Sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la economía feminista

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SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA desde la perspectiva de la EconomĂ­a Feminista


Rodríguez Enríquez, Corina Sostenibilidad de la vida: desde la perspectiva de la economía feminista / Corina Rodríguez Enríquez; Florencia Partenio; coordinación general de Adriana Marcus; Verónica Diz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Madreselva, 2020. 192 p.; 20 x 13 cm. ISBN 978-987-3861-44-4 1. Feminismo. 2. Ecología. 3. Economía. I. Partenio, Florencia. II. Marcus, Adriana, coord. III. Diz, Verónica, coord. IV. Título. CDD 305.42091724

Sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la Economía Feminista Editorial Madreselva, Buenos Aires, octubre 2020 www.editorialmadreselva.com.ar Corrección y revisión de textos Adriana Marcus, Verónica Diz y Paula Peyseré Ilustraciones Verónica Vides Diseño de portada y maquetación Sofía Rocatti

Esta edición se realiza bajo una licencia Creative Commons Atribución - No comercial 2.5 Argentina. Por lo tanto, la reproducción del contenido de este libro, total o parcial, por los medios que la imaginación y la técnica permitan sin fines de lucro y mencionando la fuente está alentada por los editores.


Encuentro y conversación colectiva con Corina Rodríguez Enríquez y Flora Partenio

SOSTENIBILIDAD DE LA VIDA desde la perspectiva de la Economía Feminista

Adriana Marcus Verónica Diz Editoras



Agradecimientos

Quienes editamos este libro queremos agradecer a las personas y colectivos que nos facilitaron los espacios físicos para que pudiéramos desarrollar las conversaciones que compartimos en esta “gira patagónica”. Estos espacios son: Cooperativa 16 de Octubre de Esquel, Junta Vecinal del Paraje Entre Ríos de Lago Puelo, Instituto de Formación Docente Continua de El Bolsón, Teatro San José de San Martín de los Andes, Barrio Intercultural de San Martín de los Andes, Asociación Civil Trabum Ruka de Zapala, Espacio de Economía Feminista de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad del Comahue, y Casita Emprendedora de Fundación Otras Voces de la ciudad de Neuquén. Y un agradecimiento muy especial a Patricia Terraza de El Bolsón que realizó la mayor parte del trabajo de desgrabación de los diálogos.

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Presentación

Mallín Ahogado, El Bolsón, carnaval de 2020 En el invierno de 2019, y en nombre de la Red Rizomas Enredados, invitamos a Corina Rodríguez Enríquez y a Flora Partenio a participar de una serie de encuentros en varias ciudades de la Patagonia argentina. La propuesta fue compartir experiencias y visiones acerca de cómo sostener, cuidar y compartir la vida desde la mirada de la economía feminista. El libro Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas, publicado por Madreselva en 2018, fue un recurso al que apelamos para debatir y conversar durante estos encuentros que, entre nosotras, bautizamos como “gira patagónica”. La gira sucedió entre el 20 y el 26 de octubre del 2019, a pocos días de comenzadas las protestas populares y masivas en Chile, dos semanas antes del golpe de Estado en Bolivia, con les trabajadores estatales de Chubut en huelga y en la víspera de las elecciones nacionales en Argentina. Nos parece importante mencionar este contexto social porque los diálogos que sostuvimos en cada localidad estuvieron atravesados por comentarios y preguntas sobre la conmoción regional y los modos en que nos afectaba. Ahora bien, ¿qué es la Red Rizomas Enredados? Es una trama formada por colectivos diversos que suele estar en reposo rizomático, hasta que en algún momento se activa ‒año tras año desde 2012‒ para organizar encuentros e invitar a personas inspiradoras con las que reflexionar colectivamente sobre un tema de interés común. Si bien estas actividades se realizan en diferentes puntos del país, tienen mayor 11


frecuencia en la Patagonia, por ser el territorio en el que habita la mayoría de los colectivos y personas que integran la red. Algunos grupos participan en esta trama de manera más o menos estable y otros se suman a las actividades en función de su interés por cada tema propuesto. Todos los conversatorios que organiza Rizomas Enredados son de participación libre y gratuita y se sostienen con colaboraciones voluntarias de la concurrencia. Los colectivos de cada localidad en donde se realizan las actividades se ocupan de la difusión y organizan la recepción y el alojamiento de les invitades. Observando el recorrido de la Red nos damos cuenta de que conforma, de algún modo, una escuela de formación permanente e itinerante. Una escuela que no está limitada ni condicionada por el financiamiento; lo que la impulsa es el deseo de compartir y socializar informaciones, experiencias y saberes para pensar de manera colectiva. Se autosustenta con la “cajita de la abundancia” (de colaboraciones versátiles), metodología que ha demostrado su capacidad para cubrir gastos. Nuestres invitades han dormido en nuestras casas, hemos comido juntes, nos hemos hermanado en nuevas formas de convivencia. En esta oportunidad, el tema de la gira fue la sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la economía feminista. Nos pareció crucial abordarlo, no solo porque estamos viviendo una crisis civilizatoria originada por el sistema capitalista, que pone en el centro al mercado y se desentiende de pensar el cuidado y la sostenibilidad de la vida, sino también porque en nuestros espacios venimos practicando, en los hechos, formas de economía feminista. Corina y Flora, como invitadas de la gira, nos aportaron herramientas teóricas para nombrar y seguir pensando lo que hacemos con naturalidad en nuestros territorios; así, teoría y experiencia se nutrieron mutuamente. La gira comenzó en Esquel, provincia de Chubut. Siguió en el Paraje Entre Ríos de Lago Puelo y en El Bolsón, 12


provincia de Río Negro. Luego llegó a San Martín de los Andes, Zapala y Neuquén Capital. A medida que se desarrollaban los conversatorios nos pareció necesario generar un registro, una suerte de cuaderno de apuntes de la gira, de esta “escuela de formación continua y popular” que surgía en los encuentros. La espontaneidad de esta decisión fue la causante de que en nuestra bitácora estén ausentes, lamentablemente, los diálogos producidos en Esquel, donde sucedió el primer encuentro de la gira y donde se conversó acerca de la larga resistencia de los gremios estatales, de los colectivos del No a la Mina, de las Socorristas en Red y de les defensores del agua. A su vez, hubo otros encuentros que no están incluidos en esta compilación, porque tuvieron un carácter más íntimo. Al reunir los apuntes nos dimos cuenta de que eran muchos y valiosos y que sería muy productivo, para quienes participamos de la gira y para otra gente interesada, reunirlos en un libro. Así llegamos a la presente edición, donde quedan registradas, por un lado, las conferencias de Flora y de Corina sobre economía feminista y, por otro, los diálogos y las reflexiones que se desarrollaban a continuación. Nos parece muy interesante compartir estas conferencias y diálogos, intentando generar nuevos pensares y quehaceres críticos en torno al cuidado y la sostenibilidad de la vida, devolviéndolos a quienes participaron de su construcción, para seguir rumiando ideas. Reunir estas conversaciones implica desplazarlas de una zona de los recuerdos hacia un soporte material, para mantenerlas vivas y vigentes, listas para interpelar y nutrir nuestras realidades, incluso aquellas más urbanas, en las que sentimos que pueden espejarse. La primera parte del libro contiene las palabras de Flora y de Corina sobre economía feminista. No se trata de la reproducción “taquigráfica” de cada charla, ¡no teman! Unificamos las presentaciones de nuestras invitadas para que no haya 13


repeticiones innecesarias, teniendo en cuenta que los temas fueron similares en cada comunidad. La segunda parte es un registro de los diálogos que se generaron luego de las presentaciones, entre todas las personas presentes. No se trataba, claramente, de un público pasivo que miraba una videoconferencia, sino de una comunidad activa que conversaba y ofrecía aportes reflexivos y vivenciales, en una ronda que permitía acortar las distancias geográficas, culturales y de experiencias. Veremos que hay ciertos temas que se repiten en los conversatorios, como la relación de los movimientos sociales y las comunidades con el Estado, el grado de “progresismo” de los gobiernos, el extractivismo, el endeudamiento, las violencias, los telares de la abundancia. Nos pareció importante dar cuenta de la repetición y la insistencia de estos temas, para comprender que hay preocupaciones que son comunes a toda la región y para reflejar, también, las particularidades con que se abordan en cada lugar. Finalmente, el epílogo de Corina y Flora ofrece un balance que intenta re-ligar mundos que se nos presentan como fragmentados: la academia y la calle, lo rural y lo urbano, lo público y lo privado. Nos alegra sentir/saber que, gracias a este tipo de encuentros, las tramas locales se amplían y se fortalecen.

Adriana Marcus y Verónica Diz

Buenos Aires y Mallín Ahogado, El Bolsón, agosto de 2020 P.D. La gira patagónica cerró en la ciudad de Neuquén el día previo a las elecciones presidenciales de 2019, que abrirían un impasse al ciclo de expolio y endeudamiento que representaba el gobierno saliente. Sin embargo hoy, casi un año 14


después, al momento de revisar este texto para entrar a imprenta, la actualidad económica y social no ha cambiado estructuralmente. La pandemia de Covid-19 pone en evidencia la indiscutible crisis civilizatoria que nos toca vivir, que nos atraviesa, y que se describe y se cuestiona en los diálogos que registra esta edición.

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I. CONFERENCIAS

Flora Partenio

Corina Rodríguez Enríquez



La sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la Economía Feminista Corina Rodríguez Enríquez La idea de estos encuentros que organiza la Red Rizomas Enredados es, básicamente, mantener una conversación entre diferentes colectivos y personas. Por eso quisiera compartir con ustedes que, tanto para Flora Partenio como para mí, participar es sumamente necesario, porque nos permite tomar una verdadera dimensión, una idea plena de las prácticas económicas cotidianas en los territorios que solemos mirar desde lejos, desde las ciudades. En esta oportunidad, el encuentro tiene como consigna conversar en torno a la sostenibilidad de la vida desde la economía feminista y, a su vez, nos sirve como excusa para presentar el libro que editó Madreselva, Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas1, que contiene una serie de artículos que compilaron Cristina Carrasco Bengoa y Carme Díaz Corral. Algunas de sus autoras son del norte global, sobre todo del Estado Español, y otras del sur. Una de las cosas que caracteriza a la economía feminista es que, contrariamente a la economía convencional, a la economía ortodoxa, alberga matices, diversidad de miradas dentro de su perspectiva, y no se constituye como una postura rígida, única ni estática. Así, este libro, y nosotras 1  Cristina Carrasco Bengoa y Carme Díaz Corral (Eds.), Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas, Buenos Aires, Madreselva, 2018. En el Estado Español fue publicado por Entrepobles en 2017. 19


mismas, formamos parte de cierta mirada dentro de la economía feminista. Ahora bien, si tuviéramos que sintetizar qué entendemos nosotras por economía feminista, diríamos que es otro modo de entender la economía, en un doble sentido. Primero, en un sentido económico: la economía feminista es una forma de comprender y de analizar el funcionamiento de la economía diferente del análisis dominante de la economía convencional. Segundo, en un sentido político: la economía feminista propone construir una economía distinta a la hegemónica porque es precisamente feminista y, como tal, constituye un programa político de transformación. Quienes trabajamos desde la economía feminista en la producción de reflexión y de análisis lo hacemos con el convencimiento de que nuestro trabajo cobra sentido si conseguimos enredarnos con los procesos de transformación concretos de la vida cotidiana, con los procesos políticos. Un primer señalamiento a destacar sería, entonces, que la economía feminista es un proceso de producción de ideas, de reflexiones y de análisis que se desarrolla en un marco político orientado a la transformación. En cuanto a cómo la economía feminista piensa la economía, cómo la concibe, cómo la entiende, debemos describir varios puntos esenciales que la distinguen de la economía convencional. Uno de estos puntos es la noción de progreso, el significado del progreso económico. La economía ortodoxa determina que los Estados deben conseguir y buscar el crecimiento económico, y que las políticas económicas deben orientarse a eso, a crecer. La idea ortodoxa de progreso se construye en esos términos, e incluso el progreso puede medirse con indicadores muy estrictos, muy rígidos y, básicamente, monetarios. Desde esta mirada convencional, la economía de un país progresa cuando crece el Producto Bruto Interno (PBI). Es decir que las economías exitosas son aquellas que tienen economías estables, que crecen; el resto 20


son economías que fracasan. Esta es una de las primeras cuestiones que discute la economía feminista cuando plantea que el objetivo central de la economía es sostener la vida. Para la economía feminista, una economía funciona bien cuando genera las condiciones de posibilidad de todas las vidas que desean ser vividas. Y en este sentido se diferencia e incluso discute con las formas convencionales de medir el progreso económico. Me parece que en estos días2 estamos teniendo un ejemplo muy claro de cómo se expresa el llamado “progreso económico”, que es lo que está pasando en Chile3. La economía chilena, desde la mirada convencional, ha sido entendida como una de las de mejor funcionamiento en América Latina. Suele elogiarse el “modelo chileno” por ser una economía macroeconómicamente estable, con tasas de crecimiento permanente, por ser una economía moderna. Y sin embargo, de pronto (o no tanto), aparece una chispa que enciende la mecha: el modelo chileno estalla y pone en evidencia que, a pesar de haber sido considerado un modelo para la región, y a pesar de que la economía chilena progresaba en términos convencionales, no estaba dándole respuestas a las personas, que son las que hoy están en Chile resistiendo en las calles, enfrentando la represión y exponiendo que este modelo tan perfecto no sirve para sostener la vida. Otro punto que la economía dominante propone, y que la economía feminista resiste, es la idea de que la economía debe organizar la producción, el consumo y la distribución de acuerdo a una lógica mercantil. Desde la perspectiva de la economía dominante, la economía es un instrumento que organiza mercados. En los mercados hay oferta y demanda 2  Semana del 20 al 26 de octubre de 2019.

3  En octubre de 2019 el anuncio del aumento de tarifas en el sistema de transporte chileno desencadenó una rebelión popular en Santiago de Chile que, al grito de “Chile despertó”, produjo un movimiento social de alcances aún insospechados. 21


de bienes, de servicios y de recursos productivos, y el objetivo de la economía sería garantizar que esos mercados funcionen. La economía ortodoxa presenta esquemas matemáticos para demostrar que, cuando los mercados funcionan de cierta manera, es posible alcanzar un equilibrio simultáneo de todos los mercados, un equilibrio general. Y es este equilibrio lo que representaría la felicidad de la humanidad. Desde la mirada dominante, la lógica mercantil económica es el camino que conduce al bienestar y la felicidad. El tercer elemento con el que la economía feminista discute centralmente es con la búsqueda de acumulación de capital. El sistema económico dominante, para reproducirse, requiere la acumulación persistente de capital. Para reproducir el capital, la economía capitalista necesita tasas de ganancia cada vez más grandes. La economía feminista discute muy fuertemente esta supuesta necesidad de acumulación y, sobre todo, denuncia esta idea, porque los mercados, lejos de ser abstractos, se sostienen en esferas no mercantiles que son las que garantizan el funcionamiento del sistema económico y social. Una de las contribuciones más grandes que ha hecho la economía feminista es recuperar ciertos debates históricos, porque la economía feminista no inventa cosas nuevas, sino que retoma debates de los feminismos que fueron marginados y relegados, para revisarlos y recrearlos a la luz del presente. En determinado momento los feminismos dejaron de hablar de ciertos temas económicos que habían estado muy presentes especialmente en la década del setenta, durante los diálogos de los feminismos con el marxismo o con los marxismos. En los setenta hubo un debate muy fuerte sobre el trabajo doméstico que luego quedó relegado, entre otras cosas, porque el propio marxismo fue marginado como teoría dentro de la economía. De este modo, se perdió este eje de discusión y, en los ochenta y los noventa, ya no se hablaba prácticamente de estas cosas. 22


La economía feminista, reconocida como una mirada específica dentro de la economía, cobra cuerpo a inicios del 2000 y recupera estos debates; vuelve a poner en el centro de las discusiones feministas el hecho de que existe un trabajo cotidiano de reproducción de la vida, que es lo que garantiza el funcionamiento del sistema, y señala que este trabajo cotidiano lo realizan, en su inmensa mayoría, las mujeres y otras identidades feminizadas. La economía convencional, en cambio, se considera a sí misma “neutra” en términos de género; según los propios economistas (y uso el plural masculino a propósito) la economía es neutral al género. Lo que la economía feminista hace es demostrar que la economía dominante no sólo no es neutral al género, sino que es ciega al género. Y es ciega no sólo porque no ve, sino porque además no deja ver: invisibiliza la dimensión genérica del funcionamiento económico; es decir, elimina esta dimensión clave para comprender la reproducción de la vida. En relación a todo aquello que la economía tradicional invisibiliza, varias pensadoras de la economía feminista se refieren a la economía como un iceberg: el trabajo remunerado que produce los bienes y servicios que se intercambian en el mercado y las actividades financieras son la punta del iceberg, lo que se considera “productivo”. Esto es lo único que analiza la economía convencional, la porción del iceberg que queda a la vista, que emerge a la superficie. Lo que está debajo del agua es mucho más grande que lo que está por arriba y es lo que sostiene el iceberg: el trabajo de reproducción de la vida, el trabajo cotidiano doméstico y de cuidados, que no está remunerado. Esto es lo que analiza la economía feminista, entendiendo que la economía debe incorporar una ética de los cuidados.

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ColaBoraBora. Crédito: Bysa.

Lo que la economía feminista plantea es que el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado cumple un rol económico sistémico, esencial, y es eso lo que permite, no solamente el sostenimiento del sistema, sino el sostenimiento de la vida. Esta condición del trabajo de cuidado como sostén de la vida se pone de manifiesto todo el tiempo, pero muy especialmente en los momentos de crisis. Cuando estuvimos en Esquel conversamos de todas estas cosas y del enorme conflicto que viene habiendo en la Provincia de Chubut desde hace meses, con las personas empleadas en el sector público y más allá. Las compañeras con las que compartimos la actividad, pertenecientes a distintas organizaciones sindicales y sociales, comentaban que en los barrios, en los territorios, frente a la realidad de no estar cobrando sus salarios, quienes salen a resolver los conflictos y las necesidades son las mujeres. Hacen lo que sea para 24


complementar los ingresos que no alcanzan, hacen lo que sea para reemplazar los salarios que no les están pagando. Ese trabajo de las mujeres está invisibilizado, no está remunerado, muchas veces ni siquiera es considerado trabajo y es el que sostiene la vida en estos momentos de crisis. Cuando las economías están en situaciones de crisis específicas, el trabajo de las mujeres es el que sostiene la vida, de formas no mercantiles o desde adentro del mercado laboral precarizado. A su vez, al tornar visible e identificar esta dimensión usualmente invisibilizada, la economía feminista logra exponer la división sexual del trabajo. En todos los trabajos opera una división sexual y social, pero en estos espacios de reproducción cotidiana de la vida la división sexual se expresa con mayor contundencia. Esto es así porque el trabajo de reproducción cotidiana de la vida sigue siendo un ámbito profundamente tradicional, donde las mujeres asumimos muchas más responsabilidades que los varones, dedicamos mucho más tiempo y ponemos mucho más el cuerpo. La subordinación de las mujeres es histórica en este ámbito y determina la subordinación que padecemos en muchos otros órdenes de la vida. Aunque ha habido cambios a lo largo del tiempo, las encuestas sobre el uso del tiempo que se realizan en la actualidad demuestran claramente que las mujeres todavía destinamos muchísimo más tiempo que los varones a realizar este trabajo de reproducción cotidiana de la vida, un trabajo que no está remunerado, un trabajo que no tiene protección social, y que no es reconocido. La falta de reconocimiento llega al punto de no considerárselo trabajo. “¿Estás trabajando?”; “No, no estoy trabajando ahora. Se enfermó mi mamá y tengo que cuidarla, entonces renuncié a mi trabajo y ahora la estoy cuidando a ella”. O sino: “No, tuve una bebé hace poquito y entonces ahora no estoy trabajando, estoy cuidando a la bebé”. Estas expresiones, que se escuchan mucho todavía, son un ejemplo muy gráfico de 25


cómo se invisibiliza el trabajo de reproducción cotidiana de la vida, que implica tiempo y esfuerzos, que cumple un rol sistémico esencial porque, si no existiese, el sistema como tal no podría funcionar. La economía feminista afirma que este trabajo cotidiano subsidia el funcionamiento del sistema, reproduce fuerza de trabajo a muy bajo costo o a ninguno, subsidia, en fin, la acumulación capitalista. Todo esto se viene describiendo desde los años setenta en los debates feministas acerca del trabajo doméstico. Parte de la producción teórica que viene haciendo la economía feminista tiene que ver con explicar la magnitud de este trabajo, tratando de estimar su contribución en términos monetarios. Calcular su valor es una estrategia política, porque si bien es cierto que dentro de la economía feminista no todas estamos de acuerdo en que el trabajo de cuidados tiene un valor monetario, lo que sí creemos todas es que tiene un valor económico en sí mismo, porque garantiza la generación de valor económico en la sociedad. Para estimar monetariamente el valor del trabajo de cuidados, algunos países utilizan la información del uso del tiempo que se obtiene a través de encuestas. Así, pueden calcular cuántas horas destinamos las personas a realizar este tipo de actividades. Luego, tomando como referencia los salarios que se pagan por trabajos similares en el mercado, se le asigna a ese tiempo un valor monetario. Por ejemplo, Uruguay, un país muy cercano, similar en cierto modo a la Argentina, ha hecho esta estimación en el año 2013 usando la última encuesta nacional de uso del tiempo. Según los resultados arrojados, el valor monetario del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado equivale al 22,9% del PBI. Esto es un montón. De hecho, si evaluamos este dato en el contexto de la economía uruguaya, ese 22,9% que representa el trabajo doméstico y de cuidados es más de lo que contribuye cualquier otra actividad económica a la conformación 26


del PBI. En Uruguay, la principal actividad económica, de acuerdo a la clasificación de las cuentas nacionales de la economía dominante, son las llamadas “actividades financieras e inmobiliarias”; es decir que parte del “éxito” de la economía uruguaya tiene que ver con la actividad financiera. Esta actividad, más allá de la crítica política que pueda hacerse a Uruguay como refugio financiero, contribuye con un 17% al PBI; es decir que está alrededor de 6 puntos por debajo del aporte del trabajo doméstico y de cuidado no remunerado. Este simple ejercicio cuantitativo tiene el objetivo político de demostrar y señalar la enorme contribución del trabajo no remunerado al funcionamiento del sistema económico, es decir, a la generación de valor económico; a pesar de lo cual está absolutamente invisibilizado por el análisis económico convencional. En cuanto al desempeño económico mercantil, muchas de las dificultades que las mujeres seguimos teniendo para integrarnos plenamente al mercado laboral se deben al modo en que se distribuyen las tareas de cuidado. La obligación socialmente impuesta que tenemos las mujeres de asumir el trabajo de cuidados limita nuestras posibilidades de participar políticamente, de formarnos profesionalmente, de participar comunitariamente; todas estas limitaciones van fortaleciendo nuestra posición de subordinación relativa. Así, la organización social del cuidado, tal como la nombramos desde la economía feminista, se revela sumamente injusta y es un vector de reproducción de desigualdad, porque posterga el desarrollo de quienes nos vemos obligadas a asumir la mayor parte de estas responsabilidades. Lo que la economía feminista plantea es que esta situación, en la que un componente invisible sostiene todo el funcionamiento económico ‒y cuyo esfuerzo es cada vez mayor en la medida en que debe sostener la porción “visible” de la economía que crece‒, en el marco de las relaciones 27


capitalistas de producción, responde a un modelo económico que se concentra de manera cada vez más feroz en garantizar el aumento de la tasa de ganancia; porque la reproducción del capital lo que necesita es que haya tasas de ganancia crecientes. Desde la economía feminista sostenemos que esta búsqueda de reproducción de capital genera una expoliación permanente: expoliación de los territorios, expoliación de los tiempos, expoliación de los trabajos y expoliación de la vida. El capitalismo es cada vez más extractivo, y no extrae solamente los recursos naturales –algo que en los territorios patagónicos está particularmente expuesto, y quienes allí habitan son quienes deben resistir–, el capitalismo es un modelo extractivista de los tiempos, de los trabajos, de la vida entera de las personas. Por ello, desde la economía feminista consideramos que el conflicto central de nuestras sociedades es el conflicto entre el capital y la vida. Ampliamos la idea de ciertas visiones heterodoxas en economía, que plantean que el conflicto central de la economía capitalista es entre el capital y el trabajo. Desde la mirada de la economía feminista decimos: es más que eso, el conflicto central de nuestra sociedad es entre el capital y la vida. Porque el objetivo capitalista de reproducir el capital (de acumular capital) es un objetivo incompatible con el sostenimiento de la vida. Y eso se expresa en el carácter extractivista que están adoptando las estrategias de desarrollo y de crecimiento económico en todo el mundo, y que tanto se evidencian en nuestros países, y en determinados territorios en particular. Este sistema extractivista, que para seguir acumulando capital pone la vida cada vez más en riesgo, se sostiene en la violencia, en las múltiples y diversas formas de la violencia; no solamente en las violencias explícitas contra las mujeres, sino en las violencias sobre los territorios, sobre los tiempos, sobre los cuerpos y las relaciones laborales. A su vez, se sostiene en cierta idea de seducción. El capitalismo nos seduce, 28


ofreciéndonos la ilusión de que vivimos en una sociedad con libertad de trabajo, con libertad para decidir lo que hacemos, para consumir, para participar libremente de los mercados, mercantiles y laborales. Va creando esta ilusión de consumo permanente, que es justamente eso: una ilusión. Estas formas de expoliación se manifiestan en todos los ámbitos, no solo en términos de superexplotación del trabajo doméstico y de cuidado, sino también en las condiciones de trabajo remunerado y de empleo, que son cada vez más precarias. La expoliación se expresa en la mercantilización de todas las dimensiones de la vida. No solo se mercantilizan el consumo y el trabajo sino también la educación, la salud, los cuidados, los deseos. Y toda esta mercantilización deriva en una precarización de la vida. No se trata únicamente de que los empleos y las condiciones de empleo son cada vez más precarios, sino también de que la vida se vuelve cada vez más precaria. Esta precariedad también se expresa en el creciente nivel de endeudamiento que necesitan las vidas para subsistir. Esto se está evidenciando en la crisis chilena. Los chilenos y las chilenas están expresándose contra un sistema en el que la enorme mayoría de la población está endeudada. Está endeudada para vivir cotidianamente, para comer, para pagar servicios, no para adquirir bienes durables. Esto también está sucediendo en Argentina, y en el período electoral resulta fácil de observar. Pensemos en el clientelismo político, por ejemplo. En épocas pasadas, el clientelismo consistía en la distribución de bienes a cambio de votos; en períodos electorales se distribuían ciertos beneficios. En el presente período electoral, este de 2019, el clientelismo más tradicional se reemplazó por estrategias de proselitismo novedosas, como la oferta de acceso a créditos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). El clientelismo en este caso consiste en la generación de endeudamiento a las personas beneficiarias del ANSES, que toman créditos 29


subsidiados, no para comprarse una heladera, sino para pagar tarifas de electricidad de la heladera que ya tienen. Este tipo de endeudamiento manifiesta de manera muy clara la precarización de la vida. Retomando lo que decía al principio, en cuanto a que la economía feminista se propone construir otra economía, ¿cuáles son algunos de los elementos que propone como camino hacia esa construcción? Una de las cosas que desde la economía feminista repetimos casi como un mantra es la necesidad de descentrar los mercados y poner la sostenibilidad de la vida en el centro; exactamente lo contrario de lo que propone la economía ortodoxa. Esto, que tal vez parece una idea abstracta, puede tener implicancias muy concretas. Hace unos años el mundo entero vivió la crisis de 2008; fue una crisis que se desató en los países centrales y se reconoció mundialmente porque afectó a los países del norte. Ante esa crisis la decisión de los gobiernos fue salvar a los bancos, no a las personas. Por ejemplo, el gobierno de España decidió salvar a los grandes bancos españoles, y la gente que estaba hipotecada con esos mismos bancos por la compra de sus viviendas tuvo que enfrentar lo que en España llaman “desahucios”: los bancos les quitaban sus viviendas a quienes no podían seguir pagando sus créditos hipotecarios. Esto es un ejemplo muy claro de una economía que elige los mercados a costa de la vida de las personas. Para traer otro ejemplo de épocas electorales, quiero mencionar que en agosto de 2019, cuando fueron las elecciones Primarias Abiertas Obligatorias y Simultáneas (las llamadas PASO) nacionales, yo estaba mirando el escrutinio, esperando ansiosa los resultados, y veía a todos los opinólogos que estaban en los programas de televisión. Cuando empezaron a publicarse los primeros resultados, que para casi todas las personas resultaron sorpresivos (no sé si por su color político, pero seguro por su contundencia), los opinólogos de la televisión se preocupaban por cuál sería la reacción de 30


los mercados al día siguiente: “¿Qué va a pasar mañana con el dólar?”, repetían. Nadie se preguntaba qué pasaría con la vida de las personas en esta coyuntura, donde los recursos no alcanzan para cubrir lo que necesitamos, donde tenemos que endeudarnos y la pobreza y el hambre crecen día a día. La preocupación era qué dirían los mercados al día siguiente, asignándoles a los mercados una humanidad imaginaria, hablando de ellos como si fueran seres sintientes que se preocupan por la cotización del dólar, por la tasa de interés. Me parece que construir otra economía implica, a la hora de enfrentar un hecho coyuntural como una elección, preocuparse por qué le pasará a la gente con el resultado de esa elección. La economía feminista propone poner en el centro la sostenibilidad de la vida. Ahora bien, reconocer esto nos lleva a discutir qué significa la vida. ¿De qué hablamos cuando hablamos de vida en esta perspectiva de sostenibilidad de la vida? Amaia Pérez Orozco dice: “La sostenibilidad de la vida es generar las condiciones de posibilidad de todas las vidas que merecen ser vividas”. Y esta definición, que puede sonar controvertida ‒porque pareciera tener un aspecto normativo según el cual se podría determinar que algunas vidas merecen ser vividas y otras no‒, expresa la necesidad de que se garanticen las condiciones para vidas dignas de vivir. ¿Y cuáles son esas vidas? Todas las vidas deseadas. Buscar la sostenibilidad de la vida implica generar no solamente condiciones materiales para vivir, sino también condiciones simbólicas. No sólo generar condiciones materiales para vidas que se viven en el límite (en el umbral de la pobreza, con lo mínimo), sino para todas las vidas que las personas queramos vivir. La idea de sostenibilidad de la vida nos hace cuestionarnos la vida que vivimos, los mandatos que tenemos sobre la vida, lo que socialmente se espera que seamos y que hagamos, con el horizonte de poder imaginar otras vidas posibles. Y que, al imaginar esas otras vidas posibles, también podamos 31


construir nuevas condiciones de posibilidad para que estas vidas se desenvuelvan. Este concepto de las vidas que merecen ser vividas conlleva una condición de universalidad; la idea de que todas las vidas tienen que poder vivirse. Si alguna vida no puede ser vivida significa que el sistema no sirve. Y en simultáneo a la condición de universalidad, conlleva singularidad: cada una de las vidas merece vivirse; es decir, cada una de las vidas que imaginemos merece ser vivida. La diversidad de vidas deseadas e imaginadas no debe implicar desigualdad. Este concepto de la economía feminista promueve revisar nuestras posibilidades y nuestros deseos: no puede suceder que vivamos precariamente o con ciertas privaciones porque elegimos determinado tipo de vida; todas las vidas tienen el mismo derecho y posibilidad de ser, y todas las vidas, con sus diferencias, deben ser posibles a la vez. Este es su sentido de universalidad. La idea de sostenibilidad nos exige necesariamente pensar cómo podemos construir un sistema que garantice condiciones de posibilidad en el tiempo. Y esto, necesariamente, nos lleva a dialogar con las condiciones de posibilidad del mundo. Entonces, cuando hablamos de sostenibilidad de la vida, estamos pensando no solamente en términos de sostenibilidad de la vida humana, sino también de la vida no humana, de la naturaleza, que garantiza de forma básica la posibilidad de las vidas de todos los seres que vivimos en este planeta. La idea de sostenibilidad de la vida debe dialogar necesariamente con visiones ecosociales, debe incorporar ideas del ecofeminismo. En este sentido nos plantea la necesidad imperiosa de pensar y de construir otras formas de producir, de consumir y de distribuir. Y de discutir con la idea básica y central de la economía ortodoxa, que es la idea de crecimiento permanente. Así, la economía feminista considera algunas propuestas en torno al decrecimiento, es decir, en 32


torno a la posibilidad de disponer y organizar un sistema de producción y de consumo donde podamos vivir con menos. Y cuando decimos “menos” no es en un sentido de privación, sino en un sentido de revisión: es necesario organizar un sistema de producción que nos permita acceder a lo que necesitamos y deseamos consumiendo menos energía, consumiendo menos materiales, generando menos residuos, reciclando, regenerando. Sostener la idea del decrecimiento nos exige discutir acerca de cómo funcionaría, porque en sociedades donde una parte enorme de la población nunca llegó a alcanzar estándares de vida suficientes, decentes, dignos, que merezcan la pena ser vividos, la idea de una economía que decrece genera ciertos reparos. Entonces, un punto central para pensarlo es considerar los modos de distribución. A nosotras nos resulta de gran aprendizaje participar de encuentros como los que estamos teniendo en esta “gira patagónica”, venir a estos lugares donde se recrean y practican formas de producción alternativas a la imperante. Otra economía, una economía feminista, necesita construir formas alternativas y prácticas concretas como las que aquí observamos, basadas en la lógica de la solidaridad y no de la competencia, basadas en la lógica de la sostenibilidad y no de la productividad, en la interdependencia y no en el individualismo, en construcciones comunes y de defensa de lo común, donde se recuperen prácticas no monetizadas. Yo vivo, crecí y he vivido casi toda mi vida en la Ciudad de Buenos Aires y las prácticas no monetizadas allí son mucho menos habituales que en espacios o territorios como éste. La economía feminista invita a pensar la necesidad de deconstruir las formas de trabajo existentes, para pensar otras formas de reorganización del trabajo socialmente útil. Esto implica reconocer y visibilizar trabajos que hoy existen y que no son reconocidos; trabajos que no solo son útiles, sino que son imprescindibles y que sin embargo no tienen 33


reconocimiento social ni tienen las condiciones adecuadas para desarrollarse. Es preciso deconstruir las formas actuales del trabajo y pensar cómo podríamos reorganizarlo de acuerdo a su utilidad social (y no a su utilidad de mercado). ¿Cómo reorganizamos la economía para otorgar valor a los trabajos que sostienen la vida y no solamente a los que generan dinero a partir del dinero? Hace unos días estuvimos en una actividad con les estudiantes de una escuela tomada en Lago Puelo4. Allí decíamos, hablando de las diferencias entre los empleos, que los que más se reconocen actualmente, los mejor remunerados, son los de aquellas personas que se dedican a asesorar a otras en cómo invertir el dinero para obtener más dinero. Es una locura pensar que esos son los trabajos más valorados y mejor remunerados. Deconstruir la idea del trabajo es cuestionar estas valoraciones, imaginar formas para reorganizar socialmente los trabajos, para valorarlos de acuerdo a su utilidad social.

4  Les estudiantes de varias escuelas secundarias de la provincia de Chubut tomaron los establecimientos en solidaridad con el paro docente sostenido durante semanas por reclamos salariales. En el marco de las protestas docentes fue detenido por las fuerzas de seguridad Santiago Goodman, Secretario General de la Asociación de Trabajadores de la Educación del Chubut (ATECH), y fallecieron las docentes María Cristina Aguilar y Jorgelina Ruiz Díaz en un accidente vial, regresando de una de las manifestaciones. Para el momento en que estábamos en Lago Puelo, realizando los encuentros que dan origen a este libro, había una gran preocupación en la comunidad de las escuelas tomadas respecto de la actitud que podría tomar el gobierno frente a las tomas. Faltaban pocos días para las elecciones, y las escuelas donde nos encontrábamos eran sedes de votación. En ese contexto, hicimos un taller de economía feminista en la escuela N° 788 con estudiantes, docentes y familias como acción de apoyo y acompañamiento a las tomas. 34


Estuvimos en el Barrio Intercultural5 de San Martín de los Andes y vimos que allí se practica una economía alternativa, una suerte de economía feminista en acción. Están construyendo un barrio de manera colectiva, pensando un barrio como un espacio común. Esta es una práctica concreta, basada en principios de solidaridad e interdependencia, que demuestra que no podemos hacer nada en soledad, solo podemos colectivamente. Estas prácticas se oponen a lo que busca y promueve la economía predominante: el individualismo y la competencia. Es muy necesario recuperar este tipo de intercambios, que actualmente se asocian a situaciones de crisis, excepcionales. Construir otra economía es básicamente promover estas formas de producir y de consumir que hoy se consideran marginales por estar basadas en principios de solidaridad, de interdependencia, de organización colectiva o de intercambios no monetizados. Debemos promover estas experiencias que ya están ocurriendo, y que de hecho ocurren con mayor frecuencia en los territorios que se consideran periféricos más que en las grandes ciudades. Otra economía debe generar mecanismos para que los modos de producir y consumir que hoy son marginales se conviertan en las formas predominantes de organización, donde se produzca lo que necesitamos y deseamos, consumiendo de manera sustentable, sostenible, para que todas las personas podamos tener la misma posibilidad de acceder a estos consumos y de construir otras formas de vida. 5  El Barrio Intercultural está ubicado a 3 km. de la ciudad de San Martín de los Andes. Es fruto de la alianza entre la organización Vecinos Sin Techo y la comunidad mapuche Curruhuinca. A partir de esta alianza han logrado la recuperación del Lof que había sido apropiado por el Ejército Argentino, y la restitución de parte de su territorio ancestral a la comunidad mapuche. En este territorio crearon un barrio en el que construyen las casas comunitariamente. Se puede consultar al respecto en www.vecinossintecho.blogspot.com/p/unpre. html [consulta 20 de junio de 2020]. 35


Por eso es una inspiración y una confirmación de nuestra búsqueda reconocer las formas concretas de la economía feminista en los territorios, como estuvo sucediendo en estos días de encuentros con ustedes. Con estas lógicas, la economía feminista continúa pensando cómo construir un tránsito hacia otras formas de vivir que garanticen la sostenibilidad de la vida.

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La apuesta por otra economía: desafíos colectivos, propuestas en construcción Flora Partenio Buenas tardes a todes. Quiero comenzar esta conversación revisando un poco las ideas y los orígenes de lo que llamamos economía feminista. Como decía Corina, la economía feminista no crea una reflexión desde cero; lo que hace es retomar debates previos, que fueron fundantes en el movimiento feminista. Creo que el principal debate que retoma es el que se da en torno a la producción y la reproducción de la vida. En las décadas del sesenta y setenta, los diálogos entre marxismo y feminismo buscaban problematizar la relación entre sistemas económicos y la opresión/subordinación de las mujeres. Ese viejo debate se da en el intercambio entre las teorías marxistas no ortodoxas en Norteamérica, la llamada “Nueva Izquierda” en los setenta en Europa y los feminismos en sus diferentes corrientes. Nos referimos a los feminismos autónomos, de corrientes obreristas, anarquistas, materialistas, radicales, los que se reconocen en el socialismo y los que se articulan junto al movimiento lésbico en ese contexto histórico. En la década del setenta, en los países de Europa, un grupo de compañeras –que luego se articulará en diálogos con América Latina– empezaron a señalar que hay un trabajo que es muy importante, que mueve el mundo y que, sin embargo, no se ve, no se reconoce ni se valora, no figura en las cuentas nacionales de ningún país, y mucho menos se ve reflejado en 37


el Producto Bruto Interno (PBI). Autoras como Mariarosa Dalla Costa, Selma James y Silvia Federici, entre otras, afirman que este trabajo tiene la capacidad de detener el mundo: es el trabajo que hacemos todos los días. El que permite que les niñes estén corriendo por todos lados, el que permite que se armen las ferias comunitarias, que sostengamos nuestras casas, que dejemos “todo preparado” antes de salir a trabajar. Es el trabajo que hacemos todos los días de nuestra vida para que las cosas funcionen: el trabajo doméstico. En los setenta las feministas no hablaban de “cuidados” sino de “trabajo doméstico”. Ahora es más común utilizar la expresión “trabajo de cuidados” (remunerado y no remunerado), “redes de cuidados” para referirse al trabajo que hacemos nosotras todos los días: cuidar de otres, atenderles, tender las camas, preparar la comida, parir, criar niñes. Entonces, estas compañeras comienzan a señalar que el trabajo doméstico que no tiene un salario y que nadie considera trabajo, es justamente el que permite reproducir la llamada fuerza de trabajo; es decir que es el que permite que obreros y obreras asistan a la fábrica, que el mercado y el Estado funcionen. Comprender esto es comprender que somos nosotres (mujeres, lesbianas, travestis y trans) quienes hacemos girar la rueda todos los días. Es así que deciden montar una gran campaña internacional reclamando un salario para el trabajo doméstico. Dalla Costa expone que el trabajo doméstico es el “trabajo vital” de las mujeres como “operarias de la casa” y que son ellas quienes tienen en “sus manos” una formidable “palanca de poder” para parar el mundo y exigir la “autonomía económica” y el reparto equitativo del trabajo doméstico. Bajo esta propuesta se constituye en 1972 una red internacional de “Comités y Grupos por el Salario al Trabajo Doméstico” que parte de un “rechazo dual” del trabajo de las mujeres; es decir, rechaza la explotación en el hogar y la explotación fuera de él. Estas propuestas, formuladas por las italianas 38


Dalla Costa y Federici junto a la norteamericana Selma James, ponían en cuestión el mito de la liberación de las mujeres a través del trabajo asalariado. Esta campaña se enfrentó con la pregunta de muches: ¿con su reclamo pretendían quedarse en la casa y recibir un salario por ello? Las feministas tuvieron que salir a explicar que la campaña intentaba visibilizar el valor económico del trabajo doméstico, mostrarle a la sociedad, al Estado y al mercado que es este trabajo no pago el que permite mover el mundo. Sin él no habría producción, no habría fábricas ni empleos, porque justamente es este trabajo el que permite la reproducción de la fuerza de trabajo1. Desde la década del ochenta, con el avance del neoliberalismo y de la flexibilización laboral, parte del movimiento feminista necesitó concentrarse en pelear por los salarios y denunciar la precariedad de los contratos. Así, tanto a nivel nacional como internacional, el movimiento feminista empezó a perder de vista esa batalla por el trabajo doméstico que había sido tan fuerte en los años setenta. Quienes habían impulsado esa campaña internacional consideraron que fue un error abandonar el terreno de la discusión sobre quién asume la carga de trabajo en los hogares. Más tarde, a principios de los noventa, un sector de economistas recupera ese debate que había quedado olvidado y sienta las bases de la economía feminista. Con la creación de la lnternational Association of Feminis Economics (IAFFE) en 1992 en Estados Unidos, y con la edición de la revista Feminist Economics, comienzan a extenderse diferentes corrientes y direcciones en el Norte y el Sur global.

1  Ver: Mariarosa Dalla Costa, Dinero, perlas y flores en la reproducción feminista, Madrid, Akal, 2009; Silvia Federici y Arlen Austin, Salario para el trabajo doméstico. Comité de Nueva York. Historia, teoría y documentos, Buenos Aires, Ed. Tinta Limón, 2019. 39


Estos mismos debates de los setenta se dieron acaloradamente en Latinoamérica2. Ya en 1969, Isabel Larguía, una compañera argentina que después se fue a vivir a Cuba y que pocos y pocas recuerdan hoy, decía que el trabajo que realizaban las mujeres todos los días en sus hogares era un trabajo invisible, que reproducía la fuerza de trabajo y permanecía invisible. Ese trabajo doméstico, señalaba, era invisible tanto para las cuentas nacionales como para los propios movimientos de izquierda y para cualquiera de las expresiones políticas que intentaban disputar otra mirada del mundo. Actualmente, este concepto de trabajo invisible es revisitado y reformulado por la economía feminista; por eso insistimos en la necesidad de visibilizar el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado dentro de los análisis económicos. Me parece interesante retomar estas ideas de Larguía a la hora de pensar un feminismo para el 99%, porque nos encontramos frente a un sistema que ataca sus propias bases de la reproducción social, es decir, un sistema que pone en crisis la reproducción social. ¿Por qué? Porque 2  En este punto es importante rescatar aquellos trabajos surgidos al calor de los movimientos revolucionarios latinoamericanos, por ejemplo, el artículo publicado por Larguía y Dumoulin en 1970 en la revista Partisans, “Contra el trabajo invisible”, cuyo antecedente es un manuscrito de 1969 que lleva el título: “Por un feminismo científico”. En estos trabajos, les autores docentes, residentes en La Habana, reflexionan sobre la invisibilidad de la actividad socioeconómica de las mujeres y también sobre los cambios de su situación a partir del proceso revolucionario cubano. Posteriormente, el artículo de Larguía, en el cual trabaja las implicancias entre trabajo visible e invisible, se incluye en el libro Las mujeres dicen basta, una publicaciónco-editada con Mirta Henault y Peggy Morton por Ediciones Nueva Mujer, un proyecto editorial desarrollado en el contexto de la organización de las feministas de Argentina en distintas agrupaciones en 1970. Al respecto, también se puede consultar: Mabel Bellucci y Emmanuel Theumer, Desde la Cuba revolucionaria. Feminismo y Marxismo en la obra de Isabel Larguía y John Dumoulin, Buenos Aires, Ed. CLACSO, 2018. 40


estructuralmente el conflicto entre el capital y la vida pone en jaque la sostenibilidad de la vida y, al mismo tiempo, porque la reproducción social misma se sostiene gracias al trabajo cotidiano que realizan, según las estadísticas y las encuestas, las “mujeres”, pero que nosotres sabemos que es realizado por las mujeres cis, las lesbianas, las y los trans y las personas no binarias. A su vez, y es importante reconocerlo, la reproducción social comienza a sostenerse gracias a nuevas formas de cuidado que surgen por fuera de los parámetros heteronormativos, que exceden los que tradicionalmente realizaron las familias heterosexuales y que empiezan, justamente, a construir otras formas de cuidado. Pues bien, actualmente, a través de los intercambios entre feministas del sur y feministas del norte, la economía feminista recupera este debate histórico en un contexto de agudización de las precariedades y de desempleo estructural, y propone nuevas expresiones3 que den cuenta del trabajo doméstico recurriendo al concepto de “trabajo de cuidados no remunerados”. Estos conceptos permiten ampliar las dimensiones del trabajo doméstico: contemplan las precondiciones del cuidado, las tareas de cuidado directo (desde 3  En el caso de América Latina, han sido pioneros los trabajos y las acciones de la Iniciativa Feminista Cartagena, que nucleó redes regionales y del sur global como la Red de Mujeres Transformando la Economía (REMTE), Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM), Red de Feministas del Sur Global DAWN (Desarrollo Alternativo para la Nueva Era, Development Alternatives with Women for a New Era), y Red de Género y Comercio, entre otras. También el debate desarrollado en Uruguay por un sistema de cuidados en los inicios del nuevo milenio, de la mano del movimiento feminista. En Argentina, la iniciativa “El Cuidado en la agenda pública” que nace en 2013, a través de Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP) y Asociación por los Derechos Civiles (ADC), donde se retoman los estudios históricos de la economía feminista. Economistas como Valeria Esquivel, Alma Espino, Soledad Salvador y Corina Rodríguez Enríquez han sido referentes en esta línea. 41


ayudar a un niñe a hacer su tarea hasta prepararle una vianda de comida a quien va a la escuela o a trabajar), las tareas de limpieza y todas las actividades de la gestión de cuidados de la casa. Afirmamos que esta situación genera desigualdad, porque sabemos que una jornada laboral muchas veces comienza a las seis de la mañana y, cuando llegan las doce de la noche, en lugar de descansar, continuamos ayudando a les niñes a hacer la tarea. Todas estas actividades son trabajo no remunerado. Además, todo este trabajo lo llevamos adelante simultáneamente: cocinamos y cuidamos niñes a la vez, limpiamos la casa mientras planificamos las tareas del día siguiente, estamos en nuestro lugar de trabajo y sacamos turnos por teléfono para un tratamiento médico. No paramos nunca. Según la economía feminista –y tal como lo comentaba Corina–, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados es el vector fundamental de la desigualdad en la sociedad. Porque las mujeres y las disidencias son quienes asumen esa gran carga de tiempo y de esfuerzo cotidianos, que genera que tengan menos tiempo para emplearse en un trabajo de jornada completa, menos tiempo para formarse profesionalmente, para continuar estudios o terminarlos, para el autocuidado, para el esparcimiento. Me parece necesario señalar puntualmente que cuando nos referimos a “disidentes” o a “disidencias sexuales” estamos refiriéndonos a un conjunto heterogéneo. Las personas trans y travestis tienen una realidad específica (son quienes tienen más dificultades para acceder a la educación, al empleo, y quienes mueren más jóvenes). Desde la economía feminista tenemos que prestar mucha atención a las características específicas de cada subjetividad, a las condiciones de vida y las desigualdades que atraviesan a las personas LGBTIQNB+.

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Conceptos y herramientas para construir una economía transformadora Pensando en estas cuestiones, la economía feminista realiza encuestas que calculan el uso del tiempo4. Son herramientas que sirven para demostrar que, por ejemplo, en Argentina, las mujeres realizan el doble de trabajo no remunerado que los varones5. El antecedente más cercano que tenemos es la implementación del Módulo de Uso del Tiempo en la Encuesta Anual de Hogares Urbanos de 20136. Por su parte, en Uruguay, como comentaba Corina, las economistas feministas calcularon los aportes de diferentes actividades al PBI de su país. Si bien Uruguay es un país con escalas diferentes de Argentina, generaron indicadores económicos y lograron medir cada una de las actividades (la agricultura, la producción industrial, los servicios financieros) y encontraron que el valor del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados representaba el 22,9% del PBI. Para tener noción de lo que este porcentaje significa, tengamos en cuenta que el aporte de los servicios financieros, que es la actividad principal de la economía uruguaya, representa el 17% del PBI. Es decir, las mujeres uruguayas con su trabajo doméstico y de cuidados subsidian al resto de la actividad económica y sostienen el mercado de trabajo remunerado. Recordemos que, cuando nos referimos a trabajo doméstico 4  Para analizar en detalle los modos de clasificación de las tareas, se puede consultar: CEPAL, Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo para América Latina y el Caribe (CAUTAL), Santiago de Chile, CEPAL, 2016. 5  El diseño de este tipo de encuestas suele utilizar categorías binarias y excluyentes como varón/mujer para organizar el relevamiento de datos.

6  Esta experiencia impulsada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC) estuvo enfocada en el análisis de áreas urbanas y mostró ciertas limitaciones. Es esperable que se retome en 2021 con la implementación de la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado. 43


no nos referimos al empleo de las personas que trabajan en casas particulares para otras personas, sino al trabajo cotidiano de gran diversidad que realizan las mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries sin recibir remuneración. Todes nosotres somos quienes construimos las redes de cuidado que hacen a nuestra ingeniería cotidiana. En Uruguay arrojó ese porcentaje, nos mereceríamos hacer este ejercicio en cada uno de nuestros territorios para saber qué porcentaje representa el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados dentro de las economías locales. Podríamos elaborar buenos argumentos para defendernos de quienes nos acusan de cobrar planes, subsidios, asignaciones universales por no hacer “nada”. Está claro que, hasta el momento, el Ministerio de Economía no ha generado instrumentos para calcular nuestro trabajo no remunerado en el aporte al PBI nacional, no le conviene. A esto se refiere Silvia Federici cuando dice: “Si nos preguntan qué precio tiene nuestro trabajo: nosotras respondemos que no lo tiene”, quiere decir que es inmenso, es una cantidad incalculable de horas; nuestro trabajo doméstico y de cuidados no se detiene ni los feriados ni los fines de semana. Por eso la economía feminista plantea la necesidad de crear instrumentos para medir el aporte económico y el valor que tiene el trabajo doméstico, y también para medir la simultaneidad de las diferentes jornadas laborales. La mayoría de nosotras realizamos doble jornada laboral: llegamos a nuestras casas después de un trabajo y seguimos trabajando. Y quienes realizan una actividad comunitaria o de militancia tienen una triple jornada laboral. Uno de los desafíos de la economía feminista es pensar cómo construir otras economías que sean transformadoras, que estén basadas en otros lazos que los de la economía capitalista, que sólo mide la eficiencia económica. El desafío es poder pensar ahora, con lo que hemos construido, en una 44


transición hacia una economía alternativa, que reconozca el valor de nuestras experiencias reales en los territorios. Una pregunta interesante para hacernos es: ¿cómo podemos construir las experiencias de economía social para que no sean solamente un “complemento” de nuestros ingresos? ¿Cómo fortalecer esta economía social, basada en prácticas de autogestión, para que no se convierta en una economía periférica? Es importante mencionar que las formas de denominar las experiencias de gestión colectiva del trabajo7 adquieren sentidos diferenciados según los países y las tradiciones políticas y sindicales de las que provienen. Incluso, estas denominaciones pueden enmarcarse en perspectivas teóricas que entran en disputa, debido a los sentidos otorgados por las organizaciones y movimientos sociales que las llevan adelante. Un ejemplo que podemos mencionar en Argentina es el caso de la organización colectiva de un sector de trabajadores de cooperativas, venta ambulante y producción en espacios comunitarios que deciden autodenominarse “trabajadores de la economía popular”. En estos últimos años, en la Argentina y frente a la crisis, se generaron experiencias8 enmarcadas en la llamada eco7  En este punto, han sido de enorme aprendizaje los diálogos que mantuvimos por más de una década con María Inés Fernandez Álvarez. Ver: Flora Partenio, “La construcción de modelos de gestión colectiva del trabajo: las significaciones de la sustentabilidad y la solidaridad en empresas recuperadas”, en María Inés Fernández Álvarez (ed.), Hacer juntos(as): dinámicas, contornos y relieves de la práctica colectiva, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2015.

8  Algunas de estas experiencias formaban parte del arco de experiencias construidas a partir de la crisis de 2001. La mayoría adquirió el paraguas legal de constituirse como “cooperativa de trabajo”, como personería jurídica que permite dinamizar la gestión de producción en contextos de litigio judicial, formalización o posibilidad de inserción en circuitos de comercialización. Parte de estas reflexiones puede leerse en: Flora Partenio, “Repensando la sustentabilidad desde una mirada feminista: reflexiones y estrategias que articulen la producción y la reproducción en las prácticas de economía social y de trabajo asociativo”, en A. Santillana (ed.), Vinculando 45


nomía social, la autogestión y la economía popular. Esto nos presenta varios desafíos. Por ejemplo, si constituimos cooperativas mixtas: ¿cómo pensamos el cuidado dentro de esas cooperativas? Porque el cuidado no está asociado solamente a personas “dependientes”, como el cuidado de niñes o adultes mayores o las personas que, por alguna razón, no tienen autonomía física. Si queremos pensar en construir otros lazos, otras formas de relacionarnos, tenemos que pensar el cuidado de manera ampliada9, el cuidado como redes que sostienen y que implican cuidar al otre. Cuando hablamos del cuidado en sentido ampliado nos referimos a la necesaria articulación del mundo de la producción y de la reproducción en las condiciones de sostenibilidad de estas experiencias autogestivas. En este sentido, sostener al colectivo de una cooperativa no consiste únicamente en vender; a veces implica ir a pelear un subsidio al municipio, reunirse con federaciones de cooperativas, sostener reuniones de articulación política donde las mujeres tienen que enfrentar posiciones generalmente muy machistas. ¿Y cómo se manifiesta esta mirada ampliada? Se traduce en mapear medidas de corresponsabilidad y actividades que se realizan dentro de la cooperativa y que implican sostener la gestión (reuniones, asamblea, armar registros, preparar la comida, la justicia de género, económica y ecológica, 2016. Disponible en: www. dawnnet.org/sites/default/files/articles/20170117_geej_ebook_0.pdf [consulta 10 de junio de 2020]. 9  Retomamos aquí la propuesta de Amaia Pérez Orozco como parte de una perspectiva política amplia, para ver el papel de los cuidados “en el conjunto del sistema y avanzar hacia soluciones más globales y transformadoras”. Para recuperar los intercambios que tuvimos en torno a la noción de “sustentabilidad”, ver: Amaia Pérez Orozco y A. Arteaga Leiras, ¿Por qué nos preocupamos por los cuidados? Colección de ensayos en español sobre Economía de los Cuidados, Nueva York, UN Women Training Center, 2016. Disponible en línea: www.trainingcentre.unwomen.org [consulta 10 de junio de 2020]. 46


recibir organizaciones en la cooperativa, etc.) y sostener las prácticas de cuidado del propio colectivo de trabajo. En conversaciones que mantuvimos con compañeras de empresas recuperadas, nos aseguraban que las mujeres en estas experiencias son muchas y, sin embargo, los dirigentes de las organizaciones son todos varones. Cuando van a encuentros entre empresas recuperadas o cuando se acercan a entrevistarles los medios de comunicación, quienes hablan como representantes de las empresas son siempre los compañeros varones. Todas estas actividades de gestión que implican poner la voz, estar presente, también deben ser revisadas y disputarse como espacios de participación. Así, cuando nos referimos al cuidado en un sentido amplio nos estamos refiriendo a eso, a que somos interdependientes y queremos revisar todos nuestros vínculos, los que organizan la producción y los que sostienen la reproducción social. Creemos que una cooperativa y cualquier otra experiencia de la economía social necesitan pensar el cuidado en este sentido amplio. Aunque sean colectivos de trabajo de tres, cuatro, veinte o cincuenta compañeres, es importante repensar las relaciones que organizan y sostienen estas prácticas. De esto también se ocupan los feminismos en términos de economía, y es todo un desafío. Ya comentamos que la economía feminista utiliza herramientas como las encuestas de uso del tiempo para medir y relevar cómo se distribuye el uso del tiempo y el trabajo no remunerado de varones y mujeres. Ahora bien, hay otros indicadores que utiliza la economía dominante que cuantifican la importancia de ciertas actividades. ¿Qué indicadores miden la economía en Neuquén, por ejemplo? En Neuquén, seguramente lo que más les preocupa a las autoridades es medir los ingresos que provienen de la producción extractivista de hidrocarburos. Una aclaración general, cuando hablamos de “extractivismo” nos referimos a un tipo de modelo 47


y matriz de desarrollo basado en la extracción y depredación de recursos naturales (petróleo, minería a cielo abierto, entre otros). Pero el extractivismo también refiere al acaparamiento de tierras, la extracción de los datos –a través de las empresas de plataformas digitales– y las finanzas. Saskia Sassen se refiere a todas esas modalidades como partes integrantes de un capitalismo extractivo. Cuando nuestros gobiernos locales o nacionales diseñan políticas para el sector de la economía social, popular y autogestionada, utilizan indicadores que nos “cuentan las costillas”, porque miden y exigen eficiencia bajo los criterios de una economía de mercado. ¿Cómo es posible que una empresa recuperada compita al mismo nivel que una gran empresa textil? ¿Cómo es posible que las experiencias de agroecología y de agricultura familiar sean analizadas con los mismos parámetros que Syngenta? ¿Cómo discutir los términos de comercialización con las empresas del agronegocio? Es sumamente importante que pensemos cómo medir el valor de la producción que generamos desde la economía social, para ofrecer una alternativa a los indicadores dominantes que sólo miden eficiencia y niveles de productividad. Por eso, decimos que el concepto de sustentabilidad clásico, que insiste en el productivismo, colisiona con un planteo enfocado en la sostenibilidad de la vida. Uno de los principales desafíos es construir indicadores de crecimiento, sistemas de seguimiento y evaluación de estas experiencias de la economía social por parte del Estado. No sólo porque los indicadores clásicos suelen tomar los parámetros del sector empresario, sino porque suelen perder de vista las tareas y labores que sostienen los cuidados y, en definitiva, la vida10. Si logramos generar indicadores propios, partiendo 10  Es muy interesante el trabajo generado por las compañeras de Ecuador: Mary Cabrera y Lorena Escobar, “Equidad de género y economía social y solidaria: aportes de la economía feminista”, en Diálogos sobre Economía 48


de nuestras experiencias, vamos a poder discutir los diseños de políticas públicas y los modelos productivos. Estamos viendo con claridad en esta gira patagónica que las ferias de economía popular generan muchísimo movimiento. Son estas ferias las que mueven la economía de las ciudades y localidades de la región. Y, sin embargo, las autoridades gubernamentales no miden su movimiento económico. Cuando tienen que evaluar si van a otorgar un programa de apoyo a las cooperativas, calculan solamente la eficiencia económica; en general, el apoyo a las cooperativas se convierte en una mera acción asistencialista. La intermitencia con que se otorga este tipo de programas, sumada a las miradas de corte eficientista, hace que se termine perdiendo de vista la utilización de indicadores para mejorar la inclusión sociolaboral para les jóvenes, para sostener redes de comercialización territorial, para generar oportunidades concretas para que las mujeres y las personas LGBTIQNB+ tengan autonomía económica. Por eso hay que cuestionar los indicadores que se usan actualmente; solamente son útiles para evaluar la actividad extractivista y productivista, muy comunes en los territorios patagónicos. Amaia Pérez Orozco, una de las autoras del libro que venimos a presentar, dice que la economía suele mirar con “estrabismo productivista”, refiriéndose al ligero corrimiento en la vista que hace que sólo se pueda mirar en una dirección. El estrabismo productivista hace que sólo se vea la eficiencia, el volumen de ventas y la productividad de los proyectos económicos. Y esta mirada no sirve para evaluar una experiencia de economía social, porque su objetivo no es solamente vender productos, sino generar otras relaciones sociales, articular, pensar en intercambiar dentro de redes de comercio justo, organizar formas no monetizadas de la economía; Social y Solidaria en Ecuador. Encuentros y desencuentros con las propuestas para otra economía, Bilbao, Instituto Hegoa/Fundación Intercooperation América Latina, 2014. 49


todas cosas que el capitalismo no valora como actividades económicas. En el encuentro de San Martín de los Andes conversamos sobre la experiencia de los bancos de tiempo. Los bancos de tiempo son un modo de organizar el tiempo dedicado a los cuidados dentro de un barrio, en una comunidad o al interior de una cooperativa. Por ejemplo, podemos armar un banco de tiempo entre tres personas: yo, que tengo dos pibis a cargo, ella que tiene uno y ella otro. Con ese banco, vamos a ir ofreciendo parte de nuestro tiempo para colaborar en la tarea que se precise y, a la vez, vamos a recibir aportes del tiempo de otras compañeras, para sostenernos entre todes. Generalmente, los bancos de tiempo funcionan y se asientan en las redes de cercanía, y suelen articularse en un entramado de prácticas en la comunidad (huertas colectivas, centros sociales, mercados comunitarios, monedas locales, etc.). Si formo parte de un banco de tiempo y durante la semana no puedo ofrecerme para cuidar a alguien porque trabajo diez horas por día, voy a ofrecerme para cuidar a les hijes de las compañeras el fin de semana: aporto una hora, dos o lo que fuera. Si mis compañeras pueden, aportarán horas durante la semana para recibir a mis hijes cuando vuelven de la escuela, mientras yo trabajo, o aportarán horas para realizar otra actividad de la comunidad. Organizar y sostener estos bancos de tiempo implica generar relaciones no monetizadas de dinero. Pensando en contextos urbanos, y frente a la ausencia de servicios estatales de cuidado, contratar a una cuidadora suele ser imposible de costear para una trabajadora. Muchas compañeras, antes de acceder a un empleo, calculan cuánto dinero les costará contratar a una “niñera” –como se dice habitualmente– que cuide a sus hijes mientras ellas trabajan fuera de sus casas. Estos son condicionantes que determinan el ingreso y permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo remunerado. El 50


banco de tiempo brinda herramientas para enfrentar esas situaciones, pero para que exista un banco debe existir una red comunitaria que lo sostenga. Una vez que el banco de tiempo existe, se generan vínculos, relaciones humanas: sé quién aporta sus horas para cuidar a otres y también sé con quién colaboro cuando aporto horas yo. Desde la economía feminista, esas prácticas que están por fuera de las relaciones monetarias son indispensables. Y aunque existen experiencias como las de los bancos de tiempo, no es lo más común cuestionar el modo en que se organizan los cuidados y las tareas no remuneradas al interior de un espacio cooperativo. No es usual discutir cómo se sostiene un colectivo laboral en materia de cuidados y afectos, de redes de contención, de sectores destinados al cuidado dentro de los mismos espacios de trabajo. En junio de 2019 se publicaron los datos de un relevamiento que diseñamos conjuntamente con la Red Latinoamericana de Investigadorxs de Empresas Recuperadas y Cooperativas de Trabajadorxs11. Se trató de un relevamiento de empresas recuperadas en la Argentina12. Les preguntamos a las cooperativas, que en algunos casos se encontraban atravesando un proceso judicial por la tenencia de la empresa, cómo habían resuelto las tareas de cuidado directo y de gestión del cuidado. Les preguntamos si las socias y los socios de la cooperativa asistían a la jornada laboral con sus niñes. Les pedimos que nos cuenten cómo organizaban el 11  La Red se conformó en 2014 y está integrada, hasta el momento, por organizaciones autogestionadas y por equipos de investigación de universidades de Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, México, Ecuador y Uruguay. Dicha red se asienta a partir de los Encuentros Internacionales de la Economía de los Trabajadores/as, que se organizan desde 2007. 12  El relevamiento fue realizado por el equipo del Programa Facultad Abierta (FFyL-UBA) y puede descargarse en la web www.recuperadasdoc. com.ar 51


cuidado general mientras sostenían sus jornadas laborales, porque si bien podían tener marcos de flexibilidad para pedir licencias y coordinar horarios (por tratarse de cooperativas), no estaban libres de sus obligaciones de cuidado. Nos interesaba conocer qué lugar encontraba la economía del cuidado en estas cooperativas. De ochenta empresas recuperadas que participaron de la encuesta sólo el 5% respondió que había pensado una estrategia de cuidados para socias y socios de la cooperativa que tuvieran niñes pequeños, adultes mayores o alguna persona con discapacidad a cargo. Y nos contaron que las propuestas de cuidados las construyeron junto a otros espacios de organización social. Por ejemplo, en el caso de la Provincia de Buenos Aires, una empresa contaba con una organización territorial que había generado un espacio de cuidados y de crianza comunitaria. El resto, el 95% de las empresas recuperadas encuestadas, no se había planteado ninguna discusión en torno a los servicios de cuidados. Cada cooperativista organizaba sus necesidades como podía. Esto da cuenta de la necesidad de debatir acerca de los criterios de lo que llamamos “sustentabilidad” y de cuán poco se considera el nudo producción/reproducción13 en los debates que se entablan (en el Estado, dentro de organizaciones del sector cooperativo, sindicatos, empresas, etc). Revisar la idea de “sustentabilidad” desde la economía del cuidado nos permite ampliar la lente para analizar y diseñar políticas destinadas al sector de la economía social, autogestionada y de la economía popular. 13  Para explorar las herramientas que componen una noción de sustentabilidad reproductiva, puede leerse: Flora Partenio, “¿Es posible hablar de una sustentabilidad reproductiva? El diseño de una caja de herramientas para re-pensar las prácticas de autogestión”, en Amaia Pérez Orozco y Alba Artiaga Leiras (ed.), ¿Por qué nos preocupamos por los cuidados? Colección de ensayos en español sobre Economía de los Cuidados, Nueva York, UN WomenTraining Centre, 2016. Disponible en línea: www.trainingcentre.unwomen.org [consulta 10 de junio de 2020]. 52


Desde una perspectiva de la economía feminista consideramos que la “sustentabilidad reproductiva” debe ser parte de las discusiones de los colectivos de trabajo, de las reflexiones de estos colectivos acerca de su propia reproducción, debe ser pensada y resuelta en conjunto. Cuando se trata de analizar la relación con el Estado y con la producción bajo un modelo neoliberal, quiero insistir en señalar dos frentes de acción. Por un lado, y tal como lo venimos mencionando, es necesario cuestionar los indicadores económicos y el diseño de políticas públicas. Con un gobierno nacional que en los últimos cuatro años ha desarticulado las políticas enfocadas en las economías sociales y cooperativas es clave investigar qué pasó en las provincias. Algunas compañeras nos decían que en Río Negro y Chubut los gobiernos locales cortaron todo tipo de subsidios a la economía social, porque para las autoridades el foco de la atención está puesto en los sectores de la economía vinculados al modelo productivo hegemónico. El otro frente estaría enfocado en profundizar prácticas que nos permitan mejorar las experiencias de economía social y empresas autogestionadas. Desde la política estatal, la economía social se ve como una economía secundaria14, como un patio trasero, como periférica. Desde los feminismos queremos que las economías sociales y autogestionadas estén más al centro. Sabemos que es un trabajo a realizar día a día, que va a llevar tiempo, pero es justamente porque queremos defender otros modos de hacer y comercializar. Apoyar la economía social implica, también, revisar nuestros hábitos de consumo. ¿Le vamos a comprar, por ejemplo, mermeladas a La Campagnola o les vamos a comprar a nuestras compañeras de la cooperativa? Cuando nuestros 14  Para retomar estos análisis en clave ecuatoriana, ver: Magdalena León Trujillo, “Economía Solidaria y Buen Vivir. Nuevos enfoques para una nueva economía”, en Sostenibilidad de la vida. Aportaciones desde la Economía Solidaria, Feminista y Ecológica, Bilbao, Reas Euskadi, 2014. 53


gobiernos locales, municipales, tienen que distribuir alimentos a los comedores comunitarios y a las escuelas, ¿por qué no les compran productos a las cooperativas? ¿Por qué la compra estatal no garantiza el sostenimiento de los sectores de la economía impulsados por mujeres, campesines, personas LGBTTIQNB+ y migrantes? Porque se basa en acuerdos de compras públicas que terminan favoreciendo a las grandes cadenas de supermercados y a los gigantes del sector agroalimentario. Debatir a quién le compra el Estado es muy importante. ¿Por qué le compra a La Anónima o a supermercados mayoristas, como Diarco, y no a las cooperativas de agroecología que en este contexto de agronegocio y crisis se enfrentan a Monsanto? Con el objetivo de poner la vida en el centro, la economía social debe pensar en la sostenibilidad de la vida, en el equilibrio ecológico, en los puestos de trabajo que genera, en las relaciones humanas que produce y reproduce, en el movimiento económico y social que articula en espacios locales. Pensar todas estas cuestiones es sumar herramientas para disputar los indicadores de economía y las economías sociales a nivel local y también nacional. Nosotras podemos proponer otra economía. Una propuesta bien clara es exigirle al Estado que deje de comprarles a los grandes productores y a los grandes mayoristas, y que empiece a comprar producción local, producción integrada en circuitos de comercio justo, que funcionan bajo reglas de reciprocidad. Otra propuesta es seguir pensando cómo generar experiencias no monetizadas, y valorarlas y reconocerlas como trabajo. Las experiencias que conocimos en la Vecinal del Paraje Entre Ríos de Lago Puelo, en el Barrio Intercultural de San Martín de los Andes, en la Feria de Zapala y en la misma Red Jarilla de Plantas Saludables de la Patagonia, evidencian que otras formas de economía ya están aconteciendo, otras formas de construir redes de cuidado, de relacionarnos con 54


el ambiente y con la comunidad. Y también otras formas de construcción más allá del Estado. Mejorar la economía social es también pensar cómo podemos fortalecernos más allá de nuestra cooperativa o de nuestro emprendimiento, sino fortaleciéndonos en red. Las ferias de producciones locales que hay en tantos pueblos y ciudades de la Patagonia son una oportunidad para empezar a pensarse en red, para entramarse y conectar barrios, conectar con otras localidades, impulsando que las producciones puedan moverse de un lado a otro.

Reflexiones en torno al libro Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas Con Corina queríamos hacer esta gira patagónica para generar un diálogo con cada uno de los territorios y conocer economías feministas vivas. Creemos que podemos aprender mucho de las prácticas que apuestan concretamente por otra economía, en el territorio, luchando contra el fracking y contra el agronegocio, interpelando los modos de vida, de trabajo, de alimentación, de transporte. Llevar a cabo este ejercicio del diálogo se enlaza con lo que plantea el libro que venimos a presentar, Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas, publicado en Argentina por editorial Madreselva. El libro tiene siete capítulos, y puede comenzar a leerse por cualquiera de ellos porque componen una suerte de diálogo entre norte y sur. Quienes escriben son compañeras que están pensando la economía feminista desde América Latina y también desde el norte, sobre todo del Estado Español. Los textos evitan imponer conceptos acerca de cómo debe leerse la coyuntura política y económica, dan a conocer distintos puntos de vista y plantean desafíos. Podemos pensar al libro como una suerte de cuaderno de lucha, para llevar a nuestras organizaciones y espacios, para 55


recuperar las preguntas que se abren en cada capítulo y también una posible respuesta para seguir pensando nuestras prácticas políticas. Una cuestión que rodea muchos capítulos del libro es la pregunta acerca de cómo garantizar los cuidados desde la economía social y solidaria, pensando qué prácticas de cuidado se van construyendo en esas experiencias. Uno de los capítulos, que se pregunta por los espacios económicos de “subversión feminista”, escrito por Amaia Pérez Orozco, indaga acerca de las alternativas a este sistema económico y de las propuestas de defensa crítica de lo público. En los contextos de crisis, donde se recorta cada vez más la inversión y el acceso a los servicios públicos (salud pública, transporte, vivienda, por ejemplo), Amaia se pregunta cómo tejer prácticas que acerquen la participación y la gestión de lo público con lo común. Por lo que estamos viviendo en la gira, creemos que hay un sentido de lo común muy fuerte en las experiencias de la Patagonia, lo observamos en las visitas que fuimos haciendo en cada ciudad. Les compañeres de estas organizaciones y redes están garantizando lo común. Por ejemplo, el hecho de construir un barrio garantiza el acceso a la vivienda pública, como es el caso del Barrio Intercultural. Quiero destacar que el subtítulo del libro es Desafíos, propuestas y alianzas. Bien, nosotras creemos que las economías que estamos conociendo en esta gira son un desafío real. Tener un empleo registrado, un empleo de media jornada o no tenerlo y después pasar el resto del día o el fin de semana sosteniendo una feria, vendiendo desde los hogares, intentando que esa producción llegue a otros territorios es todo un desafío, es una apuesta por otra economía. Cristina Carrasco, quien junto a Carme Díaz Corral compiló el libro que estamos presentando, es una economista feminista chilena que se exilió en Cataluña. Ella dice que la economía feminista es una apuesta por otra economía. Esa otra economía, que no sale en los diarios, que no se cataloga 56


como exitosa, es la que está sucediendo en estos territorios, donde en cada uno de los conversatorios a los que vamos hay una feria, hay un circuito de comercialización que ensaya otras salidas al mercado. ¿Y quiénes sostienen e impulsan esta otra economía? Mujeres, lesbianas y trans. Tengamos en cuenta que en estos últimos años fueron las compañeras travestis las que impulsaron las cooperativas textiles, aprendieron a coser, y fueron compañeres de otras empresas recuperadas quienes les transmitieron el oficio de la costura. Si hiciéramos ahora un relevamiento de la producción en el territorio, veríamos que las redes de economía social de Zapala, por poner un ejemplo, están en su mayoría sostenidas por mujeres; desde las artesanas hasta quienes elaboran alimentos y producen textiles. Las propuestas que se expresan en los textos de Yayo Herrero, Mertxe Larrañaga Sarriegi y Yolanda Jubeto Ruíz, del libro que estamos presentando, van en esta dirección. Ellas reflexionan sobre las contribuciones de la economía feminista, la economía ecológica y la economía social. Algo sobre lo que nos preguntan con insistencia en entrevistas, en medios de comunicación, es sobre nuestra opinión respecto de la violencia. Evidentemente nosotras afirmamos que la economía feminista implica organizar otras formas de vida. Vidas sin abusos ni violencia. Quienes tenemos trabajo remunerado, es habitual que tengamos que bancarnos a un jefe que nos dice palabras fuera de lugar; generalmente esas cosas no se consideran abusos. No podemos denunciar a un jefe en esas circunstancias, porque perdemos el empleo. Que en una entrevista laboral tengamos que aguantar que nos pregunten si tenemos o pensamos tener hijes (algo que a un varón nunca se le pregunta), todo eso es violencia. De acuerdo a los diferentes sectores de actividad, y observando las formas de contratación, advertimos que la mayor parte de las mujeres, bisexuales y lesbianas suelen ser 57


empleadas en los mismos puestos de trabajo, caracterizados por su alta feminización, precariedad y baja calificación. Por ejemplo, hay una sobre-representación de mujeres en el empleo doméstico. En cambio, los puestos de jerarquía están altamente masculinizados y perciben mejores salarios, esto sucede más allá de las credenciales educativas que porten las trabajadoras. Estos impedimentos para ascender y desarrollarse en las carreras profesionales se conocen como “techos de cristal”, como barreras invisibles que no están reglamentadas laboralmente pero que sin embargo existen. Las personas trans y travestis son abiertamente excluidas del mercado de empleo remunerado y registrado; incluso son excluidas en provincias donde se ha aprobado el cupo laboral trans para el sector público. Ir pensando todas estas diferencias implica hablar de economía: hablar de trabajo, hablar de inserción en el mercado laboral de acuerdo a la intersección de desigualdades de clase/sexo/etnia/edad. Y la feminización del mercado laboral tiene un correlato en los hogares. Cuando hablamos de división sexual del trabajo estamos hablando de que se da por sentado que las mujeres se encargan de una tarea y los varones de otra. Esta división ocurre incluso en las organizaciones políticas y en los sindicatos; encontramos pocas secretarias generales en los gremios. Generalmente las compañeras son secretarias de actas, tesoreras, secretarias de eventos, o de espacios de género. La economía feminista cuestiona estas realidades que la economía dominante deja de lado. Porque aunque en hipótesis la situación es “igual para todos”, en la realidad vemos que hay un sinfín de asimetrías de género. Es un hecho que en la Argentina las mujeres cobramos, en promedio, un 27% menos que los varones. Esta brecha salarial ‒que puede variar en uno o dos puntos según la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC y según la Organización Internacional del Trabajo‒ se acrecienta en algunos sectores de la economía. 58


Una mirada feminista sobre las condiciones económicas y políticas en Argentina Ahora quisiera que comentemos el estado de situación al que nos condujo el modelo dominante de economía en Argentina. Estamos frente a una crisis de reproducción social, asistiendo al incumplimiento sistemático de gobiernos que asumen con ciertas promesas o que llegan a ciertos acuerdos y luego los deshacen (lo que origina conflictos permanentes, como el de les docentes en Chubut, en la segunda mitad de 2019). Se recortan servicios públicos, se privatizan progresivamente los sistemas públicos de salud, se privatizan y cierran escuelas y aulas, no invierten en infraestructura. Los diferentes servicios públicos, los diferentes derechos que antes estaban garantizados en torno a la salud, la educación, la vivienda y las condiciones laborales están en retroceso, cada vez más. Este escenario tiene características coyunturales que son consecuencia de las medidas tomadas por el gobierno de Macri (por ejemplo, al retomar vínculo con el FMI), de la falta de transformación de la matriz productiva (responsabilidad de los gobiernos anteriores) y de la permanencia de acuerdos con las grandes corporaciones del modelo extractvista (responsabilidad de los gobiernos provinciales). Recordemos otra de las medidas tomadas por el gobierno macrista, que afectó a un sector altamente vulnerable: entre 2017 y 2018 se recortaron más de 170 mil pensiones por discapacidad y se establecieron una serie de requisitos adicionales para recibir pensiones por invalidez. El recorte se anunció de un día para el otro y se realizó sin antes evaluar las condiciones de acceso y las características de la discapacidad de cada una de esas personas que dejaban de recibir su pensión. Desde 2017 y durante 2019, las personas que recibían pensiones lograron frenar los intentos de “revisión” 59


de los beneficios que el Estado ya les había otorgado, a base de pronunciamientos judiciales15. ¿Por qué a esto se le llama crisis de la reproducción social? Cuando se recorta una pensión por discapacidad y se recortan los centros de atención públicos en los que se rehabilitan las personas que reciben tratamientos de por vida, ¿quién asume el cuidado de esas personas? ¿Quién se hace cargo de que esas personas continúen un tratamiento o traten una enfermedad crónica? Frente al retiro del Estado, la ausencia de inversión y recortes en pensiones, son las mujeres cisgénero o transgénero quienes generalmente asumen las tareas de reproducción social. Otro recorte que afectó severamente la reproducción social fue el ocurrido en julio de 2019, cuando el gobierno de Mauricio Macri anunció el fin de la moratoria que fue conocida como “jubilación para las amas de casa”. ¿De qué se trataba esta moratoria? Se trató de un plan de inclusión previsional implementado por el gobierno de Kirchner, a través del cual se incorporaron al sistema previsional personas –en su mayoría mujeres– que no habían alcanzado a aportar los registros contributivos suficientes como para jubilarse. Esta medida permitió el cobro de haberes y el pago de las contribuciones adeudadas mediante un sistema de moratoria. El alto porcentaje de mujeres (86%) que se acogió a la medida, demostró que fueron ellas quienes durante largas décadas habían realizado la mayor parte de los trabajos no registrados, con trayectorias laborales intermitentes. Este plan previsional no solo alcanzó a quienes trabajaban como empleadas de casas particulares, sino a quienes habían 15  Se pueden ver más detalles acerca de estas medidas en: B. Bagnarelli, D. Oliveira, F. Partenio y N. Ape, “La Argentina en el nuevo ciclo neoliberal iniciado en diciembre de 2015: la seguridad social en retroceso”, DAWN informa, 2020. Disponible en línea: www.dawnnet.org/2020/03/ caso-argentina-la-seguridad-social-en-retroceso/ [consulta 10 de junio de 2020]. 60


tenido que abandonar el mercado laboral para cuidar a sus hijes o a otres adultes mayores. Fruto de la movilización de sectores sociales y sindicales, especialmente del movimiento de mujeres y feminista, el gobierno de Macri tuvo que prorrogar nuevamente el beneficio hasta el año 2022. Toda esta organización injusta de las tareas de cuidado demuestra que la jubilación de una mujer depende de que un gobierno prolongue o no una moratoria previsional. Lo que expresa, una vez más, que está en jaque la reproducción social: el sistema capitalista atenta contra sus propias bases de reproducción. ¿Qué diagnóstico de la crisis actual podemos hacer con las herramientas que nos da la economía feminista? En los últimos meses de 2019 se realizaron varias movilizaciones en la Ciudad de Buenos Aires y en distintas ciudades del país. Las compañeras de diversas organizaciones de base de la ciudad y el conurbano bonaerense hicieron una gran asamblea frente al Ministerio de Desarrollo Social y colocaron una bandera que decía: “El ajuste es violencia patriarcal”, durante una asamblea piquetera en medio de la Avenida 9 de Julio. La frase sintetizaba muchas de las cuestiones a las que se refería Corina y que nos exigen revisar cómo pensamos la violencia. Muchas veces, cuando las feministas afirmamos que no queremos más violencia, nos preguntan qué estamos pidiendo, ¿presupuesto para prevención, casas y refugios? Pero la violencia no se acaba con refugios. Y la violencia no es solamente doméstica. Es necesario pensarla en términos económicos. Y en todas sus variedades, porque la violencia económica se extiende en diferentes formas de precariedad, en el ámbito laboral y en las vidas. En 2017, en un escenario de inflación acelerada, con deterioro del poder adquisitivo y escalada de precios en los bienes y servicios más básicos (alimentos, tarifas de servicios, 61


remedios, alquileres, etc.), el gobierno habilitó una línea de microcréditos de ANSES para jubilades, pensionades y titulares de asignaciones universales por hijo. Las personas beneficiarias de la Asignación Universal por Hijo (AUH) son en su mayoría mujeres, y en 2019 terminaron endeudándose para gestionar créditos para sostener a sus familias. Y la mayoría de ellas, cuando les preguntan para qué pidieron esos créditos, responden que fue específicamente para pagar servicios (gas, electricidad, agua) y comida. Por todo esto es muy importante reflexionar sobre los cuidados. Como dice Amaia Pérez Orozco: “El cuidado es el colchón invisible del sistema”. Cuando el Estado se retrae o se ausenta, cuando se cortan los servicios públicos, cuando avanzan los procesos de privatización, quienes salen a sostener esos espacios y a brindar esos cuidados son las compañeras. Visibilizar este trabajo es darle cuerpo a esa bandera, que se pintó en una situación de movilización frente al recorte de programas sociales, crecimiento del desempleo y avance represivo. Cuando decimos que el ajuste es violencia patriarcal estamos señalando todos estos recortes, estamos viendo quiénes pagan el ajuste y quiénes lo sostienen. Porque los efectos de la crisis tienen claros sesgos de clase, de etnia/raza y de género. Así, advertimos que estas medidas impactaron de manera más cruda sobre mujeres migrantes y sobre la población trans. Si hacemos una lectura en clave regional, vemos que los gobiernos vienen destruyendo las condiciones laborales: cada vez se trabaja más, sea en empleos formales o informales, es decir, registrados o no registrados (dejemos de referirnos a “trabajos en negro” y “trabajos en blanco” para evitar categorías racistas a la hora de nombrar las cosas); cada vez se trabaja más y se cobra menos y se genera más endeudamiento. Lo que sucede con los créditos personales de ANSES es el claro ejemplo de estos procesos de endeudamiento. La ANSES le ofrece a una persona beneficiaria de una 62


Asignación Universal por Hijo (AUH) un crédito para que pague alimentos y servicios, es decir, le ofrece una deuda a una persona que precisa una asignación universal, en lugar de brindarle un sistema de protección social. Cuanto más se endeude esa persona, mayor cantidad de horas se verá obligada a trabajar para devolver lo que pidió. Y mientras las personas se endeudan, los gobiernos –tanto el gobierno de Chile, como el de Ecuador y de Argentina y también el de Brasil– proponen bajar los “costos” laborales y bajar el llamado “gasto social” para reducir el déficit fiscal. Algunos de esos países, han comprometido a generaciones enteras con la toma de deuda con organismos como el FMI en los últimos años. Para seguir pensando cómo se ataca la reproducción de la vida deberíamos analizar algunos temas puntuales, como hábitat y vivienda pública, transporte público, salud pública e infraestructura, que comentaremos a continuación. Un tema muy importante al que creo que el feminismo todavía no entró de lleno es el tema del hábitat y la vivienda pública. Así como cada vez hay menos planes de parte del gobierno para construir viviendas populares, las experiencias cooperativas están resistiendo en medio de una escalada total de precios de los materiales de construcción y de un aumento de tarifas. Las compañeras del barrio Intercultural de San Martín de los Andes nos comentaban que este año tenían un presupuesto para construir viviendas y que con la escalada del dólar el presupuesto se redujo muchísimo. Así como el Estado recorta cualquier opción relacionada con el acceso al hábitat y la vivienda popular, nuestra agenda feminista tiene que encargarse de pensar esta cuestión. Si estamos discutiendo las bases materiales del sistema económico en el que vivimos, tenemos que pensar en dónde vive la gente, porque tenemos un ejército de inquilinas e inquilinos que destinan más de la mitad de su salario a pagar 63


sus alquileres, y porque existen grandes empresas de plataformas que controlan ciudades turísticas y que desplazan, en las temporadas altas, a les habitantes de esas ciudades. En cuanto al tema de infraestructura, hay toda una discusión para dar sobre los modelos que están en disputa. ¿Cómo pensamos la infraestructura para garantizar la sostenibilidad de la vida? En el capítulo “Una mirada feminista de la economía urbana y los comunes en la reinvención de la ciudad”, Natalia Quiroga Díaz y Verónica Gago se encargan de pensar la urbanización, el diálogo entre el ámbito rural y la ciudad, la financiarización de la ciudad y la creación de bienes comunes urbanos. Es interesante lo que plantean: consideran que, si se invirtiera en construir infraestructura pública para garantizar la organización social de los cuidados (que el agua llegue a todas partes, que haya un servicio de transporte público eficiente, y podemos pensar muchas cosas más), se podrían generar acercamientos y dinámicas nuevas entre las ciudades y los territorios de la periferia, o con otras ciudades, o con territorios rurales. En Argentina estamos totalmente lejos de abordar un plan y un diseño de infraestructura para la vida cotidiana16. De hecho, y siguiendo los modelos de infraestructura hegemónicos, los gobiernos nacionales y provinciales intentaron acercarse al modelo de “infraestructura para el desarrollo”17, que garantiza inversiones privadas en sectores ligados al comercio internacional y el capitalismo extractivo. Estamos 16  Se puede leer acerca de las experiencias de infraestructura escandinavas en el capítulo mencionado, que contiene críticas en clave latinoamericana: Verónica Gago y Natalia Quiroga Díaz, “Una mirada feminista de la economía urbana y los comunes en la reinvención de la ciudad”, en Economía Feminista. Desafíos, propuestas, alianzas, Buenos Aires, Madreselva, 2018. 17  El modelo de “infraestructura para el desarrollo” fue alentando como uno de los pilares para el crecimiento de la economía en la Cumbre del G20, realizada en Argentina en 2018. 64


muy lejos de planificar infraestructuras para el cuidado, propuestas estatales concretas destinadas al cuidado de niñes, de personas en situación de dependencia y de adultes mayores. De esta manera, quien tiene dinero puede enviar a un adulte mayor que lo necesite a un geriátrico aceptable, es decir, costoso; si no, las personas cercanas son quienes se verán obligadas a cuidarle; y sabemos que finalmente estas responsabilidades recaen en las mujeres. Estamos muy lejos de tener el derecho a elegir si queremos cuidar a otra persona o no. Otro tema importante de abordar a la hora de pensar la reproducción de la vida es el transporte público. Cuando hablamos de cuidado y de redes de cuidado, las actividades implicadas se relacionan muchas veces con acompañar traslados, con garantizar el transporte que lleva a las personas de la casa a la escuela, de la casa al trabajo, entre otros. El transporte público está evidentemente saturado y la privatización avanzó sobre un servicio que debería ser público. Cada vez existen más combis privadas, que funcionan como pequeños acarreos que llevan a las personas de un lugar a otro (principalmente a centros urbanos), cada vez hay más barrios que quedan aislados de los recorridos que el transporte público establece. Las compañeras de San Martín de los Andes, por ejemplo, nos comentaban que los colectivos pasan a diez cuadras de su casa y, como pasan con poca frecuencia, ellas tienen cartelitos con los horarios de los recorridos pegados en la pared: si llegan tarde para tomar un colectivo en el horario que precisan, tienen que esperar una hora hasta que pase otra unidad. El transporte público es una necesidad básica, porque de él depende el tiempo de traslado hasta los puestos de trabajo (para quienes tienen empleo), el tiempo para gestionar los cuidados o el tiempo que requiere llegar a un lugar para abastecerse de cualquier cosa. El sistema de transporte ha 65


sido atacado sistemáticamente por los procesos de privatización y monopolización de un sector de empresas que controlan diferentes líneas de colectivos de corta, media y larga distancia; se ha privilegiado a sectores privados con fines comerciales para que obtengan concesiones de tramos claves, se ha dejado de invertir en transportes más accesibles en materia de costos y más ecológicos con el medioambiente. En Buenos Aires, por ejemplo, cada vez más personas que viven en la periferia se ven obligadas a trasladarse en combis privadas hasta Capital. Para trasladarse desde el conurbano sur hasta Capital, la tarifa de combis es muy superior al boleto de tren y de colectivo, y muchos lugares de zona sur están por fuera del sistema de la red Sube. Esta falta de acceso al transporte, entendido como derecho y servicio público, tiene graves efectos en la vida de les trabajadores. Quiero comentar un conflicto que atravesó a las trabajadoras de casas particulares a fines de 2018 en Tigre, en el Gran Buenos Aires. Allí hay un barrio privado muy conocido que se llama Nordelta. El barrio tiene un sistema de transportes interno y privado, que les permite a quienes viven allí trasladarse al centro de la Ciudad de Buenos Aires. Las trabajadoras de las casas de este barrio empezaron a usar este transporte para ir desde sus barrios hacia Nordelta, a cumplir con su jornada laboral, hasta que les empezaron a impedir que se suban a estos colectivos. El argumento de la empresa de transporte era que habían recibido quejas de los residentes del barrio privado, porque “tenían mal olor”, porque “hablaban mucho” durante los recorridos y porque “ensuciaban todo”. Con estos argumentos racistas, a muchas trabajadoras las dejaron varadas en la mitad del trayecto, en medio de las autopistas, tenían que caminar largas cuadras para llegar a tiempo a su trabajo. Evidentemente, aunque tenemos una ley de empleadas de casas particulares, no podemos eliminar el racismo que impregna los espacios laborales. En la mayoría de los casos, el control de tarifas sobre estas empresas 66


privadas de transporte y la regulación estatal en materia de prevención de riesgos y accidentes son escasos o nulos. Esto nos lleva nuevamente a pensar que para garantizar la reproducción cotidiana de la vida también es necesario garantizar una accesibilidad real y un diseño de sistemas de transporte público sin sesgos residenciales ni racistas. La economía feminista insiste en pensar el mundo del trabajo como un ámbito donde se articulan la división sexual del trabajo con la división racial del trabajo. Estas divisiones impactan concretamente en la vida cotidiana, en este caso, de las empleadas domésticas. Según los índices de registración, más de la mitad de ellas continúa trabajando sin realizar aportes, a pesar de la ley. Esta es la situación de un sector donde el 97% de les trabajadores son mujeres. Otro tema importante para pensar la reproducción de la vida es el funcionamiento del sistema público sanitario. Hay procesos silenciosos de privatización creciente en las áreas de salud de todo el país. Hay compañeras que vienen trabajando desde hace tiempo en este sector, desde las organizaciones sindicales, y saben que los procesos de privatización llevan un tiempo y van presentando ciertas señales preocupantes. Es necesario prestar atención a cómo se van manifestando estos procesos. Acceder a la salud es cada vez más difícil y cada vez hay más diferencias entre quienes tienen planes de cobertura privada y quienes no. De esta manera, el sistema sanitario se va segmentando por clases sociales, de acuerdo a las coberturas recibidas, y se van construyendo instancias de semi-privatización a través de servicios de copago, lo que implica poner plata del bolsillo para cubrir un tratamiento (por ejemplo, odontológico).Todo esto sucede mientras el Estado toma medidas de fuerte desinversión en el sector y en los programas que sostenían la salud pública. Como parte de las medidas de reestructuración, durante el 67


gobierno de Macri se degradó el Ministerio de Salud de la Nación convirtiéndolo en Secretaría. También es importante reflexionar sobre cómo nos curamos. La política comercial alentada en estos últimos años, y bajo la bendición de la Organización Mundial del Comercio y la Cumbre del G20, ha sido imponer barreras de acceso a los medicamentos a través de patentes, lo que garantiza los monopolios y los sobreprecios. Esa posición fue la que asumió el gobierno de Macri en las Cumbres mencionadas18: a favor de patentes controladas por los grandes laboratorios y en contra de la producción genérica de medicamentos esenciales. Estas posiciones las sostuvo durante los intentos de cerrar un acuerdo comercial Unión Europea-Mercosur. La cuestión de las patentes suele considerarse como un tema de política comercial; con suerte se encargan de debatirlo los movimientos a favor de la salud pública y algunas médicas y médicos, pero no suele abordarse como un tema de interés a la hora de pensar la reproducción social. Discutir sobre patentes es discutir acerca de qué medicamentos utilizaremos y cuánto nos costará curarnos. Es discutir la tensión salud/mercado. Reconocer la salud como derecho humano implica no solo vincularla con el sistema de seguridad social, con los sistemas de obras sociales (muchos de ellos en crisis hoy), sino también con el rol sindical y con el modelo de producción (por ejemplo, una producción genérica en manos del Estado). Pensar estas cuestiones es impostergable para garantizar la reproducción de la vida. Por último, también es necesario profundizar y debatir acerca de cómo nos estamos curando y también de cómo nos envenenamos. Dentro de modelo del agronegocio, el modo en que nos alimentamos es también una correa de transmisión de modalidades de consumo y tiene impactos en la 18  Al respecto, recomendamos leer los documentos producidos por la Fundación GEP, disponibles en: www.fgep.org 68


salud. Desde los movimientos que proponen el paradigma de la soberanía alimentaria19 hay una serie de propuestas para articular en estos sentidos. Todo esto que fuimos comentando apunta a pensar cómo se viene recortando fuertemente el gasto social (en nuestras palabras, diríamos “inversión para el sostenimiento de la vida”) y también apunta a señalar que somos justamente las mujeres, las lesbianas, las trans, las travestis, las que estamos en la primera línea de activismo frente a la crisis. A esto se refieren las compañeras en el manifiesto del Feminismo para el 99%. Los espacios feministas están debatiendo y reflexionando en torno a si es posible pensar un feminismo para el 99%20, recuperando la crítica anticapitalista frente a la crisis generalizada que atraviesa al Norte y al Sur (crisis de reproducción social, migratoria, ambiental, financiera) y el carácter emancipador del feminismo para el conjunto de la sociedad. Excepto para el 1% que concentra la riqueza y el poder corporativo, las autoras de este manifiesto consideran que las propuestas del feminismo internacionalista e interseccional (resumidas en 11 tesis) son pasibles de ser abrazadas por ese 99% de la población. Que estemos en un encuentro hablando de economía feminista expresa la vitalidad de nuestras redes, la capacidad de autogestión, y da cuenta de que nuestros movimientos son muy potentes y han logrado internacionalizar luchas. Y para nosotras es importantísimo dialogar sobre esto con 19  Ejemplos de estas experiencias pueden encontrarse en los movimientos nucleados en torno a Vía Campesina, la Unión de Trabajadores de la Tierra en Argentina (UTT), las cátedras Libres de Soberanía Alimentaria de universidades públicas, la Red de Abogados por la Soberanía Alimentaria (REDASA).

20  Las tres autoras del manifiesto fueron parte de la organización del Paro Internacional de las Mujeres para el 8M de 2018. Este es el libro al que hacemos referencia: Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya, Nancy Fraser, Feminismo para el 99%, un manifiesto, Buenos Aires, Rara Avis, 2019. 69


las colectivas y redes de la Patagonia, lo venimos esperando desde hace tiempo. ¿Es posible pensar aquí en un feminismo para el 99%? ¿Y por qué ese feminismo no debería perder nunca la atención en la economía y en las finanzas? Lo cierto es que, así como históricamente la primera línea de lucha la impulsaba el movimiento obrero, ahora estamos siendo las feministas quienes salimos a luchar con más fuerza por salud, educación y por el reconocimiento del trabajo de cuidados. Esta resistencia puede observarse en las experiencias de países de la región como Argentina, Chile, Ecuador y Brasil luego de lo que fue el golpe (o “impeachment”), la asunción de Temer y ahora con Bolsonaro. Veamos a continuación cómo dialogan las experiencias del movimiento feminista con otros movimientos sociales en contextos de avance del fascismo, la represión, la criminalización de las y los luchadores populares, las políticas neoconservadoras sobre el cuerpo y el derecho a decidir, y las políticas de ajuste y endeudamiento en Chile, Ecuador y Argentina.

Panorama regional Esta gira patagónica está siendo atravesada por el eco de la situación de Ecuador, sobre la que compartimos información a través del diálogo con compañeras ecuatorianas que están en medio del toque de queda y del levantamiento popular. Está marcada por cada noticia que recibimos diariamente sobre Chile, conociendo el número de muertes, de personas detenidas, informándonos sobre la creciente militarización y sobre los modos en que diferentes espacios sociales, culturales y autogestionados están siendo reprimidos (especialmente espacios que impulsan la formación de cooperativas, que es con quienes tenemos un vínculo 70


estrecho), enterándonos de que los carabineros aparecen violentamente en sus casas y detienen a militantes sociales. Para hacer una lectura feminista de la región recurriremos, precisamente, a la interpretación de la coyuntura social, política y económica que hicieron los feminismos locales en cada uno de estos países. Este mapeo irá reconstruyendo coordenadas sobre el escenario en Chile, luego en Ecuador y, finalmente, retomando los contrapuntos y conexiones con el escenario argentino, al borde de las elecciones presidenciales. Nos interesa revisar ese diálogo entre territorios, los antecedentes y la genealogía de cada experiencia de resistencia, porque lo creemos indispensable para hacer un análisis profundo de esta situación urgente. Chile

El 18 de octubre de 2019 comenzaron a haber movilizaciones masivas en Santiago de Chile en respuesta al aumento de las tarifas del subte. Las movilizaciones se extendieron en diferentes ciudades y localidades del país, y en ellas se podían leer banderas y grafitis que decían: “No son 30 pesos, son 30 años”, lo que daba cuenta no sólo del aumento del costo de vida, de la ausencia de derechos (por ejemplo, de educación pública y gratuita) y de la profunda desigualdad que atraviesa todo Chile, sino de la historicidad de un modelo implantado por la dictadura de Pinochet. Pues bien, desde una mirada feminista, nos interesa cuestionar de qué modo se construyó la imagen del modelo económico chileno como “exitoso” ante la región y ante el mundo. Antes de que emergieran las movilizaciones populares en Santiago y otros territorios, Chile era considerado un modelo económico exitoso por su capacidad exportadora, su inserción en el mundo, y sus niveles de actividad económica. Conceptos como crecimiento económico, desarrollo, progreso, alta productividad y eficiencia, sintetizaban el modelo chileno. Tenía políticas de exportación activas, participaba 71


en tratados de libre comercio, recibía inversiones, tenía una gran “apertura al mundo” (mientras en Argentina se quejaban de que no nos “abríamos al mundo” o de que estábamos “fuera del mundo”). Desde una mirada feminista, todos esos conceptos que dan forma al crecimiento y desarrollo económico no implican sostenibilidad de la vida. La larga dictadura que hubo en Chile, las diferentes olas de reformas que allí atravesaron y que hicieron que las personas ricas paguen cada vez menos impuestos, las reformas privatizadoras en el sistema de pensiones (lo que en Argentina llamamos “jubilaciones” en Chile se llama “fondos de pensiones”), toda la situación y los indicadores de su economía en la actualidad hacen de Chile el país más desigual de América Latina. Por eso algunos estudios21 comenzaron a hablar de “la pobreza del modelo chileno”. Para pensar todo esto en cifras y comparando economías del Norte y del Sur: el 1% de la población de Chile más rica concentra el 33% de la riqueza22. Esto contrasta con países del norte desarrollado como, por ejemplo, Dinamarca, donde el 1% de la población con mayores ingresos concentra el 6% de la riqueza del país. Datos similares arrojó un estudio de la CEPAL, en enero del 2019, tomando en cuenta el índice de Gini23. Es una cuestión central para seguir pensando dentro del feminismo: ¿qué bandera vamos a levantar para reformar 21  Al respecto, ver los informes de la Fundación Sol, disponibles en línea: www.fundacionsol.cl/tema/desigualdad

22  Se pueden consultar en línea los detalles del informe de la Fundación Sol, basado en datos del Banco Mundial y de The New York Times: www. fundacionsol.cl/2017/12/calza-33-los-ingresos-esta-concentrado-1mas-rico-chile/ [consulta 10 de junio de 2020]. 23  El coeficiente de Gini es una herramenta para medir la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. El estudio de la CEPAL está disponible en línea: www.cepal.org/es/publicaciones/44969panorama-social-america-latina-2019 [consulta 10 de junio de 2020]. 72


de una vez el sistema tributario? Como el resto del sistema tributario en América Latina, el de Chile tiene impuestos regresivos. Las personas con menos dinero pagamos mucho más que quienes más tienen. Las políticas fiscales de estos países han priorizado la implementación de los impuestos indirectos antes que de los directos. En noviembre de 2018 ocurrió algo muy significativo. Felipe Larraín Bascuñán24, Ministro de Hacienda durante los dos gobiernos de Sebastián Piñera, ante el proyecto de reforma del fondo de pensiones, declaró que el gobierno “no gobernaba para la calle”. Mientras declaraba esto, una gran movilización sindical feminista había salido a la calle a exigir una reforma de las pensiones bien diferente de la que proponía Piñera, de jubilaciones de miseria y explotación. El pueblo se manifestó, para reformar ese fondo de pensiones, con movilizaciones masivas como las del llamado “No+AFP”, que viene impulsando desde 2016 la Coordinadora Nacional de Trabajadores y Trabajadoras. Desde el gobierno de Piñera se insistía en sostener un sistema que se basa en los aportes de cuentas individuales controladas por Administradoras de Fondos de Pensiones, omitiendo el hecho de que miles de personas no podían sobrevivir con sus magras pensiones. Desde un arco muy grande de sectores sociales, sindicales y feministas reunidos en la Coordinadora NO+AFP se denunció la crisis previsional y se impulsó al diálogo y la reflexión sobre la necesidad de implementar un nuevo sistema de pensiones, con principios de solidaridad intergeneracional. En particular desde los feminismos, se insistió en señalar la precariedad de las mujeres, las llamadas “lagunas previsionales” en materia de cuidados y crianza. Resultó muy llamativo que un ministro del gobierno de Piñera dijera que no gobernarían para la calle en ese momento; hoy resultaría 24  Felipe Larraín Bascuñán es actualmente el CEO del Consorcio Empresarial Multinacional Chileno (Cencosud). 73


imposible decir algo así en el contexto de la revuelta popular chilena. Desde Cabildazos y encuentros sindicalistas25, las feministas hicieron un análisis de la reforma del sistema de pensiones que propuso el gobierno de Piñera. Así, y en consonancia con el análisis de la plataforma No+AFP, advirtieron que, de aprobarse la reforma, las más perjudicadas serían las mujeres, que también son quienes hasta el momento tienen jubilaciones con montos mucho menores, menor cantidad de empleos registrados, mayoría de personas subcontratadas o bajo convenios colectivos diferenciales (algo que en Argentina se enmascara tras las modalidades de tercerización laboral). Este análisis ponía de relieve que, ya en noviembre de 2018, el tema de las pensiones era un tema crítico: las mujeres no se podían jubilar y, quienes lo hacían, lo hacían por monedas. “Sin trabajo y sin pensión a la huelga vamos hoy” fue una de las consignas que acordaron sostener para el 8M de 2019. ¿Y cuáles fueron algunos de los puntos que las chilenas salieron a manifestar en este contexto previo al levantamiento de 2019? Recordemos que en mayo de 2017 ocurrió el llamado “Mayo feminista”, donde hubo una ola de denuncias por abusos y violencias en diferentes niveles del sistema educativo. En Chile, ese mayo, la bandera que se enarbolaba en las tomas de las escuelas secundarias y universidades decía: “Abajo el patriarcado y la educación del mercado”. La consigna sintetizaba el modelo chileno, en el que las personas deben trabajar toda su vida para pagarse una 25  Se trató de encuentros nucleados en torno al Comité de Trabajadoras y Sindicalistas y a la Coordinadora Feminista 8M (CF8M), como espacio que articula –según su propia definición– “desde un horizonte feminista a múltiples y diversas organizaciones sociales, políticas e individualidades”. Parte de estas reflexiones se construyeron en el Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan en diciembre de 2018. 74


carrera universitaria que, además de ser costosa, promueve el endeudamiento y la educación con vistas al mercado, está colonizada por el neoliberalismo y, como insiste Piñera, apuntala y refuerza el modelo. De este lado de la Cordillera, me parece oportuno mencionar que la Universidad del Comahue fue la primera del país en presentar un protocolo contra la violencia sexual, violencia que es moneda corriente en las universidades argentinas por parte de profesores. Ese mismo año del Mayo feminista habían sucedido los paros internacionales de marzo, del llamado 8M. Las compañeras de la Coordinadora Feminista 8M habían escrito una declaración expresándose respecto de varios de estos puntos que venimos mencionando: impuestos regresivos, desigualdad, fin de las AFP, que confluyen en el llamado a la huelga del 8M en 201926. En los diferentes encuentros que organizan se manifiestan contra las reformas laborales e interpelan a los dirigentes sindicales chilenos tanto por su agenda (alejada de las demandas feministas) como por la invisibilización del lugar de las sindicalistas. Una interpelación similar a la que realizaron en Argentina las bases de sindicalistas feministas a las grandes centrales sindicales en torno a la huelga del 8M local. Con este trasfondo, en junio de 2019 se reunieron trabajadoras remuneradas y no remuneradas en un encuentro que se llamó “Feminismo, trabajo y seguridad social”; allí acordaron escribir un documento con una serie de puntos que claramente avizoraban las graves condiciones de les trabajadores y que se expresarían a los pocos meses en la revuelta popular de octubre de ese mismo año. Entre los puntos del documento se pedía por el derecho a un trabajo digno y estable, por el derecho a la seguridad social (luego de discutir en profundidad el tema del fondo de pensiones), 26  El programa del 8M de 2019 puede leerse aquí: www.cf8m.cl/ estas-son-las-diez-demandas-con-las-que-vamos-a-la-huelga-generalfeminista/ [consulta 10 de junio de 2020]. 75


y por la construcción de un Sistema Plurinacional de Cuidados frente a la crisis de reproducción social. Con todo, las feministas chilenas estaban señalando que gran parte de nuestros empleos están organizados sin contemplar la corresponsabilidad de cuidados, realizando un cuestionamiento profundo y urgente para pensar el mundo del trabajo en Chile y en toda la región. Ecuador

Analicemos la situación de otro país de la región. ¿Cómo podemos comprender lo que pasó en octubre en Ecuador? Al igual que Argentina, Ecuador retomó nuevamente las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. En marzo de 2019, Lenin Moreno firmó un acuerdo con el FMI27. ¿Qué implicó ese acuerdo? Implicó, al igual que en Argentina, la toma de deuda a cambio de tres condiciones básicas: realizar una reforma tributaria, una reforma laboral y una reforma previsional, acompañada de recortes para reducir el déficit fiscal. Aceptando esta condicionalidad de reformas desfavorables para el pueblo ecuatoriano, a principios de octubre de 2019 Lenin Moreno anunció la quita de subsidios a los combustibles. Esta quita de subsidios disparó automáticamente los precios de los combustibles, lo que generó un aumento de tarifas del transporte público –que, como comentamos, es un servicio fundamental para la reproducción social–, y disparó, a su vez, el precio de los alimentos, por encarecerse el transporte que los distribuye. Como respuesta a esta primera medida, se realizó un paro de transportes y se convocó a movilizaciones desde distintos puntos del país. Desde la presidencia se anunciaron por decreto nuevas medidas que daban señales del avance de la reforma laboral, afectando 27  La solicitud de apoyo al FMI se encuentra en línea: www.finanzas. gob.ec/wp-content/uploads/downloads/2019/03/LOI-MEFP-Español. pdf [consulta 10 de junio de 2020]. 76


puntualmente a ciertos sectores, no precisamente a quienes más riqueza concentran en Ecuador: se determinó, por ejemplo, una baja del 20% de los salarios de las personas contratadas de manera ocasional en el sector público, entre las cuales la mayoría son mujeres. Otra implicancia del decreto, que resulta increíble, determinaba que las personas empleadas en el sector público tenían que ceder al Estado el valor de un día de trabajo, es decir, tenían que “donar” un día de trabajo por semana. También incluía el despido de 23 mil empleades públicos. Además, la norma reducía los días de vacaciones de 30 a 15. Estas fueron algunas medidas muy puntuales que tenían como horizonte una reforma laboral más profunda que apuntaba a “adaptarse a los nuevos tiempos”, a fomentar –en palabras del Ministro de Trabajo– “el emprendimiento y la simplificación en la contratación”, a generar empleo y a promover el teletrabajo28. Ese mismo octubre se evidenció una situación que ya era crítica con respecto a la inestabilidad del fondo de pensiones del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social. Una serie de medidas quedaron pendientes de legislar en la Asamblea Nacional, al tiempo que se avanzaba en las rebajas fiscales a favor de los grandes grupos económicos y se reducía la inversión pública. Estas rebajas fortalecían el poder de las elites rentistas, asociadas al modelo agroexportador, extractivo, a la banca y al capital transnacional y determinaban la eliminación o reducción de aranceles para maquinaria, equipos y materias primas agrícolas e industriales, y la devolución de tributos para favorecer al comercio exterior. Esta secuencia de medidas de ajuste se conoció como el “paquetazo de medidas” neoliberales frente a las cuales se extendió la movilización social de sectores transportistas, 28  No sólo no se retrocedió en estas medidas, sino que se profundizaron los despidos en Ecuador. Al respecto ver: A. Santillana Ortiz, “Del paro de octubre a la disputa por la memoria”, en Memoria, Nº 273, Ciudad de México, CEMO, 2020. 77


movimientos indígenas, organizaciones sociales y de trabajadores, estudiantes, movimiento de mujeres y feministas. El movimiento de mujeres y feministas del Ecuador se anticipó a esta crisis que se desataría en octubre, con todas estas medidas que acabamos de mencionar. El 8 de marzo habían convocado a un “levantamiento y movilización”, redactaron una declaración contundente y trabajaron con fuerza en los territorios, para visibilizar los altos costos de vida que pagaban y para problematizar la importancia del trabajo de las mujeres en la sostenibilidad de la vida. Sus debates ya se venían hilvanando en torno a las luchas contra la violencia machista y por la despenalización del aborto, al calor de la marea verde en Latinoamérica, y ante la inminencia de esta crisis general los debates dieron sus frutos. Sin embargo, ningún sindicato ni sector político reconoció todo lo que las feministas venían leyendo y señalando del contexto nacional y de la crisis por venir. El manifiesto del 8 de marzo, “La liberación de las mujeres es la liberación de nuestros pueblos”29, comienza señalando: “Las mujeres nos resistimos a seguir sosteniendo con nuestro trabajo remunerado y no remunerado un sistema que históricamente ha precarizado nuestras vidas”. Luego señala la necesidad de recuperar los bienes públicos y de acabar con todo tipo de proyecto extractivista que se aplique en los territorios sin consulta popular (proyectos hidroeléctricos, de megaminería y petróleo, como se impulsa en Argentina), insiste acerca de la necesidad de mejorar el presupuesto para salud, educación, cultura y ambiente, y reclama por la recuperación del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Todo esto se logró manifestar gracias a una verdadera articulación de sectores en Ecuador, especialmente en Quito, donde lograron tramar indígenas, afroecuatorianas, campesinas, feministas 29  El documento completo puede leerse aquí: www.conaie. org/2019/03/08/manifiesto-del-8-de-marzo-201/ [consulta 10 de junio de 2020]. 78


docentes, trabajadoras, sindicalizadas, estudiantes. Esta fue la gran trama que se tejió el 8M, en la que pudieron reconocerse diferencias y tensiones, pero que permitió salir con fuerza a las calles en octubre con el levantamiento popular30. Analizando brevemente la coyuntura de Ecuador y de Chile, podemos comprender que ambas crisis se veían venir y que los movimientos de mujeres y feminismos las habían anticipado y las habían caracterizado. Estalló primero en Ecuador, luego en Chile. Y la respuesta de ambos gobiernos fue la misma: se declaró estado de excepción en Ecuador y estado de emergencia en Chile, donde se avanzó brutalmente con la militarización de las calles, la persecución, las detenciones y la criminalización de la protesta. Repasar estas coordenadas nos abre posibilidades de mapeos colectivos y feministas de la crisis, del impacto asimétrico de las medidas de ajuste y políticas de austeridad. ¿Cuáles serían las coordenadas para una caracterización de la coyuntura en Argentina? Argentina

Luego de recorrer las coordenadas de la agenda de los feminismos en Chile y Ecuador, nos gustaría volver sobre una lectura de la agenda urgente que plantea la coyuntura Argentina, considerando que estamos a las puertas de las elecciones presidenciales. Les proponemos, entonces, hacer un análisis desde la economía feminista para pensar cómo podría evolucionar la situación del país. Comencemos señalando los años de los que venimos: 2017 fue un año de 30  Acerca del levantamiento, recomendamos leer “Simultaneidad, tensión y potencia en los movimientos feministas y de mujeres en Ecuador”, de Alejandra Santillana Ortiz y Kruskaya Hidalgo Cordero, disponible en línea: www.lalineadefuego.info/2019/11/26/simultaneidad-tension-ypotencia-en-los-movimientos-feministas-y-de-mujeres-en-ecuador/ [consulta 10 de junio de 2020]. 79


movilizaciones contra la reforma previsional, y 2018 fue un año de lucha por el aborto legal en las calles y de resistencia frente a la imposición de medidas de ajuste y paquetes impulsados por el G20 y el FMI. Entre otras cosas, se organizó la Cumbre de los Pueblos, el Foro Feminista contra el G20, con un Paro Internacional 8M de mucho agite en todas las ciudades. Y en 2019 continuaron las medidas de ajuste del gobierno de Macri, pero el clima eleccionario trajo cierto “compás de espera”. Así, son épocas en que podemos preguntarnos: ¿qué permanece, que cambia, qué no puede esperar? Revisemos un poco la matriz productiva, que en Argentina sigue anclada en el agronegocio y en modalidades extractivas de recursos fósiles. Así como doce años de gobiernos kirchneristas no cambiaron la matriz productiva, los cuatro años de macrismo tampoco lo hicieron; ni se cambió el modelo Monsanto, ni detuvieron el avance de la frontera extractiva, más bien lo profundizaron. Entonces, que un asesor económico kirchnerista, es decir, de la fuerza política que probablemente gobierne a partir de octubre de 2019, continúe diciendo que el desarrollo económico está en la extracción de energías extremas, como la concentrada en el yacimiento Vaca Muerta en Neuquén, me parece sumamente preocupante. La economía feminista trata justamente de criticar esa matriz productiva, trata de pensar cómo sostenemos cotidianamente nuestras vidas desde diferentes espacios: entre las personas, en convivencia con la naturaleza, en apuestas ecológicas. En esta gira patagónica nos encontramos con muchas experiencias de agroecología que, practicando e impulsando la soberanía alimentaria, proponen otra forma de producción, disputan el modelo del agronegocio y construyen en los límites de las fronteras extractivas. Con estas coordenadas se teje una agenda urgente: con la labor de denuncia que realizan las compañeras ecuatorianas en 80


el 8M y durante el levantamiento popular contra la megaminería, la explotación del banano y la destrucción de la producción campesina e indígena, y con la resistencia de las compañeras chilenas frente a la decisión de instalar zonas de sacrificio para la extracción minera, pesquera, o para el agronegocio. Otro tema para pensar es el endeudamiento con el FMI. Está claro que en las elecciones de octubre de 2019 se define quién va a negociar esa deuda y bajo qué condiciones. Para hacer bien los deberes con el FMI, los economistas de la ortodoxia hablan de que “hay que reducir el déficit fiscal”. Traducido a otro lenguaje, significa que hay que recortar el gasto público social y recortar el gasto público total. Si se continúa en esta línea, se van a destruir las bases de la reproducción social, porque este recorte afecta la inversión en los servicios públicos (la salud, que es uno de los más preocupantes), afecta la reconstrucción del sistema de protección social y la inversión en programas sociales (por mencionar dos ejemplos básicos). Y la pregunta es: ¿quién va a hacer esto? ¿Quién va a dar el quórum necesario para que se aprueben estos proyectos en el Congreso y también en las provincias? En cuanto a la reforma laboral, silenciosamente y sin pasar por el Congreso, el gobierno de Macri comenzó a avanzar en el sector público con condiciones que nos remiten a lo peor de la década de los noventa: despidos, quita de presentismos, extensión de contrataciones precarias para les jóvenes (en lugar de ofrecer empleos registrados), nuevas formas de pasantías que no reciben remuneración, con Programas como Mi primer trabajo y Empleo joven. Otro mecanismo para avanzar con la reforma laboral es multiplicando la tercerización y la subcontratación. En Brasil esta modalidad avanzó muchísimo con Temer y continúa con Bolsonaro. Se trata de encuadrar las actividades laborales bajo convenios colectivos de trabajo (CCT) que 81


no corresponden a la actividad realizada, lo que impacta negativamente sobre el salario recibido y genera el inclumplimiento de medidas de seguridad básicas. Estas prácticas de evasión y fraude en la registración de trabajadores suele extenderse en ciertos sectores, donde cada vez es más habitual que haya trabajadores de una misma actividad con convenios colectivos de trabajo diferentes, es decir, con diferentes condiciones salariales y diferentes sistemas de protección. Esto se observa, por ejemplo, con los contratos de trabajadores tercerizades en el sector de ferrocarriles, limpieza, gas, telecomunicaciones y también en el sector público (como el personal de seguridad y de limpieza que está en hospitales y universidades, entre otros). Este perfil de reforma laboral es el mismo para toda la región. El otro tema candente es el avance del comercio electrónico y la economía digital, que van de la mano del avance de la tecnología. Los celulares que usamos contienen el secreto del crecimiento de este negocio: las empresas de la economía digital han vuelto monetizable toda la información que entregamos, es decir, han sido capaces de transformar esa información digital, esos datos, en dinero. Aunque el contenido de nuestros teléfonos nos parezca material inservible o intangible, todo lo que hacemos con ellos es monetizable; todas las cosas que buscamos en Facebook y que creemos sin importancia son monetizables, pueden ser convertidas en dinero. A su vez, con el avance del capitalismo de plataformas, se van creando formas de encubrimiento de las relaciones laborales, ya que las plataformas de aplicaciones móviles se presentan como meras intermediarias entre consumidores y proveedores de un servicio. Bajo el eslogan “sé tu propio jefe”, se emplea a quienes hacen repartos, por ejemplo, como si fueran trabajadores independientes. Así, las empresas disfrazan el modo en que precarizan a sus trabajadores, a quienes no les brindan protección ni insumos de trabajo de 82


ningún tipo. En Buenos Aires se está avanzando mucho con la deslaboralización del trabajo a partir de estas grandes plataformas digitales geolocalizadas: pibas y pibes circulan por toda la ciudad en bicicleta repartiendo pedidos a domicilio para empresas como Pedidos Ya, Rappi y Glovo). El modelo de negocios del capitalismo de plataformas despliega un nuevo tipo de modelo laboral: genera un trabajo al que no denomina exactamente “empleo”, y así niega la relación entre les trabajadores y las empresas que les emplean. Quizás el modelo de Rappi, de Glovo, de UBER o las ventas a través de Mercado Libre aún no están instalados con la misma intensidad en todo el país, porque su funcionamiento depende del acceso y la extensión de la conectividad, pero en las ciudades más grandes hay un montón de gente, mayoría de jóvenes y migrantes, que sobreviven trabajando arriba de una bici o una moto. También hay una mayoría de mujeres que trabajan en Mercado Libre vendiendo sus productos u ofreciendo servicios profesionales (de diseño gráfico, comunicación, contaduría) a través de una plataforma, ¿y quién les paga a ellas? ¿Quién es el empleador de estas personas? Las personas que trabajan así, ¿tienen aseguradora de riesgos del trabajo? ¿Tienen aportes jubilatorios? No. Estas plataformas aseguran que no están empleando personas, que simplemente son intermediarias entre bienes y servicios que se ofrecen y personas que los demandan. Es decir que no asumen su rol de empleadoras, con las responsabilidades que les cabe. El encubrimiento de las relaciones laborales avanza crecientemente y constituye un tema que tenemos que debatir porque es un componente crucial de la reforma laboral. Si alguien está vendiendo en Mercado Libre y, por ejemplo, tiene a su cargo a una persona enferma a quien cuidar, por lo que no puede estar toda la mañana contestando las consultas que recibe en calidad de “vendedor”, la plataforma le baja su “puntuación”, y no existe ningún jefe de recursos humanos que pueda explicar por 83


qué se califica negativamente su desempeño. El algoritmo no contempla que una “vendedora” tenga responsabilidades de cuidados. Es necesario prestar atención a esta agenda de la economía digital y del comercio electrónico, pensar sus implicancias en materia de ausencia de derechos laborales, porque está creciendo mucho sobre todo en las ciudades más grandes. Comentemos la reforma previsional. La moratoria del año 2005 fue un parche; pero la incertidumbre respecto a la sostenibilidad del sistema previsional sigue en pie. Recordemos que precisamente por ello el gobierno de Macri -reforzado por las exigencias que impone el FMI- avanzó con las reformas del sistema previsional en diciembre de 2017. Esos avances, que fueron resistidos y, en consecuencia, fuertemente reprimidos, continuaron latentes. En julio de 2019 Macri anunciaba que no se iba a renovar la moratoria para que se jubilen las personas con aportes incompletos. Hubo un intento desde los feminismos de pensar qué se podía hacer frente al fin de esa moratoria previsional. ¿Qué iba a pasar con todas esas compañeras que a lo largo de su vida trabajaron en casas particulares, de manera no registrada, o que sencillamente entraban y salían del mercado laboral porque estaban obligadas a cuidar o criar niñes? ¿Qué aportes iban a tener al momento de jubilarse? Por todo esto consideramos que la reforma previsional es un tema sumamente irresuelto y es una de las condicionalidades impuestas por el FMI. Aunque cambie el signo político del gobierno, la exigencia de implementar esta reforma no va a cambiar. ¿Qué pasará con la movilidad jubilatoria? El conflicto se extiende si analizamos la situación previsional de les migrantes o de la población trans: ¿qué pasa con las travas que nunca hicieron aportes? ¿Cómo se van a cuidar en la vejez? Quienes lleguen a la vejez, porque sabemos que la expectativa de vida de las personas de la comunidad travesti trans es de 35 años. 84


En materia de producción de alimentos, consumo y acceso a los productos básicos de una canasta nutricional, me parece importante revisar la formación de precios de los alimentos básicos, el costo de la energía y la quita de subsidios sobre ciertos sectores de la producción, y los impuestos indirectos como el impuesto al valor agregado (IVA) que recae sobre les consumidores. Hay una serie de cosas que se interelacionan. En octubre de 2019, después de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), Macri aseguró que su gobierno iba a disminuir el IVA. Quienes trabajan en economía saben que lo que en realidad estaba proponiendo era eliminar el IVA, pero solo por tres meses y, aparte, la eliminación no se aplicaría sobre el precio de alimentos frescos, frutas ni verduras. Finalmente la reforma no se realizó; de todas maneras, este tipo de soluciones son siempre de carácter momentáneo. Es el caso del programa Precios Cuidados que implementó el kirchnerismo, que con el tiempo se fue desgastando y, por falta de regulación estatal, se terminaban esquivando los precios acordados. En ese escenario que se abrió el día después de las PASO, se presentaron varias cuestiones para pensar: además de problematizar las razones por las que se disparó el dólar, es necesario analizar el poder de las cadenas de supermercados en la formación de los precios de los alimentos y en los costos de combustible para su traslado (el problema energético y el del sistema de transportes). En cuanto a la obra pública, si hay algo notable de los cuatro años de gobierno macrista es que cancelaron totalmente la obra pública (esa que garantizaría la construcción de escuelas, universidades, hospitales, centros de atención). Cancelarla fue una de las condiciones que impuso el FMI para prestar dinero. ¿Y qué propuso el macrismo por decreto? La Ley de Asociaciones Público Privadas, las famosas APP, que promueve cerrar acuerdos entre el sector público y el sector privado para financiar infraestructura (puentes, 85


caminos, cárceles) con finalidades y metas que solo garantizan las ganancias del poder corporativo. Por ejemplo, una obra que permite atravesar de lado a lado la Cordillera (como la que están haciendo en Mendoza) con el único objetivo de transportar recursos naturales hacia el Pacífico. De este modo, con la ley de APP, quienes realizan inversiones son las empresas privadas y quien corre con los riesgos y con los mayores costos es el Estado, que debe mantener esas obras o garantizar que los contratos firmados se cumplan31. Advirtiendo esta creciente privatización de la infraestructura, ¿qué podemos decir desde los feminismos? El año pasado el gobierno de Macri acordó con Chile un Tratado de Libre Comercio que se consideró un gran paso, ya que Chile se consideraba, como ya comentamos, un país de reputación exitosa. Supuestamente, con el tratado se estaba logrando una salida comercial hacia el Pacífico, pero sabemos que los tratados de libre comercio constituyen herramientas de ajuste e imposición de más neoliberalismo. Sin embargo, es interesante revisar las estrategias de comunicación que maquillaban el significado del tratado argumentando que incluía “un capítulo de género” y, por lo tanto, impulsaba “el desarrollo económico de las mujeres, para que ingresen al mercado laboral y tengan mayor inclusión en su desarrollo económico”32. Es común que se incluya este tipo de cláusulas como estrategia de maquillaje, tanto en los tratados de libre comercio como en la mayoría de las políticas públicas y de los proyectos que circulan actualmente. 31  Al respecto, se puede leer “Los aportes de la economía feminista a la agenda feminista en América Latina”, de Corina Rodríguez Enríquez, disponible en línea: www.dawnnet.org/2018/08/aportes-de-la-economiafeminista-desde-argentina/ [consulta 10 de junio de 2020]. 32  Se encuentra disponible en línea un documento de análisis publicado por Argentina Mejor sin TLC y DAWN: www.dawnnet.org/wpcontent/uploads/2018/09/tlc-arg-chile-anc3a1lisis-de-capc3adtulode-gc3a9nero.pdf [consulta 10 de junio de 2020]. 86


Lo último que queremos comentar atañe a la reforma tributaria y al régimen de impuestos que tenemos en Argentina. (Ya comentamos algo de esto cuando citamos el trabajo de Amaia sobre la necesidad de impulsar una política fiscal en clave feminista.) Me parece que si desde la agenda de los feminismos no entramos de lleno a enfrentar esta reforma, vamos a seguir pagando cada vez más impuestos y nos van a seguir licuando los salarios. Hay gente que cree que la reforma tributaria va a afectar solamente a quienes tienen un empleo estable. No es así. A cualquier persona que va a comprar al supermercado de la esquina –tenga o no empleo– también se le está aplicando un impuesto indirecto (el IVA). Por eso, desde la economía feminista, debemos pensar cómo el régimen de impuestos actual afecta a un gran sector de la población, sin distinguir si las personas tienen empleo formal o informal, si trabajan realizando una changa o integran la economía social y popular. Con estas breves lecturas que hicimos de la coyuntura regional, podemos entender qué problemas en común tenemos en diferentes territorios y subrayar, sobre todo, que consideramos que es necesario profundizar el análisis de esta crisis en clave feminista, para lograr una salida que sea pensada colectivamente y que sea, también, feminista. Estar en esta gira nos permite intercambiar ideas y experiencias concretas, desde los territorios, sobre cooperativismo, economía social y autogestión, para seguir pensando en una apuesta por otra economía. Estas experiencias funcionan como herramientas para cuestionar la dirección única que nos quieren imponer y nos incentivan a arraigarnos cada vez más en una red de colectivos y organizaciones que nos fortalezca. Regresaremos a Buenos Aires y, sin dudas, ya no seremos las mismas, porque nos llevamos un montón de preguntas y algunas certezas: hay muchas más prácticas y economías 87


alternativas de las que conocemos. Hay muchas más prácticas alternativas y de transición hacia otros modelos de los que solemos pensar desde miradas más urbanas.

Buenos Aires, agosto de 2020 Dedico estas páginas a la querida Graciela Alonso de la Colectiva Feminista La Revuelta. Nos reeancontramos en esta gira patagónica, en Neuquén, minutos después de la charla en la Universidad de Comahue, y nos abrazamos tan fuerte que aún lo recuerdo. Estos meses la estuve recordando mucho, lidiando con una tristeza infinita por su reciente partida. Gra: quiero recordarte en los diálogos y marchas que compartimos, en tu militancia y en estos encuentros patagónicos. ¡En cada lucha vas a estar presente! ¡Hasta la victoria feminista siempre!

Flora

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II. DIÁLOGOS En cada encuentro de esta gira patagónica, luego de que Corina Rodríguez Enríquez y Flora Partenio brindaran sus conferencias, surgieron diálogos entre todas las personas presentes. Esta sección intenta, de manera resumida, dar cuenta de lo que allí se conversó. Esperamos que algo de toda la emoción y los aprendizajes que circularon pueda regresar a quienes estuvieron allí presentes y a cada une de les lectores.



Paraje Entre Ríos, Lago Puelo Prov. de Chubut 21 de octubre de 2019



Paraje Entre Ríos, Lago Puelo, 21 de octubre de 2019 La Junta Vecinal del Paraje Entre Ríos es una cabaña de piedra y troncos de madera de ciprés, a la vera de la ruta que conecta El Bolsón (Río Negro) con Lago Puelo (Chubut). Es un lugar de encuentro para les vecines de este paraje, que tiene origen rural y se está urbanizando en torno a las instituciones locales (escuelas, puesto sanitario, junta vecinal). Allí se dan talleres de todo tipo; hay una biblioteca y una cocina donde se prepara la comida como la que acompañó esta actividad. Todo es resultado de la autogestión colectiva. El espacio, que es muy acogedor, resultó pequeño para la cantidad de participantes que asistieron. Cerramos el encuentro con una pizzeada a la gorra, y ese aporte se destinó a la gira que dio origen a este libro. A continuación, presentamos los diálogos que allí surgieron luego de las exposiciones de Flora y Corina. ‒Me llevo un montón de cosas para pensar de lo que escuché hoy. Relaciono lo que se dijo con las situaciones de violencia de género; cuando las mujeres necesitan salir de un círculo de violencia necesitan pensar en una salida económica. ¿Cómo poder sostener esa salida? ¿Qué necesitamos generar desde los colectivos en los que estamos para que esas mujeres salgan de los círculos de violencia? ¿Cómo podemos ayudar? ‒Desde la Colectiva de Mujeres de Lago Puelo, pensaba que, pese a todo lo que hay escrito respecto de las responsabilidades de los Estados a la hora de apoyar a una mujer, 95


¿cómo resuelve económicamente su historia esa mujer que decide romper el círculo de la violencia? ¿Cómo puede empezar a imaginar otras formas posibles de sostenimiento, que no dependan necesariamente del Estado? Porque aunque todas las leyes provinciales y nacionales escriban sobre esto, no suelen dar respuesta. Creo que nosotras como colectiva enfrentamos todo el tiempo este tipo de cosas. Las mujeres que toman la decisión de romper una situación de violencia, se enfrentan en muchísimos casos a quedarse solas y a tener que mantenerse de alguna forma. ‒Podríamos empezar a imaginar otras formas más solidarias; no creo que tengamos que buscar necesariamente una respuesta en el sector público o estatal. Eso no resolvería mágicamente las cosas. ‒ ¿Qué le vamos a pedir al Estado para estas mujeres? ¿Le pedimos una ley, un protocolo o un subsidio que les permita sostenerse? Tal vez haya que ir por otro lado, no por la intervención judicial, que generalmente no resuelve las situaciones de violencia. ‒También podemos imaginar otras formas de economía que no tengan que depender del Estado, que ya sabemos lo que es… Por fuera del Estado se generan otras cosas que son mucho más ricas, más humanas y que apelan a diferentes valores. ‒Desde el Consejo Local de las Mujeres de El Bolsón nos parece realmente importante que empecemos a tomar en cuenta esta mirada de la economía feminista que traen ustedes. Porque las mujeres somos quienes padecemos más fuertemente las situaciones de crisis económica. ‒Está buenísimo que existan estos encuentros, nos motivan para seguir encontrándonos, enredándonos y entretejiéndonos. Acá hay mucho activismo feminista y está bueno aprender de las experiencias que ustedes, al recorrer, traen. 96


‒Desde la Red de Cuidados del Inicio de la Vida quiero proponer que nos preguntemos cómo apoyar entre todes la maternidad en el momento en que vamos a dar la bienvenida a un embarazo. Las mujeres modernas estamos desesperadas por dejar atrás ese momento dedicado al cuidado, en pos de ingresar al mercado laboral. Si cuidamos, solemos decir que “no estamos generando”; ¿qué cosa no estamos generando? ¿Cómo evitamos que una mujer no caiga en la adicción al trabajo? Un bebé que nace sólo conoció durante nueve meses el cuerpo que lo gestó, el ser materno. Para que el aterrizaje del nacimiento sea lo más suave posible, lo mejor es que la madre esté disponible y pueda ocuparse de la gestación externa, que esté despreocupada. Que tenga la alegría de poder ocuparse de un ser humano. Qué bueno sería que podamos vivir con dignidad y podamos decir: “¡Me siento bien generando el desarrollo de un nuevo ser!”. Esa dignidad es contagiosa, siembra a futuro, aporta para estas sociedades que nos imaginamos: donde nadie se debería someter a nada para sobrevivir. ‒La mirada urbana es donde se construyen los indicadores económicos. Frente a eso, creo que deberíamos tomar las experiencias que tenemos acá en estas regiones rurales, para generar indicadores propios, teniendo en cuenta nuestra pluralidad y nuestras particularidades. Seguramente estas particularidades no saturarían una muestra del total de las economías posibles, pero me parece que son importantes a la hora de empezar a cuestionar el modo de producción dominante. Así, se podría aportar a la elaboración de políticas públicas de organismos internacionales o gobiernos nacionales; esos son los centros desde los que se generan las políticas públicas y no tienen en cuenta la diversidad de las características locales de la Argentina. Porque no es lo mismo vivir en el norte que en la Patagonia, y también son diversas las prácticas de las mujeres en esas diferentes economías, así como los lugares que ocupan y los usos del tiempo. 97


‒Como parte de la Junta Vecinal, estos encuentros nos han aportado un montón a nivel conceptual, para poder visibilizar lo que estamos haciendo acá en la Comarca1. Este es un espacio vecinal y comunitario, y una de sus conquistas fue generar el mercado popular. El mercado es, justamente, un espacio de pertenencia territorial que ofrece un lugar de encuentro, de distribución y de economía social. Creo que es importante ponerle nombre a las cosas, ser conscientes de nuestra acción política a nivel local y territorial, que es lo que nos permitió escribir historia, de algún modo; valorar las acciones organizativas que estamos logrando. Aquello que ustedes vienen a nombrar como la “visibilización” nos permite percibir la tarea de la mujer en la historia del sostenimiento de las sociedades. Estuvimos en un encuentro de mujeres en Mallín y allí veíamos que estamos en un momento histórico, donde es importante mostrar la acción que la mujer ha tenido en la historia y no callarnos más. Porque es necesario que podamos reconocer quiénes somos dentro de esta construcción humana que tiene la sociedad. Creo que eso le aporta esencia a nuestras crianzas: a nuestres hijes, que hoy están tomando las escuelas, ocupando y reivindicando espacios que el Estado en este momento ‒negándoles derechos a los trabajadores‒ les niega también a les estudiantes. Siento que es un momento óptimo para profundizar nuestros debates, para conceptualizar el momento histórico en el que estamos y las acciones que nosotres, con nuestra capacidad organizativa, estamos llevando adelante. Por esto siento que lo que escuché en las conferencias nos aporta un montón al debate local y nos da herramientas para repensarnos. 1  Se refiere a la Comarca Andina del paralelo 42, que incluye las localidades de El Bolsón, Mallín Ahogado, Los Repollos, El Foyel y El Manso, en la provincia de Río Negro, y Lago Puelo, Golondrinas, Paraje Entre Ríos, Cerro Radal, El Hoyo, Puerto Patriada, Leleque, Villa Lago Rivadavia, El Maitén, Epuyén y Cholila, en Chubut. 98


‒Respecto al espacio del mercado y de la asamblea de la Vecinal siento un poco de contradicción: por un lado, me siento feliz y esperanzada por lo que está sucediendo en el movimiento feminista y en los distintos activismos de la economía solidaria; por otro lado, siento que el entorno y la coyuntura política de crisis, tanto local como global, nos muestra que la andanada fascista y patriarcal es parte de lo mismo de siempre y es sumamente fuerte. El capitalismo no va a dejar de sojuzgarnos tan fácilmente. Quizá una buena pregunta sea pensar en la trascendencia de lo que hacemos; porque en estos espacios pequeños, de zonas rurales y poblaciones más reducidas, se pueden dar distintos espacios de encuentro, de trueque y de mercados de pequeñas producciones e intercambio, pero desde el momento en que estos espacios empiezan a crecer (que es lo que está pasando aquí en la Comarca) empiezan a aparecer los límites. ¿Cómo imaginan ustedes, que viven en la urbe, lo que sería prescindir del monetarismo? Porque vamos más hacia la urbe que hacia sostener las singularidades que conocemos. ‒Flora Partenio: No es una pregunta fácil, no es fácil nada de lo que estamos viviendo, pero leyendo los distintos textos (siempre desde una mirada teórica) creo que es sumamente esperanzador todo... ¿Cómo visualizan ustedes los límites que nos impone la urbanidad? ‒Para ampliar la pregunta, agregaría que a esta zona se la considera de perfil agroturístico, y el turismo también implica explotación. ‒Soy economista pero quiero compartir mi experiencia de producción. Me dediqué a la producción hortícola, y con un grupo creamos una fundación que se llama Cultivo Ecológico. Somos quince personas, de las cuales cuatro somos mujeres. El tema de la productividad está constantemente presente y entonces solemos preguntarnos: ¿es suficiente la economía social y solidaria? Esta pregunta me lleva a pensar en nuestros cuerpos, en cómo nuestros cuerpos, en 99


esa idea de productividad, se ven tan afectados. Más allá de que seas mujer o como te definas (esto podría traer un debate enorme que no quiero abrir), creo que es necesario pensar en la presión que ejerce sobre nuestros cuerpos la idea de una productividad lineal, eficiente, constante. También es necesario preguntarnos acerca de los modos de resolver el cuidado. De las cuatro mujeres de la fundación, dos tienen hijes, y el resto también: los varones también tienen hijes. Pero esos varones tienen una mujer en su casa que cuida a sus hijes. Las mujeres no. Somos mujeres solteras, otras madres, todas productoras. Y si vemos, los cuerpos que están ahí, sosteniendo toda esa nueva economía, vemos que están afectados. Es decir que me alegra este debate, para repensar la ruralidad también desde ese lado, porque en general, cuando hay una reunión de productores locales, ¿quiénes van? Los hombres van. En todos lados aparecen estas diferencias. ‒Estuve conversando con dos parejas amigas que viven en Buenos Aires. Me contaron que hace mucho tiempo vienen a veranear a esta zona y, con orgullo, me dijeron que vienen a trabajarle la tierra a alguien, voluntariamente. A mí me sorprendió sobremanera. Me parece que en estos espacios hay algunas situaciones que son de algún modo esclavistas, y estas personas piensan que es divertido venir a cosechar la papa del vecino, turísticamente. Creo que está bueno que lo podamos ver desde este punto de vista. No me siento con mucha autoridad para opinar sobre esto, porque hace muy poco que vivo acá, pero me quedé bastante horrorizada cuando me contaron todo esto tan felices; yo les dije: “¡Pero eso es trabajo esclavo!”. ‒Puede ser un intercambio… ‒Se sale de la lógica del salario... ‒Yo sentía el mismo horror que vos, y decía: “¿Cómo puede ser que la gente pague por el conocimiento?”, luego de tantos años de lucha por la socialización del conocimiento y demás. Me daba bronca. Después entré al mundo rural 100


y comprendí que pasan otras cosas. Comencé a conectarme con el deseo desde lo teórico, con otro tipo de economía también. Antes estaba muy concentrada en pensar lo monetario y después empecé a ver que hay otras cosas, otros intercambios donde el dinero no interviene. Y hoy, pensando desde la experiencia, veo que estamos en un proyecto que necesariamente tiene que sobrevivir en este mundo capitalista, en el que está incluido nuestro salario. Pero nuestra ganancia no es la misma que genera el capitalismo de un terrateniente. Aquí se acerca gente con deseos, y cerrarles la puerta a esos deseos puede generar cosas negativas. Hoy todo esto lo veo desde otro lugar: un intercambio de trabajo puede ser, como todo tipo de intercambio a nivel humano, un motivo de aprendizaje; no creo que trabajar sin recibir un salario implique de por sí que se trate de trabajo esclavo. Me parece que verlo así es demasiado extremo. ‒Desde mi urbanidad, yo veo que hay una usurpación de nuestros ideales por parte del mercado. Yo quiero trabajar la tierra pero otro es el propietario, yo no. Yo, por ser urbana, tengo un deseo tremendo de aprender, por eso vengo acá de vacaciones, con deseos de tener callos, y entonces laburo gratis. Entiendo que eso pueda ser un aprendizaje, pero no es un aprendizaje difícil. Hagamos intercambios que no incluyan solamente el deseo, hagamos un intercambio que tenga una base material; porque quien trabaja está produciendo algo material. Además de alimentar su deseo, que es algo espiritual, poder recibir una compensación material, quizás, no estaría mal. ‒No quiero poner el deseo como la base de esas ideas. También hay que pensar que la economía capitalista avanza, sobre todo en la ruralidad. Ese sector sufre un montón. Es un sector relegado desde hace milenios en la estructura social. Pasan otras cosas también, hay que tener muchas cosas en cuenta. ‒ ¿Pero cómo pensamos la producción? Lo que se obtiene 101


ahí, por el trabajo de la tierra, ¿se intercambia o tiene un valor monetario? ‒Conozco una experiencia en la que quien trabajaba se llevaba un bolsón de lo que cosechaba a cambio de trabajar diez horas al sol. ‒Me parece que nuestros deseos están mercantilizados y nuestras experimentaciones también. Nadie cuestiona pagar dos mil pesos a cambio de tener una experiencia de ayahuasca, pero trabajar diez horas al sol nos parece que está mal. Esas experiencias también están mercantilizadas. “Vaya a pasear en la Trochita y vea cómo viven los mapuche”, todo eso también se ha vuelto un espacio de mercado. Y hay propuestas para recorrer las favelas por las que te cobran, y lo venden como una “experiencia”. No veo que sea tan grave que algunas personas cosechen papas durante dos semanas sin recibir un salario; quizá tuvieron una experiencia agradable para sus existencias, quizá empezaron a entender cómo es compostar y lo que vale una papa, y quizá lo que se llevaron vale mucho más que diez horas de cosecha. Me parece que es impensable llamar a eso trabajo esclavo. Podríamos pensar que esas experiencias son enriquecedoras, y que esas personas, como muchas que vienen a la Comarca, deciden cosechar frambuesas a cambio de dormir en un granero. ¿Cuántas veces en la ciudad van a poder dormir en un granero a cambio de cosechar frambuesas? ¿Qué es lo que nos parece terrible de que la persona que estuvo todo el año cuidando esa tierra, alimentándola y nutriéndola, tenga un ratito para tomar mate tranquila, mientras alguien más le cosecha las frambuesas? ‒Vivimos claramente en el capitalismo, lamentablemente, entonces, en cuanto a la tensión que plantea Amaia Pérez Orozco sobre la dialéctica vida-capital, creo que el capital es la agresión permanente a la vida. Ya sea en su vertiente neoliberal, con un CEO, en un ámbito de emprendedurismo, o en su vertiente más progresista, y apoyando el extractivismo. 102


El capital es la agresión permanente a la vida. Hay que revisar qué hacemos contra y más allá del capitalismo. La economía tiene que ser solidaria, social, feminista, pero también anticapitalista, porque si no lo es vamos a tener este problema todo el tiempo. Y en ese sentido, a veces me peleo con Silvia Federici, con lo que propone acerca de mercantilizar la tarea de cuidados: a mí me parece que hay que desmercantilizarlo todo. Sí es cierto que tenemos que repensar cómo distribuir equitativamente la tarea de cuidados, pero no creo que tengamos que mercantilizarlas. El problema es otro: es necesario que decrezca el mundo del mercado. Siento que a veces nuestras disputas se resumen en pelear por nuestro salario y pienso: podemos cobrar mejor, podemos ganar mucho más en Chubut, y si ganamos más será para consumir más, pero, ¿qué hacemos con el consumo? ¿Cómo hacemos para que avance otra forma de habitar? Es un problema que no está resuelto, tenemos que seguir desentrañándolo. Creo que el salario es un modo de control social, y esto no es así por momentos, sino todo el tiempo. Por eso, buscar otras lógicas nos lleva a plantearnos otros mecanismos, incluso a instancias del Estado. Las lógicas de lo comunitario, de la red, con otra organización, esa es la única manera. Tenemos que ver cómo sobrevivimos ahora y hacer que nuestro modo crezca en contra y más allá de la pelea por el salario; si no, creo que no alcanza, aunque nos digamos feministas, aunque nos creamos sociales y solidarios, estamos ante el problema de la agresión permanente a la vida. ‒A mí me sacudió mucho esta frase: “El capital está en contra de la vida”. Me parece que es una idea clave para poder empezar a juntar lucha. Yo creo que si no logramos encontrar puntos de intersección entre diferentes luchas, vamos a seguir cada cual con su lucha prioritaria, sin lograr un encuentro de prácticas. Por otra parte, estamos dejando de lado el tema de lo étnico, de la clase y de la raza, lamentablemente todo esto está invisibilizado. Todavía no podemos 103


descolonizar nuestras propias prácticas, nuestros propios discursos, nuestras propias miradas. Hay que ahondar sobre todo eso. Hacemos mucha conexión con las miradas de los pueblos originarios en relación a la sostenibilidad de la vida, pero ahí hay más puntos de encuentro con los pueblos originarios, con otras lógicas que no son la occidental, capitalista o no capitalista. Todo es muy complejo. Tenemos que buscar puntos de encuentro que nos unan en una idea básica: ¿cuál es la vida? ¿Y qué prácticas sostienen esa vida? Y así nos vamos corriendo de la lógica del capital, porque las prácticas concretas que podemos construir son lentas. La vida en las chacras (y acá veo a varios vecinos que viven en Mallín como yo) tampoco es posible de sostenerse sólo con la producción agrícola. Para hacer posibles nuestras vidas, todos necesitamos de otros ingresos extraprediales (como podría decir el técnico que nos viene a censar). Y tampoco hay producción neta. A mí producir papas me cuesta más que ir a comprarlas a la verdulería; entonces, hay un montón de cosas que se cruzan con esta lógica capitalista, productivista, desarrollista que tenemos que revisar para ver qué valorizamos. Si valorizamos ciertos modos de vida: ¿cuáles van a ser las formas que nos van a permitir desarrollarlas de una manera sostenible? ‒Respecto de la vida comunitaria, en la experiencia del lesbofeminismo las lesbianas ya casi ni comemos solas... Vivimos medio enranchadas, todas un poco amontonadas. Muchas experiencias ocupas están sostenidas por lesbianas y anarcolesbianas en varios puntos del país. Ahora, en Gullumapu2, hay muchas lesbianas organizadas, resistiendo de aquel lado de las barricadas. Y hemos aprendido de las compras comunitarias que toda nuestra existencia se sostiene comunitariamente. Alguna me da las medicinas que 2  Gullumapu en mapudungun, lengua mapuche, designa el territorio al oeste de la Cordillera de los Andes. 104


yo no sé hacer, porque todos los preparados me salen muy mal. Cuando comemos juntas, yo aprendo a comer de otras maneras. Entre todas construimos. Hemos aprendido que solas, nada. No podemos sostener nuestras existencias solas. Yo soy la más precarizada porque dependo de un salario, y lo salarial a algunas sí nos cambia la vida. Ya les cambió la vida a María Cristina y a Jorgelina3, que la perdieron… Entonces, creo que aunque las peleas salariales nos parecen las más pedorras de todas, a veces le cuestan la vida a la gente, y son vidas que para el capitalismo no entran en consideración. Tendríamos que agregar que está creciendo el turismo agroecológico y la generación de lluvia y otras condiciones con los aviones4. Las vidas que merecen ser vividas acá se notan mucho. Nos gustan estas vidas, las que queremos vivir. Son vidas que van muy por fuera de la lógica de, por ejemplo, cocinar gratis en supuestas evaluaciones que le toman a la gente para que acceda a un empleo en un restaurante vegano de Palermo Soho, trabajando para un patrón que hizo del antiespecismo un negocio capitalista. Que no nos extrañe: el feminismo también es una forma de negocio capitalista. Hay libros que no se pueden comprar (igual, las lesbianas los conseguimos clandestinamente) y hay cosas que no podemos comprar, o espacios de formación del feminismo a los que no tenemos acceso porque no los podemos pagar. Porque nuestras teorías también son parte del mercado. Hay, incluso, tours feministas y personalidades feministas que vienen a hablar y por las que se hacen filas muy largas 3  María Cristina Aguilar y Jorgelina Ruiz Díaz son las docentes que fallecieron el 17 de septiembre de 2019 en la Ruta Nacional 3 en un accidente automovilístico, cuando regresaban de una marcha provincial en Rawson, en el marco de las medidas de fuerza docentes tomadas en Chubut.

4  Las chemtrails (de chemicaltrails, que significa “líneas químicas”) son estelas de condensación que emiten los aviones para, supuestamente, modificar el clima. 105


en el Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires). ¡Qué bueno que no son ustedes! ‒Respecto al tema de los libros, tal vez la experiencia del colectivo editorial que está co-organizando esta gira, que es Apuntes para la Cuidadanía5, ejemplifica que es posible acceder a lecturas que en el mercado son poco accesibles. Hace seis años alguien puso una guita para comprar papel y así pudimos editar los primeros cinco fanzines6 con trabajo colectivo voluntario. Nos juntamos en principio tres personas, editamos esos cinco números y empezaron a circular por las ferias y por distintos eventos. A medida que íbamos recuperando dinero, sacábamos otros títulos. Hoy tenemos más de cuarenta títulos y el dinero de las ventas lo usamos para recuperar los gastos de materiales (cada fanzine tiene 20 pesos de costo). Ahora somos más integrantes y nos juntamos cuando podemos (podemos muy poco, pero nos juntamos). Es un trabajo de puro placer, de compartir colectivamente entre quienes integramos ese colectivo, y de pensar en la gente que va a leer lo que hacemos. La gente que lee a veces nos manda mensajes de gratitud y aliento. Hay cumpas en Buenos Aires y en Quito que editan nuestros textos en sus ciudades y los difunden. Compartimos los archivos de nuestros textos con quien los quiera y tenga la posibilidad de imprimirlos. Este criterio hace que sean accesibles. Quien no puede pagarlos, 5  En palabras del colectivo editorial Apuntes para la Cuidadanía: “Cuidadanía es la capacidad colectiva de cuidar la vida en todas sus formas. Nace del Respeto y la Autoestima. Este término fue propuesto por Isabel Aler como recreación del lenguaje. Quiere sustituir el término ciudadanía, que propone al individuo independiente y aislado de su contexto social. Las libertades individuales con que nos seduce el sistema patriarcal-capitalista-mercantil niegan nuestro entramado social humano, la necesidad que tenemos les unes de les otres, nuestro SER COLECTIVO, el NOSOTRES en lugar del yo”.

6  Los fanzines son publicaciones artesanales de edición independiente; suelen tener una realización de bajo costo y circulan de mano en mano. La palabra deriva de fan magazine, “revista por y para aficionado/as”. 106


los lleva y no los paga; porque después viene otra persona que pone 100 pesos por un solo fanzine. Cuando pasa eso, nos desesperamos y le pedimos que se lleve dos o tres fanzines más. Todo esto a mucha gente le ha hecho abrir la mirada. En todo caso, este es un ejemplo de laburo colectivo en minga. La minga es un concepto de los pueblos originarios. Este es un tipo de minga pero también podemos cuestionarlo, porque se cortan árboles para hacer papel: tenemos esa contradicción y andamos con todos estos materiales encima, los llevamos y traemos en auto, usamos nafta, afectamos la capa de ozono... Acá la minga también es un recurso comunitario para construir casas, para armar la huerta, para la vida cotidiana, y eso crea vínculos sociales diferentes, otros, en lo local. Y me parece que eso es lo interesante. Desde la mirada de la economía tratamos de ver qué otras formas de producir existen, y esas otras formas nos hacen ver que hay relaciones sociales otras que está bueno que no se pierdan, que se sigan sosteniendo para no tener que tercerizar algunas actividades que podemos hacer colectivamente. Y para fortalecer lo colectivo, está bueno territorializar nuestra actividad en el lugar donde cada cual vive. Yo siempre ruego que se termine la electricidad, que no haya más celulares, que no haya más combustible, por favor, y si pasara, ¿con quién podría contar? Contaría con las cinco familias vecinas seguramente, como cuando hay nevadas, que significa estar dos semanas sin luz y sin caminos transitables. Entonces, en los tiempos de “normalidad”, voy a visitar a los vecinos y a las vecinas, a tomar mate, a conversar, a hablar del tiempo, a hablar de la ley de tierras y de bosques, porque quieren habilitar el uso mercantil e inmobiliario de las tierras; en fin, me acerco a las familias vecinas para hablar de los temas que nos corresponde pensar a todos en ese territorio. Creo que hay que volver al territorio y fortalecerlo, porque el capitalismo ha necesitado urbanizar el mundo y eso nos fragmenta, nos separa de la verdadera madre. Cuando estamos enfermos, 107


necesitamos una mamá que nos apapache, que nos abrace, que nos cuide, que nos dé un tecito. ¿Cuál es la madre de la humanidad? La Madre Tierra. Hay que volver a la tierra, considerarla, cuidarla y territorializarnos. Y para eso, hay que buscar debajo del asfalto, ver qué es lo que hay, qué nos sostiene en vida. Como dice Yayo Herrero: “¿Qué produce Madrid que sostenga la vida?” (lo dice para poner el ejemplo de una metrópolis, que es netamente parasitaria). ¡No produce nada una gran ciudad! Y después también comenta que la mirada desde la ecología señala que lo que conocemos como producción no es producción, sino que es transformación de materias primas que preexisten en un planeta finito. Es finito porque todos esos materiales se pueden terminar si se continúa aplicando energía (muchas veces no renovable y contaminante) y generando basura. A eso le llamamos producción. Debería darnos vergüenza, deberíamos azotarnos (simbólicamente). Por otra parte, creo que es necesario empezar a hilar fino y ver qué dicen las palabras que usamos, porque hablar de producción es un equívoco. Si decimos “producción” se oculta el sentido que realmente subyace en esa actividad que nombra, que es la destrucción. Es una destrucción que sucede por varias vías: por malversar bienes comunes, por aplicar energías que dañan y por generar basura que finalmente tiramos al Pacífico o al Atlántico. ‒Cuando se habla de entregar o de prestar ideas, Donna Haraway señala que es importante tenerse confianza. Una confianza como la de un juego que se jugaba cuando no había electricidad, el juego de cuerdas. Este juego consiste en agarrar un piolín, hacer unas figuras y pasárselo a otra persona para que la modifique y luego interviene otra persona y cambia la figura nuevamente. A lo que se refiere ella es a que, para que ese juego se produzca y funcione tiene que haber confianza entre quienes juegan, en lo que podemos construir con la otra persona. Lo mismo pasa con los pensamientos: se van transformando al pasar de persona a 108


persona, y van generando una cosa nueva. A mi esta metáfora me gusta mucho, me gusta más que la idea de red. Con la idea de red siempre recuerdo que los peces se quedan atrapados en ella; la idea de este juego de cuerdas me parece mucho más dinámica. Hoy sentí que había pasado eso alrededor de la idea polémica de la esclavitud: mientras hablaba cada persona yo iba cambiando totalmente mi opinión. “Sí. No, Capaz que sí. Capaz que no. ¿Para qué una persona que toma mate va a contratar a alguien de la ciudad si pueden hacerlo en común?”. Me parece que lo que me estoy llevando, y estoy al borde de la emoción, es esta confianza de tenernos. Esto no se está viendo para nada en Buenos Aires, donde las discusiones se viven de manera agresiva. Esta posibilidad de que una compañera diga algo con lo que no estoy de acuerdo y, en lugar de matarla, le ofrezco otra idea, me parece increíble. ‒Hoy, cuando la compañera compartía la sensación de contradicción por las formas esperanzadoras que transitamos y lo que nos oprime, agradezco mucho que estemos acá y que en el centro tengamos a los elementales7. A veces me surge una suerte de miedo por esa contradicción, o pienso: tenemos mucha fuerza pero, ¿y el resto del mundo? ¿Y las armas, y la guerra, y la violencia? Con todo eso que nos oprime, que oprime la vida en lo cotidiano y que nos hace replantear nuestras formas, nuestra violencia, con todo eso, ¿qué va a pasar? ¿Qué podemos hacer? En esos momentos de mucho miedo, agradezco cada situación. Quien plantó una semilla conoce la sensación de confianza que se siente al plantarla, hacer la parte que toca, y después soltar. Ese soltar, ese confiar, es vital. Y en estos momentos de contradicción, de angustia, de miedo, es necesario saber 7  Con los “elementales” se refiere a los objetos del centro de la ronda: un aguayo con cuencos que contienen tierra, agua, piedras, plantas y una vela encendida. 109


que estamos haciendo una parte, agradecer cada parte del proceso cuando aparecen las ansiedades de ver resultados. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Yo quería sumar algo y, recuperando algunas de las cosas que dijimos, resaltar que estamos dentro de procesos, y que los procesos tienen tensiones y contradicciones. Un poco en esa línea, creo que podemos estar atentas a las ansiedades que a veces nos angustian. Y, como dijo otra compañera, agradezco mucho también poder estar en este encuentro y el montón de cosas que aprendí de todo lo que ustedes fueron diciendo. Confirmamos que estamos en un proceso y sabemos que los procesos y los movimientos nos generan temores. Retomo lo que decía una compañera: ¿cómo podemos preservar esto que vamos haciendo, la economía que queremos construir, que está permanentemente amenazada por esa otra economía, que es la que enfrentamos? Me parece que en ese sentido, es muy importante considerar esto último que surgió acerca de la confianza en la economía que queremos vivir, así como la confianza entre nosotras. Y esa confianza deberá ir de la mano del saber que nuestros movimientos generan reacciones, en este contexto, como dijeron: la reacción de los fascismos. Vuelvo a traer el ejemplo de Chile: la reacción popular se hizo oír y dijo: “No soportamos más la desigualdad de este sistema”, y lo que recibió fue represión, asesinatos... Creo que de eso también tenemos que ser conscientes, estos movimientos que trabajan en la construcción de alternativas generan reacciones, y lo único que puede enfrentar esas reacciones es perseverar en estos caminos, fortalecerlos en la confianza, en la confianza entre nosotros y en la confianza en el camino. Ojalá tengamos la capacidad, en este proceso, de no perder nunca la alegría de estar construyendo esta otra vida. ‒En esa línea, siempre me pregunto, en lo concreto, ¿qué práctica imaginamos? ¿Con qué tipo de intercambios? El capitalismo nos lleva a la individualización máxima, la despersonalización total de nuestras relaciones; entonces, algo 110


que me parece clave, sobre todo en una localidad como la nuestra, es volver a personalizar los intercambios que generamos, que es pensar un poco con quién vamos a contar. Voy a contar, por ejemplo, con cinco familias. ¿Y a quién le voy a comprar la verdura? ¿Compro la verdura que no tengo ni idea quién la produjo? ¿O se la compro a una persona que después veo bailando, a un vecino? Volver a hacer las relaciones más personales es muy importante. Me parece que ahí hay una potencia fuerte que implica una práctica concreta: no voy a comprar un alfajor cualquiera, sino que voy a comprárselo a una chica que lo hizo, que hasta sé cómo se llama su mamá. En esto hay algo potente como práctica cotidiana que podemos empezar a tener en cuenta para construir otra economía. ‒Sumo a lo que decís un tema que surgió hace unos años, que fue el tema de la seguridad. Fue un gran tema, un temón. Y me acuerdo de que luego de transitar tensiones y largos debates, todo se redujo a que debíamos tener el teléfono de los vecinos. Volvamos a eso. ¿Sabemos a quién tenemos de vecino? ¿A quién tenemos de vecina? Lo que decíamos de las cinco familias, ¿no? Ante cualquier cosa nos podemos llamar. Un ejemplo más de que es necesario volver a lo colectivo. ‒Quisiera traer el concepto de tiempo, que en el capitalismo sabemos cómo se traduce. El tiempo es dinero, el tiempo es oro. Y pensaba en el tiempo necesario para que aquí circule la palabra, para que ocurra el encuentro que hace posible que uno trate de entender la mirada de otro, la opinión de otro, que hace un esfuerzo por poder decir lo que está sintiendo. Para entendernos hace falta el tiempo. En este espacio yo también comparto el trabajo; nos juntamos todos los martes. El martes es el día en que se toman todas las decisiones de este espacio. Y para tomar esas decisiones es necesario que nos encontremos, empecinadamente, una y otra vez los martes, para poder dar una discusión y escuchar a todos los que vienen a plantear lo suyo. Es una asamblea abierta (no 111


es una asamblea de socios). Y como en esos momentos se va a discutir y decidir todo lo que ocurra aquí, hace falta el tiempo. Creo que el tiempo también hay que empezar a pensarlo desde otros lugares; no sólo como tiempo remunerado (cuánto vale una hora de trabajo), sino el tiempo necesario del encuentro y del compartir con otros tiempos. ‒Como terapista ocupacional del Hospital de Lago Puelo, trabajo desde hace años en el área de Salud Mental. Allí impulsamos un programa ocupacional que promueve emprendimientos a través de empresas sociales, como por ejemplo talleres que ofrecen salidas laborales acompañando algún proyecto que decida desarrollar la comunidad. Ya desde hace tiempo dejamos de acceder a capacitaciones y a dinero para comprar insumos. No recibimos ningún apoyo a nivel provincial para gestionar y darle fuerza a esos emprendimientos. Los subsidios no llegan hoy a Lago Puelo, se los chupa el municipio, que es el mediador. Cuando entro a la página web de Desarrollo Social, me impresiono viendo todas las facilidades que se ofrecen. Me encantaría poder acceder a todo eso, pero cuando escribo un proyecto, tengo que gestionarlo con el municipio y ahí se cae... Cuando querés acceder a estos programas surgen obstáculos. Toda esta situación la leo como un vaciamiento de las prácticas de Salud en el ámbito público. ‒Flora Partenio: Disputar otra economía es una tarea enorme. Y ustedes saben, con todos los ejemplos que dieron, que mientras avanza la agroecología, también avanza el mercado; avanzan los mercados populares pero enfrente abren un supermercado La Anónima. Es un escollo y es un planteo para los gobiernos que se han llamado a sí mismos progresistas. Pensemos en este momento en Ecuador, que tuvo toda una apuesta por vincular Buen vivir con la economía social. Buen vivir es un proyecto muy fuerte campesino, indígena y del movimiento feminista. Pero, como vemos que sucede en las calles de Ecuador, el gobierno terminó 112


acordando de nuevo con el FMI. Ningún gobierno progresista en América Latina contempló que la economía social y solidaria, la economía popular o la economía autogestionada puedan convertirse en “la economía”. Se las considera el patio trasero de la economía. Y los gobiernos locales repiten el mismo esquema con sus programas. Como se comentó sobre Salud: una cosa es cómo funcionan los programas en las redes a nivel nacional y otra, cómo se puede negociar con el gobierno local. Por eso yo decía que el camino dominante, que se expone tan claro en un contexto electoral, es el camino de Syngenta, del agronegocio, de las mineras. Eso ustedes lo tienen muy claro por las luchas que están dando acá. La necesidad de salir a disputar todo esto es permanente. Y varias de las cosas que aquí se dijeron señalan que el feminismo también puede ser una marca reapropiable, puede ser un feminismo liberal. El feminismo, de por sí, tiene que ser anticapitalista y antirracista, tramar en nuestras luchas un diálogo interseccional, en términos de clase, de etnia, y salir a cuestionar la economía altamente binaria. Cuando pensamos en disputas dentro de la economía, siempre recuerdo lo que fue la cooperativa Nadia Echazú que armó Lohana Berkins, una compañera travesti que murió hace muy poco. Cuando fue el primer Congreso de Economía Social en La Falda, veían entrar a las chicas de la cooperativa y les preguntaban: “¿Y ustedes de dónde vienen?”. “Nosotras somos compañeras travestis que tenemos una cooperativa”, les respondían. La economía social no las esperaba. Era un ámbito tan heteronormativo, que no esperaba encontrarse con personas trans, lesbianas, no binarias, disputando también esa economía. Porque participar de la economía social y solidaria no te quita lo homofóbico o lo transfóbico. Hay muchas disputas de sentido que se superponen, disputas materiales que creo que vamos dando en diferentes pasos. Nosotras integramos una red de economía de los 113


trabajadores y las trabajadoras y de cooperativas. Y todos los años se hacen relevamientos para conocer cuántas empresas recuperadas hay en el país. Una primera disputa fue por los sentidos y la forma de nombrar las cosas. Cuando relevamos cómo las cooperativas están resolviendo el tema de cuidados, nos pareció que teníamos que pensar los cuidados no solamente en términos de niñez, sino que teníamos que preguntarnos por las pensiones por discapacidad. Por cómo resuelven su jubilación los socios y socias de las cooperativas cuando están grandes. Los resultados de este relevamiento nos dio una dimensión de que podemos hacer economía social, podemos recuperar una empresa, estar en el acampe durante meses y recuperar la fábrica, pero a veces se nos siguen escapando muchas cosas. Como dice Amaia, volvemos a tener una mirada con estrabismo productivista: pensamos en la producción, en el comercio, en insertarnos en el mercado, y se nos olvida contemplar los cuidados de todes. Este relevamiento también nos permitió saber cuántas y cuántos tenían estrategias para pensar las licencias, en espacios en los que, justamente, no hay un patrón que pague o que acredite la licencia. ‒Quiero resaltar que la lucha y el reclamo que estamos llevando adelante en Chubut no es solamente salarial, sino que tiene que ver con la calidad de la salud y de la educación que queremos brindarle a la población, tiene que ver con revisar los insumos, la calidad edilicia, las formas de contratación de las personas dentro de los sistemas públicos. ‒Hace unos días escuché a Corina explicar cómo funcionan las encuestas de uso del tiempo. Mostró las que se realizaron en Uruguay, y contó cómo se cuantificaron las tareas de cuidado, las tareas no remuneradas, y vimos que estas tareas representan el 22,9% del Producto Bruto Interno del Uruguay. Mientras que, según los cálculos de la economía dominante, el rubro que más aporta al PBI es la actividad financiera y la inmobiliaria, que representan el 114


17% del PBI. Esto quiere decir que todo este trabajo que estamos haciendo y que no es remunerado (aunque tampoco queremos que lo sea) es como un subsidio que los hogares le hacen al Estado. Entonces, podemos preguntarnos: ¿qué es un subsidio? ¿Quién está subsidiando a quién en la cotidianeidad? Porque todas esas familias que perciben una Asignación Universal por Hijo integran una cadena de cuidados en la que, al final, siempre hay una mujer que se queda cuidando a alguna persona y esa mujer quizás no cobra ninguna asignación. Me parece súper radical salir a la calle planteando esto: “Nosotras estamos subsidiando al Estado. Basta de corrernos con que nos embarazamos para cobrar un subsidio, porque es al revés”. ‒Quisiera afirmar que lo que estamos haciendo es muy poderoso. Esta otra economía a veces no se ve o se considera menor. A veces decimos: “Estamos en la economía social, informal, feminista”, como si fuera que caímos sin querer en ella (como dice Macri: “…cayeron en la escuela pública”). Creo que deberíamos valorarlo, ver que es el modo en que queremos vivir. Y si es pequeño tiene potencia, porque es hermoso y es poderoso; de ese modo hay que habitarlo. Como a veces “no dan los rindes” (de acuerdo a los criterios del mercado), no llegamos a valorar lo que hacemos y lo vemos como algo menor. Por otro lado, me habita una contradicción; muchas veces me pregunto si esta tarea que hacen las mujeres, que son quienes estiran la olla en momentos de crisis, no es una tarea que en definitiva está sosteniendo un mundo que queremos destruir. Esta es la contradicción: tenemos que comer, y terminamos haciendo cosas que hacen que nos autoexplotemos para sostener este mundo, tendríamos que ver cómo lo transformamos. Creo que por eso no estamos en la calle y esperamos octubre para votar. Esta contradicción me habita. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Me parece que lo importante es justamente ver esto y mostrarlo; no podemos dejar 115


de hacerlo. La vida depende de estos trabajos, de estas redes, de estas estrategias, entonces me parece que es súper importante tener presente cómo funciona todo, entender que estamos subsidiando al sistema, y que ésta es la red que garantiza que la vida siga y, a la vez, es nuestra motivación para cambiar las cosas. ‒Creo que llegamos a tener la convicción de que estamos subsidiando al sistema porque queremos derribarlo. Sucede que si no lo subsidiamos no podemos sostener nuestra propia existencia, ni luchar por el mundo que queremos. Es una convicción que nos mueve. Nos mueve el deseo de cambiar el mundo. La charla cerró con una invitación a apoyar y acompañar a les estudiantes en la toma de las escuelas secundarias de Puelo. Al día siguiente, ofrecimos un taller en el espacio de la toma y entregamos a les estudiantes todo lo que había sobrado del bufet del día anterior, para su cena.

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Manifiesto Realista 788 (Tómese su tiempo para leerlo)

Este manifiesto fue escrito por les Estudiantes Autoconvocades de la Escuela Secundaria Artística 788 del Paraje Entre Ríos, de Lago Puelo, en el marco de la toma de escuelas secundarias chubutenses en la Comarca Andina en 2019. Conocimos este documento porque les estudiantes lo leyeron en la Radio Comunitaria FM Alas de El Bolsón. Nos parece que sumarlo aquí, entre la multiplicidad de diálogos que tuvimos en la región, es una manera de amplificar estas voces que necesitan ser escuchadas. Nosotres, Estudiantes Autoconvocades de la 788, nos encontramos en un aula, dentro de nuestra escuela tomada, escribiendo este manifiesto de rebelión. En 2018, año en el que el conflicto provincial se agudizó, nos urgió organizarnos como estudiantes para sabernos juntes y actives durante la crisis provincial. Ese año, dentro de la F.E.S.T. (Federación de Estudiantes Secundarios y Terciarios) agotamos todas las instancias previas a realizar una medida de fuerza mayor: elevamos notas al Ministerio, a Supervisión y a Delegación exigiendo respuestas. Realizamos sentadas en Supervisión en diferentes escuelas, se realizaron marchas junto a la comunidad y participamos activamente de las movilizaciones que se llevaron a cabo durante los cuatro meses que las medidas de fuerza duraron. Este año, 2019, el abandono por parte del gobierno 117


provincial se profundizó. Debido a esto se retomó el paro docente durante el mes de julio, levantándose el domingo 17 de noviembre. Desde el miércoles 9 de octubre, nosotres, Estudiantes Autoconvocades 788, tomamos la decisión de ocupar pacíficamente el establecimiento escolar, en simultáneo con más de diez escuelas a lo largo de la provincia. En la Comarca Andina fueron cuatro los secundarios ocupados por les estudiantes: 765 (Lago Puelo), 788 (Paraje Entre Ríos), 717 (Cerro Radal) y 774 (Epuyén). Independientemente de ser conscientes de que sería difícil llegar a un diálogo con los gobernantes, como muestra de apoyo a les trabajadores estatales y por nosotres como cuerpo estudiantil, optamos por llevar a cabo la ocupación pacífica de la institución. Ocupamos la escuela para exigir que se cumpla con nuestros derechos básicos, que se garantice un contexto educativo y digno, por lo que se debería cumplir con las paritarias, las que no únicamente incluyen el salario docente sino también infraestructura, T.E.G. (Transporte Escolar Gratuito) y obra social. Nuestros reclamos eran y son que se cumplan los derechos básicos para poder seguir creciendo y avanzando por y para la educación pública. La escuela es contención, es hogar, es nuestro primer contacto con nuestros pares, lugar donde convivimos y donde crecemos como personas y, valga la redundancia, lo habitamos cada semana, cada mes, durante seis años y en varios casos, más incluso. Por esto, exigimos que la escuela sea realmente nuestra. No se trata de querer o pretender, sino de necesitar y exigir un modelo de escuela y educación que no se darán por sí solos. Entonces, de eso se trata nuestro manifiesto rebelde. Entramos a la escuela el miércoles 9 de octubre sabiendo que íbamos a lidiar con situaciones que requieren compromiso, responsabilidad, organización y ante todo compañerismo y unión. Gestamos la ocupación a través de asambleas 118


estudiantiles de carácter resolutivo y organizativo, y así tomando decisiones en conjunto de forma horizontal. Más allá de los acuerdos básicos de convivencia que puedan existir, por ejemplo: mantener la limpieza, tratarnos con respeto, distribuir las tareas, etc., generamos nuestras propias dinámicas que se fueron modificando en base a nuestras necesidades y que hicieron de esta institución un espacio de lucha con real sentido de pertenencia. Vivimos situaciones emergentes que requieren rápida acción y, aunque no siempre nos sentimos preparades, estuvimos a la altura de las circunstancias: dialogar con oficiales de la policía reiteradas veces, lidiar con aprietes judiciales federales, desde la intendencia ser escrachades durante una marcha estudiantil y vivenciar el paulatino abandono y choque adultocentrista por parte de la comunidad. A raíz de esta lucha colectiva y al encontrarnos con la vuelta a clases, luego de haber conocido otras formas de encuentro y aprendizaje, nos vimos atravesades por la siguiente pregunta: ¿es coherente volver a una supuesta normalidad? No solo vemos absurdo retomar las clases por la cantidad de tiempo restante sino también porque sabemos que el conflicto no ha sido resuelto completamente. A partir de la anterior pregunta, encontramos en cada une de nosotres el imaginario de nuestra escuela ideal y, como respuesta, la rebeldía. Hasta hoy, lunes 18 de noviembre del año 2019, tomamos la escuela; a partir del martes 19 tomamos las clases. Esto significa que al socializar nuestros ideales, decidimos ponernos al frente de la transformación del sistema educativo. Ya sabemos que este sistema necesita una actualización y lo vinimos a cambiar nosotres. Para esto decidimos que vamos a: • Romper con la división etaria y el formato aula. • Apropiarnos de los espacios en común: uso libre y 119


consciente de la cocina, limpieza colectiva, huerta comunitaria y mantener el cuidado de les perrites que habitan la escuela. • La continuidad de proyectos iniciados en la ocupación (murales, reparación y cuidados del espacio, radio, proyectos audiovisuales, etc.). A lo largo de este mes experimentamos situaciones desde otra perspectiva, desde otros roles. Nos sentimos impulsades a modificar la institución, ya que desde hace muchos años se viene planteando la utopía de una escuela perfecta, pero nos quedamos en la teoría, pensando que el sistema educativo era un ente intocable, inamovible. Desde el inicio se fija a la escuela como un segundo hogar, pero recién ahora, luego de realmente habernos apropiado del espacio, la sentimos como tal. Ya no pedimos permiso, vinimos a escribir nuestra historia. Nada ni nadie nos roba la resistencia. Nada ni nadie nos apaga el fuego. Nada ni nadie nos quita las convicciones. Sigamos creando, que las utopías a veces se cumplen.

Estudiantes Autoconvocades 788 La lucha continúa

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El Bolsón

Prov. de Río Negro 22 de octubre de 2019



El Bolsón, 22 de octubre de 2019 El Instituto de Formación Docente Continua (IFDC) de El Bolsón cuenta con un auditorio con escenario y dispositivos para realizar proyecciones audiovisuales. El espacio está disponible para actividades comunitarias de interés pedagógico y suele solicitarse para desarrollar actividades académicas, artísticas, sociales y comunitarias. Cuenta con una emisora de radio FM propia, y en su amplio pasillo se puede disfrutar de muestras de arte que organiza la biblioteca. Habitualmente el auditorio se dispone como sala de cine o teatro, pero para esta actividad armamos una ronda, en cuyo centro colocamos elementos que consideramos que simbolizan el planeta vivo. Presentamos a continuación el diálogo que se generó entre les presentes, luego de las exposiciones de Flora y Corina. ‒Muchos gobiernos “progresistas” (quizás el mayor ejemplo sea el de Bolivia) consideran que para garantizarles mejores condiciones de vida a los sectores populares, hay que incorporarlos al consumo. Y a partir de allí, y como estrategia política, asumen el extractivismo como propio; reformulan un poco la estructura del negocio, intentando que deje divisas para el desarrollo de políticas públicas, como por ejemplo para políticas públicas de cuidados. ¿Cómo dialogar con nuestros vecinos, con los que compartimos la calle en muchas disputas, cuando tienen una matriz extractivista como ésta? ¿Cómo hacer que su “realismo” político sea 123


permeable a nuestras críticas, si afirman que es necesario dar este tipo de “pasos estratégicos” para alcanzar una mejora futura? ¿Cómo estamos en ese presente? ¿Cómo dialogamos con esa visión? ‒Quería contarles que acá en El Bolsón hay una carrera de agroecología y que para nosotras, como futuras profesionales, es muy interesante tener esta charla. Pensando en términos de sustentabilidad, vemos que hay indicadores de la economía dominante que no se ajustan a las posibilidades de nuestro lugar ni a nuestras formas de ver el mundo, y notamos también que nuestra formación, en general, no tiene ninguna perspectiva de género. ‒Yo reflexionaba sobre lo que decían acerca de cómo los acuerdos con el FMI llevan a los países a tener que aceptar un montón de paquetazos. Y en ese sentido pensaba que hay muchas cosas que no se aceptaron en Argentina, gracias a la organización y la resistencia de la sociedad, y cómo sí avanzaron en Chile, producto de la sangrienta dictadura de Pinochet. Hay un gran contraste entre la historia de Chile y la de Argentina, por la resistencia que existió en la Argentina frente a las reformas educativas, las reformas de salud, el acuerdo con el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). También pensaba en cómo las multinacionales maquillan sus decisiones, manipulando contenidos del feminismo y de la ecología para “entrar” y seducir a la población, a fin de que consumamos lo que nos vienen a vender. Por ejemplo, hace poco conocí una empresa, Anway, y en una reunión a la que asistí dijeron que habían empezado a crecer con fuerza en el año 2008. Yo pensaba que ese fue el año en el que explotó la burbuja de Lehman Brothers, esas empresas financieras y bancos que se quejan y dicen: “¡Crisis, crisis!”, cuando en realidad de esa forma están tratando de concentrar más poder. Justamente Anway es una empresa que tiene una forma de marketing muy siniestra, por decirlo de alguna manera. 124


En la reunión a la que asistí decían que sus productos son ecológicos y que su detergente está fabricado con máxima tecnología, pero cuando leés la letra fina de sus fórmulas, te das cuenta de que hay muchas cosas que no dicen sobre lo que contienen los productos. Sí, dicen que salvaron un lago en Michigan, pero yo pensaba: ¿cómo lo salvaron? ¿Cómo crecieron justo en 2008? ¿Quiénes son? Por eso me resonó mucho lo que comentaron sobre el maquillaje que utilizan las empresas y sobre la importancia de desentramar esos “nuevos” discursos que quieren meternos solapadamente para que sigamos consumiendo y sosteniendo sus mercados. ‒Me hiciste acordar de una anécdota. Yo estudio Desarrollo Local. Un día me invitaron a una reunión y dijeron que la idea de la reunión era que los productores se acercaran a los consumidores, como una forma de intentar un comercio más justo. Y la verdad es que resultó ser todo lo contrario. Los productos que traían eran de Estados Unidos, imposible que hubiera comercio justo. En definitiva, los discursos del mercado van mutando para adaptarse a lo que es socialmente más aceptado. En cada momento es más copado ser de tal o cual forma; pero sigue siendo todo lo mismo a la hora de vender. Lo importante es poder leer la letra chica de las cosas e ir dándonos cuenta de que el mercado fue siempre igual, aunque ahora maquillen las cosas para que suenen más lindas; son lo mismo. ‒Con respecto al maquillaje, yo quería preguntarles qué opinan de una metodología que utiliza un discurso feminista para endeudarnos: los telares de la abundancia. ‒Últimamente, los telares de la abundancia se han difundido bastante en la Comarca, incluso entre adolescentes en las escuelas secundarias. Ahora hay un telar de alimentos, también. ‒El telar de la abundancia es, como lo fue en los años ochenta la llamada cadena del cheque, una supuesta inversión en la que se terminan salvando los cinco primeros puestos de 125


una pirámide, quienes están en su cúspide. Como la bicicleta financiera que organiza el FMI, pero esto es un monociclo, sin ninguna sostenibilidad. Es el individualismo en pos de que te salves vos y que el otro no te importe nada. Esto ya se vio en los setenta y en los ochenta, aparecieron cosas así en la época de Alfonsín, en lo peor de la crisis económica: ventas de productos que en realidad significaban ganancia para quienes entraban primero, los últimos no veían nada. Son ideas que llevan a la gente a tratar de salvarse individualmente y no pensar en el otro. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Creo que el telar de la abundancia, en realidad, replica experiencias que intentan una ampliación del crédito y que son viejas. Lo peligroso de quienes alientan el telar de la abundancia es que se han apropiado de ciertos discursos feministas para promocionarse. Estos esquemas de préstamo y acumulación piramidal del telar consisten en que cada vez más personas entren al sistema: quien entra pone cierto dinero, y se compromete a convocar a otras dos personas que van a poner más dinero, y esas dos nuevas personas van a traer a otras dos, y así se va armando una pirámide. Las personas que depositaron primero van retirando el dinero que pusieron. A medida que se suma más gente, más gente se puede ir retirando. Pero eso funciona hasta un punto. Si esa cadena no se cierra y no se circulariza, en algún momento se va a cortar y quienes entraron en último lugar son quienes pierden. Además, parece que en algunas formas de implementación del telar de la abundancia aparecen cosas todavía más complejas. Porque algunas personas que quieren contribuir necesitan endeudarse; entonces les piden dinero prestado a otras personas que ya están participando del telar; acá ya aparecen formas de recreación de usura. Ya está probado que el esquema del telar de la abundancia linda con la estafa. Insisto, lo más peligroso es cómo se apropian del discurso de lo femenino, de la fuerza de las mujeres, repitiendo que el telar es una cosa 126


“entre mujeres”, hablando de sororidad. El telar podría ser otro ejemplo del maquillaje, de cómo se utilizan discursos progresistas feministas (que son aparentemente sensibles) para promover prácticas que se contradicen con los valores que enuncian. ‒Nosotras formamos parte de la Fundación de Apoyo a la Economía Solidaria (FAES) de El Bolsón. Intentamos visibilizar y fortalecer la economía social, especialmente a las mujeres (artesanas, emprendedoras, artistas, pequeñas productoras). En un contexto difícil como el actual, nos hemos dedicado mucho a capacitar y a charlar con las mujeres de toda la Comarca, y fuimos dándonos cuenta de la necesidad de entender que la economía de la solidaridad no es la economía de la pobreza, ni es la economía de la emergencia, sino que es una propuesta real y concreta de otras maneras de hacer economía, con otros valores, donde entendemos que los bienes y los servicios no son solamente las cosas materiales; hay muchas cosas que se aportan desde la economía solidaria. Implica otra forma de comercializar, de distribuir, de producir, de consumir, de hacer economía, donde lo que debe ponerse en relieve no es el precio, sino el valor. Algo que también surge de estas reuniones es la necesidad imperiosa de revalorizar los conocimientos ancestrales, dado que muchas veces nosotras mismas los despreciamos. Como mujeres de la economía solidaria, somos quienes sabemos cuáles son los tiempos de siembra, los tiempos de cosecha, sabemos que sin polinización no habría vida, que sin los ciclos del agua tampoco habría vida, debemos revalorizar lo que sabemos hacer. Desde amasar el pan hasta coser, hilar, sembrar, cuidar y estar en los momentos en que hay que estar con un abrazo, con una palabra, con diferentes formas de cuidado y sostén. Este es nuestro trabajo. Obviamente en el contexto económico en el que vivimos no hay ninguna posibilidad de que se abra una puerta para la economía solidaria ni para acceder a recursos que nos permitan seguir 127


fortaleciendo a las organizaciones en el cuidado de la vida y de lo que hemos aprendido a lo largo de la vida. ‒Flora Partenio: Quiero retomar algunas de las intervenciones. La primera, la que se refirió al vínculo peligroso y difícil entre los movimientos y las organizaciones sociales y de autogestión con los gobiernos progresistas. Creo que estamos en el peor momento de este vínculo, porque en América Latina avanzaron gobiernos de derecha, con campañas antigénero, avanzaron sobre los territorios. Y también estamos viviendo retrocesos muy fuertes en materia de derechos laborales. El gobierno de Rafael Correa, en Ecuador, tenía buenos lazos con las organizaciones que desarrollaban economías solidarias a través de la conceptualización del Buen Vivir, concepto que Ecuador llevó a rango constitucional. Sin embargo, cuando el gobierno lo consideró necesario entregó el Yasuní, que era la mayor reserva de biósfera del Ecuador, argumentando que necesitaba de estos recursos “para sacar la economía adelante”. Luego, un caso particular es el de Uruguay, ya que el gobierno del Frente Amplio destinó un porcentaje del Banco de la República a fortalecer créditos y experiencias de la economía social y solidaria. El otro caso es Brasil. Aquí aparece una pregunta interesante para hacernos: ¿cuán sólidas eran las instituciones que creó el gobierno del PT (Partido de los Trabajadores) en los diferentes mandatos, que tan sólo a una semana de asumir, Michel Temer levantó de un plumazo el Ministerio de la Mujer y la Secretaría de Economía Social y Solidaria, donde estaba Paul Singer (que no es el Singer malo sino el bueno, el de la economía social)? Y sabemos que Ecuador y Brasil tenían una larga experiencia en tejer redes con la economía social, el cooperativismo, los catadores de residuos1, en haber recuperado empresas. Hoy se cuentan con 1  Catadores se llama a los recicladores de residuos sólidos urbanos en Brasil. 128


los dedos de la mano las empresas recuperadas, porque no pudieron sobrevivir a ese golpazo que fue atravesar el gobierno de Temer y estar hoy por hoy bajo el fascismo de Jair Bolsonaro. Entonces, la pregunta es: ¿cuán sólidas fueron las estructuras que crearon esos gobiernos progresistas, que no sobrevivieron? Algo tenemos que revisar en torno a esto. Y en el caso de Argentina, hay preguntas para hacernos respecto del diseño de los programas que apuntaban a promover la inclusión laboral a partir de la formación de cooperativas. Como sabemos, entre 2003 y 2015, desde Desarrollo Social se lanzaron programas como Manos a la Obra y Argentina Trabaja, que luego se articuló con el programa Ellas Hacen. Sin embargo, ninguno de ellos contempló, por ejemplo, la organización social del cuidado en sectores que estaban en altas condiciones de vulnerabilidad para formar una experiencia cooperativa. Quiero nombrar al menos cuatro políticas de cuidados: • el seguro de capacitación en empleo para mujeres en situación de violencia (que es una de las cosas que borró el gobierno de Macri); • el seguro para personas trans y travestis que buscan inclusión laboral a partir de generar un emprendimiento o una experiencia cooperativa; • el programa Jóvenes por más y mejor trabajo (que hoy está parcialmente desintegrado); • el plan Argentina Trabaja (no fue una política que haya pensado la producción en relación con los cuidados). Creo que hay un debate para dar en relación al diseño de estos programas, y también en relación a la economía social y solidaria: pensar si se la considera una economía marginal, periférica, una suerte de patio de atrás, una economía que no terminamos de ver como real. Una compañera decía: detrás de los intercambios de la economía social hay toda una construcción de relaciones sociales muy fuertes que van fortaleciendo lazos, que van transformando subjetividades y 129


también van disputando el mercado. Yo coincido con ella. Muchos intelectuales de la academia suelen decir que la economía social y solidaria es una economía para los pobres; frente a eso tenemos que defenderla. Porque si creemos que otra economía puede servir para salir de la crisis, y la pensamos a largo plazo, como un camino, entonces hay que defenderla en todos los terrenos. Creo que los gobiernos, incluso en Argentina durante los doce años previos al macrismo, no se consideró la economía social como una herramienta ni como un camino para trazar estrategias; no se logró institucionalizarla. Prueba de ello es que hoy, frente al tarifazo, las empresas recuperadas se están disputando migajas en los territorios. Piensen en lo que significa el tarifazo en los diferentes servicios públicos: cuando le cae una boleta de luz a una empresa recuperada la destruye, porque el costo es muy alto. Hay mucho para repensar, sobre todo en este contexto electoral; en apariencia una elección podría transformar ciertas cuestiones estructurales, y hay quienes decimos que hay que volver a repensar todo el mapa de acción económico y social. La estrategia que utilizó el ex ministro de trabajo argentino cuando puso a circular un borrador de la reforma laboral es un buen ejemplo de cómo se maquillan las propuestas. Las palabras que utilizó el ministro fueron: “Esta reforma incluye quince días de licencia por paternidad; así, venimos a saldar una deuda histórica con el movimiento de mujeres”. Pura estrategia, digamos. Pensar que una licencia de quince días para padres va a solucionar los problemas de cuidados que tienen diferentes familias parentales, homoparentales y otras modalidades, es una visión reduccionista y totalmente maquillada sobre cómo pensar el cuidado. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Siguiendo esta reflexión sobre el maquillaje, otro ejemplo contundente es el acuerdo que Argentina firmó con el Fondo Monetario Internacional, que incluía un capítulo de género. Mientras el gobierno se 130


comprometía a hacer un ajuste fiscal, con toda la austeridad que implica acordar con el FMI, se comprometía supuestamente a avanzar hacia la equidad de género. Y los indicadores que, por ejemplo, se presentaban como evidencia de este compromiso, eran la cantidad de mujeres que había en los directorios de las empresas. Esa es la medida del compromiso de género que el gobierno argentino asumió. Y creo que esto es maquillaje. Aquí se comentó el caso de una empresa privada que utilizaba este tipo de maquillaje, que llega a ser un engaño. Se hace desde el sector privado intentando dar una “pátina” de sensibilidad de género. De hecho, hay agencias de Naciones Unidas que tienen un programa que otorga certificados a las empresas que tienen buenas prácticas en términos de equidad de género, y le ponen la “cucarda” (unos sellos de calidad) sobre la “equidad de género” a empresas que, por ejemplo, implementan cierta cuota positiva en la distribución de los ascensos para mujeres, o hacen capacitaciones en temas de género. A mí me parece que es muy importante estar alerta a estas cosas, porque este maquillaje de género de las empresas y del sector privado está muy asociado a la idea de la “responsabilidad social empresaria”. Nosotras creemos que la principal responsabilidad social de las empresas es pagar impuestos, porque si las empresas pagasen todos los impuestos que tienen que pagar, no haría falta que ninguna patrocine la sala maternal de un barrio. Si las empresas pagasen los impuestos que les corresponde pagar, el Estado podría garantizar educación pública, salas maternales y jardín de infantes públicos para todo el mundo. Entonces me parece que tenemos que estar muy atentas, porque estos maquillajes esconden las malas prácticas de las empresas del sector privado. Con esto volvemos a la idea del inicio: el objetivo principal del sector privado es la obtención del lucro y la ampliación de la tasa de ganancia; esto es lo que va en contra de la vida misma. 131


Respecto de las prácticas de la economía social, hoy se habló de la experiencia que hemos tenido en la Argentina con la crisis del 2001; cómo desde distintos colectivos, como una estrategia para sobrevivir, recrearon muchas formas de la economía social: el trueque y otros esquemas económicos no monetizados. A medida que la economía se fue recuperando, esas prácticas se perdieron, entre otras cosas porque la aspiración de muchas personas siguió siendo conseguir un empleo asalariado. Me parece que volver a pensar en esas experiencias nos puede ayudar a imaginar mecanismos para que estas prácticas, que aparecen como prácticas de emergencia, como opciones para los pobres, se vayan transformando en las prácticas habituales que rijan nuestra economía. En cuanto a cómo conseguir que estas miradas progresistas se tornen permeables a la mirada de la economía feminista, creo que es algo que merece disputa, y me parece que el feminismo interpela mucho y genera incomodidad en las construcciones políticas de izquierda. Esta incomodidad es parte de un proceso, es parte de lo que tenemos que seguir haciendo, insistiendo, recreando, para así poder pensar cuáles son las alianzas más estratégicas y las formas de intervención que podemos hacer para que nuestras ideas vayan caminando. Como decía Flora, hay que estar siempre muy alerta respecto de las tensiones y las contradicciones que hay. ‒Flora Partenio: Respecto a las condiciones laborales que existen bajo este capitalismo extractivista de recursos naturales, de bienes, de datos, no perdería de vista la forma extractiva que está teniendo el turismo (y las condiciones laborales que va generando). Hay que observar cómo funcionan las plataformas de servicios, Airbnb2 en el caso del turismo, por ejemplo. Con 2 Airbnb es una plataforma de software dedicada a la oferta de alojamientos para el turismo. El nombre es un acrónimo de airbed (“colchón”) and breakfast (“y desayuno”). A través de la plataforma les 132


el crecimiento de esta plataforma, la mayoría de las reservas hoteleras prescinden de personas empleadas; en estas plataformas los procedimientos virtuales suplantan a quienes atienden, no solamente en agencias de viajes sino también en conserjerías y demás servicios. Cada vez más crece este modo de turismo que se conecta y se evalúa vía plataforma. Y ese turismo también sostiene las condiciones de trabajo ocultas. Ustedes aquí deben observar con claridad, sobre todo en las temporadas altas, la cantidad de trabajo precario informal que hay (trabajo no registrado). Me parece interesante poder hacer un diálogo norte-sur, por ejemplo, pensando en lo que plantean las economistas feministas que vienen del Estado español acerca de la experiencia de las Kellys. Las Kellys son un grupo de mujeres que se llamaron así por ser “las que limpian” en los hoteles. Comenzaron a denunciar a las grandes cadenas de hoteles, que hoy también están en la Argentina (Amerian, NH, Holiday Inn y tantas otras), por su modelo de empleo y de negocios a nivel mundial. Ellas empezaron a realizar acciones en la puerta de los hoteles en Ibiza, en Barcelona, en Madrid diciendo: “Acá estamos las Kellys. Ustedes no nos ven, somos las que limpiamos”. El punto era denunciar que, crecientemente, estas empresas hoteleras tercerizan gran parte de los servicios de planta que limpian y sostienen los hoteles, en lugar anfitriones pueden publicitar sus propiedades para que sean alquiladas. Les anfitriones y les huéspedes evalúan mutuamente su experiencia. La web conserva, como referencia de consulta para futuros usuaries, las calificaciones de los servicios y de les usuaries, conformando un ranking por méritos. Las plataformas virtuales permiten generar negocios optimizando los tiempos de consumo, porque todo se realiza de manera online. Con ello, reducen costos y automatizan procesos (no hay vínculo ni contacto personal entre las partes). Como consecuencia, se genera una cartelización de la oferta de alquileres para turismo y la plataforma opera como formadora de precios, monopoliza el mercado y expulsa a les pobladores locales que no resultan rentables, para favorecer la especulación y rezonificación de los espacios urbanos. 133


de contratar fuerza de trabajo local de manera estable, con aportes, con registración y todo lo que implica tener un piso mínimo de protección social3. Creo que un diálogo norte-sur sería interesante para pensar las conexiones del turismo extractivo en diferentes partes del mundo. Está cada vez más controlado por poderes ajenos al territorio donde el turismo se practica, pero en todas partes tiene modelos similares en cuanto a las condiciones laborales que ofrece. A esos modelos laborales de condiciones precarias hay que confrontarlos con experiencias como la de las Kellys, que vienen de recorridos feministas y que tratan de visibilizar la gran masa de trabajadores precaries que es, en definitiva, la que sostiene concretamente cada lugar. Las temporadas altas de los grandes centros turísticos, como Villa la Angostura, Bariloche, generan este tipo de trabajo. Me parecía interesante rescatar que parte de las compañeras, como Amaia Pérez Orozco o Cristina Carrasco, formadas en la economía feminista, han conversado con estas experiencias de resistencia que hoy son muy fuertes en Barcelona. ‒Acá lo que pasa con este tipo de trabajo de temporada alta es que desplaza a otros trabajos: el trabajo de las cosechas, el hortícola, el de la lana, por ejemplo. El trabajo de temporada alta es muy tentador porque permite trabajar mucho en poco tiempo. Por ejemplo, limpio diez cabañas y gano más que si estoy agachada bajo el sol durante mucho más tiempo. Aparte, la paga de la cosecha es mala respecto de la del norte del país. En las temporadas altas vemos cómo el turismo desplaza otro tipo de trabajos. Entonces no hay mano de obra para la cosecha por el poco dinero que ofrecen; se gana más limpiando una cabaña turística. 3 Para conocer esta lucha, se puede ver el documental dirigido por Georgina Cisquella, “Explotación Hotel: Las Kellys” (2018), disponible en YouTube, en el Canal Las Kellys [consulta 10 de junio de 2020]. 134


‒A mí me llama la atención cómo nos condiciona este turismo a las personas que alquilamos, porque en temporada o pretemporada nos desesperamos por encontrar una casa adónde ir; porque nos tenemos que mudar, porque la casa donde vivimos todo el año es el lugar que le ofrecen como hospedaje al turista. Entonces en la temporada de verano trabajamos mucho: vemos dónde irnos a vivir, dónde dejar nuestras cosas, o tenemos que alquilar casas que tienen objetos personales de otras personas; eso afecta nuestra calidad de vida. En esos momentos pensamos qué tipo de vida queremos tener, porque tal vez no podemos tener una biblioteca, por ejemplo, porque si tuvieras que mudarla en cada temporada sería muy complicado. En lo personal, la temporada alta me repercute, me afecta mucho. ‒Hace siete años que vivo en Bolsón y me mudé nueve veces. Por distintas situaciones: por no tener un contrato de alquiler, por tener un hijo, por querer tener un gato, por tener una pareja, por encontrarme embarazada y necesitar una casa más grande. Pero se presenta la dificultad de que quienes alquilan sus propiedades no quieren recibir personas con hijes ni perro. Y en mi caso, la maternidad fue completamente elegida y quiero darle calidad de vida a mi hijo. Así, de marzo a diciembre tenemos una casa y de diciembre a marzo no tenemos casa, y tampoco tenemos la suerte de conseguir un contrato por dos años consecutivos. Ni hablemos de adquirir una casa. Tanto mi pareja como yo trabajamos en servicio social, y ambos tenemos nuestros emprendimientos personales. Y tenemos un hijo que nació acá. Tampoco podemos acceder a una tierra. Preguntamos en la Municipalidad cuál era nuestra posibilidad de acceso y nunca nos atendieron. Por ahora, pensamos que el universo proveerá, ya llegará el momento de que tengamos una casa; mientras tanto, seguiremos regalando nuestras cosas una vez por año. Si hay ropa que no uso, la regalo. Generamos una forma de trueque, de intercambio, con 135


varias personas y hacemos una red de contención. Cuando recién llegás a vivir acá te sentís muy desprotegido, porque no hay nadie que te diga lo que te va a pasar. Y si sos feriante te advierten que no te van a alquilar casa porque trabajás en la feria artesanal de El Bolsón, porque sos “hippie”. Así te consideran, aunque seas una persona que trabaja todos los días como cualquiera que trabaja en una multinacional. Creo que esa actitud es una falencia muy grande que hay en la Comarca, y en este pueblo particularmente. ‒En la Comarca, debido a esta especulación financiera con el alquiler de casas, vos podés ofrecerle un alquiler a un vecino en abril y en diciembre lo tirás a la calle, porque le vas a ofrecer ese alquiler a algún turista. Después de la temporada alta, esas dos personas (la que se quedó en la calle y la que le alquilaba) siguen conviviendo en la misma sociedad. Esto que acaba de decir la compañera me hace pensar en cosas que ustedes dijeron. ¿Cómo ven la situación política en este marco, con estas relaciones económicas y estas desigualdades reinantes? Yo vengo de una empresa recuperada. La recuperamos en el 2000. Viví el mejor momento de la empresa recuperada y luego viví el fascismo entre mis compañeros. Por eso, más allá de los análisis económicos, que son valiosísimos, no hay que caer en un economicismo; creo que deberíamos pensar en política, para cambiar las relaciones sociales que genera la sociedad con sus modos de producción injustos. Los movimientos feministas ponen esta cuestión blanco sobre negro con más claridad que nadie. Yo tuve la suerte de aprender estas cosas sobre la organización política en la práctica; pero veo que no forman parte de una discusión generalizada. ‒Otra cara de este problema es la ocupación de tierras. Acá sucede mucho, por la incapacidad económica de las personas para contar con un lugar. Hay gente que necesita un espacio para vivir, que se cansa de mudarse con su familia y termina tomando un lugar. Algunos reciben favores de 136


los políticos de turno; por ejemplo, reciben una habilitación solapada para quedarse en un lugar. ‒Vivo en una ocupación que está en Loma del Medio. Soy presidenta de una cooperativa gastronómica. Nos llevó mucho tiempo obtener una matrícula. Desde que comenzamos vivimos muchos cambios, y tenemos la necesidad de trabajar y de vivir en un lugar. Yo nací acá en El Bolsón, mi familia siempre vivió acá, y nunca tuvimos la posibilidad de comprar una tierra. En realidad, yo no estoy de acuerdo en que la tierra se compre, pero cuando te ves obligada a ocupar un lugar te exponés a no tener trabajo, a ser discriminada, a no tener agua, pero también podés ser parte de esa economía de pobres, que nos soluciona algunos problemas. Nosotros estamos construyendo la cocina de la cooperativa de la mejor manera que podemos. Apostamos a cuidar el lugar donde vivimos y estamos haciendo la cocina con construcción natural. Después, vamos a tener que pelear mucho para conseguir una habilitación, pero la estamos construyendo. Queremos ser parte de una economía sana, y en ese sentido nos parece muy interesante esta charla. Respecto de esos indicadores que buscamos para la economía que queremos, pienso que deberían evaluar, por ejemplo, la recuperación de ríos, de lagos, de territorios que la gente originaria ya está realizando. Esos indicadores podrían ayudarnos a decir: “Por acá tenemos que ir como sociedad para no morirnos”. Les comparto que en Loma del Medio la pasamos heavy, pero también tenemos ganas de crecer y de apostar a la salud y al bienestar de las personas y del lugar. Me parece muy interesante el cuidado que proponen. Justamente estamos empezando a redactar un protocolo de género desde una organización, para llevarlo a la cooperativa. Tiene que ver más con el cuidado que con el género. Más allá de que consideramos si en un espacio hay un varón, una mujer, lesbiana, trans, atrás siempre hay una familia, o hay un hogar. Y el problema de la vivienda que hay en El Bolsón es 137


tremendo… Yo no puedo creer cómo se siguen construyendo departamentos, locales comerciales, mientras la planta depuradora no da más hace un montón de tiempo. Me pregunto: en el verano, ¿dónde va a ir a parar la mierda de toda esa gente? Es un bajón, el río que tenemos está súper contaminado. Es muy triste. Y este gobierno se contenta simplemente con mejorar una plaza; cree que está todo bien y, en realidad, no está todo bien4. ‒Yo me pregunto: ¿es necesario depender del gobierno? ¿No se puede tratar de resolver todo esto a nivel grupal o con las personas que conforman el movimiento? Porque siempre termino escuchando cierta dependencia o caída en el paternalismo gubernamental. Creo que lo mejor sería lograr independizarse de alguna manera del sistema, formarse, educar, enseñar. Si se trata de pensar una ocupación de tierra, se puede ver el manejo del agua, de la tierra, el 4  Algunos meses después de esta charla, recibimos noticias acerca de la planta de tratamiento de residuos cloacales en El Bolsón. La planta fue inaugurada en 1982 y se construyó para un pueblo de 5000 habitantes; pero hoy el pueblo tiene más de 38.000, sin contar el aumento estacional de la población en temporada turística. Por ejemplo, en el carnaval de 2020 llegaron al Bolsón aproximadamente 60.000 turistas. En 2010 la provincia de Chubut denunció a Río Negro por la contaminación del Río Azul, que desemboca en el Lago Puelo y, pese a que en 2017 se aprobó la ampliación de la planta, nunca se realizaron las obras. Mientras tanto, un frigorífico del Bolsón arroja al arroyo Negro restos triturados de la faena, y éstos fluyen hacia el Río Quemquemtreu que confluye con el Azul. A su vez, el Azul recibe los desperdicios de los pozos negros de barrios populosos de la zona. Fuente: “El problema de las cloacas colapsadas en el Bolsón”, en La Izquierda Diario. Disponible en línea: www.laizquierdadiario. c om/E l- pro b le m a - d e - l a s - c l o ac a s- co l a p sad a s-en-E l -Bol son Para complementar esta información, sugerimos ver estos videos cortos y muy ilustrativos, disponibles en YouTube, en el Canal PTS Río Negro: “Residuos de la planta de tratamiento cloacal, El Bolsón” (www. youtube.com/watch?v=F504WsTDjzc&feature=youtu.be) y “Residuos del Frigorífico Antú Malal al Arroyo Negro, El Bolsón” (www.youtube. com/watch?v=1kPoX9zqtjM&feature=youtu.be). [Los tres links fueron consultados el 10 de junio de 2020.] 138


recupero de la lluvia, reconocer los desperdicios humanos y ver cómo transformarlos. Cada persona tiene un potencial muy grande que se desaprovecha. A veces, desde ciertos movimientos políticos tratan a las personas como pobres, como personas que no pueden o que tienen que depender de los movimientos políticos. Creo que cada individuo, cada individua, es capaz de aportar a la producción de la economía, a la educación, a la salud. Pareciera que, inevitablemente, el egoísmo nos lleva a levantar una fábrica y después, cuando se mantiene, volvemos a querer reinsertarnos en el sistema, para poder comprar un auto o una tierra. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Cuando comentaban los problemas inmobiliarios que tienen aquí, pensaba que es un ejemplo claro del conflicto entre el capital y la vida, un ejemplo de cómo funciona una economía centrada en el mercado. Porque es justamente el mercado inmobiliario, el poder de los capitales, el que impulsa las operaciones inmobiliarias. Pensaba (y ahora se torna muy clara la discusión) que parte de todo esto deriva de la ausencia regulatoria del Estado. Que se pueda hacer cualquier cosa con los alquileres tiene que ver con que el Estado no regula el mercado inmobiliario, no regula el uso de la tierra, o lo regula para beneficio de ciertos sectores. Reconocer esto nos lleva a discutir acerca de los límites de las formas actuales con que se representan los intereses de las mayorías. Estos ejemplos de lo que está pasando en la región dan cuenta de los límites de la democracia representativa para poner la vida en el centro, para respetar y garantizar condiciones de posibilidad para las vidas. Me parece que esta es una discusión que a veces nos cuesta afrontar: que esta democracia no está abriendo espacios y no está dando las respuestas que necesitamos. Sin embargo, son discusiones que debemos afrontar y promover. ‒ ¿Qué otras experiencias hay de formas asociativas o redes, que se hayan sostenido o que hayan profundizado su 139


contenido o su fuerza más allá de los momentos de crisis? Pregunto para nutrirnos de ellas. ‒Flora Partenio: Cuando hablé sobre las políticas del Estado de promover o no promover la economía social, estaba intentando responder a la pregunta sobre el diálogo tenso con los gobiernos progresistas. Durante el gobierno macrista está claro que se desarmaron millones de programas, se demostró una política para PyMes y para la economía social muy pobre. Fue una política de la anti-industria y de apertura de las importaciones. Por ejemplo, los recicladores y recicladoras urbanas en La Matanza recibieron apoyo del gobierno local; pero, por otro lado, el gobierno obligó a los recicladores y recicladoras a inscribirse al monotributo. Esto fue una estrategia de control de esas experiencias por parte de la gobernanza; que le exigía a quien quisiera brindar un servicio público para el municipio que se formalizara. Esta estrategia de control, que se aplicó sobre todo en los municipios, estaba dirigida a personas con recorridos muy marginales, personas que nunca habían tenido un empleo formal. De este modo, que estas personas comenzaran a tener monotributo significaba un impulso masivo de formalización. Y esa formalización también significó una estrategia de control sobre las cooperativas. Las cooperativas debieron formalizarse en el sentido y con las condiciones que impuso el Estado. En cuanto al monotributo social hay mucho para seguir debatiendo. Y en cuanto a la pregunta que nos hicieron, sobre cómo vemos la situación política, puedo decir desde el lugar donde habito (sin generalizar respecto a todo el país) que la situación política actual es muy grave. Es una política de expulsión de las personas de la tierra, que es parte de una política general que sucede en varios continentes. América Latina y África son dos territorios en los que la expulsión sirve al control de la tierra, para inversión turística o para políticas extractivas. Y esta política de expulsión tiene que 140


ver con una captura total del Estado por parte de las grandes corporaciones. Es decir que los gobiernos provinciales y nacionales ya no responden a intereses populares. Esa captura total del Estado implica que la lógica de expulsión se va a profundizar. No sé cuál es la sensación aquí en la Patagonia sobre todo esto, pero en los últimos meses recorrí varios lugares, en charlas, encuentros, foros de cooperativismo, y percibí que hay cierta expectativa en torno al resultado de las elecciones nacionales. Desde mi mirada feminista creo que el resultado de las elecciones no va a resolver nada. Más bien creo que se van a profundizar cuestiones estructurales que ya estamos padeciendo; gane quien gane se va a sentar con el FMI para renegociar la deuda, y van a profundizar muchas otras cuestiones de fondo que ya forman parte de los pilares que sostienen este país. Lo que ustedes expusieron, la crisis por el hábitat, exige un tratamiento urgente. Es una crisis que atraviesa los márgenes del conurbano bonaerense y los centros turísticos. Soy de las que piensan que sólo a través de un feminismo anticapitalista, un feminismo del 99%, que vaya tejiendo diferentes luchas, será posible construir un proyecto político alternativo a lo que se presenta. Los paros internacionales de mujeres mostraron que el trabajo que nosotras hacemos es lo que está moviendo el mundo. Si nosotras dejamos de trabajar, se detiene todo. Este Estado, que tiene que garantizar la universidad pública, a la hora de contratar personas que realicen la limpieza de las universidades terceriza el servicio a empresas, a compañías que tienen un convenio colectivo totalmente diferente al que tiene el resto de la planta no docente. Esto está pasando en gran parte de las universidades públicas. ¿Y tenemos un movimiento estudiantil levantado en armas para decir “no más tercerización”? No. Grandes universidades, grandes rectores (grandes por el peso político que tienen), cierran acuerdos con grandes mineras, que son las que sostienen económicamente los institutos de investigación, las 141


becas, las formaciones académicas en el exterior. Todos estos problemas no van a solucionarse con las elecciones y son parte, creo yo, de una cuestión estructural. Por eso la crítica de la economía feminista es una crítica real, de profunda materialidad. Reconocemos las condiciones materiales que tenemos, y sabemos que estas contradicciones van a persistir, gane quien gane. Esa es mi mirada personal. ‒De hecho, con el panorama que hay en Chubut, la crisis podría profundizarse. Esta crisis hizo que nos recontra endeudemos, que estemos súper precarizados. En ese contexto, el conflicto docente y los conflictos contra la megaminería de Chubut sirven de prueba piloto. Si la población deja de enfrentar el modelo extractivista, se replicará en todo el país. ‒Están preparando la situación para que la provincia quede en bolas, así la megaminería se presentará como una actividad que nos va a salvar. ‒Estuve viviendo en Chubut hasta hace un par de meses, en Trevelin. Allí realizábamos marchas permanentemente, por un montón de temas. Ya nos sentíamos desgastados y pensábamos: ¿cuántos frentes más tendremos que confrontar? Éramos docentes, mujeres oprimidas, mujeres laburantes, que necesitaban capacitaciones para alcanzar determinado sueldo. Ese bucle de conflictos en el que nos meten, crece… Es tremendo. ‒Flora Partenio: En cuanto a esto que cuentan de Chubut, quiero agregar algo que conversábamos en Esquel. También para pensar la pregunta acerca de qué organización política es capaz de hacer frente a este esquema. El feminismo viene alentando, y muy desde las bases, una interpelación muy fuerte a los dirigentes sindicales. Nuestro modo feminista es encontrarnos, replicar las asambleas, generar espacios donde las compañeras compartan sus problemas. Creemos que es importante no esencializar la sororidad, sino valorar los verdaderos lazos que van sosteniendo compañeras y compañeros en la lucha. Las prácticas de nuestro sindicalismo son profundamente burocráticas, 142


profundamente machistas. En relación a eso hay una reflexión fuerte para hacer, porque las compañeras, desde las bases, están interpelando a esos dirigentes. En el paro del 8 de marzo nos preguntábamos qué harían los sindicalistas: ¿qué posición iban a tener frente al paro internacional que hacíamos? ¿Iban a descontarles el día a quienes paraban? ¿Iban a escribir un comunicado de apoyo? El día del paro hablé con las compañeras bancarias, que son el primer sector que cierra paritarias, el sector que sale más beneficiado en los acuerdos; ellas tienen dirigentes que se muestran progresistas, y sin embargo el día del paro las compañeras estaban atendiendo bancos de la Provincia de Buenos Aires. Entonces les pregunté cómo podía ser, si no iban a parar; y me respondieron que desde el sindicato sólo les habían permitido salir una hora antes para ir a la marcha en la Ciudad de Buenos Aires. También es importante preguntarnos qué sindicatos van a enfrentar la reforma laboral, porque en algún momento la van a querer implementar. Está claro que las lógicas de las grandes centrales sindicales no van en el sentido en que están yendo las mujeres, las lesbianas, las trans, que es saliendo a las calles a enfrentar el ajuste. Creo que también hay que pensar todo esto buscando un diálogo profundo con los referentes del movimiento cooperativo. ‒Nosotros teníamos una discusión muy grande en torno a diferenciar el movimiento cooperativista de las empresas recuperadas. Un sector de las empresas recuperadas discutíamos si debíamos adoptar o no el cooperativismo como forma jurídica, que es a lo que nos obligaba el Estado; pero sabíamos que el Estado está condicionado por un carácter de clase, porque gobierna para una clase, no gobierna para nosotros. En la empresa recuperada somos trabajadores que controlamos la producción, no somos cooperativistas. Nosotros nos adueñamos de los medios de producción. Entonces esta discusión por la figura jurídica es una 143


discusión de poder, de poder sobre la propiedad privada del patrón con la que nos quedamos, y contra el Estado que viene a defender al patrón. Yo viví todo eso durante diez años, éramos treinta y dos tipos que no hubiésemos podido hacer eso ni por casualidad si no fuera porque hubo una sociedad que rodeó la fábrica, la defendió, la sintió parte de su comunidad (porque éramos parte) y todo ese apoyo nos permitió desarrollar nuestro proyecto. El proyecto lo desarrollamos desde la Cooperativa Gráfica Patricios que, cuando ves todas las cosas que hizo, parece Disneylandia: una radio comunitaria, un colegio secundario, un centro de salud odontológico con equipamiento de Holanda, una fundación que envía médicos de un hospital público a formarse al exterior con dinero de los trabajadores. Y en el Hospital Argerich de Buenos Aires las técnicas de trasplante las sostiene económicamente la cooperativa Patricios desde la Fundación Argerich que funciona adentro de la fábrica. Incluso desarrollamos un canal de televisión cooperativo comunitario. Todo esto lo hicimos discutiendo dentro de un panóptico: un espacio físico grande como un escenario. En ese espacio habíamos visto a gerentes que nos controlaban los tiempos, que nos explotaban. Por eso nos preguntamos qué queríamos ver ahí, en lugar de eso. Y un compañero dijo: “Ahí quiero ver algo que me de felicidad. Quiero ver pibes”. Así fue que decidimos hacer una escuela secundaria junto con el Estado. Hoy en día los pibes molestan, en la radio nadie participa, en el canal tampoco, se convirtieron en compartimentos estancos, y los trabajadores están dispersos, metidos en cualquiera. ¿Qué nos faltó? Política. Proyecto político. No tuvimos un proyecto sindical o reivindicativo, ni tuvimos definición política. No tuvimos un proyecto político que fuera capaz de conservar principios; y lo único que terminamos haciendo fue autoexplotarnos. No podíamos hacer otra cosa, porque estamos dentro del capitalismo. Con el 144


tiempo, las relaciones de intercambio continuaron siendo las mismas. A pesar de estar dentro del capitalismo, es importante reconocer que no pudimos generar un proyecto político cuyos principios tuvieran que ver con los intereses de los trabajadores. Por eso el proyecto se diluyó. Sigue existiendo pero es cartón-piedra, es una escenografía. La radio tenía cincuenta y dos organizaciones sociales que eran parte de la dirección. Hoy la dirección de la radio son cuatro tipos rentados que cobran salarios. Antes nadie cobraba salarios, porque nos motivaba un interés social. Pero empezaron a aparecer pautas, dinero que el Estado nos daba, y ese dinero tiene el objetivo de comprar las conciencias. Si no tenés un proyecto político claro, podés recuperar una fábrica pero no va a servir de mucho. La fábrica sola no alcanza. Y si dejás de lado tus armas, como pasó en Colombia, y vas a votar a un candidato, puede pasar que te maten en el día de las elecciones. En Colombia están matando 400 dirigentes sociales y populares de los movimientos sociales por año. Por eso creo que tenemos que pensar cómo implementar realmente todos los cambios que queremos realizar. Creo que es una obligación de todos los que apostamos a construir lazos y formas de organización social que sean humanas, profundamente humanas. De eso se trata: de no perder la humanidad. ‒El conflicto central del capitalismo es entre el capital y el trabajo. ‒Nos tenemos que cuidar de la cooptación de los proyectos que suelen ejercer los gobiernos progresistas, atender al maquillaje, no dejarnos seducir y caer en la trampa. Esto es responsabilidad de cada uno. ‒Dos meses después de tomar la Gráfica, nos dimos cuenta de que habíamos estado dos meses sin ver a nuestros pibes, mientras las compañeras se quedaban en las casas, sosteniendo (andá a saber con qué) el hambre y las 145


necesidades de ropa de los pibes, las cosas de la escuela. No sabíamos sobre la situación de ellas en las casas, no teníamos ni idea. Éramos treinta y dos varones. Lloramos mucho cuando nos visitó Norman Briski, que había escrito una obra de teatro sobre la toma de nuestra fábrica y sobre la recuperación del espacio. La obra se llama Maquinando y fue vista por todo el país. En la obra se habla de esto. Él recrea una conversación imaginaria, entre dos de nosotros, y nos hace reflexionar acerca de lo que había pasado atrás de nuestra toma, acerca de quiénes habían sostenido la toma de la fábrica. La toma no se hizo en la fábrica sino que se hizo en las casas, consiguiendo la comida para los pibes todos los días, aguantando ser madre y padre, con todo eso. Eso era sostener el proyecto. Nosotros pudimos darnos cuenta de esto a través de la mirada de alguien que vino de afuera, un intelectual que consideró que estaba bueno contar nuestro proceso. Y al contarlo agregó su visión, pudo reconocer algo que nosotros no habíamos visto. ‒Uno de los temas que me quedó resonando, y que tenía ganas de comentar y compartir, es el de la invisibilización de la economía feminista. Esto sucede hace mucho tiempo. ¿En cuántos lugares, en cuántas organizaciones militamos? ¿En cuántos espacios estamos resistiendo? En el Encuentro de Mujeres participé del taller Cooperativismo, asociación y economía social, y uno de los puntos que tratamos fue la invisibilización de la economía feminista dentro de las organizaciones de la economía social. En la economía social seguimos reproduciendo cosas de la vida cotidiana. En el taller planteábamos que, dentro de la mayoría de las cooperativas, organizaciones y asociaciones reconocidas por la comunidad, la mayoría somos mujeres. Y somos las mujeres las que seguimos reproduciendo el no reconocimiento de ese trabajo. Y seguimos reproduciendo de alguna forma la sociedad patriarcal, las condiciones que hacen que sea imposible tener acceso a los lugares de poder para poder 146


transformarlos. En nuestra asociación cultural Antu Quillen, de Epuyén, la mayoría somos mujeres, también. Y somos las mujeres quienes nos ponemos al hombro más funciones de las que ya tenemos. Por el solo hecho de ser mujeres, nos ponemos al hombro muchas cosas, según el estereotipo de sostener la familia, la mesa, la comida, a les niñes. Dentro de las mismas organizaciones reproducimos esta costumbre de estar al frente de estas funciones. Y a la vez estamos invisibilizadas. Realizamos un trabajo que no es reconocido ni remunerado. Participamos de una enorme cantidad de organizaciones, militancias, espacios. Siempre somos mayoría de mujeres. Estuvimos participando de la reconstrucción social y organizativa del centro cultural Antu Quillen, porque se quemó el edificio. Con un grupo decidimos no sólo reconstruir el edificio, sino también trabajar el aspecto social, desde una mirada política, social y económica, no solamente comercial; porque el lugar se estaba tiñendo de eso solamente. Y con una compañera hablábamos sobre cómo retribuir ese trabajo, que está históricamente invisibilizado. Y es muy difícil abordar este tema porque es un lugar de disputas. ‒Flora Partenio: Podría contarte la experiencia que tuvimos en una cooperativa: comenzamos a medir los tiempos, a mapear los tiempos que cada une estaba sosteniendo, desde su función, dentro de la cooperativa. Algunas compañeras estaban en el sector de producción, otras en la administración. Una tensión que se daba habitualmente era que quienes estaban administrando no eran reconocidas, porque estar en la línea de producción era lo que más se reconocía, lo más palpable dentro de lo que hacía la cooperativa. No se reconocía el valor de quienes trabajaban haciendo trámites, gestionando, yendo a la fiscalía, al juzgado a seguir el recorrido de los documentos (durante el proceso de acreditar o constituir una cooperativa). Aunque lo hicieran porque era lo único que podían hacer, o aunque lo hicieran habiéndolo 147


elegido, mayoritariamente eran compañeras. Y lo mismo con quienes hacían las tareas de limpieza. Parecía ser que la gestión de lo administrativo y la limpieza no tenían el mismo peso que las tareas de producción material concreta. Entonces hicimos un ejercicio, que fue hacer el seguimiento durante una semana de los tiempos de cada tarea, dentro y fuera de la cooperativa. Intentamos relevar todo el trabajo que se hacía. A veces había personas que decían: “Eh, pero vos no viniste en todo el día a la fábrica”. Y otras respondían: “No vine porque estuve en el municipio gestionando, o estuve en Bromatología”. Bueno, así tratamos de medir los tiempos utilizados en cada tarea y después los mostramos en un taller; para explicar quién, en definitiva, estaba sosteniendo a quién; no intentábamos hacer esto sólo para retribuir el tiempo con dinero, sino para comenzar a visibilizarlo. Había mucho trabajo que se hacía fuera de las paredes de la fábrica, tareas que tomaban más tiempo que el de una jornada laboral, y que a veces implicaban que una compañera o un compañero llegara a las 10 de la noche a su casa, después de haber estado en una reunión política. Y esa reunión tenía un sentido, para tejer lazos, articularse con otres, pelear incluso una expropiación. El resultado de este mapeo5‒realizado en medio de la lucha de largo aliento que es poner en pie una unidad productiva, sea con las características que fuera‒ indicaba que no quedaba tiempo para dedicar al autocuidado. Ese tiempo era igual a cero. Todes estaban tratando de sostener y poner en pie la producción, entonces el margen de tiempo para autocuidado, para tener un tiempo libre y otras cosas, era muy poco. ‒Me gustaría retomar un tema que se mencionó en el encuentro que tuvimos en el Paraje: sobre cómo las clases más bajas, sobre todo las mujeres, subsidian al Estado. Me 5  Ver el mapeo en www.iconoclasistas.net

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parece que nos sirve para construir el argumento que a veces nos falta para sostener ciertas discusiones. ‒Tomando el estudio que se hizo en Uruguay: se cuantificó el trabajo de las mujeres y se averiguó que todo el trabajo de cuidados realizado por ellas contribuye en un 22,9% al Producto Bruto Interno de ese país. Así, podemos afirmar que ese trabajo está subsidiando al Estado. ¿Por qué? Nosotras criamos a un hije, le enseñamos a levantarse temprano, a lavarse los dientes, a cumplir con el horario para ir al colegio, a no contestarle mal a la maestra, todas esas cosas. Es decir, estamos durante años preparando a una persona para convertirse en mano de obra para trabajar, para servir a la sociedad. A esto se le llama tarea de reproducción de la fuerza de trabajo. Ese trabajo que hacemos cotidianamente, que no está cuantificado en dinero, contribuye enormemente o subsidia al Estado, porque el Estado no nos paga para que nosotras generemos esa futura mano de obra (digo “nosotras” porque somos quienes en general estamos a cargo de los cuidados). Eso, además, implica lucro cesante, si lo querés poner en términos económicos. El tiempo que vos le entregaste a la educación de tu hije para que aprenda a levantarse temprano, el tiempo que dedicaste en hacerle un juguito, peinarle, todo eso es tiempo que no utilizaste para vos misma; es tiempo que no pudiste usar para militar, por ejemplo; es tiempo que te impidió ir a la asamblea, leer o, sencillamente, es tiempo que no pudiste usar para ganar dinero en el mercado. ‒No se pretende cobrar por el trabajo de cuidados, sino visibilizarlo. ‒Claro, pero hay que tenerlo en cuenta para pensar el tema de los subsidios. Si alguien nos dice que somos vagas y que tenemos hijes para cobrar una asignación, o sea un subsidio, tenemos que contestar con esto: “Nadie nos está pagando todo lo que hacemos para mandar a les pibes al colegio y generar ciudadanos”, estamos haciendo trabajo de 149


reproducción. Silvia Federici, a la que tanto nombramos, en los años setenta lanzó, junto a un grupo de feministas italianas, una campaña internacional pidiendo un sueldo al trabajo doméstico. Ellas no pretendían que les paguen (pedir que nos paguen por quedarnos “adentro” sería toda otra discusión), sino que intentaban que esta campaña, de alcance internacional, cumpliera el objetivo de visibilizar este trabajo6. Es como dice Corina: en un momento el feminismo, en diálogo con el marxismo, pudo militar esto, pero después en los ochenta y noventa ese debate se retrajo. Y sin embargo sigue interesándonos ahora, que estamos haciendo un nuevo análisis. Afirmamos que no queremos el dinero, pero cuantificar el trabajo no remunerado nos sirve para la discusión. ‒Recordaba un libro de un antropólogo que se llama Mujeres, graneros y capitales: economía doméstica y capitalismo7. Allí se analiza el tema de las migraciones y los discursos xenófobos, y cómo el sostén de esta población que trabaja por muy poca remuneración se tiene que hacer cargo de las mismas unidades domésticas, y allí el trabajo recae también en la mujer. ‒Fui docente y recuerdo que hace diez años, no sé cómo será en la actualidad, cuando inscribíamos a los chicos en las escuelas se les preguntaba a las familias de qué trabajaban. Alguno respondía: “Soy cantautor”. Y cuando le preguntaban cuál era el trabajo de su esposa, contestaba: “No, mi señora no hace nada, es ama de casa”. Pero esa familia quizás tenía cinco pibes. Entonces, después teníamos que hablar con les hijes, y les preguntábamos qué hacía la mamá: “Nada, está en la casa”. Así podíamos seguir preguntando en diferentes campos… 6  Para profundizar al respecto se puede leer el libro de Silvia Federici, Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, Buenos Aires, Tinta Limón, 2018. 7   Se refiere al libro de Claude Meillassoux, México, Siglo XXI, 1977. 150


‒En relación a las tensiones que pueden surgir dentro de una empresa recuperada entre los compañeros que trabajan en la producción y quienes trabajan en la administración, la gestión o la limpieza, quisiera decir algo sobre el producto. El producto es un fetiche tangible que da cuenta del éxito de todo ese emprendimiento. Entonces, de alguna manera funcionamos con esa lógica todavía, creyendo que la producción vale más que otras tareas. Y también es una trampa. Cuando mostramos el producto que hicimos puede resultar impresionante, puede parecer que nos justifica y que justifica toda nuestra vida laboral, pero en realidad lo que le da sentido a nuestras vidas es justamente todo lo que es intangible, lo que no se vende, lo que no se puede pesar, lo que no se puede medir. El cariño, la ternura, el cuidado, la dedicación, la contemplación, el transitar colectivamente por un mundo que todavía tiene algunas cosas que no se han destruido, aunque no son muchas, queda algo. ‒Las cosas más sencillas nos siguen generando las sensaciones más profundas; la sonrisa de un bebé, que es infabricable, que no la provoca tejer un pullover. Esas son las cosas no asibles y no reproducibles que nos provocan las sensaciones importantes. ‒Qué pesado es seguir transmitiéndoles el mensaje de mala madre a las mujeres que tienen hijos. Nos dicen que somos malas madres si no estamos a disposición de construir una crianza que coincida con todo lo que es necesario para crear un “buen” ciudadano. ‒Yo quiero expresar que, si bien la economía feminista se llama “feminista”, incluye a todos los géneros; o sea, es una mirada que llevamos adelante entre todes. Ojalá hubiera más hombres en esta juntada y en todas las juntadas en donde se habla de estos temas, porque una economía feminista es posible si la hacemos entre todos y todas. ‒De hecho, el capitalismo patriarcal y machista también lo construimos entre todos y todas. 151


‒Es necesaria una autocrítica permanente, observar lo que hacemos en cada momento para no pisar el palito, tratar de ser coherentes a cada paso; esa es la gran tarea. La Red Jarilla habla justamente del trabajo de hormiga. Hay una imagen donde se puede ver el dibujo de una hormiga que va llevando una hojita y en cada una de las nervaduras se leen frases: comer lo que se piensa que se debería comer; hacer lo que se piensa que se debería hacer; dejar en paz a la madre naturaleza; ser como se dice que hay que ser; respetar de verdad a la madre naturaleza. Esto habla de que la coherencia es necesaria cotidianamente, la practicamos a lo largo de la vida. Ahí está, esa es la tarea.

Ilustración de Patricia Espósito realizada para el libro “Germinación del Camino”, de Adriana Marcus, Zapala, Ed. Ediciones de la Bruja, 2006. 152


San Martín de los Andes Prov. de Neuquén 24 de octubre de 2019



San Martín de los Andes, 24 de octubre de 2019 En San Martín de los Andes, el encuentro tuvo lugar en el Teatro Municipal San José, un cálido edificio construido como capilla en 1923, en el centro de la ciudad. Una red de redes, convocada por el grupo local de la Red Jarilla, consiguió el espacio para recibir a Corina y Flora y a les vecines que participaron del conversatorio. Una ronda colorida y ceremonial acogió a la gente y facilitó el intercambio, reflejando los aspectos filosóficopolíticos, sociales y espirituales de los caminos de viditancia1 que transitamos. Las Socorristas en Red de Los Lagos2, que fueron parte de esta convocatoria, engalanaron la antigua iglesia con pañuelos verdes por el derecho al aborto y prepararon una mesa de alimentos saludables y libres de material descartable. Todo fue un regalo amoroso para les participantes. La murga feminista La Minuta cerró la charla cantando, con voces de denuncia colectiva y esperanza. Así, esta ola expansiva que atravesó montañas y lagos dejó buena semilla en el pocito sanmartinense. A continuación, presentamos el diálogo que siguió a las exposiciones de Flora y Corina. 1  Viditancia es un neologismo asumido por la Red Jarilla de Plantas Saludables de la Patagonia que pretende reemplazar el sustantivo “militancia” y el verbo “militar”, porque remiten a las Fuerzas Armadas. Viditancia significa “militancia por la vida”, refiere a la energía vital y entusiasta que se pone al servicio del cuidado y el sostenimiento de la vida. 2  Se puede visitar el sitio de Socorristas en Red – Feministas que abortamos en www.socorristaenred.org 155


‒Quisiera saber mejor qué es “la línea del 99%”. ‒Corina Rodríguez Enríquez: Esta idea del “feminismo del 99%” deviene de una discusión que hay a nivel global sobre la desigualdad y de algunos ejercicios de cuantificación histórica que dan cuenta de que esta desigualdad fue aumentando. La evidencia es que el 1% de la población tiene tanta riqueza como la mitad de la población. Siguiendo esto, el feminismo del 99% sería un feminismo que piensa en ese 99% de la población, y no en el 1% que acumula la mitad de las riquezas del mundo. Además, esta perspectiva propone que el feminismo debe asociarse necesariamente con visiones como la ecología, los movimientos sociales, el cooperativismo, por ejemplo. Como documento de esta postura, existe un manifiesto del feminismo del 99% que es un decálogo de la propuesta desde esta visión3. ‒Justamente hoy al mediodía tuve un intercambio con mi hijo. No sé nada de teorías económicas, pero usualmente leo o escucho lo que pasa: el PBI, la destrucción, la teoría del “derrame”. Lo que yo le decía a mi hijo es que me parece que para las ciencias económicas el hombre no existe, solo existe la resolución del número, que el PBI coincida con determinada expectativa, que se negocie la deuda. Hoy en día la academia sigue formando personas que trabajen en este sentido. Para que haya una contrapartida hay que partir de una base teórica que tenemos que transformar. Mientras en las facultades y las academias sigan enseñando esas teorías, ¿cómo se hace para instalar otra cosa, que puede crecer por abajo, si la academia sigue formando de esta manera? Excepto dos o tres personas, todos dicen lo mismo. Entonces me pregunto, además de pensar y practicar otra economía, como hacemos aquí, ¿cómo podría ingresar esta economía al ámbito académico y político? 3  Se refiere a Feminismo para el 99%. Un Manifiesto, de Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser, Buenos Aires, Rara Avis, 2019. 156


‒Corina Rodríguez Enríquez: Respecto de este tema, tengo una experiencia para contar. Yo estudié economía en la Universidad de Buenos Aires y cuando terminé la carrera, el día que me recibí, salí de la facultad y dije: “A esta facultad no vuelvo nunca más y todo lo que aprendí acá no me sirve para nada”. Y las vueltas de la vida me hicieron volver a la universidad hace dos años. Y volví a raíz de cierta situación que se vivió en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, una situación de acoso por parte de un profesor. Un grupo de estudiantes se movilizó, en principio para denunciar a este profesor y tratar de que lo desplazaran. Como consecuencia de eso, se gestó la posibilidad de incluir una materia en la currícula de la carrera de economía que se llamara “Economía y género”. No pudimos nombrarla “Economía feminista”, porque el Consejo Directivo no iba a aprobar ese nombre. Pero ya desde la primera clase lo primero que dijimos fue: “Esto es economía feminista”. Es una materia optativa, de grado, pero me parece que es un ejemplo de cómo podemos ir abriendo de a poquito algunos espacios. En mi experiencia como docente de esta materia (hace cinco años que existe), debo decir que cada año se inscribe más gente para cursarla, a pesar de que es una materia optativa. Y se inscriben muchachas y muchachos casi en igual proporción. Hay gente que quizás se inscribe porque le sirve el horario; pero luego de atravesar la cursada se encuentran con algo en lo que nunca habían pensado, con literatura que nunca habían leído. Y algunos de los chicos y chicas que cursan la materia dicen: “Es la primera vez que veo algo heterodoxo; no me refiero sólo a que es teoría feminista, sino a que es teoría heterodoxa”. Creo que eso mismo es lo que hace que la materia sea atractiva, y va cambiando el tipo de gente que se anota. En mi experiencia veo que en el ámbito académico esto está extendiéndose un poco. En diferentes maestrías, carreras y disciplinas hay demanda de que se dicten seminarios de economía feminista; por eso 157


yo creo que está empezando a suceder cierta incorporación de literatura de economía feminista en materias diversas. De a poquito se va sembrando esta posibilidad. Por otro lado, me parece que hay mucho desafío, para quienes trabajamos desde la academia, en sostener una posición de investigadora del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), lidiar con las exigencias del concepto “publicar”. ¿Para qué estar en el CONICET? ¿Para publicar en una revista científica en otra lengua, que se publica en otro país y que no lee nadie? Es un esfuerzo enorme sostenerse dentro del sistema de ciencia y técnica, porque se rige con una lógica productivista. Me parece que incautar ese lugar y disputarlo es parte de la estrategia. Y lo tercero que diría es que nada de lo que hacemos en la academia tiene sentido si no se combina con el activismo, con los diálogos en los territorios. En este sentido, mi experiencia es con la disciplina de la economía, pero creo que en general hay muchas académicas feministas que están dando esta batalla y pensando en estos términos. ‒Me parece que dentro de esos ámbitos académicos es más fluida la discusión feminista y es más fácil promover esos conceptos y esa militancia que dentro de los núcleos familiares, que ya vienen con un patriarcado muy instalado. Dentro de las familias es mucho más difícil debatir que dentro de un ámbito académico. Dentro de una familia habrá cuñados, suegras, suegros, hermanos en los almuerzos del domingo, y me parece mucho más difícil interpelar a ese pequeño grupo desde la familiaridad que desde una cátedra. Eso es lo difícil, ir modificando a la familia ¿Este trabajo es más difícil en el núcleo familiar que en el ámbito académico? ‒Yo veo un renacer de lo que estamos hablando. Las generaciones más jóvenes están enseñando todo un cambio. Y que se estén trazando estas redes posibilita que la discusión pueda volverse cotidiana y que salga a la luz. ‒Voy a poner una cuota de pensamiento pesimista. Pienso 158


que lo que comentaba Corina, acerca de los nuevos acuerdos con el FMI y sus capítulos de género, demuestra que nuestras construcciones y nuestros quehaceres son tomados por el sistema para transformarlos en una porquería. Por ejemplo, durante las crisis construimos de manera colectiva, armamos modelos de economía solidaria y, una vez que logramos consolidar ese sistema, vinieron quienes nos habían despedido del sistema laboral formal y nos rebautizaron como “emprendedoras”. También pienso en esas propuestas que se presentan como la salvación, como los telares de la abundancia; toman lo que estamos haciendo concretamente desde el feminismo y desde otros movimientos para convertirlo, no solamente en otra cosa, sino en algo que nos ataca. ‒Flora Partenio: En relación a la pregunta de la compañera sobre las diferentes reacciones, quiero retomar la situación de Chile, disculpen la insistencia. En mayo de 2017 existió el mayo feminista en Chile; las jóvenes estudiantes del secundario y de las universidades salieron a decir: “Abajo el patriarcado y la universidad del mercado”. Esa bandera colgaba en varias universidades y sabemos que en Chile la universidad no es accesible; las personas tienen que pagar durante toda la vida lo que estudiaron en la universidad. Creo que en esa consigna, que cuestiona la educación de mercado, la teoría económica que la diseña y las matrices de pensamiento que se enseñan en la universidad, hay algo que dialoga con Argentina, porque la lucha contra todas las formas de violencia abrió una suerte de portal para cuestionar el modo de funcionamiento de las universidades. ¿Qué pasó en Ciencias Económicas de la UBA? Como contaba Corina, hubo denuncias contra abusadores y casos de violencia, diferentes tipos de violencia simbólica. Mayo de 2017 es un antecedente interesante en Chile, nos permite pensar en la forma en que se acumulan las experiencias y en la genealogía de las luchas. En Argentina, más de la mitad de las universidades ya tienen un protocolo de actuación contra las violencias. Frente 159


a eso quiero señalar dos cosas. La universidad argentina es altamente positivista y fuertemente patriarcal. Las batallas que se dan desde materias como la de Economía Feminista, las apuestas de arriesgar con programas de postgrado son disputas epistemológicas y políticas. Y tienen altos costos. Las compañeras del equipo técnico que trabajó en el primer protocolo de la Universidad del Comahue (Comahue fue la primera en tener uno, la que abrió el camino) renunciaron a principios de este año. ¿Por qué renunciaron? Porque sufrieron las políticas de desgaste. Que te vacían el presupuesto, que no te den instrumentos, herramientas. En las universidades públicas argentinas la violencia de género abrió la puerta para movilizar instrumentos como el protocolo contra la violencia (este protocolo es una herramienta y no es la única). También se empezó a discutir la paridad de género dentro de las universidades. En Río Negro se discutió, en la de Gral. Sarmiento en Los Polvorines y la Arturo Jauretche, donde yo trabajo en Florencio Varela, también. Pero todo esto es como esas camperas de los ochenta que eran reversibles, ¿se acuerdan? Esta campera de un lado tiene igualdad de género, discursos de equidad de género, y cuando te la sacás, del otro lado, tiene presupuestos, no estamos nosotres ahí. ¿Cuántas personas trans y lesbianas están armando las universidades? Hay sólo seis rectoras en todo el país. Por todo esto creo que la disputa por estudiar otra economía dentro de las carreras de Ciencias Económicas y en otras ciencias sociales es una disputa por cuestionar una universidad altamente positivista y fuertemente neoliberal. Tengamos en cuenta que el feminismo se construye en las calles; una pata del feminismo tiene que estar en las calles y la otra adentro (adentro de la escuela, del terciario, de la universidad, del sindicato). Necesitamos tener estas dos patas, porque sabemos que aparece todo el tiempo la trampa de la igualdad, la trampa de los mensajes 160


políticamente correctos; son armas de doble filo. Y en la universidad nosotras lo vemos. ‒Corina Rodríguez Enríquez: El modelo emprendedor tiene que ver con estos maquillajes. Flora ya lo señaló, creo que el maquillaje es parte de la estrategia del sistema dominante para vaciar de contenido las demandas y la agenda feminista. En algunas dimensiones de la economía eso se ve claramente. Yo les decía que los tratados de libre comercio tienen su capítulo de género. El acuerdo que Argentina firmó con el Fondo Monetario Internacional tenía un capítulo de género. El gobierno argentino se comprometió simultáneamente a ajustar la economía, a reformar el sistema previsional y a hacer la reforma laboral, pero también se comprometió a avanzar hacia la equidad de género. Y los compromisos para medir ese avance consistían en supervisar que las empresas informaran qué cantidad de mujeres hay en sus directorios. Ese es el nivel de compromiso de los indicadores de equidad de género del FMI. ‒Con respecto a lo que decía la compañera sobre los telares de la abundancia, me interesa saber qué opinan, porque en el marco de las estrategias que vemos en la vida cotidiana, quienes no somos economistas y quienes no vivimos en la gran ciudad, tenemos otra mirada. Hay una gran diversidad de estrategias que podemos aplicar, como es el banco de tiempo, el trueque, la minga, el trafkintu inspirándonos y aprendiendo del ejemplo del pueblo mapuche. Y en el medio de todo eso, que es cooperativo, que es tan solidario, que está ligado a la territorialidad y la convivencia, aparecen los telares de la abundancia que a mí me hacen mucho ruido, porque se maquillan con un discurso amoroso, feminista, de cuidado mutuo, de formación de tribu, de sentimientos de pertenencia, pero en el fondo me dan la sensación de usura. Quisiera que me comenten sobre esto. ‒Corina Rodríguez Enríquez: El telar de la abundancia es un esquema muy viejo. Aparece como una cosa nueva pero 161


no lo es. Antes se llamaba esquema de pirámide, esquema del avión, fue adoptando distintos nombres. Es un esquema que para mí es una estafa. Porque está el vértice de la pirámide, que convence a dos personas y ellas convencen a otras dos personas y así se va sumando la gente. Y el telar se va sosteniendo con el dinero que aportan las nuevas personas que se asocian al telar. Lo que pasa es que eso en algún momento se corta. Y entonces quienes ingresaron al telar en un principio recuperan dinero, pero quienes van entrando después empiezan a perder; en algún momento el telar se descose. En el camino, si alguna no tiene el dinero para ingresar, lo pide prestado a quienes ya están en el telar y esos préstamos, en general, son muy usureros. A mí me parece que eso es un mecanismo de circulación de crédito muy añejo y que otras experiencias ya han demostrado que es una estafa para las últimas personas en sumarse, que son la mayoría. Y coincido con tu apreciación de que es muy peligroso el telar de la abundancia, porque es una versión renovada de estas experiencias que ya existieron, y encima utilizan un discurso de la mujer, de la sororidad, de la espiritualidad, de la red. A mí me parecen un engaño, directamente. ‒Flora Partenio: Y es muy interesante observar que esto forma parte del paradigma del emprendedurismo. Podemos hacer un contrapunto con lo que decíamos antes: el macrismo es un gobierno que está dándole señales a los países del mundo para convencerlos de que traigan sus inversiones y de que éste es el momento para invertir. Entonces organizan la conferencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), convocan al G20, que son foros y centros económicos que alientan la idea de que la economía es un asunto individual. Pero como decíamos, frente al conflicto entre el capital y la vida, la salida nunca es individual. Luego, en la lógica de la economía dominante: me puedo salvar yo pero no se salvan mis compañeras del telar. Desde la economía feminista creemos que la salida es colectiva o no 162


es. Por eso, cuestionar la reproducción social es defender la práctica de los comunes, la minga, la huerta comunitaria, la cooperativa, la autogestión. Las compañeras de Chile, cuando discutían sobre el sistema plurinacional de cuidado, insistían con la necesidad de construir bancos de tiempo. Ahora Chile está prendida fuego, y ellas planteaban esto en mayo. El paradigma del emprendimiento se alentó mucho desde estos foros económicos, que están representados por bancos mundiales, por la Comunidad Europea. Sabemos que de estos espacios no va a surgir una solución para nosotres. Observando el caso de Latinoamérica, es claro que el paradigma del emprendimiento está en las antípodas de lo que son las experiencias de economía social, de lazos comunitarios, porque básicamente propone: “Hacé el camino vos como emprendedora, vas a ser exitosa, avanzá”. Esos slogans tuvieron mucha repercusión. Proponen soluciones que cortan los vínculos comunitarios. En octubre del año pasado, con sede en Buenos Aires, se hizo el W20 (W de “women”, es decir, Mujeres 20). ¿Y qué era el Mujeres 20? Era una red con Juliana Awada hablando de emprendedurismo4. Entonces, si la tarea del emprendedurismo implica tener trabajo textil esclavo, como los talleres de Awada, no lo queremos. Sabemos que esas cadenas de producción tienen eslabones muy precarios y muy pequeños, donde una emprendedora exitosa o una empresaria exitosa traza un recorrido opuesto de quienes queremos sostener otras prácticas. Frente a la idea de inclusión laboral o de inclusión financiera, nosotras afirmamos que no queremos “inclusión 4  Juliana Awada es dueña de Cheeky y de otras marcas de indumentaria. Está denunciada penalmente por contratar trabajo de talleres textiles que incurren en el tráfico de personas y la reducción a servidumbre. La empresaria está casada con Mauricio Macri desde el 2010. Para más información ver “Juliana Awada, otra vez denunciada por talleres clandestinos”, en la web Prensa Obrera, disponible en línea: www. prensaobrera.com/politicas/35159 [consulta 10 de junio de 2020]. 163


financiera”, queremos igualdad financiera porque rechazamos la idea de incluirnos en el sistema como últimos eslabones. Estos discursos se apropiaron de banderas históricas del feminismo. Hablar de “empoderamiento económico” fue algo que nació en las luchas del feminismo. Hoy cuando se habla de “empoderamiento” tenés que leer dos veces para entender qué es lo que te quieren decir. ‒A mí lo que más ruido me genera es cuando se invoca el término o la palabra “sueño”. Cuando oigo que algo se hace “para cumplir un sueño”. Se utiliza con motivos perversos. Se invoca la idea de sueño para hablar de un viaje o de la posibilidad de comprarse algo. Yo el único sueño que tengo, realmente, es vivir en una sociedad más justa. Entonces, creo que el discurso del emprendedurismo funciona como quiere el capitalismo que funcionen nuestras necesidades, acotadas, sin lugar a dudas. ‒Yo pensaba en cómo se puede difundir una idea concreta de la economía feminista y cuáles serían los ejes que modificarían esta sociedad en general. Creo que esta discusión ya está instalada académicamente, más allá de las diferencias que puedan haber o de lo que cuesta ser feminista dentro de cualquier institución (la universidad, una escuela, el sindicato). Creo que hay quienes practican una economía feminista sin saber que la están practicando. Yo trabajo en una escuela rural, donde algunas prácticas feministas están instaladas, pero no existe una conciencia de que son prácticas que están modificando y cambiando la vida del resto de la comunidad. A esas mujeres de escuelas rurales, y lo pregunto desde mi sentir feminista, ¿cómo podemos transmitirle todo esto, que tiene un montón de términos que realmente no son inclusivos? No porque piense que les tenemos que enseñar algo, porque ellas nos enseñan a nosotras… Mientras escuchaba todo lo que acá se habla, me acordaba de algunas de mis estudiantes o de sus mamás que practican economía social. Pensaba si ellas nos entenderían o si les serviría escucharnos 164


hablar de esta manera y con este lenguaje. Me pregunto de qué manera podemos intentar llegar a esa gente. Y creo que pensar esto nos lleva a pensar en dónde estamos y quiénes somos. Quizás hay una cuestión de clase que estamos teniendo invisibilizada… Nadie es culpable de nacer en la clase social en la que nació, pero me parece que este espacio no deja de ser académico, entonces me pregunto cómo podríamos transmitir lo que conversamos a otros sectores y de qué manera. ‒Flora Partenio: En nuestro recorrido como activistas, una de las experiencias que, por lo menos a mí, me atravesó fuertemente fue acompañar la situación post 2001, la crisis del 2001, las experiencias de las organizaciones territoriales y piqueteras del conurbano bonaerense. De esa crisis, luego de salir a la ruta o al Puente Pueyrredón, a cortar y hacer asambleas de mujeres ahí, nació un espacio de mujeres. En toda organización sucede, en un sindicato o en una organización política, que si las mujeres se empiezan a juntar solas y aparte, no se considera que eso va a fortalecer a la organización sino que la va a hacer más frágil. Dicen: “Uh… todas estas que ahora se van a juntar… Encima son mujeres y lesbianas. Pero, ¿cómo? ¿Lesbianas no es lo mismo que mujeres?”. Estas situaciones las vivimos siendo activistas, estudiantes, docentes que empezamos a acompañar ese proceso de las mujeres piqueteras. Ellas plantearon: “Vamos a armar un espacio de mujeres, a juntarnos, a hablar de lo que nos pasa”. Y el paso siguiente fue hacer una formación. En las primeras instancias se propusieron hacer un campamento de formación, que implicaba irse tres, cuatro días, para suspender la jornada laboral, suspender la vida cotidiana que llevamos (a veces de doble jornada, triple jornada, muchas acá saben de qué se trata). Como cuando nos vamos al Encuentro de Mujeres. Son días en los que estamos con una especie de paro activo, ¿no? Porque somos capaces de construir modos de formación popular, horizontal. Así, empezamos a entablar 165


un diálogo con las educadoras populares que fue muy importante, se empezaron a tejer lazos. Hoy veo a esas compañeras que en 2001 estaban cortando el Puente Pueyrredón, que en 2002 vieron cómo asesinaban a sus compañeros Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, y hoy se reconocen feministas. Y ese camino fue largo. Para nosotras la llave fue el co-construir y darle espacio a la formación, el estudio; no un estudio de academia, pero sí un estudio, una práctica de escribir. La otra vez, una compañera travesti nos contaba que ella a sus compañeras travestis les aconseja que escriban, les dice: “Escriban como puedan, hagan escritura pobre, pero escriban, escriban sobre lo que les pasa”. En ese recorrido, en ese trabajo de co-construcción fue donde todas nos modificamos. No somos las mismas desde ese corte del Puente Pueyrredón. Y todas esas compañeras armaron una escuela de formación popular sobre feminismos populares, y siguen protagonizando luchas. Ellas lograron hoy tomar su lugar de voceras; porque en 2001 el movimiento tenía un 75% de mujeres y ninguna era vocera. Los referentes políticos eran todos varones. Creo que no hay una llave ni una clave especial para hacer las cosas. Creo que el camino es permanecer en el territorio y construir con las diferencias que haya (de clase, de raza5, de etnia). Esos diálogos no son fáciles porque buscan la interseccionalidad, eso se pregona mucho (una interseccionalidad de clase, de género). Y sostener la interseccionalidad es un trabajo permanente de diálogo, de disensos, de soportar las diferencias. Durante la experiencia de formación nos sirvió de mucho recuperar la historia, no abandonar nunca la historia. Pensar de dónde veníamos, cuáles habían sido nuestras luchas, a quiénes admirábamos en esas luchas. Yo encontré mis referencias en mujeres, en lesbianas, en trans. En la memoria de Lohana Berkins, que 5  Desde la convicción de que no existen las “razas” en la especie humana, aquí el término busca señalar el uso fascista del concepto que, al “racializar” los cuerpos, clasificándolos y dividiéndolos, consigue oprimirlos. 166


era una activista travesti que sintetizaba todas estas luchas. Ella estaba en el corte por la fábrica recuperada, estaba con las piqueteras y también con las compañeras lesbianas. No hay fórmulas de cómo cada espacio o grupo debe formarse: hay que estar y permanecer, dialogar y co-construir. ‒Quiero decir algo que creo que se relaciona un poco con esto, desde otro lado. Yo estudio en la escuela secundaria, tengo 17 años. En los ámbitos donde yo me muevo, tanto como activista como simplemente yendo a la escuela y también habitando las redes sociales, hay algo que es muy común: el adolescente o el joven que está muy cómodo, que no se informa, no lee, no escucha ni nada y mantiene una posición neutral, apolítica. Y parte de los profesores en la escuela también. Y lo que más me inquieta es que nosotras (como mujeres, como adolescentes o como jóvenes) podemos comunicarnos o llegar a esa parte de la sociedad, esos pibes y pibas que no quieren moverse, que no quieren salir de la comodidad y el confort de saber que ellos están bien donde están. Hay un montón de cosas que circulan en las redes sociales, dentro de las escuelas, en las universidades. Información hay. Eso me perturba. Hay información por todos lados; vos podés googlear qué es el capitalismo, qué es el feminismo, cómo funciona esto, cómo funciona lo otro, pero sin embargo muchas personas terminan prefiriendo no informarse: “Yo no opino de esto”. Y esto también pasa en los ámbitos educativos, con los mismos profesores. Yo voy a una escuela técnica y hay una sola profesora mujer, los demás son varones. Y la materia que ella dicta es la única materia humanística: Legislación del trabajo. Ella es abogada y lo único que nos pide es que leamos artículos. Cuando intentamos interpelarla, o cuando empieza a generarse algún debate, ella termina teniendo la palabra, hablando de ella, de lo que ella piensa. Entonces me pregunto qué podemos hacer para interpelar y abrir una suerte de tubo en la mente de los adolescentes o los jóvenes que no quieren informarse, 167


que no quieren escuchar. Quizá hace algunos años era más difícil acceder a mucha información, pero ahora es muy accesible. Es muy difícil sobrellevar esta falta de interpelación en esos ámbitos. ‒Esto que se señala respecto de los adolescentes pasa en todas las edades. A mí me pasa en el mundo adulto y se llama falta de empatía. “Yo estoy cómoda, a mí no me falta y no me importa si a la vecina le falta”. Esto para mí es uno de nuestros grandes problemas como sociedad: hemos perdido la sensibilidad hacia el otro y eso no es una cuestión de edad. ‒Quisiera poner una cuota optimista, un poco de esperanza. Anteayer estuvimos en una de las escuelas tomadas de Lago Puelo. La escuela tiene 300 alumnes regulares, y en la toma había cincuenta. Y les que participaron del taller que ofrecimos en la toma eran menos. A nosotras nos pareció que lo mejor que podíamos hacer era poner el cuerpo y la palabra en esa situación de emergencia y dialogar con elles. Les preguntamos cómo hacían las tareas, cómo estaban viviendo la toma, y todo lo que contaron era increíble. Nos contaron que hacen la tarea en común, no hacen grillas, porque donde ven que es necesario hacer una tarea la realizan. Estaban preocupades porque se termina la toma y tienen que volver a sus vidas. Y sí, no estaban les 300 alumnes de la escuela ahí. 250 están en esa adolescencia que recién describieron, donde no importa nada, pero esos cincuenta, que tal vez hace diez años no existían, están viviendo esta experiencia, que es multiplicadora. ‒Podemos pensar en lo que pasó hace poquito en el CPEM 286 cuando los directivos de la escuela blanquearon unos murales y un grupo de estudiantes salió a defenderlos, convocaron a mucha ciudadanía. No toda la escuela salió a defender los murales, al principio era un grupo pequeño que se fortaleció, y luego se sumaron muchos estudiantes. Pasó 6  Se refiere al Centro Provincial de Enseñanza Media N°28. 168


también con la defensa del boleto estudiantil, tenemos un montón de ejemplos. Y creo que hay fortaleza, hay mucha potencia en los jóvenes. ‒Me parecen muy importantes las sensaciones y las vivencias en nuestro propio territorio, y creo que no hay que pensar en límites políticos. Yo soy de Junín, soy socorrista, soy activista, y mi lugar de mayor militancia es el lugar donde trabajo, la escuela en el campo. Y también llevo mi militancia a otros espacios a los que pertenezco. Tenemos la tarea de seguir trabajando para que la esperanza siga creciendo.

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Zapala

Prov. de NeuquĂŠn 25 de octubre de 2019



Zapala, 25 de octubre de 2019

La propuesta de encontrarnos y conversar acerca de la sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la economía feminista dio lugar a la confluencia de un grupo de mujeres que comenzaron a imaginar, organizar y concretar encuentros entretejidos con otras. Este conversatorio se realizó junto a la Primera Feria de Economía Feminista en el Trabum Ruka. Fue un encuentro social, artístico y político que nos permitió encontrarnos, pensarnos, (re) evolucionarnos… desde lo simple a lo complejo, desde las periferias hacia el centro, de ida y de vuelta. Desde sus inicios, el Trabum Ruka (“Casa de Encuentro”) aloja prácticas autogestivas y solidarias; por eso, encontrarnos allí implica reivindicar esos valores, fortalecerlos y reconocerlos en las prácticas cotidianas, donde el feminismo crece enredado. Luego de la exposición de Flora ‒que esta vez se acercó sin Corina, porque el camino llevó a otros lugares‒ surgió un diálogo entre todes, que presentamos a continuación. ‒Quisiera conocer tu opinión acerca de los telares de la abundancia. ‒Flora Partenio: Los telares de la abundancia son el nuevo nombre de algo que es bastante antiguo en la forma de configurar un negocio. Detrás de la idea de espiritualidad y de sostén entre mujeres, de este discurso engañoso, se construye una cuestión piramidal. Si nosotras construimos un banco de tiempo para sostenernos (la que tiene un hijo, la 173


que no tiene hijos, la que tiene un adulto mayor a cargo) lo hacemos con la idea de compartir cuidados y sostenernos; en eso no está en juego obtener dinero. Por ejemplo, podemos conformar un banco de tiempo: yo con un empleo, con otra que quizás tiene más tiempo que yo porque tiene un empleo de media jornada y con una tercera que está desempleada. El banco de tiempo implica que nos acompañamos y nos sostenemos con nuestros horarios, debido a cierta cercanía en la que vivimos, pero integrar el banco no implica que nadie tenga que aportar plata. Y este banco puede ser chiquito o grande... En cambio, para ingresar a un telar de la abundancia la condición es que aportes dinero, y un dinero alto que llaman “regalo”. Por lo que sé, en Buenos Aires y Patagonia es de 1440 dólares (tengamos en cuenta que hoy el dólar cerró a 65$). Pensemos lo que significa tener ese dinero para una familia, para una mujer jefa de familia o sostén de hogar. En realidad este sistema es una reactualización de viejas prácticas que muchas veces incluyen el engaño directamente, y al mismo tiempo generan la esperanza de que se podrá cumplir un sueño. -Además los telares implican endeudamiento, que es algo de lo que queremos zafar. ‒Flora Partenio: Si quiero entrar, por ejemplo, tengo que pedir plata. Si otra me presta quedo endeudada. Además, para convencer a otras de que entren necesitás estar mucho tiempo en WhatsApp. Imagínense que si yo logro entrar, la condición para sostenerme es hacer entrar a otras, entonces les quemo la cabeza, me siento con ellas, tomamos mate, me voy a sentir tironeada. Tenés que continuar sosteniendo ese sistema. Tenés que estar permanentemente conectada, tener wifi, y en la Patagonia estar conectadas en redes es difícil. ‒Por lo que escuché, este telar en varios lugares funciona como un acoso. Y acá el acosador no es el machirulo, el chongo, sino que se empiezan a acosar las mujeres, ejerciendo una violencia psicológica sobre otras mujeres para 174


presionarlas, para convencerlas de que ingresen a un sistema que no las va a salvar. Y lo más grave es que el telar está usando un discurso feminista, pero con un objetivo que no es feminista, sino todo lo contrario: es capitalista y patriarcal. ‒¿Y los microcréditos? ‒Flora Partenio: Con los microcréditos se produce una maniobra muy clara y es la que hemos visto en los procesos de endeudamiento de los países latinoamericanos, con las recetas del Banco Mundial y del FMI para América Latina, y el lugar central que se les otorga a las mujeres en esos proyectos de “desarrollo económico”. Desde los noventa, una de las políticas que se impulsó en toda Latinoamérica fue la política de generar la inclusión laboral de mujeres a partir de la gestión de microfinanzas o microcréditos. Estas políticas se llevaron adelante en Bolivia, en Argentina (incluso desembarcó el banco de Yunus, de la India), ¿y por qué las mujeres eran las destinatarias de estos microcréditos? Porque en ellas se proyectaba una responsabilidad y una capacidad para usar bien el dinero y poder devolverlo. Si pensamos cómo las mujeres llevamos adelante la economía del hogar, vemos que hacemos malabares. Es más, muchas pueden decir: “Yo de economía no sé nada”, pero son capaces de alimentar a siete pibes, ayudar a una vecina que tiene una discapacidad y no se puede mover, y acompañar a una tía que está sin empleo… Esa persona está haciendo economía. Bien, la estrategia del microcrédito que se desplegó en los noventa y que se actualizó con el gobierno de Macri ubicó a las mujeres como sus destinatarias. Por experiencia, sabemos que esos microcréditos no generaron empoderamiento económico, no generaron inclusión laboral real, y no pudieron generar emprendimientos que se sostengan en el tiempo. Esto se debe a que quien adquiere el microcrédito adquiere una deuda; tiene que devolverla y, a la vez, tiene que sostener por ejemplo un emprendimiento de panadería 175


en un barrio donde ya hay siete panaderías. Entonces, el gobierno te da el microcrédito, la plata, pero no te propone una estrategia de comercialización. Entonces la que obtuvo el microcrédito queda aislada, remándola, endeudada. ‒Esto pasó acá el año pasado, con microcréditos provinciales1. ‒Flora Partenio: Los gobiernos ven a la economía social como el patio trasero o la economía periférica; si vos querés sostener un proyecto de economía social con un microcrédito no alcanza; es sólo un subsidio. De todos modos, las grandes empresas también reciben subsidios cuando tienen bajas en la productividad. Pregúntenle a las grandes automotrices que están en Córdoba qué son los planes Repro2. El gobierno sale a salvarlas para que no despidan gente, para que no suspendan ni detengan la producción. Las eximen de impuestos, generan zonas francas para que estas empresas se instalen. Todas esas políticas son parte de la economía y apuestan a un tipo de producción. Pero los microcréditos son para las personas… Se hizo un estudio bien interesante en Bolivia que cuenta cómo unas mujeres terminaron muy endeudadas con estos créditos, sus emprendimientos no pudieron sostenerse. Aparte, la cadena de endeudamiento genera miedo; quien se endeuda con ellos siente miedo de perder su casa, de que la deuda tengan que pagarla sus hijos. Genera todo un circuito de microfinanzas que no están destinadas a las 1 En el 2018 hubo nevadas muy importantes en la zona de Zapala, con cortes de luz que implicaron la pérdida de mercadería para muchos comercios. En ese contexto, el Estado provincial otorgó algunos microcréditos para paliar la situación de los pequeños comerciantes. 2  Se trata del Programa de Recuperación Productiva (REPRO) que se creó en plena crisis, en 2002, y que alcanza a les trabajadores de las empresas privadas. A través del REPRO, se transfiere una suma fija mensual remunerativa por un plazo de hasta 12 meses; suma orientada a completar el salario de cada trabajador/a/e de acuerdo a su categoría laboral. Todo ello, si el Estado reconoce que determinada empresa atraviesa dificultades que ponen en riesgo el sostenimiento de puestos de trabajo. 176


experiencias cooperativas sino a los microemprendimientos, que son experiencias aisladas, que no son sostenibles en el tiempo, que implican la autoexplotación, tener que trabajar mil horas para sostenerlas. Ustedes aquí ya comentaron muchos casos de endeudamiento que sufrieron les emprendedores y las cooperativas de acá. ANSES supuestamente es el organismo nacional que aglutina todas las formas de protección social: pensiones por viudez, pensiones por discapacidad, jubilaciones, programas para incluir digitalmente a les estudiantes y entregarles computadoras. En el último año ANSES generó créditos Argenta para adultos mayores y para personas beneficiadas por la Asignación Universal por Hijo (AUH). El 95% de los créditos los recibieron mujeres. Cuando se les pregunta a esas mujeres por qué se endeudaron, cuentan que fue para pagar alimentos y para pagar servicios públicos: la luz, el agua, la garrafa de gas. Es decir que este sistema de créditos es totalmente insostenible. Nosotras estamos intentando cuestionar estos discursos y estos proyectos que instrumentalizan a la mujer y que no tienen sostén. Si tenés que endeudarte para pagar la compra de alimentos de la semana o la luz del mes, esa deuda es insostenible. Primero, porque el poco ingreso que tengas lo come la inflación, que devalúa el valor de tu dinero, y segundo, porque estas políticas no están contemplando mantener a las familias o a los emprendimientos, sino que tienen por objetivo endeudarnos. Y condicionarnos. Porque quien tiene esa deuda termina pensando qué pasaría si el gobierno que le prestó se va, si le van a cambiar la cuota o no, qué pasaría si se dispara el dólar… ‒El endeudamiento es la trampa del siglo, te ata al patrón. No podés zafar. ‒Flora Partenio: Por eso pongo el ejemplo del ANSES, porque es un organismo oficial que debería brindar protección social, no endeudamiento. Y es una política del gobierno macrista: tener a todas endeudadas. No es casualidad que 177


el 95% de quienes reciben los créditos sean mujeres; porque los créditos se les ofrecían a todos, adultos mujeres y varones. Reconocer esto nos permite desarmar esos discursos que se presentan como de igualdad de género, como de equidad, pero esconden otra cosa. Un dato más concreto: en septiembre del año pasado, Argentina firmó el préstamo más grande de la historia que tuvo el FMI. La Argentina volvió a endeudarse, así como Ecuador. En los dos países se generaron situaciones similares: los países toman préstamo y el FMI les pone condiciones. Una de las condiciones fue llevar adelante la reforma previsional; otra, la reforma laboral. Estas condiciones también tienen estrategias de maquillaje. Quien quiera puede descargar los acuerdos con el FMI, porque están en internet. Tienen un capítulo de “equidad de género”. ¿Al FMI qué le puede interesar la equidad de género y las mujeres? Pero incluir esos capítulos queda muy bonito. Es una contradicción total: ¿cómo el FMI se va a interesar por la equidad de género si está pidiendo ajuste y reducción del déficit fiscal? Pensemos qué significa en los territorios: reducir el déficit fiscal significa llevar a fondo las políticas extractivistas, cortar todo tipo de obra pública, recortar el gasto social (uno de los ejemplos más puntuales del gobierno de Macri durante la firma del acuerdo fue suspender de un día para el otro 160.000 pensiones por discapacidad; y las tuvieron que restablecer por un fallo judicial). ¡Eso habla del concepto nulo que tienen del sostenimiento de la vida! Estas políticas son las que exige el FMI. ¿Y qué dice ese capítulo sobre equidad de género? El FMI exige que el gobierno verifique si en los cargos directivos de las empresas se incorporan mujeres. ¿Cuántas de nosotras estamos en condiciones de ser directivas de una empresa? ¡Cómo se desarma este discurso si lo vemos de cerca! .‒Trabajo en una institución del Estado, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Allí hay 178


muchos varones y pocas mujeres, y en las reuniones está lleno de directores, coordinadores, nosotras hacemos el otro trabajo, el de menor jerarquía. La pregunta que hago tiene que ver con la ruralidad: ¿cómo podemos integrar al resto de las compañeras? ‒Flora Partenio: Esta misma pregunta surgió en San Martín de los Andes, con compañeras docentes rurales. Quienes están acá presentes, por su trabajo o por las experiencias que están llevando adelante, están vinculadas a experiencias de economía social. Una de las propuestas que se me ocurre es que se podría llevar algunos talleres hacia los territorios. Muchas de esas mujeres tienen al cuidado un montón de pibes, no pueden dejar sus casas y trasladarse largas distancias, incluso les resulta difícil afrontar el costo para trasladarse hasta acá. Creo que sería bueno generar talleres que no arranquen por la teoría, sino desde la reflexión propia, pensando qué es lo que hacen todos los días. Esto que comentás que sucede en el INTA sucede también en el ámbito rural; la mujer aparece como una simple acompañante del trabajo del hombre, como complemento, incluso en los censos rurales. Y les hijes que participan de la producción aparecen como “ayudando”. Nos debemos una discusión de fondo acerca de la tenencia de la tierra, es un temón. Varias compañeras feministas de México lo vienen estudiando: es muy bajo el porcentaje de mujeres que logran tener la tenencia de la tierra. Esto implica revisar la autonomía económica. ¿Cómo construimos otros indicadores de economía rural? Vos lo sabés mejor que nadie porque trabajás en el INTA que, precisamente, realiza esos relevamientos. Muchas de las tareas que hacen las mujeres no son contempladas como trabajo; por ejemplo, cuidar semillas. Estuvimos en una escuela de agroecología, a unos kilómetros de la ciudad de Mendoza. La producción industrial del vino se los está comiendo: les pasan las fumigaciones por al lado. Las compañeras nos contaron que 179


ellas se reconocen como cuidadoras de semillas y que les llevó todo un tiempo reconocer que eso que ellas hacían es un trabajo y es una manera de sostener el futuro de su comunidad, porque conservar esa variedad de semilla es un trabajo silencioso que lucha contra el modelo de Monsanto. Creo que es importante que nosotras pensemos en generar algún tipo de relevamiento propio, algún tipo de indicador propio, asociando el conocimiento de compañeras técnicas, de los movimientos y de nuestras experiencias para visibilizar el verdadero trabajo, porque los relevamientos oficiales no lo están haciendo. Cuidar los animales, entre otras tareas que hacen las mujeres, no debe estar contabilizado como actividad económica. ¿Entonces cuidar semillas no es una actividad económica? ‒A mí me dicen, por ejemplo, que yo trabajo “con las viejas” en la huerta. Desde el INTA es una actividad desmerecida, pero por suerte eso está cambiando. Hace diez años que trabajo con mujeres guardianas de semillas, y ahora se empieza a visibilizar todo lo que hacen. A veces te sentís acompañada, pero a veces te catalogan mal. Trabajamos temas de agroecología y en otros lugares trabajan el modelo del agronegocio. El INTA trabaja con esos dos modelos; ambos modelos conviven dentro de la misma institución del Estado. La institución hace a las personas… pero a veces te juzgan por la institución en la que estás. Incluso entre nosotros mismos tenemos miradas discriminatorias por trabajar en una institución del Estado; eso tenemos que revisarlo. ‒Flora Partenio: Nos tocó hacer un taller con compañeras trabajadoras sociales que son mediadoras de políticas sociales en los territorios. Y nos contaban que tienen el celular disponible las 24 horas; porque cuando van a supervisar cómo funciona un comedor comunitario, las referentes de ese comedor terminan consultándolas por un caso de violencia o por una embarazada que tiene complicaciones. Así se generan redes que van más allá de las tareas que supone 180


un puesto de trabajo. Todo eso también hay que evaluarlo, porque esa red que crece marca una diferencia. Así como en el INTA hay dos modelos, en el Estado hay muchas personas que generan una gran diferencia, que valoran los saberes ancestrales de las guardianas de semillas. Que haya una compañera feminista trabajando con la problemática rural dentro de las instituciones estatales marca una diferencia. Porque las políticas y los presupuestos no los vamos a controlar nosotras, pero a veces podemos generar lazos que exceden nuestro puesto de trabajo. Esas son relaciones que vamos construyendo. Y ahí podemos pensar cómo apostar por otra economía, que no nos lleve a endeudarnos, que nos permita fortalecer redes y laburar colectivamente. Todo tiene sus desafíos. Entre mujeres no vamos a entronizar la sororidad, porque si no volvemos a cristalizar discursos: reconocemos que podemos tener tensiones entre nosotras, que laburar en clave intercultural tiene sus dificultades, pero también sabemos que la salida del modelo dominante es colectiva o no es. ¿Por qué el gobierno local al planificar las compras estatales no le compra a la agroecología? Le compra al agronegocio. Y voy a decir un dato propio de esta etapa preelectoral a nivel nacional: uno de los candidatos, Alberto Fernández, presentó hace unos días un plan contra el hambre. Los datos de pobreza e indigencia, sobre todo en el norte del país, son tremendos. Dentro de la propuesta del candidato se incluye la donación del 1% de las ganancias de Syngenta para combatir el hambre. Syngenta representa el modelo de semillas genéticamente modificadas, transgénicas, con uso de glifosato y pesticidas. Estas son contradicciones. ¿Queremos combatir el hambre con la agroecología y la soberanía alimentaria o queremos combatirlo con el agronegocio? Los dos modelos conviven, como se dijo, pero nosotras apostamos a hacer el ejercicio de desarmar estos discursos (más allá de que no seamos productoras), 181


apostamos a reflexionar acerca de lo que nos quieren vender, a tratar de sacarle la máscara y ver. ‒Me gustaría preguntarte acerca del impuesto a las toallitas menstruales y de los costos de los “productos rosa”. ‒Flora Partenio: En Colombia, unas compañeras de la economía feminista armaron un proyecto de ley para quitar un impuesto que pagan los llamados “productos rosa”. Resulta que quienes menstruamos una vez al mes, no podemos dejar de comprar estos productos de gestión menstrual. Esos productos, como todo lo que compramos, están gravados con el Impuesto al Valor Agregado (el IVA). Entonces el trabajo que hicieron estas compañeras fue pedirle al gobierno que desgrave el impuesto sobre estos productos rosa, justamente porque nosotras no podemos evitar comprarlos. ‒Es un consumo cautivo. ‒Hay quienes no salen de sus casas en los momentos que menstrúan porque no tienen qué ponerse. Y hay personas en situación de cárcel a las que se les dificulta el acceso a estos productos. ‒Flora Partenio: Sí, pensar esto es un ejemplo concreto de cómo pensar desde una economía feminista. ‒En México venden tacos y maíz en las calles, y hace poco el gobierno consideró que esta venta callejera implica una fuga de impuestos y les reprimió. Me pregunto si la economía feminista va a contracorriente de la economía mundial… ‒Flora Partenio: La economía feminista es una apuesta por otra economía, en el sentido de que no va al galope de la economía mundial. Pensemos en Latinoamérica, que es el continente económicamente más desigual y cuyo caso extremo es Chile. Quienes más dinero tienen no son los que más pagan impuestos; a su vez, crecientemente se van privatizando sectores de la vida que son los servicios básicos; cada vez hay más restricción para el acceso a derechos que consideramos universales. La idea de la economía feminista es pensar cómo otras miradas de la economía, que no son las 182


hegemónicas, pueden convivir y desarrollarse. Por ejemplo, la economía feminista intenta pensar cómo pueden dialogar la soberanía alimentaria, la economía social urbana y las estrategias de finanzas éticas (es decir, finanzas que generen préstamos en espacios cerrados donde no haya procesos de endeudamiento usurario); cómo alimentar la circulación de otras monedas; cómo dialogan las infraestructuras para la vida (cómo generar obras en los barrios que no se sustenten en trabajo explotado, experiencias de viviendas populares, cooperativas para crear obras de saneamiento). Un ejemplo pequeño de aplicación de la economía feminista sucedió en Esquel: entre varies vecines trajeron agua de una vertiente hasta cerca de la ruta, construyeron una fuente y les esquelenses van allí con sus bidones a recoger agua. El agua de red no se puede tomar, no podés tomar mate, ni agua de mesa. De manera cooperativa reunieron dinero para comprar los caños y generaron una fuente de agua de vertiente3. Porque, si tenés dinero, te podés comprar un filtro, o comprás agua mineral Villavicencio; pero si no tenés plata, ¿qué hacés? Te envenenás todos los días. Estas experiencias son una especie de revolución silenciosa. Son cosas que pasan día a día en Zapala, en Esquel. Si pensamos todo lo que se está generando, podemos comprender que es una propuesta por construir algo diferente al modelo dominante. Y con respecto a lo que comentaron de México, es claro que allí hay una larga historia de economía informal. Los gobiernos en Latinoamérica adoptaron la política de criminalizar el empleo informal, de criminalizar a los manteros, la venta callejera, sea de reventa o de producción propia, y comenzaron a incautar mercadería. El gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene por política barrer con todo. La mayoría de los vendedores allí son migrantes, entonces la violencia 3  (2017) “La fuente de agua de Esquel. Una conversación entre vecinxs”, en Apuntes para la Cuidadanía. Serie cuidando la Madre Tierra, Nº 2. El Bolsón. 183


que sufren combina su condición de migrantes (muchas veces sin papeles, ilegales) con la desprotección general de la experiencia de criminalización. En México, a causa de las políticas de eficiencia económica, el gobierno firmó un tratado de libre comercio con los países de América del norte que implicó la eliminación de variedades de semillas de maíz. Esta eliminación responde a intereses estadounidenses, ya que Estados Unidos busca imponer su maíz transgénico en el mercado. El maíz es la principal fuente de alimentación en México, la transforman en tortillas, en diferentes productos, y la importación de otros productos alimenticios procesados industrialmente barrió la diversidad de semillas de maíz. Es decir, barrió los saberes ancestrales de comunidades indígenas que durante siglos se habían alimentado con diversos tipos de maíz. Esta supuesta “política exitosa” del libre comercio impulsó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (conocido como NAFTA, firmado en 1994), que generó que comunidades indígenas desaparezcan en materia de producción local. Este contexto macroeconómico destruyó las producciones locales mexicanas y provocó que mucha gente tuviera que migrar a las ciudades buscando empleos precarios e informales. ‒Una cuestión que no estamos abordando, y que debe incluir la práctica de la economía feminista, es la incorporación de mano de obra trans-travesti, que son personas que generalmente no se pueden terminar de formar, que tienen grandes dificultades, con promedios de vida muy cortos. Mientras hoy estamos pidiendo el cupo laboral trans, que es la ley para que se incluya a estas personas en los trabajos estatales, creo que tenemos que pensar entre nosotras, con las ferias, qué hacemos y cómo podemos organizar el espacio para que las personas trans y travestis puedan ocupar estos lugares. La mirada feminista hace que, una vez que se advierten estas cuestiones, no podamos mirar para otro lado. ‒Es importante pensar cómo sostener modos solidarios, 184


que no ocurra solo en momentos de crisis. En la crisis de 2001 hubo muchas experiencias de trueque; teníamos tickets del trueque y practicábamos el intercambio. Y después, cuando más o menos se acomodó la economía, todos volvimos a nuestras individualidades. ¿Cómo hacer para que estas experiencias se sostengan? ‒Flora Partenio: Se me ocurre que ayudaría generar espacios de formación pequeños. Otra cosa que se podría hacer es pensar un mapeo muy artesanal, de esos que sabemos hacer cuando tenemos que organizar un viaje al Encuentro, relevando por ejemplo las actividades en Zapala, los sectores de la economía que están transitando esas experiencias. Con los alimentos, con la producción textil. Hacer un relevamiento nos sirve para saber cuántas somos y qué redes podemos armar. Y cuando se propone ir a una feria “porque es feminista”, está bueno saber qué está proponiendo ese feminismo frente a lo que conocemos. ‒Sucede al revés, en general no vamos a un encuentro o conversa que se llame “feminista” porque es una palabra que está alejada de muchas mujeres, que creen que el feminismo no las representa. ‒Flora Partenio: Hoy nos convocó la economía, pero podríamos reunirnos para hacer mingas y juntar plata, podríamos convocar a las experiencias de emprendedoras de la economía social desde una lógica de diálogo; y así ir armando un relevamiento. Hoy hubo acá muchas compañeras en la feria, con diversidad de producciones. Quizás puede armarse otro encuentro, por ejemplo para dialogar sobre violencia, y así convocar…. Creo que generar un espacio y una convocatoria sirve para encontrarse, y al encontrarse te vas conociendo, extendemos redes. Si no logramos intercambiar, encontrarnos nos sirve para hacernos recomendaciones, para ir promoviendo lo que hacen las compañeras. Se pueden generar charlas, cine debate, actividades alejadas de la economía. Ahí veremos que la economía está en todos 185


lados. Podemos utilizar la experiencia de encontrarnos para que empiecen a circular otras cosas, para conocernos más, sin que sea desde un lugar esencialista (porque “somos mujeres”, como si eso significara que somos buenas y nos queremos todas). Nos encontramos porque estamos concretamente acá sentadas, pensando en otros modos de relacionarnos. Creo que esto también es pensar en otra forma de economía, pensando en la vida cotidiana. Hay otros espacios donde ustedes se encuentran, como feministas, como movimiento de mujeres, como luchadoras, como quienes están parando la olla en sus casas; esos espacios se pueden aprovechar para tramar la economía cotidiana; pensando incluso en cómo funcionan económicamente esos encuentros. En cada uno de los encuentros hay dulces, puestos de libros, producción textil, socorristas. Todas empiezan a conversar cada vez más. Todo esto creo que ya lo tenemos, y se vio en el modo de armar la convocatoria. Se podría alimentar, pensar también en experiencias de formación. ‒Respecto a la práctica concreta de la economía, el espacio de la feria de productores y productoras fue creado en estas condiciones: el 90% de las feriantes son compañeras que sostienen su economía doméstica. Es un espacio a disposición. No es municipal, se sostiene a través de la autogestión y a través de una figura de asociación civil que no recibe financiamiento del Estado. La feria recibió un aporte económico grande cuando nació en 2001, porque hubo créditos individuales para distintas personas que decidieron volcar el dinero a este espacio. Así se construyó, en común, este lugar que después fue creciendo. Hubo una cooperativa de cocineras que cayó, por eso desde hace dos años esa cocina está a disposición para quienes quieran hacer comida los sábados y vender. La crisis hace que las compañeras no se animen a probar, y hace dos meses que no se cocina. Digo esto por si alguien quiere hacerlo, por si quieren prenderse. La cocina está abierta, solamente se pide un aporte de 500 186


pesos para pagar el gas. En la feria van sucediendo otras experiencias de autogestión; por ejemplo, se pintó la sala. La pintaron artistas, un grupo de mujeres que pinta las paredes en colaboración con la feria. Los cerveceros también hacen ferias grandes y ponen un dinero para gestionar las cuestiones de seguridad. Se van dando otras experiencias, en general. Pero la gente tiene miedo de comprar insumos y ponerse a hacer empanadas y luego no vender la producción. Respecto a garantizar cuidados de la niñez, no sucede de modo habitual, solo ocurre hoy en esta actividad4. ‒Flora Partenio: Esto también es pensar en la sostenibilidad de los espacios, pensar en que les niñes estén cuidades mientras dialogamos. Es imposible llevar adelante la economía si no unimos cuidados y trabajo de producción y reproducción. ‒Es difícil lo de los cuidados… ¿A dónde van los niños? 4  A partir de la experiencia de una feria de productores que se realizaba frente a la estación de trenes abandonada, el intendente del Frente Grande, Raúl Podestá, propuso constituir la Unidad de Gestión Interinstitucional de Producción (UGIPRO), en donde participaron todas las localidades de la región. Estaba integrada por la Asociación de Fomento Rural (AFR), por apicultores y artesanos, entre otros. Todos vendían en la feria. Las organizaciones de las AFR ya tenían identificado ese lugar físico frente a la estación y le propusieron a Podestá que los acompañara a conseguir las instalaciones. Así fue que el Trabum Ruka se construyó con dinero que aportaron los productores agropecuarios financiados por el Programa Social Agropecuario (PSA), cuyos beneficiaros eran productores agropecuarios y trabajadores rurales transitorios. Fueron más de treinta personas, diez por cada asociación de fomento (las de El Michacheo, El Salitral y El Cristo). Cada productor recibió dinero individualmente y decidió donarlo y ponerlo en común para construir el Trabum Ruka. Elisa Avila trabajó como técnica acompañando este proceso, y en diálogo personal señala que “fue un proceso participativo de construcción, de diseño colectivo con las organizaciones, con los trabajadores rurales que pusieron la mano de obra. En ese momento se hizo la parte central y las dos galerías, el resto se hizo con aportes de Provincia y de Nación. Pero lo más importante fue el proceso participativo y la construcción colectiva de pertenencia. Pasaron muchos años, más de veinte, es increíble que siga funcionando”. 187


Ahora no hay plata para la guardería, entonces están las abuelas cuidando. ‒Flora Partenio: Entre las propuestas de la economía feminista, el modelo más interesante respecto del sistema de cuidados es el de Uruguay. Crearon el Sistema Integral de Cuidados, con una idea de cuidado de doble faceta: como un derecho, o sea el derecho a ser cuidados y cuidadas, y como un trabajo. ¿Cómo valoramos ese trabajo de quien cuida? Hay que pensar ese valor si queremos estimular que no sean tantas mujeres las cuidadoras. Ese cuidado puede ponerse en valor si incluye formación y aportes a la seguridad social. Uruguay construyó una ley, con los aportes de las organizaciones feministas y de la universidad, que venía pensando en esto. Luego, la propuesta de la economía feminista es que se fomente la corresponsabilidad de cuidados, no solamente al interior de los hogares, sino que la corresponsabilidad sea entre el Estado, el mercado, los hogares y las comunidades. Y también, dentro de los hogares, todos los integrantes pueden ir revisando sus roles, de acuerdo a las diferentes edades. La corresponsabilidad muchas veces se nos vende con discursos, o se la reduce a temas puntuales, por ejemplo, a debatir sobre la extensión de las licencias por maternidad. De hecho, extenderla fue uno de los argumentos para impulsar la reforma laboral (el ex Ministro de trabajo argentino propuso extender a quince días la licencia por paternidad). Los cuidados no se resuelven con extender las licencias, sobre todo porque si tenés un empleo inestable o fuera de la formalidad nadie contempla esa licencia. Creo que deberíamos pensar los cuidados de manera más integral, como la organización social del cuidado; es decir, pensando cómo una sociedad se hace responsable del cuidado de niñes, de adultes mayores y de personas con discapacidad o dependientes. Y después, si se quiere, en un plano más general, podemos pensar que todas y todos tenemos derecho a cuidar y también deberíamos tener la libertad de decidir 188


no cuidar. A veces la que se ve obligada a cuidar es una hermana que se quedó viviendo en la casa de la mamá, y el resto de los hermanos ni aparece, no va a cuidar; la que la cuida es esa hermana, que por ahí tiene que abandonar sus estudios o dejar de trabajar porque tiene que cuidar a la mamá. Y si alguien le pregunta si está trabajando, seguramente responda que no, “no trabajo, estoy con mi vieja, cuidándola”. Incluso si nosotras mismas estamos involucradas en una situación así, no reconocemos que estamos haciendo un trabajo, que no le cobramos a la persona que estamos cuidando, pero es un trabajo lo que hacemos; porque implica estar con alguien, atenderle, controlar que tome su medicamento. Creo que hay que pensar una mayor corresponsabilidad en los cuidados, desarmar esos discursos que se limitan a la idea de extender las licencias. Eso está bien, pero no solamente queremos la licencia, queremos que se valore el cuidado… Si sos adulto mayor y tu familia tiene dinero, quizás te llevan a un geriátrico caro; si no, te quedás en tu familia, sin autonomía. Y retomando lo que se comentó sobre las ancestras, creo que podemos revisar cómo se está pensando la tercera edad en la Argentina, en las provincias, cuáles son las políticas que el gobierno tiene para la tercera edad. No hay políticas, claramente. Y es un problema de clase, porque quien tiene dinero recurre a un geriátrico. Creo que Uruguay es un buen caso para observar cómo pelearon, durante años, diferentes propuestas y proyectos que se cayeron y que, finalmente, en 2005 llevaron a la aprobación de la Ley Integral de Cuidados. Esa ley se sostiene porque, además, el Estado tiene presupuesto. En Argentina tenemos la escolaridad obligatoria en salas a partir de los cuatro años de edad pero, ¿qué pasa con el período de cero a cuatro años? ‒Y también, ¿qué pasa después de esas cuatro horas en la sala? Porque la sala funciona a la mañana o a la tarde. Si 189


alguien tiene un hijo y además de trabajar quiere estudiar, por ejemplo, se le complica. ‒Muchas veces no tenés adónde dejar a tu hijo. ¿Cuáles son los espacios de cuidado que ofrece el Estado? En esto también está en juego la cuestión de la clase. ‒Flora Partenio: Alguien puede decir: “Le dejo mi hijo a mi hermana” o “se lo dejo a mi mamá”, “la vecina me lo mira”, y también: “Abandoné el estudio porque mi mamá se mudó a otro lado y no tengo adónde dejar a mi hijo”. Creo que es preciso exigirle al Estado más presupuesto para que haya más oferta de espacios de cuidado. Como en Uruguay, que cuenta con espacios de cuidado. Y también hay que pensar en diferentes estrategias para remunerar el trabajo, para tener, también, la posibilidad de elegir no cuidar. No porque seamos malas personas, sino para que podamos terminar el secundario, por ejemplo, o trabajar. Tener la posibilidad de no cuidar requiere que alguien lo haga. ‒Estamos formateadas con la impronta de la familia nuclear y sanguínea. “Tengo que cuidarte porque sos mi padre o mi hermana, sangre de mi sangre”. Pero resulta que las biografías son complejas y a veces terminamos cuidando a alguien que nos hizo mucho daño, con quien tenemos los vínculos destrozados. Entonces, poder entender el cuidado como una responsabilidad social, comunitaria, tal vez nos permita salir de esta trampa cultural. ‒Flora Partenio: Hay que revisar el tema en espacios más locales. Por ejemplo, Rosario generó una política de cuidados dentro de la ciudad con más oferta estatal, para que cuidar no dependa de tener dinero; porque si vos tenés dinero, mandás a tu hije a una guardería, lo resolvés, tenés un ejército de personas trabajando para vos. Si vos no querés dejarle tu hijo a cualquiera porque es lo que más querés en el mundo, eso también significa que la persona que lo está cuidando pone toda su atención. ¿Por qué, si es un trabajo tan preciado, se paga tan mal? ¿Por qué el alto cargo de una minera cobra un 190


sueldazo y las cuidadoras que cuidan durante la noche a las abuelas y abuelos cobran tan poco? ¿No se supone que cuidar a una persona es una responsabilidad enorme? ‒Muchas veces quienes cuidan tienen pagos no registrados. ‒Hay situaciones donde hermanos menores quedan a cargo de hermanos mayores… ‒Flora Partenio: También podemos pensar en políticas de juventud. Pensar el cuidado al interior de los hogares, y pensar también en qué responsabilidades hay fuera del hogar en materia de cuidados. Si recibir cuidado es un derecho, la sociedad lo tiene que resolver. El problema es el discurso… Vos llamás al trabajo y le avisás a tu jefe que vas a llegar más tarde porque, por ejemplo, tu hijo tiene fiebre. ¿Qué responde el jefe? “Ese es un tema tuyo, privado, no tengo la culpa de que tu hijo tenga fiebre; acá está lleno de gente, el comercio está abierto”. Que un niño tenga fiebre sigue siendo algo del ámbito privado. Y una cosa más, para redondear: los sindicatos, los dirigentes sindicales, no se encargan de pensar los cuidados. Los sindicatos también piensan que son del orden de lo privado, de lo familiar y el patrón, obvio, si faltás te va a descontar el día. Son varios frentes. También la economía social y solidaria tiene que pensar los cuidados. Tener que cuidar a alguien suele hacer difícil sostener una experiencia en el tiempo, en general te limita. Alguien puede decir: “No voy a poder seguir viniendo a la cooperativa, tengo cuatro pibes en edad escolar”. Mezclar estas dimensiones que aparecen tan separadas es una suerte de ejercicio que hace la economía feminista. Volvamos a vincular lo que aparecía tan separado: familia y producción. ‒Todo lo negociamos con el tiempo, que es vida.

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Ciudad de Neuquén Prov. de Neuquén 26 de octubre de 2019



Ciudad de Neuquén, 26 de octubre de 2019 Desde el Espacio de Economía Feminista Comahue coorganizamos el conversatorio junto con los grupos locales de la Red Jarilla. Este último encuentro se desarrolló en la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue. Como en cada punto de reunión, fue de entrada libre y gratuita, y circularon las cajitas de la abundancia que permitieron sostener colectivamente la gira. Gratamente contamos con amplia convocatoria. Hubo feria de libros, bufet a colaboración y un cierre musical a cargo del grupo de percusión Kausay y de Juana Chang. Luego de la exposición de Flora Partenio, surgió el diálogo que reproducimos a continuación. ‒¿El feminismo es una herramienta que nos ayuda a entender lo que está pasando? ‒Flora Partenio: Al escuchar los discursos progresistas y de izquierda (sobre todo durante el último largo año en el que la reforma laboral fue un tema) me da la sensación de que los sectores de izquierda no hacen una lectura feminista. Creo que para salir de la crisis tenemos que leer en clave feminista, contemplando a las disidencias y diversidades sexuales, y cuestionando fuertemente el modelo económico. No quisiera dejar de lado el tema del endeudamiento de los sectores populares y de las finanzas. Antes comentamos los créditos de ANSES, y también podemos pensar en la 195


Tarjeta Naranja y en otras prácticas usurarias que hay en los barrios. No hay que perder de vista que la economía dominante está montada sobre la ambición de convertir en dinero algo que antes no lo era. Más de la mitad de la banca se mueve por un circuito que no es el formal. Las finanzas se mueven más allá de la banca comercial. Para decirlo de otra manera: la banca comercial (el Banco Nación, el Banco Santander, por ejemplo) presta dinero que tiene; en cambio, la banca “nueva” se mueve por fuera de las reglas de la banca comercial, se mueve en el circuito de las altas finanzas (es decir, administra fondos de inversión privados, ante los que la Reserva de Estados Unidos no tiene control). Esa banca “nueva” presta dinero que no tiene, porque vuelve monetizable la tierra y los recursos. Es necesario que el feminismo tenga esta información acerca de cómo y dónde se mueve la economía de las altas finanzas. Porque desde nuestro deseo de cambiarlo todo, también debemos hacer estos análisis, colectivamente, en los territorios, a partir de experiencias concretas como este espacio de economía feminista que propusieron las compañeras acá, en la Facultad de Economía del Comahue. La mirada de la economía feminista puede ser un aporte muy valioso a las carreras de contador y contadora o de administración, que son carreras con miradas positivistas, patriarcales, neoliberales y racistas. ‒Escucho esto y siento que pertenezco a un grupo humano con otras prácticas cotidianas, donde la mirada está puesta en el cuidado de la vida y no en la reproducción del capital. Pero pienso que me falta cierta información, porque si no observamos determinadas políticas, no podemos percibir de qué manera estamos sosteniendo todo este sistema. ¿A quién estamos beneficiando con lo que hacemos, por ejemplo? Yo pensaba el otro día, si llegara a haber desabastecimiento, no sabríamos a qué territorios ir a comprar alimentos. No tenemos ni idea de lo que está pasando en los territorios que habitamos, y eso me parece que también debemos ponerlo 196


en agenda y pensarlo. Pensar la economía toca la raíz de nuestras prácticas cotidianas. Me siento en la contradicción, por ejemplo, de pedirle al Estado que no produzca más petróleo, cuando a su vez nuestra vida se rige por el petróleo. ‒En este territorio estamos viendo que se está cambiando la producción de peras y manzanas por la producción de petróleo. De todas formas, son unas peras y unas manzanas llenas de glifosato. A mí no me sorprende que el capitalismo y el patriarcado operen de este modo, pero sí me sorprende cómo llegamos a este punto en el que no sabemos en dónde estamos paradas. ‒Traemos los debates feministas, traemos feminismo a la economía, pero seguimos reproduciendo el mismo sistema, reproduciendo un mismo plan de estudio para hablar de costos, de mercado, etcétera. No tenemos una reforma académica que nos permita estudiar la sostenibilidad de la vida. ‒A mí me parece bien hacer este repaso que estamos haciendo, pensar en reclamos al Estado y que a esos reclamos le pongamos una mirada feminista, porque estamos advirtiendo que ni las organizaciones de izquierda ni los sindicatos incluyen una mirada feminista. Pero tampoco creo que la solución ante esto sea ponernos a estudiar, como si estuviéramos decidiendo qué es lo que hay que hacer. Me parece que verdaderamente hablar de feminismo es hablar de revolución, entonces no tenemos nada que pedirle a estos gobiernos capitalistas. La idea de la revolución implicaría que, mientras reclamamos que este sistema se vuelva más soportable, busquemos otras formas de vivir que lo cambien todo. Si no vamos a seguir sosteniendo al sistema siempre. Si reclamamos viviendas, el Estado va a construir viviendas de dos dormitorios con una cocinita en una zona urbana para contener a familias nucleares, heterosexuales, que reproducen el sistema. El Estado puede brindar transporte que te lleve y te traiga del trabajo, y todo lo que haga estará totalmente desconectado de la naturaleza. Por eso creo que 197


es importante salir de su lógica, porque en realidad no la necesitamos. Me parece que una propuesta revolucionaria y feminista no puede no mencionar este tipo de cosas; esto me recuerda el llamado al Encuentro Zapatista. No podemos esperar que el capitalismo sea menos grave, porque no lo va a ser, ni va a cambiar su raíz productiva. A todas nos parece un horror el fracking, y yo creo que muchas personas nos miran y se ríen: “Miren cómo gastan energía en luchar contra el fracking”, cuando el valle está contaminado hace rato y nadie dice nada. También me parece importante destacar que el feminismo tiene muchas urgencias. Matan a una mujer cada 25 horas. Por ejemplo, ¿en qué andan las feministas en Europa? Lo que quieren esas feministas es ganar más que los varones; y si miramos qué pasa acá, vemos que Ni Una Menos exige que nos dejen de matar. Son realidades totalmente distanciadas. ‒Flora Partenio: Hay luchas que, aunque no parecen económicas, lo son. Creo que una primera cuestión es caracterizar la situación. Pero caracterizar la situación no significa que luego vayamos a reclamarle al Estado; yo no dije eso. Para mí hay que revisar lo que tenemos, ver qué es lo que hay. Hay gente que se muere por la ausencia de políticas públicas, y estas muertas son una cuestión de clase (afectan a las mujeres o las travas); pero no creo que la solución sea pedirle al Estado que se haga cargo, sino ver cómo nuestras agendas van permeando en agendas más generales, más económicas. La economía feminista propone dialogar con las finanzas éticas, con la soberanía alimentaria, con la economía social, porque es ahí en donde se están produciendo cosas interesantes. La propuesta es elaborar otras formas de vida de manera cooperativa. Sobre lo que comentaste de Europa, coincido con vos en que el trabajo y la violencia fueron los temas que más permearon en los feminismos en Latinoamérica. El caso de Ciudad Juárez sintetiza la relación que existe entre los 198


acuerdos comerciales, las agendas económicas y la violencia. Allí queda demostrado que los femicidios están relacionados con razones económicas. En 1994 México firmó el Tratado de Libre Comercio, el NAFTA, con América del Norte. Ese acuerdo estableció cosas muy claras, como la implementación de zonas francas con exenciones impositivas y otros beneficios que permitieron que las famosas maquiladoras se instalaran en la frontera entre Estados Unidos y México. Las maquiladoras son las que ensamblan la mayoría de los aparatos que tenemos en los bolsillos. Las maquiladoras proponen un modelo posible, un modelo que genera fuentes de trabajo, en el que se emplea un 99% de mujeres. Las principales víctimas de los femicidios eran compañeras que salían de estas maquilas a las 4 de la madrugada, luego de una jornada laboral de diez horas, y tenían que regresar a sus comunidades, sin transporte, de noche. Entonces, una lectura feminista de lo que pasó en Ciudad Juárez es que el tratado del NAFTA, además de encender el levantamiento zapatista, generó la ola de femicidios. Y el modelo de la maquila, lamentablemente, se expandió por toda Centroamérica; por Guatemala, El Salvador, en donde las compañías siguen ensamblando aparatos electrónicos. También las grandes marcas de ropa, en estos lugares, fabrican con este modelo. Asociar la violencia y los femicidios con el modelo económico es una lectura feminista que venimos haciendo desde el sur. Por eso me parece que el desafío no es pedirle al Estado, estoy de acuerdo con vos, sino hacer una lectura macro y mirar el cuadro grande. Es necesario analizar que las violencias son violencias económicas. Gran parte de las lecturas que se hicieron en México explicaban la situación diciendo: “Son mujeres vulnerables, salen solas por la noche”. De hecho, eso es lo que decía la policía, “vuelven a cualquier hora”. Yo creo que la lectura de la vulnerabilidad de las mujeres es una lectura errada. Esto 199


es lo que señala Jules Falquet1 y ataca lo que considera el principal factor de la violencia: el trabajo en las maquilas. Al atacarlas, violarlas y matarlas las están disciplinando. Por eso no hay ningún sindicato de maquilas; no hay ningún sindicato en serio (tres dirigentes designados por la patronal no lo son). En la maquila no pueden hacer asambleas, no pueden hacer reuniones en la fábrica; la forma más efectiva de disciplinarlas fue matarlas. A veces los fenómenos parecen estar desconectados; lo importante es conectarlos, poder ver la trama que reúne las políticas propuestas en Latinoamérica, el NAFTA desde el año 1994 y el nuevo gobierno progresista de México, el de López Obrador, que volvió a negociar el NAFTA. A veces la macro y la microeconomía pueden observarse en una síntesis, como en el caso de los femicidios de Ciudad Juárez; porque esas mujeres que asesinaron eran la fuerza de trabajo activa que mantenía la maquila. Y como el modelo de las maquilas le resulta tan exitoso al poder, lo implantaron en Guatemala y El Salvador. En San Martín de los Andes una compañera de la Red Jarilla que estuvo hace poco en El Salvador nos contaba que se ven cadáveres a los costados de la ruta todo el tiempo. ‒Las mujeres venimos resistiendo en distintos puntos de América Latina, defendiendo los territorios y el alimento. Sostenemos la vida desde siempre. Sostenemos el sistema extractivista… Deberíamos preguntarnos de qué modo contribuimos a sostenerlo. En todos los países en que hubo fracking se terminó prohibiendo. La fractura hidráulica del fracking provoca temblores y derrumbes en el terreno. Este sistema capitalista extractivista no sostiene la vida; entonces no tiene sentido sostener un sistema que no es sostenible. Me parece bueno resaltar el ejemplo de las compañeras 1 Jules Falquet desarrolla esta tesis en “Los feminicidios en Ciudad Juárez y la recomposición de la violencia”, en Paxneoliberalia. Perspectivas feministas sobre la reorganización de la violencia contra las mujeres, Buenos Aires, Madreselva, 2017. 200


zapatistas, quienes encarando una lucha anticapitalista lograron que en sus comunidades no haya femicidios. ‒Chiapas es un territorio que está en la frontera con Guatemala, y la organización de les zapatistas logró que sus comunidades sean un territorio libre del narcotráfico y libre del feminicidio. Haciendo un poco de historia, me gustaría recordar que una de las primeras medidas que se tomó en las comunidades zapatistas, por iniciativa de las mujeres, fue prohibir el alcohol. Esto lo decidieron como medida preventiva contra la violencia machista. ‒Es interesante ver cómo el zapatismo logra darle una respuesta a este sistema capitalista. Está compuesto por mujeres que no se han alejado de la tierra y que, desde ahí, luchan contra el sistema. Por eso me interesa preguntarnos cuáles van a ser las nuevas formas que nos van a sacar de esta vorágine. ‒Quisiera agregar que los compañeros y compañeras zapatistas se alzaron en armas. Todo lo que están diciendo sobre zapatismo es cierto, pero me gustaría resaltar que han dado batalla al gobierno neoliberal tomando las armas; mientras nosotras no somos capaces ni siquiera de pensarlo. ‒Es que el origen del zapatismo, diez años antes del alzamiento, son las comunidades indígenas de Chiapas junto con las y los compañeres guerrilleros urbanes, que venían huyendo de la gran represión que ejerció el gobierno de México sobre la guerrilla de los años setenta, donde hubo desaparecides, torturades y muertes. Entonces ese alzamiento de 1994 es producto de diez años de diálogo entre las comunidades y estes guerrilleres. ‒En Ecuador, la oposición a las últimas medidas económicas estuvo protagonizada también por los pueblos originarios. ‒A mí me gustaría hacer mención a Rojava (territorio kurdo en el Norte de Siria). Allí las mujeres kurdas son la mayor resistencia contra el fundamentalismo islámico; ellas están practicando una economía anticapitalista y feminista. 201


‒Pensando más el extractivismo, ¿cómo se sostiene? Se sostiene porque hay territorios y cuerpos que son sacrificados y sacrificables. Esto podemos verlo en toda esta zona, donde anteriormente teníamos una matriz extractiva frutícola que, si bien es una forma de extractivismo, es una totalmente diferente a la que tenemos ahora, la del fracking. A pesar de este cambio, seguimos viendo que las poblaciones, sobre todo las mujeres y los niños, son directamente invisibilizados. Tomando las lecturas feministas, podemos pensar por qué está en tan mal estado la Ruta 222, yo creo que es precisamente para alejar a las torres de petróleo, para que no las podamos ver. Por eso vale la pena mirar cuáles son los cuerpos y las formas que sostienen el extractivismo. Aquí las mujeres estamos en primer plano, tenemos que dar la lucha nosotras. ‒En el mismo sentido es importante reconocer dónde surgieron los llamados “asentamientos”, qué cuerpos están en esos lugares. Son mujeres las que están, de hecho. Ahora venimos de un proceso de días en los que escuchábamos los tiros del centro, en el barrio de Confluencia, de donde intentaban desalojar a más de setenta personas; eran en su mayoría mujeres que estaban sosteniendo una toma. En estas situaciones se termina planteando el desalojo de las personas que toman, se pretende “llevarlos a otro lugar”, porque lo que está en juego es el negocio inmobiliario, que convive con el extractivismo. Porque ese espacio donde estaban está en el centro de Neuquén y está pensado para otros cuerpos, que viven de otra manera. Y reivindicar la lucha de los pueblos originarios en Neuquén significa recuperar las tierras. Cuando al mercado le interesa algo, hace a un lado a las personas; no importa si sos mapuche, si sos mujer, si 2  Se refiere a la Ruta Nacional 22, al tramo que une Zapala con la ciudad de Neuquén, la zona petrolera de la provincia de Neuquén, caracterizada por su estado deplorable. 202


hay una ruka ceremonial. No hay un proceso de reparación, te expulsan. Podríamos pensar el tipo de respuesta de un Estado patriarcal: la respuesta que se le da a un hombre no es la misma que se le da a una mujer; esto se ve todo el tiempo en los barrios. A las mujeres se las manda a la casa, a que estén “tranquilas”; a los varones les dicen: “Vamos a ver de qué manera lo solucionamos”. ‒Vivo en una toma, y el agua es lo que nos hace falta todos los días. Hablo del agua porque es la fuente de la vida. Tenemos que guardar el río, sostener el río, porque hace un año y medio atrás se implementó en la provincia la prioridad para el desarrollo del fracking. Cada pozo que realiza el fracking consume 30 mil litros de agua y nosotras en los barrios estamos sin agua en el verano, tenemos que comprar el agua. El agronegocio también consume muchísima agua. ‒Flora Partenio: Pensaba que éste es el último encuentro después de recorrer varias provincias… Encontramos que en la Patagonia hay un montón de experiencias que resisten al modelo de economía hegemónico. Vos hablabas recién de los asentamientos, del fracking y la contaminación del agua, y me acordaba de que el primer día que llegamos estuvimos con les vecines de Esquel que se organizaron autogestivamente para llevar al pueblo agua de una vertiente. Hay varias ferias populares con producción de alimentos; el 95% de quienes están en la feria son compañeras. Son mujeres las que están sosteniendo esa economía. Esta “otra economía” ya está sucediendo; tal vez son experiencias que no tienen más alcance que dentro de una localidad; hay que ir tejiendo estas experiencias y expandirlas. Creo que valdría la pena hacer un mapeo de las zonas con fuerte presencia del extractivismo y de las zonas con todas estas experiencias de resistencia, de ferias populares, con experiencias como la del Barrio Intercultural de San Martín de los Andes que viene construyendo viviendas de forma cooperativa hace 203


catorce años. La potencialidad de estas experiencias es que se pueden entrelazar en una trama más amplia. Estamos en tierra de las Socorristas, entonces está bueno pensar cómo tejemos cuidados y acompañamientos, cómo pensamos esta otra economía.

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Aprendizajes de la Patagonia: un epílogo a la gira “La sostenibilidad de la vida” Buenos Aires, agosto 2020 Corina Rodríguez Enríquez y Flora Partenio Una manera posible de escribir un epílogo es narrar los aprendizajes. Comenzaremos con aquellos que nos transformaron en la gira patagónica que dio origen a este libro y al regresar a Buenos Aires. Van estas páginas a modo de cuaderno de viaje y post-viaje, reflexiones en borrador, apuntes para compartir en futuros talleres, propuestas para seguir andando. ¿Cómo comenzó la idea? Cuando recibimos la invitación a sumarnos a una “gira patagónica” con una serie de encuentros para conversar sobre economía feminista, las compañeras de la Red Rizomas Enredados nos dijeron: “Quisiéramos que vengan a ver la economía feminista en la práctica”. Y eso hicimos, armamos nuestros bolsos y salimos desde Buenos Aires hacia la Patagonia. Nos embarcamos en una aventura de siete días intensos por localidades de las provincias de Chubut, Río Negro y Neuquén. Dormimos y compartimos desayunos, almuerzos y cenas en casas de quienes integran la red que tejió y autogestionó durante meses este proyecto. Armamos mateadas en la puerta de una escuela tomada, en la ruta, en una imprenta de fanzines y en un barrio sostenido por una cooperativa. Hicimos largos tramos para llegar a cada localidad, pasamos por territorios recuperados, por territorios en 205


disputa, por escenarios que han sido testigos de violentas represiones contra luchadoras y luchadores populares, docentes, trabajadores de YPF, estatales, y contra el pueblo mapuche. No eran solo kilómetros recorridos, fue un camino que nos permitió articular una memoria en cada punto de la Patagonia: Teresa Rodríguez, las piqueteras, la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina, Zanón, el Encuentro Nacional de Mujeres del 2008, las feministas de La Revuelta, la Multisectorial contra el fracking, Carlos Fuentealba, el encarcelamiento de Facundo Jones Huala, el Pu Lof en resistencia de Cushamen, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, la colectiva feminista Las Wakoldas, las Socorristas en Red, las docentes María Cristina Aguilar y Jorgelina Ruiz Díaz. Recorrimos kilómetros ganados por el fracking, ganados por Benetton, y kilómetros que se llevaron horas y días de lucha por el agua, por la tierra, por el trabajo y por la vida. En cada encuentro había un tejido de estas historias de lucha, y también de las experiencias que apuestan por otra economía. En cada lugar pudimos conocer modos de sostener las vidas, compartir saberes, aprender y reflexionar colectivamente. La gira en sí fue una práctica de economía feminista y, como toda práctica, nos nutrió, nos generó nuevas preguntas, nos hizo sentir la tensión de las reflexiones cuando las alejamos de las aulas, de las computadoras, de las grandes ciudades, y las acercamos a las experiencias cotidianas de las personas que viven en los territorios. En algunos casos se trató de volver a esos mismos lugares donde habíamos estado hace unos años y, en otros, de compartir por primera vez. Este ejercicio de poner a trasluz con la práctica lo que veníamos pensando, diciendo, activando, se dio en un doble sentido. Por un lado, confrontamos lo que significa el conflicto capital-vida, reconociendo la potencia de una economía feminista crítica. Los territorios por donde anduvimos son 206


una expresión contundente de los riesgos y los daños que la lógica de este sistema entraña para la vida. El extractivismo se constata en los paisajes, en las limitaciones para acceder a los recursos comunes, en las restricciones que las mayorías enfrentan para satisfacer necesidades y deseos. Las marcas que deja el avance de la frontera extractiva se registran en los cuerpos. También reconstruimos la lógica de la austeridad ejercida desde los gobiernos ‒locales y nacionales‒, que en aquel momento (octubre de 2019) impregnaba la vida cotidiana y se manifestaba en el deterioro estructural de la provisión pública. Estos embates despertaron acciones de resistencia, como las encabezadas por les trabajadores estatales de la provincia de Chubut que llevaban (y siguen llevando) meses con medidas de fuerza, pese a la represión. Nuestro primer encuentro en la ciudad de Esquel estuvo atravesado por los relatos sobre esos meses de huelga docente, sobre los bloqueos a plantas petroleras, sobre la devastación del sistema de salud público y sobre la amenaza latente de un extractivismo que se presenta como única salida y fuente de ingresos provinciales. ¿Cuál fue el ejercicio que hicimos colectivamente esa tarde, hablando de economía? Fuimos hilvanando algunas respuestas sobre la crisis, los saldos de la lucha, los callejones sin salida de la megaminería. Recuperamos las voces de docentes que venían de discutir la matriz productiva de Chubut en arduos meses de movilización. Unas compañeras expresaron que en Esquel, en los últimos años, “el feminismo lo está atravesando todo”, en las comunidades, en la vida familiar y en las prácticas sindicales. Desde esa realidad, reconocen la necesidad de construir una economía del cuidado que sostenga la lucha por la educación. Un grupo de docentes y trabajadoras de la economía social alentaron el diálogo entre la economía y la educación y se entusiasmaron con las herramientas de la economía feminista para pensar la Educación Sexual Integral (ESI). 207


Por otro lado, lo que también recuperamos con contundencia en esta recorrida fue la evidencia de que otras formas alternativas de vivir son posibles y ocurren realmente, impulsadas por la práctica cotidiana y la organización colectiva de personas que apuestan desde estos territorios a sostener la vida. Esto lo pudimos ver en las formas de vida de les compañeres que generosamente nos ofrecieron alojarnos en sus casas y compartir sus alimentos. Desde cómo cocinan con los ingredientes de la propia huerta, hasta cómo idean mil mecanismos para reciclar todo lo posible; siempre están atentes a saber si les vecines necesitan algo, organizan traslados y viajes, comparten un lavarropas entre varias familias, apuestan por la formación permanente, o ejercen una actividad a cambio de reciprocidad y no de un salario o un honorario. Estos días también fueron jornadas de aprendizaje sobre los posibles preparados y usos de las plantas que crecen en estos territorios y que conforman el tejido de saberes de la Red Jarilla. Ante cada pregunta nuestra, la respuesta de les compañeres afirmaba: “Esta es para el colesterol malo”, “aquella crece en el patio de Silvia”, “con esta podés hacer un preparado para quemaduras de piel”, “estas plantitas están en Buenos Aires, seguro las viste”. Estos saberes interpelaron nuestros propios modos de vida urbanos, en ciudades que poco producen, todo lo consumen y desechan. En la gira vimos la economía feminista en práctica, como ejercicio de construcción colectiva. Conocimos la experiencia de Esquel, donde el derecho al agua se convirtió en una gesta para vecines que, por el 2012 y durante dos años, armaron en minga una fuente de agua de acceso común, bordeando el camino que va hacia el famoso centro de esquí La Hoya1. Conocimos también el Barrio Intercultural de San Martín 1  Esta historia se recupera en “La fuente de agua de Esquel. Una conversación entre vecinxs”, en Apuntes para la Cuidadanía. Serie Cuidando La Madre Tierra, Nº 2, 2017, El Bolsón. 208


de los Andes, donde la lucha por el acceso al hábitat fue cobrando forma. Allí, un colectivo de personas sin vivienda y parte de la comunidad mapuche construyen un proyecto cooperativo y comparten la tierra, construyen las viviendas, cuidan la huerta del barrio y, entre todes, deciden el diseño de las manzanas y las calles internas. “Las decisiones las tomamos en asamblea. ¡Participá!”, dice el cartel de entrada al salón que comparten socies y vecines del barrio; el salón es un espacio de formación, lugar de lectura, juegos para niñes, y apuesta por lo común. El proyecto piensa un barrio para la vida, y la vida se concibe como interdependiente y comunitaria. La construcción colectiva como ejercicio cotidiano también dio forma a los intercambios en Lago Puelo. En una ronda armada en uno de los parajes, un grupo de tortas que venían de experiencias okupas, lesbofeministas y del anarco-lesbianismo, compartieron sus experiencias y nos contaron cómo se sostienen comunitariamente en la Comarca, insistiendo en el mantra: “Hemos aprendido que solas, nada”. A lo largo de los días que compartimos en la Patagonia cordillerana, conocimos una multiplicidad de resistencias que ocurren en estos territorios, que se evidencian en el sostenimiento de espacios colectivos, en la perseverancia de formas artesanales de producción, en la apuesta por la agroecología, en los modos de comercialización de cercanía y en los espacios de comercio justo, en las ferias que resisten hasta el viento de Zapala y también en las luchas activas por preservar lo público, como la salud y la educación. Entre estas experiencias, está la de la escuela tomada en El Paraje Entre Ríos de Lago Puelo, donde conversamos con les adolescentes (y algunes de sus docentes) que estaban allí, organizando lo doméstico que conlleva toda ocupación, poniendo el cuerpo aún en ese contexto amenazante. En las diversas actividades en las que participamos, los encuentros que tuvimos, las experiencias que nos invitaron 209


a conocer, las comidas (y bebidas) y las charlas compartidas, fuimos confrontando saberes teóricos con prácticas concretas, nutriéndonos infinitamente de ejemplos que ilustran aquello que desde la economía feminista planteamos como una lectura de lógica sistémica. Fuimos descubriendo nuevas formas de entender el trabajo, la retribución, lo necesario, lo imprescindible, lo inútil. Con una fuerza increíble confirmamos nuestra percepción acerca de lo alejada que está la mirada de la economía convencional de la vida de las personas y de sus preocupaciones cotidianas. Y de lo importante y urgente que resulta, por lo tanto, que sigamos fortaleciendo la perspectiva, la práctica y las propuestas de la economía feminista. Por momentos, vimos cómo todas esas prácticas feministas convivían en un mismo espacio: producción, distribución y consumo por fuera de los circuitos mercantiles, radios comunitarias, bibliotecas populares, juegotecas, redes de cuidado, arte, experiencias okupas, acciones de acompañamiento a mujeres en situación de violencia, socorrismos y lucha por el aborto legal. Parte de estas postales se reunieron en nuestra recorrida por Lago Puelo, en la organización tejida en la Junta Vecinal del Paraje Entre Ríos. A medida que avanzábamos en el recorrido, nos llegaban las noticias de cómo crecía el levantamiento en Ecuador y de la revuelta del otro lado de la Cordillera. ¿Qué tenía para decir la economía feminista de estas movilizaciones y paros contra modelos insostenibles? A tan solo 128 kilómetros de Chile, entre taller y charla y en pleno mediodía, nos unimos a un acto de solidaridad con el pueblo chileno. Sobre la plaza principal de San Martín de los Andes, un grupo de chiques hacía grafitis por “El derecho de vivir en paz”, y otras pintaban una bandera con la cara de Víctor Jara. Una secuencia de carteles pintados a mano insistían en voz alta: “Ni las tierras ni las cuerpas son territorio de conquista”, “Con el pueblo siempre”, “Basta de represión”. Por la noche, el “abrazo al pueblo chileno” no sólo estaba en un cartel inmenso sino 210


también en las voces y bailes de una murga feminista que reclamaba por la renuncia de Piñera. Con ese nudo en la garganta, generamos una caja de herramientas colectivas para comprender lo que estaba pasando por las grandes alamedas y para compartir lecturas y sensaciones que nos acompañarían en cada uno de los encuentros que siguieron. Varias cosas han quedado resonando desde la gira y nos han servido para abordar este tiempo nuevo, raro, incierto, que nos está tocando vivir en el contexto de la pandemia por Covid. Un tema que surge con recurrencia se vincula con uno de los mantras de la economía feminista: la necesidad de descentrar los mercados. En nuestros días en el sur vivenciamos y escuchamos sobre la organización de múltiples prácticas no mercantiles de producción, de intercambio, de cuidado. Y también fue un tema abordado en las conversaciones, donde nos preguntábamos: ¿qué espacios deberían quedar afuera del mercado? ¿Qué prácticas se sostienen más allá del Estado? ¿Cómo podemos pasar de una idea de lo público a una idea de lo común? Esta última pregunta es un desafío explícito a pensar de modo diferente el lugar que les damos a las políticas públicas desde la economía feminista. En los territorios que recorrimos, fueron numerosos los ejemplos que muestran que, frente a la incapacidad del Estado, la respuesta es la organización de las mujeres. Y nos quedamos pensando, ¿hay alguna articulación posible entre esta organización de las mujeres en los territorios y la organización de las políticas públicas? ¿Hay formas en que las políticas públicas puedan fortalecer esa organización vital, en lugar de obturarla o de tratar de modificarla? Otra de las consignas, con la que solemos insistir, es la de sostener el aprendizaje y la generación de saberes en contextos situados. Nacidas y criadas en el AMBA, nos trajimos de la gira patagónica una valiosa reflexión sobre 211


las formas de construcción en escenarios de ruralidad, que a su vez evidenció el sesgo urbano que puede portar nuestra perspectiva. Uno de los elementos más impactantes de este sesgo es nuestra manera de entender los tiempos; porque los tiempos son otros en el sur, son otros en las ciudades más pequeñas, en los pueblos y en los parajes aislados. Y el tiempo, su uso y su distribución, es un tema clave en la mirada de la economía feminista. ¿Cómo podemos complejizar nuestra mirada sobre los usos del tiempo, sobre los trabajos, sobre las actividades múltiples que realizamos las personas, tan determinadas por los entornos donde vivimos? Porque venimos de la economía feminista, lo cuestionamos todo, no solo cuestionamos el sistema sino también nuestras prácticas. Una de las incomodidades que tuvimos que abordar fue reconocer el turismo como una industria extractiva. Para quienes vivimos en Buenos Aires, los territorios patagónicos son la imagen de la postal en la que quisiéramos estar el próximo verano. Para quienes los habitan, el turismo y el llamado agroturismo representan el avance de prácticas que implican el desplazamiento de la población local en “temporada alta”, el colapso de la infraestructura, el incremento en los precios de los bienes y también de los inmuebles y alquileres, representan la generación excesiva de residuos y el deterioro del entorno. En el turismo, la tensión entre generación de ingresos económicos y sostenibilidad de la vida se expresa en toda su magnitud. Y nos deja pensando, sin respuestas fáciles. Esto es un ejemplo, entre tantos otros, donde quedan expuestas las tensiones de los procesos de transformación, y al exponerse estas tensiones tenemos que pensar en transiciones deseadas (¿y posibles?) hacia un mundo con menos mercado y más vida. Asimismo, cuando hablamos del conflicto capital-vida, intentamos reconstruir de qué modo se intersectan las diversas luchas y qué implica el encuentro entre prácticas y resistencias. Aquí se pone en juego otro de los ejes de los 212


feminismos y de la educación popular: el diálogo de saberes. En esta gira nos preguntamos por formas alternativas de producción, por los modos de sostener las vidas, y también nos encontramos con experiencias donde dialogan y conviven proyectos con diferentes visiones. Tejimos y escuchamos diálogos de experiencias del pueblo mapuche, okupas, feministas, agroecológicas, de la economía social y los emprendimientos, de la feria popular. ¿Será que a partir de estos diálogos también es posible superar dualismos y esencialismos? ¿Cómo dialogan los proyectos de Küme Felen con las miradas del buen vivir, de la economía social y de las vidas que, como dice nuestra amiga Amaia Pérez Orozco, merecen ser vividas? Hacia el final del recorrido, en Neuquén, una compañera invitó al baile como modo de agradecimiento y despedida. Entre las palabras finales de esa gran ronda se escuchó decir: “Hablemos de feminismo y hablemos de revolución”, “busquemos otras formas de cambiarlo todo”. Hagamos todo eso con feria, murga y poesía feminista.

Tensiones entre prácticas, alternativas y coyuntura pandémica. ¿Cómo podemos imaginar una transición hacia un mundo que ponga la vida en el centro? En la última estación de esta gira, en la ciudad de Neuquén, una de las compañeras de la gran ronda que se armó en la sala de la Universidad del Comahue preguntó: “¿Todo se vuelve a acomodar después de las crisis?”. Al día siguiente, los resultados de las elecciones presidenciales marcaban el fin del macrismo. Volvimos de la Patagonia a fines de octubre, en la recta final del año, en las vísperas del verano. En los inicios de 2020, cuando brindamos por última vez con Adriana 213


y Verónica, no imaginamos que dejaríamos de vernos por muchos, muchos meses. La pandemia del Covid-19 nos dejó en cuarentena. Un escenario inimaginable en el que se han puesto en evidencia de manera exacerbada muchas de las cuestiones y problemáticas que habíamos planteado en los diversos conversatorios, y sobre las que nos habíamos quedado pensando desde entonces. Entre ellas, las problemáticas pre-existentes a la pandemia, como la crisis del sistema sanitario público, la crisis ecológica y la de los cuidados, entre otras. En este contexto, en el que estamos escribiendo este epílogo, los diálogos de la Patagonia ponen de relieve una agenda urgente. Mientras los discursos hegemónicos se preocupan por la caída de la actividad económica y de los mercados, ¿qué está en juego en la disputa por la “nueva normalidad” en estos territorios patagónicos? Cuando la estrategia frente a la pandemia nos encierra y nos pone en suspensión, hay cosas que siguen funcionando casi como si nada pasara. En algunos territorios las empresas extractivas no entraron en cuarentena, pero en otros están preparando el terreno para su arribo. Los conflictos derivados del ajuste en las finanzas públicas provinciales no se revierten. Se levantan muros sanitarios garantizados por el control y la represión, que se extienden con renovadas excusas. La síntesis de este entramado puede reconocerse en la provincia de Chubut, donde llevan meses de atrasos en el pago de salarios a les trabajadores estatales, y avanza la represión y la criminalización de la protesta social con la misma fuerza que se impone la megaminería como salida a la crisis. ¿Qué tiene para enseñar la realidad chubutense a quienes asociaron los cuidados con las fuerzas policiales durante la cuarentena? La pandemia expone el conflicto capital-vida con más claridad que nunca. La propia expansión acelerada y globalizada del virus constituye una representación muy simbólica de hasta qué punto la vida está en peligro. En esta situación 214


se expresan con contundencia las tensiones sobre las que hablamos en el sur: ¿Quiénes cuidan? Durante los meses de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) se puso de relevancia la necesidad de los cuidados. El “quedate en casa” sólo es posible si en la casa hay un trabajo de cuidados reproduciendo la vida cada día, en forma desproporcionada, y que generalmente es asumido por las mujeres, lesbianas, travestis o trans. También quedó en evidencia la debilidad de un sistema de salud público devastado por décadas de ajuste, un sistema privado de salud insuficiente, ineficiente y costoso, y las precarias condiciones de les trabajadores de la salud que nos tienen que cuidar, poniéndose elles mismes en riesgo. ¿Quiénes pueden quedarse en casa manteniendo los medios y condiciones de vida más o menos habituales? Durante el aislamiento se evidenciaron los nudos de reproducción de las desigualdades. Las personas de entornos más precarios no pueden mantener el distanciamiento social y carecen de las condiciones de higiene más básicas, por lo que se contagian más el Covid y más aceleradamente, además de ser más destratadas por el sistema de salud. También, quienes viven en estos entornos tienen más dificultades para sostener sus medios de vida (muchas veces vinculados con actividades de supervivencia, que generan ingresos día a día, en la vía pública, en el comercio informal, en el trabajo doméstico remunerado). En materia de acceso a la conectividad, las brechas digitales se han exacerbado con la cuarentena, evidenciando la segmentación en la provisión y cobertura de servicios de internet y la disparidad por provincias, zonas de residencia e ingresos (se puede tener datos en el teléfono celular pero no contar con dispositivos para lograr la conexión, por ejemplo). Y son les niñes y adolescentes de estos hogares quienes tienen más dificultad para sostener la educación virtual, ya que se exponen a problemas de conectividad, 215


de acceso a dispositivos y a entornos que muchas veces no resultan favorables para la educación en el hogar. ¿Quiénes pueden quedarse en casa y no morir en el intento? La violencia que reina en los espacios que debieran protegernos hace que quedarse en casa no sea seguro para muchas mujeres, lesbianas, travestis, trans y niñes que padecen violencia machista. Les niñes y adolescentes LGBTIQNB+ también están expuestes a violencias homolesbotransodiantes en el contexto de aislamiento, sin posibilidad de acceder a redes de cuidados que les sostengan. Muchas personas trans y travestis han sido desalojadas a pesar de los decretos nacionales que lo impiden. ¿Quiénes son esenciales? Esta pregunta habilita una discusión sobre los trabajos. En tiempos de cuarentena se evidencia que hay algunos trabajos que son “esenciales”: el trabajo en la salud, en la producción de alimentos y bienes básicos, en el transporte público, en la distribución de bienes de consumo, en la limpieza de los espacios urbanos, y otros de los que podríamos prescindir (nunca se ha puesto tan en evidencia la no esencialidad y, más aún, la peligrosidad del trabajo en las finanzas y en el extractivismo). ¿Cómo se sostienen las fuentes de ingreso en pandemia? El cierre de ferias populares y mercados callejeros en el contexto del ASPO ha implicado la ausencia de ingresos durante meses para quienes viven de esos circuitos, principalmente mujeres. En algunas localidades de la Patagonia, recién en agosto de 2020 se están reiniciando, con mucho esfuerzo, estos espacios de comercialización. ¿Quiénes hacen funcionar los motores? Durante la pandemia se ha evidenciado la crisis energética. Podemos volver a Neuquén y preguntar: ¿de qué modo se ponen en jaque las recetas y los discursos que veían en Vaca Muerta “una salida” durante el contexto electoral? La discusión sobre la soberanía energética es impostergable junto con el debate 216


sobre los bienes comunes y sobre la contaminación en territorios ancestrales apropiados por las empresas petroleras. ¿Dónde viviremos? El acceso al hábitat, el derecho al territorio y la vivienda es otro de los puntos críticos, no sólo en los centros urbanos sino también en la ruralidad, a raíz de las medidas que, durante la pandemia, han favorecido el loteo y quema de tierras y el desmonte de grandes extensiones para el desarrollo del agronegocio y la especulación inmobiliaria. En el marco de la crisis global del sector turístico, sigue sin resolverse el nudo en torno al turismo extractivo/turismo sostenible. Parece que estas tensiones siguen latentes; como dijera una compañera en el encuentro de El Bolsón: “Tiran a un vecino a la calle para alquilar una cabaña”. ¿Cómo viajaremos? La pandemia resaltó aún más las pésimas condiciones de una red de transportes (de corta, media y larga distancia) que es insostenible e inviable, que está privatizada, contamina y es costosa. Nuevamente, frente a la ausencia de políticas públicas que garanticen la accesibilidad, y pensando en los tiempos diarios que implica viajar entre hogares y empleos, nos preguntamos: ¿cómo podemos re-diseñar los circuitos de traslado entre localidades? ¿Podemos implementar usos comunes de vehículos y transportes que nos acerquen y que pongan en cuestión la tensión centro/periferia? ¿Qué políticas para qué idea de normalidad? La pandemia también demostró la distancia enorme que hay entre el discurso y la práctica de las políticas públicas. Al tiempo que se han extendido y multiplicado en tiempos de cuarentena las redes de comercialización que apuestan por la soberanía alimentaria, las instituciones públicas continúan alentando el modelo del agronegocio. En el plano de la producción, se desplegaron medidas para grandes empresas y algunas pymes orientadas a evitar la reducción de los salarios y la pérdida de puestos de trabajo pero, a pesar de estas medidas 217


impulsadas por decretos, un grupo de empresas decidió avanzar con los despidos. ¿Qué palabras usaremos? A lo largo de la gira patagónica hemos hablado acerca de diferentes estrategias discursivas, que funcionan como maquillajes para justificar políticas que afectan la vida de muches. En esa dirección, y disputando los sentidos de una “nueva normalidad”, sería clave preguntarnos: ¿qué discursos no deberían quedar en manos del mercado? ¿Qué palabras, que han dado sentido a nuestras luchas, son nombradas hoy por el poder real? ¿Cómo nos sostenemos entre nosotres? Desde la economía feminista y el ecofeminismo se habla de ecodependencia e interdependependencia. Entre otras cosas, el contexto de la pandemia demostró que la gestión comunitaria es la red que soporta todas las crisis. Esas experiencias colectivas de las que nos nutrimos meses atrás en la Patagonia demostraron, en los barrios vulnerados de las ciudades en las que vivimos, que en la fuerza de la organización, de las lógicas no mercantiles, de la solidaridad, es donde deberían sentarse las bases del tiempo por venir. Estas experiencias no deberían considerarse parte de una “nueva normalidad”; sólo son “anormales” para la lógica sistémica que prevaleció hasta ahora y que nos trajo a este presente incierto. Mientras transcurre la pandemia, se abre la oportunidad de re-pensar cómo se interconectan las diversas formas de sostenibilidad: alimentaria, ecológica, económica, social, de especies, intergeneracional, energética, hídrica. En esos días patagónicos algunas palabras mostraban los lazos construidos en red y hoy resuenan más que nunca: autogestión, mingas, cooperativas, cuidadanía, comunicación comunitaria, viditancia, trafkintu o reciprocidad, caminata grupal, guardianas de semillas, ferias comunitarias, ternura política. Como dijo hace mucho nuestra querida Cristina Carrasco, la economía feminista es una apuesta por otra economía. Esa otra economía que en las comarcas del sur vimos como 218


posible resulta hoy imprescindible. Esa otra economía está hecha de hojas, flores y raíces. Esa otra economía nace de los preparados y de los tejidos que, a la manera jarillense, se enredan, articulan y van mostrando el camino hacia otros mundos posibles.

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Índice Agradecimientos ...........................................................

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Presentación .................................................................. 11 Por Adriana Marcus y Verónica Diz I Conferencias ................................................................. 17 La sostenibilidad de la vida desde la perspectiva de la Economía Feminista ............... 19 Corina Rodríguez Enríquez La apuesta por otra economía: desafíos colectivos, propuestas en construcción ................ 37 Flora Partenio II Diálogos ........................................................................ 91 Paraje Entre Ríos, Lago Puelo, 21 de octubre de 2019 ..... 93 Manifiesto Realista 788 / Por les Estudiantes Autoconvocades del Paraje Entre Ríos ......................... 117 El Bolsón, 22 de octubre de 2019 ................................. 121 San Martín de los Andes, 24 de octubre de 2019 ......... 153 Zapala, 25 de octubre de 2019 ...................................... 171 Ciudad de Neuquén, 26 de octubre de 2019................. 193 Aprendizajes de la Patagonia: un epílogo a la gira “la sostenibilidad de la vida”........... 205 Corina Rodríguez Enríquez y Flora Partenio





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