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EDITORIAL Redacción Mamut
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n día de este verano que parecía otoño, no se sabe muy bien por qué o de donde sacamos la idea, pero dijimos: “¡hacemos una revista de literatura fantástica!”. Pues aquí tenéis el prototipo, lo que hemos llamado “número cero”, quizás más bien un experimento que una revista, como un software beta, de esos que los usuarios tienen que probar antes del estreno oficial. Pues bien, después de la «fantástica» revelación de verano, nos encontrábamos con un dilema. “Vale, hemos decidido hacer una revista, hemos decidido que cada número debería tratar un tema en particular pero, ¿por dónde comenzamos? ¿cómo enfocamos este numero cero, ya que se trata a la vez, de una revista y de la presentación de la misma? Y, sobre todo, ¿cómo se hace una revista?” Empezamos a recoger material, intentando incluir todo lo que nos gustaba y nos interesaba para ver adonde nos llevaba. Hicimos tests y maquetas. Un día incluso dejamos la elección de las combinaciones tipográficas en manos de la naturaleza. Pusimos todas las hojas con las diferentes pruebas tipográficas en una mesa al exterior y dijimos: “Nos quedamos con la que no se lleva el viento”. Si montamos una revista de escritura fantástica habrá que confiar en las fuerzas ocultas ¿no? Y dichas fuerzas contestaron, porque, a medida que íbamos recogiendo material, nos dábamos cuenta de que, por casualidad, ley de la atracción, o sabiduría inconsciente, todo tenía una coherencia. Cuentos, relatos, artículos se distribuían a lo largo de dos argumentos principales: por un lado la «metaescritura», es decir la escritura que reflexiona sobre sí misma; y por otro lado la «creatividad del miedo», es decir, ese conjunto de procesos psíquicos y cognitivos que, causados por diferentes tipos de miedo, (instintivos, individuales, sociales) estimulan la producción creativa, tanto en campo artístico como literario. Et voilá. De manera sorprendente el material recogido nos estaba proporcionando no solo los ingredientes de la revista sino también su fundamento. Dicho de otro modo, la revista se estaba presentando a si misma. En este sentido, un cuento paradigmático es seguramente Los ojos ganan de P.H.Dick. Aparentemente sencillo y sin ninguna pretensión, este cuento nos hizo gracia justamente por sus equívocos metalingüísticos y sus múltiples niveles de interpretación. No vamos a contar mucho sobre eso, ya que estropearíamos vuestra lectura, pero sí podemos decir que, el personaje representa, en nuestra opinión, el mismo proceso creativo que, utilizando sus temores y sus propias limitaciones (en este caso no reconocer el lenguaje verbal simbólico) “crea” todo un mundo, toda una realidad extraña, allí donde solo existen tropezones semánticos. Las palabras generan miedo y el miedo a su vez genera otro mundo, haciéndose creativo. La incapacidad de descifrar el lenguaje metafórico es también el hilo conductor del divertido cuento de Fontenay Servicio con sonrisa, donde un ferviente robot hace todo lo posible para anticipar los deseos de cuatro mujeres atrapadas en un planeta desierto. Al contrario, en El diablo de la imprenta, se invierte el orden de los factores. Aquí, el tópico narrativo de la catábasis sirve para hacer una crítica al mundo de las letras, de las editoriales y de la imprenta, recalcando sus influencias en la multiplicación de errores, hacer propaganda y promover la cultura de masas. La palabra es un instrumento poderoso, y así ha sido considerada por los seres humanos desde tiempo inmemorial, atribuyéndole incluso facultades mágicas. Es ese el caso de La reina de Quok, un cuento de hadas moderno, en el cual Frank Baum se divierte a jugar con los tópicos del género. Miedo y palabra pues, como pareja excéntrica, van de la mano, son los ingredientes básico de toda receta literaria fantástica y nos han proporcionado la forma y la sustancia de este primer número que ahora empezareis a leer. Como una criatura de otro mundo que acabáis de descubrir, como un Wub, podéis decidir que hacer con ella. Con un poco de cuidado os puede acompañar es vuestros viajes hacia lo desconocido, lo perturbador, lo maravilloso. Si, por otro lado, decidís comerla, no podemos prever las consecuencias. Ahora Mamut está en vuestras manos.
NÚMERO 1 Creatividad del miedo
12 Cuento: Los Ojos Ganan 14 La realidad permanece más allá por M.A. Martí Escayol 17 MICRONOMICÓN 1: La casa de cerillas 18 #2 EDGAR ALLAN POE 20 El cuervo. Una selección de ilustraciones de Gustave Doré. 26 En un solitario cementerio de Providence por donde caminó Poe por H.P. Lovecraft 28 Comic: El Pozo y el Péndulo. 34 Cuentos de Misterio e Imaginación. Una selección de ilustraciones de Henry Clarke. 42 Cuento: El Diablo de la Imprenta
50 Cuento: Servicio con Sonrisa por Charles L. Fontaney 55 Cuento: Fragmento por Lafcadio Hearn 57 MICRONOMICÓN 3: Revolución 58 Creatividad del miedo por Raul Ciannella 64 Lo atómico en la creatividad de la guerra: Osamu Tezuka por M.A. Martí Escayol 68 #3 CUENTAME UN CUENTO ANTES QUE EL MUNDO SE ACABE
70 Cuento: La Reina de Quok por Frank Baum 76 Cuentos tradicionales: El Miedo/El Cólera 78 #4 SALEN DE LA OSCURIDAD: Cuentos inéditos 80 Cuento: David y el Objeto sin Nombre 82 Cuento: Trois Saison 84 Cuento: La Conferencia 86 #5 LIBER ANTECESSOR
88 La Masticación de los Muertos por Phillip Rohr 94 MICRONOMICÓN 4: Sorpresas que te puedes llevar al amar a un ser preadámico 95 #6 BESTIARIO: El Tutivillus
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2 EDITORIAL 4 #1 PHILIP K. DICK 6 Cuento: El Wub Permanece Más Allá
47 El diablo de la imprenta: el tecno-pánico por M.A. Martí Escayol 49 MICRONOMICÓN 2: Metamorfosis
#1 P K
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D I C K Donde os presentamos dos relatos cortos del gran maestro.
Philip K. Dick (1928-1982) es uno de los más grandes escritores de ciencia ficción de todos los tiempos y aquí os presentamos dos de sus relatos, El Wub permanece más allá y Los ojos ganan. El autor es especialista en construir universos alternativos, ucrónicos y psicodélicos. En sus universos inevitablemente el lector ha de preguntarse ¿Qué es la realidad? Encontrar la respuesta a esta pregunta era una de las obsesiones de un autor quien quizás era un genio, un visionario, un filósofo, un loco, un drogata, un paranoico o… la forma humana de una variable reprogramada en uno de los cambios de realidad que conforman la trama del Universo.
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Colonia orbital toroidal imaginada por Don Davis.
Fuente: NASA Ames Research Center
EL WUB PERMANECE MÁS ALLÁ BEYOND LIES THE WUB por Philip K. Dick Publicado en Planet Stories, Julio 1952 Traducción: Raul Ciannella ©2014
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l desaliñado WUB podría haber dicho: Muchos hombres hablan como filósofos y viven como tontos.
Casi habían acabado de cargar. Afuera estaba plantado el Optus con los brazos cruzados y la cara abatida y hundida. El capitán Franco caminó pausadamente bajo la pasarela, sonriente. “¿Qué pasa?” preguntó. “Cobras para esto.” El Optus no contestó. Se dio la vuelta, recogiendo su manto. El capitán le retuvo pisando el dobladillo con la bota. “Espera un momento. No te vayas. No he terminado.” “¿Eh?” El Optus se dio la vuelta con dignidad. “Regreso a la aldea”, dijo mientras miraba los animales y los pájaros conducidos encima de la pasarela hacia la nave espacial “Debo organizar nuevas cacerías.” Franco encendió un cigarrillo. “¿Por qué no? Vosotros podéis salir al campo y rastrearlo todo de nuevo. Pero nosotros nos quedaremos sin nada entre Marte y la Tierra…” El Optus se fue, sin mediar palabra. Franco alcanzó el primer piloto al final de la pasarela. “¿Qué tal lo llevas?” preguntó. Miró su reloj. “Hicimos un buen negocio aquí.” El compañero le echó una mirada amarga. “¿Cómo te explicas esto?” “¿Qué te pasa? Lo necesitamos más que ellos."
“Nos vemos después, capitán.” El compañero subió a la pasarela, abriéndose camino entre los pájaros zancudos marcianos, y entró en la nave. Franco lo miró mientras desaparecía. Estaba a punto de seguirle por el tablón que conducía al interior de la nave, cuando lo vio. “¡Dios mío!” Se quedó mirándolo fijamente, con las manos en las caderas. Peterson andaba con la cara enrojecida, arrastrándole con una cuerda. “Perdón, capitán” dijo, tirando de la cuerda. Franco se le acercó. “¿Qué es esto?” El wub se paró, flácido, con su gran cuerpo posándose lentamente. Se sentó con los ojos entreabiertos. Algunas moscas zumbaron sobre su flanco, y meneó la cola. Se sentó. Se hizo el silencio. “Es un wub,” dijo Peterson. “Lo conseguí de un nativo por cincuenta centavos. Dijo que era un animal poco común. Muy respetado.” “¿Éste?” Franco hincó el dedo en el costado del wub. “¡Es un cerdo! ¡Un gran cerdo sucio!” “Sí señor, un cerdo. Los nativos lo llaman wub.” “Un gran cerdo. Debe pesar cuatrocientas libras.” Franco agarró un mechón de su pelo áspero. El wub jadeó. Sus ojos se abrieron, eran pequeños y húmedos. Entonces su enorme boca se contrajo. Una lágrima corrió por la mejilla del wub y salpicó el suelo.
El wub sobrevivió al despegue dormido profundamente en la bodega de la nave. En cuanto estuvieron en el espacio y mientras todo discurría plácidamente, el capitán Franco ordenó a sus hombres que le trajesen el wub para poder averiguar qué clase de bestia era. El wub gruñó y resopló, mientras lo arrastraban por el pasillo. “Muévete”, Jones rechinó, tirando de la cuerda. El wub se retorció, frotando su piel contra las paredes de cromo liso. Irrumpió en la sala, cayendo con todo su peso. Los hombres se sobresaltaron. “Dios mio”, dijo French. “¿Qué es esto?” “Peterson dice que es un wub”, respondió Jones. “Le pertenece.” Y le dio una patada. El wub se levantó inestablemente, jadeando. “¿Qué le pasa?" French se acercó. “¿Se está mareando?” Le miraron. El wub alzó sus ojos con tristeza. Miró a los hombres. “Pienso que tiene sed”, dijo Peterson y fue a por un poco de agua. French sacudió la cabeza. “No me sorprende que tuviéramos tantos problemas al despegar. Tuve que reajustar todos mis cálculos de lastre.” Peterson regresó con agua. El wub comenzó a beber a lengüetazos, salpicando a los hombres. El capitán Franco apareció en la puerta. “Echémosle un vistazo.” Se le acercó escudriñándole críticamente. “¿Lo conseguiste por cincuenta centavos?” “Sí, capitán,” dijo Peterson. “Come casi cualquier cosa. Lo alimenté con grano y le gustó. Y luego patatas, puré, las sobras de la mesa y leche. Parece gozar comiendo. Después de comer se acuesta y se duerme.” “Ya veo,” dijo el Capitán Franco. “Y respecto a su sabor, esta es la cuestión importante. No creo que sea necesario engordarle más. Me parece ya bastante gordo. ¿Dónde está el cocinero? Lo quiero aquí. Quiero saber…” El wub dejó de beber y miró al capitán. “De verdad, capitán,” dijo el wub. “Sugiero que tratemos otros temas.” La sala quedó en silencio. “¿Quién ha hablado?” preguntó Franco. “El wub, señor” Peterson dijo. “Habló.” Todos miraron el wub. “¿Qué dijo? ¿Qué dijo?” “Sugiere que hablemos de otras cosas.” Franco se acercó al wub. Lo rodeó examinándolo por todos los lados. Luego volvió con los hombres. “Me pregunto si hay un nativo dentro de él” dijo pensativo. “Quizás deberíamos abrirlo y echarle un
vistazo.” “!Oh, cielos!” gritó el wub. “¿Eso es todo en lo que pensáis? ¿Matar y cortar?” Franco apretó sus puños. “¡Sal de ahí!, ¡Quienquiera que seas, sal de ahí!” Nada se movió. Los hombres estaban estupefactos, pálidos, mirando fijamente al wub. El wub agitó su cola. Y repentinamente eructó. “Perdón,” dijo el wub. “No creo que haya nadie allí dentro,” dijo Jones en voz baja. Se miraron el uno al otro. El cocinero entró. “¿Me ha llamado, capitán?” dijo. “¿Qué es esta cosa?” “Esto es un wub,” dijo Franco. “Nos lo vamos a comer. Podrías medirlo y calcular…” “Creo que deberíamos hablar,” dijo el wub. “Quisiera discutir esto con usted, capitán, si puedo. Comprendo que usted y yo no convenimos en algunas cuestiones básicas.” El capitán se tomó mucho tiempo antes de contestar. El wub esperó amablemente, secándose el agua de las mandíbulas. “Ven a mi despacho,” dijo el capitán finalmente. Dio media vuelta y salió. El wub se levantó y lo siguió. Los hombres lo miraron salir. Lo oyeron subir las escaleras. “Me pregunto qué va a ocurrir ahora” dijo el cocinero. “Bueno, estaré en la cocina. Avisadme en cuanto sepáis algo.” “Claro,” dijo Jones. “Claro.” El wub se acomodó en la esquina con un suspiro. “Usted debe perdonarme,” dijo. “Me temo que soy adicto a varias formas de relajación. Cuando uno es tan ancho como yo…” El capitán asintió impacientemente. Se sentó en su escritorio y con las manos entrelazadas dijo “Pues bien. Empecemos. Tú eres un wub, ¿Correcto?” El wub se encogió de hombros. “Supongo que sí. Nos llaman así, los nativos quiero decir. Nosotros tenemos nuestro propio término.” “¿Y hablas inglés? ¿Has estado en contacto con terrícolas antes?” “No.” “Entonces ¿Cómo lo haces?” “¿Hablar inglés? ¿Estoy hablando inglés? No soy consciente de hablar nada en particular. Examiné su mente” “¿Mi mente?” “Estudié los contenidos, especialmente el almacén semántico, como yo lo denomino…” “Ya veo,” dijo el capitán. “Telepatía. Por supuesto.” “Somos una raza muy antigua” dijo el wub. “Muy antigua y muy oronda. Para nosotros es difícil moverse. Usted puede apreciar que cualquier cosa tan lenta y pesada está a merced de formas de vida más ágiles. No tenía sentido confiar en nuestras defensas físicas.
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“Quizás es comestible” dijo Peterson nervioso. “Pronto lo descubriremos”, dijo Franco.
«"¿Quién ha hablado?” preguntó Franco. “El wub, señor” Peterson dijo. “Habló.”»
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Ilustración original por Herman Vestal. Fuente: Project Gutemberg.
¿Cómo podríamos ganar? Demasiado gordos para correr, demasiado blandos para luchar, demasiado bonachones para cazar” “¿De qué os alimentáis?” “Plantas. Verduras. Podemos comer casi de todo. Somos muy pacíficos. Tolerantes, eclécticos, tranquilos. Vivimos y dejamos vivir. Así es como hemos conseguido seguir adelante.” El wub observó al capitán. “Y esta es la razón por la cual me opuse con tal vehemencia al asunto de ser hervido. Puedo ver la imagen en su mente… La mayor parte de mi en el congelador, algo de mí en la olla, un pedacito para su gato…” “Así que tú lees las mentes?” dijo el capitán. “Interesante. ¿Algo más? Quiero decir ¿Algo más de ese tipo que puedas hacer?“ “Alguna cosita más” dijo el wub ausente, mirando a su alrededor. “Un apartamento agradable tiene usted, capitán. Lo mantiene bastante pulcro. Yo respeto a las formas de vida organizadas. Algunos pájaros marcianos son absolutamente pulcros, tiran la suciedad fuera de sus nidos y los barren…” “No me digas.” El capitán asintió. “Pero volviendo de nuevo al problema…” “En efecto. Usted habló de cenarme. El sabor, según me han dicho, es bueno. Un poco graso, pero tierno.
No obstante ¿Cómo pueden establecerse contactos duraderos entre su gente y la mía si recurren a estas actitudes tan bárbaras? ¿Comerme? Usted debería más bien discutir conmigo de otras cuestiones, de filosofía, de arte…” El capitán se levantó. “Filosofía. Quizás te interese saber que tendremos un apuro si no encontramos comida para el mes próximo. Un fortuito desperdicio…” “Lo sé.” El wub asintió. “Pero ¿No estaría más acorde con sus principios democráticos echarlo a suertes, o algo por el estilo? Después de todo, la democracia es proteger a las minorías precisamente contra tales infracciones. Ahora bien, si cada uno de nosotros emite un voto…” El capitán se fue hacia la puerta. “¡Vete al infierno!” dijo. Abrió la puerta. Abrió su boca. Se quedó paralizado y con la boca abierta con los ojos fijos y los dedos todavía en el pomo. El wub lo miró. En seguida salió de la habitación rozando el capitán. Bajó a la sala, ensimismado en sus pensamientos. La habitación estaba en silencio. “Ya ve” dijo el wub, “tenemos mitos en común. Sus mentes contienen muchos símbolos míticos familiares. Ishtar, Ulises…”
“Venga” dijo Franco. “Apartaos.” Los hombres se situaron al lado de la puerta. “Estáis bastante asustados ¿No es así?” dijo el wub. “¿Os hice algún mal? Soy contrario a la idea de hacer daño. Todo lo que hice fue intentar protegerme. ¿Pensáis que me lanzo a la muerte con entusiasmo? Soy un ser sensible como vosotros, solo quería observar vuestra nave y aprender sobre vosotros. Sugerí al nativo…” El arma dio una sacudida. “Lo veis,” dijo Franco. “Lo sabía.” El wub se sentó, jadeando. Sacó una pata y se rodeó con la cola. “Hace mucho calor,” dijo el wub. “Entiendo que estamos cerca de los reactores. Energía atómica. Habéis hecho muchas cosas maravillosas con ella… técnicamente. Al parecer, vuestra jerarquía científica no está equipada para solucionar problemas morales, éticos…” Franco miró a los hombres, apretujados detrás de él, boquiabiertos, silenciosos. “Yo lo haré. Podéis mirar.” French asintió. “Intenta apuntar al cerebro. No es bueno para comer. No le des en el pecho. Si la caja torácica se fractura deberemos sacar fragmentos óseos.” “Escuchad,” dijo Peterson, humedeciéndose los labios. “¿Ha hecho algo malo? ¿Qué daño ha hecho? Os lo pregunto. Y de todos modos, aún es mío. No tenéis ningún derecho a matarle. No es vuestro.” Franco levantó su arma. “Salgo de aquí,” dijo Jones, pálido y mareado. “No quiero verlo.” “Yo también,” dijo French. Poco a poco salieron los hombres, murmullando. Peterson se quedó en la puerta. “Estábamos hablando de mitos,” dijo. “Él no haría daño a nadie.” Y salió. Franco se acercó al wub. El wub levantó lentamente la mirada. Tragó saliva. “Es una cosa muy estúpida,” dijo. “Lamento que desee hacerlo. Había una parábola que su Salvador dijo…” Se detuvo, mirando fijamente el arma. “¿Puede usted hacerlo mientras me mira a los ojos?” preguntó el wub. “¿Puede usted hacerlo?” El capitán bajó la mirada. “Puedo mirarte a los ojos,” dijo. “En la granja teníamos cerdos, sucios cerdos Razorback. Puedo hacerlo.” Mirando fijamente el wub, a sus ojos húmedos y relucientes, apretó el gatillo. El sabor fue excelente. Estaban tristemente sentados alrededor de la mesa, algunos apenas comían. El único que parecía pasárselo bien era el capitán Franco.
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Peterson estaba sentado en silencio, con los ojos fijos en el suelo. Acercó su silla. “Continúe,” dijo. “Continúe, por favor.” “Encuentro Ulises una figura común en la mitología de la mayoría de las razas con consciencia propia. Por como lo interpreto, Ulises vaga como individuo, consciente de si mismo como tal. Ésta es la idea de la separación, de la separación de la familia y del país. Es el proceso de individuación.” “Pero Ulises regresa a su hogar.” Peterson miró por la ventana de babor, donde las estrellas, las estrellas infinitas, ardían intensamente en el universo vacío. “Finalmente vuelve a su hogar.” “Como necesitan todas las criaturas. El momento de la separación es transitorio, es un breve viaje del alma. Empieza y termina. El viajero regresa a la tierra y a la raza….” La puerta se abrió. El wub se detuvo y giró su gran cabeza. El Capitán Franco entró en la habitación con los hombres detrás de él. Todos vacilaron en la puerta. “¿Estás bien?”, dijo French. “Quién ¿Yo?”, preguntó Peterson sorprendido. “¿Por qué yo?” Franco bajó su arma. “Ven aquí,” dijo a Peterson. “Levántate y ven aquí.” Se hizo el silencio. “Ve” dijo el wub. “No importa.” Peterson se levantó. “¿Por qué?” “Es una orden.” Peterson caminó hacia la puerta. French le agarró del brazo. “¿Qué está pasando?”, dijo Peterson soltándose. “¿Qué os pasa?" El Capitán Franco se dirigió hacia el wub. El wub le miró desde su posición en la esquina, aplastado contra la pared. “Es interesante” dijo el wub, “que usted esté obsesionado con la idea de comerme. Me pregunto por qué.” “Levántate” le ordenó Franco. “Si así lo desea.” El wub se levantó, gruñendo. “Sea paciente. Es difícil para mí.” Se levantó jadeando, con la lengua colgante. “Dispárale ahora” dijo French. “¡Por el amor de Dios!” exclamó Peterson. Jones se volvió hacia él rápidamente con los ojos nublados por el miedo. “Tú no le has visto… como una estatua, paralizado allí, su boca abierta. Si no hubiéramos bajado estaría allí todavía.” “¿Quién? ¿El capitán?” Peterson miró a su alrededor “Pero está bien ahora.” Miraron el wub, plantado en el medio de la habitación con su gran pecho subiendo y bajando.
“¿Más?" dijo, mirando alrededor. “¿Más? Y un poco de vino, quizás.” “Para mi no,” dijo French. “Creo que volveré al cuarto de derrota.” “Yo tampoco quiero más.” Jones se levantó, empujando su silla hacia atrás. “Hasta luego.” El capitán los observó yéndose. Algunos de los otros también se excusaron. “¿Cuál crees que es el problema?” dijo el capitán. Se dirigió a Peterson. Peterson contempló su plato, las patatas, los guisantes verdes, y la loncha gruesa de carne blanda y caliente. Abrió la boca. No dijo nada. El capitán puso su mano en el hombro de Peterson. “Es solo materia orgánica ahora” dijo. “La esencia de la vida se fue.” Comió, rebañó la salsa del plato con un poco de pan. “A mi me encanta comer. Es uno de los placeres de la vida. Comer, descansar, meditar,
debatir.” Peterson asintió. Dos hombres más se levantaron y salieron. El capitán bebió un poco de agua y suspiró. “Bien,” dijo. “Debo decir que esta fue una comida muy placentera. Todo lo que había oído era verdad… El sabor del wub. Muy delicado. Sin embargo en el pasado me impidieron de disfrutar de tal placer.” Se limpió los labios con la servilleta y se reclinó en la silla. Peterson no dejó de mirar la mesa. El capitán lo observó atentamente. Se inclinó hacia adelante. “Venga, venga,” dijo. “¡Alégrate! Discutamos cosas.” Le sonrió. “Como decía antes de que me interrumpieran, el papel de Ulises en los mitos… ” Peterson se sobresaltó y abrió los ojos como platos. “Siguiendo” dijo el capitán. “Ulises, tal y como lo entiendo… ”
Portada del número de Planet Stories donde fue publicado por primera vez "Beyond Lies The Wub". Fuente: isfdb.com
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LOS OJOS GANAN (The Eyes Have it) por Philip K. Dick Publicado en Science Fiction Stories, Mayo 1953 Traducción: M. A. Martí Escayol ©2014
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or casualidad descubrí esta increíble invasión extraterrestre. Hasta ahora no he hecho nada al respecto; no sé que podría hacer. Escribí al Gobierno y me respondieron enviándome un folleto para reparar y mantener casas prefabricadas. De todas maneras, el asunto es conocido, no soy el primero en descubrirlo. Quizás incluso ya esté bajo control. Estaba sentado en mi sillón pasando despreocupadamente las hojas de un libro abandonado en el autobús cuando me encontré con un dato que me ofreció algunas pistas. Al principio no reaccioné, tardé en asimilarlo. Después de entenderlo me parece extraño no haberlo notado enseguida. El dato describía a una especie ni humana ni indígena de la Tierra con propiedades increíbles. Una especie, es necesario especificar, que adopta la apariencia de un ser humano común. Sin embargo, las siguientes observaciones del autor del libro la desenmascaran. Obviamente el autor lo sabía todo. Lo sabía todo y se lo tomaba con mucha calma. La frase (incluso ahora tiemblo al recordarla) decía:
... Sus ojos recorrieron lentamente la habitación. Me dieron escalofríos. Traté de imaginar los ojos ¿Rodaban como monedas? Según la frase no era así; parecían moverse en el aire, no sobre una superficie. Aparentemente se movían con rapidez. En la historia nadie se sorprendía, eso es lo que me alertó. No existía el menor rastro de asombro ante algo tan atroz. Después el tema se complicó. …Sus ojos pasaban de una persona a otra. Allí estaba, en pocas palabras. Evidentemente los ojos se habían separado del resto del cuerpo y andaban solos. Mi corazón latía en mi pecho y me quedé sin aliento. Había tropezado con una mención accidental a una raza totalmente desconocida. Obviamente extraterrestre. Sin embargo para los personajes del libro era totalmente normal, y esto sugería que pertenecían a la misma especie. ¿Y el autor? Una tenue sospecha se encendió en mi mente. El autor se lo estaba tomando con demasiada calma. Evidentemente lo vivía como algo natural. No intentaba en absoluto esconder lo que sabía. La historia
"Allí estaba, en pocas palabras. Evidentemente los ojos se habían separado del resto del cuerpo y andaban solos."
yo pensaba que era normal, era también una forma alienígena similar al resto: …Deliberadamente Julia entregó su corazón al joven. No se contaba nada sobre el destino final del órgano, pero no me importó. Era evidente que Julia seguía viviendo, como los demás en el libro. Sin corazón, brazos, ojos, cerebro, vísceras, dividiéndose en dos cuando era necesario. Sin el menor escrúpulo. … Acto seguido ella le dio la mano. Me puse enfermo. Ahora el sinvergüenza tenía su mano y su corazón. Me estremecí al pensar qué habrá hecho con ellos. …él le cogió el brazo. Incapaz de esperar tuvo que empezar a desmembrarla. Enfurecido cerré el libro de un golpe y me levanté. Pero no estuve a tiempo de escapar a una última referencia a esos pedazos de anatomía cuyos viajes me dieron las pistas: … Los ojos de ella le siguieron a lo largo de todo el camino por la carretera y a través del prado. Salí corriendo del garaje para entrar al hogar como si las malditas cosas me persiguiesen. Mi mujer y mis hijos jugaban al Monopoly en la cocina. Me uní a ellos y jugué con un fervor frenético, con la frente febril y los dientes castañeando. Ya era suficiente. No quiero oír nada más del tema. Dejen que vengan, dejen que invadan la Tierra. No quiero involucrarme. No tengo estómago para esto.
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continuaba: … ahora, sus ojos se clavaron en Julia. Julia, siendo una señora, tenía suficiente educación como para sentirse indignada. Se sonrojó y frunció el ceño con enojo. Ante esto suspiré con alivio. No todos eran extraterrestres. El relato continuaba: …Lenta y calmadamente los ojos la examinaron centímetro a centímetro. ¡Dios mío! Por suerte la chica dio media vuelta y se fue molesta. Y el tema terminó aquí. Me revolví en mi sillón jadeando de horror. Mi mujer y mi familia me miraron con intriga. “¿Algo va mal cariño?”, preguntó mi mujer. No se lo podía contar. Un asunto como este era demasiado para una persona normal y corriente. Tenía que guardármelo para mí. “Nada”, jadeé. Me levanté de un salto, cogí el libro y salí de la habitación. Continué leyendo en el garaje. Había más. Temblando leí el siguiente párrafo revelador: …Puso su brazo alrededor de Julia. Ella le pidió que se lo quitara. Él lo hizo inmediatamente con una sonrisa. No se dice qué pasó con el brazo después de sacarlo. Quizás se quedó en un rincón. Quizás lo tiraron. No me importa. En cualquier caso el significado de todo estaba allí, ante mis ojos. Aquí había una raza de criaturas capaz de quitarse pedazos de su anatomía a voluntad. Ojos, brazos y quizás más. Sin pestañear. Mis conocimientos de biología resultaron muy útiles. Obviamente se trataba de seres simples, unicelulares, algún tipo de seres primitivos con una única célula. Eran seres no más desarrollados que una estrella de mar. La estrella de mar puede hacer lo mismo, como sabrán. Continué leyendo. Y llegó esta increíble revelación, dada fríamente por el autor sin el más mínimo estremecimiento. …Frente el cine nos separamos. Una parte de nosotros entró y otra fue a cenar a la cafetería. Fisión binaria, obviamente. Se dividían en dos y formaban dos entidades. Probablemente la mitad inferior iba a la cafetería, al estar más lejos, y la parte superior al cine. Seguí leyendo, con las manos temblorosas. Realmente había dado con algo. Me tambaleé al leer esto: … Me temo que no hay duda. El pobre Bibney ha perdido la cabeza otra vez. Y continuaba: …Y Bob dice que sin duda no tiene entrañas. Sin embargo Bibney estaba por allí tan tranquilo como el siguiente personaje. El siguiente personaje era igual de extraño. Se decía de él: …Carecía de cerebro. Y el siguiente párrafo revelaba que Julia, quien
PHILIP K. DICK: LA REALIDAD PERMANECE MÁS ALLÁ
Por M. A. Martí Escayol
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¡ATENCIÓN SPOILERS! (No leer si no se han leído aún los cuentos.)
Beyond Lies the Wub En el relato "Beyond Lies the Wub" de Philip K. Dick publicado en Planet Stories (1952), un carismático alienígena de la especie de los wubs, sabio, culto, curioso, tranquilo, obeso y con aspecto de cerdo úrsido se enfrenta a las necesidades alimentarias de un grupo de humanos. El relato, como todas las historias de encuentros entre humanos y aliens, no es más que una historia sobre la propia naturaleza humana. El wub tiene la apariencia de un cerdo-oso con problemas de movilidad por su peso. No supone una amenaza para los humanos y, al contrario, permite al autor representar la capacidad esquilmadora de los humanos hacia su entorno. El wub no genera miedo, no es un alien maléfico, no tiene ni tentáculos ni un aspecto reptiliano o de insecto. No es como los alienígenas de The War of the Worlds
(1899) de H.G. Wells ni los de Independence Day (1996), la serie de televisión V (1983-1985) o la novela Starship Troopers (1959) de Robert A. Heinlein. El wub se aproxima más a las criaturas inofensivas de aspecto infantil como ET (1982) -con cabeza grande en proporción al cuerpo y ojos grandes en proporción a la cabeza- o de esencia angélica al no precisar un cuerpo, como los de la saga Odyssey de Arthur C. Clarke (1968–1997). El wub no es un alienígena invasor, no es egoísta, no desea conquistar territorios, recursos ni esclavos. En el relato de Dick es el humano quien se mueve por instintos destructivos y el alienígena es el ser racional. El wub de Dick no es la manifestación del enemigo de los años cincuenta, aquel que venía del planeta rojo y fue engendrado en el contexto de la guerra fría, como lo son los aliens de Invasion of the Body Snatchers, (1956). Los monstruos de Dick no encarnan a los comunistas, no representan el enemigo creado por el gobierno. Al contrario, para Dick el monstruo es el propio gobierno, una entidad que posee suficiente poder como
El wub es bueno y también es superior a los humanos. Y su superioridad reside en su intelecto. Está dotado de telepatía y de una gran capacidad de análisis. Su deseo de conocimiento, de conocer al otro, es el arma con que promueve la salvación de la humanidad y la convivencia pacífica entre las especies. Así, el personaje del wub permite exponer las posibilidades de la curiosidad, del saber y de las conexiones y coincidencias entre culturas para conseguir el entendimiento, para vencer el miedo a lo desconocido y, sobretodo, para comprender lo oculto tras la realidad aparente. El desenlace del relato solo es trágico en apariencia. El final es un éxito para el wub. Más allá de su propia muerte, como muchos de los alienígenas que vienen del cielo, este sabio y maestro consigue cambiar al otro a través de las palabras dichas y del sacrificio de su propio cuerpo. En la resolución del relato la asimilación de cultura –entiéndase aquí “comerse un wub”- permite vencer la irracionalidad humana cuando Dick convierte un rito doméstico como es la comida en algo eucarístico que permite trascender lo ordinario. Si Jesús entra en el cuerpo del creyente en forma de hostia consagrada a través de la transubstanciación, el wub hace lo mismo al ser comido. Quien se come a Jesús se transforma en Jesús y así Jesús deviene inmortal. Quien se come al wub se transforma en el wub y así el wub deviene inmortal.
El wub permanece más allá de su propia muerte. La comida se come al comensal y, si interpretamos el wub como un símbolo de lo escrito, quien lee se transforma en lo leído y así lo escrito deviene inmortal. Por que, en definitiva, el mensaje del relato es destacar lo trascendente y vivo de “lo que está escrito”. Y la fuerza del wub también se notará en la propia vida de Dick porque lo que hará Dick a partir de 1974 podríamos calificarlo de muy “wubiano”. En febrero y marzo de ese año (el autor se referirá a los hechos como “2-3-74”) Dick experimentó una serie de experiencias extrasensoriales al recibir una anestesia durante la extracción de una muela. La experiencia le permitió comunicarse con una entidad que denominó VALIS “Vast Active Living Intelligent System”. Esta entidad le otorgó el don de la anamnesis, el concepto platónico que describe la capacidad de recuperar todo el conocimiento existente a partir de la “intuición intelectual” (un tipo de conocimiento a partir del cual sería posible obtener una percepción directa de la realidad metafísica escondida tras las apariencias). No se sabe con exactitud si estas visiones se derivaron del consumo de drogas -como es el caso de muchos de sus personajes- o de alguna enfermedad mental, pues desde los siete años sufría episodios de vértigo que lo desconectaban de la realidad. Según el propio Dick su escritura no era arte sino “la verdad” y por lo tanto su objetivo obsesivo -su vasta producción evidencia un comportamiento hipergráfico- era describir lo que él percibía como la verdadera realidad. Esta búsqueda de la realidad tras lo aparente se plasma, por ejemplo, en los argumentos de todas las adaptaciones cinematográficas de sus relatos, por ejemplo, en Blade Runner (1982), Total Recall (1990), Screamers (1995), Minority Report (2002), Paycheck (2003), A Scanner Darkly (2006), Next (2007) y The Adjustment Bureau (2011). Tanto para entender la realidad como las experiencias del 74 Dick escribió un diario personal, Exegesis. En más de 8000 páginas Dick narra como uno de sus
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para ser capaz de alterar la realidad, crear una ficción, construir un “otro” con quien se tiene un conflicto. El miedo de Dick es hacia esta entidad capaz de alterar lo que es real. En el relato el wub es un “otro” quien lejos de representar a un enemigo conflictivo es bueno y desea comunicarse –como los alienígenas de Encuentros en la tercera fase (1977) o Contact (1997)-, sufre por estar lejos de casa -como ETy comparte sentimientos, deseos y miedos con sus “otros”, los humanos -como el alienígena de Enemy Mine de Barry B. Longyear (1979).
instrumentos para llegar a la realidad plena es acumular el máximo conocimiento a través de la lectura de la enciclopedia y buscar asociaciones de ideas y correspondencias culturales, tal y como hacia el wub al querer comparar los mitos entre las diferentes especies del universo. Para Dick lo escrito es una entidad viva capaz de transformar y destapar la verdad oculta. Así lo evidencia en “Not by Its Cover” un relato de 1968 donde el autor recupera a la especie de los wubs, aquí convertidos en unos forros de libros que consiguen cambiar el contenido de los mismos.
The eyes have it
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El conflicto subyacente en los escritos de Dick entre escritor/lector y escrito/realidad se muestra con toda su crudeza en el relato “The eyes have it”. Para el protagonista del relato “leer al pié de la letra” sería leer La Celestina al pié de una P, por ejemplo. El protagonista está convencido que aquello que lee es la descripción de una invasión extraterrestre pues lee literalmente lo escrito al ser incapaz de interpretar el lenguaje simbólico, las metáforas y las metonimias. Ya en el título del relato Dick juega con esta idea. “The eyes have it” es una expresión homófona a “The ayes have it”, pronunciada en el Parlamento inglés cuando gana el asentimiento, expresado con un “Aye” /aI/. Y, en efecto, en el relato los ojos, “eyes”, ganan al cerebro pues lo leído es leído solamente con los ojos y no pasa por el tamiz del cerebro, donde pueden hallarse los conocimientos adquiridos que permiten saber interpretar el lenguaje. Dick aquí usa uno de los síntomas de la esquizofrenia, la incapacidad de interpretar el sentido metafórico, lo que convierte en real todo lo pensado e imposibilita distinguir entre realidad y elucubración. En “Beyond lies de Wub” Dick escribe sobre el poder de lo leído para cambiar al lector, en “Not by Its Cover” sobre la posibilidad de modificar el texto para ajustarlo a la realidad y en “The eyes …” aborda el poder del lector para modificar el texto. En definitiva Dick trata la idea del libro como un objeto en constante movimiento. El flujo se produce porque el lector lee desde un determinado marco mental, tiene unos determinados conocimientos, una determinada
formación, ideología, creencias, prejuicios o enfermedades mentales, y reacciona al texto a partir de este marco y, así, tanto cambia o adapta el sentido del texto como también puede modificar su propio marco mental. Podríamos interpretar el relato explicando que el marco mental del protagonista estaría dominado por una esquizofrenia usada a modo de metáfora de la paranoia generada por un ambiente de miedo como sería la guerra fría. Pero esto solo sería una interpretación aparente del relato. Una frase de Dick nos permite interpretar algo distinto: "El esquizofrénico ha dado un salto adelante, pero ha sido un salto fallido." Y es que el relato es, en si, una metáfora del engaño de nuestras percepciones. En cierto modo Dick no nos narra la historia de los desvaríos de un esquizofrénico quien imagina una invasión extraterrestre. Dick nos narra la historia de un hombre que ha dado un salto adelante, que está en lo cierto, que ha conseguido ver la realidad, que ha conseguido anular el lenguaje simbólico y metafórico, entendido como todo aquello que ciega al ser humano. Para Dick la metáfora es lo que nos separa de la verdad y solo leer literalmente nos permitiría despojarnos de la capa que la oculta. Ignoramos cómo debemos leer literalmente el entorno pero, analizando la biografía de Dick, lo intuimos. Quizás solo nos hace falta una visita al dentista.
Para saber más… Josep M. Català Domènec, La forma de lo real. Introducción a los estudios visuales, Editorial UOC, 2008 Aaron Barlow, How Much Does Chaos Scare You?: Politics, Religion, and Philosophy in the Fiction of Philip K. Dick, Lulu.com, 2005.
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Micronomicón 1
#2 E A
P
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G L
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Donde os presentamos diferentes trabajos inspirados en las obras de Edgar Allan Poe (1809-1849) La influencia que Poe tuvo, tanto sobre la literatura de su época como en la contemporánea, es indiscutible. El genial escritor de Boston ha inspirado más o menos directamente varios aspectos del arte y de la cultura, como la pintura, la ilustración, el cine, el cómic e incluso la música y el deporte (el equipo de fútbol americano Baltimore Ravens toma su nombre del célebre poema The Raven, El Cuervo). Y es justo con unos grabados que Gustave Doré (1832-1883) realizó para una versión ilustrada de este poema que empezamos nuestra pequeña selección. A continuación publicamos uno de los sonetos acrósticos que le dedicó H.P Lovecraft (1890-1937), gran admirador de Poe. Seguimos con un breve cómic de 1954 adaptado del cuento El pozo y el péndulo, y acabamos con algunas de las veintinueve maravillosas ilustraciones que Henry Clarke (1889-1931) realizó para Tales of Mystery and Imagination, una antología que recopilaba veintinueve cuentos de Poe y que fue publicada por primera vez en 1919.
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EL CUERVO THE CROW
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En 1884 Harper & Brother publica una edición de The Raven (El cuervo) que contiene veintiséis ilustraciones realizadas por Gustave Doré, que logró completar poco antes de su muerte el año anterior. Se trataba del único encargo americano aceptado por el célebre grabador francés. En una descripción para el catálogo de la copia conservada en la Penn State Library, la bibliotecaria Christina Stanfield comenta los destinos contrapuestos que caracterizaban a los dos artistas. Doré gozaba de popularidad y de éxito económico, sin embargo su trabajo recibía críticas negativas constantes y nunca fue reconocido como artista. Por el contrario, Poe gozaba de excelentes críticas pero transcurrió gran parte de su vida contando con pocos recursos y murió en la miseria. Se estima que para las ilustraciones de El Cuervo Gustave Doré “recibió el equivalente de aproximadamente ciento cuarenta mil dólares, mientras que a Poe se le pagaron nueve dólares por su poema”*.
* Ver Dan Colman, Gustave Doré’s Splendid Illustrations of Edgar Allan Poe’s “The Raven” (1884), en Open Culture, publicado el 10 Abril de 2014.
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“Nevermore!” "¡Nunca más!"
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“Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before.” “Dudando, soñando sueños alma mortal jamás osó soñar”
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“On this home by Horror haunted.” “En esta casa, poseída por el Horror”
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“’Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore!’” “'¡Vuelve a la tormenta y a la orilla plutónica de la Noche!'”
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“And my soul from out that shadow that lies floating on the floor shall be lifted, nevermore!” “Y mi alma desde aquella sombra que yace flotando en el suelo no se levantará, ¡nunca más!”
EN UN SOLITARIO CEMENTERIO DE PROVIDENCE POR DONDE CAMINÓ POE IN A SQUESTER’D PROVIDENCE CHURCHYARD WHERE ONCE POE WALKED Por H.P. Lovecraft Versión castellana por M.A. Martí Escayol y Raul Ciannella Acuarelas por M.A. Martí Escayol MAMUT_26
El poema fue escrito el 8 de agosto de 1936 en la St. John Churchyard de Providence, donde Lovecraft junto con sus huéspedes R.H. Barlow y Adolphe de Castro, escribían “sonetos” acrósticos a Poe (el nombre completo de Poe se compone de 13 letras con lo cual faltaría un verso para que se tratase efectivamente de un soneto). Inicialmente rechazado por la revista Weird Tales (que solo aceptó el soneto de Adolphe de Castro), el poema fue publicado el mismo año en Four Acrostic Sonnets on Edgar Allan Poe. *
* Textos consultados: S. T. Joshi, David E. Schultz. An H.P. Lovecraft Encyclopedia, Westport: Greenwood Publishing Group, 2001.
Eternal brood the shadows on this ground, Dreaming of centuries that have gone before; Great elms rise solemnly by slab and mound, Arched high above a hidden world of yore. Round all the scene a light of memory plays, And dead leaves whisper of departed days, Longing for sights and sounds that are no more. Lonely and sad, a specter glides along Aisles where of old his living footsteps fell; No common glance discerns him, though his song Peals down through time with a mysterious spell. Only the few who sorcery’s secret know,
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Espy amidst these tombs the shade of Poe.
Eterna progenie las sombras de esta tierra De siglos pasados sueño; Grandes olmos ascienden solemnes del túmulo y la losa, Arqueados se elevan sobre el mundo escondido de antaño. Rodeando la escena juega la luz de la memoria, A los difuntos días susurran hojas muertas, Lamentos anhelando vistas y sonidos extintos. Luctuoso y solo, un espectro se desliza Ante los corredores que antaño pisaban sus pasos; No puede percibirlo cualquiera, aunque su canto Percute en el tiempo con un misterioso hechizo Oscura magia, sólo los pocos quienes la conocen Entre estas tumbas divisan la sombra de Poe
EL POZO Y EL PÉNDULO THE PIT AND THE PENDULUM Adaptación gráfica y traducción al castellano por Raul Ciannella.
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Esta adaptación del cuento de Poe se publicó en el número 14 de Amazing Ghost Stories (1954), a su vez una reimpresión de un número de Nightmare, publicado dos años antes. Ambas revistas pertenecían a la Ziff Davis Publishing Group, activa desde 1927, que a partir de los años cincuenta empezó a publicar cómics. Hoy en día, la empresa es muy activa en internet y sigue publicando revistas, aunque de temas tecnológicos e informáticos. No se conoce el autor de la adaptación, pero dibujos y tinta son obra de Everett Raymond Kinstler, que actualmente trabaja como pintor y retratista de personajes famosos. Podéis consultar y descargar de forma gratuita este y centenares de otros comics en su forma original en el portal Digital Comic Museum.
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CUENTOS DE MISTERIOS E IMAGINACIÓN TALES OF MYSTERY AND IMAGINATION MAMUT_34
El ilustrador y célebre vitralista irlandés Henry Clarke creó las preciosas ilustraciones monocromáticas que acompañaban los veintinueve relatos de esta antología publicada en 1919. Se trataba de una suntuosa edición compuesta por más de 400 páginas y que se vendió por cinco guineas (unos 280 euros actuales). En 1923 se publicó otra edición a la cual Clarke añadió ocho ilustraciones más, esta vez en color. A menudo el talento de Clarke ha sido eclipsado por el de Aubrey Beardsley, que también realizó ilustraciones inspiradas en las obras de Edgar Allan Poe. Sin embargo, la calidad de estas ilustraciones y la riqueza de los detalles, a la vez sensuales y perturbadores, muestran las indudables habilidades y originalidad de este artista.
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The Pit and the Pendulum/El pozo y el Péndulo
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“They swarmed upon me in ever-accumulating heaps” “Pululaban y se amontonaban sobre mí, incesantemente”
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The Premature Burial/El Entierrro Prematuro
“Deep, deep, and for ever, into some ordinary and nameless grave” “Profundo, produndo, y para siempre, en alguna tumba común y sin nombre”
The Masque of the Red Death/La Máscara de la Muerte Roja
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“The dagger dropped gleaming upon the sable carpet” “La daga reluciente cayó en la alfombra de marta cibelina”
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The Murders in the Rue Morgue/Los Asesinatos de la Calle Morgue
“Gnashing its teeth, and flashing fire from its eyes, it flew upon the body of the girl” "Rechinando los dientes y lanzando fuego por sus ojos, se lanzó sobre el cuerpo de la niña"
Silence - A Fable/Silencio - Una Fábula
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”But there was no voice throughout the vast, illimitable desert” ”Pero no había voz en todo el vasto, ilimitado desierto”
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The Facts in the Case of M. Valdemar/El Extraño Caso del Señor Valdemar
“Upon the bed there lay a nearly liquid mass of loathsome” "Ahí, sobre la cama yacía una masa casi líquida de repugnancia"
El Diablo de la Imprenta The printer’s Devil (1836) Anónimo Publicado en Devil Stories, 1921 Traducción: M. A. Martí Escayol ©2014
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M
ientras descansaba en mi butaca preparando un ensayo sobre el diablo en la literatura el sueño se apoderó de mi. Se me escapó la pluma de entre los dedos y recliné la cabeza sobre la mesa. Había pensado tanto en el diablo durante el día que la misma idea me persiguió en el sueño. Oí un leve golpecito en la puerta, y como de costumbre respondí: “Adelante”. Y entró un hombrecito, cubierto por una gran capa azul. Después de algunas solemnes reverencias se sacó el sombrero, dejó su abrigo sobre el respaldo de una silla e inmediatamente percibí que mi visitante no era mortal. Su rostro era terriblemente feo, su piel parecía papel mojado, y cubrían su frente esos signos cabalísticos cuyo significado solamente descifran los correctores de textos. En la punta de su ganchuda nariz me pareció ver, como si de un grano se tratase, la primera letra del alfabeto, reluciente de tinta y lista para ser impresa. Observé también que cada uno de sus dedos en manos y pies, o más bien eran garras, estaban coronados por letras del alfabeto; y cuando levantó la cola para espantar una mosca de su nariz vi que una Z formaba la punta de este tan útil miembro. Mientras miraba con no poco asombro y temor a mi visitante extraordinario, me informó que se tomó la libertad de visitarme pues temía que me olvidase
de mencionarlo en mi ensayo –una omisión que me aseguró le mortificaría. “En mi”, dijo, “Contempla al príncipe y patrón de los demonios impresores. Mi función es presidir el infierno de los libros; y si usted me quiere acompañar le enseñaré alguna de las maravillas de este mundo”. Como últimamente mi imaginación estaba excitada por la relectura del "Infierno" de Dante me sentí emocionado de poder vivir una aventura que prometía aproximarse a ese maravilloso viaje, y accedí a acompañar a mi nuevo amigo a sus dominios, y así emprendimos la excursión juntos. Al iniciar el viaje mi guía me proporcionó alguna información previa sobre el mundo al que estábamos a punto de entrar y así estar preparado cuando me encontrase ante las maravillas del lugar. “Debe saber”, subrayó, “que los libros tienen alma igual que los humanos; y en el mismo momento en que un libro se publica, sea un éxito o no, su alma aparece en otro mundo; ya sea en este dominio, sometido a mi, o en una región mejor, fuera de mi control. Yo solo tengo poder para enseñar el lugar donde se castigan las publicaciones infames, ya sean libros como publicaciones periódicas o folletos”. Llegamos a la boca de una cueva que no recordaba haber visto antes, aunque a menudo paseaba por allí. Me pareció más la entrada a una mina de carbón que otra cosa pues las paredes eran completamente negras.
libro, acechando al resto con gran empeño, pateando a los otros, y jurando como un carretero; aparentemente exhausto por sus propios esfuerzos se hundió para no volver a levantarse.“ ¡Ah ha!”, exclamó mi pequeño amigo diabólico, “He aquí un recién llegado; veamos quien es” y con su pie lo subió para leer la contracubierta “Los Moniking, por el autor de etc. etc.”2 Observé como el libro tenía algunas marcas como si alguien lo hubiera castigado por un trabajo inadecuado. “Solo son las marcas de azotes”, dijo mi acompañante, “creo que los críticos lo han fustigado más severamente de lo necesario”.
La cueva se ampliaba a medida que avanzábamos y así llegamos a un gran espacio abierto delimitado en uno de los lados por un muro tan alto que parecía tocar el cielo. Al aproximarnos al muro vi ante nosotros una gran entrada, cerrada por puertas correderas. Las puertas se abrían a medida que nos acercábamos, y entramos. Dentro me encontré en un cálido valle de arena cerrado por una empinada cordillera. Una luz tenue lo iluminaba, parecía el dormitorio de un enfermo, la atmósfera era malsana y asfixiante. Asaltaron mis oídos unos gemidos confusos, como si todos los cachorros del mundo, todos los gatitos aún con los ojos cerrados y todos los bebés recién nacidos estuvieran en un mismo sitio naciendo, maullando y berreando al unísono. Miré a mi acompañante esperando una explicación y me informó que ahora conocía el sitio destinado a todos las publicaciones nacidas muertas o abortadas; y los ruidos infantiles eran solo su llanto por las miserias soportadas por ser llevadas al mundo. Ahora vi lo que la escasa luz me impedía ver antes, que el suelo estaba absolutamente cubierto de libros de todo tipo de tamaño y forma, desde el pequeño almanaque en forma de diamante hasta el respetable cuarto. También vi folios. Los libros se arrastraban y saltaban unos encima de otros como cachorros ciegos profiriendo al unísono el más luctuoso de los llantos. De entre todos uno permanecía en silencio, gimiendo ocasionalmente, parecía un sapo gordo oprimido por su propio peso. Me acerqué y leí “Renuncia, una novela”. La cubierta se abrió y la página del título me abordó. Retrocedí lo más rápido que pude solo distinguiendo unas pocas palabras como: “la injusticia y severidad de los críticos”, “mal gusto del público”, “muy bien considerado”, “primer esfuerzo”, “mente femenina”, etc., etc. Después descubrí a un pequeño
Esperaba, después de toda la pasión, la gran arrogancia y vanidad mostradas por el pequeño libro que nos dijera algo, pero la extenuación no le permitió articular palabra alguna. Al final del valle se extendía un pequeño estanque de aspecto lechoso con aroma a pan y mantequilla. Un ingente número de libros manuscritos se remojaban en este estanque de leche y todos eran Young Ladies’ Albums, que era necesario sumergir en el pantano para evitar que robaran pasajes de los libros escritos sobre ellos. Tan pronto como supe lo que eran me alejé corriendo de allí, por mi mortal pavor a estos libros.
“...cubrían su frente esos signos cabalísticos cuyo significado solamente descifran los correctores de textos.”
Una vez cruzado el valle nos acercamos a una barrera de montañas y nos encontramos un camino parecido al Posillipo cerca de Nápoles; estaba rodeado por una cortina de papel blanco con el nombre de los principales críticos, mi guía me aseguró que era suficiente para prevenir que cualquiera de las obras que habíamos visto se acercasen allí. Tal y como avanzábamos a través de las montañas aparecían destellos de luz que aparecían y desaparecían sumiéndonos en la oscuridad. Mi guía parecía familiarizado con el camino, y continuamos sin miedo hasta llegar a un campo abierto, iluminado por constantes flashes de luz, que llegaban desde diferentes lados; el aire era cálido y fuertemente impregnado de sulfuro. “Cada departamento de mis dominios”, dijo el Diablo, “recibe la luz de las obras que se envían. Ahora estás rodeado por los fulgores brillantes pero evanescentes de las novelas más recientes. Este sitio del infierno nunca ha estado tan bien proveído como últimamente, aunque Fielding, Smollett, Maturin y Godwin se esforzaron.3 Nuestros más grandes benefactores han sido Disraeli, Bulwer y Victor Hugo;4
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Mirándolas más de cerca observé que estaban cubiertas por un fluido negro similar a la tinta de impresión que parecía corroer y desgastar la roca. “Últimamente hemos recibido muchas publicaciones políticas”, dijo mi compañero, “y el infierno se ha saturado absolutamente con su malicia. Aquí llevamos a cabo un rentable comercio con la Tierra, vendiendo al por menor esta tinta a los principales editores de temática política. Por desgracia, no es muy buena para las publicaciones literarias, aunque lo han intentado con considerable éxito imprimiendo el London Quarterly1 y algunas otras revistas relevantes”.
este resplandor tan doloroso para nuestros ojos procede de sus libros”. Entonces sonó un gran estruendo como el de un ejército de borrachos gritando imprecaciones horribles y sus risas diabólicas me helaron la sangre; y entonces se agravaron las luchas y los combates entre los libros, de una manera que no había visto antes. Primero no pude imaginar cual era la causa, hasta que descubrí una cumbre dorada elevándose como un cono en medio de la planicie, solo tenía espacio para un solo libro; vi que las novelas estaban luchando como diablos para ocupar ese lugar. Una obra se avanzó y parecía que mantenía su posición con una resolución desafiante.
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Al principio no pude ver el título del libro, que parecía mantenerse en su trono dorado como el Príncipe del Infierno; pero el arco de los cielos brilló y el mágico nombre de Vivian Grey5 apareció en el libro con una luz abrasadora. Temí que Vivian no pudiera mantener su lugar, porque vi a Pelhamy Peregrine Pickle y el terrible Melmoth6 con ojos flagrantes llegar juntos al asalto, pero entonces un torbellino alcanzó a los cuatro y los alejó, dejando la plaza vacante a algún otro competidor. “No hay paz para los malvados, ya ve,” dijo mi Asmodeus. “Estos libros ruegan para alcanzar el reposo y no pueden lograrlo por la insaciable vanidad de sus autores, quienes con su deseo de reconocimiento deslegitiman los sentimientos que expresan y los principios que advocan. La gran característica de los libros de esta sección es la acción, intensa y dolorosa acción. No tienen nada de la serenidad que brilla en Scott y Edgeworth7y están condenados a ilustrar, en una carrera eterna, el espíritu inquieto que los inspiró”. Mientras observaba con temeroso interés el demencial combate librado ante mi el horizonte pareció oscurecerse y una gran nube se transformó en una inmensa águila cuyas alas batían de este a oeste cubriendo todo el firmamento. En sus garras sostenía un libro abierto y a su paso el combate de mi alrededor se calmó; las luces se atenuaron y reinó una terrible quietud. Entonces súbitamente emergió del libro una llamarada que formó diversas columnas de fuego que iluminaron intensamente el Empíreo; los pilares de luz se doblegaban formando letras monstruosas hasta que quedaron fijadas en un terrorífico resplandor y leí “Byron”.8 Hasta mi acompañante se atemorizó ante la luz horrorosa y yo me tapé los ojos con las
manos. Cuando me destapé la nube y el libro habían desaparecido y la carrera empezó de nuevo. “Has visto al Príncipe de esta sección del infierno”, me dijo mi guía. Después empezamos a descender hasta las tripas de la Tierra; y después de bajar algunos centenares de pies me encontré otra vez en tierra firme, avanzando llegamos al frente de un portal de hielo sobre el cual se leía “Mi herencia es la desesperación”. Pasamos de largo y nos encontramos en una basta cuenca de plomo que parecía rozar el horizonte en cada extremo. Una luz brillaba sobre toda la región; pero no parecía luz solar. Me estremecí, cada rayo que me tocaba me congelaba. El más profundo silencio reinaba; y aunque el valle estaba cubierto de libros ninguno de ellos emitía ni un sonido. Me acerqué a uno y sentí un escalofrío al leer “Voltaire”.9 “Mira”, dijo el demonio, “el infierno de los libros infieles; la luz que emanan es la luz de la razón, y están condenados al letargo eterno”. Sentía demasiado frío como para continuar mis investigaciones en esta región, y con mucho gusto dejé atrás el golfo de la Infidelidad. Tan pronto como cruzamos la barrera que separaba esta sección de la siguiente oí un sonido confuso como de miríadas de patos y gansos, y un gran refregar de alas; pronto vi la causa. “Estás en el infierno de los periódicos”, dijo mi guía. Y así era, cuando miré vi centenares de periódicos volando con sus grandes barras de madera, y el candado que colgaba a modo de una cola final, moviendo sus alas y pregonando entre ellos locamente. Después de dibujar círculos en el aire durante un rato, y picotearse y despedazarse tanto como pudieron uno al otro descendieron en picado hasta sumergirse dentro de unas profundas aguas oscuras, donde desaparecieron. “Ponemos estos periódicos más abajo que las publicaciones infieles”, dijo el Demonio; “porqué son leídos por más gente y de ese modo su mal es mayor. Son como la peste; y estamos obligados a darles la sección más profunda de nuestros dominios”. Después llegamos a una inmensa pila de color plomizo desgastado construida para formar los muros de la siguiente sección. Una monstruosa U, girada (de esta manera ∩) formaba el arco de la entrada por donde pasamos; y entonces cruzamos un puente, que atravesaba un río de tinta, sobre el que millones de horribles demonios estaban cazando. Vi como se esforzaban en lanzar a la corriente negra gran cantidad de libros amontonados en la orilla. En el río eran inmediatamente devorados por monstruos. Uno de los libros consiguió salir y aunque chorreaba mugre pude distinguir las palabras Don Juan.10 Aunque consiguió salir uno de los demonios lo pateó y devolvió al río. En
Después de esta región se llegaba a una gran cadena montañosa y la escalamos. En la cima pude ver un inmenso laberinto construido en el valle, donde un gran número de folios acechaba en solemne pompa, cada uno seguido por un gran número de pequeños volúmenes y panfletos como si fueran hojas o lacayos a disposición de su amo. “He aquí”, dijo el demonio, “Todas las obras falsas sobre teología escritas desde el principio de la era cristiana. Están condenadas a vagar por toda la eternidad en la desesperanza de este laberinto, cada folio ilustra los trabajos menores que se derivaron de ellos”. Una débil luz emergió de los poderosos tomos; pero era como la luz de una lámpara entre la niebla, sin rayos, y sin fuerza para iluminar nada alrededor. Y si mi acompañante no hubiera tenido la antorcha no hubiera distinguido los contornos de esta sección. Cuando mis ojos se acostumbraron a esta débil luz, descubrí la niebla que emergía desde algún río o lago. “Esto”, dijo mi acompañante, “es la distinguida morada de las obras de metafísica alemana. Están obligadas a ser prensadas, y si contienen algo con sentido se separan del resto para que puedan escapar a un mundo mejor. Aunque pocas lo consiguen.” Después cruzamos la llanura y nos detuvimos frente una niebla impenetrable que se alzaba como un muro ante nosotros. Enfrente estaba la prensa accionada por varios pequeños y feos demonios y rodeada por muchos volúmenes de diversas formas y medidas, esperando su turno. Vi a dos respetables folios alemanes con enormes cerraduras a modo de brazos que sostenían entre ellos un pequeño volumen, como si llevasen un animalito con gran afecto. Estos folios eran los más abstrusos, eruditos e incomprensibles de la metafísica de Alemania; y el pequeño que abrazaban con tanto afecto era “Records of a School”.11 No encontré ni un rayo de inteligencia en ninguno de los dos después de pasar por la prensa. Tan pronto como sacaron el poco sentido que tenían se zambulleron en la niebla. Después nos aproximamos a un abismo que parecía infinito; el ruido era ensordecedor, como la guerra de los elementos, y emitía grandes llamaradas desde el fondo, parecía el cráter del Vesuvio. “Hemos llegado a los confines del infierno” dijo el demonio “y ves a tus pies el original caos donde se fundaron mis dominios. No obstante nos hemos visto obligados a construir una sección aún mas profunda, para contener un tipo de libros desconocido hasta hace poco”. “Por favor, qué libros pueden existir”, pregunté, “peores que los que
hemos visto para los que el infierno no es suficiente”. “Son reimpresiones americanas de libros ingleses”, me contestó “y la mayoría son libros de tan despreciable carácter que hubieran llegado aquí sin necesidad de ser reimpresos; pero aunque el original fuera bueno, se han degenerado tanto con la versión americana que han perdido todo su mérito, y se merecen la séptima o más baja división del infierno.” Seguidamente vislumbré un puente sobre el golfo con un arco que parecía tan elevado como el firmamento. Lo cruzamos y vimos que el final del puente estaba cerrado por una puerta sobre la que se leían tres palabras. “Son los nombres de las tres furias que reinan en esta sección”,12 dijo mi guía, y no lo contradije, pero me pareció recordar las palabras, y cuanto más la miraba más me convencía que la inscripción era la misma que la de una casa de editores de Philadelphia. “Estas”, dijo el demonio, “se llaman las tres furias del infierno de los libros; no por las malicias que hacen a los libros, sino por el indecible daño que hacen a los libros de la tierra, reimprimiéndolos en terrible papel marrón”. Al verme me abordaron con tales piadosos y conmovedores acentos que quise salvarlas de su tormento, me compadecí de ellas y pregunté a mi acompañante si no tenían consuelo. Pero me apartó asegurándome que solo querían venderme algunas de sus ediciones infernales y la idea de adquirir tal propiedad fue tan terrible que de repente desperté.
1. London Quarterly Review (1809-1967). 2. The Monikin (1835) de James Fenimore Cooper (1789-1851). 3. Henry Fielding (1707-1754); Tobias George Smollett (17211771); Charles Robert Maturin (1782-1824); William Godwin (1756-1836). 4. Benjamin Disraeli (1804-1881); Edward George Bulwer-Lytton (1803-1873);Victor Hugo (1802-1885). 5. Vivian Grey (1826), de Benjamin Disraeli (1804-1881). 6. Pelham (1828), de Bulwer-Lytton; Peregrine Pickle (1751) de Smollett; Melmoth the Wanderer (1820) de Maturin. 7. Maria Edgeworth (1767-1849). 8. George Gordon Byron (1788-1824). 9. François Marie Arouet, alias Voltaire (1694-1778). 10. Se puede tratar o bien del poema satírico de Lord Byron (1819-1824) publicado en 1821 o de la obra de Molière (16221673) de 1665. 11. Records of a School (1835), de Elizabeth Palmer Peabody (18041894). 12. Editorial Carey, Lea & Blanchard.
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algunos libros que los diablillos lanzaban vi el nombre de Rochester, lo que me mostró el carácter de los libros de esta sección.
MAMUT_46 San Bernardo de Menthon y el diablo o Tutivillus, el demonio de los escribas. Fuente: medievista.it
EL DIABLO DE LA IMPRENTA: EL TECNO-PÁNICO
La cultura de la imprenta es el tema principal del relato "The Diabolo", publicado en The American Monthly Magazine (enero, 1836, vol. vii) y en una versión más reducida con el título de "The Printer’s Devil" en la recopilación de relatos de Maximilian J. Rudwin (1921). En un viaje onírico el narrador es guiado por el diablo, como Dante por Virgilio, por el infierno de los libros. La visita permite al anónimo autor presentar a través de una parodia los aspectos negativos intrínsecos al negocio editorial y, a la vez, convertir la crítica en un código ético para la publicación de libros. La imprenta fue percibida desde la misma época moderna como una invención de consecuencias extraordinarias sobre el conocimiento humano y las formas de aprender. El proceso y sus efectos sobre la sociedad se denominan “cultura de la imprenta” (Elizabeth Eisenstein, 1983) y se estudian en contraste con la “cultura de los escribas”. La cultura de la imprenta supone para el libro entrar dentro del consumo de masas, con todos los elementos negativos y positivos que esto supone, como concretó Umberto Eco al describir las posturas enfrontadas de apocalípticos e integrados (1965). "The Diabolo" (o su versión más reducida, "The printer’s Devil") puede interpretarse como una fabulación crítica de la postura “apocalíptica” que aduce para su crítica a la cultura de masas argumentos
como la disminución de la calidad cultural por el sometimiento a las leyes de la oferta y la demanda o la carencia de autocrítica precipitada por la producción industrial. De hecho el temor a la imprenta se inscribiría dentro al temor histórico hacia lo nuevo. Ya Platón en el 360 BC expresaba su temor hacia la relativa novedad de la escritura y en el siglo XVI lo sintetizaría Shakespeare en Enrique VI (parte II, acto 4, escena II y VII) al tratar las tensiones existentes entre los que saben y los que no saben escribir. La introducción de la imprenta en Europa en el siglo XV inauguraría lo que podríamos denominar el tecno-pánico, el temor a las innovaciones tecnológicas. Así en 1492 Johannes Trithemius en “In Praise of Scribes” criticaba la poca durabilidad del papel impreso y en 1545 Conrad Gesner (el inventor del lápiz) mostraba su preocupación por la confusión y el daño que podría provocar el exceso de información generado por la sobreimpresión de libros; en 1775 el discurso del tecno-pánico se centró en la posible substitución de la opinión creada por los sermones por la de los periódicos; en el siglo XIX fueron objeto de críticas, entre otros, la máquina de vapor, la fotografía, el telégrafo y el cine; y en el siglo XX el teléfono, el fonógrafo, la radio, la televisión, las computadoras e internet. Los versos de Thomas Moore (1779-1852) en The Fudge Family in England (1835) sintetizan con esta frase los riesgos de la
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Por M. A. Martí Escayol
“industrialización” del libro: “Aunque un ángel escriba, el diablo lo imprime” “Though an angel should write, still ‘tis the devils must print”. En la misma línea, en voz de Leonelo Lope de Vega en Fuenteovejuna (1618) escribe: “Mas muchos que opinión tuvieron grave/por imprimir sus obras la perdieron;/tras esto, con el nombre del que sabe/muchos sus ignorancias imprimieron./ Otros, en quien la baja envidia cabe,/sus locos desatinos escribieron,/y con nombre de aquél que aborrecían/impresos por el mundo los envían”. Incluso Edgar Allan Poe advierte sobre el lado oscuro de la impresión en X-ing a Paragrab (1850), donde teje una humorística crítica al mundo editorial y en especial a la corrupción de los editores vendidos a los intereses políticos.
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El primer párrafo de la versión extensa del relato, "The Diabolo" (donde se expone parte del ensayo que está escribiendo el autor antes de soñar que el diablo le acompaña al infierno de los libros) es reveladora al respecto: “En estos tiempos de escepticismo y cismas se ha negado la misma existencia del diablo. Y esto es una locura abominable, herética y destructora de almas. Y probablemente sea uno de los instrumentos más astutos del propio mal para que con su negación pueda llevar a cabo con mayor eficacia sus fines perversos. Pero ante esto nada podemos hacer, pues nuestro objetivo es escribir un tratado y no un sermón.” El narrador denuncia la negación de la existencia del diablo en una crítica a los escritores y editores quienes, corrompidos por el propio diablo, niegan su existencia y de esta manera le facilitan el trabajo. Así, según el relato, la imprenta crea libros pecadores por su continente. El título del relato se refiere al aprendiz de una imprenta a quien se atribuye todos los posibles errores de la impresión. Y la imprenta también disemina de forma masiva libros pecadores por su contenido. Así el narrador viaja desde el limbo de las publicaciones condenadas al fracaso, a la sección más profunda, las reimpresiones americanas de títulos ingleses (una crítica a la ausencia de leyes de copyright americanas y el consecuente abuso que esto producía sobre la producción extranjera), pasando por la sección infernal para las incomprensibles obras de metafísica alemana o la sección para
las obras femeninas de calidad dudosa (entre las autoras solo Maria Edgeworth parece contar con el beneplácito del narrador). En resumen, la narración de un escritor quien escribiendo sobre el diablo se adentra en un sueño al estilo del Infierno de Dante y visita el infierno de los libros niega el supuesto inmovilismo de lo impreso. Cada libro es diferente, cada libro tiene alma propia, cada libro puede ser condenado a vivir un castigo eterno en el inframundo. Y, mientras tanto, en nuestros días, el diablo de la imprenta sigue ejerciendo todo su poder. Hoy la producción de materiales impresos es ilimitada y su cancelación es difícil. Más fácil resulta, en el ordenador, recurrir a la tecla eliminar.
Bibliografía recomendada: Eisenstein, Elizabeth, Divine Art, Infernal Machine, The Reception of Printing in the West. Philadelphia PA, University of Pennsylvania Press. 2011. Eisenstein, Elizabeth, The printing revolution in early modern Europe (2nd edition ed.). Cambridge UK, Cambridge University Press. 2005. Eisenstein, Elizabeth,The printing revolution in early modern Europe (abridged edition of The printing press as an agent of change ed.). Cambridge UK, Cambridge University Press. 1983. The printing press as an agent of change: communications and cultural transformations in early modern Europe (2 vols. ed.). Cambridge UK, Cambridge University Press. 1979. Geoffroy, Alain, Twenty-Three Unlikely Stories published in The American Monthly Magazine (Boston, 1829-1831; New York, 1833-1838) Eco, Umberto. Apocalípticos e integrados. Barcelona, Lumen. 1965
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Micronomicón 2
Servicio con Sonrisa Service with a Smile
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erbert se inclinó emitiendo un sonido metálico –señal que quizás necesitaba engrasarse en alguna parte- y ofreció a Alice un perfecto Martini en una bandeja de plata. Se enderezó y quedó inmóvil sosteniendo la bandeja con una sonrisa permanente sobre su lisa cara metálica. Alice bebió un sorbo e hizo una mueca. “Un buen Martini, Herbert”, dijo Alice. “Gracias. Pero, maldita sea ¡Ojalá no tuvieras esta sonrisa eterna!” “Lo siento mucho, señorita Alice, pero soy incapaz de alterarme de ningún modo,” replicó Herbert con su voz educada y hueca. Se retiró a un rincón y permaneció en pie, impasible, sosteniendo la bandeja. Herbert halló un yacimiento de plata y fabricó la bandeja. Herbert encontró arena y creó la copa de coctel. Herbert combinó solo Dios sabe qué substancias atmosféricas y terrestres para producir algo que supiera a ginebra y a vermut, y Herbert congeló el hielo para enfriarlo. “En ocasiones,” dijo Thera con nostalgia, “pienso que sería mejor vivir en una choza de barro con un hombre de verdad que en una mansión con Herbert.” Las cuatro mujeres estaban apoltronadas confortablemente en el salón de su espaciosa casa, tan lujosa como habrían tenido en la lejana Tierra cualquiera de ellas. Las alfombras eran tupidas, los muebles tapizados, las pinturas de las paredes eran
Interior de colonia lunar interpretada por Rick Guidice. Fuente: NASA Ames Research Center.
por Charles L. Fontenay publicado en If, Worlds of Science Fiction, June1958 Traducción: M. A. Martí Escayol ©2014
estéticas e inspiradoras, las estanterías estaban repletas de audiolibros y casetes de música. Herbert lo había hecho todo, excepto los libros y los casetes, que habían sobrevivido cuando la nave espacial se estrelló. “¿Pensáis que algún día podremos escapar de este mundo perfecto sin hombres?”, preguntó Betsy esponjándose el espeso pelo negro con los dedos y mirándose al espejo construido por Herbert. “No sé cómo,” respondió la rubia Alice con tristeza. “Esta trampa atmosférica podría estropear cualquier otra nave, igual que hizo con la nuestra, y la misma capa magnética evitaría enviar cualquier señal de radio. No,
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me temo que somos una colonia.” “Una colonia se reproduce a si misma,” recordó ácidamente Marguerite con su cara afilada. “Sin hombres no somos una colonia.” No eran las cuatro mujeres más bonitas del universo, ni las más jóvenes. Las más bonitas y las más jóvenes no iban al espacio. Pero eran lo suficientemente saludables y jóvenes, sino no podrían haber ido al espacio. Había transcurrido un año y medio –un año y medio terrestre en un bonito planeta que giraba alrededor de un bonito sol amarillo. Herbert, el robot, era obediente y versátil y les proveía con una casa, comida, ropa y cualquier cosa que deseaban creándolo con los
elementos básicos de la tierra, el aire y el agua. Pero de los hombres que habían viajado con esas cuatro mujeres solo quedaban los huesos, que yacían pudriéndose entre los restos de la nave espacial. Y Herbert no podía crear un hombre. Para Herbert no era necesario tener órdenes directas, y una vez intentó crear un hombre con solo oírles desearlo. Enterraron el cuerpo –perfecto en cada detalle excepto en que nunca había estado vivo. “Ha sido un día caluroso,” dijo Alice, arqueando las cejas. “Desearía que lloviese.” En silencio, Herbert abandonó su rincón y salió por la puerta.
es necesario. Solo existe una solución para que todos estemos contentos, nosotras y este hombre.” “Y ¿es…?” preguntó Marguerite con sequedad. “Poligamia, por supuesto. Debe pertenecernos a todas.” Betsy se estremeció pero, sorprendentemente asintió. “Esto está bien y es bueno,” convino Marguerite, “pero debemos estar de acuerdo en que ninguna de nosotras salga favorecida sobre las otras. Debemos tener claro esto desde el principio.” “Es lo justo,” dijo Alice, frunciendo los labios. “Sí, es lo justo. Pero estoy de acuerdo con Marguerite: debe dividirse a partes iguales entre nosotras.” Charlando entorno los detalles, la dura competencia desapareció de sus voces, las cuatro abandonaron la habitación del enfermo para ir a preparar la cena. Después de la cena regresaron a la habitación. Herbert estaba en pie junto a la cama, con la eterna sonrisa en su cara de metal. Como siempre, Herbert no necesitó una orden directa para cumplir sus deseos. El hombre fue dividido en cuatro partes, una para cada una. Fue un trabajo quirúrgico muy limpio.
Imagen: portada de Amazing Stories (Abril 1926) realizada por Frank R. Paul y autografiada por el editor Hugo Gernsback en 1965. Fuente: Wikipedia.
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Marguerite gesticuló a sus espaldas con una sonrisa amarga. “Esta tarde lloverá,” dijo. “No sé como Herbert lo hace –quizás con yoduro de plata. Pero lloverá. Alice, ¿No sería más sencillo que instalase aire condicionado en la casa?” “Buena idea,” dijo Alice pensativa. “Deberíamos habérselo pedido antes.” Herbert aún no había acabado la tarea de instalar el aire condicionado en la casa cuando la otra nave espacial se estrelló. Todos corrieron hasta el lugar humeante –las cuatro mujeres y Herbert. Era una pequeña nave de exploración, y su único pasajero vivía. Estaba inconsciente, pero vivía. ¡Y era un hombre! Lo transportaron hasta la casa, con cuidado, y lo metieron en la cama. Revoloteaban a su alrededor como cuatro gallinas sobre un único gallo, observándolo y esperando a que saliese del coma, mientras Herbert se apresuraba en crearle y administrarle las medicinas necesarias. “Vivirá,” dijo Thera contenta. Thera había sido enfermera espacial. “Se levantará y andará en pocas semanas.” “¡Un hombre!” murmuró Betsy, con cierto asombro en su voz. “Casi puedo creer que Herbert lo ha traído hasta aquí en respuesta a nuestras oraciones.” “Ahora, chicas,” dijo Alice, “tenemos que reconocer que un hombre comporta tantos problemas como posibilidades.” La cierta dureza del tono de su voz casi enmascaraba el temblor. Allí sonó una nota desafiante que en ese pequeño planeta nunca se había escuchado antes. “¿Qué quieres decir?” preguntó Thera. “Sé lo que quiere decir,” dijo Marguerite, y la nueva dureza se hizo natural en ella. “Lo que quiere decir es ¿Cuál de nosotras se lo queda?” Betsy, la más joven, se quedó sin aliento y en su boca se dibujó una redonda O. Thera parpadeó como si despertase de un sueño. “Correcto,” dijo Alice. “¿Nos lo jugamos o dejamos que escoja él?” “¿No podemos esperar?” sugirió Betsy tímidamente. “No podemos esperar a que se recupere?” Herbert llegó con un nuevo termómetro y lo colocó dentro de la boca del hombre inconsciente. Se quedó en pie al lado de la cama, esperando pacientemente. “No, no creo que podamos,” dijo Alice. “Pienso que debemos tenerlo todo decidido, de esta manera evitaremos cualquier tipo de disputa.” “Lo dicho, nos lo jugamos,” dijo Marguerite. La cara de Marguerite era fina y su figura delgada. “No estamos en la Tierra,” dijo con firmeza, con su voz suave y melodiosa. “No tenemos que seguir las costumbres terrestres, no
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Fragmento (Fragment) por Lafcadio Hearn Publicado en In Ghostly Japan, 1899 Traducción: Raul Ciannella ©2014
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Yoru bakari Miru mono nari to Omou-nayo! Hiru saě yumé no Ukiyo nari-kéri. No pienses que los sueños aparecen al soñador solamente durante la noche: el sueño de este mundo de dolor se nos aparece incluso durante el día. (Poema Japonés)
Las estrellas señalaban y se estremecían; y la oscuridad se hacía más profunda. “No temas, hijo mío,” dijo el Bodhisattva, guiándole: “peligro no hay ninguno, aunque el camino sea lúgubre.” Debajo de las estrellas subieron, - rápidamente, rápidamente, - ascendiendo con la ayuda de un poder sobrehumano. Altas zonas de niebla pasaron; y ellos vieron por debajo de ellos, cada vez más extenso a medida que subían, un silencioso desbordar de nubes, como la marea de un mar lechoso. Hora tras hora subían; - y formas invisibles cedían el paso a sus andar con choques suaves y ligeros; - y débiles fuegos fríos se encendían y morían a cada ruptura. Y una vez, el joven peregrino puso la mano sobre algo liso que no era de piedra, - y lo levantó, - y vio a media luz la mofa sin mejilla de la muerte. “No te detengas, hijo mío!” urgió la voz del maestro; - “¡la cumbre que debemos alcanzar es muy lejana!” A través de la oscuridad subieron, - y continuamente sintieron por debajo de ellos, esas extrañas suaves rupturas, - y vieron los fuegos helados retorcerse y morir, - hasta que la orilla de la noche se volvió gris, y las estrellas comenzaron a desvanecerse, y el este empezó a florecer. Con todo subieron, - rápidamente, rápidamente, - ascendiendo con la ayuda de un poder sobrehumano. Alrededor de ellos permanecía la fría rigidez de la muerte, - y un silencio tremendo. Una llama de oro prendió en el este. Entonces, primero a la mirada fija del peregrino, lo escarpado reveló su desnudez; - y un temblor lo agarró, - y un miedo horroroso. Porque no había ningún suelo, - ni debajo de él, ni a su alrededor, ni por encima de él, - más tan solo una pila, monstruosa e inmensa, de cráneos y fragmentos de cráneos y polvo de huesos, - con un brillar de dientes perdidos, desparramados sobre este
cúmulo, como el titilar de conchas delgadas en la resaca de una marea. “No temas, hijo mío!” gritó la voz del Bodhisattva; - “¡solo el fuerte de corazón puede ganar en el lugar de la Visión!” Detrás de ellos el mundo se había desvanecido. Nada quedó excepto las nubes abajo, y el cielo arriba, y la pila de cráneos en medio, extendiéndose más allá de sus ojos. Entonces el sol trepó con los trepadores; y no había calor en su luz, sino un frío tan cortante como una espada. Y el horror de la altura formidable, y la pesadilla de la profundidad formidable, y el terror del silencio, creció y creció, y pesó sobre el peregrino, y agarró sus pies, - de modo que toda la energía salió repentinamente de él, y gimió como un durmiente en sueños. “Apúrate, apúrate, hijo mío!” gritó el Bodhisattva: “el día es breve, y la cumbre es muy lejana.” Pero el peregrino chilló, - “¡Tengo mucho miedo! ¡Un miedo indecible! ¡y el poder ha salido de mí!” - “El poder volverá, hijo mío,” respondió el Bodhisattva. “Mira ahora por debajo de ti y por encima de ti y a tu alrededor, y dime lo que ves.” “No puedo,” gritó el peregrino, temblando y aferrándose; - “¡No oso mirar abajo! Enfrente y encima de mí no hay nada sino cráneos de hombres.” “Y sin embargo, hijo mío,” dijo el Bodhisattva, riendo suavemente, - “y sin embargo no sabes de que está hecha esta montaña.” El otro, estremeciéndose, repitió: - “¡Tengo miedo! - tengo un miedo aterrador! … no hay nada sino cráneos de hombres!“ “ES una montaña de cráneos,” respondió el Bodhisattva. “Pero sepas, hijo mío, que todos SON TÚ MISMO! Cada uno en algún momento ha sido el nido de tus sueños y desilusiones y deseos. Ni siquiera uno de ellos es el cráneo de cualquier otro ser. Todos, - todos sin excepción, - han sido tú, en los millones de tus vidas anteriores.”
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Y
era en la hora de la puesta de sol que vinieron al pie de la montaña. No había en aquel lugar ningún signo de vida, - ni muestra de agua, ni rastro de plantas, ni sombra de pájaro volador, - nada excepto desolación y más desolación. Y la cumbre se perdía en el cielo. Entonces el Bodhisattva dijo a su joven compañero: “Lo que has pedido ver, te será mostrado. Pero el lugar de la Visión es lejano; y el camino es agreste. Sígueme, y no temas: la fuerza te será dada.” El crepúsculo se abatía sobre ellos mientras subían. No había sendero marcado, ni signo de visita humana anterior; y el camino descansaba sobre una pila infinita de fragmentos caídos que rodaban y daban vueltas por debajo de los pies. A veces, una masa desprendida caía ruidosamente produciendo ecos huecos; a veces la sustancia pisada estallaba como una cáscara vacía.
Abyss (Topiel) dirigida por Wladyslaw Lenczewski en 1917. Aunque no se trate propiamente de una película de terror, el poster remite remite a una iconografía tópica de la relación entre terror y erotismo que podemos encontrar tanto en la cultura japonesa como en la occidental. Para más información sobre este tema consultar el artículo relativo en nuestro blog.
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Frontispicio para la edición de Frankenstein de1831. Fuente: Library of Utah.
CREATIVIDAD DEL MIEDO Por Raul Ciannella
La imaginación nos sirve para explicar fenómenos o experiencias que se encuentran fuera del alcance de nuestro entendimiento (de la parte racional de nuestro entendimiento), así como para controlar nuestros miedos. Asimismo, se trata de una característica innata que se manifiesta ya desde la niñez a través del juego, una actividad que, como sostiene Freud en "El creador literario y el fantaseo", es asimilable a los procesos creativos de poetas y artistas y nunca desaparece ni en el resto de los adultos, aunque la conformidad y las cargas sociales la transformen en algo diferente. “Así, el adulto, cuando cesa de jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos” (Freud, 1908, 128). Sin embargo, para algunos, incluyendo poetas y artistas, el fantasear no es vivido de manera libre y despreocupada como durante la niñez: “el adulto se avergüenza de sus fantasías y se esconde de los otros, las cría como a sus intimidades más personales, por lo común preferiría confesar sus faltas a comunicar sus fantasías”(Ibid, 129). Es más, detrás del fantaseo adulto se esconde una cierta dosis de frustración: ˝el dichoso nunca fantasea; solo lo hace el insatisfecho” (Ibid.) y, añadimos, el angustiado. ¿Por qué? El individuo, por medio de la educación y de sus experiencias familiares y sociales, aprende por un lado a conocer el mundo con la parte racional de su intelecto y, por otro lado, se conforma (más o menos adecuadamente) a unas normas de comportamiento que le permiten encajar en la sociedad. Pero, el mundo que se le depara por medio de la razón es mucho más complejo, inquietante, incontrolable y, paradójicamente, incomprensible respecto al mundo asimilado por medio del juego y la imaginación. Es, por lo tanto, más probable que quien no se adapte y no se conforme a las reglas de este otro juego sea más susceptible a utilizar el «fantaseo» para contrarrestar su frustración frente a la complejidad del mundo. Acabamos de decir que el pensamiento racional abre una puerta sobre el abismo, enseña la inmensa y
sublime continuidad que se esconde por debajo de la punta del iceberg. Se desencadena por lo tanto un juego perverso, un círculo vicioso, por el cual cuanto más aprendemos más miedos tenemos y más necesitamos el apoyo de la imaginación y el fantaseo. La hipótesis que aquí planteo es, pues, que el miedo (en todas sus formas y variaciones), elaborado por la imaginación, genera nuevos monstruos a medida que la razón y las experiencias alargan nuestros conocimientos sobre la realidad (o, mejor dicho, lo que convencionalmente entendemos por realidad). Ahora bien, si hacemos un paralelismo entre el proceso evolutivo que convierte el niño en adulto con aquello que ha conducido a la sociedad occidental antigua a su estado actual, podemos observar que en ambos casos se produce una transición paulatina tanto en la conciencia individual como en la colectiva, que va de la unidad a la fragmentación (indispensable para al conformación del yo y de la individualidad); y del mito al logos, es decir, desde la aprehensión de la realidad por medio de la imaginación y el juego hacia el conocimiento mediante la razón y las experiencias cotidianas. Por lo tanto, siguiendo con la hipótesis citada anteriormente, podríamos afirmar que a cada cambio en el campo del conocimiento se corresponde una generación de nuevos miedos relacionados a ese conocimiento y, por consiguiente, mediante la acción del fantaseo y de la imaginación creativa, la plasmación de nuevos monstruos.
EL MIEDO, EL ALMA, EL DOBLE. Claude Lecouteux afirma que el miedo primordial a la muerte (el terror y rechazo por la transitoriedad de la existencia) impulsó el ser humano a desarrollar la idea del alma, es decir, de una parte del ser que no obedece a las leyes del tiempo sino que es inmortal e incorruptible. Esta idea, sigue Lecouteux, no surge de la nada, sino que “se apoya en fenómenos a priori inexplicables, como los sueños, las premoniciones, la segunda visión, la impresión de lo ya visto y lo ya vivido” (Lecouteux, 2005) Ahora bien, al tratarse de una parte separada del cuerpo, el alma puede desprenderse de este, desplazarse a otros sitios, perdurar después de la muerte de su parte corpórea. Estas características del alma dan lugar a otra idea fundamental: la del alter ego o Doble, la cual “permite explicar muchos fenómenos de los que todos conocemos ejemplos, como la ubicuidad o la bilocación, la importancia del tema de los gemelos (Dioscuros) en las mitologías, los relatos de metamorfosis y muchas otras cosas” (Ibid.)
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La capacidad de crear seres imaginarios o sobrenaturales es una característica humana que abarca todas las culturas y todos los tiempos. Los ejemplos son incontables, desde las criaturas que pueblan los relatos mitológicos clásicos griegos y latinos, la vasta iconografía hindú, con sus miles de dioses benévolos y malvados, hasta los monstruos icónicos de la literatura romántica, como Frankenstein y Drácula.
Entre las “muchas otras cosas” de las cuales habla Lecouteux, podríamos incluir la creación de monstruos, criaturas y fenómenos, los cuales surgen directamente de esas ideas básicas, (el alma, el doble) y que la combinación con diferentes tipos de miedos contribuye a diversificar y multiplicar. Por ejemplo, hemos dicho que el miedo primordial (el miedo a la muerte) produce la idea de inmortalidad, esa idea produce la idea de alma y esta última la idea del doble. Ahora bien, si consideramos otro tipo de miedo fundamental que se origina del primordial, que es el miedo al Otro, ya tenemos cuatro ingredientes esenciales (la inmortalidad, el alma, el doble y el otro) con los cuales podemos dar vida a la gran parte de la creación monstruosa pasada y presente. Considerado así, el miedo se convierte en una verdadera fábrica de creatividad.
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Es cierto que esos cuatro elementos no son prerrogativa exclusiva de la creatividad monstruosa ya que están en la base también de mucho pensamiento religioso y mitológico, pero no es intención de esta pequeña reflexión entrar en campos que necesitarían mucho más espacio y mucha más investigación histórica, antropológica y psicológica. Además, ya existe una extensa bibliografía que analiza los orígenes comunes de mito, religión y literatura, como revelan los estudios de Mircea Eliade o Joseph Campbell. Lo que aquí me interesa es intentar trazar, a grandes pinceladas, un posible recorrido de la creatividad del miedo en la cultura occidental.
EL MITO, EL LOGOS, LO SUBLIME Hasta el surgimiento de la filosofía natural, es decir esa fase que los académicos llaman de transición del mito al logos, la criaturas monstruosas poseían naturaleza divina (Hydra de Lerna, Cerbero, Medusa etc.) o se originaban directamente de la acción de los dioses sobre si mismos o sobre los demás (metamorfosis). Esto porque no se concebía otra explicación para la existencia de cualquier fenómeno que no fuese por voluntad divina. A medida que la filosofía natural se iba imponiendo en la explicación de tales fenómenos, la imaginación también cambiaba el foco de su atención pasando del cielo a la tierra. Si la observación de la naturaleza proporcionaba respuestas a su funcionamiento, era también de la naturaleza que tenían que surgir los nuevos monstruos. Ya Aristóteles y sobre todo Plinio el viejo describían, en sus clasificaciones de los seres vivos, una serie de criaturas extraordinarias y monstruosas,
(el hombre-lobo, la Esfinge, el Ave Fénix etc.) el legado del cual constituye la base de los bestiarios medievales. Las fronteras entre ciencia e imaginación, sabiduría y superstición a menudo se solapan y se borran. Por otra parte, el mundo de las ideas Platónicas contribuye a reforzar la concepción de un mundo trascendente y perfecto, donde viven los originales incorruptibles de los cuales nosotros somos copias defectivas y perecederas. Durante el medioevo, la transmisión científica y cultural procede casi exclusivamente de los monasterios. Teología y religión trazan las líneas de investigación que la filosofía natural, la epistemología y la metafísica tienen que seguir. Platonismo y aristotelismo son utilizados para demonstrar y reforzar la idea de Dios y de sus leyes. Quien no cree en ellas se convierte en un servidor del demonio y su destino es sufrir las penas del infierno. Diablos y criaturas infernales existen, son entidades físicas reales y para no olvidarlo se llenan los retablos de las iglesias europeas. Con el Renacimiento se inaugura una nueva etapa. El foco de atención del conocimiento se traslada de Dios al ser humano. Los bestiarios medievales se convierten en bestiarios míticos que mezclan y superponen criaturas de la rediviva cultura clásica con otras exóticas y extravagantes procedentes del imaginario que proporcionan los viajes en las misteriosas tierras recién descubiertas. Los fenómenos catastróficos, adversos y fatales ya no son causados directamente por los dioses (o por Dios), aunque estas ideas nunca desaparecen del todo, sino que pueden ser controlados y manipulados por parte de individuos “expertos”. Un buen ejemplo de este cambio de concepción podría ser el de la brujería. Durante la edad media se consideraba que las brujas actuaban bajo la influencia directa del diablo y sus acólitos. Sin embargo, a partir del siglo XVI se empieza a considerar la brujería (en todas sus variantes) como un arte que, aunque secreto, hermético y en estrecha conexión con las fuerzas demoníacas, puede ser aprendido por cualquier persona que tenga acceso a él. Desde finales del siglo XVI y a lo largo del XVII asistimos a grandes cambios y trastornos a todos los niveles. Reforma luterana y contrarreforma, guerras, epidemias, hambruna hacen vacilar la idea renacentista de armonía y perfección. Luz y tinieblas se mezclan y lo feo, lo deforme, lo grotesco empiezan a asumir un valor estético. No es casual que el tratado Sobre lo sublime de
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H.P. Robinson, A galvanized corpse, 1836. Fuente: Library of Congress.
Pseudo Longino (s.I d.C.) se redescubra en el siglo XVII, sobre todo a través de la traducción de Nicolás Boileau, adquiriendo una popularidad que, en el siglo siguiente llevará a otros pensadores, entre los cuales Edmond Burke e Immanuel Kant, a tratar el mismo tema. Por otra parte, cabe tener en mente que la que comúnmente llamamos revolución científica del siglo XVII funciona más bien como una especie de zona liminal donde nuevos métodos, estrategias y descubrimientos no son todavía separados del legado medieval y renacentista. Filosofía, ciencia, medicina y religión conviven, se compenetran y se retroalimentan entre si. Sin el sustento de Dios, por ejemplo, todo los discursos de Descartes, considerado generalmente el padre de la filosofía moderna, se caen como un castillo de naipes; Newton, al cual no se puede denegar su enorme contribución a la ciencia, era también un asiduo estudioso de la alquimia y a ella dedicó muchos años1; y los tratados sobre anatomía convivían con las disertaciones sobre la resurrección de los muertos
(a propósito de los cuales presentamos un magnífico ejemplo en la pág. 86s). Asimismo, las posibilidades abiertas en el campo científico y tecnológico y los revolucionarios descubrimientos astronómicos excitaron la imaginación creativa de eruditos y escritores. Pensemos en la Nueva Atlántis (1627) de Francis Bacon, L’autre monde / El otro mundo (1657/62) de Cyrano de Bergerac o The Blazing World (1666) de Margaret Cavendish (de quien nos ocuparemos en el siguente número). El mismo Kepler escribió lo que se considera el primer relato de ciencia ficción, el Somnium sive Astronomia lunaris Joannis Kepleri, (El Sueño o Astronomía de la Luna de Johannes Kepler, 1634 [1609]). La supremacía de la razón sobre las “tinieblas” del fanatismo y de la superstición era el credo de los intelectuales ilustrados del siglo XVIII. No podía existir un estado moderno y democrático, los súbditos no podían convertirse en ciudadanos, si antes no se emancipaban a través del conocimiento, única arma
para liberarse del yugo de la ignorancia con el cual, tanto la Iglesia como la Monarquía Absoluta los tenían atados. Por otra parte, como ya he mencionado, el siglo XVIII nos facilita también reflexiones importantes sobre lo sublime. Ya Joseph Addison en Los placeres de la imaginación (1712) se pregunta: “¿cómo es que nos deleitan el terror y el abatimiento, cuando el sentirlos y aún el temerlos nos incomoda tanto en otras ocasiones?” (Addison, 1991). La cuestión es retomada por David Hume que en Sobre la tragedia (1757) examina ese inexplicable “placer que los espectadores de una tragedia bien escrita obtienen de la pena, el terror, la ansiedad, y otras pasiones que en sí mismas son desagradables e inquietantes” (Hume, 1998). Sin embargo es Edmunde Burke quien en el mismo año sistematiza sus ideas acerca del sublime en la Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello. MAMUT_62
“No hay pasión que robe tan determinadamente a la mente todo su poder de actuar y razonar como el miedo. Por consiguiente, todo lo que es terrible, en lo que respeta a la vista, también es sublime…” (Burke, 1987)
No es casual, a mi entender, que los tres autores procedan de Inglaterra, un país que en el mismo periodo estrena una forma literaria que influenciará en gran medida la literatura fantástica del siglo posterior: la novela gótica. Y tampoco es casual que a menudo las ambientaciones de estos relatos sublimes, alejados en el espacio y en el tiempo de la madre patria, coincidan con los viejos centros neurálgicos de los poderes absolutistas religiosos y temporales, «enemigos» de la nueva burguesía ilustrada. Así Remo Ceserani en Lo fantástico (1996) describe las características principales de la novela gótica: “un gusto anticuario y estético por lo que se consideraba el trasfondo histórico, el estilo y
la ornamentación de la Baja Edad Media y del Renacimiento (sobre todo italianos, de una Italia pintoresca y amanerada, tal y como era vista por una cultura nórdica y antipapista, y cuyo personaje principal era una mezcla de jesuita y Maquiavelo, de carácter diabólico, sanguinario y astuto)…”
POSITIVO, ROMÁNTICO MONSTRUO Sin embargo, en el siglo XIX la creación monstruosa cesa de ser un simple recurso para despertar sensaciones sublimes y se convierte en una proyección de inseguridades, angustias, temores al mismo tiempo que asombro y fascinación, despertados por un mundo cada vez más veloz e indomable. La ambientación de este fantaseo ya no es artificiosa y lejana en el espacio y en el tiempo, sino presente y cotidiana. Es en lo conocido y “normal” que irrumpe lo imposible y lo sobrenatural. Es el nacimiento de la literatura fantástica alimentada por la tensiones contradictorias de la mentalidad positiva y la introspección romántica. La revolución industrial, las máquinas, la teoría evolutiva, la química, el descubrimiento de la electricidad trastornan por completo las ya perturbadas certezas sobre la «realidad». Por un lado las fronteras de las habilidades humanas se amplían hasta otorgar al hombre el estatus de alter deus (o moderno Prometeo). Por otro lado, la imposibilidad de ver los límites de estas fronteras o más bien el verlas perderse en el infinito, genera sensaciones de angustia y asombro, una especie de «sublime matemático»3 de la conciencia. Frankenstein es la manifestación más clara de estos sentimientos. La “criatura” no podría nunca haber sido concebida sin el descubrimiento de la electricidad y el galvanismo4. Las criaturas mitológicas sobrehumanas ya no caben en un mundo donde los monstruos proceden directamente de nosotros y de nuestras acciones. Es la otra cara de la moneda del “progreso” que conlleva interrogantes éticos: ¿Tenemos que seguir por ese camino? ¿Nos estamos poniendo en el lugar de Dios? Se produce un cambio de paradigma pues los monstruos ya no proceden de una mentalidad anticuada y supersticiosa sino
El problema es que a pesar de las “buenas intenciones” por parte del científico, el “descubrimiento” se le puede escapar de las manos, («Creedme, Frankenstein: yo era bueno…», (Shelley, p. 29) dice el monstruo a su creador) y volverse en su contra (« Tú eres mi creador, pero yo soy tu dueño: ¡obedece!») (Shelley, p.53). Sin embargo, como podemos constatar hoy en día, la curiosidad, la vanidad y las aspiraciones humanas de convertirse en el moderno Prometeo no permiten percibir la evidencia de las posibles consecuencias catastróficas. Desde mediados del siglo XIX, las innovaciones tecnológicas, científicas, médicas y productivas, se han sucedido a ritmos vertiginosos, multiplicándose exponencialmente y multiplicando, junto con indudables beneficios, una cantidad de efectos secundarios que el inconsciente de los que fantasean han convertido en toda una serie de nuevos monstruos que se han ido añadiendo a los viejos. Pensemos por ejemplo en los superhéroes y supervillanos estadounidenses de los años treinta, fruto de experimentos y radiaciones; en los “Godzillas” japoneses, consecuencia del “miedo atómico” resultante de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. O pensemos en los nuevos Frankenstein del cine y la literatura de ciencia-ficción: replicantes como en Blade Runner, y ciborgs como en Terminator, donde la criatura tecnológica toma conciencia de si misma y se rebela contra la humanidad. O robots como en Artificial Intelligence, que desarrollan una “conciencia”, desean ser amados por los seres humanos pero son rechazados. Hoy en día el mundo parece ser más caótico que nunca. A nuevos horizontes del conocimientos se añaden nuevos retos y nuevas amenazas que no sustituyen sino se añaden a las viejas: sobrepoblación, cambio climático, escasez de recursos, big data, ingeniería genética, contaminación etc. ¿Cuáles serán los próximos monstruos?
BIBLIOGRAFÍA Addison, Joseph. 1991. Los placeres de la imaginación. Trad. J. Muñarriz. Madrid:Visor. Burke, Edmund. 1987. Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello. Trad. M. Gras. Belaguer. Madrid: Tecnos. Hume, David. 1998. La norma del gusto y otros ensayos. Trad. M.T. Beguiristáin. Barcelona: Península. Freud, Sigmund. 1908 [1907]. “El creador literario y el fantaseo”. Obras Completas. Tomo IX. Amorrortu Editores. Lecouteux, Claude, and Régis Boyer. 2005. Hadas, brujas y hombres lobo en la Edad Media: historia del doble. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta. Shelley Wollstonecraft, Mary. 1831 [1818]. Frankenstein. Consultada la versión en línea: http://www.edu.mec.gub. uy/biblioteca_digital/libros/S/Shelley,%20Mary%20-%20 Frankenstein.pdf
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de la modernidad y del progreso. Así pues Frankestein abandona su pasión por la filosofía natural de Agripa y Paracelso y se dedica completamente a la nueva ciencia.
1. El descubrimiento de la atividad alquímica de Isaac Newton es relativamente reciente.Vease a título de ejemplo el libro de Michael White, Isaac Newton:The Last Sorcerer, Perseus Books, 1999 2. Remo Ceserani, Il fantastico, Bologna, Il Mulino, 1996 (p. 99). Traducido por el autor de este artículo. 3.Véase la distinción en dos tipologías de sublime “matemática” y “dinámica” teorizada por Immanuel Kant en su Crítica del Juicio, 1790 (XXIV-XXVIII)
4. En la introducción a la segunda edición de Frankenstein de 1831, Mary W. Shelley escribe: “Byron y Shelley hablaban muy a menudo y yo los escuchaba. En una de sus conversaciones abordaron el tema de la naturaleza del principio de la vida y discutieron si existía la posibilidad de descubrirlo y comunicarlo…¿Se podría reanimar un cadáver? El galvanismo hacía pensar que quizás sí. Tal vez se podrían fabricar u obtener las diferentes partes de una criatura, ensamblarlas e insuflarles el calor vital.”
LO ATÓMICO EN LA CREATIVIDAD DE LA GUERRA: OSAMU TEZUKA Por Maria Antònia Martí Escayol
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La guerra como argumento, el debate entorno la ambigüedad de la ciencia y la tecnología y el peligro de la energía atómica configuran el trasfondo de la denominada genbaku bungaku, la literatura generada por los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. La temática, censurada entre los años 1945 y 1952, se configura con las obras literarias y poéticas de, entre otros, Sadako Kurihara (1946), Tamiki Hara (1947), Ōta Yōko (1948), Sankichi Tôge (1951), Kenzaburô Ôe (1962), Ibuse Masuji (1965), Kyōko Hayashi (1967) y Akiyuki Nosaka (1967). El tema también inspiró argumentos en el género del manga, el primero en abordarlo es Pikadon Nii-san (El hermano Pikadon, 1951) de Bontaro Shaka, pero no es hasta Bikini: Shino-Hai (La lluvia radioactiva en Bikini, 1954) de Kaoru Hanano cuando se expone lo nuclear como una amenaza. No obstante esta obra es una excepción pues, si bien los autores mantienen la memoria de la tragedia, se sirven del ataque como un mero contexto argumental apolítico y acrítico y lo transforman en un fenómeno natural o un mero telón de fondo para cuentos románticos que permite describir bien víctimas masculinas caracterizadas como seres marginados y amenazantes, bien víctimas femeninas pasivas y desvalidas (Masashi Ichiki 2011). En el manga no será hasta la obra autobiográfica de Keiji Nakazawa, Hadashino Gen (Gen de pies descalzos, 1973-1974) cuando los ataques con bomba atómica se plasmen con toda su crudeza y con una clara
voluntad de denuncia. Esta obra se convirtió en todo un estandarte para el recuerdo del suceso y se perpetuó con las traducciones y actividades paralelas al libro impulsadas por el “Proyecto Gen”, formado por un grupo de voluntarios que tenían como objetivo difundir el mensaje del libro. Tanto la guerra como lo atómico también impregnan toda la trayectoria profesional del mangaka Osamu Tezuka. Cuatro años después de los ataques con bomba atómica contra Hiroshima y Nagasaki publica Metoroporisu [メトロポリス] (Metrópolis, 1949), donde el protagonista es un ser creado con el “Omatanium”, un metal radioactivo. En las últimas palabras de este libro un personaje propone una de las líneas transversales que marcarán toda la producción del autor, el carácter ambiguo de la ciencia y de la tecnología: “Me pregunto si llegará el día en que irónicamente la raza humana acabe extinguiéndose por culpa del desarrollo sin fin de la ciencia”. En 1951, el año de la firma del tratado de paz entre Japón y Estados Unidos Osamu Tezuka publica Ambassador Atom, donde aparece el esbozo de quien será el protagonista de su serie más emblemática Tetsuwan Atom [鉄腕アトム] (Astroboy, 1952-1968). En sus inicios el niño-robot es un símbolo del camino hacia la madurez democrática de Japón, es un embajador del tratado de paz (Ōtsuka Eiji 2008). En 1952, cuando
padres y los hijos (al respecto, Osamu Tezuka estudió medicina siguiendo la voluntad de su padre y su carrera como mangaka constituye, en sí misma, un símbolo de la posibilidad de romper con el destino asignado). En Japón el robot como personaje protagonista extiende sus raíces a las primeras décadas del siglo XX, cuando se convierte en uno de los ejes argumentales de la literatura. En efecto, en un contexto de gran desarrollo tecnológico se populariza el tema del jinzô ningen (humanos artificiales) y en las historias de autores como Niou Mizushima, Ranpô Edogawa, Jûza Unno o Kyūsaku Yumeno los seres artificiales son seres ambiguos percibidos por sus otros (los humanos) con sentimientos situados entre la atracción (pueden convertirse en héroes al superar las limitaciones físicas del ser humano) y el temor (son seres imprevisibles, sin “humanidad”, pueden ser armas de destrucción o una fuerza de trabajo competidora de la mano de obra humana). En definitiva, en la literatura el robot permite cuestionar en qué medida cada individuo tiene control de su propio cuerpo, de su mente y de su destino (Nakamura, 2002).
En 1951 Osamu Tezuka publica Kitaru beki sekai [来るべき世界] (El próximo mundo) donde la amenaza nuclear sigue siendo el contexto argumental de una obra inspirada en las pruebas nucleares en Micronesia y en el contexto bélico de la Guerra de Corea (1950-1953). En la obra, los Fumoon, una especie mutante originada por las pruebas nucleares, son expuestos ante la Conferencia Internacional de Energía Atómica como el testimonio de los peligros de esta energía. En 1953 publica 38 Do Senjou no Kaibutsu [38 度線上の怪物] (El monstruo del paralelo 38) una parodia del uso de los films propagandísticos exhibidos durante la guerra y en 1957 en la obra Fukugan majin [複眼魔 人] (El diablo con múltiples ojos), describe la tragedia de los bombardeos de Tokio a través del personaje de A-bō, quien al perder la vista por Viñeta de "E ga Shindeiru!" (1975) de la serie Black Jack de Osamu Tezuka. los bombardeos adquiere el
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termina la ocupación americana, el autor desarrollará la personalidad del personaje, la de un niño-robot que obtiene sus poderes de la energía atómica y tiene como objetivo ayudar a la humanidad aunque la misma energía que lo active sea una amenaza para el planeta. Así se refleja claramente en el episodio Sango shou no bouken [サンゴ礁の 冒険] (Aventura en los arrecifes de coral, 1954) donde las pruebas nucleares en el Pacífico con bombas de hidrógeno provocan mutaciones, malformaciones y muertes en animales. Este argumento se inspira en las pruebas en las islas Marshall y en concreto en la contaminación del pesquero Lucky Dragon no. 5, el incidente que inspiró el monstruo de la película Godzilla y provocó la emergencia de los movimientos anti-nucleares en Japón. Con Astroboy el autor profundiza en el análisis de la relación entre la humanidad con la ciencia y la tecnología y profundiza en el debate iniciado en sus primeras obras entorno el sentido de la identidad humana y el alcance de la libertad individual. A lo largo de su publicación se releva como Astroboy es creado con un objetivo: ser una arma de destrucción. Y esta función otorgada como “objeto construido” determina su identidad y le niega la libertad individual. El personaje se convierte, en un nivel político, en una representación de las relaciones entre Japón y Estados Unidos; en un nivel ambiental de las relaciones de la humanidad con su entorno; y, en un nivel personal, de las relaciones entre los
poder de ver lo que es oculto para otros.
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Los peligros de la guerra, de la carrera armamentística de la guerra fría, de la radiación y de la dependencia tecnológica siguen presentes en las historias de ciencia ficción publicadas en los sesenta. En Nanbaa 7 [ナンバー7] (Número 7), serie iniciada en 1961 y finalizada en 1963, el año de la firma del Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares, la guerra nuclear del año 2061 destruye una Tierra convertida en una jungla radioactiva habitada por monstruos mutantes mientras un grupo de humanos sobrevive en una isla flotante. La guerra nuclear y la lucha entre diferentes ordenadores destruye la superficie terrestre en el episodio Miraihen [未来編] [El futuro] de la serie Hi no tori [火の鳥] (El Fénix, 1967-68). En el episodio Futari wa kuki no soko ni [二人は空気の底に] (La pareja bajo el aire) de la recopilación Kuki no soko [空気の底] (Bajo el aire), finalizada en torno los años de las conversaciones bilaterales entre Estados Unidos y la Unión Soviética, un misil polinuclear extiende una dosis letal de plutonio que extermina la humanidad excepto a dos niños protegidos por una cápsula espacial. Y en el episodio Neko no chi [猫の血] (La sangre del gato), de la misma recopilación, un misil nuclear chino causa 3.200.000 muertes en Tokio. En los años setenta el autor escribe experiencias de la guerra, de la posguerra y del legado de la ocupación americana en obras como Kami no Toride [紙の砦] (El fuerte de papel, 1974), Sukippara no burūsu [すきっ腹 のブルース] (El blues del hambriento, 1975), Ayako [奇子] (Ayako, 1972-73) y MW [ムウ] (MW, 1976-78) (Natsu Onoda Power 2009; Benjamin Evan Whaley, 2012). Detengámonos en la denuncia de la degradación del paisaje expuesta en el episodio de la serie de temática médica Burakku Jakku [ブラック・ジャック] (Black Jack, 1973-1983) titulado Fuhatsudan [ 不発弾] (Bombas que no han estallado, 1976). En este capítulo una isla es un cementerio de bombas todavía sin explotar del ejército de los Estados Unidos, una metáfora de la huella indeleble de la guerra sobre el territorio y sobre distintas generaciones aún después de terminar un conflicto bélico. Ésta es la isla donde de niño Black Jack sufrió grandes traumas y la razón por la que, Black Jack invierte parte de su dinero en una isla desierta
para preservar su naturaleza intacta, como se explica en el episodio Takarajima [宝島] (La isla del tesoro, 1975). La historia se publica cuatro años después que Estados Unidos devolviese la isla de Okinawa a Japón, donde todavía quedaban centenares de toneladas de munición sin explotar y donde en 1974 una de ellas causó la muerte de cuatro personas. Lo que transportan estas bombas desde el pasado es el recuerdo de un hecho trágico y su persistencia son una denuncia de lo definido por Kenzaburo Oé como la ambigüedad de un Japón construido, después de la Segunda Guerra Mundial, a partir del pacifismo de la Constitución de 1947 y de los tres principios antinucleares de 1967 en paralelo a la alianza militar con Estados Unidos y a los pactos de introducción de armas nucleares en Okinawa (Kenzaburô Ôé 1995, 2011). Otro ejemplo de inspiración atómica es el episodio E ga Shindeiru! [絵が死んでいる!] (La pintura está muerta, 1975), de la serie Black Jack, donde el personaje protagonista, Gxan, enferma por unas pruebas nucleares realizadas en la isla donde vive y dedica sus últimos días de vida a pintar el infierno de la radiación y así liberar su angustia interior y dejar para la posteridad una constancia de los horrores de lo nuclear. En la pintura final de Gxan los colores y las violentas líneas en espiral que representan la radiación reproducen la inestabilidad del ánimo y la necesidad de descargar la frustración interior. Gxan muestra la rabia interior en un cielo nuclear que envuelve a humanos y animales quienes abrumados por el poder atómico e incapaces de superar la angustia se retuercen al ritmo de la explosión y la radiación y serpentean con una fuerza incontrolable. El personaje de Gxan a través del arte de la pintura y el autor Osamu Tezuka a través de la palabra y el dibujo construyen una memoria. En esta creación, como en toda narración del pasado desde el presente, la vida no solo se refleja sino que sobretodo se transforma y desea transformar a quien observa. Y, por último, la persistencia de la guerra también se trata en el argumento del episodio de Burakku Jakku titulado Roujin to taiboku [老人と大木] (El anciano y el gran árbol, 1976). Aquí un hombre octogenario lucha para salvar de la tala a un árbol que se encuentra al borde de la muerte por la polución. El árbol actúa como símbolo de Japón. El árbol, como el
En Japón, el discurso nuclear se reavivó con la catástrofe en Fukushima de marzo del 2011 y tuvo en el mangaka Keiji Nakazawa una de las voces más activas. El autor expuso los paralelismos entre 1945 y 2011 respecto a la estigmatización de la víctima tanto por el miedo al contagio como por la incomodidad del recuerdo y reivindicó el poder de la cultura y la responsabilidad del intelectual en la creación de una memoria, un discurso también desarrollado por autores como Haruki Murakami (2011) y Kenzaburô Ôé (2011).
Bibliografía Ichiki, Masashi, “Embracing the victimhood: a history of a-bomb manga in Japan”, IJAPS, 7, 3, número especial, 2011. Ôé, Kenzaburô, Japan, the Ambiguous, and Myself: The Nobel Prize Speech and Other Lectures, Nueva York, Kodansha International, 1995 Ôé, Kenzaburô, “Nous sommes sous le regard des victims”, Le Monde, 17 marzo 2011, p. 8 Murakami, Haruki, “Somiadors “poc realistes”. Discurs d’acceptació del XXIII Premi Internacional Catalunya, Generalitat de Catalunya, 2011. Keiji Nakazawa (1973-1974), Barefoot Gen, San Francisco, Last Gasp of San Francisco, 2005. Onoda Power, Natsu, God of comics: Osamu Tezuka and the creation of post World War II manga, Jackson, University Press of Mississippi, 2009. Tezuka, Osamu: 38 do senjō no kaibutsu [ 38度線上の怪物 本 編] (El monstruo del paralelo 38), Tezuka Osamu manga zenshu.Vol. 35-37. Tokyo, Kodansha, 1977. Aporo no uta [アポロの歌] (El canto de Apolo), 1970, Tezuka Osamu manga zenshu.Vol. 35-37. Tokyo, Kodansha, 1977. Burakku Jakku [ブラック・ジャック] 19731983 Tokyo, Akita Shoten, 1974-1995 (edición en castellano: Black Jack, Barcelona, Glénat, 20062009, 17v)
Fukugan majin [複眼魔人] (Multiple Eyed Devil), 1957, Tezuka Osamu manga zenshu, vol. 276, Tokyo, Kōdansha, 1983. Hi no tori [火の鳥] 1967-68 (edición en castellano: Fénix. El futuro, I, 5-7, Barcelona, Planeta de Agostini, 2001-02) Kami no Toride [紙の砦] (The Fort of Paper) 1973, Tezuka Osamu manga zenshu, vol. 274, Tokyo, Kōdansha, 1977. Kirihito sanka [きりひとの讃歌] 1970-1971. Tezuka Osamu manga zenshu, vol. 31-14. Tokyo: Kōdansha, 1977 (Edición en castellano: Oda a Kirihito, Toledo, Otaku-Land Distribuciones, 2004. 2 vol.) Kitaru beki sekai [来るべき世界] 1951 (edición en castellano: Next World, Barcelona, Glénat, 2008) Kuki no soko [空気の底] 1968-1970 Tezuka Osamu manga zenshu.Vol. 264, Tokyo, Kōdansha, 1982 (edición en castellano: Bajo el aire, Palma de Mallorca, Dolmen, 2008) Metoroporisu [メトロポリス] 1949 Tezuka Osamu manga zenshu.Vol. 44. Tokyo: Kōdansha, 1979 (edición en castellano: Metrópolis, Barcelona, Glénat, 2004 MW [ムウ] (1976-78) (edición en castellano: MW, Barcelona, Planeta de Agostini, 2005. Nanbaa 7 [ナンバー7] [Number 7], Hinomaru. 1961-1963 Ni no tori. Fukkatsu-hen [火の鳥] 1970-71 (edición en castellano: Fénix. Resurrección, vol. III, 1-2, Planeta de Agostini, 2004) Sukippara no blues, 1975, Tezuka Osamu manga zenshu, vol. 274, Tokyo, Kōdansha, 1983. Tetsuwan Atomu [鉄腕アトム] 1952-1968 Tezuka Osamu manga zenshu.Vol. 221-238. Tokyo, Kōdansha, 1979-1981 (edición en castellano: Astroboy, Barcelona, Glénat, 2002-2012)
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país, sufre y vence el terremoto de 1923 y los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y, sin embargo, es incapaz de sobrevivir a los gases tóxicos emitidos en el medio urbano.
#3 CUÉNTAME UN CUENTO ANTES QUE EL MUNDO SE
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Donde os presentamos obras textuales y artísticas relacionadas más o menos directamente con el mundo de la tradición oral y de la literatura popular. Aquí acogeremos cuentos de hadas, leyendas y fábulas; ilustraciones y pinturas; textos antiguos y modernos; obras fieles a la tradición o que mantienen con ella una postura crítica o paródica. En fin, todo lo que se nos ocurra.
MAMUT_69 John Bauer (1882 - 1918). Acuarela para el libro de cuentos infantiles Among pixies and trolls (Entre gnomos y duendes) de Walter Stenström, 1915.
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MAMUT_71 Víktor Vasnetsov (1848-1926):La princesa durmiente (Спящая царевна), 1900-1926.
La Reina de Quok The Queen of Quok por Frank Baum publicado en American Fairy Tales, 1901 Traducción: M. A. Martí Escayol ©2014
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abía una vez un rey que murió, como tienen tendencia a hacer los reyes, por afectarle tanto el no respirar como afecta al resto de los mortales. Ya iba siendo hora que este rey abandonase su vida en la tierra, porque había vivido de una manera dramáticamente despilfarradora, y sus súbditos podían prescindir de él sin ningún problema. Su padre le había dejado un tesoro completo, con gran cantidad de dinero y de joyas. Pero el necio rey recién fallecido gastó cada uno de los centavos llevando una vida desenfrenada. Y después gravó con impuestos a sus súbditos hasta llevar a la mayoría de ellos a la indigencia, y también todo este dinero desapareció gastado con una vida desenfrenada. Después vendió todos los grandes muebles antiguos del palacio; todas las bandejas, tacitas y figuritas de oro y plata; todas las lujosas alfombras y mobiliario e incluso su propio vestuario, quedándose sólo con un apolillado manto de armiño para cubrir su raído vestido. Y se gastó todo el dinero para seguir viviendo desenfrenadamente. No me pidas que explique qué es vivir desenfrenadamente. Sólo sé, de oídas, que es una manera excelente de deshacerse del dinero. Y esto es lo que consiguió el rey derrochador. Después sacó todas las magníficas joyas de la corona
real y de la redonda bola de la parte superior de su cetro, las vendió y gastó el dinero. Llevando una vida desenfrenada, por supuesto. Pero, al final, se le acabaron los recursos. No podía vender su propia corona, porque solamente el rey tenía derecho a usarla. Tampoco podía vender su palacio real, porque solo el rey podía vivir allí. Y así, finalmente, se encontró dentro de un palacio vacío, con solo una gran cama de caoba donde dormía, un pequeño taburete donde se sentaba para quitarse los zapatos y el manto de armiño apolillado. En este punto se vio obligado a pedir prestada de vez en cuando alguna moneda de diez centavos a su consejero jefe, con la que podía comprar un bocadillo de jamón. Y el consejero jefe no tenía demasiados centavos. Quien había aconsejado tan neciamente a su rey era igualmente capaz de arruinarse a sí mismo. Así que el rey, no teniendo nada más para vivir, murió repentinamente y dejó a un hijo de diez años de edad como heredero de un reino desmantelado, de un manto apolillado y de una corona sin joyas. Nadie envidiaba al niño, en quien apenas nadie había reparado hasta que se convirtió en rey. Entonces fue reconocido como alguien de cierta importancia, y los políticos y los parásitos, encabezados por el consejero jefe del reino, se reunieron para determinar qué se podía hacer por él.
privilegio de casarse con el pequeño rey que se decidió ponerlo a subasta, para conseguir que la máxima suma de dinero pudiese llegar al reino. Así que el día señalado se reunieron en palacio las candidatas de los reinos circundantes, desde Bilkon, Mulgravia, Junkum e incluso de tan lejos como de la república de Macvelt. El consejero jefe llegó a palacio temprano por la mañana y lavó la cara del rey y le peinó; y después rellenó el interior de la corona con papel de un periódico viejo para estrecharla para que encajara en la cabeza de su majestad. Era una corona triste de ver, con tantos agujeros en lugar de las joyas; y que había sido descuidada y golpeada por todos los lados hasta quedar estropeada y sucia. De todos modos, como dijo el consejero jefe, era la corona real, y lo apropiado era que la luciese en una ocasión tan solemne como la de su propia subasta. Como todos los chicos, sean reyes o pobres, su majestad había rasgado y ensuciado su único vestido, tanto que era casi impresentable; y no tenía dinero para comprar uno nuevo. Así que el consejero colocó el viejo manto de armiño alrededor del rey y lo sentó sobre el trono en medio de la cámara vacía. Y a su alrededor estaban todos los cortesanos y políticos y parásitos del reino, formados por gente demasiado orgullosa o demasiado perezosa para trabajar. Había muchos de ellos, puede usted estar seguro, y hacían una gran impresión. Entonces se abrieron las puertas de la cámara de audiencias y las saludables señoritas que aspiraban a ser la reina de Quok entraron en tropel. El rey las miró con ansiedad y pensó que todas y cada una de ellas eran lo suficiente mayores como para ser su abuela, y lo suficiente feas como para espantar los cuervos de los reales campos de maíz. Y perdió todo interés en ellas. Pero las ricas señoritas ni siquiera miraron al pobre pequeño rey sentado sobre su trono. Todas ellas rodearon al consejero jefe, que hacía de subastador. “¿Cuánto se me ofrece para la corona de reina de Quok?” preguntó el consejero en voz alta. “¿Dónde está la corona?” preguntó una vieja quisquillosa quien recientemente habia enterrado su noveno marido y habia heredado varios millones. “Ahora no hay ninguna corona,” explicó el consejero jefe, “Pero quien apueste más alto tendrá el derecho de llevar una, y entonces se la podrá comprar.” “Oh,” dijo la quisquillosa vieja dama. “Ya veo.” Entonces añadió: “Yo ofrezco catorce millones.” “¡Catorce mil millones!” gritó una mujer de aspecto agrio alta y delgada y con arrugas en toda la cara “Como una manzana escarchada,” pensó el rey. La puja se aceleró e intensificó y el ánimo de los enpobrecidos cortesanos subía a medida que la suma empezaba a rozar los millones. “Después de todo, el rey nos va a aportar una buena
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Estas gentes habían ayudado al rey a vivir de manera desenfrenada mientras tenía dinero, y ahora eran pobres y demasiado orgullosos para trabajar. Así que intentaron idear un plan para llevar más dinero hasta el tesoro del pequeño rey, allí donde les sería más cómodo coger todo lo que querían. Al terminar la reunión el consejero jefe se acercó al joven rey, quien estaba jugando a la peonza en el patio y dijo: “Su majestad, hemos pensado en una manera de devolver al reino su antiguo poderío y magnificiencia” “Muy bien”, respondió su majestad, despreocupadamente. “¿Cómo lo haréis?” “Casándole con una dama muy rica”, respondió el consejero. “¡Casándome!”, exclamó el rey. “¿Por qué? ¡Sólo tengo diez años!” “Lo sé, es lamentable. Pero su majestad crecerá y los asuntos del reino exigen que usted se case.” “¿No podría casarme con una madre?” preguntó el pobre joven rey, quien había perdido a su madre siendo un bebé. “Por supuesto que no”, respondió el consejero. “Casarse con una madre es ilegal; casarse con una mujer es lo correcto y lo apropiado.” “¿No puedes casarte tu?”, preguntó su majestad, tirando la peonza a los pies del consejero jefe y riéndose al verle saltar para esquivarla. “Déjeme explicarlo,” dijo el otro. “Usted no tiene ni un centavo en el mundo, pero tiene un reino. Hay muchas mujeres ricas que estarían encantadas en dar sus riquezas a cambio de una corona de reina… Aunque el rey no sea más que un niño. Así que hemos decidio que aquella que puje más alto podrá convertirse en la reina de Quok.” “Si no hay más remedio que me case,” dijo el rey, después de pensar un momento, “Prefiero casarme con Nyana, la hija del armero.” “Es demasiado pobre”, respondió el consejero. “Su dientes son perlas, sus ojos son amatistas, y su pelo es de oro,” declaró el pequeño rey. “Cierto, su majestad. Pero tenga en cuenta que la riqueza de su mujer debe utilizarse. ¿Cómo luciría Nyana después de haberle quitado sus dientes de perlas, arrancarle sus ojos de amatistas y afeitado su cabeza de oro?” El muchado se estremeció. “Haz lo que debas”, dijo desesperado. “Solamente procura que la dama sea lo más bonita posible y una buena compañera de juegos.” “Lo haremos lo mejor que podamos,” respondió el consejero jefe, y se marchó para anunciar entre los reinos colindantes que se buscaba esposa para el niño rey de Quok. Se presentaron tantas candidatas para conseguir el
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cantidad de dinero,” susurró uno a su compañero, “y entonces tendremos el placer de ayudarle a gastarlo.” El rey empezó a angustiarse. Todas las mujeres que parecían tener buen corazón o ser agradables habían parado de pujar por falta de dinero, y la vieja dama delgada, con las arrugas parecía determinada a conseguir la corona a cualquier precio, y con ella al muchacho como marido. Esta anciana criatura finalmente se entusiasmó tanto que se le regiró la peluca en la cabeza y le saltaron los dientes postizos, lo que horrorizó mucho al pequeño rey; pero ella no se rendía. Finalmente el consejero jefe cerró la puja gritando: “¡Adjudicado a Mary Ann Brodjinsky de la Porkus por tres millones, novecientos mil seiscientos veinticuatro dolares y dieciséis centavos!”. Y la quisquillosa anciana mujer pagó el dinero en efectivo y en el acto, lo que demuestra que esto es un cuento de hadas. El rey estaba tan conmocionado ante la idea de tener que casarse con esta criatura horrible que empezó a gemir y a llorar; con lo cual la mujer le dio unos buenos puñetazos en las orejas. Pero el consejero le reprendió por castigar a su futuro marido en público, diciendo: “Todavía no te has casado. Espera hasta mañana, después de la boda. A continuación puedes abusar de él tanto como desees. Pero por ahora preferimos que la gente piense que es un matrimonio por amor.” El pobre rey durmió muy poco esa noche, tan lleno de terror estaba hacia su futura esposa. No podía evitar pensar que prefería casarse con la hija del armero, que era de su misma edad. Dio vueltas encima de su dura cama hasta que la luz de la lluna entró por la ventana y se quedó como un gran lienzo blanco sobre el suelo desnudo. Por último, girándose por enésima vez, su mano golpeó contra un resorte secreto de la cabecera de la cama de caoba, y de inmediato, con un golpe seco, un panel se abrió. El ruido obligó al rei mirar hacia arriba y, viendo el panel abierto, se puso de puntillas y, llegando a dentro, sacó un papel doblado. Tenía varias hojas sujetas entre sí como un libro, y sobre la primera página estaba escrito: “Cuando algo al rey quiere fastidiar Esta hoja debe doblar Y tirarla al fuego Para obtener el deseo” Esto no era muy buena poesía, pero cuando el rey lo leyó a la luz de la lluna sintió una gran alegría. “Sin duda tengo problemas”, exclamó; “así que voy a quemarlo, y a ver lo que pasa.” Arrancó la hoja y puso el resto del libro en su escondite secreto. Después, doblando el papel en dos, lo colocó encima de su taburete, encendió una cerilla y le prendió fuego. Hizo un borrón horrible para ser un trozo de papel
tan pequeño, y el rey se sentó al borde de la cama y lo miró con impaciencia. En cuanto el humo se disipó se sorprendió al ver, sentado encima del taburete, un redondo hombrecito, con brazos y piernas cruzadas, sentado tranquilamente frente el rey y fumando con una pipa de brezo negro. “Bueno, aquí estoy,” le dijo. “Ya veo,” replicó el pequeño rey. “Pero ¿Cómo has llegado aquí?” “¿No quemaste el papel?” preguntó el redondo hombrecito, a modo de respuesta. “Sí, lo hice”, reconoció el rey. “Entonces tienes problemas, y yo he venido para ayudarte a solucionarlos. Soy el Esclavo del Bastidor de Cama Real.” “¡Oh!” dijo el rey. “No sabía que había uno.” “Tu padre tampoco lo sabía, o no habría sido tan tonto como para vender todo lo que tenía para conseguir dinero. Por cierto, ha sido una suerte que no vendiera el armazón de esta cama. Ahora, pues ¿Qué quieres?” “No estoy seguro de lo que quiero”, contestó el rey; “pero sé lo que no quiero, no quiero la vieja mujer que se va a casar conmigo.” “Eso es bastante fácil,” dijo el Esclavo del Bastidor de Cama Real. “Todo lo que necesitas hacer es devolverle el dinero que pagó al consejero jefe y declarar nula la apuesta. No tengas miedo. Eres el rey y tu palabra es la ley.” “Sin duda”, dijo su majestad. “Pero estoy muy necesitado de dinero. ¿Cómo viviré si el consejero jefe devuelve el dinero a Mary Ann Brodjinski?” “!Uhhh! Eso es bastante fácil”, respondió de nuevo al hombre y, poniéndose la mano en el bolsillo sacó y arrojó al rey una bolsa de cuero pasada de moda. “Guarda esto,” le dijo, “y siempre serás rico, puedes sacar de la bolsa tantas monedas de plata de veinticinco centavos como desees, una cada vez. No importa cuantas veces tomes una, inmediatamente aparecerá otra en su lugar.” “Gracias,” dijo el rey con gratitud. “Me has hecho un favor insólito, ahora voy a tener dinero para mis necesidades y no estaré obligado a casarme con nadie ¡Mil gracias!” “No hay de qué”, respondió el otro, fumando lentamente de su pipa y observando el bucle de humo a la luz de la luna. “Estas cosas son fáciles para mi. ¿Es eso todo lo que quieres?” “De momento si” le respondió el rey. “Entonces, por favor, cierra este panel secreto en el bastidor,” dijo el hombre; “el resto de hojas del libro pueden serte de utilidad algun día.” El chico subió a la cama como antes y cerró la obertura de manera que nadie más pudiera descubrirlo. Después se volvió hacia su visitante, pero el Esclavo del Bastidor de Cama Real había desaparecido.
devolvería el dinero, le cogió un arrebato de cólera y golpeó las orejas del consejero jefe tan brutalmente que le ardieron durante casi una hora. Pero le siguió hasta la sala de audiencias, donde pidió que se le devolviese el dinero gritando, demandando también los intereses generados durante aquella noche. “El consejero ha perdido tu dinero,” dijo el niño rey, “pero él te devolverá cada penique de mi bien privado. Me temo, sin embargo, que está obligado a hacerlo en monedas pequeñas.” “Eso no importa,” dijo ella, mirando al consejero con ceño fruncido, como si quisiera llegar de nuevo a sus orejas “no me importa quan pequeñas sean las monedas mientras que se me devuelva cada penique que me pertenece, y los intereses ¿Dónde están? “Aquí”, contestó el rey, entregándole al consejero la bolsa de piel. “Está todo en cuartos de plata y debe ser sacado de la bolsa de uno en uno; pero hay un montón para pagar las demandas, y de sobra”. Así que, no habiendo sillas, el consejero se sentó en el suelo en un rincón y comenzó a contar los veinticinco centavos de la bolsa, una a una. Y la anciana mujer se sentó frente él y tomó cada pieza de dinero de la mano. Era una gran suma de dinero: tres millones novecientos mil seiscientos veinticuatro dólares y dieciséis centavos. Y tardaron cuatro veces más que si se tratara de monedas de un dolar para alcanzar esa suma. El rey los dejó allí sentados y se fue a la escuela y, a menudo, interrumpía al consejero el tiempo suficiente para sacar de la bolsa el dinero necesario que necesitaba para reinar de manera digna y adecuada. Esto retrasaba la cuenta pero como de todas maneras era un trabajo largo, no importaba. El rey creció y se hizo un hombre y se casó con la bella hija del armero y ahora tienen dos niños adorables. De vez en cuando van a la gran sala de audiencias del palacio y dejan a sus hijos ver al anciano canoso consejero contando las piezas de veinticinco centavos y a la anciana marchita que observa todos sus movimientos para que no la engañe. Es una gran cantidad, tres millones novecientos mil seiscientos veinticuatro dólares y dieciséis centavos en monedas de veinte y cinco centavos. Pero de esta manera es como se castigó al consejero por ser tan descuidado con el dinero de la mujer. Y así es como Mary Ann Brodjinski de la Porkus también fue castigada por querer casarse con un rey de diez años con el fin de coronarse reina de Quok.
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“Ya me lo esperaba,” dijo su majestad; “lamento que no esperase para decirle adiós.” Con el corazón aligerado y una sensación de gran alivio el niño rey colocó la bolsa de cuero debajo de la almohada, se metió dentro de la cama y se durmió de nuevo profundamente hasta la mañana siguiente. Cuando salió el sol su majestad tambien se levantó, fresco y confortado, y la primera cosa que hizo fue llamar al consejero en jefe. Este poderoso personaje llegó con semblante abatido y triste, pero el chico estaba tan eufórico con su propia fortuna que no lo notó. Le dijo: “He decidido no casarme con nadie, porque acabo de encontrar toda una fortuna para mi. Así que te ordeno que devuelvas a esa vieja mujer el dinero que pagó por el derecho a coronarse como reina de Quok. Y haz una declaración pública conforme la boda no se celebrará.” Oyendo esto el consejero empezó a temblar, porque vio que el joven rey estaba decidido a reinar; y pareció sentirse tan culpable que su majestad preguntó: “¡Bueno! ¿Cuál es el problema ahora?” “Señor,” replicó el desgraciado, con voz temblorosa, “No puedo devolver el dinero a la mujer, ¡lo he perdido!” “Perdido” gritó el rey, entre lo pasmado y lo rabioso. “Así es, su majestad. En mi camino de regreso a casa después de la subasta de anoche me detuve en la farmacia para conseguir unas pastillas de potasa para mi garganta, que se había secado y quedado ronca de tanto hablar en voz alta; y su majestad admitirá que fueron mis esfuerzos los que indujeron a la mujer a pagar tanto dinero. Bien, entrando en la farmacia dejé el paquete con el dinero tirado en el asiento de mi carruaje, y cuando salí ya había desaparecido. También había desaparecido el ladrón.” “¿Llamaste a la policia?” preguntó el rey. “Si, pero la patrulla se encontraba en otra manzana, y aunque me prometieron buscar al ladrón tengo pocas esperanzas en que algun día lo encuentren.” El rey suspiró. “¿Qué devemos hacer?” preguntó. “Me temo que deverá casarse con Mary Ann Brodjinski,” contestó el consjero jefe; “a menos que, claro está, ordene al verdugo que le corte la cabeza.” “Esto sería un error,” declaró el rey. “La mujer no debe ser lastimada. Solo debemos devolverle el dinero, no me voy a casar con ella de ninguna manera.” “¿Es esta fortuna privada que mencionaste lo suficientemente grande como para devolverle el dinero?” preguntó el consejero. “Pues sí,” dijo el rey, pensativamente, “pero llevará algún tiempo hacerlo, y esa será tu tarea. Trae a la mujer aquí.” El consejero fue a buscar a Mary Ann, quien, cuando oyó que no se convirtiría en reina pero que se le
El miedo
“La por”. Calendari Català de l’any 1876 (1876) : 75
Estaba un día paseando la Vida por los alrededores de una gran ciudad cuando vio venir de lejos un fantasma dirigiéndose a la ciudad. Cuando lo tuvo cerca le preguntó: “¿Quien eres?” “Soy la peste.” Contestó el fantasma. “¿Donde vas?” MAMUT_76
“A la ciudad.” “¿A qué?” “A matar quince mil personas.” “¿Seguro que han de morir?” “Si, así está dispuesto.” “Si es así, ve. Pero no mates ni a uno más.” Al cabo de un mes se encontraron de nuevo la Vida y la Peste, y la Vida le pregunta: “¿Vienes de la ciudad?” “Si.” “¿Que has hecho?” “He muerto a quince mil personas.” “Mentira… han muerto treinta mil.” “Es verdad. Pero yo he muerto a quince mil, el resto ha muerto de miedo.” Imagen: Peter Bruegel el viejo. El triunfo de a muerte. 1562. (Detalle)
El cólera
“Lo cólera”. Un tros de paper, núm. 13 (13 d’agost, 1865) : 2
En un pueblo cerca de Barcelona cogieron tanto miedo al cólera que situaron guardias en todos los alrededores. Al cabo de un rato se les presentó no un vecino de la ciudad, que era lo que más temían, no, se presentó el mismo cólera en persona. “¡Vete!”
“¡Fuera bruto!” Y todos le apuntaban con escopetas. “Dejadme entrar, solo he de matar a tres.” “¡Fuera! Y si te acercas no comes nunca más malecs.” “Si no me dejáis entrar será peor porque cuando no os deis cuenta entraré y os mataré a todos.” Esto alertó a los guardias y al final dijeron: “¿De verdad que sólo matarás a tres?” El cólera encolerizó cuando dudaron de su palabra. Y contestó que si. “Pues entra.” Y al día siguiente todo el pueblo había muerto. Los guardias, viendo tal locura, citan el cólera y el alcalde y algunos testigos le preguntan: “¿Cómo es que no has cumplido tu palabra?” “Si señores, yo solo he matado a tres, el resto ha muerto de miedo.”
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“¡Lejos de aquí!”
#4 SALEN DE LA MAMUT_78
O S C U R I DA D
Ilustración: elaboración digital por Raul Ciannella del grupo escultórico "The Awakening" realizado por J. Seward Johnson Jr. en 1980.
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Donde os proponemos cuentos de autores ¡EMERGENTES! Este es el espacio dedicado a las obras inéditas, a los escritores desconocidos o poco publicados y a los textos extranjeros contemporáneos traducidos por nosotros. Aquí acogemos también vuestros cuentos, vuestras historias y vuestras pesadillas.
David y el Objeto sin Nombre por Raul Ciannella ©2014
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U
n día David se adentró en el bosque más allá del jardín. Era sábado, de eso estaba seguro porque ese día no había colegio. Se despertó temprano y se fue a jugar al jardín. A menudo jugaba solo porque no tenía hermanos y la casa era grande, aislada y construida justo al lado del bosque. De vez en cuando algún compañero iba a visitarle y entonces sí que disfrutaba, pero aún así no estaba mal. Empezó a dar toques al balón, fingiendo estar en medio de una jugada. Él era obviamente el delantero centro y la acción terminó con un gol y una exultación exagerada. Sin embargo la red (imaginaria) no pudo retener la pelota que cruzó el jardín, y desapareció allí donde comenzaba el bosque. Intentó recuperarla, como lo hizo muchas veces, pero no la vio por ningún sitio. Miró a su alrededor hasta que finalmente creyó verla mucho más allá, donde el bosque se hacía más espeso y donde no tenía permiso para ir. Le inundó una extraña inquietud, porque al temor de ese lugar oscuro y amenazante se unía la excitación típica de quien hace algo prohibido. Acumuló el valor necesario para adentrarse en el bosque. El aire era más frío y húmedo que en el jardín y había poca luz. A través de la intrincada red de árboles se filtraban sólo algunos rayos que, como finos sables, iluminaban solo unos puntos concretos. David intentó mantener los ojos en su meta. En efecto, la pelota estaba ahí, medio oculta por la hierba. La recogió y se apresuró en volver pero, a poca distancia,
vio como algo brillaba bajo el toque de uno de los sables de luz. Se acercó más. Parecía… No, no parecía a nada que había visto antes. Era un objeto, quizás hecho de algún tipo de metal, porque emanaba reflejos plateados y dorados. Se agachó para examinarlo mejor. Era básicamente un cilindro liso, aunque su forma estaba alterada, aquí por protuberancias, allí por hendiduras y curiosos mecanismos anulares, quizás engranajes, engastados a lo largo del tronco, hechos de un material diferente, más dorado. Intentó tocarlo, primero con suspicacia y después, viendo que no ocurría nada raro, lo levantó. Pesaba mucho menos de lo que pensaba. Poniéndose la pelota bajo el brazo dio vueltas entre sus manos al extraño objeto. No, nunca había visto algo así. Decidió volver a casa y mostrarlo a su padre, que era profesor de ingeniería en la Universidad y seguramente le diría de que se trataba. Cuando regresó a casa, su padre se acababa de despertar (le gustaba levantarse tarde cuando no tenía que trabajar) y estaba preparando el desayuno para él y mamá, que en ese momento bajó las escaleras, bostezando y frotándose los ojos con los nudillos de los dedos. «¿Papá, papá mira lo que encontré? ¿Puedes decirme qué es? ¿Qué es? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?» «Calma, calma…», y mirando a su mujer, «¿Estás segura que es nuestro hijo?» le dijo en tono de broma. «Nunca vi a un niño tan activo por las mañanas como él.» «Quien sabe,» respondió la mujer
David no parecía sorprendido, pero estaba contento de que le devolviesen el objeto. Estiró sus brazos sin decir nada y el padre se lo entregó. En ese momento también la madre entró en la sala de estar. «No puedo asegurar nada», siguió el padre, «pero tendríamos muchas más posibilidades de averiguar algo si pudiésemos abrirlo». David le miró. «Quieres decir… ¿Romperlo?» «Ehm, sí.» David se quedó pensativo. Se trataba de una decisión importante, sobretodo para un niño de diez años. Recordó cuando era mucho más pequeño y lo destruía todo. Cada juguete que le regalaban duraba como mucho unas horas porque él quería ver lo qué había adentro. Y lo destruía. ¿Conocer significa destruir? Se preguntaba. Se acordó también de una película donde unos niños de una escuela desmenuzaban una rana en la clase de ciencia para averiguar cómo estaba hecha. “Quizás sí”, pensó. “Parece ser que para conocer algo tienes que abrirlo, romperlo, destruirlo”. Entonces pensó que con todas las guerras que hay la gente debe haber descubierto muchas cosas. «No. Prefiero mantenerlo así. Entero» dijo finalmente David. No era la respuesta que su padre esperaba, pero la respetó. «Entonces quizás deberías darle un nombre,» dijo la madre. A esta nueva solicitud, se quedó una vez más perplejo. A veces los padres te hacen la vida difícil. «No,» dijo finalmente David. «No tendrá nombre y no se abrirá. Si no sé cómo se llama ni para que sirve puede ser todo lo que quiero que sea en cualquier momento.» David quedó satisfecho con su respuesta, guardó el objeto y volvió a jugar con el Lego. El padre y la madre le miraron pasmados. «Pero, ¿Estás segura de que es nuestro hijo?» «¡Quien sabe!»
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siguiéndole la corriente. El padre dejó la taza de café sobre la mesa y cogió el objeto que había traído David. «¿Dónde lo encontraste?» A David le cogió desprevenido. Esperaba una respuesta a su curiosidad, no una pregunta pues respondió instintivamente, sin pensar en las consecuencias. «Lo encontré en el bosque», dijo «en el bosque de pinos.» «¿Cuántas veces te he dicho que allí no puedes ir?» Su madre le regañó, viendo que la reacción de su marido tardaba en llegar. De hecho, al padre de David le entró la misma curiosidad del hijo y no dejaba de dar vueltas a ese objeto entre sus manos, observándolo por todos lados. «Pero... yo... yo solo fui a recoger la pelota y...» «Bueno, miénteme también, como si fuera la primera vez que te advierto.» David no intentó defenderse y pensó que a veces mentir es mucho más sencillo y eficaz. Afortunadamente incluso la atención de mamá se concentró en el objeto. «¿Qué es?» «No tengo ni idea. Nunca he visto un objeto así. Parece algún tipo de mecanismo, o parte de un mecanismo que sirve para propulsar a otro, pero no veo puntos de conexión y además... aunque tenga todo el aspecto de un objeto metálico, este material es muy ligero, más ligero que el plástico. Realmente es muy raro. «¿Puedo quedármelo?» preguntó David impaciente. El padre se lo pensó un poco y antes de contestar intercambió una mirada de consentimiento con su esposa. «¿Por qué no?» dijo sonriendo, «tú lo has encontrado, y si nadie lo reclama, es tuyo. Sin embargo, si me lo permites, lo llevaría al laboratorio el lunes, así quizás descubramos de qué se trata.» «Muy bien,» dijo David, «pero no lo rompas». El lunes de la semana siguiente el padre de David le devolvió el objeto misterioso. David estaba jugando con el Lego en la sala de estar. «Lo siento», dijo el padre, «pero nadie parece saber que es o para que sirve este objeto. Lo hemos examinado, hemos tratado de analizar los movimientos de los mecanismos. Nada. No tiene tomas de alimentación, no tiene conexiones externas, no hace nada.»
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Caspar David Friedrich. Ventana con vista a un parque. 1836-37. Sepia y lápiz. (DP).
Trois Saison por R. C. Mumon ©2014
y dio otra calada. Se miró las manos gastadas, los dedos amarillos de nicotina, las uñas negras y descantilladas. Tenía dos profundas bolsas bajo los ojos, y las patillas rizadas ya hospedaban unos pelos blancos. Había comenzado a nevar. Los muros estaban ennegrecidos por el moho y el árbol, por primera vez quieto, ya no tenía ni una hoja. El hombre dio un paso adelante. Fue un paso cansado, que parecía arrastrar la pierna en lugar de levantarla. Un par de caladas más y habría terminado su cigarrillo. Se llevó la mano marchitada a la boca, una boca temblorosa, con labios colgantes y dientes amarillos y desgastados, aunque todavía permanecían todos en su lugar. Se pasó su otra mano por la melena de pelo plateado. Entonces se apretó los brazos al pecho, un escalofrío lo sacudió de arriba a abajo. La nubes esbeltas se despejaron y volvió el sol y un poco de calor. Las paredes, ahora secas y lavadas por la nieve habían casi vuelto a su tono más claro. Algunos puntos acariciados por los rayos llegaron incluso a brillar. Aparecieron gemas en las ramas del árbol, apenas alterado por una ligera brisa. El hombre dio un último paso hacia la ventana, tambaleó, pero se aferró a tiempo a la repisa con su mano libre. Un mechón de pelo se posó sobre el hombro marchitado y curvo. Movió el brazo seco hacia su boca. El labio colgante acogió la colilla con tembloroso fervor. El gran prix de las nubes voladoras contaba, a esta altura, con unas pocas incansables sobrevivientes que seguían corriendo de un punto a otro del pedacito de cielo, y sólo fugazmente, por tan solo un brevísimo instante, lograban ocultar el sol, que brillaba plenamente en el centro. El viento desapareció, así que el árbol floreciente rebosante de vida y colores pudo lucir plenamente toda su inmóvil belleza. Toda esa belleza miraba el viejo, reducido ahora a una carcasa esmirriada. La observaba con esos ojos de los cuales empezaban a delinearse los bulbos. Algunos jirones de piel se despegaron de la cara y de los brazos y uno quedó pegado a la colilla ya extinguida. Se la quitó de la boca y no vio el pequeño jirón aferrado nerviosamente, como quien cuelga de un acantilado, a una esquina del filtro. Y para aplastar ese filtro en la superficie blanquecina y porosa del antepecho solo quedaba el esqueleto de una mano. Las falanges, también blanquecinas y porosas, se exfoliaban a medida que iban presionando la colilla, hasta pulverizarse. El árbol empezó a perder sus hojas otra vez. El viento había vuelto a correr, y lentamente, a ráfagas, se lo llevó todo: polvo, tabaco y hojas secas.
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A
noche tuve una visión. La visión sucedía en mi cuarto, donde estoy ahora, un rectángulo de unos pocos metros cuadrados con un escritorio, un colchón tirado en el suelo y una caja de fruta a modo de mesita de noche. En la visión, sin embargo, yo no estaba. Había un adolescente de unos catorce o quince años, con aquellos primeros pelos en la cara que aún no son barba. El muchacho estaba de pie, con la espalda apoyada en la pared, la pared opuesta a la pequeña ventana. Desde su posición el chico observaba lo que había allí fuera, más allá de la ventana. No era mucho la verdad, el mismo paisaje que ahora veo yo. Dos paredes de ladrillo rojo a los lados de la ventana cerraban la perspectiva y permitían ver solo un pedacito de cielo. Al chico parecía atraerle mucho ese pedacito, a través del cual los bancos de nubes se movían rápidamente de un lado a otro, como en una película acelerada. El muchacho encendió un cigarrillo, tomó una calada, mientras miraba las nubes. Dio un paso adelante, dio otra calada y expulsó el humo lentamente. Por debajo del pedacito de cielo aparecieron furtivas ramas desnudas de un árbol maltratado por el viento. El chico no había percibido el árbol y tampoco el viento. Dio otro paso adelante, dio otra calada. Le había crecido la barba y había perdido algunos de esos rasgos infantiles que permanecen en los adolescentes. Desde la esquina superior izquierda del pedacito de cielo apareció el sol que, obstaculizado por las nubes, iluminaba las paredes de ladrillo rojo como la luz intermitente de una ambulancia. El muchacho dio otro paso y otra calada. Parecía más alto y su fisionomía más marcada. Las nubes continuaban corriendo, pero estaban más compactadas y comenzó a llover. El viento seguía sacudiendo el árbol, las paredes se humedecían oscureciéndose, la lluvia se acumulaba en el canalón y bajaba con fuerza por el desagüe: flosh, flosh, flosh. El muchacho dio otro paso, dio otra calada y ya se encontraba en el centro de la habitación, pero ya no era un muchacho. Era un hombre de rostro severo y maduro, dedos arrugados, y cigarrillo medio consumido. Las nubes daban la impresión de dar vueltas alrededor de la casa, como galgos de carreras, grises y puntiagudas. El hombre las observaba pasar como dardos a través del pedacito de cielo. Fiumm, swish. El sol reapareció, pero sólo por un momento. La temperatura había bajado mucho. El hombre tembló pero dio otro paso hacia la ventana
La Conferencia por M.A. Martí Escayol ©2014
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“
Remembranzas de la batalla de Dan-no-ura. Conferencia a las siete del día diecisiete de mayo de 2013”, rezaba el cartel. Para el conferenciante la regla de oro al hablar era acompañar al público con cada palabra, llevarle de la mano a través del guión del discurso y no dejarlo en ningún momento, jamás. Perfectamente alineadas en cómodas sillas de madera esperaban con entusiasmo el inicio del discurso dos decenas de personas. Después de las protocolarias palabras de agradecimiento al público por la asistencia y al organizador por la invitación todo empezó: “En el año 1185 en la cruel batalla de Dan-noura se enfrentaron el clan de los Taira y el clan de los Minamoto. Tres mil naves cubrieron el mar entero. En la lucha se decidiría quien sería el próximo Emperador. Hoy les explicaré como se desplegaron las flotas, como uno de los bandos dominaba las corrientes marinas, como el otro era experto en el tiro al arco, como murió el niño Emperador y como se cuenta que los fantasmas de vencedores y vencidos aún deambulan entre las aguas del mar.” Como siempre, alguien llegó tarde. Por cordialidad el conferenciante le otorgó un silencio, una sonrisa y un discreto ademán a modo de saludo y como respuesta se oyó el murmuro de los roces del vestido de seda de la mujer. El conferenciante continuó: “Todo empezó un día de
tormenta. Los Taira tenían menos flotas y, sin embargo, eran unos grandes conocedores de las corrientes marinas, de las presiones, de su densidad... Sabían interpretar según los dibujos del agua los vientos, la temperatura, las velocidades y direcciones...”. El público siguió la conferencia estático, cautivado, conquistado por cada palabra y completamente inmerso en la historia de aquellos guerreros. A las ocho el conferenciante se preparó para la diagonal de salida: “Según se cuenta aún se oyen terribles lamentos en ese mar, son los fantasmas de los guerreros, de la familia imperial, de los miembros de la corte. Y a veces esos fantasmas rodean los barcos que se atreven a adentrarse en esas aguas hasta precipitar su naufragio.” A las ocho y diez el conferenciante finalizó con un protocolario agradecimiento por la asistencia y la atención, llegaron los aplausos cerrados y se abrió el turno de preguntas. Un niño sentado en la primera fila levantó la mano y tímidamente le pidió al conferenciante: “Explique otra vez como el niño emperador, Antoku Tenno, saltó al mar”. El conferenciante sonrió y volvió a explicar la historia: “El niño emperador miraba la sangrienta escena apretando tiernamente la mano de su abuela. Las naves enemigas avanzaban hacia ellos. Les habían rodeado y los arqueros eliminaban uno tras otro a los tripulantes. No tenían escapatoria. Los matarían. Matarían a los leales sirvientes, a los
pidiendo más detalles: “Explíquenos cómo el fantasma del Emperador Sutoku anunció al monge Saigyo el fin del clan de los Taira”, “Explíquenos como en los mares occidentales, en la isla Yashima, los guerreros Taira forjaron su sepultura en vientres de tortugas y peces”, “Explíquenos como los guerreros Taira se transformaron en cangrejos”, “Explíquenos cómo el músico Hoichi se dibujó los sutras por todo el cuerpo para conseguir la invisibilidad ante el fantasma del samurái que le obligaba a cantar cada noche los hechos de la batalla”. A las doce el público seguía con la misma atención que a las siete. A las tres de la madrugada el conferenciante entendió que aquel público jamás se cansaría de escuchar su propia historia.
Imagen. "El Fantasma de Taira Tomomori" ukiyo-e por Utagawa Kuniyoshi, s. XIX. Fuente: Wikimedia Commons. (DP)
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detallistas cocineros, a los valerosos soldados, a las tías, a los tíos, a la abuela y al Emperador. Pero todos delante tenían el honor, el valor, el orgullo, delante tenían el agua. La abuela y el Emperador cogidos de la mano avanzaron unos pasos hacia la proa y a través de un ligero movimiento de los dedos de la mujer el pequeño emperador sintió que aquella sería su victoria. Tras un ligero impulso en un momento perpetuo se suspendieron en el aire y después los pies de ambos rompieron el agua y allí abrazaron el peso de la sal y la humedad del sol. Y el pequeño emperador, sin dejar la mano de su abuela, entendió que hundirse en el agua le otorgaría la eternidad.” A las nueve el conferenciante se dirigió al organizador inquiriéndole con la mirada para que concluyese el acto. El organizador le esquivó y el turno de preguntas prosiguió. A las nueve y media el conferenciante explicaba la función de los arcos lacados y ribeteados de mimbre, comentaba cómo se forjó la destreza en la puntería de los arqueros, describía el porte de los arcos y como su punta servía para anclarse sobre la madera, comentaba porqué en las aljabas de las flechas los guerreros guardaban tinta y fajos de papeles y detallaba como usaban los yelmos como almohada y las mangas como armadura. La emoción entre el público era sobrecogedora. La mujer del vestido de seda se secaba las lágrimas estremecida. A las diez el público seguía
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Donde os presentamos textos y documentos que, en diferentes épocas históricas, se han ocupado de varios tópicos culturales que poblan el imaginario colectivo, como la vida después de la muerte, la brujería, el vampirismo etc.
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LA MASTICACIÓN DE LOS MUERTOS DISSERTATIO HISTORICO-PHILOSOPHICA DE MASTICATIONE MORTUORUM por Philipp Rohr1 publicado en 1679 Traducción y edición: M. A. Martí Escayol ©2014
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De Masticatione Mortuorum es un texto excepcional escrito en latín el año 1679 por el teólogo Philip Rohr (¿-1686). La obra trata un tema que despertó gran interés entre los filósofos y científicos durante la época moderna, el de la vida después de la muerte. El objetivo de Philip Rohr es analizar críticamente las historias y rumores que describen como algunas personas enterradas, especialmente en épocas de epidemias de peste, emiten ruidos en sus tumbas, se comen su propia carne y ropa o salen de las tumbas para ejercer algún tipo de mal sobre los vivos, ya sea devorar carne o beber sangre o transmitir epidemias. El texto se divide en dos partes, una histórica y otra filosófica. Aquí os presentamos la primera parte, donde Rohr especifica que no es su intención tratar casos de muertos resucitados por la Divina Providencia ni casos de apariciones de cuerpos movidos por el Diablo con el permiso divino, ni casos de vivos enterrados prematuramente al ser considerados difuntos por sufrir alguna enfermedad paralizadora. El objetivo de Rohr es tratar los casos de personas verdaderamente muertas que una vez enterradas realizan el acto de masticar. Sin duda estamos ante un documento extraordinario. Rohr nos ofrece casos y testimonios de hechos considerados verídicos por muchas personas de la época y también nos ofrece un auténtico estado de la cuestión del tema, detallando las opiniones de diversos autores. Como se deduce de la lectura, algunos de ellos niegan la posibilidad de un retorno de la muerte, mientras otros redefinen el fenómeno con argumentaciones derivadas de la lógica científica, filosófica o teológica. Entre las obras citadas por Rohr destacamos, Disquisitionum magicarum libri sex (1599) de Martin Antonio
del Río (1551-1608), De Miraculis Mortuorum (1610) de Heinrich Kornmann (c. 1580-c.1640), una obra coetánea a la obra considerada por algunos el primer tratado de vampirismo: De Graecorum hodie quorundam opinatinabus de Leo Allatius (1610), y De Miraculis Mortuorum (1670) de Frederic Garmannk. Es significativo como durante este mismo siglo en paralelo a la búsqueda de explicaciones lógicas a los casos de cadáveres supuestamente resucitados proliferan los estudios y experimentos iniciados en el Renacimiento que tienen como objetivo conseguir la resurrección de la carne, nos referimos a los trabajos de autores como Jacques Gaffarel, Gottfried Voigt, Gottfried Wihelm Leibniz, Joseph Duchesne o Athanasius Kircher. El texto de Rohr, pues, reúne historias populares y debates académicos que inspiraron gran parte de la literatura de vampiros y zombis de los siglos posteriores. Posiblemente existieron casos verdaderos de entierros prematuros de personas vivas. Seguramente las personas transmitían estas historias exagerando, especulando y añadiendo detalles escabrosos. En paralelo a estas creencias populares la cultura de élite debatía sobre el tema elaborando un discurso intelectual, religioso, filosófico o científico que incidía en el choque entre verdad-realidad, realidad-apariencia o razónfe. Seguramente la fuerza del conjunto de elaboraciones de la cultura popular y la cultura de élite transformaron lo imaginado en un imaginario colectivo que materializaba sentimientos de miedo, pánico o caos. La figura literaria del monstruo (en todas sus variantes) sería una creación inevitable para el control y domesticación de estos miedos.
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Cap. I. Revisión histórica. uienes escriben historias de entierros y difuntos mencionan que se han encontrado cuerpos que parecen haber devorado sus mortajas y sudarios y haber comido carne y que cuando lo hacen emiten sonidos como si fueran cerdos masticando.
Diversos autores han ofrecido algunas teorías. Según algunos el fenómeno es debido a causas naturales poco claras; según otros es obra de animales hambrientos de carne humana; y otros autores aducen opiniones distintas. Consideramos que es un tema digno de ser estudiado, ordenado y debatido, y tenemos como objetivo el llegar a una buena conclusión. Para conseguirlo hemos decidido emprender este estudio, esperando la indulgencia del lector por tratar asuntos poco claros y sin consenso entre los estudiosos. Para desarrollar el estudio utilizaremos opiniones de autoridades que han intentado resolver el tema. Presentamos el tema en dos partes. Primero presentamos una revisión histórica y seguidamente una revisión filosófica. SECCIÓN 1 En esta disertación no tratamos la masticación de los difuntos que comen en sus tumbas al haber sido retornados a la vida por la Divina Providencia.
Según las palabras de las Escrituras muchos difuntos regresan a la vida. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento recogen ejemplos de estos casos. III Reyes, 22 (Reyes, XVII, 22), IV Reyes, 21 (Reyes, XIII, 21), Sant Mateo IX, 18-25; San Lucas, VII, 11-17; San Juan XII,1. Diversos ejemplos también han sido recogidos por Beierlingius en Theatre Verae Historiae Lit. R. Post médium, 320, citado en Fabulosa Ethnicorum; y Martin Delrio2 en el segundo libro
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Antoine Wiertz, L'inhumation précipitée, 1854. Fuente: Wikimedia Commons
de Disquisitionum Magicarum Libri Sex, que recoge y expone la falsedad de diversas historias de resurrección de los muertos escritas por poetas y escritores.3 SECCIÓN 2 No entendemos por difuntos quienes aparentemente han expirado y una vez enterrados salen de sus tumbas, o quienes aún no siendo enterrados se despiertan y, después, comen. Primero exponemos los hechos citados por Kornmannus4 en la obra De Miraculis Mortuorum (Part II, c. 33), donde escribe: “A menudo el alma permanece unida al cuerpo del ser humano. Pero el movimiento de los miembros es desconocido, por esta razón no es fácil saber si los cuerpos de este tipo están vivos o muertos.” Por esta razón a veces sucede que quienes carecen de los conocimientos necesarios sobre estas materias no saben distinguir a los vivos de los muertos. Y a veces sucede que se entierra a algún pobre infeliz cuya alma parecía haberse ido. Y siendo enterrados inevitablemente hubieran perecido si un golpe de suerte no les hubiera dado el poder de luchar contra este peligro. MAMUT_90
Estos tipos de trances y comas son denominados por los médicos αφωυοι (que no pueden hablar ni oir). Delrio los divide en varias categorías: 1) los apopléjicos, paralíticos y atónitos (por sorpresa o miedo); 2) aquellos con cerebros aturdidos; 3) los que tienen pasiones histéricas y las mujeres con estrangulamiento de la matriz; 4) los que se desmayan durante un trance, como el caso de Juan Duns Escoto quien dado por muerto fue sepultado. El caso de Juan Duns Escoto es relatado por Kornmannus en De Miraculis Mortuorum (Part VI, c. Lvi). En su libro el autor cita unos elegantes versos de Janus Vitalis5 sobre la muerte de Scotus6. Las siguientes líneas pertenecen al poema: Esto nunca sucede a ningún hombre, viajero, Scotus fue enterrado una vez Y dos veces murió, el jefe de los sofistas El más ingenioso y el más inteligente. En el capítulo sexto de la misma obra Kornmannus ofrece un ejemplo similar extraído de los Annales de Ioannes Zonaras7 sobre el Emperador Zeno. Diversos autores han recogido el caso de quienes habiendo sido enterrados dándolos por muertos han resurgido de sus tumbas. Kornmannus expone un caso que él mismo define de memorable. En una pintura votiva de los Sagrados Apóstoles en Colonia Agripiame se escribe:
“La mujer de nombre Richemodis fallecida por la epidemia de peste murió en 1357. Por el gran amor conyugal de su marido el anillo de esposada permaneció en su dedo. El anillo era de tal valor que esa misma noche el capellán con su criado abrió el ataúd y al querer extraerlo del dedo la mujer se levantó. El capellán y su criado huyeron aterrorizados y la mujer regresó a su casa, donde le recibió con alegría su esposo.” Este es un ejemplo de alguien enterrado y liberado de su fosa. Similar es el caso relatado por Plinio8 en su Historia Natural (libro VII, c 52), donde expone el caso de Aviola, un hombre de rango consular, quien revive en su funeral. También relata el caso de Lucius Lamia. Este caso será más tarde registrado por Valerius Maximus, libro I, 8. Según Delrio para tratar estos casos sería conveniente usar el calor de las llamas, pues este dispersa los humores sincopáticos fríos. Estos casos enseñan que no se debe enterrar a los difuntos con prisas o sin la atención requerida. En la antigua Roma era común hacer mucho ruido y gritar cerca del difunto para poder concretar si ya se había separado el alma del cuerpo. Los verdaderamente muertos y que no podían regresar a la vida se llamaban “conclammati”. Séneca9 en su De tranquillitate animi escribe: “Totiens in vicinia mea conclamatum est”. Esto es: “A menudo en mi vecindad se hace la conclamación”. De todos modos según los lexicógrafos “conclamata corpora”10 significa "aquellos que están muertos y enterrados". SECCIÓN 3 No entendemos por masticación de los muertos las apariciones o espectros que salen de la tumba con la ayuda de espíritus maléficos. Ciertamente el diablo no puede resucitar los difuntos. Esto es un dogma de fe y la razón filosófica argumenta que es opuesto a la naturaleza. Pero no negamos que a menudo ha sucedido y puede pasar que con permiso divino por obra del Diablo algunos salgan de sus tumbas y hagan acciones o lo simulen y consecuentemente puedan comer. Algunos ejemplos pueden verse en Kornmannus, De Miraculis Mortuorum (II, cs. X y XIII); en Johan Georg Godelmann11, traducido por Georg Schwartz12, Rector de la Universidad de Marburg, como Von Zäuberern Hexen und unholden (I, IV, 47); y en Delrio Disquisitionum Magicarum (Liber II, qu. 29. sect. 1. post medium 308, sqq). Delrio ofrece varios ejemplos de paganos que supuestamente se alzan de sus tumbas. Delrio escribe:
«A menudo se experimenta que se oye masticar como cerdos a personas muertas en sus tumbas»
SECCIÓN 4 No es nuestra intención tratar aquí los muertos que parecen estar muertos, es decir, quienes cuando han sido enterrados se levantan y comen. Un ejemplo de esto lo da Kornmannus en De Miraculis Mortuorum (Part VI, c. LIX). El lector debe juzgar por si mismo la verdad de los hechos. Otro ejemplo se encuentra en Annales Ecclesiastici13 de Baronius14. Según este, Zeno es dado por muerto por una epilepsia y es enterrado, pero después revive y, torturado por el hambre, se come los músculos de sus brazos y muerde la piel de sus botas. SECCIÓN 5 El argumento de este tratado son los verdaderamente muertos que son enterrados y por un poder externo se ponen a masticar. Según un dicho recogido por Erasmo en sus Adagia: “los hombres muertos no muerden”. Esto es cierto, los muertos no pueden ser movidos por ninguna fuerza externa para realizar una acción tan extraordinaria como comer. El comer es una acción de los vivos, alimentarse de sólidos requiere absorber, salivar en la boca y tragar con la ayuda de los músculos, recibir en el estómago y digerir. El objeto del masticar es el alimento, definido por Aristótiles en The Physics como “un cuerpo que por cambios naturales pasa a formar parte de la substancia de un animal vivo.” No usamos la palabra masticación en su sentido estricto y específico, sino etimológico. De aquí deriva el objeto de su existencia, la nutrición, y solo atañe a la acción ejercida por los dientes, la masticación de cualquier alimento llevado a la boca.
Para ser más específicos es necesario usar masticar en el sentido estricto, pues cualquier masticación por parte de los muertos debe ser análoga a la de los vivos de igual manera que se habla de un retrato con el nombre del retratado. Si alguien quiere usar como sinónimo comer, consumir y palabras similares como sinónimos, dejémosle hacerlo. En lengua vernácula lo llamamos mekschen, schmetzen, y netzschen son palabras onomatopéyicas, tomadas del sonido, y este es el sonido de quienes mastican en sus tumbas. Ver Heinrich Rothen, Tractatus de peste Sangerhausen. Y la misma frase es usada por Conrad Schlusselburg15 quien escribe: “A menudo se experimenta que se oye masticar como cerdos a personas muertas en sus tumbas” Kornmannus también remarca en su De Miraculis Mortuorum (Part II, c. 64): “Es probado por diversos casos que ciertos muertos en su tumba han devorado y ingerido sus ropajes” SECCIÓN 6 Los registros históricos muestran que se ha visto y oído tragar a ambos sexos. Aunque tanto cuerpos de hombres y mujeres se han oído jadear y chillar los diversos testimonios muestran que es más común que los cuerpos del sexo débil emitan voces curiosas. Esto se manifiesta a partir de la experiencia real. La razón la daremos a continuación. La mayoría de los autores que tratan de estos temas no especifican si la persona muerta era un hombre o una mujer, y por esto se da por hecho que eran hombres. Estos autores quienes han silenciado estos detalles son condenables por perjudicar a la verdad. SECCIÓN 7 Los ejemplos deben establecerse siguiendo un orden cronológico. Para aclarar el tema no lo haremos como aquellos quienes tratan el tema vagamente. Es conveniente exponer ejemplos de muertos que comen en sus tumbas, y a partir de estos ejemplos se deben esclarecer las cosas. Será suficiente citar el año y lugar de los casos y citar los autores que han escrito de este tema. Se podrán realizar posteriores referencias a los autores originales de quienes hemos extraído la información. Este
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“El Diablo puede generar muchas ilusiones. Puede robar los cuerpos de los muertos y substituirlos por formas fantasmales que se mueven como lo hacen los vivos; y también puede entrar en los cuerpos de los difuntos. Puede hacer parecer que el cadáver vive, lo hace con su poder (que le es permitido) y los posee. Y como un piloto mueve un barco él mueve los cuerpos de los muertos quienes así imitan las acciones y gestos de los vivos.”
compendio es para que quienes quieran conocer más detalles puedan recurrir a los autores y obras. En el año del señor 1345 en la ciudad Bohemia de Levin el cadáver de una mujer deglutió en su tumba (Georg Phillipp Harsdorffer16 en su Theatrum Tragicorum Exemplorum, citado por Hegenezius en Chronicon Bohemiae17 (cap CXV. P.m. 406). Lo mismo ocurrió en tiempos de Lutero, cuando el cadáver de una mujer devoró su propia carne (Luther’s Colloquia xxiv, f. m. 221. sq.)18. También ocurrió en 1552 cerca de Freiburgum (Müllerus in Annal. Freiburgens. p. 254. in ap. Excell. Dn. L. Garmann. De mirac. Mort19.) Lo mismo ocurrió en el año 1553 en Luben, Silesia (Conrad Schlüsselburg, Gründlicher Erklarung des XCI Pf. Cons. XII, Part iii, p.m.155). También en el año 1565 en Sangerhausen (D. Schlüsselburg. l. c. ex Conc. Funebr. XXX. M. Heinrici Rothens in Additam.) También en el año 1579 en Weismarien (D. Schlüsselb.l.c.)
Cuando la plaga de peste diezmó Schisselbein algunos vieron estos casos en cadáveres enterrados en tumbas (Ignatius Hanielus en su Tratado de peste en Schisselbein). En el año 1603 de este siglo en la ciudad de Reinstade (Nienstade), cerca de Hamburgum, se escuchó a un cadáver que parecía que estuviera devorando como un cerdo. Todo esto se encuentra en la obra de Schlüsselburg. Harsdorffer, el eminente autor citado anteriormente cita el caso increíble de un cadáver que no solo devoró su propio ropaje sino también el cuerpo de una mujer enterrado cerca del suyo. No proporciona el año pero ocurrió en Egwanschitz, ciudad de Moravia, en el año 1672. Hay un caso similar ocurrido cerca de mi ciudad del que fue testimonio un íntimo amigo mío digno de confianza. El cadáver de un hombre (cuyo nombre prefiero no mencionar) habiendo sido exhumado se observó que había devorado sus propias extremidades.
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Adam Rother20 también registra casos de cadáveres que emitían extraños sonidos, como el cloqueo de las gallinas, en Marburg y alrededores, en el año 1581.
Podría aportar más ejemplos de libros y estudios históricos. Pero considero que lo expuesto es suficiente para constatar que existen cadáveres a quienes se les oye masticar.
1. Philipp Rohr (¿-1686) 2. Martin Antonio del Río (15511608), Disquisitionum magicarum libri sex (1599) 3. Para un estado de la cuestión del tema de la resurrección en la escolástica cristiana, el Renacimiento y la Ilustración, ver: Carlos Solís, “La ciencia de la resurrección”, Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 2012, LXIV, 2, 311-352 4. Heinrich Kornmann (c. 1580c.1640), autor de De Miraculis Mortuorum (1610). Kornmann también escribió sobre las maravillas de los vivos en De miraculis vivorum, Frankfurt, 1614. Fue refutado en De miraculis mortuorum de Christian Friedrich Garmann, 1670, ver nota número 19. 5. Janus Vitalis, nom llatí de Giano Vitale de Parlerm (c.1485-c.1560). Autor del epigrama De Roma (1554) 6. John Duns Scotus (1266-1308). Paolo Giovi (1483-1552)? y
por ocho días consecutivos, se practicaba ya entre algunos pueblos antes de la fundación de Roma. Los cadáveres en quienes se practicaba esta operación se llamaban Conclamata corpora.” Según el Nuevo Valbuena o Diccionario latinoespañol de Vicente Salvá (1840): “Conclamata corpora. Cuerpos reconocidos por muertos, después de haber sido llamados en alta voz, antes de ponerlos en la pira.” 11. Johann Georg Gödelmann (1559 –1611) jurista, diplomático y escritor de demonogía. Autor de Tractatus de magis. 12. Nigrinus, Georg N. (Schwartz), teólogo (1530-1602) 13. Annales ecclesiastici a Christo nato ad annum 1198 (publicado entre 1588 y 1607) 14. Cesare Baronio (1538-1607), historiador y cardenal italiano. 15. Konrad Schlüsselburg (15431619), teólogo reformista alemán. 16. Georg Philipp Harsdörffer (1607 –1658)
el dominico Abrahán Bzowski escribieron sobre la supuesta inhumación aún estando vivo de Duns Scoto. Contra estas invenciones escribieron Mateo Ferchius (1583–1669) y Lucas Waddingo. 7. Cronista y teólogo bizantino del siglo XII. 8. Plinio el Viejo (23-79), escritor, naturalista y científico. 9. Lucio Anneo Seneca (4aC-65dC), filósofo romano. En el séptimo de sus Diálogos trata sobre la ataraxia. 10. Según la definición del Diccionario histórico-enciclopédico de Vicenç Joaquín Bastús i Carrera (1825): “Conclamación: Ceremonia romana que consistía en llamar en alta voz a un individuo que acabase de morir, para detener el alma fugitiva o despertarla si se hallase todavía unida al cuerpo. A veces se tocaba al propio tiempo que llamaban al alma, un cuerno o trompeta; cuya ceremonia, que en ciertas ocasiones se repetía
17. Wenceslaus Hajek of Libočan (¿-1596) (también conocido como Hegenezius), autor de Chronicon Bohemiae (1587) 18. Martín Lutero (1483-1546) 19. Christian Friedrich Garmann (1640-1708), De miraculis mortuorum, 1660. El objetivo del libro era refutar que los muertos siguen vivos en sus tumbas según lo descrito en De miraculis mortuorum de Heinrich Kornmann. A pesar de su escepticismo Garmann creía en la sensibilidad de los cadáveres y por esta razón, siguiendo a Philippe Ariès (The Hour of Our Death, 1982), su ambigüedad le condenó a no ser considerado en las biografías médicas del xviii. 20. Adamus Rotherus, Piae meditationes et commonefactiones ex verbo dei/ Quas tempore pestiferae, luis, publice pro concione proposuit auditoribus suis, Wittenberg,1584.
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El Tutivillus, o Titivillus, es un diablo escritor a quien Satanás le encarga recopilar errores cometidos por los clérigos en los oficios divinos y presentarlos como prueba contra ellos en el Juicio Final. El nombre aparece por primera vez en los exempla de finales de siglo XII, aunque estudios como el de Margaret Jennings revelan que existen testimonios literarios sobre demonios recopiladores de pecados desde el siglo V. Después, el Tutivillus expandirá sus funciones y se encargará también de anotar los chismorreos de los fieles durante la misa. Sin embargo, el oficio por el cual es más famoso es el de «distraedor de escribas». Los copistas medievales le atribuirán la culpa de cada errata en los manuscritos. La introducción de la imprenta a finales del siglo XV proporciona otro oficio al «demonio notario», al cual serán atribuidos todos los errores tipográficos y de imprenta. No es casual que al aprendiz tipógrafo inglés, encargado de componer las páginas y apenas instruido, se le conociera como Printer’s devil. Edgar Allan Poe dedica a este oficio un divertidísimo cuento: X-ing a Paragrab. Para más información sobre el Tutivillus consultar la excelente web de Julio I. González Montañéz, Tutivillus: el demonio notario, y el amplio artículo de Margaret Jennings "Tutivillus: The Literary Career of the Recording Demon" (Studies in Philology, Vol. 74, No. 5, Texts and Studies, 1977).
Fresco de la iglesia de Bäl, isla de Gotland, Suecia (inicio s. XV). Fuente: Wikimedia.
MAMUT Nº 1 “Creatividad del miedo” Septiembre 2015 Dirección y coordinación Raul Ciannella Maria Antònia Martí Escayol Investigación y traducción Raul Ciannella Maria Antònia Martí Escayol Ilustraciones y dibujos Maria Antònia Martí Escayol Diseño y maquetación MAMUT_96
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