentaba a los equipos con cánticos y el vencedor ganaba además un premio, muchas veces se apostaba un caballo, que era un bien muy preciado.
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Para vencer era necesario lograr una diferencia de 4 tantos, por lo que algunas veces los partidos se extendían durante varios días. Estos juegos servían para dirimir conflictos y para tomar decisiones, ya que se creía que la suerte del equipo era determinada por los dioses. En ocasiones para zanjar alguna diferencia entre tribus se jugaba un partido de "chueca", el vencedor obtenía el derecho a decidir sobre la cuestión en disputa.
El candombe era la diversión más difundida del grupo de los esclavos, de raza negra. En esta danza, acompañada por el tamboril, "los negros" realizaban una pantomima de la coronación de reyes congos.
En los tiempos coloniales los niños, sobre todo si eran pobres, empezaban a trabajar desde muy chicos. La infancia duraba muy poco tiempo. A los 8 o 9 años era común que empezaran a ayudar a sus padres en los trabajos. Los chicos practicaban muchos juegos que hoy todavía se conocen. Adivinanzas y juegos de prendas. El gran bonete. El veo, veo, juego de naipes y loterías en los que podía jugar toda la familia se practicaban en tertulias en casa de familia.
El juego en la calle era casi el único privilegio de los niños de clases bajas. Entre los juegos preferidos estaban “las escondidas”, con muchos más escondites que los de ahora; “los barriletes”, los que eran fabricados por ellos y remontados en feroces competencias en las que había que hacer cualquier cosa por ganar. Entre las trampas más usuales estaba la de
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atarle un cuchillo a la cola de la cometa para que, al enredarse con los otros, cayera y se transformara en botín de guerra de quien la atrapara. A este juego lo llamaban “el corsario o pirata”. Las nenas no jugaban igual que los varones; además de muñecas que para esa época eran confeccionadas con cuero o telas, con ojos hechos con botones, solían jugar en los patios de las casa a los aros, cánticos o bailes, salto de sogas y rondas... muchas de las cuales son actualmente conocidas “Arroz con Leche”, “Mambrú se fue a la guerra”; “Sobre el puente de Avignón” y otras. También estaban presentes las adivinanzas y la rayuela. La farolera. Las esquinitas. A la lata al latero. Las estatuas. El oficio mudo. Antón pirulero. La rayuela. ¿Lobo está? El patrón de la vereda. La sillita de oro. La escondida. La payana. Trompos, bolitas y figuritas formaban parte del patrimonio lúdico de la infancia conservado como herencia de antiquísimos juegos europeos.
Durante más de dos siglos desde su fundación, las viviendas familiares fueron muy humildes. Eran casonas de adobes con techos de caña y barro. Recién alrededor de 1800 los registros históricos hablan de casas con revoques de barro pintados a la cal y a veces un zocalillo de distinto color o revestido de piedra laja. Era característica la ancha puerta a la calle, de hojas macizas de algarrobo, adornadas con clavos de cabeza y un gran aldabón redondo. Las ventanas tenían rejas de madera o de hierro forjado.Los solares tenían generalmente 24 metros de frente por 60 de fondo, aunque los había mayores. Las casas de las familias más pudientes la puerta abría a un zaguán con arco de medio punto y piso enladrillado o con un camino de lajas, con habitaciones a uno y otro costado Muchas casas tenían hasta tres patios. El primero se comunicaba con la sala en la que se recibían las visitas; el segundo estaba rodeado por las habitaciones mientras que el tercero, al fondo, era destinado a la huerta familiar, la cocina y las industrias domésticas.
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Por el fondo de todas las casas corría la acequia que proveía de agua a la familia. Era común ver dos tinas, una para aclarar el agua de consumo y otra para el baño.
En el Buenos Aires colonial las casas eran bajas, muy parecidas entre sí, sus paredes eran gruesas pintadas con cal, tenían tejas rojas, ventanas con rejas de hierro y las infaltables macetas con flores. Sólo muy pocas casas tenían planta baja y primer piso, estas casas estaban alrededor de la plaza mayor y pertenecían a familias más adineradas. Las denominaban "altos" las cuales llevaban el apellido de sus propietarios como por ejemplo: Los altos de Riglos y los de Escalada. Las casas tenían muchas habitaciones, con ventanales que daban a un patio con muchos árboles. En el patio se reunían las familias a tomar
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mate, conversar y comer ricos pastelitos. Las calles eran de tierra y las veredas eran empedradas pero muy angostitas. Cuando llovía se hacía bastante difícil transitar por las calles de la ciudad. Sólo las calles principales estaban alumbradas por las noches con un farol de vidrio y adentro se colocaba una vela de grasa, que el farolero encendía todas las noches. El mobiliario de las casas era muy escaso, sólo las familias más pudientes tenían gran cantidad de muebles pero no seguían un estilo o muchas veces los muebles no combinaban entre sí. En los salones tenían muebles bajos con puertas de vidrio donde se podían observar la vajilla y adornos de plata muy comunes en aquella época. Los platos y vajilla de loza o porcelana eran traídas de Europa, eran muy costosas sólo las familias adineradas e importantes de la colonia las tenían y eran utilizadas en ocasiones especiales ya que si se rompía una pieza era casi imposible reponerla. BENJAMIN. M - DELFINA. P.
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Antes de las conservas había otros métodos para mantener las propiedades de los alimentos. Las técnicas de conservación de los alimentos más usadas eran: *Salar, técnica más utilizada por los antiguos, puesto que la sal era un producto a su alcance y muy rentable en lo referente a la conservación. Para poder consumir los alimentos conservados en sal era necesario desalarlos con leche y agua. Se utilizaban con carnes y pescados, principalmente. *Vinagre, creado por la fermentación del vino, fue otro de los métodos más frecuente en la antigüedad. Se podía utilizar sólo o acompañado de especies (mostaza), sal y miel. Con la salsa obtenida se cubrían los alimentos escogidos para conservar, carnes, pescados y
legumbres. Estos alimentos podían ser frescos o estar cocidos o fritos. *Ahumar, poner un alimento en contacto con humo. Se empleaba para carnes y pescados. *Salmuera, sumergir un producto en agua con sal y otros condimentos. Se empleaba para las carnes, pescados, legumbres y aceitunas. En la actualidad se ha conseguido la esterilización en ausencia de oxígeno. Uno de los mayores avances es el uso de bolsas de materiales plásticos, que permiten esterilizar los alimentos y obtener mayores beneficios en sabor, preservación de textura y elementos nutrimentales, menores tiempos de cocción.
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¿QUÉ ES EL CHARQUI? La carne se conserva mucho tiempo preparándola en charqui que consistía en contar la carne en lonjas finas y dejarla secar al sol. Colgados de sogas al aire libre, despidiendo un olor nauseabundo. Por eso los animales se carneaban y los cortes se consumían en el día. A lo sumo, algunos trozos se trataban con abundantes cantidades de sal o condimentos para que se conserven un poco más de tiempo. Luego, las tiras de carne quedaban negras y duras como cuero, listos para ser guardados en barriles con sal. Cuando se querían comer, había que hervirlas más de un día y rogar no perder un diente en el intento de masticarla.
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Los caballeros se vestían al estilo inglés combinaban chaqueta oscura, con ceñidos calzones cortos en blanco, natural o amarillo. Debajo medias de seda blanca. Las camisas con cuello “palomita” y yabot o pañuelo de seda, terminaban en mangas rematadas con puntillas. Era de gran elegancia llevar galera y bastón, los funcionarios del cabildo usaban pelucas blancas entalcadas, estilo francés. Los paraguas eran muy pocos, solo algún que otro representante del cabildo lo poseía, en el Museo de Historia Nacional hay uno perteneciente a un cabildante. Los zapatos se importaban de Europa y tenían grandes hebillas de bronce, eran muy costosos.
Para las ocasiones formales, a menudo los hombres se ponían trajes de telas finas, como la seda acentuados con botones ornamentales. Los que pertenecían a la clase alta normalmente tenían trajes a medida a juego con piezas de Inglaterra, llamados "trajes en ídem". Muchas veces, un hombre se limitaría a llevar pantalones a juego y abrigo con una camisa bien escogida y el chaleco. A veces se agregaba un babero de lino blanco, bajo la barbilla y atado al cuello.
Los uniformes militares coloniales varían dependiendo de la lealtad. Aquellos con los británicos llevaban el uniforme de las casacas rojas. Además de la capa roja que les identificaba, este conjunto incluye pantalones, chaleco, chorrera del cordón y puños, el sombrero Tricorner y polainas negras (que cubren la pierna para protegerla del agua o
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del barro). Otros militares, como los soldados coloniales posteriores, vestían una combinación del atuendo habitual masculino con un sombrero de fieltro de tres picos, de cuero negro o de pelo de caballo y polainas (se coloca sobre el calzado y las parte externa de los pantalones) combinado con correas hasta la rodilla.
La vestimenta de calle tenía los mismos componentes básicos que la ropa formal, pero de menos material elegante. El traje casual se componía del abrigo hasta las rodillas con los hombros y las muñecas de ajuste estrecho, camisa de cuello alto, corbata, chaleco, pantalones que terminaban en la rodilla y medias. El sombrero Tricorner era una cobertura común para la cabeza relativa del tiempo. Durante el verano, los tejidos ligeros y fácilmente lavables fueron usados como escudos sin forro. Para usar en la casa o en reuniones de negocios informales, también podía vestirse un banyan o un traje informal.
Los caballeros coloniales habitualmente utilizan piezas adicionales de ropa o accesorios dependiendo de lo que requiera la ocasión. Por ejemplo, lo práctico era usar una capa o un gran abrigo para salir al aire libre en un clima frío, mientras que una peluca empolvada era rudimentaria para asistir a ocasiones formales. El equipo completo incluye zapatos, que en ese momento eran de cuero negro con hebillas de metal, medias hasta la rodilla y calzones por debajo de la rodilla.
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Es común que casi todos conozcamos los uniformes militares, principalmente los actuales que son muy similares en todos los países. Por eso desde la segunda guerra mundial comenzó a usarse el “camuflaje”, un traje de manchas verdes en distintos tonos, que permitían a los soldados confundirse con la naturaleza. Sin embargo, los ejércitos antiguos, particularmente los que usaron los héroes de la independencia americana, eran completamente diferentes a los que hoy se utilizan en nuestros ejércitos, pues sus diseños y cortes se relacionaban con la galantería oficial y con los colores de las naciones que representaban. Por ejemplo, en aquellos tiempos se usaban chaquetas en vez de camisas plegadas como las actuales, cuyo color correspondía al país que representaban. Así, los británicos utilizaban la chaqueta roja; los rusos, color verde; los prusianos, azul oscuro; los franceses, color azul celeste, y los españoles, azul con blanca.
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En este sentido, como el azul y el blanco correspondían a los colores de la chaqueta española, comprendemos la razón por la que los próceres de nuestra independencia llevarían los mismos colores en la suya. Observemos entonces detalladamente cuál era la indumentaria oficial del General José de San Martín, Libertador de Argentina, Chile y Perú. Cuando San Martín regresó a Buenos Aires en 1812 vestía ropa muy sencilla: usaba pantalones de punto de lana, ajustado a la pierna de color azul, además, generalmente llevaba un sobretodo de paño azul en invierno, y en verano, una casaca larga de tela con botones de metal dorado. Cabe recordar que San Martín recibió instrucción militar en España, y allí participó en la guerra contra el Imperio Francés. Recordemos que luego de su regreso, asumió el ejército libertador y logró darle el triunfo a cuatro naciones. Como General del Ejército del Sur, su vestimenta oficial se componía de la siguiente manera: Chaqueta azul de bordado en el cuello: Esta chaqueta, como antes lo mencionamos, tenía su origen en el ejército español,
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pues realmente se componía de una levita ceñida con un bordado especial en el cuello de la misma. Además, como todas las chaquetas de generales, tenía hombreras de lazos dorados y una banda azul celeste que le atravesaba el torso, símbolo del Río de la Plata. Complementaba su traje con un corsé accesorio dónde llevaba su sable.
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Mujeres Peinado a dos bandas y torzada baja adornada con peineta, moño o una flor, blusa de hilo o algodón o seda en colores verdes, azul, marrón o negro con mangas rectas. Falda de poca amplitud hasta los pies y del mismo color que la blusa o combinadas, enaguas y calzones blancos. Chal de bayeta verde azul, negro o verde con bordados y galones. Medias de seda blanca. Zapatos de cuero con taco bajo o escarpines negros sujetos con cintas. Para casarse o ir a la iglesia: vestido o blusa y falda negra, con medias, zapatos negros y mantilla blanca.
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HOMBRES Sombrero negro de copa alta semi ancha o sombrero de pajilla de Ecuador. Cabello semi largo con barba y bigote. Camisa de lino o algodón con cuello. Pañuelo de seda negro colocado tipo corbata colocado por debajo del cuello de la camisa. Chaleco de terciopelo o seda en colores rojos beis, verde o azul. Chaqueta de terciopelo o paño negro, verde o azul. Faja o ceñidor de seda. Tirador de cuero con rastra. Chiripá pampa o liso puesto entre las piernas. Calzoncillo de hilo o lino con cribos y final de flecos de seda. Botas de potro, yegua, vaca, ternera o gato con puntas cerradas y ajustadas en la parte superior con ligas de tiento o cintas tejidas de color vivo con. Poncho y a veces usaban espuelas.
Gonzalo E.
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En la época colonial, tanto hombres y mujeres cumplían un papel importante en poner la comida sobre la mesa. Los hombres cazaban, atrapaban y pescaban animales, mientras que las mujeres se encargaban de la ardua tarea de cocinar con pesadas ollas de hierro con patas en grandes chimeneas que también funcionaban como la calefacción del hogar. La mujer colonial se levantaba antes del amanecer para comenzar con la ardua y larga tarea de preparar la comida para la familia. Encendía el fuego para cocinar y templar la casa durante el invierno. Pero antes de que pudiera empezar a cocinar, tenía que salir a recoger agua, recolectar los vegetales, ordeñar la vaca, recolectar los huevos y colgar carne para que se seque. A los colonos les encantaban las tartas, tartaletas, pasteles y panes y algunas mujeres tenían la fortuna de tener su propio horno de ladrillo. Utilizaban una pala larga y plana de madera, denominada paleta, para colocar y retirar los elementos en el horno. Cuando el fuego se convertía en cenizas, la mujer utilizaba una pala de hierro o pala para chimenea para retirar las grandes piezas de madera.
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Los primeros habitantes de las colonias estadounidenses, que vivían en puestos fronterizos o granjas, disfrutaban un desayuno con sidra o cerveza y crema de avena cocinada lentamente durante toda la noche. Los colonos que vivían en las ciudades también bebían sidra o cerveza, pero en vez de consumir crema de avena, comían papilla de harina de maíz y melaza. Hacia el siglo XIX, los colonos ricos disfrutaban del café, té o chocolate caliente en el desayuno, junto con mantequilla en obleas, magdalenas o tostadas. En el sur, los pobres comían pavo frío y bebían sidra. A medida que las familias prosperaron en las colonias centrales, las opciones para el desayuno se ampliaron.
Durante los siglos XVII y XVIII, las familias pudientes disfrutaban dos platos en la cena, y la comida del mediodía. Usualmente estaban constituidos por diversas carnes con pastel de carne, pastel con carne oscura, tortitas, buñuelos y acompañamientos de salsas, pepinillos y salsa de tomate. Las sopas se servían antes o con el primer plato. Las familias disfrutaban, como segundo plato, postres de frutas frescas, cocidas o secas, natilla, tartas y golosinas. Los colonos pobres cenaban un cucharón de estofado en un plato trinchero. Los primeros platos trincheros no eran más que un trozo de pan duro. Estos eran consumidos o arrojados a los animales domésticos. El estofado usualmente tenía puerco, maíz dulce, repollo, u otros vegetales y raíces. Más adelante, los platos trincheros evolucionaron y se transformaron en platos de madera y, eventualmente de peltre, plata y porcelana.
En el siglo XVIII, la cena ligera se servía tarde y estaba formada por los restos. Era una comida liviana y los colonos pudientes podían disfrutar de manjares con huevos o platos de huevos junto con las sobras. Tanto pobres como ricos bebían cerveza, cerveza inglesa de malta o sidra de manzana o durazno.
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En el siglo XVIII, los utensilios de cocina y la chimenea sufrieron ciertas renovaciones. La chimenea poseía una barra trasera oscilante de hierro instalada en el mortero de la chimenea. La barra aliviaba el problema de regular el fuego. También protegía más al cocinero de los peligros del fuego. Alrededor de 1750, los nuevos hogares tenían los hornos para cocinar al costado de la chimenea en vez de adentro de ésta. La cocinera no tenía que acercarse demasiado al fuego para llegar al horno. También se presentaron avances en los utensilios de cocina que utilizaba la mujer colonial. La mujer colonial moderna tenía dos juegos de morillos, varias palas para cenizas, un hervidor de agua, un horno reflector de estaño, brochetas, sartenes, parrillas, paletas, ganchos para cacerolas, llares, espumaderas, asador de pie, una tostadora giratoria.
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En 1781, cuando San Martín tenía tres años, la familia se trasladó de Yapeyú a Buenos Aires. Luego se mudaron a España, embarcando rumbo a Cádiz el 6 de diciembre de1783 a bordo de la fragata Santa Balbina, pues su padre había sido destinado a Málaga. Aunque otras fuentes biográficas fechan este viaje a los ocho años de edad de San Martín, en el año 1786. José comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Allí aprendió castellano, latín, francés, alemán, baile, dibujo, poética, esgrima, retórica, matemática, historia y geografía.
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Carrera Militar en el Ejército Español Su accionar castrense en la península se extiende hasta el 4 de setiembre de 1811, cuando se retira con el grado de teniente coronel. Su primera incursión bélica se produjo en 1791 durante el sitio de Orán (Argelia). A partir de allí, no deja de intervenir en distintos enfrentamientos armados: entre 1793 y 1795, con el grado de subteniente lucha contra el gobierno revolucionario francés; en 1797 y 1798, siendo ya teniente, lucha a bordo de buques españoles contra la flota inglesa; en 1801 lucha contra Portugal en la "Guerra de las Naranjas" y a partir de 1808 pelea contra las fuerzas napoleónicas. En 1811, tras 22 años sirviendo en el ejército español, San Martín toma la decisión más trascendente de su vida: retornar a su patria para libertarla del yugo. En el ejército nacional incorporó algunas cosas del español, como por ejemplo, los colores de su Regimiento (celeste y blanco).
Morena B. Tiago C.
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Además de las fiestas religiosas, eran habituales otros entretenimientos populares. Uno de ellos eran las corridas de toros, generalmente programada como espectáculo para algún día de fiesta. El escenario era la Plaza Mayor. Otro juego que apasionaba a ricos y pobres era la riña de gallos. Muchas casas, especialmente en las afueras, tenían gallos de pelea y había viviendas donde funcionaban los reñideros, en los que se jugaba por dinero. La plaza y las calles eran también escenarios de carreras de caballos. Los relatos históricos cuentan que en San Juan ya desde la época de la colonia, también se festejaba el carnaval con ruidosas fiestas populares. Otra fiesta reconocida en la época colonial era el paseo del estandarte de la noble y leal ciudad, que consistía en la formación de una fastuosa comitiva de caballeros montados en corceles dirigidos desde la casa del Alférez Real a la iglesia Catedral. En los sectores campesinos, villorrios y ciudades importantes con motivo de programaciones populares se realizaban diversas carreras de caballos, entre las que se destacan las alcancías, el correr cañas y el correr sortijas. Las alcancías eran unas bolas llenas de flores, cintas, aguas de olor y polvos perfumados que se tiraban entre los jinetes mientras estaban corriendo y que eran recibidas en un escudo donde se quebraban. El correr cañas fue un juego primeramente introducido en España por los árabes con el nombre de “correr o jugar cañas” y que consistía en una pelea a caballo entre diferentes cuadrillas utilizando cañas. Correr sortijas era un torneo que ejercitaba la destreza y que trataba en ensartar, corriendo a caballo, en la punta de una vara una sortija pendiente de una cinta a cierta altura. Los centros de reunión, como los bares o las pulperías, en que se juntaba la gente a pasar el rato sirvieron de ambiente ideal para el desarrollo de los juegos de suerte y envite, a estos correspondían las cartas, los dados, las rifas y otros juegos de azar que con el tiempo se transformaron en un vicio irresistible en toda América.
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En las festividades públicas realizadas en las plazas, principalmente la Plaza de Armas, se destacaban diversos elementos escénicos, tales como el paseo público del estandarte real, la creación de escenografías realizadas para la ocasión, procesiones, ceremonias, torneos, banquetes, obras de teatro, corridas de toro y juegos como el palo ensebado, la cucaña napolitana, la sortija y de envite como la lotería, juego público chileno, congregando a grandes cantidades de personas que tenían interés en saber sus resultados.
Fue en estas plazas que otro elemento característico nació de las fiestas públicas; las cabalgatas o carreras de caballos, y que en 1785 se reglamentaron creando una pauta de normas para las apuestas, la forma de correr, los días que debían realizarse, sobre los jueces y sus atribuciones. Así nacieron distintos tipos de carreras de las cuales cabe destacar una de las más populares y que perdura hasta hoy; las carreras en pelo o a la chilena. Esta consistía en que el jinete monta sin montura, sin espuelas ni bridas, agarrándose solamente de las crines por un camino real o una alameda hasta llegar a la meta. Aquí el interés de la ganancia es absolutamente secundario ya que la carrera se hace tan sólo por el placer que experimenta el dueño al tratar de conseguir el triunfo del animal.
Una tertulia es una reunión informal y periódica de gente interesada en un tema o en una rama concreta del arte, la ciencia o la filosofía, para debatir e informarse o compartir y contrastar ideas y opiniones. Por lo general, la reunión tiene lugar en un café o cafetería (menos frecuentemente, y por lo general en ámbitos más rurales, en una rebotica o casino) y suelen participar en ellas personas del ámbito intelectual. Es una costumbre de origen español y se mantuvo arraigada hasta mediados del siglo XX en las colonias independizadas del imperio español. A los asistentes se los llama «contertulios» o «tertulianos».
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En la época colonial, era común reunirse en tertulias donde, además de conversar, se tocaban instrumentos. La gente de la elite acostumbraba realizar reuniones en sus casas casi todos los días. Se les llamaba tertulias. Comenzaban al anochecer y duraban hasta tarde. Se hacían en la sala de la casa y allí las personas cantaban y bailaban, jugaban a las cartas y por supuesto, conversaban. También se contaban los últimos chismes, hablaban de política y se ponían al día con las noticias de lo que ocurría en Europa. Y además, las tertulias eran una excelente oportunidad para que las familias arreglaran noviazgos entre sus hijos.
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Algunas familias muy ricas tenían su propia orquesta de músicos formada por negros esclavos. ¡Hasta tenían en la casa cuartos y una sala de ensayo para que practicaran!
En las tertulias se acostumbraba tomar mate. Las familias ricas tenían equipos como éste, todo hecho en plata. Los plateros eran los artesanos que sabían labrar la plata. Este oficio lo ejercían casi exclusivamente los blancos.
¿A qué no te imaginas de qué eran los sillones de la época de San Martín? ¡De cartón encolado! Es decir de papel maché, madera y nácar.
En las tertulias se bailaba, se cantaba y se escuchaba música. El arpa era uno de los instrumentos preferidos. Las niñas educadas sabían tocarla muy bien.
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Era costumbre colocar en la sala de la casa sahumadores y braseros como éste, sobre todo cuando había tertulia. Adentro se ponían los brasas. Luego, de a poquito, se le iban echando sustancias aromáticas, como el incienso o el benjuí.
En tiempos de la Revolución de Mayo, una de esas reuniones fue famosa y quedó reflejada en este cuadro. El pintor retrató el momento en que se cantó por primera vez la canción patriótica, que después sería el Himno Nacional, en la casa de Mariquita Sánchez.
Las mujeres de la elite podían adornarse con joyas caras como éstas. Dicen que Remedios prefería las perlas. Las usaba en collares y diademas para la cabeza.
Las cosas dulces eran las preferidas en la época colonial. Se hacían bocadillos de papa o batata, cuajada, frutas, mazamorra y natilla.
Los platos predilectos eran sopa de arroz, asado, matambre, sopa de fideos, puchero, carbonada, picadillo con pasas de uva, guisos, albóndigas, estofado y zapallitos rellenos. Además, las comidas finalizaban con un caldo que se servía en taza.
Las mujeres asistían a misa acompañadas de sus esclavas, que llevaban la alfombra sobre la que se arrodillaba la señora. No existían en las Iglesias los bancos para sentarse.
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No podían faltar los abanicos en los guardarropas de una dama. Además de usarlos para darse aire en los días de calor, para ocultar la falta de algún diente o para "ventilar" el mal aliento, los abanicos también encerraban secretos mensajes para quienes los supieran leer. Pero cuidado, ¡había que estar atentos para no malinterpretarlos! En la mano derecha y cerrada: "Busco novio" En la mano izquierda y cerrada: "Indiferencia" Contar las varillas delante de alguien: "Quiero hablar contigo" Abrir el abanico y mostrarlo a alguien: "Me gustas mucho" Si se lo deja caer intencionalmente: "Soy tuya"
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A San Martin se le otorgo La Medalla de Oro de los Héroes de Bailén, premio militar español, otorgado a San Martín por decreto de la Junta del 11 de agosto de 1808, en mérito a su acción en esta batalla ganada a los franceses. Por la cual también fue ascendido al grado de teniente coronel.
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Conocemos al General San Martín como un excelente estratega en el arte de la guerra, venciendo a los enemigos de la patria tanto en el campo de batalla como fuera de el. También lo admiramos como gran político, gobernando a las provincias de Cuyo, donde su honestidad y capacidad administrativa son ejemplos a imitar. Sin embargo el ser del General involucra otros hábitos y destrezas que completan y engrandecen aún más su particular personalidad.
Relatos de sus contemporáneos y de quienes lo conocieron: San Martín repetía con frecuencia que la vocación de su juventud habían sido la marina y la pintura. Con ellas, -decía- podría ganar su vida pintando paisajes de abanico. Una faceta poco conocida de San Martín fue su vocación artística que le llevó a pintar encantadores paisajes del Paraná. Existe una versión sin confirmar que dice que el Archivo del Museo del Louvre se custodia dos cuadros al óleo, obra suya. San Martín concibió y diseñó, con vocación artística, uniformes, escudos y banderas. Dio gran importancia a los símbolos nacionales y a todo lo que significa, como el atuendo militar, identificación con una causa. Apenas se le designa jefe de Granaderos, les diseña su uniforme. El ajedrez, ese juego generalmente reputado de carácter militar, que según se sabe era recomendado y aun prescripto por Napoleón el Grande, San Martín lo desempeñaba bien aventajadamente como lo veíamos cuando la formación del Ejército en Mendoza
En la mesa de cuartel, que presidía el coronel D. Tomás Guido, se empleaban diez pesos diarios en comestibles.
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El comía una sola vez al día, y eso en la cocina, donde elegía dos platos, que despachaba de pie, en soldadesca conversación con su negro cocinero, rociándolos con una copa de vino blanco de su querida Mendoza. El plato predilecto del General San Martín era el asado, y así como otros convidan a tomar sopa, él convidaba a "tomar el asado". Comenzaba su tarea, casi siempre a las cuatro de la mañana, preparando apuntes para su secretario, obligado a presentársele a las cinco. Hasta las diez se ocupaba de los detalles de la administración del ejército, parque, maestranza, ambulancias, etc., suspendiendo el trabajo a las diez y media. Desde esa hora adelante, recibía al Jefe de Estado Mayor, de quien tomaba informes y a quien daba la orden del día. Sucesivamente concedía entrada franca a sus jefes y personas de cualquier rango, que solicitaren su audiencia. Por la tarde recibía visitas o hacía corto ejercicio, y al anochecer regresaba a continuar su labor, imponiéndose de la correspondencia del día, tanto interna como del exterior, hasta las diez, que se retiraba a su aposento y se acostaba en su angosto lecho de campaña, no habiendo querido, fiel a sus antiguos hábitos, reposar nunca en la cama lujosa que allí le habían preparado. Mas este régimen era con frecuencia interrumpido por largas vigilias, en las que meditaba y combinaba operaciones bélicas del más alto interés.
Lary G. y Sofí M.
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PATRIA Cuando la patria esta en peligro, todo esta permitido, excepto, no defenderla. JURAMENTO Juro por mi honor y por la patria sostener con mi espada y con mi sangre, la bandera que desde hoy cubre las armas del Ejército de los Andes. UNION Divididos seremos esclavos: unidos estoy seguro que los batiremos; hagamos un esfuerzo de patriotismo, depongamos resentimientos particulares, y concluyamos nuestra obra con honor. LIBERTAD Seamos libres, lo demás no importa nada. GRANADEROS De lo que mis granaderos son capaces, solo lo sé yo, quien los iguale habrá quien los exceda no. GLORIA Los soldados de la patria no conocen el lujo, sino la gloria.
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EDUCACIÓN La biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos. AMISTAD Mi mejor amigo es el que enmienda mis errores o reprueba mis desaciertos. CORAJE Para los hombres de coraje se han hecho las empresas. DESTINO Serás lo que debas ser, si no serás nada. POLÍTICA Mi sable nunca saldrá de la vaina por opiniones políticas. ENEMIGO Si hay victoria en vencer al enemigo; la hay mayor cuando el hombre se vence a si mismo. GRITO Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados. SEGURIDAD La seguridad de los pueblos a mi mando, es el más sagrado de los deberes. PROMESA Mi nombre es lo bastante célebre para que yo lo manche con una infracción a mis promesas.
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LEGADO Desearía que mi corazón fuese depositado en Buenos Aires. FUTURA GENERACIÓN En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas, como en lo general de las cosas su Opinión; los hijos de estos darán el verdadero fallo.
BAUTI. V - LUCAS. B.
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“Seamos libres que lo demás No importa nada”