+Contenido: PORTADA LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (Sta. María de Ciudad Rodrigo). CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Sebastián de Belalcázar). EL ARTE MUDÉJAR EN ANDALUCÍA. (Monasterio de S. Isidoro del Campo). LA SEGUNDA CRUZADA. LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (San Cornelio). El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS. EL TEMPLE DE PARÍS. LOS TERCIOS ESPAÑOLES. (I Parte). LUGARES MÁS MÁGICOS DE ESCOCIA. (La Capilla Rosslyn-Edimburgo) LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (Leyenda Castellana Siglo XVI).
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Federico Leiva i Paredes. Editor y Director.
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Sed Nomine Tuo Da Gloriam
Catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo La Catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo (provincia de Salamanca) fue construida entre el siglo XII y el siglo XIV, promovida por los reyes leoneses y castellanoleoneses. Pertenece al llamado “grupo de salamanca”, junto con la Catedral vieja de Salamanca, la Catedral de Zamora y la Colegiata de Toro (Zamora). Su estilo se ha tildado de románico de transición, habiendo autores que aseguran que es el primer ejemplo del gótico leonés y castellano. LAS PORTADAS La magnánima entrada oficial es la Oeste, llamado “Pórtico del Perdón”. A imagen del Pórtico de la Gloria del Maestro Mateo, y en la línea del pórtico de transición de la Colegiata de Toro. En el crucero se abren dos portadas: la llamada de las cadenas, con puerta de arco románico con cuatro hieráticas figuras románicas de El Salvador, San Juan, San Pedro, San Pablo y Santiago Peregrino, coronada por un friso con doce figuras góticas del Antiguo Testamento, y la de Amayuelas, que toma el nombre del antiguo palacio que se erguía junto a ella, hoy desaparecido, con interesante arco polilobulado que recuerda a la de la fábrica parroquial de La Magdalena en Zamora. CAPILLA MAYOR La actual capilla mayor fue levantada por el arquitecto de la Catedral de Salamanca Rodrigo Gil de Hontañón en tiempos del obispo Juan Pardo Tavera (que llegaría a ser Cardenal), cuyas armas ostenta la fachada de la construcción. Albergó un buen retablo flamenco, obra de Fernando Gallego, hoy en la Universidad de Tucson, en Arizona, que presidía una hermosa imagen de la Virgen con niño, en alabastro, hoy en la Capilla del Santísimo. En la actualidad, tras perder el segundo retablo -de plata- durante la Guerra de la Independencia, la capilla está ornamentada por sendos cuadros barrocos de San Sebastián y San Jerónimo penitente, una Asunción de Juan Pascual de Mena procedente del Monasterio de Santa María de la Caridad a las afueras de la ciudad, San Pedro y San Pablo, probablemente también de Mena y que presidían la entrada al coro catedralicio y la cátedra del obispo, amen de otros cuadros de menor interés. Fue desprovista de sus rejas para adaptarla a la liturgia exigida por el Concilio Vaticano II en tiempos del obispo Demetrio Mansilla Reoyo y trasladadas a la Capilla del Pilar.
CAPILLA DEL CRISTO DE ORIENTE Absidiolo románico del lado de la epístola. Primera capilla funeraria de la nobiliaria familia de los Pacheco. Varios monumentos funerarios de esta estirpe. El retablo mayor, en estuco, alberga la talla que da el nombre a la capilla, del siglo XVI. CAPILLA DE LA VIRGEN DE LA FAJA Absidiolo románico del lado del evangelio. Antigua capilla funeraria de los GarciLópez de Chaves. Hoy con retablo barroco que alberga un lienzo de La virgen de la Faja (o Virgen de Belén) procedente del Seminario diocesano, obra del Madrileño Francisco Javier Ramos en 1764, y una modesta escultura de San Bartolomé en el ático. CAPILLA DEL SANTÍSIMO Estilo gótico. Primitiva capilla de San Blas, donde se celebraron los primeros cabildos. Alberga el monumento funerario del obispo Manuel López de Arana. Retablo barroco, con una imagen de San Blas en el ático, y una interesante escultura en alabastro de Virgen con niño, del siglo XVI, que presidió el antiguo Retablo mayor de tablas pintadas. CAPILLA DE LOS DOLORES O DE LA SOLEDAD Imitación al gótico del siglo XVIII para parecerse a la anterior. Obra de Larra y Churriguera. Retablo churrigueresco con la imagen de Nuestra señora de los Dolores (barroca) en el centro, flanqueada por San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá. CAPILLA DEL PILAR Capilla barroca. Se erigió en tiempos del obispo aragonés Clemente Comenge. Buen retablo barroco obra del ensamblador salmantino Miguel Martínez de la Quintana con las imágenes de San Juan Nepomuceno, San Pedro de Arbués y en el ático San Clemente, patrono del fundador. Además de éste está enterrado aquí el obispo de Ciudad Rodrigo y eminente historiador Demetrio Mansilla Reoyo, que se encargó del aggiornamiento del edificio tras el Concilio Vaticano II, a pesar de sus tendencias conservadoras. OTROS MONUMENTOS FUNERARIOS Sepulcro de Obispo medieval. Estatua yacente en piedra de obispo medieval. La tradición dice que es don Domingo, uno de los primeros obispos civitatenses, cuya elección dio lugar al célebre dicho “obispo por obispo séalo don Domingo”. Altar de alabastro o de la quinta angustia. Obra cumbre del escultor afincado en Ciudad Rodrigo Lucas Mitata. Monumento funerario de Juana Pérez Piñero y Hernando Chaves de Robles.
Sepulcro de Fernández de Gata y Caraveo. También obra de Lucas Mitata. Altar de San Miguel. Buena pintura barroca del triunfo del arcángel sobre el demonio. Sepulcro de Don Pedro Díaz, “el obispo que resucitó”. Sepulcro de Don Pedro Díaz, obispo medieval que, durante su sepelio en la catedral, se levantó del sarcófago para, según los datos documentales de la época, confesar sus pecados antes de volver a morir. Se trasladó aquí desde el otro crucero y se realizó el retablo barroco que lo alberga, con una interesante pintura, que, si no lo es por la técnica, sí lo es por su iconografía, pues muestra la capilla mayor de la época, con el retablo de Fernando Gallego cubriéndolo. EL CORO Tallado a finales del siglo XV por Rodrigo Alemán en estilo plateresco, con grandes influencias del gótico del norte de Europa. ARQUITECTURA Las puertas de la catedral son cuatro. En el crucero, en el lado de la epístola se abre la puerta de las cadenas (llamada así por haber presentado cadenas que delimitaban su atrio). Consta de un hermoso friso gótico con doce figuras del antiguo testamento y un tímpano en el que en la Edad Moderna se colocaron cuatro figuras románicas: de izquierda a derecha San Juan, San Pedro, Cristo Pantocrátor, San Pablo y Santiago peregrino. En el otro crucero se abre la Puerta de Amayuelas, con hermoso arco polilobulado. A los pies de la nave principal el Pórtico del Perdón, al estilo del Pórtico de la gloria de Santiago, con un románico arcaico contiene decenas de frisos historiados centrándose en los misterios marianos. Las ventanas del triforio son excepcionales, a decir de Gómez Moreno “las mejores del románico”, con tres ventanas reales y sólo una abierta al exterior, símbolo de la trinidad. La torre fue elevada por Juan de Sagarvinaga a finales del siglo XVIII en estilo neoclásico, tras el derrumbe de la segunda torre durante el terremoto de Lisboa. (La catedral había tenido otra, que fue desmochada tras la guerra de las comunidades). EL CLAUSTRO En el claustro trabajaron los arquitectos Benito Sánchez (siglo XIV, al que se deben más partes de la construcción) y Pedro de Güemes (siglo XVI). EL MUSEO DIOCESANO Y CATEDRALICIO Fue inaugurado en 1992 en tiempo del obispo Antonio Ceballos Atienza. Se está trabajando en la remodelación de todo el museo gracias a la incentiva del Deán don Rafael García Cuadrado (1941-2008). Contendrá piezas muy interesantes, como un báculo medieval de la escuela de Limoges, breviario de Isabel la Católica, Cristo de Marfil hispano-filipino, Cristo gótico, Santa Catalina de Alejandría (s. XVI), Cristo atado a la Columna de Luis de Morales, así como una interesante colección arqueológica. Por F.L.P.
D. Sebastián de Belalcázar Sebastián de Belalcázar o Benalcázar (España), 1480 - Cartagena de Indias, 1551), adelantado, conquistador español. Su nombre original era Sebastián Moyano, y cambió su apellido debido a que era oriundo de la población de Belalcázar (o Benalcázar), situada en Córdoba. El apellido Belalcázar está formado de las palabras árabes ben y alcázar que equivalen 'hijo del castillo' o 'hijo de la fortaleza'. De acuerdo con varias fuentes, pudo haber viajado al Nuevo Mundo con Cristóbal Colón en una fecha tan reciente como 1498, en el tercer viaje colombino a América. Juan de Castellanos escribió que, habiendo matado un mulo en el año 1507, huyó de España hacia las Indias Occidentales por miedo al consiguiente castigo, y para poder escapar además de la pobreza en que vivía. Viajó con Pedrarias Dávila al Darién, en 1514, y fue nombrado capitán. Varios años más tarde, en 1524, Francisco Hernández de Córdoba lo llevó consigo a la conquista de Nicaragua, tras la que fue nombrado alcalde de la ciudad de León. Permaneció en el cargo hasta 1527, cuando viajó a Honduras debido a las disputas internas de los gobernadores españoles. Tras un breve retorno a León, embarcó hacia las costas de Perú, donde se unió a la expedición que preparaba Francisco Pizarro contra el Imperio inca (1532). Tras haber ayudado a Pizarro a combatir a las tribus locales, completó en 1534 la conquista de Quito usando fondos obtenidos de sus campañas anteriores. Quito había sido la ciudad más septentrional del Imperio inca hasta ese momento, y antes de ser tomada por Belalcázar fue incendiada por el caudillo inca Rumiñahui, tras enviar el tesoro de la ciudad hacia los Andes. Belalcázar y Almagro fundaron así la nueva ciudad de Quito sobre las ruinas de la antigua población inca, llamándola San Francisco de Quito, en honor a los misioneros franciscanos, por lo que en el escudo de la ciudad consta el tradicional cordón franciscano. Fracasó en el intento de enviar a su colaborador Pedro de Puelles a fundar una villa en Puerto Viejo, lo que finalmente consiguió Francisco Pacheco desde San Miguel de Piura. En octubre de 1535 durante la conquista de Popayán venció con 100 españoles a un ejército de 3.000 indígenas cerca del pueblo de Timbío. Al año siguiente partió de Quito con un ejército de 200 españoles y 6.000 yanaconas con los que fundaría Santiago de Cali. Hubo una gran hambruna entre los indígenas, Belalcázar relató que hasta 100.000 nativos murieron de hambre y 50.000 fueron usados como alimento por los supervivientes, su cálculo es considerado exagerado.
A continuación, trató de consolidar el dominio español sobre el territorio colindante, a la vez que se dirigió hacia la actual Colombia, penetrando en el valle del río Cauca en busca del mítico El Dorado y fundando varios núcleos como Ampudia, Santiago de Cali, Popayán y Guayaquil (1536-1537). Cruzó el valle del río Magdalena en 1539, junto a Gonzalo Jiménez de Quesada y el alemán Nicolás Federmann, atravesando las alturas centrales colombianas y entrando en Bogotá. En mayo de 1540, el rey Carlos I de España lo nombró adelantado de España, otorgándole el cargo de gobernador de Popayán y de un amplio territorio ubicado en las actuales Ecuador y Colombia. El Edicto Real que lo nombre así es el siguiente: "El emperador Carlos V de Alemania y Carlos I de España le otorgaron la real cédula de 10 de marzo de 1540, que dice: "Don Carlos, por la Divina Clemencia, Emperador siempre Augusto Rey de Alemania; Doña Juana su madre, y el mismo Don Carlos, por la Gracia de Dios, Rey de Navarra, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, etc., por cuanto vos Capitán Sebastián de Belalcázar, continuando vuestros servicios con gente a pie y de a caballo, a vuestra costa habéis descubierto, conquistado y poblado las Ciudades de Popayán y Santiago de Cali y Villas de Anserma, Guanacas, Neiva y otras Provincias y tierras a ellas comarcanas, es nuestra merced y voluntad que de ahora y de aquí en adelante por todos los días de vuestra vida seáis nuestro Gobernador y Capitán General de dichas Ciudades". Este nombramiento motivó disputas territoriales entre Belalcázar y un gobernador vecino, Pascual de Andagoya, algo muy habitual en los primeros años de la conquista. Belalcázar pudo frenar las pretensiones territoriales de su vecino, ocupando a su vez varias tierras de su rival. Posteriormente, Belalcázar se vio inmerso en las disputas entre las familias de Pizarro y Almagro en Perú, ayudando al Licenciado Pedro de la Gasca a vencer a Gonzalo Pizarro. En 1546 ordenó la ejecución de Jorge Robledo, un gobernador provincial vecino, en otra disputa territorial. Fue enjuiciado in absentia por este crimen, hallado culpable y condenado a muerte por este asesinato, por malos tratos cometidos contra los indígenas y por participar en las luchas acaecidas entre los conquistadores. Víctima de su propia ambición, murió en Cartagena de Indias, antes de emprender el viaje de vuelta a España para apelar la decisión del tribunal.
Por F.L.P.
Monasterio de San Isidoro del Campo - Sevilla El monasterio de San Isidoro del Campo se encuentra en el municipio español de Santiponce, situado en la provincia de Sevilla, en la comunidad autónoma de Andalucía, cerca de las ruinas de la ciudad romana de Itálica. El monasterio fue fundado en 1301 por Alonso Pérez de Guzmán, más conocido como Guzmán el Bueno, y su mujer María Alonso Coronel, fundadores de la Casa de Medina-Sidonia, como panteón familiar y como testimonio de su piedad, siendo rey Fernando IV de Castilla. La edificación tuvo lugar sobre una ermita mozárabe en que según la tradición estuvo enterrado San Isidoro de Sevilla, hasta que fue traslado a la Basílica de San Isidoro de León en 1063.Juan Alonso, hijo del matrimonio, construyó adosada a la iglesia levantada por sus padres otra nave, siendo ambas conocidas como las iglesias gemelas. El Monasterio fue cedido a los monjes cistercienses, siendo el Monasterio Cisterciense más meridional de toda Europa, que estuvieron en él hasta 1431. Los cistercienses fueron sustituidos por los ermitaños de los Jerónimos y en 1568 fue ocupado por la Orden de San Jerónimo. Su historia está impregnada de importantes acontecimientos religiosos y artísticos. En el siglo XVI se desarrolló en él uno de los primeros focos de Reforma en España, ya que en su interior se leyeron y tradujeron libros prohibidos por la Inquisición. Algunos de los monjes propagandistas fueron ejecutados en autos de fe; otros con más suerte pudieron escapar a Europa, como el célebre Casiodoro de Reina, traductor de la primera Biblia castellana completa, en 1569, hermosa versión todavía vigente (con revisiones, en especial la de Cipriano de Valera, 1602) en las comunidades evangélicas de todo el orbe hispánico. Esta es la famosa Biblia Versión Reina-Valera, que actualmente es la más leída en español, versión de 1960. En 1835, con la Desamortización de Mendizábal el convento perdió su condición. Tras varios destinos alternativos, desde 1956 hasta 1978 volvió a tener uso religioso siendo ocupado de nuevo por los Jerónimos. En la actualidad se encuentra en fase de reconstrucción para su uso como seminario evangélico, por el Seminario Teológico AlÁndalus y la Fundación ABRE, en Santiponce.
Con dos naves góticas. Unida a la primera iglesia, D. Juan Alonso, hijo de Guzmán el Bueno, construyó otra nave, siendo ambas conocidas como las iglesias gemelas. Destaca en la iglesia sobremanera el retablo que Martínez Montañés esculpiera con el tema del Nacimiento y la Adoración de los Pastores. Destaca también su escultura de San Jerónimo. Junto al retablo, y acompañando a los Santos Juanes, están las figuras orantes de D. Alonso y Dª María Alonso Coronel - dos de las tres únicas figuras no sagradas que realizó Montañés en toda su vida. Otras obras presente de Montañés son San Joaquín y Santa Ana, la Virgen con el niño en brazos, un crucificado. Tiene dos, el de los Muertos y el de los Evangelistas, este último decorado con frescos datados en el siglo XV atribuidos por unos a Diego López, maestro mayor de los pintores del Alcázar de Sevilla y según otros autores a Pedro de Toledo. Los frescos son de un nivel igualable, con un gran estado de conservación, tras la rehabilitación de que han sido objeto a finales del siglo XX y a pesar de que en la revolución de 1868 sufrieron graves destrozos. El Claustro de los Muertos es de estilo mudéjar, de planta rectangular, con doble galería y arcos peraltados enmarcados en alfiles que apean sobre pilares ochavados. Las pinturas que se encuentran son murales al fresco con decoración y lacerías mudéjares. Hallamos restos de una Anunciación, de Juan Sánchez y es de estilo hispano flamenco, también encontramos un San Miguel a la grisalla. La sacristía de este monasterio respondía al nuevo tipo de sacristía contra reformista que, procurando la dignificación del culto divino, debía ser, en palabras de San Carlos Borromeo “amplia y de tal modo que se extienda un poco más largamente”. Esta nueva manera de concebir la sacristía coincidía con el empeño de los jerónimos en el cuidado y el esplendor de la liturgia. Así, tras la desaparición de los isidros, se llevó a cabo una profunda reforma a principios del siglo XVII. La sacristía, que se amplió en altura a costa del espacio de los antiguos dormitorios, y de la sala capitular para aumentar sus dimensiones, utilizando en total algo más de dos tramos cubiertos por las bóvedas de crucería medievales. El espacio, de planta rectangular, se articula por medio de sencillas pilastras decoradas con cabezas de querubines y se ilumina con ventanas de traza protobarroca que vienen a sustituir los antiguos y estrechos vanos mudéjares que se decoraban con arcos polilobulados hacia el interior, uno de los cuales puede aún distinguirse bajo el blanco enfoscado. Además, el conjunto se decora con grutescos y líneas doradas que ennoblecen sus trazas. Tal como era habitual en las sacristías españolas de traza manierista, las cajoneras se situaban bajo arcosolios, que en este caso completan su decoración con retablos pictóricos, originariamente de estilo similar a las cajoneras y que en el siglo XVIII fueron convertidos en retablos hornacinas de tipo rococó.
De su decoración destaca el retablo de la Virgen de la Antigua. La tabla, obra de gran calidad atribuida a Cristóbal de Mayorga, aparece enmarcada por columnas torsas y capiteles corintios siguiendo los esquemas habituales en el primer tercio del siglo XVII. Los lienzos del Cristo atado a la Columna y del Entierro de Cristo se deben a un seguidor de Juan de Roelas, y fueron encargados junto con las cajoneras, realizadas por Alfonso Rojo. La Sala capitular sufrió en su estructura y en su decoración cambios históricos muy importantes. Así, con la llegada de los isidros se eliminó la segunda planta, donde estuvo el dormitorio común cisterciense y se realizó la decoración pictórica dedicada a la vida de San Jerónimo de la que se han conservado las escenas de La imposición del capelo cardenalicio, La partida hacia Tierra Santa, San Jerónimo dictando a los monjes, La aparición del león y El robo de los asnos, encuadradas por una estructura arquitectónica de traza gótica, con pináculos y crestería tras la que se vislumbra un paisaje idealizado. El conjunto se completa con paneles de clara ascendencia mudéjar. Nuevamente, fue transformada en el primer tercio del siglo XVII, cubriéndose con una bóveda encamonada de medio cañón que oculta la bóveda primitiva de crucería. Al mismo tiempo se dispuso una decoración clasicista que ocultó los frescos medievales, que seguían proclamando la vocación investigadora y de estudio de las sagradas escrituras que los jerónimos habían heredado de su legendario patrón y que podía ser sospechosa tras la represión del foco reformista. Así, esta decoración clasicista venía a imponer silencio a este pasado, y sus formas de tradición italiana proclamaban el nuevo estilo que se irradiaba desde El Escorial. En ella aparecen alegorías de la Justicia, la Caridad y la Concordia, virtudes para el buen gobierno. La decoración se completó con los lienzos de los Apóstoles y Evangelistas y La Flagelación de Cristo, copias de los que hiciera Navarrete el Mudo para el Escorial. El refectorio se sitúa en un espacio rectangular que ocupa el ala occidental del claustro y se cubre con bóvedas de crucería cuatripartita, apoyadas sobre ménsulas repisas. Corresponde a la obra primitiva del siglo XIV, que sigue los postulados de la arquitectura gótica de raíz burgalesa tan frecuente en Sevilla, tal como muestra la propia fábrica y las ventanas que dan al claustro, y que sin embargo, al exterior se rematan con arcos polilobulados de tradición almohade. Sobre los muros de arquitectura ascética y espíritu cisterciense, los monjes jerónimos desplegaron un amplio programa decorativo e iconográfico a finales del siglo XV. El refectorio está presidido por la Sagrada Cena, una de las obras de más empeño de este conjunto de pinturas murales, único en España. La representación de la Cena está concebida con el carácter monumental y el gusto propio del arte italiano y del gótico internacional, lo que hizo que se atribuyera junto con el resto de los murales a artistas de procedencia florentina; sin embargo, actualmente se vinculan a la estela artística de los miniaturistas italianizantes que trabajaron en la Catedral de Sevilla.
El resto del espacio arquitectónico se completa con una decoración heráldica, despiece de sillares, baquetones, friso con cardinas y otras molduras fingidas, y cenefas que subrayan los perfiles de la arquitectura real. Del esplendor de este ámbito y del cuidado que los jerónimos pusieron en su decoración dan muestra las tres decoraciones pictóricas superpuestas de los sitiales, correspondientes a los siglos XVI, XVII y XVIII, documentados en los trabajos de restauración. En el año 2002 fue objeto de profunda rehabilitación que le ha devuelto el esplendor y el relieve que merece este magnífico conjunto. En el año 2002 dentro de los actos del VII Centenario de su fundación por Guzmán el Bueno, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía presentó una valiosísima exposición titulada "San Isidoro del Campo (13012002): Fortaleza de la Espiritualidad y Santuario del Poder", que supuso la reapertura del monasterio tras un largo periodo de restauración aún no concluido en su integridad y que ha devuelto una parte del esplendor y el relieve que merece este magnífico conjunto. Concluida la exposición San Isidoro del Campo deja abiertas sus puertas al público permanentemente en horario de miércoles a domingo. El antiguo monasterio, actualmente Enclave Monumental de San Isidoro del Campo, pertenece a la Red de Espacios Culturales de Andalucía, y además de ser un espacio cultural visitable, es escenario de actividades culturales de distinta índole, posee por ello un calendario de actividades muy amplio en este sentido. Es actualmente propiedad de la Fundación Casa Álvarez de Toledo y Mencos que tiene suscrito un Convenio de colaboración y cesión temporal de uso compartido con la Junta de Andalucía.
Por JAR
1147-1149
La Segunda Cruzada fue convocada en 1145 en respuesta a la caída del condado de Edesa un año antes. Edesa fue el primero de los estados cruzados fundados durante la Primera Cruzada (1096–1099), pero fue también el primero en caer. La Segunda Cruzada, convocada por el Papa Eugenio III, contó con el liderazgo de varios reyes europeos por primera vez, entre los que destacaron Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, y con la ayuda de numerosos nobles. Los ejércitos de ambos reyes marcharon por separado a través de Europa y en cierto modo fueron retardados por el emperador bizantino Manuel I Comneno. Después de cruzar el territorio bizantino, ya en Anatolia, ambos ejércitos fueron derrotados, por separado, por los turcos selyúcidas. Luis, Conrado y los restos de sus ejércitos llegaron a Jerusalén y en 1148participaron en un desacertado ataque sobre Damasco. La cruzada en oriente fue un fracaso para los cruzados y una gran victoria para los musulmanes. En último término, dicho fracaso conduciría al sitio y caída de Jerusalén en 1187 y a la convocatoria de la Tercera Cruzada a finales del siglo XII. El único éxito se produjo fuera del Mediterráneo en la península Ibérica, en dónde los cruzados ingleses, escoceses, flamencos, frisones, normandos y algunos alemanes, en su ruta marítima hacia Tierra Santa, se detuvieron en las costas portuguesas y ayudaron a la toma de Lisboa, Almería y Tarragona en 1147. Mientras tanto, en Europa oriental, se inició la primera de las cruzadas del norte para convertir al cristianismo a las tribus paganas del Báltico, en un proceso que duraría varios siglos. Tras la Primera Cruzada y la Cruzada menor de 1101, se establecieron tres reinos cruzados en oriente: el reino de Jerusalén, el principado de Antioquía y el condado de Edesa. Un cuarto estado, el condado de Trípoli se creó en 1109. Edesa se encontraba en el extremo norte, siendo también el estado más débil y menos poblado; como tal, era objeto de frecuentes ataques de los estados musulmanes vecinos, gobernados por los Ortóquidas, Danisméndidas, y turcos selyúcidas. El conde Balduino II y el futuro conde Joscelino de Courtenay fueron apresados tras su derrota en la batalla de Harran en 1104. Balduino y Joscelino volvieron a ser capturados en 1122, y aunque Edesa se recuperó en parte tras la batalla de Azaz en 1125, Joscelino murió en batalla en 1131. Su sucesor Joscelino II se vio forzado a una alianza con el Imperio bizantino, pero en 1143 murieron tanto el emperador Juan II Comneno como el rey de Jerusalén Fulco de Anjou. Joscelino también tuvo sus disputas con el conde de Trípoli y el príncipe de Antioquía, de modo que Edesa se quedó sin aliados poderosos.
Mientras tanto, el Selyúcida Zengi, atabeg de Mosul, había conquistado Alepo en 1128. Alepo era la llave de Siria, y se la habían disputado los gobernadores de Mosul y Damasco. Tanto Zengi como el rey Balduino II volvieron entonces su atención hacia Damasco. Balduino sufrió una derrota en el exterior de la ciudad en 1129; pero Damasco, gobernada por la dinastía de los Búridas, se aliaría más tarde con el rey Fulco cuando Zengi la asediase en 1139 y 1140; el cronista musulmán Usamah ibn Munqidh negoció dicha alianza. A finales de 1144, Joscelino II se alió con los Ortóquidas y salió de Edesa con casi todo su ejército para apoyar al príncipe ortóquida Kara Aslan contra Alepo. Zengi, que buscaba beneficiarse de la muerte de Fulco en 1143, se dirigió rápidamente hacia el norte para asediar Edesa, que cayó en sus manos un mes después, el 24 de diciembre de 1144. Manases de Hierges, Felipe de Milly y otros nobles salieron de Jerusalén para prestar su ayuda, pero era ya demasiado tarde. Joscelino II siguió gobernando lo que le quedó del condado desde Turbessel, pero poco a poco, el resto del territorio sería tomado o vendido a los bizantinos. Gracias a esto, Zengi fue ensalzado en todo el mundo islámico como "defensor de la fe" y al-Malik al-Mansur, "el rey victorioso". Sin embargo, no prosiguió sus ataques sobre el territorio restante de Edesa o sobre el principado de Antioquía, como los cristianos temían que hiciese. Los acontecimientos internos de Mosul le obligaron a volver, y de nuevo dirigió su mirada hacia Damasco. Sin embargo, un esclavo lo asesinó en 1146 y le sucedió en Alepo su hijo Nur al-Din. Joscelino intentó recuperar Edesa tras el asesinato de Zengi, pero Nur al-Din le derrotó en noviembre de 1146. Las noticias de la caída de Edesa llegaron a Europa primero a través de los peregrinos que retornaban a comienzos del año 1145 y luego por las embajadas enviadas desde Antioquía, Jerusalén y Armenia. El obispo Hugo de Jabala le transmitió las nuevas al Papa Eugenio III que no tardó en emitir la bula Quantum praedecessores el 1 de diciembre del mismo año, por la que convocaba una segunda cruzada. Hugo también le habló de un rey oriental cristiano, que se esperaba que llegase en ayuda de los cruzados: se trata de la primera mención documentada del Preste Juan. Eugenio, que vivía en Viterbo, pues no controlaba Roma, decidió a pesar de todo que la cruzada debía de ser más organizada y centralizada que la Primera. Los predicadores debían contar con la aprobación papal, los ejércitos, estar dirigidos por los reyes más poderosos de Europa y la ruta debía decidirse de antemano. La respuesta inicial a la bula papal fue pobre, y el hecho es que hubo que hacer una nueva convocatoria cuando se supo que Luis VII de Francia tomaría parte en la expedición. Éste había estado valorando también la posibilidad de una nueva cruzada de forma independiente a la del Papa, y además, así se lo anunció a su corte aquella Navidad. Es una cuestión debatida si Luis planeaba una cruzada por su cuenta, o si se trataba de un mero peregrinaje con la finalidad de cumplir el juramento que su hermano Felipe había hecho sobre ir a Tierra Santa y que no había podido cumplir por su temprana muerte. Quizá a Luis no le había llegado la bula cuando hizo el anuncio, pero en cualquier caso, ni el abad Suger ni otros nobles se mostraron partidarios de los planes del rey, puesto que le ausentarían del reino durante varios años. Luis consultó entonces a Bernardo de Claraval, que le remitió al Papa. En este momento, sin duda, Luis conocía ya la bula papal, y Eugenio apoyó con entusiasmo la cruzada de Luis. El 1 de marzo de1146 se volvió a publicar la bula, y Eugenio autorizó a Bernardo la predicación de la misma por toda Francia.
En un comienzo, apenas hubo entusiasmo popular por la cruzada, como sí que había ocurrido en 1095 y 1096. Sin embargo, el Papa encargó a Bernardo, uno de los hombres más famosos y respetados de la Cristiandad, que predicase la cruzada, y le garantizó las mismas indulgencias que Urbano II había concedido durante la Primera Cruzada. Bernardo decidió hacer hincapié sobre el hecho de que tomar la cruz era un medio para lograr la absolución de los pecados y alcanzar la gracia. El 31 de marzo, en presencia del rey Luis, predicó ante una gran multitud en el campo junto a Vézelay. Bernardo, el "doctor melífluo", ejerció el poder de su oratoria y sus oyentes se alzaron al grito de "¡cruces, dadnos cruces!" y agotaron las telas haciendo cruces, e incluso se dice que el propio Bernardo entregó sus vestiduras externas con este fin. A diferencia de la Primera Cruzada, la nueva aventura atrajo también a miembros de la realeza, como Leonor de Aquitania, entonces reina de Francia; Thierry de Alsacia, conde de Flandes; Enrique, el futuro conde de Champaña; el hermano de Luis, Roberto I de Dreux; Alfonso I de Toulouse; Guillermo II de Nevers; Guillermo de Warenne, tercer conde de Surrey; Hugo VII de Lusignan; así como a otros muchos nobles y obispos. Luis VII y su esposa Leonor, junto con los príncipes y aristócratas presentes en la asamblea se postraron a los pies de Bernardo para recibir la cruz de peregrinos. Pero fue la gente común la que dio muestras de mayor entusiasmo. El Papa nombró santo a Bernardo por sus méritos enardeciendo a la gente y enviándolos a combatir a los musulmanes para recuperar Tierra Santa. San Bernardo escribió al Papa pocos días después: "Abrí la boca, hablé, e inmediatamente los cruzados se multiplicaron hasta el infinito. Las aldeas y villas están vacías; apenas hay un hombre por cada siete mujeres. Por todas partes se ven viudas, cuyos maridos aún viven". Bernardo predicó también en Alemania, y las crónicas recogen los supuestos milagros que protagonizó, y que sirvieron para multiplicar el número de peregrinos adheridos a la Cruzada. Mientras estaba en Alemania, Bernardo predicó a Conrado III en noviembre de 1146, pero como Conrado no parecía interesado en participar personalmente, Bernardo pasó a Alemania meridional y Suiza para seguir sus prédicas. Sin embargo, en su viaje de vuelta, en diciembre, se detuvo en Espira, donde en presencia de Conrado pronunció un emocionado sermón en el que representó la figura del propio Cristo, preguntándole qué más podía hacer por el emperador: “Hombre”, le dijo, “¿qué más debo hacer por ti que aún no haya hecho?” Conrado ya no se pudo resistir y se unió a la cruzada con muchos de sus nobles vasallos, entre ellos, Federico, duque de Suabia. También, al igual que meses antes en Vézelay, mucha gente común tomó la cruz en Alemania. Tanto Conrado III como su sobrino, el futuro emperador Federico I Barbarroja, recibieron la cruz de manos de Bernardo. Por su parte, el papa Eugenio se trasladó a Francia para seguir impulsando el número de adhesiones. Se decidió que los cruzados partirían un año después, y que mientras tanto se llevarían a cabo los preparativos y se trazaría la ruta hasta Tierra Santa. Luis y Eugenio contaron con el apoyo de aquellos príncipes cuyas tierras tendrían que cruzar: Geza de Hungría, Roger II de Sicilia y el emperador bizantino Manuel I Comneno, aunque este último pidió que los cruzados le jurasen fidelidad, lo mismo que había pedido su abuelo Alejo I Comneno.
Mientras tanto, Bernardo siguió predicando en Borgoña, Lorena y Flandes. Al igual que ocurrió en la Primera Cruzada, la predicación de la Cruzada y la idea de Guerra Santa contra los no cristianos condujo a ataques mortales contra las comunidades judías, en uno de los cuales casi pierde la vida uno de los más importantes talmudistas de su generación, Rabeinu Tam. Un fanático monje alemán llamado Rudolf, perteneciente a la orden cisterciense, al parecer incitó a la matanza de judíos en Renania, Colonia, Maguncia, Worms y Espira, pues les acusaba de no querer contribuir con dinero al rescate de Tierra Santa. San Bernardo y los arzobispos de Colonia y Maguncia se opusieron firmemente a dichas persecuciones, e incluso Bernardo viajó desde Flandes a Alemania para intentar acabar con el problema, y en gran medida logró que gran parte de la audiencia de Rudolf le siguiese a él. Luego, se encontró con Rudolf en Maguncia y pudo silenciarle y mandarlo de vuelta a su monasterio. El Papa también autorizó la cruzada en España, aunque hacía ya mucho tiempo que en ese territorio se mantenían en marcha guerras contra los musulmanes. Concedió a Alfonso VII de Castilla la misma indulgencia que había otorgado a los cruzados franceses; e igual que hizo el Papa Urbano II en 1095, urgió a los españoles a luchar en su propio territorio en lugar de unirse a las cruzadas de oriente. Autorizó a Marsella, Pisa y Génova, así como a otras ciudades, a luchar en España también, pero en general mandó a los italianos a las cruzadas de oriente, como le pidió a Amadeo III de Saboya. Eugenio no quería que Conrado participase, pues temía que así reforzase el poder imperial en sus reivindicaciones sobre el Papado, pero en cualquier caso no le prohibió marchar. El 16 de febrero de 1147, los cruzados franceses se reunieron en Étampes para discutir su itinerario. Los alemanes habían decidido ya viajar por tierra, a través de Hungría, puesto que, como Roger II era enemigo de Conrado, la ruta marítima resultaba políticamente poco viable. Muchos de los nobles franceses desconfiaban de la ruta terrestre, que les llevaría a través del Imperio Bizantino, cuya reputación todavía se resentía por los relatos de los primeros cruzados. No obstante, decidieron seguir a Conrado, y se pusieron en camino el 15 de junio. Roger II se sintió ofendido y rehusó continuar participando. El abad Suger y el conde Guillermo de Nevers fueron elegidos como regentes mientras el rey de Francia permaneciera en la cruzada. En Alemania Adam de Ebrach continuó predicando, y Otto de Freising tomó también la cruz. El 13 de marzo, en Fráncfort, el hijo de Conrado, Federico, fue elegido rey, bajo la regencia de Enrique, arzobispo de Mainz. Los alemanes planeaban partir en mayo y reunirse con los franceses en Constantinopla. Por entonces, otros príncipes alemanes extendieron la idea de cruzada a las tribus eslavas del nordeste del Sacro Imperio Romano Germánico, y fueron autorizados por Bernardo para emprender una cruzada contra ellas. El 13 de abril, Eugenio confirmó esta cruzada, comparándola a las realizadas en España y Palestina. Así, en 1147 nacieron las cruzadas bálticas. A mediados de mayo salieron de Inglaterra los primeros contingentes, compuestos de cruzados flamencos, frisios, normandos, ingleses, escoceses y algunos alemanes. Ningún rey ni príncipe dirigía a estas tropas; Inglaterra estaba por entonces dominada por la anarquía. Llegaron a Oporto en junio. Allí, el obispo les convenció para que continuasen hasta Lisboa, a donde había llegado ya el rey Alfonso I, informado de la llegada de una flota cruzada a su reino. Dado que la cruzada en España y Portugal había sido sancionada por el Papa, los cruzados aceptaron combatir a los musulmanes en la península. El sitio de Lisboa comenzó el 1 de julio y se prolongó hasta el 24 de octubre, cuando la ciudad cayó en poder de los cruzados, quienes la saquearon a fondo antes de cedérsela al rey de Portugal. Casi al mismo tiempo, los ejércitos españoles comandados por Alfonso VII de Castilla y Ramón Berenguer IV de Barcelona, entre otros, conquistaron Almería y Tarragona, con ayuda del mismo ejército cruzado.
Algunos de los cruzados se asentaron en las recién conquistadas ciudades, y Gilbert de Hastings fue elegido obispo en Lisboa, aunque la mayoría de la flota continuó su viaje hacia el este en febrero de 1148. Poco después, en 1148 y 1149, las tropas castellanas y aragonesas reconquistaron también Tortosa, Fraga y Lérida. Los cruzados alemanes, franconios, bávaros y suabos, partieron por tierra, también en mayo de 1147. Ottokar III de Estiria se unió a Conrado en Viena, y el enemigo de Conrado, Geza II de Hungría les permitió finalmente atravesar su reino sin causarles daño. Cuando el ejército llegó a territorio bizantino, el emperador Manuel I temió que fuesen a atacarle, y destacó tropas para asegurar que no se produjeran disturbios. Hubo una breve escaramuza con algunos de los más indisciplinados alemanes cerca de Filipópolis, y en Adrianópolis, donde el general bizantino Prosouch se enfrentó al sobrino de Conrado, el futuro emperador Federico I. Para empeorar las cosas, varios soldados alemanes murieron en una inundación a comienzos de septiembre. El 10 de septiembre, sin embargo, los alemanes llegaron a Constantinopla, donde el emperador les acogió con bastante frialdad, y les convenció para que cruzasen a Asia Menor tan pronto como fuera posible. Manuel quería que Conrado dejase en Constantinopla parte de su ejército, para que le ayudase a defenderse de los ataques de Roger II, quien había aprovechado la oportunidad para saquear las ciudades de Grecia. Conrado, a pesar de ser enemigo de Roger, no aceptó la propuesta del emperador. En Asia Menor, Conrado decidió no esperar a los franceses, y marchó contra Iconio, capital del Selyúcida sultanato de Rüm. Dividió su ejército en dos divisiones, de las cuales la primera fue destruida por los selyúcidas el 25 de octubre de 1147 en la segunda batalla de Dorileo (Dorylaeum). Los turcos utilizaron su táctica habitual de fingir una retirada y volver a atacar a la pequeña fuerza de caballería alemana que se había separado del ejército principal para perseguirles. Conrado comenzó una lenta retirada de regreso a Constantinopla, y su ejército fue diariamente hostigado por los turcos, que atacaron a los rezagados y vencieron a la retaguardia. El propio Conrado fue herido en una escaramuza con ellos, siendo atendido de sus lesiones por el propio emperador bizantino Manuel. La otra división del ejército, comandada por Otto de Freising, se dirigió hacia la costa mediterránea, y fue igualmente masacrada a comienzos de 1148. Los cruzados franceses partieron de Metz en junio, liderados por Luis, Thierry de Alsacia, Renaut I de Bar, Amadeo III de Saboya, Guillermo VII de Auvernia, Guillermo V de Montferrato, y otros, junto con ejércitos de Lorena, Bretaña, Borgoña y Aquitania. Una parte del ejército, procedente de Provenza, bajo el mando de Alfonso de Toulouse, decidió esperar hasta agosto y seguir por mar. En Worms, Luis se unió a los cruzados de Normandía e Inglaterra. Siguieron la ruta de Conrado en paz, aunque Luis tuvo un problema con Geza de Hungría, cuando éste descubrió que Luis había permitido que se le uniese una persona que había intentado usurpar el trono húngaro. Las relaciones ya dentro del territorio bizantino no fueron muy buenas, y los loreneses, que iban en vanguardia del resto de los franceses, también tuvieron problemas con los alemanes, más lentos. Desde las negociaciones originales entre Luis y Manuel, éste último había detenido las hostilidades con el Sultanato de Rüm, se había aliado con su sultán Mas'ud, sin embargo, las relaciones de Manuel con el ejército francés fueron algo mejores que con los alemanes, y Luis fue recibido espléndidamente en Constantinopla. Algunos franceses se escandalizaron de la alianza de Manuel con los selyúcidas, y exigieron un ataque contra Constantinopla, pero fueron refrenados por los legados papales.
Cuando las tropas de Saboya, Auvernia y Monferrato se unieron a las de Luis en Constantinopla (después de llegar por la ruta italiana y cruzar desde Bríndisi a Durazzo), el ejército al completo fue trasladado a través del Bósforo hasta Asia Menor. Se vieron reconfortados por los rumores que decían que los alemanes habían tomado Iconio, pero Manuel rechazó conceder a Luis tropas bizantinas e hizo jurar a los franceses que devolverían al Imperio cualquier territorio que reconquistasen. Tanto alemanes como franceses entraron en Asia sin ayuda alguna por parte de los bizantinos, a diferencia de los ejércitos de la Primera Cruzada. Los franceses se encontraron con los restos del ejército de Conrado en Nicea, y el propio Conrado se unió a las fuerzas de Luis. Siguieron la ruta de Otto de Freising por la costa mediterránea, y llegaron a Éfeso en diciembre, donde se enteraron de que los turcos se preparaban para atacarles. Manuel les envió embajadores, quejándose de los saqueos de las tropas de Luis por el camino, y quedaba claro que no había garantía alguna de que los bizantinos les ayudarían en caso de ataque turco. Mientras tanto Conrado enfermó y tuvo que volver a Constantinopla, donde el propio Manuel le atendió personalmente; pero Luis, sin prestar atención a las amenazas de un ataque turco, partió de Éfeso. Los turcos estaban realmente esperando para atacarles, pero en una pequeña batalla a las afueras de Éfeso, vencieron los franceses. Llegaron a Laodicea a principios de enero de 1148, pocos días después de que el ejército de Otto de Freising hubiese sido destruido en la zona. Al reanudar la marcha, la vanguardia bajo el mando de Amadeo de Saboya se separó del resto, mientras que las tropas de Luis fueron desviadas por los turcos. El propio Luis, según Odón de Deuil, trepó a un árbol y los turcos no se dieron cuenta de su presencia o no le reconocieron. Los turcos no se molestaron en seguir atacando, y los franceses continuaron hasta Adalia, aunque bajo la constante presión turca, que quemaba la tierra para evitar que los franceses pudiesen alimentarse de la misma. Luis quiso continuar por tierra, y se decidió que reunir una flota en Adalia que les llevase a Antioquía. Tras un retraso de un mes debido a las tormentas, la mayoría de los barcos prometidos ni siquiera llegó. Luis y los que iban con él embarcaron, dejando al resto del ejército que continuase la larga marcha hasta Antioquía por tierra. Casi todo el ejército pereció, ya fuese a manos de los turcos o por distintas enfermedades. Luis llegó a Antioquía el 19 de marzo, después de sufrir una tormenta; Amadeo de Saboya había muerto en el camino en Chipre. Luis fue recibido por el tío de Leonor Raimundo de Poitiers. Éste esperaba que Luis le ayudaría a defenderse de los turcos y que le acompañaría en un ataque contra Alepo, pero Luis tenía otros planes, pues prefería dirigirse primero a Jerusalén para cumplir su peregrinaje, más que centrarse en el aspecto militar de la cruzada. Leonor disfrutó de su estancia, pero su tío quería que ella se quedase con él, e incluso que se divorciase de Luis si éste no aceptaba ayudarle. Luis dejó rápidamente Antioquía camino de Trípoli. Mientras, Otto de Freising y el resto de sus tropas llegaron a Jerusalén a primeros de abril, y Conrado lo hizo poco después. El patriarca Fulco de Jerusalén viajó para invitar a Luis a que se reuniese con ellos. La flota que se había detenido en Lisboa llegó también en estas fechas, al igual que los provenzales de Alfonso de Toulouse, aunque éste último había muerto en el camino hacia Jerusalén, según los indicios, envenenado por Raimundo II de Trípoli, su sobrino que temía las pretensiones políticas de su tío sobre el condado. En Jerusalén el objetivo de la cruzada se dirigió rápidamente hacia Damasco, el blanco deseado del rey Balduino III de Jerusalén y de los caballeros templarios. A Conrado ya se le había convencido de la necesidad de participar en esta expedición.
Cuando llegó Luis, la Haute Course reunió en Acre el 24 de junio. Fue la reunión más espectacular de la Cour en toda su historia: Conrado, Otón, Enrique II de Austria, el futuro emperador Federico I Barbarroja (entonces duque de Suabia), y Guillermo III de Montferrato representaban al Sacro Imperio; Luis, el hijo de Alfonso, Bertrand, Thierry de Alsacia y otros señores eclesiásticos y seculares representaban a Francia; y por parte de Jerusalén estaban el rey Balduino, la reina Melisenda, el patriarca Fulco, Robert de Craon Maestre del Temple, Raimundo del Puy de Provence Maestre de los caballeros hospitalarios), Manasses de Hierges (condestable de Jerusalén), Hunifrido II de Torón, Felipe de Milly Templario, llegaría a ser maestre) y Barisán de Ibelín. Sorprendentemente, no asistió nadie de Antioquía, Trípoli, o del antiguo condado de Edesa. Algunos franceses consideraron que así habían llevado a cabo su peregrinaje, y querían volver a casa; algunos barones del reino señalaron que no sería acertado atacar Damasco, su aliado contra los zéngidas. Pero Conrado, Luis y Balduino insistieron, y en julio se reunió un ejército en Tiberíades. Los cruzados decidieron atacar Damasco desde el oeste, donde las huertas les facilitaban un constante aprovisionamiento de víveres. Llegaron el 23 de julio, con el ejército de Jerusalén en vanguardia, seguido por Luis, y a continuación Conrado, en la retaguardia. Los musulmanes estaban preparados para el ataque y hostigaron constantemente al ejército, avanzando por las huertas. Los cruzados consiguieron abrirse camino y expulsar a los defensores al otro lado del río Barada y a Damasco; llegados al pie de las murallas, emprendieron inmediatamente el asedio de la ciudad. Damasco había pedido ayuda a Saif ad-Din Ghazi I de Alepo y Nur ad-Din de Mosul, y el visir Mu'in ad-Din Unur dirigió un inexitoso ataque contra los cruzados. Había conflictos en ambos bandos: Unur sospechaba que si Saif ad-Din y Nur ad-Din ofrecían su ayuda era porque querían apoderarse de la ciudad; por su parte, los cruzados no podían ponerse de acuerdo sobre a quién le correspondería la ciudad en caso de que la conquistaran. El 27 de julio, los cruzados decidieron trasladarse al lado este de la ciudad, que estaba menos fortificado pero era menos rico en comida y agua. Por entonces Nur ad-Din ya había llegado, y les fue imposible regresar a su posición anterior. Primero Conrado, y luego el resto de los cruzados, decidieron levantar el sitio y regresar a Jerusalén. Todos los bandos se sintieron traicionados por los otros. Se trazó un nuevo plan para conquistar Ascalón, y Conrado llevó allí sus tropas, pero no llegaron más refuerzos, debido a la desconfianza nacida entre los cruzados durante el fallido asedio de Damasco. Se abandonó la idea de la expedición a Ascalón, y Conrado regresó a Constantinopla para renovar su alianza con Manuel, mientras que Luis permaneció en Jerusalén hasta 1149. En Europa, Bernardo de Claraval se sentía humillado, y cuando fracasó su intento de promover una nueva cruzada, intentó distanciarse del fiasco que había supuesto la Segunda Cruzada. Murió en 1153. El asedio de Damasco tuvo consecuencias desastrosas a largo plazo: Damasco no volvió a confiar en el reino cruzado, y la ciudad fue entregada a Nur ad-Din en 1154. Balduino II finalmente sitió Ascalón en 1153, lo que atrajo a Egipto al ámbito del conflicto. Jerusalén fue capaz de hacer algunas conquistas más en territorio egipcio, ocupando brevemente El Cairo en la década de 1160. Sin embargo, las relaciones con el Imperio Bizantino eran, como poco, delicadas, y la ayuda de Occidente se hizo escasa después del desastre de la Segunda Cruzada. En 1171, Saladino, sobrino de uno de los generales de Nur ad-Din, fue proclamado sultán de Egipto, y logró unir bajo su mando Egipto y Siria, rodeando por completo al reino cruzado. En 1187 Jerusalén cayó en su poder, y Saladino se dirigió al norte, donde se apoderó de todo el territorio de los estados cruzados, a excepción de sus capitales, lo cual motivaría el nacimiento de la Tercera Cruzada. Por JSS
San Cornelio (251-253) Nació en Roma. Su elección se produjo tras encarnizadas luchas. A él le opusieron el sacerdote Novaciano que se autoproclamó papa, respaldado por el cartaginés Novato. Los dos adoptaron un puritanismo riguroso con los así llamados lapsi, -los que habían abjurado de la fe cristiana -que, según ellos no tenían que ser readmitidos en el seno de la Iglesia. Acusaban pues a Cipriano ya Cornelio, que defendían ideas contrarias, de debilidad y poca determinación. Cornelio convocó un concilio que condenó a Novaciano declarándole antipapa. Gobernando Cornelio murió Orígenes, obispo de Alejandría y doctor de la Iglesia griega. Éste expresó alguna idea heterodoxa, pero luchó encarnizadamente contra el filósofo pagano Celso, que había escrito contra el Cristianismo. Cornelio fue acusado por el emperador Treboniano Galo de haber provocado, ofendiendo a los dioses paganos, una enfermedad contagiosa que había azotado Roma y parte del imperio. Por esto le ordenaron que ofreciera un sacrificio a los dioses; pero al negarse fue exiliado a Civitavecchia, donde murió en el año 253. No fue mártir, sin embargo la Iglesia le considera tal. Fue enterrado en S. María en Trastevere en Roma. Podemos aceptar la afirmación del catálogo Liberiano que el reino dos años, tres meses, y diez días, Lipsius, Lightfoot, y Harnack han demostrado que esta lista es de primera clase en autoridad para esta fecha. Su predecesor Fabián, fue puesto como muerto por Decius, el 20 de Enero, de 250. Alrededor de los comienzos de Marzo, 251 la persecución disminuyo, permitiendo la ausencia del emperador, contra el cual dos rivales aparecieron. Fue posible ensamblar dieciséis obispos en Roma, y Cornelio fue elegido aun contra su deseo. (Cipriano, Ep. Lv, 24), “Por el juicio de Dios y de Cristo, por el testimonio de casi todo el clero, por el voto de la gente presente, por el consentimiento de los sacerdotes más viejos y de los buenos hombres, al momento cuando ninguno había hecho nada antes de el, cuando el lugar de Fabián, que es el lugar de Pedro, y el escalón a la silla sacerdotal vacante”. “Que fortaleza de ánimo en esa aceptación del episcopado, que fuerza de mente, que firmeza de fe, del que tome asiento en esa intrépida silla sacerdotal, al momento cuando la tiranía, en su odio a los obispos estuvo haciendo amenazas inconfesables, cuando escucho con más paciencia que el príncipe rival fue lanzado contra el, que el obispo de Dios fue comisionado a Roma (Ibíd., 9). Si el no, pregunta San Cipriano, para ser nombrado entre los gloriosos confesores y mártires ¿quienes esperaron sentados la espada o la cruz o la estaca o cualquier otra tortura?
A pocas semanas más tarde el párroco Romano Novatian, se hizo antipapa, y el mundo cristiano total fue convulsionado por el cisma en Roma. Pero la adhesión de San Cipriano aseguraba a Cornelio de cientos de obispos de África, y la influencia de San Dionisio el Grande, Obispo de Alejandría, trayendo a Oriente dentro de pocos meses una decisión correcta. En Italia, el Papa junto a un sínodo de sesenta obispos (ver Novatian). Fabius, Obispo de Antioquia, parece estar vacilante. Tres cartas a el de Cornelio fueron conocidas de Eusebio, quien dio extractos de una de ellas (Hist. Eccl., VI, XIII), en la cual el Papa detalla las faltas en la elección de Novatian y se conduce con considerable amargura. Incidentalmente nos enteramos que en la Iglesia Romana eran cuarenta y seis sacerdotes, siete diáconos, siete sub diáconos, cuarenta y dos acólitos, cincuenta y dos ostiarios, y más de mil quinientos viudas y personas en distres. De esta estimación de Burnet del número de cristianos en Roma a cincuenta mil, de Gibbons; pero Benson y Harnack piensan que esta figura posiblemente sea muy grande. El Papa Fabián hizo siete regiones; aparece en cada una un diacono, un sub diacono y seis acólitos. De las cartas de Cornelio a Cipriano dos han sido traídas a nosotros, junto a nueve de Cipriano al Papa. Monseñor Merrati mostró que el texto verdadero de las cartas de Cornelio son en el coloquial “latín vulgar” del día, y no en el más clásico estilo afectado por el ex orador Cipriano y el instruido filosofo Novatian. Cornelio sanciona las leves medidas propuestas por San Cipriano y aceptadas por su Consejo Cartaginés de 251 para la restauración de la Comunión, luego de varias formas de penitencia, de aquellos quienes han caído durante la persecución Deciana. Al comienzo de 252 una nueva persecución súbitamente estallo. Cornelio fue exilado a Centumcellæ (Ciudad Vieja). No hubo deserciones entre los cristianos Romanos; todos fueron confidentes. El Papa “dejo sus hermanos en confesión”, escribió Cipriano (Ep. lx, ad Corn.), con una manifiesta referencia a la confesión de San Pedro. “Con un corazón y una voz el total de la Iglesia Romana confiesa. Luego, hemos visto estimados Hermanos, que esta fe con la cual los bendecidos Apóstoles predican en ustedes (Rom., i, 8); aun prevén en espíritu su gloriosa fortaleza de ánimo y su firme fuerza.”En Junio Cornelio muere como mártir, como San Cipriano repetidamente le dijo. El catalogo liberiano tiene ibi cum gloria dormicionem accepit, y esto puede significar que el murió del rigor de su confinamiento, sin embargo más tarde dice reconocer que el fue decapitado. San Jerónimo dice que Cornelio y Cipriano sufrieron en el mismo día en diferentes años, y su descuidado comentario fue luego generalmente seguido. La fiesta de San Cipriano fue de hecho puesta en Roma en la tumba de Cornelio, para el cuarto siglo “Depositio Martirum” tiene “ XVIII kl octob Cypriani Africæ Romæ celebratur in Callisti". San Cornelio no fue sepultado en las capillas de Papas, pero en catacumbas adyacentes, posiblemente de la rama del noble Cornelio. Su inscripción esta en latín: Cornelio* MARTYR* así como la de Fabián y Lucius están en griego (Northcote and Brownlow, "Roma sotteranea", I, vi). Su fiesta fue puesta con la de San Cipriano el 14 de Setiembre, posiblemente el día de su traslado de Centumcellæ a las catacumbas.
Por Frey Jesús
Resistencia del Temple en las Riberas del CincaSegre, 1310-1314 (VIII) Las noticias conservadas que hacen mención de los lugares Templarios del Cinca son abundantes para el año 1314. El 25 de enero es nombrado baile de Ripoll a Mateo Tolten, habiendo estado encomendado provisionalmente a los señores Ferrer del Castellbó y Pedro de Frau, administradores de la nueva castellanía de Monzón. (ACA, C. reg. 291, fol. 333r-v.) Al día siguiente, 26 de enero, el rey Jaime II convocaba Cortes para catalanes en la capital del Segre, obligando a los frailes del Hospital instalados en Gardeny que acogieran en su casa al infante Alfonso, que ostentaba los título de conde de Urgell y vizconde de Ager, junto a toda su familia. (ACA, C. reg. 254, fol. 141v). En su trayecto hacia Lleida, el rey manifiesta su deseo de detenerse en Albalate de Cinca, cuyo castillo de los Entenza pasará al infante Alfonso. Allí reclamó el impuesto denominado derecho de cena, que consistió en: 40 ovejas, 2 vacas, 40 pares de gallinas, 15 pares de perdices, 30 pares de urogallos, 25 libras de carne salada, 40 huevos, 12 “edidos”, además de las mesas, copas de acero, leña, aceite, sal, 120 hogazas de pan, 150 medidas de vino, una libra de jengibre, seis onzas de azafrán, dos onzas de canela sucedánea, 25 libras de cera, y demás cosas que sus oficiales pudieran requerir. (ACA, C. reg. 254, fol. 141v) Para atender los gastos reales en las Cortes convocadas mandó recoger el impuesto equivalente de cenas reales dentro del obispado, a favor del infante Juan. Las imposiciones recogidas fueron: Comendador y hombres de Torrente 66 s. 8 d. Comendador de la casa Hospital de Lérida 166 s. 8 d. Administrador de la casa de Gardeny 133 s. 4 d. Administrador de la casa de Corbins 133 s. 4 d. Administrador de la casa de Chalamera 100 s. (ACA, RP. MR. reg. 235, año 1314.) Cercano a Alcolea de Cinca, concretamente a la salida de Albalate de Cinca, se hallaba un monasterio del Císter, hoy desaparecido. Se trataba del monasterio de Fontclara (Fontis Claris) cuyo abad en 1314 demandaba, posiblemente al paso del monarca, que el lugar de Castillazuelo que le pertenecía, efectuara el homenaje al que estaban obligados sus hombres, contando con la expresa presencia del Justicia de Aragón. (ACA, C. reg. 254, fol. 143v.) El trayecto de la nobleza por las Riberas del Cinca permite atender necesidades populares. Así, en 7 de febrero, el infante Alfonso conde de Urgell, autoriza el regreso a nuevos repobladores del lugar de Rafals, entre ellos tres familias representadas por Pere Bertran, Jaime Nicolau y Andreu Fardela. (ACA, C. reg. 382, fol. 49-50.)
La priora de Sijena aprovechó para informar –a través de su procurador Guillermo de Laduix-, sobre sus desavenencias contra Guillem de Montcada señor de Fraga, y Senescal de Cataluña. La dama reclamaba que los hombres de Fraga dañaban a los hombres de Candasnos que eran de la señoría del monasterio femenino. Se le tuvo que aclarar a tan noble señora los de Fraga tenían razón al poder disfrutar pacíficamente de posesiones que poseían en Candasnos. Sin embargo, el Montcada de Fraga, falto de dinero, obligaba a los hombres de Candasnos a vender las posesiones que tenían en el término de Fraga o las ocuparía a su nombre. Este abuso supo frenarlo muy bien el monarca. (ACA, C. reg. 152, fol. 249v.) La falta de dinero por parte de la nobleza en los momentos de la disolución del Temple parece evidente. La sor Jusiana de Entenza, monja del monasterio de Sijena, reclamaba las mandas testamentarias que su padre había dejado a favor del monasterio. Su hermano Guillem de Entenza se opuso a hacer ninguna prestación económica posiblemente porque también él había sufrido una importante caída en sus ingresos. (ACA, C. reg. 152, fol. 250r-v.) Esa crisis de numerario afectaba especialmente a los señoríos próximos al Cinca. El rey Jaime notificó al obispo de Lérida, Guillem, que los bienes que fueron de la noble Sibila de Anglesola, esposa del noble Pedro Fernández de Hijar, situados bajo administración de Cataluña deben ser protegidos. Pues habiendo pertenecido a los abuelos de la citada doña Sibila, don Ramon de Montcada y Teresa de Foces, los pretendía Guillem de Montcada, señor de Fraga y senescal de Cataluña. (ACA, C. reg. 152, fol. 234.) Como ya hemos apuntado en artículos precedentes, las crisis de los nobles afectaron a disputas por los señoríos, inclusive si estaban en una administración o justicia distintas. SEGREGACIÓN DE TÉRMINOS EN EL CINCA 1314 Creemos que la presencia Templaria del Cinca, no solo cumplió el objetivo de defensa ante el Islam, acción encomendado a esto caballeros en el siglo XII y XIII. Sino que su presencia en el Cinca fue un motivo de estabilidad entre términos y fronteras. Su presencia en el Cinca había representado la frontera. Frontera que no fue cuestionada porque los Templarios no permitieron intromisiones de señoríos nobiliarios o eclesiásticos en sus dominios. Lo cierto es que, tras su desaparición, hallamos un documento de sumo interés, ya generado en 1312, que había de tener repercusiones posteriores a 1314. El rey Jaime II de Aragón deseando establecer la paz entre los hombres de Alcolea de Cinca (señorío nobiliario) y los lugares de Villanueva de Sijena, Cajal, Ontiñena y de Chalamera (lugares estos del señorío eclesiástico de doña Teresa de Urrea, priora del monasterio de Sigena), generó el siguiente documento cuyo valor e importancia para el devenir del Cinca no debe ser ocultado. Se trata de un documento de segregación de términos, y está dirigido a la priora de Sijena y a su hijo el infante don Alfonso señor de Alcolea y conde de Urgel: Nos Jaime, a súplicas vuestras para que pongamos buegas, presente en el monasterio, y con la presencia del infante Alfonso nuestro querido segundogénito, conde de Urgel y vizconde de Ager, y señor del lugar de Alcolea, con la presencia de Pedro Adinar, jurisperito de Osca, y Guillermo de Vallsenire, sacristán de Osca, tutores de la noble Teresa de Entenza, condesa de Urgel, esposa del conde sobredicho, como ejecutores del testamento de Gombaldo de Entenza, fallecido, padre de dicha condesa, presentes: y Bernardo Tolzano, justicia de Alcolea, y muchos prohombres de dicho lugar, caballeros, y otros presentes.
Y fr. Pedro Sala, comendador de dicho monasterio, fr. Guillermo Bernardo de Laduix de dicho monasterio como procurador del convento, monasterio y priora, con otros frailes del mismo monasterio, presentes muchos vecinos del lugar de Villanueva y de Ontinyena, caballeros y otros visores de dichos términos que quisieron estar presentes en la otorgación de dicho privilegio. Visto un privilegio concedido por el noble Pedro Hug, señor de Alcolea, fallecido, y la entonces priora en el monasterio de Sigena y otros muchos presentes. Primero se procedió a la división de términos que eran motivo de disputa entre los hombres de Alcolea y la dicha priora y sus hombres de Villanueva, (Villanova) y dicha división empezaron en cierto lugar con fitas o mojones. La primera buega la pusimos sobre el montículo llamado Pueyo Agudo, que está entre el camino viejo de Alcolea y el término de Ontyñena que está dividido por un languaço, y de aquella senda a Alcolea (Alcolegie). Y seguimos poniendo buegas, unas tras otras, hasta el final del Valle que llaman de Pérez de Pantano. Y siguiendo por dicho límite, de uno al otro hasta el camino que sale de Sigena (Sexena) y viene de Alcolea. Y siguiendo por dichos límites hasta el camino que viene de Sariñena (Saranyena) y va hacia Alcolea. Y de este camino siguiendo la vertiente de las aguas hasta el camino que sale de Sigena y va hacia “La Royam” y hacia “Monçonem”. Y del camino que llaman de La Roya, siguiendo la vertiente de las aguas hasta el camino que va de Sijena a Barbastro, y del camino que llaman “de Barbastro” siguiendo la pendiente de las aguas hasta el camino que va de Sariñena a Monzón. Y del camino que llaman “de Sariñena”, siguiendo la pendiente del agua hasta el Collado que está entre Castro Follit y el término de Cajal (Caxal). Y entre aquellos límites y valles, mandamos poner buegas al dilecto Eximén Pérez de Salanova, justicia de Aragón, presente, para perpetua memoria. Y sentenciamos que todos los términos entre dichas buegas al lugar de Villanova sean del monasterio de Sigena, y del dicho lugar de Villanova sin impedimento alguno, por parte de dichos condes y los hombres de Alcolea. Y todos los términos que están por encima de dichas confrontaciones o buegas, asignadas por el dicho justicia, hacia Alcolea, que sean de Alcolea de Cinca, sus vecinos y hombres predichos de Alcolea, sin impedimento de la priora, monasterio y hombres de Villanova. Algo estaba ocurriendo. Los Templarios tuvieron sus términos y señoríos bien delimitados. Pero ahora todos se apresuran a renovar las fetaciones. Otros lugares hacían lo mismo. Veamos la revisión de términos entre Ontiñena y el lugar de Alcolea: (…) Y de aquí seguimos la división de los términos que eran contenciosos entre los hombres de Alcolea de una parte, y de la dicha priora y convento y concejo de Ontiñena de otra.
Afirmaban los de Alcolea que sus términos entre Alcolea y dicha cequia y los montes frente Alcolea eran de Alcolea hasta el valle llamado del “Rebost”. Sin embargo por parte de los Sigena afirman que los términos del lugar de Ontiñena alcanzaban por encima de dicha cequia “ad sumitarem serre”, y que todas las vertientes de dicha sierra eran término de Ontiñena. Nos, vistos los privilegios e instrumentos y otros que quisieron presentar dichas partes ante nos, pasamos a delimitar dichos términos sobre los que existía el contencioso: La primera fita o buega que pusimos fue en dicho monte Agudo (Montis Accuto, Montagud) que ya dividía los términos de Alcolea y Villanueva y de Ontiñena. De dicho monte descendimos a la vía que está junto a la cequia llamada de Chalamera, que va de Villanova a Chalamera, cuyo camino empieza en el valle de Lexo, que también es llamado de Val de Forno, cuyo camino está contiguo al camino de la cequia, hacia o hasta las faldas de la Sierra de la Sardera de Alcolea. Y desde este lugar por el camino que va entre dicha cequia y las faldas de dicho monte, hasta la senda o vía que hay en la Vall de Lexo, al que llaman del Forno, por cuyo camino nos lleva a Torralba, donde pusimos una buega. Y siguiendo el camino por dicha vía que está entre la cequia y las faldas de dicha sierra, hasta la vía o senda que conduce hacia Ballobar (Vallobar) o Chalamera, sobre aquella carrera que va cerca de la predicha cequia, donde pusimos otra buega o fita. Y seguimos poniendo buegas hasta la torre llamada de Torralba. Y seguimos poniendo buegas, unas tras otras, hasta la vía que conduce de Ontiñena a Alcolea, poniendo la buega junto a la vía. Y seguimos por dicha vía hasta el Valle o barranco en cuyo límite pusimos una buega. Y seguimos poniendo buegas, una tras otra, hasta el valle llamado del Rebost. En la cuesta de dicho valle mandamos poner otra buega. En aquel valle mandamos poner tres buegas a saber: en los laterales o pendientes de dicho valle, en medio de dicho valle, y en un campo otra. Todas ellas siempre por encima de la cequia de Chalamera que discurre por el dicho valle. Y entre estas tres buegas y la cequia hay un camino comunal para trasladar ganado o pacer en los términos vecinos a los lugares de Ontiñena y de Alcolea y otros vecinos. Y pronunciamos que todos los términos que se extienden por encima de dicha cequia de Chalamera hasta la misma cequia y el monte Agudo incluido, hasta la vía que está en el valle de Lexo, donde mandamos poner una fita o buega. Y todos los términos que están sobre dichas fitas hasta el valle del Rebost y de dicho valle hasta la parte de Alcolea sean términos de Alcolea, sin que la priora, convento, monasterio, y hombres de Ontiñena, puedan impedirlo. Y todos los términos que están entre dicho Podio Agudo, por debajo de dicha vía que va de Chalamera a Villanueva, contigua a la cequia de Chalamera, y por debajo de dichas buegas arriba nombradas, hasta el dicho valle del Rebost, y en el valle por debajo de las buegas hasta el Alcanadre, sean término de Ontiñena y de dicha priora y convento monasterio de Sigena, y de los hombres de Ontiñena.
Con la salvedad que dicha vía en dicho valle, asignada por nos, pueda transitar ganado como se ha dicho. Y queremos que el señor de Alcolea pueda tener peaje en el camino que va de Villanova a Chalamera, sobre dicho monte Agudo, en su parte inferior, donde perciba peaje de mercancías, y otros, por dicho camino que va Alcolea. Mandamos además que los hombres de Alcolea puedan conducir ganados gruesos o menudos al río Alcanadre transitando por la parte que está junto a la valle del Lexo, sobre dicha acequia de Chalamera sin impedimento de los hombres de Ontiñena, siguiendo hacia el río por el dicho lugar y volviendo por el mismo al lugar de Alcolea. Sentencia dada en Albalate de Cinqua (sic), a 3 calendas febrero de 1314. Testigos: Vidal de Villanueva, Martín Lope de Rueda caballeros, consejeros reales, y Bernardo Maiot, escribano real. (ACA, C, reg. 176, fol. 119-120v) Con la próxima entrega finalizaremos todas las vicisitudes que han llegado a nuestras manos respecto a la resistencia de los Templarios a su desaparición, o la huella que dejaron en los innumerables repobladores que llegaron de la mano de aquellos nobles caballeros.
Joaquín Salleras Clarió
Los Caballeros Templarios se encontraban en París, cerca de la 'Place de Grève', donde ocuparon una casa que les es dada por el rey Luis VII en 1137. Esta casa se encuentra en una zona pantanosa, al norte de París y fuera de las murallas de la ciudad. Antes de desarrollar el área para la construcción de la impresionante torre cuadrada, los Templarios se vieron obligados a drenar el pantano. Cuando se llevó a cabo esta tarea, se erigieron la torre cuadrada, más tarde llamado el Tour de Cesar (torre de César), y la capilla redonda. La torre es de 10 metros (unos 33 pies) de ancho, de tres plantas de altura y que fue coronado por una azotea almenada. También se reforzó en las esquinas con impresionantes contrafuertes. Desde 1194 la torre albergaba el tesoro real aunque esto fue más tarde trasladado a la segunda mazmorra. La capilla redonda creció en etapas para convertirse en una impresionante iglesia gótica. Este crecimiento fue permitido por una bula promulgada por Honorio III en 1217. La iglesia, consagrada a Santa María, fue utilizada como lugar de sepultura para los altos dignatarios Templarios que murieron en París. Según una reconstrucción de Viollet-le-Duc, la iglesia fue alineada de oeste a este y se componía de tres partes. La nave gótica, situado justo en la entrada al edificio, se caracterizó por una claraboya en la planta baja. La ronda, construida en dos plantas, fue rodeada por una galería circular. La bóveda de asalto fue la misma altura que el recipiente y se apoyó en seis pilares establecidos en un círculo. El coro compuesto por cinco tramos comunes con altas ventanas en cada lado. En el muro sur de la primera, una puerta permitía el acceso a la torre del campanario. A finales del siglo XII y comienzos del XIII, la encomienda se hizo más grande y otros edificios convencionales fueron erigidos. Estos edificios incluyen la casa de la provincia del Maestre, una segunda capilla, un claustro, un hospital, dormitorios, cocinas, un comedor, un osario, una casa y cárceles capítulo. Algunas granjas, establos y casas para los trabajadores llenaron la finca. Todos los terrenos ocupados por la encomienda, que tenía seis acres, estaba protegido por unos ocho o diez metros de alto muro almenado.
La pared estaba equipada con varias docenas de contrafuertes y flanqueada por una quincena de torretas, o refugios de piedra. En el siglo XIII los Templarios comenzaron la construcción de una nueva cárcel, más conocida como el "Tour du Temple". Esta mazmorra, construida de la misma manera como la "Torre de César", tenía una base cuadrada y tenía cuatro pisos de altura. Cada rincón estaba flanqueado por torretas de espesor de cinco metros de diámetro y el aumento en el nivel de la terraza superior. Un puesto de observación, cubierto por un tejado piramidal, se instaló en este nivel como un quinto piso. La terraza en sí fue utilizada como un camino de ronda y estaba protegida por un muro almenado. Las cuatro plantas principales fueron formados por un gran hall con un pilar central se apoya en cuatro marcos de crucería. Se accedía a través de una de las torres que flanquean una escalera de caracol que sirve los cuatro pisos y la terraza. Las otras tres torres alojaban pequeñas habitaciones contiguas a los pasillos centrales. La primera sala de la planta se utilizaba para reuniones de los capítulos y como Sala de Justicia. Las otras salas pueden haber protegido los tesoros del Temple y del Real Tesoro. El lado norte de la "Tour du Temple" estaba flanqueado por otro edificio más pequeño. Este edificio tiene dos torres que formaban la entrada principal de la mazmorra. La altura total de la estructura, incluyendo techos, fue de aproximadamente cincuenta y cinco metros. La residencia para el Maestre de Francia en el "Villeneuve du Temple", también se convirtió en la residencia para el Maestre de la Orden después de la caída de la ciudad de Acre en 1291. Se llamaba casa cacique. En 1306, amenazado por una revuelta, Felipe el Hermoso se refugió en la encomienda Templaria. Fue recibido por el Maestre Jacques de Molay, con pompa y ceremonia. A pesar de la hospitalidad, en las primeras horas del viernes 13 de octubre 1307, en todo el reino de Francia, los Caballeros Templarios fueron arrestados. Guillaume de Nogaret llevó los arrestos en el "Villeneuve du Temple". Irónicamente, el día antes de su detención Jacques de Molay estuvo presente en el funeral de Catalina de Courtenay, esposa de Carlos de Valois y hermana en ley de Felipe IV. Después la detención, el calabozo del Temple se utilizó para encarcelar a muchos Templarios incluidos los altos dignatarios: Jacques de Molay, Geoffroy de Charnay, Hugues de Payraud. Entre 19 de octubre y 24 de noviembre 1307 el inquisidor Guillaume de Paris había interrogado a 138 prisioneros en el Temple de París. En los días antes de que ellos fueron detenidos y torturados por oficiales del rey. Treinta y seis de ellos murieron como resultado.
La Bula Papal "Vox in excelso" (22 de marzo 1312), disolvió oficialmente la Orden de los Caballeros Templarios. Y la Bula 'Ad providam' (02 de mayo 1312), también emitida por Clemente V, ordenó que los bienes y propiedades de los los Caballeros Templarios fuesen entregados a los Hospitalarios. Durante los siguientes dos siglos, los Hospitalarios algo modificaron de la "Villeneuve du Temple". Ellos ampliaron la iglesia de Santa María, llenaron la zanja alrededor de la fortaleza y sustituyeron el puente levadizo con un puente de piedra regular. Durante el siglo XV los Hospitalarios reemplazaron a los grandes comedores, donde los reyes Enrique III de Inglaterra y Luis IX de Francia habían sido alojados, con un salón para sus reuniones capitulares. Las modificaciones de los Hospitalarios siguieron y durante el siglo XVII muchos de los edificios más antiguos Templarios eran destruidos (no se dispone de detalles sin embargo). En 1650 la Iglesia de Santa María, otra capilla, las torres, el almacén, la puerta de entrada grande y el hospital fueron los únicos edificios Templarios que quedaban. Además, en 1667 la Diputación transformó la Casa del Maestre del Temple en el palacio del Gran Prior de Francia. Una gran parte del espacio vacío se llenó de jardines. En otras modificaciones del siglo XVIII se vio un número de hoteles construidos en las proximidades para proporcionar lugares de reunión para los nobles, artistas y escritores. Justo antes de la Revolución Francesa, sólo los dos calabozos, la iglesia, la capilla y el palacio del Gran Prior de los Hospitalarios se mantuvo. No había prácticamente nada de la pared circundante, u otros edificios, que se integra como parte del desarrollo urbano de París. En junio de 1790, al comienzo de la Revolución Francesa, la Orden de Malta fue finalmente suprimida y la zona fue invadida por unas 4000 personas, fuerte población de comerciantes y artesanos. A lo largo de su historia, la "Tour du Temple" fue utilizada muy a menudo como una prisión real. De hecho, en 1792 aún encarcelado a la pareja real (el rey Luis XVI y María Antonieta), hasta su ejecución el 18 de octubre 1793. La torre también encarcelado el Delfín hasta su misteriosa desaparición en 1795. En 1796 la "Tour du Temple" se convirtió en una prisión estatal, pero los vínculos con la tragedia real define la torre como un lugar de peregrinación para los realistas "inconstitucionales". En 1805 el Templo de París fue comprado en realidad por una realista y las peregrinaciones continuaron. Finalmente, uno de los ministros de Napoleón les prohibió por completo y ordenó el derribo de las murallas. En una extensión de esta demolición Napoleón ordenó la destrucción de la "Tour du Temple" por un decreto del 16 de marzo 1808. La destrucción de la torre significaba que todos los antiguos vestigios Templarios desaparecieron, excepto el Palacio del Gran Prior.
Entre 1805 y 1810 la mayoría de los edificios restantes (la iglesia y las torres) desapareció. En 1823 el Palacio del Gran Prior se convirtió en la sede de las Benedictinas de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento. Sin embargo a mitad del siglo XIX las tropas de Napoleón III destruyeron el Palacio y con el la última pieza de una época pasada. La "Villeneuve du Temple", no era ahora más que un recuerdo arquitectónico. Para aquellos que deseen sentir esta memoria, la plaza del Temple y el Palacio de Justicia del distrito 3 ahora llenan el espacio dejado por el Temple de París.
Por F.L.P.
(1ª Parte) Dada la complejidad de este monográfico nos vemos obligados en repartirlos en tres partes, lo cual esperamos que haga más esperada la próxima entrega. Un tercio era una unidad militar del Ejército español durante la época de la Casa de Austria. Los tercios fueron famosos por su resistencia en el campo de batalla, formando la élite de las unidades militares disponibles para los reyes de España de la época. Los tercios fueron la pieza esencial de la hegemonía terrestre, y en ocasiones también marítima del Imperio español. El tercio es considerado el renacimiento de la infantería en el campo de batalla y es muy comparado con las legiones romanas o las falanges dehoplitas macedónicas. Los Tercios españoles fueron el primer ejército moderno europeo, entendiendo como tal un ejército formado por voluntarios profesionales, en lugar de las levas para una campaña y la contratación de mercenarios usadas típicamente en otros países europeos. El cuidado que se ponía en mantener en las unidades un alto número de "viejos soldados" (veteranos) y su formación profesional, junto a la particular personalidad que le imprimieron los orgullosos hidalgos de la baja nobleza que los nutrieron, es la base de que fueran la mejor infantería durante siglo y medio. Además, fueron los primeros en mezclar de forma eficiente las picas y las armas de fuego. A partir de 1920 también reciben ese nombre las formaciones de tamaño regimental de la Legión Española, unidad profesional creada para combatir en las guerras coloniales del norte de África, y que se inspiraba en las gestas militares de los tercios históricos. La Legión Española también guarda ciertos parecidos con la Legión Extranjera del ejército francés. Aunque fueron oficialmente creados por Carlos I de España (los denominados Tercios Viejos) tras la reforma del ejército de octubre de 1534 y la ordenanza de Génova de 1536, donde se emplea por primera vez la palabra tercio, como guarnición de las posesiones españolas en Italia y para operaciones expedicionarias en el Mediterráneo, sus orígenes se remontan probablemente a las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, organizadas en coronelías que agrupaban a las capitanías. Con estas tropas españolas asentadas en Italia, Carlos I en sus ordenanzas de 1534 y 1536 organizaba su ejército en tres tercios: uno en el reino de Sicilia, otro en el ducado de Milán (o reino de Lombardía) y otro en el reino de Nápoles.
En realidad, se comenzaron a gestar en la península. Durante el reinado de los Reyes Católicos y a consecuencia de la guerra de Granada, se adoptó el modelo de los piqueros suizos, poco después se repartían las tropas en tres clases: piqueros, escudados (espadachines) y ballesteros mezclados con las primeras armas de fuego portátiles (espingarderos y escopeteros). No tardaron mucho en desaparecer los escudados y pasar los hombres con armas de fuego de ser un complemento de las ballestas a sustituirlas por completo. Las victorias españolas en Italia frente a los poderosos ejércitos franceses tuvieron lugar cuando todavía no se había completado el proceso. Los tres primeros tercios, creados a partir de las tropas estacionadas en Italia, fueron el Tercio Viejo de Sicilia, el Tercio Viejo de Nápoles y el Tercio Viejo de Lombardía. Poco después se crearon el Tercio Viejo de Cerdeña y el Tercio de Galeras (que fue la primera unidad de infantería de marina de la Historia). Todos los tercios posteriores se conocerían como Tercios nuevos. A diferencia del sistema de levas o mercenarios, reclutados para una guerra en particular, típica de la Edad Media, los tercios se formaron con soldados profesionales y voluntarios que estaban en filas de forma permanente, aunque en un principio cada localidad debía prestar uno de cada doce hombres para los servicios del rey si este los necesitaba para la guerra. Sin embargo, nunca faltaron voluntarios. El tercio en un principio no era, pues, propiamente hablando, una unidad de combate, sino de carácter administrativo, un Estado Mayor que tenía bajo su mando una serie de compañías que se hallaban de guarnición dispersas por diversas plazas de Italia. Este carácter peculiar se mantuvo cuando se movilizaron para combatir en Flandes. El mando del tercio y el de las compañías era directamente otorgado por el rey, por lo que las compañías se podían agregar o desvincular del mando del tercio según conviniera. De este modo, el tercio mantuvo su carácter de unidad administrativa, más parecida a una brigada del siglo XVIII que a un regimiento de la época, hasta mediados del siglo XVII, cuando los tercios empezaron a ser levantados por nobles a su costa, quienes nombraban a los capitanes y eran efectivos propietarios de las unidades, como sucedía en el resto de los ejércitos europeos. Estaban inspirados en la Legión romana, por lo que algunos historiadores creen que pudieron ser bautizados así debido a la tercia, la legión romana que operaba en Hispania. Eran unidades regulares siempre en pie de guerra, aunque no existiera amenaza inminente. Otros se crearían más tarde en campañas concretas y se identificaban por el nombre de su maestre de campo o por el escenario de su actuación. El origen del término «tercio» resulta dudoso. Algunos piensan que fue porque, en su origen, cada tercio representaba una tercera parte de los efectivos totales destinados en Italia. Otros sostienen a que se debían incluir a tres tipos de combatientes (piqueros, arcabuceros y mosqueteros) de acuerdo con una ordenanza para “gente de guerra” de 1497, donde se cambia la formación de la infantería en tres partes. «Repartiéronse los peones (la infantería) en tres partes. El uno, tercio con lanzas, como los alemanes las traían, que llamaron picas; y el otro tenía nombre de escudados (gente de espadas); y el otro, de ballesteros y espingarderos (ballesteros y espingarderos serían sustituidos posteriormente por los arcabuceros)». También hay quienes consideran que el nombre proviene de los tres mil hombres, divididos en doce compañías, que constituían su primitiva dotación. Esta última explicación parece la más acertada, ya que es la que recoge el maestre de campo Sancho de Londoño en un informe dirigido al duque de Alba a principios del siglo XVI:
«Los tercios, aunque fueron instituidos a imitación de las legiones (romanas), en pocas cosas se pueden comparar a ellas, que el número es la mitad, y aunque antiguamente eran tres mil soldados, por lo cual se llamaban tercios y no legiones, ya se dice así aunque no tengan más de mil hombres». Entonces, el nombre de tercio puede venir del hecho de que los primeros tercios italianos estuvieran compuestos por 3000 hombres. Lo más probable es que se refiriese simplemente a una parte de las tropas, como en los abordajes, donde se dividían los hombres en tres «tercios» o «trozos». La estructura militar española, innovada por los Reyes Católicos en la conquista de Granada y en sus campañas por Italia, estuvo fuertemente influenciada por el llamado «modelo suizo». Los triunfos de la firme infantería suiza frente a la caballería pesada de Borgoña en una serie de batallas campales revolucionaron los métodos de guerra medievales. Por fin la infantería ganaba terreno a la caballería, reina indiscutible de la guerra medieval. Era bastante lógico que en España se aprendiese la lección de que unos cuadros de piqueros bien formados podían derrotar a cualquier caballería que se les pusiese delante. El número se imponía sobre el esfuerzo inútil de los orgullosos caballeros, como ya precisó Maquiavelo en Del arte de la guerra. La eficacia del combate de los tercios hispánicos estuvo basada en un sistema de armamento que unía el arma blanca (la pica) con el potencial de fuego del arcabuz, tomando una síntesis completa de dualidad de infantería pertrechada con armas de fuego compactas. La superioridad del tercio sobre el modelo del cuadro compacto suizo estaba, por otra parte, en su mayor capacidad de dividirse en unidades más móviles hasta llegar al cuerpo a cuerpo individual, fluidez táctica que favorecía la predisposición combativa del infante español. Lo cierto es que desde la conquista de Granada (1492) hasta las campañas del Gran Capitán en el reino de Nápoles (1495), tres ordenanzas sentaban ya las bases de la administración militar de los ejércitos españoles. En 1503, la Gran Ordenanza reflejó la adopción de la pica larga y la distribución de peones en compañías especializadas. En 1534 se creaba el primer Tercio oficial, el de Lombardía, y un año después ayudó en la conquista del Milanesado español. Los Tercios de Nápoles y Sicilia se crearon en 1536, gracias a la ordenanza de Génova, promulgada por Carlos I de España. En la Batalla de Mühlberg, en 1547, las tropas imperiales de Carlos V vencieron en Alemania a una liga de príncipes protestantes gracias, sobre todo, a la actuación de los piqueros imperiales. Diez años después, el ejército español derrotó por completo en 1557 al francés en la Batalla de San Quintín, hecho que se repitió con idéntico resultado en Gravelinas en 1558, lo que condujo a la paz entre ambos Estados con grandes ventajas para España. En todas estas batallas destacó la eficaz actuación de los tercios. Los soldados de los tercios eran hombres orgullosos y extremadamente cuidadosos de su honor personal, tanto que preferían la muerte a la deshonra y su reputación como soldados. Se trataba de tropas agresivas, disciplinadas y con una enorme confianza en sí mismos, pero difíciles de manejar en el trato si no se hacía con cuidado. Por ejemplo, los españoles no consentían que se les castigase golpeándoles con las manos o una vara, como en otros ejércitos, ya que lo consideraban indigno, y preferían recibir el castigo con armas como la espada, pese a lo peligroso de ello, por considerarlo más noble. En una ocasión un soldado al que un oficial le tocó con un palo no dudó en llevarse la mano a la espada, pese a saber que tal acto de rebeldía se castigaba con la muerte (como así sucedió). Se llegó a discutir si tocar con una vara como el asta de un arma resultaba ofensivo, incluso si era por accidente.
Semejante obsesión por asuntos de honor y por la reputación hacía que los soldados españoles tuviesen fama de pendencieros, y no eran raros los duelos. Y que los oficiales debieran tratarlos con cuidado, aunque resultaba muy provechoso utilizar su propio orgullo para sujetarlos. Cuando luchaban junto a tercios de otras nacionalidades o aliados, era frecuente que los españoles exigiesen, para defender su reputación, los puestos más importantes, peligrosos o decisivos para en el combate, como de hecho se les empleaba. Una forma de estimular el cuidado de las armas era seleccionar para las primeras líneas de combate, las más peligrosas y por tanto las más distinguidas, a quienes tuviesen el equipo en mejor estado, y el ejército español era el único de la época que tuvo que incluir castigos para aquellos que rompieran la formación por el ansia de combatir o distinguirse frente al enemigo. Los soldados españoles eran las tropas que más tarde se amotinaban por falta de pagas, llegando a aguantar años sin cobrar y viviendo en condiciones de miseria antes de rebelarse. En lugar de hacerlo antes de una batalla importante, como era común para presionar por sus pagas, solo lo hacían tras ella, para que no dijeran que no habían cumplido con su deber, sino que eran sus jefes quienes no lo hacían con el suyo al no darles la paga. En caso de amotinamiento, elegían sus jefes y mantenían una disciplina equivalente a la del ejército. Soldados así eran excelentes, pero la disciplina debía ser férrea para controlarlos. Y de hecho podía ser muy dura. Cuando se conquistó Portugal, Felipe II puso mucho interés en que no se molestase a los civiles. Pero la logística de la época sencillamente no podía sostener un gran ejército sin que estos buscasen alimentos en la zona. A pesar de saberlo, el general colgó a tantos soldados que llegó a escribir al rey para decirle que le preocupaba quedarse sin sogas. En otra ocasión cuando un príncipe de Inglaterra (que combatía con los tercios) quiso atacar sin permiso, el conde francés que lo acompañaba le dijo que no sabía hasta dónde llegaba la disciplina de los tercios, pues si atacaba sin permiso no sabía si su realeza sería bastante para salvarle el cuello. La organización de los tercios varió muchísimo durante su existencia (1534–1704). La estructura original, propia de los tercios de Italia, cuyas bases se encuentran en la ordenanza de Génova de 1536, dividía cada tercio en 10 capitanías o compañías, 8 de piqueros y 2 de arcabuceros, de 300 hombres cada una, aunque también se podía dividir el ejército en 12 compañías de 250 hombres cada una. Cada compañía, aparte del capitán, que siempre tenía que ser de nacionalidad española y escogido por el rey, tenía otros oficiales: un alférez, quien era encargado de llevar en el combate la bandera de la compañía, un sargento, cuya función era preservar el orden y la disciplina en los soldados de la compañía, y 10 cabos (cada uno de los cuales mandaba a 30 hombres de la compañía). Aparte de los oficiales, en cada compañía había un cierto número de auxiliares (oficial de intendencia o furriel, capellán, músicos, paje del capitán, barberos y curanderos (estos dos últimos, solían cumplir el mismo papel, etc.). Posteriormente, los tercios de Flandes adoptaron una estructura de 12 compañías, 10 de piqueros y 2 de arcabuceros, cada una de ellas formada por 250 hombres. Cada grupo de 4 compañías se llamaba coronelía.
El Estado Mayor de un tercio de Flandes tenía como oficiales principales a los coroneles (uno por cada coronelía), un Maestre de Campo (jefe supremo del tercio nombrado directamente por la autoridad real) y un Sargento Mayor, o segundo al mando del Maestre de Campo. Los tercios solían presentarse en el campo de batalla agrupando a los piqueros en el centro de la formación, escoltados por los arcabuceros y dejando libres a algunos de estos últimos en lo que se denominaban mangas, para hostigar y molestar al enemigo. El personal de cada unidad era siempre voluntario y entrenado especialmente en el propio tercio, lo que convierte a estas unidades en el germen del ejército profesional moderno. Los ejércitos españoles de aquel tiempo estaban formados por soldados reclutados en todos los dominios de los Habsburgo hispánicos y alemanes, amén de otros territorios donde abundaban los soldados de fortuna y los mercenarios: alemanes, italianos, valones, suizos, borgoñones, flamencos, ingleses, irlandeses, españoles, etc. En el conjunto del ejército, la proporción de efectivos españoles propiamente dichos solía ser inferior al 50%, e incluso menos aún: hasta un 10–15% a lo largo de casi toda la guerra de Flandes. Sin embargo, eran considerados el núcleo combatiente por excelencia, selecto, encargado de las tareas más duras y arriesgadas (y consecuentemente, con las mejores pagas). Inicialmente sólo los españoles originarios de la Península Ibérica estaban agrupados en tercios y durante todo el período de funcionamiento de estas unidades se mantuvo vigente la prohibición de que en dichos tercios formaran soldados de otras nacionalidades. En los años 80 del siglo XVI se formaron los primeros tercios de italianos, cuya calidad rivalizaba con la de los españoles, y a principios del siglo XVII se crearon los tercios de valones, considerados de peor calidad. Los lansquenetes alemanes en servicio del rey hispano no llegaron nunca a ser encuadrados en tercios y combatían formando compañías, puesto que eran mercenarios y no cuadraban con la organización militar de los tercios. El ejército del duque de Alba en Flandes, en su totalidad, lo componían 5.000 españoles, 6.000 alemanes y 4.000 italianos. Cuando el tercio necesitaba alistar soldados, el rey concedía un permiso especial firmado de propia mano («conducta») a los capitanes designados, que tenían señalado un distrito de reclutamiento y debían tener el número de hombres suficiente para componer una compañía. El capitán, entonces, desplegaba bandera en el lugar convenido y alistaba a los voluntarios, que acudían en tropel gracias a la gran fama de los tercios, donde pensaban labrarse carrera y fortuna.
Estos voluntarios iban desde humildes labriegos y campesinos hasta hidalgos arruinados o segundones de familias nobles con ambición de fama militar, pero normalmente no se admitían ni menores de 20 años ni ancianos, y estaba prohibido reclutar tanto a frailes o clérigos como a enfermos contagiosos. Los reclutas pasaban una revista de inspección, en la que el veedor comprobaba sus cualidades y admitía o expulsaba a los que servían o no para el combate. A diferencia de otros ejércitos, en los tercios el soldado no estaba obligado a jurar fidelidad y lealtad al rey. El alistamiento era por tiempo indefinido, hasta que el rey concedía la licencia y establecía una especie de contrato tácito entre la Corona y el soldado, aunque aparte del rey también los capitanes generales podían licenciar a la tropa. Se daba por hecho que el juramento era tácito y efectivo desde este reclutamiento. Los agraciados con su entrada en el tercio cobraban ya al empezar un sueldo por adelantado para equiparse, y los que ya disponían de equipo propio recibían un «socorro» a cuenta de su primer mes de sueldo. No hay duda de que estas condiciones se pasaban a veces por alto a causa de la picaresca personal o de las necesidades temporales del ejército, pero en general siempre se exigió que el soldado estuviese sano y fuerte, y que contara con una buena dentadura para poder alimentarse del duro bizcocho que se repartía entre la tropa. En España, las mayores zonas de reclutamiento fueron Castilla, Andalucía, el Reino de Valencia, Navarra y Aragón. Honor y servicio eran conceptos muy valorados en la sociedad española de la época, basada en el carácter hidalgo y cortés, sencillo pero valiente y arrojado de todo buen soldado. Aunque hay que añadir que no hubo escasez de voluntarios alistados mientras las arcas reales rebosaron de dinero, es decir, hasta las primeras décadas del siglo XVII. No existían centros de instrucción, porque el adiestramiento era responsabilidad de los sargentos y cabos de escuadra, aunque la verdad es que los soldados novatos y los escuderos se formaban sobre la marcha. Se procuraba repartir a los novatos entre todas las compañías para que aprendieran mejor de las técnicas de los veteranos y no pusieran en peligro la vida del conjunto. Era también común que en las compañías se formaran grupos de camaradas, es decir, de cinco o seis soldados unidos por lazos especiales de amistad que compartían los pormenores de la campaña. Este tipo de fraternidad unía las fuerzas y la moral en combate hasta el extremo de ser muy favorecida por el mando, que prohibió incluso que los soldados vivieran solos. El ascenso se debía a aptitud y méritos, pero primaban también mucho la antigüedad y el rango social. Para ascender se solía tardar como mínimo 5 años de soldado a cabo, 1 de cabo a sargento, 2 de sargento a alférez y 3 de alférez a capitán. El capitán de una compañía de tercio era el mando supremo que debía rendir cuentas ante el sargento mayor, que a su vez era el brazo derecho del maestre de campo (designado directamente por el rey y con total competencia militar, administrativa y legislativa).
Por J M Moliner
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La Capilla Rosslyn
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La Capilla Rosslyn (Rosslyn Chapel), originalmente Capilla de San Mateo, es una iglesia de mediados del siglo XV situada en el pueblo de Rosslyn, Midlothian, Escocia. La capilla fue fundada por Guillermo Saintclair, el 1er. Conde de Caithness (también "Sainteclaire, Saintclair, Sinclair, St. Clair") del clan Sin Clair, una familia noble escocesa descendiente de caballeros Normandos. La Capilla Rosslyn es el tercer lugar de culto en Rosslyn. En primer lugar se encontraría en el castillo y en segundo (pudiendo todavía apreciarse sus ruinas) en lo que a día de hoy es el cementerio de Rosslyn. Tras la Reforma Escocesa en 1560, el culto católico en la capilla llegó a su fin, aunque los Sinclair continuaron siendo católicos romanos hasta el siglo XVIII. A partir de ese momento la capilla se cerró al culto público hasta 1861, cuando se abrió de nuevo como lugar de culto de acuerdo con los ritos de la Iglesia Episcopal Escocesa. En los últimos años la capilla Rosslyn ha aparecido en numerosas teorías especulativas acerca la masonería y los Caballeros Templarios. La construcción de la capilla comenzó el 20 de septiembre de 1456, aunque a menudo se ha visto registrada como del 1446. La confusión proviene de la carta fundacional de Roma para construir la capilla colegial que data de dicha fecha. Proyectada inicialmente como Colegiata (Capilla Colegiata de San Mateo), Rosslyn quedó reducida a una pequeña capilla dada la complejidad de su decoración. Cuarenta años fueron necesarios para construir lo que aún hoy puede contemplarse. Escenas bíblicas como la expulsión del Jardín del Edén, el ángel caído o la crucifixión, se dan la mano con esculturas paganas, relacionados con tradiciones Templarías y masónicas como el mítico "Pilar del Aprendiz", uno de los tres pilares que separan el coro del ala central de la capilla.
Algunos han dicho que las excavaciones realizadas en el siglo XIX sugieren que la capilla existente fuera parte de una estructura mucho más grande, el edificio cuya construcción fue detenida cuando Guillermo Sinclair murió. Sin embargo, Robert Lomas y Cristóbal Knight creen que la pared oeste de la Capilla es en realidad un modelo del Muro de las Lamentaciones en Jerusalén y parte de la estructura según el diseño, más bien que pruebas de otra etapa del edificio, que habría hecho el sitio sobre el tamaño de una Catedral. La capilla existente, en la disposición interna, el más estrechamente se parece a la Mano de papel De este de Glasgow la Catedral. La capilla se sostiene sobre catorce pilares, que forman una arcada de doce arcos puntiagudos sobre tres lados de la nave. Los tres pilares al extremo este de la capilla son llamados, del norte al sur, el Pilar Maestro, el Pilar Oficial, y el más famoso, el Pilar del Aprendiz. Al extremo oeste, otros tres pilares dividen la nave y la Capilla de la Virgen. PILAR DEL APRENDIZ El Pilar de Aprendiz debe su nombre a una leyenda que implica al albañil responsable de la cantería en la capilla y a su joven aprendiz. Según la leyenda, el albañil fue en busca de inspiración de un pilar hacia Roma y no se atrevía a realizar el trabajo sin haber visto la columna original. Así que emprendió un largo viaje con esa finalidad. El aprendiz del albañil tuvo un sueño donde vio el pilar terminado, lo dibujó y comenzó a realizar el trabajo. El albañil al volver de Roma, vio la columna terminada, preguntó quién había sido, a lo que respondieron, su aprendiz. Preso de la ira, lo atacó con una maza hasta matarlo. El maestro fue ejecutado a causa de su crimen. Las caras del maestro, el aprendiz y su madre llorando aparecen esculpidas en una esquina de la capilla opuesta al pilar. El Pilar del Aprendiz es también importante porque hay ocho dragones esculpidos alrededor de su base que al parecen representan una mitología escandinava. Otros simbolismos a tener en cuenta son los siguientes: - Ángel sosteniendo un corazón: Este ángel sostiene un corazón que supuestamente representa al de Robert the Bruce, rey escocés que es considerado el gran héroe de Escocia. Cuando Robert the Bruce murió, antepasados de St Clair llevaron su corazón a Jerusalén ya que esta familia parecía estar muy unida al famoso rey escocés. - La danza de la muerte: Representaciones de personajes de distintos tipos acompañados de un esqueleto que representa la muerte. El esqueleto está bailando porque celebra el triunfo de la muerte sobre la vida, algo que en la Edad Media era común teniendo en cuenta la cantidad de muertes que acontecían a causa de enfermedades. - El ángel tocando las gaitas: En la capilla aparecen ángeles tocando diversos instrumentos, entre ellos este con las gaitas. Es curioso que este instrumento apareciera en Escocia a partir de 1400, lo cual indica que puede tratarse de una de las primeras esculturas donde aparece.
<<< Vidriera de la Capilla Rosslyn donde se muestra a Jesús al lado de una María Magdalena en estado de gestación. - La Estrella de Belén y la Natividad: La estrella tiene ocho puntas y en cada uno de sus extremos hay una figura. Está en el medio de Lady Chapel y las figuras son parte de la historia del nacimiento de Cristo (la Virgen y el niño, los reyes magos, los tres pastores, etc.). - The “Green Man” (el hombre verde): Hay más de 100 “Green Man” esculpidos en la capilla. Se trata de una figura pagana que representa el poder de la naturaleza, su continuo ciclo de crecimiento y fertilidad. Las ramas que salen de su boca podrían representar la conexión entre la naturaleza y la raza humana. CAJAS MUSICALES Entre muchas intrincadas esculturas de Rosslyn esta una secuencia de 213 cajas que sobresalen de pilares y arcos con una selección de modelo simétrico sobre ellos. Es desconocido si este modelo tiene algún significado particular con ellos —muchas personas han intentado encontrar la información cifrada en ellos, pero ninguna interpretación ha sido considerada concluyente. Una de las ideas más prometedoras de tener sentido de las cajas es por interpretándolos como una cuenta musical. Las cajas realmente algo se parecen al modelo Chladni; las formas geométricas formadas cuando una placa cubierta de polvo vibra en frecuencias específicas. Thomas Mitchell y su hijo Stuart ha emparejado el modelo con apuntes musicales para producir una melodía que Stuart llama el Motete de Rosslyn. MAÍZ EN LA CAPILLA ROSSLYN <<<Tallados en la Capilla Rosslyn, Escocia mostrando maíz (propio de América). Enrique I de Sinclair, conde de Orcadas y barón feudal de Rosslyn (c. 1345 c. 1400) fue un noble escocés. Es mejor conocido hoy debido a una leyenda moderna que afirma que participó en las exploraciones de Groenlandia y América del Norte casi 100 años antes de Cristóbal Colón. , escribió: "Ha sido el destino singular, del Conde Henry que disfruta de una reputación cada vez mayor póstuma que tiene muy poco que ver con lo que logró en su vida. (William Thomson, en su Historia de las Islas Orcadas"). Henry fue el abuelo de William Sinclair, 1er. Conde de Caithness, el constructor de la Capilla Rosslyn (cerca de Edimburgo, Escocia). Los autores Robert Lomas y Christopher Knight creen que algunos grabados en la capilla son choclos o maíz del Nuevo Mundo. Este cultivo era desconocido en Europa en el momento de la construcción de la capilla, y no se cultivó allí hasta varios cientos de años más tarde.
Knight y Lomas ven estas esculturas como evidencia que apoya la idea de que Henry Sinclair, viajó a las Américas mucho antes de Colón. Los académicos medievales interpretan estas tallas como representaciones estilizadas de trigo, fresas o lirios. El viaje de Sinclair se supone que fue más o menos por la misma ruta que la de los nórdicos, es decir, a través del Atlántico Norte, por Islandia y Groenlandia, y algunos conjeturan que esto es evidencia de que esta vía nunca fue olvidada. Algunas personas sostienen que estas esculturas son base para un portal hacia otra dimensión por la cual se dice que algunos habitantes de la región juran haber visto presencias de ovnis por los alrededores del pueblo. Este solo será abierto cuando se reproduzcan las figuras que están en los cubos. Algunos dicen que si el portal se abre, sería el fin del mundo, pues saldrían terribles monstruos de otras dimensiones. También se dice que en el jardín de la capilla o por los alrededores de ella se estrelló una nave ovni, pero han tratado de buscar alguna respuesta por medio de investigaciones pero no han logrado comprobar dicho mito. Sobre la Capilla se han tejido una serie de leyendas o mitos que dicen que, por ejemplo, es atravesada por el Meridiano de París. O que en una de sus criptas se encuentra el Santo Grial o el tesoro de los Templarios, nada que pueda fundamentarse y aun menos demostrarse.
Por JSS
Leyenda Castellana Siglo XVI Corría el año 1550; el oro venía del Perú en galeones bien custodiados y acompañando el dulce tintineo, llenos de orgullo y acariciados por doradas esperanzas, también llegaban los propietarios. Uno de ellos, viejo, corcovado, con los ojos cansados de contemplar tesoros, desembarca en Cádiz. Era rico, y con el oro pensaba que podía comprarlo todo: hasta el amor. Se hizo largo el viaje hasta la Villa y Corte, pues recordaba que su amigo el médico del rey quedó tutor de una niña encantadora que ahora estaría por los 20 años y soñaba contagiarse de su juventud contrayendo matrimonio con ella. Una vez todo dispuesto para la ceremonia, el viejo médico llevó a su pupila al palacio real. Don Felipe II siempre le había mostrado afecto y en esta ocasión le ofreció como regalo nupcial las trece monedas de oro que habían de servir de arras. El casamiento se celebró con gran pompa. El anciano esposo había regalado a la juvenil desposada un magnífico traje blanco, bordado con perlas. De encaje de Bruselas era el manto, que le llegaba hasta su borde, y ocultaba su cara y sus ojos.... enrojecidos por el llanto. Vino después el banquete, en el que los invitados, obsequiados hasta la saciedad, se tambaleaban en los límites de la embriaguez. Cayó la tarde; los criados encendieron las luces. La novia se había retirado a sus habitaciones, lejos del bullicio. Y en medio de la noche, cuando el anciano, pensando en su felicidad, comprada con oro, y a costa de las lágrimas de una obediente muchacha, fue a buscarla... no la encontró. Alarmado, gritó a los servidores, recorrieron la inmensa casa, registraron los rincones, repasaron los salones del banquete, sin el menor éxito, y por último bajaron a los sótanos. Y allí, en el suelo húmedo, en un aire mohoso, pesado e irrespirable, la encontraron echada. El velo de encaje aún temblaba en su frente, el traje de perlas estaba teñido de rojo. Acercaron los candiles; entre sus manos sostenía el pañuelo bordado, trece monedas de oro a sus pies y un puñal florentino incrustado con gemas de colores, clavado en su corazón. Horrorizados se retiraron en silencio el amo y los servidores. ¿Quién pudo cometer aquello?, aún queda en pie el enigma, sólo sabemos que el anciano a partir de entonces y hasta el final de sus días todo el oro que tocaba quedó manchado de sangre, y que por los sótanos de la casa se oyen gemidos, y dicen que alguien ha visto pasear, como un espectro, en las altas horas de la noche, a una dulce joven, envuelta en velos, haciendo tintinear en sus blancas manos las trece monedas de oro que vendieron su juventud e inocencia. De España Eterna.
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