El dedo en el porno

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El dedo en el porno

R/Goces entre teoría, feminismos y pornografía

El dedo en el porno: R/Goces entre teoría, feminismos y pornografía / Laura Milano... [et al.]; compilado por Laura Milano. -1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Madreselva, 2021. 128 p.; 20 x 13 cm.

ISBN 978-987-3861-52-9

1. Feminismo. 2. Pornografía. I. Milano, Laura, comp. CDD 305.4201

El dedo en el porno R/Goces entre teoría, feminismos y pornografía

Laura Milano (compiladora), Romina Smiraglia, Érica Sarmet, Fermín Eloy Acosta, aliwen, Jéssica Sessarego, María Riot, Asentamiento Fernseh, OGT_SEXINDICATO, Ornella Bodratto, EDIY Porn, Manifiesta, Sasa Testa (traducciones)

Imagen de portada Ana Sofía Balbi Diseño de portada Verónica Tello Maquetación Sofía Rocatti

Madreselva editorial, agosto 2021 www.editorialmadreselva.com.ar

Esta edición se realiza bajo una licencia Creative Commons Atribución-No comercial 2.5 Argentina. Por lo tanto, la reproducción del contenido de este libro, total o parcial, por los medios que la imaginación y la técnica permitan sin fines de lucro y mencionando la fuente está alentada por los editores.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina – Printed in Argentina

El dedo en el porno

R/Goces entre teoría, feminismos y pornografía

Introducción

Rozar. intr. Pasar tocando y oprimiendo ligeramente la superficie de otra o acercándose mucho a ella.

Gozar. tr. Sentir placer o alegría por algo o por alguien.

Este libro es una invitación y -tal como el título expresaestamos aquí para poner el dedo (o todos ellos) en el porno. Vaya tema elegimos tocar. Desde el formato de la compilación, abrimos el debate acerca de la pornografía, poniendo especial atención a sus roces con la teoría y los feminismos; para ello se reúnen aquí diferentes voces provenientes de la academia, los activismos, el arte, la educación y la industria pornográfica dispuestas a pensar este tema desde sus potencias y complejidades. Pasamos los dedos por la superficie del porno para advertir sus matices, tensiones, rugosidades y –por qué no- también percibir su tersura. Mas también, este libro quiere adentrarse en los goces que la pornografía habilita tanto en su producción, su consumo y su reflexión, desde una perspectiva transfeminista. Nos vinculamos con la pornografía de forma placentera y alegre, al tiempo que expresamos nuestra crítica respecto a sus formas más violentas y machistas. Nos sumergimos en las delicias de crear otras imágenes del sexo fuera de la cis-heteronorma, transformar las formas de trabajo, consumir materiales que nos exciten, enseñar y discutir porno en una clase, etc. El goce está en el centro de las experiencias, análisis y relatos aquí compartidos, como expresión de que el vínculo que tejemos

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Laura

con la pornografía tiene la potencialidad de ser vivido de forma positiva.

El debate en torno a esta temática data de algunas décadas dentro del movimiento feminista, desde una perspectiva que pareciera oscilar entre el placer y el peligro. Mientras algunas posturas apuestan por resaltar sus aspectos emancipatorios, políticos y gozosos; otras sostienen que el porno retrata la violencia extrema contra las mujeres y que esconde un sistema de explotación sexual. A favor o en contra, esta cuestión sigue despertando acaloradas opiniones y tomas de posición dentro de los feminismos, y siendo encarnado de formas particulares según los diferentes contextos y actores sociales allí involucrados. En paralelo, el desarrollo de la pornografía producida por mujeres, lesbianas, trans y personas no binarias no para de crecer, poniendo en jaque una industria que tradicionalmente fue machista y patriarcal, y ampliando cada vez más los imaginarios y la llegada a otros públicos, más allá del consumidor masculino arquetípico. Los proyectos pornográficos de esta índole también promueven una revisión de las condiciones laborales dentro de la industria: cómo se toman las decisiones respecto a lo se muestra en una escena de sexo, cómo se hace la retribución monetaria por el trabajo realizado, qué lugar tiene el consentimiento en relación a lo que se hace frente a cámara, cuáles serán los canales de distribución, entre otras cuestiones.

Por otro lado, hace un buen rato que la pornografía ya no es un artefacto solo para varones cis heterosexuales, ni que tampoco es –únicamente- un género cinematográfico. El porno está en todas partes: en las redes sociales, en los smartphones, en los videojuegos online, en los fandoms relativos a la cultura popular japonesa, en los eventos culturales transfeministas, en las performances realizadas en el espacio público, en el cine narrativo de ficción, en las jornadas o congresos académicos, etc. Parece haberse derramado hacia otros productos culturales populares, como también haber

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entrado en los claustros universitarios o los museos de arte y los festivales de cine. Al mismo tiempo, encontramos en las imágenes XXX un lugar para expresar deseos y afectos, pero aún no sabemos cómo abordarlas desde la educación sexual. Entonces, ¿cómo interrogar un fenómeno tan diverso y complejo?

Los textos aquí reunidos buscan acercarse al porno desde la producción situada. Por ello, apostamos a las experiencias en carne propia y las reflexiones de quienes hacen y/o analizan el fenómeno desde una perspectiva transfeminista y sexo-positiva, ubicada en el contexto argentino y sudamericano. Fueron producidos por investigadorxs, activistas, pornógrafxs y educadorxs de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Pero decir sólo esto sería contar una parte de la historia: muchxs de ellxs son colegas, amigxs y personas que admiro profundamente y con quiénes nos hemos aventurado en varios proyectos, colaboraciones, intercambios e iniciativas transfronterizas. Sé de primera mano, que cada una de las personas aquí reunidas ha contribuido muchísimo a la divulgación de estos temas; tocando el porno desde los activismos, la producción audiovisual, el trabajo sexual, la investigación académica, la educación sexual y la gestión cultural en nuestros territorios sudamericanos, tan poco amigables en lo que hace a la expresión de los deseos disidentes y la autonomía de nuestros cuerpos. Compartir una compilación sobre porno con ellxs ya es –en lo personal- motivo de placer y alegría. Esta compilación está organizada en tres partes. En primer lugar, detendremos nuestro dedo en la sección Ensayando una porno-crítica donde se presentan ensayos críticos sobre la pornografía, sus límites (sugestivamente porosos), cómo invade otros productos culturales contemporáneos y cuáles son las discusiones que aún siguen pendientes. Allí asoman las reflexiones acerca de las arquitecturas pornográficas y la espacialización del placer en las salas de cine para adultxs; los tensos límites entre el cine narrativo de

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ficción y la pornografía, en especial en los films argentinos; las posibilidades de hacer visible los deseos lésbicos en las nuevas narrativas del porno queer. Los ensayos aquí reunidos, además, nos invitan a indagar en las apropiaciones porno producidas por comunidades de fans dentro del yaoi japonés, como también en las performances producidas por artistas dentro de plataformas de sexo online donde se ofrecen servicios sexuales. Por último, el debate acerca de los vínculos entre pornografía y educación sexual nos invita a seguir pensando en cómo trabajar estos temas con lxs más pibxs (y otrxs que no lo son tanto).

En la sección Imágenes del r/goce, compartimos pensamientos y anécdotas desde las voces de aquellxs que le ponen el cuerpo al porno desde el arte, el activismo o el cine para adultxs independiente. ¿Cómo es crear una web de contenidos sexuales y hacerlo desde una perspectiva queer/disidente? ¿Qué implica hacer performances posporno y mostrarlas en la calle? ¿Por qué hacer una proyección de videos posporno en un museo público? ¿Cómo es trabajar de actriz porno? ¿Por qué intervenir la agenda cultural con pornografía feminista? ¿De qué modo enfrentarse a la violencia machista y patriarcal desde la producción de imágenes XXX? ¿Para qué hacer todo esto? Con registros de lo más variopintos, los textos reunidos en esta sección intentan dar respuesta a estas preguntas y acercarnos un poquito a sus experiencias.

Por último, la sección El porno en diálogo presenta entrevistas a distintxs referentes del campo de la academia, el activismo y el cine que dedicaron parte de su obra a problematizar el porno. La profesora Linda Williams, la directora de cine para adultxs Erika Lust, el colectivo posporno Post Op y parte del equipo de la película Las Hijas del Fuego (Carri, 2018) conversan acerca de las potencialidades de la pornografía como producto cultural, cuál es la agencia feminista en los modos de producir, cómo enseñarla en la universidad, etc. Estos diálogos sucedieron entre 2015-2020

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a raíz de mi trabajo de investigación sobre las prácticas y producciones pospornográficas, y algunos se produjeron en colaboración con otrxs colegas, con quienes compartimos inquietudes similares en torno a la pornografía y su vínculo con los feminismos.

No quisiera terminar sin comentar que este libro ha sido enteramente producido durante la pandemia por el COVID-10 que empezó en 2020 y que aún sigue atacando fuertemente en nuestros países. Aisladxs en el confinamiento, atravesadxs por la incertidumbre y el pánico, dolidxs por cómo se gestiona una pandemia tan grave en los países de América del Sur que habitamos, dispersxs ante tanta sobreinformación y perplejxs ante la ausencia de los cuerpos en las calles, nos juntamos a escribir un libro sobre porno. Parece un capricho, pero con certeza no lo es. A raíz de la pandemia y el aislamiento, parece que el debate sobre estos temas –sus potencialidades, límites, peligros, abordajes- está en un momento de revisión, crítica y actualización. Poner el dedo en el porno, tocarlo más de cerca se presenta, entonces, como una apuesta más que desafiante para los feminismos contemporáneos en pos de abonar a una política del goce.

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ENSAYANDO UNA PORNO-CRÍTICA

Tensión sexual: pornografía y cine narrativo de ficción1

Romina Smiraglia

A través de los años, la crítica cinematográfica interesada en abordar la sexualidad en el cine ha estado atenta a la distinción entre el “sexo simulado” -en donde las escenas que abordan la sexualidad evitan el despliegue de la genitalidad de sus protagonistas- y el “sexo no-simulado” -en donde esa genitalidad se vuelve protagonista (Williams, 2008; 2009).

A pesar de algunas excepciones durante períodos claves,2 lo cierto es que una frontera que delimita dos espacios, cada uno con su propio lenguaje y reglas, ha sido establecida en la industria cinematográfica.3

1 Algunas de las reflexiones aquí expuestas fueron presentadas a través de distintos ejemplos cinematográficos del cine argentino en encuentros como el XXXIV Congreso Internacional de la Asociación de Estudios Latinoamericanos del 2016, el VI Congreso de la Asociación Argentina de Estudios de Cine y Audiovisual del 2018 y las XIV Jornadas de Historias de las mujeres del 2019. El marco general desde donde parte este trabajo se debe en gran medida a las investigaciones de Linda Williams, a quien quisiera agradecer por su lucidez teórica y su generosidad en nuestros intercambios.

2 Linda Williams aborda el giro que se produce en los setenta en su libro Screening Sex (2008), Durham and London: Duke University y en el artículo “El acto sexual en el cine”, publicado en el 2009 en La Fuga, Revista de Cine, 9, s/p.

3 Sobre la (im)posibilidad de pensar a la pornografía como un género cinematográfico, véase Gubern, Roman (2005). La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, Barcelona: Anagrama; Echevarren, Roberto

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Censores estatales, condenas morales y el deseo de consumir productos audiovisuales en torno al sexo, se vieron obligados a coexistir en nuestras sociedades; conduciendo, lo anterior, a grandes disputas en torno a lo que se debe y lo que se quiere.4 Sin embargo, fue esa misma disputa la que terminó diseñando dos grandes modelos de negocio.5 Como en todo pacto de no agresión, cada uno se llevó su parte del botín. El cine narrativo de ficción aborda el sexo en sus películas, pero de forma sugerida, y siempre con sumo cuidado de no caer en lo explícito; mientras la pornografía convertirá precisamente a esas “omisiones pasionales” (Gubern, 2005) en la narración en su producto por excelencia.

A esta generalización no se le escapa que este pacto, y la posterior frontera establecida entre estos dos espacios, no puede pensarse por fuera de su contexto; o dejar de entenderse como una línea permeable en donde -dependiendo de cada cultura o período histórico-los límites entre el cine narrativo de ficción y la pornografía son renegociados en forma constante (Williams, 1999; Gubern, 2005). Escenas que incluyen

(2009) (Comp.). Porno y Postporno, Montevideo: Casa Editorial HUM; Williams, Linda (1999). Hardcore. Power, Pleasure, and the “frenzy of the visible”, Berkeley and Los Angeles: University of California Press; Williams, Linda (2004) (Ed.). Porno Studies, Durham: Duke University Press; entre otros.

4 Para mayor información, véase Hunt, Lynn (1993) (Ed.). The Invention of Pornography: obscenity and the origins of modernity, 1500-1800, New York: Zone book; Cornell, Drucilla (2007) (Ed.), Feminism & Pornography, New York: Oxford University Press; Vance, Carole (1989) (Comp.), Placer y peligro: explorando la sexualidad femenina, Madrid: Talasa Ediciones; MacKinnon, Catharine y Dworkin, Andrea (1988), Pornography and Civil Rights: A new day for Women’s equality, Minneapolis, Minnesota: Organizing Against Pornography; Ogien, Ruwen (2005), Pensar la pornografía Barcelona: Paidos; Osbourne, Raquel (1993), La construcción sexual de la realidad, Madrid: Cátedra; entre otros.

5 En el capítulo II “La invención del porno” del libro Porno y Postporno (2009) citado anteriormente, Roberto Echavarren hace una breve mención sobre el negocio de la industria pornográfica.

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al sexo en una forma más “cruda”, narrativas que se centran en la sexualidad de sus protagonistas, han estado presente en algunas películas enmarcadas en el cine narrativo de ficción.6 Como así también la pornografía ha coqueteado con la idea de incluir en un marco narrativo más amplio sus escenas de sexo explícito. Empero, tarde o temprano, siempre hay un límite que irrumpe y nos recuerda el pacto establecido. El cine narrativo de ficción puede intentar incluir escenas más gráficas, pero nunca olvidar que cada una de esas decisiones puede llevar a una calificación tan prohibitiva que complique su proyección en las salas de exhibición, reduciendo así sus posibilidades de rédito económico (Williams, 2008; 2009). Por el otro lado, si la pornografía abusa de sus “inclusiones narrativas” por fuera del acto sexual, corre el riesgo -al acercarse al cine convencional- de decepcionar, al no brindar a sus espectadorxs aquello que supuestamente van a buscar al consumir porno, perjudicando, así también, su negocio.

Como bien señala Linda Williams (2008), a pesar de que en los setenta ese límite se volvió poroso, y los espacios delimitados de circulación y las reglas de juego fueron puestos en debate, este “acercamiento” entre ambos registros no fue duradero. Aunque la pornografía comenzó a salir de sus ghetos e ingresar con gran éxito al circuito de salas de exhibición con películas como DeepThroat (Damiano, 1973), The Devil in Miss Jones (Damiano, 1973), Behindthegreendoor (Mitchell A., Mitchell J., 1972), y en simultáneo irrumpen en las pantallas ciertas películas como El Imperio de los sentidos (Oshima, 1976) augurando una crisis del pacto, esta promesa de un posible crossover no fue cumplida. En los ochenta, con la expansión del VHS, la pornografía optará por este formato hogareño probando ser una estrategia exitosa; a la vez que el

6 Para entender mejor el recorrido histórico en torno a estas posibilidades en el cine de ficción en EEUU, se recomienda el libro de Linda Williams ya citado Screening Sex (2008), op. cit.

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auge de films narrativos de ficción que jugaban con la opacidad de esta frontera comienza a declinar.

Será recién a finales de los noventa donde se produce una nueva crisis en el pacto, aunque ya no a través de un acercamiento mutuo entre los dos campos. El porno refuerza su entrada en los hogares, ahora redirigiendo su plan de acción hacia la toma por asalto de internet, donde no solo revolucionará su formato clásico -soporte, duración y puesta en escena-, sino también su modelo de negocio en relación a su forma de consumo.7 Por otro lado, el imaginario pornográfico es puesto en tensión. La pornografía hegemónica, bajo la mirada masculina cisheterocentrada, comienza a ser disputada por el porno feminista, la pornografía para mujeres y el postporno, distintas propuestas que ofrecen una reelaboración de los códigos pornográficos hegemónicos, que cuestionan los estereotipos sexuales y de género que los mismos reproducen.8

En relación con lo anterior, será entonces dentro del cine narrativo de ficción donde la apuesta por redefinir los límites de lo que se puede/debe mostrar se retome. Por esos años, como señala Linda Williams (2008; 2009), emergen películas en el cine contemporáneo que vuelven sobre la posibilidad de un crossover entre la pornografía y el cine narrativo de ficción. Entre estas producciones se pueden mencionar a Intimacy

7 Para mayor información, veáse Linda Williams (1999), Hard Core. Power, Pleasure, and the “frenzy of the visible”, op. cit.; Echevarren, Roberto (2009), (comp.) op.cit., Porno y postporno, op.cit.; entre otros.

8 Esta disputa es central en los estudios pornográficos, por ello la menciono. Sin embargo, debido a que no refiere a la indagación central planteada en este trabajo, tan solo presento esta línea problemática, pero no la desarrollo. Para mayor información sobre estas propuestas como forma de exploración de la sexualidad y de intervención política, véase Smiraglia, Romina (2016). “Sexualidades de(s)generadas: Algunos apuntes sobre el postporno” (pp. 311-331), en: Martinelli, Lucas (Comp.), Fragmentos de lo queer. Arte en América Latina e Iberoamérica. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

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(Chereau, 2000), ¡À masoeur! (Breillat, 2001), Ninesongs (Winterbottom, 2004) y Shortbus (Mitchell, 2006), las cuales Williams enmarca bajo la categoría de hardcore art: películas que incluyen en sus narrativas actos sexuales explícitos que desafían el enfoque soft que caracteriza a la escena sexual del cine. Esos filmes -sea o no su objetivo central- disputan la propiedad que sobre la performance del sexo detenta la pornografía, haciendo visible lo que se encuentra oculto detrás de las “omisiones pasionales” del cine convencional.

Lo anterior no implica necesariamente que todas las escenas de sexo presentadas en estas películas, cada una de las performances que presenciamos, sean “reales”. Pero vemos lo necesario -cuerpos desnudos, manos, lenguas, penes y/o vaginas- para creer en la autenticidad del todo. Asimismo, lo anterior no convierte a estas propuestas cinematográficas en pornografía, si por ello, como propone Williams, entendemos un género que busca maximizar la visibilización del acto sexual con la intención de excitarnos. Parafraseando a Williams, estas películas pueden ser gráficas, sin ser pornográficas (2008: 266).

Ninesongs, narra la historia de una pareja desde su comienzo hasta su desenlace, en gran parte a través de sus encuentros sexuales y, según la autora, a pesar de la exhibición de sexo explícito, y de que la misma puede llegar a excitarnos, nunca hace foco sobre los detalles y movimientos tan característicos del cine pornográfico. También Intimacy que, a diferencia de la estética porno, en las escenas de sexo la cámara no se acerca todo el tiempo de manera obsesiva a los genitales para presenciar en un plano detalle la penetración, sino que viaja a través de los encuentros entre dos cuerpos, los cuales pueden o no incluir detalles explícitos. Lo mismos sucede con Shortbus que en la búsqueda de una conexión sexual por parte de sus personajes enlaza la comedia y la melancolía; o en el cine de Catherine Breillat que presenta una clara apuesta por jugar con la frontera descripta anteriormente y en donde,

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retomando a Williams, aparecen elipsis de narración donde en otras películas aparecen elipsis de sexo. Dentro de este horizonte de sentido, “es precisamente la barrera entre filosofía, política, y emoción, por un lado, y pura pornografía, por el otro, lo que los hardcore films están destruyendo, forjando nuevos modos de presentar y experimentar [experienciar] visualmente el sexo cinematográfico” (2008: 295).9

Al igual que en otros casos, muchas veces estas películas se ven envueltas en juicios o debates en torno a esas decisiones narrativas y/o estéticas, los cuales podríamos resumir bajo la siguiente pregunta: ¿son las escenas de sexo “necesarias” o “gratuitas”? Pregunta que siempre se escucha cuando irrumpen películas en este registro, pregunta no tan común, o por lo menos evitable cuando lidiamos con otro tipo de escenas (en general nadie se interroga si es “gratuita” la escena en que vemos a un personaje mirando la televisión o comiendo una pizza). Por otro lado, llama la atención lo contradictorio de calificarlas como “gratuitas” cuando todxs sabemos muy bien lo “caro” que se paga en muchos casos asumir estos riesgos. Estas propuestas han optado por incluir en su tratamiento -con mejores o peores resultados- la sexualidad, potenciando, de esta manera, su poder narrativo y estético. Lo anterior vuelve a colocar en un lugar central la necesidad de problematizar no sólo el mandato de la pornografía que coloca como protagonistas a nuestros genitales, sino también el constante intento del cine convencional por ocultarlos. Porque como la inclusión de una escena de “persecución y rescate” no convierte a una película pornografía en cine narrativo convencional, tampoco una escena de sexo “explícito” convierte mágicamente a un filme en pornográfico (Smiraglia, 2015).

9 “[I]t is precisely the firewall between philosophy, politics, and emotion, on the one hand, and pure pornography, on the other hand, that hardcore art cinema is breaking down, forging new ways of presenting and visually experiencing cinematic sex”. Traducción propia.

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Transcurridos varios años de sus reflexiones iniciales sobre el tema, en una reciente entrevista para la revista Imagofagia le consultamos a Linda Williams qué opinión tenía sobre el hardcore art en la actualidad, sobre sus posibilidades en el futuro. Si en sus trabajos anteriores la autora dejaba abierto el interrogante sobre si esta tendencia en algunas cinematografías hacia la inclusión del sexo como forma narrativa se mantendría o no en el tiempo, esta vez su respuesta no fue del todo optimista. Williams nos recordó los peligros que representan los sistemas de clasificación que muchas veces condenan a las películas a un circuito reducido de exhibición: “[…] no tengo muchas esperanzas en relación con la posibilidad de un cruce que genere cine arte hardcore. Me entusiasman mucho más los dispositivos de cable y streaming, donde el sistema de clasificación arcaico no se aplica” (2017: 282-283).

Es cierto, la inclusión del sexo en el cine narrativo de ficción no es una tendencia general, y los vericuetos a sortear siguen en pie. Sin embargo, la insistencia en su inclusión es un hecho significativo que abre las puertas a nuevas potencialidades del/en el lenguaje cinematográfico. Una puerta que también ha sido abierta, de distintos modos, en la Argentina, en especial en las últimas décadas de la mano de directorxs como Albertina Carri, Edgardo Castro y Aldo Paparella, entre otrxs. En el cine argentino contemporáneo podemos encontrar algunos ejemplos que considero paradigmáticos para repensar esta frontera entre la pornografía y el cine narrativo de ficción como Hoteles (Paparella, 2004), La noche (Castro, 2016) y Las hijas del fuego (Carri, 2019).

Hoteles presenta una estructura episódica que nos sumerge en la historia de cinco parejas, pero también de cinco ciudades que se vuelven protagonistas: Shanghai, Asunción, Nueva York, Buenos Aires y Chernobyl. La película abre con “Shanghai”, en este episodio una mujer deambula por un hotel y en ese recorrido se encuentra con un hombre en

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una habitación, en donde el bullicio de una ciudad se entremezcla con los sonidos del roce de sus cuerpos y gemidos. En “Asunción”, un frigorífico abandonado es el escenario en donde se desarrollan prácticas sadomasoquistas entre una mujer y un cliente, mientras su compañero alterna su tiempo entre la limpieza del espacio, la cocina y la vigilancia del encuentro. Luego en “Nueva York”, una pareja en pleno acto sexual es retratada en imágenes fijas que se montarán con otras de edificios y objetos saturados de lecturas culturales y políticas. En “Buenos Aires”, a través de los recuerdos de la protagonista transitamos por los encuentros y desencuentros sexo-afectivos entre ella y una mujer durante un viaje al Tigre, al lugar en que Leopoldo Lugones dio fin a su vida. Por último, en “Chernobyl”, un hombre en traje NBQ toma muestras en una casa aledaña a una fábrica cuando es interpelado por una habitante del lugar, dando comienzo a un juego sexual y de poder entre presx-cazadorx que culminará con la muerte del intruso. A pesar que las escenas sexuales se repiten en los cinco episodios en los que se divide la película, y en cada uno de ellos tiene una potencia narrativa o estética distinta, el sexo no aparece recortado para su consumo, sino que es un elemento más de la trama, enlazado con las características específicas de cada personaje, espacio y atmósfera. Se podría sugerir que, aunque en algunos momentos se produce una mayor familiaridad con la pornografía hegemónica, la cual se introduce en la lectura de la película, Hoteles no replica la estética porno, tampoco sus reglas. Por su parte, La noche narra las travesías de Martín por el barrio de Once, sus salidas nocturnas plagadas de sexo, charlas, moteles y bares. Martín deambula expectante a lo que sucede alrededor y eso trazará un camino distinto en cada oportunidad, según los diversos encuentros que se produzcan entre el protagonista y otros personajes de la noche de Buenos Aires. El sexo se repite en las cuatro salidas nocturnas y las “omisiones pasionales” desaparecen. Pero a pesar

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de lo gráfico de la mayoría de las escenas sexuales, y que eso mismo pueda producir o no excitación, lo “explícito” no lo convierte en un producto pornográfico. Aunque la película comparte ciertas geografías posibles con la pornografía como los moteles y hasta algún que otro acercamiento de cámara a los genitales, su distinta construcción de los tiempos, su rechazo a sostener el ritmo en torno a las necesidades de penes erectos, la ausencia de música extradiegética o gemidos “extrareales”, resignifican por completo la performance sexual. Por otro lado, los encuentros no tienen un inicio ni final coronado con la famosa moneyshot, 10 al igual que las penetraciones, la eyaculación brilla por su ausencia en la película, el orgasmo no es central en la trama. En resumen, aunque algunos encuadres se asemejen a la pornografía por su acercamiento y recorte sobre la genitalidad, la película no replica la estética porno en la puesta en escena, el montaje y, mucho menos, el sonido, y el sexo aparece como un elemento narrativo más.

Por último, quisiera detenerme en uno de los ejemplos más interesante que se ha producido estos últimos años en el país para pensar esta tensión sexual entre la pornografía y el cine narrativo de ficción: Las hijas del fuego. En la película, tres mujeres se unen en el fin del mundo e inician un viaje de exploración, placer y goce, al que diversas mujeres se irán sumando conformando una potencia colectiva poliamorosa, que pareciera dejar a su paso los vestigios de una cultura patriarcal opresiva. En esta roadmovie feminista, disidente y porno, los encuentros eróticos y sexuales se multiplican a medida avanza la trama. Una de las preguntas enunciadas por la voz narradora persiste durante su visualización: “Si no hay truco y hay placer, y hay disponibilidad, tiempo, ¿es

10 En The film maker’s guide to pornography (1977), Stephen Ziplowen sostiene que si no tienes comes shots (moneyshot) no tienes una película porno, refiriendo a distintos planos en donde la eyaculación es protagonista.

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porno? […] si la intimidad de esos cuerpos no es destruida, ¿dejan de pertenecer a ese género?”. La hija del fuego disputa la propiedad que sobre la performance del sexo detenta la pornografía, su función pedagógica, sino que más bien es un ensayo cinematográfico sobre el imaginario porno. Pero no desde el otro lado de la frontera, sino desde su interior, un uso y a la vez una desconstrucción del género cinematográfico pornográfico. Una apuesta que dialoga a la vez que revisa críticamente la cisheteronorma y los modos de vincular los cuerpos predominantes en la pornografía hegemónica, sin renunciar, a la vez, al tiempo narrativo del cine de ficción. De nuevo, y para concluir, la inclusión del sexo en el cine narrativo de ficción no es una tendencia en el mundo en general, o en la Argentina en particular. Los motivos por los cuales aún en la actualidad resulta una tarea quimérica hacerlo van desde la dificultad de emprender una producción de este estilo (financiación, puesta en escena, casting), los riesgos de no encontrar espacios para su exhibición, hasta, quizás, falta de interés, ¿por qué no? Sin embargo, películas como las que he mencionado nos recuerdan el potencial narrativo y estético del acto sexual, sepultado bajo las cuidadas “omisiones pasionales” del cine de ficción y descartado por la pornografía por anti-climático. Frente a ese escenario, espero perdure la insistencia en la pregunta por su posibilidad, que la renuncia a la misma.

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Bibliografía

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La tangibilidad de la pornografía frente al deseo lésbico imposible11

Érica Sarmet (Traducción Sasa Testa)

Is this desire Enough enough To lift us higher To lift above?

PJ Harvey

Volver a pensar en la pornografía cuando me alejo cada vez más de ella. Este fue el desafío impuesto cuando acepté escribir este capítulo, multiplicado –a larga escala- por la dificultad de que cualquier pensamiento crítico pueda ser producido, viviendo durante la pandemia del Covid 19 en Brasil, donde el agujero del oscurantismo político, social y ético, cavado por el fascismo ya acabó con la vida de más de 200.000 personas. Hablar de pornografía, en estos tiempos, suena casi como un gasto improductivo. ¿Qué puede movilizar en nosotrxs, aún la pornografía? ¿Qué debates es capaz de suscitar, todavía, en un período de tanta fragilidad social y psíquica? Nosotrxs, que vivimos en América Latina, la región más desigual del planeta: ¿podemos “perder tiempo” discutiendo sobre pornografía, en frente de tantas urgencias políticas, sociales, económicas, sanitarias? La pornografía queer y sus debates: ¿serían un lujo de la costa californiana,

11 Grant #2019/10787-4, São Paulo Research Foundation (FAPESP).

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del oeste europeo y de algunos pocos centros financieros del Sur Global? ¿Qué intereses pueden tener en estas cuestiones las lesbianas latinoamericanas?

No pretendo responder estas preguntas. Hablar de pornografía y lesbianismos es, para mí, una confrontación con el estado de las cosas, un llamado a las profundidades de la memoria, una re-visión de mi propia historia y, como siempre, una provocación para mi cuerpo y mis deseos, primer motivo por el cual somos, todxs, convocadxs por ella. Mi propuesta no es otra más que compartir algunas reflexiones e imágenes que me acompañan y –dentro de lo posible- imaginar un futuro en el que este tema no circule, apenas, en espacios feministas y portales conservadores por medio de discusiones binarias y totalizantes, tomadas por mitos;12 sino que apropiado por lesbianas, queers, mujeres, trans y personas racializadas sea creado, pensado y conversado como lo que es: un tipo de trabajo sexual, un modo de vida que posibilita la expresión de habilidades artísticas, físicas, emocionales y sociales específicas, una forma de cultura que nos antecede a todxs lxs que estamos vivxs.

La pornografía fue mi tema de investigación principal por más de diez años, durante mi formación de grado y de posgrado en la Universidad Federal Fluminense (UFF), donde pude desarrollar una investigación teórica y crítica sobre la producción audiovisual del posporno latinoamericano.13 Esta investigación me llevó a la publicación de artículos, capítulos de libros, invitaciones para mesas de debate, seminarios y

12 El ejemplo del “vicio de la pornografía”, concepto popular de cuño sociocultural, sin base empírica, que favorece una lucrativa industria del tratamiento y de la estigmatización de las minorías sexuales y de ciertas expresiones y comportamientos sexuales no normativos, como apunta el estudio de David Ley, Nicole Prause y Peter Finn (2014).

13 “Sin porno no hay posporno: cuerpo, exceso y ambivalencia en América Latina” (2015), tesis de Maestría defendida en PPGCOM/UFF, bajo la dirección de la Doctora Mariana Baltar y con el apoyo de CAPES y de FAPERJ. Disponible en https://bit.ly/3bnyMzL.

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curadurías para festivales como London PornFilm Festival, Pornfilmfestival Berlin, Exxcentrico, San Francisco PornFilm Festival, entre otros. En 2017, estrené mi primer corto Latifundio, una película de posporno experimental que ganó dos premios y fue exhibida en más de treinta festivales nacionales e internacionales, dentro de los circuitos pornográfico y cinematográfico. Hasta llegué a dar un curso sobre Medios y Pornografía, junto con colegas investigadores, en una universidad. En los últimos tres años, entre tanto, la autocensura pasó a ser parte de nuestras prácticas académicas. Con el apoyo a la investigación drásticamente reducido y la persecución de la prensa y de los políticos conservadores a las obras, exposiciones e investigaciones académicas cuyas temáticas refirieran al sexo, a la pornografía y a las sexualidades –marcadamente las de temática LGBTIQ+- se volvió inviable continuar en este campo en el Brasil. Los constantes asedios y ataques a profesores y la popularización de la “ideología de género”,14 transformaron a la universidad en un lugar inseguro para aquelles que trabajan, trabajaron o desearían trabajar con cuestiones relacionadas a las sexualidades y la pornografía en particular. En 2020, asistimos al caso de un profesor de una universidad, que había actuado en películas pornográficas, que fue expuesto y perseguido no por grupos conservadores de extrema derecha sino por colectivos de estudiantes feministas, que hicieron una campaña llamada “Pornografía es violencia”, en pos de su destitución. En las redes sociales circuló un video producido por esas estudiantes, en el que había una pregunta: “¿usted dejaría que su hija tenga clases con él?”.

En períodos de recrudecimiento de las libertades, el miedo

14 Creencia sobre la existencia de una agenda internacional dedicada a la destrucción de la familia y los valores cristianos. Para los conservadores, la ideología de género se encontraría en la presencia de personas LGBTQI en la esfera mediática, cátedras e investigaciones sobre géneros y sexualidades, etc.

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es la fuerza propulsora del conservadurismo, que se articula por medio de prácticas moralistas de vigilancia, censura y violencia que nos afectan a todxs, en mayor o menor grado. Lo mismo ocurre, por distintos motivos, en períodos pandémicos. El escenario en el que nos encontramos es la conjunción de dos tiempos. Este ensayo, probablemente, sea lo último que escriba sobre pornografía, al menos, por un buen tiempo. Más allá del ambiente político desfavorable, el cuerpo clama por novedades. Aprendí, con el paso de los años, a escucharlo con el cuidado que este necesita. Ahora, me pide que divida mi experiencia personal con la pornografía desde el lugar de una lesbiana no conforme con su género, profundamente atravesada por el deseo hacia las mujeres. Este es el camino previo a mi investigación, lo que me trajo hasta aquí, por decir de alguna manera.

Desde antes de comprender mi atracción por las mujeres, ya las buscaba en imágenes. Necesitaba ver, porque no era suficiente con el solo pensamiento: mi repertorio era demasiado limitado por la ausencia de referencias. Las busqué en la televisión, en el cine, en las revistas, en los diarios, en las calles, pero fue en internet, durante los años 2000, donde finalmente conseguí encontrar personas como yo, saber lo que ellas hacían y cómo lo hacían. Eso pasó casi al mismo tiempo que la experiencia del sexo. No sé cuánto pasó entre la conversación con la vecina, a los diez años, que me explicó que lo que yo hacía de pequeña se llamaba masturbación (mi recuerdo más antiguo sobre el sexo) y la primera vez que fui a ver una película pornográfica. No recuerdo cuál fue, pero seguramente, haya sido una con cuerpos cisgénero y prácticas heterosexuales. Tal vez no haya sido una experiencia particularmente notable; o tal vez, la ausencia de recuerdos se deba a que el modo de distribución y consumo de este tipo de contenidos esté basado en lo efímero, en el instante y en la genitalización de su patrón de producción. Es difícil prestar atención a algo en especial en una sucesión de penes

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y vulvas, por más diversos que sean. El recuerdo más antiguo que tengo de un video porno se debe al poder de fijación de la repetición. A los dieciséis años, buscaba incesantemente, películas lésbicas en esos sitios tube. La búsqueda exigía experiencia y perseverancia, ya que antes de encontrar algún que otro video bueno, había que pasar por una serie de videos heterosexuales, películas de mujeres flacas, con pechos grandes y uñas largas repitiendo, mecánicamente, gestos en el cuerpo de la otra persona, que parecían estar dando poco o ningún placer, videos con llamadas apelativas destinadas a los hombres (“me comí a mi amiga lesbiana”) y un montón de otros resultados no relacionados con la búsqueda (lo que en ciertos momentos me divertía porque me resultaba inesperado, en otros me irritaba profundamente). Cierta vez, encontré un video de un matrimonio de chicas jóvenes que, en una cama, se dedicaban a actos sexuales placenteros y duraderos. La cámara lateral, fija, dictaba el ritmo lento, que, junto con la ausencia de cortes, era testigo del carácter de amateur del video. Besar una vulva, sin prisa y con alegría. Usar un strap-on, sobre la otra, con fuerza. Aquel video de poco menos de quince minutos era una promesa de futuro. Otro, también amateur, mostraba a una mujer bailando sensualmente en el regazo de la otra, un lapdance arrastrado, con roces y dulce, que culminaba en un striptease. Estas, y otras prácticas sexuales vueltas íconos por el imaginario heterosexual cinematográfico, también son formadoras de nuestro deseo, de lo que nos gusta y de lo que no. Todas las sexualidades y prácticas sexuales existen dentro de un sistema heterosexual y falocéntrico, ambiguo, contradictorio y vulnerable. Pero nuestros modos de consumo y producción pueden adentrarse, transformándose en espacios significativos de disputa (Grosz, 1995). Yo reconocía la inadecuación en el mar de imágenes, sabía que ellas no habían sido pensadas para mi disfrute, que el deseo lésbico no era “aquello”. Ni las actrices profesionales que no parecían lesbianas, ni las chicas

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rubias, blancas y flacas, con pechos pequeños y uñas cortas, cuya intimidad sexual fuera compartida, como el resto del mundo, posiblemente sin su consentimiento. Pero, entonces ¿qué era? Yo quería descubrir mucho.

La felicidad de haber encontrado ejemplos de lo que, en esa época –e ingenuamente-, consideraba el auténtico sexo, me llevó a compartirlos con una amiga. La felicidad del descubrimiento casi científico, casi espiritual. Pensé en la Internet de quince años atrás y en las herramientas que dos chicas brasileras tenían para navegar allí. Ella ya había visto varias veces, como yo, las películas y siempre que podíamos, compartíamos nuestros hallazgos. Adolescentes con las hormonas alborotadas, ávidas de conocimientos que nadie nos transmitiría, un saber secreto que nuestros padres no nos contaban, los libros no describían, las películas no mostraban. La pornografía no revela misterios, no anuncia LA Verdad. Es una puesta en escena, una ficción del deseo, al mismo tiempo material, construida en corporalidad, movimientos, gestos, prácticas e impulsos. A través de ella compartimos conocimientos sobre el cuerpo, su elasticidad, su capacidad de expansión, contracción, fricción, sus amplias superficies de contacto, las innumerables posibilidades de combinación de deseos, encajes, barullos, fluidos, sensaciones. La pornografía me abrió las puertas de un mundo que el cine y la televisión aún no osaban mostrar, y como la ficción y la poesía, avivaba mi curiosidad y mi deseo de creación. El impulso libidinal de la pornografía se asemeja mucho al impulso libidinal de la poesía, la forma de arte más acogedora del deseo lésbico desde el siglo VII a.C, por lo menos. Mi amiga y yo compartíamos películas pornográficas tanto como los poemas de Ana Cristina César: “cuando me rozás en el cine/mi hombro se calienta, gotea/ya no sé a quién deseo, que me asa viva, comiendo/cuajada o atenta a sus pelusas, qué ternura inspira ese gordo de allí, aquel otro de ahí, no/el cine está oscuro y la pantalla no importa, solo el

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costado/el caliente lateral, la mínima mecha”. La poesía y la pornografía nos invitan a compartir el deseo, en el instante en el que este acontece. Ambas pueden ser genitalistas (la única sexualidad válida en el modelo fálico), pero es en lo físico de las superficies, en la textura de las palabras e imágenes, la forma en la que tocan nuestros cuerpos –intraducibles- que hacen de ellas campos de disputa por el derecho de significar el deseo – no a partir de la falta o ausencia, pero sí de la producción, de la energía, de la inervación (Grosz, 1995). Es la toma productiva del deseo, su reordenamiento experimental, inventivo, aquello que vuelve posible el dislocamiento de los lugares de objeto y musa a los que históricamente fuimos sometidas.

El patrón de representación del deseo erótico, de los placeres y de la experiencia carnal de las mujeres y de las personas queer en la pornografía hegemónica hecha por y orientada a hombres cis parte de categorías y prácticas relevantes para ellos. Lo que Teresa de Lauretis (1194) llama “sistema de la diferencia sexual”. Es lo que acontece con la categoría “lésbica” en esos sitios tube, por ejemplo. En agosto de 2019, por la presión de activistas francesas, Google reformuló su algoritmo para que la búsqueda de esta palabra dejase de ser asociada a la pornografía. Hasta entonces, cuando se buscaba el término, los resultados más relevantes mostraban decenas de sitios pornográficos, de contenido autogenerado por los usuarios. Es comprensible, por lo tanto, la aversión o resistencia de muchas mujeres y personas no binarias lesbianas hacia la pornografía como un todo, cuando la única referencia que tienen es la de la experiencia mayoritaria de sitios, cuya única forma de distribución y lucro ya es bastante cuestionable per se, 15 y que no tiene interés en funcionar de

15 La mayor parte de esos sitios son controlados por el monopolio de la empresa MindGeek. El contenido “gratuito” ofrecido es, en gran parte, robado de productoras y de plataformas de contenido pago, cuando no publicado ilegalmente por los usuarios sin el consentimiento de las

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otro modo que no sea a través de la fetichización –la división de sujetos, prácticas y partes de sus cuerpos en categorías es lucrativa y congruente con los modos de organización capitalistas-. Se suma a esto, la prevalencia del discurso social de una serie de mitos y falsedades basados no en el empirismo sino en prejuicios morales, como la idea de que la pornografía estimula comportamientos violentos e impulsivos, y entendemos por qué las estudiantes creen pertinente, en un gobierno fascista, atacar a un profesor por ejercer o haber ejercido el trabajo sexual.

La noción masculina, blanca, capitalista, occidental y heterosexual del deseo vuelve a la pornografía un terreno fangoso para la gran mayoría de las mujeres. Ocurre que ella no es hija única, lo mismo ocurre ubicuamente en todos los otros medios culturales de representación de la vida de los sujetos, sean fílmicos, literarios, poéticos, teatrales, periodísticos. Existe una gran inadecuación en la representación del deseo lésbico, aséptica, desplumada, construida a partir de la visión dominante, cristalizada por el psicoanálisis en la relación del hombre a partir del deseo de posesión y de la mujer como objeto incapaz de desear sino solo de ser deseada. El psicoanálisis puso mucha más relevancia en la consolidación cultural de la objetualización de la mujer. Y es el psicoanálisis el que propone el fetiche como exclusivamente masculino. Pese a todo, algunas organizaciones feministas reclaman el fin de la pornografía con una intensidad que nunca apuntó a la teoría psicoanalítica, el cine o la literatura. Tal esfuerzo jamás fue intentado (“¡Abajo la literatura!”, “cine es violencia”), porque tienen certeza de que fracasarían. Mientras existan humanos y medios de producción, haremos literatura, rodaremos películas, buscaremos entender cómo funcionan personas involucradas. No hay relación de trabajo entre aquelles que producen el contenido y les que, efectivamente, lucran con él. La ganancia exorbitante no viene de suscripciones sino de anuncios, modelo semejante al de redes sociales como Facebook e Instagram.

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las mentes humanas. Del mismo modo, practicaremos sexo y produciremos imágenes literarias, pictóricas y en movimiento relacionadas con esto, tal como ocurre con todas las prácticas humanas. ¿Por qué el “fin de la pornografía” contribuiría con una representación menos fetichizada del sexo entre mujeres? ¿A partir de qué datos se puede afirmar que la disminución del consumo de contenido de pornografía contribuiría a la disminución de la violencia de género? ¿No hay relaciones de exploración y abuso en el cine? ¿La literatura no contribuye sistemáticamente para el sostenimiento de un imaginario cultural estereotipado del deseo femenino? La pornografía es un objetivo fácil, obvio, porque envuelve el trabajo sexual, depende de la categorización de sujetos y prácticas y por ser un saber, históricamente alejado de nosotrxs, más que otros saberes.

Walter Kendrick (1996) atribuye la invención de la pornografía a la creación de “museos secretos” al final del siglo XVIII y a lo largo del XIX, lugares16 que contenían objetos caratulados como obscenos y eran mantenidos fuera del alcance de las mujeres, niñxs y pobres, de modo que la restricción del acceso a ese conocimiento funcionaba como un mecanismo de poder a partir del control de la mirada y del pensamiento. En los términos de Preciado (2008), sería una técnica de control y domesticación del cuerpo político que se valía de la retórica higienista para regular la sexualidad, en especial la de las mujeres, en el espacio público. En el inicio del siglo XX, las primeras películas que mostraban genitales y prácticas sexuales, los stagfilms o blue movies también eran consumidos en lugares privados de encuentro de hombres blancos de la aristocracia, ambientes dedicados a la homosociabilidad masculina como fraternidades, despedidas de soltero y burdeles. Si hay un esfuerzo histórico tan grande por parte de los hombres por mantener la pornografía bajo

16 Estos “museos secretos” no se restringían a museos de arte. Las colecciones también estaban presentes en burdeles, fraternidades frecuentadas por hombres de la aristocracia y acervos personales.

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su dominio: ¿será que existe algún valor en ella? ¿Qué podemos hacer con ese saber? ¿Qué ocurre cuando lo tomamos para nosotras? ¿Qué cambió cuando salimos de la posición de quien es mirada hacia aquella que puede ver, o cuando tenemos el control de las miradas dirigidas a nosotras? Recientemente, una persona cercana, trabajadora sexual de sitios de camming y lesbiana compartió conmigo una observación acerca de su trabajo. Sus clientes son todos hombres. En su vida personal, se relaciona afectivamente con personas no binarias y mujeres, comparte el techo con mujeres, sus relaciones sociales son mayoritariamente con mujeres y personas trans, de modo que, a excepción de su padre y su hermano, la única relación que establece con hombres cisgénero es económica. El tiempo que ella le dedica a los hombres cis es tiempo de trabajo, solamente, y el dinero de sus clientes le posibilita pagar las cuentas y vivir una vida digna, algo que la vida académica nunca le dio. Ella performa, dirige y produce sus videos sola, en la casa, como millones de youtubers e influencers que también viven de la venta de su cuerpo e imagen para un grupo de voyeurs fieles, solo que sin necesitar de la exposición de sus vidas privadas. De modo análogo, la producción pornográfica queer viene hace ya algunos años construyendo un debate necesario sobre la ética, que trata sobre la paga adecuada de lxs profesionales involucradxs –especialmente performers- y discusiones sobre consentimiento, límites y necesidades previos a la filmación. Su diferencia con la pornografía hegemónica no reside en la creencia de la posibilidad de enseñar un sexo lésbico “auténtico” ni en la romantización de la suficiencia de los cuerpos minoritarios y las prácticas sexuales disidentes, pero sí en las transformaciones de las prácticas de trabajo y en los modos de producción y distribución de ese contenido, accesible en sitios pagos,17 plataformas de contenido pago producidos por

17 Pinklabel.tv, four chambers y AORTA films son algunos de mis favoritos.

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los propios performers así como también en festivales. La pornografía no es violencia, y la recuperación de ese discurso de los años 80 (los ciclos de conservadurismo siempre se repiten) es un intento ordinario de fijar sus significados. Lesbianas y personas queer trabajadoras sexuales nos enseñan que las líneas de significación y representación de la pornografía pueden siempre ser rediseñadas. En esas producciones, la palabra “lesbiana” asume otros contornos diferentes respecto de los de aquellos sitios tube, pues parten de concepciones distintas de lo que ella significa, cuerpo y prácticas asociadas a ella y modos de encuadrarlos. Menciono la creencia en la puesta en escena de un sexo lésbico auténtico porque veo, recurrentemente, esa demanda por parte de las lesbianas. Distintamente de mis dieciséis años, ahora creo profundamente en su imposibilidad. Siguiendo las estimulantes palabras de la filósofa Elizabeth Grosz, con quien vengo dialogando a lo largo de este texto:

(…) no está claro que la articulación y la representación son en sí una virtud: los momentos más intensos de placer, a fuerza de su materialidad, aunque certera y ampliamente evocable en el discurso, no pueden ser reducidos a términos adecuados, términos que captan su fuerza e intensidad. Debe ser hecha una distinción entre discurso y experiencia, lo mismo con la comprensión de que el lenguaje o los sistemas de representación son condición previa para la inteligibilidad de la experiencia. (…) El deseo lésbico es aquel que se fuga y escapa, aquel que funciona como un exceso, un remanente no contenido y no representativo dentro de los términos proporcionados por una sexualidad que se toma como siendo directamente lo que es. (GROSZ, 1995, P. 222, traducción de quien suscribe, cursivas de quien suscribe).

No se trata de idealizar un supuesto inherente al deseo lésbico. Como Grosz afirma, no existe ningún objeto o concepto

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totalmente opaco que no pueda ser reconocido, de modo que el deseo lésbico puede o debe ser cognoscible. La historia de los cuerpos asignados al nacer como de mujer y de lesbianas, cis y trans, es también la historia de la separación de nuestros cuerpos y del conocimiento que ellos pueden construir. La pornografía es una de las formas posibles de tocar su superficie, con gusto.

Bibliografía

Grosz, Elizabeth A (1995). Space, time and perversion: Essays on the politics of bodies. New York: Routledge.

Kendrick, Walter (1987). The Secret Museum: Pornography in Modern Culture. Berkeley: University of California Press.

Ley, David; Prause, Nicole; Finn, Peter (2014). The Emperor Has No Clothes: A Review of the ‘Pornography Addiction’ Model. Current Sexual Health Reports, v. 6, n. 2, p. 94–105.

Preciado, Paul B (2008). Museum, urban detritus and pornography. Zehar, v. 2, n. 64, p. 28-37.

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Una casa en el fin del mundo

Notas para pensar el cine porno, las arquitecturas pornográficas y la especialización del placer

Fermín Eloy Acosta

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El cine para adultos pervive hoy en la forma de un abanico de representaciones esquivas, fragmentarias, plebeyas, border. Sobrevive también, de manera material, en la forma de espacios en decadencia alojados en galerías, pasajes subterráneos, edificios que se solapan detrás de una fachada de cartelería extemporánea, con un puñado de signos, solo para entendidxs: horario de apertura y cierre, precio, salas. Desplazados, en su mayoría, a zonas liminares de la ciudad, sus direcciones circulan en comentarios de foros de internet, guías eróticas, memorias sexuales y afectivas, algo de su espíritu es atrapado, cada tanto, en pasajes de textos literarios o ensayísticos resguardados aún por los restos de la autonomía -novelas, cuentos, crónicas-. A veces emerge como escenario para el relato cinematográfico de ficción -escenas breves, con pocos actores, en penumbras- o bajo la forma última del testimonio histórico. Este trabajo busca capturar algunas de aquellas experiencias, todas cuentas de un collar que terminan por alumbrar una historia fragmentaria y un corpus igual de antojadizo.

En la historiografía cinematográfica reciente y, más aún, en aquella zona relativamente nueva conocida como el terreno

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sombroso de los estudios pornográficos, escasean reflexiones teóricas alrededor de los cines porno. Aquí propongo, sin embargo, un conjunto de notas dispersas que se proponen como fundamento para una teoría que cruce, en partes iguales, erotismo y arquitectura, pornografía y expectación, disidencias sexuales y espacialidad, avatares de un asunto que los reúne y donde el cine pornográfico encarna la contingencia en esas alianzas. Una primera hipótesis podría señalar que los cines pornográficos constituyen un eslabón fundamental para la exploración del vínculo entre formas de impugnación del espacio urbano de parte de las comunidades sexo-disidentes; el territorio propicio para la inauguración de modos de relacionalidad erótica entre clases, razas, cuerpos o etnias, el marco de la inauguración de un repertorio de formas de correspondencia con las imágenes en movimiento que tienen poca o nula existencia en los espectáculos audiovisuales de la actualidad. Para la historia cinematográfica, arriesgo, el espacio propio del cine para adultos también integra un capítulo notable en el derrotero que trazan algunas experiencias alternativas de espectatorialidad.

1Si partimos de la idea de que pornografía y espacio se han anudado históricamente, debemos señalar que uno de los ensayos pioneros que inauguraron una perspectiva de puesta en tensión entre estos dos ámbitos puede encontrarse en el trabajo de Walter Kendrick de 1987: El museo secreto: la pornografía en la cultura moderna. Allí, el autor explica que la constitución de los llamados museos secretos modernos no fue otra cosa que el ejercicio de salvaguardar las ruinas obscenas aparecidas en la exhumación de Pompeya -penes de tamaño desmesurado, esculturas lascivas- restituidos entre los siglos XVIII y XIX y a partir de una serie de excavaciones arqueológicas. Estos museos buscaban restringir el acceso y la visión de aquellas ruinas al limitar el ingreso únicamente a hombres

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aristócratas que ocupaban una posición social destacable. Allí resulta llamativo un primer anudamiento de cruce entre delimitación espacial, regulación, administración y gestión de los recorridos de la mirada. Lo pornográfico llama, en estos casos, a la constitución de un marco espacial y temporal para ser visto y experimentado. Muchas de las apariciones de la propia noción de pornografía en el marco de aquellos siglos suponen el señalamiento de aquello que los regímenes de visión modernos y organización de la mirada consideraban que debía de ser expulsado del campo de visión del espacio público. Pueden rastrearse estas reverberaciones en manuales jurídico-legales franceses e ingleses como el de Jean Parent Duchâtelet de 1836, que divulgaban diversas formas de reglamentación, limpieza e higienización del espacio público, allí donde el significante pornográfico servía para designar por igual a prostitutas, animales muertos o cualquier forma del detritus urbano con el objeto de su pulverización del paisaje, ya que, como todo lo que encarna la obscenidad, en términos de Corinne Maier (2004), asume la forma de una naturaleza que lo deposita en un borde amenazante, economía organizada bajo la pérdida de una distancia inicial que le fuera asignada.

En su ensayo Pornotopía (2010), Paul Preciado analiza en profundidad los modos en que la revista Playboy, aparecida a mediados de la década de 1950, a medio camino de la Guerra Fría y los albores de la revolución sexual, no constituyó únicamente un artefacto visual de estímulo para adultos sino una compleja maquinaria semiótica, sexual y política interconectada, donde la espacialidad se constituía en una pieza fundamental: del departamento de soltero al mobiliario de diseño, pasando por la célebre Mansión Playboy y su reality Show: todo aquello integra una cadena de piezas que integraba una “utopía erótica”, al decir de Preciado, una “oficina de producción arquitectónica multimedia” (2010, pp.14-17).

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Considero que una teoría que anude pornografía audiovisual y espacio, entonces, debería revisar la historia del término y sus múltiples bifurcaciones con el propósito de tomar en cuenta los prostíbulos, los espacios de visualización de los stag films –primeras películas del cine porno-, los salones donde se pasaron, mano en mano, los estereoscopios con imágenes que simulaban desnudos en tres dimensiones, las cabinas solitarias, los espacios de camaradería masculina, los salones de clase alta donde se consumieron los split-beaver films, la mansión playboy, las habitaciones con videos en loop y los rincones con aparatos de proyección de los pennyarcades, los sets clandestinos de filmación de los films ilegales –sobre todo durante la noche-, los pasillos restringidos sólo a adultos en los videoclubes y, finalmente, los cines porno. Muchos de los signos de esta hermandad pueden rastrearse en el extenso estudio de Linda Williams Hardcore: Pleasure and the Frenzy of the Visible de 1989, donde el espacio emerge como una escenografía cuya mutación acompaña y da cuenta de las transformaciones del género. Allí se describen los modos de emergencia de la pornografía audiovisual a principios de siglo XX como un artefacto relacional que, durante su periodo silente y clandestino, se proyectó en lugares poblados generalmente de jóvenes solteros, que integraban situaciones de camaradería masculina y excitación colectiva, algo que Thomas Waugh (1996) describió como parte de una situación gregaria de homosociabilidad: gritaban, se reían, fumaban o conversaban desde sus mesas mientras las escenas corrían en pantalla. De las concentraciones de humo que llegaban a armarse en el ambiente entre ellos y las imágenes es que en algunos lugares estas películas adquirieron el nombre de smokers.

Hacia el inicio de la década de 1970, el fin de la ilegalidad le dio al género vía libre para la gestión y el nacimiento de una industria propia, lo que propició la aparición de films a color y con una banda sonora más sofisticada, un diseño

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de producción más costoso y sofisticado, un puñado de estrellas porno que ganaron reconocimiento mundial, un grupo de directores –hombres- especializados. Todo aquello convergió en la consolidación de un fenómeno conocido como porno chic. En aquel contexto fue mucho más común para estas imágenes hardcore ser proyectadas y vistas en espacios específicos para audiencias cuya composición era más heterogénea en términos de raza, clase, identidad sexual y género que lo que habían sido las anteriores, supeditadas a una circulación clandestina. Acaso por la popularidad inédita que rodeó al fenómeno es que fue bautizado por Williams como “The Classical era of Theatrically Exhibited Porno” [La era clásica del porno exhibido en salas]. Tenía sentido, estas experiencias incipientes llevaron a que muchxs espectadorxs, tanto hetero como homosexuales, pudieran identificarse en tanto miembros de una audiencia, comunidad conscientemente atraída por el visionado de las imágenes excesivas que inauguraban, por otra parte, el estallido de notoriedad de un género que se expandiría las décadas posteriores. Fue en estas mismas funciones, que llegaban a extenderse más allá de la medianoche, que se fraguaron figuras estereotípicas tales como la del valijero, encarnada en un hombre vestido con impermeable, maletín, valija o traje, que aprovechaba estas exhibiciones para buscar tanto sexo casual como simple placer masturbatorio en la oscuridad. Estos escenarios fueron retratados con maestría en la secuencia manierista que da inicio al film The opening of Misty Beethoven (1976 - Radley Metzger) en cuyas imágenes es posible reconstruir, por ejemplo, el circuito mayor de espacialidades que integraban y en el que se inscribían estos cines, territorios todos hechos a la medida del intercambio y el flujo del erotismo: pornoshops, espacios de comercio e intercambio sexual, locales de alquiler de video para adultos, night-clubs, cabinas para sexo, etc. Las comunidades eróticas que se desplazaban entre unos y otros lugares estaban integradas por trabajadorxs del sexo,

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drogadictxs, curiosxs, heteros y homosexuales, disidentes sexuales y hasta especialistas del sexo, como el protagonista del film, Seymour Love, un sexólogo que a lo largo de la película enseñará a la trabajadora sexual Misty Beethoven a practicar el sexo en todas sus variantes para, de esa forma, ingresar al territorio ideal que promete la utopía sexual. Esta cartografía lumpen empieza a arrojar una primera idea: el cine pornográfico como borde, circulación, flujo del erotismo, forma de umbral, zona de intercambio, espacialidad precaria.

Lxs espectadorxs que formaron parte de aquello que Williams también denomina, por su cualidad de territorio anfibio, “espacios públicos oscuros” encontraron una forma difusa y, en principio, menos directamente participativa de expectación de las imágenes sexuales en movimiento en la esfera pública -el porno de las imágenes en movimiento en la esfera privada tardaría en llegar popularizarse- (1999). El período inaugurado por esta época del cine pornográfico clásico fue sin embargo muy breve, tuvo un desgaste progresivo que inició con la aparición de las brigadas morales públicas que emergieron hacia la década de 1980 alrededor del mundo como formas de regulación y control del sexo, avaladas por la crisis del SIDA, el avance de la moral conservadora y el pánico colectivo que desataban los espectros de la contracultura. Si bien no desparecieron del todo, estos cines pasaron paulatinamente a formar parte de un circuito asociado a los restos urbanos de las grandes ciudades, expulsados –aún más- de los espacios legitimados de circulación. En muchas ciudades fueron las propias legislaciones municipales, en conjunto con el fenómeno de la especulación inmobiliaria, las que confinarían a los cines pornográficos a barrios liminares, zonas suburbanas, galerías semi abandonadas: todos escenarios donde los trazos de la ciudad, imaginamos, entran a desdibujarse.

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En un ensayo titulado Times Square Red, Times Square Blue de 1999, el escritor afroamericano y queer de ciencia ficción Samuel Delany postula una serie de reflexiones en torno de la particular sociedad entre cines para adultos y comunidades sexodisidentes entre las décadas de 1960 y 1990. A través de una narración en primera persona que combina crónica y ensayo teórico, Delany describe su recorrido por estos cines, hilvana todo aquello que ha visto y oído, toma nota alrededor de lo que advierte como el progresivo deterioro de los signos vitales de un artefacto sexopolítico complejo. El autor señala, por ejemplo, que desde las diez en la mañana hasta la medianoche unx podía entrar, hundirse en un asiento, mirar una proyección de películas hardcore, caminar por los pasillos mientras los propios ojos se acostumbraban a las sombras y empezaban a registrar los cuerpos de hombres sentados en la oscuridad o advertían a otros hombres bajo las lámparas tenues. En muchas ocasiones, si se descubría que aquellos hombres se masturbaban en la penumbra, acercarse a uno u otrx implicaba el inicio del despliegue de una semiótica compleja para comprender si había interés erótico de aquella parte.

Delany también señala que los encuentros sexuales y eróticos podían darse entre blancos, negros, hispanos, latinos, asiáticos, indios, descendientes de indígenas o isleños del Pacífico. El texto recupera las dinámicas vinculares que propiciaba el espacio, las diferencias entre la dinámicas relacionales durante el día y durante la noche, los códigos internos que la propia comunidad había ido fraguando a lo largo del tiempo -una semiótica íntima y a la vez colectiva, transmitida y heredada sin proponérselo-, el tipo de películas que se exhibían y hasta las relaciones que llegaban a armarse entre los concurrentes –Delany mismo confiesa haber conocido a una de sus parejas allí, con la que más adelante empezó incluso a visitar el cine-. Muchos de los hombres

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que concurrían a estos espacios eran parte del flujo abierto de circulación callejera que disponía el barrio: dramaturgos, carpinteros, trabajadores sexuales, linyeras –algunos, acota más adelante, llegaban a vivir en los palcos- cantantes de ópera, hombres del servicio técnico o del telefónico, maestros de escuela, hombres en sillas de ruedas, en andadores, enfermeros, volanteros de la calle, basureros y hasta limpiadores de ventanas en el Empire State. Lo que sucedía en privado y que el cine habilitaba era la fundación de una comunidad erótica aliada en un pacto sexual que desarmaba las jerarquías sexuales, económicas, eróticas, etáreas, raciales, sociales, de clase, que la propia ciudad se encargaba de sedimentar y regular en su espacialización y ordenamiento de las diferencias. El cine se configuraba como un vórtice que desajustaba esas normas sociales. Sin embargo, y a lo largo de los años, el autor observa el progresivo desgaste y la consecuente disolución de la alianza entre comunidades eróticas y cines pornográficos. Con un dejo melancólico, se detiene a describir aquel mundo que retrocede. Advierte un escenario sobre el cual se despliega con amenaza el ocaso y donde los frentes que amenazan son variados: la especulación inmobiliaria, el fenómeno acelerado de la gentrificación, la aparición del VHS, las regulaciones sanitarias en torno a los contactos sexuales en plena emergencia de la epidemia del SIDA, la creciente paranoia que aconsejaba el sexo solitario, las brigadas morales que pregonaban formas cada vez más higiénicas y ascéticas de contacto erótico.

En el trabajo de Delany también pueden advertirse algunas de las claves para pensar las formas en que los cines pornográficos pueden inscribirse en una tradición en que espectáculo audiovisual y espacio no son sino aliados en un fenómeno que no se agota en los límites de la pantalla. Tampoco recurre al tradicional ritual que obliga al silencio de lxs espectadorxs, por el contrario, adquiere la forma de un evento donde el espectáculo funciona como un estímulo

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erótico que fomenta una dinámica relacional cuyo complemento es la economía espacial propia de la arquitectura que lo envuelve: salas heterosexuales y salas gay, escaleras, rampas, pasillos, baños, cuartos oscuros, columnas, música ambiente. Todas ellas actúan como piezas menores de una forma de utopía sexual, es decir, la extensión y el despliegue de una topografía pornográfica, pornotopía donde la imaginación utópica del sexo colectivo se materializa.

Allí donde el cine tradicional impugna toda forma de desviación o perversión de los códigos o normas de una correcta espectatorialidad y reclama silencio, quietura, oscuridad, el cine pornográfico alienta formas de desviación y perversión de estos protocolos normativos: levantarse de la butaca, cambiarse de lugar, moverse entre los lugares de luz y sombra, interactuar e incluso desatender el transcurso de las imágenes que se proyectan son parte de los comportamientos más usuales en un cine porno. El visionado completo de un film se constituye, entonces, en una de las tantas formas de experiencia que ofrecen, un tipo de recepción más bien móvil, fragmentaria, incompleta, de monitoreo, forma de lo que Janet Staiger denomina espectarorialidad perversa. El cine para adultos puede ponerse en serie con una tradición cinematográfica que desde sus inicios planteó formas alternativas de la espectatorialidad.

La estirpe a la que pertenecen los cines pornográficos nos tienta a ubicarlos en una genealogía donde pueden unirse con un mismo hilo invisible experimentos tan heterogéneos como el diorama o la pintura de panoramas, las fantasmagorías de Etienne Gaspard-Robertson -que hacía aparecer espectros entre el público que se movían gracias a la invención de un mecanismo de lentes que adaptaban la linterna mágica sobre ruedas- la tradición de los autocines, o aquellos trucos o gimmicks –como poner descarga eléctrica en las butacas- que hacia la década de 1950 hizo aparecer William Castle en las salas para atraer más espectadorxs. Todas se constituyen en

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formas de experimentación con el asombro, la irrealidad o la fantasía que apuntaron por expandir los límites del espectáculo audiovisual. Empresas cercanas a aquello que teóricos como Tom Gunning (1986) denominaron cine de atracciones, entretenimientos cuyo objeto está atado más bien a la excitación, la sorpresa o el exhibicionismo, antes que a la narración; un evento público cuyo modo de presentación funciona en serie con una variedad de espectáculos que llegan, incluso, a competir entre sí (similar a una feria o una varieté). Staiger señala que una de las características fundamentales de este cine es el número de actividades que ocurren antes, durante y después de las exhibiciones. (2000).

Me interesaría formular la hipótesis de que el cine pornográfico constituye una espacialidad queer, umbral heterotópico cuya naturaleza consiste en la apropiación perversa de edificios, circuitos, trazados, códigos de la ciudad; un espacio a medio camino entre cuerpo y tecnología, artificial (Preciado 2008). Jack Halberstam (2005) relaciona los cines pornográficos a la posibilidad de existencia y apertura de espacialidades queer en tanto territorios adyacentes a los trazados urbanos que instala y reproduce la modernidad a lo largo de los siglos XIX y XX. También a partir de una lectura de Delany, Halberstam declara la necesidad de imaginar espacios en la actualidad para el contacto entre clases y reclama la búsqueda de modos para sostenerlos y acompañarlos desde las comunidades sexodisidentes. Para eso, aclara, es necesario neutralizar la nostalgia por aquello que ha desaparecido –su irremediable ocaso- mientras se postulan y se imaginan nuevas formulaciones para zonas y arquitecturas futuras donde estas experiencias sean posibles y vivibles.

Halberstam señala que si las prácticas sexuales geo-específicas descriptas por Delany, además de habilitar interacciones de hombres de diferentes clases, edades y razas, se constituyeron en plataformas cuyos intercambios cobraron sentido solo en el contexto de estos cines, su significado entra en franca

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mutación cuando los hombres dejan el cine y reemergen a la luz de la ciudad, operatoria propia de las heterotopías descriptas por Foucault (2010) en tanto lugares móviles. En cierta medida, Halberstam piensa en estos espacios como geografías de la resistencia, territorios donde las relaciones entre sexualidad, tiempo y espacio proveen una visión de los flujos de poder exteriores, a la par que postulan formas de subversión de los regímenes temporales y espaciales de la ciudad. En este sentido, argumenta, las comunidades queer hacen un uso del espacio y del tiempo por medio de estrategias que desafían las narrativas vitales convencionales concernientes al desarrollo, la madurez, la adultez y la responsabilidad asociadas a la experiencia capitalista heterocisexual y su medida del tiempo, desarreglos que nos llevan a las ideas de Elizabeth Freeman (2010) cuando postula los modos en que opera la temporalidad queer, en tanto experiencia más allá de los trazados cronobiopolíticos. Los cines pornográficos, entonces, retornan como arquitecturas eróticas, espacialidades queer, heterotopías donde tiempo y espacio entran en suspensión y donde se traman alianzas políticas y sexuales.

3Últimas ideas: En el libro Fiestas, Baños y Exilios (2001), Alejandro Modarelli y Flavio Rapisardi recuperan el testimonio oral de una serie de experiencias que buscan reconstruir los avatares de la sociabilidad homosexual durante la última dictadura argentina bajo una economía erótica del sexo en lugares públicos. El libro traza un hilo invisible entre teteras, baños del subte, estaciones de tren, fiestas privadas –parties-, cines tradicionales y, finalmente, cines pornográficos en tanto territorios abiertos y fundados para la experiencia del placer gregario.

El archivo colectivo que se funda a partir del recuerdo de estas voces postula una cartografía urbana en desaparición

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frente a un régimen opresivo y una mercantilización de las identidades sexuales que se acrecienta con la llegada del neoliberalismo a las grandes concentraciones urbanas. Allí también el cine pornográfico se disuelve para incorporarse a un circuito de consumos que se tornan repudiables por las flamantes comunidades gay liberales. Unos años antes, en su Historia secreta de los homosexuales en Buenos Aires, Juan José Sebreli describía una cartografía subterránea de la ciudad que no estaba exenta de señalar, entre el repertorio de espacios específicos de vinculación erótica, aquel capítulo en que el cine tradicional se vuelve también un lugar a ocupar bajo la lógica de lo que llamaremos, con Staiger, una espectatorialidad perversa:

Los cines frecuentados por homosexuales en el centro eran el Rotary de Corrientes y Florida, el Mundial de Corrientes y Carlos Pellegrini, uno de los tantos “continuados” que exhibían en forma ininterrumpida durante todo el día noticiosos y cortometrajes, el Princesa de Suipacha y Lavalle, y dos cines que quedaban de la época de corrientes angosta, en la vereda que sobrevivió al ensanche, el Lux y el clásico Éclair, el Corrientes 1428, que en los primeros tiempos se llamó Apolo… (1997:344).

Y más adelante, integra a su cartografía otros cines por fuera de las zonas céntricas de la ciudad:

En las zonas de extramuros existían algunos cines sórdidos con un público predominantemente lumpen, como el Armonía de la calle Rivadavia a una cuadra de Plaza Once, o el Roca cruzando el puente de Avellaneda, o uno prematuramente desaparecido, el Jorge Newbery de Constitución. El más pintoresco tal vez fue el Pablo Podestá –el Pablito según sus habitués- de Rioja y Caseros, con un público de jóvenes en camiseta y chancletas que venía de las taperas de

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Villa Soldati, y que nunca llegaban al centro: “las luces” eran para ellos Parque Patricios (1997: ibídem).

A partir de estas descripciones podría arriesgarse que el cine tradicional es primero un espacio para el encuentro sexual clandestino, intermitente y, con la llegada del porno a las salas y la constitución del cine para adultos, éste aparece refundado como consumo sexual directo y como encarnación de una utopía sexual (Marcus, 1966). Emerge como un modo de refundación de antiguos espacios para todo público que por diversos motivos descienden en términos de categoría espacial y entran a formar parte de la serie de territorios eróticos donde el sistema de jerarquías sexuales los ubica por debajo de lo admisible y lo deseable hacia los regímenes sexopolíticos heterociscentrados. Tal y como señalaba Ernesto Meccia en una nota de prensa: “Allí dentro hay olor a aire estancado, a tiempo detenido” (La Nación, 14 de mayo de 2015), el cine pornográfico brota como un eslabón fundamental en desaparición, como un episodio clave en la sociabilidad de los homosexuales en las últimas décadas del siglo XX.

La novela El cine de los sábados (2017) José María Gómez hace de un anecdotario formado por relatos entrelazados, una compleja narración donde el cine pornográfico constituye un prisma, espacio paraxial, desde el que observar el mundo. Cada personaje emerge rebautizado bajo las jerarquías eróticas que le confiere ese nuevo orden lascivo que configura el cine porno: “El paraguayo famoso por su verga”, “El Viejo”, “La mariquita peruana” “El Escritor”, “El Drogadicto”. Cada uno de los personajes forma parte de una comunidad que narra, circula, hace del cine porno un modo de vida y hasta comparte una cena con esa familia fundada en un pacto erótico de la penumbra. El cine de la ficción encarna la proyección mimética y deformada del cine Once Plus, otrora cine familiar ubicado a metros de la plaza Miserere y de la

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estación de tren Once de Septiembre. El reclamo de El cine de los sábados es el de la reivindicación de este espacio como una plataforma política, afectiva y vincular que desafía las regulaciones del tiempo cotidiano y reclama la potencia de una temporalidad ajena, una espacialidad común y propia, acaso más cercana a la de los movimientos de liberación sexual de la década del setenta:

Son tres las salas de este cine, dos escaleras, el descansillo, el baño, también la oscuridad, los hombres, un mundo, y todos arrojados ahí en medio de la nada. Dasein (2017:11).

Sin embargo, podemos arrojar como hipótesis que el cine de por sí –agenciado con la proyección de sexo o no- en tanto heterotopía, contra-espacio, habilita modos de vincularidad erótica que en el terreno de la esfera pública aparecen naturalmente vedados. A esto queremos agregar que lo que ofrece de seductora la oscuridad del cine tradicional se multiplica casi al infinito en la plataforma erótica en el cine porno. El cine para adultos captura y expande la potencialidad de la experiencia erótica del cine tradicional y la traduce en una retórica espacial donde aquel baño otrora ocupado de modo clandestino por las maricas de los setenta aparece capturado e integrado a la cadena de espacios anexados para el intercambio erótico junto al pasillo, el dark room, el palco, el paraíso, el hall, las escaleras, el escenario o las butacas por los homosexuales de las décadas posteriores. Todo el territorio, ahora, en una oscuridad administrada, se vuelve terreno de disputa erótica.

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Bibliografía

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Amor caliente en la época pos internet18

aliwen

El gato es negro pero se lo ve porque sus ojos son amarillos y la noche no es tan negra como él. (...)

El gato no se sabe si es macho o hembra Porque está quieto y un poco lejos. (...) El gato es bello y todos lo perciben en los ojos. Es un poco loco también...

Fernanda Laguna (2000)

Poco antes de las seis de la tarde, un frío domingo que coincidía con el 11 de junio de 2017, dejé de lado lo que estaba haciendo y me conecté a la computadora desde la cama, acostada con mi novio de aquel entonces. A través de un evento de F*cebook, pinché el hipervínculo que me llevaba a la página que tenía Hot Love en C*m4. Se trata de un portal porno, donde cualquiera que le interese ganar un poco de dinero o de atención y esté dispuestx a mostrar al cuerpx (o inspirarle una paja19 a un extraño como pueda) puede generar un perfil y comenzar a recibir espectadorxs, quienes van cayendo de manera semi-aleatoria. Si bien los

18 Una versión anterior de este texto fue publicada por la plataforma web del Festival de Arte Erótico (Santiago, Chile), el 7 de octubre de 2017.

19 Localismo para la masturbación.

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comentarios del chat simultáneo a la imagen video del, la o lx bailarín virtual suelen requerir la turgencia heteronormada de la figura corporal –noventa sesenta noventa, pelo largo y una concha bien apretada en el caso de las (bio)mujeres, que son la mayoría de quienes constituyen los perfiles– la marea anónima de la web tiene deseo cosificador para cualquier tipo de cuerpx: cuerpxs gordxs, cuerpxs trans*, cuerpxs de diversidad funcional; todos sujetos a la óptica fetichista de una pantalla desconocida.

Es en este particular formato telemático que la colectiva Hot Love presentaba su último trabajo antes de desbandarse, titulado Opera prima. Es de una ironía amarga, pero quizás algo feliz también, que este haya sido el título escogido para su último proyecto performático. Hot Love fue un grupo de arte performance posporno que comenzó a accionar en el año 2016, cuando un grupo de tres artistas chilenas –Vesania Andrea, Camila Carlota y Fernanda Ivanna– fueron interpeladas por la iniciativa de Ofelia Jarl Ortega, descendiente de chilenos exiliados en Suecia que, de paso por el país, se quitó las ganas de proponer algo en la escena subterránea chilena. La pospornografía es, a grandes rasgos, una relectura (artística) desde el prisma de la teoría feminista y transfeminista sobre la pornografía mainstream. 20 Para la comunicóloga y teórica posporno argentina Laura Milano, la pospornografía

20 Elaborado por Laura Milano de la siguiente manera: “Porno mainstream: Pornografía de producción industrial y distribución masiva que comenzó a producirse en los años 80 a partir de la proliferación del video y del VHS hogareño. Hablar de porno mainstream también es hablar de los grandes estudios y firmas porno, de las estrellas reconocidas y de sus estereotipos de género (mujeres delgadas, rubias, de tetas grandes y multiorgásmicas mientras los hombres son viriles, musculosos, y siempre erectos). Esta es la corriente del porno que será el centro de críticas del posporno y que servirá de plataforma a modificar en búsqueda de nuevas representaciones de la sexualidad”. Glosario Conceptual [sic]. Usina posporno: disidencia sexual, arte y autogestión en la pospornografía, Título, 2014, pp. 138-139.

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emerge «al calor de las luchas del movimiento queer, la reivindicación del trabajo sexual en los movimientos Pro-Sex de los años 80 y el pos-feminismo,21 (...) aparece en escena como respuesta crítica al discurso pornográfico comercial desde las disidencias sexuales.» (2014:11). Un hito importante para este movimiento sería el Post Porn Modernist Manifesto de 1989, firmado por varios artistas y/o trabajadorxs sexuales entre ellos Candida Royale, Annie Sprinkle y Verónica Vera, al igual que el Manifiesto contrasexual escrito por Paul B. Preciado en 2002 para el mundo hispanoparlante. Sin embargo, deben considerarse importantes antecedentes para el posporno en el arte de Abya Yala, como lo fue el Movimento de Arte Pornô que aconteció en varias localidades brasileñas desde mayo de 1980, considerando, entre varios, al colectivo

21 Posfeminismo, o bien la «Tercera Ola del feminismo» es abordada por la historiadora del arte feminista chilena Catalina Urtubia en cuanto: “supone varias problemáticas dentro de la propuesta feminista, puesto que evidencia que dentro del programa de «liberación de la mujer» de la Segunda Ola se estaban marginando problemáticas colindantes, principalmente vinculados a activistas homosexuales, transexuales o transgéneros. A partir de estos conflictos, la irrupción de la teoría queer jugará un papel fundamental al comenzar a promover activismos del [+LGTBIAK], evidenciando que el problema en común que marginaba tanto a la disidencia sexual como a la mujer devinieron de las divergencias ante la concepción del género”. (2014:10-11). Luego aclara: “La labor de Butler fue determinante al unificar a los movimientos feministas y homosexuales bajo un objetivo en común: la disolución del concepto de género, dándole un primer impulso a la Tercera Ola del feminismo” (Ibíd,:12). En este sentido, pos- y transfeminismo pueden ser considerados como dos aproximaciones a un giro sexo-político similar, al que diferentes activistas/teóricxs se inscriben a título personal o comunitario. Desde mi visión, apelo al transfeminismo, abandonando en este concepto el subtexto que considera que las luchas feministas obtuvieron un cierre programático de sus principales consignas u objetivos en la articulación de la crítica no-heterosexual ni cis del «género» tal y como sugiere el concepto de posfeminismo, escéptica de que las luchas feministas hayan sido (y que siguen abiertas hasta el día de hoy) siquiera movimientos homologables o unificados en sus diferentes flancos coyunturales de acción. La utopía kuir, como propuso José Esteban Muñoz, está aún por hacerse.

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paulista Gang quienes en su intervención al desnudo en la playa de Ipanema el 13 de febrero de 1982 repartieron folletos con copias del «Manifesto feito nas coxas» [Manifiesto hecho deprisa] el cual dio inicio al movimiento, desde donde emergieron importantes figuras como Eduardo Kac (Henaro y Nogueira, 2012).

Según el artista chileno y teórico disidente Felipe Rivas San Martín (2011), la pospornografía establece un cuestionamiento estético de «la pornografía como un discurso que ‹silencia el habla›, (...) revisar la posibilidad crítica de invertir la amenaza a la soberanía personal que se cumpliría en la representación pornográfica», proponiendo una serie de “debates sobre el concepto de sujeto soberano y de la agencia política, puesto que las formas de dominación y las tácticas de resistencia a esas dominaciones no son naturales, esenciales ni estables y más bien se actualizan y reacomodan de acuerdo a prácticas determinadas y sus respectivos contextos” (2011: 127). En ese sentido, el de las sujeciones y la del agenciamiento sexual, Laura Milano propone la estrategia pospornográfica como:

un discurso subversivo y crítico que lucha por visibilizar nuevas representaciones de la sexualidad en el contexto de otros discursos acerca de la sexualidad que actúan como dispositivos para nombrar, definir, ordenar y –en consecuencia–hegemonizar el sentido acerca de los cuerpos, los placeres y las prácticas (Milano, 2011: 17-18).

Opera prima no fue la primera vez que estas chicas irrumpieron en la escena performática chilena underground. Sin embargo, fue la primera vez en la que no recurrieron a la convocatoria física de espectadorxs como gatillante para la acción, desterritorializando así su propuesta al depositarla exclusivamente dentro de la plataforma cibernética de C*m4. La primera vez que Hot Love se presentaron fue en su

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performance homónima en el espacio independiente Club Social de Artistas en mayo 2016. La acción fue transmitida en vivo a la plataforma pornográfica mientras era presenciada por un público limitado, y constó de dos núcleos principales. En la sala principal, Camila y Vesania transmitieron a través de un celular utilizando un palo selfie, mientras interactúan de manera lisonjera dentro de una escenificación compuesta por una luz rosa envolvente y por flotadores tubulares de colores pasteles. En el baño del recinto, Ivanna y Ofelia toman una tina caliente mientras leen poesía y se exfolian mutuamente con una mascarilla de avena; la tenue iluminación del cuarto es alimentada exclusivamente por la luz de velas dispuestas en todas las superficies disponibles del baño, sumada una corrida sobre el labio de un bidet que ha sido completamente relleno de choros.

El mytilus chilensis, conocido en otros lugares como mejillón, es un molusco encontrado comúnmente en las costas peruanas y chilenas. «Choro» es el nombre popular otorgado a este animalejo en la región, palabra que coincide con el rico entramado semántico de un préstamo del quechua. Lo «choro» habita una contradicción permanente, ya que dependiendo del contexto puede referir tanto a algo impresionante o llamativo, como también puede referir a un delincuente o ladrón: a la clase abyecta. En este caso, las performanceras aluden en simultáneo a la vulgata chilena empleada para referirse a la vagina.

La colectiva vuelve a accionar durante el Tercer Festival de Arte Erótico (FAE) en 2016, desde ahora sin la presencia física de Ofelia quien debió retornar a Suecia. Durante el domingo 3 de diciembre, en la última de tres jornadas del FAE en la Casa Brasil –llamada así por el barrio en el cual se ubica–, la colectiva y sus colaboradorxs intervinieron en el vestíbulo de entrada al recinto, forzando a lxs asistentes del evento a interactuar con la propuesta. Nuevamente, las performanceras comenzaron a transmitir por C*m4, dentro

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de una escenificación que constaba de alfombrado, almohadones, asientos y dildos, mientras colegas artistas sonoras musicalizaban tenuemente la acción. Las chicas coqueteaban con las cámaras de las computadoras, mientras realizaban una serie de prácticas del BDSM22 suave incluyendo envolturas corporales con filme plástico transparente: permitiendo ver el apremio de pétalos de flores de colores en contra de la piel. El gesto fetichista se consolida en la presencia de los guantes de látex color rosa, lencería, medias de red e incluso unx gimp, auxiliando la acción de las performancera con un traje completo (incluido el rostro) de un material sintético del mismo magenta. En esta obra, Hot Love indagan sobre las experiencias de algunas de sus integrantes con el trabajo sexual cibernético y real, accionando como vehículos de placer ante lxs espectadorxs. Ellas le sirven tragos y fruta fresca a algunxs de lxs asistentes que ingresan al recinto; algunxs se desplazan con incomodidad tratando de acceder a los baños o a alguna de las salas; otrxs son seducidxs por la acción y terminan acomodándose en algún rincón. Además, las performanceras ofrecen masajes a lxs asistentes. Solamente algunxs se atrevieron a recostarse para recibir masajes, quizás porque requería de quedar en trapos menores. Sin embargo, quienes se atrevieron a recibir el masaje de las performanceras, a veces por más de una en simultáneo, cuando terminaban la sesión entregaban dinero a la persona que recibió el masaje. En este intercambio simbólico, la colectiva Hot Love subvierte las retóricas feministas abolicionistas que castigan a lxs trabajadorxs sexuales y no a los hombres afluentes y no-afluentes quienes adquieren sus servicios. El abolicionismo es una postura proveniente de cierto

22 Nuevamente, Laura Milano: “BDSM: Universo de prácticas contrasexuales en las que se agrupan el Bondage (ataduras), Dominación, Sumisión y Masoquismo. Con esta denominación hacemos referencia también a las prácticas [sadomasoquistas]”. Milano, Laura. Glosario Conceptual [sic]. (Op. cit.: 136).

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feminismo blanco-cis-heterosexual, el cual plantea que todo intercambio comercial de tipo sexual es un intercambio jerárquico, donde un cliente preconcebido como hombre heterosexual explota a una «prostituta» preconcebida como mujer, subentendiendo que sus servicios sexuales son siempre degradadores para la cuerpa de las mujeres como colectividad. Bajo la postura feminista abolicionista, todo comercio sexual es una ofensa no exclusivamente para la «meretriz» en particular sino a todas las mujeres en su conjunto, ya que reproduce las dinámicas de dominación patriarcales del hombre sobre la cuerpa de la mujer cosificada, equiparando hasta el intercambio mejor remunerado y bajo las condiciones laborales más seguras con la trata de blancas, o sea el secuestro y esclavismo (usualmente de bio-mujeres, casi exclusivamente subalternizadas) por propósitos principalmente sexuales. Lo que la postura abolicionista busca a nivel político-estructural es la completa prohibición y criminalización del comercio sexual en todas sus expresiones, a través de los poderes policiales y judiciales.

Pero la postura abolicionista es insostenible, por tres motivos principales: a) a nivel sexo-género, el abolicionismo parte de la base conservadora y poco consciente de que todas las trabajadoras sexuales son mujeres cisgénero, lo cual fabrica un monolito que no solo suprime las diferencias en las experiencias de vida de distintas mujeres a través de los espectros de la raza y de la clase, sino que también niega el menos frecuente pero igualmente precarizado trabajo sexual de hombres, y niega el trabajo sexual no menor de identidades como la travesti, trans* y no-binarie, b) en la práctica, este punitivismo acrítico termina golpeando a quienes ejercen el trabajo sexual y no a la demográfica –principalmente masculina– que suele requerir sus servicios y exponerlxs en varias oportunidades a situaciones verticales de explotación, profundizando así el modelo de dominación patriarcal cuando lxs trabajadorxs sexuales son precarizadxs no solamente

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por el cliente sino además perseguidxs por el Padre del estado, y, c) la suma de estos motivos implica que los verdaderos problemas vivenciados por trabajadorxs sexuales, incluyendo pero no limitados a la falta de autonomía al requerir de los lasos con proxenetas y con el crimen organizado para poder ejercer o la falta de opciones de salud sexual y de prevención de enfermedad de transmisión sexual (ETS) debido a la marginación social, mientras niega la voz y la sindicalización de lxs trabajadorxs sexuales.

El regulacionismo es una postura (trans)feminista que es consciente de los múltiples focos de opresión que viven varixs trabajadorxs sexuales, y que –por lo mismo– sostiene que lxs adultxs mayores de edad que decidan ejercer este tipo de trabajo deben obtener la autonomía y el bienestar social requeridos para evitar situaciones de abuso o de violencia vertical, que bajo la democracia representacional vivida en este momento implica que la urgencia del problema llama a apelar por una regulación jurídica y laboral del trabajo sexual. Aquí la importancia de abandonar términos históricamente cargados como el de «prostitución», tal como plantea la activista histórica Herminda González de la Fundación Margen de trabajadorxs sexuales de Chile con la cual yo he colaborado, ya que estos términos niegan la problemática de los derechos laborales y de salud de quienes ingresan en el comercio sexual, muchas veces porque esto lxs permite una relativa mejoría en sus condiciones de vida o de sobrevivencia bajo la explotación capitalista, aunque usted no lo crea. Escasa vez se ingresa en el trabajo sexual por mero gusto o capricho, sino que suele ser una solución parcial a un problema de precarización laboral de los estratos sociales más bajos quienes son criminalizados por su propia alienación de las líneas de movilidad social a manos del sistema neoliberal. Aunque esto último no viene al caso, ¿no que las políticas feministas habrían de apelar a la autodeterminación de lxs cuerpxs de los constructos opresivos del género? Algo muy similar

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ocurre con la problemática del aborto, donde el acceso a la interrupción de un embarazo no deseado no es un problema para las clases acomodadas. Dicho sea de paso, la preocupación blanca por la «pureza» de la mujer que vende su cuerpa se basa en las mitologías heterocéntricas del amor romántico y de la monogamia, que están diseñadas en sí mismas para reducir a las relaciones sexo-afectivas a contratos patriarcales de posesión y exclusividad, negando e infantilizando la voz, la capacidad de discernimiento y el deseo sexual de las personas involucradas en el comercio sexual.

Observo una subversión similar, la de invertir o sabotear las líneas de intercambio comercial basado en el placer presuntamente masculino, en la siguiente y última acción del colectivo. La acción Opera prima comenzó cuando se abrió el canal C*m4 de Hot Love, permitiendo ver a Fernanda y Camila de manera poco parsimoniosa preparándose a ellas mismas y al set (por momentos miraban por momentos sus smartphone de manera despreocupada ante la óptica del espectador impaciente) antes de que «comenzara» la acción misma. Se da por «inaugurada» la performance cuando, arribada Vesania, las tres gatitas se instalan en fila frente a la cámara. Ellas se encontraban en un set de aspecto cómodo e íntimo, imbuido por unas luces led de color fucsia que rebotaban de las superficies metalizadas dispuestas en el fondo. Las tres se acuclillaban vestidas con trajes felpudos multicolores (azul, rosa y negro) que hacían conjunto con unos cintillos de orejas de gato sobre la cabeza y colas peludas en el derrier. Pasaron a descubrir los senos y la entrepierna con unos cierres ocultos en los felpudos, y se dieron vuelta para mostrar un primer plano de culo y concha, las cuales comenzaron a mecer al son de unas coreografías sencillas que se hacían acompañar de una instrumentación que alternaba entre el noise experimental y el new wave más rítmico.

En un morbo que devenía entre el fetichismo, la parafilia y lo furry, las tres chicas cuestionaban la paciencia del machito

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hetero anónimo en busca de una paja rápida que –además de los «iniciados» que presenciábamos este acontecer desde el prisma del arte– componían el grueso de los espectadores. A través del chat simultáneo, los machitos anónimos exigían proezas sexuales y de mostración a las performanceras, insistiendo de sobremanera por obtener bailes privados vía Skyp*:

I wanna pump cock crazy huge and asshole wide open to prolapse for you. Hablen po respondan. ¿Chilenas? Nada mejor que el sexo lésbico entre gatitas…

Estos comentarios son rescatados a través de mi registro personal de la acción. El hilo conductor que vincula estos comentarios del chat abierto es el de la búsqueda por el empoderamiento sexual del espectador, quien precipita su inmediación dentro de la experiencia «escénica» a través de la tecnología telecomunicacional simultánea. El machito (pequeño macho, falo «ausente») goza en el intercambio de un anonimato unidireccional, pero debido a su mismo anonimato es desplazado de la jerarquía de poder que mantiene corpóreamente en sociedad: condición que transita del falo al seudo-falo o dildo. Al exigir –o a lo sumo verbalizar– sus fantasías para con los genitales de las bailarinas, al exigirles el que dialoguen con sus verbalizaciones, les expliciten su locación topográfica o definan sus prácticas como subsumidas bajo la identidad lésbica, ellos buscaban territorializar la subjetividad sexual de las chicas: no por otorgarles contexto biográfico, sino por posesión y cosificación sexual de sus cuerpos.

Hot Love es una colectiva que practica el porno terrorismo. En palabras de la artista española Diana Torres quien acuñó este término, podemos describir el porno terrorismo “como contra-arte. (...) Es un modo novedoso de construir un uso de los placeres y reprogramar nuestros deseos” (Torres, 2011,

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cita de web Las Disidentes).23 En el transcurso de la acción, las performanceras bebieron leche desde un platillo tal como tres gatitas ariscas. Abrieron de piernas a Camila (de traje rosa) e insertaron un consolador rosado dentro de su tracto vaginal. Luego, entre besos y caricias, Fernanda (la de negro) y Camila llenaron el seno derecho y la labia de la vagina de Vesania con ganchos de ropa rosados; dejándole así los genitales de apariencia dentada. Lo mismo revisaron las tres muy atentas un juguete de Tr*ll felpudo con un estetoscopio de juguete, ambos de color rosa, para luego insertarlo también en la vagina de Vesania (vestida de celeste). El tropo de la infantilización como estética grotesca que devela la sexualización patriarcal del desbalance de poder había iniciado ya en el uso de pañales adultos por las performanceras en el primer Hot Love, cuando descontextualizan códigos del porno bizarro en la web e indagan sus corpopolíticas al tergiversarlas dentro de la práctica performática. Adjudicándose y reinterpretando los estereotipos que vinculan a lo femenino con lo infantil a través de la estética de la baratija y la transgresión sexual, la propuesta de Hot Love caduca las nociones del género débil por el agenciamiento de una subjetividad sexual colectiva, transitoria y vía streaming.

Este agenciamiento subversivo de los placeres funciona de la misma manera como desajuste de la demarcación sexogénero de la identidad «mujer», donde incluso la genitalia es propensa a fluctuar en modificaciones precarias y efímeras. Las acciones eróticas voluntarias de las performanceras, desafectadas por los mandatos del espectador anónimo, buscan devenir en el placer y en el autoplacer que es condensado en la metáfora del deseo femenino como gatita negra: metáfora visitada por otrxs artistas como ocurre en el cuadro Olympia

23 Nota de compiladora. Para indagar más en las prácticas pornoterroristas, recomendamos el libro Pornoterrorismo, de Diana Torres (2011), editorial Txalaparta. Este título se ha traducido a varios idiomas y se ha liberado su contenido para la circulación en la web.

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(1863) de Édouard Manet, o en el poemario El gato (2000) escrito por Fernanda Laguna. La metáfora de la gata en celo adquiere el cariz de la memoria sexo-política con la contraparte del ratón, conmemoración bastarda de las torturas sexuales ejercidas sobre mujeres militantes y librepensadoras durante la dictadura chilena, en lugares como el centro de detención ilícita de la DINA conocido como la Venda Sexy ubicado en la comuna de Macul en la ciudad de Santiago. Fue en este período que la policía secreta ilegítima, carabineros y militares sometieron a diferentes minorías sexuales incluyendo a mujeres a diferentes violencias políticas con agravantes sexuales, incluyendo torturas genitales con electricidad u objetos cortopunzantes, vejaciones individuales y grupales o la inserción de especies como arañas o ratones dentro de las cavidades corporales como el ano y la vagina. En la pilosidad magenta del Tr*ll de plástico ingresado dentro de la vagina de la performancera durante la acción subyace el dolor silencioso del autoritarismo, metaforizado como la sociedad del consumo liberal reflejado en las incontables franquicias infantiles provenientes del primer mundo que invadieron nuestro imaginario cultural periférico durante el traspaso a la dictadura blanda del sistema neoliberal.

Los académicos que insisten en la extensión de la danza, o en el giro posdramático de las artes vivas, muchas veces ignoran las dinámicas sexo-políticas del porno en la web.

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Hot Love. Opera prima, registro video digital de performance duracional con transmisión en vivo en el portal web C*m 4, Santiago, Chile, 11 de junio de 2017. Cortesía Ivanna Donoso.

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Bibliografía

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es el yaoi y cómo aparece en

Pornografía escrita y dibujada por y para mujeres

Jéssica Sessarego

Introducción

Pueden pensarse los diversos fandoms24 relativos a la cultura popular japonesa en Latinoamérica como una suerte de comunidades multitudinarias pero subterráneas que, así como tienen preferencias reconocibles en su vestimenta y en la música que escuchan, consumen y a menudo producen su propia pornografía. El término en relación con esto que más fronteras ha roto es el hentai, que, si bien puede incluir una gran variedad de obras para adultxs, en general se usa para referirse a un tipo de manga japonés equiparable a una versión dibujada de la pornografía hegemónica occidental: el centro está puesto en el cuerpo femenino como objeto, pensado para un lector masculino. Sin embargo, hay otro término menos conocido fuera de los fandoms pero no por eso menos prolífico y que es el que nos ocupa en este capítulo: yaoi. 25

A lo largo de este texto, se comentará de qué trata este

24 Comunidad de fans nucleadxs en torno a una obra, tema, artista, etc.

25 Las obras consideradas yaoi pueden o no ser incluidas dentro de la categoría hentai. Esta ambigüedad se da especialmente en el uso cotidiano dentro de los fandoms latinoamericanos.

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¿Qué
las producciones latinoamericanas?

género pornográfico originado en Japón y qué influencia tiene, en Latinoamérica, en los denominados fanfics y fanarts, que son tipos de producciones amateurs surgidas en los fandoms. Si, como señala Preciado, es necesario “inventar otras formas públicas, compartidas, colectivas y copyleft de sexualidad que superen el estrecho marco de la representación pornográfica dominante y el consumo sexual normalizado” (2017, p. 206), no podemos dejar de destacar la relevancia de un fenómeno no comercial, feminizado,26 público y tan estrechamente vinculado con comunidades afectivas como son los fanfics y los fanartsyaoi.

¿Qué es el yaoi?27

La palabra yaoi surge a fines de los años 70[n] en relación con la producción de dōjinshi (manga amateur, que habitualmente parodia mangas comerciales), pero pronto el alcance del término se redujo hasta referirse específicamente a aquellos de contenido homoerótico (a menudo pornográfico) mayormente hecho por y dirigido a mujeres28 (Welker, 2015: 55-56). El significado exacto del término suele ser tema de debate, pero en general se trata de un acrónimo de la frase japonesa “yamanashi, ochinashi, iminashi”, que puede traducirse como “sin clímax, sin razón, sin significado”; lo cual implica

26 Existen tanto escritores, como ilustradores y lectores varones de yaoi, pero son una minoría y, por cuestiones de espacio, en este capítulo no podremos referirnos a ellos.

27 Si bien las representaciones del amor y el erotismo entre varones tienen una larga tradición en Japón, dentro de la cual el yaoi se inserta, en este trabajo nos centraremos en la noción de dōjinshi por su relevancia para entender las prácticas fans.

28 Cuando un manga de contenido homoerótico está dedicado a varones, suele denominarse bara y tiene otras características.

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que este tipo de relatos no desarrollan su trama más allá de lo indispensable para justificar la aparición de escenas sexuales.

Como bien lo ha indicado Jenkins (2010), las prácticas fans no son necesariamente pasivas. Por el contrario, pueden ser creativas e, incluso, plantear cierto grado de subversión respecto de la lectura hegemónica de la realidad y las propuestas del mercado. El dōjinshiyaoi es un excelente ejemplo de esto, ya que, en su mayoría y sobre todo en sus orígenes, fue producido por mujeres fans de manga y anime shōnen, es decir, dedicado a varones jóvenes (Welker, 2015). Estas artistas tomaban a famosos protagonistas masculinos, en general caracterizados como guerreros, deportistas29 u otras identidades vinculadas a la masculinidad tradicional, y los convertían en un objeto sexual destinado a otras mujeres a través de adjudicarles un deseo homosexual.

En este pequeño acto de goce pornográfico, las artistas amateur, quizás sin saberlo, estaban poniendo sobre la mesa varias cuestiones: primero, que, mientras que el mercado sigue pensando como consumidor principal de muchos de sus productos a los varones, en más de una ocasión gran parte de lxs consumidorxs reales son mujeres; segundo, que hay una evidente escasez de pornografía dedicada a mujeres; tercero, que las mujeres pueden apropiarse de objetos que no les son destinados y transformarlos en función de su placer. Y, por supuesto, algo que ya no debería sorprender pero que todavía lo hace: que las mujeres pueden observar cualquier cuerpo, incluso en la ficción, con interés sexual, tal como lo hacen los varones y que, por lo tanto, puede ponerse en duda que el principal género de manga y anime dedicado a mujeres en Japón, el shōjo, ofrezca relatos castos porque así lo prefiera su público, para en cambio ofrecer otra posible causa: que ese

29 Uno de los primeros mangas hōnen que realmente marcó la producción de dōjinshis yaoi por la cantidad de ellos que se produjeron en torno a él fue Captain Tsubasa, que está protagonizado por jugadores de fútbol (Welker, 2015: 57).

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es el tipo de deseo que se espera moldear en ellas (sin tan buenos resultados, como se puede ver).

En Japón, en la medida en que esta clase de producciones ha ido entrando en círculos comerciales, sus características han variado y hoy en día suele englobarse, junto con otras (shōnenai, june, aesthethe, etc.), en la expresión Boys’ Love, abreviado como BL. El BL no es necesariamente pornográfico, sino que incluye relaciones románticas o meramente platónicas. Si bien su nombre hace referencia a varones adolescentes, también puede estar protagonizado por adultos jóvenes.30

Sin embargo, cuando el fanfiction se popularizó en Latinoamérica al comienzo de los años 2000,31 el término yaoi aún era usual entre lxs fans, por lo que acabó instalándose con mayor fuerza que BL. Hoy en día, sigue siendo habitual, sobre todo entre los fandoms de productos culturales asiáticos, el uso de la palabra yaoi para indicar que un fanfic, fanartodōjinshi tiene contenido sexo afectivo entre personajes varones y que, en general, se piensa para un público femenino. Y, si bien algunos de estos relatos se apegan a las reglas implícitas del dōjinshiyaoi tradicional, como –por ejemplo– los personajes definidos en relación a su rol sexual,32 la presencia casi ineludible de la violencia sexual romantizada y la falta de referencia a problemáticas reales de la comunidad gay, otros

30 Una de las novedades de la llamada “nueva ola” en el BL es proponer protagonistas de mediana edad (Nagaike, 2020).

31 Libertad Borda ha podido rastrear en Argentina fanzines con fanfiction de los Expedientes Secretos X que circulaban en el año 1995 (2008: 173174). Sin embargo, el verdadero boom de este género se relaciona con la difusión de Internet. En la conocida plataforma FanFiction.net, lanzada en 1998, tres de las series animadas japonesas más populares en Argentina, Los Caballeros del Zodiaco, Sailor Moon y DragonBall Z, recibieron sus primeros fanfics en español en el año 2001.

32 El personaje que es penetrado, llamado uke, es retratado de modo más bien femenino, mientras que el personaje activo o seme suele ser más alto y fuerte.

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han tomado distancia de estos elementos para desarrollar narrativas más complejas y profundas, tal como lo plantea Esquivel Flores respecto del manga BL producido en Japón más recientemente (2015: 4).

¿Qué es el fanfiction?33

El fanfiction es un término anglosajón que surge espontáneamente dentro de los fandoms. Se suele datar su origen en los 70 o poco antes, con los primeros fanzines sobre la serie televisiva de ciencia ficción StarTrek. La traducción de fanaticfiction sería “ficción de un/a fanático/a”. Se trata de un texto de ficción, habitualmente narrativo, de extensión variable. Su principal característica es que toma elementos de una obra preexistente, de la cual su autorx es fan. Cuando se publica se espera que circule en el fandom de dicha obra. Hoy en día existe fanfiction sobre personas reales, por lo cual el contenido posible de la obra previa o ficción madre (Días Agudelo, 2009) es virtualmente infinito. A lo largo de este trabajo se llamará a este tipo de textos por sus formas abreviadas fanfic o fic, y a lxs fans escritorxs se lxs nombrará como fickers o fictioners, que son los términos con los que suelen autodenominarse.

Si se analiza desde la teoría literaria, el fanfiction podría vincularse con el concepto de transtextualidad de Gérard Genette (1989). Lo que es necesario agregar a la teoría genettiana en relación a estas producciones culturales contemporáneas es la cualidad de fan del/x autor/x de fics y la distribución de sus textos en una comunidad determinada, ávida de ellos, como es el fandom. Lx autorx y lx lectorx de fics pertenecen a una misma colectividad, con la que se vinculan

33 Esta subsección retoma algunos elementos de Sessarego, J. (2018). Nada de cuarta pared: la íntima relación autor-lector en la escritura de fanfiction. AltreModernità, 19, 115-128. Milán: Universitàdegli Studi di Milano.

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emocionalmente, y por lo tanto tienen una relación afectiva previa a la lectura del texto. Además, la producción de fics a menudo está vinculada con la satisfacción de deseos despertados por la ficción madre, lo cual quizás explique que el romance y el erotismo sean subgéneros predominantes en este tipo de textos. Esto permite entender, también, que provocar placer estético pocas veces sea la prioridad del/xs fickers, lo que lo acerca a la literatura masiva o a otros medios como las series televisivas, mientras que sus prácticas colectivas y no remuneradas lxs alejan de las lógicas comerciales a las que parecería acercarlos su estilo narrativo.

Puede escribirse fanfiction sobre cualquier subgénero en términos temáticos –aventura, drama, acción, fantasía, romance–, pero cuando se ingresa en el terreno de la pornografía ocurre algo particular que lo diferencia de otras producciones de este tipo. A menudo, se diferencia el relato pornográfico de aquel que contiene escenas sexuales en el marco de un argumento más complejo.34 Sin embargo, incluso el fanfiction más fragmentario y más enfocado en el goce sexual, incluso aquel que no describe más que el acto mismo de la penetración, siempre contiene el trasfondo de la ficción madre. Por eso, Francisca Coppa explica el fenómeno del abundante fanfiction pornográfico y su popularidad del siguiente modo: “Muchxs escritorxs de fanfiction escriben sobre sexo en conjunción con textos y personajes que aman no porque piensen que esos textos estén incompletos, sino porque están

34 Por ejemplo, en la famosa plataforma de literatura digital Wattpad, en la cual hay abundante cantidad de fanfiction, se permite el contenido adulto, pero se prohíbe la pornografía, que queda descripta del siguiente modo: “Wattpad considera que un contenido es pornográfico cuando existe solo con el objetivo de estimular sexualmente” (“Wattpad considers content to be pornographic when it existssolely for the purpose of sexual stimulation”, Wattpad, 2019, traducción mía).

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buscando historias en las que el sexo sea profundo y significativo” (Coppa, 2017: 95; traducción mía).35

De todas maneras, más allá de la popularidad de los fics breves abocados únicamente al contenido sexual, aquí interesa también resaltar aquellos longfics o fics de múltiples capítulos que desarrollan un drama o una comedia en los cuales algunos capítulos contienen lo que en la jerga del fandom se denomina “lemon” o, sin tanta metáfora, “smut”. Estos textos suelen tener una popularidad muy cercana a la de los libros más vendidos (y, de hecho, a menudo son transformados en bestsellers luego de algunas modificaciones, como ocurrió en el famoso caso de 50 sombras de Grey) y eso los vuelve un fenómeno difícil de ignorar.

El Club de los 5 – Haikyuu!! de la escritora argentina Ushicornio36 entra en esta última categoría. Pertenece al fandom de Haikyū!!, 37 como lo advierte su mismo título, y es además un evidente juego con el argumento de la película El club de los 5 (The Breakfast Club, 1985). En Wattpad,38 este fic, de 48 partes y una nota de la autora, tiene 1.1 millón de “lecturas”39 y 112 000 votos de lxs usuarios.

De todos modos, estos fics largos y complejos que solo contienen “lemon” en algunos capítulos pueden sin embargo tener a menudo como tema central alguna cuestión relacionada con la sexualidad. Es el caso de Pasión artificial,

35 Cita original en inglés: “Many fanfiction writers write about sex in conjunction with beloved texts and characters not because they think those texts are incomplete, but because they’re looking for stories where sex is profound and meaningful”.

36 https://www.wattpad.com/user/Ushicornio

37 Manga shōnen sobre jugadores de vóleibol, que cuenta con versión animada desde el 2014.

38 https://www.wattpad.com/

39 No es del todo claro cómo Wattpad reúne este número. Es posible que contabilice cada vez que un usuario abre cada uno de los capítulos del fic como si fuera una lectura nueva.

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de otra escritora argentina, Luna de Acero,40 perteneciente al fandom de Shingeki no Kyojin. 41 Este longfic de más de 45 000 palabras trata de que un joven llamado Levi está enamorado de un colega de trabajo, Eren, y, por diversas circunstancias, termina aceptando, sin que su objeto de deseo lo sepa, un muñeco sexual que lo espeja minuciosamente. De este modo, además de narrar las más variadas escenas sexuales entre Levi y su muñeco, por un lado, y luego entre Levi y el Eren de carne y hueso, el relato pone sobre la mesa una serie de cuestiones éticas que se desprenden de la existencia de este tipo de muñecos sexuales hiperrealistas:

Se irguió un poco, y observó detenidamente la engordada y dura verga, que estaba en medio de esas fabulosas y largas piernas morenas. Sus pómulos le ardieron, sentía como si estuviera haciendo algo malo, como si de alguna manera estuviera atacando… invadiendo la privacidad de su compañero. […]

Ubicó sus caderas con suavidad, sintiendo el pulso por demás acelerado, nunca había estado tan excitado como en ese momento. Tomó el falo y presionó suavemente contra su entrada, cerró los ojos y relajó su esfínter para hacer que la intromisión fuera más adecuada. Pudo sentir perfectamente como los deliciosos centímetros eran succionados por su interior con asombrosa facilidad, la medida justa, perfecta, que lo llenaba apropiadamente (Luna de Acero, 2018b).

Otro fanfic popular de Luna de Acero es Metamorfosis, cuyo protagonista (nuevamente, Levi, de Shingeki no Kyojin) es presentado como un varón trans que vive en un pueblo pequeño quien, luego de una larga relación con una mujer, por

40 https://www.fanfiction.net/u/4095069/Luna-de-Acero

41 Manga shōnen de fantasía caracterizado por el discurso militarista y los debates ético-políticos; cuenta con versión animada desde el 2013.

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primera vez se enamora de un varón, Eren. Este es un varón cis gay que deberá llevar adelante todo un proceso de aprendizaje y exploración de su sexualidad para aceptar la identidad de género de Levi y permitirse desear su corporalidad no hegemónica. Por eso, además de las esperables escenas sexuales entre ellos, el fic también describe en su capítulo 15 una serie de imágenes y videos pornográficos protagonizados por varones trans a los que Eren recurre como estrategia para repensar su deseo. Así, un fic romántico erótico que se propone, en gran medida, según se puede entrever por las notas de autora al inicio de los capítulos, transmitir un mensaje en contra de la discriminación y los prejuicios, asimismo escenifica el valor pedagógico que puede tener la pornografía:

El chico tenía una especie de prominencia rosada, aunque algo alargada y que sobresalía bastante, era… era… era como un mini penecito rosado y extra extra pequeño. Diminuto, y luego por supuesto la abertura rosa suave. […]

[…] el chico se llevó una de sus manos a la boca y estuvo chupando su dedo índice y medio de una manera provocativa y jugosa por unos segundos, luego con los dedos humedecidos comenzó a estimularse, frotando con suavidad, casi que apenas se rozaba, mientras su rostro componía unos gestos eróticos que eran realmente una delicia. Eren tragó en seco, estaba seguro que el rechazo se había borrado de un plumazo (Luna de Acero, 2018a).

La mayoría de la producción de esta autora se encuentra en FanFiction.net,42 la cual, a diferencia de Wattpad, no indica de forma pública la cantidad de lecturas ni permite votar, pero sí destaca la cantidad total de “reviews” o comentarios de lxs lectorxs, que en este fic son 202. De todas maneras, la autora nos ha dado acceso a registros privados que dan 42 https://www.fanfiction.net/

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cuentan de 10 331 vistas recibidas por el fic al 14 de diciembre de 2020. Su fic más conocido, sin embargo, es Átame a ti, que tiene 28 568 vistas en FanFiction.net y llegó a tener más de 50 000 en Wattpad antes de que le tumbaran esa cuenta con denuncias anónimas.

Además de las plataformas mencionadas, pueden destacarse otras como Archive of ourown43 y Amor Yaoi.44 Esta última tiene la particularidad de haber sido creada en español y estar dedicada especialmente al yaoi, si bien permite la participación de textos yuri. 45 Hoy en día, esta página aloja más de 116503 fics en español y 30493 autorxs. Estos números permiten ver el enorme alcance de este tipo de publicaciones.

¿Qué son fanarts?

Los fanarts son ilustraciones que retoman elementos de otras ficciones precedentes, es decir que son equivalentes al fanfiction, pero en el ámbito del dibujo y la pintura, y, como él, pueden tratar todo tipo de temáticas, pero muchos de ellos se centran en el romance y el erotismo.

Lxs artistas latinoamericanas que se dedican al yaoi suelen caracterizarse por retratar varones estilizados, jóvenes, lampiños y con una estética similar a la del manga y el anime. No es raro que uno o más personajes involucrados estén feminizados o que se resalte a través de características físicas o actitudinales si un personaje ocupa un rol sexual pasivo de manera estable. Es habitual encontrar prácticas de travestismo que recuerdan

43 https://archiveofourown.org/ 44 https://www.amor-yaoi.com/fanfic/index.php

45 Como explica Salomé Romera, “el yuri carece de límites, público, características y definición precisas” (2019: 4878). Por lo tanto, puede decirse que el yuri es “cualquier historia con temas lésbicos” (Friedman, entrevistada por Arana Blas, 2019, §3; traducción mía).

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a la imaginería erótica heterosexual: muchachos jóvenes y delgados aparecen vestidos de mucamas, enfermeras y monjas, o luciendo delicada lencería femenina. Otra característica quizás más llamativa que pueden adoptar los personajes es algún elemento animal o fantástico. Sin caer en la categoría de “furro”, muchxs artistas agregan a sus personajes favoritos orejas y cola de gato o de zorro, los convierten en hombres lobos o en tritones, entre muchas otras posibilidades.

A veces, lxs artistas se especializan en alguno de estos rubros, como es el caso de la mexicana Scales n Art,46 que si bien produce material variado se enfoca principalmente en combinar a sus personajes humanos con partes de animales marinos. En una entrevista privada, Scales n Art comentó que, en tanto persona asexual y a-romántica, considera la posibilidad de ilustrar yaoi como un espacio seguro y sin compromiso para explorar el placer sexual. Si bien la relación entre la pornografía dibujada y escrita y las personas asexuales excede este pequeño texto, nos gustaría dejarla aquí esbozada para abrir caminos futuros al respecto.

Finalmente, otra categoría de fanarts yaoi que no puede dejar de mencionarse es el “M-Preg” o embarazo masculino. Hay toda una serie de imágenes, a veces con carga romántica, otras veces erótica o con un poco de las dos, dedicadas al varón que entra en periodo de “celo” como si fuera un periodo de ovulación, el varón embarazado, el varón que amamanta y en general el varón que es llamado “mamá” por sus hijos biológicos. En el fanfiction, esto suele justificarse con argumentos que ya se han constituido en universos

46 Puede verse su arte en sus diversas redes sociales. La más activa es la de Instagram: @scales.n.art.

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propios, como el “omegaverse”47 y los “docenles”.48 En las ilustraciones y dōjinshis a menudo no se da ninguna explicación y simplemente ocurre. Una artista reconocida por su trabajo en este rubro es la venezolana Ilitia Forever,49 quien ya hace tiempo vive sobre todo de las comisiones que le encargan sobre estos temas.

Conclusión

En este breve texto, por supuesto, no aspiramos a abarcar las características generales de las producciones yaoi realizadas en nuestro continente. Quedaron además por fuera de nuestro bosquejo las actividades que exceden el espacio tradicional del fandom manganime, como la circulación de historietas yaoi originales en el evento mexicano DokiDoki City50 o las editoriales dedicadas especialmente al yaoi latinoamericano como Lit Ediciones.51 Sin embargo, esperamos al menos haber ofrecido una breve introducción que alcance a azuzar la curiosidad de lxs lectores por este fenómeno tan poco conocido y, a la vez, tan masivo, que hoy

47 Universo probablemente originado en los fanfics de Supernatural. Su característica más sobresaliente es la división de la humanidad en tres categorías, alfas, betas y omegas, que pueden de forma indistinta ser varones o mujeres. Lxs alfas siempre pueden preñar y lxs omegas pueden cursar un embarazo. Es habitual que en estos universos se proponga una cultura fuertemente determinada por la biología. Por ejemplo, es común que unx omega no pueda defenderse durante su celo y que unx alfa pierda el control de sí mismx al oler sus “feromonas”.

48 Los donceles son varones que pueden quedar embarazados. Suelen estar fuertemente feminizados y a menudo se los coloca en posiciones de sumisión frente a otros varones.

49 Puede verse su arte en sus diversas redes sociales. Una de ellas es Facebook: /ilitiaforever 50 https://dokidokicity.com/ 51 https://www.litediciones.com/

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en día tiene directa incidencia en el modo en que muchas personas conciben su sexualidad y su placer.

Tiger y Bunny, protagonistas de un anime homónimo, dibujados por IlitiaForever como material exclusivo para quienes le realizan aportes mensuales.

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Fanart de Levi y Eren (Shingeki no Kyojin) subido por Scales n Art a su Twitter +18.

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Apuntes y escenas para pensar los cruces entre pornografía y educación sexual

El rol educativo que cumple el porno es un interrogante que aparece una y otra vez en los debates académicos, pedagógicos, activistas y cinematográficos. ¿Cómo educa?, ¿qué se muestra acerca del sexo y cómo esas representaciones hacen al imaginario social acerca de la sexualidad?, ¿por qué son consideradas nocivas las imágenes sexuales que encontramos en el porno mainstream?, ¿qué efectos tienen sobre las prácticas y conductas sexuales fuera de la pantalla?, ¿qué pasa cuando lxs adolescentes se educan con el porno?, ¿para qué imaginar otra pornografía que sea una herramienta de educación sexual enfocada en el respeto, el consentimiento y el placer? En los abordajes acerca del vínculo entre porno y educación sexual se parte de un supuesto: el porno es una “mala educación”. Aquello que el porno muestra estaría educando erróneamente acerca del sexo, los roles, el consentimiento y cuidado durante el encuentro sexual, las prácticas sexuales, los cuerpos deseables (y deseantes), etc.

En síntesis, el vínculo porno/educación sexual pareciera verse atrapado en este supuesto, obturando otras posibilidades de acción y reflexión crítica.

En este texto quisiera compartir algunas reflexiones acerca de este vínculo –siempre tenso e incómodo- entre la

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“Lo que sé de sexo, lo aprendí del porno”
Laura Milano

educación sexual y la pornografía; recorriendo algunos hitos históricos y experiencias presentes. Pero además quisiera aquí compartir dos escenas acontecidas en 2019-2020 en la que el debate en torno al vínculo entre educación sexual y la pornografía fue protagonista; en las cuales tuve el gusto de participar. Espero estas escenas y apuntes permitan abrir más preguntas e interrogantes acerca de cómo la pornografía (nos guste o no) es parte de nuestra educación sexual.

Escena 1: Jornada ESI – Taller sobre Pornografía (escuela pública – nivel

media CABA)52

Agosto 2019. Un grupo de estudiantes pegan cartulinas de colores en el pizarrón, toman posesión del banco del docente y se paran frente a un aula abarrotada de jóvenes de 1er a 5to año. En los carteles se puede leer la leyenda “porno es violación”, “porno enseña a los violadores”, o algunos testimonios de actrices arrepentidas de trabajar en la industria XXX. Quienes rompen el hielo son las chicas y nos dan la bienvenida: estamos en la 2da Jornada de Educación Sexual Integral (ESI) de la escuela secundaria y en este taller vamos a hablar de pornografía. Unos días antes, lxs estudiantes del Turno Mañana habían expresados sus inquietudes sobre diferentes temas vinculados a la sexualidad que querían discutir en las jornadas de ESI; que, por primera vez, iban a producir ellxs. Lxs profes sólo estaríamos allí coordinando y acompañando la propuesta de cada taller. Un grupo de 3er año propuso abordar la pornografía y sus posibles vinculaciones con la educación sexual; primero en su curso en el marco

52 Esta escena sintetiza lo observado en un taller producido por lxs estudiantes en el marco de la 2da Jornada de ESI producida durante el ciclo lectivo 2019 y realizada en una escuela pública de nivel medio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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de la materia Formación Ética y Ciudadana, y luego en la jornada con toda la escuela.

Volvemos al taller. Lxs estudiantes a cargo preguntan al resto si saben lo que es el porno. Algunxs se animan y contestan: ficción, actos sexuales exagerados, teatro, violencia, mentira, violación. Vemos el video promocional del Salón de Barcelona donde se insiste que “en un mundo sin educación sexual, el porno es el educa” y luego vemos un fragmento del videojuego online GTA donde se muestra un acto de violencia sexual entre un avatar masculino y uno femenino. Todo eso educa, dicen las estudiantes chicas desde el pizarrón. El porno educa y lo hace negativamente, están convencidas de eso. Algunxs otrxs estudiantes toman la palabra: que sí es cierto que dicen sus compañeras, pero que no todo el porno es así. Se escuchan las palabras porno feminista, porno gay, hentai, yaoi. Otrxs dicen que tampoco hay que creerle tanto al porno, saben que es una ficción y no es la vida real. No faltan las gastadas, las carcajadas y un resto de timidez entreverada en las opiniones de lxs jóvenes y adultxs que toman la palabra. A todxs nos cuesta hablar del porno y más si lo hacemos adentro del aula.

El rol educativo del porno, desde los feminismos

La preocupación por el rol de la pornografía en la educación sexual de las personas ha ocupado un lugar importante dentro de los debates feministas durante las últimas tres décadas. Para ello, basta remontarse a los debates en torno a la sexualidad que se desarrollaron entre los años 70 y 80 del siglo pasado en los Estados Unidos. Tanto la advertencia sobre el peligro sexual como la reivindicación del placer femenino eran dos temas en la agenda feminista norteamericana, pero que finalmente remiten a la misma cuestión: la

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expresión de la sexualidad femenina. Este es el contexto en el que el feminismo anti-sexo (o anti-porno) y el feminismo pro-sexo (o anti-censura) nacen y cobran mayor expresión generando así un parteaguas dentro del movimiento. Desde el feminismo anti-porno es donde se más se ha avanzado en la reflexión acerca del carácter educativo de la pornografía, remarcando el carácter nocivo del mismo –dentro de un sistema patriarcal- para representar las relaciones sexuales entre hombres y mujeres. En ese sentido, la frase “el porno es la teoría, la violación es la práctica” esgrimida por Robin Morgan en 1974 en el contexto estadounidense condensa algunos sentidos en torno al educativo de la pornografía y el peligro que acarrea para las mujeres. Desde esta perspectiva, el porno enseña la violencia sexual hacia las mujeres y estimula la cultura de la violación. Por otra parte, desde el feminismo anti-censura y pro-sexo de los ´80 se sientan las bases de un posicionamiento positivo respecto a la exploración de la sexualidad femenina y la articulación entre trabajadoras sexuales, actrices porno, directoras emergentes, integrantes de comunidades lésbicas sadomasoquistas, investigadoras y educadoras sexuales interesadas en ubicar el placer en el centro de sus reflexiones e iniciativas feministas. En resumen, las llamadas “Sex Wars” o “Guerras del sexo” cristalizaron posiciones entre un feminismo anti-porno interesado en la estigmatización, prohibición y censura de la pornografía y un feminismo pro-sexo o anti-censura dispuesto a tomar la pornografía como un territorio posible para la emancipación de las mujeres (Duggan y Hunter, 1995).

Por otra parte, los activismos feministas y queer más contemporáneos se han apropiado de la producción pornográfica –tradicionalmente masculina- para hacer estallar las representaciones del sexo, las relaciones laborales, las modalidades de trabajo, las formas de circulación y consumo del porno; tanto dentro como fuera de la industria. El porno feminista busca mostrar representaciones de la sexualidad que no

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reproduzcan estereotipos de género y rol sexual; que puedan dar cuenta de los deseos y prácticas sexuales de las mujeres, lesbianas, personas no binarias, trans, intersex y otras subjetividades; que tengan una ética de trabajo equitativa y permitan disputar un lugar dentro de la industria del entretenimiento para adultos (Penley, Shimizu, Miller-Young y Taormino, 2016). En paralelo a ello y desde los márgenes de la producción cultural autogestiva, emergen las prácticas y producciones pospornográficas como una de las estrategias transfeministas que busca –a través del lenguaje performático y audiovisual- generar un discurso desobediente a los sistemas de representación dominante de la pornografía (Egaña, 2017; Smiraglia, 2016). La apuesta del posporno es reformular las representaciones hegemónicas de la sexualidad, apropiarse del discurso pornográfico y desafiar las fronteras de lo público/privado; en una profunda interconexión entre lo personal y lo político, la vida y el arte, la teoría y la praxis. Estos cruces entre pornografía y feminismos han sido clave tanto para la sensibilización respecto al papel importante que ocupa el porno como dispositivo pedagógico, como también en la ampliación de los imaginarios sexuales que puedan dar cuenta de las múltiples formas del placer, de la identidad y del deseo.

Escena 2: Curso

Porno quiero revolcarme

con vos – Encuentro Porno/ESI53

Noviembre 2020. Noveno mes de pandemia y cuarentena en Argentina. Estamos cerrando el último encuentro del curso virtual “Porno, quiero revolcarme con vos” reunidxs en 53 Esta escena sintetiza lo observado en el 4to encuentro del curso virtual “Porno, quiero revolcarme con vos” que he coordinado durante 2020 y que fue realizado en el marco de los talleres culturales virtuales brindado por el Centro Cultural Morán.

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la plataforma MEET como si estuviéramos en el living de una casa o en un salón de un centro cultural. Un grupo de adultxs conectadxs desde latitudes tan diferentes – Ciudad de Córdoba, Villa Ballester, La Plata, Florianópolis, Buenos Aires, Tijuana, Santiago de Chile y Guanajuato- para hablar de porno a lo largo de 4 semanas. ¡Vaya maravilla!

El último encuentro del curso está dedicado a pensar los cruces entre porno y educación sexual. Y para ello, lxs cursantes tenían una tarea para hacer en casa durante la previa: recordar una escena propia en la que el porno haya actuado como educación sexual y hacer un cartel que diga: “LO QUE SE DE …. LO APRENDÍ DEL PORNO CUANDO …”. En otras palabras, la propuesta era volver sobre las experiencias de cada unx con la pornografía y reflexionar cuánto nos habían marcado en nuestra educación sexual durante la infancia y adolescencia.

Comenzamos charlando acerca de por qué se dice que la pornografía es una pedagogía sexual y qué implicaría eso. Llega el momento de compartir la tarea. Cada unx muestra su cartel y relata al resto de lxs cursantes su experiencia más iniciática y pedagógica con el porno. Algunxs recordaron aquellas imágenes primeras del sexo consumidas con avidez y nerviosismo: “Lo que sé del perrito y el misionero, lo aprendí del porno” o “Lo que sé de la excitación que me provoca la desnudez, la aprendí del porno cuando un amigo me regaló una foto de un varón mostrando su pene erecto”. Otrxs, comentaron que el porno les sirvió para poner en imagen y palabra eso que ya les pasaba o deseaban que les pase: “Lo que sé del squirt, lo aprendí del porno cuando lo vi en una película. Descubrí que no era pis y que yo no era la única a la que le pasaba” o “Lo que sé de sexo lésbico, lo aprendí del porno cuando lo vi en un anuncio. Descubrí que no todo era penetración”. También vimos que el porno, más allá de su contenido, es una experiencia mediática particular: “Veía lo que se podía, en el canal de cable codificado Venus

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o en las películas de I-Sat a la noche” o “Lo que sé de sexo oral, lo aprendí del porno cuando indagaba vía YouPorn”.

Al alcance de un click

La experiencia porno online y el acceso que lxs adolescentes tienen a través de las pantallas, es completamente diferente a aquella que vivimos quiénes crecimos en la era pre-internet. Si para algunxs, los primeros recuerdos porno están asociados a las revistas eróticas escondidas, las excursiones furtivas a los rincones XXX del videoclub, o las noches de desvelo viendo soft porn en los canales de cable, para otrxs más jóvenes el porno es un producto al alcance de un click. En ese sentido, el escenario comunicacional actual nos enfrenta a un panorama novedoso, diverso y complejo para problematizar la pornografía y su rol como pedagogía sexual, en el marco de su circulación y consumo online. Por un lado, el acceso a internet y a los dispositivos móviles ha acelerado y facilitado el consumo gratuito de pornografía por parte de adolescentes (Yurec, 2019) especialmente en varones (Figari, 2008) y a través de las plataformas de contenidos pornográficos gratuitos. Por otro lado, el fenómeno del porno feminista y queer ha generado no sólo una visibilización cada vez mayor del consumo de imágenes pornográficas por parte de mujeres, lesbianas, personas trans y no binarias; sino la expansión de plataformas online dedicadas a estas iniciativas. Como correlato, las prácticas y producciones pospornográficas encuentran en la web su lugar de circulación y consumo, aunque fuera de una lógica comercial y bajo una impronta activista.

Asimismo, se advierte una incipiente pero próspera producción audiovisual/multimedia que problematiza explícitamente el vínculo entre porno y educación sexual, desde el norte global. En 2017 surge el proyecto The porn conversation de la directora de cine para adultos Erika Lust y su compañero

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Pablo Dobner invita a lxs padres y madres a conversar acerca de la pornografía con sus hijxs, a través de diferentes materiales didácticos acorde a cada estadio infantil y que pueden descargarse desde su web. En 2018, el Salón Erótico de Barcelona (dedicado al entretenimiento para adultos donde se reúne gran parte de la industria del porno y las tiendas sexuales) generó un revuelo mediático al poner en circulación el video Sin educación sexual con el que promocionaban el evento de ese año. En este material producido para las redes sociales y que llegó a ser viral, se cuestionaba el papel educativo del porno cuando hay ausencia de educación sexual. Un año después surge en Alemania Sex school, un proyecto online de educación sexual para adultxs que propone acercarse a diferentes tópicos de la sexualidad a través de la voz de lxs profesionales del sexo, por eso convoca a trabajadorxs sexuales, actrices y actores porno, educadores sexuales y pornógrafxs. En la misma línea, en 2020 la plataforma PornHub lanzó su propio canal de videos educativos, durante la pandemia por el COVID-19. PornHub Sex Ed está abierto a todxs lxs usuarios y presenta una multiplicidad de videos en donde expertxs en la materia (en general sexólogxs, psicógolxs) abordan diferentes temas vinculados a la sexualidad. Por último, quisiera mencionar la campaña Keep it real online producida también en 2020 y financiada por el gobierno de Nueva Zelanda cuya finalidad es sensibilizar acerca cómo la pornografía podría estar enviando mensajes negativos acerca del consentimiento, la imagen del cuerpo y la sexualidad, en los más jóvenes.

Estas experiencias contemporáneas nos hablan de un interés cada vez mayor por visibilizar el vínculo entre pornografía y educación sexual; tanto sea para prevenir sus supuestos peligros (en especial, en relación al acceso al porno online por parte de niñxs y adolescentes), como para promover un consumo de pornografía entre adultxs que pueda abonar a un ejercicio de la sexualidad más saludable, informado y consentido.

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A la ESI, le falta (la reflexión sobre) el porno

En lo que respecta a las políticas de educación sexual en nuestro país, no podemos negar que la sanción e implementación de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) sancionada en 2006 es uno de los hitos en esta materia (Morgade, Báez, Zattara y Días Villa, 2011) y reconoce la sexualidad desde su dimensión biológica, psicológica, social, cultural y ética. Pero la ESI es mucho más que una legislación vigente a nivel nacional y un conjunto de lineamientos curriculares a implementarse en todos los niveles educativos. La ESI se ha convertido en una bandera de los movimientos feministas y de la diversidad de los últimos años en Argentina, en especial entre las juventudes. La llegada masiva de lxs jóvenes a los feminismos luego del Ni una Menos y el debate por el aborto legal es un fenómeno cultural y político que está calando profundo en las trayectorias juveniles y las experiencias que ellxs están teniendo de su identidad, de su sexualidad, de la política, de los afectos y de su autonomía en los tiempos que corren. En el pedido por la ESI por parte de lxs jóvenes se condensan tanto la preocupación por la cultura machista que organiza prácticas, sentidos y discursos; como también la reivindicación de la autonomía de los cuerpos, en un ejercicio pleno de los derechos sexuales y reproductivos. Pero ¿acaso se problematiza la pornografía en las propuestas de talleres de ESI? ¿Por qué hablar de porno en las aulas? ¿De qué modo hacerlo?

En paralelo, lxs adolescentes tienen cada vez más acceso a la pornografía a través de internet y muchxs son productorxs de imágenes sexuales que pueden vulnerar su derecho a la intimidad como sucede en los casos de sexting, sextorsión y pornovenganza. Al mismo tiempo, el desconocimiento respecto a estas cuestiones hace que se piense que toda imagen pornográfica es sinónimo de violencia hacia cuerpos

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femenizados reproduciendo así los argumentos prohibicionistas del feminismo anti-pornografía,54 tal como vimos más arriba. Evidentemente, la pornografía es un fenómeno sumamente complejo para hacer lecturas rápidas y polarizadas del tema; más aún si a consumo juvenil nos referimos. Pero ignorar que lxs adolescentes y jóvenes tienen acceso a la pornografía en los tiempos de internet es mirar a un costado respecto a lo que consumos mediáticos juveniles se refiere. Desde la ESI se busca amplificar el acceso a información y acompañar los procesos de desarrollo sexual e identitario de niñxs y adolescentes, sin mencionar que la pornografía –tal como se supone- es uno de los dispositivos pedagógicos de la sexualidad a la que más tienen acceso. En ese sentido, creo que la educación sexual integral debería advertir que la pornografía está presente entre las juventudes; y, en consecuencia, generar espacios de discusión dentro de las aulas y con nuestrxs estudiantes. Como docente, entiendo que esta es una tarea que puede despertar ciertos pánicos y ansiedades. Pero es tiempo de empezar a trabajar en esto.

Entre lo sexualmente (im)posible de enseñar y la educación para el goce

Tanto la ESI como el porno son terrenos de disputas en los que se imprimen ciertas verdades sobre el sexo y ambas tienen la potencia de reproducir o tensionar los discursos normativos acerca de la sexualidad. Pensar críticamente

54 En Argentina estamos asistiendo hoy a un resurgir de una postura anti-porno dentro de las juventudes feministas. Me refiero a ciertos grupos de jóvenes cis-mujeres entre 20 y 30 años que se nombran como feministas radicales y se organizan en torno a consignas como “Deja a tu novio adicto al porno”, “Googleá Andrea Dworkin”, “Porno enseña a violar”, “Pandilla Ovárica”, etc. Estos grupos tienen actividad en las redes sociales y en manifestaciones sociales masivas como las producidas en los Encuentros Nacionales de Mujeres.

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los vínculos entre ambas, implica también reflexionar comprender que no existe una sola forma de encararlas o abordarlas; sino que el desafío es producir una mirada cuestionadora que permita ir más allá de los supuestos o pánicos morales/sexuales.

En el texto El derecho al gemido. Notas para pensar la ESI desde una posición prosexo, la activista lesbiana prosexo y maestra Val Flores se pregunta por los “límites de lo inteligiblemente pedagógico, así como de lo sexualmente (im) posible de ser enseñado en las aulas” (2018:5); planteando que ciertas prácticas eróticas y experiencias del goce suelen quedar afuera del régimen de inteligibilidad de la normalidad educativa y, por lo tanto, de la ESI. La enseñanza en torno a la sexualidad suele estar orientada hacia la prevención, el peligro y la violencia; aún en los proyectos más feministas de educación sexual dentro de las instituciones. Siguiendo el argumento de Flores, me pregunto si el abordaje de la pornografía desde la ESI también será sexualmente imposible de enseñar; quedando atrapada en los argumentos preventivos o prohibicionistas cuando de consumo juvenil se habla. En ese sentido, me entusiasma imaginar el abordaje de la pornografía desde la ESI como un espacio crítico que le permita a lxs adolescentes y jóvenes cuestionar esas imágenes que –es posible- ya consuman o produzcan; y que son parte de sus experiencias eróticas juveniles.

En el otro extremo (y no tanto) aparecen las experiencias educativas para adultxs, en donde la centralidad es la educación para el goce; desde una perspectiva feminista o transfeminista. Las experiencias pornográficas vinculadas al porno feminista y al posporno podrían ser leídas en esa clave; es decir, como dispositivos de educación sexual enfocados en el respeto, el consentimiento y el goce. Asimismo, los talleres posporno y eventos culturales feministas en torno a la pornografía actúan como espacios donde criticar las imágenes, consumirlas sin tanto tabús y disfrutarlas colectivamente.

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Para aquellxs que nos hemos criado sin ESI y sólo con porno mainstream, estas experiencias feministas contemporáneas son más que interesantes para seguir aprendiendo de nuestras sexualidades.

Estas reflexiones serán meros apuntes acerca de un tema que merece nuestra atención y sobre el que es necesario trabajar/pensar/imaginar colectivamente. Espero que este texto pueda ser una contribución para ello.

Bibliografía

Duggan, Lisa y Hunter, Nan (1995) Sex wars: sexual dissent and political culture. New York: Routledge.

Egaña Rojas, Lucía (2017) Atrincheradas en la carne. Lecturas en torno a las prácticas postpornográficas. Barcelona: Bellaterra.

Figari, Carlos Eduardo (2008). “Placeres a la carta: consumos de pornografía y constitución de géneros” en Revista La ventana N° 27, 2008.

Flores, Valeria (2018) “El derecho al gemido. Notas para pensar la ESI desde una posición prosexo” en Debate Revista Mora N°25 2018: La Educación Sexual Integral ¿es feminista? Buenos Aires: Facultad de Filosofía y letras. Universidad de Buenos Aires.

Milano, Laura (2020) Un porno propio: escena cultural, activismo y sexualidades en la pospornografia en Argentina (2011-2018). Tesis para optar por título Doctora en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Defendida en agosto 2020.

Lopes Louro, G. (comp.) (1999). “O Corpo educado. Pedagogias da sexualidade.” Belo Horizonte, Autentica.

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Morgade, Graciela; Baez, Jesica; Zatarra, Susana y Díaz Villa, Gabi (2011) “Pedagogías, teorías de género y tradiciones en ‘educación sexual’” en Graciela Morgade (coord.) Toda educación es sexual. Buenos Aires: Noveduc.

Smiraglia, Romina (2016) “Sexualidades de(s)generadas: algunos apuntes sobre el posporno” en Martinelli, Lucas (comp.) Fragmentos de lo queer: arte en América Latina e Iberoamérica. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras.

Taormino Tristan, Penley Constance, Parrenas Shimizu Celine, Miller-Young Mireille (comp.) (2016) Porno feminista. Las políticas de producir placer. Madrid: Editorial Melusina.

Yurec, Mercedes (2019) Usos y apropiaciones de la pornografía digital en jóvenes de escuelas secundarias del Gran La Plata. ¿Una pedagogía de la sexualidad? Trabajo de Integración Final. Licenciatura de Periodismo. Universidad Nacional de La Plata.

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IMÁGENES DEL R/GOCE

El porno que queremos

María Riot

Una entrevista a Sasha Grey en la revista Rolling Stone. Tumblr y el porno conviviendo como algo más al lado de gatitos y fotos bellamente estéticas de atardeceres. El riot grrrl. Kathleen Hana en una foto con la palabra slut escrita en la panza. Cortar revistas y hacer collages para fanzines sobre feminismo. Sofía Gala diciendo en una entrevista que se cogería hasta las plantas. Leer a escondidas el rubro 59. Mtv. Dirrty de Christina Aguilera. Los videos de t.A.T.u. Los artículos sobre sexo de la revista de Rebelde Way que se compraba una amiga y me las prestaba para leer en el recreo. Fui criada por Internet, los suplementos de cultura joven de los diarios, ¡Miranda! y su ambigüedad sexual, admirandos íconos como la Coca Sarli, Betty Paige, Anna Nicole Smith, Courtney Love y Lady Gaga. Mi educación sexual la hice yo misma porque en el colegio y en mi familia llegó tarde: la fui armando de a poco leyendo revistas a escondidas y mirando las películas de trasnoche de I.Sat con el control remoto en la mano pendiente de si venía alguien para cambiar rápido de canal. Pero esa educación sexual que me armé siempre vio al sexo como algo positivo, normal. Como algo más del ser humano. La educación estricta que recibí en una escuela católica liderada por monjas -hasta que a los 14 años pedí por favor cambiarme de colegio- tal vez sea parte de mi búsqueda de rebeldía frente a mandatos que no tenían mucho sentido para mí; y

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también parte de culpas, vergüenza y estigma que, a pesar de no tener una visión negativa sobre la sexualidad, también me acompañaban en mis pensamientos y acciones. A los dieciséis años empecé a identificarme como feminista, lo que hizo que abrazara aún más mi sexualidad y empezar a dejar de lado la culpa. Claramente en ese momento no estaba enterada de las distintas divisiones dentro del movimiento y sus distintas perspectivas sobre la sexualidad; de eso me enteré mucho más tarde.

Así, mi adolescencia estuvo llena de distintas cosas que me marcaron e hicieron que a los 21 años empezara a dedicarme al trabajo sexual. Obviamente también influyeron los empleos mal pagos, la falta de oportunidades y la precariedad. Después de varios trabajos e intentar estudiar a la vez en la Universidad viajando cinco horas por día en dos colectivos y el tren Sarmiento, me rendí. Un día mirando Tumblr descubrí que había personas que se ganaban la vida vendiendo nudes y se transmitían en vivo en páginas web. Esa misma noche me abrí una cuenta en Chaturbate, pero como no sabía cómo se podía cobrar la plata que ganaras estando en Argentina porque los métodos de pago eran complicados, la empecé a usar por placer y diversión. Me gustaba sentirme deseada mientras me masturbaba y poder prender la cámara de la computadora y tocarme mientras cientos de personas me decían cuánto me cogerían. Unos meses después mirando un grupo de feminismo en Facebook vi que alguien hizo un post diciendo que trabajaba haciendo shows de webcam. Se armó una polémica y mientras todxs peleaban en los comentarios, yo le escribí. Una semana después empecé a trabajar en el mismo lugar que ella y a buscar cada vez más información. Comencé a descubrir un mundo nuevo con vivencias dentro de la sexualidad y el feminismo con una perspectiva que no sabía que existía.

Así empecé a ejercer el trabajo sexual. Primero haciendo

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shows de webcam, luego ejerciendo la prostitución y filmando porno para productoras independientes.

La idea de trabajar con mi sexualidad, pero en una industria que pretendía cambiar las cosas realizando un porno que le prestara atención a las condiciones laborales de lxs performers, a crear una representación sexual más artística y creativa con más representación y diversidad me atrapó al instante. “Quiero formar parte de esto”, pensé.

Al igual que muchxs compañerxs, mi experiencia trabajando en pornografía y en trabajo sexual es diversa, compleja, llena de matices. Porque, tal vez, así son todas las industrias y la vida en sí. Si hay algo en lo que cae en general la representación del trabajo sexual en los medios de comunicación es en los extremos: por un lado, la romantización y glamourización, por el otro la victimización y el morbo. Nos es más fácil pensar en ciertas cosas como algo lineal, bueno o malo y las complejidades son más difíciles de pensar o entender y van en contra de ese impulso de encasillar a alguien en una cosa y ya. Me acerqué a la pornografía en un momento donde se estaba dando un cambio enorme debido a la masificación de Internet, a la caída de mega producciones, a monopolios como MindGeek y a la piratería que hace difícil ofrecer un producto por el cual hay que pagar. También me acerqué con una idea que fue cambiando. Durante la historia de la pornografía alternativa, la forma en la que nos referimos a ella y las maneras de ver y hacer fueron mutando. Mi manera de ver las cosas también. Cuando empecé me gustaba hablar de un porno ético o feminista porque me parecía importante visibilizar que las personas feministas hacemos y vemos porno, al tiempo que se puede apostar a crear pornografía haciendo hincapié en que los guiones, la representación y las condiciones laborales sean éticas y feministas. Hace un tiempo varios performers que en su momento trabajamos en la idea de porno ético o feminista nos dimos cuenta de que tal vez esa etiqueta, que en su momento sirvió para visibilizar

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otras maneras de hacer porno, nos quedaban chicas y además era cooptadas por monopolios, marketing y hombres listos para usar de escudo todo nuestro activismo y así cometer abusos o formas de trabajo que muy lejos quedan de lo que muchos consideramos como ético. Antes fue el nombre “porno para mujeres”, que en su momento también ayudó a visibilizar que existen mujeres haciendo porno y que además las mujeres miramos porno. Pero en estos tiempos donde a pesar de que existen tabúes, mandatos y un montón de prejuicios acerca de la sexualidad tal vez hablar de “mujeres” nos quede corto y nos limite a una forma de entender que a todas las mujeres les gusta un tipo de representación en la sexualidad o que existe una “mirada femenina”. O tal vez ahora podemos pensar si nuestra motivación principal a la hora de hacer porno es que sea atractivo para mujeres o para todos los géneros, pero acercando otro contenido y mejorando las condiciones de quienes aparecen en él.

Eso a mí al menos me llevó a pensar si no hay aún más riqueza en pensar en la palabra PORNO. Así, a secas. Sin nada que la acompañe, ni adelante ni atrás. Reapropiarnos de la palabra porno, que también sea nuestra y no solo de las páginas gratuitas de pornografía pirateada. Que cuando digamos la palabra porno aparezca un imaginario de múltiples formas, prácticas y cuerpos y no esa imagen hegemónica, estereotípica y trillada como representación toda de lo que es la pornografía.

Cuando hablamos de cine o de música entendemos que hay muchos géneros y maneras de hacer. Creo que es más potente poder lograr eso cuando hablamos de porno que seguir creando categorías y etiquetas. Y mientras reclamamos la palabra PORNO como nuestra, es importante seguir abogando para que termine el estigma en las personas que trabajamos en la industria del sexo, en poder acceder a derechos laborales y que se termine la precarización laboral. En otras palabras, exigir a las empresas y productoras mejores

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condiciones a la hora de trabajar. Crear otras formas de hacer pornografía que salgan de la lógica de esas dinámicas de poder donde una persona con los medios de producción y el dinero puede crear y los demás tienen que depender de ellas para subsistir o crear arte. Poder armar redes entre nosotras que nos permitan expresarnos y brindar aquello que deseamos ver en el porno y que aún no encontramos. O que existe pero que al lado de todo lo otro, es muy poco y también poco accesible. Seguir denunciado la censura y el silenciamiento que nos enfrentamos todos los días, en las redes sociales, en plataformas de contenido, en ciertos movimientos sociales. Que los recorridos de nuestro porno no sean elitistas y existan en la academia y festivales o plataformas de pago, pero también en lugares donde cualquier persona pueda acceder a ellos de una manera tan fácil como accede a un video de Pornhub o Xvideos.

¿Cuál es el porno que queremos ver? Es válido decir “lo mismo que ya veo” pero con mejores condiciones laborales. Y también el querer ver algo distinto, ya sea más artístico, elaborado o con una estética diferente. Otrxs quieren un porno más político o que el posporno que existe y que muchas amamos pueda llegar a aun más lugares.

A veces el porno que intenta ser disidente repite los mismos esquemas y problemas que denunciamos. Y lo mismo sucede en otras maneras de hacer arte en general. Porque no es un problema del porno nada más, sino del mundo en el que vivimos donde todo se rige a través de la monopolización, donde los que tienen más que los otros acceden a hacer lo que quieren y las demás dependemos de ellxs para subsistir o existimos en la marginalidad, el estigma y la lucha de querer crear, pero sin el dinero ni la visibilidad.

Yo aún no sé cuál es la respuesta correcta de cómo crear un porno que sea ético y feminista, pero espero que la pensemos y encontremos entre todxs. Muchxs pensamos que la solución está en crear más redes entre quienes hacemos, pensamos,

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miramos y amamos el porno. En proyectos como este donde podemos reflexionar sobre lo que vemos y descubrir otras formas de representación audiovisual de la sexualidad que nos hagan pensar y nos inspiren. En que quienes trabajamos en pornografía podamos visibilizar nuestras problemáticas, nuestros deseos y demandas. En que quienes miran porno demanden en las plataformas y productoras que los contratos laborales no sean abusivos y que se respete el trabajo de lxs performers. Deseo que quienes empiecen a ejercer el trabajo sexual cuenten con más información que la que tuve yo y que podamos lograr el reconocimiento de derechos que merecemos. Que podamos acceder a una educación sexual integral que nos de herramientas y la información que muchos no pudimos tener cuando la necesitábamos. Quienes ejercemos el trabajo sexual nos enfrentamos todos los días a violencia institucional, censura en redes sociales, a persecuciones morales, a estigma y discriminación, a precariedad y marginalización. También a hipocresía: recibimos odio constante de personas que a la noche miran porno o disfrutan de una película o videoclip donde se inspiraron de nuestra estética, estilo y vivencias. Las leyes que criminalizan nuestro trabajo moldean nuestras experiencias. Muchos de esos atropellos a nuestros derechos son llevados a cabo en nombre del feminismo. Un feminismo que no quiere a las trabajadoras sexuales pero que lo disfraza de lucha contra la trata de personas y el patriarcado. Un feminismo que no quiere reconocer que es punitivista pero que lo es, metiendo presas a trabajadoras sexuales y validando leyes de extranjería en nombre del abolicionismo. Queriendo penalizar a nuestros clientes y a todo nuestro entorno pretendiendo que así desaparezca la prostitución, cuando la realidad es que eso nunca va a suceder, sino que vamos a seguir ejerciendo pero en más precariedad y con aún más vulneración de derechos. Pretendiendo censurar todo tipo de contenido explícito y de pornografía y aliándose con ONGs cristianas de derecha

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para conseguirlo, como sucedió años atrás en las sex wars. 55

La historia sigue repitiéndose, pero la diferencia ahora es que quienes ejercemos el trabajo sexual, tenemos más visibilidad que nunca y cada vez más dejamos atrás esa culpa y estigma que servía para hacernos callar y que otrxs hablen por nosotrxs. Espero que en algunos años alguien lea esto y pueda decir en voz alta “qué bueno que lxs trabajadorxs sexuales ya no tienen que pasar por todo esto”.

Sabemos que ese día, tarde o temprano, va a llegar.

55 Nota de compiladora: La autora se refiere a los conflictos dentro del feminismo en los Estados Unidos durante los años `80 del siglo pasado, en la que se polarizaron las posturas a favor o en contra de la pornografía dentro del movimiento feminista; lo cual generó un parteaguas entre el feminismo anti-porno con amplio poder de lobby en el poder político de turno y una corriente que se nombró como feminismo pro-sexo o anticensura que denunciaba la tendencia prohibicionista de la primera.

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Coger contra todo

El Asentamiento Fernseh es un espacio que se fue conformando por el interés de diferentes personas a hacer algo con el sexo, pensar, teatrar, estudiar, escribir, filmar, hacer talleres, fiestas, encuentros, festivales, mesas debates, acompañar movimientos políticos que aboguen por la libertad sexual de los cuerpos, viajar, discutir. Las personas que lo integramos tenemos en común eso: el sexo. Venimos de diferentes disciplinas, ciudades, y nos encontramos en esa gran casa que alquilamos en barrio Alta Córdoba, y que este verano dejamos después de habitarla por 10 años.

El sexo para nosotras ha sido ante todo una pregunta, un lugar de exploración e investigación. Nos hemos dedicado a estudiar de manera formal e informal sobre ella, a la vez que hemos necesitado pensarla con el cuerpo. Por ello hemos realizado diversas experiencias estéticas que nos permitieron explorar sensiblemente sobre los placeres y sus representaciones.

La lucha feminista también es un espacio que nos alberga. Ella ha nutrido nuestras discusiones y a ella hemos querido aportar desde nuestra perspectiva prosexo, acompañando la lucha por el reconocimiento del trabajo sexual, por la despenalización del aborto, por la autonomía de los cuerpos para vincularse sexo-afectivamente, y para desear. Diez años es un tiempo, es un número, una convención del tiempo que ayuda a frenar y mirar para atrás lo vivido, para seguir reflexionando colectivamente. Este texto se ha estado escribiendo, y seguirá

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siendo escrito en nuestras pieles, en los recuerdos y en el placer sexual que insistiremos en seguir reinventando.

Una de las problemáticas principales con las que nos hemos encontrado siempre que abordamos la pornografía es la ausencia de definiciones o el hecho de que éstas estén demasiado cerradas. Muchas veces con el posporno pasa lo mismo. Lejos de querer definir nos parece importante plantear una breve genealogía para trazar el recorrido de nuestro pensamiento con imágenes sexuales, anclarlo a una trayectoria vital colectiva, para poder de alguna manera dar cuenta de dos cosas que nos parecen fundamentales: por un lado, donde radica la tensión entre porno y posporno; y por el otro, por qué consideramos que el posporno es una práctica feminista.

Lo que queda de la pornografía

Se suele definir a la pospornografía como un movimiento antagónico a la pornografía, y aunque quizás lo sea, como todo pensamiento feminista debemos situarlo. ¿Qué es la

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Fotograma de video-serie 712. Autorxs: Asentamiento Fernseh.

pornografía? La palabra pornografía viene del griego porné (prostituta) y graphein (escritura). La escritura de una puta, sobre la vida y las costumbres de una prostituta y sus clientes. Pornografía también es lo que las leyes que regulan los regímenes visuales de la cultura del cine permiten o prohíbe, qué planos se pueden mostrar y cuáles no, la sutil diferencia entre lo erótico y lo obsceno. Pornografía también puede ser un video casero que hago con algun* de mis amantes, o algún video que encuentro en una página web de acceso gratuito. ¿Qué es la pornografía para nosotr*s? ¿Consumimos porno? ¿Creamos porno? Hay que poder diferenciar las industrias pornográficas del porno amateur, del posporno, y dentro de las industrias poder entender todas las formas que ha ido tomando esta expresión estética corporal.

La industrialización de la pornografía aportó a su popularización, habilitó un acceso más amplio a como se venía dando, solo algunos hombres burgueses y blancos podían acceder a ella. Con el boom de la industria del cine porno eso cambió, con los límites que tiene cualquier mercado. Sin dudas la emblemática película Garganta profunda (1972) marcó un antes y un después en la historia de la pornografía, la cual trata sobre una mujer que tenía el clítoris en la garganta y concurre a un médico porque no tenía orgasmos. Es la película que inaugura la industria pornográfica, no por ser la primera que se filmaba, sino la primera que se exhibía en un cine comercial en una avenida importante y se mantiene en cartel durante meses, a diferencia del resto que solo se presentaban en cines porno, con un público más acotado. Si uno mira esta película con una perspectiva más cercana a nuestros tiempos, podríamos decir que aportó a la educación sexual de muchas personas. Una joven que no puede tener orgasmos va al doctor y descubren que tiene el clítoris en la garganta, por lo que le enseña a hacer una felatio, con profundidad sin ahogarse, algo que como bien sabemos no

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es nada fácil y muy difícil de aprender si no hay alguien que te explique cómo colocar la garganta.

En el año 2013 salió la película Lovelace sobre la vida de la actriz de Garganta profunda: Linda Susan Boreman, cuyo nombre artístico fue Linda Lovelace. Es una biografía sobre su vida que muestra cómo entró a la industria del porno de la mano de su pareja, y muestra la violencia de esa persona, violencia de género explícita, manipulación, violencia física, violencia económica. Pero, alguna manera, la violencia que ejercía este hombre se vio volcada a la industria pornográfica en su conjunto. La violencia contra los cuerpos marcados como mujeres se tornó más visible en tanto y en cuanto la actividad que realizaban era filmar porno. Ante esto se abre la pregunta: ¿si en vez de filmar porno hubiese sido una comedia, se hubiese anudado esa violencia al género de la comedia?, ¿o es el sexo lo que posibilita el anudamiento entre violencia hacia las mujeres y representación? ¿la representación de la violencia es entretenimiento o descripción del mundo?

Para nosotr*s siempre ha sido un desafío poder desanudar la relación entre violencia hacia las mujeres y pornografía, que reifica la relación entre sexo y violencia. ¿Por qué se supone que la pornografía genera violencia hacia las mujeres? Las suposiciones rondan entre: el exclusivo consumo por parte de cuerpos marcados como hombres; que las mujeres que participan de esas producciones no están trabajando sino en coacción por necesidad económica o simplemente secuestradas y violadas para el enriquecimiento de algún hombre; la heterosexualidad de los participantes; y que los cuerpos, en última instancia, están siendo cosificados y degradados en su condición humana.

Un cuerpo desnudo sobre una mesa, que much*s marcarán como mujer por el solo rastro de una visualización genital, cubierta de helado, está siendo chupado y cogido. A la vez, ese

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cuerpo chupa y come helado en otros dos cuerpos que también rápidamente pueden ser marcados bajo una distribución visual sexo-genérica. De tal manera se escenifica un video (pos) porno, video número 2 de la serie 712.56 Todas las operaciones de lectura heterosexistas que se hacen de las imágenes; ¿son posibles de ponerlas en evidencia?

Quizás si a todo eso se sobreimprimen imágenes de naturaleza podamos notar lo arbitrario de una naturalizada forma de mirar el sexo. Al menos esas son muchas de nuestras intenciones en los videos posporno que realizamos.

¿Por qué traemos la violencia para hablar de pornografía cuando nosotras mismas intentamos siempre poder pensarlas sin naturalizar una supuesta violencia intrínseca al sexo? Sigue siendo importante que los feminismos nos detengamos a hablar de aquello que reconocemos y nombramos violencia, en palabras de Donna Haraway (1991) prestar atención a la epistemología de la imaginación de la opresión. La importancia de traer la discusión sobre la violencia que se marca como sexual implica advertir que no toda experiencia negativa puede ser indicada como violencia, y que los efectos de tales indicaciones naturalizadas como violentas pueden tener el efecto de vigilancia moral sobre la experimentación sexual. ¿Todo conflicto sexual interpersonal es una forma de violencia? Sabíamos que el porno no era malo. Si podemos definir al porno como las imágenes sexualmente explícitas para despertar lascivia, ¿cuál sería el problema del porno per se? En todo caso, lo que parecía una tarea feminista es una crítica a esas imágenes, qué mundo ellas construyen, qué narrativas quedan por fuera, qué placeres se obturan y cuáles de hecho ya posibilitan, quiénes producen esas imágenes, quiénes se acercan a ellas, quiénes no y por qué. El posporno, en ese

56 http://asentamientofernseh.net/positive-vibration/

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sentido, es tal vez la parte más propositiva de esa crítica, la amante más conflictiva del porno.

¿A que le llamamos posporno? Y ¿por qué Annie Sprinkle es su precursora? Sprinkle era una actriz porno que empezó a realizar un ejercicio crítico hacia la pornografía, desde el lugar de la reflexión y no desde la censura. En el libro Atrincheradas en la carne, la autora chilena Lucia Egaña nos cuenta que, en 1990, Annie Sprinkle adopta el concepto de posporno del artista holandés Wink van Kempen, para describir un “nuevo género de material explícito, quizá el más experimental a nivel visual, político, humorístico, artístico y ecléctico de la escena” (cita). Sprinkle realiza performances y videos en donde se desmonta la maquinaria del sexo y el deseo; una de sus performances más potentes es A Public Cervix Announcement, haciendo un juego de palabras en inglés con el Public Service Announcement (Anuncio de Servicio Público). En dicha performance, realizada en 1993, invitaba al público a mirar con un espéculo su vagina, aludiendo por un lado a las representaciones incansables de los primeros planos de las penetraciones vaginales y, por otro lado, desmontando mitos sobre los “misterios de las vaginas”. Otra de sus grandes obras es el video documental Herstory of Porn (1999) en donde se dedica a desmontar en primera persona, en su calidad de actriz porno, las narraciones sexuales que la heterosexualidad obligatoria ha sabido construir. Herstory es otro ingenioso juego de palabras que al traducirse pierde toda gracia: la historia del porno narrada por una mujer (her) y no por un hombre (his).

Con esta invitación a mirar su vagina desafiaba muchos órdenes establecidos, contraria a esa idea feminista de la “cosificación de la mujer”, acusación de las anti-pornografía. Sprinkle propone un empoderamiento desde la autocosificación, rompiendo la relación objeto/sujeto. ¿Por qué su vagina? En la pornografía la vagina es la figuración que mejor ha funcionado para construir heterosexualidad. Un sujeto

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pasivo que tiene que ser penetrado por un sujeto activo que tiene que penetrar; en otras palabras, la construcción de un sujeto masculino penetrador con pene y un mundo exterior y de una sujeta femenina mujer con vagina y mundo interior. Sprinkle invita a ver su interior a hombres que se han excitado con una representación de su vagina, proponiendo así la propia narración de su vagina. Un gesto pospornográfico.

La pornografía, como esa industria del imaginario sexual, distribuye los cuerpos de muy determinadas maneras. Tal distribución posibilita o cercena la agencia de quienes trabajan en ella. Una lectura positiva o una negativa resuelve las definiciones en torno a cómo deberíamos tomar una imagen pornográfica. Una podría decir que el posporno no le resuelve nada a la pornografía, o al menos eso quisiéramos creer: no resuelve ningún problema ético, material o imaginativo del sexo. Quizás solo sostiene la tensión para una posible lectura que no se reparta en binomios buenos y malos. La tensión, y su continuidad, es una resolución del posporno. ¿Cuál es la ruptura significante del posporno?

Nada se parece mejor al porno que una prescripción precisa de cómo el sexo debe ser actuado. La naturalización del sentido del sexo: coito heterosexual, reproducción y deseo, articulando la prescripción normativa, tanto en su producción como en su recepción. Y la recepción del porno/posporno es la clave para preguntarnos acerca de las posibilidades de otra imaginación del sexo posible. Si la imagen de un desnudo como significante arrastra los sentidos del coito, la reproducción y el deseo heterosexual; entonces pareciera que el posporno viene a esgrimir una poética que rompa tanto los significantes como los significados. La tensión muchas veces parece resolverse con destruirlo todo. Sin embargo, rara vez podemos volver a presentar ese límite tanto en los videos como en las performances posporno. Todo se agita en el límite, pero siempre regresa a la calma. Sabemos, sin embargo, que el porno no es solo eso. Tal

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como dice Gayle Rubin, el porno tiene una definición histórica y sociológica. En razón de su definición histórica, ella surge en coordenadas espacio-temporales específicas y va mutando a lo largo del tiempo también con los cambios epocales. Al mismo tiempo, en razón de su definición sociológica, el porno es también una industria, lugares de producción, de distribución y consumo, con actor*s sociales específic*s, que se pueden examinar en su concreción, dinámicas relacionales entre es*s actor*s que pueden ser estudiadas en su particularidad. Ciertamente, como parte de este mundo, tales lugares y actor*s están atravesados por las diversas formas de jerarquización de cuerpos y vidas, tales como el patriarcado. En ese sentido, una crítica feminista al porno parece tener que ver también con un cuestionamiento del funcionamiento de estos espacios, con las posibilidades de agenciamiento de quienes participan de ellos y por una atención a cómo están expuest*s diferencialmente a la violencia y el daño. En el caso del posporno, por lo tanto, también pareciera tener que haber un cuidado de los modos en que se producen las imágenes sexuales y de los vínculos éticos que se forman entre quienes participan de esas producciones. Esta breve genealogía caprichosa que traemos aquí está situada en Estados Unidos, en un tiempo muy particular. Pareciera lejana y ajena a nuestras problemáticas; sin embargo, consideramos que el poder que tienen esas imágenes y los sentidos que condensan siguen produciendo aún hoy efectos muy concretos. Una mujer que tiene el clítoris en su garganta y acude al médico en busca de sus orgasmos, otra mujer que expone su vagina a la mirada viva del público, un gran primer plano, develando esos misterios que pretenden envolver la sexualidad femenina, son parte de la historia de la pornografía y también de la historia de la pospornografía, porque es imposible pensar una sin la otra, como así también pensarlas sin la tensión que las sostiene.

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La saturación de imágenes pornográficas, siempre nos devuelve la pregunta si es posible que el armado de otras imágenes de prácticas sexuales tenga algún sentido frente a las habituales. ¿Qué prácticas sexuales serían feministas o cuir 57? Y, por tanto, ¿qué representaciones visuales de esas prácticas son necesarias?

El reconocimiento de esas prácticas se vuelve central muchas veces a la hora de establecer los parámetros de lo contra hegemónico, es decir establecer qué es lo normal en términos de práctica sexual. Estamos muy seguras de que la regulación del sexo y sus prácticas es fundamental para el gobierno de los cuerpos en nuestros marcos de relaciones de poder; donde el encuentro sexual entre un cuerpo marcado como mujer y uno como varón despliega todo el abanico de prácticas sexuales supuestas por la heterosexualidad. El feminismo, en sus históricos activismos por resaltar y alentar el placer sexual y la autoexploración de las personas marcadas como mujeres, posibilitó pensar las prácticas sexuales por fuera del corsé conceptual de la biología reproductiva (que, por cierto, reproducía un sentido común que se indicó como patriarcal). Sin duda una imaginación sexual no debería restringirse a eso, pero partir de esa construcción ya establece una práctica sexual que puede o no coincidir con las personas que marcamos como heterosexuales.

Las producciones posporno que hemos hecho han nacido

57 Versión sudaca de “queer”, cf. “Diga “queer” con la lengua afuera: Sobre las confusiones del debate latinoamericano”. Rivas San Martín, Felipe. En: Coordinadora Universitaria por la Disidencia Sexual. Por un feminismo sin mujeres. Fragmentos del Segundo Circuito Disidencia Sexual. Santiago de Chile: Alfabeta, 2011, 59-75; flores, valeria. interruqciones. ensayos de poética activista. escritura, política, educación. Córdoba: Asentamiento Fernseh, 2017.

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¿Por qué la lengua del deseo es esquiva a la retórica feminista?

de las ganas de hacer algo, de jugar con nuestra sexualidad, de pensar en imágenes y sensaciones, de leer un contexto. Sabemos que el estado de cosas está mal, que la violencia atraviesa el modo en que nos hacemos un cuerpo; que el capitalismo, la heterosexualidad, el patriarcado, el capacitismo, el racismo, en definitiva, un horizonte normativo bien específico es el escenario en donde estamos obligadas a hacernos a nosotras mismas. Y en ese hacernos no es menor el lugar del sexo. En ese escenario jugamos, disputamos, exploramos, porque si bien el mundo de normas nos expone al daño y la muerte también allí encontramos fisuras, brechas, oportunidades para el placer. A esas oportunidades apostamos como feministas prosexo, animándonos a cuestionar particularmente a través del posporno cómo vivimos las imágenes sexuales, cómo las producimos y cómo las consumimos. Como feministas, podríamos enfocarnos en la confección de estrategias para defendernos de las situaciones de violencia y daño, de hecho, lo hacemos. Comprendiendo que el género que performamos –entre otras marcaciones corporales, como la raza o la (dis)capacidad– exacerba o no nuestra vulnerabilidad, esa tarea no es menor. Nuestras agendas suelen configurarse alrededor de ello. Ahora bien, ¿es lo único?, ¿la retórica feminista será apenas la de la protección frente a la violencia? Apostamos en ese sentido a pensar al lado de esta agenda, y en igualdad de importancia, otra que se articule a través de una retórica afirmativa del placer. Lo hacemos entendiendo que es necesario que reivindiquemos para nuestras vidas más y mejores placeres sexuales. Nos parece importante, así, una noción de justicia erótica con la que podamos imaginar al mismo tiempo un mundo en que tengamos vidas sexuales gozosas –sabiendo que para ello es necesario mecanismos que minimicen la exposición al daño y la muerte–, y en la que estemos protegid*s de violencias –sabiendo que entre ellas están las privaciones del placer sexual.

A partir de esta convicción es que entendemos la urgencia

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de operar sobre estos placeres sexuales, sobre sus dinámicas específicas, sobre cuáles y cómo se propician. Y en esto, la imagen pornográfica tiene mucho que ver. Ella ofrece imaginarios que pueden ser expulsivos, limitantes o aburridos, pero también tiene la potencia de diseñar ficciones donde encontrarnos, donde nos veamos invitad*s a explorar otras posibilidades corporales, desconfigurando las marcas normativas -o entreviendo sus límites- de lo que sabemos de nosotr*s mism*s para así abrirnos a nuevas experimentaciones.

Deberíamos decir que no solo la tarea feminista está en operar en las imágenes en sí mismas sino en cómo nos vinculamos con ellas, cuestionándonos si nos animamos a producirlas, cómo lo hacemos, si las entendemos como ficciones potentes y no como meros espejos de la realidad, si ellas pueden ser incentivos para seguir inventando, para recorrer oportunidades gozosas para nuestros cuerpos.

El posporno es un modo de operar en esas imágenes y en cómo nos relacionamos con ellas, enrareciendo los sentidos comunes del porno. Y en ese desorden, somos nosotr*s también quienes nos desorientamos, cuestionando quiénes somos y permitiendo abrirnos a un movimiento que desestabilice también los límites que le ponen al placer las identidades sexuales. En ese sentido, el posporno puede ser también una práctica cuir.

Entendemos la práctica posporno como un ejercicio de exploración sexual, como una forma de educación sexual, como un movimiento estético político y feminista, y como una manera de generar pensamiento colectivo y situado sobre el cuerpo, los placeres, los límites. Hacer posporno también puede ser una manera de hablar con el cuerpo sobre sexo. Un laboratorio para ensayar las formas del cuerpo en comunidad sexual con otr*s, la posibilidad de generar otras metáforas afectivas, sexuales, otras narraciones. Sacar la sexualidad de los lugares conocidos, la pareja, la procreación, la violencia, los traumas, la torpeza. Habitar la duda, la incerteza, el

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rechazo, la incomodidad que me genera estar desnuda con extrañ*s en una habitación, el vínculo con la mirada ajena, la tecnología del género que posibilita la presencia de una cámara. ¿Cómo todo esto puede no ser feminista?

Bibliografía

English, Deidre; Hollibaugh, Amber; Rubin, Gayle. Talking Sex. A Conversationon Sexuality and Feminism. In: Hollibaugh, Amber. My Dangerous Desires. A queer girl dreaming herway home. Durham: Duke University Press, 2000. p. 118-137.

Egañarojas, L. (2017), Antricheradas en la carne. Lecturas en torno a las prácticas postpornográficas, Barcelona, Ediciones Bellaterra.

Haraway, Donna (1991), Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia.

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Por no y reboludion feenmimisma

OGT_SEXINDICATO (Folía Erlinez Sucia Martich)

Acá les asemos un espermita pa ke sentienda

1. No nos conosimos

2. Nos manguereamos tabaco en alguna soportunidades no se ponele en lo de algun amige en co-mun.

3. La institución del orto nos invito a ke nos pasaramos películas de culo en el museo.

4. Ningún lugar esta legos.

La institucion te invita a amorfar partes della orto mundo sexposibel

Queridx diarix:

Hace un ano ya que nos conoSimos en un ritual de ayarguasca, porke la vida no nos guntó antes, la muerte nos guntó despoés. Somos sexitosxs duenixs de un secshop desidiente, que pusimos OGT porque no somos muy creativas y acabamos, y acabamos de adoptar un higo y le pusimos OGT, luce como teratoma, con cabellos y un par de tres dientes. Entre paja y paja nos hicimos amigas de la anni y de la betty, le escrbiimos a barba lamer, nos respondió naomi uoman, nos dejó tirada agustina conmedia, resucitamos a peter lamerbien, hablamos con melissa pasiflora, le robamos a laura pila de anos. Mostrar estos culos con pelos en el museo fue la megor escusa pa reunir y reunirnxs entre putis de la vuelta.

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Esta películas que se guntaron van de la mano a pija de lugares, algunos las separan porke no entienden que funcionan guntas y tienen miedo de mostar todo, de lo que vayan a decir las personas adultas, miedo de ver un pito no duro y glande, panico de ver gente haciendo petes falsos, verguita de verganza de ver leche con densada, gente mail maquillada con dos cabeza. otrxs solx esperan verlas a todas juntas.

Kemosion kemosion Ser parte de tu corazom Siempre nos tapan, nos buscan la sala más escondida, o nos dejan el más “pior” lugar, ponen carteles afuera avisando, como para que nadie entre, para dejarnos solxs. Y esos son los lugares que más nos gusta estar/ser, y a la gente tambi-en, le gusta revolcarse y quedar con los pies sucios, transpirados, se ratonean creyendo que eso esta mal, o sienten que transgreden alguna norma, que rompen con alguna regla. Todo lo que está mal es porque está bien. Aser las cosas bien aser las cosas por el bien para el bien es lo ke iso todo lo ke baño de kaka este mundo terriculo.

Lo que hay nos da pa todo. Somos el meyiso malo del caputalismo, nos comemos todo lo ke nos den todo nos reproduce. Los problemas son soluciones, todo lo que podía ser un problema es una solución, toxicxs para el otro lado, toxicxs positivxs.

La poli cia cierra anos este sindicato telos abre Este artículo es un culo con arte

Si por cada museo habria un telo este país sería mucho más culo, si em bez de entrar alas salas de 10 a 5, en silencio, vacías, con miedo, la luz apagada, susurrando, entraramos cogiendo, comiendo, corriendo, a los chupones babeandonos y babeando anos. Si las personas que kuidan museo en vez de vigilarte, te acogieran, te quisieran, te re cibieran con un

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fuerte abrazo y con ganas de mostrarte lo que hay. Si cuando nos sentaremos a hablar y escuchar fuera como en orto lado y no ahí (en el museo) si no volviéramos a repetir los rituales (el de la botella) si hablar y hacer fueran cosas que no se separan, intercambiaramos habliendo (hablando + haciendo).

Si por cada liceo pusieramos un secsishop… si nos dieran gratis los útiles esculeares.

¿Por que Yocasta termina cogiendo con Edipo?

¿Por que los griegos podían lamerse lozanos sin problema?

¿Por que no hay más bacanales?

¿Por que Eraclito no se llama Eraclitoris?

Tirar la transterna y que todo se vaya por el coño. de kerer coher y que nos digan cómo y con qúe, ogt_sexindicato. setihembra de 2019, apenes nos conocíamxs, anguela lo pez no in vitro a ser un ciclo de cine porporno en el centro de exposiciones subite de montebideo y asi comenzó nuestro matri. Ven prinsesa y deja a tu korasom soñar un mundo anal

El porno, como vien telo dice su nombre, es todo lo que la institución quiere convencer que no hace. El porno se define por ser no cine, no educación, no cultura, no arte, no política, no filosofía, no militancia. Porno es basura, es ilegitimidark, terrajada, mal gusto. Solo re enmarcagado de una forma medio arty medio culo sin la o aaaa aora siii aora si aplauden las senioras los maridos.

Todo es putitiko

Personas que leen y hablan en libro y pueden hablar desde sillas y micrófonos y mesitas con botellitas de agua salus (no se si se puede hacer propaganda noseolviden la comisión) hablar

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de porno. Un museo municipal con un director asi desos ke te imagginas coando penas en director sisi asi talkual. Bueno pero el resulta kera el osadísimo todo vanguardista y kiso invitar a un colectivo de cine medio sindependiente y decir que bueno si dale cuando las semi-mugrientas le proponen un ciclo de cine popporno, antifasista (perro porro somos afaborto) y transfamilista. Keriamo pasar porno masbien pero sin ponerle cosas alrededor nunca el iba a degarnos. En las instituciones no se coge, solo se poedede violar si no le contas a nadie.

Coger tiene keser en las camas en colchones comprados o si Jhon (le respondió Yoko) si sos alguien de una película.

Perdonen capas es un entervrero doto testo. Es ke somos mas sexmosionales ke escribanas pero si no entiendan nada no inporta, para entender ta todo lo demarx ya. Kada día te keremos marx.

Bueno cuestión. Que her mo so lo que pasa cuando los personos que asen andar las instituciones hablan de porno. Se vuelven feministas. Dicen el porno muestra a la mujer como un ogeto, dicen. Se vuelven antiracistas y antitransfobicxs. Disen el porno es fetichista dicen. Se vuelven antigordofóbicxs. Dicen el porno muestra un único ideal de puerco rico y de beyesa dicen. Se vuelven anticaputalistas. Dicen es un mercado que explota a sus trabajadorxs dicen. Se cuestionan sobre el consenso. Dicen ache es una lastima esto ke las personas no tienen sexo porque quieren dicen. Ke divines se vuelven. Ke lindo cuando todas las luchas de la sHe istorta dan resultado y las insituciones se cuestionan de verga y se vuelven.

Que las partes de atrás sean las de adell ante Not. Es moralismo.

Traten de contestar no, pero en realidad tas hablando de un tipo específico de porno, hecho por un grupo muy pequeño y

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definido de seres: cischongos como vos. Y ahí puede salir para varios lados, pero nunca un a mirá que lindo, me encantaría ver y mostrarle a mis hijxs ese material anovisual.

Las instituciones, que son gente, no entes abstractos, no edificios genéticamente programados, gente, pipol, seres humanos, reacciona a lo que le molesta. Y le molesta lo que la cuestiona.

Cuando quisimos pasar porno en un museo, adornando el título, fue más para molestar al museo que para difundir porno. Eso ya lo hacemos entre nosotrxs. Porque las mejores cosas, las mas interesantes, posta, pasan afuera. Cuando no hay sistemas de validación, lógicas de competencia, cuando se hacen las cosas con por y para el deseo sin policías revoloteándote alrededor, salen las cosas más hermosas. Nos divierte molestar museos, pero podemos vivir sin eso. No podemos vivir sin hacer nuestro propio porno, pasarnos piques entre nosotrxs, encontrar nuevas formas de jugar con nuestros cuerpxs mentes espíritus avatars. Los museos nos aburren y nos gusta sacudir cosas aburridas. Nos da un montón de placer.

Ceniora no le quite anos a su vida que es mejol cuando llegamos a las instituciones (que somos nosotros, pero no somos), cuando nos filtranos, nos llevamos el agua, y esperamos ansiosxs a que todo se acabe pa’ salir a la plaza a charlar de todo lo que no pudo ser pero que fué. de los malos tratos, de los malos ratos que nos hacen gozar (que nos hacen pasar), de los lugares que no elegimos habitar por que nos contradicen una y orta ves. Nos reímos de nosotrxs y de los otrOs y nos damos cuenta que estamxs donde nos gusta estar, al margen. somos el margen de la hoja tabaré, las anotaciones que hacemos mientras hablan, el trencito en la lapicera, en la

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goma de pan, pasearnos en las instituciones como cola con dos perros, nos fanzina, nos fainá. Compartimos con la gente que se mete a los museos las cosas que hacemos cuando los adulterxs no nos b-n. apagamos la luz, prendemos la camara, nos sacamos los mocos, nos quitamos los pelos encarnados unx alx otrx, lamemos cosas y casas, pestillos, puertas, ventanas, paredes, nos refregamos con el piso y entre nosotrxs, bailamos secsi, de bomba hacha y cal zon cillo, disimulamos los pezones para que se vean, nos maquillamos bien mal, nos vestimos de red, las letra de arjona nos inspiran en un intento por construir nuestra normatividad, la musica que nos acompaño en la crecida, casi lo logra. Llevamos estos culos con pelos a donde queremos, a donde podemos, aunque no entre nadie ala sala. porke? al mundo bello le tocas ser utópico irreal y al inmundo distópico el real.

Si nosotrxs somos la institución, no queremos ser sillas cuando estamos ahi, no queremos gente hablando adelante y gente escuchando del orto lado, en una alfombra en el piso, nos gusta gente pensando gunta, haciendo gunta. Todxs con todxs. No lo hagas tu mismx hagamoslon guntxs.

...y mientras yo me quedo sinti como un huracan rabioso febril, cuanta pasión cuanta osa día o tu fuego de no che nieve de día. Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, hablar de tres, de cuatro...

“no es ninguna aberración sexual pero me gusta verte andar en cueros el con paz de tus pechos aventureros, victimas de la gravedad. si te viese tu jefe desnuda y detrás sería acoso laboral o abuso sexoal...

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Esto no es una pepa

En el principio era solo el ano ignoren este artiCulo asi como nosotrxs ignoramos a los que nos ofenden perdonen nuestras deudas que no podemos pagar por no ganar lo suficiente denons el porno nuestro de cada día

En el principio era solo el ano En lo megor del baile bino ela pagon Ola si kien abla

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Ogt sexindicato … Siempre en tu keronseno

Pd. Tu ano

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OGT Sexindicato

Derivas porno

Derivas libres por apuntes para visionados colectivos de porno, conectados con relatos de fragmentos audiovisuales, reflexiones y recuerdos random. Un intento de acercar las marcas de una época, como huellas en los cuerpos.

A fines del siglo XIX y principios del XX, cuando la visualización de porno aparecía como posibilidad en espacios públicos tales como salas, cantinas o incluso cines de capitales del norte global, observamos que era una actividad dominada por una audiencia mayoritariamente masculina. Hasta los años sesenta, el panorama no había cambiado mucho. Los llamados “cines de adultos” eran cines donde se proyectaba porno para espectadores hombres, blancos.

Desde finales de los setenta, pero principalmente durante los ochentas, y al calor de figuras clave como Gayle Rubin, entre otrxs, del lado de los llamados “feminismos pro-sexo” o Andrea Dworkin y Catherine Mackinnon en el lado opuesto (Women Against Pornography), se instalaron profundas discusiones, atinentes a la relación entre las mujeres como sujeto político del feminismo, la autonomía sobre sus cuerpos, y la sexualidad; siendo los debate en torno al trabajo sexual y el porno los más acalorados. Observamos que, tanto al interior de la industria porno norteamericana, como al interior del feminismo en general, el panorama en aquellos años comienza

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a mutar y, si bien la industria porno se termina de consolidar y sienta las bases de lo que conocemos hoy como “porno convencional/ porno mainstream”, también surgen nuevas propuestas de gestión y realización de contenidos porno, de la mano de nuevos formatos de distribución que, poco a poco, definen diversos rumbos y se expanden con particularidades, hasta la diversidad y expresión de materialidades porno que conocemos en la actualidad.58

Pensar hoy en la implicancia de juntarnos identidades no binarias, personas trans y mujeres cis en un espacio público para ver porno, conlleva a reflexionar sobre un movimiento doble. Por un lado, la visualización de porno deja de ser dominio exclusivo de hombres. Por otro lado, este cambio en las audiencias supone un giro previo en términos de relatos y búsquedas dentro de las propias narrativas porno y en términos de sus dinámicas de producción, distribución y consumo.

(fragmento I) blanco y negro, casi noir, contraluz. largas piernas sobre largos taco aguja, bajan lenta y rítmicamente una escalera. ellxs se encuentran, se observan detenidamente, se miden. Dom ata a sumisx sobre una cama. durante veinte minutos hace con su cuerpo lo que quiere. termina de sellar sus genitales con cera, besa sus ojos y comienza a desatarlx con suavidad.

Cuando tenía once estaba en el cumpleaños de unx compañerx de escuela. Unx de ellxs llevó un VHS que

58 En el documental Herstory of porn (1999) de Annie Sprinkle y Carol Leigh, se repone información muy valiosa sobre este proceso.

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había quitado a su hermanx. Junto a tres más, nos escondimos en una habitación de la casa y colocamos el VHS en una videocasetera, dimos play sin saber realmente lo que seguía. Éramos cuatro niñxs viendo porno, riéndonos alteradxs y gritando, en una lluviosa tarde pampeana de los ’90. La primera vez que vi porno fue a escondidas, con amigxs, papas fritas y Coca Cola.

(fragmento II)

es de día, todo transcurre en el jardín de una casona antigua. una de las personas está sentada en su silla de ruedas, las otras dos nadan en la piscina. salen del agua con sus cuerpos desnudos, se acercan a la silla de ruedas y comienzan a masajear todo el cuerpo de lx usuarix de silla de ruedas, con geles lubricantes. se besan y acarician durante un largo rato, se entregan al placer compartido.

Si bien desde 1947 con la Ley de Sufragio Femenino el terreno en materia de ampliación de derechos y accesos en Argentina queda allanado, es a partir de las últimas dos décadas y media que se profundiza el escenario con avances y conquistas donde los feminismos y transfeminismos, encarnados en diversos colectivos y alianzas con otros movimientos del campo popular, colocan en agenda reflexiones y posicionamientos críticos, en torno a la autonomía y autodeterminación sobre nuestros cuerpos. Entre estos avances, menciono la Ley de Matrimonio Igualitario de 2010; la promulgación de la Ley de Identidad de Género en 2012; la larga lucha por el derecho al Aborto Legal, Seguro

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y Gratuito para cuerpos gestantes;59 la exigencia al Estado de la adecuada implementación de la Ley de Educación Sexual Integral para todos los niveles educativos; la exigencia al Estado de la efectiva aplicación e implementación de la Ley de Cupo Laboral para personas Travestis, Transexuales y Transgénero, y la lucha por el reconocimiento de derechos de lxs Trabajadorxs Sexuales. En medio de esta agenda, avanza un amplio y nutrido abanico de matices, reivindicaciones e interseccionalidades que -en líneas generales- despliegan fuerzas para democratizar los accesos, mejorar nuestras vidas materiales y también para desarrollar herramientas y cuidados en la gestión de placeres, deseos y experiencias sexo-erótico-afectivas.

La gestión de espacios públicos donde proyectar y ver colectivamente porno está íntimamente ligado al devenir de estos procesos y avances del contexto socio-político argentino, en el que los feminismos y transfeminismos marcan terreno y ponen a disposición la posibilidad, directa o indirecta, de que la experiencia de juntarnos a ver porno, se convierta en una experiencia colectiva y sobre todo, afectiva.

59 Nota de la compiladora: El 30 de diciembre de 2020 se aprueba la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Senado de la Nación Argentina, con una marcada diferencia a favor del proyecto. La demanda por el aborto legal, seguro y gratuito en la Argentina ha sido una de las banderas del movimiento feminista y de la diversidad desde el retorno a la democracia; pero en especial, en las derivas activistas de los últimos cinco años. Mientras lxs senadorxs de la Nación se debatían acerca de la aprobación o no del proyecto de ley presentado por el Poder Ejecutivo (pero inspirado en los proyectos de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto), afuera en las calles la “marea verde” demostró su masividad, perseverancia y potencia cuando se trata de obtención de derechos y reivindicación del goce. Felizmente, mientras este libro está siendo compilado, en nuestro país ya tenemos aborto legal.

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(fragmento III)

una persona muy rubia, extremadamente delgada y muy tetona, baila en medio de un living. mira a otra persona semivestida que está a unos metros y se masturba. se acerca, le quita la ropa interior y comienza a penetrarlx. ambxs parecen disfrutarlo. dicen algo en inglés, gimen, etcétera.

Me contó que durante su adolescencia se masturbaba viendo porno glitch. Continuum de líneas horizontales ascendiendo velozmente por el monitor y luego descendiendo y luego fugando de la pantalla. Cuando internet no era lo que es y canal Venus se veía en Direct TV, dedicaba madrugadas a ver escenas porno completamente glitchiadas porque canal Venus no estaba decodificado en su casa. Se jugaba las fantasías entre pedacitos de genitales, mezclados con pixeles deteriorados. Todo indica que el porno glitch es como el porno japonés.

La gestión de proyecciones de contenidos porno es uno de los proyectos que llevamos adelante e impulsamos desde el colectivo HASTA LAS TETAS que nació en Buenos Aires en 2017. Estábamos con Magui, birra en mano y reencuentro después de dos años, teníamos ganas de continuar algunos proyectos ligados al campo audiovisual. En realidad, nos habíamos encontrado unos días antes, en la marcha del 8M, Avenida de Mayo, mar de cuerpos mediante y euforias del alma. Diremos que fue ahí donde inició HASTA LAS TETAS, los reencuentros siempre tienen algo de inicio. La cosa es que desde el 2017, junto a otrxs compañerxs,

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arrancamos con las proyecciones en diversos espacios culturales y académicos de Buenos Aires y La Plata. Y en el 2020 extendemos la propuesta a Barcelona, España, donde residimos integrantes del equipo.

HASTA LAS TETAS es un colectivo pequeño que gestiona proyecciones y charlas-debate, en torno a contenidos audiovisuales diversos, que tocan temáticas (que entendemos) convocantes y urgentes, para los feminismos y transfeminismos. Es un proyecto deslocalizado, autogestivo y abierto, que no recibe ningún tipo de subsidio. Busca poner en valores la visualización de contenidos audiovisuales tantos inéditos e independientes, como al margen de la industria cinematográfica. Los materiales proyectados responden a una curaduría que alberga siempre la perspectiva de género y propone posicionamientos crítico-reflexivos para pensar el lugar de personas trans, travestis, no binarixs, lesbianas y mujeres cis a lo largo de la historia, en sus luchas personales y reclamos colectivos. En varias proyecciones, se proponen invitadxs que forman un panel y acompañan luego con una charla-debate sobre lo que se proyecta.

Entendiendo al porno como una producción cultural que articula lógicas de producción y consumo puntuales y como un género audiovisual que produce desde su narrativa ficcional, formas específicas de vinculación sexual, sensible, erótica y corporal, comenzamos con las proyecciones de porno en centros culturales de la Ciudad de Buenos Aires que albergaron la propuesta. Nuestro deseo fue gestionar espacios seguros cuyos contenidos, disputaran precisamente terreno a la representación hegemónica de estereotipos sexuales, corporales, de género, entre otros. En esta línea el objetivo sigue siendo compartir y promover la visualización de contenidos porno, que nos interpelan en lo personal y lo colectivo.

Una de las constantes que atraviesa la organización en torno de este espacio tiene que ver con la mirada. Siguiendo a Haraway (1991), entendemos la mirada como una práctica

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situada, que se construye y reconstruye dialécticamente. Si la mirada es ejercicio y es posibilidad, también es una zona desde donde generar perspectiva y articular con ejes como contexto y prácticas situadas. En este sentido la pregunta y reflexión por lo que miramos, se nos vuelve necesariamente una pregunta por aquellos elementos y tensiones que construyen la mirada en, y desde, determinados terrenos afectivos, históricos y sociopolíticos.

Durante los 20 vivía en Buenos Aires y compartía casa con amigxs, esa ciudad acelerada siempre hacía que todo me resultara veloz. Una mañana tuve la casa para mí sola, todxs se habían ido. Estaba sentada frente al monitor de la compu, que estaba arriba de una pila de fotocopias de Lévi-Strauss, al lado del teclado un café instantáneo y un potus en frasco. Internet en esa época era como una varita mágica: ventana de incógnito, ventana al mundo, buscador, ¿eres mayor de 18?, salas, chats, categorías, cámaras. Todo era muy accesible y muy rápido, todo muy Buenos Aires.

Pues bien, ¿qué implica pensar la mirada como un ejercicio colectivo? El ejercicio de colectivizar la mirada (hemos sido más de 100 frente a una pantalla viendo porno) ofrece la posibilidad de salirnos de la esfera de consumos privados e individuales y empezar a jugarnos los imaginarios de deseos de manera colectiva. Colectivizar la mirada y compartir los deseos, habilita el diálogo entre la perspectiva personal y la de otrxs. Es un ejercicio que inevitablemente se vuelve auto reflexivo, tiene su retorno a nivel personal, con aquello que llevamos a casa luego de la proyección, la resonancia íntima. Y aquí vuelven preguntas como el porno que consumimos en el ámbito privado, el porno que no, aquello que nos excita, lo que no. También surgen las preguntas acerca del porno

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que quisiéramos rodar y cómo lo filmaremos, o el porno que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo, cuáles son las relaciones productivas que estamos entablando, el guion, lxs performers, las locaciones. La posibilidad de colectivizar la mirada es, sobre todo, la posibilidad de ampliar los horizontes de representación de las sexualidades, las corporalidades y las prácticas de vinculación sexo-genérica en la pantalla.

(fragmento IV) está solx. en realidad, está acompañadx de varias prótesis mecánicas.

la más impresionante es un sillón con una especie de taladro eléctrico incorporado, que le provoca el éxtasis más profundo y obnubilante jamás filmado. está acompañadx de prótesis, que están bañadas de líquidos producidos por la constante vibración mecánica adentro de su cuerpo.

Viendo porno en internet conocí una cantidad de cuerpos, fetiches y locaciones imposible de conocer en vivo. Viendo porno en internet descubrí que varias de mis fantasías nacían viendo porno. Internet y cuerpos, internet y fantasías. El porno me enseñó un despliegue de cuerpos que, sólo muchos años después, volví a cruzarme en lugares como: el inicio de Instagram.

(…) amas de casa, amateurs, anal, asiáticas, casadas, cerdas, colegialas, colombianas, coños peludos, coños pelados, cornudos, corridas, culazos, delgadas, doble penetración, enfermeras, españolas, extremo, famosas, follar por dinero, gangbang, gay, gordas, HD, hentai, incesto, interacial, latinas, lesbianas, maduras, mamadas, máquinas folladoras, masajes, masturbaciones, mexicanas, milf, morenas, negras,

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HOJA DE RUTA PROYECCIÓN EL PORNO QUE QUEREMOS - HASTA LAS TETAS

+ MANIFIESTA / PANEL DE INVITADXS.

Antes que nada, el objetivo es disfrutar de ver porno juntxs y dialogar sobre porno. Dinámica:

1º Presentación del ciclo: 10 minutos aproximadamente.

2º Proyección de: MARIKONAS HARDKORE (2018) performance realizada en el Tattoo Circus Madrid por Lilit Elementa, Misfita Terata, Rebaika, Ce Quimera y Roger Rabbitch + SCUM (2016) de la colectiva Abertura Vaginal.

3º Charla / panel / debate: 50 minutos aproximadamente. Vamos a estar con micrófonos porque seremos muchxs en la sala. Lanzaremos ideas-ejes, y a medida que se vayan sintiendo a gusto vamos compartiendo mic y charlando, cuando alguien quiera aportar y sumar, pasamos mic y así, muy plan charla. Lo mismo, si personas del público piden palabra, circulamos la palabra y abrimos a pensarnos entre todxs. Abrimos, preguntamos, dudamos, compartimos.

> En líneas generales, vamos a girar en torno a: el porno como un género audiovisual, cuya particularidad es representar y producir sexualidades y formas de vinculación sexual.

> Desde ahí pensaremos: alcances y limitaciones de estas representaciones, pondremos en perspectiva el material que acabamos de visualizar en relación con nuestras propias prácticas (quien quiera meterse desde lo personal bienvenidx), pensaremos también: la relación entre los llamados porno convencional, porno feminista y posporno, sus características, lenguajes, trayectorias, contextos político-sociales. Nos

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meteremos con todo lo que desde la esfera teórica y desde su realización, les parezca interesante compartir.

> En relación a lo anterior, nos adentraremos en: el porno como pedagogía de nuestras sexualidades. Puede ser interesante ahondar en el posporno como un lenguaje audiovisual expandido, donde, más allá de cada producción en particular, sus denuncias se dirigen contra la heteronorma sexo-género, la colonización blanca hetero cis patriarcal, lo políticamente correcto, lo público, entre otras.

> Finalmente, giraremos en torno a: la construcción y representación de estereotipos corporales. Las dinámicas con que el porno construye determinadas corporalidades deseantes y deseadas. Visibilización y legitimación de lo que se muestra, lo que no se muestra y de qué manera. Rol de las categorías del porno, los tipos de porno, los canales y medios de difusión del porno.

FIN HOJA DE RUTA.

(fragmento V) atardecer, cae lentamente la noche, grandes olas de mar, acantilados, rocas y cuevas. sobre la arena cuatro personas trans completamente desnudas, comen frutas. juegan con sus gajos, se mojan con los jugos, se acercan, se alejan. se pegotean y lamen los cuerpos enteros, mientras se tocan.

dos de ellxs corren al mar, se zambullen, vuelven a la orilla y se besan un largo rato.

Y en medio de un mundo que cae a pedazos, retornan siempre las mismas preguntas. Aquellas por las vidas sensibles,

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las fantasías abyectas, el derrotero de gestos y placeres, la época como filtro, las imágenes y libertades, los desbordes. ¿Cómo es que siempre, el porno, transforma redes eróticas en formaciones deseantes? Si el porno emerge como cartografía donde re-imaginar huellas en los cuerpos, ¿cómo gestiona sus estrategias contra el entumecimiento de deseos, o las parálisis afectivas? Si la permanencia es, a fin de cuentas, una zona sensible ¿dónde encuentra el porno, su insistencia?

Bibliografía

De Lauretis, Teresa (1992). Alicia ya no: feminismo, semiótica, cine. Madrid: Cátedra

Egaña, Lucía. (2009). La pornografía como tecnología de género. La Fuga, 9. Disponible en: http://2016.lafuga.cl/ la-pornografia-como-tecnologia-de-genero/273

Haraway, Donna J. (1991). Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX. En Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra

Lissardi, Ercole (2013). Del sátiro griego a la pornografía en Internet. Buenos Aires: Editorial Paidós

POST-OP (2013). De placeres y monstruos: interrogantes en torno al postporno. En Miriam Solá y Elena Urko (comps.) Transfeminismos. Epistemes, fricciones y flujos. (págs. 193-206). Navarra: Txalparta

Preciado, Paul B. (2015). Activismo postporno. Parole de Queer. [Blogspot] Disponible en: http://paroledequeer.blogspot.com/ 2015/04/activismo-posporno-por-paul-b-preciado.html

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Porno

desviante: entrecruzamientos con la lógica de producción y consumo de pornografía

La pornografía es un arma muy ponderosa como para ser dejada en manos de otrxs Paul B. Preciado

Contexto: inflexiones culturales

En las últimas décadas, los debates en torno de cuestiones de género, raza y clase maduraron y se complejizaron en todo el mundo: la blanquitud y la cisgeneridad son conceptos de uso cada vez más común, reconocidos como elementos estructurantes de nuestra subjetividad. Los paradigmas del cistema están siendo comprendidos y las disputas en relación a las opresiones estructurales están en ebullición. Ha quedado cada vez más evidente la toxicidad que nos condicionaron a reproducir y, a medida que nos vamos concientizando sobre los vectores que organizan nuestras estructuras socioculturales, vamos entendiendo que nuestras subjetividades fueron modeladas de forma limitante. Somos parte de un movimiento generacional que está comprometido con la ruptura de ese flujo compulsivo de toxinas; colaboramos con la creación de nuevas estructuras e ideas que buscan dar

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continuidad a los procesos de ruptura y emancipación que nos trajeron hasta aquí.

Nuestras subjetividades son construidas en diálogo con el medio social que habitamos. Tal como afirma la investigadora Suely Rolnik (2018), aprendemos y absorbemos una serie de referencias socioculturales directamente ligadas con el “acceso a los bienes materiales e inmateriales, sus jerarquías y sus representaciones” (2018:52). Para la autora, nuestros modos de subjetivación están condicionados al dominio del “inconsciente colonial-capitalístico”, una asimilación de códigos venidos de lo cotidiano, intrínseca a nuestras condiciones socio-culturales y a sus respectivos imaginarios. La experiencia de la subjetividad en la cualidad de “sujetx” se da por medio de lo que Rolnik conceptualizó como “personal-sensorial-sentimental-cognitiva” (2018:52) donde las capas de nuestra construcción psíquica están envueltas por la lógica colonial en el régimen capitalista. Una vez reconocido el nivel de cooptación del sistema, es preciso que nos conectemos con nuestra pulsión, según ella, tejiendo redes micropolíticas y decodificando nuestros atravesamientos, en busca de procesos y procedimientos emancipatorios.

En un video producido en 2020 en el que debate sobre estereotipos y preconceptos, la drag Rita Von Hunty llama procesos cognitivos de la cultura al modo en cómo asociamos determinadas características a determinadas imágenes, creando el significado que le damos a las cosas. Ella relaciona el proceso de producción de los significados de las palabras con el proceso industrial y el proyecto político de mantener grupos minoritarios, políticamente, en su lugar de oprimidos por medio del lenguaje y del imaginario generado por ella. En un diálogo sobre su libro Memorias de la plantación, la artista y psicoanalista Grada Kilomba (2020) apunta a cuestiones presentes en nuestra lengua, acusando sus limitaciones y racismos. Para ella, nuestros idiomas necesitan ser reinventados para que puedan abarcar a las sujetas en sus

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complejidades de género y raza. Los constructos culturales se encuentran también en el cuerpo: la actriz y dramaturga Janaína Leite (2020), cuando se ve actuando técnicamente en una escena porno, accede en su memoria a un repertorio de imágenes relacionadas con aquella situación, con el fin de buscar referencias para sus movimientos, generando un cuestionamiento sobre el acervo de imágenes creado por la pornografía. Si pensamos que las imágenes creadas por el porno tradicional son frutos de procesos cognitivos poco conscientes de sus toxicidades, en el momento en el que se consumen producciones creadas dentro de esa lógica, ponemos en acción repertorios de imágenes que nos llevan a reproducir una idea de deseo y placer que no necesariamente es aquella que nos contemplaría. Las jerarquías sociales impuestas por el cis-tema colonial-capitalista se muestran más complejas cuando hablamos de territorios como los latinoamericanos, cuyas sociedades actuales fueron creadas por colonizadores europeos a partir de la invasión de tierras indígenas, de la matanza y la esclavitud de pueblos originarios y negros. Para la artista Bruna Kury (2020), “solo cuando la hegemonía y los sentimientos cognitivos del capitalismo fallen, podremos volver a habar de deseante/deseable de una forma más digna”. En este sentido, caben las preguntas: ¿qué cuerpos son deseantes y cuáles son deseables dentro de nuestra sociedad?, ¿cómo interferir en la estructura social que funda nuestras estructuras de deseo?, ¿Cómo interferir con los procesos cognitivos de la lujuria? No somos capaces de responder esas preguntas, aunque vemos el porno desviante como un medio de acceso y estrategia que crea fisuras en esas estructuras.

Las perspectivas interseccionales en los movimientos culturales y contra-culturales son una marca importante de nuestra contemporaneidad; estamos más conscientes de los procesos cognitivos de la cultura de la que nos habla Rita Von Hunty. Estamos creando otros significados y otros

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parámetros cognitivos por medio de la producción de referencias socioculturales comprometidas con las demandas interseccionales que articulan género, raza y clase, cuestionando el cis-tema colonial-capitalista. Se trata de un atavismo que tiene elaborado cruzamientos entre los movimientos que buscan políticas de equidad y de reparación histórica. Por ejemplo, Ventura Profana profetizando Jup do Bairro (2019), desnuda, tomando la faja presidencial es la disidencia orgullosa de su propio cuerpo, tomando espacios de poder. Los reflejos de ese movimiento en red han demostrado ser intercambios micro y macropolíticos. Tal es así que en las elecciones municipales de noviembre de 2020 tuvimos el mayor número de personas trans electas en la historia, siendo una trans negra la concejala más votada del Brasil: Erica Hilton, del PSOL (Partido Socialismo y Libertad). Ella se consolida como una líder política que está en diálogo con los frentes activistas que actúan por menos opresión. Hilton es una de las agentes que está en la política institucional con una mirada interseccional, llevando la potencia de ese movimiento generacional:

Estamos dando de a un paso por vez. La gente tiene urgencia, no prisa. Porque fueron 388 años de esclavitud, casi 140 de una falsa abolición. […] La gente llegó aquí con mucha calma, mucha estrategia, mucha resiliencia. Entonces, seguimos en la urgencia, pero sin prisa. Y es necesario decir: las cosas van a cambiar. […] Nosotrxs somos la posibilidad de ruptura de un proyecto nefasto, colonizador, genocida que se implementó en el Brasil desde la invasión de estas tierras (Hilton, 2020).

Vemos cada vez más narrativas y poéticas elaboradas desde perspectivas históricamente apagadas y marginalizadas. “Venís a decirme/que solo cogés con un hombre bombeado/ pará un poco, querida/vení a coger con los desviados/sabés

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que no estoy curado/y no voy a la universidad/pero arraso en la cama/inventando pornografía” dice la letra “Detente, Querida”, música de Lynn da Quebrada, estrenada en 2016. En el caso de Lynn, son versos y performances que acusan el racismo y la transfobia que describen las imágenes de relaciones sexuales que ironizan el falocentrismo, trayendo otras posibilidades de placeres. Ella, así como Jup do Bairro60 y Ventura Profana proclaman la unión en red de cuerpos disidentes por medio de la reinterpretación de la espiritualidad. Entonces, Ventura Profana, la pastora de las travas propone nuevos valores: “no será ungido quien no obedece al caos”.61 La moral y las buenas costumbres son aliados fundamentales para el sostenimiento de la estructura social capitalista, que incentiva a los ciudadanos de bien al tan necesario orden y progreso. ¿Para quién? ¿A costa de cuáles vidas? En julio de 2020, Ventura Profana y su compañera musical Podeserdesligado, lanzaron el álbum Rasgos pentecostales para matar al Señor, enalteciendo las vivencias trans, negras y gordas y burlándose de la blanquitud clasista y de las hipocresías del evangelismo. Estas travestis multiartistas y negras son referencias importantes para pensar estrategias de existencia y resistencia en la producción de nuevas formas de subjetividades e imaginarios sexuales, afectivos, espirituales, raciales y de género. Así lo explican: “Bueno, por supuesto, fuimos atadas y arrojadas a la hornalla/a la más alta temperatura/por no doblarnos ante el trono de ningún señor/fue que Dios se reveló a nosotrxs”. En nuestros procesos de emancipación colonial y de cambio de paradigmas, la interseccionalidad y la micropolítica son conceptos fundamentales para que podamos romper con los valores que hacen que las vivencias no normativas sean colocadas al margen. Bruna Kury, en un debate de

60 Jup do Bairro y Linn da Quebrada fueron compañeras artísticas hasta mediados de 2020, cuando decidieron continuar sus carreras por separado.

61 PROFANA, Ventura; PODESERDESLIGADO (2020)

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la Unicamp realizado en junio de 2020, reflexiona acerca de la cuestión moral de la dignidad del afecto en relación a la monstruosidad de las cuerpas seropositivas o que se alejan de la hegemonía. En paralelo, se despliega la lógica territorialista que desaloja pueblos indígenas para construir hidroeléctricas o que provoca incendios en las villas para construir shoppings y galerías de arte. Kury usa el término “gentrificación del afecto” para la economía higienista que el espectro del deseo hegemónico crea. Es fundamental reconocer que el plano urbano es concebido a partir de los mismos paradigmas que construyen nuestro deseo y que es determinante para desenvolver nuestras subjetividades y de la forma en cómo nos relacionamos. O sea, el mismo higienismo que hace que las vidas pobres sean marginalizadas es aquel que separa lo normal y lo adecuado de aquellos que no son dignos. Por esta lógica, nos condicionaron a sentir asco de nuestros propios olores y fluidos y vergüenza de ciertos deseos y placeres.62 La gentrificación del afecto es uno de los dos factores que hace que la tasa de suicidio de personas de la disidencia de sexo/género sea tan alta. El cis-tema colonial-capitalista moldes nuestras vidas de manera inexorable. Nuestra estructura social y psíquica está basada en la lógica racializante, binaria, jerárquica y capacitista. Para PACHAQUEER, colectivo de mostras performers, “de una u otra manera, todes estamos dolorides o sanxs, presxs de estereotipos e ideales para poder estar dentro de esta sociedad a la que prefiero llamar ´suciedad´,63 nadie está libre de los tentáculos neoliberales.” (2018). No existe quien pueda librarse de todo lo que fue enseñado e impuesto. Partiendo de esta admisión, podemos reconocer las lógicas tóxicas que somos capaces de reproducir y entonces

62 EDIYPORN (2020)

63 N. de lx A.: La autora hace un juego de palabras entre sociedad, y suciedad (sujeira, en portugués). Preferimos dejar, en la cita, la palabra original.

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prestamos atención a nuestras propias acciones para romper con sus flujos. La interseccionalidad, finalmente, se trata de contextualizar histórica, social y territorialmente, hacer alianzas, unirse y fortalecerse en red.

Porno Desviante: airear imaginarios sexuales

Es a partir de esta premisa que el porno desviante de EdiyPorn se crea: basado en una ética emancipatoria, enfrenta las dinámicas de marginación y de privilegios (Vidarte, 2007) presentes en la estructuración del deseo sexual y –al mismo tiempo- prioriza el tesón y el confort de quien construye la escena. Nuestras películas son –ante todo- sobre cuerpos y deseos, después sobre la imagen. O como dice la investigadora Helen Torres: “No es solo una cuestión de cuerpos diversos sino también de trabajar con otros sentidos más allá de mirar, para que así la representación sea el fruto de todos los sentidos” (Post Op, 2013:202). En nuestra plataforma online estamos vehiculizando representaciones que buscan dar cuenta de esta complejidad: en ediyporn.com distribuimos producciones autorales y también de otras personas y productoras independientes. Si la pornografía acciona y construye nuestra subjetividad sexual de manera profunda, es importante interferir en la lógica de la producción y el consumo de estos materiales: para que podamos airear nuestros imaginarios sexuales y disfrutar de representaciones pornográficas que nos representen. Tal como asegura el colectivo español Post Op:

El posporno es de mostras empoderadas que muestran su sexualidad sin pudores ni disimulos, que muestran sus heridas de guerra, que muestran lo que la sociedad bien pensante invitó a esconder. Muestran cuerpos que rompen con el sistema binario de sexo-género, con las categorías de

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orientación sexual, de normalidad corporal y de capacidad… y que no busca la excitación sexual sino que esa excitación sea producida también a través del humor, de la ironía y del discurso crítico (Post Op, 2013:198).

El porno desviante es la estrategia que encontramos para fisurar la pornografía, repensando su forma de ser concebida y del disfrute, buscando otra estructura de producción y circulación de contenidos pornográficos. En este sentido, EdiyPorn se organiza como una agrupación de personas en busca de oxigenar las subjetividades sexuales, creando nuevas posibilidades para lo que se entiende como sexo y sus representaciones. Estamos formando una red preocupada en revisar y discutir las problemáticas de la pornografía tradicional y poner en práctica otras formas, más liberadoras, de creación de pornografía. Somos un colectivo de experimentación sexual, estética y política.

Nuestras producciones audiovisuales surgen a partir de nuestros cuerpos, de la búsqueda por acceder a deseos y de la voluntad de compartir estos procesos –partimos de experiencias íntimas donde nos colocamos como cuerpos deseantes y deseables, sujetxs activxs y responsables por las propias narrativas. Trabajamos de forma independiente por no tener patrocinios o posibilidad de acceder a avisos públicos, ya que la pornografía no tiene el status de obra de arte. Por causa de nuestro bajo presupuesto, muchas veces acumulamos funciones dentro de las producciones, actuando como productores, performers, fotógrafxs, editorxs, coloristas y por ahí va. Este intercambio nos facilita percepciones ético-estéticas en la realización de videos y películas, al tiempo que nos posibilita percepciones exhaustivas en la composición de nuestros repertorios y en la comprensión de los procesos de creación.

Lidiamos con los pudores introyectados en nuestro inconsciente, que buscan ocultar cuestiones relacionadas con la sexualidad. En la potencia y en la intensidad de la investigación,

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a veces tenemos que dialogar con nuestros demonios internos – y hemos aprendido que ellos tienen la capacidad de darnos información precisa sobre quiénes somos y nuestros devenires. Cuando unx performer se coloca como agente en una producción pornográfica, nuestro trabajo como productora y equipo es facilitar para que esa persona esté cómoda y entre en contacto con su pulsión creativa y sus deseos, vivenciando su tesón de forma explícita y sincera. Uno de los lugares de la potencia viene siendo formar espacios de confluencia, contribuyendo para la participación de personas interesadas en trabajar con la pornografía, pero que nunca tuvieron la oportunidad o que nunca se animaron. Acceder a esa sensación de desear y ser deseadx ejerciendo el exhibicionismo de performar para un porno desviante es una posibilidad de respuesta a las normas estéticas y comportamentales instaladas por la pornografía mainstream, sus representaciones objetualizantes y exotizantes. Crear las propias narrativas es un movimiento de reparación. Ajustamos nuestras performances sociales de acuerdo con el espacio en el que nos encontramos, con nuestro humor, nuestros objetivos o interacciones interpersonales. La forma en la que nos portamos es parte del arsenal de códigos culturales que aprendemos en el transcurrir de la vida. A medida que accedemos a las referencias que desautorizan las normas establecidas, vamos deformando y modificando los modos en cómo nos presentamos. Las performances sexuales son parte de este mismo proceso, pero no accedemos a sus referencias solamente por medio de materiales que hablan directamente sobre sexualidad. Entendemos que esta construcción ocurre todo el tiempo, como dice Bruna Kury (2020): cuando vemos a un casamiento cis heterosexual, de piel blanca o clara y cuerpo flaco, presentando por el periodismo, nuestro imaginario sexual también está siendo alimentado. No podemos actuar sobre lo que la televisión nos ofrece, pero sí sobre cómo recibimos esas informaciones, comprendiendo que

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la cultura y la subjetividad están en constante diálogo. Así como cualquier otro producto cultural, la pornografía tiene el poder de reafirmar constructos sociales y modos de vida, le cabe a quien produce estos contenidos elegir qué ponderar y a quién lo consumirá, elegir iniciativas en las que crea. Actuar a contramano de los modelos normativos nos posiciona como agentes de una micropolítica que busca romper esos patrones hegemónicos, fortaleciendo a las disidencias de las que somos parte y con las que dialogamos.

Otras representaciones y el mercado sexual capitalista

EdiyPorn fue creada a partir del deseo de estructurarnos y de establecer una alternativa a la pasteurización del porno hegemónico. Dentro de la plataforma online, el contenido está dividido en cuatro secciones principales. Diversos, donde vehiculizamos –gratuitamente- textos, videos, performances, podcasts, fotos, entrevistas y producciones que exploran varios medios y lenguajes, trayendo diferentes miradas en torno del deseo, la calentura y la putez; Gozar juntxs, galería abierta para el intercambio de videos de masturbación, donde recibimos material del público;64 Servicios, donde divulgamos nuestros servicios de producción a demanda y la realización de performances; y Exclusivo, área del sitios exclusiva para suscriptores, en la que publicamos nuestras producciones audiovisuales y de colaboradorxs de porno independiente. Creyendo en que la forma de presentar nuestros contenidos también es un modo de interferir en las lógicas de consumo del porno, los videos de nuestro archivo exclusivo no son separados por categorías, sino que están colocados

64 Para participar se necesita mandar un video de la persona masturbándose, con una duración de hasta un minuto, a ediyproducoes@gmail.com

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por orden de posteo. La pornografía hegemónica condicionó el modo en el que la consumimos, segmentando los materiales en categorías que reflejan nomenclaturas y jerarquías, y sus limitaciones: aquello que es considerado más deseable será de más fácil acceso (cis-hetero, blanco y flaco), en cuanto a lo que es considerado exótico o bizarro quedará fuera del sitio, accesible solo a través de la búsqueda – y para escribir en el buscador es bueno saber qué es lo que se busca. Pensando en la dimensión micropolítica de esas categorías, optamos por una navegación que le posibilite a quien accede al contenido, encontrarse con materiales inesperados, y que en ese devaneo tenga la posibilidad de descubrir otros deseos y placeres sexuales. Parte de nuestra propuesta para oxigenar imaginarios sexuales, es producir este quiebre de la zona de confort, generada por el lugar común y defensivo del “ese es mi deseo”. No queremos respuestas, queremos preguntas y hallazgos que abonen a nuestras percepciones sobre los placeres sexuales.

Sin la necesidad de una narrativa programada que contemple la dramaturgia de aquello que pueda ser denominado como “sexo” –preliminares/penetración/goce– nuestras producciones buscan trabajar desde otra lógica, en la que el objetivo es buscar el confort y la calentura del equipo. La dirección de las escenas se da a partir de los acuerdos y deseos de quien performa, buscando una dinámica de set sin las jerarquías usuales del audiovisual. Para nosotrxs, es fundamental la comunicación entre lxs performers, la cámara y la producción, de modo que todxs den su consentimiento para las prácticas realizadas en la escena y para el modo en el que serán grabadas. Durante nuestros procesos de desarrollo poético, percibimos, también, la importancia de que la persona que edita los videos se deje envolver por el material: es claro cuando la edición es hecha por alguien que sintió calentura por el material o se sintió interpeladx por las escenas. Buscamos, durante todo el proceso de producción,

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dialogar, escuchar e intercambiar, de manera que el video final pueda transmitir –por medio de los cortes- sonidos, imágenes y colores en los que se sienta la energía de la excitación experimentada por lxs performers.

Paralelamente a las producciones en video, desarrollamos una investigación acerca del cuerpo y la performance, investigando la potencia de las intervenciones pornográficas en espacios públicos y privados. Las acciones denominadas pornoshow, parten del interés por transgredir esas limitaciones que tienen las construcciones sociales en torno del cuerpo, del sexo y de la intimidad. Entre las intervenciones más o menos improvisadas, nos encontramos para investigar nuestras corporalidades y modos de exponer lo sexual de forma abierta y audaz. En esos encuentros discutimos vivencias personales, conversamos sobre el consentimiento y CNV65, realizamos sesiones de BDSM y ruedas de masturbación, entre otros tantos ejercicios creados para vivir experiencias que puedan ampliar nuestras subjetividades y libidos. Entendemos las acciones pornoshow como dispositivos de hackeo de imaginarios sexuales, en los que colocamos nuestros cuerpos como campos de experimentación y dislocamos el lugar tabú de la sexualidad, provocando al público. En marzo de 2019, por ejemplo, de improviso y por la excitación del carnaval, realizamos una acción que consistía en una danza anal y una lluvia dorada, seguida de una explosión en la que se salpicó orina por el aire. La performance ocurrió en BloCú, una cuadra de calle LGBTIQA+ que pasa en el centro de Sao Paulo, al son de Jub do Bairro, que cantaba en un trío eléctrico. Un registro de la acción se viralizó en Twitter antes de ser respondido por el entonces recién electo presidente, haciendo que Brasil se cuestione y conozca lo que es la Golden shower. 66

65 CNV: Comunicación No Violenta.

66 Un registro de la acción se viralizó en Twitter dos meses antes que Jair Bolsonaro asume la presidencia del Brasil. La ultraderecha retwiteó el video, con la intención de difamar el carnaval y después de algunas horas

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El carácter político y visceral de la entrega del cuerpo en una performance busca la potencia del proceso de descolonización de los cuerpos marginados. Elegimos la pornografía como herramienta de pulsión creativa y el mercado del porno como territorio de disputa, en la medida en que el porno tradicional de las grandes productoras todavía detenta el monopolio financiero del mercado pornográfico. Actuamos para que las producciones disidentes y desviantes se infiltren y hagan que la economía de esos nichos vire más allá de los lugares hegemónicos. Buscamos una ética, un modo de producción y una estética comprometidas con la reinvención y la resignificación de nuestros presupuestos; nos interesa romper con la expectativa social construida en relación a los cuerpos y los placeres sexuales. Reconocemos que la inercia de un espectro de deseo homogeneizado es interesante para el mercado, porque eso trae estabilidad comercial, subjetiva y política. A pesar de todo, los caminos de la distribución del contenido están en expansión, la internet de banda ancha y los dispositivos que permiten la producción y el consumo de contenido audiovisual están más accesibles, impulsando producciones independientes y facilitando la autorrepresentación y la construcción de narrativas que hasta entonces eran censuradas u oprimidas. Como productorxs y consumidorxs, tenemos la posibilidad –y la responsabilidad– de fomentar las producciones que consideramos urgentes. Sobre esto, Jup do Bairro dice: “Es importante que la gente entienda cómo crear nuevos imaginarios, nuevas posibilidades de producción, de manutención, de cómo transformar nuestras redes afectivas en redes afectivo-económicas” (2020). En este sentido, es hizo un nuevo posteo, alimentando la polémica generada en internet, y escribió: “¿Qué es el Golden Shower?” El hecho explotó en la prensa nacional e internacional, desmoralizando al presidente y culminando con el hashtag #ImpeachmentBolsonaro, que pedía la destitución del presidente por violar las normas del decoro.

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fundamental, para nosotrxs, valorar las iniciativas que se crean más allá de la masificación.

Entendemos que existen, al menos, dos caminos para establecernos en el mercado: negociar con el mainstream, que sigue controlado por la mirada de los hombres blancos, cis-hetero; o crear nuevos segmentos económicos, a través de políticas de concientización del público, con iniciativas que colaboran para las transformaciones sociales. Elegimos personas de la disidencia para la producción y la edición, para que estén como agentes productores y consumidores y que el capital gire dentro de estas comunidades. Este es un movimiento necesario tanto en el porno como en el arte, en la academia, en la ciencia, en la religión o en cualquier otro campo en disputa. Es tiempo de restituciones.

Queremos pelear espacios en el mercado de la pornografía, finalmente, entre Pornhub u Onlyfans, el trabajo sexual fue el primero en ser uberizado. Lo que el norte global nos da como opción es vender nuestro porno en grandes portales, para que nos encajemos en sus limitaciones – muchos no aceptan prácticas escatológicas, por ejemplo. Incluso así, el dinero generado por nuestro trabajo no nos es transmitido con facilidad y nos tenemos que desdoblar para encontrar la manera de recibir la plata. En fin, conquistando alguna autonomía, las dinámicas del capital acaban produciendo más concentración en las manos de otro hombre blanco, cisgénero, heterosexual y rico. Es innegable que recibir dólares por la venta de un video posibilita un retorno financiero mayor. Tal vez, reconociendo el jaque mate en el que el norte global nos coloca, podamos sospechar por qué existen tan pocas plataformas porno sudamericanas. Pero: ¿cómo modificar los parámetros del mercado y crear nuevas posibilidades de circulación y venta de porno sudaka? Mientras no tengamos una respuesta, seguiremos trabajando para construir posibilidades.

Somos muchas personas trabajando con la pornografía

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de forma independiente y son muchos los trabajos potentes y comprometidos con la interseccionalización de las discusiones en torno del género, la sexualidad, la pornografía y el trabajo sexual. Con la creación de EdiyPorn, buscamos establecer camaradería con personas u otras productoras comprometidas en tomar espacios y crear espacios habitables en la pornografía. Estamos trabajando en una lógica del afecto, de la excitación, del consentimiento y de la creatividad. Nuestra plataforma online ediyporn.com tiene la intención de emanciparnos de las grandes empresas para tener la autonomía de circular producciones latinoamericanas, de forma accesible para esta región. El proyecto viene cobrando forma por medio de camaraderías e intercambios, surgidos en las alianzas de los cuerpos desviantes. Somos muchas personas las que estamos fortaleciendo esa red de putería político sudaka y agradecemos a quienes se nos vienen sumando.

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EDIY PORN (Foto de Nu Abe)

Bibliografía

Leite, Janaína (2020). Do que eu não sei sobre pornografia. Em: Martins, A. M., Carvalho, H. W. e Neto B. (orgs.), Vulgar. São Paulo: Ed. do Autor.

Kury, Bruna (2020). Desconstruir sem Fetichizar. Em: Martins, A. M., Carvalho, H. W. e Neto B. (orgs.), Vulgar. São Paulo: Ed. do Autor.

POST-OP (2014). De placeres y monstruos: interrogantes en torno al posporno. Em: Urko, H. e Solá, M. (orgs.); Transfeminismos: epistemes fricciones y flujos. Navarra: Txalaparta.

Rolnik, Suely. Esferas da Insurreição - notas para uma vida não cafetinada. São Paulo: ed. n-1.

Vidarte, Paco (2007). Ética Marica. Barcelona: Egales.

Online

Bairro, Jup do (2020, nov.16). Mesa Arte e decolonialidade: novas perspectivas para o Brasil, realizada pelo Festival MixBrasil em 16 de novembro de 2020. Disponível em: https://www.youtube.com/wa tch?v=4ahls89XbfI&list=PLY2bQK2ZUETlLJxUj5CvpIv1m8vs _S_je&index=2&ab_channel=FestivalMixBrasil

EDIYPORN (2020). 69 anticolonial, troca-troca de entrevistas. Disponível em: monstruosas.milharal.org/2020/07/13/69 anticolonial-um-troca-x-troca-entre-ediyporn-monstruosas/

Hilton, Erica (2020, nov.15). Discurso feito pelo seu Instagram no dia que saiu os resultados das eleições. Disponível em: https:// www.instagram.com/tv/CHoqxpxnkDI/

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Kilomba, Grada (2020, nov.25). Conversa sobre Memórias da Plantação. Disponível em https://www.youtube.com/ watch?v=2ez7e-JtgoA&feature=youtu.be

Kury, Bruna (2020, jun.26). Mesa Precisamos falar sobre corpos inquietos. Disponível em: www.youtube.com/watch?v=LANmqmA_LII

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EL PORNO EN DIÁLOGO: ENTREVISTAS

Visiones en la oscuridad, universos excesivos y máquinas del placer.

Entrevista a Linda Williams67

¿Cuáles son los universos secretos que despliegan para nuestros ojos las investigaciones de Linda Williams? ¿Qué fricciones o desbordes en las imágenes traccionaron las maquinarias de placer que imprimieron el goce hardcore en las películas de plata de siglo XIX y el XX? ¿Cuál es el anverso subterráneo de las historias del cine que la pornografía tiene para aportarnos? Entrevistamos a la docente e investigadora cinematográfica feminista Linda Williams en el marco de su visita a la Argentina en 2018 para el dictado del workshop “Repensar los géneros del cuerpo” en el Centro Cultural Paco Urondo de la ciudad de Buenos Aires y su participación como conferencista en el VI Congreso Internacional de la Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual en la Universidad Nacional del Litoral. Linda Williams (1946) es catedrática en estudios de cine en la Universidad de California, Berkeley. Es especialista en el área de cine y audiovisual y su trabajo se ha abocado

67 Esta entrevista fue publicada en CAIANA Revista de Historia del Arte y Cultura Visual del Centro Argentino de Investigadores de Arte. N°15 (primavera 2019) Buenos Aires. ISSN 2313-9242.

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al análisis del género pornográfico, el placer visual, la corporalidad en cine, las visualidades “excesivas” y la racialidad en el cine. Sus contribuciones resultan ineludibles en lo que refiere a la fundación del campo de los Porn Studies y el análisis de las imágenes explícitas desde perspectivas feministas y queer. Ha publicado los libros: Figures of Desire: A Theory and Analysis of Surrealist Film (University of Illinois Press, 1981), Hard Core: Power, Pleasure and the Frenzy of the Visible (University of California Press, 1989), Playing the Race Card: Melodramas of Black & White from Uncle Tom to O.J. Simpson (2002), recientemente publicó Screening Sex, (Duke University Press, 2008). Compiló los libros Reinventing Film Studies (co-editada con Christine Cledhill, Bloomsbury, 2000) y Porn Studies (Duke University Press, 2004).

En esta entrevista Linda Williams refiere algunas de las líneas de análisis que posibilitaron su investigación a fines de la década del ochenta y principios de los noventa, alrededor del género pornográfico, surgidas en un contexto de fuertes discusiones entre los feminismos alrededor del problema de la pornografía. En la búsqueda de aportar un giro teórico, Williams inaugura el análisis de las imágenes hardcore desde perspectivas heterogéneas que articularon vertientes teóricas heterogéneas tales como las teorías del género y de la imagen, el marxismo, las perspectivas foucaultianas sobre la sexualidad y el análisis del film. Asimismo, reflexiona acerca del impacto de estas aproximaciones al campo teórico de los estudios cinematográficos, al ámbito de la enseñanza y las discusiones activistas. Por otra parte, recupera algunas de las preguntas que orientaron los inicios de su trabajo, surgido al calor del estallido de la industria pornográfica audiovisual y el éxito inédito que supusieron films como Deep Throat (1971, Gerard Damiano) o Behind The Green Door (1972, Mitchell Brothers); finalmente se interroga sobre aquello

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que podría ser pensado como “excesivo” o pornográfico en el actual régimen de circulación de imágenes.

- En primer lugar, queríamos preguntarte acerca de tus primeros pasos como investigadora y docente. ¿Cuáles fueron tus primeras inquietudes y cómo te llevaron a investigar sobre cine?

Comencé trabajando en el área de Literatura, específicamente en los estudios de Literatura Comparada de la Universidad de Berkeley. Aún sin estar graduada fui a Colorado a dar clases de Literatura Comparada y hacia el final de mi periodo de graduación tuve la inquietud de trabajar cine. Me gustaba mucho pero no sabía si era posible volcarme a ello y además me sentía muy vieja para comenzar de cero. Tampoco había demasiados programas de estudios de cine y los que existían recién estaban comenzando. Así que le dije a mi director del área que iba a escribir sobre films. Luego conseguí una beca para estudiar cine surrealista en París y esa estadía cambió todo para mí. En ese momento, el psicoanálisis y la semiótica estaban yendo de la mano, al tiempo que Lacan estaba en auge. Entonces me volví lacaniana. Esto fue en la década de los setenta. Me tomó un tiempo largo salir de ese paradigma, pero finalmente pude. Entonces, mi primer trabajo fue en el departamento de Inglés donde pude hacer algo de cine, pero muy poco. Mi segundo trabajo fue en el departamento de Cine. Allí tuve una epifanía cuando Žižek nos visitó. Me di cuenta de que no quería pasar el resto de mi vida discutiendo desde el psicoanálisis. Comprendí que lo que había investigado sobre surrealismo y psicoanálisis era muy lacaniano, así que tuve que parar y comenzar a investigar otras cosas. En esos años me volví feminista, pero tampoco quería ser una feminista psicoanalítica porque eso ya lo hacía todo el mundo. Hacía los años ochenta tomé otro rumbo y comencé a trabajar en lo que años después sería mi libro Playing the race card (2001)

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que trabajaba el cruce entre raza e historia, pero no desde el psicoanálisis. Allí revisé cuestiones vinculadas a la raza, concretamente el melodrama de la blanquitud y la negritud.

- Parte de tu labor como investigadora ha tenido como eje el análisis de la pornografía. De hecho, tu libro Hard Core: Power, Pleasure and the Frenzy of the Visible (1989) se ha convertido en bibliografía obligatoria para todxs aquellxs que estamos interesadxs en la pornografía como artefacto cultural. ¿Cómo llegaste a trabajar con ella? Debo confesar que en ese contexto yo sentía que la pornografía me estaba diciendo algo acerca de los films que no había discutido antes. Quería extender mis reflexiones a otras áreas y entonces observé otros “dramas bajo el cuerpo”. Desde el principio quise escribir un libro que se llamara Film Bodies y pensé que ese sería mi gran proyecto. Hasta obtuve una beca en la Universidad de Harvard para estudiar y hacer mi investigación allí. En ese momento empecé a investigar sobre el primer cine de Muybridge y esos materiales me llevaron directo a la pornografía. Era obvio que el cine, en sus orígenes, estaba ligado a este género. Volviendo al artículo “Film Bodies. Gender, Genre, and excess” (1991) allí observé tres géneros del cine: el terror, la pornografía y el melodrama. Pero lo que sobrevolaba a todo era el melodrama como algo más que un género. Esa intuición es lo que me hizo profundizar mis estudios sobre el mismo.

- Sin dudas, además del estudio de los géneros narrativos y los modos, la centralidad del cuerpo y sus excesos en el cine es clave en tu obra ¿Por qué fue tan importante para vos indagar estas cuestiones?

Por aquel entonces, la norma en la teoría francesa era observar la mente, el cogito. Foucault fue la persona que trató de entender la manera en la que los discursos y los cuerpos

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funcionan en vínculo con las disciplinas. Esta era -para mí- la forma de entender la pornografía y otros géneros. Y entonces, ¿por qué tenemos que pensar que ciertas imágenes del cuerpo constituyen un exceso? Ahora entiendo que hay una clase de exceso en el terror y la pornografía. También pensaba que había exceso en el melodrama, pero si lo pensás, la pornografía es el género más popular donde esto es considerado “excesivo”. Nadie quiere poner en números eso, pero hay más películas pornográficas cada año que cualquier otra cosa. Sí es verdad que podemos hablar de un exceso porno, en la modernidad esto lo vemos más y más. Paul Preciado lo llama “la era farmacopornográfica”.

- En la conferencia que diste en el Centro Cultural Paco Urondo, comentaste que al empezar el proyecto alrededor de los “Film Bodies” te ocupaste primero del género pornográfico -pensando que era el género más fácil de analizar- y llegaste a darte cuenta que era tan complejo que requería un libro entero ¿Por qué?

Diría que bastante de mi trabajo en esa época tomaba los conceptos de la teoría cinematográfica muy seriamente, pero a su vez decía “¿Qué hay de cierto en esto?”, “¿Qué hay con aquello?”. Así que uno de mis primeros ensayos se llamó “When the woman looks (1984) [cuando la mujer mira]”. Bueno, ¿qué pasa cuando la mujer sólo mira? En aquel entonces Laura Mulvey decía que la mujer sólo-estáallí-para-ser-vista [to-be-looked-at-ness]. Así que quería decir, ¿qué pasa en una película de terror cuando la mujer sí mira? Usualmente lo que pasa es que ve al monstruo o al asesino. Traté de volverlo más complejo y pensar que quizás ella reconozca la diferencia del monstruo -que es un Freak o King Kong o lo que sea- y se da cuenta que tienen una afinidad, porque en general existe esta semejanza entre el monstruo y la mujer. Así que ese sería solamente uno de ejemplos de trabajar con una idea de Mulvey, probarla y de

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alguna manera, pensar otras cosas. En ese sentido dije, ¡sí! las mujeres son obviamente el espectáculo en la pornografía, el cuerpo de la mujer es la fuente de fascinación, quizás incluso de miedo -si quieren ir hacia la ansiedad de la castración freudiana y Mulvey fue en esa dirección enteramente cuando dijo aquello de que ver a la mujer desnuda es encarnar la amenaza de la castración. Yo ya no creo en eso de ningún modo, pero ella lo había dicho. Luego, en ese mismo artículo titulado “Placer visual y cine narrativo” (1975) añadió que hay dos líneas de escape para la mirada que pone a la mujer en el centro: la escopofilia, donde en cierto modo, investiga y castiga a la mujer y luego otra ruta, la fetichización, donde uno se encubre el miedo a la castración a través del culto. Eso no funciona del todo cuando tenés tantos cuerpos desnudos. Así que tenía que pasar por esta teoría, atravesarla, e ir más allá de todo eso. Empezar con aquello que pensé que sabía, que eran estas teorías, para luego dejar todo eso a un lado y fue lo que finalmente hice en el libro. A partir de lo que Foucault había insinuado sobre el discurso de la sexualidad y como aquel saturaba a la mujer de sexo, comencé a preguntar por qué es que los estudios incipientes sobre el movimiento humano en los inicios del cine (es decir, las cronofotografías) se hacían de este modo. En este sentido, supuse que mi aproximación era en sí misma un discurso sexuado, se trataba de un nuevo modo de scientia sexualis con el que nos estábamos aproximando al tratar de entender el cuerpo de las mujeres (el cuerpo de los hombres también, pero no hay trauma asociado a ese cuerpo). Esta era una forma nueva de pensar históricamente, ya que el cuerpo de las mujeres no ha sido mostrado siempre del mismo modo, sino que responde a contingencias particulares.

- En aquellos años que trabajaste tanto con pornografía, ¿qué relaciones tuvieron esos textos con el feminismo y qué recepción has tenido desde la academia y desde los activismos?

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Sorprendentemente en la academia tuve una muy buena respuesta ¡Tuve más y más trabajo! Empecé en un lugar muy bajo y terminé en Berkeley, que en cierta medida es la cima. Podría decir que a algunas personas quizás no les gustaba de lo que hacía. En mi segundo trabajo, cuando empecé a enseñar pornografía, la persona que me contrató no quería que lo hiciera, pero me permitió llevarlo adelante. No traté de ser sensacionalista respecto de esto, porque todo esto sucedió en el condado de Orange, una región que forma parte de la California sureña y que es muy conservadora. Yo estaba enseñando pornografía en este lugar muy reaccionario y a su vez obtenía un montón de publicidad mientras que algunas feministas anti-pornografía estaban muy enojadas. Pero, en cierto modo, decíamos algunas cosas, pero no discutíamos directamente, simplemente nos pronunciábamos respecto a las otras. Catharine MacKinnon fue mi archi-enemiga y era una feminista muy importante que había influenciado a muchísima gente, pero yo estaba profundamente en desacuerdo con ella. El motivo por el que empecé a estudiar pornografía es porque ella había hecho este razonamiento de que la violación en Bosnia en aquellos años había sido causada por la pornografía y eso no era cierto. Si había violación en Bosnia era debido a una gran cantidad de cuestiones culturales, incluyendo la guerra. No podés simplemente culpar a la pornografía, es decir, cierto agente foráneo llamado “pornografía”. Me sentí muy fortalecida en esta posición cuando empecé a enseñar.

- ¿Qué significó enseñar pornografía en la universidad desde una mirada feminista?

A principio de los 90 nadie más estaba enseñando pornografía desde ninguna perspectiva. Lxs colegas, especialmente el jefe del departamento, no estaban exactamente contentxs, pero tampoco me detuvieron. Fue políticamente complicado, pero estaba decidida a hacerlo porque había tantos argumentos - especialmente de cierto sector del feminismo- sobre los

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males de la pornografía que quería mostrar el valor feminista de analizarla como un ejemplo de fantasía masculina. En aquel entonces yo ya era feminista, me invitaban a enseñar en las aulas donde se cursaban los Women´s Studies [estudios de mujeres] y a través de las películas pornográficas se podían juntar estas dos cosas, aunque no era fácil. Cometí muchos errores, pero aprendí cómo hacerlo y la cosa realmente importante es que cuando empecé a enseñar pornografía, y esto habrá sido en 1989, mis estudiantes no conocían necesariamente de pornografía, no estaban familiarizadxs con ella. Recuerdo ciertxs inmigrantes vietnamitas que, obviamente, necesitaban verla para poder escribir sobre ella. En aquel momento podías alquilar una película porno en cualquier parte. Unx de ellxs me dijo que había tenido que andar a hurtadillas en medio de la noche en el living para mirar pornografía y que sus padres estarían muy furiosxs de saber que estuviera mirando esas películas. ¡Y me sentí realmente mal! Luego, teníamos un lugar donde se podía ver películas en la biblioteca, pero había que dar vuelta el monitor con el objetivo de no ofender a otras personas. Así que hubo problemas, pero no puedo decir que haya sufrido. La parte más difícil fue el trauma de los estudiantes varones que realmente temían ver pornografía gay y salían de manera ruidosa de la clase. Era una homofobia bastante literal pero que no querían admitir.

- Durante los 90’s, cuando escribiste Hardcore... había una persona llamada Annie Sprinkle que estaba haciendo en aquel entonces algo que denominó post-pornografía. ¿Qué pensás de ese movimiento? ¿Has investigado sobre la post-pornografía? ¿Te encontraste alguna vez con Annie Sprinkle?

He visto lo que está trabajando ahora, se volvió una amiga en el proceso de escribir sobre ella y la amé. Creo que es una figura muy original porque tiene esa habilidad para nunca decir “o una cosa o la otra”, sino decir “ambos” que es un poco esta cita que suele repetir: “mi madre solía venir a mi

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habitación cuando era chica y me decía, ‘crecerás para ser una puta o para ser una actriz.’ ¡Y tenía razón! Esa es su filosofía. Es decir, no puede decirse si algo es bueno o malo sino todo es correcto. Empezó su carrera desde abajo y sintió que estaba teniendo sexo porque quería y le daban una propina. No sé si eso es real, pero su idea respecto del sexo es que no es algo problemático o miedoso. Yo estaba fascinada con Annie Sprinkle, hizo un show y luego un libro que se llamó “Post-porn modernist” [Post-porno modernista] que es lo que realmente hace siempre: la historia de su vida y algo que termina siendo una suerte de deconstrucción de las disposiciones sexuales de cualquier momento particular. Ha enseñado realmente cómo ser una estrella porno: “te ponés esto, aquello, esto duele, en estos tacos podés caminar, etc.”. Hizo un video que se llama Sluts and godesses video workshop (1992) [El workshop en video de las putas y las diosas] y allí dice cómo ser una puta y la performance que necesitás hacer para ser una diosa. Antes de que Judith Butler fuera leída, Annie Sprinkle estaba trabajando en el género como una perfomance.

- Sabemos que actualmente algunas de tus investigaciones retoman ideas planteadas en Film Bodies, donde ya veías que el melodrama más que un género excesivo era un modo más amplio que contenía a los otros dos géneros, un modo general de la cultura de masas. Contanos un poco de ello. En este nuevo esquema, ¿Qué ocurre con el terror y la pornografía?

Al principio solo quería mostrar la dificultad de seguir con el esquema en torno a los “géneros corporales” ya que el melodrama no es un género. En sus aspectos más poderosos emocionalmente hay un sentido en que el melodrama, como modo, puede verse como el modo “maestro” que modula los géneros corporales de éxtasis sexual y terror. Y todavía creo que es importante considerar a la pornografía y al terror como géneros corporales relacionados con el modo, más que

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con el género del melodrama. Lo importante es mantener la pornografía en juego como un género importante. ¡Muy a menudo se olvida!

- En tu trabajo hay un esfuerzo por contar una historia del cine que no había sido contada. ¿Cuál es tu interés en trazar esas otras historias del cine? ¿Qué otros autores han hecho trabajos similares al tuyo?

Los cuerpos en la película se mueven, el movimiento es lo especial que las películas traen respecto de la fotografía fija. Las películas se mueven y pueden movernos. Esta es la idea básica sobre las películas que he querido recuperar. En la medida en que la pornografía con imágenes en movimiento fue novedosa gracias a la invención del cine, creo que es fascinante rastrear esa historia. Es por eso que he estado interesada en salvar las huellas de las stag films que desaparecieron rápidamente de la historia del cine. Esos materiales nunca se habían mostrado al público en general, sólo a audiencias de hombres en clubes y fiestas privadas. Me interesa especialmente este tipo de proyecciones “prohibidas” que estaban dirigidas a despertar a los hombres y que fueron vedadas para las mujeres a las que no se les permitió participar en tales proyecciones. Creo que Tom Waugh y Richard Dyer han contribuido con historias y registros importantes de este tipo de proyecciones en un contexto gay. ¡Espero que lxs jóvenes eruditxs como ustedes también lo hagan!

- ¿Cuál ha sido tu interés académico, pero también político, de analizar géneros y modos desprestigiados de la cultura de masas? ¿Qué otras producciones culturales, consideras, están hoy en un espacio de obscenidad o exceso?

Es una muy buena pregunta, no estoy segura de saber la respuesta de qué es realmente obsceno hoy. Porque lo que realmente quise demostrar es este movimiento de ir hacia lo on-scenity [lo-en-escena] más que en torno de lo ob-scenity

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[lo-fuera-de-escena] con el on/off respecto de cómo lo vemos y lo que no vemos. La pornografía no es como cualquier cosa, tampoco el horror y estos últimos años estuve tratando de decir que el melodrama sí es como cualquier cosa. No sé, ¿qué opinan ustedes? Porque lo queer, lo trans, también está sucediendo en el porno...

- Hay ciertas películas “Snuff” que son completamente obscenas para determinados regímenes visuales, lo mismo las imágenes de guerra...

El Snuff, absolutamente. Pero, ¿puedes mostrarme una película Snuff? Una vez dí una charla en Inglaterra. Con el objetivo de llegar allí con mis filminas y, como había imágenes hardcore, tenían que pasar por cierta oficina de control burocrático. El jefe de censura de todo el país tuvo que mirar lo que iba a mostrar porque Gran Bretaña es bastante malo en ese sentido. Así que cuando me encontré con él, me devolvió mi material para que pudiera mostrarlo -de hecho, iba a hablar sobre Annie Sprinkle allí- y me dijo que quería contribuir a mi estudio mostrándome unos materiales. Así que fui y me mostró Snuff. Y dijo, “esto es snuff” pero, ya sabés, no podés verificar si es snuff, ¿cómo lo sabes? Así que yo digo, si algo es snuff, probablemente hoy serían imágenes de guerra que seguramente no estén sexualizadas en absoluto, es decir, quizás son violaciones o cosas por el estilo. Recuerdo haber dado una charla donde dije que el real Snuff era que estábamos bombardeando Irak y para mí eso era el horror, y estamos haciéndolo todos los días y sobre personas inocentes, le llamamos “daño colateral” y se trata de la guerra. Así que, para mí, ese es el atropello real y lo que realmente debería espantarnos.

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Monstruxs al poder68

“El post porno es de las monstrxs”, dicen Elena Urko y Majo Pulido, integrantes de Post Op, referencia ineludible del post porno ibérico. El colectivo se formó en 2003 luego de la maratón post porno organizada por Paul B. Preciado en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Desde entonces, utilizan la pornografía para crear otros imaginarios que visibilicen lo deseable de cuerpos y prácticas sexuales distintas a las que se ven en el porno mainstream. Esta reapropiación del porno que realizan lxs Post Op desborda los ambientes queer e intenta convertirse en una práctica abierta a otros públicos con inquietudes, deseos y corporalidades diferentes. Su propósito es bien concreto: “Queremos llevar el post porno fuera de los espacios que están familiarizados y convencidos, y así llegar al mayor número de personas para que puedan cuestionarse y hacer tambalear ciertas verdades que nos han vendido en torno a la sexualidad y los géneros.”

Durante la 1era Bienal de Performance de Buenos Aires en 2015 fueron invitadxs a realizar talleres y conferencias donde todos los cuerpos fueron especialmente invitados. Entre las actividades resaltaron el taller “Empoderándonos desde la monstruosidad”, que el colectivo español coordinó en la Casa

68 Esta entrevista se publicó en el Suplemento SOY de Página/12, el viernes 24 de abril de 2015.

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del Bicentenario; y el workshop “Prácticas performativas en torno a los cuerpos disidentes y activismos post porno tullido transfeministas”, realizado en el Centro Cultural Paco Urondo. Ambas propuestas buscaron reivindicar los cuerpos disidentes y problematizar su construcción: marimachos, locxs, afeminados, trans, tullidxs, gordxs, cancerosxs. “Nos interesa pensar la diferencia como fuente de placer, como parte de la variedad de cuerpos que existen y no como aquello que debe ser modificado o curado. Trabajar desde nuestras diferencias, desde nuestras partes incómodas”, afirman.

- Uno de los primeros argumentos sobre los que se paraba el post porno en sus inicios frente al porno es que allí sólo se ven cuerpos y prácticas sexuales normativas. Pero el mercado del porno ya ha incorporado a las diversidades. ¿Qué haría la diferencia entonces entre porno y post porno hoy?

Lo cierto es que en el porno mainstream hay de todo, pero el problema para mí es el enfoque. Hay personas con diversidades funcionales, gordxs, viejxs, trans, están todos. Pero si miras este porno, lo disidente siempre está representado como lo abyecto, lo otro, lo freaky, lo extraño. Es decir, se muestran estas identidades como algo anecdótico. Para mí es fundamental que estos sujetos disidentes sean quienes generen sus propios imaginarios pornográficos, no otras personas que busquen esos cuerpos para completar la sección freak.

- ¿Y entre el porno queer y el post porno?

Vemos positivamente la aparición de materiales realizado por personas trans o gender queer pero en estas páginas pornoqueer falta variedad de prácticas. Además, hay poco porno que más allá de su finalidad masturbatoria trate de hablar de otros temas como clase, raza, cuerpo sano/enfermo, entre otros ejes transversales. Es decir, el porno queer está enfocado en criticar el eje sexo/género, y del resto de las opresiones que nos atraviesan no se ve mucho.

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- ¿Creen que podrían comercializarse productos post pornográficos?

No me parece que un producto deje de ser político porque se comercialice, pero hay que ver de qué manera se hace y a costa de qué. De hecho, dentro de páginas de porno y productoras queer ya están comercializando videos, pero con una forma de repartir los beneficios o de registrar la licencia diferente a las webs de porno tradicional. Está bien que valoremos nuestro trabajo y nuestro tiempo.

- En el libro “Transfeminismos” (Editorial Txalaparta, 2013), discuten sobre la idea de que el post porno se ha estetizado. ¿Creen que esto podría quitarle su potencia disidente?

En principio, el post porno no puede ser una estética porque en sí es una práctica. Las producciones actuales son tan variadas y diversas que hablar de una estética es imposible. Una prueba es que en las páginas de porno comercial y en las de porno queer la etiqueta post porno no existe. ¿Por qué? Porque abarca demasiado, no está lo suficientemente acotado para tener una etiqueta. Al margen de todo esto, si el post porno se transforma en una estética y deja de ser una práctica perdería su poder desestabilizador y se convertiría en un producto capitalista como otro cualquiera, tal como ha pasado con la etiqueta queer.

- ¿Qué potencia tiene el post porno para empoderar a personas con diversidad funcional?

Hace años que venimos visibilizando esos cuerpos a través de prácticas no convencionales que nos permitan explorar más allá de lo genital. Y notamos que estas prácticas no sólo son interesantes para quienes tenemos inquietudes más allá de la genitalidad, sino para personas con diversidad funcional que tienen otra forma de sentir el cuerpo o de moverse. Y el feedback ha sido enorme: ponernos en comunicación con un cuerpo que tiene una manera de moverse o una sensibilidad

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tan diferente a la general hace que aparezcan prácticas que de otro modo no se nos hubieran ocurrido.

- ¿Qué diferencia encuentran entre hacer performance y realizar talleres?

Durante nuestros primeros años, cuando nos dedicábamos más a hacer performance, muchas veces quedábamos frustradas porque todo quedaba en lo espectacular, en una actuación. Con los talleres notamos que cuando el propio cuerpo es el que realiza la experiencia, allí se genera el cambio real. Muchos asistentes han montado sus propios colectivos, han generado su propio porno, etc.

- En sus talleres también facilitan la creación colectiva de juguetes, prótesis y ortopedia con fines sexuales.

Muchas veces las personas nos preguntan si vendemos los productos de Pornotopedia. Pero no, la intención de este proyecto es generar nuevas ideas para sexualizar el cuerpo con aparatos que puedas crear tú mismo o con tus amigos. Si en el sexshop no encontramos lo que nos apetece porque no está hablando de nuestras prácticas y nuestros cuerpos, empecemos a construir nuestros propios juguetes.

- ¿Cómo las ha modificado la experiencia de realizar talleres post porno enfocados a cuerpos con diversidad funcional como el que se podrá ver en el documental Yes, we fuck (Dir: Centeno y De la Morena, 2015)?

Nos dimos cuenta de que los espacios que fuimos montando durante todos estos años no eran tan accesibles y abiertos como creíamos. Aunque pensábamos que teníamos en cuenta a todas las opresiones (además de la de sexo/ género), en realidad era mentira. Personas con diversidades funcionales sólo han empezado a venir ahora porque antes nuestros ejercicios no estaban adaptados para estas diversidades. Tuvimos una toma de conciencia. Como base, no

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podemos estar hablando de generar alianzas en espacios en donde no se pueden generar físicamente esas alianzas. Y ésa es una autocrítica que debemos hacernos al interior de los espacios queer/transfeministas.

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“Porno es educación sexual, lo queramos o no”

Entrevista a Erika Lust69

Laura Milano y Manifiesta

Directora de cine para adultos y entusiasta promotora de la pornografía, Erika Lust es una de las caras visibles del porno independiente en Europa. Con su productora Lust Films, ha producido tres largometrajes70 y cerca de veinte cortometrajes que exploran en lo narrativo y lo estético de la imagen porno. Su trabajo más premiado es la webserie de cortometrajes X-Confessions que comenzó en 2013 y reúne a cineastas, intérpretes y artistas interesadxs en el cine independiente para adultxs; donde cada historia es producida a partir de las fantasías que la propia audiencia pone a disposición de la productora en su website.71 En 2008 publicó el libro Porno para mujeres (Editorial Melusina) donde resume algunas de sus ideas sobre la pornografía para mujeres, sus

69 Esta entrevista fue publicada en Revista Imagofagia n°19 (abril 2019). Buenos Aires: Asociación Argentina de estudios del Cine y Audiovisual (AsAECA). ISSN: 1852-9550.

70 Barcelona Sex Project (2008), Life Love Lust (2010) y Cabaret Desire (2012).

71 Para más información acerca del proyecto X Confession, ingresar a: https://xconfessions.com/

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críticas al porno mainstream y recomendaciones de películas porno para consumo femenino. Desde entonces, Erika Lust ha publicado novelas, ensayos y guías; al tiempo de impartir conferencias, workshops y proyecciones a lo largo del mundo con el fin de divulgar el consumo responsable de pornografía. Autodefinida como feminista, esta cineasta sueca radicada en la ciudad de Barcelona sostiene una postura positiva respecto al sexo y la pornografía como lugar de empoderamiento, educación y goce femenino mientras que mantiene un discurso crítico respecto a la industria del porno por haber siempre retratado el deseo masculino heterosexual. Al mismo tiempo, Lust reivindica la labor de las mujeres dentro de la pornografía ya sea como directoras, productoras o intérpretes haciendo hincapié en las condiciones de trabajo, el buen trato y la comunicación detrás de escena. Erika estuvo de visita en la ciudad de Buenos Aires en 2018 presentando sus cortometrajes y participando de un conversatorio en el evento Una noche de Xconfessions que se realizó en el Centro Cultural Matienzo. En ese marco, se realizó esta entrevista a la directora junto con la cooperativa de comunicación Manifiesta. 72

- Se dice de tus producciones que son films eróticos para adultxs, porno indie, porno feminista. Pero, ¿cómo definirías vos tu trabajo?

A mí me gusta decir que es cine independiente para

72 Manifiesta es una cooperativa de comunicación feminista. Es un espacio de comunicación y de creación colectiva donde confluyen mujeres con vasta trayectoria en medios audiovisuales. Participan activamente del movimiento feminista, de mujeres y de derechos humanos de la Argentina. Buscan incidir en la comunicación audiovisual para cumplir los artículos de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que promueven el trato igualitario, no discriminador ni sexista de las audiencias; respetando la diversidad, las expresiones de género, clases sociales y consumos culturales. Para más información, acceder a: http://manifiesta.com.ar/ contacto@ manifiesta.com.ar o sus redes en FB, IG y TW.

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adultos o cine indie. O a veces también me gusta decir que es cine erótico, porque – aunque es sexo explícito- tiene la imagen, la narrativa, la cinematografía del erotismo. Intento combinar lo que es lo explícito y lo erótico porque eso es la explosión y es lo que me interesa.

- Tanto en tu libro como en muchas entrevistas, te referís al “porno para mujeres”. ¿Qué engloba esa frase? ¿Por qué elegiste enfocarte en la producción de esa clase de porno en tus comienzos?

En el inicio de mi carrera tuve la idea del porno para mujeres. Cuando empecé a filmar, yo tenía la idea de que la pornografía no me acababa de gustar del todo. Tenía una discrepancia entre mi cuerpo y mi cerebro. A mi cuerpo le gustaba ver imágenes explícitas, pero mi cerebro rechazaba eso pensando que no era de mi gusto. Tuve un conflicto con eso, y comencé a hablar con mujeres y hombres a mi alrededor sobre este tema. Muchas mujeres tenían la misma sensación que yo, mientras que la mayoría de los hombres decían ver porno y estar bien. Estaban cómodos con el género, mientras que las mujeres estaban incomodas. Así nació la idea de hacer algo para las mujeres. Luego empecé a hacer y a tener reacciones de la gente. En ese proceso me di cuenta de que lo importante era la perspectiva como mujer. Pero el porno que yo estaba haciendo era para todo el mundo: hombres y mujeres. De hecho, recibo comentarios de hombres que han visto mis trabajos y me felicitan. Dicen que es la primera vez que han podido ver una película de adultos con sus esposas/compañeras/novias, han tenido una buena noche y no una pelea seguida del comentario “¿qué mierda es esto”? Además, hay un 40% de mujeres y 60% de hombres en nuestra audiencia, según las estadísticas que tenemos. Así que el porno que hago es para todo el mundo, pero con perspectiva de mujer.

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- ¿Cómo influyó tu formación en ciencias políticas para tu labor audiovisual?

Cuando me mudé a Barcelona fue muy difícil para mí trabajar en política y tuve que buscar otros trabajos. Tenía amigos que trabajaban en el sector audiovisual, ahí comencé a trabajar como asistente: manejando coche, sirviendo jugos y cafés, etc. Nada que ver con porno. Pero de a poco fui aprendiendo cómo se hacían las películas y me gustaba mucho ese mundo. Me apunté a un curso de cine y allí tuve la oportunidad de hacer un cortometraje. Cuando me pregunté qué hacer, volví sobre estas ideas que había tenido en la universidad acerca del porno. Entonces quise intentar hacer una película erótica, explícita, pero con mis valores. Así fue: en el 2004 hice una pequeña película que se llama The Good Girl. No sabía qué hacer más allá de mostrársela a mis amistades. Algunos me dijeron que envíe este corto a festivales. Lo hice y comencé a ganar algunos premios. En esa época, Internet estaba en un momento donde se podían mostrar películas en streaming o habilitar para descargas. Entonces me armé un blog, subí la película y – para mi sorpresa – a las semanas tenía dos millones de descargas. Se hizo viral. Ahí me di cuenta que no estaba sola y que había mucha gente que quería similar a lo que quería yo. Muchos me escribían pidiéndome más películas y entendí que eso era una oportunidad.

- En Argentina estamos en un debate acerca de la educación sexual integral. Tenemos una ley ejemplar sobre ESI donde la perspectiva de género está presente, pero que no se implementa en las escuelas por falta de instrumentación o por presión de la Iglesia. Al mismo tiempo, grupos conservadores alegan que la ESI encubre ideología de género. Sabiendo que el porno educa y se consume mucho entre las/os jóvenes, ¿de qué modo el porno puede contribuir a una educación sexual o cómo la educación sexual puede colaborar en un consumo más responsable de porno?

Porno es educación sexual, lo queramos o no. Esa es

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la realidad con la que vivimos, entonces creo que hay que empezar a responsabilizarse de eso. Las/os madres/padres tienen que tener conversaciones con sus hijas/os, no solo de sexo sino también de pornografía. Porque la pornografía que vemos en la web, que la gran mayoría son los Tubes, 73 tiene mensajes horribles de dominación masculina sobre las mujeres. No me gusta como los hombres tratan a las mujeres en el porno, no me gusta como ellas son reducidas al papel de satisfacerlos a ellos. En España, la educación sexual es un tema sobre el que aún se está luchando. Yo hablo con muchas profesoras de colegios que, si quisieran dar educación a sus estudiantes, pero las/os madres/padres lo impiden. A la misma vez, muchas/os madres/padres comienzan a dar educación sexual actual y responsable a sus hijas/os. Hasta comienzan a atreverse a hablar de la pornografía.

- ¿Qué recomendarías que les digan?

Es importante que les digamos que el porno es una ficción exagerada del sexo, pero no es lo mismo que el sexo. Si compartimos estas ideas con nuestras/os hijas/os es posible que empiecen a pensar críticamente sobre lo que están viendo. Después es claro que, en diferentes edades, hay que tratar el tema distinto. No es lo mismo hablar con un niño de ocho años, que con un adolescente de dieciséis. Hace unos años hicimos un proyecto online que se llamó thepornconversation. org que habla sobre esta temática y que además ayuda a los padres/madres con guías para diferentes edades acerca de cómo tener esta conversación sobre porno con sus hijos. Pero al margen de lo que puedan hacer las/os madres/padres, está el sistema escolar y está claro que la educación sexual está lejos de lo que debería ser, o que ni siquiera existe. Creo que es

73 Se llama Tubes a las web de pornografía gratuita donde los contenidos pornográficos de promoción (que duran breves minutos) son consumidos por millones de usuarios cada día. Ejemplos de estas webs son RedTube, PornHub, YouPorn, ZZZTube.

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algo que tenemos que cambiar, porque no podemos fiarnos de que todas las familias tengan estas conversaciones.

- Ante este panorama hostil y conservador donde lo reaccionario ignora o estigmatiza al porno, ¿qué hacer desde la producción de porno independiente?

Creo que lo que tenemos que hacer es seguir haciendo. Quienes estamos trabajando en iniciativas con educación sexual o representación o mass media que trabajen la cuestión del sexo, tenemos que seguir produciendo alternativas. Y tenemos que conseguir hablar más en público sobre estos temas: criticar lo que no nos gusta como también mencionar iniciativas que si nos gustan y que se están haciendo. Tenemos que entender que la pornografía como género se ha vuelto mass media: un tercio del tráfico en internet es de usuarios buscando y viendo porno. Eso nos dice que tiene un gran impacto sobre cómo entendemos la sexualidad, la masculinidad, la feminidad, o cómo interactuamos sexualmente.

- Porque, como decíamos antes, el porno enseña cómo debería ser el sexo.

Para mí lo principal, es explicarle a las generaciones jóvenes que la pornografía es una exageración, una ficción, no es lo mismo que la realidad. Lo que pasa ahora es que hay mucha gente joven que nunca ha tenido sexo y no tienen experiencias propias sexuales, pero han visto cientos de horas de porno. Entonces se han creado una idea acerca de cómo funciona el sexo y esa idea está equivocada. Lo que me preocupa de esta generación es que en sus vidas propias actúan como los porn-star de las películas. Recibo muchos mails de mujeres jóvenes que se preguntan si hay algo en ellas porque sus cuerpos no funcionan, o no pueden acabar. Dicen no tener idea de lo qué les pasa si cuuando están solas pueden masturbarse con un vibrador, pero con un chico les resulta imposible. Eso muestra que tienen muy poca comunicación.

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Se han fijado en las técnicas sexuales en el porno que es penetración vaginal, pura y dura; sin estimulación del clítoris ni nada. Y ya sabemos que muchas mujeres necesitamos algo más de contacto, usar nuestras manos, o tener más tiempo. Creo que lo importante, entonces, es que tenemos que hablar de sexo, tenemos que pedir consentimiento, tenemos que aclarar nuestras intenciones. No podemos solo hacer, no podemos ingresar a un momento sexual como si fuésemos una máquina penetrativa. No funciona así, da pena. En mi generación no teníamos tantas imágenes sexuales antes de empezar a tocar a otra persona, teníamos mucho más tiempo, más comunicación. Ahora están intentando actuar lo que vieron en el porno, más que sentir. Debe ser difícil crecer hoy en día, pero a la misma vez tienen mucho más acceso a un contenido sexual. Incluso más allá de lo heteronormativo, tienen variedades distintas de porno y eso creo que ayuda mucho.

- Suele decirse que el porno es machista por sus contenidos y por el público al que está dirigido, pero poco se habla del trato a las/os trabajadoras/es delante y detrás de la cámara. Desde una perspectiva feminista, ¿cómo se pueden transformar las relaciones laborales dentro de la industria del porno?

Con respeto, con diálogo, transparencia, información. Tratar a la gente del modo que quieras ser tratada. Y lo más importante, otra vez, es la comunicación: antes del día de rodaje, los actores y actrices tienen que tener el guion para que tengan la posibilidad de elaborar su feed-back. También tener una conversación previa acerca de qué va a pasar en la situación sexual de la escena. Hablar acerca de cuáles son sus límites, qué cosas le gustan y cuáles no, averiguar si los actores han hablado entre ellas/os. Son cosas bastante básicas. Obviamente que hay que trabajar de ese modo, es lógico. Pero, desafortunadamente, no siempre es así.

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- Como feministas y amantes de porno, intentamos bucear y buscar porno que nos convoque tanto erótica como políticamente. Pero siempre terminamos consumiendo porno producido en Estados Unidos y Europa, aún siendo producciones queer, disidentes, feministas. Muchas veces nos preguntamos cómo sería una producción de porno feminista desde América Latina y por qué la producción es casi inexistente. ¿Cómo crees que se puede estimular el desarrollo de nuestro porno en estas latitudes?

La iniciativa que tengo en marcha es un open call que invita a directoras a producir y financiar sus películas. Es una buena alternativa que empezó hace dos años. Tenemos gente de Brasil y México. Todavía no tenemos a nadie de Argentina. Hay que hacer, hay que perder el miedo, hay que empezar a pensar que es lo que a mí me gustaría, que haría yo diferente, cuál es mi película ideal, qué me gustaría crear. Al fin y al cabo, lo que estamos haciendo muchas de las directoras nuevas que hemos entrado a este genero es contar nuestras realidades, cómo vivimos el sexo, qué deseamos y con qué fantaseamos.

- A la par con el auge de la pornografía feminista dentro de la industria, en los últimos años el activismo posporno también ha trabajado en torno a la representación de lo sexual, desde una perspectiva queer/disidente. Tanto en Barcelona, como en Buenos Aires y otras ciudades de nuestro país se han multiplicado estas experiencias. ¿Cuál es tu opinión acerca de este tipo de producciones culturales, dónde también se piensa en otro porno posible?

Me parece fantástico, me parece increíble que haya otras personas que se están haciendo estas preguntas acerca de por qué el propio deseo no está representado allí fuera en el porno o cómo podría hacer una película que si pueda interesarle.

Al fin y al cabo, para cambiar y dar alternativas la decisión viene de los individuos, de la necesidad de ver algo diferente.

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- ¿Qué crees que puede aportar la disidencia sexual a la producción de porno?

¡Tiene todo! Tenemos que romper con la imagen típica de la mujer, blanca y joven en el porno. Hay que mostrar a gente diversa, de diferentes contextos, diferentes cuerpos, diferentes sexualidades, diferentes edades. He hecho una película con una pareja de setenta años y es preciosa porque muestra que la sexualidad es algo que está con nosotros toda la vida. También he realizado una película con una pareja en la que la mujer está embarazada de siete meses. Creo que es muy importante mostrar la sexualidad fuera del estándar del porno o de la revista de moda. Al fin y al cabo, no son tan diferentes.

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El viaje porno:

charla con Las Hijas del Fuego 74

La indagación crítica sobre la pornografía tiene la huella de un viaje iniciático, un recorrido que transforma a lx protagonista a partir de diferentes experiencias que va transitando en el camino y que hacen a un aprendizaje que se imprime en el cuerpo, la subjetividad y la acción. Una vez que nos iniciamos en ese viaje es difícil volver a observar los materiales pornográficos como meros estímulos visuales sexuales, la imagen nos va a estar hablando de mucho más. El viaje por el porno nos invita a preguntarnos acerca de los modos en los que representa el sexo, a los vínculos, los cuerpos. Pero también, el viaje por el porno nos aventura en la pregunta por nuestros consumos, nuestras prácticas, las exigencias que depositamos en las imágenes y las frustraciones que nos atraviesan cuando éstas no nos alcanzan para poder abordar nuestros deseos. Estos interrogantes han sido claves en el Seminario Un porno propio: cruces entre arte, activismos y pornografía que compartimos en el verano 2019 de la carrera de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). En este seminario

74 Esta crónica fue publicada en la Revista Gualichos. Nº1. (2020) Centro Cultural Paco Urondo. Facultad de Filosofía y letras. Universidad de Buenos Aires.

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Laura

nos permitimos ingresar al universo de lo pornográfico y lo pospornográfico como si de un viaje se tratara: hicimos un recorrido que nos llevó tanto a transitar las lecturas y películas clásicas del género, como también desviarnos hacia las manifestaciones contemporáneas activistas en torno a la representación del sexo. El viaje porno dentro del aula nos permitió repensar el fenómeno pornográfico en su entrecruzamiento con el arte y los activismos feministas donde convergen la autogestión, la creación, los discursos transfeministas/queers, la relación con las instituciones académicas/ artísticas, los lenguajes de la performance y el video, los discursos críticos sobre el porno y los espacios culturales under. Más no hicimos este viaje solxs, sino que durante la cursada del seminario nos acompañaron investigadores, artistas y activistas locales que compartieron sus experiencias dentro de la pornografía; generando un encuentro directo entre lxs estudiantes y aquellas personas que hoy traccionan en este campo. La charla con parte de la producción y el elenco de Las Hijas del Fuego (Dir: Albertina Carri, 2018) fue la actividad de cierre del seminario en aquel verano.

La película Las Hijas del Fuego se estrenó en 2018 y desde entonces no para de viajar por festivales internacionales de cine, cines comerciales de países vecinos, salas subvencionadas en distintas ciudades del país, eventos feministas, etc. Una película sobre un viaje que – a su vez- es una película porno donde la erótica lésbica es tan protagonista como los paisajes y la ruta. El recorrido rutero por el territorio como la huella de un dedo que recorre un cuerpo. La historia comienza en el sur patagónico donde dos amantes se reencuentran y comienzan un viaje que irá sumando nuevas amantes, nuevos juegos, nuevos vínculos y nuevas preguntas acerca de su propio deseo. Una de ellas quiere hacer una película porno, registrar aquello que van experimentando on the road cuando el pasaje entre un paisaje y otro o entre un cuerpo y otro deja huella en la propia piel. “El problema no es la

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representación del sexo, sino cómo los cuerpos se vuelven paisaje y territorio” se la escuchará decir como voz en off. La pregunta por las posibilidades del porno, por lo que muestra o deja de mostrar, por lo que nunca va a retratar la imagen pornográfica está en el centro de esta película y en las propias posibilidades narrativas y visuales para ensayar una respuesta. En ese sentido, este relato rutero y porno tiene la impronta ensayística de los últimos trabajos de Albertina Carri donde la experimentación visual, la poesía y la reflexión crítica aparecen vinculadas dentro de una misma urdimbre. ¿Cómo comenzó este proyecto de película y cómo ven hoy las repercusiones que va teniendo a medida que sigue exhibiéndose en distintos espacios? Esta fue la pregunta con abrió la charla con Rosario Castelli, Maru Marcet, Rocío Zuviria y Mijal Katzowicz, integrantes de la producción y del elenco de Las Hijas del Fuego. El proyecto comenzó en 2016 y para ese entonces no sabían cuál sería el devenir de la película y qué tipo de circulación tendría. “Pensamos que íbamos a pasar este material en un sótano de un cine XXX tomado un día por las pibas, y hoy la película está en la cartelera de los cines. La verdad es que no nos imaginábamos esto” explicó Rosario Castelli quien fue parte de la producción. La película fue estrenada en 2018 en el Festival BAFICI y allí ganó la competencia a película nacional, al tiempo que también se proyectó en festivales internacionales de cine como Cannes y San Sebastián. Maru Marcet, una de las actrices, agregó “nosotras no esperábamos algo así respecto a la distribución. Una vez que la película ya estuvo lista, la verdad no sabíamos que iba a pasar. Creo que todas tuvimos un gesto inconsciente cuando aceptamos hacer esta película. Cuando entró al BAFICI ya fue una sorpresa y cuando ganó la competencia ese fue el salto que habilitó que hoy la película este en cines comerciales. Lo mismo respecto a su arribo en el Festival de Cannes y los premios que fue ganando desde entonces”. La distribución de Las Hijas del Fuego a través de los

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Espacios INCAA del país y su comercialización a otros países ha hecho que la película se haya proyectado en varias provincias de Argentina y en quince ciudades de Brasil además de seguir participando de festivales de cine independiente y otros especializados en pornografía feminista. En muchas de estas proyecciones se realizaron conversatorios en donde el elenco contestó preguntas del público cinéfilo, activista y no especializado. Allí, según cuentan, comprendieron que la película estaba abonando a una discusión acerca de lo que es el porno, los limites porosos entre porno y cine, las posibilidades de la imagen porno para hablar de sexualidades disidentes, etc. “La película está en un lugar incomodo. Nos sorprende que haya ido a un montón de lugares donde no pensábamos que iba a ir y eso habilita que aparezcan discusiones que no esperábamos” nos contó Rocío Zuviria, una de las protagonistas del film. Las anécdotas con señoras que se levantaron y se fueron indignadas de la sala de cine se mezclan en sus relatos con las de otras señoras que festejaron la existencia de una película donde los cuerpos de las lesbianas, trans y bisexuales gozan por fuera de la mirada masculina.

Luego, también preguntamos: ¿podemos hablar de esta película desde una perspectiva pospornográfica cuando se nombra a sí misma como porno? “Tal vez para quien se especializa en porno, ve Las Hijas del Fuego y le sobra narrativa. Y para quien busca la narrativa, encuentra que la película tiene mucho de sexo explícito. Es ese `entre` el que nos permite discutir qué es el porno. Da espacio para preguntarse muchas cosas” sugiere Maru Marcet. Más también hay una lectura política del porqué nombrarse porno: “Se define porno porque se enmarca en una discusión. El activismo tuvo un giro al posporno o intentó hacer intervenciones desde ese título. La discusión en torno al porno tiene mucha historia, sobre todo en torno a la censura. En el feminismo hubo marchas en contra del porno. La idea es crear algo que nos de placer básicamente, con lo que nos podamos identificar. Muchas

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de las prácticas que aparecen en la película se vinculan con el discurso posporno, con la práctica política de generar otros modos de producción y otros circuitos. En ese sentido, Las Hijas del Fuego no está tan lejos del posporno pero si elegimos nombrarla como porno porque está bueno discutirle al porno y al cine cómo se muestra el sexo, los vínculos eróticos” explicó Rosario Castelli. Poner la discusión en otra arena para así disputar otros sentidos, tal vez sea la apuesta de este film que transciende los circuitos activistas y discursos disidentes para entrar en interlocución con otros sujetos. En esa línea Mijal Katzowicz agregó que “es una porno de Albertina Carri, y eso no es un detalle menor porque logra que ese porno de cuerpos y deseos no hegemónicos/disidentes llegue al cine. Llevar este tipo de porno con esta calidad al cine también es otra forma de discutir. ¿Por qué el porno no puede tener este tipo de prácticas? ¿Por qué no puede tener este tipo de calidad, de distribución? El porno ha sido siempre un género despreciado y por eso es que Las Hijas del Fuego es una película radical no sólo por lo que cuenta sino por cómo está hecha y la circulación que tiene”.

Para darle un poco de descanso a las reflexiones, anécdotas y preguntas, nos entregamos un poco al viaje porno de la película y vimos algunos fragmentos de la misma. Una escena de sexo donde el altar de una iglesia y el traje de neopreno se fetichizan, otra escena donde los cuerpos se fusionan con el paisaje patagónico de bosque y montañas, una última donde los juegos de dominación y sumisión expanden las posibilidades del goce. La propuesta road-movie sexual va acompañada en cada ocasión de un tratamiento visual y sonoro exquisito que también nos cautiva. Lo que se está mostrando no es sólo el relato de un viaje y las aventuras sexuales allí presentes, sino un viaje visual en sí mismo, una experiencia visual que resulta gozosa para quien la mira. Volvemos a la charla y preguntamos: ¿Cómo los cuerpos se vuelven paisaje frente a la cámara? A lo que Mijal respondió:

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“Carri toma algo de esa mixtura que es el porno entre lo ficcional y lo documental. Hace una especie de poetización del porno porque dentro del carácter de ensayo que tiene la película, ella está introduciendo poesía. Ese lugar de transformación que hace Carri desde la poesía, desde la estetización de los paisajes hace que ese porno se transforme. También suele mostrar los cuerpos de un modo que no suele verse en cámara, como contemplando, la cámara no es invasiva, sino que está entre nosotras”.

Por último, quisimos saber qué potencial político le encuentran a la película en relación a mostrar prácticas y deseos sexuales no heteronormativos sabiendo que gran parte de la pornografía mainstream sigue reproduciendo narrativas y visualidades donde la heterosexualidad sigue siendo la norma. La respuesta de las fuegas fue contundente: “El goce es un problema político y en ese sentido la película habilita a pensar en ello. Otra lucha más es cómo representar nuestros goces” (Mijal). La exploración sexual, la indagación en el propio deseo y la autonomía del cuerpo son piezas importantes para comprender el valor de películas como Las Hijas del Fuego en tanto apuestas audiovisuales críticas, gozosas y poéticas. “Las escenas también están cargadas de nuestra vida real. Somos todas tortas, bisexuales, travas. Hay cierta continuidad. No vivimos, así como en la película, pero tampoco vivimos tan diferente y eso le da naturalidad a las escenas de sexo” comentó Rocío Zuviria. Mostrar narrativas del deseo lésbico que no sean una representación dramática, triste como las que acostumbramos a ver en el cine; sino que se muestren lesbianas gozando, sin conflicto ni dilemas. Mostrar representaciones del poliamor donde lo afectivo sea la costura que sostiene y hace posible la vivencia de otras formas del amor, del afecto, del erotismo, de la amistad. En otras palabras, apostar a la ficción para crear otros posibles. Terminando la charla, las actrices les preguntaron a lxs estudiantes qué pensaban ellxs acerca de si la película era

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porno, posporno, road-movie u otra cosa. Algunxs intentaron encontrar alguna respuesta, otrxs siguiendo abriendo los interrogantes en torno a las categorías y la necesidad (o no) de las mismas para indagar en productos culturales tan híbridos como Las Hijas del Fuego. Lo cierto es que tanto el seminario como el conversatorio buscaron adentrarse en ese terreno pantanoso en el que ninguna categoría alcanza para dar cuenta de la complejidad de los materiales porno que analizamos, pero que actúan como mapas que nos guían en el viaje hacia un porno nuestro.

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Autorxs y colaboradorxs

aliwen (Chile)

Escritora, música, performer y tejedora. Sus intereses deambulan entre las artes, el autonomismo anarquista, la descolonización cotidiana y las sexo-afectividades divergentes, y activa distintos procesos de investigación artística, archivística y escénica que le permiten entrecruzar estas problemáticas de manera fluida.

Asentamiento Fernseh (Argentina)

Noe Gall es activista lesbiana feminista prosexo, doctoranda en Estudios de género (Universidad Nacional de Córdoba). Alberto (beto) Canseco es marica feminista prosexo, doctora en Estudios de género (Universidad Nacional de Córdoba), docente (Universidad Federal de ABC). César Tisocco es activista prosexo y docente. emmasong, feminista prosexo y de la disidencia sexual, formada en filosofía y artes visuales, integrante del Asentamiento Fernseh.

EDIYPORN (Brasil)

Productora de porno desviada que busca reinventar y ventilar la imaginería sexual, trabajando desde nuestros deseos e investigaciones de placeres, cuerpos y cachondos, queremos cambiar la lógica de la creación y el consumo de la prostitución [Ediyporn.com].

Érica Sarmet (Brasil)

Guionista, directora e investigadora de cine y audiovisual. Licenciada en Estudios de Media y Máster en Comunicación (UFF), doctoranda en Medios y Procesos Audiovisuales por la Escuela de Comunicaciones y Artes

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de la Universidad de São Paulo (ECA-USP). Autora de la disertación “Sin porno no hay posporno: corpo, exceso y ambivalencia en América Latina” (2015). Dirigió el cortometraje experimental postporno LATIFÚNDIO (2017). Como curadora, ha actuado en festivales queer y porno como el 2nd London Porn Film Festival, 13th pornfilm festival Berlin, 30th Hamburg International Queer Film Festival, 7th Transition - International Queer Minorities Film Festival, EXCÉNTRICO* 2019 y San Francisco Porn Film Festival 2020.

Fermín Acosta (Argentina)

Escritor, realizador audiovisual y docente. Diseñador de Imagen y Sonido (Universidad de Buenos Aires) y maestrando en Estudios Literarios Latinoamericanos (Universidad Nacional de Tres de febrero). En 2019 publicó su primera novela Bajo lluvia, relámpago o trueno (ed. Entropía) ganadora del Premio del Jurado del Concurso de Novela – Bienal de Arte Joven. En cine co-dirigió junto a Sol Bolloqui y Lucía Salas la película Implantación (2016). Docente en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, y Programa de Actualización en Comunicación, Géneros y Sexualidades (Universidad de Buenos Aires), como también en la Universidad Nacional de las Artes. Integra grupos de investigación en la Universidad Nacional de La Plata y en Universidad de Buenos Aires donde se ocupa del cruce entre imágenes, feminismos y teoría queer.

Jessica Sessarego (Argentina)

Licenciada en Letras (Universidad del Salvador), diplomada en Géneros, Políticas y Participación (Universidad Nacional de General Sarmiento), diplomada en Estudios Nikkei (Asociación Estudios Nikkei / Niquey) y maestranda en Literaturas de América Latina (Universidad Nacional de San Martín). Pertenece a la Red Iberoamericana de

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Investigadores en Anime y Manga y a la Red Interdisciplinaria de Estudios de Género de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Su tesis de maestría trata sobre el fanfictionyaoi escrito en Latinoamérica.

Laura Milano (Argentina)

Doctora en Ciencias Sociales. Licenciada y Profesora en Ciencias de la Comunicación (Universidad de Buenos Aires). Becaria postdoctoral CONICET en el Instituto de Investigación Gino Germani. Ha publicado el libro USINA

POSPORNO: disidencia sexual, arte y autogestión en la pospornografía (Título, 2014). Docente del seminario “Un porno propio: cruces entre arte, activismos y pornografía” dictado en la carrera de Artes, y tutora en la Diplomatura de Extensión en Educación Sexual Integral en la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires). Coordinadora de la Capacitación Universitaria Extracurricular “Cine y feminismos” (FFyL-UBA). Integró el staff de la Muestra de Arte Pospornográfico de Argentina (2012-2014) y organizó números eventos culturales dedicados a la pornografía, en la ciudad de Buenos Aires.

María Riot (Argentina - España) Nació en 1991, en Buenos Aires. Es trabajadora sexual. Forma parte de AMMAR, el Sindicato de Trabajadorxs Sexuales en Argentina.

OGT_SEXINDICATO: Sucia Martich y Folía Erlinez (Uruguay) Sucia: Enfermera de felines epileptikes por las manianas, decente por las tardes, trolisuelta por las tardexitas y cansada por las noches. Nasio en cuna de alpaca, estudio una cosa ke despoes trabajo masomenos otra. Fue mui acosada por grandes artistas reconocidas de nuestra patria y por pekenies tanbien. Su proyecto profusional consiste. Folia: Doctora en 100 encias sexactas. Icano del pop en todo el continente de

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goes. Pariente de famoses. Nase con numerosos planetas en capricornio mas se mueve ke se mueve con soltura ura ura ura. Se desenpeno como meri poppers, vendedora de orificios, agujologo. Actualmente enfocada en profundisar.

Ornella Bodratto (Argentina – España)

Antropóloga. Investigadora y artista independiente. Es cofundadora de HASTA LAS TETAS, colectivo transfeminista que gestiona proyecciones audiovisuales en Argentina y España. Integra CTRL-F, plataforma transdisciplinaria que desarrolla proyectos relativos al cruce entre arte y ciencia.

Romina Smiraglia (Argentina)

Licenciada en Ciencia Política y doctoranda en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), egresada del Centro de Investigación y Experimentación en Video y Cine. Docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional de José C. Paz. Coordinadora de la Capacitación Universitaria Extracurricular “Cine y feminismos” de la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires). Profesora en la Diplomatura en Estudios Feministas (Universidad Nacional del Chaco Austral) y en la Diplomatura en Género y Deporte (Universidad de Buenos Aires).

Sasa Testa (Argentina)

Doctorandx en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Magíster en Estudios y Políticas de Género (Universidad Nacional de Tres de Febrero). Especialista Superior en Conducción de las Instituciones Educativas; Especialista Superior en Profesorx Tutorx y Profesorx de Castellano, Literatura y Latín por el Instituto Superior “Dr. Joaquín V. González”. Coordinadorx del Área “Diversidades” del Centro Metropolitano de Estudios Sociales. Autorx de La existencia de la Mocha Celis o la visibilidad en la invisibilidad

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educativa (2016) y de Soy Sabrina Soy Santiago. Gènero fluido y nuevas identidades (2018) y compiladorx de Cuerpoxs en fuga. Las praxis de la insumisión (2018). Activista trans no binarie.

Ana Sofía (Argentina)

Música de profesión y oficio, llegó al dibujo casi por casualidad. Algo que hace mientras no está pensando en nada. El resultado es un estilo al que llama “erótica mutante”, que no es otra cosa que la representación gráfica del porno de corporalidades y prácticas anti-norma y, desde luego, un ejercicio de honestidad con sus propios morbos.

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Índice

Introducción ...............................................................

Laura Milano

ENSAYANDO UNA PORNO-CRÍTICA

Tensión sexual: Pornografía y cine de ficción .............. Romina Smiraglia

La tangibilidad de la pornografía frente al deseo lésbico imposible ............................................ Érica Sarmet / Traducción Sasa Testa

Una casa en el fin del mundo Notas para pensar el cine porno, las arquitecturas pornográficas y la especialización del placer ................ Fermín Eloy Acosta

Amor caliente en la época posinternet......................... aliwen

¿Qué es el yaoi y cómo aparece en las producciones latinoamericanas?

Pornografía escrita y dibujada por y para mujeres......... Jéssica Sessarego

Lo que sé de sexo, lo aprendí del porno. Apuntes y escenas para pensar los cruces entre pornografía y educación sexual ....................................

Laura Milano

IMÁGENES DEL R/GOCE

El porno que queremos ................................................ María Riot

7 15 27 39 55 69 85 101

Coger contra todo .......................................................

Asentamiento Fernseh

Por no y reboludion feenmimisma .............................. OGT_SEXINDICATO

Derivas porno .............................................................. Ornella Bodratto

Pornografía desviada: manipular la lógica de producción y consumo de pornografía .............................................. EDIY Porn/ Traducción Sasa Testa

EL PORNO EN DIÁLOGO: ENTREVISTAS

Visiones en la oscuridad, universos excesivos y máquinas del placer. Entrevista a Linda Williams....... por Laura Milano y Fermín Acosta Monstruxs al poder. Entrevista a Post Op .................. por Laura Milano

“Porno es educación sexual, lo queramos o no”. Entrevista a Erika Lust ............................................... por Laura Milano y Manifiesta

El viaje porno: charla con Las Hijas del Fuego.................................... por Laura Milano

AUTORXS Y COLABORADORXS ......................

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