Manual de Uso Cultural 38

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Tema del Mes 04-13


Perfil 14-15

Cine 16-19

Televisión 20-23

Música 24-27

Literatura 28-31

Arte 32-35


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LA CALLE, SEGÚN DE SICA Texto de ANTONIO GÓMEZ HUESO 'Ladrón de bicicletas', una de las obras cumbres del Neorrealismo, muestra, ante todo, la crudeza de la sociedad italiana de la posguerra para con los pobres, centrándose en un padre de familia, Antonio Ricci, quien, tras dos años de paro, consigue, al fin, un trabajo, para el que precisa de su bicicleta. El robo de esta y su dramática búsqueda, acompañado de su hijo Bruno, constituye el leitmotiv. Pero los avatares de este dramático episodio no son los valores más significativos de esta película, sino la acertada reflexión que hace de problemas acuciantes contemporáneos, plenamente vigentes a setenta años de su estreno: el paro, la insolidaridad, la dignidad moral ante la miseria, las injusticias, la hipocresía de la Iglesia, las supersticiones, la delincuencia urbana…; junto con otros más específicos del pasado: la mezquindad de los centros benéficos, el abandono de los barrios de la periferia romana, los desastres urbanísticos derivados de la guerra…

La tremenda fuerza del desenlace, transformando a los dos personajes principales, padre e hijo, es decisiva para que todo lo narrado adquiera sentido y dé valor a esta grandiosa propuesta artística. Todas las características fundamentales del Neorrealismo están presente: actores no profesionales, escenarios naturales (tanto en exteriores como en interiores), estilo narrativo sencillo (directo y cronológico), filmación de lo cotidiano, contraste entre primeros planos y otros de profundidad, coralidad (la fuerza del grupo en el devenir de los personajes), música expresivamente dramática… Detrás de esta hermosa y reveladora obra maestra están, ¡cómo no!, De Sica y Zavattini. Una película descarnada, dura, sin concesiones a la esperanza, testimonio lúcido de una época pretérita, pero cuyo significado retumba con fuerza para enseñarnos a superar más certeramente los desajustes sociales actuales.


05

EL JARDÍN DE LOS SUEÑOS ROTOS Texto de MARÍA JOSÉ MORENO 'El jardín de los Finzi-Contini' está basado en la novela homónima de Giorgio Bassani nominada con el reconocimiento a mejor guion adaptado. El argumento se desarrolla en Ferrara, la Italia de Mussolini, concretamente en los albores de la II Guerra Mundial. Cuenta la historia de dos familias judías en tiempos de la invasión nazi y el holocausto. A pesar de las distintas ideologías, de la forma de enfrentar la inminente guerra y de la posición social que ostentan les espera un destino similar. Los Finzi-Contini amparados en la burbuja que le proporciona su distinguida posición pasan sus días entre los grandes muros de su mansión que les aísla de la realidad. Confiados en la protección que su estatus social les permite y ajenos al sino que les sobreviene, se entregan a discusiones triviales construyendo todo el entramado de historias y personajes en ese magnífico jardín,

metáfora del poder y las diferencias entre las dos familias. En este escenario, entre partidos de tenis, almuerzos y conversaciones banales, discurren las relaciones entre los personajes, todas hilvanadas entre sí. Así Giorgio, amigo de la infancia y eterno enamorado de Micol, es recibido y finalmente expulsado de este Jardín del Edén con la llegada de Giampiero, también amigo en común y ahora amante de la aristócrata. Traicionado por la chica a la que ama y su amigo, la película además de construir un relato sobre el racismo y los horrores de la guerra, apunta la maldad humana entre los propios amigos judíos y también hacia la pasividad del resto de ciudadanos que asisten a los constantes agravios contra la dignidad de los judíos sin que nadie los defienda o exprese su desconcierto o desacuerdo. Finalmente el jardín y la mansión quedan desiertos ante lo inevitable.










Según el relato de personas que conocieron a Lady Cunard (1896–1965), evocado por su biógrafa, Louis Gorgon, su elegante belleza, su inteligencia, su pasión por el arte y su activismo político y social ejercían una irresistible atracción.




'Pretty Baby' es la primera de las siete películas que rodó el cineasta francés Louis Malle durante el fructífero decenio que pasó en los Estados Unidos. Siete verdaderos regalitos envenenados, siete películas de poderoso trasfondo social que dejan con el culo al aire y en evidencia –una vez más– al país de la libertad y las oportunidades.





Una mañana, George Orwell se despereza entre las sábanas de una resaca de muerte, va al baño a echarse una meada, se mira en el espejo y se queda desconcertado, como un Gregorio Samsa. No es por el reflejo de una cucaracha: es la rayada de estar vivo, sesenta y ocho años después de su tuberculosis mortal. O sea, un capítulo posible de 'Black Mirror': Orwell ante el espejo negro.





'Without You I’m Nothing' toca resortes íntimos cada vez que se vuelve a su escucha, porque sus canciones adquirieron cuerpo en un fermento macerado a base de oscuridad y ausencia de aire. Jugando con la atemporalidad, que es la principal cualidad que debe cumplir cualquier expresión artística para que sea valedera andando el tiempo.





Los ochenta marcaron un antes y un después en la industria del cómic con la aparición de dos obras magistrales basadas en el hombre murciélago ('El regreso del caballero oscuro' y 'Batman: Año uno', ambas de Frank Miller). Estas dieron cierto aroma de aire fresco a un género que necesitaba reinventarse. Pero fue 'La broma asesina', de Alan Moore, la que descubrió el verdadero origen del Joker.





La idea del arte para un africano es distinta de la del occidental, pues sus formas artísticas sólo tienen sentido en cuanto objetos que desempeñan un papel en sus ritos, esto es, objetos asociados a una función y que adquieren un sentido dialógico y apotropaico. Pero no quiere decir que no exista capacidad para apreciar la belleza y un sentido estético tanto en la producción como en la contemplación de estas obras.




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DEL VIAJE Y LOS VIAJEROS Texto de ÁLVARO CAMPOS SUÁREZ Es de público conocimiento que el precedente del viaje moderno se halla entre los siglos XVIII y XIX en el llamado 'Grand Tour', impulsado por la alta sociedad inglesa por motivos que, oficialmente de corte educativo y artístico, constituían más bien un conato de experimentación o ser-en-el-mundo antes del definitivo salto a la madurez. Un Erasmus por lo alto si se me permite, en el que, en palabras de Víctor Hugo, «nacer y morir a cada instante». A pesar del dominio del turismo masivo actual, todavía es posible asumir la idea de viaje. Incluso, móvil en mano y sin la feliz brújula del mapa. Para ello, es esencial documentarse sobre el destino elegido, y particularmente, no tener prisa alguna. La tarde en un café observando el comportamiento de los lugareños, tomando el pulso a la ciudad apostado en una plaza, puede ser más rentable para los sentidos que la visita apresurada a cinco museos. Y es que, si

decidimos agarrar maletas, hasta en los nolugares de Augé hallaremos la sorpresa: la visita a una comisaría en Sri Lanka, el cartel de un cuarto de baño en el aeropuerto de Estambul, la conversación en un black cab por los murales de Belfast… Sin duda, no les falta razón a los que advierten del viajar como rasgo nocivo para la consolidación de su cerrada mente. Personalmente, prefiero seguir a Goethe en su 'Epigramme': «Si quieres ser mejor que nosotros, amigo mío, viaja». En cualquier caso, nada supera al día a día, la madre de las aventuras. A menudo sin sombrero y látigo, pero siempre con los ojos bien abiertos. Siguiendo a Robert Louis Stevenson en el primer día de una excursión a pie, cuando se acumulan las calamidades, se trata de pasarnos los tirantes de la mochila por los hombros y olvidar el sopor que nos embriaga. Simple y a la par complejo. Como la vida misma.


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LE REDOUTABLE Texto de MIGUEL BLASCO Sobre 'Le redoutable' –segunda película de Michel Hazanavicius, director de 'The Artist', absurda o no tan absurdamente traducida como 'Mal genio', biopic tormentoso o apunte de biopic sobre un periodo agitado de la vida de Godard (1967-68)– seré breve porque, aunque me pese, me ha gustado mucho. Mi primer impulso al terminar de verla fue telefonear a Anne Marie Miéville a Rolle, pedirle que me pasara a Jean-Luc y preguntarle: «¿Te está molestado este Hazanavicius? Porque si te está molestando, vamos y le pegamos». Pasado este calentón un tanto futbolero, me doy cuenta de que la mentalidad del hombre de la calle, del hombre gris y cotidiano, es muy fácil de leer y muy fácil de contar y todos, con mayor o menor alevosía, nos adecuamos a ella; mientras que la del genio, la del ser humano que destaca, esa ya es más difícil de asimilar y mucho más contradictoria. Mal que me pese, repito, a Godard le va a tocar aguantarse porque, tal cual

decía Tales de Mileto: «Si vas a contar lo que quieres, prepárate para oír lo que no quieres». Ya estaba curado de espanto porque en su día leí 'Un año ajetreado', la particular tabula rasa que hizo Anne Wiazemsky (esposa de Godard en esa época) y conocía ya sus secretos de alcoba y tal vez el hecho más luctuoso: el hombre más moderno del mundo era, al mismo tiempo, un monstruo celoso, carca, antiguo, desconfiado y sobreprotector en su relación de pareja. Que era un borde capaz de dejar llorando a alguien con sus pullas mordaces más o menos nos lo imaginábamos. Que la gente le tenía una inquina bárbara también. Lo más interesante es cómo Hazanavicius consigue hacer una película de Godard al estilo de Godard, con sus colores, con sus ideas sonoras, con sus intertítulos locos, con su música y en sus mismos espacios. Salpimentado todo con chistes acerca de él muy divertidos y con un profundo cariño, un gran respeto y enormes ganas de humanizar al mito.


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LA SANTIDAD QUE SURGIÓ DEL FRÍO Texto de ISABEL BONO A veces no es un autor, una obra o unos personajes lo que me apetece canonizar. Es un todo. Me habría gustado empezar diciendo que Peter Stamm es mi segundo escritor noruego favorito, pero es suizo. Me habría gustado decir que "Siete años" (Acantilado, 2011) se lee en siete minutos, pero nunca he tardado más en leer un libro, nunca lo he estirado tanto para que no acabase. Y me daba igual lo que fuera de su protagonista, porque con Stamm nunca hay final que valga. Digo "su protagonista" y sonrío de medio lado. No creo que Alex sea protagonista ni de su propia vida. Qué solo está, pienso. Y qué solas sus mujeres, que ni siquiera son suyas. Dice Stamm en una entrevista: "La mayoría de mis personajes no son seres solitarios, pero ellos sienten y sufren una soledad existencial (...) es como saber que nunca vamos a estar verdaderamente cerca de otras personas. Existe la posibilidad de unirse o fundirse con

otra persona a través de la sexualidad, pero sigue habiendo un abismo". Desde luego, nunca estamos demasiado acompañados ni suficientemente solos. Alex sabe que Ivona lo amará siempre y no sabe si Sonja lo ha amado alguna vez. Pero en 262 páginas no le he visto preguntarse a quién ama él. Alex piensa que Ivona es feliz, a pesar de su horrenda vida, y Stamm está de acuerdo: "A ella no le puede ocurrir nada grave porque posee fe y cree en el amor". Ivona lleva al extremo la máxima de Blake: "Ama sin ayuda de nada". De todos modos, Ivona no me cae bien. Tampoco Sonja, ni Alex. Me caen los tres rematadamente mal. Aun así, acabo sintiendo compasión por ellos. Pienso que esta historia no sería creíble en una ciudad con 300 días de sol. Desear que un libro no acabe nunca, a pesar de detestar profundamente a sus tres personajes principales, sólo puede conseguirlo un noruego. O un suizo.




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