Manual de Uso Cultural 15

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NÚMERO QUINCE - MAYO Y JUNIO DE DOS MIL DOCE



Tema del mes Edward Hopper 04. PerfilTuttifrutti Productions 12. Cine Roberto Rossellini 14. Escenas Elegetebéfest 18. Televisión ‘The Co rner’ 22. Música The Black Crowes 26. Literatura Jo rge Semprún 30. Arte ‘El cartel europeo, 1881-1940’ 34. Histo ria y Viajes 15M y París 38. El Cierre 44. Asociación Think Again / Edición Miguel Pradas, Jesús Peña, Sergio Sánchez / REDACCIÓN Sergio Sánchez (behance.net/diecinueve) / Diseño / colaboradores Nacho Sánchez, María Sánchez, Francis Moriel, Guiomar Díez, Carmen Alcaraz, Isabel Bono, Antonio Morillas, Fran Sánchez, Sara G. Cortijo, Xero Fernández, Rocío Yuste, Alicia Naranjo, Emilio Perianes, David Dueñas, Juan Jesús Millán, Juan Gabriel Pelegrina, Nacho Gutiérrez, Laurent Wauquier, Irene Urbano, Ana Fernández, Antonella Montinaro, Marietta Gedda, Miguel Blasco, Alejandro Díaz del Pino, Ruth de Frutos, Susana Hermoso-Espinosa, Sergio Contreras, Manuel España Arjona, Estanislao M. Orozco IMA 3069-2009 / depósito legal 2171-3979 / ISSN / contacto manualdeusocultural@gmail.com Miguel Pradas (650 963 622), Jesús Peña (645 623 693) Manual de Uso Cultural es una publicación gratuita de la asociación Think Again. No se hace responsable de la opinión de sus colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial de sus contenidos.

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náufragos en texas

POR MIGUEL PRADAS.

La terrible soledad que transmiten los cuadros de Edward Hopper siempre pareció filtrarse entre las calles polvorientas, decadentes e hipnóticas del pueblo texano de 'La última película' de Peter Bogdanovich (1971). Las vidas, como en la novela de Larry McMurtry en la que se inspiró, se deshacen en ellas. Aquí, el vacío rodea inmisericorde a un Jeff Bridges de 22 años que ganaría su primer Oscar encarnando a un náufrago en el desierto junto a Cybill Shepherd y Timothy Bottoms. Es el mismo vacío que, maravillosamente, llena los cuadros de Hopper. Como ocurre en 'Drug Store' (1927), con ese esplendoroso escaparate de la Silber's Pharmacy en noche cerrada, en un contexto marchito, deprimente, sin atisbo de humanidad. La luz del comercio apenas consigue incidir en la superficie de sombras que amenazan con provocar el fracaso. O como se expresa en 'South Carolina Morning' (1955), de horizonte inquie-

tante y desierto perpetuo. La mujer de rojo que protagoniza esta pintura mira a cámara, seguramente escuchando a 'Bird', mientras a su espalda se extiende el abandono. Bogdanovich reflejaba muy bien todo esto en su prisión cualquiera de mesas de billar roídas y cocheras destartaladas. El amor podía darse a escondidas, pero todos los días allí son como el que Hopper reflejó en su 'Early Sunday Morning' (1930), sin almas. Esas puertas a las que ahora calienta la luz, luego permanecerán selladas en el pueblo de Bogdanovich. Ahí se eternizaron esos paisajes urbanos de melancólico desaliño entre la ventisca, con fantasmales camionetas que siempre trazan a su paso una nueva senda. Náufragos en Texas son Bridges, Shepherd y Bottoms, con la mirada siempre entornada, pero irresistible fuerza magnética. Quizá sólo hubiera hecho falta situarlos en otro lugar, como el de 'Rooms by the Sea' (1951), para escapar nadando.


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‘gas’ de edward hopper

POR Susana Hermoso-Espinosa García.

El concepto aplicado a la pintura de Edward Hopper, ‘american scene painting’, refleja muy bien su mundo, donde no hay cabida para la abstracción. En los años 50 Hopper se compromete con los grupos artísticos que se oponen a la denominada action painting, consolida con artistas como Rothko, Pollock y De Kooning, luchando así, contra el denominado arte moderno. Siempre se mantuvo dentro de la pintura figurativa. Toda su obra, hasta su muerte, se desarrolló sin apenas variaciones, ajeno a las novedades creativas tanto europeas como americanas. Su carácter taciturno y sus formas austeras, tuvieron un fuerte reflejo en su obra, que se caracterizó por la simplificada representación de la realidad y por la perfecta captación de la soledad del hombre contemporáneo. ‘Gas’ (Gasolina), pintado en 1940 por un Hopper ya famoso, posee esa soledad tan personal del artista, así como

el juego de luces y sombras subrayando el desamparo de sus escasos personajes -en esta obra tan sólo encontramos al encargado de la gasolinera- y que marcaría toda su obra. El lienzo ostenta varias directrices espaciales paralelas que confluyen en un único punto. Observamos una figura solitaria, con un cierto aire de tristeza, ningún vehículo se detiene en la estación de servicio, un anochecer

melancólico y un bosque al otro lado de la solitaria carretera que se muestra oscuro y poco tranquilizador. La gasolinera se diría que es como el límite que señala el espacio entre la civilización –con los surtidores de un intenso color rojo, la pequeña caseta fuertemente iluminada y el anuncio de Mobilgas– y la naturaleza que parece amenazar con adueñarse de lo que antes era suyo. La hierba seca al borde de la carretera y la masa de árboles proyectan un enorme desasosiego, como si de una forma inminente se fuesen a cernir sobre la pequeña estación de servicio. La escena parece encerrarse en una impotencia tranquila, resignada, que fluye desde el rostro de la solitaria figura. Aunque Hopper no lo hiciera de forma consciente, lo que reflejó fue un mundo sin salida, una sociedad apacible pero hastiada donde sus habitantes están atrapados.


Tema delmes

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S I L E N C I O

«¿Por qué prefiero escoger objetos determinados en lugar de otros? Ni yo mismo lo sé (…), son el mejor medio para un resumen de mi experiencia interna». La respuesta de Hopper en 1939 se convierte en un medio con el que abordar su obra. Siguiendo las directrices de sus primeros profesores, William M. Chase y Robert Henri, llegaría al resultado original de sus pinturas, alejado de querer encasillarse como pintor de la ‘American Scene’. Bajo el proceso digestivo de estudio y selección de encuadres de la vida, abriría ventanas a su conflicto interno como autorretrato a la vez que retrato social, mediante sus personajes. Ayudado por el efecto de extrañamiento, en la ruptura del cliché bullicioso de una ciudad y el mutismo de esos personajes, la inquietud llega al espectador. Hopper nos invita a leer entre líneas este silencio que declara estados de ánimo y rebeliones internas, como los diálogos sordos

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A U T Ó M ATA

en las esculturas de Muñoz o la silenciosa introspección de los personajes de ‘El ángel exterminador’ de Buñuel. Edward Hopper (1882 – 1967) nace en Nyack (Nueva York), crece con una educación puritana y en un mundo que anuncia cambios industriales, sociales y económicos hacia la era del capitalismo. La presencia humana será el eje de sencillos escenarios donde la importancia conferida a la luz, de herencia impresionista, se convierte en el foco teatral que apunta la atención a sus figuras. Su estancia de joven en la capital francesa, difícil a la vez que secretamente deleitosa, fue muy reveladora para su obra. Es así cómo los personajes, que arrancan de estos cuadernos parisinos, se mueven por los hilos de la lucha y el deseo contracorriente de Hopper a las constricciones sociales norteamericanas, que tachaban aquello de «libertinaje» parisino y babilónico.

Es una propuesta voyeurista, desde el prismático de cualquier ‘ventana indiscreta’, y que Hopper reproduce sobre el lienzo transformando a la mujer en muñeca o maniquí. ‘Interior veraniego’, ‘Ventanas en la noche’, ‘Mujer al sol’, etc. Espaldas descubiertas por el telón del cabello recogido, desnudan los intereses reprimidos del artista y reta la posición del espectador, quien mira con el mismo ojo que Duchamp quiso para su ‘Étant Donnés’, en un «agresivo acto sexual» que Susan Sontag veía implícito en el disparo fotográfico. Amanecen figuras expectantes, con miradas que guardan ahogados pasados y presentes; confusos protagonistas de brazos caídos, ¿muñecos vivos o personas alejadas? Sus protagonistas son la declaración del nacimiento de la sociedad autómata. La invitación a esta reflexión comienza al situar las figuras en la línea de contraste entre campo y ciudad. Con la actitud


pensativa de los personajes de Friedrich ante la sublime naturaleza, el hombre se enfrenta esta vez a un paisaje diferente: el de la civilización intervenida por nuevas religiones mercantilistas. ‘Mañana en una ciudad’, ‘Domingo’ u ‘Oficina en una ciudad pequeña’ dedican una mirada pausada al ritmo insaciable del esclavo sistema; ¿el hombre hace a la ciudad? o ¿viceversa? Son bosques de figuras tras el paso de un Saturno que enmudece, devora y vacía la esencia del hombre. Una desintegración del Übermensch o superhombre nietzscheano disecándolo en maniquí –revocando la cosificación de los personajes de De Chirico, donde las sombras y maniquíes se congelan en esculturas–, o en marionetas de trapo como las de Pasolini arrojadas al deshecho en ‘Che cosa sono le nuvole’. Así pues, Hopper representa personas desiertas en un desierto de ciudad, una dilución hacia el concepto de ‘Automatic’, autómata o robot, que brota en esos rasgos anclados a un rictus infinito. Un retrato sobre el hombre de los ‘tiempos modernos’, sobre la gris mímesis del hombre y lo mecánico, como el Charlot autómata que, parodiado también desde el silencio, aprieta tuercas sin cesar ni pensar, o los bailarines de Schlemmer o ballets de Maguy Marin, donde la delicadeza se desvanece hacia respuestas más autómatas. Una obra de acertados intervalos para la reflexión, en mitad de disonancias, de agudos violines de Prokofiev y silencios en el pentagrama de la Historia moderna. | Guiomar Díez | Pieza gráfica: Fran Sánchez


08 El tiro de gracia al sueño americano

Hay quien afirma que las cosas al ser nombradas por primera vez pierden gran parte de su poder. Se podría incluso sostener que mientras los conceptos viajan por el inconsciente colectivo son realmente poderosos. Sin embargo, siempre aparece alguien que siente la necesidad de ponerle un nombre a esa realidad que la mayoría, de alguna manera, conoce. Así ocurrió en 1931 cuando James Truslow Adams en su libro ‘The Epic of America’ escribió «American Dream» y en esas dos palabras condensó aquella idea que, entre otros logros, había posibilitado la creación de la nación más poderosa del planeta. El término, por supuesto, se popularizó con inmediatez. Se podría pensar que este hecho iba a propiciar el inicio de una etapa de plenitud de los ideales que sustentaban el Sueño Americano. No obstante, lo que estaba aconteciendo era justamente lo contrario, es decir, se estaba completando el proceso de su extinción. Pero casi nadie se percató de ello. No es casua«Ellos no saben que el lidad que J. T. Sueño Americano está Adams encontraherido de muerte» se el sustantivo y el adjetivo adecuados tan sólo dos años después del crack bursátil de 1929. La parafernalia que acompañaba al Sueño Americano fue clave para conseguir poner de nuevo en pie al coloso. En determinadas manos, las palabras, las explicaciones vertidas sobre el papel

pueden alcanzar una precisión que roza la belleza. Pero la población estadounidense había despertado al verse sumida en la Gran Depresión y les era sumamente sencillo comprobar que esa realidad que se ensalzaba (apelando al orgullo nacional) ya no poseía el brillo, la verdad, de antaño. Mientras el mundo se sorprendía con la fuerza del término, con su vigencia, el Sueño Americano ofrecía su debilidad en los interiores de las habitaciones de hotel, cafeterías, cines o apartamentos. Este desfase entre la teoría erudita y la realidad anónima, acrecentado a partir de los años cuarenta al comenzar la nueva ola de bonanza económica, fue lo que Edward Hopper supo ver y plasmar en sus obras antes y mejor que nadie. Es decir, cuando el Sueño Americano resurgía apoyado en la maquinaria mediática y parecía absolutamente invencible, este pintor nacido en Nyack, en 1882, se atrevió a decir desde la posición de artista reconocido (que se había ganado a pulso) que se estaba dando de comer a un moribundo; el Sueño Americano tenía los días contados. El estilo de Hopper es sobrio, nada dado a excentricidades, y sus composiciones son simples porque no quiere distraer nuestra mirada con interferencias estilísticas. Él persigue que nos planteemos qué estará pensando esa empleada que fija su mirada en el suelo mientras los espectadores contemplan una película (‘Cine en New York’, 1939); o adónde miran los hombres cuando no miran


nada, como el personaje de ‘Digresión filosófica’, 1959, que aparece sentado sobre el borde de una cama, junto a un libro abierto y dándole la espalda a una mujer semidesnuda que tendida parece descansar. Además Hopper es capaz de pintar lo que no se ve, lo que flota alrededor de sus personajes. Y ese aire que percibimos en sus cuadros no es algo etéreo, liviano o agradable, sino que es algo que pesa y oprime los cuerpos y las almas. Pareciera que no hay escapatoria posible. Hasta que descubrimos que prácticamente todos sus personajes están reflexionando sobre sus vidas, ya sea con mayor o menor intensidad. En otras palabras, el mundo que sustenta las pinturas de Hopper es el mundo del pensamiento. Sus personajes no saben que el Sueño Americano está herido de muerte y aguardando el tiro de gracia, al contrario, para ellos goza de una vitalidad inusitada; no obstante se dicen, o se callan, una y otra vez, que sus vidas y sus trabajos se han transformado en algo toscamente rutinario. Estos hombres y mujeres desean escapar del cansancio crónico de ofrecer su libertad en pos de la Libertad que rellena libros y noticias pero que no perciben cuando miran hacia afuera y que sólo ven cuando miran hacia adentro. Edward Hopper trabajó con ahínco buscando la perfecta representación de ese pensamiento que aglutinaba todos los pensamientos de sus personajes: el anónimo final del Sueño Americano. | Estanislao M. Orozco | Pieza gráfica: Rocío Yuste


10 hopper cinema

Es habitual salir de una película y quedarse con un encuadre grabado en la retina, asimilamos ese plano que nos ha impactado por la razón que sea y lo podemos sustraer del resto del film. Al independizarlo del resto de la película, lo convertimos en un cuadro, inmóvil, tenemos ese momento de una secuencia pintado en nuestra mente. Lo que es menos común es que un cuadro, una obra pictórica enmarcada en un lienzo u en otro material, contenga en sí mismo la posibilidad de una película entera. A veces sucede. En Velázquez pasa mucho. Sus meninas o su rendición de Breda trascienden ese instante estático que se quedó en el lienzo y nos abren una multitud de significados, una pluralidad de detalles, una trama de matices. Tal vez esta riqueza se deba a que Velázquez no pretendía pintar las cosas, sino lo que hay entre ellas y en eso se acercaba más a un cineasta. Sucede también con El Bosco pero en otra línea y sucede, por supuesto, con el pintor que nos ocupa en este «Al eliminar la figura, número: Edward lo humano, queda todo Hopper. Siempre o nada por entender» se ha dicho que su obra refleja la extrañeza de nuestro entorno cotidiano y urbano. Sus cuadros más famosos se han convertido en iconos –cuando no en tópicos visuales banalizados y repetidos en multitud de contextos– pero si uno se acerca de verdad a su obra descubrirá que en todas

sus pinturas hay una callada belleza, un poderoso silencio que pugna por ser verbalizado: una película. Por ejemplo, en su cuadro más famoso, ‘Aves nocturnas’ (1942), estaría contenido todo el cine negro. Tenemos a ese tipo taciturno que fuma con la mirada perdida que podría ser Humphrey Bogart y a esa femme fatale de rojo que sujeta un misterioso objeto, ¿un pequeño espejo?, ¿una joya?. Podría ser el elemento inductor que disparase la trama. El atrezzo deseado o el atrezzo del que hay que desembarazarse. Tenemos a dos secundarios, el barman y el grueso gánster que está de espaldas y, sobre todo, tenemos la luz. No hay nada amenazador, nada que sugiera que los malos están a la vuelta de la esquina. Pero la tranquila iluminación interior de la cafetería derrama densidades de luz sobre la acera, estetizándola, y el exterior, el fondo del cuadro en su parte izquierda, sugiere una ciudad que nos es legible pero que se halla en una dimensión totalmente sombría. La imagen de un lugar iluminado en medio de la ciudad oscura nos incita a permanecer dentro porque nada hay afuera, no hay nadie con quien compartir lo que vemos, de ahí que se produzca esa sensación de soledad y de inminencia de peligro que han sido los dos pilares básicos a partir de los que se ha construido el gran cine negro de Hollywood. Luces y sombras. Personajes estancados, fronterizos. Si tomamos como referencia dos


cuadros menos conocidos, ‘Habitaciones junto al mar’ (1951) o ‘Sol en una habitación vacía’ (1963), podemos rastrear como Hopper ha trabajado el concepto de ausencia significativa antes de que grandes cineastas como Marguerite Duras, Chantal Akerman, Jose Luis Guerín o, recientemente, Pere Portabella con ‘Mudanza’ lo plasmaran en cine. Ya no hay personajes a los que asirse para que puedan explicarnos lo que pasa. Solo espacios y una luz intranquilizadora. Al eliminar la figura, lo humano, queda todo o nada por entender. Estos dos cuadros acercan a Hopper a la estética de Magritte, el otro gran pintor-cineasta. En el primero, lo que parece el recibidor de una casa con su salita-comedor al fondo se revela verdaderamente como un barco a la deriva puesto que la puerta abierta da directamente al cielo y al mar. ‘Sol en una habitación vacía’ dispone un escenario que provoca un sentimiento mayor de orfandad para el espectador. A través de una ventana se filtra una luz inverosímil que proyecta dos recortes en la pared. Una luz extraña, cegadora, refulgente, totalmente injustificada dado que fuera es de noche. ¿Una luz de luna llena? En realidad, los recortes se asemejan a dos puertas, una grande y otra pequeña, dos puertas que dan a la nada. No solo es un lugar que nos excluye, es un lugar vaciado de nosotros. Nuestra distancia frente a todo crece. A partir de aquí, que cada ojo negocie por sí mismo. | Miguel Blasco | Pieza gráfica: Irene Urbano


12 Edward Hopper y el cine

Edward Hopper supo retratar la soledad del americano a través de desoladoras imágenes, serenas y perfectamente compuestas, en las que el vacío adquiere una importancia esencial. David Lynch. Posiblemente sea Edward Hopper uno de los pintores que más han influido en el cine moderno, de la misma manera que los elementos de la influencia del cine sobre diferentes manifestaciones plásticas, y en concreto sobre la pintura, pueden identificarse claramente si analizamos de manera comparada pintores realistas preocupados por temáticas que el cine ha abordado específicamente. Es éste el caso de Hopper, que revela la cotidianidad urbana o rural de la América contemporánea reflejándola pictóricamente a través de su característica ‘mirada cinematográfica’. Hopper concebía a las figuras de sus cuadros como si fueran personajes de una película y creó narraciones con sus cuadros, consiguiendo dar forma al universo interior de sus personajes. «Siempre tienen los ojos Muchos cineasnegros y ciegos. Hay tas han resultaalgo extraño en ellos» do influenciados en la concepción de sus planos por las obras de este artista: Alfred Hitchcock reconoció expresamente la influencia de Hopper en la escenografía, la fotografía y en la ambientación de sus películas; la representación visual de las historias llenas de cotidianidad americana define

la idiosincrasia del cine de Robert Altman, pero me interesan particularmente las similitudes estéticas con el universo creativo de David Lynch. Lynch es conocido fundamentalmente por su trabajo como cineasta, director o guionista, pero en su obra plástica, igualmente enigmática y críptica, destacan numerosos referentes artísticos con el que comparte genialidad y oscuridad. Las pinturas y los dibujos de David Lynch son tan macabros, complejos y abstractos como sus películas: muchas de sus pinturas son totalmente intercambiables con planos de sus películas y todas sus obras participan de una misma idea, transgredir la normalidad a partir de abstracciones y laberintos narrativos. Las características de su fecunda y cambiante producción permiten abordar el amplio campo creativo de Lynch donde también quedan reflejadas las deudas contraídas con algunos de sus principales referentes artísticos: Francis Bacon, Jackson Pollock, Salvador Dalí, Max Ernst y, en especial manera, las correspondencias con Edward Hopper. Si en Lynch resulta identificable un cierto trazo a lo Pollock, Bacon ejerce una influencia más evidente sobre el proceso de creación ‘accidental’, la ejecución, la atmósfera, la distorsión de la forma orgánica, la metamorfosis grotesca del rostro, la psicología casi biológica de las expresiones humanas y la aparición progresiva de la oscuridad que difumina los cuerpos. Podríamos decir que Bacon


ejerce sobre Lynch una influencia de raíz más filosófica, conceptual y práctica, reivindicando el peso del accidente y del azar en la propia evolución de una obra artística. Con Pollock, la relación es más directa, en ambos artistas encontramos la idea del automatismo y de plasmar no una imagen, sino una acción. Esto no afecta sólo sus trabajos plásticos, también se detecta en los procesos de creación en cine, especialmente en su primer corto, ‘Six Men Getting Sick’. Así como la influencia de Bacon y Pollock se manifiesta expresamente, la de Edward Hopper está conectada con la utilización del color, la luz, el espacio, el encuadre y la atmósfera moral de las películas de Lynch. Hopper concebía las figuras de sus cuadros como si fueran personajes de una película, detrás de sus cuadros se adivinan historias y misterios. Hay una sensibilidad que conecta Hopper con Lynch, y que tiene que ver con una extraña sensación de aislamiento, algo espeluznante que sucede en medio de una escena muy normal. Esto se puede ver en todos los detalles de los cuadros de Hopper, lo grotesco, lo surreal, la pesadilla durmiendo a la esquinas del marco. A veces se entrevé en los globos oculares, que parecen balas, de las mujeres que pinta. Siempre tienen los ojos negros y ciegos. Hay algo extraño en ellos. De algún modo anulan el mecanismo exhibicionista que el voyeur busca a través de una ventana abierta. Todo eso está en Hopper y también en Lynch. | Antonella Montinaro | Pieza gráfica: Laurent Wauquier


Elperfil

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ARTISTAS QUE SE DEJAN VER

POR NACHO SÁNCHEZ.

La estampa es similar a la de cualquier domingo lluvioso: Una taza de café, algún dulce para picar y un hueco cada vez mayor en el sofá. Aunque aquí cambian detalles. El tiempo no pasa mientras leemos el periódico, curioseamos en las redes sociales o vemos alguna película. No. Frente a nosotros tenemos a un creador en pleno proceso de trabajo. Le podemos sentir, casi tocar. Oír el roce del lápiz sobre el papel. Aspirar el olor de las témperas o el acrílico. Ver cómo boceta, cómo aplica modificaciones, cómo muta todo una y otra vez hasta la obra final. Y mientras apuramos nuestro café –o infusión– otra gente aparece por el salón de casa. Ahora llegan para pinchar música, ofrecer un concierto, actuar o, simplemente ponerse, a mirar, como nosotros. ¿Té o café? Es la idea con la que el colectivo Tuttifrutti Productions puso en marcha Estudio Abierto en un piso ubicado en la Plaza de la Merced. Una iniciativa en la que seis creadoras locales expusieron su trabajo y crearon nuevas obras durante

un fin de semana. A la vista de todos, invitando a cualquiera que tocase el timbre a subir y disfrutar de un proceso con el que apenas estamos familiarizados. Y a compartir una merienda o un desayuno. «A la gente le aporta una visión más real de lo que es un artista, la oportunidad de hablar con ellos. Ver no sólo la obra final como única, sino los bocetos de la misma, por una parte como un proceso, pero como obra final también», explican en el colectivo. Estudio Abierto apenas duró tres días, pero los resultados fueron incluso mejores de lo esperado. «Aún estamos asimilando el éxito que tuvo la propuesta», cuentan los promotores. Un impulso que les ha llevado a desarrollar nuevos proyectos, nuevas ideas. Y preparar una nueva edición de este proyecto para la que aún no hay fecha, formato ni lugar. Detalles que hablan también de la posible mutación del proyecto y su adaptación a diferentes espacios. Por eso, siguen convocando a cualquier artista que quiera participar en un proceso de selección que determinará los


15 participantes en una próxima cita que, más allá de una muestra de arte, sea más «un evento multidisciplinar en el que la música, la performance y otras actividades ligadas al mundo cultural tengan cabida». La demanda de iniciativas como ésta es alta. Pero si el público se beneficia de la realización de iniciativas como esta, son los propios artistas los que también le ven puntos positivos. De hecho, uno de los motivos del nacimiento de este proyecto es la dificultad que tiene cualquier artista emergente no sólo de tener estudio propio donde mostrar su trabajo, sino también de encontrar espacios o salas dispuestas a ello. «Esta forma de hacerlo aglutina propuestas muy personales, con el sello de autor, pero trasladadas a otro contenedor, nuestro piso/ estudio, que a la larga se transforma en un lugar de encuentro donde el artista ya no trabaja solo», explican en TuttiFrutti Productions. En definitiva, «un circuito alternativo en el que el artista abra su estudio y muestre su proceso creativo», atrayendo al espectador a su propuesta más que a la galería como mero contenedor itinerante de objetos. Y si los creadores, además, venden alguna obra, mejor que mejor. Hay que sobrevivir. Si quieres participar, echa un ojo a tuttifruttiproductions.wordpress.com y podrás descargarte las bases para la próxima convocatoria de Estudio Abierto o en cualquier otra idea que se le ocurra a este colectivo. O, simplemente, por disfrutar de un café mientras conoces cómo trabajan los artistas.


Cine

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pulsiones del alma El realizador Roberto Rossellini (mayo de 1906 - junio de 1977) falleció en Roma hace 35 años, erigido en el iniciador del neorrealismo italiano hacia mediados de la década de los 40, habiendo proyectado el alma de una sociedad desnuda, su tragedia inconsolable, la crudeza de mil miradas a un futuro incierto. Justo después de inaugurar su carrera fílmica con una primeriza trilogía bélica, Rossellini presentó en 1945 ‘Roma, ciudad abierta’, obra que se consolidaría como símbolo del movimiento neorrealista aflorado en los siguientes años. Imperfecta en su montaje, parca en su puesta en escena pero poderosísima en el traslado del mensaje dramático de la lucha por la supervivencia, con un tono documental indeleble, exponiendo la muchedumbre y no el rostro de algún personaje, integrada en un paisaje

degradado, no distinguida en retrato individual de la perdición, ‘Roma, ciudad abierta’ permanece como un trozo de vidas desintegradas por esa guerra que acaba de pulverizar las calles italianas, natural, tanto como que se rodó en escenarios sin atrezzo y con secundarios sin tablas. Sí que discurrió por ahí esa luz salvaje que emana de un gesto cualquiera de Anna Magnani: el fulgor de la eterna Mamma Roma de Pasolini siempre inunda todo, es imparable y en ‘Roma, ciudad abierta’ ejerce de viuda que se convierte en emblema. En 1946, el Festival de Cannes, retomado tras el conflicto bélico mundial, reconocería esta obra de Rossellini con la Palma de Oro, junto a ‘Días sin huella’ de Billy Wilder, ‘Breve encuentro’ de David Lean o ‘Hets’ de Alf Sjöberg y guión de Ingmar Bergman, películas que iban



18 por otros derroteros entre alcohólicos incansables, enamorados de estación de tren y sádicos profesores que siempre habían reinado en latín. Ese mismo año ahondaría en su propuesta realista con ‘Paisà’, con actores no profesionales de los que se desprende la verdad y años antes de que Robert Bresson impactara con la desnudez dramática de su ‘Diario de un cura rural’ (1951). Las seis historias de ‘Paisà’ suceden en las postrimerías de la II Guerra Mundial: parejas despedazadas en apenas unos segundos de sordera, soldados americanos impresionados por el nervio de la miseria, búsquedas desesperadas de amor que culminan en la paradoja de una prostituta, orfandad, llanto, el partisano universal de Leonard Cohen y Emmanuel d’Astier y, como última frase, la que dicta sin adornos el fin de la guerra y evoca su inutilidad. Tal es el arraigo de esta tendencia cinematográfica de crónica lisa que van brotando propuestas como la impresionante ‘El limpiabotas’ (1946) de Vittorio de Sica o, con apenas una semana de diferencia en su estreno, dos de las grandes obras de «Después del vuelo de todos los tiempos: ‘Ladrón de bicicleEdmund, llegaría el tas’ (24/11/1948), de de Ingrid Bergman» De Sica, y ‘Alemania, año cero’ (1/12/1948), de Rossellini. En ambas, la penuria golpea inclemente. En la primera, un obrero y un niño cualquiera comparten, frente a la cámara, sus rostros de la calle en una particular odisea con paisaje deprimido al fondo: destrucción y desamparo, como aquéllos

que no encontraban, en pleno centro de la ciudad, un lugar donde resguardarse de la lluvia. En ‘Alemania, año cero’, Rossellini cerraba su triángulo neorrealista partiendo del vacío que han dejado las bombas. Edmund, un niño de unos 12 años y de rubio deslumbrante, contribuye con triquiñuelas a la supervivencia de su familia, con padre enfermo, hermano perseguido por las autoridades y hermana en ruta de noche. La guerra ha terminado, como dirían Resnais e Yves Montand, pero las ideologías persisten y la amenaza nazi seguía latente entre los escombros. Que se lo digan a Edmund, que nunca llegaría a comprender el porqué de un escenario de edificios esqueléticos y palabras de desesperanza. Después del vuelo de Edmund, llegaría el de Ingrid Bergman, la actriz que en italiano sólo sabía decir «Te amo» y que estaba en la cumbre tras triunfar con Curtiz, Cukor y Hitchcock. Rossellini compartiría con ella sus sábanas y grandes películas de los 50: ‘Stromboli’, ‘Europa 1951’, ‘Te querré siempre’ y ‘Ya no creo en el amor’. Vidas ahogadas por la prisión de la naturaleza, mujeres que toman conciencia de la desigualdad social, parejas que se rememoran sentimientos olvidados, esposas que sufren abruptos chantajes: Rossellini, aunque aparcara el neorrealismo, siguió explorando las pulsiones del alma. Más tarde, se separaría de Ingrid y, desde los 60, su cine se tambaleó. Hasta que, en 1977, su corazón, al que tanto había recurrido, dejó de funcionar. | Miguel Pradas | Piezas gráficas: Xero Fernández


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‘la gata sobre el tejado de zinc’

‘declaración de guerra’ 'la strada' Valérie Donzelli, 2011

POR MARIETTA GEDDA.

Por muy irresistibles que fueran los ojos con los que Paul Newman miraba con indiferencia a aquella Elizabeth Taylor insultantemente sexy, éste es uno de esos casos en los que el cine ha hecho más daño que bien a un texto. Llegar a comprender la obra de Tennessee Williams a través de la película de Richard Brooks es algo similar a descifrar un jeroglífico. Aunque el asco, la culpa y la cobardía se palpan en cada trago de whisky que toma Brick, siguen resultando oscuras las razones del conflicto dramático en esta versión cinematográfica, que sí retrata con precisión la lucha entre esa gata en celo y el pájaro enjaulado que utiliza el alcohol para acallar el miedo y la mentira. Aunque maltratada con sus adaptaciones cinematográficas, el original de Williams sí que es una auténtica obra maestra. | Sara G. Cortijo

Crack. Ese instante en que la vida se quiebra, cuando los planos astrales se desgarran y el universo nunca vuelve a ser el mismo. Crack. Puede ser un silencio, una palabra, un diagnóstico. Puede ser cáncer. 'Declaración de guerra' es una película valiente que cuenta la historia de una pareja, un Romeo y una Julieta genéricos que deben enfrentarse a la enfermedad de su hijo de 18 meses. Sin caer en dramas ni frivolizar, el filme narra el día a día, la tristeza cotidiana y una alegría que lucha por sobrevivir en la catástrofe. Su cuidada banda sonora y un doble narrador omnisciente colaboran a contextualizar y descontextualizar casi a partes iguales lo que los protagonistas en la ficción, y en la vida real, nos invitan a comprender. Porque, como un cuchillo que rebana cuanto toca, la vida siempre se empeña en continuar, a pesar de los vivientes. | Carmen Alcaraz

En 'La Strada', de Federico Fellini, el neorrealismo italiano se personifica en dos disímiles personajes que sortean la crudeza de vivir en la calle, un escenario en blanco y negro teñido de ese fulminante contraste dramático. Gelsomina, con ojos profundos y mirada infantil vuelca su dulzura y credulidad en Zampanó, hombre tosco y curtido por la supervivencia como artista ambulante. El injusto destino y la inminente «Gelsomina vuelca su necesidad los reúne y juntos dulzura en Zampanó, se alimentan de la cadencia melódica que brota de una triste un hombre curtido» trompeta, implicando sus almas en una misma tarea: seducir teatralmente a su efímero público ávido de escenas extraordinarias, dando golpes al sin sentido de la vida, rompiendo las cadenas de la miseria al menos por el lapsus que dura cada actuación. Pero la fuerza física de Zampanó resulta ser más débil que la frustración, que explota como una ola furiosa estrellándose con la infinita lealtad de Gelsomina, una sólida roca hecha de ternura.

Richard Brooks, 1958


Escenas

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Ojalá. Derek Jarman «Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado», decía Silvio Rodríguez en una de sus canciones más famosas. Versos que también se usan en la enseñanza del español a extranjeros para practicar el subjuntivo que rige esta palabra. Ojalá es un deseo y un estado de ánimo, el suspiro fatigado del que mira al cielo y espera que todo cambie. Por eso no puede haber un mejor nombre para una asociación que lucha por los derechos de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales que ‘Ojalá’, ya que desgraciadamente en algunos sectores estos colectivos aún están lejos de la aceptación. El arte siempre ha sido considerado como un importante instrumento de transformación social y es por esto que se han desarrollado multitud de festivales

cinematográficos por toda España focalizados en la temática homosexual. Sin embargo, parece que en el teatro español no se ha adaptado esta tendencia. Para paliar esto, la asociación malagueña organiza desde 2009 el ‘Elegetebéfest’, un festival teatral que recupera y difunde obras y personajes claves en el desarrollo de la cultural homosexual. Esta edición se celebrará durante el mes de junio en el teatro Echegaray y tiene al polifacético artista y activista por los derechos de género Derek Jarman como figura central. En su honor la compañía Ennio Trinelli pondrá en escena durante cuatro días las obras ‘Eduardo II’, ‘Caravaggio’, ‘Derek Jarman, un artista solitario’ y ‘Cuando los poetas sueñan con los ángeles / La Harb-No a la guerra’; repitiendo la



22 primera y la última de esta lista, que ya fueron programadas en ediciones anteriores. JÓVENES Y ETERNOS Derek Jarman nació en Inglaterra en 1942 y fue una figura determinante en la cultura británica de la segunda mitad del siglo XX. Desde la literatura –con Shakespeare como uno de sus autores preferidos y en primera persona como escritor de diarios–, la escenografía, la pintura y la poesía, a su faceta más reconocida, la de cineasta. Su primera película fue ‘Sebastiane’, realizada en 1976 y filmada completamente en latín. Más tarde realizará obras destacadas como ‘Caravaggio’, ‘The Garden’ o ‘Eduardo II’. Jarman fue también una figura clave en la música y el desarrollo del vídeo pop en el Reino Unido. Incluso al final de su vida, la fuerza creativa que lo caracterizaba lo llevó a volver a pintar y a crear un jardín de piedras en Dungeness, donde se trasladó a vivir tras ser diagnosticado de VIH y donde «‘Eduardo II’ es discurso también murió ocho años despoético, político y pués, en 1994. reivindicativo» La película ‘Eduardo II’ es una reinterpretación experimental y muy personal de la obra del dramaturgo Christopher Marlowe. Esta pieza cuenta la historia del rey Eduardo quien, tras morir su padre y recibir la corona, manda traer del destierro a su amado Piers Gaves-

ton. Se entrega al amor y colma a su amante con títulos y cargos; mientras, el reino murmura y la reina, rechazada, conspira a sus espaldas. En el film, Jarman intercala secuencias anacrónicas y juega con una estética que alterna lo épico con lo rock. Por otra parte, el film pone un interesante peso en el papel del hijo de Eduardo II, quien vengará las injusticias cometidas con su padre. Jarman filma esta película en 1991, exactamente 400 años después del estreno de la pieza teatral de Marlowe. Y es quizás su particular homenaje al poco reconocido dramaturgo, muerto en una situación poco clara y autor de sólo seis obras. Marlowe fue iniciador de la corriente isabelina, época dorada en el teatro británico, y precursor de géneros como el drama histórico, que fueran luego desarrollado por Shakespeare (si la ‘Teoría de Marlowe’, que afirma que Shakespeare sería en realidad una segunda fase creativa de Marlowe o bien la mano que escribía sus obras, no es cierta). ‘Eduardo II’ es un discurso poético y político, ideológico y sobre todo reivindicativo de la libertad, libertad entendida como elección personal e incuestionable. Es también sexo, pasión, inseguridades, traiciones, envidias, placer y dolor. Son personas más que personajes y como tal se comportan, errando y actuando según lo que el corazón y el deseo les exigen. | María Sánchez


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‘ilustres ignorantes’

‘SONRISAS Y LÁGRIMAS’

'FLASHMOB', DESDE TAIPEI A PLAZA UNCIBAY

Tuvo que ser Javier Coronas, humilde bedel neurocirujano, quien pusiera orden en ese desconcierto vital; junto a Javier Cansado, sommelier de berberechos, y Pepe Colubi, utillero del Arsenal, puso en pie un centro del saber, un refugio de cultura, un garaje de certezas, un almacén de respuestas al que llamaron Bar Javi. Cuando el bar cerró por falta de liquidez (qué ironía), Canal Plus les propuso realizar 'Ilustres ignorantes'. Este programa sale ahora a la calle. | Teatro Alameda

Basada en el libro 'The story of the Trapp Family Singers' que recoge la historia real de la familia Trapp, 'Sonrisas y lágrimas' se centra en el personaje de María, una joven novicia con una gran pasión por la música que trata de encontrar su auténtica vocación y su lugar en el mundo. Al cuidado de los siete hijos del viudo capitán Von Trapp, María será un soplo de aire fresco para todos, desafiando la férrea disciplina de la casa. Mientras, los nazis anexionan Austria a Alemania. | T. Cervantes

¿Cómo te sentirías si volvieses de un viaje y una multitud de personas empezase a cantar y bailar a tu lado? ¿Y si paseases por la calle más transitada de tu ciudad y los viandantes empezasen una guerra de almohadas? Las respuestas a estas preguntas son el objetivo de los flashmob o 'multitud instantánea', acciones organizadas por un gran número de personas en un lugar público con el único fin de romper la rutina diaria. La convocatoria se realiza por Internet y móviles, creando un 'boca a boca' virtual. Desde la primera pelea de almohadas mundial en Taipei, China, este tipo de fenómenos han cambiado mucho y, en la actualidad, se utilizan por movimientos sociales y campañas publicitarias de empresas que lo consideran una instrumento más del marketing alternativo. Así, los flashmob, como la mayoría de movimientos no organizados, han pasado de un carácter lúdico a seguir fines económicos. En cualquier caso, espero que la próxima vez que veáis un cartel de 'abrazos gratis' creéis vuestr0 pequeñ0 flashmob.

Teatro Alameda (11 y 12/05)

POR RUTH DE FRUTOS.

Teatro Cervantes (14 a 20/06)


Televisión

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LA EXISTENCIA AMAÑADA Estos sobre los que escribiré son seres humanos que viven en este mundo, ignorantes de todas esas maniobras que están teniendo lugar sobre sus cabezas. ‘Elogiemos ahora a hombres famosos’, James Agee. Hacia 1997, aprovechando el éxito del libro ‘The Corner’ de David Simon y Ed Burns, un joven concejal lo levantaba en sus mítines, prometiendo a los ciudadanos de Baltimore que si él era elegido acabaría con más mano dura y de una vez por todas con el mercado de la droga en la ciudad. Alguien le espetó, sin embargo, que tal libro era, curiosamente, un alegato contra las draconianas políticas antidrogas del gobierno de EEUU. Él se sinceró y reconoció no haber leído

el libro, pero volvió a insistir en que él era el hombre indicado para acabar con aquel infierno de destrucción. Hoy día aquel joven concejal, Martin O’Malley, es gobernador de Maryland. Hoy día en las esquinas de Baltimore la adicción, la miseria y la criminalidad continúan galopando desbocadas. Para hacerle justicia a aquel libro, la HBO emitió en el año 2000 una efectiva adaptación homónima, que, aunque pasó casi desapercibida para la audiencia, sería un acierto y bosquejo palpitante de la inmensa estructura que se erigiría luego. En esta miniserie de seis capítulos –a la que habría que sumarle las siete temporadas de ‘Homicidio’ (1993)–, laten muchos de los aspectos que después potenciaría el esquipo Simon en la obra maestra ‘The



26 Wire’ (2002), tales como la trama coral, los afilados e inteligentes diálogos, el hiperrealismo urbano o la exploración de la condición humana. ‘The Corner’ es un drama brutal y directo, que nos sumerge en la vida de seres reales destruidos por la droga. Y su mensaje es desalentador, ya que en ella subyace una especie de obsolescencia programada, de horizonte borrado, para una parte considerable de la población norteamericana. Durante el serial, asistimos a un falso documental, cuyas entrevistas dan pie a la lucha diaria de personajes al límite que intentan sobrevivir al nihilismo del narcotráfico callejero y a su fuerza centrípeta. Es como si un gran imán les impidiese salir de sus núcleos de desdichas. Para ellos no hay nada más allá que su gueto olvidado, y cuando intentan huir se topan con una realidad que los elude y los rechaza. Es más: ellos mismos elucubran sueños de clase media, pero se sienten como peces fuera del agua tras su verja de pobreza y siempre acaban volviendo a su charca mugrienta y desangelada. En «‘The Corner’ descubre este panorama las partes pudendas del asfixiante, país de las libertades» vemos como la desestructurada familia McCullough lucha por volver a ser lo que fueron antaño, pero en el intento de buscarle oxígeno a sus vidas solo les reflota la ruina y la amenaza de los despojos de sí mismos. Gary, el padre de familia, cuyo único motor vital es trapichearle unos

pocos dólares al barrio para su chute diario. Fran, la madre, también yonqui, que lidia en vano con la burocracia para conseguir una plaza en un centro de desintoxicación, como si esto fuese suficiente para sanar su metástasis adictiva. Lo mismo ocurre con su hijo DeAndre –y con todos los chicos de su pandilla– en el que se produce una disonancia irrisoria entre los conocimientos que pretenden inculcarle en la escuela y las inexorables reglas de su realidad. Aún así, la esperanza siempre agrieta ranuras de luz y es admirable como Ella Thompson, la directora del centro cívico de la ciudad, saca fuerzas de flaqueza en un ambiente tan hostil y por el que nadie apostaría un duro. Pero la inmutabilidad de las esquinas es cruel e irónica con estas personas y se encarga de demostrárselo una y otra vez, tatuándoles en la piel un presente sin futuro y expectativas caducadas desde la infancia. Es ‘The Corner’, en definitiva, un retablo de relaciones lisiadas que deja al descubierto las partes pudendas del país de las libertades: la desesperanza y las erradas políticas represivas, el culto a la violencia y el cinismo político, el olvido económico y el racismo institucional, el fallido sistema educativo y la marginalización. De ahí, que para las esquinas sangrantes de Baltimore, tal como escriben D. Simon y E. Burns, «la existencia sólo sea un juego amañado destinado a asegurar el fracaso». | Manuel España | Piezas gráficas: Antonio Morillas


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‘LUCK’

‘JUSTIFIED’

actores y actores

David Milch, 2012 HBO, 1 temporada

Graham Yost, 2010 FX, 3 temporadas

POR FRANCIS MORIEL.

El gran David Milch (recordemos esa ‘Deadwood’, una de las series mejor argumentadas) se asoció hace unos meses con el aclamado director Michael Mann y con el enorme Dustin Hoffman –como parte del reparto– en ‘Luck’, una serie de nueve episodios que se centra en las apuestas deportivas y en las carreras de caballos en la costa californiana. Lástima que esos episodios sean los primeros y los últimos: ‘Luck’ fue cancelada. Aún así, merece la pena echarle un vistazo.

FX es una cadena americana que apuesta por la trasgresión, por la valentía. De ella salió la canalla ‘Sons of Anarchy’, la bipolar ‘Dexter’ o la policiaca ‘The Shield’. Y esta ‘Justified’, western contemporáneo, no se queda atrás. Raylan Givens es un marshall reubicado a su ciudad nativa de Kentucky por culpa de la delgada línea entre la justicia y la ilegalidad que su personalidad parece cruzar a cada momento. De esas series que crecen con el paso de los episodios.

Los nacidos en los 80 que crecimos viendo las series americanas emitidas en los 90, siempre pensamos lo mismo: cómo mola Mitch Buchanan, el vigilante de la playa que va cada día a trabajar conduciendo a KITT, el coche fantástico. Y es que era muy difícil en ocasiones separar a personajes de sus actores. Hay decenas de ejemplos y actualmente tenemos los casos de Jorge García y Kiefer Sutherland, protagonistas de ‘Alcatraz’ y ‘Touch’, respectivamen- «Es muy difícil separar a personajes te. Es complicado no pensar que Hugo-Hurley de sus actores» ahora persigue criminales de la antigua prisión americana (con las 'sorprendentes' coincidencias de una isla y saltos en el tiempo como misterios). Por otro lado, en cada capítulo de ‘Touch’ esperamos que Jack Bauer tenga uno de esos malos días y ponga a pegar tiros a terroristas. Son asociaciones casi imposibles de revocar, gracias, sin duda, a esa fuerza que algunos actores imprimen a unos personajes que son ya de por sí inolvidables para muchos.


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2 0 A Ñ O S D E L M A N UA L D E L M A N UA L Hace casi 200 años, en 1835, se publicaba el manual del perfecto ‘harmonista’ de la música sureña a través de la pluma de William Walker. ‘The Southern Harmony and Musical Companion’ aglutinaba 335 canciones que resumían las partituras, tonos, escalas mayores y menores de la esencia de lo que se conoce (y aún) como rock sureño. Guía perfecta del juglar americano. El cancionero popular del sonido de las raíces. El sonido de las ramas que yacen, una vez más, sobre el río Mississippi y discurren en una dirección indeterminada y sin control. Y, curiosamente, es a raíz de esta antología como unos rockeros recién salidos del cascarón desafiaron a su propia esencia hace 20 años publi-

cando un álbum, de título homónimo al libro, que pasará para siempre a la historia de todas las recopilaciones de clásicos. 1992. Los Black Crowes editan su álbum ‘Southern Harmony and the Musical Companion’. Vigésimo aniversario del rock en estado puro. William Walker, nacido a principios del siglo dieciocho en Carolina del Sur, era un cantante y líder baptista que emergió entre los brotes de los primeros años post-independencia estadounidense. A base de esfuerzo y trabajo, consiguió con esta recopilación nada menos que la venta, por aquellos tiempos, de 600.000. Nada despreciable cifra. Y un reconocimiento que aún perdura. Pues las bases de estas partituras y armonías aún tienen vigencia.



30 Los Black Crowes, durante toda su existencia, han tenido diversos cambios en la formación pero siempre han estado guiados en todo momento por los hermanos Robinson. Auténticos líderes (algo dictadores también). Chris a la voz y Rich a la guitarra rítmica. No hay datos de que sean baptistas como Walker. La banda llegaba a 1992 después de publicar su primer exitoso álbum ‘Shake your money maker’ (1990) con el miedo de la efervescencia del éxito y tres millones de copias vendidas. Casi nada. Varios Billboard, telonear a ZZ Top o Motley Crue en la Union Soviética, versionar un clásico de Otis Redding (‘Hard to Handle’) o la suculenta oferta de poderoso rock’n’roll setentero. No era suficiente. Eran jóvenes. Querían más. Y fue así como pusieron a cocer su nuevo disco a fuego lento. Reemplazar a músicos pronto se convertiría en algo natural para los hermanos Robinson. Tras su primer álbum pareció raro que se deshicieran de su lead-guitar, Jeff Cease, pero así fue. El californiano «No era suficiente. Marc Ford, exEran jóvenes. Burning Tree, fue Querían más» el encargado de tomar el mando justo antes de entrar a grabar. Su aporte al sonido de la banda consistió principalmente en su poderosa ‘slide’ junto a una preciosa armonía sureña inolvidable basada en simples y complejos esquemas del más antiguo blues.

La banda, tras usar a un músico de estos que pasaban por allí para grabar en el disco anterior los teclados (nada más y nada menos que Chuck Leavell, ex-Allman Brothers), decide buscar en Eddie Harsch la unión y estabilidad necesaria como componente permanente. Los hermanos Robinson compusieron letras y música de las diez canciones del disco. El álbum empieza fuerte, alto y sin descanso con la genial ‘Sting me’. No descansa con ‘Remedy’, ‘Hotel Illness’ desesperación absoluta por vivir. ‘Bad Luck Blue Eyes Goodbye’, nuestra balada de despedida. El trabajo resume una lucha encarnizada entre todos los miembros de la banda a golpe de emociones, a los gritos robertplantianos de Rich Robinson pidiendo a veces salvación, riffs brutales de Marc Ford y la base de las progresiones de acordes descendientes de Rich. Es un disco que suena con todo a jam session. A músicos disfrutando. Visto el resultado final, y contrastado con otras tendencias, otras músicas, otros tiempos, otros años, parece difícil pensar en un buen nombre para el álbum que defina perfectamente el mensaje de los Black Crowes. Desde luego, los resultados tienen muchas aristas. En aquel momento, quizá fue atrevido titular un disco con el nombre que da base al tipo de música que estás creando. Puede parecer ofensivo pensar que no hay nada más bueno, o más marcadamente estándar a seguir que eso. Pero, ¿acaso no es verdad?. | Sergio Contreras


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'dell'universo assente'

'WE WILL ALWAYS BE'

¡menos samba!

'Dell’Universo assente' es una de esas obras humanas hermosas por verdaderas; universales, por profundas y sencillas; abarcadoras y absolutas, porque su creador, Luciano Cilio, profundizó en su interior para escribir las partituras del único disco que grabó, 'Dialoghi del presente' (editado como 'Del universo ausente'). Seis años después decidió ponerle fin a su vida. Quizás descubrió que el misterio de la existencia esconde, a veces, una belleza insoportable. La misma de la que los místicos dicen que obliga a la pureza a desaparecer en un arrebato que a la vez es bello y doloroso. Como un abrazo en una despedida. Un disco, por lo demás, meticuloso, que a través de silencios y texturas adentra al oyente en un paisaje de emociones y escalofríos que dan sentido a la vida, algo que Lucio no pudo soportar. | Nacho Gutiérrez

El sonido es adictivo. Nos gusta escuchar ruido, la densidad, una lavadora, la playa, el grifo goteando, el viento colándose por una ventana mal cerrada. El sonido nos arrebata y disfrutamos dejando la mente en blanco atrapados por una sensación que nos recuerda que el ritmo de nuestra vida en sociedad va contra la naturaleza. Y ahora que os he convencido, os recuerdo: la música no son canciones, es sonido. Y eso es lo que hacen esta pareja artística y sentimental alejados del discurso pop convencional. El ambient surgió cuando Brian Eno escuchó un vinilo de un concierto de arpa en mal estado, con un extraño ruido en primer plano. Disfrutó y descubrió otra forma de relacionarse con la música, con el sonido. Dicen que Windy and Carl son los músicos más importantes del ambient contemporáneo. | N. Gutiérrez

Antonio Luque vuelve a colarse en la piel de su álter ego Sr. Chinarro para entregarnos un contestatario e inconformista trabajo que reúne diecinueve ácidas canciones que no dejan títere con cabeza. Desde su gráfica portada ya nos deja claras sus intenciones y traza una imaginaria línea sobre los contenidos que dieron forma a su anterior trabajo buscando desmarcarse, con cierta premura, de los caminos ya transitados. Pero, ¡ojo!, vuelve a bucear en estilos variopintos, mezclando géneros y «Reúne 19 canciones abrazando al folclore allá adon- que no dejan títere con cabeza» de cree necesario hacerlo. Por regla general, los discos largos suelen decaer en determinados momentos y '¡Menos Samba!' no es una excepción. Aunque esté necesitado de una poda merece la pena introducirse en la maraña de temas que lo componen y comprobar por uno mismo dónde se encuentran los defectos y las virtudes. El viaje no dejará indiferente a nadie y menos si es de la mano del buen saber hacer del sevillano.

Luciano Cilio, 1977

Windy and Carl, 2012

POR DAVID DUEÑAS.


Literatura

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e s c r i t o r , g u i o n i s ta , p e r s o n a j e Dicen que todo exiliado lleva a la espalda dos mochilas difíciles de abandonar: la nostalgia y el resentimiento. Habría que añadir una tercera, la impostura, hija natural de las dos citadas y de las expectativas exageradas de aquéllos que, en la patria, esperan ansiosamente el regreso de los seres queridos. Uno recordaba a Jorge Semprún como guionista en películas de grandes figuras del cine de culto de los sesenta –Resnais, Costa-Gavras, incluso Losey– y el sopor plomífero de las horas perdidas en la sala oscura, intentando no ya comprender, sino captar algún mensaje, alguna idea que esos señores quisieran transmitirle. Incluso la esperada versión sobre la realidad española que el exiliado ilustre encontraba a su regreso. ‘La guerra

ha terminado’ o ‘Las rutas del sur’, planas y tediosas. Me temo, y agradezco, que el tiempo los haya puesto a todos en su lugar, el de la letra pequeña de la enciclopedia cinematográfica. Bueno, a casi todos. Después comenzaron a publicarse sus novelas y volví a intentar descubrir parte de aquella verdad que nos estaba vedada Pirineos mediante. ‘La segunda muerte de Ramón Mercader’, de Semprún, fue un hallazgo en el sentido de conocer hechos y personajes de cierta trascendencia. Así, saber que el asesino de Trotsky había sido un español –héroe por supuesto y protagonista– y que incluso había visitado su pueblo natal años después de haber muerto y de haber sido enterrado en Cuba. Y así lo creí hasta escuchar a Sarita Montiel sobre su estancia en



34 Méjico en la fecha de autos. «¿Asesinato? –No. ¡Aquello fue una ejecución!» (‘Asaltar los cielos’, de Linares y Rioyo, 1996). La lengua sin pelos de la manchega –que tan gustosamente mostraba en sus películas– me hizo añicos la ficción literaria (y la ficción política). Después, en novelas como ‘Aquel domingo’, ‘El largo viaje’, y en la del título mas esclarecedor, ‘Viviré con su nombre, morirá con el mío’, invita a conocer otro asunto vedado para nuestro conocimiento, la vida en el campo de Buchenwald, relatada en primera persona y desde el punto de vista de un personaje en el que, a la larga, terminaría convertido su autor. Realmente, Semprún como personaje es mucho más rico y generoso para los aficionados a la literatura que las obras que dejó escritas, por cierto, en francés. Leo a su muerte, con estupor, los editoriales y las columnas de ilustres colaboradores de prensa, de políticos y estadistas, junto a la necrológica. Y busco entre los panegíricos, sin encontrar el menor atisbo de «Como personaje es una controversia más rico que las obras que, sorprendenque dejó escritas» temente, como la de Ramón Mercader o como la de Federico Sánchez –su nombre en clave en el Partido Comunista Español– nunca existió. Años de deserciones, de autoinmolaciones, de terribles enfrentamientos dentro de la gauche divine, de traidores

y revisionistas, de publicaciones críticas con el comunismo, y curiosamente silenciadas en nuestro país: ’El cero y el infinito’ de Koestler, ‘Homenaje a Cataluña’ de Orwell, o casi todo Albert Camus –figura de la que la cultura española debería sentirse especialmente orgullosa–, cuyo rumor de denuncia intelectual obligatoria sobre los crímenes contra el hombre no cesaría hasta la caída del muro. Sólo los habituados a navegar entre dos aguas –la superficial en un sentido y la profunda en el contrario– sobrevivieron al caos vital. El moral era otra cosa. Y como buen personaje de novela con final feliz, el aristócrata comunista es nombrado ministro de cultura de un país, el nuestro, que necesitaba figuras de prestigio internacional. LOS HONORES A su muerte, recibe los correspondientes honores de ambos estados vecinos y la cobertura informativa del grupo Prisa –era consejero delegado de Sogecable– y de la editorial Gallimard, poniendo el punto y final sobre cualquier epitafio que no sea el de un gran escritor y un personaje de peso en la historia de la cultura europea. Solía citar una frase de Francis Scott Fitzgerald, según la cual la señal de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas al mismo tiempo y, a pesar de ello, ser capaz de seguir funcionando. | Emilio Perianes | Piezas gráficas: Juan Jesús Millán


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‘EL NIÑO PERDIDO’

‘némesis'

PERIFÉRICA. 15€. 92 PÁGinas.

debolsillo. 10€. 208 PÁGinas.

Como le ocurrió a ese hombre solitario al que describe Thomas Wolfe al final de esta maravillosa nouvelle que es 'El niño perdido', en un puñado de palabras se «siente la ausencia, la ausencia y toda la desolación de América, la soledad y la tristeza de los cielos altos y calientes», esos mismos que cubren, hoy y eternamente, con sopor infernal, los campos de Ohio, Kansas, Iowa o Indiana. Wolfe expone aquí un descarnado sentimiento de pérdida, pensando en su hermano adolescente muerto a principios de siglo, cuando él mismo apenas si se sostenía en pie. Es un intenso cuadro que indaga en el recuerdo: lo embellece, lo recrudece. Así lo entendió Jack Kerouac: «Una de las máximas aspiraciones de cualquiera de nosotros sería llegar a escribir algo con la altura y la poesia de 'El niño perdido'». | Miguel Pradas

Philip Roth abre en ‘Némesis’ una puerta al infierno de los niños, en el que la enfermedad y la frustración agarran la mano de la culpa. La novela, ambientada en la Newark (Nueva Jersey) de 1944, narra los estragos de la polio en una próspera comunidad judía habituada al cómodo estilo de vida americano. La epidemia acaba con decenas de infantes a los que solo les preocupaban los juegos del verano y desgarra el alma del fornido responsable del centro de actividades de la escuela, Bucky Cantor: víctima de una conciencia demasiado exigente con la virtud humana. El argumento (la culpa cínica y egocéntrica) hipnotiza al lector gracias a una prosa sin demasiadas pretensiones de estilo, aunque podría haber quedado resuelto en la mitad de páginas. | Jesús Peña

Thomas Wolfe, 1937

Philip Roth, 2011

¡noticia bomba! POR CARMEN ALCARAZ.

«Una cosa. Verá, no suelo leer la prensa. ¿Podría explicarme quién lucha contra quién en Ismailía? / Creo que son los Patriotas contra los Traidores. / Ya pero, ¿cuáles son cuáles? / Oh, eso sí que no lo sé. Eso es cuestión de la línea editorial y no tiene nada que ver con mi departamento». Este diálogo mantenido entre W. Boot, el nuevo corresponsal de guerra del Daily Beast, y Mr. Salter, jefe de Internacional, concentra la esencia de la novela y probable- «Retrata el periodismo con una mezcla de mente de la labor periodística. alegría y cinismo» ‘¡Noticia Bomba!’, de Evelyn Waugh, retrata la profesión con una magistral mezcla de alegría y cinismo que deja una mueca indefinida en los labios. Escrita en los años 30, el relato que desencadena el estallido de una guerra civil en un remoto país africano bien podría ser trasladado a nuestros días en un oficio que, empujado por el afán de protagonismo, se muestra más interesado en inventar la noticia que en cubrirla. Para los periodistas, no hay países pobres.


Arte

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La renuncia al ego del artista ¿Quién no identifica al señor gordo que se seca el sudor de su calva sentado en un paisaje paradisiaco sombrero en mano o al muñeco blanco de aspecto glotón que puede enroscarse en sí mismo? Los carteles, como tantos otros elementos visuales a los que estamos expuestos, se cuelan en nuestras retinas para permanecer eternamente. De este modo, imágenes como la del mono sujetando la botella de anís o el tierno borreguito de Norit son lo primero que viene a nuestra memoria cuando pensamos en esos productos, mucho antes que el sabor del líquido anisado o el placer que produce oler a ropa limpia. Conceptos creados en nuestro subconsciente que van más allá de lo meramente publicitado. El cartel se sobrepone a las funciones divulgativas y al soporte artístico que

constituye para convertirse en un generador de estímulos y emociones que nos acompaña durante toda nuestra existencia. Y es precisamente a este soporte, tan presente en nuestro día a día, al que el Museo Picasso dedica, desde el 18 de junio, la exposición ‘El cartel europeo, 1881-1940’. En este cuidado recorrido por la evolución del cartel moderno, decorado con obras de más de 90 autores como Vladimir Lebedev, Fortunato Depero o Cassandre, es posible conocer el origen del mismo, a finales del siglo XIX, con artistas como Jules Chéret y Henri de Toulouse-Lautrec, cuyas obras revistieron las paredes de París y Barcelona, así como conocer cómo las líneas sinuosas y las composiciones asimétricas del Art Nouveau también bebieron de ellos.


‘Admiración’, 1899. Museo de Arte Moderno (MOMA), Nueva York.


38 Las vanguardias y el momento en el que la publicidad comenzó a convertirse en arte completan este acercamiento a lo que hoy se conoce como cartel, en una muestra compuesta por más de 180 obras. Los amplios bulevares del París recién reconstruido de Napoleón III fueron la cuna del cartel publicitario, que nació gracias al atrevimiento de artistas como Jules Chéret y Henri de Toulouse-Lautrec, que llevaron sus técnicas de dibujantes y pintores al papel. La extensión del uso del color, gracias a los avances de las técnicas litográficas, y el atractivo que suponía para los artistas poder enseñar sus obras directamente al público sin tener que recurrir a galerías y museos también propiciaron el impulso del cartel. El periodo de entreguerras hizo que el cartel, además de para la publicidad, también sirviera de soporte para la política. Así, autores como Cassandre, Jean Carlu, Otto Baumberger o Paul Colin fueron algunos de los artistas que, con sus obras, colaboraron a dar color y maquillar los conflictos «El cartelista apela a los sociales, econósentidos en un acto más micos y políticos puro que la pintura» que convulsionaban el panorama internacional de entonces. Además de una herramienta valiosa para la educación, el cartel era considerado por muchos artistas como un modo de liberarse de su aislamiento cultural. Un soporte que suponía un

logro ante el conservadurismo del pueblo de cara a los productos realizados a máquina y un lienzo en el que tuvieron cabida todo tipo de corrientes desde el surrealismo, el constructivismo o las fórmulas de la escuela de Bauhaus. El cartel moderno no sólo se alimentó de la arquitectura, la pintura y la escultura, sino que también colaboró en el desarrollo de estas disciplinas y creó un lenguaje nuevo que consiguió, desde su anonimato, que hoy día se le asocie con el arte. CASSANDRE En esta exposición, comisariada por Carlos Pérez y José Lebrero, se pueden ver obras de autores como Adolphe Jean-Marie Mouron, conocido como Cassandre, un cartelista y diseñador gráfico francés, que explicaba la dificultad de definir el lugar que ocupa el cartel entre las artes pictóricas. «El cartel no es pintura ni decorado teatral, sino algo diferente aunque a veces utilice los medios de uno u otro», afirmaba Cassandre, quien argumentaba que el cartel exige «la renuncia del artista a firmar su personalidad» y asociaba la labor del cartelista a la de un operador de telégrafos, que emite un mensaje obviando la información detallada. Así, de manera precisa y omitiendo su firma, el cartelista consigue apelar a nuestros sentidos en un acto mucho más puro que la pintura, pues con el cartel el artista se deshace de su ego por completo y presenta su obra al desnudo. | Sara G. Cortijo


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MARCEL DZAMA

CAC Málaga (hasta 17/06)

'LA EDAD MODERNA EN FEMENINO'

LET'S PARADE!

POR JESÚS PEÑA.

Esta muestra quiere aportar una nueva mirada a las artistas, concretamente a algunas que ejercieron con maestría bajo los principios estéticos de la Edad Moderna, del Renacimiento, Manierismo y Barroco, y que en Málaga se rastrea hasta el siglo XIX. Once artistas: Sofonisba y Lucía Anguissola, Lavinia Fontana, Clara Peeters, Artemisa Gentileschi, Andrea y Claudia de Mena, Luisa Roldán, Victoria Martín de Campo, Rafaela Roose viuda de Quirós y Concepción Cuadra. | MUPAM

Han pasado ya algunos días desde que lo encontré casi por casualidad en la Red y aún ando boquiabierto con la última genialidad del estudio Design I/O: 'Puppet Parade', proyecto que luce las firmas de Theo Watson y Emily Gobeille. En su funcionamiento, articulado sobre openFrameworks y ofxKinect, se emplean dos videoconsolas Xbox. Es simplemente mágico. Por el buen gusto en «Aún ando boquiabierto la explotación artística de tecnología digital con la última genialidad de última generación y por los destinatarios del estudio Design I/O» elegidos: los niños. En el plano de la técnica representa la evolución del teatro de sombras ‘Kinect Shadow Puppet’. Artísticamente es mucho más que una aplicación que rastrea los movimientos, permite a los pequeños construir un discurso creativo autónomo, improvisado y usando los brazos. El resultado es más que impactante, un cuadro digital interactivo definido por el color y en permanente desarrollo, que envía al espectador a un universo de fantasías a veces olvidadas.

MUPAM (hasta 24/06) CAC Málaga acoge 'Con razón o sin ella' / 'With or Without Reason' del artista canadiense Marcel Dzama. Esta exposición es la más importante del artista en nuestro país, ya que se han reunido 50 piezas que repasan el trabajo más reciente de Dzama. Además, se pueden ver obras inéditas y un diorama que se compone de más de 300 figuras de cerámica, la obra más grande que ha realizado nunca. Dibujos, dioramas de papel, collages, pinturas, esculturas y un vídeo completan la muestra. | CAC

Matrícula abierta todo el año Centro concertado de atención temprana, educación infantil, educación primaria, educación especial y rehabilitación del lenguaje y la audición.

Calle Doctor Escassi, 12. CP 29010 Málaga Tel. 952 30 57 46 Fax 952 61 32 51 lpurisimansma@planalfa.es www.lapurisimamalaga.com En Facebook: Colegio La Purísima (Málaga)


Histo ria

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15M

LA democracia de los @indignados La agitación fue el oboe protagonista de 2011. Agitación, como tumulto. Con las implicaciones negativas de su carácter destructivo y con la esperanza que trae asociada el cambio. La lucha por la democracia y la dignidad humana condujeron la primera gran revolución del S.XXI, en la que España y el 15M, los ‘indignados’, ocuparon un escenario protagonista. Ahora se cumple un año y asistimos atónitos al desmembramiento de una ilusión que ha sido incapaz de superar la irreflexión de sus proclamas y reparte a sus ‘ciberamigos’. Decía Bauman que la emoción es especialmente inepta para producir y el tiempo le ha convertido en profeta. El manifestante se convirtió en personaje del año. La fe que gestó el amanecer democrático de la Primavera Árabe no tardó en trasladarse a Occidente, donde la población se levantó

contra la incapacidad de los gobiernos para frenar la caída de la economía y acabar con la corrupción política. Dos décadas después del fin del comunismo, tampoco valía ya el ‘hipercapitalismo’; la sociedad reclamaba una tercera vía, un nuevo contrato social: la geração à rasca en Lisboa, Londres, Moscú, Occupy Wall Street en Nueva York, Madrid, Barcelona… 951 ciudades en 82 países. El despertar de los indignados españoles nos recordaba que no éramos bienes en manos de políticos y banqueros. Tras su inicio espontáneo el 15 de mayo en las inmediaciones de la madrileña Puerta del Sol, el virus subversivo se extendió rápidamente por todo el país gracias a internet. Las acampadas protagonizaron la actualidad política y mediática hasta el 19 de junio, fecha en la que se dieron por finalizados los asentamientos y el Movimiento dirigió


sus acciones hacia los barrios, donde ha apoyado causas a nivel local ('Stop Desahucios'). Es (fue) un movimiento inclusivo y metapolítico que otorgó el protagonismo a la ciudadanía, sin discriminaciones. Paradigma de la frustración y el desarraigo, halló sus baluartes ideológicos en cuatro obras de escasa extensión y profunda intensidad: '¡Indignaos!', 'Reacciona', '¡Comprometeos!' y 'La revolución de la dignidad'. Desconcertó a la clase política, al rechazar todo intento de adhesión partidista, y permitió a los jóvenes españoles hacer interactuar su aprendizaje y la acción social (combinando acción y reflexión, deseo utópico y realidad), y evolucionar como ciudadanos críticos. Su éxito viral se valió de internet y la web 2.0, la ‘web social’, que favorece la participación del usuario en la esfera pública mediante la creación de contenidos. El carácter interactivo de las TIC se transformó en un elemento revitalizador de las prácticas esenciales del modelo democrático, gracias al uso de las redes sociales (Facebook, Twitter, N-1 o Global Square) y el software libre. No obstante, pese a la importancia de la red en la vertebración de la protesta, fueron los medios de comunicación tradicionales los que construyeron su imagen pública. Las páginas de Facebook referidas al 15M, que el 20 de mayo superaban las 200, apenas si han sobrepasado los 600.000 seguidores en un contexto de más de 900 millones de usuarios a nivel mundial. | Alicia Naranjo y Jesús Peña


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PARÍS

QUÉ BONITA ERES, HIJA! París es cara. Lo comprendes nada más bajarte del autobús lanzadera que te acerca a la ciudad desde el aeropuerto de Beauvais-Tillé. Seis euros por un espresso junto al Palacio de Congresos. Sí, ciertamente no es barata. Aunque quizá sea ese uno de los pocos inconvenientes del despliegue arquitectónico más bonito jamás ideado por el hombre. Bueno, también que los coches no se detienen en los pasos de peatones, a veces tampoco en los semáforos. La capital de la Isla de Francia no es especialmente grande, por lo que una escapada de fin de semana, si nos apropiamos del viernes o del lunes, da para conocer lo fundamental; olvidándonos, eso sí, de Disneyland, seleccionando bien las visitas en profundidad y quemando un par de zapatos: porque París se patea. Tres lugares bien merecen nuestro

tiempo. El Louvre, la Torre Eiffel y los jardines de Versalles, con el palacio que llevan adosado. Por ser el más alejado, Versalles es el primer destino. Desayuno consistente y a primera hora partimos hacia el oasis verde, germinado en tierra antiguamente ocupada por el Domaine royale de Versailles, que se extiende a lo largo de más de 800 hectáreas. Desde las escalinatas del palacio el panorama es espectacular, no sorprende que forme parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1979. Un almuerzo ligero, y directos al museo del Louvre. El edificio es impresionante. El emplazamiento a orillas del Sena y junto al parque de las Tullerías: perfecto. Una vez dentro, el éxtasis es pleno. Para este humilde servidor es la mejor colección artística del mundo, con permiso del Británico, a pesar de que no puedes disfrutar de ‘La Giocon-


da’, de que las salas de Napoleón están un poco sucias y de que Apple, en su infinita osadía, ha colado una tienda junto a la pirámide invertida. Es bastante grande, por lo que si el reloj apremia hay que descartar áreas. Una vez embriagados por el arte toca paseo hasta el Montmartre. La parada obligatoria es el Sacré-Coeur. La opcional, una de las numerosas tabernas que pueblan la colina y en las que podemos despedir al sol brindando con un buen vino, acompañado de una nada desdeñable tabla de quesos y chacinas. Antes de volver a nuestro céntrico hotel paramos en el Moulin Rouge, más bonito a la luz de la noche. El segundo día es el más exigente. Temprano pasamos por la sede del Gobierno y ascendemos por los Campos Elíseos hasta alcanzar el Arco del Triunfo, desde donde ubicamos la Torre Eiffel, balcón de la postal más cautivadora de la ‘ciudad del amor’. Desde allí, tomamos dirección UNESCO para pasar después por los Inválidos y acabar, tras cruzar el puente de Alejandro III, en la Plaza de la Concordia. La tarde la reservamos para Notre-Dame, el Centro Pompidou y el Quartier Latin, escenario protagonista del ‘Mayo francés’ en el que se erige La Sorbona. Tras la caminata, el último día apostamos por el transporte público. La excursión es breve. Bastilla, cementerio de Père-Lachaise, Plaza de la República y La Défense, próxima al autobús que nos devuelve al aeródromo. | Jesús Peña | Pieza gráfica: Ana Fernández


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CAMINO DE LA TRANSITIVA

POR ISABEL BONO.

Si A es a B y B es a C, A es a C. «Nosotros y los números» era mi devocionario en 1ºEGB. Aquellos misteriosos y proféticos símbolos de unión, intersección y conjunto vacío (las fases del amor, supe años después), la teoría de conjuntos representada por un milagro de gatos y ratones rebajaba a un juego de niños la multiplicación de los panes y los peces. Todo eso, mi infancia biunívoca y feliz, se la debo a Giuseppe Peano. Peano era un niño extraordinario que vivía en una granja y caminaba 10 kilómetros cada día para asistir a clase. En tercero de carrera fue el único alumno matriculado en matemáticas puras, y en cuarto ya era doctor. Especialista del contraejemplo, el más famoso de los cuales fue la redefinición del concepto de curva. La curva de Peano, que llena un cuadrado completo y que, para mí, no es otra cosa que su resplandeciente corona. En 1900, en un Congreso de Filosofía, encontró respaldo en su ángel de la

guarda: Bertrand Russell dijo que Peano era inmune a los errores y que conocerlo había dado un giro a su vida intelectual. Peano propuso un lenguaje basado en el latín, despojado de toda gramática, para la mejor comprensión de las matemáticas. Murió en abril de 1932, a los 74 años (natural y nada primo). Uno de sus discípulos escribió: «Estoy fascinado por su agradable personalidad, su tolerancia hacia las debilidades humanas y su perenne optimismo». Infalibilidad, don de lenguas y discípulos fascinados. Más claro, el agua bendita. La vida no es más que una sucesión de elecciones, donde si uno se centra en cumplir la propiedad transitiva no caben muchos errores. Sustituyamos A por Bono, B por Vonnegut y C por Yates. Y así con todo. He aquí el milagro. Todavía me quedan muchos créditos para ser siquiera beata, así que permítanme el chiste fácil: Adorar al santo por la peana y a la vida, toda entera, por Peano.


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Las lentes de Lázaro Zamenhof (Yo nunca conocí a Rodrigo Fresán)

POR ALEJANDRO DÍAZ DEL PINO.

Nadie me entiende, dijo Esperanto. Y abrió los ojos. Yo entonces soñaba cada noche poder alcanzar las playas de Canciones Tristes. Allí, Esperanto «sintió por primera vez la angustia de estar vivo e intuyó la extraña alegría de que alguna vez iba a morir». Una tarde Martín Mantra me presentó a su familia «y todos se llamaban Mantra». Yo nunca conocí a Rodrigo Fresán. Conocí a Martín Mantra. Y cuando «yo conocí a Martín Mantra, o mejor dicho, Martín Mantra me conoció a mí, me tendió su mano, y en su mano había un revólver». Sin embargo, yo nunca conocí a Martín Mantra. Vislumbré, tal vez, un esbozo de Xoel López tras el eléctrico disfraz de Xoel Deluxe. Pero Xoel Deluxe nunca me reconoció. Aunque, todo sea dicho, Xoel Deluxe y yo coincidimos en una ocasión. Quizás usted no lo recuerde. Era enero o agosto y Esperanto componía ‘Las intermitencias del corazón’ en las blancas playas de Canciones Tristes; allá lejos, aquí o acá: donde Xoel le pidió el revól-

ver a Martín para que Mantra disparase por fin a Deluxe. Pero, por favor, no me pregunte más por Esperanto. Esperanto nunca entiende nada. Tampoco conocí a Allan Stewart Königsberg. Sí, es cierto que abracé a Isaac Davis, que incluso llegué a mantener una correspondencia fluida con Alvy Singer. Leonard Zelig es punto y aparte. Leonard Zelig me enseñó a mutar. A ser Mantra. A ser Esperanto.

Pero insisto: yo nunca conocí a Rodrigo Fresán. Sólo sé que Rodrigo Fresán es a veces mantra y otras, esperanto. Como Xoel, que fue y ahora es, que cruzó el Atlántico por ti y mató a Deluxe por mí, y puso, después, rumbo fijo hacia Nueva York para abrazar a Isaac, y cartearse con Alvy, y mutar a Leonard, y conocer a Annie… ¡Annie! Yo sí conocí a Annie. Una vez. Pero es todo tan irracional… «No somos más que hijos del Caos y padres del MovieEye: actores perdidos…» Annie y yo volvimos a encontrarnos no hace mucho. Se nos hizo tarde. Pero fue increíble volver a ver a Annie. Recordé aquel viejo chiste… Disculpe. No voy a contarle ningún chiste… «Las perturbaciones de la memoria. Las intermitencias del corazón». Ya sé que no entiende nada, y que eso no dice nada bueno de mí. Lo terrible es que no me importa. Porque yo soy Federico. Federico Esperanto. Y ahora vuelvo a cerrar los ojos. Y digo: nadie me entiende. Y además lo digo así, como un Mantra.


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Huxley y las puertas del cuerpo

POR JUAN GABRIEL PELEGRINA.

No siempre en nuestros días encajan bien los libros. Nuestros espacios y tiempos no suelen estar preparados para un uso intensivo de ellos. Quedó lejos aquel afán clásico por leer todo lo que el ser humano había escrito anteriormente, el tiempo para la contemplación se nos redujo. Nunca tendremos ya la calma de un ilustrado con biblioteca. Nuestras pantallas nos muestran sólo algunas aristas. La totalidad posmoderna es otra. La del cuidadoso encaje de fragmentos. Aldous Huxley hizo de esa antigua calma iluminadora, de aquellos intentos de desalojo del cuerpo que colocaban en su lugar el alma, una perfecta sátira en su primera novela, 'Los Escándalos de Crome'. En ella, un noble inglés construye unas letrinas en las torres de su vivienda, la zona más elevada y cercana al cielo, y las llena de las mejores obras literarias que jamás escribió el ser humano, con la pretensión de que los «degradantes

efectos» de las fisiológicas necesidades humanas no resten ni un ápice de liviandad a su etérea alma. Más allá de la intención crítica sobre la aristocracia inglesa que Huxley despliega en la novela, el personaje acaba haciendo lo inverso a lo que se propone. A pesar de querer huir de su organismo y su primitivo funcionamiento antiartístico, une cuerpo y alma en el goce estético. El síndrome de Stendhal ya no sólo se padece frente a la Basílica de la Santa cruz de Florencia. Nuestro baño es también, potencialmente, un lugar sublime. Pero no conquistamos para la lectura únicamente los espacios comunes, aquellos en los que siempre se privó la contemplación. Huxley nos abrió también las puertas a nuestros cuerpos. Los reconquistamos como habitaciones propias, donde ubicar el placer estético. Nosotros, habitaciones dentro de habitaciones más grandes. Como libros dentro de baños.


MÁLAGA Café Negro, Café con Libros, Café del Viajero, Librería Luces, Centro Cultural Provincial, Galería Alfredo Viñas, Ancora, CAC Málaga, Cincoechegaray, Galería Isabel Hurley, Hotel del Pintor, Café Citrón, Ateneo, La Casa del Libro, Fundación Picasso, Café Alamos 38, Clandestino, Galerías Goya UNIVERSIDAD DE MÁLAGA Comunicación, Filosofía y Letras, Psicología y Educación, Empresariales, Industriales, Informática, Telecomunicaciones, Medicina, Derecho, Bellas Artes, Biblioteca General, Rectorado. SEVILLA Librería especializada en arte Un gato en Bicicleta. JAÉN Librería Metrópolis, Café Deán, Biblioteca municipal. RONDA Museo Joaquín Peinado. FRIGILIANA Casa de la Cultura, Galería Krabbe.


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