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Contenido c PORTADA
LAS CATEDRALES DEL MUNDO. (Catedral de Sigüenza). CONQUISTADORES ESPAÑOLES. (Hernán Cortés II) LOS REYES GODOS. Teodorico I, Turismundo, Teodorico II HERMANADAD DEL SILENCIO. LAS CRUZADAS. (Según Robert Le Moine). SEMANA SANTA DE TORRENT 2014. LOS PAPAS DE LA HISTORIA. (San Eutiquiano). El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS. REYES DE ESPAÑA, DE 1474 A 1873. (1º Casa Trastámara). (Felipe I de Habsburgo).
Editorial c Federico Leiva Paredes. Editor c
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Colaboradores c
Joaquín Salleras Clarió (Historiador de Fraga). Albert Coll Vilá. Josep Ricard Vento Belda. Juan A. Portales. Frey Jesús. Fredy H. Wompner Miguel A. Gómez M. Publicación de artículos c Email: revista@ocet.org.es c
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LOS MEDICI DE FLORENCIA. JOYAS DEL ROMÁNICO ESPAÑOL. (Santa María de Poblet). LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES. (Los Siete Infantes de Lara). CONTRAPORTADA. EDITA: OCT (Orden Católica del Templo) La OCT no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación de autoría y originalidad de los trabajos, colaboraciones o artículos enviados a esta redacción. Los autores serán los únicos responsables de todas las cargas pecuniarias que pudieran derivarse frente a terceros de acciones, reclamaciones o conflictos derivados del incumplimiento de estas obligaciones previstas por la Ley. Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión.
Catedral de Sigüenza La Catedral de Sigüenza tiene su origen en enero de 1124, cuando el obispo Don Bernardo de Agén (1121-1152), reconquista la ciudad con objeto de contrarrestar la influencia del obispado de Osma, en tiempos del reinado de Doña Urraca (hija de Alfonso VI). Fue nombrado obispo en 1121 (antes de la conquista del lugar), por el Arzobispo de Toledo, Bernard de Sedirac, de la orden de Cluny, continuando la influencia de esta orden monástica introducida en el Reino de Castilla por Alfonso VI y Alfonso I de Aragón, esposo de la reina castellana. Actualmente sigue sin demostrarse con seguridad la localización de la primitiva catedral, aunque tenemos dos hipótesis: La primera se basa en un documento de 1138, en el que el rey Alfonso VII otorga una donación del terreno donde ha sido fundada. La segunda que, según un documento de 1144, Don Bernardo reedifica con doble muro y Torre una primitiva Catedral, posiblemente sobre los restos de una antigua iglesia visigoda o mozárabe. Este obispo consiguió de Alfonso VII (1126-1157), privilegios y donaciones, con los que acrecentar la nueva población, unificando los dos poblados: el superior en torno al castillo y el inferior, el mozárabe, en torno al cauce del Henares. Comenzó la construcción en el siglo XII en 1124, con el obispo Bernardo de Agén, aunque fueron los siguientes obispos, los que más impulsaron su construcción. Las obras continuaron hasta el siglo XVI, aunque la ornamentación duró dos siglos más hasta el XVIII. También se tienen que tener en cuenta las obras de restauración que se llevaron a cabo tras la guerra civil, en 1939. Se compone de una planta en cruz latina, de tres naves, amplio transepto, capilla mayor rodeada de girola o deambulatorio, cimborrio o linterna, sobre el crucero, dos torres gemelas en la fachada occidental. El claustro, al norte. Aunque las obras comenzaron en estilo románico, en su conjunto es un buen ejemplo de arquitectura de estilo cisterciense, transición al gótico. Siempre destacara esta Catedral, por el aspecto de fortaleza, con sus torres gemelas almenadas. Con el obispo Don Pedro de Leucate (1152-1156), sobrino del anterior, comienzan las obras de la nueva Catedral. Adopta el plan de cabecera benedictina. La construcción comenzó, con la capilla mayor y capillas absidiales y las dos torres de la fachada, creadas con miras defensivas.
En la prelatura de Don Cerebruno (1156-1167), se da un gran impulso a las obras, cerrando las naves y haciendo las tres puertas románicas, de la fachada principal. Con el cuarto obispo D Joscelino Adelida (1168-1171), al llegar la construcción al crucero y a su nave transversal, en 1169, queda abierta al culto, de esto da fe, un crismón en el tímpano de la puerta de la torre del Gallo, indicando que las obras habrían llegado a esta parte del transepto. Las obras fueron iniciadas en el estilo románico exuberante de Cluny, pero rápidamente se impondría la austeridad del Cister, reduciendo el tamaño del Coro y los capiteles, no van a ser historiados, (animales, escenas bíblicas, etc), sino de tema vegetal. En paralelo con las obras de la iglesia, (las cinco capillas absidiales), comienza la construcción de un Claustro, donde se irán edificando las dependencias, para la comunidad. En la época del obispo Don Arderico (1178-1184), primer obispo de origen español, el cabildo se trasladó, a las dependencias habitables del Claustro. Fray Martín de Finojosa (1185-1192), monje cisterciense y abad de Santa María de Huerta, influyo lógicamente en el estilo de la construcción, cambiando el estilo románico, por el protogótico. Ya a caballo del siglo XIII, el obispo Don Rodrigo (1192-1221), tiene el afán de hacer |gótica la Catedral, elevando las bóvedas, sobre el románico primitivo (posiblemente con tejado de madera). Durante el siglo XIV, queda terminada la obra inicial, del edificio, ya con la planta, gótica, que podemos ver hoy día. El Atrio. Construido en 1536, después de destruir la muralla, que se situaba delante de la Catedral. Consta de 21 columnas de piedra caliza, rematadas por leones cincelados por Francisco de Baeza (1503-1542) y mide 48 x 24 metros. En 1783 se labraron las rejas y las dos puertas, en el lado norte del Atrio, se halla la Contaduría del Cabildo, con tres ventanas platerescas. Fachada oeste y portada principal. Es románica, aunque con añadidos posteriores neoclásicos y barrocos. Forma tres cuerpos, que corresponden a las tres naves del edificio, divididas por dos recios contrafuertes. O En el cuerpo central: Medallón en bajorrelieve barroco y rosetón románico de doce radios. A ambos lados, sobre las puertas laterales, sendos ventanales románicos, con arcos de medio punto, indicando el comienzo románico de la construcción. Sobre estos ventanales y sobre el rosetón, tres arcos apuntados, ojivales, que indican la altura de las naves, muestran la transición al gótico de la obra. O Puertas: Las tres de la portada principal, son románicas, arco de medio punto y bocina muy abierta. Las hojas de madera o batientes son de 1625. O Torres y campanas: A ambos lados de la fachada principal, se elevan las dos torres de piedra arenisca, de cuatro cuerpos. La torre de la derecha, llamada de Las Campanas, tiene una altura de 40,5 metros, con una escalera interior de 140 escalones, su último cuerpo fue añadido en el siglo XIV, por el Cardenal Pedro Gómez Barroso (13481361), que también hizo recubrir de piedra de sillería la obra inicial, hecha en mampostería. La torre de la izquierda, llamada de Don Fadrique tiene una altura de 41,7 metros y se terminó en el siglo XVI. Estas torres, que inicialmente estuvieron aisladas, se construyeron con miras defensivas y más tarde se unieron a la muralla. O Balaustrada: Las dos torres se comunican, por una balaustrada de piedra, mandada construir en 1725.00
Fachada sur: En la nave central (más alta), se puede observar los ventanales ojivales, separados por columnas o contrafuertes, con los aleros, apoyados sobre canecillos, con formas de animales, alternando con metopas, decoradas con motivos vegetales. Los ventanales de la nave lateral (inferior), muestran la transición románico-ojival, con aleros, con cornisa de arquillos ciegos. Más hacia levante, encontramos la Puerta del Mercado, antiguamente de La Cadena, que da a la Plaza Mayor, de estilo románico, del siglo XII, esta puerta está cubierta, por un pórtico cerrado de estilo neoclásico, construido en el siglo XVIII, en 1797, por el arquitecto Bernasconi. Sobre la portada, hay un rosetón románico de transición al gótico, del siglo XIII. La torre del Gallo, es del comienzo del siglo XIV, hacia 1300, y en sus orígenes fue atalaya militar, ha sufrido varias restauraciones a lo largo de los años. Sobre la nave central, vemos La Linterna o cimborrio, de la época de la posguerra española. La Catedral, se compone, actualmente, de una planta de cruz latina, con tres naves, amplio transepto y cabecera con un gran ábside, que contiene la capilla mayor y rodeada por la girola o deambulatorio. Las naves están separadas, por enormes pilares, a los que se adosan columnas, que rematan en una primera línea de capiteles unidos, todos ellos de tema vegetal, donde se apoyan los arcos fajones y los arcos formeros. De los capiteles arrancan los nervios pétreos, que forman las bóvedas ojivales de crucería, en general son de crucería simple (con dos nervios diagonales), aunque hay, dos bóvedas sexpartita, a los lados del crucero o incluso octopartita, en la linterna. Parroquia de San Pedro: Primera capilla que encontramos, a la izquierda, es obra del siglo XV, construida en tiempos del obispo D Fernando Luján (1449-1465), en 1455, su portada es plateresca, realizada por Francisco de Baeza. La reja es gótico-plateresca de Juan Francés de 1533. Puerta de San Valero: Con pilastras] renacentistas, arabescos mudéjares y arcos de estilo gótico, aunque es de principios del siglo XVI, labrada por Domingo Hergueta. Esta puerta da entrada al Claustro, donde se halla la capilla de S Valero, la más antigua, dentro de la catedral, con planta románica y verja gótica. Altar de San Martín: Retablo barroco de 1668. Capilla de la Anunciación o de la Purísima: Fundada en 1515 por el Provisor D Fernando Montemayor, que sustituyó a Cisneros, la fachada es una mezcla de estilos, la parte baja es plateresca, el centro mudéjar, con la decoración geométrica de líneas entrecruzadas, formando figuras estrelladas y poligonales (lacería) y el friso que le sigue también de lacería, rematado por una cornisa, muy decorada de tipo musulmán, con una figura de león, en cada extremo. La reja es gótica, de Juan Francés, con barrotes retorcidos y temas renacentistas. Capilla San Marcos: La fachada es gótica, el intradós, es gótico plateresco. Altar S Juan Bautista: formado por arco plateresco de Francisco de Baeza (1530), con un retablo barroco del siglo XVIII. En el transepto encontramos cuatro piezas fundamentales del plateresco de la Catedral, y son: Sacristía Moderna o de Sta. Librada: con portada plateresca de Francisco de Baeza, pilastras planas, sobre pedestales, con jambas y dintel con adornos vegetales tallados. Tiene un gran friso y frontón, con las armas de D Fadrique de Portugal.
Puerta del Pórfido (y del Jaspe): de comienzos del siglo XVI, su decoración es de estilo plateresco, con pilastras lisas y una serie de frisos. Da paso al Claustro, donde se halla la Puerta de Jaspe de 1507, en mármol amarillo y rojo; es la parte renacentista más antigua de la Catedral. Altar y retablo de Sta. Librada: Una de las mejores obras del plateresco, trazada por Alonso Covarrubias y realizada bajo la dirección de Francisco de Baeza. El retablo, labrado en piedra caliza, consta de tres cuerpos; tiene decoración manierista y se mezclan escenas de la vida de la santa con temas mitológicos (los trabajos de Hércules). Mausoleo de D Fadrique de Portugal: Realizada en la misma época y por el mismo autor que la anterior, consta también de tres cuerpos, con un zócalo de gran ornamentación y una cartela con una inscripción funeraria. Le flanquean varias columnas y pilastras; está coronado por un calvario. Girola Capilla del Espíritu Santo. También llamada deambulatorio, fue añadida a la Catedral, a finales del siglo XVI y se acabó en 1606. A lo largo de la girola, observamos bóvedas de medio cañón, con arcos perpiaños. Sacristía menor: Era una, de las antiguas capillas absidiales, originales del siglo XII, portada barroca de 1688, con altas bóvedas góticas. Sepulcro de D Bernardo de Agén: Estatua yacente de mármol de estilo gótico, esculpida por Martín de Lande en 1449, bajo arco escarzano. Sacristía mayor o de Las Cabezas: En 1532, Alonso de Covarrubias hizo el diseño, trazando los planos, en la ejecución intervienen Francisco de Baeza y Martín de Vandoma 1554. La portada es renacentista, plateresca de 1573, en piedra, con columnas adosadas sobre altos pedestales y con varias hornacinas, la puerta es de nogal, con tallas del plateresco. El interior, la bóveda de medio cañón, formada por cuatro secciones divididas por arcos perpiaños, tiene 304 cabezas grandes y 2000 pequeñas. Capilla del Espíritu Santo: Por medio de una portada muy ornamentada y una reja plateresca de hierro forjado, obra de Hernando de Arenas, de 1561, se entra en la capilla de factura plateresca, los muros culminan, en una cúpula semiesférica sobre pechinas, que soportan una linterna majestuosa, obra de Martín de Vandoma. Altar de S Ildefonso: Arquitectura del siglo XVII, de línea renacentista. Retablo del mismo siglo. Altar de S Felipe Neri: Arquitectura renacentista, de corte herreriano. Capilla del Cristo de la Misericordia: Fue antiguo sagrario o sacristía mayor, con portada plateresca, con arco de medio punto y un frontón triangular renacentista, muy recargado, construida en 1498 por Miguel de Aleas y Fernando de la Quejigas. La reja es del siglo XVII, labrada por Domingo Zialceta en 1649. En el interior, bóveda gótica tardía, retablo barroco moderado, con altar del mismo siglo. El crucero da paso, al frente, el presbiterio, pasando bajo un magnifico arco toral sostenido por haces de columnas, donde se sitúa la capilla mayor. Hacia atrás, el crucero da paso al coro. En el transepto, los laterales del crucero, están cubiertos por bóvedas sexpartita y acaban los dos, con un rosetón. La bóveda central, de planta cuadrada, está dividida, por nervios, en ocho partes, dejando espacio para ocho ventanales ojivales, formando la Linterna. Presbiterio y Capilla Mayor. Se acede a este recinto, al fondo de la nave principal, por una reja plateresca de hierro forjado del siglo XVII, realizada por Domingo de Zialceta.
Presbiterio: La parte inicial del presbiterio, de planta cuadrada y cubierta con una bóveda sexpartita, deja espacio para cuatro ventanales de estilo ojival, en las fachadas norte y sur. En el muro de la Epístola, enterramiento gótico-borgoñón, del Cardenal de San Eustaquio (1424-1434); a los lados estatuas de S Pedro y S Pablo y por encima de éstas unos pináculos que terminan en una hilera de arcos ciegos y de estilo gótico, el nicho, con la estatua yacente, está dentro de un arco con forma de quilla invertida, arco conopial. Capilla Mayor: En el ábside, de planta poligonal, cubierto por una bóveda dividida en nueve partes, con siete ventanales de arcos apuntados, orientados hacia el este. Púlpito del evangelio, o Altar Mayor: Retablo renacentista en madera policromada, con tres cuerpos de diferentes órdenes, jónico, corintio y compuesto, obra de Giraldo de Merlo del siglo XVII, esta es una de las obras maestras de este escultor, parecida al del Monasterio de Guadalupe, aunque inferior al de la Catedral de Cuenca; antiguamente, alrededor del altar estaba el Coro, que hacia 1490 se trasladaría a su situación actual. Es posible que antiguamente, encima de este antiguo Coro, hubiera una tribuna o Triforio, pues tras el altar se observan algunos ventanales tapiados en el muro. Se entra en el recinto, por una reja renacentista de hierro forjado del siglo XVII, la planta es rectangular, compuesta por ochenta y cuatro asientos, situados en dos filas, la segunda más elevada, la sillería es de nogal, con los respaldos, con ornamentación de estilo gótico, con celosías que no se repiten; sobre los asientos de la sillería alta, hay un dosel corrido, en gótico florido. Coronando la sillería superior y sobre el dosel corrido, se extienden dos tribunas, donde se encuentra el órgano churrigueresco, con una balaustrada plateresca. Capilla del Doncel (de los Arce) o de S Juan y Sta. Catalina: Nos encontramos esta capilla en el lado sur del transepto y es un verdadero museo de obras de la estatuaria castellana, de los siglos XV y XVI. Fue una de las capillas absidiales, la portada es plateresca con muchos elementos góticos, de Francisco de Baeza, siendo la reja de Juan Francés de entre 1526 a 1532. En el interior hay varios enterramientos, destacando en el centro del panteón el mausoleo, de estilo renacimiento, de los padres del Doncel, Fernando de Arce y Catalina de Sosa, sostenido por leones y con efigies yacentes de ambos, la cabeza de ella sobre un cojín, la de él sobre laureles, indicando que murió guerreando. Destaca también, en el muro, el sepulcro plateresco de Fernando de Arce, obispo de Canarias y hermano del Doncel. Pero la obra maestra de esta capilla y quizás de la Catedral, es el enterramiento de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de Sigüenza, en gótico flamígero obra de Sebastián de Almonacid; bajo una hornacina en arco de medio punto, se halla el sepulcro con la estatua semiyacente del Doncel recostado, en alabastro. La parte inferior de la hornacina, contiene la siguiente inscripción: Aquí yaze Martín Vasques de Arce – cauallero de la Orden de Sanctiago – que mataron los moros socorriendo – el muy ilustre señor duque del Infantazgo su señor – a cierta gente de Jahén a la Acequia – Gorda en la vega de Granada – cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce su padre – y sepultólo en esta su capilla – ano MCCCCLXXXVI. Este año se tomaron la ciudad de Lora. – Las villas de Illora, Moclin y Monte frío – por cercos en que padre e hijo se hallaron.
Retablo sur del transepto: Se compone de varias de las tablas realizadas entre el siglo XV y XVI, para el retablo, mandado construir, por la familia de la Cerda, hacia 1440. Pintadas en un estilo fusión del gótico, con la pintura de Siena. Puerta del Mercado o de las Cadenas: Por la que se sale a la Plaza Mayor. Se llamó de la Cadena, porque allí se situaba el tribunal del provisor o alcalde y una cadena separaba el tribunal, del pueblo. El interior tiene aire románico, con un rosetón de gran belleza. Retablo de Ntra. Sra. de la Leche: Este retablo está adosado, al pilar delantero derecho del coro, la imagen es de alabastro, de 1514, obra de Miguel de Aleas; el retablo, realizado en estilo plateresco, es de Francisco de Baeza, las columnas, que enmarcan la media cúpula avenerada, también son de alabastro, terminando con un friso y un frontón, con el escudo del Cabildo. . Altar de Ntra. Sra. de las Nieves: Altar de estilo barroco de 1718. A su derecha está el sepulcro de Pedro García de la Cornudilla de 1462, muy deteriorado. Altar de Sta. Ana: Con retablo barroco, de 1676. Altar Ntra. Sra. La Mayor: Gran retablo barroco, con seis grandes columnas salomónicas de mármol plomizo y cuatro rosáceas, realizado por Juan de Lobera y terminado en 1688. Se inició la reedificación en 1505, por iniciativa del obispo y cardenal Bernardino López de Carvajal (1495-1511), con ayuda del Cardenal Cisneros, que fue capellán mayor de la Catedral en tiempos del obispo Pedro González de Mendoza, el cardenal Mendoza, para sustituir el inicial, que tendría el techo de madera. Es de estilo gótico tardío, con elementos renacentistas, mide casi 40 metros, cada una de las cuatro galerías, con siete ventanas ojivales, por lado, caladas con celosías y protegidas, estas, por rejas góticas. Las bóvedas del claustro son de crucería sexpartita, con algunas claves labradas y con policromía; los arcos de las bóvedas no se apoyan en columnas. Está situado al lado norte de la Catedral. Capilla de San Valero: Es la capilla más antigua y se encuentra en la nave de comunicación junto a la puerta del mismo nombre, que da paso a la Catedral. Es de planta románica, con verja de estilo gótico. Capilla de la Concepción: La capilla más interesante del Claustro, terminada en 1509 en estilo gótico flamígero. Su portada se abre, entre dos pilastras muy decoradas y termina en un friso, decorado con una Virgen, debajo del cual un arco escorzano, muy decorado. En el interior, destacan las dos tribunas con balaustres y decoración plateresca y especialmente, la bóveda de crucería gótico-mudéjar, de nervaduras múltiples de terceletes, con las dovelas clave, con decoración polícroma; en los muros quedan restos de pinturas iniciales, con arcadas platerescas, recreando a través de ellas un jardín, todo muy desgastado por el paso del tiempo.
Por F.L.P.
D. Hernán Cortés (2ª Parte) En su paso hacia Tenochtitlan Cortés llegó a Cholula, aliada del Imperio Mexica, que era la segunda ciudad más grande después de México-Tenochtitlan, con 30.000 habitantes. Bernal Díaz del Castillo cuenta en su crónica que luego de haber recibido a Cortés y su enorme ejército, las autoridades de Cholula planearon tenderle una emboscada y aniquilar a los españoles. Díaz del Castillo cuenta que él y las tropas vieron a un costado de los templos las varas con collares que supuso destinadas a los españoles para ser llevados cautivos a Tenochtitlan. Díaz del Castillo también cuenta que una anciana y unos sacerdotes de los templos de Cholula alertaron a Cortés, quien mandó inmediatamente a su ejército a atacar, causando lo que se conoce como la matanza de Cholula, en la que más de 5.000 hombres murieron en cinco horas. El contingente permaneció en Cholula durante octubre y noviembre y al salir Cortés mandó incendiar la ciudad. Después llegó a Santa Catarina Ayotzingo, desde donde preparó el ataque a Tenochtitlan. A su llegada a México-Tenochtitlan, Cortés quedó sorprendido por la belleza del lugar, que es descrita por Díaz del Castillo como «un sueño». En su paso desde Cholula, Cortés había recorrido el camino hacia el Valle de México, cruzando por entre dos volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl hasta llegar a en un paraje boscoso y de espléndida belleza que hasta hoy lleva el nombre de Paso de Cortés. Del otro lado, avistó por primera vez el lago de Texcoco aproximándose a ella por el rumbo de Xochimilco. Hernán Cortés, en su marcha hacia México-Tenochtitlan, el ejército de Cortés (unos trescientos españoles) y el apoyo de unos 3.000 tlaxcaltecas avistó los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Y uno de los capitanes de Cortés, llamado Diego de Ordás fue el primer europeo en ascender a la cima del volcán Popocatépetl en compañía de dos compañeros de armas, causando una gran impresión entre los nativos que acompañaban la expedición de Cortés. Por tal hazaña y méritos militares, el emperador Carlos V le otorgó a Diego de Ordás mediante decreto expedido el 22 de octubre de 1523, el derecho de poseer un escudo de armas con una vista del volcán. A la entrada de la ciudad, realizada el 8 de noviembre de 1519, se produjo el encuentro de Moctezuma y Cortés, haciendo de intérprete doña Marina. Moctezuma II creyó que los españoles eran enviados del dios que vendría del Este -este es Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada- y fue un espléndido anfitrión de estos, obsequiándole entre otras cosas, el Tocado del Dios Quetzalcóatl, mejor conocido como Penacho de Moctezuma y el cual, fue enviado junto con otros presentes a la Corte Imperial.
Dado que Carlos V era un Austria -casa de los Habsburgo- al extinguirse la rama Española, este regalo terminó en Austria. Mientras los españoles se quedaban en Tenochtitlan, Moctezuma los hospedó en el templo de su antecesor Axayácatl (en el palacio del padre de Moctezuma), pudiendo entonces admirar la grandiosidad de aquella ciudad. En los días siguientes, los españoles visitaron los palacios y templos de la gran capital mexica, así como el gran cú (templo) de la ciudad gemela del imperio, Tlatelolco, y su mercado: una plaza de más del doble de grande que la Plaza Mayor de Salamanca (tenida entonces por la más grande de la cristiandad). Residiendo los españoles en el palacio, se les ocurrió que ya era hora de tener capilla propia y, puesto que Moctezuma se había negado a que la erigieran en el cú de Huitzilopochtli, resolvieron levantarla en su alojamiento, previo permiso del emperador. Buscaban los capitanes el mejor sitio para emplazarla cuando un soldado, que era carpintero, notó en una pared la existencia de una puerta tapiada y encalada de pocos días. Recordaron entonces que se susurraba que en aquellos aposentos tenía depositados Moctezuma los tesoros que había ido reuniendo su padre Axayácatl. Allí entraron Cortés y algunos capitanes y tras la vista de un enorme tesoro ordenó que se volviera a tapiar. Debido a advertencias previas de los tlaxcaltecas, les empezó a inquietar entonces la posibilidad de ser asesinados. Cuatro capitanes y doce soldados se presentaron a Cortés para hacerle presente la conveniencia de prender al emperador, manteniéndole como rehén, para que respondiera con su vida de la vida del ejército. No se tomó de momento ningún acuerdo, pero una noticia precipitó la resolución. Mientras tanto en las cercanías de la Villa Rica de la Vera Cruz, aconteció la batalla de Nautla, entre los mexicas dirigidos por Cuauhpopoca y los totoncas aliados de los conquistadores españoles, en el conflicto mataron a Juan de Escalante, alguacil mayor, y a siete españoles lo que supuso un desprestigio para las armas españolas al ver que no eran semidioses y que podían ser vencidos. Un soldado llamado Argüello fue hecho prisionero, murió en el camino por las heridas de la guerra y su cabeza enviada al emperador mexica, quien no quiso colocarla en ningún templo. Una vez que Moctezuma cayó en la celada de los españoles, Cortés lo tuvo como rehén so pena de muerte inmediata. Apaciguó a su guardia diciendo que iba de propia voluntad, y tras ser trasladados con los españoles todos sus enseres siguió manifestando a todas sus visitas que estaba allí de propia voluntad. Cortés exigió que los caciques autores de la agresión a Veracruz fueran castigados. Llevados a su presencia, confirmaron que obedecían órdenes de Moctezuma. Los capitanes mexicas fueron sentenciados a morir en la hoguera.
Consiguió también que Moctezuma se declarase vasallo de Carlos V. La casta sacerdotal y la nobleza conjuraron para liberar a su señor y aniquilar a los españoles. En esos días se recibió la noticia de la llegada de 18 navíos al Puerto de Veracruz, creyéndose en un principio que eran refuerzos del emperador, pero enseguida se supo que eran tropas mandadas por Diego de Velázquez para castigar a los rebeldes. Estas tropas estaban mandadas por Pánfilo de Narváez. Para colmo, pusieron sobre aviso a Moctezuma de que Cortés era un rebelde a su rey, y que si podía, lo matase. Así que Cortés no tuvo más remedio que dejar una guarnición de poco más de un centenar de españoles en Tenochtitlan al mando de Pedro de Alvarado, y él con trescientos españoles y varios cientos de indios, salió al encuentro de las tropas de Narváez. Cortés atacó el campamento enemigo en plena noche, derramando muy poca sangre y capturando a Narváez sólo unos momentos después de haber entablado combate. Tras mostrar a los soldados los adornos de oro, y de incitarlos a unírsele, la mayoría cambió de bando a favor de Cortés, que gracias a esto triplicó sus efectivos de la noche a la mañana. Por su parte, Narváez regresó por donde había venido, con unos cuantos seguidores, mientras que Cortés regresaba a Tenochtitlán Mientras, en Tenochtitlan, Alvarado, temeroso de una concentración masiva de guerreros en la Plaza Mayor de Tenochtitlán, y temiendo los posibles augurios de Cholula, había cometido una matanza de nativos, de nobles, caciques y jefes de ejército cuando estos estaban celebrando la fiesta de Tóxcatl (quinto mes de los 18 que tenía el calendario mexica) en honor a Tezcatlipoca. Algunas fuentes hablan también de culto al siempre presente Huitzilopochtli. Dado el desatino de Alvarado, la población, lógicamente, se indignó, porque el ambicioso Pedro de Alvarado les quitó sus joyas y materiales preciosos que vestían. Al haber hecho esto los pobladores se rebelaron contra Moctezuma, no teniéndole nadie respeto. Los españoles se tuvieron que refugiar en los alojamientos del palacio. El 24 de junio de 1520 el ejército de Cortés entraba nuevamente en la ciudad. El hermano de Moctezuma, Cuitláhuac, fue liberado para que gestionase la pacificación, pero en vez de eso, se puso al frente de los mexicas y se unió al jefe de los caciques, llamado Cuauhtémoc -y quien sería el siguiente tlatoani mexica-, para oponerse a la ocupación española. Cortés consiguió que Moctezuma tratase de apaciguar a los inconformes y que dejasen salir a los españoles de la ciudad. Existen dos versiones de la muerte de Moctezuma: una es que cuando hablaba a su pueblo, recibió una pedrada de los propios mexicas que lo hirió de muerte; la otra dice que Hernán Cortés ordenó matarlo cuando vio que no podía calmar al pueblo, si bien ésta última versión fue aportada por los mexicas y se considera menos probable. Estando así la situación, los soldados españoles fueron sitiados en la casa en la que estaban alojados, rodeados por multitudes de indígenas indignados. Los sitiados veían disminuir el agua, las municiones y toda clase de víveres. La única salida era la retirada. Y la hicieron en la lluviosa noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, conocida como la Noche Triste. Al escabullirse silenciosamente, los españoles se dirigieron a una de las calzadas que conducían a la salida de Tenochtitlán. Ya no les faltaba mucho para completar la retirada cuando fueron descubiertos por una anciana, que dio la alarma, y en unos momentos, miles de guerreros mexicas atacaron en tromba a los españoles; les acosaron a lo largo de la calzada, mientras otros atacaban desde sus canoas.
En aquella retirada cayó la mayoría de los españoles, sobre todo los que llegaron con Narváez, que al llevar muchas piezas de oro consigo, a pesar de las advertencias de Cortés, murieron ahogados en el lago: Se perdió además gran cantidad de piezas de artillería y de caballos, así como gran parte del tesoro que se transportaba. Perseguidos por los mexicas, el 7 de julio, cerca de Otumba, los españoles se reorganizaron, y plantaron batalla a los guerreros que les perseguían, logrando derrotarles. Después de su derrota de la Noche Triste los españoles y sus aliados tlaxcaltecas se replegaron en Tlaxcala; se reorganizaron y atacaron Tenochtitlan, poniendo en sitio a la ciudad. Cabe meditar si en este punto la alianza de los Tlaxcaltecas podría o no considerarse legítima, porque dada la fragilidad de los españoles, les hubieran podido eliminar y no lo hicieron. En vez de eso, les aprovisionaron, les cobijaron y soportaron, con la consecuente obtención de prebendas y privilegios posteriores, que el conquistador esta vez, sí parece haber respetado. Dada la indignación de los Mexicas por la profanación de una de sus fiestas principales -donde ocurre la matanza perpetrada por Alvarado-, y entendiendo que los mexicas no se rendirían, Cortés manda traer los navíos que había inhabilitado, pieza por pieza, con el fin de ponerle sitio a Tenochtitlan; los navíos fueron reconstruidos en el Lago que rodeaba la ciudad y tras un sitio que duró 75 días, en los que los mexicas que pelearon hasta su práctico exterminio, finalmente fueron derrotados y sometidos a esclavitud. Es por esta razón que podemos decir, que los actuales descendientes indígenas o el mestizaje derivado de estos, se dio más que con el pueblo Mexica, con los vencedores Tlaxcaltecas y otros señoríos indígenas que, al término de la guerra, obtuvieron estatus de principales en sus provincias y en diferentes casos, como representantes ante la corona Española como Caciques gobernantes. Después de consumada la conquista, Cortés se hace acompañar por Cuauhtémoc de quien se dice, llegó a torturar para obtenerle información sobre el tesoro mexica. No obteniendo respuesta positiva, Cortés lleva a Cuauhtémoc a sus expediciones posteriores donde más tarde resultará muerto, presuntamente mandado a ahorcar por Cortés. “Sabed que a la diestra mano de las Indias existe una isla llamada California muy cerca de un costado del Paraíso Terrenal; y estaba poblada por mujeres negras, sin que existiera allí un hombre, pues vivían a la manera de las amazonas. Eran de bellos y robustos cuerpos, fogoso valor y gran fuerza. Su isla era la más fuerte de todo el mundo, con sus escarpados farallones y sus pétreas costas. Sus armas eran todas de oro y del mismo metal eran los arneses de las bestias salvajes que ellas acostumbraban domar para montarlas, porque en toda la isla no había otro metal que el oro”. Se considera actualmente a Hernán Cortés como el descubridor de la península de Baja California, aun cuando el primer europeo que desembarcó en dicha península fue el piloto y navegante español Fortún Jiménez, quien al mando del navío Concepción, propiedad de Hernán Cortés, avistó y desembarcó en el año 1534 en la península, de la cual pensó que era una isla. En la cuarta Carta de Relación, fechada en México el 15 de octubre de 1524, escribe Hernán Cortés al rey de España de la preparación de barcos para explorar y someter nuevos reinos sobre la Mar del Sur (Océano Pacífico), idea que bullía en su mente desde dos años atrás, recién consumada la conquista de la gran Tenochtitlan.
En 1529, estando Cortés en España, firmó un convenio con la Corona española por el cual se obligaba a enviar por su cuenta «armadas para descubrir islas y territorios en la Mar del Sur». Deseaba encontrar además del dominio territorial y las posibles ganancias en metales preciosos en las nuevas tierras a descubrir, un paso de mar entre el Pacífico y el Atlántico, pues se pensaba que si Fernando de Magallanes había encontrado un estrecho que comunicaba ambos océanos por el Sur, también debería existir otro paso por el Norte. Ese paso marítimo era el mítico Estrecho de Anián. En el mencionado convenio se estipulaba que de las tierras y ganancias que se obtuvieran, una décima parte corresponderían al descubridor en propiedad perpetua, para sí y sus descendientes. Hernán Cortés murió en el viernes 2 de diciembre del año 1547 en Castilleja de la Cuesta, cuando pensaba volver a sus posesiones americanas. Recibió sepultura en el cercano monasterio de San Isidoro del Campo, en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia, bajo las gradas del altar mayor, con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo Marqués del Valle. El epitafio decía: Padre cuya suerte impropiamente/ Aqueste bajo mundo poseía/ Valor que nuestra edad enriquecía, / Descansa ahora en paz, eternamente. Martín Cortés Los restos mortales de Hernán Cortés fueron inhumados varias veces. Esto se debió, en parte, porque en su testamento cambió varias veces la ubicación del lugar en donde deseaba reposar. Cuando residía en la Nueva España, primero solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús (México), hospital que el conquistador había fundado. Posteriormente declaró sus deseos de ser sepultado en un monasterio que había ordenado construir en Coyoacán, una población aledaña a la capital mexicana, monasterio que nunca fue construido debido a que tuvo que partir a España con el fin de enfrentarse a un juicio de residencia al que fue citado. En octubre de 1547, pocas semanas antes de su muerte, había modificado una vez más su testamento para indicar su voluntad de ser sepultado en la parroquia del lugar donde falleciera. En 1550 a los tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro de la misma iglesia de San Isidoro del Campo, y esta vez fue inhumado justo a un lado del altar dedicado a Santa Catalina. En 1566, y por decisión familiar sus restos mortales fueron trasladados a la Nueva España y sepultados junto con su madre y una de sus hijas en el templo de San Francisco de Texcoco, ubicado en la población de Texcoco cercana a la ciudad de México. Sus restos yacerían allí hasta 1629. En 1629 a la muerte de Pedro Cortés, cuarto Marqués del Valle y último descendiente de Hernán Cortés en línea masculina, las autoridades civiles y eclesiásticas de la provincia española decidieron sepultarlos en la misma iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor (en un nicho detrás del Sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco (México), ubicado frente a la plaza de Santo Domingo en la capital mexicana, allí dejaron grabada la siguiente inscripción «Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa». En 1716 una remodelación del templo de San Francisco obligó a los franciscanos a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor, lugar en el que permanecerían durante 78 años.
En 1794 las autoridades de la virreinato exhumaron nuevamente los restos de Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador de México que en una ocasión solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús (México), así que sacaron la osamenta de Cortés del templo de San Francisco que yacía en su nicho en una urna de madera y cristal con asas de plata y pintado en la cabecera de la urna el escudo de armas del Marqués de Oaxaca, sus restos fueron trasladados con gran pompa a lo que se creía sería su última morada, se colocaron blandones de plata sobre el sepulcro y dentro del templo se erigió un zócalo y sobre el zócalo un busto del conquistador, en ese sitio sus restos descansarían durante 23 años. En 1823, a los dos años de la Independencia de México inició el memorial para honrar a los insurgentes muertos durante la guerra de independencia, los restos de ellos fueron llevados a la ciudad de México en cuya catedral fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes de la capital mexicana al grado que se temió que una turba asaltara el templo para tomar los restos de Cortés, por ello el ministro mexicano Lucas Alamán y el capellán mayor del Hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre el mausoleo, en tanto el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían salido del país, en realidad la urna con la osamenta fue escondida bajo la tarima del templo del hospital de Jesús (México), durante trece años los restos permanecieron escondidos allí. En 1836, ya calmadas las pasiones se extrajeron los restos y fueron depositados en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo el mausoleo, en ese lugar reposaron los restos durante 110 años hasta ser encontrados. El ministro Lucas Alamán en algún momento informó a la embajada española del lugar en el cual habían depositado los restos de Cortés. En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al acta notarial en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron buscar los restos, el domingo 24 de noviembre del mismo año los historiadores encontraron el nicho que guardaba la urna, después de realizar algunos estudios para autentificar los huesos procedieron a restaurar la urna y recomendaron conservar los restos de Hernán Cortés en el mismo lugar. El 28 de noviembre de 1946 el presidente de México Manuel Ávila Camacho expidió un decreto mediante el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia de los restos mortales de Hernán Cortés. El 9 de julio de 1947 se re inhumaron los restos en el mismo lugar en el que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción: HERNÁN CORTÉS 1485 - 1547 Al final, los restos del conquistador español descansan en el lugar que eligió en su juventud para ser sepultado: el templo del Hospital de Jesús (México). Desafortunadamente, hoy en día la vieja iglesia se encuentra en el abandono y con pocos medios para poder asegurarse su debida restauración. Por F.L.P.
Teodorico I, Turismundo y Teorico II TEODORICO I O TEODOREDO (¿? – 451) fue un rey de los visigodos. Era hijo ilegítimo de Alarico, y en el año 418 sucedió a Walia, reinando hasta el 451. Con él comienza el linaje de Tolosa (Toulouse). Completó el asentamiento de los visigodos en Aquitania y expandió sus dominios a Hispania. Índice Los romanos habían ordenado a Walia abandonar Hispania y trasladarse con su gente a Galia. Por lo tanto Teodorico, como su sucesor, completó los asentamientos visigóticos en Gallia Aquitania II, Novempopulania y Gallia Narbonensis. Pero los visigodos no tenían acceso al Mar Mediterráneo. Teodorico aprovechó entonces la decadencia del Imperio romano para extender sus territorios hacia el sur. Tras la muerte del emperador Flavio Honorio y la usurpación de Joannes en 423, hubo pugnas dentro del Imperio y Teodorico intentó conquistar Arlés, pero se lo impidió el Magister militum Aecio, quien fue asistido por los hunos. Entonces los visigodos acordaron un tratado y se les dio nobles galos como rehenes. Como hecho anecdótico, se puede mencionar que el futuro emperador Avito visitó a Teodorico, vivió en su corte e incluso educó a sus hijos. Suegro del suevo Rechiario, primer rey católico de un reino germánico surgido de las invasiones del siglo V. Como los romanos tuvieron que enfrentarse a los francos, quienes saquearon Colonia y Tréveris en el 435, y por otros eventos, Teodorico vio la oportunidad de conquistar Narbo Martius (en 436) para obtener acceso al Mediterráneo y a los caminos a los Pirineos. Pero Litorio, también con la ayuda de los hunos, logró impedir la toma de la ciudad y envió a los visigodos de vuelta a su capital Tolosa. La oferta de paz de Teodorico fue rehusada, pero el rey venció en una decisiva batalla en Tolosa, y Litorio pronto murió en cautiverio a causa de las heridas recibidas en la batalla. En ese momento Avito fue a Tolosa (siguiendo las órdenes de Aecio) y ofreció un tratado de paz, que Teodorico aceptó. Cuando Atila avanzó con su gran ejército hacia Europa Occidental e invadió Galia, Avito logró formar una alianza entre Teodorico y su viejo rival Aecio contra los hunos. Se puede conjeturar que Teodorico aceptó esta coalición porque reconoció el peligro que representaban los hunos para su propio reino. Con su ejército entero y sus hijos Turismundo y Teodorico se unió a Aecio, salvaron la civitas Aurelianorum y obligaron a Atila a retirarse (en junio de 451). Teodorico murió a mediados de septiembre de 451 en la colosal batalla de las naciones que se libró en Mauriaco, no lejos de Metz, in campis Catalaunicis, en la que la federación formada por romanos, visigodos, alanos, burgundios y francos derrotaron a las huestes de Atila, quien además de los hunos, guiaba a guerreros ostrogodos, escitas, hérulos, gépidos, sármatas y otras tribus germánicas menores. La honra de la victoria correspondió al ala mandada por Teodoredo, que atacó el grueso de los hunos, haciendo retirarse al mismo Atila en la confusión de la noche.
"... Cuando amaneció, Turismundo y los visigodos encontraron entre un gran montón de cadáveres el del rey Teodoredo, cuyo sacrificio señalaba el final de la carrera invencible de Atila. La lucha era de germanos contra germanos, de visigodos contra ostrogodos y hunos; el Imperio apenas contaba; así, esta dolorosa victoria no suscitó, como las de Estilicón, clásicos poemas de un Claudiano o un Prudencio, sino extraños epinicios, los informes cantos visigóticos en las exequias de Teodoredo, de que Jordanes habla, coreados con el fúnebre son de las armas entrechocadas..." Fue sucedido por su hijo Turismundo, el cual fue elegido rey en el mismo campo de batalla en que había caído su padre. Aecio, temeroso del éxito visigodo, permite la huida de Atila sin persecución, pues con engañosas razones hizo que Turismundo regresara a Tolosa de Francia. TURISMUNDO (¿? – 453) fue rey de los visigodos entre los años 451 y 453. Era hijo de Teodorico I y nieto del gran Alarico I, vencedor de Roma. Gozó de popularidad entre los suyos por su enorme fuerza física. Fue elegido rey por los soldados godos en la batalla de los Campos Cataláunicos, también llamada de Châlons sur-Marne, ante el mismo cadáver aún caliente de su padre, muerto por los hunos y a quien se estaban dando las honras fúnebres con el rito germánico de batir las armas. Instaló su corte en Toulouse y sometió en Orleáns a los alanos; probablemente fue el primer rey visigodo en tener una visión del reino visigodo como independiente de Roma y trató a los romanos de igual a igual; esta política secesionista llevó al general romano Aecio, antiguo vencedor junto a su padre de Atila en los Campos Cataláunicos, a conspirar para asesinarlo junto a un grupo de nobles visigodos revoltosos entre los cuales se encontraban los propios y celosos hermanos de Turismundo: Teodorico II y Frederico. Como cuentan Diego Saavedra Fajardo en su Corona gótica y el padre Juan de Mariana en su Historia general de España, éstos hicieron que un privado suyo llamado Ascalerno lo estrangulara en su lecho, cuando estaba en él postrado por una enfermedad, tras lo cual los conspiradores nombraron a Teodorico II su sucesor. TEODORICO II (¿? – 466), fue rey de los visigodos del año 453 al 466. Llegó al poder tras asesinar a su hermano Turismundo con la ayuda de su hermano Frederico y por instigación del general romano Aecio. Ya como rey en Toulouse, optó por aliarse con Valentiniano III para asegurar las fronteras del decadente imperio romano y luchar con los pueblos guerreros que acechaban los límites de Roma. Además, Teodorico II continuó la lucha contra los bagaudas, auténticas guerrillas rurales formadas por campesinos desertores, campesinos pobres y gente excluida de la sociedad y que luchaban contra el poder establecido, ya fuera el Imperio romano o cualquiera de sus reinos asociados como era el caso del reino de Tolosa.
Entre 453 y 454, la belicosidad de los bagaudas fue tan extrema que el emperador Valentiniano III envió una expedición que se puso a las órdenes de Teodorico II para luchar contra los insurgentes. La victoria de la expedición romano-goda fue total y, en pocos meses, aplastó con todo tipo crueldades la insurgencia bagauda. En 455 tras los asesinatos de Valentiano III y de su sucesor Petronio Máximo, el rey godo Teodorico II impuso a su propio emperador: Marco Mecilio Avito. Pero mientras Teodorico tenía su mirada puesta en la sucesión del trono imperial, el rey suevo Requiario asentado en el noroeste de la península ibérica, empezó las hostilidades al no reconocer las reivindicaciones territoriales del reino godo. Y los suevos lanzaron ataques contra la Bética, la Cartaginense y la Tarraconense. Así, en 456, el rey godo reunía un importante ejército de soldados burgundios, comandado por sus reyes Gondioc y Chilperico I, su hermano, ambos aliados de Teodorico (Jordanes, Getica, 231). Los suevos se replegaron en el río Órbigo, cerca de Astorga. La victoria fue aplastante para los godos. Meses más tarde y después de una persecución por media península Ibérica, los godos detuvieron a Requiario, que no obtuvo el perdón del rey y fue ejecutado en diciembre del 456. En trono suevo, Teodorico II colocó a Agiulfo como gobernador proporcionándole una tropa para custodiar las fronteras para luchar contra los resistentes cántabros y vascones. Eso sí, no sin antes limitar las fronteras del reino suevo a una pequeña parte de Galicia (Gallaecia). Pero sus continuas tropelías provocaron la rebelión de los suevos e hispanorromanos, iniciándose así un periodo de guerra civil y caos. En 457 y con el asesinato del emperador romano Avito a manos del líder suevo visigodo Ricimero, el rey godo no reconoció al nuevo mandatario del imperio impuesto por Ricimero: Julio Mayoriano. Esto hizo que Teodorico II intentara expandir un poco más el reino de Tolosa hacia el norte. Pero Mayoriano, que era general de las legiones romanas, venció a las tropas godas, conquistando la ciudad goda de Arlés y firmando un tratado de paz que duraría tres años. Pero las malas noticias también llegaron por el norte del reino. Un general de las Galias llamado Egido se autoproclamaba rey de los francos y, en una pugna con el contencioso godo, éste mató a Frederico, hermano del rey. El monarca godo se vio obligado a pactar con los francos para delimitar las fronteras entre el reino franco y el godo en el río Loira. Este pacto con los francos se extendió a negociar también con Ricimero y a su nuevo emperador títere: Libio Severo. Esta decisión no gustó nada a los nobles visigodos y, en especial, al único hermano vivo que le quedaba a Teodorico, Eurico. Los nobles pensaban que no había nada que negociar con un imperio en decadencia. Fue así como Eurico buscó aliados entre los nobles para asesinar a Teodorico II en 466 y coronarse como nuevo rey visigodo.
Por P. López M.
Desde sus orígenes procesionó la imagen de Crucificado que tallara en el siglo XVII José de Mora por encargo de los Clérigos Menores de San Francisco Caracciolo, para la iglesia de San Gregorio Bético. Esta imagen fue realizada en la casa Albayzinera de los Mascarones, cerca de la Plaza Aliatar. La imagen a lo largo de los siglos también ha recibido los nombres y advocaciones de Cristo de la Salvación y Cristo de la Expiración. Nuestra imagen, tras la exclaustración desamortizadora de Pascual Madoz, pasó a la parroquia inmediatamente más cercana, en este caso, la Iglesia Parroquial de San José. La fundación de esta Cofradía fue iniciada por algunos de los empleados de la Delegación de Hacienda en Granada, viniendo a conocerse popularmente como “Cofradía de los ladrones”. El párroco de San José D. Ángel Guevara Horcas, como verdadera alma-mater, potenció la fundación de la Cofradía pensando en que no fuera mala cosa que hubiera en su Iglesia una cofradía de Semana Santa, como esa otra del Vía Crucis de la vecina parroquia de El Salvador. Todo esto llegó a su término el día 6 de Mayo de 1924 con la fundación de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia (del Silencio). Los nuevos estatutos fueron definitivamente aprobados también en este año de 1924 por el Cardenal-Arzobispo de Granada Don Vicente Casanova y Marzol, y siendo refrendados por el Papa Pío XI, añadiéndole el título de la Cofradía, el de “Pontificia”, y posteriormente con el nombramiento del Príncipe de Asturias como Hermano Mayor Honorario, se le añadiría el de “Real”. La primera vez que el Santísimo Cristo de la Misericordia procesionó con su cofradía fue en el año de 1925 y con la cruz original de taracea –no se sabe con certeza si también procesionó en el año 1926 con dicha cruz-; en 1925 se inició el proyecto de una nueva cruz para su desfile procesional, siendo ésta la que actualmente procesiona con la copia por puntos que realizara el escultor y profesor granadino D. Antonio Barbero Gor.
Día grande el que vivió ayer Granada con la celebración de un Jueves Santo que quedará para la historia como un día perfecto acorde al mejor guion cofrade que es el diseñado para una Semana Santa única como es la de Granada. Todo funcionó y salió a pedir de boca: desde el tiempo casi veraniego durante la tarde hasta la presencia de las cinco cofradías del día (incluida la del Silencio ya en la madrugada), desde el lleno absoluto que presentaba la ciudad hasta el acompañamiento masivo a las hermandades en los regresos. El protagonista del día sin duda fue el Albaicín, con la salida de las tres embajadoras del Jueves Santo granadino: Aurora, Estrella y Concha. En este cartel albaicinero ocupa también un espacio por mérito propio la cofradía zaidinera de la Redención. Ya a las doce, se cuela también la cofradía del Cristo de la Misericordia, la del Silencio, que lleva el recogimiento a una jornada en la que las bullas de barrio son las predominantes. La jornada comenzó precisamente en el otro punto de la ciudad, en el Zaidín, con la salida de la cofradía de la Redención y la Virgen de la Salud desde la iglesia de María Auxiliadora del colegio salesiano. Con un cortejo amplio al que cada vez nos tiene más acostumbrados la corporación, la hermandad salesiana llevó hasta las calles del centro de la ciudad el estilo que con buen paso esa cofradía está imponiendo a sus pasos y a su cortejo en las calles. Tras el paso de la hermandad zaidinera ya todo fue Albaicín, un barrio que ayer fue más cofrade que ningún otro día del año. Desde San Miguel Bajo salió la marea blanca de la hermandad de Jesús del Perdón y la Virgen de la Aurora Coronada. Miles de personas y un barrio entero no quisieron perderse el paso de esta cofradía por cada una de las calles de su recorrido, en las que no cabía un alfiler para ver los portentosos pasos de esta hermandad, un auténtico ejemplo y referente en la Semana Santa granadina. Con un cortejo de los más nutridos de toda la semana, unos pasos perfectos, un trabajo costalero impecable y un público desbordante, la estación de penitencia se llevó de calle a miles de granadinos, cofrades y turistas que no quisieron perderse el espectáculo de ver a la hermandad en la calle y el ambiente que se genera en torno a la Virgen de la Aurora Coronada, con sus vítores al son de "Aurora... guapa, guapa y guapa", clima que se vuelve más asombroso incluso durante el regreso de la corporación. Pero no todo fue Aurora. Desde San Cristóbal realizó su salida la cofradía de la Estrella, más recogida que su 'vecina' la Aurora pero también con un carácter de barrio que se está fomentando desde la nueva junta de gobierno y que llevó a ver una nueva impronta de la hermandad en la calle muy acertada. El paso de Jesús de la Pasión, con una zancada imponente, nueva túnica y corona de espinas y estrenando el dorado de los guardabrisas delanteros, delante del palio de la Virgen de la Estrella, volvieron a demostrar el esfuerzo costalero tanto a la salida de San Cristóbal como en el largo recorrido de esta corporación del Jueves Santo granadino.
La tercera vecina del día en salir fue la Concepción, la popular Concha, con un paso de palio de los más característicos de la Semana Santa con palio de cajón en azul con bordados en color plata, al igual que el manto de la Virgen y el resto de enseres de la hermandad. Esta corporación hace uno de los dos 'milagros' cofrades del día: uno es el paso de la cofradía de la Aurora por los Grifos de San José y otros es el de la hermandad de la Concha por Concepción de Zafra para salir a la Carrera del Darro. En ambos casos, paso milimétrico de los pasos de las corporaciones que requieren de un esfuerzo costalero máximo. El palio de la Concepción, tras el paso de Jesús del Amor y la Entrega, volvió a encandilar a la ciudad con su olor tan característico que inunda las calles por las que pasa. Cuando estas cuatro hermandades estaban ya de regreso a sus templos, que en el Albaicín no se produjo hasta la madrugada, hizo su salida el Cristo de la Misericordia, el Silencio, llevando la oscuridad, el recogimiento y el sonido del tambor ronco a todos los rincones del centro de la ciudad. Su paso por la Carrera del Darro y Plaza Nueva volvieron a ser los momentos más significativos de esta corporación, a la que esperan cada año miles de cofrades y turistas en una jornada en la que las cámaras de fotos y los teléfonos móviles no tuvieron descanso para poder captar las instantáneas más granadinas, los pasos de las cofradías del Albaicín por el barrio con la Alhambra de fondo, todo un lujo para los sentidos. En Plaza Nueva, al llegar la cofradía, era prácticamente imposible encontrar un hueco, y como es tradición el alumbrado público se fue apagando al paso de la corporación que, en el mediodía del Miércoles Santo, hacía el traslado del Cristo de la Misericordia desde la iglesia albaicinera del Salvador a la de San Pedro. En la mañana del próximo sábado se realizará el traslado inverso. La cofradía pidió venia a la una menos veinte de la madrugada en la tribuna oficial de calle Ganivet y los más de doscientos hermanos que participaban en el cortejo procesional seguían sus pasos hasta la Catedral para el rezo de la estación de penitencia. Javier Cros era el encargado de mandar el único paso de esta cofradía, en cuyo discurrir la ciudad guarda uno de los silencios más impresionantes que se conocen en Granada.
Por Miguel Ángel Gómez Moleón.
El año de la Encarnación de 1095, se reunió en la Galia un gran concilio en la provincia de Auvernia y en la ciudad llamada Clermont. Fue presidido por el Papa Urbano II, cardenales y obispos; ese concilio fue muy célebre por la gran concurrencia de franceses y alemanes, tanto obispos como príncipes. Después de haber regulado los asuntos eclesiásticos, el Papa salió a un lugar espacioso, ya que ningún edificio podía contener a aquellos que venían a escucharle. Entonces, con la dulzura de una elocuencia persuasiva, se dirigió a todos: "Hombres franceses, hombres de allende las montañas, naciones, que vemos brillar en vuestras obras, elegidos y queridos de Dios, y separados de otros pueblos del universo, tanto por la situación de vuestro territorio como por la fe católica y el honor que profesáis por la santa Iglesia, es a vosotros que se dirigen nuestras palabras, es hacia vosotros que se dirigen nuestras exhortaciones: queremos que sepáis cuál es la dolorosa causa que nos ha traído hasta vuestro país, como atraídos por vuestras necesidades y las de todos los fieles. De los confines de Jerusalén y de la ciudad de Constantinopla nos han llegado tristes noticias; frecuentemente nuestros oídos están siendo golpeados; pueblos del reino de los persas, nación maldita, nación completamente extraña a Dios, raza que de ninguna manera ha vuelto su corazón hacia Él, ni ha confiado nunca su espíritu al Señor, ha invadido en esos lugares las tierras de los cristianos, devastándolas por el hierro, el pillaje, el fuego, se ha llevado una parte de los cautivos a su país, y a otros ha dado una muerte miserable, ha derribado completamente las iglesias de Dios, o las utiliza para el servicio de su culto; esos hombres derriban los altares, después de haberlos mancillado con sus impurezas; circuncidan a los cristianos y derraman la sangre de los circuncisos, sea en los altares o en los vasos bautismales; aquellos que quieren hacer morir de una muerte vergonzosa, les perforan el ombligo, hacen salir la extremidad de los intestinos, amarrándola a una estaca; después, a golpes de látigo, los obligan a correr alrededor hasta que, saliendo las entrañas de sus cuerpos, caen muertos. Otros, amarrados a un poste, son atravesados por flechas; a algunos otros, los hacen exponer el cuello y, abalanzándose sobre ellos, espada en mano, se ejercitan en cortárselo de un solo golpe. ¿Qué puedo decir de la abominable profanación de las mujeres? Sería más penoso decirlo que callarlo. Ellos han desmembrado el Imperio Griego, y han sometido a su dominación un espacio que no se puede atravesar ni en dos meses de viaje. ¿A quién, pues, pertenece castigarlos y erradicarlos de las tierras invadidas, sino a vosotros, a quien el Señor a concedido por sobre todas las otras naciones la gloria de las armas, la grandeza del alma, la agilidad del cuerpo y la fuerza de abatir la cabeza de quienes os resisten? Que vuestros corazones se conmuevan y que vuestras almas se estimulen con valentía por las hazañas de vuestros ancestros, la virtud y la grandeza del rey Carlomagno y de su hijo Luis, y de vuestros otros reyes, que han destruido la dominación de los Turcos y extendido en su tierra el imperio de la santa Iglesia. Sed conmovidos sobre todo en favor del santo sepulcro de Jesucristo, nuestro Salvador, poseído por pueblos inmundos, y por los santos lugares que deshonran y mancillan con la irreverencia de sus impiedades. Oh, muy valientes caballeros, posteridad surgida de padres invencibles, no decaed nunca, sino recordad la virtud de vuestros ancestros; que si os sentís retenidos por el amor de vuestros hijos, de vuestros padres, de vuestras mujeres, recordad lo que el Señor dice en su Evangelio: "Quien ama a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí" (Mt 10,37).
"Aquel que por causa de mi nombre abandone su casa, o sus hermanos o hermanas, o su padre o su madre, o su esposa o sus hijos, o sus tierras, recibirá el céntuplo y tendrá por herencia la vida eterna" (Mt 19,29). Que no os retenga ningún afán por vuestras propiedades y los negocios de vuestra familia, pues esta tierra que habitáis, confinada entre las aguas del mar y las alturas de las montañas, contiene estrechamente vuestra numerosa población; no abunda en riquezas, y apenas provee de alimentos a quienes la cultivan: de allí procede que vosotros os desgarréis y devoréis con porfía, que os levantéis en guerras, y que muchos perezcan por las mutuas heridas. Extinguid, pues, de entre vosotros, todo rencor, que las querellas se acallen, que las guerras se apacigüen, y que todas las asperezas de vuestras disputas se calmen. Tomad la ruta del Santo Sepulcro, arrancad esa tierra de las manos de pueblos abominables, y sometedlos a vuestro poder. Dios dio a Israel esa tierra en propiedad, de la cual dice la Escritura que "mana leche y miel" (Nm 13,28); Jerusalén es el centro; su territorio, fértil sobre todos los demás, ofrece, por así decir, las delicias de un otro paraíso: el Redentor del género humano la hizo ilustre con su venida, la honró residiendo en ella, la consagró con su Pasión, la rescató con su muerte, y la señaló con su sepultura. Esta ciudad real, situada al centro del mundo, ahora cautiva de sus enemigos, ha sido reducida a la servidumbre por naciones ignorantes de la ley de Dios: ella os demanda y exige su liberación, y no cesa de imploraros para que vayáis en su auxilio. Es de ustedes eminentemente que ella espera la ayuda, porque así como os lo hemos dicho, Dios os ha dado, por sobre todas las naciones, la insigne gloria de las armas: tomad, entonces, aquella ruta, para remisión de vuestros pecados, y partid, seguros de la gloria imperecedera que os espera en el reino de los cielos". Habiendo el Papa Urbano pronunciado este discurso pleno de comedimiento, y muchos otros del mismo género, unió en un mismo sentimiento a todos los presentes, de tal modo que gritaron todos: ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! Habiendo escuchado esto el venerable pontífice de Roma, elevó los ojos al cielo y, pidiendo silencio con la mano en alto, dijo: "Muy queridos hermanos, hoy se manifiesta en vosotros lo que el Señor dice en el Evangelio: "Cuando dos o tres estén reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de ellos". Porque si el Señor no hubiese estado en vuestras almas, no hubieseis pronunciado todos una misma palabra: y en efecto, a pesar de que esta palabra salió de un gran número de bocas, no ha tenido sino un solo principio; es por eso que digo que Dios mismo la ha pronunciado por vosotros, ya que es Él quien la ha puesto en vuestro corazón. Que ése sea, pues, vuestro grito de guerra en los combates, porque esa palabra viene de Dios: cuando os lancéis con impetuosa belicosidad contra vuestros enemigos, que en el ejército de Dios se escuche solamente este grito: ¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere! No recomendamos ni ordenamos este viaje ni a los ancianos ni a los enfermos, ni a aquellos que no les sean propias las armas; que la ruta no sea tomada por las mujeres sin sus maridos, o sin sus hermanos, o sin sus legítimos garantes, ya que tales personas serían un estorbo más que una ayuda, y serán más una carga que una utilidad. Que los ricos ayuden a los pobres, y que lleven consigo, a sus expensas, a hombres apropiados para la guerra; no está permitido ni a los obispos ni a los clérigos, de la orden que sea, partir sin el consentimiento de su obispo, ya que si parten sin ese consentimiento, el viaje les será inútil; ningún laico deberá prudentemente ponerse en ruta, si no es con la bendición de su pastor; quien tenga, pues, la voluntad de emprender esta santa peregrinación, deberá comprometerse ante Dios, y se entregará en sacrificio como hostia viva, santa y agradable a Dios; que lleve el signo de la Cruz del Señor sobre su frente o su pecho; que aquel que, en cumplimiento de sus votos, quiera ponerse en marcha, la ponga tras de sí, en su espalda; cumplirá, con esta acción, el precepto evangélico del Señor: "El que no tome su cruz y me siga, no es digna de mí"." Robert le Moine, Histoire de la Première Croisade, Ed. Guizot, 1825, Paris, pp. 301306. Trad. del francés por José Marín R.
El día 13 de abril bien de mañana los tambores con su sordo sonido, los timbales y cajas con sus redobles y esas cornetas que cuando gritan nos simboliza la pasión de la Semana Santa, comenzaron a llenar las calles de la ciudad de Torrent, en Valencia, como ya muchos sabéis. Era el Domingo de Ramos y todas las hermandades acudieron a la Ermita para el traslado a la Iglesia de la Sagrada Familia, a la cual se llegó portando las consabidas palmas y entre marcha y marcha de las muchas bandas de cornetas y tambores que se dieron cita allí.
D. José Hermano Mayor Y Miembro Fundador de la Hermandad de la Santa Cena y Caballeros del Santo Cáliz de Torrent
Con un sol de justicia y temperaturas poco propias de estas fechas, las hermandades recorrieron las calles de Torrent hasta alcanzar la meta, no sin cansancio y exhaustos por el calor, pero con la certeza del deber cumplido en esta primera salida de la Semana Santa Torrentina. La O.C.T. este año ha participado desde un principio en esta Semana Santa de Torrent 2014, por varios motivos, uno de ellos es que algunos de los caballeros de la O.C.T. han pasado a engrosar también las filas de la Hermandad del Santo Cáliz, la Encomienda del Reino de Valencia integramente, así como hermanos de otras encomiendas de España. En la imagen podemos ver a dos miembros de la Encomienda del Reino de Valencia, en concreto al Maestre Gral. de la O.C.T. Fr. Federico Leiva i Paredes y al Preceptor Gral. Fr. Carlos I. Mifsut Rodríguez, delante del anda de simbolizaba la entrada de Jesucristo en la ciudad de Jerusalén a lomos de un asno.
Otros de los motivos que hacían más especial la Semana Santa 2014, eran por una parte que la Hermandad de la Santa Cena y Caballeros del Santo Cáliz de Torrent cumplía su sesenta aniversario y por la otra parte se conmemoraba el setecientos aniversario de la muerte de los dos últimos dignatarios de la Orden del Temple, el Maestre Jacques Bernard de Molay y el Preceptor de Normandía, Geofrey de Charnay. Sin duda alguna el Jueves Santo fue el momento más emotivo de los actos procesionales que tuvieron acontecimiento en esta Semana Santa. Tras la conocida misa de Lavapiés, en la que una vez más se agradeció la presencia de los Templarios, dio comienzo el entronamiento del Santo Cáliz de Torrent en su respectiva custodia ya acoplada al anda. Mientras escuchamos la marcha real a cargo de la banda de música, el Santo Cáliz va ascendiendo en un pequeño ascensor hasta llegar a su punto de anclaje. Es el momento, ya todos lo sabemos, cofrades, músicos, Caballeros Templarios y Caballeros del Santo Cáliz nos preparamos, cada uno toma posición de su lugar…
Silencio, solo el murmullo se escucha que únicamente es interrumpido por el sonido renqueante y atronador del tambor, el será quien guíe nuestros pasos en esta estación de penitencia.
En esta ocasión y esperando que sirva de precedente para años venideros, se dieron cita tres ramas Templarías, pues fueron invitados la Orden Soberana y Militar del Templo de Jerusalén (OSMTH-TJ Rama porto), la cual estuvo representada por los miembros de la Encomienda Domus Templi Barcinonensis de la ciudad Condal, Sor Núria Puente i Marsá, (Scriba) y Fr. Antoni Ricart i Serena (Arcarius). Y la Militia Templi Arcángel San Uriel, cuya representación estuvo en la persona y gran hermano Fr. Ferrán Garrido i Machado, (Maestre de Jerusalén).
La procesión del jueves fue muy cansada, cuatro horas sin una sola pausa, pero aun nos quedaba otra cita… la procesión del Viernes Santo, en la cual por suerte o por desgracia, hacíamos la estación de penitencia en primer lugar.
En esta ocasión había un reto añadido al cansancio del día anterior y a las cuatro horas y media que nos separaban del final del trayecto procesional. Un hermano de la O.C.T. se ofreció a cumplir una promesa, haría el recorrido con un uniforme Templario exactamente igual al usado por la Orden en el siglo XII-XIII. Para el que no lo sepa el hermano Ricardo Vento aguantó estoicamente 49 kg. Encima durante cuatro horas y media, sin duda un gran reto para el que hay que estar preparado, tanto física como espiritualmente. Aunque al hermano Ricardo de eso le sobra, ya venía de una experiencia similar de la cual hablaremos más adelante.
El balance de esta Semana Santa ha sido muy favorable en todos los sentidos, hemos logrado salir a procesionar dieciséis hermanos y hermanas, contando a los tres invitados, lo cual no está nada mal y estamos seguros que el próximo año crecerá el número de hermanos a procesionar. De momento los invitados han salido satisfechos de esta bella experiencia y satisfechos también por la lección de humildad y de unidad Templaría que hemos dado los tres grupos. Esto va a ser el principio de una relación verdadera y fructífera para el devenir de la Orden del Temple en general. Desde aquí y ante todo queremos agradecer una vez más a la Hermandad de la Santa Cena y Caballeros del Santo Cáliz de Torrent, el brindarnos la oportunidad de procesionar junto ellos custodiando tan preciada reliquia. A los torrentinos por la cordial acogida que nos dan siempre, a las demás hermandades que nos han acogido como a uno más. A todos y cada uno de los que conforman la Semana Santa de Torrent. Sin olvidarnos de esa banda de CC/TT que siempre ponen la guinda. Y por supuesto a la persona encargada de realizar las fotografías y los videos, con verdadera profesionalidad y buen gusto, por supuesto hablamos de Cristóbal Pinilla, quien ha tenido la amabilidad de facilitarnos las imágenes, así como a Irene Raga, una joven de la hermandad aficionada a la fotografía y que puede llegar lejos en esta materia. Especial agradecimiento a los hermanos que vinieron de fuera de Valencia, al escudero Pau Bernat que terminó hecho polvo el pobrecillo en su primera procesión, a las damas honorificas de la Milicia del Templo, y a los hermanos de la OSMTJ y de la Militia Templi un fuerte y fraternal abrazo, esperando haber sido unos buenos anfitriones y citándoles de nuevo para el próximo año.
La Editorial
S. Eutiquiano (275-283) Nació en Luni, en Etruria. De él las noticias son muy escasas. Se sabe que su pontificado fue bajo el imperio de Probo. La Iglesia fue objeto de muchas persecuciones y los mártires fueron muchísimos. Dispuso que recibieran grandes honores. Él mismo dio sepultura a más de 300, ordenando que sus cuerpos fueran envueltos no en una simple sábana blanca, como de costumbre, sino cubiertos con una dalmática roja, rica túnica reservada al emperador. En la liturgia actual la llevan los diáconos en las funciones solemnes. San Eutiquiano fue consagrado papa el 4 de enero de 275. Ordenó que los mártires fuesen cubiertos por la "dalmática" parecida al manto de los Emperadores Romanos. Hoy constituye las vestiduras de los diáconos en las ceremonias solemnes. Instituyó la bendición de la recolección de los campos. Se tiene la certeza de que no fue mártir ya que la persecución de cristianos se suspendió al morir el emperador Aureliano en 275. Murió el 7 de diciembre de 283. En el siglo XIX, unos fragmentos de su epitafio, escrito en griego, se encontraron en la catacumba de San Calixto.
Por Frey Jesús
Templarios en el Levante peninsular antes de la conquista de Valencia de 1238 (2) CONQUISTA DE LAS BALEARES Jaime I anunció la conquista de las Baleares en las Cortes de Barcelona de 1225, el mismo año de la conquista de Peñíscola. Numerosos caballeros catalanes le ofrecieron hombres y dinero, mientras que los caballeros aragoneses, que acababa de pacificar, se ofrecieron en menor medida. Volvió a recompensar la fidelidad de los Templarios con el castillo de Pulpís (1227). A la vanguardia de la flota que se dirigía a Mallorca se hallaba Roger, conde de Ampurias; y en otro barco, lo más granado de la casa Montcada: Guillem Ramon de Montcada senescal de Cataluña, Guillem de Montcada señor del Bearn, y Ramón de Montcada marido de Galbors y señor de Fraga. Los dos últimos fallecieron en el desembarco a Santa Ponza, en 1229. En el reparto de Mallorca actuó Fr. Bernardo de Champans, comendador de Miravet, y teniente de Maestres Templarios. PROYECTO DE CONQUISTA DE VALENCIA En su regreso de Mallorca, el monarca de la casa Aragón se instaló en Zaragoza la capital del Ebro, desde donde manifestó sus deseos de conquistar Valencia, que en esos momentos se hallaba muy dividida. El territorio valenciano, se hallaba dividido en tres zonas señoriales: -Segorbe, al norte, gobernada por Abu Zayd. -Valencia, dominada por Sayyan. -Y Alcira, Játiva y Denia: gobernadas por Ibn Hud de Murcia, que tenía sometidos a los hijos de Aziz. (Así lo expresa el historiador Leopoldo Peñaroja. Cristianos bajo el Islam, Madrid, Gredos, 1993, pp. 173-174). Considerada la conquista de Valencia como una cruzada, y bendecida por el papa Gregorio IX con una bula especial, el rey de la casa de Aragón convocó cortes en Monzón, donde la nobleza catalana le ofreció el impuesto de Bovatge, a cargar sobre cada yunta de bueyes de labor.
PRIMERAS CONQUISTAS DEL REY JAIME EN TIERRAS DE VALENCIA La decisión para la conquista de Valencia, parece que fue tomada en Alcañiz, en 1232, en cuya ciudad, don Blasco de Alagón -desterrado que había estado en Valencia- y el maestre del Hospital fr. Hug de Folcalquer secundaron los deseos del rey Jaime: “…dix [don Blasco]... que yo senyor he stat en la ciutat de Valencia, be dos anys e pus, quant vos me gitàs de vostra terra; e no ha huy deu tan deleytos logar com es la ciutat de Valencia e tot aquell regne” La respuesta a la empresa levantina fue ampliándose, secundada por multitud de caballeros del sur francés, de Aragón y de Cataluña. Entre ellos los nobles Blasco de Alagón, Rodrigo de Lizana, Pedro Fernández de Azagra, Simón de Urrea, Blasco Maza y Pedro Cornel por la parte aragonesa. Guillem de Entenza, Berenguer de Entenza, Asalit de Gudal, Guillem de Cardona, Ramon Folch, Guillem de Montcada, Johan de Pertusa. Sin que faltaran los Caballeros Templarios, sanjuanistas, comendadores de Montalbán y el de Alcañiz, quienes tomaron sin esfuerzo el término de Murviedro, Torres-Torres y Jérica. El asedio a Burriana en 1233 permitió una cuña en el territorio al sur del Castellón donde volvieron a estar bien presentes los Caballeros del Temple. Por dicha razón, el rey Jaime les confirma Chivert, Morella y Benahamet. Ocupada Burriana, fue nombrado señor de la misma Pedro Cornel, quien se lanzó sobre las localidades limítrofes tomando lugares como: Gisbert, Cervera, Castellón, Borriol, Les Coves de Aben-Romà, Alcalatén, Villafamés, Onda, Nules, Uxó y Peñíscola (conquistada en 1234, pero señorío templario desde 1294). También fueron los Templarios señores de un tercio de Burriana. El rey aragonés hizo lo propio que su súbdito Artal de Alagón con Almenara e incluso se atrevió a efectuar un reconocimiento sobre Murviedro, cuando le salieron al paso las tropas africanas. En el lugar donde se entablo feroz combate con grave riesgo de la vida del monarca, fue plantada más tarde una cruz. Cruz que había de servir también como delimitación de cuatro obispados: Valencia, Segorbe, Tortosa y Mallorca. Avanzaron las tropas de Jaime I por Alcacer, Silla, Museros y Moncada, dejando a Cullera sin conquistar, (que habría de ser tomada por el Templario fr. Astruc de Claramunt, posteriormente). El Maestre del Temple, Hugo de Monlauro, tomó posesión del castillo de Moncada en 1235. Viendo el monarca que tenía aislada la ciudad de Valencia, decidió establecer el real en el Puig de la Cebolla o de Santa María, pero que se apresuró a demoler Ben Zeyyan de Valencia. Igualmente fue ocupado y reconstruido, pues desde ese montículo por su privilegiada visión sobre Valencia. Jaime I se ausentó del frente y del Puig para asistir a las Cortes de Monzón de 1236. Dejó la torre del Puig de Santa maría a gente de confianza, como eran los Templarios, que nunca dejaron de estar a su lado. Estos le fueron fieles consejeros y excelente brazo armado en la lucha.
Abiertas las Cortes, pidieron a Jaime I que unificara las monedas de sus territorios a la jaquesa, que recordaba mejor el origen del reino de Aragón con su antigua capital en Jaca.
Obtenidas las ayudas necesarias, regresó al Puig con gentes recogidas en: Burriana, Tortosa, Tarragona, Huesca, Lleida, y en buen número del Medio y Bajo Cinca -entonces integrados a Lérida; también de Daroca, Teruel y Sarrión. El Llibre dels Repartiments de Valencia da una clara idea de la procedencia de los asaltantes, si bien en los análisis de recuentos publicados, no se tiene en cuenta que al actual división de provincias entre Lérida y Huesca no se corresponde con las antiguas veguerías catalanas. En 1237, D. Blasco de Alagón, señor de Morella, cambió esta ciudad con el monarca por el señorío de Sástago. Jaime I procedió a acercarse a Valencia con dos mil caballos y setenta mil infantes. Parece que, nuevamente, destacaron en vanguardia de la tropa al menos veintidós túnicas blancas con la cruz roja. A estos caballeros premió Jaime I con los lugares de: Sueca, las dársenas de Denia, y las fortificaciones de Moncada, una parte de la villa de Liria y Oropesa. De inmediato se produjeron capitulaciones: Almenara, Uxó, Nules, Castro, Paterna y Bulla. A los Caballeros Templarios correspondió la conquista de los castillos de Ademuz, Sertella y Castellfabib en la frontera con Valencia, que se les había prometido en 1169, como el caso de Oropesa. El ataque general a Valencia debía empezar entre el 4 y el 25 de abril de 1238, firmándose, al parecer, la capitulación de Valencia el 28 en Ruzafa.
Joaquín Salleras Clarió
Felipe I de Habsburgo, el Hermoso (Brujas, Flandes, 22 de julio de 1478 Burgos, Castilla, 25 de septiembre de 1506). Duque de Borboña, Brabante, Henao, Holanda y Zelanda, Tirol y Artois, y señor de Amberes y Malinas, entre otras ciudades (1482-1506), y rey de castilla y León (1506) por su matrimonio con Juana, hija y heredera de los Reyes Católicos. Era hijo de Maximiliano I, Sacro Emperador Romano y de María de Borgoña. Felipe nació en Brujas, en el condado de Flandes (hoy Bélgica), su bisabuelo fue Felipe el Bueno. En 1482, tras la muerte de su madre María de Borgoña, le sucedió en sus posesiones de Borgoña bajo la tutela de su padre. Un período de agitación se produjo, fue testigo de las hostilidades esporádicas entre, principalmente, las grandes ciudades de Flandes (especialmente Gante y Brujas) y los partidarios de Maximiliano. Durante este interregno, Felipe se vio envuelto en los acontecimientos e incluso fue brevemente secuestrado en Brujas, como parte de la campaña de Flandes para apoyar sus demandas de mayor autonomía, que habían arrebatado a María de Borgoña, en un acuerdo conocido como el Blijde Inkomst o alegre entrada de 1477. A principios de la década de 1490, la crisis del interregno dio paso a un incómodo enfrentamiento, donde ni el apoyo de Francia para las ciudades de la Franc (Flandes), ni el apoyo del padre de Maximiliano Federico III resultaron decisivos. Ambas partes llegaron a un acuerdo en el Tratado de Senlis en 1493, lo que mitigó la lucha de poder interna al aceptar ambas partes reconocer el siguiente año como príncipe a Felipe (de 15 años de edad). Fue proclamado soberano de la Orden del Toisón de Oro a los 6 años. En 1491 presidiría el capítulo de Malinas, en 1501 el de Bruselas y en 1505 el de Middelburg. Su padre pactó su matrimonio con Juana I de Castilla, la hija de los Reyes Católicos, en el marco de la Liga Santa que unió a la monarquía española con el Imperio, Inglaterra, Nápoles, la república de Génova y el ducado de Milán contra las pretensiones hegemónicas de Francia en Italia (1495). Fue quien introdujo la casa de los Habsburgo en territorios de la actual España. El apelativo el hermoso, se lo dio el rey Luis XII de Francia. En 1501, Felipe y Juana viajaban hacía Castilla para ser coronados y se detuvieron en Blois. Allí el rey los recibió, al verle exclamó: «He aquí un hermoso príncipe». En 1494, Maximiliano renunció a su regencia en los términos del Tratado de Senlis y Felipe, de 16 años, se hizo cargo de la regla de las tierras de Borgoña él mismo, aunque en la práctica la autoridad se deriva de un consejo de notables de Borgoña. El 20 de octubre de 1496, se casó con la Infanta Juana, hija del rey Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en Lier, Bélgica. El matrimonio fue parte de una serie de alianzas familiares entre los Habsburgo y Trastámara, los destinados a fortalecer contra el creciente poder de Francia, que había aumentado considerablemente gracias a las políticas de Luis XI y la afirmación de éxito de poder real después de la guerra con la Liga del bien público.
El asunto se hizo más urgente después de la invasión de Carlos VIII (conocida como la Primera Guerra de la Independencia). La hermana de Felipe, Margarita, se casó con Juan, Príncipe de Asturias, el único hijo de Isabel y Fernando y su sucesor a la corona unificada de Castilla y Aragón. La doble alianza no fue diseñada para permitir que los reinos españoles cayeran bajo el control de los Habsburgo. En el momento de su matrimonio con Felipe, Juana fue tercera en la línea al trono, con Juan y su hermana Isabel se casó con la esperanza del progenitor. En los Países Bajos (Bélgica y Holanda) fue un administrador competente y un soberano popular y amado, que supo conjugar los intereses de sus diversos territorios y demostró especial talento para plantear reformas y para dar tranquilidad y paz después de muchos años de convulsiones políticas. Muertos los infantes castellano-aragoneses Juan (1497) e Isabel (1498), así como el hijo de ésta última, el infante Miguel de la Paz (1500), su esposa se convierte en heredera de Castilla y Aragón. Muerta la reina Isabel I (26 de noviembre de 1504), se planteó el problema de la sucesión en Castilla. Su marido, Fernando, proclamó a Juana Reina de Castilla y tomó las riendas de la gobernación del reino acogiéndose a la última voluntad de la reina Isabel. Pero el marido de Juana, el archiduque Felipe, no estaba dispuesto a renunciar al poder y en la concordia de Salamanca (1505) se acordó el gobierno conjunto de Felipe, Fernando el Católico y la propia Juana. La situación cambió con la llegada del matrimonio a la península pues se manifestaron las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro, de modo que, por la concordia de Villafáfila (1506), Fernando se retiró a Aragón y Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I. Entretanto, Juana supuestamente enloqueció, según algunos por los celos que le producían las infidelidades de su marido, hacia el que sentía un amor tan apasionado como poco correspondido. Aunque las Cortes reunidas en Valladolid se negaron a declarar la incapacidad de la reina Juana, Felipe «el Hermoso» ejerció el poder efectivo sin contar con ella. Tradicionalmente se le ha censurado por el favoritismo que demostró a sus coterráneos flamencos, así como por haber repartido dádivas y prebendas entre los nobles castellanos para buscar su apoyo; pero es posible que eso haya respondido a una estrategia dirigida a afianzar el poder real y a poner coto a la injerencia de su suegro en los asuntos castellanos. La figura que alcanzó mayor preeminencia en su breve etapa de gobierno (aunque no hasta el punto de poder considerársele un valido) fue un oscuro noble, el señor de Belmonte, de nombre Juan Manuel. Su muerte, acaecida en la burgalesa Casa del Cordón, fue tan súbita que corrió el rumor de que su suegro lo había envenenado. Según parece se encontraba Felipe en Burgos jugando a pelota cuando, tras el juego, sudando todavía, bebió abundante agua fría, por lo cual cayó enfermo con alta fiebre y murió unos días después. Fallece el 25 de septiembre de 1506, con tan solo 28 años. A su muerte, el cardenal Cisneros asumió su primera regencia del Reino de Castilla, esperando la llegada del rey Fernando. Su primogénito, Carlos, se encontraría con una herencia grandiosa: los reinos de sus cuatro abuelos, que lo convertirían en uno de los más importantes monarcas que han existido.
Por F.L.P.
Los Médici fueron una familia de comerciantes y banqueros de Florencia que llegaron a gobernar la Toscana y a ejercer una influencia considerable sobre la política italiana. Representantes de la burguesía ascendente en las ciudades del norte de Italia en la época de expansión del capitalismo mercantil y financiero, dejaron su impronta en el arte del Renacimiento ejerciendo abundantemente el mecenazgo. Aparecen ocupando el cargo de gonfaloniero o jefe de la ciudad desde el siglo XIV. Esta influyente familia florentina produjo tres Papas (León X, Clemente VII y León XI), numerosos dirigentes de Florencia y miembros de la familia real de Francia e Inglaterra. De origen modesto (la raíz del apellido es incierta, reflejando posiblemente la profesión de "médico"), el poderío inicial de la familia surgió de la banca. El Banco Medici fue uno de los más prósperos y respetados en Europa. Con esta base, adquirieron poder político inicialmente en Florencia y luego en toda Italia y Europa. Juan de Médici, primer banquero de la familia, comenzó la influencia familiar sobre el gobierno florentino, pero los Medici se convirtieron en cabeza oficiosa de la república en 1434, cuando su hijo mayor Cosimo de Médici toma el título de "Gran Maestro" la rama principal de la familia -formada por los descendientes de Cósimo- rigieron los destinos de Florencia hasta el asesinato de Alessandro de Médici, primer duque de Florencia, en 1537. La boda entre María de Médici y el rey de Francia> La familia se dividió en dos ramas a partir de Juan de Médici (1360-1429): mientras su hijo menor, Lorenzo (1395-1440), daba lugar a una rama secundaria, postergada hasta comienzos del siglo XVI, el poder en Florencia recaía en manos de la rama principal, que arranca de su hijo mayor, Cosimo el Viejo (1389-1464). Tras vencer al partido del patriciado tradicional, instauró desde 1434 un poder dictatorial en Florencia, si bien respetó la forma republicana de las instituciones y se mantuvo alejado personalmente de los cargos principales, encomendándolos a clientes suyos. Cosme duplicó la fortuna de la familia y la empleó para fomentar las artes y el pensamiento, haciendo de Florencia un gran foco de cultura renacentista: Brunelleschi, Donatello y Filippo Lippi, entre otros, se beneficiaron de su mecenazgo; con el mismo espíritu de recuperación de la cultura clásica, compró importantes manuscritos griegos, con los que formó la biblioteca familiar. Su hijo, Piero I el Gotoso (1414-69), se limitó a conservar el poder y a emparentar con la familia aristocrática de los Orsini mediante el matrimonio de su hijo, Lorenzo el Magnífico (1449-92).
LORENZO “EL MAGNÍFICO” <<<Tumba de Lorenzo de Médici en San Lorenzo, Florencia Lorenzo consiguió resistir los intentos de arrebatarle el poder por parte del patriciado, que se alió con el papa Sixto IV, aunque perdió a su hermano Julián (1453-78) durante la rebelión de los Pazzi (1478). Lorenzo fue un típico príncipe renacentista, protector de escritores, sabios y artistas, impulsor de las primeras imprentas italianas y organizador de fiestas. Su prodigalidad puso en peligro la fortuna de los Médicis y despertó las iras de Savonarola. Su hijo Piero II (14711503) fue expulsado del poder por una revuelta instigada por Savonarola en 1494. Su alianza con Carlos VIII de Francia no fue suficiente para recuperar la ciudad. <<<León x El hermano de Pedro, Giovanni (1475-1521), recuperó el poder en 1512 gracias a la ayuda del papa Julio II, de manera que Florencia quedó subordinada a Roma en los años siguientes. Ejerció el poder junto con su hermano menor, Giuliano (1478-1516). Juan, que era cardenal desde los 13 años, fue elegido papa en 1513, tomando el nombre de León X. Practicó asiduamente el nepotismo, situando a miembros de la familia Médicis en los órganos de poder de la Iglesia romana; incluso gravó a la Hacienda papal con los gastos de la Guerra de Urbino (1516-17), destinada a conquistar dicho ducado para su sobrino Lorenzo II. <<<Clemente VII El pontificado de León X (1513-21) apenas trajo novedades en materia religiosa, pues se comportó como un príncipe italiano más, dedicado a conservar y ampliar sus dominios por medio de la diplomacia y de la guerra, así como a ejercer el mecenazgo artístico. Encargó a Rafael Sanzio construir la basílica de San Pedro, cuyo coste le obligó a recabar fondos intensificando la venta de bulas de indulgencia, que encargo a la banca Fugger. La denuncia contra la inmoralidad de este tráfico mercantil sería el detonante que haría a Lutero romper con la Iglesia católica, dando origen a la reforma protestante (1517-21). En 1523, tras el breve pontificado de Adriano VI, accedió al Papado otro Médici, hijo bastardo de Julián: Giulio (1478-1534), que tomó el nombre de Clemente VII. Queriendo liberarse de la tutela de Carlos V, en 1526 impulsó contra éste la Liga Santa de Cognac (o Liga Clementina), formada por Francia, Inglaterra, Florencia, Venecia, Milán y el Papado. El emperador respondió tomando Roma y entregándola al saqueo de sus soldados (Sacco de Roma, 1527); el papa fue encarcelado durante siete meses en el Castillo de Sant’Angelo y sólo la peste desatada en la ciudad hizo que fuera evacuada por las tropas imperiales.
Clemente decidió entonces reconciliarse con Carlos V, a quien coronó emperador y rey de Italia en Bolonia en 1530; a cambio, Carlos le devolvió los territorios que le había arrebatado y conquistó Florencia, poniendo de nuevo en el poder a los Médici (que lo habían perdido) en la persona de Alejandro (quizá hijo natural del mismo papa). Por último, el pontificado de Clemente VII tuvo una importancia crucial para la Iglesia, pues, al negarse a reconocer el divorcio de Enrique VIII (decisión inevitable, dada la subordinación del Papado a la política de Carlos V) desencadenó el cisma de la Iglesia de Inglaterra. DE ITALIA AL TRONO FRANCÉS En Florencia, mientras tanto, ocupó el poder Lorenzo II (1492-1519), hijo de Pedro II. Gobernó nominalmente dirigido por su tío, el papa León X (que en 1516 le hizo duque de Urbino). De su matrimonio con una aristócrata francesa nació Catalina (1519-89), que habría de ser reina de Francia tras su matrimonio con Enrique II. Ippolito (1511-35), hijo natural de Giuliano, fue hecho cardenal por su tío Clemente VII, que le empleó para dirigir la política florentina en su nombre. Probablemente murió envenenado por su pariente Alessandro (1510-37), hijo natural de Lorenzo II o quizá del cardenal Julio de Médici. Fue impuesto en el poder en 1530 por las armas de Carlos V, que en aquel momento controlaban Italia. <<<Alessandro Il Moro, 1r Duque de Florencia El emperador hizo a Alejandro duque de Florencia (1532), con lo que los Médici quedaron convertidos en dinastía ducal de una monarquía hereditaria. Alejandro ejerció un poder tiránico que causó gran descontento en la ciudad. Sus habitantes enviaron a Hipólito de Médici a plantear sus quejas ante Carlos V, pero el enviado murió durante el viaje, seguramente envenenado por Alejandro. Éste moriría también -extinguiéndose la rama principal de los Médici- a manos de un miembro de la rama secundaria de la familia, Lorenzino o Lorenzaccio (1514-48), que era un escritor de la corte de Alejandro, a quien decidió asesinar imbuido de ideales republicanos. Para su decepción, la muerte del tirano no dio paso a un régimen de libertades, sino a la sucesión en el ducado de otro Médici de esta rama, Cosimo I (1519-74), en 1537. Once años después, Cosimo haría asesinar, a su vez, a Lorenzino. Cosimo fue otro tirano como Alejandro, protegido como él por Carlos V. Bajo su principado alcanzó Florencia el apogeo de su poder en Italia, conquistando Lucca y Siena. En 1569 esta ampliación territorial fue sancionada por la coronación de Cosimo como gran duque de Toscana por el papa Pío V. Inició además una política de limpieza del Mediterráneo de piratas berberiscos, que continuarían sus sucesores. María de Médici, reina consorte de Francia>>>
Le sucedió su hijo Francesco Maria (1541-87), que continuó la línea de gobierno despótico y aliado de España. La hija de éste, María (1573-1642), llegaría a ser reina de Francia por su matrimonio con Enrique IV y regente durante la minoría de edad de Luis XIII. Francesco Maria murió probablemente envenenado por su hermano, el cardenal Ferdinando I (1549-1609), quien al suceder a su hermano en la Corona ducal (1587) abandonó el capelo cardenalicio y contrajo matrimonio. DECADENCIA Con Fernando I se inició la protección de los Médici a Galileo, que continuarían sus sucesores. Cambió la orientación política de Toscana, alineándola con la Francia de Enrique IV contra la España de Felipe II y Felipe III (de hecho, fue él quien casó en 1601 a su sobrina María con el rey francés). Sin embargo, cuando Francia hizo la paz con el duque de Saboya, Fernando volvió a aliarse con Felipe III para hacer frente a su enemigo italiano. Le sucedieron su hijo Cosme II (1590-1621), su nieto Fernando II (1610-70), su bisnieto Cosme III (1642-1723) y su tataranieto Juan Gastón (1671-1737), bajo los cuales tuvo lugar la decadencia de la dinastía. El último no tuvo descendientes varones, con lo que se extinguió el linaje de los Médici, dejando Toscana a merced de los intereses diplomáticos de las grandes potencias. Por el Tratado de Viena (1735) la Corona ducal de Toscana fue otorgada al duque de Lorena, esposo de María Teresa I, que más tarde reinaría en el Sacro Imperio Romano con el nombre de Francisco I. <<<Fernando II (1610-1670), Gran Duque de Toscana EL LEGADO Los Médici no provienen, como la mayor parte de los señores de Italia de aquel tiempo, ni de la nobleza feudal ni de una dinastía de caudillos o aventureros afortunados. Vienen del pueblo, y durante casi dos siglos edifican lenta y oscuramente su patrimonio con el comercio, y especialmente con el arte del cambio. No rehúyen los cargos públicos, pero tampoco los buscan, y solamente en 1378 uno de ellos, Salvestro, se pone a la cabeza del pueblo. Pero el verdadero fundador de la potencia de los Médici fue Cosimo el Viejo, Pater Patriae, y desde que volvió del exilio véneto, en 1434, se puede decir que sus descendientes han señoreado Florencia y la Toscana -salvo breves interrupcionesdurante tres siglos largos; es decir, la muerte de Gian Gastone en 1737. ¿Por qué caminos los oscuros cambistas del siglo XIII se convirtieron, en el transcurso de pocas generaciones, en dueños de la ciudad y del Estado, en promotores y símbolos del Renacimiento, en Pontífices y príncipes emparentados con los reyes? No hazañas de antepasados famosos; no investiduras imperiales al principio, y tampoco empresas guerreras. Durante mucho tiempo no fueron otra cosa que simples banqueros y, en apariencia, nada más que ciudadanos privados. Se ha dicho que los Médici consiguieron llegar a ser poderosos y famosos gracias a su riqueza. No es verdad. Hubo en Florencia, antes de los Médici y junto a los Médici, familias más ricas que ellos, y, sin embargo, solamente los Médici consiguieron elevarse y mantenerse en el poder, a pesar de las infinitas envidias, intrigas, rencores, y alteraciones de aquella edad. El dinero es instrumento, y todo está en saberlo utilizar y manejar.
Los rivales de los Médicis -exceptuando, acaso, los Strozzi- supieron ganar riquezas, pero no supieron gastarlas. La admirable fortuna de los Médicis no se debió a los florines, sino a su genio político. Se puede hablar de un verdadero y propio sistema político, que se puede fácilmente extraer de la práctica efectiva de las primeras generaciones, pero que se conservó, por lo menos en parte, hasta casi el final del gran ducado. Sistema simple y sabio que se puede reducir a tres palabras: liberalidad, sustancialidad, unidad. <<<La capilla Médici en San Lorenzo, Florencia Los Pazzi, Albizi y Strazzi intentaron la empresa que sólo lograron llevar a cabo los Médici. Cuando éstos se convirtieron en señores y luego en duques, la libertad hacía tiempo que no existía en Florencia: llamaban con tal nombre a la hegemonía, y digamos también la tiranía, de un restringido número de familias que competían por acaparar bienes, cargos y privilegios. Y gracias a los Médici se salvó, al menos, la independencia: sin la voluntad de Clemente VII y la energía de Cósimo I, la Toscana se hubiera convertido, como Milán o Nápoles, en una provincia española. Todavía más risible es la acusación de que el Magnífico y sus sucesores corrompieron a los florentinos para así dominarlos mejor. Florencia era tan rica en vicios como en virtudes bastante antes de que los Médici tuvieran ninguna participación en el Estado; es decir, desde los primeros años del siglo XIV. “La Adoración de los Magos”, de Sandro Botticelli, retrata a la familia y los amigos de los Médici: 1. Lorenzo el Magnífico 2. Poliziano 3. Pico della Mirandola 4. Gaspare Lami 5. Cosimo el Viejo 6. Piero el Gotoso 7. Giuliano de Médici 8. Giovanni de Médici 9. Filippo Strozzi 10. Joannis Argiropulos 11. Sandro Botticelli 12. Lorenzo Tornabuoni De los Médici todo ha pasado: dominio, fasto, soberbia y victorias. Pero sólo una gloria ha permanecido ligada a su nombre y hace que no todos sus muertos estén verdaderamente muertos: la pasión de todos los Médici, incluso de los peores, por la filosofía y por la poesía, por todo arte y por toda ciencia, por todo lo que constituye la más alta actividad y la más segura honra de espíritu, el mayor y el más duradero orgullo del género humano.
Por F.L.P.
Real Monasterio de Sta. María de Poblet (1ª Parte) El Real Monasterio de Santa María de Poblet (en catalán: Reial Monestir de Santa Maria de Poblet) o, simplemente monasterio de Poblet, es el prototipo de abadía cisterciense española. Localizado en la comarca de la Cuenca de Barberá, en el término municipal de Vimbodí y Poblet, en Tarragona (España), el primer cenobio fue impulsado y patrocinado por Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, que lo entregó a los monjes bernardos de la abadía de Fontfroide en el año 1149. Fue panteón real de la Corona de Aragón, desde finales del siglo XIV hasta la extinción de la casa real de Aragón en el siglo XV. Enriquecido con distintas donaciones, alcanzó su máximo esplendor en el siglo XIV, y su total decadencia y abandono en 1835 como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. En 1930 se inició su restauración, de forma que en 1935 pudo dedicarse nuevamente la iglesia al culto, y en 1940 retornaban a su abadía algunos monjes. No todos los espacios pueden visitarse, por ser dependencias en clausura utilizadas por los cistercienses que de nuevo ocupan el monasterio. En 1991 fue declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Poblet, junto con Guadalupe, El Escorial, San Millán de Yuso y San Millán de Suso son los monasterios en España que gozan de este título. La etimología del término Poblet deriva del latín populetum (alameda). El lugar fue siempre muy rico en vegetación y bosque de estos árboles (los álamos), lo que dio lugar a que en 1984 fuera declarado Paraje Natural de Interés Nacional, con 2.100 hectáreas y 50 fuentes naturales. El monasterio de Poblet fue una fundación del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV que alrededor del año 1150 donó las tierras de Populetum a la abadía francesa de Fontfroide (o Fontfreda) en el momento en que era abad Sancho I de Provenza. Fontfroide era filial de Claraval y estaba cerca de Narbona. Estas tierras que se ofrecieron son las situadas en la Cuenca de Barberá, en el término municipal de Vimbodí, cerca de Espluga de Francolí con las montañas de Prades como telón de fondo. El enclave tenía las condiciones recomendadas por el Císter para la fundación de un monasterio: podía estar aislado, con agua abundante y un extenso entorno para la agricultura. Con la fundación de este monasterio sumaron cuatro las grandes abadías cistercienses: Claraval (en el valle de Absinthe (Francia), la Gran Selva (en Languedoc), Fontfreda (cerca de Narbona) y Poblet.
La primera comunidad se estableció bajo el mandato del abad Guerau (o Gerardo), en 1153. En documentos que se conservan se data una donación de los vizcondes de Cardona dos años antes, 1151. Durante siglos fueron frecuentes las donaciones tanto de reyes como de familias de la nobleza. Gracias a estos documentos sobre las distintas donaciones y regalos se ha podido ir siguiendo el estado de las obras de construcción y el acabado de las dependencias del claustro o de los tramos de la iglesia. En un testamento de 1184 se dice que el templo estaba aún en obras; otro documento del mismo año se refiere a un donativo del rey para las luminarias del altar de Santa María, lo que hace suponer que al menos el presbiterio ya tenía culto. Durante la segunda mitad del siglo XII fue miembro de la congregación San Bernardo de Alcira, entonces príncipe andalusí, que ingresó en la orden cuando era embajador de Valencia en la corte de Ramón Berenguer IV. En 1340 Pedro el Ceremonioso mandó crear el panteón real y nobiliario en el que llegó a haber hasta 16 yacentes. La elección de sepultura iba aparejada a importantes donaciones: tierras, hombres y dinero. Además se construyeron capillas privadas como las de Urgel y Anglesola. Los linajes más importantes de Cataluña se ocuparon del monasterio en gran medida: Condes de Urgel, Cervera, Cardona, Puigvert, Boixadors. El monasterio de Poblet había estado desde su fundación bajo la protección y el patronazgo de los reyes. Al extinguirse la Casa Real de Aragón comenzó su gran decadencia aunque algunos abades intentaran en el Renacimiento dotarlo de obras nuevas. Así el abad Caixal contrató al escultor Damián Forment para realizar el retablo de la capilla mayor en piedra (1526-1531), obra realmente excepcional cuyo coste fue tan desmesurado que provocó la sublevación de los monjes en contra de su abad a quien condenaron a reclusión perpetua con los cargos de dilapidación y falta de observancia. Con los cambios políticos del siglo XIX, las guerras civiles, etc., el monasterio se vio en proceso de decadencia. En el año 1822 se pusieron a la venta sus propiedades y los monjes fueron expulsados por los somatenes liberales que estaban en guerra contra los absolutistas. Después el monasterio quedó abandonado a su suerte y durante dos años sufrió incendios y saqueos, aunque antes se habían retirado los tesoros de joyería. En 1825, durante el decenio ominoso de Fernando VII, los monjes volvieron y trataron de restablecer el orden, restaurar los desperfectos y recuperar algo de lo robado. Pero las luchas entre liberales y absolutistas continuaban y las consecuencias fueron fatales para muchos enclaves monásticos de Cataluña. Temiendo lo peor, los frailes jóvenes y liberales, seguidos por los más ancianos, decidieron exclaustrarse y se refugiaron en casas particulares. Sacaron del monasterio los enseres más valiosos y transportables entregándolos en custodia a particulares; casi todo se perdió. En el monasterio quedó la biblioteca, los archivos y las tumbas reales a la espera de un nuevo saqueo y profanación. En 1833 y durante la Primera Guerra Carlista las columnas volantes de los ejércitos fijaron su residencia en el monasterio. Violaron las tumbas quemando los ropajes que encontraron dentro en busca de oro y piedras preciosas. Más tarde fueron recuperados bastantes volúmenes y documentos y los restos de las tumbas fueron llevados a Tarragona para su custodia.
El saqueo, los incendios y la desidia habían convertido el complejo en un lugar de ruinas olvidadas. En el año 1930 se creó el Patronato de Poblet para ayudar a recuperar las viejas piedras y obras de arte que aun quedaran. También se creó una Hermandad de Amigos del Monasterio. Con estas ayudas se pudo recuperar gran parte del edificio y en 1940 ya pudo afincarse en él un grupo de cuatro monjes cistercienses. En la actualidad continúan habitándolo los monjes del Císter que cuidan del lugar, rezan y mantienen una pequeña huerta. Regentan además una hospedería que da cabida a 12 huéspedes varones que necesiten un retiro espiritual, a cambio de lo cual reciben la limosna voluntaria que cada uno quiera dar (en muchos monasterios españoles existe este tipo de hospedería). La hospedería es un referente de gestión ecológica, lo que le ha valido un premio de la Asociación Europea por las Energías Renovables Poblet es uno de los grandes y mejores ejemplos de monasterios del Císter. El historiador general de la orden, el padre Manrique dice en su obra: Populetum… toto orbe christiano nulli secundum Desde el principio de su fundación se tuvo el propósito de que el monasterio abarcara una zona de cultivo ejemplar en que se encontraran dentro de la propiedad, granjas (las llamadas grangiae), agua abundante y bosque para explotar (bosque de Castellfollit y La Pena, un fresco bosque de ribera con un maravilloso encinar, donde los monjes tuvieron además su pozo de nieve). Cada una de las granjas estaba gobernada y dirigida por un monje que a su vez estaba al frente de la familia compuesta por legos, guardas rurales, hortelanos, etc. A finales del siglo XII el monasterio era el dueño de 17 granjas. Poblet llegó a reunir todo lo necesario para su subsistencia sin tener que salir del recinto. Constituía una verdadera y completa población al estilo de Cîteaux y Claraval. Además de las dependencias obvias y primarias de cualquier monasterio, Poblet contó con enfermería, farmacia, cementerios, jardín de plantas aromáticas, molinos, panaderías, e incluso un calabozo ya que el abad tenía la potestad de un señor feudal. El monasterio llegó a ser dueño de multitud de casas cistercienses en las poblaciones más importantes de la Corona de Aragón. Las filiales de mayor envergadura fueron: Monasterio de Piedra en Aragón, Monasterio de Benifasar en el municipio de Puebla de Benifasar (Castellón), Monasterio de la Real en Mallorca, Priorato de San Vicente en Valencia, Monasterio de Nazaret en Barcelona, Tallat en el límite de Tarragona con Lérida Extendió su jurisdicción sobre 7 baronías con la inclusión de 60 pueblos. Tenía el derecho de designar el alcalde o batlle de 10 villas que dependían de él. Poseía además como gran magnate que era los señoríos de Castillo y villa de Verdú y Castillo de Monargues. Tenían además derecho de pastoreo en las tierras reales, lo mismo que en las salinas de Cardona y en las pesquerías de Ampurias.
Los abades de Poblet llegaron a abarcar un poder jurisdiccional inmenso que no sólo se extendía sobre sus monasterios y posesiones sino que además eran vicarios generales del Císter en los reinos de Aragón y Navarra. En las Cortes de Cataluña tenían un lugar destacado y hasta llegaron a obtener el cargo de Diputado de la Generalidad. El rey Pedro IV el Ceremonioso otorgó a los abades (o en su ausencia a los monjes delegados) el privilegiado cargo de Limosnero Real en la Corte. Ejercían el alto honor de acompañar al rey en sus empresas y en sus batallas de conquista, siendo con frecuencia sus consejeros o sus embajadores. Pedro II otorgó el título de Notario real al monje con cargo de archivero. Tanto el abad como los monjes estaban exentos de juramento en los pleitos y juicios ya que se suponía que su palabra valía más que un juramento. Un mandato de Jaime I de 1222 decía que en cada una de las propiedades del monasterio de Poblet se tenía derecho a enarbolar la insignia real en señal de estar bajo la protección del rey. La construcción de este monasterio cisterciense tal y como ha llegado a nuestros días comenzó aproximadamente sobre el año 1163, es decir a los diez años de su fundación, tal y como se venía haciendo siempre. Está documentado que en este año de 1163 Arnau de Bordells hizo una donación para la construcción definitiva en piedra y el señor de Espluga Jussana, Ramón de Cervera extendió una autorización a los monjes para que pudieran «…extraer la piedra necesaria para construir el monasterio y sus dependencias. » Los edificios del Císter tenían muy en cuenta el enclave y su entorno. Uno de los condicionantes que más se respetaba era la existencia próxima de una corriente de agua de la cual se extraían los canales necesarios que hacían pasar por el propio y definitivo complejo monástico. En el momento de la fundación de un monasterio cisterciense se erigían provisionalmente una serie de estancias adecuadas para la vida comunitaria en espera del gran edificio definitivo que solía construirse pasados unos diez años y a veces veinte. También podía ocurrir que existiese ya algún tipo de edificación antigua y modesta donde los monjes empezaban su andadura.
Cuando se iniciaban las grandes obras en piedra, se construía deprisa una pequeña capilla que generalmente quedaba después como capilla de enfermería, y en algunos casos como en el monasterio de Poblet, tenía incluso adosado un pequeño claustro, llamado aquí claustrillo de San Esteban o de la Enfermería, nombre del santo a quien está dedicada la iglesita. La capilla de San Esteban se dedicó después a capilla funeraria. Esta construcción y su claustro constituyen el núcleo más antiguo (siglo XII) de todo el recinto. Mientras los monjes vivían en este núcleo descrito, se fue alzando la definitiva iglesia, entre los años 1162 y 1196. En 1200 estaba ya terminado el muro norte colindante con la panda sur del claustro. Tras estas obras se debió construir la primitiva sala capitular (que se transformaría años más tarde), la sacristía antigua, el locutorio y el dormitorio de monjes en el piso de arriba. A mediados del siglo XIII se hicieron ampliaciones y renovaciones tal y como se documenta en escritos conservados de donaciones y testamentos. En 1225 y 1234 se habla de la obra del refectorio de conversos; otro documento de 1243 señala la obra del dormitorio. De esto se deduce que a mediados del siglo XIII ya estarían levantados al menos tres de los cuatro lados del claustro. Donaciones hechas en 1249 y 1250 dejan bien claro que eran para las obras del “nuevo capítulo” y ornamentación de la “sacristía nueva” y “nuevo dormitorio”, es decir para sustituir o remodelar las antiguas estancias de finales del siglo XII. El monasterio se amplió en el siglo XIV con las obras del atrio del obispo Copons, la bodega (en sustitución del dormitorio de legos) y el dormitorio de monjes jubilados. A finales de este mismo siglo se construyó el complejo del llamado palacio del rey Martín el Humano. Entre los años 1789-1792 se construyó la sacristía nueva adosada al muro sur de la iglesia y ocupando un sector de la línea de la muralla. Todo el conjunto monástico está conformado por 3 recintos bien diferenciados y comunicados entre sí por unas puertas de acceso. Pasada la actual carretera de L’Espluga de Francolí (que antaño fue el Paseo de San Bernardo, propiedad de los monjes) se llega a las inmediaciones del primer recinto.
Por JMS
Los siete infantes de Lara (o de Salas) es una leyenda conocida a partir de textos conservados en crónicas medievales, cuyo testimonio más antiguo figura en la versión ampliada de la Estoria de España compuesta durante el reinado de Sancho IV de Castilla, antes de 1289, que fue editada por Ramón Menéndez Pidal con el nombre de Primera CRÓNICA GENERAL. A partir del relato de las crónicas (también figura en la Crónica de 1344 o Segunda Crónica General y en una interpolación a la Tercera Crónica General cuya copia data de 1512) Ramón Menéndez Pidal encontró indicios de la existencia de un antiguo cantar de gesta desaparecido que reconstruyó parcialmente y dató hacia el año 1000, y que sería, junto con el Cantar de mio Cid y el Poema de Fernán González, uno de los más importantes cantares de gesta de la literatura castellana y el ejemplo más primitivo de épica española. La tradición ha elaborado la leyenda también en el romancero. Los infantes de Lara eran hijos de Gonzalo Gustioz (o Gustios) y Sancha Velázquez, mejor conocida como «Doña Sancha». La historia gira en torno a una disputa familiar entre la familia de Lara y la familia de Ruy Velázquez y su hermana Doña Sancha. El motivo más destacable es el de la venganza, principal motor de la acción. Según la versión transmitida por la leyenda contenida en la versión sanchina de la Estoria de España, que podría recoger un antiguo cantar de gesta compuesto hacia el año 990, en el transcurso de las bodas entre Doña Lambra —natural de Bureba— y Rodrigo Velázquez de Lara, más conocido como Ruy Velázquez, y también llamado Roy Blásquez —hermano de Doña Sancha, madre de los infantes—, se enfrentan los familiares de la novia con los de Lara. De ese enfrentamiento resulta muerto Álvar Sánchez, primo de Doña Lambra, a manos de Gonzalo González, el menor de los siete infantes de Lara. Más adelante Gonzalo González es visto por Doña Lambra mientras se baña en paños menores, suceso que Doña Lambra, al considerarlo como una provocación sexual a propósito, interpreta como una grave ofensa. Doña Lambra, aprovechando este lance para vengar la muerte de su primo Álvar Sánchez, que no ha sido satisfecha aún, responde con otra afrenta al ordenar a su criado arrojar y manchar a Gonzalo González con un pepino relleno de sangre, ante la risa burlesca de sus hermanos. Gonzalo reacciona matando al criado de Doña Lambra, que había ido a refugiarse bajo la protección del manto de su señora, que queda asimismo salpicado de sangre.
Estos sucesos provocan la sed de venganza de Doña Lambra. Por ello, su marido Ruy Velázquez urde un plan por el que Gonzalo Gustioz, señor del enclave de Salas, es enviado a Almanzor con una carta cuyo contenido indica que sea matado el portador de la misiva. El padre de los infantes desconoce el contenido de la carta porque está escrita en árabe. Almanzor se apiada de Gonzalo Gustioz y se limita a retenerlo preso, pues considera excesivo el sufrimiento de su cautivo, que es aliviado por una hermana del propio Almanzor. De ambos nace un hijo llamado Mudarra, quien más adelante será adoptado por Sancha Velázquez. Años más tarde este hijo, aunque bastardo, vengará, matando a Ruy Velázquez, el crimen cometido a sus hermanastros, ya que los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas en la que, a pesar de su valía guerrera, son decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba por órdenes de su tío Ruy Velázquez. Allí serán contempladas dolorosamente por su padre Gonzalo Gustioz en uno de los plantos más emotivos de toda la epopeya castellana. En la prosificación del cantar, Gonzalo Gustios finalmente es liberado. Justo antes de partir, la hermana de Almanzor, que durante el cautiverio se había acostado con Gonzalo Gustioz, le comunica que está embarazada de él (el niño será Mudarra). Gonzalo Gustioz ve aquí una posible vía para vengarse de Ruy Velázquez, así que toma un anillo y lo rompe en dos pedazos, dándole una parte a ella y quedándose él con la otra mitad. Mudarra recibe este medio anillo como herencia, siendo posteriormente reconocido por su padre Gonzalo al juntar las dos partes y ver que encajan perfectamente. En la prosificación del cantar de la Crónica de 1344 o Segunda Crónica General, Gonzalo Gustioz queda ciego con el paso de los años, y al juntar el anillo se produce un milagro: él recupera la vista y el anillo queda unido permanentemente. En opinión de Ramón Menéndez Pidal, la trama secundaria del anillo y su uso para el reconocimiento de padre e hijo, es una de las muchas pruebas del origen germánico de la épica española. Las prosificaciones de la leyenda existentes en las crónicas alfonsíes utilizaron como fuente un cantar de gesta, hipótesis que se deduce de la abundancia de rimas asonantes y otros rasgos de estilo propios de la literatura épica que permanecen en la prosa de los relatos cronísticos. La existencia de un Cantar de los siete infantes de Lara perdido concita el consenso de los filólogos, pues los versos de la epopeya no fueron excesivamente alterados. De ahí que se hayan podido escribir reconstrucciones bastante fiables a lo que pudo ser el cantar original. Respecto a esto, Mercedes Vaquero ha rastreado señas de oralidad en los textos prosificados, lo que indicaría que en algún momento hubo un cantar que fue recitado, entonado o cantado. El Cantar de los siete infantes de Lara o de Salas tiene como marco temporal una situación histórica que remite a la Castilla de hacia 990, lo que ha servido para datar el poema, si bien no toda la crítica acepta que el Cantar fuera compuesto hacia el año 1000, al objetarse que antecediera a los grandes ciclos de la épica francesa, de la que podría ser deudor. A este respecto, Carlos y Manuel Alvar hacen notar que muchos de los motivos del Cantar de los infantes de Lara primitivo se relacionan más con los de la epopeya escandinava y germánica (como el Cantar de los nibelungos) que con los de los cantares de gesta románicos.
Entre ellos destacan la importancia de los vínculos sanguíneos, la crueldad de las venganzas como modo de imponer una justicia individual no apoyada en instituciones sociales ni en un corpus de derecho, o la agresividad de las relaciones pasionales, que conllevan una importante carga sexual. Erich von Richtofen, en sus estudios sobre este poema épico ha advertido numerosas analogías con la epopeya del centro y norte de Europa, en particular afirma que la épica de los infantes de Lara, además de tener multitud de elementos y motivos originales castellanos, tiene muchos puntos en común con la saga de Thidrek: «la deshonra de Odila y el plan de venganza de su esposo Sifica; el concierto de éste con su amigo el gobernador; el viaje de Fridrek y de sus seis compañeros; la emboscada que les tiende el gobernador en la que hallan la muerte los siete caballeros de Wilzemburgo; además de detalles prestados a los episodios de la muerte de los harlungos Edgardo y Aki con su amo Fritila, el tema de los cráneos enviados al padre y el de la venganza del hijo de Hogni». Según Ramón Menéndez Pidal el poema tuvo diversas versiones, algunas muy posteriores a la original. El nombre del cantar sería Los siete infantes de Salas, puesto que no se menciona el nombre de «Lara». En él Doña Lambra está casada con Ruy Velázquez. Este estudioso no asevera que todos los personajes sean históricos. Como elementos poéticos incluye a la infanta mora y el vengador Mudarra. Alan Deyermond señala que el trasfondo argumental trasluce motivos universales y habituales del folclore, como la carta que ordena la muerte del mensajero (lugar común coincidente con el de Hamlet), el amor de una joven por el prisionero hecho cautivo por su hermano o la ascendencia misteriosa del protagonista. El crítico anglosajón aprecia que el Cantar de los siete infantes de Lara o Salas reúne un gran valor por la antigüedad y prioridad en su género y por cuanto refleja la que sería la edad heroica del nacimiento y formación de Castilla, periodo que es a su vez el momento de la gestación de la épica en los pueblos. Además, ensalza la enérgica pintura de algunos pasajes, como aquel en que Mudarra amenaza a Doña Lambra y esta intenta buscar protección:
La mala de doña Lambra para el conde ha adeliñado en sus vestidos grandes duelos, los rabos de las bestias tajados; llegado ha a Burgos, entrado ha en el palacio, echose a los pies del conde e besole las manos: «¡Merced, conde señor, fija so de vuestra prima! [de] lo que Rodrigo fizo yo culpa non habría, e non me desamparedes, ca pocos serían los mis días». El conde dixo: «¡Mentides, doña alevosa sabida! ca todas estas traiciones vos habedes bastecidas; vos de las mis fortalezas érades señora e reína. Non vos atreguo el cuerpo de hoy en este día; mandaré a don Mudarra que vos faga quemar viva e que canes espedacen esas carnes malditas, e, por lo que fezistes, el alma habredes perdida». La exhibición de reliquias de los siete infantes de las leyendas y obras literarias ha sido, desde antiguo, empeño de varios monasterios, pues la vinculación con prestigiosos héroes (ya fueran reales o ficticios) proporcionaba a estos establecimientos eclesiásticos un aumento de los recursos económicos y los peregrinos atraídos por los mismos. Así, los pretendidos sarcófagos de los siete infantes de Lara se muestran en el Monasterio de San Millán de Suso, aunque los restos que pretenden ser los de los hermanos asesinados han sido disputados por otros monasterios, como el de San Pedro de Arlanza; también la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes afirma guardar sus cabezas, y exhibió mucho tiempo siete cráneos que eran tenidos por los de los siete hermanos; por otro lado, en la Catedral de Burgos se dice que se halla el sepulcro de Mudarra. La disputa por la posesión de reliquias de célebres héroes, conocidos legendariamente, ha sido habitual desde la Edad Media hasta nuestros días.
De Leyenda de España
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