Sustancia
In nita
Suplemento especial Madariaga en Voz Año 1 N° 1 - Octubre de 2016
ta s e En n ó i c edi
"Pichirica" Méndez:
Los caminos de un vendedor
Es común verlo en su carro de pochoclos en cuanto evento puede, sin olvidarse de los chicos del Hogar San Juan Bau sta, a los que agasaja con regalos. Más que un vendedor ambulante un hombre simple que ene mucho para contar.
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Sustancia
In nita
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l sol en lo alto se vence junto a la tarde y el frıo ́ del invierno n o s d e j a s u va h o helado como sello. Nos atiende amablemente y mientras preparamos las cá maras y los grabadores nos cuenta sobre su vida. Una operació n hace poco le llevó una recuperació n que dejó una marca en é l. La enfermedad suele explicarnos de la peor manera el valor de la vida. El lo entiende y aunque su cuerpo está cansado y su mirada muy lejos, se concentra para dejar lo mejor de sı.́ Nos damos cuenta de que está intacta su sonrisa. Las arrugas del rostro son inevitables, pero se forman distintas cuando son consecuencia de alegrıás que cuando lo son de tristezas, cuando hay bondad que cuando hay maldad. Es como si el rostro se fuera cubriendo con una má scara que deja en evidencia lo que hay debajo. Tal vez el alma se va poco a poco colocando del lado de afuera, como si se preparara para salirse. Habla despacio, pero se apura porque tiene mucho que decir. Má s que contar lo que ha vivido quiere contar lo que ha aprendido. No sabe por qué le dicen "Pichirica", es un apodo que lo ha acompañ ado desde siempre, pero ası ́ lo conocen todos cuando en cada iesta ven su carro de pochoclos o garrapiñ adas embanderado casi en su totalidad. Los territorios de un hombre comienzan cuando se a irma en su hogar, a é l, la vida le hizo un guiñ o cuando conoció a su esposa, trabajando en la playa allá en los inicios de los setenta. El ya vendı́a pochoclos y ella era
A mi primer carro lo armé yo con camas de una plaza. empleada en Buenos Aires y habıá venido a Pinamar. Y el amor fue instantá neo, esa chaqueñ a lo atrapó enseguida, tanto que la siguió a Buenos Aires, a Bulogne, donde decidieron casarse. Envió una carta a los padres de la jovencita, presentá ndose, y ellos viajaron desde un pueblito del norte llamado Las Breñ as. Hoy llevan 44 añ os y conocen la felicidad. Ella nos cuenta que su casa, sus plantas y el no tener ni dinero que sobre y agregue preocupaciones ni deudas les permite vivir tranquilos. Para ella eso es la felicidad. El resultado de esas má s de cuatro dé cadas es hasta ahora tres hijos y seis nietos. Hizo la primaria en su "querido" Barrio Belgrano, y lo resalta con un orgullo que hace que sus ojos brillen por primera vez en la charla. Se crio con sus abuelos y no terminó la primaria, aunque recuerda que era un alumno destacado por su comportamiento. “Era niñ o mimado -asegura con convicció n y enseguida aclara-: por la conducta, porque los chicos antes respetaban a las maestras y a todos. Hoy en pleno 2016 todo cambió ”. Aquı ́se detiene, detecta la super icialidad de la é poca actual y la falta de disciplina. Antes nos unıá una relació n asimé trica con la autoridad, luego por los abusos de esa asimetrıá la sociedad fue mutando hacia una horizontalidad que di iculta la imposició n de normas. "A mis maestras las recuerdo –nos cuenta y las nombra-: Jose ina Cimas, Zulema Claverıé, la “Negra” Althabe".
Y entendemos que, si bien la escuela de é l fue la calle, tuvo el ejemplo del que aferrarse para conquistar valores en la vida. La luz de la tarde disminuye y el frıo ́ parece verse tras los cristales humedecidos. "Cuando tenıá diez añ os -prosigue- empecé a trabajar, me iba a Pinamar, cuando Pinamar no era nada, habıá una sola mano, no habı́a taxis, no habıá remises, colectivos tampoco, la gente se manejaba en carros en aquella é poca. La gente llamaba ¡Carrito! ¡Carrito! ¡Carrito! Tenıán un portavalijas a los costados y ası ́ llevaban la gente a los hoteles". Los recuerdos emergen como si estuvieran bien guardados. Se nota que hace un esfuerzo para no olvidar. "Yo vendı́ a helados -rememora-, despué s trabajé en la zona rural. Se trabajaba mucho en las losas, Pinamar se hizo con las losas. Antes era pala ancha y balde todo el dıá, hoy viene un camió n y en un rato lo hacen. La juventud hoy quiere todo rá pido, pero cuando no hay trabajo hay que rebuscá rsela como uno pueda, el asunto es traer el mango a la casa". Algo en é l es nosotros. Será su voz que se hace cá lida como si la canció n disminuyera una dé cima. O tal vez su esposa que llega con unos mates que con su calidez dejan un poco má s en evidencia el frıo ́ exterior. El vapor de la infusió n se eleva, como nosotros. Queremos saber má s. Madariaga en Voz: —¿Cómo era un día para aquel chico que recién comenzaba en un balneario que también recién comenzaba?
3 "Pichirica" Mé ndez: —Daba gusto, te incentivaba porque antes vos ibas a vender y vendıás. Antes las temporadas empezaban en diciembre y terminaban en marzo. Hoy Pinamar se ha vuelto muy caro por eso no va la gente.
liza, porque un kilo de pan donde hay varios chicos ni se ve. Duro es cuando hay chicos, uno grande apechuga, pero los sueldos son bajos, la plata no alcanza, aumentó la luz. Y tendrıá que ocurrir otra cosa: que toda la plata que se robaron la devuelvan.
—A su carrito lo tiene muy adornado. —Para presentarme a una iesta me gusta presentarme bien. Cada dı́a tiene que ser mejor, mostrar las banderas. Uno tiene que ser argentino siempre, no un dıá patrio. Me acostumbré a poner muchas banderas en ese carro. Adorno todo el techo con copos. A mı ́ no me gusta ver el carro pelado. “La gente me dice, sabıámos que estaba porque vimos los copos”.
—Y le hicieron una nota de un canal de Buenos Aires. —Sı.́ Hace unos dos añ os en el Talar, Daniel San Luı́s para el programa Argentinıśima Satelital. El le estaba haciendo la nota a un jinete, que ahora se retiró , es “el Chueco” Correa, y justo me vio. ¿Qué tal paisano?, me dice. ¡Buenas tardes, señ or!, le respondo. A usted le voy a hacer una nota, me dice y me pregunta: ¿Cuá ntos añ os hace que viene a El Talar? Yo vengo al Talar desde que en la primera iesta vinieron setecientas personas. Habı́a un alambre que daba toda la vuelta y eso era el Talar. Una vez me senté a charlar con un hombre de Có rdoba, de Las Varillas. Buenas iestas tienen ustedes, le digo. No, hombre, usted está equivocado, me dice, iesta es esto. Yo soy un hombre de ochenta añ os y toda mi
—¿Cuántos años hace que este c a r r o e s t á e n l a s i e s t a s d e Madariaga? —Trabajé varios añ os en un carro, cuando era joven para un tano de Villa Adelina. A principio de los setenta Pinamar estaba alambrado, hoy ha crecido mucho. A mi primer carro lo hice yo con camas de una plaza, desarmé la cama y un hombre desaparecido, el inado Rodrıǵuez, herrero, me lo hizo. ¿Vas a criar pollos?, me preguntó . No, le digo, este es un carro para vender pochoclos. En ese tiempo yo vendıá papas en un carro tirado por caballos. Fue cuando se hicieron los primeros rallyes en Madariaga, que corrı́ a el “Turco” Flores. Ası́ que cargaba el carro de pochoclos y me iba a vender al salto de las vıás. Al carro actual lo compré en Villa Gesell, ya vino armado, nosotros le hicimos unas reformas.
Acá nos acordamos de las inundaciones cuando llueve, pero la gente tiene que mentalizarse que cuando hay un canal no es para que tiren ramas. Despué s cuando llueve nos agarramos la cabeza y la Municipalidad no tiene la culpa de que tiren la mugre en la zanja. —Para usted, ¿qué es la felicidad? —Es levantarte a la mañ ana y saber que sos un hombre libre, que no tené s que andar escondié ndote. Para mı ́son todos los dıás iguales, eso es ser feliz. Te levantá s a la mañ ana y llegá s a la noche y llegá s a la casa y está s tranquilo. —Si tuviera que dejar un mensaje en una botella para el futuro, ¿qué les diría? —En la é poca mıá no habıá persona que se ocupara de distribuir alguna porquerıá para enloquecer a un chico. Que re lexionen. Nosotros con mi mujer hemos visto muchas cosas. Antes no era ası.́ Yo tengo esperanza en que todo va a salir bien y que vamos a salir adelante.
—¿Qué momento lindo recuerda de su vida? ¿Uno de esos inolvida• La pared con los recuerdos de su vida. bles? —Tuvimos tres hijos que despué s se casaron y luego vinieron los nietos. vida he andado en iestas, pero el Hay que saber valorar lo que tenemos. Esos son momentos lindos. Talar es digno de destacar como es el Hay que ser localistas. En Madariaga Centro Tradicionalista Gauchos de tenemos uno de los espectá culos má s —Y lo contrario, momentos que Madariaga. lindos de la provincia de Buenos han sido di íciles en la vida. Aires, que es La Pasió n. La gente no se Los madariagueneses no nos damos — H u b o m o m e n t o s d u r o s , s ı́ . cuenta de lo que tenemos. Por ejem- ocupa de ponderarla, de contar lo que Momentos con poco trabajo, como plo, yo he estado en el Hospital es. Este añ o nos mojamos junto con cuando De La Rú a se "tomó el palo" en Regional en Mar del Plata, y el de acá los que estaban arriba del escenario. Y helicó ptero. Y ahora estamos con este es un lujo. Lo privado hay que pagarlo nadie se movió . ¡Tenemos de todo despelote que hay, cambiemos dicen, y el hospital de Madariaga es gratis y arriba del lomo! Lluvias, iestas pero mientras que el cambio sea para muy bueno. Yo me operé y me sor- buenas, iestas malas, renegamos un bien, le vamos a poner el pecho a las prendı ́de la atenció n. poco y enseguida estamos pensando balas. No hay que agachar la cabeza. Yo espero que este gobierno haga todo qué haremos la pró xima. Esta situació n (in lació n) te desmora- lo que el otro no hizo.
Una anécdota En una iesta del Talar yo tenıá una estanciera un carrito donde era Las Dunas y lo llevé al Talar y estaba haciendo garrapiñ adas en el carro. Y llegó un amigo de Villa Gesell con la garrapiñ ada en una bolsita. ¿Có mo andá s hermano?, me dice. Bien, le digo, acá estamos haciendo unas garrapiñ adas. ¡Andá ! ¡Hijo de una gran pe! -se despachó -, vos está s haciendo algo para comer, despué s vengo con el vino. Claro, yo revolvıá la olla y supuso que cocinaba. ¡Y apareció a las doce con el vino! ¡No me creyó !
Conclusión: El buscador de alegrías
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Para mí la felicidad es levantarte a la mañana y saber que sos un hombre libre, que no tenés que andar escondiéndote.
Mucho ha recorrido junto a su acoplado de pochoclos, embanderado y tan cubierto de copos de maıź que se lo distingue a lo lejos. Los chicos constantemente rodean ese carro que es distinto que aquel hecho a mano con partes de una cama, pero no deja de estar artesanalmente armado porque es, en de initiva, fruto de una pasió n. Y en é l observamos esa clase de magia que justi ica la vida, porque hay entusiasmo y es allı ́ donde encontramos el mayor ejemplo y aquel valor a transmitir. Má s que un vendedor ambulante es un buscador de alegrıás porque va de iesta en iesta con su casa de caramelo entregando dulzura, especialmente a los chicos, a los que muchas veces, cuando hace falta, les regala. Nos enseñ a, con cada simpleza como ejemplo, que la verdad está má s cerca de lo que creemos. Nos pone en el camino de lo trascendente. Porque lo material, necesario a veces, es tambié n una trampa que oculta aquello que nos puede dar felicidad. En descifrar ese delicado pé ndulo consiste la vida.