«Su mayor alegría era sentir cómo rugía un motor que él regulaba con mano segura y franca». Joseph Kessel
Prisionero de los moros en el Sáhara, cautivo de las cumbres de los Andes, explorador de los cielos de la noche, luchador en las feroces tormentas ecuatoriales… Mermoz, hombre audaz y extraordinario, gigante de la aviación de línea, se ofreció a los vientos como un árbol y jamás acusó el peso de sí mismo; consideraba su entregada y peligrosa vida entre motores y hélices, sobre desiertos y selvas, ríos caudalosos y altas montañas, sobrevolando la inmensa extensión del océano, algo simple, natural y comprensible: para él, el accidente hubiera sido morir en una cama.
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