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El mito de la falta de regulación de la Laguna de Bacalar y su cuenca

o los beneficios de los objetos en que transformaron la naturaleza, a través del discurso ambientalista: La Conservación.

Lejos de ser inamovibles, los mitos van cambiando con los discursos que cambian, ya que una vez que la tríada obtiene el control de estos lugares “en peligro”, de pronto se vuelve prioridad promover, irónicamente, una imagen contraria, prístina a los consumidores (normalmente no locales) en forma de negocios turísticos con acceso a espacios “silvestres” “conservados” de un “contacto más cercano e intimidad con la naturaleza”, con un beneficio económico, directo o indirecto, para el promotor y /o controlador del recurso o sitio “conservado”. O bien les sirve para hacerse de recursos para servirse con la cuchara grande para según ellos poder remediar, limpiar y eliminar el peligro denunciado, aunque se pasen décadas pidiendo más dinero para investigar, para educar a la población o para organizar capacitaciones o bien financiarse viajes, comodidades con el pretexto de tener que atender un interminable proceso de reuniones y espacios de intercambio de información, o para generar discursos, diseñar políticas e instrumentos, sin realmente llegar o tener siquiera la intención de la acción real. Dado que su objetivo no es la acción efectiva, es perpetuar el mito para continuar obteniendo control y beneficios. De este modo, los grupos de académicos, burócratas o tecnócratas involucrados invierten gran cantidad de recursos en publicitar su discurso, para generar posturas polarizadoras basados en la criminalización de un sector de la población Como ejemplo retomamos los mitos surgidos a partir del cambio de color de la Laguna de Bacalar, manejados a la opinión pública por miembros de la tríada y en especial por Luisa Falcón, ECOSUR, los miembros de ONGA como Agua Clara, y otros promotores y seguidores del grupo promotor, publicados en medios de comunicación y redes sociales.

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Los argumentos manejados para proponer la urgencia de crear un instrumento regulador como un área protegida en la Laguna de Bacalar incluyeron: La carencia supuesta de instrumentos de regulación para poder

frenar “el grave deterioro ambiental de la laguna” que los científicos del Instituto de Ecología de la UNAM y de ECOSUR (promotores de la propuesta fallida de Ramsar, del ANP e indirectamente del PROTUR) estaban denunciando y que las organizaciones no gubernamentales ambientalistas locales e institucionales repetían y dispersaban en medios de comunicación, creando todo un mito en torno a la fragilidad del ecosistema y el peligro inminente, y la actitud criminal de los pobladores locales y los prestadores de servicios cuyas actividades económicas estaban “matando la laguna a los estromatolitos y las chivitas”, por el crecimiento desmedido el turismo y la contaminación por agroquímicos así como por un sistema deficiente tratamiento de residuales para la población de Bacalar. Su solución era la creación de un Área Natural Protegida, urgente. Lo extraordinario de esta situación es que las problemáticas mostradas por todos estos actores promoventes del área protegida o de Ramsar o de los siguientes instrumentos que se propusieron en el transcurso de los años no se articulaban con sus “soluciones” para realmente combatir la fuente de las problemas que estaban siendo denunciados; es decir, el colocar una área natural protegida restringiendo los usos dentro de la laguna no contribuía realmente a solucionar el problema del sistema de tratamiento aguas residuales deficiente en las poblaciones colindantes, o el uso de agroquímicos, cuenca arriba. ¿Entonces para qué iba a servir un ANP? Crear un área protegida como ya vimos sólo les había servido a las instituciones gubernamentales, a las ONGA y a los científicos en el pasado para pedir más fondos y obtener posiciones, pero sobre todo para obtener el control absoluto sobre los territorios. La propuesta de ANP tenía el mismo corte que la mayor parte de las declaratorias, un sentido de urgencia de crearla, la criminalización de ciertos grupos, la actitud cuasi heroica de los promotores y una actitud condescendiente y colonialista de los actores gubernamentales. “Es urgente “ – repetían los ambientalistas neoliberales defensores del sitio Ramsar, del ANP y del infame PROTUR para la Laguna de Bacalar – “que se cree un instrumento de regulación que garantice la belleza paisajística y la naturaleza de la Laguna de Bacalar, porque no existe regulación en la Laguna” (y ellos iban a salvar la Laguna de la depredación de los locales). Repitieron este discurso en cuanta oportunidad y medio de comunicación han tenido a mano, incluso en medios de comunicación reconocidos que se prestaron a su manipulación sin verificar fuentes, en busca de una noticia

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