La ‘ejemplaridad pública’, la alternativa frente al binomio corrupciónimpunidad. Luz María Gómez Ordoñez.
Interpretar la realidad sociopolítica es necesario, este documento es un ejercicio de interpretación que retoma elementos filosóficos y datos empíricos conocidos por la opinión pública sobre el tema de la corrupción y la impunidad en México. El estudio México: Anatomía de la corrupción, 2016, realizado por el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) y del Instituto Mexicano para la competitividad (IMCO) retoma los resultados del Barómetro Global de la corrupción 2013, del INEGI y de Transparencia Mexicana. En este estudio México es identificado como un país corrupto, de lo cual surge la conclusión: que existe insatisfacción ciudadana con la democracia. El 37% apoya la democracia, sólo el 22% se encuentra satisfecho con la democracia; se podría inferir que para los entrevistados ¿la democracia es realmente una forma imperfecta de gobierno? Cuál es una de las causas del descrédito de la democracia? Una interpretación es que el desencanto y el malestar social se deben a la presencia omnipresente de la corrupción y la impunidad en los gobiernos, que implican externalidades negativas a la sociedad. Hay una crisis de representación expuesta en los resultados: el 91% no confía en los partidos políticos, el 83% no confía en los legisladores y el 80% no confían en las instituciones del sistema judicial. La percepción de la corrupción va en aumento. (Barómetro global de la corrupción, 2013) Transparencia Mexicana concluye que las acciones corruptas influyen en el bienestar de las familias, ya que a nivel micro, las familias destinan el 14% del ingreso promedio anual en gastos extraoficiales. Se asume que existe una correlación positiva entre corrupción y niveles de violencia, es decir: a más corrupción, más violencia en todas sus modalidades y más muerte.
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Sobre la ciudadanía y la corrupción la Encuesta Nacional de impacto y calidad gubernamental (INEGI, 2013), expresa que el 43 % de los mexicanos cree que sus familiares nunca son corruptos, el 38% cree que sus vecinos nunca son corruptos y el 20% cree que sus compañeros de trabajo nunca son corruptos; no obstante, en 2013 se registraron más de cuatro millones de actos de pequeña corrupción. Empero los datos muestran la confianza y credibilidad que la familia aún conserva en México. Y el dato que interesa, respecto a la impunidad sólo el 2 % de los delitos de corrupción son castigados, siempre de los mandos inferiores. Los peces gordos evaden la ley, parece ser una constante; pese al discurso de probidad y responsabilidad oficial. De los delitos denunciados, es decir de las 444 denuncias presentadas por la Auditoria Superior de la Federación de 1988 a 2012, sólo se consignaron 7, es decir un extraordinario 1.5%. La impunidad a todo lo que va. (http:imco.org.mx/política buen gobierno/mexico-anatomia-de-la-corrupcion/) Los estudios muestran que existe corrupción en México, así hasta la embajadora de Estados Unidos en México expresó la percepción existente en los mexicanos sobre la corrupción. Escándalos de corrupción brotan como hongos en un día de lluvia: moches, arreglos, cuatismo, nepotismo, sobornos, extorsiones, conflicto de intereses, irresponsabilidad, ineficacia, inoperancia, cinismo, violencia, maldad pura; en todos los ámbitos y niveles del sistema político mexicano. Esta semana uno de los escándalos es cortesía de la élite política: dos departamentos de la Sra. Rivera, consorte del C. Presidente de la República, en Miami, inmuebles de precio considerable que obligan a preguntar: ¿De dónde sacó los miles de dólares para adquirir tales propiedades? (Revista Guardian). Ayer mismo (15 de agosto del 2016) el diario Reforma publica una Carta abierta que denuncia el trato preferencial otorgado por el gobierno a ciertas empresas constructoras, v.gr. Higa y OHL. En el deporte: el fracaso de la Delegación mexicana en los Juegos olímpicos de Río, lejos de invitar al análisis serio, se ha limitado a respuestas lacónicas de los responsables o a seguir el ejemplo de Poncio Pilatos de “lavarse las manos”.
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La corrupción sigue a flote, bien nutrida pese al discurso oficial que la crítica, en los hechos las medidas para acotarla son minadas, así la iniciativa de la ley “Tres de tres” fue abortada por los partidos en el Congreso de la Unión. Hay temor a que el desprestigio que se han ganado a pulso, trascienda plenamente a la opinión pública. No quieren perder “su honor” al ser exhibidos. Empero es querer tapar el sol con un dedo: la corrupción no es sólo una palabra, es una práctica que envilece al que la practica y empobrece al que la padece. Se conculcan derechos humanos impunemente. Inútiles resultan las normas jurídicas, las leyes y reglamentos que norman un estado y un gobierno sanos, apegados en el discurso al “bien común” si en la realidad se realizan una y mil argucias para violarlas. Por ejemplo, es corrupción un sueldo generoso en un municipio que vive en la pobreza, obviamente se justifica la retribución al ser un acuerdo emanado del Cabildo municipal, éste es una instancia de gobierno que goza de libertad y autonomía: como lo expresa la ley orgánica municipal: “el municipio es la primera expresión política de la libertad individual y la libertad municipal es la base de nuestras instituciones sociales” (Ley orgánica municipal del Estado de México, pp.10-11) http://legislacion.edomex.gob.mx/sites/legislacion.edomex.gob.mx/files/files/pdf/ley /vig/leyvig022.pdf). El hecho de que en el Informe de paz 2016, México aparezca en los últimos lugares conlleva a preguntarse qué ha pasado con el gobierno. La corrupción genera violencia, Ayotzinapa es el símbolo de la corrupción e impunidad cruel y despiadada que enluta a familias en todo el país. En este sentido se reconoce la labor de instituciones como el IAPEM que continúan su labor de profesionalización a los servidores públicos, integrando ahora la temática de la ética pública, necesaria, y siempre pertinente. ¿Qué se puede hacer desde la ética pública? En principio difundir y compartir la visión ética del Estado, y analizar el vicio mayor: la corrupción. Sócrates, Platón y Aristóteles afirmaron que el ser humano posee cuerpo y alma, el cuerpo es la “cárcel del alma” es corruptible; por el contrario en el alma radican Página 3 de 7
las ideas que son infinitas, inmortales e incorruptibles. Las virtudes son ideas que se expresan en hábitos, expresa Aristóteles. Si el ser humano se guía sólo por sus apetitos sensibles actuará de manera egoísta, buscando la satisfacción y el bienestar propios. No será virtuoso, sólo ejercitará su alma concupiscible y quizás la irascible (Platón) pero no llegará al alma racional, donde se comprenden las virtudes y se trasciende la vida mortal. Aquí se asumen dos concepciones: la del estagirita Aristóteles en cuanto a la comprensión del ser humano, la virtud, el Estado y la felicidad. Y la de ‘ejemplaridad pública’ del autor español Javier Gomá, quien retoma las ideas de la paideia griega, del imperativo categórico kantiano para sustentar su idea de la ejemplaridad pública. Aristóteles (384-322 a.C) al preguntarse por la esencia del ser humano, concluye que es la razón, lo define como un zoon politikon, reconoce su carácter gregario: un ser que vive en la polis. La política es la actividad que permite desarrollar el ideal del bien común, de la polis. El papel del Estado es crear las condiciones para que los ciudadanos sean virtuosos y al ser virtuosos sean felices. Esta visión de la política contrasta con la opinión actual de la política percibida como una actividad ajena a las virtudes, donde el descrédito de los políticos es la constante, dados los actos de corrupción que protagonizan. Nadie nace siendo virtuoso, las virtudes son hábitos susceptibles de aprenderse, una virtud es hábito ubicado en un término medio, un equilibrio, Aristóteles confía en lograr un Estado virtuoso a partir de la práctica de las virtudes: “no basta con conocer las virtudes, sino en adoptarlas y practicarlas”. Acorde a esto Javier Gomá presenta su concepto de ‘ejemplaridad pública’, que puede entenderse como una virtud susceptible de ser aprehendida y practicada por las élites en el poder, por todo servidor público. La práctica de esta virtud puede contribuir a desarticular la lógica imperante de la simulación, del mínimo esfuerzo y la máxima ganancia, que es práctica corriente y base de la corrupción del sistema, que se expresa en el dicho común: “si no transas no avanzas”, donde el mejor político es el que más corrompe. Corrupción que carcome la dignidad humana de los servidores públicos. Página 4 de 7
Enseñar la ejemplaridad pública como una virtud, como una forma de actuar es deseable, si bien se reconoce el contexto sociopolítico imperante, donde las élites económicas, militares, políticas trabajan por sus intereses particulares. Élites estudiadas por Wrigth Mills, quien las caracteriza como carentes de principios. La tarea es conocer el sistema político, las ideas que lo sustentan y proponer alternativas; una sociedad informada, educada, podrá exigir, ya lo decía Aristóteles: “el mayor peligro para un mal gobierno es un pueblo culto”. Por otro lado es imperativo difundir la idea de la ejemplaridad a las élites, nada se pierde en el intento de educarlas e inculcarles hábitos de excelencia.
¿Qué es la ejemplaridad pública? Gomá enuncia el concepto de ‘ejemplaridad pública’ a partir del imperativo categórico de Kant “actúa de tal manera que tu acción pueda convertirse en ley general”, de manera breve en la máxima “Se ejemplar”. El imperativo categórico exalta la ejemplaridad, se define entonces:: “conviértete en un ejemplo fecundo para los demás” Ejerce en ellos una influencia emancipatoria, invítalos con tu vida a reformar la dirección de la suya”. Esta es la expresión de la dignidad democrática. La ejemplaridad se basa en el ejemplo: los ejemplos cunden y es posible que los inferiores se perfeccionan en el sentido de los mejores. Una conducta laudable puede sustituir las prácticas corruptas, a que son tan afectas las élites políticas. Es decir, las administraciones cambiarían si cada uno de los servidores se comprometiera a trabajar con pasión, con responsabilidad, con eficacia en la tarea que le ha sido asignada; amando y reconociéndose en todas sus acciones. El actuar de la mejor manera posible permite reafirmar la dignidad democrática, dignidad que Kant identifica como el valor inherente, propio, que todo ser humano posee desde el momento de su nacimiento al reconocer que con el uso de la razón es libre, i.e., posee la capacidad de elegir entre una conducta virtuosa o una deleznable.
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Practicar las virtudes, en este caso la ejemplaridad, el ser un ejemplo a seguir, conlleva la responsabilidad de ser cada vez mejor, aspirando a la perfección. Si bien nunca se alcanzará la perfección, pues es una cualidad reservada para la divinidad. Educar en la ejemplaridad permitirá comprender la finitud de la vida humana, i.e., el paso del ser humano por la vida es fugaz, el cuerpo se corrompe; mas las ideas y las obras viven al ser ejemplos, guías que impulsan la práctica de las virtudes. Lo que permite imaginar un mundo de concordia y armonía. El ser un buen ejemplo no es fácil, tentaciones, condicionamientos familiares y sociales obstruyen el ideal. Ser ejemplar en un sistema corrupto es motivo de burla, de falto de “inteligencia”. Se refuerza la idea de la ejemplaridad con el concepto de trascendencia, i.e., el ser un ejemplo permite trascender la finitud humana. La vida de un ser humano es intrascendente si elige el camino fácil de la inercia corruptora. Ser absorbidos por el sistema, funcionar como un engranaje más de la maquinaria de la corrupción es perder la posibilidad de la ejemplaridad Existen y existirán siempre seres viles y despreciables, su accionar en ningún modo es ejemplo. Su existencia es finita, sus actos de corrupción le condenan a ser un ejemplo de un ser carente de criterio propio que ignoró su esencia, sin ideales; simplemente se dejó llevar por la corriente: acumuló riquezas; trabajó por caprichos y ocurrencias; ejerció el poder sin lograr que su corazón albergará alguna vez la satisfacción plena. Son sombras, malos ejemplos que se pierden en el olvido, sin nada rescatable en su accionar, poco o nada de que enorgullecerse; por el contrario el desprestigio y la deshonra les identifican. Los integrantes de las élites económicas, los depredadores de la naturaleza, los accionistas de la muerte, los que fomentan guerras y al narcotráfico nunca serán amados; se les temerá pero no se les respetará, su accionar incurre en bestialidades y crímenes de lesa humanidad que los muestra de cuerpo entero: seres sin dignidad. La practica de la ejemplaridad, el ser ejemplares les libraría de la soledad existencial en donde viven, indignos subyugados por los embrujos del poder que Página 6 de 7
los avasalla y subyuga y los mantiene en el fango de la corrupción. La ejemplaridad pública, admitida como virtud pública puede ser aprendida y practicada. Es una alternativa ante el descaro de la corrupción y la impunidad existentes, contar con mujeres y hombres, servidores públicos informados, con conocimiento, educados, sensibles, compasivos, conscientes, responsables, con criterio para tomar las mejores decisiones en vista del bien común. Con la ejemplaridad el servicio público cumple su misión de servir, los servidores entienden que su deber es servir y no servirse de los puestos y recursos puestos bajo su custodia; se ahorran recursos, se distribuyen con equidad, y lo más importante al ser ejemplar se alcanza la trascendencia de la vida humana. Vale la pena intentarlo.
Fuentes de referencia. Aristóteles, (2000), Ética a Nicómaco, México, Porrúa Gomá, Javier, 2014, Ejemplaridad pública, Madrid: Taurus. http://imco,org,mx/politica buen gobierno/mexico-anatomia-de-la-corrupcion/.
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