Revista ocet nº 052 sept dcccxciii

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+Contenido:  PORTADA  LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (S. Vte. Mártir de Roda de Isábena).  CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Pedrarias de Almesto)  EL ARTE MUDÉJAR EN ARAGÓN. (Palacio de Aljafería).  TEMPLARIOS EN AMÉRICA.  LAS CRUZADAS.  LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (San Ponciano y San Antero).  El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS.  CASTILLO CALATRAVO DE ALCAÑÍZ.  LUGARES MÁS MÁGICOS DE ESCOCIA. (Broch de Mousa)  LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (Leyenda de Trezenzonio El Monje Gallego).

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 Federico Leiva i Paredes. Editor y Director.

+Colaboradores:  Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga).  Albert Coll Vilá.  Josep Ricard Vento Belda.  Juan A. Portales.  Frey Jesús.  Fredy H. Wompner

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Non Nobis Domine Non Nobis

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Sed Nomine Tuo Da Gloriam


Catedral de S. Vte. Mártir de Roda de Isábena

La Catedral de San Vicente mártir de Roda de Isábena (provincia de Huesca), es una catedral románica española. Es la localidad más pequeña de España con sede catedralicia. Ha sido declarada Monumento Nacional. La catedral data de los siglos XI y XII, aunque ha experimentado reformas importantes en el siglo XVIII, en que se construye el pórtico sur y la torre que destaca en esta fachada. Aunque todo el mundo la denomina Catedral en realidad la condición de sede catedralicia la perdió en favor de la de Lérida en 1149 (siglo XII) aunque conservó titularidad catedralicia. Actualmente dependiente de Barbastro, de la Diócesis de Barbastro-Monzón. Hoy es Iglesia parroquial de San Vicente y San Valero. HISTORIA El nombre de Roda parece provenir del nombre Arobda, con significación de centinela avanzado. Por tanto podemos entender que la actual población era un puesto de vigilancia avanzado de la zona situado en lo alto de una colina. La historia de la Catedral de Roda de Isábena viene de lejos. El obispo Sisebuto consagró la iglesia el año 819 (siglo IX), pero fue desde que el conde Ramón II conde de Ribagorza (h.950-970) consiguiese la independencia de la Ribagorza; cuando todo el empeño de la casa condal se encaminase a conseguir una diócesis propia. Esto se logró el 1 de diciembre del 956, gracias a que el arzobispo de Narbona, Aimericio, la designara sede con obispo propio segregándola de la diócesis de Urgel. Su primer obispo fue el hijo del Conde Ramón II y su esposa Garsenda de Fesensac, Odisendo, quien la consagró a San Vicente el 17 de noviembre de 957. Esta Iglesia Catedral que sería destruida por el hijo del Almanzor, era de similar tamaño que la actual, de tres naves, cabecera tripartita y cinco tramos. Con los materiales de ella se construiría el nuevo edificio catedralicio.


Tras la destrucción de la primitiva catedral, por parte de Abd-al-Malik (hijo de Almanzor) en agosto de 1006, los ribagorzanos en el 1017 decidieron construir una nueva y encomendaron las obras a un equipo de maestros lombardos. Cuando apenas la obra lombarda comenzaba a hacerse visible, sus constructores se vieron reemplazados por un equipo de maestros navarros que continuaron los trabajos según normas distintas. Sancho III Garcés el Mayor (1000-1035) rey de de Navarra había conquistado el condado y ello provocó que dejase de existir Ribagorza como territorio independiente. En el año 1030 el obispo Arnulfo volvió a consagrar el templo esta vez bajo la advocación de San Vicente y San Valero. Este obispo sería el que mandaría traer los restos de San Valero a la nueva Catedral, de ahí que se erigiera con esa doble advocación. El nombre del maestro que realizó la nueva Catedral se desconoce pero varios autores citan un nombre: Bradilano o Bradila, también conocido como el maestro de Roda. Tras la conquista de Barbastro se traslada la sede del obispado. A partir de entonces se llamó obispado de Roda-Barbastro. Más tarde Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón llevó la sede episcopal a Lérida tras ser conquistada esta a los musulmanes en el 1149, perdiendo Roda la condición de sede episcopal. CARACTERISTICAS El espacio interior de la Catedral se articula en una planta basilical formada por tres naves, la central más ancha y alta que las laterales, cabecera tripartita formada por tres ábsides semicirculares precedidos por un tramo recto. El ábside central mayor que los laterales. Al exterior el central se decora con elementos de estilo lombardo: lesenas y friso con pequeñas arquerías ciegas en su parte superior en alternancia de dos y cuatro entre cada lesena. Unos cuantos vanos en forma de saeteras con arcos de medio punto iluminan el interior de los ábsides. De los tres ábsides el situado al norte es reconstrucción muy reciente, ya que antiguamente se cortó a la altura del techo de la cripta para hacer una sacristía. Por su parte exterior lo que quedó del ábside se tapió con un muro que en la actualidad ha sido demolido y se ha procedido a reconstruir el ábside siguiendo el modelo original de su gemelo sur. El templo queda dividido a su vez por tres tramos más el tramo recto que precede a los ábsides. No dispone de crucero ni de cimborrio, la torre campanario se sitúa en su fachada sur, mientras que el claustro queda situado al norte. La nave central tiene unas medidas de 36,5 metros x 5,85, mientras que las laterales de 28,5 x 3,85 metros. La nave central de la iglesia se cubre con bóveda de medio cañón apuntado sustentada por arcos fajones, mientras que las laterales lo hacen sobre bóvedas de aristas. Los arcos formeros de separación entre las naves son de medio punto. La bóveda que cubre la nave central es de construcción más tardía hacia 1737 (siglo XVIII) ya que se cree que la cubierta original del templo debió de ser de madera. Las bóvedas se apoyan cuatro gruesos pilares cruciformes exentos situados en la nave central. Hacia la cabecera, en primer término la cripta de San Ramón. Lo más destacado de la Catedral es la existencia de una gran cripta bajo el suelo de la cabecera. En realidad son tres criptas: la central y la situada en el lado del evangelio (izquierda) ocupan el espacio comprendido bajo el ábside y el primer tramo del templo, mientras que la cripta del lado de la epístola (derecha) ocupa sólo el espacio inferior del ábside correspondiente.


Esto hace que el presbiterio y el Altar Mayor se eleven sobre la nave central y que sin embargo la cripta quede al mismo nivel que la nave central y se abra directamente a esta. Esta curiosa disposición da como resultado que el templo se divida en dos espacios claramente definidos: la cabecera y presbiterio sobre elevado sobre la nave central, y el resto del templo al mismo nivel que la cripta. Fue el prelado San Ramón (1104-1126), de nombre Ramón Guillermo nacido en Durbán (Francia) el que se ocupó de que la catedral rotense adquiriese su aspecto actual. Bajo el presbiterio y parte de la nave central San Ramón se preocupó en 1125 (siglo XII) de que allí se realizara una cripta cubierta con bóveda de aristas más acorde con las nuevas tendencias artísticas y que vino a sustituir a la que los maestros navarros ejecutaron entre los siglos X y XI. San Ramón fue el mismo obispo que consagró la iglesia de Sant Climent de Taüll en la provincia de Lérida. El Altar Mayor del templo se sustenta en cuatro figuras de ángeles con los símbolos tetramorfos o de los cuatro evangelistas. En uno de los muros laterales del ábside central encontramos una imagen románica de San Juan, único resto que se conserva de un antiguo Calvario que fue quemado en la Guerra Civil Española. Hasta 1936, la Catedral de Roda de Isábena disponía de un gran Retablo Mayor realizado por Gabirl Jolie, pero fue quemado durante la Guerra Civil y pocos son los restos que quedan del mismo. En el interior destaca la capilla de San Agustín, decoradas con pinturas románicas del siglo XII, de las que se conservan unos pocos restos. Se cree que esta capilla podría ser la iglesia o capilla del desaparecido castillo condal. Se trata de una estancia de planta rectangular acabada en un pequeño ábside semicircular. A los pies de esta capilla se encuentra la Sala Capitular de la Catedral que sería construida ocupando parte del espacio que antaño ocupara la Capilla de San Agustín. Esta se sitúa sobre la panda este del claustro, junto a los tres ábsides semicirculares de la cabecera. Esta capilla fue consagrada por San Ramón en el 1107. La entrada a la capilla se realiza por una escalera y una plataforma de madera situada en el exterior, en la calle. La bóveda del ábside se cubre con cuarto de esfera y el tramo recto que le precede con bóveda de medio cañón. En sus muros se representa una escena con el Pantocrátor rodeado de los evangelistas y diversas escenas de santos sin identificar, tal vez San Agustín y San Ambrosio bajo cuya advocación se encontraba la capilla. El elemento arquitectónico más llamativo de la catedral se encuentra en las cabeceras de las tres naves que componen la planta del recinto sacro. Bajo ellas se encuentra la cripta modificada en el 1125 por mandato de San Ramón. La cripta central a la que se accede por una triple arquería de medio punto rebajados realizada en 1650 (siglo XVII), está formada por tres naves de tres tramos cada una. En el centro se encuentra el sarcófago con los restos mortales de San Ramón. Una de las escasas piezas de escultura funeraria románica (siglo XII) que ha llegado hasta la actualidad en Aragón. Es por este motivo que a esta cripta se le llama de San Ramón. El santo fue depositado en el sarcófago el 27 de diciembre de 1170. La cripta se sustenta en pilastras exentas que sustentan las bóvedas de aristas, a través de arcos fajones y formeros. Estas son algunas de sección rectangular, octogonal y redondeada, algunas con capiteles de decoración vegetal de labra muy tosca, al igual que las pilastras. La cripta se ilumina por dos pequeñas ventanas aspilleradas abiertas en el testero del muro, que lo conforma un ábside semicircular. Fue en la cripta que el santo obispo Ramón mandara realizar en donde sus restos mortales recibieron definitivamente cristiana sepultura, depositados en un hermoso sarcófago, que en origen estaba pensado para descansar sobre uno de los muros, es por ello que la parte escultórica se desarrolla en el frontal del sarcófago y en ambos laterales.


En el frontal del sepulcro hoy día situado en el Altar Mayor de la cripta, vemos cuatro escenas relativas a la Virgen y a la infancia de Cristo: La Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Magos. En el lateral derecho: la Huida a Egipto y en su homologo izquierdo una escena con San Ramón vestido de obispo. Los relieves se encontraban policromados como fácilmente se puede apreciar por los restos de pintura que se conservan sobre todo en la escena del santo. La cripta situada en el lado norte (debajo de la nave del evangelio) se encuentra bajo la advocación de San Valero, se cubre por una bóveda de medio cañón y ábside semicircular, este cubierto por bóveda de cuarto de esfera. Esta cripta recibe los nombres de Archivo o Sala del tesoro, por haber cumplido estas funciones en época antigua. La cripta viene a constituir otra pequeña capilla Sixtina del arte románico. En sus muros artistas del siglo XIII ligados al círculo del maestro de Navasa (según el profesor Gudiol) plasmaron con sus pinturas murales al temple todo un mundo románico. En la bóveda podemos ver la imagen del Pantocrátor rodeado por los símbolos de los evangelistas. En un friso podemos ver un calendario agrícola (menologio), donde doce personajes que realizan distintas acciones representan a un mes del año. Además de las escenas descritas también encontramos un par de escenas Biblicas, una de ellas representa a San Juan Bautista en el momento de bautizar a Jesús, y otra escena representa a San Miguel pesando las almas, mientras el diablo hace trampas al intentar decantar la balanza a su favor sujetando el platillo. Otras pinturas representan animales fantásticos y escenas de lucha entre un hombre y dos animales. En lugar destacado encontramos una arqueta ricamente ejecutada con esmaltes de Limoges donde se veneran los restos de San Valero, obispo de Zaragoza y compañero de fatigas de San Vicente Mártir martirizado en la ciudad de Valencia. San Valero según la tradición murió en Enate o Arneto (en la región pirenaica), sus restos fueron identificados por el obispo Arnulfo (10271064) y trasladados a Roda a mediados del siglo XI, con ocasión de la nueva consagración de la Catedral en el 1030, de ahí que como hemos dicho con anterioridad la advocación del templo sea compartida por San Vicente y San Valero. La cripta situada en el lado sur, es mucho más sencilla y pequeña que las otras dos. Destaca sobre todo por unas pequeñas pilastras que reciben el nombre de triple esquina o triple esquinilla ya que se sitúan en los vértices de la nave. La inmensa torre campanario y el porche construidos en el siglo XVIII son la carta de presentación de esta iglesia catedral. De estilo neoclásico fueron levantados en el año 1728. La torre campanario se levantó en el siglo XVIII sobre cimientos románicos. Es una torre de planta hexagonal, formada por tres cuerpos y vanos abiertos a los cuatro vientos. Los dos primeros cuerpos realizados en piedra y el tercero con ladrillo. Se remata con un chapitel de forma piramidal. Siete son las campanas que encontramos en el cuerpo de campanas: Santa Maria del Pilar (1975), San Miguel (1800), Santa Maria (1800), Santa Bárbara (1879), Maria Vicenta (1800), Maria Ramona (1799) y una última fundida en 1997.


La portada románica realizada en el siglo XIII, se abre en la fachada sur, y se encuentra protegido por un porche moderno al que le precede una escalinata. El porche formado por cinco arcos de medio punto rebajados, el central mayor que los restantes, fue realizado entre 1724 y 1728 por el maestro albañil Dionisio Lanzón de Graus y diseñado por Silvestre Colás. Su decoración se limita a escocías y bolas en los perfiles de su entrada. El porche se remata por un frontón triangular en cuyo centro y en una hornacina encontramos una imagen de bulto redondo de San Vicente. La puerta de acceso está formada por un arco de medio punto, con seis arquivoltas abocinadas. La exterior que forma el guardapolvos con decoración de puntas de diamante. Las arquivoltas descansan en seis columnas en cada lado, tres de cada lado de menor entidad y tamaño en alternancia con las gruesas. Las batientes de la puerta se encuentran tallada con lacería de estilo mudéjar, reforzadas por el herraje medieval original. Las arquivoltas se decoran con motivos geométricos y vegetales que descansan en un ábaco corrido decorado con lacería muy bien trabajada. Las columnas tienen el fuste liso y de ellos destacan sus capiteles labrados con temática historiada, y que guarda similar composición que el sarcófago de San Ramón.

LADO IZQUIERDO El Paraíso. Adán y Eva Un ángel con una espada lucha con un dragón de siete cabezas. El Sacrificio de Isaac, por encima de la imagen la mano de Dios. Imagen del obispo San Ramón en actitud de bendecir. San Miguel pesando las almas de los difuntos, mientras el diablo intenta hacer trampas. La presentación en el templo.

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LADO DERECHO La Huida a Egipto. Lucha de un caballero armado con espada y escudo con un león. La Adoración de los Magos. La Visitación. La Natividad. La Anunciación.

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La entrada al claustro se realiza a través de una portada situada en el primer tramo del lado norte de la nave lateral del evangelio. Desde el claustro esta entrada está formada por un arco de medio punto con dos arquivoltas, la interior apoya en pilastras que a su vez sostienen un tímpano liso y la exterior en impostas y columnas. Toda la portada exenta de decoración de ningún tipo. Tiene entrada también desde el exterior por una puerta de medio punto situada junto al antiguo refectorio. Financiado por el rey de Aragón Ramiro II el Monje (1134-1137), fue realizado en tiempos del abad Gaufrido a quien está dedicado el primer epitafio lapidario de los muchos que podemos encontrar en el claustro.


El claustro realizado en la primera centuria del siglo XII es de planta cuadrangular, dispone de cuatro pandas cerrada por arcos de medio punto que apoyan en columnas con capiteles esculpidos con motivos geométricos, vegetales y unos pocos figurativos. En los ángulos de cada galería un arco de medio punto sirve de refuerzo en la transmisión del peso de las arquerías. En algunos puntos del claustro aun podemos ver restos de policromía en sus paredes. El claustro se cubre con techumbre de piedra a una sólo vertiente al exterior y por el interior con armadura de madera que apoya en ménsulas a modo de canecillos. Ubicado en el lado norte de la Catedral, tiene en su centro el único aljibe o pozo que había en la población. En el dintel del brocal figura la fecha de 1608. En el interior del claustro encontramos 191 epígrafes lapidarios, fechados entre los siglos XII al XV. Los mismos se encuentran repartidos en sus muros y en los intradoses de los arcos y suponen el conjunto de inscripciones lapidarias más rico y numeroso de los que se conservan en Huesca. El claustro comunica el templo y las antiguas dependencias como eran la enfermería, el refectorio, la Sala Capitular (panda este) con varias pinturas murales del siglo XIV, el dormitorio y la capilla de San Agustín, consagrada en el año 1107 (siglo XII) con pinturas de comienzos del siglo XII. Por la parte interna de las pandas que forman el claustro y unido a las bóvedas corre una imposta con decoración de ajedrezado del llamado tipo jaques (de Jaca). La pieza más codiciada, es la silla de San Ramón (siglo IX), construida en madera de boj de Toulouse, se encuentra a los pies de la nave de la epístola protegida por un cristal. Junto a ella se encuentran las sandalias, un guante y la mitra de San Ramón que fueron sacadas del sarcófago. La silla de San Ramón fue robada por Eric el Belga en diciembre de 1979 y devuelto por él mismo años más tarde, aunque eso si después de haber sido troceado para sacarlo de España, ya que esta silla se considera el mueble más antiguo de los que se conservan. Una estructura de metacrilato reconstruye las partes que no han podido ser recuperadas y devueltas a este templo. La silla es un ejemplar único tallado en madera con motivos de animales fantásticos de inspiración nórdica y se desconoce como pudo llegar a Roda, aunque se supone que debió ser un regalo a San Ramón por parte de algún personaje del norte de Europa. En la iglesia también encontramos en una pequeña capilla situada a los pies el sudario y la pieza de lino con que fue enterrado el santo. Destacan también el órgano, construido en 1653 (siglo XVII) y que con las debidas reparaciones se encuentra en la actualidad en perfecto estado de funcionamiento. La caja del mismo es obra de Juan Busin. El coro se encuentra situado a los pies de la iglesia, bajo el órgano. Es de madera de nogal, de un sólo orden de asientos y con respaldos. En forma de U, ocupan los tres muros de la pared donde ser inserta. De estilo renacimiento fue terminado en 1720 (siglo XVIII). Distribuido por las distintas capillas encontramos algunos retablos góticos fechados en el siglo XV.

Por F.L.P.


Pedrarias de Almesto Pedrarias de Almesto (o Pedro Arias de Almesto) (Zafra, Badajoz, ca. 1540 - ?), fue un joven español que acompañó a Lope de Aguirre y que para salvar la cabeza tuvo que adaptarse a las circunstancias durante el periplo de muerte que protagonizó Aguirre, apodado “El Tirano”. El pendolista Pedrarias de Almesto (o Pedro Arias de Almesto), nació en Zafra (Badajoz) sobre 1540, en el seno de una familia hidalga (al parecer, emparentado con los Suárez de Figueroa), donde recibió “esmerada educación y cristianos principios”, según las manifestaciones que de él hace Lope de Aguirre, que después de la muerte del gobernador Pedro de Ursúa, por sus cualidades y fácil manejo de la pluma, el rebelde lo tomó como secretario de su funesta expedición por el río Amazonas. Buscando quizás aventuras, mejorar situación económica o satisfacer el prurito de la gloria castrense, Pedrarias de Almesto, era todavía muy joven y se embarca para Indias llegando a Perú, cuando en este territorio se prodigaban las imposiciones hegemónicas y explotaban las guerras de banderías, cuando el territorio era un hervidero de traiciones porque la soldadesca indisciplinada y revoltosa, vagaba ociosa por los diferentes pueblos y ciudades peruanas. EN EL AMAZONAS Ante los conflictos sociales suscitados por esta oscura panorámica, el virrey Marqués de Cañete, toma cartas en el asunto y organiza una expedición para el descubrimiento de El Dorado, con la intención de hacer una limpieza de desocupados. Nombra gobernador de la expedición al navarro Pedro de Ursúa, y con 400 soldados que se han alistado, emprenden la marcha hacia la búsqueda del Dorado. Quizás no encontrando otra cosa que hacer de mayor provecho, de momento, Pedrarias también se alistaba en esa expedición, pero tiene la suerte de que Ursúa lo nombra secretario, y el 26 de septiembre de 1560, desde las empinadas montañas andinas, salían hacia su objetivo previsto, siguiendo el curso del nacimiento del Amazonas. El apuesto Pedro de Ursúa, para que la jornada no se le hiciera tediosa, en contra de lo que se le había aconsejado, se lleva a Inés de Atienza, una hermosa mestiza peruana. Por motivos paternales, Aguirre también se llevaba a Elvira, su única hija, una adolescente de 15 años que le había nacido en Cuzco, producto de la unión con una princesa india. Elvira iba al cuidado de una vieja matrona a quien llamaban “la Torralba”. Desde el primer día que se vieron Elvira y Pedrarias, nacía un inocente romance; y hasta el mismo Lope de Aguirre, pensando en el futuro de su hija, le había tomado aprecio al pulido escribano, y veía con buenos ojos que ambos coquetearan bajo la vigilancia de “la Torralba”. En el futuro, y dada la relación que ambos mantenían, la jovencita se convertiría en su “el ángel de la guarda”.


OPRESIÓN Y MUERTE A los pocos días de la salida, Aguirre comenzará a intrigar y a buscar la forma de hacerse con el mando. Pequeño de cuerpo, andar renqueante, facciones duras y voz potente, tenía la facultad de hacerse respetar y ser temido; y con inusitada maestría, fue ganándose a los revoltosos y formando su partido, y en los primeros días de enero de 1561, asesinaban al gobernador Ursúa y a su lugarteniente. En el discurrir de la travesía los acontecimientos cambian de rumbo y posición, y los Aguirre irán eliminando a los que les estorban o se oponen a su voluntad; así irán cayendo doña Inés de Atienza, don Fernando de Guzmán, el capitán Zalduendo, su amigo Labandera, y hasta el cura Henao… y más de una decena que se atrevieron a discutir sus decisiones, o no estaban conforme con las caprichosas directrices, esas que imponían Aguirre con la espada, o con el garrote vil. Según sus propias manifestaciones, la locura invade a Lope de Aguirre porque se siente olvidado y relegado por el Poder Real, que nada le ha recompensado por los servicios que ha prestados a la Corona. Con esa obsesión y esa panorámica tan sombría, los expedicionarios siguen el curso del Amazonas, salen al mar y enrumban a la isla de Margarita, donde llegarán el 21 de julio de 1561. Nada más llegar, el vengativo y desquiciado Aguirre, convertirá la isla en un cementerio; el gobernador, las autoridades y todo aquel que ose recriminarles el abuso, los pasarán por las armas o le darán garrote. LA ESCAPADA Pedrarias de Almesto, que está muy lejos de parecerse a la jauría de revoltosos que conforman la expedición, ha tragado saliva muchas veces, resignadamente ha seguido de cerca todos los acontecimientos, ha flirteado con Elvira y pacientemente ha esperado para escapar de aquel infierno.


Cuando desembarcan en la isla, finge que le duele un pie y se queda rezagado con la intención de escapar. Pero Aguirre, que está siempre vigilante a todo, se da cuenta de la jugada y lo manda prender para que le corten la cabeza. Pero Elvira, que caminaba al lado de su padre, cuando traen al joven, bañada en lágrimas, le pide de rodillas que le perdone la vida, y Pedrarias de Almesto logra salvarse en aquella ocasión. Pero el escribano, sigue con la idea de escapar y cada día que pasa le aumenta la ansiedad; y máxime cuando logra evadirse, en una canoa su amigo Pedro Alonso Galeas, que al enterarse Aguirre le da un ataque de rabia y se venga con los habitantes de la isla. El tirano está insoportable, desconfía hasta de su sombra; como piensa que los isleños ayudan a los soldados que quieren evadirse, manda prender algunos y les hace darle garrote vil, a doña Ana de Rojas, una de las más respetadas damas de la isla, también la hace fusilar; y hasta un cura que se atrevió a negarle la absolución por sus pecados, también mandaría que le dieran garrote. EL ÁNGEL DE LA GUARDA En cuanto desembarcan en las costas de Venezuela, Pedrarias y su amigo Alarcón, se escapan y se esconden en unos apartados matorrales. Aguirre, monta en cólera cuando se entera y envía una partida para que los busquen, con la amenaza de que si no los encuentran, pagarán con su vida la huida de los dos. Al fin los apresan y los llevan ante Aguirre. Como Alarcón no tiene “ángel de la guarda” será ahorcado y descuartizado su cuerpo. Otra vez Elvira romperá en lágrimas y lamentos y nuevamente conseguirá salvar al escribano Pedrarias. Siguiendo su camino de tropelías, los de Aguirre llegan a Barquisimeto y se apoderaban de la ciudad; éstos, cercados por las fuerzas reales, acogiéndose al perdón que les ofrecían, cada día desertaban unos cuantos. Aguirre, que imagina su final, con ese amor de padre, piensa en Pedrarias para confiarle a su hija, ya que lo ve como el único caballero de sus mesnadas; pero cuando salen a buscarlo, el escribano también se ha pasado a las fuerzas reales. HORAS DE AGONÍA Cuando le informan que Pedrarias se ha escapado, al tirano lo invaden la soledad y la rabia; sabe que no le perdonarán los crímenes cometidos y que los pagará con la vida ¿Y qué será de su pequeña, de su querida Elvira cuándo él muera? Era lo único hermoso que había tenido en su vida; y “para que no sirva de colchón de ningún esbirro”, como él decía, la mata a puñaladas. Momentos después entraban las fuerzas reales en la estancia y encontraban aquel dantesco escenario. La Torralba lloraba en un rincón, Lope de Aguirre estaba apoyado en una ventana, a su lado yacía el cuerpo agonizante de Elvira... Entran en la estancia el maestre de campo Diego García de Paredes y varios capitanes, detrás iba Pedrarias con varios soldados.


Aguirre con pasmosa frialdad y dolor de padre frustrado, cuando descubre a Pedrarias, amargamente le recrimina su desleal huida, y el atribulado escribano que en aquellos momentos había descubierto el ensangrentado cuerpo de Elvira y la miraba con desoladora angustia, no repara cuando Aguirre, dolido por su comportamiento le dice: ¡Ah, señor Pedrarías!… ¿Qué malas obras os hice yo? Cuando Aguirre estaba rogándole a García de Paredes que le dejase hablar, moría en la misma estancia por un tiro de arcabuz que le disparó uno de sus esbirros. Al terminar la odisea, Pedrarias de Almesto va a presentarse a la Real Audiencia de Santafé; las autoridades le abrirán juicio, pero su inocencia quedó ampliamente demostrada por los testimonios de los soldados de Aguirre, inclusive testificaron a su favor los facinerosos que condenaron a muerte. Exponerse dos veces a perder la vida por huir del influjo de Aguirre, lo exoneraba de todo cargo. En su arriesgada aventura amazónica había aprendido una amarga lección; desengañado de la gloria y de la búsqueda del quimérico oro, que a todos enloquecía, volvió a España y dejó la milicia. ACLARACIÓN El río Amazonas (o Marañón, como antes se le denominaba, y que ha dado origen a numerosas leyendas y conflictos entre los que osaron recorrerlo) ha despertado el interés y espoleado la pluma en todas las épocas desde su descubrimiento. Intereses justificados por los que lo recorrieron, como en el caso de Pedrarías de Almesto, quien también escribiría una crónica de sus experiencia en la funesta expedición de Ursúa y la rebelión de Lope de Aguirre. Una vez que Pedrarias queda absuelto de cargos por la Real Audiencia de Santafé, descubre que su compañero de aventuras, Francisco Vázquez, también había escrito una relación que la tomará como modelo Pedrarias para materializar su Jornada de Omaguas y Dorado.

Por F.L.P.


Palacio de Aljafería Zaragoza La Aljafería es un palacio fortificado construido en Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI por iniciativa de Al-Muqtadir como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta. Este palacio de recreo (llamado entonces «Qasr al-Surur» o Palacio de la Alegría) refleja el esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su máximo apogeo político y cultural. Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las Taifas. De modo que, si se conserva un magnífico ejemplo del Califato de Córdoba, su Mezquita (siglo X), y otro del canto de cisne de la cultura islámica en Al-Ándalus, del siglo XIV, La Alhambra de Granada, se debe incluir en la tríada de la arquitectura hispano-musulmana La Aljafería de Zaragoza (siglo XI) como muestra de las realizaciones del arte taifa, época intermedia de reinos independientes anterior a la llegada de los almorávides. Los restos mudéjares del palacio de la Aljafería fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001 como parte del conjunto «Arquitectura mudéjar de Aragón». Tras la reconquista de Zaragoza en 1118 por Alfonso I El Batallador pasó a ser residencia de los reyes cristianos de Aragón, con lo que la Aljafería se convirtió en el principal foco difusor del mudéjar aragonés. Fue utilizada como residencia regia por Pedro IV el Ceremonioso y posteriormente, en la planta principal, se llevó a cabo la reforma que convirtió estas estancias en palacio de los Reyes Católicos en 1492. En 1593 experimentó otra reforma que la convertiría en fortaleza militar, primero según diseños renacentistas (que hoy se pueden observar en su entorno, foso y jardines) y más tarde como acuartelamiento de regimientos militares. Sufrió reformas continuas y grandes desperfectos, sobre todo con los Sitios de Zaragoza de la Guerra de la Independencia hasta que finalmente fue restaurada en la segunda mitad del siglo XX y actualmente acoge las Cortes de Aragón. En su origen la construcción se hizo extramuros de la muralla romana, en el llano de la saría o lugar donde los musulmanes desarrollaban los alardes militares conocido como La Almozara. Con la expansión urbana a través de los años, el edificio ha quedado dentro de la ciudad. Se ha podido respetar a su alrededor un pequeño entorno ajardinado.


La edificación más antigua de la Aljafería es la llamada «torre del Trovador», que recibió este nombre a partir del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, El trovador, de 1836. Este drama fue convertido en libreto para la ópera de Giuseppe Verdi, Il Trovatore, de 1853. La construcción del palacio, en su mayor parte realizada entre 1065 y 1081, fue ordenada por Abú Ya'far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su título honorífico de Al-Muqtadir, (El poderoso), segundo monarca de la dinastía de los Banu Hud, como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en la segunda mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio «Qasr al-Surur» (Palacio de la Alegría) y a la sala del trono que él presidía en recepciones y embajadas, «Maylis al-Dahab» (Salón Dorado) como se atestigua en los siguientes versos del propio monarca: ¡Oh Palacio de la Alegría!, ¡Oh Salón Dorado! Gracias a vosotros llegué al colmo de mis deseos. Y aunque en mi reino no tuviera otra cosa, para mí sois todo lo que pudiera anhelar. Pero como todo el Palacio de Aljafería no es perteneciente al arte Mudéjar, nos centraremos en aquellas partes que ahora nos interesa. En otro artículo hablaremos del palacio en si pues tiene mucho de qué hablar. LA IGLESIA DE SAN MARTÍN La iglesia de San Martín aprovecha los lienzos del ángulo noroeste de la muralla, hasta el punto de que se usó uno de sus torreones como sacristía y dio nombre al patio que da acceso al recinto taifal. La fábrica, de estilo gótico-mudéjar, consta de dos naves de tres tramos cada una, en origen orientadas al este y apoyadas en dos pilares con semicolumnas adosadas en la mitad de las caras del pilar, cuya sección se recuerda en los cuadrilóbulos que albergan el escudo de armas del rey de Aragón en las albanegas de la portada, que es ya de la primera década del siglo XV y en la que nos detendremos más adelante. Las bóvedas de estas naves, de crucería simple, se alojan sobre arcos formeros y perpiaños apuntados, en tanto que los diagonales son de medio punto. En los vértices de las bóvedas aparecen florones con los escudos de armas de la monarquía aragonesa. De su decoración solo se conservan fragmentos del recubrimiento pictórico y unos arcos agramilados mixtilíneos directamente inspirados en el palacio musulmán. Resalta en el exterior la portada mudéjar de ladrillo referida con anterioridad, construida en tiempo de Martín I el Humano y abierta en el último tramo de la nave sur. Esta portada se articula mediante un arco carpanel muy rebajado, cobijado por otro apuntado de mayores dimensiones. Enmarcando ambos, un doble alfiz decorado con motivos taqueados formando paños de rombos. En las albanegas, como se señaló, aparecen dos medallones cuadrilobulados que albergan escudos con la imagen de la insignia del rey de Aragón. En el tímpano resultante entre los arcos se dispone una banda de arquillos ciegos mixtilíneos entrecruzados, que de nuevo remiten a las series del palacio hudí. Esta franja se ve interrumpida por un recuadro que aloja un relieve incorporado recientemente.


La iglesia fue remodelada en el siglo XVIII, anteponiéndole una nave y cubriendo por tanto la portada mudéjar antes descrita. Los pilares y muros se remozaron y enlucieron al estilo neoclásico. Toda la reforma fue eliminada durante las restauraciones de Francisco Íñiguez, aunque por la documentación fotográfica existente, se sabe que había una esbelta torre que ahora aparece con remate almenado inspirándose en el aspecto de la iglesia mudéjar, y en el siglo XVIII culminaba con un curioso chapitel bulboso. EL PALACIO MUDÉJAR No se trata de un palacio independiente, sino de la ampliación del palacio musulmán que todavía estaba en uso. Pedro IV trataba de dotar de salas más amplias, comedores y dormitorios a la Aljafería, pues las alcobas taifales se habían quedado pequeñas para el uso del Ceremonioso. Estas nuevas salas se agrupan sobre el sector norte del palacio andalusí, a distintos niveles de altura. Esta nueva fábrica mudéjar fue extraordinariamente respetuosa con la construcción preexistente, tanto en planta como en alzado, y la integran tres amplios salones de planta rectangular cubiertos por extraordinarios aljarfes o techos mudéjares de madera. También de esta época es la arquería occidental de arcos apuntados del Patio de Santa Isabel, intradosados en arcos lobulados, y una pequeña alcoba de planta cuadrada y cubierta con una cúpula octogonal de madera y una curiosa puertecilla de entrada en arco apuntado de intradós lobulado circunscrita en un finísimo alfiz, cuya enjuta se engalana de ataurique. Esta puerta conduce hacia una triple logia de arquillos de medio punto. La alcoba está ubicada en el bloque constructivo situado encima de la mezquita. EL PALACIO DE LOS REYES CATÓLICOS En los últimos años del siglo XV los Reyes Católicos ordenan construir un palacio para uso real sobre el ala norte del recinto andalusí, configurando una segunda planta superpuesta a la del palacio existente. La edificación rompía las partes altas de las estancias taifales, donde se insertaron las vigas que sustentarían el nuevo palacio. Las obras están fechadas entre 1488 y 1495 y en ellas siguieron participando maestros mudéjares, como Faraig y Mahoma de Gali, que, al igual que sucedió con Pedro IV (Yucef y Mohamat Bellito) mantuvieron la tradición de alarifes mudéjares en la Aljafería. Al palacio se accede subiendo la escalera noble, una monumental construcción integrada por dos amplios tramos con pretiles de yeserías geométricas caladas iluminada por ventanales de medio punto angrelados de menuda decoración de hojas y tallos de raigambre gótica e influencias mudéjares, rematados en croché sobre la clave de los arcos. El techo, grandioso, como en el resto de las dependencias palaciegas, se cubre con soberbias bovedillas de revoltón transversales dispuestas entre las jácenas, y están decoradas con pintura al temple con motivos iconográficos relativos a los Reyes Católicos: el yugo y las flechas alternan con recuadros de decoración en grisalla de grutescos y candelieri, que anuncia la decoración típica del Renacimiento.


La escalera da acceso a un corredor en la planta primera que comunica con las dependencias palaciegas propiamente dichas. Se abre a una galería de columnas de fuste torso que descansan sobre zapatas con relieves antropomorfos en sus extremos. Para apoyar este mirador y el resto de las nuevas dependencias fue necesario seccionar las zonas altas de los salones taifales del siglo XI y disponer ante el pórtico norte cinco potentes pilares octogonales que, junto a unas arquerías apuntadas tras ellos, forman un nuevo antepórtico que une los dos pabellones perpendiculares andalusíes antedichos. Destaca la portada principal de acceso al salón del trono: de arco rebajado trilobulado, guarnecido con un tímpano de cinco lóbulos, en cuyo centro aparece representado el escudo de la monarquía de los Reyes Católicos, en el que figuran los blasones de los reinos de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, sostenido por dos leones tenentes. El resto del campo decorativo se acaba con una delicada ornamentación vegetal de factura calada, que reaparece en los capiteles corridos de las jambas. Toda la portada está trabajada en yeso endurecido, que es el material predominante a cara vista en los interiores de la Aljafería, pues los artesanos mudéjares perpetúan los materiales y técnicas habituales en el Islam. En el mismo paramento escoltan el ingreso dos amplios ventanales de triple arco mixtilíneo con celosías caladas sobre sus claves, gracias a los cuales se ilumina el espacio interior de las salas regias. Una vez recorrido el espacio de la galería, se disponen varias salas que anteceden al gran Salón del Trono, que son denominadas «salas de los pasos perdidos». Se trata de tres pequeñas habitaciones de planta cuadrada comunicadas entre sí por grandes ventanales calados con celosías que dan al patio de San Martín, y que servían de antesalas de espera para quienes iban a ser recibidos en audiencia por los reyes. En nuestros días solo dos son visibles, pues la tercera se vio clausurada al reponer la cúpula de la mezquita. Su techumbre se trasladó a una dependencia contigua al salón del trono. Uno de los elementos más estimables de estas salas son sus solerías, que en origen eran azulejos cuadrados y alfardones hexagonales de cerámica vidriada en colores, formando caprichosas cenefas. Fueron elaborados en los históricos alfares de Muel (Zaragoza) a fines del siglo XV. De los fragmentos conservados se ha partido para restaurar el suelo en su totalidad con cerámica que imita la forma y disposición de la antigua solería, aunque no su calidad de reflejos vidriados. El otro elemento destacable son sus excelsas techumbres estilo mudéjar-reyes católicos, constituidas por tres magníficos tajueles de carpinteros mudéjares aragoneses. Estos techos presentan retículas geométricas de madera posteriormente tallada, pintada y sobredorada con pan de oro, entre cuyas molduras ostentan los conocidos motivos heráldicos de los Reyes Católicos: el yugo, las flechas y el nudo gordiano unido al clásico lema «Tanto monta» (para deshacer el nudo gordiano, tanto monta cortarlo como desatarlo, según la conocida anécdota atribuida a Alejandro Magno), así como un buen número de florones de hojarasca rematados con piñas pinjantes.


Más complejo y difícil de describir es la magnificencia y suntuosidad del techo que cubre el Salón del Trono. Sus dimensiones son muy considerables (20 metros de longitud por 8 de anchura) y su artesonado está sustentado por gruesas vigas y traviesas que se decoran con lacerías que en las intersecciones forman estrellas de ocho puntas, al tiempo que generan treinta grandes y profundos casetones cuadrados. En el interior de estos casetones se inscriben octógonos con un florón central de hojarasca rizada que rematan en grandes piñas colgantes que simbolizan la fertilidad y la inmortalidad. Este techo se reflejaba en el suelo, que reproduce los treinta cuadrados con sus respectivos octógonos inscritos. Bajo el artesonado discurre una airosa galería de arcos conopiales transitable y con antepechos calados desde la que los invitados podían contemplar las ceremonias regias. Para terminar, toda esta estructura se apoya en un arrocabe con molduras en nacela labradas con temas vegetales y zoomorfos (cardina, pámpanos, frutos de vid, dragones alados, animales fantásticos...), y, en el friso que rodea todo el perímetro del salón, aparece una leyenda de caligrafía gótica que reza: Ferdinandus, Hispaniarum, Siciliae, Corsicae, Balearumque rex, principum optimus, prudens, strenuus, pius, constans, iustus, felix, et Helisabeth regina, religione et animi magnitudine supra mulierem, insigni coniuges, auxiliante Christo, victoriosissimi, post liberatam a mauris Bethycam, pulso veteri feroque hoste, hoc opus construendum curarunt, anno salutis MCCCCLXXXXII. La traducción de esta inscripción es la siguiente: Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, superior a toda mujer por su piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos con la ayuda de Cristo, tras liberar Andalucía de moros, expulsado el antiguo y fiero enemigo, ordenaron construir esta obra el año de la Salvación de 1492. A comienzos de 1486 la zona del Patio de San Martín se destina a sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y se habilitan dependencias aledañas al patio para alojar a los oficiales de este organismo. Es probable que sea este el origen del uso como prisión de la Torre del Trovador. La nueva función (que se prolongaría hasta los años iniciales del siglo XVIII) desencadenó un suceso que culminaría con un proyecto de reforma emprendido bajo el mandato de Felipe II por el que se convertiría de aquí en adelante en una base militar. En 1591, en los acontecimientos conocidos como Alteraciones de Zaragoza, el perseguido secretario del rey Felipe II, Antonio Pérez se acogió al Privilegio de Manifestación contemplado por el fuero de Aragón con el fin de eludir a las tropas imperiales. Sin embargo, el Tribunal de la Inquisición tenía jurisdicción sobre todos los fueros de los reinos, y, por esa causa, fue recluido en calabozos de la sede inquisitorial de la Aljafería, lo que provocó un levantamiento del pueblo ante lo que consideraron una violación del derecho foral, y acudieron al asalto de la Aljafería para rescatarlo.


Tras la contundente actuación del ejército real, la revuelta fue sofocada, y Felipe II decidió consolidar la Aljafería como una ciudadela fortificada bajo su autoridad en prevención de revueltas similares. En color marrón oscuro, el hemiciclo y las dependencias de las Cortes de Aragón. En gris, el foso. El diseño de la obra, que consistió en una edificación militar a la moderna, fue encargado al ingeniero militar sienés, Tiburzio Spannocchi. Este construyó un conjunto de habitáculos adosados a los muros sur y este que ocultaban los torreones ultrasemicirculares en su interior, aunque en la fachada este no afectó a los que flanqueaban la puerta de entrada y de estos en adelante. Rodeando todo el edificio, se levantó un muro almenado que dejaba en el interior un espacio de camino de ronda y que remataba en sus cuatro esquinas en cuatro baluartes de traza pentagonal, cuyos arranques se pueden contemplar en la actualidad. Todo el conjunto estaba circundado por un foso de veinte metros de anchura, re excavado en 1982 por iniciativa del arquitecto Ángel Peropadre Muniesa, que se salvaba mediante dos puentes levadizos en los flancos este y norte. El aspecto de esta nueva planta se refleja en el plano de la Aljafería tal y como lo conocemos tras la última restauración finalizada en 1998. La Aljafería de Spannocchi se mantuvo sin cambios sustanciales hasta 1705, en que debido a la Guerra de Sucesión Española fue alojamiento de dos compañías de tropas francesas que llevó a un recrecimiento de los parapetos de la muralla baja del foso efectuado por el ingeniero militar Dezveheforz. Pero la transformación decisiva como acuartelamiento se produjo en 1772 por iniciativa de Carlos III, en la que se remodelaron todas las fachadas al modo en que se presenta actualmente la occidental, y que convirtió los espacios interiores en dependencias para los soldados y oficiales que se alojaban en el edificio. En el tercio oeste del palacio se configuró un amplio patio de armas al que vierten las habitaciones de las distintas compañías, realizadas con sencillez y funcionalidad, siguiendo el espíritu racionalista de la segunda mitad del XVIII y el fin práctico a que se destinaron las zonas construidas entonces. Solo quedó pendiente la adición en 1862 de cuatro torreones neogóticos, de los que han llegado a nuestros días los situados en la esquina noroccidental y suroccidental. Fue precisamente a mediados del siglo XIX cuando Mariano Nougués Secall dio la voz de alarma por el deterioro que presentaban los restos andalusíes y mudéjares del palacio en su informe de 1845 titulado Descripción e historia del castillo de la Aljafería, un riguroso estudio en el que se instaba a preservar este valioso conjunto histórico-artístico. Incluso la reina Isabel II aportó fondos para la restauración, y se creó una comisión en 1848 para emprenderla; pero en 1862 la Aljafería pasó de propiedad del Patrimonio Real a manos del Ministerio de la Guerra, lo que abortó su restauración y agravaría los daños producidos. El deterioro continuó hasta que en 1947 el arquitecto Francisco Íñiguez Almech emprendiera, prácticamente en solitario, la tarea de su restauración integral, en la que estuvo ocupado hasta su muerte en 1982. Pero su monumental esfuerzo tuvo recompensa, pues tras las sucesivas actuaciones de Ángel Peropadre, Juan Antonio Souto (en labores arqueológicas), y, a partir de 1985, de Luis Franco Lahoz y Mariano Pemán Gavín, que asumieron la integración del Parlamento de las Cortes de Aragón en su recinto, la Aljafería fue inaugurada como monumento histórico artístico en su actual esplendor en 1998 por el príncipe Felipe de Borbón. Por F.L.P.


Indicios de Templarios en América

Recientemente ha cobrado valor la hipótesis de ni los Reyes, ni Colón, ni mucho menos los Pinzones esperaban llegar realmente a las Indias, sino que esperaban hacerlo a una tierra habitada por “salvajes” con los que se podía negociar oro, perlas y piedras preciosas a cambio de bagatelas, por eso llenaron las naves de cosas de poco valor y pensaban dejar una guarnición fija hasta la siguiente expedición, si no, no se explica que llevaran semillas para establecer cultivos. Una reciente investigación de José Antonio Hurtado defiende la idea de que una flota mallorquina llegó hasta América unos 150 años antes que Colón, siguiendo la llamada “Ruta T y D”. El punto de llegada de la ruta TyD, rico desde el punto de vista comercial, era originalmente el Yucatán, una zona con la que nunca se pudo encontrar Colón. Esa visita americana por parte de mallorquines tenía fines comerciales y supuestamente parecen haber indicios de que es la misma ruta que había usado nada más y nada menos que los miembros de la Orden del Temple -mejor conocidos como Templarios-. En el siglo XIV marineros mallorquines encontraron una ruta hacia América que fue plasmada en un mapa; dicha ruta fue conocida y seguida 150 años después por Cristóbal Colón violando un tratado con Portugal, y contando para ello con la complicidad de los Reyes Católicos; los datos del Diario fueron falsificados por la familia Colón, con el fin de atribuirle la gloria de un descubrimiento que le correspondía a los Hermanos Pinzón, y por los servicios secretos de los Católicos, para evitar que se supiera que se había violado el tratado de Alcacovas-Toledo Cada vez son más los expertos que opinan que la flota templaría alcanzó América y estableció una ruta comercial secreta que posteriormente les pudo servir para escapar cuando la orden fue perseguida en el año 1307. Algunos grabados con simbología Templaría descubiertos en la costa estadounidense de Maine, o en diversos enclaves de Centro y Sudamérica, lo sugieren, así como representaciones de amerindios en monumentos Templarios europeos. En la disolución de la Orden del Temple, los templarios españoles ingresaron en masa en la Orden de Calatrava, y parece seguro que fue en el convento de dicha orden donde Cristóbal Colón, que se alojó allí, halló los elementos que le dieron la certeza en cuanto a la existencia de las Indias Occidentales.


En Portugal fue creada especialmente para los templarios supervivientes la Orden de Cristo, que usaba la cruz templaría, la cruz de gules pateada. Cuando los portugueses de Enrique el Navegante se lanzaron al descubrimiento de los océanos pareciendo saber exactamente a donde iban, sus velas debían llevar obligatoria mente la cruz roja de la Orden del Temple. Los marinos portugueses tenían prohibido navegar más allá de Cabo Mogador sino portaban dicho pabellón. Cruz, que por otra parte, también se hallaba en las tres embarcaciones colombinas. Precisamente en el país vecino estuvo el almirante genovés, no sólo para encontrar financiación para su empresa, sino con el fin de estudiar las cartas marítimas que guardaba la Orden de Cristo y que se consideraban las más competas del mundo. Por otra parte, el Temple poseía una flota propia y contaba con puertos que miraban no solo al Mediterráneo sino también al Atlántico. Destacamos la enigmática encomienda francesa de La Rochelle, en la que el Temple disponía de un puerto muy importante cuya ubicación, apartada de las rutas usuales, no estaba justificada en modo alguno. Este puerto se hallaba fuertemente protegido por unas cuarenta encomiendas en un radio de ciento cincuenta kilómetros y su importancia podría ser enorme de ser cierta la confesión de un Templario que expondremos en la leyenda siguiente. Por su parte, los conquistadores españoles se encontraron en la península de Yucatán una leyenda que narraba que unos hombres blancos llegaron a sus costas en grandes barcos. Y estos altos y hermosos hombres, que vestían extrañas vestimentas, fueron generosos y legaron a las gentes mayas grandes conocimientos. Colón hizo su primer viaje siguiendo el Atlas Catalán de 1375. Una de las cosas que más asombró a los religiosos que acompañaron a Colón, fue que los indios no se extrañaban al ver la cruz ni al contemplar a los caballeros armados. Es más, incluso parecía que los estaban esperando. Algunas de sus tradiciones hablaban de que “llegará un día en el que vendrán por mar grandes hombres, vestidos de metal, que cambiarán nuestras vidas para bien“. También los mayas adoraban a Kukulkán, un dios “blanco y barbado“y a una cruz, en la cual murió “un hombre de luz que vivirá eternamente“. La pregunta que surge inmediatamente es ¿Cómo pudieron ellos solos alimentar esta idea, tan cercana al cristianismo? Después de la publica desaparición del Orden de los Templarios sus tradiciones siguieron vigentes en otras ordenes militar-religiosas, como la Orden de Calatrava que utilizaron como logo la cruz de Calatrava cual también era usado como logo por la Orden de Predicadores, conocidos popularmente como Dominicos y Orden Dominicana.

Por Fredy H. Wompner


Básicamente, parece que fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente, aunque se declararan con principio y objeto de recuperar Tierra Santa para los peregrinos, de los cuales los turcos selyúcidas, una vez conquistada Jerusalén, abusaban sin piedad, a diferencia de los sarracenos, que trataban a los cristianos con más respeto. Además, el emperador bizantino Alejo I solicitó protección para los cristianos de oriente al papa Urbano II, quien en el concilio de Clermont de 1095 inició la predicación de la cruzada. Al terminar su alocución con la frase del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme» (Mateo 16:24), la multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente su aprobación con el grito Deus le volt, Dios lo quiere. Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy diversas, aunque en muchos casos se puede suponer también un verdadero fervor religioso. Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas en cumplimiento de un solemne voto para liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. El origen de la palabra se remonta a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte en esas iniciativas. Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto de 1284, citado por Du Cange (s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la Edad Media, el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión. Las guerras que desde el siglo VIII mantuvieron los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba y que la historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma igualmente discontinua desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los almorávides y los almohades. En algunas ocasiones, el Papa les otorgó la calificación de «cruzada», como sucedió con la batalla de las Navas de Tolosa (1212) o con el episodio final de la Reconquista: la Guerra de Granada (1482-1492). En el norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos.


El exterminio de la herejía albigense se debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II Hohenstaufen. Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente resonó dicho término durante la primera mitad del siglo XX, utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la Guerra Civil Española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo por parte de la propaganda oficial. <<<La dinastía Selyúcida en su período de mayor extensión. Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a una concepción política que se dio sólo en la Cristiandad del siglo XI al XV; suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los papas. Todas las cruzadas se anunciaron por la predicación. Después de pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del Papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios temporales, tales como exención de la jurisdicción civil, inviolabilidad de personas o tierras, etc. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la Cristiandad, las más importantes fueron las Cruzadas Orientales. Para poder comprender qué razones tenían los dirigentes de Europa y del Oriente Próximo para tomar semejantes decisiones, debemos remontarnos a los años inmediatamente anteriores al comienzo del fenómeno cruzado y ver qué estaba sucediendo en el mundo de aquel entonces. En torno al año 1000, Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera y poderosa del “mundo conocido” en Occidente. Situada en una posición fácilmente defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con un gobierno centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por ésta (el Imperio bizantino) una nación sin par en todo el orbe. Gracias a las acciones emprendidas por el Emperador Basilio II Bulgaroktonos, los enemigos más cercanos a sus fronteras habían sido humillados y anulados en su totalidad. Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva amenaza proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso de esos años, se habían convertido al islam. Una de esas tribus, los turcos selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuk), se lanzó contra el Imperio de Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los co-emperadores fue capturado. A raíz de esta debacle, los bizantinos debieron ceder la mayor parte de Asia Menor (hoy el núcleo de la nación turca) a los selyúcidas. Ahora había fuerzas musulmanas apostadas a escasos kilómetros de la misma Constantinopla. Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur, hacia Siria y Palestina. Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la Ciudad Santa, Jerusalén.


Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la Oriental. Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a dominar lentamente al mundo cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas. La Primera Cruzada no supuso el primer caso de Guerra Santa entre cristianos y musulmanes inspirada por el papado. Ya durante el papado de Alejandro II, éste predicó la guerra contra el infiel musulmán en dos ocasiones. La primera ocasión fue durante la guerra de los normandos en su conquista de Sicilia, en 1061, y el segundo caso se enmarcó dentro de las guerras de la Reconquista española, en la Cruzada de Barbastro de 1064. En ambos casos el papa ofreció la Indulgencia a los cristianos que participaran. En 1074, el papa Gregorio VII llamó a los milites Christi ("soldados de Cristo") para que fuesen en ayuda del Imperio bizantino tras su dura derrota en la batalla de Manzikert. Su llamada, si bien fue ampliamente ignorada e incluso recibió bastante oposición, junto con el gran número de peregrinos que viajaban a Tierra Santa durante el siglo XI y a los que la conquista de Anatolia había cerrado las rutas terrestres hacia Jerusalén, sirvieron para enfocar gran parte de la atención de occidente en los acontecimientos de oriente. En 1081, subió al trono Bizantino un general capaz, Alejo Comneno, que decidió hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco. Pero pronto se dio cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició acercamientos con Occidente, a pesar de que las ramas occidentales y oriental de la cristiandad habían roto relaciones en el Gran Cisma de 1054. Alejo estaba interesado en poder contar con un ejército mercenario occidental que, unido a las fuerzas imperiales, atacaran a los turcos en su base y los mandaran de vuelta a Asia Central. Deseaba en particular usar soldados normandos, los cuales habían conquistado el reino de Inglaterra en 1066 y por la misma época habían expulsado a los mismos bizantinos del sur de Italia. Debido a estos encuentros, Alejo conocía el poder de los normandos. Y ahora los quería como aliados. Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para pedirle su intercesión en el reclutamiento de los mercenarios. El Papado ya se había mostrado capaz de intervenir en asuntos militares cuando promulgó la llamada "Tregua de Dios", mediante la cual se prohibía el combate desde el viernes al atardecer hasta el lunes al amanecer, lo cual disminuyó notablemente las contiendas entre los pendencieros nobles. Ahora era otra oportunidad de demostrar el poder del papa sobre la voluntad de Europa. En 1095, Urbano II convocó un concilio en la ciudad de Piacenza. Allí expuso la propuesta del Emperador, pero el conflicto de los obispos asistentes al concilio, incluido el Papa, con el Sacro Emperador Romano Germánico, Enrique IV (quien estaba apoyando a un anti Papa), primaron sobre el estudio de la petición de Constantinopla. Alejo tendría que esperar.


La sociedad europea, en su devenir, había ido acumulando un considerable potencial bélico. Por otra parte, el islam se había erigido en un peligroso y fuerte enemigo. Ambas cosas se aunaron y dieron origen a las Cruzadas, proyectadas por la Cristiandad Occidental para salvar a la Cristiandad Oriental de los musulmanes. El resultado, sin embargo, quedó lejos de los propósitos y, en puridad, el movimiento cruzado, considerado históricamente, fue un fracaso discutible (aunque más de cien años de comercio demuestren lo contrario). Steven Runciman lo resume así: Cuando Urbano II predicó su magno sermón en Clermont, los turcos estaban a punto de amenazar el Bósforo. Cuando el Papa Pío II predicó la última cruzada, los turcos estaban cruzando el Danubio. Rodas, uno de los últimos frutos del movimiento, cayó en poder de los turcos en 1523, y Chipre, arruinada por las guerras con Egipto y Génova, y anexionada finalmente a Venecia, pasó a ellos en 1570. Todo lo que quedó para los conquistadores de Occidente fue un puñado de islas griegas que Venecia mantuvo precariamente en su poder. El avance turco fue contenido por el esfuerzo conjunto de la cristiandad, y por la acción de los Estados a quienes atañía más de cerca, Venecia y el Imperio de los Habsburgo, con Francia, la antigua protagonista de la guerra santa, ayudando al infiel de modo continuado. Hubo ocho cruzadas desde el siglo XI hasta el siglo XIV. CONSECUENCIAS Las Cruzadas influyeron en múltiples aspectos de la vida medieval, aunque, en general, no cumplieron los objetivos esperados. Casi todas las expediciones militares sufrieron importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo que quedó de las posiciones cristianas tras la III Cruzada hasta su definitiva pérdida en el siglo XIII (San Juan de Acre -1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo. Además, los señores de Occidente llevaron sus diferencias tanto a las propias Cruzadas (Luis VII de Francia y Conrado III en la II Cruzada; Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto en la III) como a los estados cristianos fundados en Tierra Santa, dónde los intereses de los diferentes grupos dieron lugar a numerosos conflictos. En el intento de re ensamblar las cristiandades latina y griega, no sólo falló la Cruzada, sino que acentuó el odio y la diferencia entre ellas, convirtiéndose en causa última de la ruptura definitiva entre Roma y Bizancio. Cierto es que Bizancio pidió ayuda a Occidente, pero al modo tradicional, pequeños grupos de soldados que le ayudasen a recobrar las provincias perdidas, no con grandes ejércitos poco dispuestos a someterse a la disciplina de los mandos bizantinos, o que se convirtieran en poderes independientes en las tierras que ocupasen o en la propia Constantinopla, como ocurrió en la IV Cruzada. Historiadores como Ana Comneno o Guillermo de Tiro nos han dejado testimonios del impacto del paso de los cruzados por las tierras bizantinas y el choque entre la brutalidad de costumbres de los occidentales y el refinamiento cultural bizantino. Por último, y a pesar de los réditos políticos que las Cruzadas tuvieron para el Papado como director de la política exterior europea, pronto se encontró Roma con voces que criticaban su uso como instrumento al servicio de los intereses papales, sobre todo desde que no se limitaron a los musulmanes, y se dirigieron también contra los disidentes religiosos o los enemigos políticos.

Por JSS


San Ponciano y San Antero S. Ponciano (230-235) Nació en Roma. Durante su pontificado la Iglesia sufrió algunas persecuciones, ordenadas por los emperadores Alejandro Severo y Maximino el Tracio. El mismo fue víctima. Ponciano fue deportado a Cerdeña y fue sometido a una vida muy dura. Parece ser que antes de morir renunciara al pontificado, para permitir a la Iglesia elegir a otro pastor que estuviese presente en Roma. Pero la noticia no es cierta. Murió de penuria y de sufrimiento y por esto la Iglesia le considera mártir. Su cuerpo descansa en la iglesia romana de S. Práxedes. Confirmó la condena pronunciada por Demetrio de Alejandría de algunos textos de Orígenes que llevaban directamente a la herejía gnóstica. Ordenó el canto de los salmos en las iglesias; prescribió rezar el Confiteor antes de la misa y recomendó esta práctica también a los moribundos. A su época se puede remontar con seguridad el uso de la fórmula "Dominus vobiscum". Por mandato del emperador Alejandro fue desterrado a Cerdeña, juntamente con el presbítero Hipólito; y allí azotado con manojos de varas hasta expirar, alcanzó la gloria del martirio. El Papa Fabián hizo trasladar su cuerpo a Roma y lo depositó en el Cementerio de Calixto. Se ha dicho ya en otra ocasión que si bien es verdad que bajo el Imperio de Alejandro fue favorecido por la corte el culto cristiano, y no perseguido, con todo, muchos magistrados siendo enemigos terribles del cristianismo, hacían todo el daño que podían a los fieles sin saberlo el Emperador, aunque obraban en su nombre. El calendario Liberiano dice que San Ponciano ocupó la cátedra cinco años desde la muerte de San Urbano I, el año 230, gozando entonces la Iglesia de la paz que le concedió Alejandro Severo, pero Maximiano, que se abrió la puerta al trono con el asesinato del emperador Alejandro, en mayo del año 235, principió su reinado levantando una cruel persecución. Y éste bárbaro fue a lo que parece, y no Alejandro, el que desterró a San Ponciano a la isla de Cerdeña, donde murió el mismo año, si no al rigor del cuchillo, al furor a los menos de las incomodidades y penas de su destierro.


S. Antero (235-236) Griego de la Magna Grecia. Hijo de Rufino, fue desde el yermo colocado en la silla de San Pedro el 21 de noviembre del año 235, por muerte de San Ponciano, la que ocupó con aplauso y bien de toda la Iglesia hasta el 3 de enero del año 236, en que fue martirizado por orden del emperador Maximiano I. Se le atribuye un decretal sobre la traslación de Obispos a otra sede, expedida a instancias de los prelados de Toledo y Sevilla. Se encargó de que todas las actas redactadas por los notarios, concernientes los mártires cristianos, fuesen acopiados y guardados en las iglesias. Empezó también una recopilación oficial de las actas de la Iglesia, que guardó en un lugar llamado scrinium. La recopilación fue quemada con Diocleciano, se volvió a seguir más tarde y luego desapareció de nuevo en tiempos de Honorio III (1225). Fue papa durante pocos meses viviendo aún Ponciano. Sufrió el martirio por órdenes del emperador Máximo, bárbaro de la Tracia. Fue el primer papa en ser enterrado en la cripta papal, su cuerpo fue trasladado en la cripta de los papas de las catacumbas de S. Calixto. Ordenó que las reliquias de los mártires fuesen recogidas y conservadas en la iglesia en un lugar llamado "Scrinium". Las reliquias están guardadas hoy en la iglesia romana de S. Silvestre en capite.

Por Frey Jesús


Resistencia del Temple en las Riberas del CincaSegre, 1310-1314 (VI) OCTUBRE Las notas recogidas en estas páginas se centrarán especialmente en hechos datados en los meses finales del año 1312. Meses que se presentaron decididamente conflictivos para el futuro de las Riberas del Cinca y del Segre. Como veremos. Disposiciones en los meses de septiembre y octubre El obispo de Lleida que vivió plenamente de cerca el proceso contra los Templarios en Gardeny, en Torres, en Granyena, en Corbins o en Fraga, fue Pons de Aquilaniu (13081313). Este ofreció al infante Juan de Aragón –en 3 de septiembre de 1312- 3.000 sueldos jaqueses anuales (s.j.) sobre el grano correspondiente que el diocesano recogía en el término de Fraga. (ACA, C. reg., 241, fol. 46.) La vinculación de la villa de Fraga en esas fechas a Lleida es más que evidente. La justicia de la capital del Segre, en manos de su veguer Bernardo de Ponte, descendiente él mismo de Fraga, se ocupa de interrogar a dos hermanos fragatinos –Johan de Caldera y Domingo de Caldera, por los daños ocasionados a Guillem de Monroig, hostelero leridano que les había denunciado. Pero la villa de Fraga tenía privilegio para regirse y ser juzgados si así lo pedía por los Fueros de Aragón, especialmente en delitos ocurridos en la margen derecha del Cinca. Y eso es lo que pidió la universidad y Concejo de la villa al abad del monasterio de Escarp, situado aguas abajo en el Cinca, justo en la confluencia con el río Segre. En esas fechas, algunos fragatinos tenían heredades y ganados en el término de la localidad e Massalcoreig, localidad del señorío del citado monasterio. Pro parte quorundam hominem ville de Fraga proponita coram nobis suplex petitio continebat, quod vos ipsos homines multipliciter agravatis emparando eis bona sua, mobilia et terras, quas habent in termino de Maçalcorex; necnon et animalia sua. (...) Datum Ilerde II nonas octubre agnus Domini Mº CCCº duodécimo. (ACA, CR. Jaime II, caja 36, nº 4543.)

Pocos días después de este hecho, la casa que había sido del Temple en la localidad de Belver de Cinca, se mandó que fuera reabierta para ser ocupada por el batlle de la misma Simón de Planes, a quien no debía faltar en ellas el vino, el trigo y otras cosas. (ACA, C. reg. 251, fol. 49v.) También se encomienda a Nicolás de Sant Climent, ciudadano de Lleida, que recorra todos los lugares del temple recogiendo libros, imágenes y objetos de iglesias que hubieran pertenecido a la Orden, desde la rendición del castillo de Monzón al noble Artal de Luna. Así lo habían pactado ante el notario de Monzón Bartolomé d’Arán. ( ACA, C. reg. 291, fol. 323.) ¿Qué se hizo de aquellos bienes templarios? ¿Se entregaron a la Orden de San Juan de inmediato? No lo sabemos.


En cualquier caso, los Templarios del Cinca y Segre fueron convocados a Tarragona tanto los dependientes de administración aragonesa, según órdenes del Baile General del Reino don Esteban de Roda, como para la parte leridana cuyo administrador responsable de lo que había sido la encomienda de Granyena era el ciudadano de Lleida don Pere de Roda. Siguen las controversias entre lugares que fueron del Temple Será el propio justicia de Aragón en persona, don Eximén Pérez de Salanova, a quien se obliga a intervenir en las diferencias suscitadas entre los hombres de Belver de Cinca con los de Osso de Cinca, localidades que se hallan a unos 15 km de distancia. ( ACA, C. reg. 251, fol. 49v.) Al parecer, la iglesia y pertenencias de Daimuz, población actualmente desaparecida, situada entre Fraga y Velilla de Cinca, fue ocupada por Bartolomé Ferrer vecino de Fraga. Las pretensiones del abad de Alaón y del prior de Santa María de Chalamera obligaron a una disputa en la que tuvo que mediar el jurisperito de Monzón Domingo Magaix en 26 de octubre. (ACA, C. reg. 150, fol. 170.) Del 13 de noviembre es la notificación a Bernardo de Calasanç para que permita a Domingo de la Sosa ocupar la administración de la castellanía de Monzón quien debe hacerse cargo de la reedificación del castillo. ( ACA, C. reg. 291, fol. 323.) Algo semejante debía hacer don Aznar Lope de Bolea, tenente del castillo de Chalamera, para que entregase al citado Domingo de la Sosa dicho edifico que debía transformarlo en “casa llana”. Para garantizar aquel proceso de transformación del castillo de Chalamera se puso bajo la custodia de don Raymundo Scriba. (ACA, C. reg. 291, fol. 324v) El lugar de Velilla de Cinca (dice Viliella), señorío desde inicios del siglo XIII de las monjas de Avinganya (Serós-Lleida), situado a la derecha del río, sufrió un proceso repoblador tras la disolución Templaria, y ante las dudas surgidas sobre el pago de impuestos, el monarca Jaime II (1291-1327) propone que los cargas concernientes a la corona se mantuvieran idénticas a los pactos firmados en tiempos de su antecesor el rey Alfonso. Como el documento no especifica a qué rey Alfonso se refiere, nos inclinamos a pensar en Alfonso II (1162-1196) que fue quien fijó los primeros límites entre términos y territorios en los repartos señoriales protagonizados por la Corona, según nuestros datos. (ACA, C. reg. 240, fol. 114v.) Siguiendo la investigación de J.Mª Sans i Travé sobre lo ocurrido en esas fechas, nos recuerda que los frailes de la Orden del Temple habían pasado a finales del año 1312 a residir en las principales casas que fueron de su posesión, pero sin ejercer ningún tipo de acción en las mismas. Lo que es lo mismo, meros residentes. A la de Gardeny, que había once frailes se les unió fr. Bernardo de Fonts, asignándole el obispo de Lleida 3.000 s.j. anuales sobre las rentas que fueron de dicha encomienda. La operación de ocupación de las casas y propiedades del temple estuvo ampliamente orquestada. Participaron justicias, bailes, zalmedinas, gobernadores de todos los lugares. En el Bajo Ebro, las órdenes llegaron a Horta, Ascó y Miravet, (SANS I TRAVE, J.Mª. La fi dels Templers catalans, 2008, p. 381, p.65.) Por Joaquim Salleras Clarió


El castillo-convento de Alcañiz comenzó a construirse en el siglo XII, conociendo diversas reformas y añadidos en el siglo XIV, fecha en la que se completaron sus dependencias conventuales. Hasta el siglo XVIII, se sucedieron en el castillo diversas reformas, lo cual le ha convertido en un conjunto heterogéneo que volvió a ser restaurado en el siglo XX, para convertirse en Parador Nacional. Construido sobre los restos de un castro romano que allí hubo y probablemente de alcazaba musulmana. La zona donde se asienta el castillo y el pueblo de Alcañiz, toma su nombre de la población musulmana de "Alcaniz" (cañizos o cañas), tomada por los cristianos en el siglo XII. La primera vez que se cita el nombre de Alcañiz es el 1140, en el Poema del Mio Cid. Non lo tardó -el que en buen ora nasco, priso dozientos cavalleros - escollechos a mano, fizo una corrida - la noch trasnochando; tierras d'Alcañiz - negras las va parando, e a derredor - todo lo va preando. Al tercer dia - don ixo i es tornado. Fue conquistada por primera vez por Alfonso I el Batallador en el 1117, quedando al cargo de don Sancho Aznar y recuperada definitivamente por Ramón Berenguer IV en 1157. La fortaleza y la villa fueron otorgadas a la Orden Militar de Calatrava en el 1179, por el rey Alfonso II de Aragón, convirtiéndose en sede de la encomienda mayor de la Orden en Aragón. En este castillo estuvo el rey de Aragón Jaime I el Conquistador en su camino de conquista a Valencia, reuniendo las Cortes en 1238. En 1283 la villa de Alcañiz se sublevó violentamente contra el poder señorial de la orden de Calatrava. La Encomienda Mayor de Calatrava se oponía a las ansias de libertad de Alcañiz, ala que Ramón Berenguer IV había concedido carta de población en 1157. En la pugna vencería poco a poco la población. En esta población se alcanzó el pacto de la Concordia para la corona de Aragón. Al morir Martin el Humano sin heredero legítimo, los parlamentos de Aragón, Cataluña y Valencia decidieron reunir unos representantes en la Iglesia de Santa Maria de Alcañiz, para buscar la solución. Se alcanzó una Concordia, en virtud de ella, nueve compromisarios, tres de cada reino, se reunirían en Caspe para escuchar a los pretendientes y decidir en derecho a quien correspondía la Corona. De los nueve, seis debían de estar de acuerdo y pertenecer a los tres parlamentos. Corría el año 1412 y del Compromiso de Caspe saldría elegido el rey de Castilla, Fernando de Antequera.


En Alcañiz se reunieron las Cortes de Aragón en 1371, 1436 y 1441. Carlos V, juró privilegios y franquicias de paso para las cortes de Monzón, en 1528. El único hecho de armas que conoció este castillo fue en 1462, cuando Juan de Hijar lo ocupó en defensa de los intereses del Príncipe de Viana. Durante la guerra de la independencia, el castillo fue tomado por los franceses, aunque los españoles lo recuperaron en 1809. Este capitulo bélico dió origen al nacimiento de la llamada "Cruz de Alcañiz". Durante las guerras carlistas, el castillo de Alcañiz fue convertido en cuartel por Cabrera. El castillo de Alcañiz es uno de los más complejos de Aragón, por su organización mixta de convento-palacio, sus grades dimensiones y la mezcla de estilos arquitectónicos que presenta. Situado sobre un alto, desde el que domina a la población, el recinto de la fortaleza posee una planta trapezoidal que recoge el heterogéneo conjunto. Este se halla claramente diferenciado en dos zonas: la Norte, en la que se agolpan las construcciones medievales, y la Sur, con el palacio barroco de los Comendadores de marcada estructura civil. El conjunto monumental como acabamos de decir, se compone de dos partes: la torre del homenaje, el claustro ojival, y la iglesia, en estilo gótico, a la que habría que añadir una portada románica. El resto corresponde al siglo XVIII y es el llamado Palacio de los Comendadores. (Es la parte que ocupa el Parador Nacional). Nada mas pasado el arco de entrada, en el camino de ronda, nos encontramos en una explanada ante el palacio barroco del siglo XVIII. En el ala norte del alcázar están alineadas la capilla y la torre del homenaje. En el ángulo noroeste, la Torre de Lanuza. Al sur de la capilla y el claustro. La capilla siglo XIII es la pieza principal de la etapa románica y fue la primera parroquia de Alcañiz. Esta dedicada a Maria Magdalena. La capilla de una sola nave y bóveda de cañón apuntado, tiene una de las escasas portadas románicas del bajo Aragón con un interesante ajedrezado jaqués. En el lado del evangelio se encuentran los restos de una obra de gran interés dentro de la escultura funeraria del renacimiento aragonés: el sepulcro de don Juan de Lanuza. De planta cuadrada y cuatro pisos de altura. En su interior destaca una de las salas decorada con pinturas murales sobre la conquista de Valencia, fechadas en el siglo XIV. Consta de una nave con cinco tramos, cubierta de bóveda de cañón apuntado, sobre arcos fajones que se apoyan en medias columnas o ménsulas. Claustro El claustro, adosado al muro sur de la capilla tiene dos arcos apuntados por crujía. En el claustro también encontramos unos restos de pinturas murales, de temática funeraria. Tiene un solo piso, su techado es de viguería y se accede a él por una pequeña puerta románica. La torre del homenaje Situada al oeste de la capilla, es gótica, del siglo XIV, consta de cuatro plantas. En el bajo hay un pórtico al que se accede por una gran arcada ojival que se abre a la portada de la capilla románica; en el segundo, una ventana ojival de tracería entrelazada bajo arco cobijo apuntado; una ventana geminada de medio punto con finísimo mainel adorna el tercer cuerpo; y en el superior se abren dos sencillos huecos de medio punto.


La inferior que sirve de atrio a la capilla, conserva unas bellísimas pinturas murales francogóticas. Son en la planta baja y en la sala noble donde un conjunto de pinturas murales góticas, fechadas en el siglo XIV, constituyen una interpretación regional y local del estilo lineal o francogótico. Tienen la particularidad como luego veremos, que la mayor parte de ellas, su temática es civil y caballaresco (como por ejemplo, las hazañas de Jaime I el Conquistador). Palacio de los Comendadores Ocupa la zona sur del castillo de los Calatravos y es el siglo XVIII. Destaca su fachada principal, que continua la tradición del palacio aragonés tardorenacentista. Flanqueada por dos torres y dividida en tres plantas: la inferior, de piedra sillar y las dos superiores de ladrillo. Un hermoso patio agrupa y armoniza tan diversas edificaciones. En la parte superior, la característica galería aragonesa y un gran alero. Es desde 1968 el Parador Nacional. Son las dependencias civiles y palaciegas de todo el conjunto. Fue reestructurada en 1728 y consta de un gran palacio de estilo renacentista aragonés, cuya fachada se halla flanqueada por dos torres medievales en origen. En su frente destaca la suntuosa portada barroca y los balcones. Pinturas góticas El conjunto de pinturas murales góticas del castillo de Alcañiz está considerado como uno de los más importantes, completos y variados de la península ibérica. Se suele fechar, con distintas precisiones según los autores, a lo largo del siglo XIV. Su estilo es de un gótico lineal, caracterizado por las tintas planas, donde el color queda subordinado al dibujo. La técnica utilizada fue al fresco. La ejecución de las pinturas parece responder a más de una mano o taller y pudieron ser ejecutadas en distintos momentos. Se trata, en definitiva, de un complejo pictórico que tiene más interés por la gran variedad de temas tratados que por su propia calidad artística. La temática es muy amplia, rica y compleja con un gran repertorio de escenas representadas: religiosas, funerarias, históricas, caballerescas, trovadorescas, alegóricas, simbólicas, etc. relacionándose cada una de ellas con el lugar y el ambiente en el que se sitúan: atrio de la iglesia, fachadas exteriores, torre del homenaje y claustro. Su ejecución tiene una clara intención narrativa, estando representadas con gran minuciosidad y detallismo por lo que algunos autores las han relacionado con las miniaturas. Son también muy interesantes e infrecuentes las pinturas conservadas en el exterior de las fachadas (zona del atrio y torre del homenaje), lo que demuestra que la arquitectura medieval se pintaba también externamente. La mayor parte de sus figuras están representadas con un claro sentido de simplicidad y esquematismo. También es destacable el alto grado de abstracción que en muchos casos se observa en paisajes, castillos etc. En ocasiones, su profundo sentido narrativo se superpone al estético: se amontonan o agrupan en exceso las figuras, no se tiene en cuenta la proporción entre los objetos representados etc.


En la fachada norte (planta baja de la torre del homenaje o atrio de la iglesia) se representan distintas escenas de la pasión de Cristo. En el registro superior, la Crucifixión; en el segundo registro, la Santa Cena; en la cartela bajo la imposta, una figura femenina nimbada (tal vez la Virgen Maria) y en el tercer registro se distinguen varias figuras enmarcadas por estructuras arquitectónicas y un ángel. En el centro de este muro y dominando la obra aparece un escudo nobiliario en relieve con un león rampante de oro, muy similar al que existe en la clave de la bóveda del atrio. En la fachada oeste (muro opuesto a la entrada de la capilla) se distinguen tres registros: en el superior se desarrolla un combate entre musulmanes y cristianos, una magnifica escena de combate entre moros y cristianos flanqueados por dos torreones almenados, sobre los cuales sendos trompeteros vigilan o animan la batalla. En el segundo, la leyenda del "encuentro de los tres vivos y los tres muertos". Y en el tercero, el ciclo de la infancia de Jesús: la Visitación y, probablemente, La Natividad. En la zona inferior se desarrollan unas interesantes franjas de motivos decorativos geométricos. En el ángulo superior izquierdo, un curioso personaje islámico saca la lengua en actitud burlesca. En la fachada este o fachada románica de la primitiva iglesia, se representan distintas escenas del Juicio Final, presidida por un Pantocrátor (Dios Padre sentado en su trono). Junto a él a la derecha aparecen una serie de figuras arrodilladas, ángeles, damas, etc., a su izquierda una compleja escena del infierno con ángeles, damas, demonios y condenados, entre ellos un rey, un monje y figuras de aspecto islámico, que sufren horribles tormentos entre el fuego eterno. En la primera planta (llamada Planta Noble) , nada más traspasar la pequeña puerta de acceso, veremos a la derecha (lado sur), varios registros: el superior y el segundo muestran una temática de carácter histórico-conmemorativo; el tercero, el tema de "el salvaje y la doncella"; en el muro que cegó durante siglos el gran ventanal se desarrolló el tema clásico de la "rueda de la fortuna" (hoy trasladada al salón de plenos del ayuntamiento); y en el intrados del gran ventanal, la figura del trovador (conservada también en el ayuntamiento) y la figura, hoy desaparecida de un ser fantástico, resultado de la unión de varias especies animales en un ser que adopta una postura humana. La Rueda de la Fortuna es una clara alusión al paso del tiempo y al destino. Su motivo central es, lógicamente, la gran rueda que gira inexorablemente, entronizando o aplastando al hombre. Lo definen dos circunferencias concéntricas unidas por ocho radios equidistantes, decoradas interiormente por arquillos semicirculares, semejantes a los de los rosetones medievales. En el centro entronizada y con el protagonismo que le confiere el tema, se representa a la diosa Fortuna: figura femenina sedente e inmóvil, vestida con amplios ropajes. Su disposición, sobre el eje mismo de la rueda, alude a su condición de elemento regulador del devenir histórico. Alrededor y en una clara composición circular se representan cuatro figuras humanas, coincidiendo con lo que serían las horas y los cuartos de un gran reloj (aunque en este caso, las saetas girarían en sentido contrario). En la derecha vemos a un hombre que con gesto alegre y actitud dinámica asciende pletórico de fuerzas y con la gran copa de la vida colmada de proyectos e ilusiones.


Estamos ante la imagen evidente de la ambición humana. Sobre su cabeza se lee la inscripción gótica REGNABO (reinaré), En la parte más alta de la rueda se dispone un hombre, en clara actitud de triunfo y majestad, nos muestra una copa en cada mano, símbolo del equilibrio entre el pasado y el futuro. A ambos lados de su cuerpo se distribuyen las letras correspondientes al término latino REGNO (reino). A la izquierda se representa a un hombre en plena caída, intentando en vano asir la copa que ya ha perdido. Junto a él, aparece la elocuente inscripción REGNAVIT (reiné). Y por último, bajo la rueda y aplastada por ella -el tiempo y el destino- vemos una figura totalmente derrotada y humillada. A su izquierda se lee SUM SINE REGNO (estoy sin reino, carezco de reino). Estamos, pues, ante la caprichosa "rueda de la fortuna" que indistintamente encumbra o abate. Claro símbolo de la vanidad de este mundo y de la incertidumbre del destino humano, sometido al capricho de la diosa fortuna. El otro fragmento en poder del Ayuntamiento, se representa a un joven músico que con actitud serena y placentera tañe un instrumento de cuerda, probablemente un laúd. En el primer arco de esta misma estancia vemos un desfile de caballeros y el detalle de una ciudad (en la cara sur), y otro desfile militar (en la cara norte), con la entrada en una ciudad que bien puede ser Valencia o Granada según otros autores. Existen representaciones de ciudades amuralladas, torres defensivas, una interesante escena de desembarco con dos barcazas y un delfín entre las aguas. En el segundo arco continúan las representaciones de ejércitos y desfiles de caballeros (abundando especialmente un emblema heráldico de la luna) en torno a una figura central de caballero con maza de guerra; un campamento militar; un grupo de sirvientes que llevan caballos; representaciones de paisajes y una ciudad amurallada, etc. En el intradós de este arco se conserva, excepto dos figuras (las de enero y febrero) un magnifico mensuario o calendario medieval, que representa los distintos meses del año mediante escenas propias de cada uno de ellos: la siega, la trilla, la vendimia, la matanza del cerdo, etc. En el muro oeste o de acceso a la torre, se conservan bastantes desdibujadas algunas escenas de temática cortesana caballeresca destacando tres damas en las ventanas de un castillo que despiden a un caballero que se aleja ("el castillo del amor" con las "damas dolientes"). Pinturas del claustro En una de las capillas sepulcrales se conserva la figura de San Miguel matando al dragón infernal. Junto a él aparece un toro yaciente y restos de una fortaleza con torreones, así como una figura dibujada en negro que parece representar a un pastor o un músico tocando un instrumento de viento. En el lado sur del contrafuerte de esta misma capilla aparece una escena de la Crucifixión esbozada con carboncillo sobre un fino revoque con las imágenes muy desdibujadas de Cristo crucificado, San Juan, Maria y el sol y la luna humanizados.

Por F.L.P.


gBroch de Mousag

El Broch de Mousa es el ejemplo mejor conservado de un Broch o torres de doble muro, localizado en las Shetland, Escocia (Reino Unido). Es el más alto de los que aún se conservan en pie en el mundo y está entre los edificios prehistóricos mejor conservados de Europa. Se cree que se construyó alrededor del año 100 a. C., uno de los 570 Broch construidos por toda Escocia. Tiene uno de los diámetros conjuntos menores de entre los Broch, así como una de las bases de muro más grueso e interiores más pequeños. Su construcción maciza (así como su localización remota) es probablemente la principal explicación de su excelente estado de conservación. Ubicado en la isla de Mousa, tiene unos 13 metros de alto y es accesible por una sola entrada a nivel del suelo. Una vez dentro, el visitante puede ascender por una escalera interna hasta una galería abierta en lo alto. Es el único Broch que está entero hasta arriba, incluyendo la escalera entre muros original. Está construido en piedra seca sin mortero, de manera que cualquier perturbación puede causar mucho daño. La característica construcción con muros huecos está muy clara en este lugar. El Broch pasó por al menos dos fases de ocupación. En su condición original sin duda contuvo una casa redonda de madera con al menos una planta alzada que descansaba en una cornisa a 2,1 metros sobre el nivel del suelo.


Esta planta se alcanzaba probablemente por la escalera de piedra de dentro del muro. Una segunda cornisa de unos 3,09 metros más arriba podría haber apoyado una segunda planta o un tejado. El pasadizo de entrada era bajo y adintelado con lajas planas, y en la roca inferior había una cisterna de agua. En la roca también había un amplio hogar rectangular. Tiempo después se le añadió un banco de piedra bajo alrededor de la base de la pared interior y esto se extendió un poco hacia la entrada. La casa de madera redonda pudo haber sido demolida entonces; ciertamente se demolió antes de que la pequeña "timonera" (con tres pilares de piedra) se construyera en el interior. Las ocupaciones por parte de escandinavos se reflejan probablemente en el hecho de que los dinteles originariamente bajos del Broch se arrancaran (pueden verse sus muñones), y la puerta exterior se dobló en altura (ahora se ha restaurado a su nivel bajo original). Esto implica que el interior y la entrada estaban llenas de desechos de manera que los escandinavos tuvieron que alzar el techo del pasadizo para entrar. En los Museos Nacionales de Escocia en Edimburgo hay un gran fragmento de borde del Broch de Mousa, encontrado probablemente durante la limpieza del siglo XIX. Forma parte de una gran jarra de borde vuelto hacia el exterior con una superficie exterior negra bruñida al fuego y una flauta horizontal a lo largo de la superficie interior del borde. En enero de 2005 se anunció que los arqueólogos usarían un escáner láser en 3 dimensiones para catalogar la estructura en detalle para posibles reparaciones. Con los escáneres es posible actualmente ver cómo la estructura se construyó en detalle. PAÍÑOS El Broch de Mousa es bien conocido entre los avistadores de pájaros por ser lugar de cría del paíño europeo. La isla alberga un total de alrededor de 6.800 parejas de cría en total, que representan alrededor del 8% de la población británica total y alrededor del 2,6% de la población mundial. Algunas de estas aves anidan en madrigueras dentro del propio Broch.

Por JJS


Trezenzonio El Monje Gallego Trezenzonio fue un monje gallego que vivió en tiempos de la Monarquía asturiana, y al que la tradición atribuye la proeza de haber podido divisar e incluso visitar una de las islas del Paraíso. El relato del monje Trezenzonio es una fuente del siglo XI que combina la leyenda de Breogán con la de Hércules en una fecha anterior a la redacción de la Estoria de Espanna de Alfonso X el Sabio, lo que demuestra la difusión del mito a partir del conocimiento de las Etimologías de San Isidoro. Sus aventuras fueron recogidas en el Trezenzonii de Solistitionis Insula Magna, un códice medieval redactado en latín en el siglo XI. Tras haber sido saqueada Galicia por una de las múltiples razzias con que los musulmanes atribularon la región en el siglo VIII, Trezenzonio llega a la región con unas tierras deshabitadas que han quedado vacías tras la invasión árabe. En su camino por la costa, descubre una alta construcción, el Farum Brecantium (la Torre de Hércules en La Coruña en aquel entonces llamada Brigantium). Subió hasta el último piso y allí dirigió su mirada hacia el mar, donde con ayuda de los primeros rayos del amanecer pudo divisar una lejana isla (en otras versiones, se encuentras con un espejo en el que por tres veces ve la isla), a la que le entran deseos de viajar. Aquella isla era la llamada Gran Isla del Solsticio (Magna Insula Solistitionis), que estaba consagrada a Santa Tecla Decidió navegar hacia aquél lugar y tras desembarcar en la isla arribó a una inmensa pradera, donde destacaba una gran basílica adornada con joyas y piedras preciosas. El clima en aquella isla era delicioso, y había comida en abundancia. El dolor, el hambre, el miedo y las desgracias eran inexistentes. Permaneció en ella durante siete años, tiempo durante el cual es alimentado por medios sobrenaturales. Pasado ese tiempo, un ángel le ordena emprender el regreso a Galicia pero él se niega. Por haberse resistido a las órdenes divinas sufre el castigo de contraer la lepra, y tuvo que contemplar impotente cómo se pudrían durante el trayecto de regreso las pruebas que sobre la existencia de la Gran Isla del Solsticio había acumulado en la nave.


Ante esta situación, implora el perdón divino y regresa en una barca a Galicia, pero al arribar muy cerca de donde había embarcado se da cuenta de que las circunstancias han cambiado y que el Farum Brecantium está a medio destruir y la ciudad repoblada. Trezenzonio, arrepentido, se dirigió tras su desembarco a la ciudad de Tuy, donde se encontró con Adelfio, obispo de la ciudad. La historia de Trezenzonio tiene reminiscencias extraordinario paralelismo con el relato del Leabhar Ghabala.

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También Ith, hijo de Breogán, se encarama a lo alto de la Torre y desde ella ve una isla que decide conquistar, que es Irlanda. Pero esos mismos paralelismos se pueden establecer con la leyenda de Hércules, cuando hace referencia al espejo que se encontraba en la cima de la Torre del que también nos habla la Estoria de Espanna. Hay, por lo tanto, a la altura del siglo XI dos leyendas sobre la Torre: una que vincula su fundación con Breogán y otra con Hércules, que aparecen asimiladas en el relato de Trezenzonio.

Por F.L.P. De Leyendas de España



¡ Oh Bellísima Flor del Carmelo, Fructífera Viña, Resplandor del Cielo, Madre Singular del Hijo de Dios, Virgen Siempre Pura ! Madre Santísima, después de habernos traído el Hijo de Dios, permanecisteis intacta y sin mancha ninguna. ¡ Oh Bienaventurada Siempre Virgen, asistidme en esta necesidad ! ¡ Oh Estrella del Mar, auxiliad y protegedme ! ¡ Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos ! ¡ Madre y Ornamento del Carmelo, rogad por nosotros ! ¡Virgen, Flor del Carmelo, rogad por nosotros! ¡ Patrona de los que visten el Santo Escapulario, rogad por nosotros ! ¡ San José, fiel Amigo del Sagrado Corazón, rogad por nosotros ! ¡ San José, Castísimo Esposo de María Santísima, rogad por nosotros ! ¡ San José, nuestro Gran Protector, rogad por nosotros ! ¡ Dulce Corazón de María sed nuestra Salvación ! Amén


Edita:

Orden Cat贸lica Espa帽ola del Temple Maestrazgo Templario Cat贸lico Internacional


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