Cartas Pastorales con motivo de la
Jornada Nacional de Manos Unidas CampaĂąa 58
Febrero 2017
Sumario Diócesis de: 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4 4
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Albacete
Alcalá de Henares Asidonia-Jeréz Astorga Ávila
Barbastro-Monzón Barcelona Bilbao
Burgos
Cádiz-Ceuta Canarias
Cartagena
Ciudad Real Córdoba
Coria-Cáceres Cuenca Girona
Guadix Huelva
Huesca y Jaca Ibiza Jaén
León
Lleida
Madrid
Menorca
Mérida-Badajoz
5. 7. 9. 11. 13. 15. 17. 19. 21. 23. 25. 27. 29. 31. 33. 35. 37. 39. 41. 43. 45. 47. 49. 51. 53. 55. 57.
59. 61. 4 Orihuela-Alicante 63. 4 Osma-Soria 65. 4 Ourense 67. 4 Oviedo 69. 4 Palencia 71. 4 Pamplona y Tudela 73. 4 Plasencia 75. 4 San Sebastián 4 Sant Feliu de Llobregat 77. 79. 4 Santander 4 Santiago de Compostela 81. 83. 4 Segorbe-Castellón 85. 4 Sevilla 87. 4 Sigüenza-Guadalajara 89. 4 Tarazona 91. 4 Tarragona 93. 4 Tenerife 95. 4 Terrassa 97. 4 Teruel y Albarracín 99. 4 Toledo 101. 4 Tortosa 103 4 Tui-Vigo 105. 4 Urgell 107. 4 Valladolid 109. 4 Vitoria 111. 4 Zamora 113. 4 Zaragoza 4
Mondoñedo-Ferrol
Saludo
E
Mons. Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño y Consiliario de Manos Unidas
s de agradecer el esfuerzo que Manos Unidas hace todos los años al recopilar las Cartas Pastorales que los Obispos españoles escriben anualmente, haciéndose eco y animando a participar en la Campaña contra el Hambre que desde hace cincuenta y ocho años viene organizándose en nuestras diócesis, parroquias e instituciones religiosas. Gracias a mis hermanos obispos por esta sentida colaboración, recogida en esta sencilla publicación, que nos recuerda la opción de la Iglesia en España por hacer presencia entre los más desfavorecidos alentando y sosteniendo múltiples proyectos de desarrollo.
La Campaña de este curso sigue poniendo en el centro de nuestra tarea algo que desde nuestros orígenes ha sido significativo: la lucha contra el hambre en el mundo. A pesar de los esfuerzos de tantos, sigue siendo un reto a superar. Junto al hambre, tantas otras necesidades en los países pobres que no nos pueden dejar indiferentes: “Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer. Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se añaden a las penas restrictivas. El analfabetismo está todavía muy extendido, impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana” (Francisco, Misericordia et Misera 18). Hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios, las luchas que suscitaron una decidida respuesta en los orígenes de nuestra Asociación y que el papa Francisco nos recuerda que siguen estando presentes en el mundo, en esa preciosa Carta Apostólica, “Misericordia et Misera” que dirigió a toda la Iglesia con motivo de la clausura del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Me parece adecuado hacer un alto y favorecer una lectura responsable de ese precioso documento que sin duda puede iluminar el camino que Manos Unidas debe seguir recorriendo en los próximos años. Es mucho el prestigio que tiene nuestra Asociación por el rigor con el que se gestiona el dinero que se recibe y por la entrega con la que trabajan sus muchos voluntarios. En ellos se fija agradecido el papa Francisco: “Existen personas que encarnan realmente la caridad y que llevan continuamente la solidaridad a los más pobres e infelices. Agradezcamos al Señor el don valioso de estas personas que, ante la debilidad de la humanidad herida, son como una invitación para descubrir la alegría de hacerse prójimo. Con gratitud pienso en los numerosos voluntarios que con su entrega de cada día dedican su tiempo a mostrar la presencia y cercanía de Dios. Su servicio es una genuina obra de misericordia y hace que muchas personas se acerquen a la Iglesia” (Francisco, Misericordia et Misera 17).
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Es importante que todos los que trabajamos en Manos Unidas nos sintamos llamados a desarrollar esa fantasía de la misericordia de la que nos habla Francisco, para que nos ayude a seguir poniendo en marcha nuevas iniciativas que respondan de la manera más adecuada posible, a las necesidades que se perciben en las pobrezas de los países del Sur. “Estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos. Las obras de misericordia son «artesanales»: ninguna de ellas es igual a otra; nuestras manos las pueden modelar de mil modos, y aunque sea único el Dios que las inspira y única la «materia» de la que están hechas, es decir la misericordia misma, cada una adquiere una forma diversa” (Francisco, Misericordia et Misera 20). El lema de la Campaña de este año se inscribe, a mi parecer, en esa fantasía de la misericordia que genera una cultura nueva y que nos conduce a dar un rostro nuevo a las obras de misericordia que siguen siendo actuales y necesarias en el mundo de hoy: “El mundo no necesita más comida, sino más gente comprometida”. El lema pone el acento en la respuesta que nosotros estamos en condiciones de dar para combatir un mal que sabemos nos supera y que golpea con singular violencia a los más pobres, poniendo en evidencia la quiebra de una dignidad frente a la cual hay que responder con vigilancia, solidaridad y compromiso en lo concreto. Estamos ante esa dimensión artesanal que tienen las obras de misericordia y que de modo tan natural se encarna en el trabajo de nuestras Delegaciones en las diócesis. Un trabajo que nuestros voluntarios y trabajadores realizan con alegría, mirando al corazón de los necesitados y realizado una tarea de “engarce” que muestra sensibilidad y aprecio por el otro pues lo reconoce siempre como un don. Ese trabajo es expresión de esa gente comprometida que se toma en serio el combatir el hambre en el mundo y que reclama la Campaña de este año. En palabras de Francisco: “Las obras de misericordia tocan todos los aspectos de la vida de una persona. Podemos llevar a cabo una verdadera revolución cultural a partir de la simplicidad de esos gestos que saben tocar el cuerpo y el espíritu, es decir la vida de las personas. Es una tarea que la comunidad cristiana puede hacer suya, consciente de que la Palabra del Señor la llama a salir siempre de la indiferencia y del individualismo, en el que se corre el riesgo de caer para llevar una existencia cómoda y sin problemas. «A los pobres los tenéis siempre con vosotros» (Jn 12,8), dice Jesús a sus discípulos. No hay excusas que puedan justificar una falta de compromiso cuando sabemos que él se ha identificado con cada uno de ellos” (Francisco, Misericordia et Misera 20). Agradezco a mis hermanos Obispos, una vez más, su eficaz apoyo en nuestra Campaña que queda reflejado en estos sencillos escritos que ahora os presentamos y que ayudan a los fieles de sus diócesis a convertirse en gente comprometida.
+ Carlos Escribano Subías Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, y Consiliario de Manos Unidas
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Diócesis de Albacete
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Un problema evitable
Monseñor Ciriaco Benavente Mateo, Obispo de Albacete.
ueridos diocesanos:
Hoy, gracias a los sofisticados medios de comunicación, podemos conocer al instante lo que pasa en cada rincón del planeta, pero no fue siempre así. Tuvo que ser la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) la que, a mediados del siglo pasado, diera la voz de alarma ante el gravísimo problema del hambre en el mundo. Muy poco después, las mujeres de la Acción Católica realizaron la primera campaña en nuestro país. Hoy Manos Unidas moviliza cerca de 5.000 voluntarios y está presente en unos sesenta países, promoviendo de manera eficaz el desarrollo económico y social de las personas más pobres, sin hacer discriminaciones por razón de sexo, raza, cultura o religión. Desde estas líneas rendimos un homenaje de gratitud a tantas personas, mujeres y hombres, que, en nuestra Iglesia de Albacete, como en cada una de las Iglesias de España, han entregado y siguen entregando corazón y tiempo a Manos Unidas. Gracias a su empeño y al eco encontrado en las comunidades cristianas y en la sociedad en general, se han podido financiar miles de proyectos encaminados a promover el desarrollo de la agricultura, la enseñanza de la población infantil y adulta, la dignificación de la situación de la mujer y su preparación para la vida familiar y profesional, la mejora de la salud y la prevención de enfermedades, la animación y el estímulo de las comunidades nativas a fin de lograr una vida mejor. Se ha luchado mucho en esta pacífica guerra contra el hambre; han sido muchos y admirables los logros conseguidos, pero, como nos vuelve a recordar una vez más Manos Unidas, en este año 2017, todavía hoy existen 800 millones de personas que siguen pasando hambre en el mundo. Las situaciones de pobreza severa, presente en tantos lugares, tienen mucho que ver con los mecanismos de producción, de mercado y de consumo imperantes en esta sociedad globalizada. Cuando la lógica del lucro se impone sobre la del bien común, se genera marginación, corrupción, violencia; se olvida el cuidado y la sostenibilidad de la misma naturaleza. Por eso, ha sido y sigue siendo empeño de Manos Unidas la denuncia de tales mecanismos y la sensibilización de la sociedad, instándonos a unir muchas manos a fin de promover la globalización de la solidaridad frente a una globalización que es, tantas veces, excluyente. Porque la globalización nos ha hecho más cercanos, pero no más humanos ni más hermanos. Por eso, cada campaña de Manos Unidas, además de recabar fondos para hacer posible los proyectos que lleva adelante, sacude nuestras conciencias, nos ayuda a ver el mundo de la pobreza con los ojos del corazón y nos invita a vivir de otra manera para que otros puedan sencillamente vivir.
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El cartel de la campaña golpea, un año más, nuestras conciencias con afirmaciones que escuecen en el alma: “Mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. 1/3 de nuestros alimentos acaba en la basura. El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. El problema, pues, no es la falta de alimentos, de dinero o de medios técnicos para acabar con el hambre. Decía hace unos años el Director de la FAO que, en este momento, la producción agrícola podría alimentar sin problema al doble de la población mundial actual. Es, pues, problema ético, de conciencia social y de bien común. Es un problema evitable y que, por eso, nos hace a todos de alguna manera culpables. El contexto en que vivimos en los países desarrollados “nos empuja a centrarnos en la realización emocional individual; aniquila las utopías de transformación social y la disposición a los compromisos permanentes”, nos dicen los analistas sociales. Por otra parte, la sucesión de noticias que ingerimos, día tras día, anestesia nuestra capacidad de discernimiento y respuesta. El papa Francisco habla de la “globalización de la indiferencia”. Manos Unidas lo sabe. Y sabe, como he dicho en alguna otra ocasión, que reconocer afectiva y efectivamente al otro como hermano exige un cambio del propio corazón, que sólo es posible cuando el amor se recibe como un regalo de Aquel que es Amor. Acogiendo el amor como don, podemos hacernos don de amor para los demás. Por eso, Manos Unidas, al promover cada año la Campaña, no se olvida de invitarnos a la oración y al ayuno. Invito a los sacerdotes, catequistas, profesores de religión e instituciones diocesanas en general a poner el mejor empeño en la Campaña de Manos Unidas. La colecta que se realizará hoy, 12 de febrero, en todos los templos de la diócesis se entregará a la delegación diocesana de Manos Unidas. Secundando la llamada de las voluntarias y voluntarios de Manos Unidas, cuya generosidad y empeño agradecemos, unamos nuestras manos y nuestros corazones en esta Campaña de 2017.
+ Ciriaco Benavente Mateo Obispo de Albacete
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Diócesis de Alcalá de Henares
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. Campaña de Manos Unidas
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Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares.
anos Unidas, desde el corazón de la Iglesia Catolica y latiendo con el corazón de Cristo, nos presenta una nueva campaña con el lema: “EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA; NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA”
El mundo de hoy vive anclado en el relativismo que impone la lógica de usar y tirar, como subraya el papa Francisco en «Laudato Si», un mundo que justifica todo tipo de descarte; que construye una economía basada en ganancia, sin mirar a las personas, y que conduce a la explotación del prójimo, a la trata de seres humanos, sin tener en cuenta su destino para todos, y al descarte de los que no interesan. Ante esa realidad Manos Unidas asume la llamada de Francisco para contribuir a la renovación cultural basada en un compromiso integral e intenta dar respuesta a las causas que provocan el hambre en el mundo desde una triple perspectiva: el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; un sistema económico internacional que prima el beneficio y excluye a los débiles y unos estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión.
Con este fin, el Documento base 2017 vuelve sobre la cuestión del hambre proponiendo una fundamentación a la lucha de las Campañas de Manos Unidas contra este problema universal y manifestando nuestro compromiso por un modelo global de producción agrícola y consumo sostenibles. Hoy, el hambre es un hecho real que afecta directamente a un gran sector de la población mundial atentando directamente contra su propia existencia. Este contexto impone un nuevo compromiso ético porque la conciencia universal, de la que participa Manos Unidas, concibe como inhumano permanecer indiferente ante el sacrificio de tantas personas que no pueden sobrevivir porque no encuentran el alimento necesario. El hambre es pues un problema social con implicaciones éticas que exigen una respuesta decidida, tanto a nivel de Estados como a nivel internacional, respuesta que se ha articulado adecuadamente en torno al principio ético de la solidaridad, que hay que integrar en el mandamiento del Señor: “amaos unos a otros como yo os he amado” (jn 15,12). Según el último informe del Programa Mundial de Alimentos (2015) el hambre representa el mayor riesgo para la salud en el mundo. De hecho, mata a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntos. De hecho, 795 millones de personas no disponen de alimentos suficientes para tener una vida sana, casi una de cada nueve personas en el planeta. El informe subraya que dos tercios del total de personas que pasan hambre se encuentran en Asia, ya que es el continente más poblado. Sin embargo, es África subsahariana la región del mundo donde se encuentra el porcentaje más alto de hambrientos: una de cada cuatro personas está desnutrida. Ante este duelo de tantos hermanos nuestros queremos invitar a todas las parroquias, movimientos, hermandades, asociaciones y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta
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Campaña contra el hambre. Manos Unidas nos ofrece a todos una oportunidad para colaborar mediante pequeños gestos que ayuden a romper la lógica del egoísmo y menosprecio para abrir puertas que conduzcan al fin del hambre en el mundo. Por último, deseamos felicitar y agradecer a todos los voluntarios y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con la Campaña contra el hambre de Manos Unidas. Con mi bendición,
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+ Juan Antonio Reig Pla Obispo de Alcalá de Henares
Diócesis de Asidonia-Jerez
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. Campaña de Manos Unidas
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Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez.
amos inicio al segundo año de un trienio dedicado a la lucha contra el hambre y a reforzar el derecho a la alimentación de los más vulnerables. Durante este año, llevaremos a cabo la Campaña LVIII bajo el lema «EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA; NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA».
En el mundo tenemos suficiente comida para todos. El hambre no es fruto de falta de alimentos sino del mal uso de los recursos, de los modelos económicos basados en el mayor beneficio y un estilo de vida cimentado en el consumo. Es esto lo que señalaba Francisco en su carta dirigida al presidente de la FAO donde afirmaba: «El reto del hambre y de la malnutrición no tiene sólo una dimensión económica o científica, que se refiere a los aspectos cuantitativos y cualitativos de la cadena alimentaria, sino también y sobre todo una dimensión ética y antropológica».
Ante esta realidad y teniendo presente la afirmación del Papa es necesario “plantarle cara al hambre” uniéndonos para derribar las barreras del individualismo y despertando la responsabilidad con los más desfavorecidos. Debemos superar las visiones egoístas y liberarnos de la esclavitud de la ganancia a toda costa, haciendo crecer la solidaridad que, con palabras de Francisco, no se reduce a las diversas formas de asistencia, sino que se esfuerza por asegurar que un número cada vez mayor de personas puedan ser económicamente independientes.
En este año que comenzamos tenemos que trabajar con Manos Unida para que nuestra sociedad en vez de considerar los alimentos como negocio los ponga al servicio del bien común, comprometiéndose con una agricultura sostenible y con un aprovechamiento integral de la producción, evitando la pérdida y desperdicio de alimentos. Es necesario, como cristianos y desde la Doctrina Social de la Iglesia, unir esfuerzos para alcanzar un desarrollo humano integral.
Ante este reto, quiero invitar a todas las parroquias, movimientos, asociaciones, hermandades y comunidades cristianas de nuestra Diócesis a participar en esta campaña que celebra Manos Unidas. Os animo a uniros al gesto significativo del «Día del Ayuno Voluntario» que se celebrará el viernes 10 de febrero, y a ofrecer una generosa aportación económica tanto en las colectas de las Misas del próximo domingo 12 de febrero, como en las mesas petitorias en las calles de la ciudad.
Por último, deseo enviar un mensaje de felicitación y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos con Manos Unidas. Con mi cordial saludo y bendición,
+ José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez
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Diócesis de Astorga
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández, Obispo de Astorga.
ueridos diocesanos:
La desnutrición y la falta de recursos para vivir dignamente como personas manifiestan que la humanidad necesita un ordenamiento social más justo, de modo que toda persona que nace y ve la luz en este mundo no esté condenada de por vida a una existencia inhumana. En las últimas décadas, los gobiernos presionados por movimientos sociales e instituciones, están dando pasos para solucionar el problema de la pobreza en el mundo. Estas decisiones son insuficientes porque, no sólo no se ha erradicado la pobreza, sino que en algunos lugares ha aumentado. El papa Francisco en la Encíclica Laudato Si nos habla de promover una ecología integral que “integre claramente las dimensiones humana y social”. Ésta es la clave del verdadero y auténtico desarrollo humano. El plan de Dios sobre el hombre, la tierra y el universo es la armonía y la paz. Esta armonía universal tiene como fundamento la justicia social y ecología. Por eso se rompe la armonía cuando el hombre abusa de los demás hombres y de la naturaleza en beneficio propio. Los avances de la ciencia y de la técnica han puesto de manifiesto que, hoy por hoy, en el mundo existen suficientes recursos para alimentar dignamente a toda la humanidad. Sin embargo la realidad es muy distinta. En muchas zonas del planeta, la gente muere de hambre, otros malviven desnutridos a lo largo de su vida. La falta de agua y de alimentos provoca graves daños en la salud de las personas. El panorama es, ciertamente, desilusionante. Porque nos preguntamos qué más podemos hacer para erradicar el hambre y la pobreza. Parece que nuestros esfuerzos son tan escasos que apenas se nota una evolución favorable de la situación. Es más, cuando parece que en alguna parte del mundo se avanza, surgen catástrofes naturales o guerras irracionales que destruyen lo poco que se había construido. A pesar de todo, los cristianos confiamos en la Providencia divina y sabemos que muchos hermanos nuestros están trabajando día y noche a pie de obra para erradicar la pobreza tanto material como espiritual. Con ellos colabora siempre Manos Unidas financiando proyectos de desarrollo integral. Debemos seguir colaborando económicamente para aliviar, al menos un segundo, el dolor de la humanidad. También aquí, en nuestra diócesis, necesitamos personas que entreguen parte de su tiempo a la organización de Manos Unidas. Los equipos zonales y parroquiales realizan un enorme trabajo para captar recursos y donativos para los proyectos solidarios. Pero necesitan renovarse en personal y atraer a jóvenes cristianos que se atrevan a trabajar por los demás y a sentir como propios los problemas de toda la humanidad. Espero que este llamamiento a la colaboración con el voluntariado de Manos Unidas tenga eco en el corazón de los jóvenes y se presenten a la Organización para colaborar por amor al prójimo. Por su parte, pido a los responsables de Manos Unidas que acojan con gozo a nuevos colaboradores para seguir haciendo el bien a los demás.
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La Campaña de este año nos recuerda que “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. Así es. Comprometamos nuestra vida y luchemos por una sociedad más justa y ecológica. Una sociedad que sepa vivir con lo necesario y no abuse del despilfarro de dinero, lujo y sobrealimentación. Una sociedad que sepa ser solidaria y camine hacia la meta de la armonía universal, de la justicia y la paz. Queridos diocesanos: Hagamos nuestro este lema de Manos Unidas y examinemos si podemos tirar menos alimentos a la basura, consumir menos agua, vivir con una mayor austeridad y enseñar a vivir con lo justo y necesario a los más pequeños. El ayuno que nos propone la organización Manos Unidas está íntimamente ligado a la solidaridad. Si cada diocesano aportara a los más pobres lo que cuesta la mitad de un menú podríamos dar de comer a un pueblo entero durante un mes. Con mi afecto y bendición, + Juan Antonio Menéndez Fernández Obispo de Astorga
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Diócesis de Ávila
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“El mundo necesita más gente comprometida”
Monseñor Jesús García Burillo, Obispo de Ávila.
ueridos diocesanos:
Manos Unidas nos propone tomar conciencia del hambre en el mundo y comprometernos con quienes lo padecen. Esta Campaña lleva como lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. «No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad» (EG 53), afirma el papa Francisco, y nos invita a poner nuestra mirada en el hermano más necesitado. «Viendo sus miserias, escuchando sus clamores y conociendo su sufrimiento, nos escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta. El problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio» (EG 191). ¿Sabías que 800 millones de personas en el mundo pasan hambre? África es la región del mundo con mayor porcentaje de población que pasa hambre, una de cada cuatro personas está desnutrida; más de tres millones de niños menores de cinco años mueren por malnutrición. ¿Cómo es posible que con el enorme avance científico y tecnológico haya personas que no tengan suficiente para comer y vivir sanamente? El Papa nos interpela: «Las condiciones de las personas hambrientas y malnutridas pone de manifiesto que no es suficiente ni podemos contentarnos con un llamado general a la cooperación o al bien común. ¿Es aún posible concebir una sociedad en la que los recursos queden en manos de unos pocos y los menos favorecidos se vean obligados a recoger sólo las migajas?» (Mensaje, 26/10/2015). Para lograrlo son necesarias dos vías: la educación y la ayuda para que los más pobres tengan y gestionen los recursos necesarios para una vida digna. En esta dirección apuntan los proyectos que Manos Unidas ha confiado a Ávila: construcción de cocina y comedor con energía solar en una escuela secundaria de Burkina Faso; construcción de una valla y una cocina para escuela de niños sordos en Tamil Nadu (India); construcción de tres aulas de preescolar en Madagascar; compra e instalación de cocinas de vapor para dos internados femeninos rurales y ampliación de comedor, cocina y despensa para residencia femenina en Odisha (India); adquisición de dos molinos para sostenibilidad de internado femenino en Mozambique; renovación de escuela infantil en Etiopía; construcción de un pozo con bomba en escuela de primaria en Angola; compra e instalación de placas solares para una escuela en Assam (India); adquisición de equipo para laboratorio de dispensario en Togo y ampliación de un internado de niños en Bihar (India). Todos estos proyectos son gestionados por religiosas: Hermanas Franciscanas del Inmaculado Corazón de María; Hermanas de Nuestra Señora de La Salette; Misioneras Siervas del Espíritu Santo; Hermanitas de la Inmaculada Concepción; Franciscanas Hermanas de San José; Hermanas
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Ursulinas; Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul; Hermanas de la Misericordia de Sees; y también una parroquia etíope: Parroquia Católica de Shebo. Queridos diocesanos, agradezco de corazón los muchos esfuerzos y la colaboración generosa que cada año manifestáis ante la realidad de tantas personas desfavorecidas. Participemos en la Campaña de Manos Unidas superando el entusiasmo de cada año, con la alegría de saber que somos una familia en una casa común. Que cada uno dé lo mejor de sí mismo en espíritu de servicio a los demás. Os saluda con todo afecto + Jesús García Burillo Obispo de Ávila
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Diócesis de Barbastro-Monzón
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¡Con lo que tú tiras a la basura, yo podría “sobrevivir”!
Monseñor Ángel Pérez Pueyo, Obispo de Barbastro-Monzón.
urante estos días veréis pulular por nuestra Diócesis un «ramillete» de mujeres inquietas, que van y vienen, desafiando no sólo el tiempo climatológico sino también el biológico, empeñadas, de forma altruista y voluntaria, en conseguir un Proyecto solidario con los más desfavorecidos a través de la Asociación Laica de Fieles que tiene la Iglesia Católica, conocida por todos como «MANOS UNIDAS». Desde que llegué a la Diócesis ha sido una de las cosas que más me ha admirado. El año pasado consiguieron llevar a cabo, un Proyecto tan ambicioso como fecundo, construir, nada menos, que un centro de formación para jóvenes marginados que viven en el entorno de la leprosería de Dhanbad en el norte de la India. Y pateando la Diócesis, ese centenar largo de voluntarias, lograron subvencionar el proyecto. ¡Decidme si los milagros, no existen!
Y este año han «amenazado» con volver a la carga… Y ahí las tenéis de nuevo, con renovado ímpetu, dispuestas a impulsar dos proyectos nuevos, aunque la cuantía vendría a ser la misma. Me resulta fácil, con el testimonio de estas mujeres «intrépidas» y «aguerridas» de nuestra Diócesis, ratificar el eslogan que han escogido este año: «el mundo no necesita más comida, lo que necesita es gente comprometida». Y como contraste, viene a mi mente el cortometraje que me envió hace unos días el P. Rafael Quirós, misionero de nuestra Diócesis en Benín. Me dejó «tocado». Era muy crudo pero al mismo tiempo muy real. Mientras a algunos de nuestros hijos lo que más les preocupa, les fastidia o les molesta es estudiar, comer verdura o pescado, a otros lo que les duele es el hambre. Mientras algunos no aciertan con la dieta adecuada que les haga perder esos diez kilos de más que afean su figura, otros en cambio mueren a dieta. Con lo que tú tiras a la basura, yo podría «sobrevivir», me dijo a bocajarro un niño huérfano del «hogar Beato Pedro Ruiz de los Paños» en Mishikishi (Zambia) durante la última visita que hice como Director General de los Operarios Diocesanos. Es verdad. Un tercio de nuestros alimentos van a la basura mientras casi ochocientos millones mueren de hambre. Escribir esto me resulta sangrante. Mientras algunos odian la sobre protección de sus padres, o les molesta que algún insecto se haya colado en su cuarto, otros no tienen padres y llevan pegadas a su cuerpo un centenar de moscas. Mientras a algunos les aburren los mismos videojuegos, otros tienen que fabricarse un balón con las hojas secas de las palmeras. Mientras algunos se enfadan porque no les compran las deportivas que ellos querían (Adidas o Nike) otros tienen que conformarse con unas chancletas fabricadas con trozos de telas viejas. Mientras algunos refunfuñan cuando les mandan a dormir temprano, otros quisieran no despertarse... Realmente somos unos afortunados. Tenemos mucho más de lo que necesitamos para vivir felices. Sé generoso. Comparte, no lo que te sobra. Regálate. Mejor, descúbrete como dádiva de Dios para cuantos tienen hambre de pan, de justicia, de dignidad, de respeto, de ternura, de amor… hambre de Dios mismo. Comprométete para ofrecer al mundo la lucidez y la altura de miras que se necesita para evitar el mal uso de los recursos alimentarios y energéticos; para erradicar el modelo económico internacional basado en el mayor beneficio que convierte los derechos básicos de las perso-
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nas en mercancía susceptible de especulación; para favorecer un estilo de vida y consumo que evite la exclusión de los más empobrecidos. Si te atrevieras a vivir así estarías empezando a utilizar el «manual de vida cristiana» que Jesús ofreció en el monte de las bienaventuranzas. Él mismo nos auguró que si procedíamos así seríamos realmente más libres, más auténticos, más fecundos, más felices. Así son las paradojas de Dios. Vivir las bienaventuranzas no es fácil. Exige ciertamente un cambio de «chip», un cambio de corazón. En nombre de todos los beneficiarios de estos dos proyectos que vamos a asumir en nuestra Diócesis quisiera expresaros su gratitud sincera a cada uno de los hijos del Alto Aragón, creyentes o no, que con su solidaridad y generosidad van a conseguir los 86.254€ necesarios para que esta «patrulla de mujeres» de «MANOS UNIDAS» logren el objetivo humanizador que se han propuesto este año. Con mi afecto y bendición, + Ángel Pérez Pueyo Obispo de Barbastro-Monzón
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Diócesis de Barcelona “Comprometidos contra el hambre”
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Monseñor Juan José Omella Omella, Arzobispo de Barcelona.
n año más, este segundo domingo de febrero, Manos Unidas pone de relieve una realidad dolorosa y vergonzosa de nuestro mundo del siglo XXI: el hambre.
La campaña de este año tiene como lema: “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. Dios ha creado el universo para que esté al servicio de toda la humanidad y que todos sus miembros, de todas las generaciones, puedan vivir como personas. El Creador ha puesto a nuestra disposición todo lo que se necesita para poder preparar la mesa con un plato para todos, sin distinción. Sin embargo, estamos lejos de hacer realidad el plan de Dios por la injusta distribución de la riqueza y por el abuso de los bienes de la creación. Actualmente 795 millones de personas sufren hambre en el mundo, según datos de la FAO. Juan Pablo II, en el año 1992, se refería a lo que conocemos como paradoja de la abundancia: “Hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el despilfarro, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines están ante nuestros ojos”. Habiendo bienes suficientes para que todos puedan vivir razonablemente bien, resulta que en la práctica a unos nos sobra mientras otros no tienen lo mínimo para vivir. ¿Qué podemos hacer ante esta injusticia de la que somos corresponsables? Dejémonos tocar el corazón. Dejémonos inquietar. No tengamos miedo a que esta situación provoque en nosotros una cierta intranquilidad. Dejemos que esta inquietud nos mueva a un cambio de actitudes en nuestra vida. Conviene relacionar el tema del hambre en el mundo con el de la paz y la justicia, por una razón muy sencilla: porque la paz es fruto de la justicia y el hambre es una clamorosa y gravísima injusticia. Para luchar contra el hambre hay que cuidar a la madre tierra para que pueda dar todo lo que, si la respetamos, puede ofrecer a todas las generaciones. La doctrina social de la Iglesia nos recuerda que no podemos disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a nuestra voluntad. ¡Cómo cambia nuestra vida cuando hacemos la experiencia de sentirnos colaboradores de Dios en la obra de la creación! Necesitamos superar la constante tentación de querer ser los dueños de la creación al margen de Dios. Esta actitud tarde o temprano provoca la rebelión de la naturaleza. Necesitamos un nuevo modelo de crecimiento económico. Todos estamos implicados. Un crecimiento que vele por el bien de las personas, que las ayude a alcanzar su plenitud; un crecimiento que sea respetuoso y agradecido con la creación y en particular con nuestro planeta.
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Hermanos y hermanas, los graves problemas del hambre y los males ecológicos requieren nuestro compromiso. Estos retos nos llaman a un cambio de mentalidad que lleve a las personas, a la sociedad civil y a las administraciones públicas a adoptar nuevos estilos de vida. El objetivo que propone Manos Unidas es ambicioso: no se trata sólo de dar de lo que nos sobra e incluso de lo que necesitamos, sino también de ayudar a pueblos enteros, ahora excluidos o marginados, para que entren en el círculo del desarrollo económico y humano. Cuando damos lo que tenemos, compartimos lo que somos, denunciamos el sufrimiento y rezamos a Dios, estamos trabajando por la justicia y por la paz. + Juan José Omella Omella Arzobispo de Barcelona
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Diócesis de Bilbao
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Mario Iceta Gabicagogeascoa, Obispo de Bilbao.
ueridos hermanos y hermanas:
Nos disponemos a participar de la Campaña 2017 de Manos Unidas. Este año, la temática elegida se entronca con la idea original que dio lugar al nacimiento de esta organización: la lucha contra el hambre en el mundo. Asimismo, se inserta en el trienio de combate que la Asociación emprendió el año pasado contra esta lacra inhumana e injusta. Efectivamente, el mundo no necesita más comida, sino gente más comprometida en su producción, distribución y consumo de un modo justo y fraterno. Dios nos ha regalado un universo sobreabundante. Todo lo hace con generosidad y exuberancia. El amor que derrama sobre nosotros lo hemos experimentado durante el año jubilar que acabamos de clausurar como misericordia. En el mundo hay recursos abundantes para que todos podamos vivir con dignidad. El problema no es tanto la falta de recursos alimenticios a nivel mundial, sino la injusticia que nace de un corazón orgulloso y avaro, cerrado en sí mismo. Esta cardioesclerosis, como la denomina el Papa, esta dureza de corazón es la generadora de las hambrunas y desastres humanos que dolorosamente azotan la humanidad. Es preciso pedir la gracia de la conversión del corazón, que nos hace percibir nuestra verdadera dignidad de hijos e hijas de Dios, hermanos de un Padre común que nos ha regalado el mundo para que hagamos de él un hogar, la casa de la humanidad fraterna. En el rezo del Padrenuestro, pedimos con fe que venga a nosotros el Reino de Dios. Es el Reino del amor y del perdón, de la verdad y la justicia, de la fraternidad y la paz. Es una petición que no sólo se dirige a Dios, sino que nos compromete en hacer realidad esta presencia del Reino entre nosotros, como fruto de la gracia de Dios que transforma nuestro corazón y nos convierte en operarios y constructores de este reino. En esta campaña de Manos Unidas se nos propone el compromiso por un aspecto concreto de este Reino de Dios: luchar contra el hambre en el mundo y las causas que la genera. Este compromiso conlleva aspectos de diverso calado: la producción adecuada y diversificada de los cultivos, la dignificación y apoyo al mundo agrícola, la distribución justa y necesaria de los alimentos, alejada de especulaciones e intereses que contradicen el respeto que requiere un elemento tan básico, que atañe directamente a la vida digna de las personas, el consumo responsable y sostenible, evitando de modo particular desperdiciar comida. Es lamentable e injusto que mientras 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, en nuestro entorno consumista se desperdicia o tira un tercio de los alimentos que se producen. Pidamos a Dios que nos cambie el corazón y seamos sensibles y comprometidos ante las hambrunas y necesidades de nuestros hermanos. Comprometámonos en aquellas campañas que deman-
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dan una profunda conversión de las causas estructurales del hambre en el planeta. Fomentemos entre nosotros los hábitos de consumo responsable que eviten el desperdicio de comida y fomenten el desarrollo de una explotación respetuosa, sostenible y humanizada de los recursos abundantes que nos ofrece la tierra. Compartamos nuestros bienes con aquellos que pasan necesidad. Todo ello redundará en asumir nuestra responsabilidad de ser trabajadores humildes en la viña del Señor, en la edificación de su Reino, haciéndolo presente entre nosotros. Que Dios nos acompañe en esta apasionante tarea. Con afecto fraterno, + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao
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Diócesis de Burgos
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Unamos todos nuestras manos contra el hambre
Monseñor Fidel Herráez Vegas, Arzobispo de Burgos.
n el año 1960 las mujeres de Acción Católica se sintieron interpeladas por un llamamiento que venía de la FAO (el organismo especializado de la ONU que dirige las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre), y lanzaron en España la campaña contra el hambre en el mundo. Nacía así «Manos Unidas». Y desde entonces, cada segundo domingo de febrero, somos invitados a reflexionar, compartir y trabajar contra esa gran lacra que todavía sigue azotando amplios ámbitos sociales y mundiales: el hambre. Campaña que ha alcanzado arraigo en la sociedad española y, manteniendo su identidad eclesial, ha adquirido gran relieve entre personas de buena voluntad. ¡Qué mejor nombre para este proyecto que ‘Manos Unidas’! Todos, de la procedencia, ideología o religión que seamos, estamos invitados a unir nuestras manos contra el hambre. La Iglesia española, a través de Manos Unidas, se siente servidora uniendo sus manos con todos los que anhelan el desarrollo y la promoción de los hombres y mujeres del llamado tercer mundo.
Manos Unidas tiene como misión la lucha contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; producidos entre otras por las siguiente causas: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos. Para ello, realiza dos actividades permanentes: una, dar a conocer y denunciar la existencia del hambre en el mundo, inspirándose en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, a través de la sensibilización de la sociedad española y de la educación para el desarrollo. Y, otra, recaudando medios para financiar proyectos encaminados a paliar las necesidades en los países en vías de desarrollo, que se concretan en cinco áreas de trabajo: agricultura, educación, sanidad, promoción social y promoción de la mujer. Este año, con el lema de la Campaña, se nos invita a darnos cuenta de que «El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida». Esta campaña quiere resaltar unas cifras: un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura, mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Además, durante todo el año 2017, Manos Unidas hará hincapié en tres cuestiones esenciales y urgentes para acabar con la pobreza y el hambre en el mundo, como son: el desperdicio de alimentos, la lucha contra la especulación alimentaria y el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. Es necesario trabajar, cada uno desde nuestra situación, por un modelo global de producción agrícola y de consumo sostenible. Es un grave pecado que en nuestras sociedades occidentales se dé un gran desperdicio de alimentos, mientras hay personas concretas que mueren de hambre. Del mismo modo, a otros niveles, se produce una auténtica especulación alimentaria, siguiendo tan sólo criterios de economía excluyente, mientras existen amplias zonas del mundo sufriendo hambrunas persistentes y mortí-
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feras. Para ello, se convoca especialmente a los técnicos, para desarrollar una agricultura sostenible que sea respetuosa con el medio ambiente y vaya generando una auténtica casa común donde todos puedan sobrevivir y vivir con dignidad. Esto es una llamada y un reto para todas las personas de buena voluntad. Pero para nosotros, los cristianos, si cabe, supone un mayor compromiso. Dios quiere que todas las personas tengan vida y vida digna. Y por ello nos recuerda: «Porque tuve hambre y me diste de comer”, y “lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 35). El papa Francisco es especialmente sensible ante este drama, como muestra a menudo en sus reflexiones. De manera particular lo subrayó en el pasado Año de la Misericordia; pero nos sigue invitando a descubrir que «es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia para dar vida a tantas iniciativas nuevas, fruto de la gracia… Todavía, nos dice, hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed; y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer… En efecto, la misericordia se excede; siempre va más allá, es fecunda». Y de cara a esta fecundidad hemos de tener presente que, en palabras del papa emérito Benedicto XVI, «el testimonio de la Caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo, forma parte de la evangelización». Permitidme que exprese mi agradecimiento y apoyo a quienes, de diversas formas, trabajan por la erradicación del hambre en el mundo. De manera especial, a Manos Unidas y a todos sus voluntarios, a quienes en nuestra diócesis impulsan esta misma tarea, y a todos vosotros que con vuestra oración y ayuda anheláis un mundo venidero más justo, más fraterno, más humano. ¡Unamos todos nuestras manos contra el hambre! Seamos sensibles a tanta necesidad de nuestros hermanos, los que están lejos y los que tenemos cerca, con ocasión de esta Campaña y durante todos los días del año. + Fidel Herráez Vegas Arzobispo de Burgos
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Diócesis de Cádiz-Ceuta
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Rafael Zornoza Boy, Obispo de Cádiz y Ceuta.
anos Unidas lanza su nueva Campaña anual con el lema “EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA. NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA”, y para ello celebrará numerosos eventos en toda España desde el próximo 31 de enero y hasta el domingo 12 de febrero, día en el que se celebrará la Jornada Nacional de Manos Unidas. No pocos misioneros y expertos en desarrollo van a explicarnos esta campaña que recorrerá las ciudades españolas, casi en su totalidad, para compartir su experiencia de lucha contra el hambre a través de proyectos de desarrollo en algunos de los países más pobres del planeta. Recuerdo que, cuando los Reyes de España visitaron este año la Conferencia Episcopal Española con motivo de su 50 Aniversario, D. Felipe alabó el trabajo que la Iglesia realiza y proyecta: “Los españoles debemos reconocer y agradecer a la Iglesia la intensa labor asistencial que desarrolla, el ejercicio de solidaridad que realiza y proyecta y que contribuye también la cohesión de una sociedad que, más allá de las creencias de individuos o grupos, ha de tender a vivir en paz procurando eliminar aquellas desigualdades que generan exclusión”. Y citó la importante labor de “instituciones como Cáritas o Manos Unidas” y otros más. También el Cardenal Blázquez, en su discurso de respuesta también quiso destacar el trabajo de Manos Unidas, “organización creada por las mujeres de Acción Católica hace bastantes decenios, que anima la conciencia social entre nosotros y contribuye eficazmente al servicio de los necesitados y a la promoción de la mujer en innumerables lugares del mundo”, y el de otras muchas organizaciones que muestran cómo la fe cristiana repercute en beneficio de muchas personas de cerca y de lejos. Así es. Con su experiencia acreditada y un realismo fuera de duda, Manos Unidas hace hincapié este año en las tres cuestiones que le parecen esenciales y urgentes para acabar con la pobreza y el hambre en el mundo. La primera es el desperdicio de alimentos. En España cada año 1.300 millones de toneladas de alimentos aptos para el consumo acaban en la basura, pese a que el hambre representa el mayor riesgo para la salud en el mundo, según el último informe del Programa Mundial de Alimentos (2015). Mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo nosotros desechamos un tercio de nuestros alimentos, que acaba en la basura. Seguimos asistiendo, por tanto, a lo que San Juan Pablo II denominó “la paradoja de la abundancia”: a pesar de que se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual, sigue habiendo 800 millones de personas a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse. Para acabar con esta lacra en el mundo hay que abrir bien los ojos y unir nuestros esfuerzos.
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En segundo lugar está la lucha contra la especulación alimentaria. Los precios de los alimentos afectan con mayor intensidad, dentro de los consumidores, a las personas más pobres que pueden llegar a gastar hasta el 75% de sus ingresos en alimentos. De hecho, se calcula que los precios de los alimentos básicos -como el maíz, el trigo y el arroz- crecieron hasta triplicarse. Como dice el Papa: «Los mercados, procurando un beneficio inmediato, estimulan todavía más la demanda. Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, en el que prima una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tiende a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas» (LS 55-56). Finalmente está el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. Comprometámonos con un aprovechamiento integral de la producción de alimentos, evitando el despilfarro. No fomentemos el consumismo. Si todos fuéramos más responsables apoyando a los agricultores familiares en su lucha por su derecho a la alimentación basado en una producción sostenible, y haciendo ver que los alimentos son un elemento indispensable para la vida, podríamos ayudar a cambiar las cosas y avanzar hacia el fin del hambre en el mundo. Pero, ante todo, solucionar esta lacra pasa por acompañar a los más pobres, reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible. Manos Unidas, como gesto de apoyo a los casi 800 millones de personas que sufren, cada día, el hambre en el mundo, celebra el Día del Ayuno Voluntario el VIERNES 10 DE FEBRERO con eventos en toda España y propone donar el importe de nuestra comida de ese día a los proyectos de desarrollo que realiza la ONG en 60 países. El DOMINGO 12 DE FEBRERO en las parroquias de toda España se celebrará la Jornada Nacional de Manos Unidas con una colecta única especial en la que se invitará a todos los asistentes a aportar su colaboración a la Organización. Cada euro cuenta, porque es un paso más hacia la mejora de las condiciones de vida de miles de personas, haciendo posibles los proyectos de desarrollo que se están impulsando desde 1960 en más de 60 países de África, América, Asia y Oceanía. Sabemos que la miseria y la exclusión no son una fatalidad, sino consecuencias del egoísmo humano. Donde la educación y la asistencia sanitaria son una quimera para muchos, donde los niños no saben lo que es la infancia, donde se explota a los más débiles y se margina a la mujer por el hecho de serlo y donde el emigrante no encuentra refugio y el que es diferente sufre rechazo, Manos Unidas proporciona las herramientas para que millones de personas puedan cambiar su historia. Los fieles cristianos de nuestra diócesis son generosos, y lo será toda la gente de buena voluntad que quiera colaborar. El mundo necesita un nuevo estilo de relaciones. Por eso queremos recuperar el sentido de la solidaridad, cultivando una cultura del encuentro y el cuidado. Sigamos con Manos Unidas plantando cara al hambre. + Rafael Zornoza Boy Obispo de Cádiz y Ceuta
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Diócesis de Canarias
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias.
is queridos Hermanos y Amigos todos:
El lema de la Campaña de este año puede sorprender porque, más o menos inconscientemente, pensamos que de lo que se trata es de motivar una campaña de recogida de recursos económicos que sirvan para realizar unos proyectos en distintos países, todos orientados a paliar el hambre en el mundo. Es importante, muy importante, que nos demos cuenta de que se trata de algo mucho más amplio, más profundo y más efectivo. Sólo con atender a las palabras que acompañan este lema, en seguida percibimos la magnitud del problemas: 1/3 DE NUESTROS ALIMENTOS ACABA EN LA BASURA. Y sigue: MIENTRAS, 800 MILLONES DE PERSONAS SIGUEN PASANDO HAMBRE EN EL MUNDO. Pasando hambre y muriendo de hambre. Sí, muriendo de hambre. El hambre es la mayor causa de muerte en la Tierra. Por eso es importante que recojamos recursos, pero es más importante todavía que la motivación sea tan sólida que algo, o mucho, cambie en nosotros mismos, y en nuestro entorno. La Encíclica del papa Francisco Laudato Si’ no es un canto romántico, sino un vigoroso pregón y programa para animar el cuidado de nuestra casa común para que pueda ser realmente casa de todos, las generaciones presentes y las futuras. En ella leemos: especialmente deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos (LS 90). Y ese nivel de desperdicio se refiere no solo a los resultados de los procesos de producción que no es posible reciclar, sino a alimentos perfectamente utilizables, que terminan en la basura. Es una de las aplicaciones de lo que el papa Francisco llama cultura del descarte. No solo consumimos por encima de nuestras necesidades, sino que las necesidades nos las crea el mismo mercado, son muchas veces necesidades falsas, necesidades para las que adquirimos bienes que no consumiremos y terminaremos destruyendo. No debemos olvidar que no somos más humanos que otros, no somos más dignos que otros, no tenemos mayores derechos que otros. Y esto nos lleva a ser gente comprometida en un consumo responsable y solidario, en un uso razonable y sobrio de todo lo que podemos disfrutar, y en una fraternidad responsable que nos lleva a compartir muy generosamente con los que no tienen los recursos de los que gozamos nosotros. El Viernes 10 de Febrero es el Día del Ayuno Voluntario, y el Domingo 12 la Campaña Contra el Hambre en el Mundo con su Colecta y sus actividades solidarias. Manos Unidas no es una ONG y nada
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más; es la misma Iglesia de España que atiende la ayuda, la promoción y el desarrollo de los países empobrecidos. Que el Señor nos bendiga con su amor y nos llene de amor mutuo. + Francisco Cases Andreu Obispo de Canarias
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Diócesis de Cartagena
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Gente comprometida
Monseñor José Manuel Lorca Planes, Obispo de Cartagena.
l cartel y el lema que ha elegido este año Manos Unidas para su Campaña LVIII me parte el corazón y me imagino que el que lo lea no se quedará tranquilo, porque si 1/3 de nuestros alimentos acaba en la basura, mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo, es para pensarlo. ¿Estamos ciegos?, ¿qué nos pasa a la humanidad que nos entretenemos cada día en debates y en historias intranscendentes y no vemos los problemas reales de nuestros semejantes?
Confieso que en la presentación de la Campaña de Manos Unidas de este año me he sentido conmovido y emocionado por las palabras de una hija de la Caridad, la cual nos ha contado el día a día de su trabajo sirviendo a tantísimos hombres y mujeres de las aldeas de un país de la costa oeste de África. El centro de sus atenciones se podía resumir en pocas palabras, en servir a la gente. Pero servir a aquellas personas supone gastar la vida como maestra, enfermera, ingeniera o constructora, psicóloga y educadora, técnico agrícola y artesana… todos los oficios, todas las estrategias, todos los recursos para que aquellos hermanos creyeran en su dignidad, la dignidad de los niños y de los jóvenes, la dignidad de la mujer, la formación de pequeños y adultos… ¡Qué grandeza de trabajos! ¡Qué gran obra, y no sale en nuestros noticiarios! Se marchó a la misión y ha predicado a Cristo con la palabra y con el ejemplo, ha rescatado a Cristo de sus miserias, ha levantado a tantos cristos que vagaban sin esperanza y recobraron su dignidad de niños, de hombres y de mujeres. Les enseñó a escuchar la Palabra de Dios y a vivir con gozo la celebración de la Eucaristía. Ella es verdaderamente una persona comprometida.
Este año nos dicen en la campaña que nos comprometamos en la defensa del derecho a la alimentación, que no faltan alimentos, sino que desperdiciamos demasiados en el llamado primer mundo. Son palabras duras las que tenemos que oír, pero es preciso hacerlo. Nos dicen que nuestro modo de alimentarnos influye en las causas, pero también en la solución del hambre, que en Manos Unidas nos proponen un compromiso transformador con un modelo de producción y consumo que respete el medio ambiente, que no caiga en manos del negocio especulativo y que se dirija a un mercado local e internacional justo. No caigamos en la tentación de decirnos no, otro año más y pasar de largo. La propuesta es ver cómo puedo ayudar, hasta dónde puedo ayudar, qué debo y puedo hacer para erradicar el hambre del mundo. Sí, con las manos unidas es posible y con el corazón entregado y generoso para no pasar de largo. Os ruego que prestéis atención a las lecturas de la Palabra de Dios del domingo, día 12 de febrero, porque apuntan al corazón como el centro de atención para un cambio radical de vida, para la esperanza.
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Llegados a este momento no puedo dejar de deciros que rompĂĄis moldes, que le deis una patada a la indiferencia y respondĂĄis con la generosidad de los hijos de Dios a la llamada de los pobres en nuestra puerta. + JosĂŠ Manuel Lorca Planes Obispo de Cartagena
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Diócesis de Ciudad Real
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Manos Unidas contra el hambre
Monseñor Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Ciudad Real.
on necesarias más personas que planten, que se comprometan en plantar cara al hambre; que «siembren». Un lema que se repetía en la Campaña anterior, 2016, sirve para la presente Campaña, 2017, y se repetirá en la del año que viene, 2018. Este lema marca en este trienio el perfil y los objetivos de lucha contra el hambre en los que Manos Unidas trabaja para concienciar y dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo, desde una triple perspectiva: • El mal uso de los recursos alimentarios y energéticos. • Un sistema económico internacional que prima el beneficio y excluye a los débiles. • Unos estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión. «Plántale cara al hambre. Siembra» es el lema central con el que Manos Unidas pretende que nadie se quede indiferente ante la situación que tantos millones de seres humanos sufren por no poder comer. Por eso, nos proponen a todos el compromiso de sembrar una buena tierra, con una buena agua, y con una buena semilla, que permitan que las personas vivan, y vivan dignamente. Manos Unidas se propone incidir en esta tarea que la anima desde su misma fundación: acabar con el hambre en el mundo, recordándonos así, con San Juan Pablo II, su parábola llamada la «Parábola de la abundancia». En ella, se nos dice, claramente, que en nuestro planeta hay comida para todos, pero no todos pueden comer; que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, son una realidad lacerante. No es un problema de producción, sino de accesibilidad. Por eso, no reclama más comida, sino más personas comprometidas en plantar cara al hambre en el mundo. La llamada clara que Manos Unidas lanza a toda la humanidad es al compromiso personal y comunitario para declarar la guerra al hambre, porque tenemos que convencernos de que la victoria es posible y que, un día, con la solidaridad y la colaboración de todos, el hambre será un recuerdo del pasado. Es necesario que entre todos cambiemos este mundo para que todas las personas puedan vivir dignamente. A esta transformación del mundo los cristianos nos sentimos especialmente urgidos por nuestra condición de seguidores de Jesús, que se compadecía de las multitudes porque no tenían que comer (Cfr. Mt 8, 2); urgidos igualmente por los obispos españoles en el documento «La iglesia servidora de los pobres» (n.º 1). En él, los obispos españoles hacemos una llamada a todos los cristianos, a todas las comunidades y fieles, a «mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles».
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Para transformar este mundo hacia la solidaridad es necesario sembrar y llenar la sociedad de corazones compasivos. Hemos de declarar la guerra al hambre fundamentalmente desde el cambio del corazón de las personas, para que sean capaces de ser solidarios con los más necesitados. Todos debemos sentirnos llamados a hacer la guerra al hambre en el mundo, porque sigue siendo la vergüenza del tiempo de los avances y las altas tecnologías. A todos nos compete esta lucha y todos debemos sentirnos llamados a ser solidarios y a sembrar la solidaridad en medio de nuestro mundo egoísta. Ninguna persona debería permitir que otras personas, otros semejantes, pasen hambre mientras a otros nos sobra de todo. Pero, sobre todo, la sensibilidad ante el hambre en el mundo debe brillar de manera extraordinaria en los creyentes en Jesús, porque Él se identifica con ellos y sabemos que lo que hagamos con ellos es con, Cristo y a Cristo, a quien se lo hacemos; y en la mano del pobre y en la cara del hambriento nos vamos a encontrar con la mano y con el rostro desfigurado de Cristo. Que el Señor cambie nuestro corazón de piedra por un corazón mucho más solidario y caritativo, para que a ningún ser humano le falte una vida realmente digna. + Gerardo Melgar Viciosa Obispo de Ciudad Real
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Diócesis de Córdoba
¿Más comida? Más gente comprometida. Manos Unidas
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Monseñor Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba.
lega la Jornada Nacional de Manos Unidas, el segundo domingo de febrero (12 febrero), que durante todo el año nos va recordando el gran problema del mundo, la injusticia en el reparto de los recursos, por el que 800 millones de personas padecen hambre, malviven o mueren por esta causa en el mundo a día de hoy. Las Mujeres de Acción Católica -hoy Manos Unidas- se propusieron ensanchar su mesa y enseñarnos a ensanchar la nuestra para que en ella quepan todos los hombres, especialmente los más necesitados, en vez de eliminarlos o mantenerlos en esa situación inhumana.
“El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida” es el lema de esta 58 Campaña contra el hambre en el mundo, que promueve Manos Unidas en 2017. En el Trienio de Lucha contra el Hambre (2016-2018), se propone dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo, acompañando a los más pobres, reforzando el derecho de los pequeños productores, contribuyendo a un cambio de sistemas alimentarios más justo y educando para la vida solidaria y sostenible. Concretamente, este año nos insiste en tres cuestiones urgentes: el desperdicio de alimentos, la lucha contra la especulación alimentaria, el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. Hay alimentos en el mundo para todos. Qué pasa. Que unos tenemos lo necesario y nos sobra, y otros no tienen qué llevarse a la boca. El mundo está mal repartido, y la culpa no es de Dios. Es de los hombres, que no respetamos la justicia y el derecho de los más pobres a tener lo necesario para vivir. Dios es amigo de la justicia en el mundo. Nuestro egoísmo humano introduce un fuerte desequilibrio que sólo el amor, a grandes dosis, podrá reparar. Aquí viene la Campaña de Manos Unidas, que brota del amor de Cristo en nuestros corazones, para colaborar hasta donde podamos en resolver este grandísimo problema en el mundo. La Campaña incluye varios aspectos. El primero, que nos demos cuenta. Que sepamos agradecer a Dios todo lo que cada día nos da. Que sepamos valorar lo que usamos. Después, que sepamos introducir en nuestra vida un talante de austeridad, es decir, de no gastar más de lo necesario y despojarnos de algo nuestro para compartirlo con los demás que no tienen nada. Por último, que seamos solidarios de manera continuada, no sólo un día señalado. Entrando en nuestras casas constatamos que sobra comida que no reciclamos, y que termina en el cubo de la basura. Debemos educarnos, y educar a los pequeños y más jóvenes con nuestro ejemplo. El alimento de cada día es algo que pedimos en el Padrenuestro, y lo pedimos para todos los hombres. El alimento material, que nutre nuestro cuerpo, y el alimento espiritual, que nutre nuestra alma. Pero, además de una injusticia, es una desfachatez que teniendo para comer cada día, lo tiremos al cubo de la basura. Es un símbolo de que vivimos en la abundancia, en la hartura hasta tirarlo.
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Gracias a Manos Unidas por abrirnos los ojos a un horizonte donde tantos millones de niños y adultos no tienen hoy para comer. Y en vez de quedarnos en lamentos, nos tiende su mano para pedir nuestra aportación económica. Manos Unidas tiene un prestigio reconocido a nivel estatal español y a nivel internacional, porque sabe trabajar con proyectos bien estudiados y con personas muy competentes que los llevan a cabo. Manos Unidas es muy experta en el tema. Vale la pena apoyar esta ONG de la Iglesia católica, con la que salen al paso de tantos proyectos en los que se benefician tantos millones de personas. En 2015, se recaudaron más de 45 millones de euros. Y se atendieron más de dos millones de personas, en 938 proyectos de África, Asia y América. Gracias a todos los que trabajáis en Manos Unidas en nuestra diócesis de Córdoba. Estamos con vosotros y os felicito por vuestro trabajo. Dios multiplicará vuestros esfuerzos, dando frutos a su tiempo. Recibid mi afecto y mi bendición. + Demetrio Fernandez González Obispo de Córdoba
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Diócesis de Coria-Cáceres
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Francisco Cerro Chaves, Obispo de Coria-Cáceres.
a Campaña de Manos Unidas nos llama, una vez más, a una vida comprometida contra el hambre, contra la falta de gente comprometida al servicio de los empobrecidos, con una apuesta decidida de ayudar a los más empobrecidos de la tierra que carecen de lo básico para vivir.
Sin lugar a dudas el hambre sigue haciendo estragos y también siguen las soluciones. Muchas de ellas nos las recuerda Manos Unidas, que durante todo el año y en cada Campaña, nos lleva a buscar una solución que pasa por el bolsillo, por compartir con los más necesitados como dice un prefacio de Cuaresma: “Imitando así tu generosidad”. Es necesario que en toda la diócesis, en todas las parroquias, en todas las instituciones de la Iglesia, nos tomemos muy en serio el gran problema de la humanidad: el hambre, que nos habla del pecado del hombre que no quiere, que no es capaz, por puro y duro egoísmo, de compartir con los más necesitados y que siguen muriendo de hambre. Siempre se habla de las hambres de la humanidad: hambre de comida, de cultura, y, cómo no, hambre de Dios, que debe ser saciado para que verdaderamente nuestro amor siga siendo solidario, compartiendo la vida.
Probablemente el mundo no necesita más comida, pero sí más personas que compartan lo que tienen, que miren al otro, que se cierren a su egoísmo y se abran a niños, a familias enteras que viven sin haber tenido nunca lo más imprescindible y necesario para vivir con un mínimo de dignidad humana. Tenemos que vivir siempre con la alegría y el gozo de saber que hay que amar hasta que te duela, como decía la Madre Teresa de Calcuta. La alegría es compartir, es amar hasta el extremo, es luchar sembrando los corazones de esperanza y de una vida entregada. Son muchos los que necesitan nuestra solidaridad. Compartir con los que tienen todas las carencias y viven bajo los límites de todas las pobrezas. Es la clave de nuestro XIV Sínodo Diocesano, donde es un clamor por un servicio a todos los empobrecidos de la tierra. ¿Cómo no sumarse con todas las fuerzas a Manos Unidas que nos sigue interpelando a nuestra conciencia? Quedarse cruzados de brazos, decir que no podemos hacer nada, “tirar la toalla”, es no creerse el Evangelio de la esperanza y de la alegría. Son nuestros hermanos los que viven en todas las intemperies, en todas las periferias y que nos llaman a que les dejemos sentarse a la mesa de una humanidad necesitada de compartir con los necesitados. No invitarles a compartir los bienes que son de todos, dejarles materialmente morir de hambre, es algo que nos debe remover nuestras conciencias y dar pasos para no quedarnos cruzados de brazos ante una humanidad que sigue sin resolver sus grandes problemas: el hambre, las guerras… El papa Francisco nos dice que las cosas se pueden cambiar. Pasar por la conversión personal para que nuestro corazón sea semejante al de Cristo.
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Manos Unidas es una gota en el océano, pero todos sabemos que los océanos están hechos de muchas gotas, como también recordaba la Madre Teresa de Calcuta. Es necesario colaborar con Manos Unidas para no perder el tren de nuestra solidaridad. + Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres
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Diócesis de Cuenca
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor José María Yanguas Sanz, Obispo de Cuenca.
ueridos hermanos y amigos de Manos Unidas:
Con gusto acompaño con unas letras el inicio de la Campaña 2017 de Manos Unidas, con las que deseo invitaros a participar en los distintos actos de la misma. Este año la Campaña dará inicio el viernes, 3 de febrero, con una charla-conferencia que tendrá lugar en el centro cultural Aguirre, a las 19. 30 hs. El viernes sucesivo, 10 de febrero, la celebración del día del Ayuno Voluntario nos hará vivir, aunque de manera muy mitigada, la experiencia de millones de personas que sufren la falta de alimentos. En fin, el domingo, 12 de febrero, la Campaña tendrá su punto culminante en la Jornada Nacional de Manos Unidas. Nos hará bien detenernos estos días a considerar con calma la situación en que se encuentran muchos millones de hermanos nuestros lacerados por el terrible flagelo del hambre que los golpea, los humilla y llega a deshumanizarlos. La frialdad de los números hace que a veces no percibamos en toda su crueldad la realidad del hambre en el mundo. Impresiona leer que hoy, en este mundo nuestro, civilizado, culto, tecnológico, un mundo que ha alcanzado cotas increíbles de desarrollo, todavía hay casi 800 millones de personas humanas que pasan hambre. Hombres y mujeres como nosotros, con la misma dignidad, con los mismos derechos a una vida digna, a una sanidad que proteja y promueva su salud, a una educación que les permita construir su propio futuro. Impresiona todavía más saber que, como dice el lema de la Campaña de este año, el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida. Así es, indudablemente, si tenemos en cuenta que un tercio de los alimentos acaba en la basura. El contraste entre esta noticia y la realidad de los millones de personas que pasan hambre avergüenza y pone de manifiesto que la actual producción de alimentos es más que suficiente para acabar con el hambre en el mundo. Bastaría con una distribución más equitativa de los alimentos. Lo que en esta nueva Campaña de Manos Unidas se nos pide es nuestro compromiso. Compromiso para hacer tomar conciencia de que producimos alimentos para la atención de más personas de las que hoy habitamos la tierra; compromiso para exigir una distribución más equitativa de los mismos; compromiso para pedir que el derecho humano a la alimentación inspire políticas que lo hagan efectivo; compromiso para proclamar que, como dice el papa Francisco, “hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”; compromiso para multiplicar los gestos cotidianos de solidaridad; compromiso para colaborar generosamente con instituciones como Manos Unidas, Asociación de
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la Iglesia Católica en España que, desde hace ya muchas décadas reúne medios económicos para financiar programas, planes y proyectos de desarrollo integral de los países en vías de desarrollo. No dejemos solas a las personas que, como las que trabajan en Manos Unidas y en otras Instituciones de la Iglesia, se empeñan en favor de objetivos que interesan a todos y cuya consecución es un deber de todos sin excepción. Es bueno que sepan que estamos con ellos, que valoramos sinceramente su compromiso, que los sostenemos con nuestra oración y con nuestra colaboración económica, que deseamos hacernos eco de los mismos objetivos e ideales que los mueven. Concluyo con un pensamiento del Papa que nos recuerda que el desperdicio de alimentos es fruto de la “cultura del descarte” que, con frecuencia, lleva a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos del desmedido afán de ganancias y de consumo. A cuantos trabajan en Manos Unidas como voluntarios mi más cordial saludo con mi reconocimiento por su servicio y por operativo amor a los demás, al que acompaño con mi oración y bendición. En el día de San Julián, verdadero Padre de los pobres. + José Marí Yanguas Sanz Obispo de Cuenca
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Diócesis de Girona
Campaña contra el hambre. Sembrar, cultivar... y hacerle frente
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Monseñor Francesc Pardo i Artigas Obispo de Girona.
ste domingo, desde todas las parroquias y templos colaboramos en la Campaña contra el hambre que promueve nuestra entidad Manos Unidas. Ciertamente, se nos pide colaborar económicamente en los proyectos asignados a nuestra diócesis de Girona. Tales proyectos han sido evaluados, tienen asignadas unas personas responsables con nombre y apellidos, y desde Manos Unidas se realiza un seguimiento hasta su finalización. Condiciones que aseguran el cumplimiento de los objetivos de los proyectos de desarrollo con total transparencia. Sin embargo, la gran cuestión es por qué debemos colaborar para erradicar el hambre. Dicho de otra forma: ¿Cuál es nuestra responsabilidad en esta gran herida de la humanidad? Estas preguntas nos hacen reflexionar generando otra aún más radical: ¿Mis recursos, mis propiedades, son únicamente míos? De acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, desgraciadamente la gran desconocida, os ofrezco algunas pautas de reflexión: – El principio a partir del cual debemos plantear la propiedad y el uso de los bienes es su destino universal. Es decir, los bienes son un medio para hacer posible una vida digna. Pero dicha finalidad es para cada persona y para todas las personas y pueblos. Atención: “Personas y pueblos”. Cada año la Campaña de Manos Unidas nos recuerda algunos de estos pueblos que, por razones diversas, no pueden disfrutar de unos mínimos que aseguren una vida digna. – Los bienes, fruto de la naturaleza y del trabajo transformador de las personas, son de todos y para todos. Este principio se fundamenta en la propia dignidad de la persona. Es decir, no somos los dueños absolutos y exclusivos de los bienes, sino administradores de los que Dios ha puesto en nuestras manos para que tengan un destino universal. – El derecho a la propiedad: la propiedad de los bienes de producción -sean privados, públicos o sociales, del todo legítimos- también están al servicio de la persona y tienen ese destino “universal”. Los bienes de producción no son un derecho absoluto y exclusivo de sus propietarios. Es desde esta responsabilidad que muchos empresarios y empresas procuran mantener o aumentar el número de puestos de trabajo con sueldos dignos, colaboran con fundaciones de fines sociales, culturales, con ONGs y otras instituciones, como Cáritas o Manos Unidas. He aquí la gran responsabilidad de la propiedad de los medios productivos.
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– Todos tenemos derecho a tener y a disponer de los bienes necesarios para una vida digna. Pero no somos dueños absolutos, dado que la propiedad comporta siempre responsabilidad respecto de los demás y de la sociedad. – Es deber del conjunto de las sociedades y de los estados realizar un esfuerzo para contribuir a que las personas y los pueblos puedan vivir dignamente, y muy especialmente los más pobres, marginados y faltos de recursos. – Podemos discutir sobre las causas del hambre… pero lo que hay que hacer es erradicarla. Para nosotros los cristianos es una exigencia evangélica. Debemos pensar en ello y actuar en consecuencia porque así lo exige la responsabilidad en la utilización de nuestros bienes. Justicia y caridad o caridad y justicia. + Monseñor Francesc Pardo i Artigas Obispo de Girona
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Diócesis de Guadix
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¿Qué necesita el mundo?
Monseñor Ginés García Beltrán, Obispo de Guadix.
ueridos hermanos y hermanas:
El lema de la Campaña de Manos Unidas de este año es una provocación. Es la respuesta a la pregunta con la que he querido titular esta carta: ¿Qué necesita el mundo? Quizás sería también una buena oportunidad para hacernos a nosotros mismos esta misma pregunta: ¿Qué necesito yo? Estoy seguro que nos desprenderíamos de muchas cosas que nos parecen indispensables, pero que realmente no lo son. El mundo no necesita más comida, nos recuerda Manos Unidas. Comida hay para todos, otra cosa es que la distribución no sea justa, y esta misma injusticia prive a una buena parte de la humanidad de lo más importante para vivir y sobrevivir: el alimento. Por eso, no necesitamos más comida, sino más gente comprometida. Necesitamos hombres y mujeres que se paren un instante a pensar qué es verdaderamente necesario e importante en la vida. Hombres y mujeres que estén dispuestos a cambiar su estilo de vida que consiste en no mirarse a sí mismo sino mirar a los otros, al mundo, a la creación. Necesitamos nuevos ojos para ver, y nuevos oídos para escuchar el clamor de tantos habitantes de este planeta pidiendo lo que es suyo. Necesitamos manos para tocar con fuerza y con ternura al mismo tiempo la historia y las heridas de los que el azar o la mala organización del mundo tiró a las cunetas del camino. Gente comprometida en el trabajo por un mundo mejor repartido, un mundo que responda al pensamiento y a la voluntad del Creador. El compromiso verdadero sólo nace de una convicción profunda. No basta un compromiso fruto del furor de un instante, o del querer ser bien visto, o porque está de moda. El compromiso es la respuesta a una vida interior que no me refugia en mí mismo, sino que me lanza a los demás, porque los reconoce y los acoge como parte de mí. La persona comprometida suele ser incómoda, y no porque agreda a nadie, sino porque interroga, desinstala, provoca, confronta, transforma, no deja indiferente. ¿Acaso no es ese el ejemplo del Señor Jesús? Somos necesarios todos para decir que en el mundo no falta comida; y hemos de decirlo con la palabra, pero también con el testimonio de un nuevo estilo de vida. Un estilo de vida materialista, consumista, con la única referencia que soy yo y mis necesidades, que por cierto, se multiplican hasta casi el infinito, no puede subsistir, ni puede crear la felicidad. Necesitamos llenar el corazón, porque “mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir” (LS, 204).
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Es terrible leer que mientras 1/3 de nuestros alimentos acaban en la basura, casi 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. Esto no puede ser, y no lo podemos permitir. A más consumismo, más desperdicio. El mercado, la compra-venta, no puede ser sólo un acto económico, porque lo es también moral. El mercado se mueve por la demanda, una demanda que en su mayoría está creada y alimentada por grandes campañas de publicidad, y por intereses no siempre basados en la ética; un nuevo estilo de vida ha de romper con esta dinámica, con el crecimiento incontrolable, insostenible y absurdo de las necesidades. Siento gran pesar al saber que en nuestra diócesis de carácter rural, hay también cadenas y comercios dedicados a la alimentación que prefieren destruir o tirar los alimentos con el argumento que su aportación social va por otro camino. La pérdida de alimentos en un plantea que sufre la lacra del hambre nunca puede ser excusa, es una cuestión humanitaria y social. Pero no pensemos sólo en los demás, detengámonos también en nuestros hábitos de vida. ¿Cuánta comida desperdiciamos y tiramos en la casa?, ¿cómo educamos a los niños y jóvenes en el uso de los bienes, y en la necesidad de no desperdiciar ni tirar lo que no queremos pero los demás necesitan? Ojalá la Campaña contra el hambre en el mundo de Manos Unidas sea un momento de examen de conciencia para cada uno de nosotros. Sea también esta llamada de Manos Unidas una ocasión para participar con lo que es nuestro en favor de los demás; y no me refiero sólo a lo económico. ¿Por qué no ofreces tu tiempo y los dones que el Señor te ha regalado en bien de los demás? Ser voluntario o voluntaria de Manos Unidas es siempre una posibilidad y una oportunidad. Para terminar, os traigo unas palabras del Papa que bien pueden resumir el objetivo de esta Campaña contra el hambre en el mundo: “Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” (LS, 208). Con mi afecto y bendición, + Ginés García Beltrán Obispo de Guadix
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Diócesis de Huelva
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Gente comprometida
Monseñor José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva.
ueridos hermanos y hermanas:
La Campaña de Manos Unidas, en la presente edición, pone a nuestra consideración la necesidad de compromiso con los hambrientos, de manera que el lema nos llama a implicarnos: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. Sólo cuando un problema lo hacemos nuestro es cuando intentamos en serio buscarle una solución, cuando lo hacemos “nuestro”. En ese sentido, como hago cada año, y cada vez que tengo ocasión de encontrarme con los componentes de Manos Unidas, animo a todos los diocesanos a acoger las propuestas de esta Campaña, como una concreción de aquello que el Santo Padre Francisco nos recordórecientemente: “El carácter social de la misericordia obliga a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía, de modo que los planes y proyectos no queden sólo en letra muerta. Que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan el compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios” (Misericordia et misera, 19). En efecto, esta Campaña de Manos Unidas es una oportunidad para que nuestro trabajo por la justicia sea concreto. Pero, como nos quiere transmitir el lema de esta edición, el compromiso que se nos pide va más allá del alimento material, sin duda necesario. El hambre enmascara toda una falta de justicia y de reconocimiento de la dignidad de la persona humana, va más alláde la simple subsistencia corporal. Detrás del hambre material estátambién la expresión del “hambre de Dios”, el hambre de plenitud de unas personas a las que faltan los medios para usar las potencialidades que le aporta la cultura, la educación, las condiciones de vida que no lastren su desarrollo humano y social. Para los seguidores de Jesucristo, el lema de esta Campaña puede y debe ser como un eco de aquellas palabras de Jesús: “Dadles vosotros de comer” (Mc 6, 37) , “lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad” (Evangelii Gaudium, 188). Cada uno de nosotros veráquépuede hacer en el compromiso que se nos pide. Manos Unidas, en el Manifiesto de la Campaña 2017, concreta ese compromiso en tres puntos: que la cosecha de alimentos tenga como prioridad el consumo humano y no la especulación; que sea respetuosa con el medio ambiente; y en el aprovechamiento riguroso de los alimentos, que evite la pérdida y desperdicio de los mismos. Escuchemos a Manos Unidas. Su labor de concienciación es muy importante, porque mueve voluntades. Por nuestra parte, que nuestra aportación económica sea una muestra y una ocasión del compromiso que se nos pide, ¡son tantos los proyectos que hacen posibles nuestra aportaciones! Hagamos concretos nuestros deseos de trabajar por la justicia. Como dice el
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Salmista: “el recuerdo del justo seráperpetuo” (Sal. 112, 6). El Justo es Nuestro Señor Jesucristo y nosotros prolongamos su obra, que perpetúa su misericordia, que es eterna. Con mi afecto y bendición, + José Vilaplana Blasco Obispo de Huelva
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Diócesis de Huesca y Jaca
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Julián Ruiz Martorell, Obispo de Huesca y Jaca.
ueridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. La Campaña 58ª de Manos Unidas tiene como lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. Los bienes de la tierra no son infinitos y no podemos estrujar a la creación más allá de los límites. La sobrexplotación de los recursos naturales nos puede llevar al riesgo de su degradación progresiva, que se manifiesta en la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales, como recordaba Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2010. A lo largo del año 2017, Manos Unidas destaca tres cuestiones esenciales y urgentes para acabar con la pobreza y el hambre en el mundo: 1) el desperdicio de alimentos; 2) la lucha contra la especulación alimentaria, y 3) el compromiso por una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. La seguridad alimentaria para los países del Norte del mundo significa eliminar grasas y favorecer el movimiento, mientras que para los países del Sur consiste en obtener al menos una comida al día. En el Norte, el punto central es la calidad de la nutrición y de los alimentos, mientras que en el Sur se pone la atención en la cantidad de alimentos suficiente para garantizar la supervivencia de una población en crecimiento. Mientras en Occidente el problema es el gran consumo y los residuos, en el Sur, para asegurar el alimento, es preciso fomentar la producción local y evitar el hambre crónica en muchos países. En la Encíclica Laudato Si’ el papa Francisco nos propone “apostar por otro estilo de vida” para no quedar sumergidos en la vorágine de las compras, los gastos innecesarios y el consumismo obsesivo. Afirma: “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir” (LS 204). Nos recuerda: “La tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos” (LS 93). Y cita a los Obispos de Nueva Zelanda que escribieron: “Un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesitan para sobrevivir” (LS 95).
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En el denominado “Trienio de Lucha contra el Hambre” (2016-2018), Manos Unidas se propone cuatro objetivos: 1) acompañar a los más pobres, 2) reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores; 3) contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos, y 4) educar para una vida solidaria y sostenible. Manos Unidas nos recuerda que, para todo ello, se necesita más gente comprometida, personas conscientes de su responsabilidad individual y comunitaria; personas dotadas de lucidez mental para pensar en las próximas generaciones; personas cualificadas para generar un nuevo estilo de vida; manos entrelazadas para compartir y no derrochar. Necesitamos comprometernos en adquirir hábitos alimenticios saludables para que nuestra nutrición sea más equilibrada y justa, de modo que podamos evitar el despilfarro. Un tercio de nuestra comida acaba en la basura y 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Escribe el papa Francisco: “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos” (LS 91). Recibid mi cordial saludo y mi bendición. + Monseñor Julián Ruiz Martorell Obispo de Huesca y Jaca
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Diócesis de Ibiza
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Vicente Juan Segura, Obispo de Ibiza.
ste domingo, en todas las Diócesis de España celebramos el Día de Manos Unidas, una jornada más para ser caritativos y misericordiosos, para tratar de ayudar a todos y especialmente a los más necesitados. En nuestra Diócesis los fieles de Ibiza y Formentera colaborando con Cáritas ayudamos a los necesitados que están aquí y por medio de Manos Unidas enviamos ayudas a gente de otros lugares del mundo. Manos Unidas es una Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo. Es, a su vez, una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD), de voluntarios, católica y seglar. Como tal lucha contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; y trabaja para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos. Basándose en la Palabra de Dios y en la Doctrina Social de la Iglesia, procura que cada persona, cada hombre y mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, sea capaz de ser, por sí mismo, agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual, y goce de una vida digna. Aquí en nuestra Diócesis vemos con alegría y satisfacción cómo en cada parroquia, a lo largo del año se van haciendo actividades que producen beneficios formativos para los que participan y materiales para donde se nos encarga ayudar, y todo ello con el trabajo generoso de la Junta Directiva Diocesana y de los fieles, entre ellos los obreros, de las parroquias. Así Ibiza y Formentera pueden ser conocidas en otros lugares no sólo por las maravillas naturales que tienen y que tantos turistas visitan, sino porque gente de aquí ayuda a necesitados de fuera. Este Año el lema que se ha puesto para esta Jornada es: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. En efecto, 1/3 de los alimentos acaba en la basura, mientras 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Manos Unidas lleva años luchando contra la pobreza y el hambre, una guerra que se puede acabar acabando con el hambre en el mundo, una situación que se puede ganar. Así, ayudando a las comunidades más empobrecidas de forma que con nuestra ayuda puedan disponer de una cosecha que alimente dignamente a las personas. Para hacer un mundo mejor para todos hemos de promover la justicia, la solidaridad, el amor verdadero, la misericordia. Y la Iglesia lo hace en parte a través de Manos Unidas. Este domingo en todas las parroquias las colectas se destinarán a los proyectos que tiene en camino esta institución de cristianos que imitan así a Jesús que dio de comer a los hambrientos y nos dejó eso como una de las obras de misericordia. Seamos, pues, generosos hoy y no sólo hoy, sino a lo largo de todo el año.
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En Ibiza la Iglesia, con la colaboración de sus miembros, es misericordiosa y caritativa. Es como tiene que ser. El pasado mes de enero las personas que viven por las calles y sufrían frio por el tiempo que tuvimos, ¿dónde se refugiaron?, ¿dónde fueron acogidas? Pues entre todos los locales de Vila en un salón parroquial. Si en la Iglesia hemos de practicar amor, caridad, misericordia, con Manos Unidas sigamos practicando esa misericordia para ir acabando con el hambre en el mundo, siendo los cristianos personas comprometidas en la búsqueda del bien común y fomentando una cultura del cuidado de unos a otros, siempre unos a favor de otros y nunca unos contra otros. ¡Buena actividad y colaboración cristiana también por medio de Manos Unidas! + Monseñor Vicente Juan Segura Obispo de Ibiza
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Diócesis de Jaén
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Amadeo Rodríguez Magro, Obispo de Jaén.
ermanos sacerdotes:
Con vosotros me quiero dirigir a toda la comunidad cristiana de la diócesis de Jaén, y os pido que acerquéis también esta carta a cuantos quieran colaborar con este bien social para los más pobres del mundo, que es Manos Unidas en España. La dirijo, por tanto, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran tenerla en cuenta para reflexionar y reaccionar ante lo que os voy a comentar y pedir.
Se acerca la fecha del acontecimiento central de la Campaña contra el Hambre, que dura todo el año, todos los días, todos los minutos. Sin embargo, en estos primeros días de febrero se nos llama la atención, a través de diversos actos, sobre el objetivo que se pretende alcanzar; se nos concreta en qué proyecto podemos colaborar. Como sabéis muy bien, la Campaña la promueve la Asociación de la Iglesia Católica en España Manos Unidas, y en ella llama nuestra atención, a través de la vida ordinaria de las parroquias, sobre la situación de pobreza y marginalidad de países, colectivos sociales y personas del mundo entero. En esta ocasión se sitúa, una vez más, en la preocupación que dio lugar a la creación de Manos Unidas en el seno de la Iglesia: el hambre en el mundo. Se sigue recordando que 800 millones de personas siguen pasando hambre en el mundo; y como contraste escandaloso se recuerda también que 1/3 de nuestros alimentos acaba en la basura. Como veis, no puede ser más concreta y gráfica la llamada de atención que nos hace: por un lado, muchos millones de personas no tienen qué llevarse a la boca todavía y, por otro, otros muchos millones de personas en el mundo, sobre todo, en los países más ricos, tiran y desperdician 1/3 de lo que tienen para llevarse a la boca. Es por eso que esta Campaña tiene, a mi modo de entender, algunas intenciones muy concretas: seguir llamando la atención de cuantos afortunadamente podemos comer, para que no olvidemos jamás a los que no comen. Manos Unidas quiere tender el apretón de manos solidarias entre estos dos mundos, que aún siguen estando tan distantes. Para ello reclama la toma de conciencia de los que más tienen, en los que quiere provocar el compromiso solidario de una contribución que vaya rebajando la distancia entre las posibilidades de los seres humanos. Pero es también intención para la Campaña contra el Hambre de este año, buscar un cambio de mentalidad, para combatir las causas y problemas que provocan y mantienen el hambre en el mundo. Por eso el lema es tan significativo: “El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. Se trata de provocar en toda la sociedad un compromiso mayor de lucha contra el hambre, que pasa por el rechazo del desperdicio de alimentos. Se pide en esta Campaña que se
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pongan las soluciones que necesariamente haya que adoptar para un cambio en el sistema alimentario y, en consecuencia, para una vida más solidaria y sostenible. Propone sobre todo, acabar con la especulación con la que se controla la producción y comercialización de los alimentos, y llama a un gran pacto mundial por una agricultura sostenible. En fin, y para ser concretos, os invito a que un año más nuestras comunidades parroquiales colaboren con Manos Unidas, de la que sois, como sabéis muy bien, sus pies y sus manos. En el contexto de la Eucaristía Dominical, en la que comemos el Pan de fraternidad, hemos de crear en las misas del domingo 12 de febrero, un clima de solidaridad que nos lleve a colaborar en la colecta con los proyectos y las propuestas que se nos hacen este año de 2017 en la Campaña contra el Hambre. A Jaén nos han propuesto financiar varios proyectos distribuidos por arciprestazgos. Lo haremos con nuestra ayuda económica, sería muy conveniente que también lo hagamos con el cambio en nuestro uso de los alimentos, para de este modo contribuir a una cultura que lleve a un sistema alimentario más justo. Muchas gracias a todos, en nombre del Señor, que nos invita a contemplar la “carne sufriente de los pobres”, como nos recuerda el papa Francisco. Con mi afecto y bendición, + Amadeo Rodríguez Magro Obispo de Jaén
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Diócesis de León
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El mundo necesita más gente comprometida
Monseñor Julián López Martín, Obispo de León.
ueridos diocesanos:
El pasado domingo 12 de febrero ha tenido lugar en las diócesis españolas la Jornada anual de “Manos Unidas”, la ONG puesta en marcha por iniciativa de un grupo de mujeres de la Acción Católica y que alcanza ya su 58ª edición. Se trata de una convocatoria en el interior de nuestro país, pero proyectada en su entrega y dedicación hacia cualquier lugar del mundo donde pueda ofrecer su ayuda y enviar sus recursos. El comienzo, sencillo y discreto, se produjo a finales de los años cincuenta del siglo pasado. Sin embargo continúa vigorosa como un reto tan importante como el problema al que quiere hacer frente, no tanto la falta de alimentos en nuestro mundo como la pésima e injusta distribución de los mismos, acaparados por unos pocos individuos o sociedades que, en la producción, almacenamiento o venta, no tienen duelo con tal de mantener ganancias y beneficios aunque sea a costa de la pobreza de los demás.
“Manos Unidas”, con todo, no se dedica a denunciar estos hechos que deberían avergonzar a nuestra época, ciertamente marcada también por otros desastres como la emigración forzada de quienes huyen de la guerra o son víctima de nuevas formas de esclavitud, de epidemias, accidentes, falta de agua, de medicinas, etc. Frente a la idea de que el hambre, como otros grandes males de nuestro tiempo, no se podrá vencer, “Manos Unidas” se puso a trabajar espoleando la conciencia de la sociedad del bienestar y saliendo al paso de las urgencias de la pobreza, la malnutrición y la ignorancia. Hoy es una gran organización de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países pobres, vinculada a la Conferencia Episcopal Española, que la erigió canónicamente en su día y aprobó sus estatutos y confirma sus principales dirigentes. Es un deber atender a su solicitud.
Se ha dicho y con razón que la mayor dificultad para acabar con el hambre es creer que es un objetivo que no se puede lograr. Sin embargo, como el movimiento se demuestra andando, ahí está la tenacidad de estas mujeres que, movidas por su conciencia cristiana y unidas por este objetivo, se lanzaron a la obra. Bien merecen un reconocimiento de gratitud y de admiración que yo quiero ofrecer hoy a nuestra delegación diocesana para la Campaña contra el Hambre en el Mundo y a todas las personas que colaboran en esta importante obra de la Iglesia.
Al mismo tiempo quiero invitar y exhorto a los fieles católicos y aun a todos los ciudadanos a colaborar en esta noble causa. Todo donativo, aunque sea pequeño como el óbolo de la pobre viuda de la que habla el evangelio (cf. Lc 21,2-4), es valioso a los ojos de Dios y contribuye a remediar o paliar la carencia de alimentos que padecen poblaciones enteras. Con mi cordial saludo y bendición,
+ Julián López Martín Obispo de León
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Diócesis de Lleida
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Las Buenas Gentes de Manos Unidas
Monseñor Salvador Giménez Valls, Obispo de Lleida.
n estos momentos ya no hace falta explicar a nadie qué es y a qué se dedica la organización MANOS UNIDAS. Es demasiado conocida y lleva más de cincuenta años desarrollando su tarea de lucha contra el hambre en el mundo. Fue una intuición de las Mujeres de Acción Católica que la hicieron realidad en el año 1960 siguiendo el llamamiento de la FAO para colaborar en la erradicación de la pobreza y el hambre. Sus comienzos fueron muy humildes, dedicar un día para el ayuno voluntario de aquellos que comemos con normalidad en nuestros hogares, organizar cenas solidarias y solicitar donativos y aportaciones en las parroquias y colegios de todas las diócesis españolas.
Esta organización de la Iglesia católica ha tenido un crecimiento extraordinario. En la actualidad suman más de 83.000 socios y casi un centenar de técnicos y contratados que hacen posible que los proyectos solicitados sean atendidos, ejecutados y evaluados con eficacia y transparencia. Ante la sociedad española ha adquirido un gran reconocimiento y muchos ciudadanos han puesto su confianza en esta organización cuyos ingresos provienen en un 87’1 % de fuentes privadas y sólo un 12’9 % del sector público. En la última Memoria publicada so ofrece un dato significativo en cuanto a ingresos: ascen-dió a 45.359.573 euros. Se aprobaron 595 proyectos por un valor aproximado de 39 millones de euros que, sumados a los iniciados en años anteriores, resultaron un total de 938 proyectos en ejecución en 58 países de África, Asia y América con lo quedaron apoyadas más de dos millones de personas. Manos Unidas pertenece al Consejo PotificioCorUnum, organismo creado por el papa Pablo VI en el año 1971 y sus ramificaciones llegan a todos los lugares donde viven y testimonian su fe multitud de seguidores de Jesucristo. Además de esta dimensión confesante, esta institución ofrece sus servicios a todas las poblaciones de la tierra, independientemente de su fe, promoviendo y colaborando con los organismos internacionales dedicados al desarrollo sostenible de las naciones más pobres. En su página web podéis encontrar dos descripciones que les identifican: su misión es luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; y trabajar para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos (Estatutos, Art. 5º). Su visión, cuyo fundamento es el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, es que cada persona, hombre y mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, sea capaz de ser, por sí mismo, agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual, y goce de una vida digna.
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Termino con una referencia al proyecto y al lema que nos proponen para este año: EL MÓN NO NECESSI-TA MÉS MENJAR, NECESSITA MÉS GENT COMPROMESA. Quiere comparar el aspecto material con nues-tra propia actitud ante las situaciones respecto a los semejantes. Se nos pide un cambio. Nuestro mo-do de alimentarnos influye en las causas pero también en la solución del hambre. El proyecto en el que colaborará nuestra diócesis está situado en Haití, el país mas pobre de América, y tiene como objetivo la mejora de la agricultura y la ganadería en la organización de las comunidades de campesinos. En nombre de ellos, los haitianos y las buenas gentes de Manos Unidas, os pido vuestra aportación y vuestro compromiso. + Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida
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Diócesis de Madrid
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Manos Unidas para ser reflejo de su luz
Monseñor Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.
s cuento lo que este fin de semana he vivido. Me ha dado luz y creo que os puede iluminar y ofrecer un camino realizado por testigos del compromiso con los demás. Lo he vivido con los niños. Ellos, con esfuerzo, en una barriada donde no abunda el dinero, han sido capaces de decirnos con su vida y con sus obras que es cierto lo que el lema de la Campaña de este año de Manos Unidas nos expresa: El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida. Se pusieron manos a la obra y han sido capaces de movilizar a todos para unir las manos, el corazón y su pensamiento hacia esos 800 millones de seres humanos que padecen hambre, entre los que se encuentran muchos niños como ellos. Así nos demuestran que si somos solidarios, si experimentamos y hacemos ver a todos eso que decimos en el Padrenuestro -que somos hermanos y que lo que tenemos en nuestra familia es para todos-, podemos hacer un mundo diferente. ¡Qué bueno es vivir haciendo la voluntad de Dios! ¡Qué grande es el ser humano cuando busca hacer esa voluntad con todo su corazón! ¡Qué hondura tiene la vida cuando la construimos en y desde el Señor, que es donde adquiere firmeza y seguridad para uno mismo y para los demás! ¡Qué belleza la del ser humano cuando le pide a Dios que nos facilite abrir los ojos y contemplar las maravillas que Él quiere hacer a través de nosotros! Los niños de esta parroquia a la que me refiero, a lo largo del año, han querido hacer un gesto y una obra significativa. Tenían una hucha de cartón en su casa e iban poniendo sus ahorros en la misma, pensando que lo suyo era para otros que estaban peor, pasando hambruna y miseria, y que ellos podían aportar algo. Y ese algo era su compromiso, su solidaridad. Ellos saben que esto es lo que cambia el mundo. Por algo el Señor dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis». La atención que Él muestra en el Evangelio por los niños tiene su razón de ser. Son los que tienen más limpios los oídos para escuchar y más limpios los ojos para ver las necesidades de los demás. ¡Qué fácil es ver cómo un niño entiende esas palabras de Jesús en las que nos muestra que Él está en cada uno de los que nosotros ayudamos: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis». Gracias por hacernos sentir en lo más profundo del corazón el deseo de revelar y mostrar con obras el amor mismo de Jesús a todos los hombres con un cambio de corazón y con la preocupación por hacer que esta tierra sea una gran familia de hermanos, donde todos nos ayudamos y nadie pase necesidad. 800 millones de seres humanos que padecen hambre pueden desaparecer. Si somos solidarios, pueden comer. Hay en esta tierra riqueza y medios para todos. Hagamos posible esto. El escándalo del hambre, que padecen tantos millones de personas, no puede dejarnos impasibles. ¡Cómo no sentir la dicha y la necesidad de caminar en la voluntad del Señor que quiere que los hombres vivamos como hermanos! ¡Cómo no guardar sus deseos en el corazón: «Amaos los unos a los otros, como yo os he amado»! ¡Cómo no hacer el bien, viviendo y cumpliendo su Palabra! ¡Cómo no
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vamos a decirle al Señor desde lo más profundo de nuestro corazón: «Señor, ábreme el corazón, los ojos, el pensamiento para que vea las necesidades de mis hermanos»! El Señor nos hace tres invitaciones:
1. A acoger la sabiduría de Dios. Que nos hace ver cuáles son los mandatos de Dios que más se hunden en la profundidad de nuestro corazón, para cambiarlo. Con la sabiduría de Dios, distinguimos perfectamente la elección que Él desea que hagamos. Tenemos delante de nosotros «muerte y vida». Él nos invita a vivir de su gracia. Es su deseo que demos siempre vida. Solamente lo podemos hacer con esa sabiduría que viene de Dios, que nos revela Jesucristo con su vida entre nosotros y que nos impulsa a cambiar este mundo y las relaciones entre los hombres. Se da ese cambio cuando se transforma el corazón, y nos hace ver que no puedo dejar a mi hermano, que tengo que responder con compromiso y ello me exige dar y darme en la totalidad de lo que soy y de lo que tengo.
2. A vivir desde el horizonte que Dios da a nuestra existencia y que se nos regala en Jesucristo. Nos ha preparado el ser uno en Él. Ser su Cuerpo, que se mueve y conmueve con obras y palabras que son las de Jesucristo. ¡Qué hondura tiene vivir en comunión con el Señor! ¿Puede un ser humano desentenderse de quien está a su lado si dice que su vida es la del mismo Cristo? Por supuesto que no. La relación y la vida de Cristo en nosotros crea tal comunión con el hermano que no puede permanecer impasible ante quien no tiene lo necesario para vivir con la dignidad que Dios mismo le reconoce, al «ser su imagen».
3. A escuchar siempre a Dios y a vivir según lo que somos, «imagen de Dios». Como tal acogemos el deseo del Señor: «Habéis oído que se dijo, pero yo os digo». ¡Qué novedad nos trae Jesucristo! Creo que se puede resumir en estas realidades: a) Cambio de las relaciones entre los hombres, pues «se dijo no matarás, yo os digo mucho más, ni siquiera tener cólera e insultos»: matamos cuando no reconocemos en quienes nos encontramos la imagen de Dios, cuando dejamos que se estropeen esas imágenes por falta de los medios necesarios para subsistir o por otros motivos. Regalemos esa imagen que somos: regalad vida, entrega, esperanza, ilusión, verdad, fortaleza, generosidad. Ofreceos para ser puentes, distanciaos de ser muros. Sed mediadores para que todos los hombres puedan desvivirse por los demás sin imposiciones ni proposiciones que nada tienen que ver con construir una vida digna.
b) Regalemos siempre perdón. Esto debe ser tu ofrenda y tu pasión: vivir la reconciliación con el hermano. La ofrenda que debes hacer es tu vida entera a tu hermano. Antes él que tú.
c) Construyamos la cultura del encuentro que se inicia desde el mismo momento de la Encarnación. Hemos sido creados para encontrarnos y, por ello, para ocuparnos y preocuparnos por los demás.
d) Necesidad de hacer un trasplante de los ojos, el corazón y el pensamiento: hemos de aprender y pedir como regalo la mirada de Jesucristo que es ternura, compasión, misericordia. Que nunca nos adueñemos de lo que no nos pertenece. Que nunca sean los impulsos instintivos los que muevan nuestra vida, pues destruyen las relaciones. Devolvamos la dignidad de las personas, algo que se consigue cuando amamos sin reservas y no convertimos al otro en un objeto. No nos dejemos contaminar por la mentira, la ambigüedad de las palabras, el doble sentido y la falsedad.
Con gran afecto, os bendice,
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+ Carlos Osoro Sierra Cardenal-Arzobispo de Madrid
Diócesis de Menorca
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El escándalo del hambre
Monseñor Francisco Simón Conesa Ferrer, Obispo de Menorca.
s escandaloso que en un mundo evolucionado y que se considera adulto siga habiendo hombres y mujeres que padecen hambre y malnutrición. Es una vergüenza que nuestra acomodada sociedad occidental se tape los ojos y no quiera mirar de frente a un problema que podría solucionar si tuviera voluntad de hacerlo. Es indignante advertir que nuestro planeta tenga recursos suficientes para alimentar a todos, pero que la injusta distribución de los mismos impida que lleguen a todos.
Las cifras son espeluznantes. Mientras una pequeña parte de la humanidad disfrutamos de los más altos niveles de prosperidad jamás alcanzados, casi 870 millones de personas padecen subnutrición crónica (datos de FAO 2012), la cual afecta sobre todo a mujeres y niños de África, Asia y Latinoamérica. Da escalofríos pensar uno a uno en todos estos millones de seres humanos, que carecen de lo más elemental.
Más de tres millones de niños menores de cinco años mueren cada año como consecuencia del hambre. ¿Podemos pensar en ellos sin sentir rabia y dolor por el mundo que hemos creado? Porque este es el mundo que los hombres hemos construido, no el que Dios ha pensado para nosotros. Somos nosotros quienes hemos creado un mundo en el que todo se compra y se vende, en el que el beneficio económico se pone por encima del derecho de las personas a su alimentación, un mundo en el que la degradación del medio ambiente provoca pobreza y miseria. Cada año en el mes de febrero “Manos Unidas” quiere dar un aldabonazo a nuestra conciencia dormida, desea ayudarnos a abrir los ojos ante la realidad de los hombres y mujeres de nuestro planeta y nos invita a plantar cara a este problema. La campaña de este año es muy clara y explícita: “El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. El problema no es la escasez de recursos, porque nuestro planeta puede producir alimentos suficientes para todos. El problema es la falta de voluntad de resolver el problema. Luchar contra el hambre es una obligación que en justicia tiene cada ser humano que habita este planeta. Porque cada persona tiene derecho a alimentarse (y no sólo a ser alimentada) y, por esto mismo, derecho al agua, a la tierra, a la salud, al trabajo y al desarrollo. Es tarea de todos promover políticas solidarias (y crear cauces jurídicos para exigir que se cumplan), fomentar la adopción de mecanismos de corrección de los desequilibrios económicos y velar para que la agricultura sea respetuosa con el medio ambiente y para evitar la pérdida y desperdicio de alimentos. Sólo con el compromiso de todos podremos hacer frente a este desafío enorme que es acabar con el hambre en el mundo. Todos, políticos, organismos internacionales, empresas, sociedad civil y
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cada uno de nosotros debemos ponernos en marcha para que las instancias de decisiรณn (locales, nacionales e internacionales) adopten y pongan en prรกctica las medidas necesarias para garantizar el derecho a la alimentaciรณn que tienen todas las personas. + Francesc Simรณn Conesa Ferrer Bisbe de Menorca
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Diócesis de Mérida-Badajoz
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Con la comida que se tira se podría alimentar a todo el mundo
Monseñor Celso Morga Iruzubieta, Arzobispo de Mérida-Badajoz.
ueridos fieles:
Esta es la “gran paradoja”: mientras se produce alimentos para poder alimentar a casi el doble de la población que habitamos este planeta, ochocientos millones de personas pasan hambre en el mundo o están desnutridos. El papa Francisco lo llama el “gran escándalo”. Hay comida para todos, pero no todos pueden comer. ¿Sabes que esta noche, uno de cada nueve habitantes de la tierra se acostará con hambre? ¿Y que más de tres millones de niños y niñas menores de cinco años mueren por causas relacionadas con la desnutrición? Ante este grave problema, ¿qué puedo hacer yo? Porque no se puede mirar para otro lado si me siento persona con mínima sensibilidad social. Fácilmente tendemos a pensar que ante esta grave situación no puedo hacer nada porque somos y tenemos demasiado poco como para remediar esta situación que afecta a tantos millones de personas. Y es una excusa que no vale. Porque si no hacemos algo entre todos no habrá solución. Toda gran empresa -y esta es la más urgente y necesaria de cara a la paz mundial- es fruto de la colaboración de todos. Manos Unidas nos invita a reflexionar sobre los graves problemas de la pobreza de nuestro mundo haciéndonos caer en la cuenta de que no es problema de producción de alimentos, sino de solidaridad y compromiso de los ciudadanos que habitamos este mundo. Una llamada que se hace apremiante si te ilumina la luz de la fe y quieres contribuir, desde el amor en Cristo, a la causa de una mayor justicia. Es verdad que entre nosotros hay personas y familias que lo están pasando mal por la falta de trabajo o por un trabajo precario o poco retribuido. “Los pobres siempre estarán con vosotros”. Unos ojos que miren la realidad nos harán sensibles a los problemas de los que viven cerca y de los que están lejos. Más si nuestra mirada está iluminada por nuestra fe en el Evangelio de Jesús que, ante el hambre de las personas que le siguen, no hace llover pan desde el cielo, sino que anima a compartir, desde la generosidad, lo que hay para que a todos llegase su sustento. Manos Unidas nos invita a vivir una verdadera y permanente conversión a unas actitudes que nos hagan: 3 más sensibles ante la realidad de las personas que más sufren en este mundo por la falta de alimentos. El problema de los que pasan hambre es también mi problema. 3 más austeros y respetuosos con nuestra “casa común”, nuestra tierra, fuente de vida y alimento, 3 para conseguir una vida más saludable para todos y así contribuir a una sociedad más nivelada
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en la que desaparezca este desequilibrio: mientras unos mueren de hambre, otros padecen enfermedades relacionadas con el sobrepeso y la mala alimentación. El próximo domingo, 12 de febrero, la iglesia en España celebra la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Una invitación a orar por un mundo más fraterno, a comprometernos por cambiar nuestros hábitos cotidianos que nos lleven a conseguir un estilo de vida bueno, sostenible y saludable y a colaborar generosamente en la colecta que se hace en todos los templos de nuestra Diócesis, aportaciones que se entregarán íntegramente a Manos Unidas para financiar los muchos, variados y necesarios proyectos que esta asociación de la Iglesia gestiona, tan eficazmente, en el mundo. Ojalá haya más MANOS. Ojalá siempre más UNIDAS. + Celso Morga Iruzubieta Arzobispo de Mérida-Badajoz
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Diócesis de Mondoñedo-Ferrol
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Luis Ángel de las Heras Berzal, Obispo de Mondoñedo-Ferrol.
cogemos con gozo la Campaña 58 de Manos Unidas 2017 con el lema “EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA, NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA”. Una consigna que nos sacude para llamar la atención sobre una de las mayores incongruencias de la humanidad que nos interpela como cristianos, como hijos de Dios preocupados por muchos hermanos nuestros. Aunque en los últimos veinticinco años se ha rebajado el número de personas hambrientas en más de doscientos millones, siendo esto una señal de que se puede avanzar hasta que desaparezca el hambre en el mundo… Aunque se producen alimentos para dar de comer al doble de la población mundial actual… Injusta y cruelmente, sigue habiendo ochocientos millones de personas que ven conculcado su derecho a alimentarse. Cada año Manos Unidas nos invita a mirar yendo más allá de lo inmediato. Para descubrir que nuestra distancia física con respecto a la escasez y el sufrimiento no los transforman en algo ajeno a nosotros por ser lejano. Muy al contrario, son nuestros descuidos, omisiones e indiferencias lo que nos vuelve ajenos a todo ello. Eso significa que la mirada de largo alcance nos hace volver a nosotros mismos y al lugar en el que vivimos, para aportar vías de solución a los problemas de tantas personas en el mundo. Además, de este modo, tenemos la oportunidad de salir un poco más de la autorreferencialidad, que tanto necesitamos y tanto bien nos hace. Por consiguiente, el problema del hambre en el mundo no es un drama que debamos contemplar como tranquilos y cómodos espectadores. Tampoco como buenas personas solidarias que firman, se manifiestan, expresan opiniones y hacen valoraciones para pedir terminar con el hambre. Eso será necesario, pero es mucho más lo que está en juego y podemos hacer. Somos verdaderos protagonistas de las soluciones desde el compromiso cristiano y evangélico en nuestra vida cotidiana. Así pues, estamos urgidos a ejercer ese protagonismo de compromiso en la lucha contra el hambre. Hemos de abandonar la indiferencia cómplice que permite que se siga especulando, buscando el enriquecimiento abusivo y egoísta, con el alimento que millones de seres humanos necesitan para vivir. Hemos de vencer la inercia irresponsable que contribuye a acumular excedentes de productos de primera necesidad mientras otros pasan penuria. ¿Cómo podemos permitir tan injusto e inadmisible atentado contra la dignidad de los seres humanos? Tenemos que exigir que todas las personas humanas tengan derecho a la alimentación. Tenemos que denunciar que los alimentos se hayan convertido en producto de negocio, especulación y enri-
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quecimiento injusto y falto de una mínima conciencia ética. Hemos de ser conscientes de esta corrupción que es mayor cuanta más apatía la esconde. Hemos de evitar sencillamente el desperdicio que fácilmente consentimos. Por tanto, continuemos plantando cara al hambre bien comprometidos en considerar los alimentos imprescindibles, evitando desperdiciarlos y manteniéndolos lejos de ser objeto de negocio injusto. Esforcémonos por compartir entregando incluso lo que no nos sobra (cf Lc 21,1-4). Asumamos y contagiemos un compromiso de caridad y misericordia. El compromiso del que nos hace partícipes Jesús en Evangelio cuando nos dice: “Dadles vosotros de comer” (Lc 9,13). Para que pueda llegar la dignidad a quien no tiene lo necesario para vivir. Para tener vida en abundancia (cf Jn 10,10) cuando la vida está amenazada, esta vez, por el hambre. ¡Ochocientos millones de personas esperan que tú seas gente comprometida! + Luis Ángel de las Heras Berzal, C.M.F. Obispo de Mondoñedo-Ferrol
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Diócesis de Orihuela-Alicante
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Jesús Murgui Soriano, Obispo de Orihuela-Alicante.
rihuela-Alicante está plenamente inmersa en su Campaña anual, que en esta ocasión se centra en los alimentos que acaban en la basura mientras 800 millones de personas pasan hambre y necesidad en el mundo. La Jornada Nacional de Manos Unidas se celebra el domingo 12 de febrero y dos días antes tiene lugar el ya tradicional Día del Ayuno Voluntario. Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países del Tercer Mundo.
Estamos, pues, ante los días culminantes de la Campaña de 2017. Debo, también este año, hacer un llamamiento a las personas y a los organismos de nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante a reactivar nuestra sensibilidad hacia la emergencia grave que vive una buena parte de la Humanidad, con necesidades tan primarias como la falta de comida, de agua, de un mínimo de dignidad en la vivienda, la sanidad o la enseñanza. Necesidades que existen junto al despilfarro que se da en el mundo llamado desarrollado, y al abuso de los recursos de nuestra tierra, “casa común” a cuidar entre todos. Como nos dice el papa Francisco en la Encíclica Laudato si’: “es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana” (LS 193). Desde hace más de cincuenta años, exactamente cincuenta y ocho, Manos Unidas está al servicio de despertar conciencias entre nosotros, católicos y gentes de buena voluntad, ante el sufrimiento generado por situaciones límite producidas por la falta de soluciones a estados de hambre y de gran necesidad. Esta Organización, nacida del compromiso ilusionado de un puñado de mujeres cristianas, ha representado eficacia en la respuesta a muchas necesidades en muchos lugares de la tierra, que gracias a esta ONGD Católica han encontrado soluciones para grupos humanos que con su ayuda han adquirido medios y ánimos para salir de la postración. Es muy de destacar el triple compromiso que configura y marca la Campaña de Manos Unidas en el presente año 2017. Tres compromisos ante unos retos que afectan al bien común de la Humanidad: compromiso con una cosecha de alimentos para el consumo humano, no para la especulación; Compromiso con un consumo y producción sostenibles. Respeto con el medio ambiente; Compromiso con un aprovechamiento de los alimentos que evite su pérdida y desperdicio. En estos días podemos avanzar en concienciación y ejercer solidaridad con nuestra aportación económica y nuestra participación en actividades diversas en nuestras Parroquias, colegios, instituciones y comunidades, como puede ser la ya consolidada, desde hace años, Cena del Hambre en el “Día del Ayuno Voluntario”. Son días para educar nuestra sensibilidad, mover nuestra conciencia y enviar ayuda a unos hermanos que así no sólo paliarán sus necesidades, sino que aumentarán la fe en sus propias posibilidades.
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Gracias Manos Unidas; gracias a vuestro voluntariado que, en nuestra querida tierra de OrihuelaAlicante, mantiene, bien encendida, la luz de la solidaridad frente a tantas hambres. Junto al amplio y variado voluntariado de los demás servicios de acción social y caritativa de nuestra diócesis, Dios os bendiga. + Jesús Murgui Soriano Obispo de Orihuela-Alicante
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Diócesis de Osma-Soria
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Abilio Martínez Varela, Obispo de Osma-Soria.
l título que encabeza este escrito resume la línea de trabajo que seguirá Manos Unidas en este 2017 y que se sustancia en la palabra “compromiso”: “compromiso con una concepción de los alimentos como comida para seres humanos y no como negocio; compromiso con una agricultura sostenible y compromiso con un aprovechamiento integral de la producción, evitando la pérdida y desperdicio de alimentos” (Documento base, C b).
Año tras año, Manos Unidas nos trae a la memoria el bochorno del hambre en el mundo y nos invita tanto a la generosidad de nuestra ayuda para la financiación de proyectos de desarrollo como, especialmente, a un cambio de mentalidad y a una concreta conversión del corazón. Y la forma más importante de conseguir ese modo nuevo de ver las cosas es a través de la promoción de una nueva mentalidad por medio de la cual nosotros, pero de forma particular las nuevas generaciones, vayamos comprendiendo, como bien recuerda Benedicto XVI en Caritas in veritate, que el ser humano está hecho para el don y para la gratuidad (cf. n. 34), lo cual sólo puede percibirse si el ser humano se abre a una visión trascendente de la vida y descubre que su propia existencia es fruto del amor de Dios.
Con sólo su esfuerzo, la comunidad humana difícilmente podrá avanzar en la superación de la pobreza y de las diferencias lacerantes que muchos de nuestros hermanos padecen, si no eleva su mirada a Aquél de quien procede todo bien. Comprendamos que la comunión fraterna, superando cualquier atisbo de división, brota de la Palabra de Dios-Amor que nos reúne para hacer de la humanidad una familia unida en la que sea posible la lógica del don y de la gratuidad, algo que viven con intensidad quienes trabajan y se desgastan en Manos Unidas. Su perspectiva, que se apoya en el evangelio y en la doctrina social de la Iglesia, se resume en que toda persona, en virtud de su dignidad y de la igualdad que comparte con los demás, sea capaz de ser por sí misma agente responsable de su progreso material y moral, así como de su desarrollo espiritual como hijo de Dios, y de esta manera pueda sentar las bases de una vida digna y plena. Como recuerda el Santo Padre, vivimos en una época en que se ha globalizado la indiferencia y vamos poco a poco perdiendo la capacidad de escuchar el grito angustioso de los marginados, dejándonos llevar por un hedonismo deshumanizador y queriendo justificar una forma de vida que excluye a muchos hombres y mujeres de los bienes que el Creador ha regalado a todos. El ser humano, llamado a ser el centro del desarrollo y de la actividad económica, es frecuentemente considerado como una mera mercancía, de la que se usa y abusa mientras se precisan sus servicios pero a la que se deja sin trabajo, y consecuentemente sin horizonte vital, cuando esos servicios ya no son necesarios.
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Manos Unidas está implicada en muchas y muy importantes tareas, pero quizás una de las más importantes sea la que se refiere a crear a su alrededor la conciencia del compromiso que todos hemos de asumir si, honestamente, queremos aportar nuestro granito de arena para solucionar los problemas de los más necesitados. En la base del trabajo de Manos Unidas hay una serie de valores que brotan del encuentro con el Señor y que tienen como nudo de sus proyectos la inviolable dignidad de la persona, la garantía de sus derechos y el bien común. En estos valores hemos de trabajar todos en la Iglesia y también aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que quieran compartir estos ideales, y todo ello con la finalidad de crecer en el necesario compromiso que vaya haciendo realidad los ideales del Evangelio. Para ello, ha de promoverse una educación completa de la persona; una educación que no caiga en el pozo del individualismo egoísta y que ponga los medios para desterrar una visión de la vida puramente materialista; una educación que haga emerger lo mejor y más noble que el ser humano alberga en su interior, teniendo presente su vocación fundamental que no es otra sino su vocación al amor. Hemos de mostrar a todos, pero especialmente a los más jóvenes, los auténticos caminos del amor, caminos que contribuyan al encuentro entre las personas y las culturas. Hemos de redoblar los esfuerzos para fomentar el voluntariado como expresión nítida de una cultura al servicio de las personas, y que excluya la lepra de la competitividad insolidaria. En un momento como el que estamos viviendo, hemos de seguir promoviendo formas de vida más austeras que frenen el despilfarro y nos ayuden a compartir lo mucho o poco que tenemos con los que carecen hasta de lo más necesario. También deberíamos promover con mayor ahínco la cultura de la vida y de la paz fundada sobre el diálogo sincero, la reconciliación y la amistad. Igualmente, no escatimemos esfuerzos en todas aquellas iniciativas que impulsen la educación para la libertad, una libertad bien asentada en el amor y la verdad. La Iglesia, y Manos Unidas, están empeñadas en transitar por estos caminos. Recorriéndolos, hallaremos el gozo más pleno, que es sin duda el mejor antídoto contra el relativismo, que vacía de contenido el compromiso y lo empobrece hasta tal punto que hace a las personas incapaces de alcanzar la plena realización a la que han sido llamadas. Enlazadas nuestras manos con la Mano del que lleva la historia y la creación, esforcémonos para que la visión de la vida que nos presenta el Evangelio pueda ser fácilmente reconocida y todos participemos de la alegría que brota de la entrega y del compromiso compartido a favor de los más necesitados. La fe en Cristo impulsa y llena de vida el trabajo de aquellos que se comprometen con los pobres, un trabajo valioso pero tantas veces escondido, aunque “Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia: el Señor ve el corazón” (1Sam 16, 7). Gabriel-Ángel Rodríguez Millán Administrador Diocesano de Osma-Soria
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Diócesis de Ourense
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Compartir
Monseñor J. Leonardo Lemos Montanet, Obispo de Ourense.
ienso que esta palabra, compartir, sintetiza muy bien el lema de esta quincuagésima octava Campaña de Manos Unidas: El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida. Los expertos nos aseguran que cada día se tiran a la basura millones de toneladas de alimentos. Es más, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y “el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre”1. Nos estamos volviendo insensibles y, también nosotros, sin querer queriendo, nos movemos en la dinámica del gastar y tirar. Este hecho debe provocar en nosotros un eco especial que nos lleve por caminos de conversión, de tal modo que el gemido de los abandonados del mundo se convierta en un clamor que nos reclama un cambio de rumbo en nuestro estilo de vida. Y este cambio nos lo está ofreciendo Manos Unidas, no solo una vez al año, sino a lo largo de todos los días de nuestra existencia. A través de esta campaña se nos recuerda que el problema no está en los alimentos, ¡que los hay!, ¡y sobran!, sino en su equitativa distribución. Esto quiere decir que la clave está en compartir. Cierto que Manos Unidas no tiene fronteras, no solo se dirige a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres, niños y ancianos que habitamos esta “casa común”. Sin embargo, desde la perspectiva creyente sabemos que la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida cristiana, cuando van a la paz -como nos recuerdan aquellos grandes catequistas cristianos de los primeros siglos de la Iglesia-, se identifican con el mismo Dios que se hace presencia en tantos hermanos que nos interpelan, radicalmente, a través de su pobreza. Compartir nos exige abrir la mirada de nuestro corazón y cambiar de perspectiva. Compartir nos lleva a valorar lo que tenemos ¡que es mucho! y cuidarlo, administrarlo mejor y, si nos sobra, saber que no nos pertenece. Compartir no solo es una palabra sino que se debe convertir en un despertador de nuestra conciencia solidaria de tal modo que, aunque sea poco, si lo unimos a los “pocos” de todos aquellos que caminan con nosotros, nos daremos cuenta que podemos llegar a hacer mucho. Compartir tiene que ayudarnos a tomar conciencia de lo mucho que gastamos y tiramos -como nos recuerda el papa Francisco- de tal modo que aprendiendo a valorar lo que poseemos, sepamos descubrir lo mucho que podemos hacer o dejar de hacer si, en lugar de unir nuestras manos, las metemos en nuestros bolsillo y así nos clausuramos en nosotros mismos descartando a los otros y olvidándonos de sus necesidades primarias. Si no existiera Manos Unidas tendríamos que fundarla, porque no solo hace un gran bien con el desarrollo de sus proyectos, sino que tiene la virtualidad de despertarnos de nuestros sueños y 1 FRANCISCO, Carta Encíclica Laudato si´, nº 50.
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liberarnos de tantas inercias que nos empobrecen con su falta de horizontes. Hagamos nuestros algunos de los muchos proyectos que se nos ofrecen y, si lo compartimos, nos daremos cuenta de que viviremos un enriquecimiento personal que nos ayudarĂĄ a ser mĂĄs libres y autĂŠnticos. + J. Leonardo Lemos Montanet Bispo de Ourense
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Diócesis de Oviedo
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Labios de Dios en la boca de los pobres
Monseñor Jesús Sanz Montes, Arzobispo de Oviedo.
iempre nos dejará una sana mala conciencia ese gesto solidario de Jesús, cuando proclamó su cercanía con aquellos que por tantos motivos quedaban y quedarán excluidos de nuestros foros y de nuestros forros: tuve hambre, estuve desnudo, en la cárcel, enfermo… y vinisteis a mi encuentro con un abrazo samaritano y fraterno. Es el célebre discurso que nos recoge el evangelio de San Mateo (25, 35-45), y que provocó la extrañeza de aquellos discípulos del círculo más íntimo de Jesús, como quien se encuentra incómodo por una velada acusación del Maestro. A lo cual añadirá el Señor: cada vez que lo hicisteis o dejasteis de hacer con uno de estos mis pequeños hermanos, así me sentí tratado por vosotros. El hambre de los hombres es el hambre del mismo Dios. Y como celebramos cada año, el segundo domingo de febrero está dedicado a esa campaña que desde hace más de sesenta años se plantea como compromiso de la comunidad cristiana. Es la que organiza Manos Unidas con su conocida Campaña contra el Hambre como respuesta a una llamada de la Comunidad Internacional a unir esfuerzos y acabar con esa lacra en el mundo. Así comenzó en el año 1955 por parte de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas cuando declararon la guerra al hambre, según la expresión que entonces acuñaron aquellas intrépidas y valientes mujeres cristianas que desde ese momento plantaron cara a ese resumen de injusticias que representa siempre el hambre. Han pasado estos más de sesenta años y estamos asistiendo a lo que San Juan Pablo II denominó «la paradoja de la abundancia»: es el hecho de que a pesar de producir lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual, sigue habiendo 800 millones de personas a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse, hasta morir de inanición particularmente las personas más vulnerables como son los pobres en general y los niños en particular. La organización de Manos Unidas es una ONG de la Iglesia Católica en España y tiene como objetivo principal disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta, fijándose en las personas que sufren la falta de seguridad alimentaria y en las causas que la provocan. Trabaja en estas tres direcciones en las que se compromete en nombre de Jesús y su evangelio: en primer lugar acompañar a las personas más empobrecidas del planeta reforzando el derecho a la alimentación de los pequeños productores; luego, contribuir al cambio denunciando las situaciones injustas y proponiendo sistemas alimentarios más justos; y por último, educar y sensibilizar para lograr una vida solidaria basada en la defensa de la dignidad de las personas. Nuestro mundo insolidario hace que los poderosos tengan miedo de los pobres viendo en ellos una amenaza para su opulencia y para su blindada seguridad. Sin embargo, como dice el lema de este
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año en Manos Unidas, “el mundo no necesita más comida, sino gente más comprometida”, porque efectivamente un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura mientras más de ochocientos millones de personas siguen pasando hambre en el mundo. Todo un reclamo para decir en voz alta y para comprometernos de veras con lo que Jesús nos dejó como gesto de credibilidad cristiana: tuve hambre y me disteis de comer. Porque el reproche o la gratitud de los labios de Dios se nos acerca a través de las bocas de los pobres con los que Él se hermanó, haciendo suyo el clamor de los últimos que encontró lugar en su propio Corazón. + Fr. Jesús Sanz Montes, o.f.m. Arzobispo de Oviedo
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Diócesis de Palencia
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Manuel Herrero Fernández, Obispo de Palencia.
anos Unidas, organización católica, llama a nuestra puerta y a nuestra conciencia. El lema de este año es muy claro y directo.
Puede chocar el que, cuando la Iglesia afirma que la puerta de la misericordia no se cierra y que sigue abierta, que las obras de misericordia siguen haciendo visible la bondad de Dios, que tienen un carácter social y que una de ellas es la de “dar al comer al hambriento”, Manos Unidas nos diga que el mundo no necesita más alimentos. ¿No es una contradicción? Los entendidos sostienen que es verdad: en el mundo se producen suficientes alimentos para alimentar a los millones de personas que vivimos en el mundo; que se tiran cantidades ingentes de alimentos en los países ricos con los saciar el hambre de multitud de familias que vivimos en la tierra. Pensemos cada uno de nosotros en nuestra propia casa, en nuestra misma familia, en lo que vemos muchas veces en los cubos de basura, etc.
El problema no es la producción de comida; el problema de nuestra sociedad y mundo es que tenemos que comprometernos más y compartir más lo que somos y tenemos. El papa Francisco nos dice que «estamos llamados a hacer que crezca una cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos» (Misericordia et Misera, 20). «El carácter social de la misericordia obliga a no quedarse inmóviles y a desterrar la indiferencia y la hipocresía, de modo que los planes y los proyectos no queden sólo en letra muerta. Que el Espíritu Santo nos ayude a estar siempre dispuestos a contribuir de manera concreta y desinteresada, para que la justicia y una vida digna no sean sólo palabras bonitas, sino que constituyan un compromiso concreto de todo el que quiere testimoniar la presencia del reino de Dios» (MM, 19). Invito a todos los sacerdotes, a los miembros de vida consagrada, a los laicos y a todas las instituciones de la Iglesia, incluyendo a los centros educativos, a comprometernos más para que en nuestra sociedad palentina, en sus pueblos, villas y ciudades contribuyamos a crear una cultura de la misericordia, a subrayar el carácter social de la primera concreción del amor que es la misericordia, que no está reñida y que reclama también la justicia. Seamos más austeros y sencillos, seamos más solidarios con los cercanos y los lejanos, porque todos somos hermanos. Colaboremos con Manos Unidas participando en sus iniciativas, como la del pasado viernes, en el “Día del Ayuno Voluntario”, y portémonos con generosidad en la Colecta de las Eucaristías de hoy, domingo, 12 de febrero, JORNADA NACIONAL DE MANOS UNIDAS. ¿Con qué cara nos vamos a acercar a la Mesa del Señor para alimentarnos con su Palabra y con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, para recibir el Don del Espíritu Santo y experimentar y expresar la comunión? ¿Acaso Jesús no mul-
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tiplicó los panes y los peces y Él mismo se hace pan partido y compartido? ¿No es verdad que nadie se ha comprometido más y sigue comprometido más que Él con el bien de los hombres? Sigamos su ejemplo por gratitud hacia Dios y por amor a los demás. + Manuel Herrero Fernández, O.S.A. Obispo de Palencia
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Diócesis de Pamplona y Tudela
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“Plántale cara al hambre: COSECHA”
Monseñor Francisco Pérez González, Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela.
ueridos diocesanos:
Cada año, al comenzar el mes de febrero, Manos Unidas nos presenta su Campaña anual contra el hambre con la que nos invita a recobrar la capacidad de escuchar el clamor de los marginados, a mirar hacia “las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad y a escuchar sus gritos de auxilio” (Misericordiae Vultus), dejándonos interpelar por su sufrimiento. Dentro del marco global de la “Campaña Trienal de Manos Unidas contra el hambre 2016-2018”, este año se ha elegido como lema: “Plántale cara al hambre: COSECHA”. Si el pasado año el eslogan se centraba en sembrar corazones compasivos que impulsaran acciones concretas para disminuir el hambre en el mundo, en esta ocasión se aborda el problema del hambre desde otros aspectos específicos bajo la imagen de los productos que consumimos. El hambre es hoy un hecho real que afecta a un gran sector de la población mundial atentando directamente contra su propia existencia. Según la FAO, se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual. Pero aún así, más de 800 millones de personas pasan hambre. Es lo que San Juan Pablo II llamaba la “paradoja de la abundancia” y lo que el papa Francisco ha definido como el “gran escándalo” de nuestro tiempo. Las causas de esta profunda injusticia pueden tener diversas raíces: desde un sistema económico que genera diversas y dolorosas periferias de marginación hasta intereses económicos y geoestratégicos que privilegian el beneficio económico sobre las personas y su derecho a la alimentación. A estas causas, se unen el problema de la sostenibilidad en la producción de alimentos, la tentación y los efectos del derroche y la avaricia hasta nuestros propios hábitos de consumo que tantas veces están surcados por el despilfarro y actitudes irresponsables. Necesitamos con urgencia una educación en valores que nos dirija hacia un consumo responsable. Es preciso lograr producciones agrícolas respetuosas con el Medio Ambiente, producciones sostenibles que minimicen las pérdidas de alimentos, fundamentalmente en los países en desarrollo, y que controlen el desperdicio de alimentos, de modo especial en los países desarrollados. Os invito, un año más, a secundar las iniciativas de Manos Unidas y a colaborar generosamente con la colecta que se realizará en todas nuestras parroquias el próximo domingo 12 de febrero así como a participar en la Jornada del Ayuno Voluntario que tendrá lugar el viernes anterior. El ayuno nos renueva interiormente y nos hacer crecer en solidaridad y fraternidad.
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Que el Señor nos conceda un corazón generoso para trabajar en la lucha contra la pobreza. Que, como nuestra Madre, sepamos salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los hermanos empobrecidos. Con mi afecto y bendición, + Francisco Pérez González Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
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Diócesis de Plasencia
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor José Luis Retana Gozalo, Obispo de Plasencia.
ueridos diocesanos:
¿Qué te parece este lema de la Campaña de Manos Unidas contra el hambre en el mundo? A mí me encanta. Sin embargo, la primera afirmación, a simple vista, me sorprende. Me llama la atención que en la Campaña contra el hambre se afirme que el mundo no necesita más comida. Entonces, ¿por qué las campañas del kilo tan frecuentes en distintos sitios o la recogida de alimentos en grandes superficies comerciales?
Pero, al comprobar los datos de la comida que se tira a la basura, cobra fuerza la afirmación de que el mundo no necesita más alimentos. Fíjate: se tira a la basura la tercera parte de los alimentos que compramos: de cada tres kilos, tiramos uno a la basura. Esto significa, según la FAO, que unos mil trescientos millones de toneladas de alimentos van a la basura cada año en el mundo. ¿Te imaginas de cuántos kilos estamos hablando? Es una cantidad que casi no sabemos ni leer ni escribir. Se trata de un billón trescientos mil millones de kilos de alimentos. Puesto en números queda así: 1.300.000.000.000 de kilos. La FAO calcula que las personas que pasan hambre cada día en el mundo son unos 800 millones. Tiramos a la basura mil seiscientos veinticinco kilos por persona hambrienta al año, con los que se podía remediar bastante hambre en el mundo. El hambre no es culpa de la tierra, porque no produzca alimentos suficientes para todos los habitantes de nuestro planeta; claro que los puede producir y de hecho los produce. Los culpables somos nosotros. Por eso me encanta la segunda parte del lema, pues pone el dedo en la llaga: El mundo necesita más gente comprometida en el empeño de remediar el hambre. Para conseguir esto, necesitamos reconocer y sentir que el hambre de 800 millones de personas nos toca el corazón. Cuando la crisis económica se presenta entre nosotros, si hay una madre que tiene varios hijos, aunque la mayoría de ellos tenga trabajo, si uno, aunque sea uno solo, lo está pasando mal por su situación de paro, este hijo no se le va a la madre del pensamiento y, mucho menos, del corazón. Querrá hacer lo imposible para que su hijo encuentre trabajo. Lo comentará cada vez que hable con alguien, le ayudará con lo que ella pueda, le animará a seguir adelante, le recomendará a quien pudiera emplearlo, no se quedará quieta esperando que otros lo resuelvan. La madre siente la situación de ese hijo como propia, como algo que le afecta, que le conmueve las entrañas. Y nunca mirará a otro lado como si no pasara nada. Manos Unidas es la ONG de la Iglesia Católica y de voluntarios que trabajan para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Tiene 58 años de experiencia. Todos los años publica los datos de cada campaña, analizados por una auditoría externa y
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rinde cuentas a todos sus socios. La transparencia es una garantía para Manos Unidas. Uno de sus valores principales es la austeridad ya que sólo el 6,8% de los ingresos se emplea en gastos de administración y estructura. Esto es posible gracias a que es una ONG de voluntarios sin remuneración, que cuenta con 71 delegaciones en toda España, y a la eficacia de su gestión. El domingo 12 de febrero Manos Unidas nos pedirá algo de nuestro dinero para luchar contra el hambre en el mundo. No solucionaremos todo, pero haremos posible que haya personas, adultos y niños, que pasen menos hambre. Déjate tocar el corazón y el bolsillo. Sé generoso. Francisco Rico Bayo Administrador diocesano del Obispado de Plasencia
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Diócesis de San Sebastián
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor José Ignacio Munilla Aguirre, Obispo de San Sebastián.
l compromiso comunitario está en crisis
Esta es una de las afirmaciones más taxativas del papa Francisco al escribir su emblemática exhortación pastoral Evangelli gaudium. Dice de manera muy acertada que “la humanidad vive en este momento un giro histórico… Son de alabar los avances que contibuyen al bienestar de la gente en el ámbito de la salud, de la educación y la comunicación. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas…” (EG 52) Lo que este año remarca Manos Unidas con su lema va en el mismo sentido. ¿Qué es lo que hace falta? Lo que necesitamos son hombres y mujeres “comprometidos”. No es que la gente no esté comprometida con sus cosas, nuestras cosas, las de cada uno (el trabajo, la familia, los estudios…). Aquí nos referimos al “otro compromiso”, el compromiso público por los demás, que ese sí que es un saber mirar la realidad desde los más necesitados, un mirar a los que están peor que uno mismo que, por cierto, son casi todos en este mundo. Una mirada abierta al mundo Nuestro mundo está organizado de un modo muy concreto. Hay mucha gente muy buena, generosa, trabajadora pero…, no todo es así. Hay gente, grupos, organizaciones, estructuras que están funcionando desde esquemas de exclusión, desde la “idolatría del dinero, desde la inequidad...”, como insiste el papa Francisco (EG 52al 60). No se trata de criticar por criticar. Se trata de construir otra civilización, la “civilización del amor”, con personas que estén llenas de ese amor compasivo, comprometido y entregado que Jesús nos dejó con su vivir desprendido, gratuito y lleno de gracia y alegría sanadora. Hacen falta personas que superen ese egoísmo apacible que nos lleva a la indiferencia, que pasen de ese otro pesimismo estéril que nos paraliza, que no se dejen determinar por las opiniones o tendencias de un mundo poco interesado en los problemas de los demás… Nuestro desafío es vivir la alegría de una vida acogida desde el amor y entregada por amor. Impulsar unas relaciones nuevas Necesitamos la “mística del vivir juntos” (EG 87). Mezclarnos, encontrarnos, tomarnos de los brazos, apoyarnos, participar de los signos de fraternidad que se dan en el mundo. Si nos encerramos en nosotros mismos moriremos de miseria humana.
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El ideal cristiano nos invita a superar las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Esa privacidad cómoda, ese reducido grupo de amigos íntimos…Hay que abrirse a la dimensión social del Evangelio. Juan Kruz Mendizabal Vicario de Pastoral Social y Misiones
«Munduak ez du janari gehiago behar jende konprometitu gehiago baizik»
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Diócesis de Sant Feliu de Llobregat
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Eco de la palabra
Monseñor Agustín Cortés Soriano, Obispo de Sant Feliu de Llobregat.
os hacemos eco, un año más, de la Campaña contra el Hambre, promovida por la organiación católica Manos Unidas. Esta Campaña pone ante nuestros ojos, rostros humanos, lugares y países, que nos hablan de pobreza y misèria humana. Manos Unidas tiene por objetivo ayudar a gentes de cualquier parte del mundo a que recuperen las condiciones sociales y personales que corresponden a su dignidad humana. Es una organización católica que ofrece su ayuda a todo necesitado por igual, sea cual sea su raza, cultura, mentalidad, religión, ideología, con tal que sufra pobreza.
¿Por qué del interior de la Iglesia nace esta iniciativa, como otras muchas, en favor de cualquier pobre de la tierra? Estamos comprometidos a fomentar y vivir la fraternidad. Según vemos en el Nuevo Testamento, la fraternidad de los discípulos de Jesucristo era el vínculo que unía a todos los creyentes. Se llamaban «hermanos» a quienes, habiéndose convertido y bautizado, se incorporaban a la Iglesia. Creer todos lo mismo y compartir los bienes era manifestación de la nueva fraternidad. Así lo muestran expresamente las descripciones de la vida en comunidad que aparecen en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde leemos que todos pensaban y sentían lo mismo y no había entre ellos ningún necesitado (cf. Hch 4, 32-34). ¿Es que los cristianos consideran hermanos también a cualquier persona? Cuando Jesús hablaba de «hermanos» se refería a los miembros de la comunidad, los cuales, creyendo y reconociendo a Dios como Padre, formaban una misma familia. Así, «si tu hermano peca, repréndele y perdónale»... ( Mt 18,15), «mis hermanos son quienes cumplen la voluntad de mi Padre»... ( Mt 12,50), «vosotros todos sois hermanos»... ( Mt 23,8). Pero un día una mujer pagana se le postró a los pies suplicándole que expulsara un espíritu inmundo de su hija; Él respondió que primero son los hijos que se sientan a la mesa; la mujer insistió humillada, «también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los niños». Elogiando la fe de la mujer, curó a la hija (cf. Mc 7, 24-30). Otro día al citar el segundo precepto del Decálogo un fariseo le preguntó (quizá para excusarse de no cumplir el difícil mandamiento del amor al hermano): «¿y quién es mi prójimo?». Jesús no respondió a la pregunta, sino que le contó la parábola del buen samaritano, para concluir: «eres tú el que te has de comportar como hermano al aproximarte al que encuentras en tu camino maltrecho, víctima de bandidos, y curar sus heridas» (cf. Lc 10,29-37). Otro día, al describir el juicio final, dijo que Él se veía representado en los necesitados, a quienes denominó «sus hermanos más pequeños» (cf. Mt 25,31-46). En definitiva, no se trata de ir preguntándose si el hambriento es o no hermano mío, sino de «acercarse a él (hacerse hermano suyo)» mediante el amor concreto, tan intenso, gratuito y generoso
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como el amor que profesamos a Cristo. San Agustín dijo que Jesucristo quiso ser amado en el pobre. Por tanto, socorrer al necesitado hambriento, enfermo, desnudo, preso, sediento, no será porque su imagen conmueva nuestra sensibilidad y sintamos lástima, ni porque creamos en la utopía de la fraternidad universal, sino simplemente porque le amamos. Somos herederos de una larguísima historia de amor al pobre que nunca dejó de practicar la verdadera Iglesia. No hubo santo que dejase de encontrar el rostro de Cristo en todo necesitado. Hoy y mañana aquella historia continuará en la medida en que entre nosotros siga vivo ese amor de los santos. + Agustín Cortés Soriano Obispo de Sant Feliu de Llobregat
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Diócesis de Santander
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Manuel Sánchez Monge, Obispo de Santander.
anos Unidas, organización de la Iglesia a favor del Tercer Mundo, lucha para erradicar las tres hambres que le afligen: “hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios”. Saben muy bien que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Ha escrito el papa Francisco que “la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual (…) La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria” (EG 200). Tengámoslo todos muy en cuenta.
Ahora bien, no vale considerar solamente las dimensiones del hambre de pan en el mundo sin ir a sus causas. Necesitamos una economía y una política al servicio de las personas y sus necesidades; un mundo donde se escuche la voz de los más débiles. Manos Unidas, en su Campaña contra el hambre en el mundo, necesita la colaboración de todos para seguir luchando contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad y la falta de instrucción. “El crecimiento en equidad -enseña el papa Francisco- exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo” (EG 204).
El lema de este año nos alerta sobre un hecho real. No es la falta de comida lo que produce el hambre y la desnutrición en el mundo actual. Hay recursos alimentarios suficientes para erradicar el hambre del mundo. ¡Cuántos alimentos se estropean o se tiran a la basura en el mundo desarrollado! Lo que falta es gente comprometida, es decir, gente dispuesta a compartir con los más necesitados, gente solidaria con el Tercer Mundo. Los cristianos no podemos olvidar la enseñanza que Jesús nos trasmite con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. En la medida en que lo poco que tenemos -cinco panes y dos peces- no lo comamos cada uno solo y lo pongamos en manos de Jesús, Él se encargará de que haya para todos y sobre. Es muy importante la abundancia en el Reino de Dios. Animo a la Delegación de Manos Unidas y al voluntariado que la sostiene en la diócesis de Santander a que sigan financiando proyectos concretos para erradicar el hambre y favorecer el auténtico desarrollo en el Tercer Mundo. Una vez más, seamos generosos en la Campaña contra el hambre. Que la voz de Dios, que nos llega a través de nuestros hermanos más pobres, despierte la caridad y la solidaridad que debe caracterizar a todo cristiano. Con mi afecto y mi bendición, + Manuel Sánchez Monge Obispo de Santander
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Diócesis de Santiago de Compostela
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“Necesitamos gente comprometida”
Monseñor Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela.
ueridos diocesanos:
Este año la Campaña de Manos Unidas se nos presenta con el lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita gente comprometida”. Es una llamada elocuente a asumir nuestra responsabilidad ante 800 millones de personas que siguen pasando hambre en el mundo. Causa extrañeza que tengamos que defender el derecho a la alimentación y a unas relaciones de producción y consumo justas. El hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. “Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana”[1]. Es lamentable constatar que una tercera parte de los alimentos acaba en los desperdicios. Concretamente en España cada consumidor tira cada año sesenta kg. de comida a la basura. El papa Francisco advierte que “el desperdicio de alimentos no es sino uno de los frutos de la cultura del descarte que a menudo lleva a sacrificar a hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo”. Esta Jornada ha de ser una oportunidad para apremiarnos a nosotros mismos y a las instituciones a actuar según la cultura del encuentro y de la solidaridad. La defensa de los derechos humanos y nuestra propia fe cristiana nos urgen a trabajar por un bien común que lo será cuando todos colaboren en él y todos puedan participan en él. “Hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados”[2]. Falta un sistema de instituciones económicas capaces de asegurar el acceso a la comida de manera regular y adecuada desde el punto de vista nutricional, y de afrontar las exigencias relacionadas con las necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales, provocadas por causas naturales o por la irresponsabilidad política nacional e internacional. Manos Unidas nos urge a un compromiso con un consumo y producción sostenibles en torno a la agricultura familiar. “El derecho a la alimentación y al agua tiene un papel importante para conseguir otros derechos, comenzando ante todo por el derecho primario a la vida. Por tanto, es necesario que madure una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones. Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales”[3].
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Abramos la ventana de nuestro corazón para ver a quien pasa hambre y escuchar su lamento. Esto nos ayudará a transformar nuestra sociedad. Acerquémonos a los excluidos para que nos enseñen a ser solidarios. Seamos conscientes de que podemos mejorar nuestro propio entorno cambiando hábitos y costumbres que pueden herir a los demás tal vez sin darnos cuenta. Démonos cuenta de que no es tanto lo que necesitamos para poder vivir dignamente y que hay muchas personas que no cuentan con eso poco que les puede hacer felices. Antes de tirar alimentos a la basura, seamos conscientes de que lo que tiramos es algo imprescindible para otras personas. “Tanto lo que consumimos como lo que desperdiciamos tiene un precio que va más allá del monetario”, porque “los alimentos no son una mercancía más sino un elemento indispensable para la vida”. El punto central siempre es el mismo: entender los valores fundamentales de la persona humana, la convivencia, el respeto de su dignidad y el derecho a la nutrición como parte integrante del derecho a la vida de cada ser humano. Todos los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. ¡Hagamos una opción por los pobres! Os saluda con afecto y bendice en el Señor, + Julián Barrio Barrio Arzobispo de Santiago de Compostela
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[1] FRANCISCO, Laudato Si, 193. [2] Ibid., 93. [3] BENEDICTO XVI, Caritas in veritate, 27.
Diócesis de Segorbe-Castellón
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón.
ueridos diocesanos:
Cada año, la segunda semana de febrero, nos unimos a Manos Unidas en su campaña anual. El pasado año comenzó un trienio especial de lucha contra el hambre. Éste sigue siendo su objetivo prioritario desde su inicio en 1959, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica comenzó la campaña contra el hambre en el mundo: hambre de pan, de cultura y de Dios. Aquellas mujeres se unían al manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas, que dijeron: “Sabemos, y queremos que se sepa, que existen soluciones de vida, y que, si la conciencia mundial reacciona, dentro de algunas generaciones las fronteras del hambre habrán desaparecido...”. Y concluía diciendo: “Declaramos la guerra al Hambre”. Desde entonces, Manos Unidas viene escribiendo una rica historia de solidaridad humana y de caridad cristiana con los hambrientos y empobrecidos de la tierra. Año tras año, no cesa de denunciar el drama humano de los más pobres y de tocar nuestras conciencias ante el hambre en el mundo. Como ya dijo San Juan Pablo el hambre en el mundo es la “paradoja de la abundancia”, porque “hay alimentos para todos, pero no todos pueden comer”. En efecto; hoy se producen alimentos más que suficientes para todos los habitantes del planeta. Y, sin embargo, hay 800 millones de personas que pasan hambre, en especial en países en desarrollo en Asia, África y Latinoamérica, mientras se desperdicia 1/3 de los alimentos que se producen. En palabras del papa Francisco, esto es un gran escándalo. Son cifras vergonzantes ante las que no podemos quedar indiferentes. Por esta razón, Manos Unidas quiere seguir plantando cara al hambre impulsando un mayor compromiso en esta cuestión. Como reza el lema de este año: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. Un compromiso que lo exige la solidaridad humana y además, en el caso de los creyentes, la caridad cristiana. Por una razón u otra, todos estamos llamados a comprometemos en la lucha contra el hambre. Antes de nada hemos de tomar conciencia de las causas del hambre en el mundo. A la hora de explicarla hay que destacar tres causas principales. Por un lado, el alimento ha quedado reducido a mera mercancía; se prima el beneficio en el comercio y la especulación con los alimentos, dejando en un segundo lugar su fin primordial: es decir, alimentar a las personas reconociendo y respetando el derecho humano fundamental a la alimentación. Por otro lado, la producción alimentaria en la agroindustria se manifiesta cada vez menos sostenible, económica, social y medioambientalmente, sobre todo en las regiones donde viven las comunidades campesinas y los pueblos más vulnerables. Y, por último, está el gran problema del desperdicio de alimentos, tanto en la producción,
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transformación y almacenamiento -que se da sobre todo en los países en desarrollo-, como en la distribución y en el consumo. Una pérdida y desperdicio ligados a estilos de vida individualistas, centrados en el consumo, y en el lucro más allá del comercio justo. Manos Unidas nos pide un compromiso de todos por un aprovechamiento integral de la producción de alimentos, evitando el despilfarro. Nos llama a ser más responsables y comprometidos personalmente: primero, no desperdiciando la comida; segundo, apoyando a los agricultores familiares en su lucha por su derecho a la alimentación basado en una producción sostenible; y, tercero, haciendo ver que los alimentos no son una mercancía más, sino un elemento indispensable para la vida. Con nuestro compromiso podríamos ayudar a cambiar las cosas y avanzar hacia el fin del hambre en el mundo. El Año de la Misericordia nos ha llamado a ejercitar las obras de misericordia. La primera de ellas es “dar de comer al hambriento”. Cristo ha querido identificarse con los que padecen hambre. “Tuve hambre y no me disteis de comer”, dijo Jesús. Estas palabras van dirigidas a cada uno de nosotros. Jesús nos llama a socorrer las necesidades humanas y a recuperar la dignidad del ser humano cuando, entre otras cosas, está herida por el hambre. Acojamos de corazón la invitación de Manos Unidas a luchar juntos contra la pobreza y sus causas. Apoyemos con generosidad su trabajo en la colecta especial. Con mi afecto y bendición, + Casimiro López Llorente Obispo de Segorbe-Castellón
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Diócesis de Sevilla
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Colaboremos con Manos Unidas
Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.
n año más Manos Unidas y su Campaña contra el Hambre llama a nuestras puertas. Nacida en el seno de la Iglesia hace cincuenta y seis años, su punto de partida fue el famoso manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), fechado en Roma el 2 de julio de 1955. En él, cientos de mujeres católicas, que se sentían “llamadas por Jesucristo para dar testimonio de un amor universal y efectivo por la familia humana”, afirmaban que no podían resignarse ante el “hecho de que la mitad de la humanidad sufra hambre”. Finalizaba su mensaje con esta conocida expresión: «Declaramos la guerra al hambre». En España, fueron las mujeres de la Acción Católica quienes asumieron este compromiso y se pusieron manos a la obra, instituyendo el Día del Ayuno Voluntario, con el deseo de combatir el hambre de pan, de cultura y de Dios. Durante estos cincuenta y seis años los proyectos de desarrollo de Manos Unidas con destino a los países del sur han sido numerosísimos en el campo de la salud, de la educación, la promoción de la mujer, el desarrollo agrícola, además de otros muchos de carácter social (viviendas, cooperativas, etc.). Un año más damos gracias a Dios por los muchos frutos humanos, espirituales y sociales que estos proyectos han deparado para los pueblos del sur y por la esperanza que han generado. Hemos de dar también gracias a Dios por la credibilidad de que goza Manos Unidas ante la sociedad española, por su austeridad en la gestión, la eficacia de sus proyectos y porque ha conseguido sensibilizarnos a todos sobre la lacra terrible del hambre en el mundo. El hambre es una triste realidad y una desgracia para una parte importante de la humanidad, que requiere una lucha concreta y eficaz mediante una estrategia adecuada, en una búsqueda continua del bien común, fundamentada en el principio del destino universal de los bienes de la tierra e inspirada en un humanismo integral y solidario. La campaña de Manos Unidas de este año nos confronta con nuestra responsabilidad sobre el uso y destino que damos a los alimentos, pues mientras la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce que en torno a 800 millones de personas sufren la dramática experiencia del hambre en el tercer mundo, en el primer mundo un tercio de los alimentos acaba en la basura. “El desperdicio de alimentos -ha escrito el papa Francisco- no es sino uno de los frutos de la cultura del descarte, que a menudo lleva a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo”. Manos Unidas nos invita un año más a la generosidad con los que nada tienen y a comprometernos eficazmente en la lucha contra el hambre. Así nos lo pedía el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et Spes: “Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo,
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el Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que recuerden aquella frase de los Padres: `Alimenta al que muere de hambre, porque si no lo alimentas, lo matas´” (n. 69). Los hambrientos claman ante las sociedades opulentas y golpean nuestra conciencia. Dios, sobre todo, nos llama a compartir nuestros bienes con los necesitados. En el momento crucial del juicio no habrá posibles ambigüedades. Los criterios últimos de discriminación serán nuestros sentimientos de amor con los pobres y desgraciados. Entonces resonarán estas sentencias inapelables: “Venid benditos de mi Padre y heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui peregrino y me hospedasteis, estuve preso y en la cárcel y vinisteis a verme”. “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer…” (Mt 25,41). La Iglesia contempla en los pobres el rostro de Cristo (Centesimus Annus 58). Por ello, el amor a los hambrientos exige un compromiso generoso, una esperanza firme y también austeridad de vida, para compartir con los pobres no sólo lo que nos sobra, sino incluso aquello que estimamos necesario para compartirlo con los que pasan hambre. Hay muchos hermanos nuestros que esperan nuestra ayuda y pueblos enteros condenados al subdesarrollo, al analfabetismo, a la carencia de agua potable y de medicinas… Mitiguemos sus carencias con nuestra generosidad, ayudándoles en su desarrollo integral. Por todos estos motivos, invito a los sacerdotes a hacer mención de la campaña de Manos Unidas en la homilía de este domingo y a urgir a los fieles a que sean generosos por solidaridad con los que nada tienen, hijos de Dios como nosotros, redimidos por la sangre preciosa de Cristo, hermanos nuestros, alguien que nos pertenece y ante los que no podemos pasar de largo. Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz día del Señor. + Juan José Asenjo Pelegrina Arzobispo de Sevilla
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Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
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“El mundo no necesita más comida”
Monseñor Atilano Rodríguez Martínez, Obispo de Sigüenza-Guadalajara.
a pobreza y el hambre son los mayores dramas a los que se enfrenta la humanidad en estos momentos. A pesar de la abundancia de alimentos, casi 800 millones de personas no tienen lo necesario para comer cada día. Como nos recordaba San Juan Pablo II, en nuestros días se produce la “paradoja de la abundancia”. Mientras millones de personas mueren de hambre, nos encontramos con la curiosa paradoja de que se producen alimentos para dar de comer al doble de la población mundial actual.
Entre las principales causas de esta lacra de la pobreza, está la mala distribución de los alimentos y la concepción de los mismos como una mercancía más. Además del relativismo cultural y del olvido de quienes pasan hambre, en nuestros días existe un estilo de vida individualista y egoísta, excesivamente centrado en el consumismo y en la obtención de beneficios económicos. Esto lleva consigo que no se respeten los derechos humanos fundamentales en los que habría que garantizar el acceso a los alimentos por parte de todos los seres humanos.
Las vergonzantes cifras de los millones de hermanos que mueren de hambre cada día no pueden dejarnos indiferentes como si el problema no fuese con nosotros. En mayor o menor medida, todos somos responsables del hambre en el mundo. Si fuésemos más austeros en el consumo de alimentos y no tirásemos la comida, muchas personas, que hoy no pueden comer, tendrían suficientes alimentos para vivir con dignidad. El papa Francisco, considerando que la tierra es una herencia común, nos invita a no olvidar nunca los derechos de los marginados. “Hoy -dice el Santo Padre- creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS 93). Si asumimos estas enseñanzas del Papa y la realidad de pobreza en la que viven tantos hermanos, parece evidente que deberíamos implicarnos con decisión en la búsqueda del bien común y en la defensa de los derechos inalienables de cada persona. Por eso, este año, Manos Unidas nos invita a dar un paso más en la lucha contra el hambre y la pobreza, recordándonos que “el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. Esto quiere decir que son necesarias personas que velen por una más justa distribución de los alimentos y por un mayor control de los mismos para evitar que se tiren o se despilfarren en los países desarrollados. Todos podemos consumir de manera más responsable y todos podemos progre-
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sar en una sincera conversión ecológica para no cerrar nunca los oídos y el corazón al grito de los pobres. Los cristianos y las personas de buena voluntad no podemos dejar de luchar contra el hambre y la pobreza en el mundo, pues los pobres, enfermos y marginados están en el centro de las preocupaciones del Señor. Ellos necesitan nuestra cercanía y esperan nuestra acogida, acompañamiento, amor y solidaridad. Partiendo de esta visión creyente de la realidad, los cristianos, además de pedir a los gobiernos de las naciones y a las organizaciones sociales que no cesen de buscar soluciones justas para combatir la pobreza en el mundo, hemos de orar confiadamente al Señor para que ponga sentimientos de auténtica fraternidad y de verdadera solidaridad en nuestros corazones y en el corazón de quienes, habiendo sido agraciados por el Señor con la posesión de bienes materiales, se olvidan de quienes pasan hambre. Con mi cordial saludo, feliz día del Señor. + Atilano Rodríguez Martínez Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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Diócesis de Tarazona
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Eusebio Hernández Sola, Obispo de Tarazona.
ueridos hermanos y amigos:
Llegamos en este domingo a nuestro encuentro anual con la Campaña de Manos Unidas en su lucha contra el hambre en el mundo. Este año celebramos la campaña número cincuenta y ocho con el lema: El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida. A lo largo de esta semana precedente hemos desarrollado diversas actividades que han preparado la campaña que hoy realizaremos en nuestras parroquias y comunidades. El día 8, miércoles, se efectuó la presentación de la campaña en Calatayud, y el día 9, jueves, en Tarazona. Contamos para ello con la presencia de D. Juan Rey Catacora Bruna, economista, que desarrolla su trabajo social y misionero en el Perú. Otra cita arraigada en muchas parroquias es la llamada cena del hambre, en la que reunidas distintas personas de la parroquia reflexionan, oran y comparten una frugal cena en el día del ayuno voluntario, el pasado viernes día 10. Un gesto que nos hace comprender y solidarizarnos con aquellos que en tantos lugares del mundo viven en situaciones de extrema necesidad. Como bien sabéis, Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos y, desde su fundación, en 1960 trabaja para acabar con la escandalosa lacra del hambre en el mundo. En cada una de las diócesis españolas una delegada diocesana y un equipo cuidan con esmero y entrega que el mensaje de esta institución llegue a todos y crear, de esta forma, una cultura de solidaridad en nuestra sociedad, a través de personas cada día más comprometidas en la lucha contra la injusticia del hambre en tantos pueblos de la Tierra. Desde hace ya unos años nuestra diócesis adopta un proyecto conjunto que une a todos los arciprestazgos y parroquias. El año pasado fue nuestra colaboración a la India, en una población llamada Karnataka, para la creación de un centro de formación para mujeres. Nuestra aportación fue de cincuenta y un mil euros. Este año el proyecto adoptado es para una comunidad rural, Andemaka, en Madagascar, con el fin de construir un colegio de secundaria para 160 jóvenes y que está al cargo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. La cantidad solicitada para esta obra es de cuarenta y cinco mil ciento veinte euros. Manos Unidas, con visión de futuro, no sólo busca una respuesta inmediata al hambre, sabe muy bien que una de las soluciones es la formación y la promoción de los países pobres; por ello promociona tantos centros escolares o de formación profesional.
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Debemos dar gracias a Dios porque, a pesar de ser una diócesis pequeña, en muchas ocasiones demostramos nuestra generosidad con nuestra aportación económica. La campaña anual de Manos Unidas es una de ellas. Estoy seguro que este año responderemos como lo hemos hecho siempre. Además de esta necesaria muestra de solidaridad, cada año Manos Unidas nos invita a cambiar de mentalidad y a descubrir que entre todos debemos formar una nueva sociedad más justa en la que las necesidades de los más pobres sean atendidas. El hambre, en tantos países de la tierra, supone el mayor atentado contra la dignidad de las personas. No quiero acabar esta carta sin agradecer a la delegación diocesana de Manos Unidas y a los distintos grupos que en las parroquias trabajáis todo el año con gran entrega y generosidad en favor de esta institución de la Iglesia. Con todo afecto os saludo y bendigo. + Eusebio Hernández Sola, O.A.R. Obispo de Tarazona
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Diócesis de Tarragona
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Jaume Pujol Balcells, Arzobispo metropolitano de Tarragona.
a República Democrática del Congo, Filipinas, Haití… tres países de tres continentes que tienen en común la inseguridad y el hambre. De ellos se habla en la última revista de «Manos Unidas», como podría hablarse de otros. Son una muestra de la geografía del dolor que tan profundamente conocen las personas que impulsan desde hace años esta organización de la Iglesia especializada en campañas contra el hambre.
En el Congo se está trabajando en la zona de Kilela Balanda, cercana a la frontera con Zambia. Sus mujeres tienen un índice de analfabetismo del 85 por ciento; los hombres del 65 por ciento. Solo hay electricidad en la misión católica, y de sus 32 pueblos solo cuatro tienen agua potable.
En Filipinas Manos Unidas coopera con la población de la región de Mindanao, azotada desde hace cuatro décadas por la violencia humana y las catástrofes naturales. La ciudad de Zamboanga ha pasado de tener 200.000 habitantes a un millón por el éxodo rural. Las necesidades son enormes.
Haití es el país más pobre de América y dentro de él la isla Tortuga es la región más pobre de Haití. El 90 por ciento de sus 45.000 habitantes viven en pobreza extrema. El único hospital existente no tiene quirófanos. La mayoría de gente se va a la cama con hambre.
Me he extendido en estos ejemplos porque a veces olvidamos que las ideas abstractas -Tercer Mundo, Países Subdesarrollados, etc.- tienen una plasmación concreta. Quienes no lo olvidan son los misioneros y los voluntarios de tantas organizaciones benéficas. Son los que conocen a los pobres, sus casas, sus necesidades y angustias y tratan de remediarlas.
Manos Unidas desciende sobre el terreno hasta la zona, el pueblo y la familia. Al mismo tiempo nos enfrenta a una realidad universal: 800 millones de personas padecen hambre en el mundo y denuncia que, mientras tanto, un tercio de los alimentos que se producen en la Tierra, acaban en la basura. Esta dilapidación, sobre todo en Europa y Norteamérica, son un escándalo.
¿Qué podemos hacer nosotros? No dejarnos vencer por la magnitud del problema ni entregarnos a la pasividad. Es cierto que las gentes deben salir del subdesarrollo por ellas mismas, y algunas ya lo han hecho, pero para ello necesitan de una mano amiga que les ayude.
Manos Unidas es esta mano generosa del que no pasa de largo o se contenta con entonar lamentaciones. Sois el orgullo de la Iglesia y una bendición para las sociedades más necesitadas. + Jaume Pujol Balcells Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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Diócesis de Tenerife
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Bernardo Álvarez Afonso, Obispo Nivariense.
certado, primero, porque sale al paso de la falsa idea, ampliamente difundida, de que el hambre y la miseria extrema que padecen mil millones de personas en el mundo, está causada por la superpoblación de nuestro planeta y, desde esta falsa premisa, se promueven campañas para reducir la natalidad. Si fuéramos menos, se dice, habría comida para todos. Esta afirmación es abiertamente desmentida por el hecho de que, anualmente, se tiran a la basura entre el 30 y 35 por ciento de los alimentos que se producen destinados al consumo humano (Informe de la FAO). Así como suena: cantidades enormes de los recursos destinados a la producción de alimentos se utilizan en vano. Producimos alimentos y tiramos más de la tercera parte; sin embargo, millones y millones de personas mueren de hambre: “aquellos que carecen del alimento diario y han dejado de pensar en la vida, en las relaciones familiares y sociales, y luchan sólo por la supervivencia” (papa Francisco). Acertado, también, porque el lema es una llamada a la conciencia de cada uno para que verifiquemos si, y en qué medida, estamos involucrados en la erradicación del hambre en el mundo o, si por el contrario, somos indiferentes ante la miseria y el sufrimiento de nuestros semejantes. Tal vez debemos pararnos a pensar si con nuestra manera de vivir no estaremos contribuyendo al hambre y la pobreza en el mundo. Ni la mezquindad, ni la indiferencia son respuesta cristiana ante el prójimo necesitado. No podemos olvidar el mandato de Jesús: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Ciertamente, en este momento, lo que hace falta no es más comida sino más personas comprometidas. Personas, conscientes y responsables, capaces de gestionar mejor los recursos que tienen a su disposición, sin consumir más de lo necesario, sin derrochar y tirar lo que es de todos. Es necesario recordar un principio fundamental: “todos los bienes de la tierra son de todos los hombres y mujeres que la habitan” y, por tanto, nadie -personal o colectivamente- puede disponer de ellos como si fueran exclusivamente suyos. No se puede acaparar sólo para sí lo que es de todos y mucho menos tirarlo a la basura. Actuar así es hartarse y derrochar, dejando a otros sin comer. Semejante situación fue abiertamente denunciada por Jesucristo, como contraria a la justicia. Lo hizo, con la parábola en la que cuenta el comportamiento de un “un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico”. ¿No es esta parábola el paradigma de lo que pasa hoy en el mundo? ¿Lo que San Juan Pablo II llamó “la paradoja de la abundancia”? “En efecto -dice el papa Francisco- hay comida para todos, pero no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”.
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Pero, no pensemos solo en esos ricos multimillonarios que, con su forma de vivir, son un insulto a los millones de pobres “lázaros” que pueblan el planeta. “Es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana” (papa Francisco). Fijémonos también en nosotros, gente corriente, que a otro nivel podemos estar adoptando la misma actitud. No esperemos a que sean otros los que se conviertan de su escandalosa vida. Miremos hacia nosotros mismos y pongamos manos a la obra. El trabajo de MANOS UNIDAS a lo largo de casi sesenta años, fruto de la unión de pequeños y grandes esfuerzos, es la prueba de que es posible mejorar -de modo sostenible y prologando en el tiempo- las condiciones de vida de quienes carecen de lo más indispensable para vivir. La lucha continúa, hay que seguir “plantando cara al hambre”. Es mucho lo que queda por hacer. Hace falta gente comprometida. ¿Te comprometes? Preguntémonos cada uno: en concreto, con mis posibilidades, con lo que soy y lo que tengo, ¿qué puedo y qué debo hacer yo en favor de los que pasan hambre en el mundo? En nuestra mano está, en primer lugar, vivir de otra manera, no gastar más de lo necesario y sobre todo no tirar alimentos. “Los hogares españoles tiraron a la basura 1.326 millones de kilos de alimentos en 2015. Lo que significa que se desechan unos 3,7 millones de kilos diarios. Solo el 18,9% de los hogares consume todos los alimentos comprados. Entre un 30% y un 50% de los alimentos comestibles acaban desechados. La mayoría de lo que se desechan, el 80%, se tiran a la basura en los hogares tal cual se han comprado” (noticia de 8–9-2016). Como se ve, para evitar este derroche, basta con poner un poco de voluntad y cabeza a la hora de comprar y consumir. Y, claro, para que el compromiso sea completo, lo ahorrado y todo lo que generosamente podamos añadir hay que destinarlo a los más pobres. “El mundo necesita más gente comprometida”, dice el lema de la Campaña. Tú y yo, uniéndonos activamente en la lucha Contra el Hambre en el Mundo, tenemos la posibilidad de ser esa gente comprometida. No lo olvidemos, “muchos pocos hacen mucho” y “la unión hace la fuerza”. Un cauce apropiado y seguro, para unir nuestros esfuerzos personales y alcanzar resultados eficaces en favor de los pobres, es precisamente MANOS UNIDAS, la ONG de desarrollo de la Iglesia católica y de voluntarios, que trabaja para apoyar a los pueblos del Sur en su desarrollo y en la sensibilización de la población española. Los ingresos, para sus proyectos en los países pobres, provienen en un 87,1 %, de fuentes privadas y en un 12,9 % del sector público. Información completa en: http://www.manosunidas.org/ Esas “fuentes privadas” son los millones de españoles, como tú y como yo, que hacemos nuestros donativos directamente a la organización o mediante la colecta que cada año, el segundo fin de semana de febrero (este año, el 11-12), se hace en todas las iglesias. MANOS UNIDAS cuenta con nuestra generosa aportación económica para continuar su labor. Millones de hermanos nuestros la necesitan. El hambre en el mundo es una cuestión de vida o muerte y, paradójicamente, “el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida”. + Bernardo Álvarez Afonso Obispo Nivariense
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Diócesis de Terrassa
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¿Es posible solucionar el problema del hambre?
Monseñor Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.
lega un año más la Campaña contra el hambre que organiza Manos Unidas, una ONG de Desarrollo de la Iglesia Católica en España, que trabaja para dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Para Manos Unidas, la solución del problema del hambre en el mundo pasa por acompañar a los más pobres y reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible. En pleno siglo XXI, en tiempos de globalización y nuevas tecnologías, de unos avances técnicos impensables hace unos pocos años, la pobreza sigue siendo una lacra en nuestro mundo. Actualmente el planeta Tierra alberga 7.515.284.000 habitantes. De éstos, unos 795 millones, están subalimentados. La ONU y otras organizaciones internacionales se propusieron el objetivo de acabar con la pobreza para el año 2030, pero al paso que vamos, si no se actúa con mayor firmeza y efectividad, el objetivo de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza extrema está lejos de cumplirse. Según los informes que presentan distintas organizaciones humanitarias, el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante. Señalan también que las 62 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad de la población con menos recursos, unos 3.600 millones de personas. Asimismo afirman que la riqueza de ese grupo de megaricos se ha incrementado un 44% desde 2010, mientras que la del 50% de la población ha descendido un 41%. ¿Cómo se puede combatir esa desigualdad? Sin duda desde diferentes frentes: por un lado, es preciso detener la evasión fiscal; también se necesita un aumento de la inversión en servicios públicos; por último, es de justicia elemental que se aumenten los ingresos de la población que menos percibe. Se calcula que en África el 30% de la riqueza financiera está en paraísos fiscales. El hambre, al que deben enfrentarse cada día 795 millones de personas, no es una fatalidad a la que una parte de la humanidad esté predestinada sin remedio; es simplemente el resultado de la injusticia. Es consecuencia de la violación del derecho fundamental de toda persona a disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente que le permitan vivir una vida digna y saludable. En un mundo donde la producción agrícola podría ser suficiente para alimentar al doble de la población mundial actual, constituye un escándalo que perduren las causas que provocan el hambre: políticas comerciales injustas, pobreza, discriminación de la mujer, violencia y conflictos armados, pandemias, etc. El papa Francisco nos recuerda (cf. Evangelii Gaudium nn. 186-216) que nuestro compromiso con estos hermanos comporta programas y acciones de asistencia y promoción, de denuncia y cambio de estructuras. Es preciso luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción. Es preciso erradicar las causas estructurales que pro-
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ducen todos esos males: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia. Es preciso luchar contra la ignorancia y por un rearme de valores humanos y cristianos en nuestro mundo. También hemos de velar por su atención espiritual, una atención religiosa prioritaria para que recuperen plenamente su dignidad de hijos de Dios. Seamos generosos. Recordemos las palabras de Jesús: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). + Josep Àngel Saiz Meneses Obispo de Terrassa
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Diócesis de Teruel y Albarracín
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Gallina por Navidad
Monseñor Antonio Gómez Cantero, Obispo de Teruel y Albarracín.
n noviembre del año 1992, el Movimiento Internacional del Apostolado de los Niños organizó un encuentro de Niños Trabajadores, durante el mes de noviembre, en la Antigua, de Guatemala. Participaron un centenar de niños de toda América del Sur y Central.
Bernardo era un niño de la calle de Tegucigalpa, la capital de Honduras. Es decir: sin familia, sin hogar, sin protección y sin educación, pero con unos ojos vivos y radiantes que lo escrutaba todo. Creo que tenía unos 9 años, no lo podría certificar, estaba todo el día pegado a mí. Su negocio era vender paquetitos de sal en el mercado, cuyas ganancias le daban para mal comer y para invertir al día siguiente en más sal.
Estuvimos comiendo todo un mes, tanto para el almuerzo como para la cena un puñado de arroz y unos pocos frijoles cocidos, plato único. Bernardo repetía siempre, incluso hasta dos veces (yo no lo hacía por vergüenza). Daba gusto ver como saboreaba el alimento. Yo le decía: “Bernardo, te va a hacer daño”. Y siempre contestaba: “No padrecito, es comida”. A Bernardo le dijeron sus colegas de calle que no fuera al encuentro internacional, que era una trampa para traficar con sus órganos, que le matarían y se los pondrían a niños ricos. El me lo contaba mientras nos sentábamos al sol en los descansos del encuentro. “Entonces, ¿Por qué viniste?”, le pregunté, “Porque no tenía nada que perder”, me contestó. El último día hicimos fiesta. Al puñado de arroz le añadieron una pequeña tajadita de gallina. El otro niño que se solía sentar a mi otro lado, un poco más mayor, era James, del Cerro de San Miguelito de Panamá, rodeado totalmente de chabolas. Cuando vio el trocito de gallina (más piel y hueso que carne) me dijo: “¡Padre, nos han puesto pollo como en Navidad! ¿También los niños en España comen pollo en Navidad?”. Tardé unos segundos en contestar: “Sí, James, sí. También los niños comen pollo en Navidad”. Los comercios de la zona libre del aeropuerto de París derrochaban luz, brillos dorados y plateados y delicatesen de todo tipo. Con mi mochila al hombro no podía dejar de pensar en Bernardo y James, mis compañeros de mesa durante 28 días, y en el plato de plástico rallado de arroz y frijoles. Y el fin de fiestas con el minúsculo trozo de gallina “navideña”. Últimamente, frente a mi casa (la última de hace unos días) veía a personas de todas las edades hurgar en los contenedores de la puerta del supermercado para recoger productos caducados, verduras que han perdido el frescor y frutas que han comenzado a pasarse en algún punto. Mientras, otras personas salían del mismo centro con bolsas de plástico cargadas hasta los topes.
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El lema de este año de Manos Unidas resumido en “No más comida, más compromiso”, sin querer, me hace pensar en el pequeño que tenía cinco panes y dos peces y que Andrés presenta al Señor, ante tanta gente que no tenía que comer. Pero nosotros podemos aún ser como Felipe, que pensaba sobre todo en el dinero y no tanto en la entrega. O como aquel Joven Rico que no quiso compartir su hacienda y seguir al Señor. Son dos posturas raquíticas pero muy razonables. Siempre es tiempo de conversión y más ante la miseria de los que viven en el descampado de nuestras sociedades opulentas, que ahora no dejan ni las migajas bajo la mesa, de aquel rico del pobre Lázaro. Pero en nuestro interior, si queremos oírlo, seguirá Jesús diciéndonos: “Dadles vosotros de comer”. + Antonio Gómez Cantero Obispo de Teruel y Albarracín
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Diócesis de Toledo
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo y Primado de España.
e puede y se debe. Es lo que se propuso la UMOFC (Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas) en 1959 y, en 1960, las nacientes Manos Unidas/Campaña contra el hambre afirmaron: “Plántale cara al hambre”. Así lleva muchos años exhortándonos esta ONG católica de voluntarios. Es lógico, porque en la dinámica de la vida de un cristiano, ¿cómo va éste a quedarse simplemente “pasmao”, sin hacer nada ante lo que está cayendo? Cuando hay comida para todos, pero no todos comen; cuando hay derroche, excesivo consumo y uso de alimentos para estos fines que no son alimentar a los hambrientos, ¿qué decir?, ¿qué hacer?, ¿vamos a callar? Sería vergonzoso.
No es posible. Por eso los voluntarios de Manos Unidas no están quietos y trabajan denodadamente por conseguir dinero, y habilitan medios para llevar a cabo proyectos de desarrollo y alimentación donde hay hambre y podría haber más alimentos, pues es evidente que la madre tierra tiene capacidad de producir mucho más y alimentar a sus hijos, que somos todos, no unos cuantos privilegiados. Pero aquí, en este mundo nuestro, tienen que defender el derecho a la alimentación. Es un derecho que no todos tienen. Este es un derecho a tener acceso, de manera regular, permanente y libre, sea directamente, sea mediante compra por dinero, a una alimentación en cantidad y calidad adecuada y suficiente, que garantice una vida física, psíquica libre de angustias, satisfactoria y digna. Ese es nuestro compromiso. Nada fácil pero necesario. ¡Cuándo entenderán los Estados la necesidad de conseguir a nivel mundial una producción y un consumo sostenibles! Es el destino universal de los bienes; es el bien común, y es una manera que ayuda a que no haya tantas guerras, para que no haya desequilibrios que llevan siempre al conflicto. ¿Por qué hemos los católicos de luchar por estas cosas? Primero para que se respete la dignidad de la persona humana como imagen de Dios. Y la pobreza extrema y el hambre no son justas. Y tenemos que decirlo y, en la práctica, hacer cosas concretas, y no sólo lamentarse y sentir lástima, cuando deberíamos sentir vergüenza, como afirmé poco más arriba. Pero “el mercado es el mercado”, te dicen los que producen, grandes o pequeños productores. Más los grandes, sin duda, pues otros más pequeños luchan para sacar adelante su empresa pequeña. Y a mí me parece bien que se aluda a las leyes del mercado, pero ¡cuidado!: mercado no es deforestar ni erosionar la tierra para producir más, aunque se emita polución a toneladas. Eso no es mercado, es pecado, sencillamente. Tampoco es mercado que los alimentos hayan dejado en buena parte, en lugares concretos de nuestro mundo, de ser comida para saciar el hambre de la persona y se han convertido en un activo financiero más con el que los inversionistas puedan especular para ganar dinero pura y duramente. No es mercado acaparar tierras, destruir insensatamente la biodiversidad, o contaminar ríos y tierras por el uso de productos químicos en proporciones destructivas.
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Mercado es que todo el mundo pueda vender y no estar condenado a no entrar en los circuitos comerciales, condenando a países y comarcas a no poder poner sus productos y malvenderlos a los que sólo buscan su provecho. Vemos, pues, que el hambre es también cuestión de educación y de radicarse en la fe de Jesucristo, que dice sin retoques que el amor a Dios, primero en la intención, pasa por amar al prójimo, sobre todo al más pobre, que es lo primero en la actuación del cristiano. Termino con un agradecimiento a cuantos son Manos Unidas, a la Comisión Diocesana, a los que más os exigís en esta Campaña. Son muchas mujeres y algunos hombres los que forman una red de trabajo y esfuerzo para que esta y otras Campañas consigan su objetivo de sensibilizar a tanta gente que solo se queda en sentir angustia y tristeza cuando ve a gente hambrienta y hambrunas terribles en tantas partes del mundo. También recuerdo a párrocos y rectores de iglesias que la colecta del día 12 de febrero es colecta imperada, es decir, obligatoria y se ha de entregar íntegra a Manos Unidas, por supuesto. + Braulio Rodríguez Plaza Arzobispo de Toledo y Primado de España
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Diócesis de Tortosa
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Campaña contra el hambre en el mundo
Monseñor Enrique Benavent Vidal, Obispo de Tortosa.
l próximo domingo nuestras parroquias se unirán a la campaña contra el hambre, que organiza la asociación Manos unidas. La visita pastoral me ha permitido constatar la vitalidad de esta asociación en nuestra diócesis, que se manifiesta en la gran cantidad de iniciativas que se realizan en muchos de nuestros pueblos. La colecta del próximo domingo nos ofrece a todos los que participamos habitualmente en la celebración de la Eucaristía la posibilidad de unirnos a esta causa tan justa.
Es importante que recordemos algunos datos sobre este problema para tener una idea de sus dimensiones. Actualmente 795 millones de personas pasan hambre en nuestro mundo. Pero este dato se refiere a aquellas que, al tener unos ingresos menores a 1,5€ diarios, no tienen suficientes alimentos para vivir dignamente. La cifra se agrandaría si nos planteamos la cuestión desde la perspectiva del derecho de toda persona a la alimentación, que es algo más que tener lo necesario para subsistir. Consiste en el derecho a tener acceso, de una forma regular, permanente y libre, sea directamente o comprando con el propio dinero, a una alimentación cualitativa y cuantitativamente adecuada y suficiente, según las tradiciones culturales del pueblo del cual forma parte el consumidor, de forma que la persona tenga garantizada una vida psíquica y física sin angustia por el futuro, satisfactoria y digna.
Además, no podemos olvidar lo que dijo el papa San Juan Pablo II en 1992: “Hay comida para todos, pero no todos pueden comer”. Mientras tantas personas pasan hambre, en países desarrollados el consumo excesivo de alimentos y su derroche es un fenómeno cotidiano: 1300 millones de toneladas de alimentos aptos para el consumo (1/3 de la producción total en el planeta) son desaprovechados. También hoy estamos asistiendo al fenómeno de la mercantilización de los alimentos, que en una economía caracterizada por la especulación, han dejado de ser comida para saciar el hambre y se han convertido en un activo financiero para especular y ganar dinero, con lo que se dificulta todavía más el acceso a la alimentación a los más pobres. Si consideramos el problema desde esta perspectiva, podemos entender mejor la opción de Manos unidas, que quiere plantarle cara a este problema, no sólo luchando contra el hambre, sino haciendo frente a las causas que lo provocan. Por ello se financian proyectos para luchar contra el subdesarrollo cultural y material que está en el origen de esta lacra de nuestro mundo, como pueden ser: la promoción de cultivos para diversificar la producción agrícola; la construcción de silos para guardar el grano; la organización de campañas para sensibilizar sobre el derecho a la alimentación, sobre el problema del desaprovechamiento de los alimentos y la necesidad de cambiar los hábitos de consumo en las sociedades desarrolladas.
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La fe cristiana nos lleva a una visiĂłn del hombre como ser humano con una dignidad que es igual en todas las personas, y a pensar que si tenemos lo suficiente para vivir dignamente, la mejor forma de agradecerlo a Dios es compartiendo con el hermano que no tiene. Poder ayudar al necesitado es una gracia de Dios porque ÂżquĂŠ tenemos que no hayamos recibido? + Enrique Benavent Vidal Obispo de Tortosa
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Diócesis de Tui-Vigo
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Luis Quintero Fiuza, Obispo de Tui-Vigo.
ueridos Diocesanos:
Como todos conocéis, Manos Unidas es una Asociación de la Iglesia en España que tiene como misión recaudar ayuda en beneficio de los países pobres y en vía de desarrollo. Cada año proponen a las diócesis españolas diferentes proyectos solidarios, apelando a nuestro compromiso de fraternidad universal. El lema de la campaña de este año es: “El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. La Campaña de Manos Unidas para este año 2017 se inserta dentro de la Campaña Trienal de Manos Unidas contra el hambre 2016-2018. La Campaña del año pasado, 2016, tenía como lema: “Plántale cara al hambre: SIEMBRA” y abordaba el problema del hambre desde distintos puntos de vista bajo la imagen de la semilla. La Campaña de este año 2017 tiene como lema el antes citado: “El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida” e incorpora otras cuestiones nucleares del problema del hambre y nos invita a plantarle cara a la lacra del hambre en el mundo desde nuestro compromiso con una producción y un consumo sostenibles. Manos Unidas nace como Campaña contra el hambre, respondiendo al llamamiento que hizo en el año 1955 la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas en una propuesta decidida de “Declarar la guerra al hambre”. Desde entonces, Manos Unidas viene manteniendo un compromiso permanente y apasionado para avivar la solidaridad de todos para hacer frente al hambre de los que no tienen que comer. La triste realidad del hambre en el mundo es tan escandalosa como contradictoria. En la raíz del problema del hambre está el hecho de que a pesar de que en el mundo se producen los suficientes alimentos para dar de comer a casi el doble de la población mundial actual, todavía sigue habiendo 800 millones de personas que no pueden comer, privándolas del derecho fundamental a la comida necesaria para subsistir. A esto lo llamaba el papa San Juan Pablo II, la paradoja de la abundancia, ya que habiendo alimentos para todos, no todos pueden comer. El papa Francisco define a esta triste realidad del hambre en el mundo como el gran escándalo de la sociedad actual. Según el informe de 2015 del “Programa Mundial de Alimentos” el hambre representa el mayor riesgo para la salud en el mundo, matando a más personas al año que el sida, la malaria y tuberculosis juntos. Dado que el hambre en el mundo actual es una lacra que tiene múltiples causas, es necesario buscar soluciones que no sean unilaterales, sino correlacionadas. Por ello, además de seguir sembran-
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do buenas semillas que hagan crecer una vida más justa y fraterna, la campaña de este año 2017 se centra sobre la necesidad de plantarle cara al hambre con nuestro compromiso. A pesar de los esfuerzos realizados, la cifra de 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo sigue siendo escalofriante y vergonzante para la humanidad. Nuestro posicionamiento ante este acuciante problema, tal como nos aconseja Manos Unidas, ha de fundamentarse en varios aspectos, algunos relacionados con la reflexión humana y otros con nuestra fe cristiana. En el esclarecimiento de estos aspectos, y en orden a fundamentar en nuestra vida un firme compromiso personal contra el hambre en el mundo, nos ilumina el documento base de Manos Unidas para esta Campaña de 2017. Entre ellos, permitidme que os proponga reflexionar seriamente desde nuestra fe cristiana sobre la opción por los pobres, característica esencial del amor cristiano, así como sobre el destino universal de los bienes. Las palabras del Señor: “Porque tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25,35) nos hacen meditar en la hondura humana de nuestro compromiso con Dios. Ayer y hoy. Con todo afecto, + Luis Quinteiro Fiuza Obispo de Tui-Vigo
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Diócesis de Urgell
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Joan Enric Vives Sicilia, Arzobispo de Urgell.
l próximo viernes será el día del ayuno voluntario contra el hambre, y en estos días y sobre todo el próximo domingo tendremos la reflexión, dinamización y colecta para ayudar a diversos proyectos de solidaridad con zonas y hermanos varios del tercer mundo. Los amigos y amigas de Manos Unidas, un año más, llaman a nuestra puerta para que todos nos hagamos conscientes de las carencias que tienen en tantos lugares de nuestro mundo, y que debemos globalizar la solidaridad. Hemos de acoger este llamamiento porque “la fraternidad, es fundamento y camino para la paz”, como dice el papa Francisco, y también él recuerda los pensamientos del beato Pablo VI que “el desarrollo integral de los pueblos es el nuevo nombre de la paz “, y el de San Juan Pablo II que afirmaba con rotundidad que “la paz es obra de la solidaridad”.
El lema 2017 de la Campaña de Manos Unidas, “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”, subraya que un tercio de nuestros alimentos termina en la basura, y al mismo tiempo, paradójicamente, 800 millones de personas continúan sufriendo hambre en todo el mundo. ¡El problema del hambre es una paradoja escandalosa! Según la FAO el mundo produce lo suficiente para alimentar casi el doble de la población mundial actual. Sin embargo, cientos de millones de personas siguen sin poder ejercer un derecho humano fundamental: el derecho a alimentarse de forma segura, suficiente y nutritiva. De ahí el serio imperativo moral de que los que más puedan ayuden a quienes tengan menos, pero también de que reflexionemos sobre la necesidad de cambiar realmente nuestro estilo de vida, incluyendo el alimentario, cuando en tantos lugares del planeta se da el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de los alimentos. El papa Francisco nos recuerda que “el despilfarro de los alimentos es un signo de los frutos de la cultura del descarte que a menudo conduce a sacrificar hombres y mujeres a los ídolos de las ganancias y del consumo, un triste signo de la globalización de la indiferencia que nos va acostumbrando lentamente al sufrimiento de los demás, como si fuera algo normal”. En este sentido, el reto del hambre y de la malnutrición no sólo tiene una dimensión económica o científica, que se refiere a los aspectos cuantitativos y cualitativos de la cadena alimentaria, sino que tiene sobre todo una dimensión ética y antropológica. Manos Unidas es una organización que nace en el seno de la Acción Católica para comenzar una acción, una campaña contra el hambre. En su manifiesto de convocatoria ya decían: “Declaramos la guerra al hambre”, expresión propia de una organización dedicada a la formación militante desde el Evangelio, la vida contemplativa y la Doctrina social de la Iglesia. Estamos llamados, pues, a combatir las causas de estas injusticias y a promover, en nuestras familias, comunidades parroquiales, ambientes, trabajos, el uso responsable de los alimentos, educando especialmente a los pequeños, también en la catequesis, para evitar caprichos y derroches en la alimentación. Necesi-
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tamos generar planes y compromisos concretos que promuevan una concepción de los alimentos como comida para seres humanos y no como negocio, compromiso con una agricultura sostenible, en el seno de una economía global justa, y un aprovechamiento integral de la producción, evitando la pérdida y el desperdicio de alimentos. En definitiva, “el mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. + Joan E. Vives Arzobispo de Urgell
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Diócesis de Valladolid
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Luis Javier Argüello García, Obispo auxiliar de Valladolid.
anos Unidas sigue queriendo “plantarle cara al hambre” y lo hace ofreciéndonos dos puntos de referencia para nuestra reflexión y acción:
1º El problema del hambre es una paradoja escandalosa: Según la FAO, se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual. Pero aun así, sigue habiendo cientos de millones de personas que no pueden comer, a las que no se les reconoce de manera real su derecho fundamental a alimentarse de manera segura, suficiente y nutritiva. Es lo que el papa Juan Pablo II denominaba “paradoja de la abundancia”-hay alimentos para todos pero no todos pueden comer-, y que el papa Francisco ha denominado como un gran escándalo. Este hecho es el que justifica la primera parte del lema de la 58ª Campaña de esta organización católica.
2º Recuperación del impulso fundacional: Manos Unidas nace como Campaña contra el Hambre en el seno de la Acción Católica. En su manifiesto de convocatoria decía: “Declaramos la guerra al hambre”, expresión propia de una organización dedicada a la formación militante desde el Evangelio, la vida compartida y la Doctrina social de la Iglesia. Si sobra comida y hay hambrientos parece evidente que el destino y la distribución de los alimentos no son adecuados, además de que se desperdicien en gran cantidad. Somos llamados, pues, a combatir las causas de este “resumen de injusticias” y a promover en nuestras familias, comunidades y ambientes el uso responsable de alimentos, educando especialmente a los pequeños, también en la catequesis, para evitar caprichos y despilfarros en la alimentación. Es preciso generar planes y compromisos que promuevan una concepción de los alimentos como comida para seres humanos y no como negocio; compromiso con una agricultura sostenible, en el seno de una economía global justa, y un aprovechamiento integral de la producción, evitando la pérdida y desperdicio de alimentos. En realidad, como dice el lema de este año: “El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. Pero ¿cómo promover y mantener la guerra al hambre y a sus injustas causas, sin promover militantes cristianos? Por ello la Campaña nos pide recaudar fondos, no despilfarrar y compartir; pero,
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sobre todo, acoger nuestro objetivo diocesano de impulsar la Acción Católica y la llamada del papa Francisco a unir esfuerzos por un desarrollo humano integral, desde la Doctrina Social de la Iglesia. + Luis Argüello Obispo auxiliar de Valladolid
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Diócesis de Vitoria
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Juan Carlos Elizalde Espinal, Obispo de Vitoria.
ueridos diocesanos:
Cada año, al comenzar el mes de febrero, Manos Unidas vuelve a llamar nuestra atención sobre el hambre en el mundo que están sufriendo más de 800 millones de personas. Esta campaña nos ayuda a sensibilizarnos y nos invita a compartir, para recaudar fondos para los proyectos de desarrollo en los campos de alimentación, la salud, la educación, la promoción de la mujer, la vivienda, el cuidado de la maternidad, etc. Lo hace además con credibilidad, porque Manos Unidas sigue haciendo una gran labor en las zonas más pobres de la tierra. La historia de Manos Unidas se forja donde el hambre y la pobreza frenan el desarrollo de los pueblos, donde la educación y la asistencia sanitaria son una quimera para muchos, donde los niños no saben lo que es la infancia,-donde se explota a los más débiles y se margina a la mujer por el hecho de serlo y donde el emigrante no encuentra refugio y el que es diferente sufre rechazo. Manos Unidas proporciona las herramientas para que millones de personas puedan cambiar su historia. Con Manos Unidas creemos que la miseria y la exclusión no son una fatalidad, sino consecuencias del egoísmo humano. El mundo necesita un nuevo estilo de relaciones. Por eso queremos recuperar el sentido de la solidaridad, cultivando una cultura del encuentro y el cuidado. Seguimos plantando cara al hambre. En este momento diocesano de gran esperanza ampliamos nuestro horizonte más allá de las fronteras de nuestra diócesis y colaboramos con generosidad en esta campaña de Manos Unidas. Como sucesor de los apóstoles en la Iglesia de Vitoria animo a todos a caminar hacia el encuentro con los últimos, destinatarios privilegiados del Evangelio. Con todo mi afecto, mi bendición. Nire bedeinkapena: + Monseñor Juan Carlos Elizalde Obispo de Vitoria
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Diócesis de Zamora
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora.
uy queridos hermanos en el Señor Jesucristo:
Nos puede resultar paradójico, pero aún en el presente millones de hombres y mujeres ven cómo sus vidas languidecen o se extinguen ya que padecen hambre, así nos lo vuelve a recordar la organización católica “Manos Unidas”. La cual, una vez más, se presenta ante nosotros para mostrarnos la cruda realidad de esta lamentable situación en la que se encuentran tantos seres humanos, y para invitarnos a agregarnos a su firme propósito de hacer frente a esta injusticia, con el fin de que todos vean satisfecha esta vital necesidad.
Para la Campaña contra el Hambre de este año “Manos Unidas” nos propone este lema: “El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”. Con este llamamiento nos ayuda a reconocer que el problema del hambre no depende primordialmente de la carencia de alimentos, sino de la escasez de personas que se interesen, decidan y actúen ya para solventar esta vergüenza social. En una palabra, hay déficit de compromiso con esta realidad.
Conviene que recordemos algunos datos estremecedores sobre la pervivencia del hambre en el mundo: en el año 2015 todavía 795 millones de personas no disponían de los medios suficientes para tener una vida sana, es decir, una de cada nueve personas en el planeta, de los cuales la mayoría vive en los países en desarrollo. En África subsahariana se encuentra el porcentaje más alto de hambrientos, ya que allí una de cada cuatro personas está desnutrida. La desnutrición es la causa de la muerte de los niños menores de cinco años, en total más tres millones al año. Esto conlleva que uno de cada cuatro niños en el mundo padece retraso en el crecimiento. Y, además, en los países en desarrollo viven 66 millones de niños y niñas que asisten al colegio con hambre, de los cuales hay 23 millones en África.
Ante esta escandalosa situación, por la cual numerosos seres humanos no pueden sobrevivir porque no encuentran el alimento necesario, “Manos Unidas”, siguiendo su encomiable y perseverante trayectoria, se propone trabajar para intentar superarla. Para ello sustenta su esfuerzo desde dos principios fundamentales: la solidaridad y el derecho a la alimentación. En primer lugar, nos lleva a reconocer que el problema del hambre reclama un compromiso ético de todos a nivel personal y social. Este compromiso está motivado por la solidaridad de todos los hombres entre sí, ya que todos los seres humanos estamos fraternalmente vinculados formando la única humanidad. A través del ejercicio de la solidaridad de unos con los otros se despliega y verifica la empatía. Por ello, para actuar a favor de los hambrientos, se requiere sentir empatía con ellos, es decir, reconocer que su vida nos importa, que son significativos para nosotros, que asumimos como nuestra su situación dramática de carencia de una alimentación sana y equilibrada, y que los queremos ayudar. Cuando empatizamos con los otros entonces reconocemos su dignidad, nos solidarizamos con ellos, y estamos dispuestos a compartir de lo nuestro para que alcancen una vida digna. Esto implica que
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todos los hombres puedan participar del conjunto de los bienes disponibles, que sólo se puede lograr desde su redistribución con justicia. Así la lucha contra el hambre depende más de una distribución equitativa de alimentos que de la producción de los mismos. O sea, que no se necesitan más alimentos, sino “más gente comprometida”. En este sentido el pensador Levinas llega a reclamar con contundencia: “Dejar a los hombres sin alimento es una falta que ninguna circunstancia atenúa. Ante el hambre de los hombres, la responsabilidad sólo se mide ‘objetivamente’. Es irrecusable”.
Además la lucha contra el hambre está sustentada en un derecho fundamental de todo hombre como es el derecho a su alimentación. Para defender, reclamar y extender el acceso a la alimentación de manera regular, adecuada y suficiente de toda persona que le garantice una vida digna y satisfactoria, “Manos Unidas” se compromete a continuar trabajando.
Como una organización católica el compromiso de “Manos Unidas” está motivado en principios de actuación emanados del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, de los cuales sobresalen: la opción por los pobres. Esto implica hacer frente a la injusticia que es causante del hambre de tantos seres humanos pobres, ante lo cual la fe cristiana nos moviliza para actuar a favor suyo ejercitando la justicia social. Además, el destino universal de los bienes que implica una redistribución más equitativa del trabajo, de la renta, de la riqueza, y, sobre todo, de los alimentos, o sea, que los frutos de la tierra beneficien a todos los hombres. Así como el principio del bien común que conlleva el respeto a la persona en cuanto tal con vistas a que alcance su desarrollo integral. Y también, los derechos inherentes a la dignidad de la persona, de los cuales se deriva el derecho a su alimentación. Esta dignidad humana está fundamentada en la condición de hijos de Dios, por ello “el ser humano es siempre un valor en sí mismo, y como tal ha de ser considerado y tratado. Y jamás ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa” (Juan Pablo II, Christifideles laici 37).
Para concretar su actuación en la lucha contra el hambre, “Manos Unidas” quiere implicarse en la promoción de una cosecha de alimentos que esté destinada primariamente al consumo humano, y no orientada a la especulación, como acontece en el mercado mundial. Así como se quiere comprometer a favor de un aprovechamiento riguroso de los alimentos, tratando de disminuir su pérdida y erradicar su desperdicio.
Denunciando el desperdicio de alimentos, extendido tan frívolamente en los países desarrollados, enseña el papa Francisco: “debieran exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta” (Laudato si’ 90). Frente a la práctica del desperdicio, “Manos Unidas” nos propone un consumo responsable, llevando una vida más solidaria y sostenible, y adquiriendo sólo lo que vayamos a consumir.
Por lo tanto, es preciso que todos nos planteemos personalmente si nos querremos sumar a este caudal de compromiso con los hambrientos que promueve y despliega “Manos Unidas”. O sea, si estamos decididos a involucrarnos ya en beneficio de tantos hombres y mujeres carentes de lo más necesario para sobrevivir. Si no nos quedamos sólo impresionados de esta injusticia, sino que, cambiando nuestro estilo de vida, entregamos nuestra vida y aportamos de lo nuestro para que los proyectos solidarios de “Manos Unidas” puedan realizarse, ya que somos personas cada vez más comprometidas. Por todo lo cual, os estimulo y os pido que sigáis creciendo en vuestro compromiso con alegría y generosidad.
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+ Gregorio Martínez Sacristán Obispo de Zamora
Diócesis de Zaragoza
“El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida”
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Monseñor Vicente Jiménez Zamora, Arzobispo de Zaragoza.
ueridos diocesanos:
Celebramos en este mes de febrero la Campaña número 58 de Manos Unidas. En junio de 1955, la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) lanzaba al mundo un manifiesto, en el que denunciaba la existencia de tres hambres que azotaban a la humanidad: hambre de pan, de cultura y de Dios. El manifiesto pretendía alertar a la opinión pública y movilizarla para una acción eficaz. En España, las mujeres de Acción Católica inspiradas en este manifiesto tomaron el testigo. “Declaramos la guerra al hambre”, fue el grito de esperanza con el que nació la primera Campaña contra el Hambre. Hoy, Manos Unidas sigue manteniendo con mayor fuerza la misma esperanza de que el mundo pueda sentirse libre de la terrible lacra del hambre, que es el resumen de todas las injusticias con su cortejo de subdesarrollo e incultura. Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo de los países en vías de desarrollo. Es a su vez una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD), de voluntarios, católica y seglar. La Campaña de Manos Unidas quiere ser conciencia crítica de la sociedad y de la Iglesia, que sienten el aguijón de la responsabilidad ante la situación del hambre en el mundo. En la solución de este gravísimo problema hay implicadas muchas responsabilidades, a distintos niveles, que no es éste el momento de concretar, sino más bien de aprovechar la oportunidad que nos ofrece la Campaña de Manos Unidas, para aceptar con todas sus consecuencias lo que nos afecta y compromete a nosotros desde la conciencia humana y cristiana. La Campaña de este año 2017 tiene como lema: “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. El lema incorpora aspectos centrales del problema del hambre y busca promover un compromiso. Partimos de los que San Juan Pablo II definió como paradoja de la abundancia. Hay alimentos para todos, pero no todos pueden comer. El gran escándalo del hambre, en palabras del papa Francisco, impide vivir dignamente a casi 800 millones de personas. La gran mayoría de esas personas viven en los países en desarrollo, donde casi el 13% de la población está desnutrida. Es una cifra vergonzante, ante la que no podemos quedar ni indiferentes ni impasibles. Frente a la globalización de la indiferencia tenemos que practicar la globalización de la solidaridad.
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Manos Unidas es una ONGD de la sociedad civil y una Asociación Pública de Fieles de la Iglesia Católica de España. Esta doble naturaleza exige que busquemos los fundamentos de nuestro actuar en el discurso de la razón y en el compromiso de la fe cristiana. Desde la razón. El concepto de solidaridad es ampliamente asumido como eje de un modelo de sociedad auténticamente humano. Por otro lado, en todos los países, la lucha contra el hambre es una obligación de derechos humanos jurídicamente vinculante, aunque sigue siendo una asignatura pendiente por falta de voluntad política y cauces jurídicos para exigirlos. Desde la fe cristiana. El Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia nos ofrecen principios decisivos en la lucha contra el hambre. La opción por los pobres es característica fundamental del amor cristiano. La raíz de la pobreza se sitúa en la injusticia humana. Como testigos de la Buena Noticia de Jesucristo y como una manifestación de nuestro compromiso de fe, hacemos nuestra la causa de los casi 800 millones de personas que pasan hambre en el mundo. Sabemos que, como dice el Papa Francisco, “hoy, creyentes y no creyentes estamos de acuerdo que la tierra es una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS 93). Esta convicción está en la base del destino universal de los bienes que exige una distribución equitativa del trabajo, de la renta, de la riqueza y especialmente de los alimentos. Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir y privilegiar a nadie. El bien común presupone el respeto de la persona y de su inalienable dignidad que, para los cristianos, es manifestación de nuestra condición de hijos de Dios. Ambos principios exigen el reconocimiento y la garantía de los derechos humanos y, en particular, del derecho humano fundamental a la alimentación. Esta obligación de defender y promover el bien común, entendido como mejora de las “condiciones de la vida social”, es la que fundamenta la labor de Manos Unidas contra el hambre. El papa Francisco insiste mucho en que vayamos a dar respuesta a los que están en las periferias. Necesitamos la conversión hacia los pobres y los que pasan hambre. Los pobres son para nosotros la ocasión concreta de encontrarnos con el mismo Cristo, de tocar su carne que sufre. Con esta carta pastoral expreso públicamente mi gratitud sincera al Sr. Presidente, al Sr. Consiliario, a todo el equipo de nuestra Delegación Episcopal de Manos Unidas y a todos los voluntarios por su trabajo entusiasta y eficaz. Gracias a Dios, la respuesta de los diocesanos es siempre generosa y nos permite financiar los proyectos propuestos para cada Campaña. Con mi afecto y bendición, + Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza
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