Libro fabulas y parafabulas. Autor: Luis Weinstein C.

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FÁBULAS Y PARAFÁBULAS Primera selección (1965-2015)


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Luis Weinstein

FÁBULAS Y PARAFÁBULAS

2016


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© Luis Weinstein 2016, Ediciones Co.incidir Santiago de Chile RPI:

Impreso En Chile, Talleres Dimacofi Edición, diagramación y diseño: Ediciones Co.incidir Ilustración Portada: Arthur Rackham

Todos los derechos reservados Se autoriza, no obstante, la reproducción parcial y no comercial del texto, mencionando título, autor y casa editora.


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Al recuerdo de MarĂ­a Eugenia Rojas y de Mariano Requena


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INDICE

Prólogo……………………………………. 11

Selección de los libros:

I

El Niño la Mirada y el Otro…….

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II

Fábulas Familiares......................

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III

Año Nuevo del Dos Mil………...

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IV

Fábulas Abiertas………………..

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V

Fabulillas Inconclusas………….

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VI

Eros, Psique y Poesía…………..

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VII

Parafábulas y Paramitos………..

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PRÓLOGO Cecilia Palma

Fábulas y Para Fábulas de Luis Weinstein, es una compilación de relatos que incluye textos de siete libros publicados: Del Niño, la Mirada y el otro (1965 y 2009); Fábulas Familiares (1966); Fábulas Abiertas (1978); Año Nuevo del Dos mil (1970); Fabulillas inconclusas, (2010); Eros, Psique y Poesía (2013) y Parafábulas y Paramitos (2015). El

primer

libro

inicia,

a

manera

de

alistamiento, con un párrafo que lleva por título: Despedida o bienvenida, un tropel de palabras juguetonas que nos obligan a buscar al niño(a) que tenemos adentro y que contiene preguntas que terminan por desvestirnos y dejarnos en ausencia del serio razonamiento de la adultez.


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Este trabajo posee un prólogo de José Santos González Vera (1897-1970), en el que nos dice: Onírico es vocablo de círculo… y continúa: Este libro está habitado por las criaturas leves de los sueños… dejándonos claro que nos encontramos frente a un libro en que -queramos o no entraremos en una reflexión profunda desde el escenario onírico que el autor nos ha preparado a partir de su imaginario.

Asimismo, el segundo libro recopilado, Fábulas Familiares, tiene un prólogo, nada menos, que del gran poeta Alberto Rubio (19282002). Él posee la generosidad como a su propia sangre, dice Rubio refiriéndose a Luis Weinstein;

palabras

insondables

que

nos

involucran en este devenir de historias y fantasías que se cruzan con el razonamiento empírico de sus personajes.


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Para dar lectura a la obra de Weinstein, debemos entender que tenemos que dejar salir al niño(a)

que

está

adentro

de

nosotros,

despertarlo(a) si se encuentra en cómoda siesta, y aprontarlo(a) a experimentar y recibir el estímulo de estas historias que nos dejan, a veces, en el suspenso del silencio a la espera de la comprensión máxima y de la cercanía al adulto que también está creciendo con ellas.

Una a una se van desplegando las fábulas, que, recordemos, son relatos breves que guardan aquello que debemos aprender o aprehender; y no es menos importante señalar que es un género literario que se viene desarrollando desde la Mesopotamia, de manera que su validez no pierde vigencia. Los mitos, por su parte, son relatos

extraordinarios

protagonizados

por

dioses que en este libro desarrollan historias


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particulares y cercanas, con diálogos geniales, intensos

y profundos. Las Parafábulas

y

Paramitos, tomando en consideración el prefijo para, del extranjerismo derivado del griego pará o παρά y que significa al margen de…; no son, sin embargo, según el mismo Weinstein nos aclara, ni antifábulas ni antimitos, sino, historias que las rondan con “esa falta de pudor, ese algo inefable que recuerda a la paranormalidad…”

En Fábulas y Parafábulas, los relatos son todos inusuales, algunos teñidos de la curiosidad y fantasía de aquellos(as) que se hacen preguntas, que buscan respuestas necesarias y satisfactorias; y, no puedo sino pensar en que esa pesquisa tiene que ver con toda nuestra vida. Sucede que a medida que crecemos nos vamos olvidando de cuestionar aquello que se nos impone a través de reglas; y es ese(a) adulto(a)


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que nos habita, el (la) que por lo general nos toma de la punta de nuestras chaquetas sujetándonos frente a un escritorio, adormilando nuestra

mente;

haciéndonos

olvidar

que

podemos, si quisiésemos, acudir al señor Loro, por ejemplo, para que nos dé respuestas, o nos indique por dónde se va al camino de éstas.

Encontramos en los parajes de este libro, a la espera esencial, a la paciencia, la pregunta, la naturaleza, los animales; palabras mágicas inventadas por el autor como Tararí (*), que en boca e imaginación infantil se transforma en una meta por la que hay que afanarse; y encontramos también, textos que nos hacen preguntarnos si es importante pescar o estar allí cuando se nos necesite… Éste es un cuestionamiento que surge a la lectura de uno de los relatos. ¿Quiere pescar realmente, tío?, pregunta un niño al hombre que


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lleva horas con su caña frente al lago; para enterarnos luego, que lo que es en realidad significativo,

tiene

que

ver

con

hacerle

compañía a la caña… “no es fácil tener pescada a la laguna”, añade el personaje. El remate de esta narración casi me quita la respiración.

Las historias que en este libro se muestran, son encuentros en los que la esencia del ser humano, el pensamiento, la búsqueda, la ética, el misterio y, de alguna manera también, el retorno a una visión perceptiva, se hacen parte consciente en algún lugar del Ser como un autoregalo, porque en tanto ingresamos a la lectura de los relatos, vamos regresando –si es que alguna vez nos fuimos- a un estado de pureza e inocencia; más aún, considerando que nos encontramos inmersos, querámoslo o no, en una sociedad post moderna y neo liberal que si no


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fuera por estos pequeños oasis eutópicos, sería, francamente, insoportable.

Cecilia Palma Poeta

(*) “Hay una cosa sobre el prólogo que no le dije a la Ceci. Yo no inventé el nombre Tararí. Fue un grupo familiar que creó mi hermana cuando teníamos, ella unos 10 y yo unos 8 años. Yo di inicio a un grupo contestatario, el Tirirí, que tendrá que aparecer cualquier día en una parafábula”. (Luis Weinstein)


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EL NIÑO, LA MIRADA Y EL OTRO

1965


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PARA ADVERTENCIA PRELIMINAR EL NIÑO, LA MIRADA Y EL OTRO

DESPEDIDA O BIENVENIDA

Son fábulas familiares y no cuentos infantiles. Entonces ¿no son para niños?

A ver,

mirémoslos. ¿Eres un niño? Busca al grande de las fábulas y pídele que las lea y luego te cuente....otras. ¿Y después? Encuentra a un niño más niño y crea tus propias fábulas para él. Al hacerlo serás tú mismo más grande y más niño. ¿Eres Grande? ¡Mentiroso! Luis Weinstein


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PRÓLOGO José Santos González Vera

La primera vez que reparé en onírico, y tras fatigosa búsqueda, supe qué significaba, la tuve por palabra maravillosa, pues comprende la mitad de la vida de un ser humano, pero no pensé en llegar a usarla. Es vocablo de círculo. Mas, comenzaron a emplearla con profusión los jóvenes poetas. A veces lo único bueno en una composición era la palabreja onírico. El Niño la Mirada y el Otro del joven Luis Weinstein,

que

lo

define

como

fábulas

familiares, merece el calificativo de libro onírico porque está habitado por “las criaturas leves de los sueños”. Su autor, médico consagrado a la higiene mental, lector de todo, muy lúcido, también parece sumergido en sí con harta


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frecuencia, si lo dejan, ya que siendo tan bondadoso como es, vuelve a lo real no bien se lo piden. Su obra quizás no sea tanto de fábulas como de relatos muy breves en que discurren el viento, los niños, el agua, los pájaros, los animales y ondas de fantasía. Sería en conjunto el mundo de los niños, su visión de las cosas a la manera de Merlín, en que cada objeto no es lo que es para los grandes, sino algo imprevisible, inesperado para el adulto, aunque eternamente real para la mujercita o el hombrecito. Si el escrito de Luis Weinstein tiene razón, la humanidad actual se dividirá en adultos dirigidos por la lógica y la experiencia y en niños que, despiertos e incitados

por

cualquier

estímulo,

parten

constantemente hacia lo imaginario. El Niño la Mirada y el Otro, no es libro común. Lo sostiene la más fina sensibilidad,


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denota que su autor es un poeta que, a través de lo manido, sabe y puede ver lo profundo y delicado. Es de modo notorio hombre de una generación nueva.

José Santos González Vera ,1965


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A BUSCAR AL VIEJO DEL SACO

Los niños se propusieron encontrar al viejo del saco. Podía venir si uno no se entraba a la hora, si ponía la mano en determinadas palabras. También si se demoraba en la comida, aunque fuera de cochayuyo o acelga. Había mucho que saber sobre él. ¿Usaba algún loro para averiguar lo que pasaba? Eso, preguntaba Juanita, la hija del señor de la cantina. Su padre tenía un loro que avisaba la vecindad de carabineros. Vivía de allegado y ella lo quería mucho. La curiosidad de Carlos, cuyos padres tenían la paquetería de la plaza, se refería al saco mismo. Cómo estaba hecho, cómo lo podría cerrar para que no se arrancaran los niños, dejándolos respirar.


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El hermano mayor, alejado de estas cosas desde que trató de conocer al Viejo Pascuero y descubrió doce diferentes en la cuadra, le había recordado las bolsas enrejadas. Pero había más problema: ¿No le importaría al Viejo que las demás personas lo vieran? El inspector podía pedirle patente, por ejemplo. Mercedes,

cuya

madre

vivía

apurada

poniendo inyecciones, quería resolver dudas de horario. Si el Viejo supiera, al mismo tiempo, de un niño que no está comiendo, de otro que dice garabatos y de un tercero que pasa mucho tiempo en la calle, ¿A cuál se llevaría primero? Pensaron en el mejor plan posible, mientras se columpiaban. Juanita abrió el camino. Yo le preguntaría al señor que hace de loro en mi casa, dijo. Él tiene que saber del viejo, si el del saco usa loros. Los loros deben conocerse entre ellos.


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Los niños la acompañaron. El señor loro tomaba tranquilo un mate amargo. No trabajaba. Era tan bueno para hablar con los compadres y los “guata de leche”. Para qué perder tiempo. Además, los allegados siempre vienen de lejos y saben muchas cosas. El allegado nunca había hablado del viejo. Podía ser de esos que no creen en nada. Contaban que había sido “canuto”. El allegado se dio el gusto de hacer la broma de costumbre, pidiendo a Carlos, antes de contestar, que tomara el primer mate, el del tonto. Mercedes pensó que podía estar medio “enmonado”, pero no era así: el loro sólo tomaba tarde en la noche, para poder vigilar la llegada de los verdes. “Espero que sus papás no se quemen con lo que les voy a decir”, dijo el allegado. “¿Es pura


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patilla la cuestión del viejo?” Preguntó Carlos, asociando vagamente lo presente y lo acontecido a su hermano con el Pascuero. “Vengo de lejos”, dijo el allegado; “nada de lo que se dice es pura patilla.” “¡Ya salió el canuto!”, comentó Juanita, en tono cariñoso. “No soy canuto”, dijo el allegado. “Con lo que tomo... aunque lo de ellos tampoco es patilla. Cada uno tiene su ley. La mía es la del loro. ¿Más mate?” Hizo una pausa. Una cosa es preguntar si es cierto que hay un viejo. Yo les podría decir que sí, y que lo conozco muy bien. La otra es si se lleva a los niños. La verdad es que casi nunca se lleva a los niños: ¡menos mal! En cambio, muchas veces se lleva a los grandes “¿Y cómo es el saco?”, preguntó Carlos.


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“También tendríamos que entrar a tallar ahí, Carlitos. No tiene saco el viejo.” “¿Y cómo se lo lleva?”, preguntó la Mercedes. “Mi mamá no carga al hombro un enfermo grande ni a cañón… y tiene harta fuerza.” “No necesita saco”, explicó el señor loro. “Todos tenemos un saco, y el viejo lo puede usar.” “¿Y a quien se lleva primero?”, insistió la Mercedes. “¿Se podría llevar a mi mamá, por ejemplo, si pone mal la inyección?” “Cada uno sabe cuándo lo puede llevar el viejo”, dijo el loro. “Es uno el que sale con él. El que lo busca. Yo me voy todas las noches a terminar mi trabajo de loro. Me voy con el viejo, en mi saco.” El allegado se fue a dar una vuelta a la esquina.


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UNA MALA PESCA A la memoria de Fernando Crenovich

Cayó un aerolito en la laguna. Toda la familia fue a verlo, pero llegaron tarde. La laguna se había hecho dueña del aerolito y no quiso mostrarlo. En vista de eso, el papá siguió, dele que suene, golpeando con el martillo; la mamá, fregando la olla; la abuelita, haciendo las camas. Juan siguió pensando en el aerolito. En la laguna había un señor pescando, sin darle importancia al aerolito. Juan se acercó a él. ¿Viste el aerolito, tío? No lo conocía, pero era, lógicamente, un tío. Estuvo ahí cuando caía el aerolito.


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Estoy pescando, contestó el señor. ¿Podrías pescar el aerolito? El pescador movió la caña y permaneció largo rato sin contestar. Luego dijo: no. ¿Por qué? Porque estoy pescando, respondió el señor, dando un poco más de hilo. ¿Has pescado algo? Largo intervalo durante el cual Juan pudo hacer un sapito con una piedra en la superficie del agua. No, dijo al fin el pescador. ¿Crees que vas a pescar? Pasó un zancudo. Después una abeja. Saludó un tordo. Cacareó una gallina.


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Terminó por decir: no. Las

respuestas,

no

obstante

su

forma

resumida, eran amables. Podían ser las de un tío. Juan fue a ver a la gallina en su pequeña laguna de paja y regresó con un huevo calentito. ¿Quieres? Está fresco. El señor contestó cortésmente, sin hacerse esperar: no, gracias, estoy pescando. Juan le abrió un hoyito al huevo en su punta puntiaguda y comenzó a beberlo. Tío ¿dónde estará el aerolito? La abeja y el zancudo se cruzaron sin saludarse. Ahora había una bandada de tordos. Juan alcanzó a terminar el huevo. No sé, contestó el pescador; estaba pescando.


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El papá seguía, dele que suene. Vio al niño conversando con el señor y entendió, de lejos, que todo estaba en su lugar. La abuelita, llegando después de Juan a despojar a la gallina de su huevo, admitió, complacida, que el niño se le había adelantado. La mamá terminaba de limpiar la olla y se preparaba para hacerla, nuevamente, parte y testigo de la sopa. A estas alturas, la laguna era dueña, sin contar el aerolito, de dos sapitos tirados por Juan. La cáscara del huevo flotaba medio hundida, ya sin fuerzas; no era claro si le pertenecía o no. Tío ¿usted está seguro de que se puede pescar en esta laguna? La laguna se apoderó absolutamente del huevo. Un tordo se hizo añicos en el horizonte. La mamá inició la brega por la nueva sopa.


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Juan esperó, indiferente al escurrir insistente del tiempo. Al cabo, el tío dijo, simplemente: No. Juan buscó otra pregunta, con una sensación de saciedad, como un golpe de remache a un clavo fijo: un golpe gratuito. Tío ¿a usted le gustaría pescar algo? No, contestó el señor, tras una pausa un poco dolorosa. (Qué cerca estamos siempre de lo extraño y que raro es encontrarlo). Por lo menos no con caña, explicó, hablando por primera vez sin pregunta previa. Desde que estoy aquí he pescado, sin embargo, con una caña que no se ve. ¿El aerolito? Preguntó el niño, esperanzado. Sí, respondió el señor de inmediato, pero sin darle la importancia esperada.


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¿Por qué no me lo muestras? Preguntó el niño, más curioso que pedigüeño. Lo tengo dentro de la lengua, explicó el señor, apartando un zancudo. ¿Y tú no lo vas a ver? preguntó el niño, personalmente desinteresado. La sopa se puso a humear. La abuela encendió el fogón. El papá lavó sus manos, terminada la faena. Todo eso ocupa un buen rato. Fue cuando estuvo concluido que el señor dijo: No. ¿Por qué no, tío? Preguntó el niño, suelto, como si recién empezara a preguntar. El señor, caña en mano, lo miró con aire de conocerlo desde hacía mucho tiempo. Sería como suponer a tu mamá vaciando la sopa o a tu padre arrancando los clavos, respondió.


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Pero tú ¿qué haces con la laguna? Preguntó el niño, halagado con la mención de su casa. El diálogo se encogía sin huecos. El tío respondió como si estuviera esperando la pregunta: le hago compañía con mi caña. Además, siempre hay novedades: un aerolito, tus preguntas bajando por mi caña. No es difícil tener pescada una laguna. Juan contó la conversación a sus padres, omitiendo decir que el señor demoraba tanto en contestar. La abuelita escuchaba soñolienta. Mirando a los tordos, contestó: a lo mejor el señor tenía guardado el aerolito desde antes y lo levantó para que lo viéramos caer. Conviene pensar en lo que hablaste mientras esté calentito, dijo el papá.


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Traes clavitos nuevos; no se van a salir, dijo la mamá. Antes de retirarse, el pescador hizo un sapito en la laguna.

EL TARARÍ

Los demás le hacían caso. Nunca se sabe por qué algunos pueden mandar. Como es natural el aire. Como a otras niñas la mirada le terminaba en espuma. Como se respeta la Capilla en el pillarse. Eva derramaba señales para los otros niños. De ella dependía la suerte de los duraznos en el armario y si la tarde terminaba con el juego a escondidas o al pillarse.


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Los otros niños tenían, como todos, los pasos de leche, la voz como yema, los juegos blancos y balbuceantes. Una vez, Eva echo atrás su pelo, como si fuera espuma y esparció su mandato hasta que los siete niños lo creyeron suyo. Vamos a formar el Tararí. Fue nada más que un instante, pero todos entendieron, el Tararí había nacido y era todos ellos y muchos más. Al principio, los grandes no supieron. El Tararí los espera, capaz de pillar y de esconderse. De abrir todos los armarios. Nadie conocía la palabra, ni siquiera Eva, pero el lema fue “Paz a los grandes, si Paz ellos dan; Guerra daremos, si Guerra nos dan”. Tal como suena. Lo digo, porque es la pura verdad.


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En su oportunidad, el sol no quiso esconderse, a pesar de las órdenes del Tararí. Era toda una mirada calurosa, intrusa. Enturbiaba los juegos, hacía balbucear los vasos de leche, trizaba, blancas, las yemas de la voz. Entonces, no fue un durazno el que pillaron en el armario. Amarillos y rojos, siete duraznos, escondidos, con suerte, se fueron con los niños. Eva lo dijo, alegre y total. El sol se portó mal. Fue a acusar a los grandes. En el Tararí nadie acusa, por eso no hay que decir quién los vino a retar. ¿No saben que no se saca la fruta? ¿Cómo iban a saber antes de comerla? Respondió un silencio suave, como si el pelo de Eva llenara toda la pieza, húmedo con el amarillo y rojo del durazno. Sin embargo, los silencios que se alargan no pueden ser suaves. El


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grande se dio cuenta e hizo volar palabras de guerra desde su armario: ¡niños insolentes! ¡Cuándo aprenderán! El grande se fue, y el Tararí se despidió de su silencio y entendió que la paz estaba perdida u olvidada. El Tararí era ahora blanco, suave y duro, como una casa de nieve contra el acusete del sol. Así que no sabemos. Insolencia de los grandes, trizados por el sol. Hablaron los siete y a todos el Tararí los juntó como un eco, zurcidos con los cabellos de Eva. Nadie se iba a deshacer como un durazno. Ahora era la orden del Tararí. Harían un colegio. Lo dijeron todos. Lo dijo Eva. Ya era la tarde. El sol se había puesto rojo. Y hasta violeta, de pura vergüenza por haber acusado. El Tararí se afanaba. Se volvió cajones


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con el nombre de bancos. Le brotaron sillas. Viejos calendarios prestaron su espalda para que se apoyara el lápiz de la oreja del amistoso almacenero. Empezaron con el dibujo. Eva buscó una parte de la pared que estuviera bien lisa y dibujó la letra O que se fue volviendo cara casi sola. Luego, saltándose por ahora el cuello, dibujó una O más grande. El cuerpo. Siempre con el lápiz de la oreja del almacenero. En la mitad del cuerpo, un poco a la izquierda, bastaron unas pocas líneas para que se diera un durazno. Antes de irse, el sol pidió al Pillarse y a la Escondida que no interrumpieran. Ahora quería hacerse amigo. A Eva siempre le hacían caso. Quizás, hasta los grandes entendieron que no estaban jugando al colegio. Por lo menos, al otro día, siete lápices nuevos


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contemplaban siete duraznos. Eva los miraba, entera, como un sol que nunca podía hacer doler, mientras las voces nuevas se preguntaban si después aprenderían a pintar el dibujo dentro de la O más grande de rojo, amarillo, violeta, o blanco. Los grandes, trizados buscaban un calendario grande para Eva.


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FÁBULAS FAMILIARES

1966


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PRÓLOGO Alberto Rubio

En la adolescencia, andariego, sueltos los cordones de los zapatos, llama a las puertas de las casas de los amigos. Sale, vuelve a recorrer las calles en diálogo desplegado infinitamente con hondos descensos de silencio. Las

plazas,

los

otros

barrios.

Sendas,

desfiladeros metafísicos. Desde entonces crecía su poderosa tendencia mística, mitigada por el hábito de la dialéctica y su buen humor noble, que le ha impedido estrecharse en el cauce de alguna religión. Pero su fortísimo anhelo de un inmenso vivir fraternal, le hace participar activamente en alguna organización socialista. Jamás ha dejado de creer en la bondad del hombre y la busca y la buscará siempre. Tiene la


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seguridad de que la nobleza humana ha de ser descubierta, reintegrada y cultivada a la luz del vivir de todos los días. Allí esta su indomable, su permanente fervor. Es que él posee la generosidad como a su propia

sangre.

Y

su

nobleza

es

suya,

completamente personal, intransferible, fecunda, múltiple, dadivosa. Y busca la ajena en los otros. Quiere buscarse, también, fuera de sí mismo, porque experimenta una urgencia de crecimiento y multiplicidad. Y todos estos movimientos hacen más nítida su individualidad auténtica. Su bondad es un sentir singular, amplísimo, que va mucho más allá de la compasión, un virtuoso inteligir, una ternura humana que es como

un

caudal

irrefrenable.

En

estas

narraciones, en esa poesía, se nos ofrece sólo un rasgo de la impronta de ella. Halló en la ciencia médica oficio de vida,


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pero siente siempre a su alma expandirse, y odia las definitivas limitaciones. Investigador del alma humana- del adulto y el niño- en el campo de la ciencia, ha querido serlo, ahora, en el terreno de la poesía. Y, verdaderamente, logra evocar el alma infantil, porque ha sabido acercársele, presentirla, gracias a su esencial virtud. De su profundo ser contemplativo y su apasionada salida hacia la acción saludable, terapéutica, recibimos como una ofrenda, la visión ancha, oceánica, metafísica y activa del vivir. Y estas imágenes de su asombro ante el mundo de los Niños, siempre desconocido, del cual aparta algunos velos. Alberto Rubio


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EL QUE PESTAÑEA PIERDE LA VENIDA DEL CUENTO

PERSONAJES: El amigo, la madre TEMA: La niña

Habla el amigo: _ Como usted es grande, no encontrará cuentos en las voces de todos los días. Lo comprendo. Seguramente usted no tiene un cuento en la familia. El cuento del grande es muy pálido. No es de la familia. Es como el tiempo sin moverse. Extranjero.

Dice la madre: _ Preguntaba por mi niña... ¿a qué vienen los cuentos?


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El amigo: Contestaba con los cuentos porque los niños están hechos de los cuentos.

La madre: ¿Entonces mi cuento se hizo niña?

El amigo: _ Escuche: Veo un cuento acercarse en el camino. Lo invitaremos a quedarse entre nosotros. Siento el rumor; hay también un color en su recuerdo pálido. Es el cuento. Un extranjero, borroso ahora... Viene por el camino y se dibuja en usted. Escuche. El cuento puede pasar sin ser visto. Parece voces. Se escurre como agua.

La madre: _ Volveré a escuchar...


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El amigo: _ El cuento será suyo al dárselo a la niña. La madre: _ Un cuento mío. ¡Pero si ya no hay color! Se secará. Dónde dejarlo, un solo momento, si todo está tan seco. El amigo: _ ¿Lo siente? Está al lado: Érase una vez, cuando todo estaba muy seco... La madre: _ Mi niña no lo oirá, será extranjera... El amigo: _ Una vez todo estaba tan seco, que una niñita no miraba un cuento...

La madre: _ Eran puras voces y agua...


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El amigo: _ La niñita no oía esos cuentos ya viejos de los tiempos del juego...

La madre: _ Las pestañas detenían por momentos el color de la mirada...

El amigo: _ Queriendo evitar que la poesía se aleje de la niña: ¿Recuerda aquel juego?

La madre: _ ¿El que pestañea pierde?


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EL CUENTO

PERSONAJES: Gata mamá, gato papá, gata niña TEMA: El cuento, brotando como amanecer indeciso. A ratos con sensación de fantasma haciéndose persona al entrarle suavemente savia desde la tierra.

Qué seca estaba la gatita ese día. Sin nubes. Ni un maullido en el horizonte. Mamá _ dijo _ ¿qué me pasa? No sé... No puedo hacer nada... La mamá no sabía cómo contestar. _ ¿Hacer? Juega _ dijo, por costumbre. _ No. Jugar es algo. No puedo _ respuesta débil, en gris muy claro.


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_ ¿Te lavaste? _ La mamá quiso hablar de cosas serias. _ Sonreí con mi lengua en la cara _ dijo la gata-niña, en neblina. _ ¿Qué hago, mamá? _ insistió luego, desde lejos, como agua de pozo soñando con el mar. El gato padre, atento, levantó el bigote. Mamá gato sintió una tormenta en el aire. El bigote miraba. Papá gato se iba enojando. _ ¿Qué puedo hacer? _ dijo la pequeña, como un pozo hondo que hablara para sí. No reparaba en el tiempo amenazante. Mamá gato se asustó. Parpadeó rápido, muy rápido. Sintió un soplo. Tal vez un viento niño


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de la tempestad en camino. Un recuerdo extranjero le habló de improviso. Fue algo insólito.

EL CUENTO EN EL CUENTO

PERSONAJES: Los mismos de la primera escena. _ ¡Gatita! _ llamó la mamá a la niña _ ¡Me acordé de un juego! Papá estaba atento. Derecho el serio del bigote. La gatita esperó, mirando a través de mucho agua, pero seca. _ Juega a mirar a papá _ dijo la mamá _ El que pestañea pierde.


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Papá y su bigote se hicieron brillantes de repente. Qué bueno, pensó, encontrar ese juego y no verlo demasiado pálido. Le daré la mano. No está perdido. _ Sin soplar a los ojos _ dijo la gatita. Comenzaron a mirarse. Hablaban dibujando nubecillas de sorpresa para hacerse pestañear. No era posible encontrar al dueño de las palabras porque, resbalosas con la risa, no se dejaban coger. _ No te rías. _ Parte tu risa en pedacitos. Sostienes los bordes de la cara. _ Pestañea al revés. Haz una bandera con la lengua. _ Se te están quemando los ojos. Hay un ratoncito en tu pupila izquierda. _ _ Eres café costra de tierra. Eres azul patio de


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cielo. _ Te van a picotear las pestañas. Se prohíbe tocar con los ojos. _ Sin mover las pestañas. Usas la risa del aire. _ Hay secreto. Mira las pestañas y el bigote. Perdiste.

EL CUENTO DEL PAPÁ

PERSONAJES: La mamá, el amigo.

La mamá: _ Ese es el cuento. Ahora ¿se lo digo a la niña o al papá? El amigo, buscando el modo de conversar el cuento sin que se vuelva extranjero:


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_ Esa pregunta es el verdadero cuento. El amigo, para evitar que todo sea un sueño, agrega: _ Podríamos escuchar ahora el cuento del papá.

CUENTO PARA EL NIÑO

PERSONAJES: El papá, la mamá y el amigo TEMA: El niño Entra el papá. Dicen el papá y el cuento: _ El gatito de aventuras solo junto al tiempo, pálido, desnudo. (Era un gatito sutil con tejados de leche y


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madejas de sombra.) El gatito ante el tiempo sin poder rasguñarlo (viejo malo). Solo. Gatito en ovillo. Desnudo (Hasta en la voz siempre tan tibia) Y el tiempo, cruzados los brazos, detenido. Una manta de sombra cubrió los brazos del tiempo (venía con la mirada honda, muy honda, de su gata mamá). Entonces el gatito goteando la mirada de leche con levísimo rasguño hizo madeja secreta con el tiempo desnudo.


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LA FABULA

Entran el niño y la niña con un par de gatitos en la mano. Porque hay cuentos en el agua y en las voces de todos los días.


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AÑO NUEVO DEL DOS MIL

1970


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HACIA EL SECRETO

- Vamos a contar un secreto. - Es una historia vieja y casi cierta. - La dirás tú o yo. - Así son los secretos. - Un guiño en el suspenso normal - Respira con sentido azul, mientras maduran las miradas hacia un solo gajo - Di si escuchas un pálido aroma goteando el universo vecino - Entremos a una historia de círculo y río hacia, desde un secreto - Entremos recordando la contextura de los secretos. - Lo que sentimos, por ejemplo, preguntando al azar: ¿Por qué me traes la poesía en un vaso si antes la tenías en la cuenca de la mano?


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- Hablemos jugando a situar nuestro secreto ¿Será de aquellos cuya red espléndida está siempre vacía? -¿Será inmóvil, tendrá herrumbre, crecerá con la vida? -Juguemos, hablando con círculo y con río. Te ayudo, hay un secreto al decir tú: -Tú serás todos los tú.


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TÚ Y TUS SUEÑOS DÉBILES

Serán multitudes, metales, torres, en el muy redondo año dos mil. Tú no sentirás tu sueño débil, reconocer, bajo la espuma, una lección brotando de cada ser humano. Y ese otro sueño, helado en rito, dejar los racimos, decir tú y tú y tú.


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FÁBULAS ABIERTAS

1978


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LA TRANSFORMACION

Aquella mañana tuvo metamorfosis y se despertó convertido en televidente. El informativo, austero, casi hialino: una propuesta de diálogo. El colectivo de los delfines comunicaba a los demás terrestres la invitación que ellos habían recibido, desde varias regiones del universo, para integrar un taller de creatividad sobre vínculos en el cosmos. El mensaje se enriquecía con saludos y sugerencias sobre la posible participación del resto del planeta.


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LA BELLISIMA DURMIENTE

Durmió largos años. De ser normal, habrá soñado muchísimo. Sin embargo, no lo sabemos, porque, al despertar, en vez de contar los sueños que recordaba, los empezó a vivir, muy en confianza. Hay que suponer que llegó a ser muy grande el desorden que hicimos como para llegar a despertar a la naturaleza.


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EL VIAJE DE ICARA E ICARO

Iban

al

sol,

las

alas

compartidas,

olvidando el camino, confiando en nubes supersticiosas, conocerlos-

hablando

-aun

sin

con cometas de todos los

colores, contemplando, las manos juntas, rebaños de días aún sin nacer. El vuelo era largo y, conociendo el secreto, sus miradas tejían alas nuevas para el viaje más allá del sol.


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ALGUNOS MATICES DEL ASOMBRO

El otoño invitó a la hoja a viajar a su país. Recién llegada, la hoja se empapó en soltura para contestar las temidas preguntas de los niños. Fue hermoso reconocer su racimo de por qués, tan misteriosos y, a la vez, tan mañaneros. Si

el

conejo

rosado

la

volviera

a

interrogar, candorosamente, sobre el padre, la madre, el tío, los abuelos, los otros antepasados y el origen más y más remoto de

la

tierra…

ahora

sabría,

confiada,

responder, entera, “no sé, pero llevo esa pregunta conmigo hasta el desnudo”. El otoño, feliz en la compañía, se dirigió con su amiga a la casa donde nació el color azul.


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Emoción en la simpática visitante. Esta vez, clarividencia del por qué la poesía es tan longeva y puede ser eterna. La poesía recibe todas las vidas necesarias desde el rescoldo de las preguntas permanentes. Hay una plaza íntima en el barrio más antiguo del otoño. Allí fue lo inefable entre la hoja y el otoño. Revelando como entre vahos y despeñaderos se irá llegando a compartir caos, planetas, muerte, miradas y tiempo. Desentrañando los sueños de la poesía.


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CELO FUNCIONARIO

Dignidad verde de aire en la transparencia de la tarde, mientras juegan con brillo las dos selecciones. Se enfrentan los mejores de los vivos y de los muertos. Se

respetan

y

se

desconocen,

penetrándose, defendiéndose. Los vivos son sabios. Los muertos tienen magia. Avanza el encuentro, sereno, comedido, hasta el momento del gol inesperado, la increíble hazaña del capitán de los difuntos al lograr la participación de todo el equipo en una jugada magistral coronada con la violación del arco contrario. Allí se produce el error. En el entusiasmo, los espectadores muertos dan a conocer sus


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cuerpos tangibles – con vestimenta al día – para mejor disfrutar la emoción del evento. Fieles

a

su

obligación,

los

serios

inspectores se apresuran a controlar el pago de las entradas al recinto de los recién llegados. Sin embargo, surgen toda clase de incidentes porque los asistentes del bando ganador han perdido el recuerdo del sentido del dinero. Los vivos se encuentran con demasiado resentimiento y no los socorren.


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PODER

Con qué placer iba a recibir los huevos de oro.

El

paso

felino,

raudo,

alado,

lo

conducía, al primer atisbo de sol matinal, hacia el lecho próximo, en cuyos pies relumbraban los huevos dorados, mientras la gallina

cubría

una

cara

extenuada

y

pretendía dormir. Los tocaba, inquieto, tal vez furtivo, el rabillo del ojo en su acompañante, dama de pasado nebuloso, amenazante, incoloro. Los dedos

traían,

pronto,

las

noticias

reconfortantes habituales, todo en su sitio, la dureza, el frío, el contorno del metal noble. Ahora, el reconocimiento reprimido a la gallina, madre escultora. Rápido, la certeza del sigilo, la reserva absoluta, la


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complicidad del silencio en la carrera hacia el escondite secreto. Allí, centelleando, la algazara

espectral,

hierática,

la

danza

coagulada de los huevos de oro en colección fabulosa. Cascadas de risa anaranjadas, imponentes.

Sabor

gratísimo

de

tener,

ansiedad de palpar ahora con las manos, los brazos, los pies, los codos, las orejas palpitantes, Oro. Codicia de paladear solo, infinitamente solo. Lejanos, deseos de urgir más a la gallina. Si pudiera saber cómo había aprendido este arte. Cómo persuadirla a contar, a dar cuerpo a su pasado fantasmal. Algún día ella moriría y se llevaría su secreto, el origen de su talento para poner huevos de oro. Tal vez, si la llevara al médico amigo. Un examen. Aunque no colaborara. La sabiduría de su amigo, el ir


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arrancando tierra de recuerdos de ese vacío asfixiante, abisal hasta lo mortecino. Sintió una extraña opresión, como el recibir una mirada con resolana, de un fulgor pálido y a la vez terebrante. Por un momento creyó verla a ella, como en ese primer

encuentro,

turgente,

magnánima,

próxima. Ella allí, sin estarlo realmente, pero luego fue un leve murmullo en la macicez del oro y una sombra esquiva en el matiz del amarillo. Cuando la solidez de la mañana, en un instante, le ayudó a tomar su propio centro, y miró, ávido, codicioso, desesperado, en paroxismo, tenía ante sí una enorme, una estupenda colección de huevos de gallina.


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FABULILLAS INCONCLUSAS

2010


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PRESENTACIÓN

La fábula es, entre otras cosas, un posible encuentro de lo poético y lo narrativo, de la ética y de la creación, de la búsqueda y del encuentro, de la certeza y del misterio, del amor y el desapego. La fabulilla es el ademán de acercarse a la fábula. El reconocer que son inconclusas es sólo una advertencia amistosa y, esto en secreto, del deseo de convertirlas, en el curso de las lecturas, en puntos de partida de nuevas y mejores fabulillas imaginadas… escritas por las y los improbables lectores.


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EL SABIO Y LA MAGIA

Subía la montaña. Sentía su cuerpo, denso, cierto. El aire era puro, frío como una verdad cortante de tan tremendamente certera. De súbito, lo vio. Altas las orejas, celeste los ojos, la observaba, amable, el conejo rosado. Se entendieron en forma instantánea. No sabemos cómo, pero el conejo rosado empezó a caminar por una senda, tal vez inédita, que se

iba

abriendo sola, a su paso... y ella lo siguió, sin vacilaciones, como si se tratara de confiar en un conocido de siempre. “Tengo un invitado que desea conocerte”, dijo él, también con naturalidad, aparentando ser un ser bien versado humana.

en la comunicación


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La nieve, a pocos metros sobre ellos, parecía tranquila, expectante, un cóndor voló por encima, lento, como observando con atención. El conejo rosado le hizo un leve y muy correcto gesto de saludo y el ave prosiguió su ruta, moviendo las alas al modo de un aviador diestro y alegre. “Tengo

un

invitado

que

desea

hablar

contigo”, insistió el conejo. Ella vió cómo la boca de una madriguera se ensanchaba, se adaptaba a su cuerpo, tomaba la forma familiar de una puerta hospitalaria. El conejo la precedió en entrar a una habitación en que reinaba una temperatura agradable y parecía presidir una figura... que ella reconoció de inmediato. “Eres el ser sabio”, le dijo. “Sí”, dijo él, “el tuyo...”


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El conejo rosado se subió a las rodillas del ser sabio. Ella sonrió y el conejo desapareció en su sonrisa. “Esa no es la magia”, dijo el ser sabio, como si estuviera siguiendo su pensamiento. “La magia”, continuó afirmando, “es el regalo de existir… la montaña, los conejos, los cóndores, los humanos, el tiempo, el mensaje del sol a la tierra, el nacimiento de los niños...” Ella agradeció el regalo del recordar el gran regalo, siguió mirando la cordillera nevada, escuchaba el silencio, sentía el aire puro y la indudable presencia de su cuerpo.


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LA VERDADERA IDENTIDAD DEL GRANO DE ARENA

Este universo está lleno de sorpresas… (¿Los otros no son así?) Es que los que conocemos están en éste… Por ahí va una gran sorpresa. Se dijo: “Ver el universo en un grano de arena. Y el cielo, en una flor silvestre.” (¿Entonces, hay también granos mágicos de tiempo?) Por cierto hay personas que se asoman a un espacio, entregan momentos altos de amistad, de diálogo, de visión, se van presurosas, como las golondrinas, pero su recuerdo, grano de tiempo, es como una suma de intimidad y firmamento.


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UN ENCUENTRO LA SALUD Y LA PREGUNTA

Conversaban las dos amigas La Salud, alegre, animosa, tomaba su jugo de zanahoria,

disfrutándolo

con

ademanes

distendidos, dueña de sí, atenta y soñadora, portando su expresión inimitable: combinación de sencillez y la sabiduría, de no contar con edad y de integrar todas las edades. La Pregunta, más definidamente adolescente; muy concentrada al modo de quien, de súbito, encuentra su sentido; con algo en el semblante recordando algunos crepúsculos de antaño; tomando el café frío, como sin darle mayor importancia. Se les sentía cercanas, con un definido aire de familia.


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Hablaban de la educación para la vida. La Pregunta contó cómo, en calidad de niña de tres años, se oyó preguntar cuándo empezó esto del mundo, lo antes, de antes de antes… cómo en el espesor de una pareja le vino, quién sabe de dónde, eso de inquirir cuál era el fondo del querer. Mira la coincidencia _ le interrumpió la salud_ tus peguntas dan salud y yo acabo de hacerme la pegunta de por qué enfermamos. Tú vas hacia mí, yo voy hacia ti. Las dos amigas chocaron taza y vaso, brindando

por

su

relación

entrañable

de

siempre… La Pregunta como expresión de Salud, eso que los humanos llaman un gran síntoma, síntoma de salud… La salud, a su vez, floreciendo con las preguntas, defendiéndose, síntoma, síntoma de salud… La salud, a su vez,


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floreciendo con las preguntas, defendiéndose, reparándose y desarrollándose a través de las preguntas. “Sí”, dijo la Pregunta, “por qué es tan grande esa enfermedad de no preguntar, por qué nos apartamos de la Salud”… “y dejamos, en general, de hacernos… preguntas”, agregó la Salud.

LA POETA Y EL ÁRBOL

Ella sintió la paz del árbol. Ese aliento suave detrás del hervor de los naranjos, de la historia fantástica del manzano, de la seriedad del pino, de la cara sonriente del aromo.


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Ese anhelo de la vida de facilitar la misión de la tierra con flores y frutos, con hojas y ramas y troncos y sombras y raíces. Ese sueño del aire y el agua al poner sus iniciales en las cortezas más comunicantes. Ella sintió esa paz del árbol. El árbol la miró, comprensivo, pretendiendo ignorar que ella lo condujo hacia la poesía.


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MATERNIDAD Y AMOR DE LA ETERNIDAD

Como

una

gran

madre,

la

eternidad

contempla a los hijos que tienen con el tiempo. La pareja es complementaria. Ella inspira, elije, contempla y, suavemente, da

de

mamar

la

realidad,

manteniendo,

amorosamente, ciertas constantes, entre ellas la tibieza y la hipnosis propias de la familiaridad. Él es cercano al existir, al obrar de sus hijos, la materia, las cosas, los metales, los vegetales, los animales, los humanos, los brotes post humanos. En la complicidad de la pareja estå hacer el amor sin mayores remilgos, sin falsos pudores, diversa y creativamente, contando para ello con


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todo el universo, con los multiversos… los existentes y los posibles. Al parecer, la Tierra les pone románticos y ella llega al clímax con la maternidad humana, cuando se asoma al llanto de un niño, cuando éste escucha un cuento como cruzando la frontera de lo sagrado, cuando madre y niño entran, misterio adentro, al asombro de ser.

UNA APARICIÓN DEL TIEMPO

Cronos estaba retirado, reconciliado con Zeus, siguiendo el hilo del tiempo desde la Isla feliz de los Bienaventurados. Revisando

correspondencia,

congresos ontológicos,

preparando

complicado

muchas


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veces en su relación con el Espacio y la Realidad, hacía siglos que no se aparecía en la tierra en forma susceptible de ser reconocida, es decir, con disfraz antropomórfico o delfinófilo. Un mail de Cuidado le llamó la atención: “Abuelo Cronos, te molesto porque la tierra anda mal. Los delfines siguen obsesivamente lúdicos y no avanzan hacia una propuesta de defensa del agua en el planeta. Los seres humanos están acelerados, más individualistas, ávidos de poder, separados de la naturaleza, próximos a guerras por el agua”. “¿Qué dice Zeus?”, fue su respuesta telepática espontánea, propia de un padre sumiso a su hijo por efecto de una dura experiencia. “El jefe no se atrevió a incomodarlo, pero cree que tal vez usted debería acelerar la evolución de los delfines y hacer a los humanos


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retroceder… ir hacia atrás a fondo, hasta antes de Prometeo y su robo del fuego… El fuego y el agua… no han sido una buena combinación…” Cronos ahora pensaba en base a carcajadas. De un sólo arrebol de risa llegó a la solución: los delfines debían ser capaces de presionar al ser humano, haciéndose reyes del agua, de todo el agua, incluso de la propia del cuerpo humano. No era necesario volver al tiempo antes del fuego, mucha oscuridad, posible telepatía… Era mejor acelerar el desarrollo de los delfines y permitirles,

vía

telepatía,

intervenir

la

civilización humana post moderna neo liberal. Los delfines tomaron con naturalidad el tiempo nuevo de expansión de su capacidad de influir en la mente de los humanos. Ello los fue llevando a adueñarse tanto de las aguas terrestres como de las marinas.


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Si se producía alguna resistencia, bastaba una leve acción sobre el agua del cuerpo del infractor para conseguir la aquiescencia. Los humanos, psiquiatras mediante, pensaron al principio en una gran paranoia colectiva, con los

delfines

reemplazando

a

comunistas,

jesuitas, masones, musulmanes y judíos como los autores de una presunta gran conspiración. Los Delfines privilegiaron el campo de la salud mental humana y nadie terminó por extrañarse al ver delfines tripulando los barcos humanos y estableciendo su legislación en los puertos. Una política sensata con el agua empezó a dar sus frutos y los desiertos fueron convirtiéndose en bosques de árboles originarios de inmensas y sabrosas frutas.


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Zeus felicitó a su padre y le ofreció un banquete en el Olimpo. Cronos aceptó con la condición de que sólo se bebiera agua.

DESPUÉS DEL TRAJE DE EXCEPCIÓN

Lo dijo Huidobro: Los perros le ladraban porque iba vestido de excepción. Uno de ellos cambió el tono del ladrido, dejó de ser amenazante, se fue transformando hasta llegar a ser cordial y, luego, claramente orientado al tú. El ser vestido de excepción estrechó su alma tendida. Le entregó un traje igual al suyo. Entonces, los otros perros entraron silencio adentro y siguieron a su congénere cuya alma


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podía conocer el fondo del otro a través de la mirada. Pasó algo sorprendente para la Eternidad: quien vino vestido de excepción y empezó a contar

a los perros

unas fábulas

cuyos

personajes eran seres humanos. La risa de los auditores sonaba como una bella canción. Su llanto era una pequeña lluvia de una nube amarilla. Cuando caían las lágrimas la tierra abría sus poros y un pájaro amigo depositaba

en

cuidadosamente.

él

una

semilla

escogida


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EROS, PSIQUE Y POESÍA

2013


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DE LA AMISTAD CON LA ADIVINANZA Y LA PROFECÍA. El Mito de Melampo

Melampo es señalado como conocedor del lenguaje de los pájaros y de los insectos, poseedor del don de la profecía y afecto al culto a Dioniso. Algunos le otorgan, además, la distinción de haber iniciado la práctica de añadir agua al vino. Lo cierto es que fue un ser sensible, amistoso, fraternal. Lo demostró con su hermano y, en el otro extremo de las interacciones, en su relación con seres del reino animal. En una ocasión, Melampo llegó justo a tiempo para detener a sus sirvientes cuando estaban a punto de matar a todas las integrantes de un nido de serpientes, luego de haber quitado


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la vida a la madre. Melampo enterró a esta última, en tenor de mucho respeto, y cuidó a sus hijos con especial dedicación. Una noche, mientras dormía, las pequeñas víboras se le acercaron y procedieron, dulcemente, a lamerle las orejas. Melampo despertó asustado, pero pronto accedió a esa vivencia conmovedora de estar en un estado nuevo, no precisado, sin duda muy relevante. Caminando por el jardín, se orientó. Unos pájaros parloteaban y él los entendía… Había adquirido una capacidad tan asombrosa como real. Pronto, encontró un cauce para darle un sentido a su don. Su hermano Biante amaba a Pero, la bellísima hija de Nereo, pero éste, padre celoso, alejaba a todos los muchos pretendientes de su hija, exigiéndoles una dote imposible. A cambio


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de hacer entrega de la mano de su hija, demandaba, como retribución, el robo de las vacas, muy codiciadas, del vecino, el señor Filaco. Melampo quería mucho a su hermano y lo acompañaba, dolido, en su pesar. Un día, caminaba, pensando en múltiples fantasías sobre cómo llevar a cabo el robo, a sabiendas, como todos, de la forma como Filaco protegía su ganado con un feroz perro guardián y él mismo durmiendo, bien armado, en las inmediaciones. De súbito, escucha una conversación entre dos pájaros. Parecían seguir el curso de sus propios pensamientos. Uno le decía al otro: “Tendrá un tiempo de prisión, pero al año, si le hace un gran servicio... Filaco le dará las vacas...”. Melampo no vaciló. Creyó en el testimonio de sus sentidos y en el poder profético de los pájaros. Pájaros, susceptibles de


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ser considerados de buen agüero. Amigo de su hermano, asumió el costo de tener un año de prisión a cambio de verlo feliz. Sin advertir a Biante, confiado en sus dotes, entró una noche al corral de las vacas. El perro se le lanzó encima, tras dar un ladrido de alarma. Como estaba previsto, Filaco lo salvó de los mordiscos del perro, pero lo dejó preso en una habitación especialmente preparada para esta contingencia. Avanzó el tiempo, pasaron las horas, los meses. Melampo estaba paciente, atento a todo. Un día, cerca de cumplirse un año de prisión, Melampo escucha una conversación de dos polillas mientras engullían madera en el techo de su pieza; una le dice a la otra: “Sigamos comiendo esta madera. La viga se cae esta noche...”. Melampo solicitó a Filaco que lo


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cambiara de habitación, porque algo muy grave iba a suceder allí. Filaco quedó ambivalente, pero el tono y la actitud general de Melampo pasaban

las fronteras de su

rencor.

Lo

convencían. Efectivamente, al día siguiente, con gran estruendo, se cayó la viga. Filaco se convenció de que Melampo tenía dotes proféticas. Pensó en instrumentalizarlo. Lo liberó, pero se negó a darle las vacas. Sí, para ello había una posibilidad: debía sanar a su hijo. ¿Qué le pasaba a su hijo? Al parecer, hay una versión para niños, atribuyéndole una parálisis, y otra para mayores de edad, en la cual el diagnóstico es impotencia. En cualquier caso, las dos coinciden en un factor causal traumático de inicio. El hijo, en la temprana niñez, había sentido una gran angustia


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al ver a su padre con un cuchillo ensangrentado, después de haber castrado a un cordero. Filaco, muy tenso, enterró el cuchillo ensangrentado en un árbol, corriendo luego a consolar, a reasegurar al menor. Melampo escuchó a dos cuervos reconstruir la escena y dar su opción de tratamiento. Es cuestión de sacar el cuchillo del árbol, quitarle la capa de óxido y de sangre, echarle agua, darla a beber durante 10 días. Medicación aceptable, a lo mejor para algunas medicinas actuales de orientación homeopática. Melampo dio las indicaciones a Filaco y su hijo sanó de la parálisis o de la impotencia, según a quién le contemos el suceso. Con la venia del agradecido Filaco, Melampo presentó su hermano Biante a la hermosa hija de su carcelero. Y así empezó la vida de una pareja


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muy feliz y, así, continuó, todavía más desarrollada, una amistad a toda prueba entre dos hermanos.

INTERVENCIÓN AL MITO CLÁSICO DE EROS Y PSIQUE

Seguiremos aproximadamente la versión más conocida, la de la Metamorfosis o el Asno, excepto que, en vez del Placer, aquí la recién nacida, ya muy madura, es la Poesía. Lo expondremos remendando una forma teatral.


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PRIMER ACTO El contexto de un Drama

Un reino de Grecia. Tres

princesas

muy

hermosas,

muy

admiradas. Las dos mayores se casaron con dos reyes de reconocido poder y prestigio. La menor, de nombre Psique, era un ser muy especial. Algo ocurría que llevaba a participar de una gran preocupación a sus padres, a los súbditos del reino, a ella misma, hasta a una Diosa en el Olimpo. No a todos, es cierto, por las mismas razones. El tema era nada menos que la muy singular belleza de Psique. Era de tal naturaleza irresistible, producía

magnética, una

vivencia

numinosa… de

epifanía,

que un


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deslumbrar, un carisma portador mágico de una respuesta de profunda, de verdadera veneración. Se la empezó a ver como un ser más allá de lo humano, como una Diosa. La gente comenzó a abandonar el culto de Afrodita, la Diosa de la belleza, a dejar sus templos y a acercarse lo más próximo posible a Psique. Nadie osaba ser su amiga, mucho menos pretenderla. Era otro el sentimiento, el posible, temor y temblor, fascinación, perplejidad, fascinación frente a un ser divino. El pueblo la seguía. Ella experimentaba soledad, nostalgia de un compañero, a la vez, afligiéndola hasta lo más genital de lo terrestre, incapacidad radical de llegar siquiera a concebir un vínculo íntimo con nadie conocido o susceptible de serlo. Sus padres estaban desconcertados ante lo que vivían, simplemente y angustiadamente


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como poseer una hija muy agraciada que no tenía pareja. En el otro mundo, en el Olimpo, Afrodita se sentía afrentada, indignada, celosa. ¿Cómo asumir que otra, encima una simple mortal, fuera admirada hasta el punto de llevarse a sus seguidores, a ser ella, Afrodita, confundida con una personilla del mundo? Su emoción se fue transformando en una verdadera pasión y la llevó a concebir un plan de resguardo a su dignidad herida. Le ordenó a su hijo y asistente, Eros, que fuera a la tierra y procurase conseguir, flecha mediante, que Psiquis se enamorara de una persona muy fea, cosa de hacerla quedar en el mayor de los ridículos.


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SEGUNDO ACTO Eros erotizado

Eros va a la tierra, lleva su arco y sus dos tipos de flechas, las con puntas de oro que enamoraban hasta la pérdida de todo límite, de todo cuidado; las dotadas de extremos de plomo capaces de producir las mayores desenamoramientos

distancias,

instantáneos,

cargas

inverosímiles de odio y desprecio. Eros se encaminó sin tropiezos al palacio donde vivía Psique con sus padres. Disimuló bien sus flechas con unas verduras, supo pasar con disimulo ante la gente como cualquier mortal, y entró por una ventana hasta un corredor que daba a la habitación de la muchacha. Miró por la cerradura. No la veía bien. Ella estaba tocando una lira, muy concentrada y no podía notar su vecindad.


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Eros ya había ubicado a un vendedor callejero que tenía unas terribles cicatrices de guerra sobrepuestas a una cara picada de viruela, rodeando una nariz que lucía, irreverentes, insólitas, dos grandes jorobas de camélido. Era el candidato a ser el feo solicitado por su madre como pareja, engatusado, destinado para un acercamiento a una Psique presuntamente herida por sus flechas de puntas de oro. Sin embargo… quiso la mala o buena suerte que Psique dejara su lira por un instante, seguramente pensando en qué otra composición musical

podría

interpretar.

Eros

pudo

contemplarla en todo su esplendor. Nunca le había sucedido algo así. Fue absolutamente incapaz de obedecer a su mamá. ¡Flechazo! Sin necesidad de flecha tangible, tal vez con un contacto a distancia con más de una flecha de punta de oro.


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Eros huyo, huyó de sí mismo, huyó del amor. Sigilosamente, pero a gran velocidad, casi choca con el feo casi novio, vuela, luego, rumbo al Olimpo en éxtasis total. Cazador cazado.

TERCER ACTO Sincronía o complicidad entre Dioses

Eros tenía claro que debía ocultar su pasión a Afrodita y que su propio lado oscuro y entrañable, irresistible, necesitaba llegar a Psique, fuera como fuera. Pensó en un plan claro y oscuro. Obtener que, siguiendo un horóscopo, Psique aceptará

ser

llevada a un lugar alejado, en que ellos pudieran ser amantes, sin que ella lo viera, condicionado a que ella no supiera su identidad.


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Las cosas se fueron dando en un orden misteriosamente favorable. Los padres de Psique, muy afectados por todo lo que vivía su hija, decidieron consultar al oráculo de Delfos, donde, a través de un sacerdotisa, hablaba Apolo. Era tal el enamoramiento de Eros, que Apolo lo advirtió, simpatizó con él y decidió ayudarlo, a sabiendas de que había que evitar que Afrodita supiera lo que pasaba. Vía sacerdotisa, comunicó que a Psique había que llevarla a la cima de una montaña, porque allí se pondría en contacto con un ser superior que le estaba destinado como esposo. Se abría el camino de Eros. Todo el pueblo acompaña a Psique y su familia a ir a un alto picacho en la montaña.


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CUARTO ACTO Plenitud del Amor

Psique queda sola en un paraje desconocido, confiada, expectante. Al poco rato, se queda dormida. Llega el viento Céfiro, en evidente convivencia con Eros, y la lleva a través de un precipicio a un sitio próximo a un bosque. Psique se despierta y siente voces cercanas, agradables. No

hay personas

ni otros seres

parlantes, sólo voces. Ellas la orientan hacia un castillo en el bosque. Dentro, siempre invisibles, le

facilitan

una

exquisita

comida,

le

proporcionan joyas maravillosas, la guían a un dormitorio, en que, dichosa, asombrada, espera con ansia, con una fantasía abierta hacia un encuentro con el misterio y el llene de su vacío interior.


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En lo profundo de la noche llega a su lado un ser que ella no puede ver ni identificar pero adivina destinado a ella, la confirmación del mensaje del oráculo. La atracción entre ambos es inmediata y absoluta. Él le indica que la ama, pero que existen razones muy importantes para que no se puedan ver y que confíe… y no le haga preguntas sobre quién es y cómo es… simplemente crea, se entregue a lo que está viviendo. Pasan

un

tiempo

en

gran

armonía.

Encantados. En un cielo propio. Ella tiene una vida regalada durante el día, sola, pero con todas sus necesidades atendidas. En la noche se aman, integrados, armónicos, felices, en un encuentro pleno.


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QUINTO ACTO Se acerca una tormenta

Poco a poco, Psique empieza a sentir una inquietud. Algo importante le falta. Recuerda, se preocupa, se angustia por su familia. Quisiera ver a sus hermanas Sabe que sus padres están mayores y no podrían venir. Eros se muestra comprensivo, pero le advierte que él sabe que la llegada de las hermanas puede traer malas consecuencias. Supone que le harán preguntas y le plantearán temas que llevarán a desgracias irreparables. Ella le ruega, en creciente melancolía. Eros advertencia

No quiere

insiste en su

ceder, está

en una

certeza muy preocupante, pero, finalmente, siente

una conocida

debilidad, experimenta

empatía, ella lo seduce… Se apiada, accede a


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que vengan las hermanas, en representación de la vida anterior, la otra vida de Psique. Se repite el episodio de la llegada de Psique. Las hermanas reciben un mensaje en que se las invita a visitar a Psique. El viento las conduce al Castillo. Psique las recibe con mucho cariño, las colma de atenciones. Ellas agradecen, pero, poco a poco, van sintiendo envidia de lo extraordinario que rodea, que tiene su hermana, de su mundo, de su marido… Deciden desplazarla. Para ello le quitan estabilidad emocional, mueven su centro. Le preguntan, insistentemente, por su pareja. Ella les dice al principio que está de caza, que llega tarde. Ellas desconfían, le abruman a preguntas, con el pretexto de protegerla. Termina confesando que nunca ha visto a su marido, que ignora su identidad.


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Psique ha olvidado las advertencias de su pareja. Vacila y termina por entrar en la desconfianza. Las hermanas logran que acepte la posibilidad de que sea un monstruo que prepara algo muy maligno. Le ofrecen una lámpara de aceite y un cuchillo para matar a su marido en el caso de que al iluminarlo resulte ser, tal cual temen, un ente peligroso.

SEXTO ACTO El drama en su epicentro

Una noche, Psique trae y esconde la lámpara y el cuchillo de sus hermanas, espera que el acompañante se duerma y enciende la lámpara. Al ver a su pareja, queda atónita: es Eros, es un


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Dios. El Dios del amor, ha estado compartiendo con un Dios. Se explica la plenitud de lo que ha sentido,

la

Confundida,

profundidad asombrada,

del

encuentro.

iluminada

en

su

interior, acerca la lรกmpara para verlo mejor. Entonces una gota de aceite cae sobre Eros, causรกndole

una

dolorosa

quemadura.

Se

despierta. Se sobresalta, indignado, y se va volando, no sin antes recriminar a Psique su falta de confianza, la ruptura del acuerdo. Eros regresa al Olimpo, a la casa que comparte con su madre Afrodita. Ella atiende su herida y lo encierra en una habitaciรณn. Enterada de lo ocurrido, jura venganza de la mortal Psique. Psique, por su cuenta, empieza a buscar a Eros. Quiere matarse y, al mismo tiempo, desea con todo su ser encontrarlo. Vaga, pregunta y no puede adelantar nada, hasta que se encuentra


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con las diosas Hera y Artemisa, que le explican que no pueden ayudarla, pero que lo mejor es que afronte el tema de raĂ­z y vaya a hablar con Afrodita.

SÉPTIMO ACTO Las tareas de Psique

Psique va al templo de Afrodita y encuentra a la misma Diosa. Afrodita la recibe furiosa, violenta, rival ahora doblemente resentida con quien parece despojarla de sus seguidores y de su hijo, en cierto modo su mayor seguidor. Sin mayores contemplaciones, hace azotar a Psique y luego le encarga cuatro tareas, realmente imposibles de cumplir.


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La primera consistió en ordenar los granos que tenía dispuestos para la alimentación de sus pájaros. Eran granos de trigo, cebada, mijo y lentejas que llenaban toda una pieza y se suponía que debía ordenarlos en unas pocas horas. Psique se siente impotente, pero Eros, a la distancia, se comunica

con unas hormigas y

ellas, en orden y con espíritu y capacidad de trabajo, completan

la tarea en el plazo

convenido. Llega Afrodita, descalifica a Psique, aseverando que es imposible que ella haya hecho esa labor y le plantea una segunda responsabilidad. La segunda tarea se traducía en ir a traer unos vellones de oro de unas peligrosas ovejas salvajes, muy agresivas. Un río, aliado de Eros, le da la forma de hacerlo. Tenía que esperar que se durmieran las ovejas y retirar vellones desprendidos de ellas que quedaban arriba de los matorrales. Psique


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sigue

las

instrucciones,

ha

cumplido

su

cometido, pero Afrodita vuelve a no creer que es obra suya y a exigirle otro cometido. La

tercera

labor

comprendía

traer

un

recipiente de agua limpia de un lodazal que quedaba en un sector de la montaña al que era absolutamente imposible llegar con medios a la escala humana. Nuevamente interviene alguien afín a Eros. Esta vez es un águila que vuela hasta el lodazal con una taza y la trae llena de un agua pura, cristalina. Afrodita, siempre totalmente desconfiada, le exige una última tarea, esta vez evidentemente imposible para un ser humano. Se trataba de traerle del Hades, el lugar subterráneo de los muertos, unos productos que ella necesita para su estética personal, los que tiene en su poder y debe proporcionarle la Diosa Perséfone, la soberana, pareja del dios Hades.


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Afrodita

hiere

psíquicamente

a

Psique

poniendo énfasis en que intenta recuperarse del daño que han hecho a su figura el desgaste, el sufrimiento

debido

a

las

tribulaciones

experimentadas por su hijo Eros. Se trataba, entonces, de ir al reino de los muertos. Psique fuera de sí, va a una torre con la intención de suicidarse. La situación no tenía salida. La propia torre la disuade y le da caminos de solución. Puede entrar al reino de los muertos aprovechando cierto funeral. En el Hades debe pagar al barquero con unas monedas que se le proporcionan, neutralizar a unos animales peligrosos con ciertos alimentos que se le dan, junto con la forma de llegar donde la Diosa Perséfone. Psique sale airosa de la terrible prueba. Ejecuta todo lo indicado, sin problemas. Llega donde Perséfone quien la atiende muy bien y le


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llena la caja con los implementos de belleza que deseaba Afrodita.

OCTAVO ACTO Un nuevo rostro del amor

Psique abandona el Hades sin problemas fronterizos y se apronta a entregar a Afrodita la caja con las substancias que enaltecen la belleza. De súbito, le viene una tentación. ¿Y si sacara de la caja unos implementos para favorecer

su

propia

apariencia?

Ahora,

cumplidas las exigencias de Afrodita, era posible que viera a Eros, que no sólo se reconciliará con él si no, también, con su madre tan celosa como posesiva.


119

Une la acción al pensamiento, abre la caja y sale de ella una gran nube que la sume en un sueño invencible. Pasa el tiempo y, desde lejos, Eros percibe la situación y parte en socorro de Psique, volviéndola al estado de vigilia, viviendo la reconciliación. ¿Qué hacer con Afrodita? ¿Cómo llegar a una relación segura, en armonía con el Olimpo? Eros decide ir a conversar con Zeus y pedirle su ayuda, que interceda ante Afrodita por la muy merecida y esperada felicidad de la pareja. Zeus escucha, benevolente, paternal, insinúa alguna reciprocidad, como que Eros podría presentarle una hermosa doncella, debidamente flechada. No le cuesta mucho al Dios en el poder convencer a Afrodita y concertar la boda de Psique y Eros.


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Hay una fiesta de casamiento en que Afrodita se muestra alegre, sin rencores, bailando con gran exaltación. Según confidencian algunos, junto al néctar y ambrosia se reparte la planta de la integración. Por acuerdo unánime del Consejo Olímpico, se decide dar a Psique la condición de inmortal.

NOVENO ACTO Nace y se define, comparte, una amiga de los humanos: la Poesía.

La Poesía como hija de Eros y Psique. En la mayor parte de los relatos se dice “nace el Placer”, el Voluptas romano. Una información confidencial… quien vino a la existencia fue la Poesía, la hija amistosa,


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integradora del Alma y del Amor, relacionada con muchos arquetipos. El Cuidado conocía bien la historia de la recién nacida, ya que estuvo en el matrimonio de sus padres, Eros y Psique. En el Consejo Olímpico se había producido una discusión entre Zeus y Afrodita acerca de si a él, máxima autoridad

del Olimpo,

correspondía alguna responsabilidad

le

tutorial

hacia la hija de quienes eran dos Dioses. Atenea pidió la palabra y dejó a todos conforme con su propuesta, lúcida, integradora. Se explicó así: “La alternativa del abuelo Cronos fue, por cierto, algo concerniente a los humanos. Voy a recordar: Cuidado llegó al estero, recogió barro, empezó a moldear como poseído por un impulso


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irresistible y llegó a una forma que sintió lograda, significativa. Pasó por allí mi padre Zeus. Cuidado le solicitó que a su obra le otorgara el espíritu, él accedió. Luego, vino la

conocida disputa en que

también intervino la Tierra. ¿A quién de los tres, Cuidado, Tierra o Zeus, pertenecía este recién llegado? Tomaron como árbitro a mi abuelo Cronos. El dictamen parece de ahora, de siempre. La creación es, sin duda, Homo, Humus, Ser Humano, hecho de tierra, pero portador de espíritu. Cuando muera, su espíritu pertenecerá a Zeus y su cuerpo quedará a cargo de la Tierra, pero, mientras viva, quien velará por él será el Cuidado, su escultor, su autor.” Atenea prosiguió, segurizada por una mirada cariñosa, aprobadora, de Zeus: “En verdad, se


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trataba de los mortales, los seres de un día, los humanos. Psique, nacida como humana, aunque fuera muy especial y pareciera Diosa, ha recibido hace poco la condición de inmortal, enhorabuena, pero, cuando se embarazó de Eros… era todavía un ser mortal… Por lo tanto… la hija,

por lo menos por ahora, es

humana, está viva, y corresponde que vele por ella el Cuidado. Sugiero sí _terminó diciendo Atenea_ “que lo converse con Apolo porque aquí hay mucho de salud y también de este gran tema que compartimos con Apolo y con las musas, la Poesía…” Cuidado y Apolo dialogaron en forma muy distendida, como auténticos amigos y, de común acuerdo, propusieron que Higia, la Diosa de la Salud, y su hermana Panacea, fueran a conocer y, si era posible, a conversar, con la recién nacida. Ellos llegarían después.


124

Higia y Panacea abrazaron a Eros y fueron muy bien recibidas por Psique, ya de pie, con rostro de felicidad, dando una gran sensación de salud integral a sus dos visitantes. Ante la sorpresa de todos, la recién nacida dejó la cuna, besó a sus padres y a las dos hermanas visitantes y se incorporó a la reunión, con toda naturalidad. “Cumplo con una tradición entre los Dioses,” comentó,

“tendemos

a

ser

individuas

e

individuos precoces…” Psique hizo un ademán

de temor, como

deseosa de tener a su hija acostada, con pañales y chupete, pero, pronto la abrazó con mucha ternura, posesionada de su nueva conciencia de ser una Diosa, contenta por lo que parecía una evidencia de que su hija seguiría por esa misma senda de existencia divina.


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“¿A qué debemos esta visita?”, preguntó la recién nacida, haciéndose cargo de la situación, con voz infantil y palabras de adulta educada, los ojos verdes muy comunicados. “Perdona”, dijo Higia, “yo soy de bajo perfil, pero estoy intentando entrar, participar, en responsabilidades más complejas, lidiando con humanos… con humanos más o menos divinos”. ”Por mi parte”, agregó Panacea, “yo me siento sobreexpuesta,

demasiado

solicitada,

con

creciente conciencia de límites…” “Aquí las haremos sentir bien,” dijo la recién nacida, haciendo un guiño amistoso a su padre Eros, quien, enternecido, quiso tomarla en brazos, pero la menor, con dulzura, puso una sonrisa en sus labios , apuntó con sus pequeños dedos a Higia y Panacea y dijo: “veamos qué pasa. Queremos, necesitamos conversar…”


126

“Coincidimos,

supongo,

en

que

es

conveniente examinar el camino que conduce a tu

nacimiento”,

dijo

Higia,

“la…

las

personalidades de tus padres”, agregó con cierta inhibición… Panacea la interrumpió, asertiva… ”Ir hacia tu proyecto… tu identidad… tu obra…” “¿Y ver si soy un poquito diosa o bien diosa…?“, preguntó, con picardía, la menor. La anamnesis recordada entre todos, empezó con el intento de situar la identidad ontológica de los padres, Psique y Eros. Psique: es, a la vez, mente situada en el mundo natural, humano, y alma, entidad de dimensión espiritual. Se trata de una persona, una

mortal

de

nacimiento,

de

identidad

temperamental sanguínea, luego convertida en


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Diosa por una designación reciente del Consejo Olímpico. Eros, Dios primordial, previo a los tiempos de Urano, responsable de la atracción cósmica, universal. También, algo sólo entendible en una lógica cuántica adelantada para la época, un Dios ubicado en un árbol genealógico, hijo de Afrodita, de padre divino no identificado, sin examen de ADN, por ahora. Eros niño, joven alado, el querido y temido responsable de los enamoramientos y las pasiones.

NACE LA HIJA DE EROS Y PSIQUE En la mayor parte de los relatos se dice “nace el Placer”, el Voluptas romano. Reiteramos una información confidencial: A diferencia de los


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relatos tradicionales, se ha confirmado que Poesía, no Voluptas, el Placer, es el fruto del amor de Psique y Eros.

Dice la recién, o no tan recién nacida, porque este relato ha tenido su tránsito por el tiempo. “Me parece que ya tengo una opinión acerca de quien debo ser. Seré la Diosa de la poesía Sí, seré diosa De la poesía de la vida Me impresiona lo que sufrió mi mamá en estos encuentros

y desencuentros con

el

amor…” “Por cierto,” dijo Psiquis, entusiasmada, “vivimos muchas formas de amor y todas llegan a la poesía como ríos a los mares.


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Ahora, ante ti, sí te vivo como Poesía, hija y colega, en el misterio, en la gratuidad del yo, tan humano, tan inaccesible para los humanos…” “Es el tema básico y olvidado de la salud”, dijo Higia. “El encuentro con el yo, la ecología del yo, el encuentro con la poesía, siempre recién nacida, como el yo”. “Recuerdo un poema de Juan Ramón Jiménez”, dijo Psique: No corras, ve despacio, Que donde tienes que ir Es a ti solo. ¡Ve despacio, no corras, que el niño de tu yo, recién nacido eterno, no te puede seguir!”


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“La salud, el modo saludable de vivir, requiere esta vuelta constante a los orígenes, al yo, al recuerdo del ser, es decir a la Poesía“, dijo Panacea, mirando sonriente a la Poesía. Poesía recordó la historia, su anamnesis. “Papá Eros tiene dos sub personalidades. Está el niño de las flechas, el amor de idealización y de pasión. Existe ese amor de lo más entrañable de lo humano, cósmico, natural, para la escala humana… Hay la otra sub personalidad de mi padre, la enteramente cósmica, la del ser, la que es muy anterior a mi madre Psiquis. Eros, principio de los tiempos cuando todavía no existía mi abuelo Cronos. Eros, el de la atracción uni y multiversal, amor de todo con todo, de todos con todos…” “El amor que sostiene el sol y las estrellas,” dijo Psique, recordando sus tiempos de terrícola.


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“El amor poético que nos hace sentir la vida como algo nuestro”. “Creo que ese amor, ese anticipo de poesía fue lo que tenía en su psiquis Dostoievski cuando optaba por amar la vida más que el sentido de la vida. Es la poesía que habitan los humanos, puestos en el misterio, lo que está antes y después de Zeus, del Caos….” “Es lo que se quiere decir cuando nos remontamos al ser, a los orígenes”… empezó a decir

Higia,

pero

Poesía

la

interrumpió,

diciendo: “Es el reconocimiento a mi padre, al Eros cósmico, es la expresión de Tagore: Cada vez que nace un niño es Dios que renueva su confianza en nosotros.” “Por eso la poesía es práctica de la libertad frente a lo ambiguo, a los matices, a la sutileza,


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a lo no coagulado…”, dijo Panacea, terapéutica, afirmativa. “Sí”, dijo Poesía, “percibo en mis orígenes, en mi identidad, a mi abuela Afrodita y su sensualidad, a la complejidad, la vulnerabilidad, las contradicciones de mi madre, de mis tías, a los trabajos de mi madre para recuperar su amor, su centro, a las vinculaciones de mi padre que permitieron que él estuviera siempre presente, en red de amistades, salvando a mi madre, incluso en el viaje al país de los muertos. Está toda mi historia, toda la historia, pero hay algo que es indispensable, el “centro”. “Perdona que te interrumpa”, dijo Psique, “pero hay

una expresión, una propuesta de

André Breton, médico y poeta”, “o sea medicinal, en el sentido mío” _ dijo Higia, “de lo humano, de la sociedad, el individuo, el ser, de André Breton, médico y poeta…”


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“Todo conduce a pensar que hay un cierto punto del espíritu donde la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo incomunicable, lo alto y lo bajo dejan de percibirse como contradictorios. En vano buscaríamos en la actividad surrealista otro móvil que la esperanza de la determinación de ese punto”. “Ese es el centro de la salud, de la ecología del yo”, indicó Higia; “del volver a la poesía”, expresó la recién nacida; “la búsqueda del centro”, concluyó Higia. “A

través

del

amor,

universal

e

individualizado, del perpetuo regreso a los orígenes, de la meditación, el diálogo, la creatividad humanizadora _ agregó Panacea. En ese momento se sintió un golpe en la puerta. Poesía corrió a acostarse a su cuna.


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Eros fue a abrir “¡Apolo y las musas!”, gritó lleno de entusiasmo, mientras se abrazaba con el dios de la salud y la poesía y sus nueve diversas y encantadoras musas. Apolo tocó la lira. Poesía se levantó y corrió a su encuentro, saludándolo con efusión, igual que a cada una de las musas. Parecían antiguos amigos. Higia propuso que armaran un círculo. Todos se tomaron de la mano: Eros cósmico y Psiquis espiritual, Eros con sus flechas y Psiquis humana, Higia, Apolo, Panacea, las nueve musas, Poesía…. Cuando tocaron de nuevo la puerta, Poesía no volvió a acostarse y saludó como todos con gran cariño a Afrodita, su abuela y a Mnemosina, la Memoria, la madre de las musas, en cierto modo su colega.


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“Todos ustedes se conocen bastante,” dijo Poesía. Ustedes ya saben algo esencial sobre mi identidad de pertenencia. Soy hija de Eros y Psique y asumo la historia de mi familia de origen. Soy recién nacida permanente y vengo por mi padre de antes del tiempo, por mi padre y mi madre de todos los tiempos. Estoy con todas las musas en la inspiración, en todas las artes. Recibo en mí a Mnemosine, la memoria, el paso del tiempo, la cosecha del tiempo y el mismo tiempo. Tengo de ti, Apolo, la militancia, la integración con la salud, ese gran poema del compromiso con el otro, con su desarrollo. A través de Higia viene la inevitable mantención, la permanencia y los procesos de promoción humana. Llego a buscar soluciones a los problemas, mediante el concurso de Panacea.


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Hay una forma de vivir en que me integro con todos los Dioses: es el reconocimiento que hay algo más allá de nosotros, incluso de los Dioses. Por ahora, lo llamamos el destino. A veces le decimos la Necesidad, o la Parca grande.

Debe

ser

lo

que

quería

decir

Lichtenberg, cuando escribió que ”igual que cuando uno cava a cierta hondura aparece el agua, en cualquier tema en que ahondemos se llega al misterio “, terminó diciendo Poesía. Apolo miró a la Poesía con respeto y afecto y le preguntó, afable, “tantas cosas que sabes, recién nacida eterna, pero no te imagino todavía con fantasías de pareja…” La Poesía sonrió y devolvió una pregunta con otra:” ¿y tú no has pensado en por qué no vino acá el Cuidado?“


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En

ese

momento,

alado,

jovial,

entró

Mercurio por la puerta, dejada intencionalmente abierta. ”Traigo un mensaje de Zeus. No pudo venir porque está conversando con Poseidón y Hades sobre el papel de Poesía en el mar y en el mundo de los muertos. Me encarga decirles, Apolo y Afrodita lo pueden confirmar, que el Consejo del Olimpo acordó por unanimidad que Poesía, recién nacida eterna, tenga la condición de inmortal…” El silencio conmovido que siguió a su anuncio pasó muy orgánicamente, sin dificultad, a ser seguido por las palabras de Panacea: “Como se produjo esa situación confusa en relación a Poesía de haber sido engendrada por una mortal, pero haber nacido finalmente de madre inmortal, uno de los aportes de la Poesía será ayudarnos a asumir la ambigüedad, la


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incertidumbre, el misterio como matices de una dimensión de la vida‌�


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PARAFÁBULAS Y PARAMITOS

2015


140

INTRODUCCIÓN ¿Parafábulas y Paramitos?

No son anti fábulas ni anti mitos. Por ahí, quisieran acercarse a la pan poesía. Por ahora, rondan a las fábulas y los mitos con esa falta de pudor, ese algo inefable que recuerda a la paranormalidad.


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DULCINEA, DON QUIJOTE Y SANCHO

Deambulando por un pueblo cuyo nombre no se ha podido recordar, se escuchan algunas versiones no tradicionales sobre la vida y el modo de ser de doña Aldonza. Bueno, se dicen tantas cosas… Sólo nombraremos las dos más reiteradas por los lugareños. La referencia a Aldonza Dulcinea Lorenzo y a Miguel de Cervantes Saavedra, y la concerniente a Doña Aldonza y al señor Sancho Panza.

ALDONZA, Y MIGUEL

Pasó, como siempre, frente al molino próximo al caserío. La luz del alba le dio esa antigua sensación de apertura, de confianza en


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sí, aquella perdida tantas veces en el naufragio de los crepúsculos. Sí, ella era, en cierto modo y para siempre, una aldeana, pero tenía otros mundos. Otros mundos dentro de éste, algunos dirían, más bien después del nuestro. Captaba,

a

distancia,

sin

conocerlo

personalmente, el mundo complejo, creador, de Miguel. Ella le comunicaba ideas, argumentos. Eran momentos especiales para el escritor. Tal vez, según el mismo lo mentaba, de aquellos propios de poeta “cuya gracia no quiso darle el cielo…” Todo se aclaró. Hasta la madrugada parecía estar más nítida. La narración iba a seguir. El lector a quien se le secó el cerebro se enamoraría de

Aldonza,

una

aldeana

aparentemente

imaginaria, pero, al fin y al cabo, bastante real.


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Así, dejaría de circular aquello de “A falta de moza tiene su Aldonza.” Lo pequeño puede ser hermoso. En cualquier mundo.

EL VERDADERO AMOR DE DULCINEA

_ Reconoce el broquel de tu locura, advirtió ella. _ Te entiendo, el atravesar el mundo en lucha con los molinos de viento… _ No gordo_ aclaró Dulcinea_ yo quiero esa dimensión tuya… si los caballeros no existen, hay que formarlos… Qué absurdo habría sido todo si el hombre no se hubiera inventado a sí mismo… _ Sin embargo, no quieres mi modo de quererte a ti…


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_ Me gusta cuando creas… pero a mí no sólo me sueñes… conóceme Pregúntame, permite que te ayude a crecer… _ Sí, pero esa alusión a mi locura… _ Hay tanto para hablar, gordo, sobre ese desequilibrio

resbaloso

del

aceptar

la

realidad… Por suerte, tú también eres escudero de unos sueños y te quiero.

LA OPCIÓN DE CENICIENTA

Ella eligió su camino Ellos Llamaba

querían el

llevarla

valle

rubí

por

desvíos.

del

príncipe.

Fascinaba el hontanar del poderoso. El gris se añadía atributos inexistentes, con tal de seducir.


145

Los tres tentaron disfraces colosales. Tejieron artimañas cuyos flecos no tenía fin. Cenicienta, segura, por el camino del alba avanzaba hacia su pareja.

LA ESPIRITUALIDAD Y LA RAZÓN EN “TIEMPOS DE CERTIDUMBRES”

UN MINI ACTO

Escenario Un partido de futbol entre habitantes de la tierra y la luna, transmitido sólo para nuestra galaxia. Las y los jugadores vuelan en unos aviones personales adaptables al cuerpo. Algunos son robots.


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Espectadores que comentan Tres hermanos: La Razón, el Espíritu y la Poesía y sus padres el Alma y el Amor (Psique y Eros.)

La Razón: Todo se ha cumplido según lo esperado, lo que se sabe, comprobaremos como los robots juegan mejor que las personas, todos los

posibles

golpes

de

ala

cicatrizarán

inmediatamente… Es tiempo de certezas. El Espíritu: Sí, un bosque

de certezas,

sorprendentes, pero no se ven bien unos árboles maravillosos. La Razón: ¿La amistad y el coraje de ser? Es… verdad. La Poesía (sonriente): Ibas a decir tienes… razón. Uno se enreda cuando no nos integramos bien los tres…


147

Psique: Los cinco,

nuestro equipo: Ocultas

dentro de tantas certezas están las otras dimensiones nuestras. Eros: Sí, las que requieren de la amistad y el coraje de ser, de constancia de nuestra finitud, nuestra relación con el todo, la dificultad de integrar el sentido, el misterio esencial, el del ser, de los jugadores, de nosotros. El Espíritu: …pero no existente en los robots La Razón: Entonces, a pesar de todo lo nuevo, por más increíble que sea…siempre se está en la certidumbre parcial y en la incertidumbre de fondo. La Poesía: Con el asombro esencial, podemos admirar de todos modos el cielo verde… El Espíritu: …y nuestra capacidad de diálogo.


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ALICIA, ANTONIO Y SUS AMIGOS LLEGAN AL PLANETA DE LAS PARAFÁBULAS Y LOS PARAMITOS.

A iniciativa del color violeta, los colores dialogaban sobre la condición humana. “Si ellos están siempre usándonos y opinando sobre nosotros, bien vale la pena hablar sobre ellos, a lo mejor se ponen más abiertos“, dijo el color negro, con su humor característico, que recordaba a dios Momo. “Podríamos integrar a algunos amigos”, dijo premonitoriamente, el color azul, justo antes que llegaran Alicia con el Conejo blanco y la Gata Dina y Antonio con la Rosa y el Zorro. “¿No vienen todos”, preguntó, con interés, el color verde?


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“Están todavía compartiendo impresiones sobre el viaje al País de lo Poético “, explicó Alicia. “Qué bueno encontrarles de nuevo”, expresó Antonio, con notorio entusiasmo. “Aquí viene alguien de mi familia”, dijo el color rojo, abrazando a la Rosa, seguido por manifestaciones

de

afecto

general

que

culminaron en un sendo abrazo entre todos. Nadie se extrañó cuando se hicieron presentes y se sumaron al abrazo la Integración y el Asombro. “Miren quienes les traen llaves para que se sientan

bien

recorriendo

este

mundo

de

parafábulas y paramitos”, dijo Integración, mostrando a dos para sueños que habían tomado del brazo al color azul.


150

“Me presento, dijo uno de los parasueños con un aire muy oriental.

Soy un parasueño de

Chuang Tsé: Soñó que era una mariposa y, al despertar, se preguntaba si no podía ser una mariposa soñando el ser humana.” “Ese es un sueño mío”, dijo el color violeta. “El mío es del mundo del Azul”, dijo el otro parasueño.” Es de Walt Whitman: Vió en un sueño una ciudad invencible a los ataques de los seres humanos. Era la ciudad de los amigos.” “Mi parasueño, dijo el color Verde”, es convertir los sueños en realidad. “Viene el Arco Iris”, observó el Asombro, muy conmovido.


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El Arco Iris saludó a todas y a todos de una manera muy personal, creando en cada caso una nueva manera de hacer contacto. Dijo: “Mi parasueño es el del proyecto de vida de Tagore: Recordar que la existencia nos la dan y que la agradecemos dándola.”


152


153

SANTIAGO DE CHILE, 2016


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