Capítulo III EL CAPITALISMO INDUSTRIAL, NACIÓN Y REPÚBLICAS EN TIEMPOS DE POLÍTICA EN SURAMÉRICA
Suramérica y Perú: política, nación y repúblicas El siglo XIX es el de la independencia política, en el cual su rasgo principal es la primacía de la soberanía para organizar su espacio-tiempo. Ya no era el Rey y sus cuerpos de poder los que decidían nuestros destinos, sino que debían establecerse nuevos procedimientos para que desde nuestras propias sociedades pudiese soberanamente construirse las decisiones. Se establecen las primeras repúblicas, de las que todavía somos tributarios. El siglo XXI es el siglo de las revoluciones de ciudadanía y de la soberanía como comunidad política de estados-nación, para reposicionarse continentalmente en los cambios del sistema-mundo y las sociedades de información. Son las nacientes repúblicas de ciudadanos, con diversas trayectorias en nuestras naciones, desde los procesos de los países andinos, hasta los del MERCOSUR y los del caribe centroamericano. En ambos momentos, la república es la respuesta de las comunidades político sociales a los desafíos de construirse en el espacio-tiempo. Tienen distintas trayectorias en las naciones de América del Sur.
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Centramos estas reflexiones en el Perú y sus avatares republicanos. Son las complejas relaciones entre sus dos repúblicas la que constituyen nuestro hilo conductor. Plantean un itinerario para una investigación mayor, en la cual se planten problemáticas y se abren interrogantes y perspectivas.
1. La reificación del imperio uni-polar, el Perú entre la des-topía neoliberal y la Soberanía ciudadana nacional El tópico Mariáteguiano de peruanizar el Perú, adquiere actualidad, vigencia y urgencia, ante las nuevas condiciones del mundo. No estamos ante los imperios coloniales, ni ante el imperialismo como nueva etapa del capitalismo. Desde los años 70 del siglo XX la humanidad ha entrado a una nueva era, que llámese digital, informacional, de la comunicación, pos-industrial, de globalización, es un nuevo estadio general de la humanidad tras las eras agraria e industrial. Uno de los cambios de esta nueva era, es el predominio de los Estados Unidos de Norteamérica (USA), como la potencia uni-polar, industrial y militar. Tras la crisis del comunismo burocrático y el fin de la guerra fría, el capitalismo se ha afirmado en el planeta, con USA como su centro hegemónico. La potencia imperialista más importante, se reifica, se reinventa en su dominación, actúa naturalizada como si fuese una entidad nueva, distinta al imperialismo. Se asume como Imperio, para desplegar su dominio. Más cerca de lo que era el Imperio Romano, que de los Imperios del Caballo y el Hierro de Asia y África, y que de los imperios Europeos de inicios de la modernidad. El imperio reificado, para naturalizarse se formula como de fin de la historia, arraigado en la idea hegeliana de ser la última etapa de la humanidad. Por tanto, autoreferido como eterno, perenne. Por esta reificación de su imperialismo como imperio, se signa y actúa con atributos reificados: • Asume que el valor de su moneda, que puede imprimir sin respaldo alguno, no descansa en el oro de su banco central sino en el poderío de sus armas extendidas en el planeta. • Hace de su sistema financiero desregulado, con Wall Street como símbolo máximo, el eje de construcción de plusvalías fugaces, expoliadas en todo el mundo.
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• Cava una brecha abismal entre la economía casino que conduce, y la producción mundial, afectada por la crisis energética de los combustibles fósiles, la crisis ambiental con el calentamiento global, y la crisis en la producción de alimentos. • Se asigna así mismo el rol de policía universal, que asume en permanente excepcionalidad de las normas de las Naciones Unidas y de otros protocolos de gobierno internacional que comparten soberanía. • Establece ante sí que su seguridad nacional de Estado no tiene fronteras, ni en la intimidad y conciencia de sus ciudadanos, ni en el espacio mundial de los EstadoNación, por lo que asume y actúa con la doctrina de la intervención preventiva decidida por sí mismo, para sí mismo y con pretextos fabricados ante la ausencia de razones. • Se asume como la “nación-destino”, a la que no solo deben supeditarse las demás, sino que tiene “derechos” y “capacidades” para establecer cuales son “estados fallidos” que deben desaparecer, y a cuales puede bloquear, restringir o limitar arbitrariamente. • Trata de impedir que se acerquen e integren las naciones en unidades continentales, como lo hace en Suramérica, continente que en el bicentenario de su independencia ha retomado los caminos de su integración como patria grande. Para Harvey13, esta es una forma del nuevo imperialismo para resolver la crisis de sobreacumulación de capital y de trabajo, recurriendo a la solución espacio temporal, extendiendo sus territorios y las nuevas centralidades del proceso de acumulación, las que se volverán contra la fuerza hegemónica en algún momento de dichas crisis. Arrighi14 estudia estas crisis y establece un modelo de transiciones sistémicas, en el cual las expansiones sistémicas están inmersas en la estructura hegemónica particular que tienden a socavar. La organización sistémica fomenta la expansión proporcionando al sistema una división del trabajo y una especialización de funciones amplia y profunda; mientras la emulación proporciona a los Estados individuales el impulso motivacional necesario para movilizar las energías y recursos precisos para la expansión. Es un modelo recurrente y evolutivo: la hegemonía genera expansión, esta genera caos y del caos brota una nueva hegemonía, la que refleja cada vez una mayor concentración de recursos organizativos y un mayor volumen y densidad dinámica del sistema.
13 Harvey, David, El nuevo imperialismo. Akal. 2003. 14 Arrighi, Giovanni, y Silver Beverly, Caos y ordene en el sistema-mundo moderno, Akal, 1999
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Señala Arrighí que la globalización del moderno sistema mundo se ha producido mediante una serie de rupturas en los modelos establecidos de gobierno, acumulación y cohesión social, en el curso de15 los cuales el orden hegemónico establecido entraba en decadencia, mientras que en sus intersticios emergía un nuevo orden que con el tiempo se convertía en hegemónico. Plantea que desde principios de la década de 1970 estamos viviendo otro de esos periodos. Pero ya no es la pugna por la hegemonía dentro del sistema interestatal impuesto por occidente a inicios de la era moderna. Tampoco es solo una nueva era técnica-científica-informacional, como señala Milton Santos. Es un encuentro de civilizaciones, en el cual solo una comunidad de Estados de diferente base civilizatoria podrá darle perspectivas al cambio y a una nueva hegemonía. En estas modificaciones de la globalización, la soberanía sigue siendo cuestión crucial. Para los autores neoliberales, como Fukuyama, esta nueva condición de imperio expresaría una nueva etapa irreversible de la humanidad, pues el mercado y su imperio reificado serían la nueva sede de la soberanía. El Neo-liberalismo es su expresión más sistemática de gobierno en variados Estados. Pero también otros, como Hard y Negri, lo asumen como un poder-red, multiforme, de control de la producción de vida, sin lugar, sin fronteras, gobernando el espacio mundial anónimamente, que sería la nueva sede de soberanía, del poder. Para estas diversas corrientes, la neoliberal y la posmoderna16, los Estado-Nación, como espacio de las soberanías, se diluirían ante este nuevo poder que ha concentrado toda la soberanía. Viviríamos el siglo sin naciones, con el Imperio Global. El pensamiento crítico, en especial de teorías de la decolonialidad, dan una respuesta distinta al desafío de la Soberanía en el siglo XXI. Existe entre ellas un amplio abanico de debates. Dussel formula una sustantiva propuesta al respecto, que se proyecta en la transculturalidad al encuentro de civilizaciones y las nuevas condiciones de soberanía en las naciones. Afirma una nueva condición del poder, de la vida en sociedad y del Estado. La soberanía reside en la comunidad política, es la única depositaria del poder, pero solo lo ejerce al institucionalizarse como poder que obedece al soberano. Ante los desafíos de la nueva era, solo podrán hacerle frente las comunidades de ciudadanos en plenos derechos y en acuerdos interestatales de los Estados Nación, sobre bases de encuentros civilizatorios transculturales. De otra forma, colapsara el planeta y la misma vida social. La corrupción mayor es la fechitización de la soberanía, al expropiarla al
15 Hardt, Michael, y Negri, Antonio, Imperio. Paidos. 2002. 16 Dussel, Enrique, Política de la liberación, historia mundial y critica. Trotta. 2007. Dussel, Enrique, Política de la liberación arquitectónica, Trotta. 2009.
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pueblo e instalar su sede en el estado, en las corporaciones empresariales y el mercado, en las élites, o en los atributos de jefes de Estado. Dussel funda el poder en la vida. El ser viviente es una realidad que tiende a inalcanzable realización corporal. La voluntad es el plus de vida inscrito en la corporalidad. La vida del ser corporal discurre entre la vida/que/se/es y la vida/por/alcanzar. Pone los entes como sus mediaciones, su objetivación, como momento de la realización inalcanzable. La voluntad, es la “potentia” primera de poder-poner, de ser-señor, de soberanía. Es mediación de aumento de vida (positivo) y sobre la voluntad de otro (reductivo). Por esto, no es atributo de un individuo. Es un momento de la comunidad política cuando la pluralidad de voluntades, ligada intersubjetivamente, avanza en organización funcional heterogénea, disciplinada, jerarquizada, como se muestra en la historia humana desde la caza civilizatoria a la revolución urbana. Señala que los entes del mundo tienen valor, en el ciclo de vida dado, en la espacialidad, y en la vida por darse. Son procesos de pasado / presente / futuro. Los entes de la práctica social son puestos por la potentia de querer vivir, de una voluntad que quiere y tiene la fuerza para poner las mediaciones como posibilidades, condiciones para permanencia e incremento de la vida. Afirma que todas las mediaciones tienen valor político en tanto posibilidades para la voluntad de poder (realización de la vida humana), integrados a una cadena de condiciones-condicionantes. Es por lo dicho, que Dussel afirma que el poder es el poder-poner los entes políticos (la potestas institucional). La sede de la Soberanía, la comunidad política, tiene momentos de la potentia. Uno es el soberano, formado por la comunidad política. Otros son la Voluntad general (Lo material) y la Razón Consensual (Lo formal). Y se completa con el Poder consensual (Lo articulado). Se pasa de la potentia (Poder de soberanía) a la potestas (Poder delegado: orden político, República, Institucionalización y representación). Es el proceso de las naciones, como comunidades políticas sede de soberanía, en el mundo actual. Sus determinaciones las plantea como las siguientes: • La voluntad-de-vida. El querer vivir, su contenido material como fuerza, el fundamento positivo del poder, diferente a dominación.
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• El consenso racional. La razón práctico-discursiva permite aunar la fuerza ciega de la voluntad dispersa. La comunidad comunicativa construye y se forja desde los consensos de vida, que al confluir voluntades constituyen poder, el poder comunicativo. • La factibilidad estratégica; los sistemas de legitimación institucionalizado, que une la voluntad y el consenso racional. Frente a estos desafíos de la nueva era y tomando en cuenta las diversas interpretaciones, es más actual que nunca reflexionar el imperativo Mariateguiano de peruanizar el Perú en un mundo nuevo. En el Perú, la élite dominante, que tiene añoranzas del Reino nobiliario, y que aprendió la gobernabilidad de la oligarquía, ya perdió sus bases de poder anteriores y se adecua a este reificación del imperio. Para ello, asume el Perú como una des-topia. Es decir, como un Lugar sin Nación, como un territorio de flujos, en el cual solo les queda ser Lobbystas intermediarios de los grandes flujos del capital internacional. Son ilustrativas al respecto las nuevas condiciones de los “dueños del Perú”, en la relación actual entre el poder económico, el Estado y la corrupción. Unen la persistencia de ensoñación de la élite nobiliaria colonial con la captura del Estado desde dentro o su reconfiguración como un Estado corporativo privado. Lo he denominador república Lobbysta con Estado mafioso. Sinesio Lopez lo denomina Estado cleptocrático-patrimonialista. Francisco Durand señala la captura del Estado por los privados de tres poderes económicos cruzados (formal, informal y delincuencial). Se pueden resumir algunos de sus rasgos: El Perú, señala Durand17, es el caso más extremo de desnacionalización económica y concentración oligopólica, en el que renace una oligarquía de gerentes y propietarios de corporaciones, la mayoría de ellas trasnacionales. Se configura un dominante archipiélago minero energético, como sustento reprimarizado de la economía y la política, dominados por las Empresas Multinacionales que buscan plusvalías fugaces en la depredación de recursos naturales y en la especulación financiera. Estos son los nuevos dueños del Perú, que no invierten en un sistema de innovaciones nacional, ni generan valor agregado, sino cuya inversión se destina a comprar empresas, acentúan la especulación financiera, comercial e inmobiliaria, aprovechan ganancias rápidas, capturan actividades estratégicas cuya renta se obtiene de un peaje obligado de los usuarios de la nación. 17 Durand, Francisco, La mano invisible en el Estado, 2010
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Los grupos de poder económico nacional, son desplazados por las empresas multinacionales, y se orientan a ser sus “socios” menores. Una opción que tienen es la de reducirse a alguna actividad o diversificarse, para obtener ganancias rápidas obtenidas por presión política mercantilista y rentismo. Otra es la de incursionar en el mercado mundial, lo que pueden hacer buscando segmentos de mercado con producciones industriales o a partir de la logística mayorista de conglomerados trasnacionales. En ambas situaciones, un sector de ellos requiere una ampliación de la economía nacional de mercado con la neoindustrialización, pero la mayoría apuesta todavía a insertarse como gerente práctico de las empresas multinacionales afincadas en exportación de materias primas y especialización financiera comercial. Este modelo neoliberal extremo lo quieren afianzar con la captura privada del Estado. Organizan una corte de Lobbystas, que se consideran herederos de las élites nobiliarias. Reemplazan la legitimidad democrática por el secuestro mediático de la opinión pública, a cargo de los operadores de su “partido de masas” disciplinadas. “Mientras menos nación, más utilidades”, resume su consigna. Esta des-topia no requiere comunidad de ciudadanos con soberanía, por lo que reducen la política al espectáculo, mientras organizan el Estado en base a un exacerbado presidencialismo, cuasi monárquico, que se asume sobre todo como el orquestador de la entrada de inversiones transnacionales a los recursos de la nación. Corporativizan el territorio en fragmentado archipiélago minero-energético, en los cuales las empresas internacionales asumen los atributos del poder local, en pacto con la élite del Estado. Las reificaciones del imperio y la vasalla des-topia, son objetos que se pretenden naturalizados y eternos. El curso de la historia los vuelve a la realidad, que la crítica emancipadora adelanta. El imperio USA no solo ha generado la profunda recesión actual y la crisis de la economía casino, sino que la sobreacumulación se ha expresado en una multipolaridad económica mundial, en la cual países emergentes están reconfigurando la escena mundial, con creciente independencia del poder imperial. Ha entrado en crisis la centralidad euroamericana y su colonialidad del poder; se ha abierto el encuentro fructífero de civilizaciones y la emancipación multipolar. Los Estado-Nación, desmintiendo la propaganda que van a desaparecer, se afirman como instrumentos fundamentales para hacer frente a la crisis del capitalismo actual. Para ello requieren superar las repúblicas elitistas, que expropian la soberanía a los pueblos para encerrarla en las oligarquías, en la jefatura de Estado o en sus cuerpos de representación.
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Es necesario refundar la República, sustentándola en la soberanía afincada en la comunidad de ciudadanos, libres, justos, solidarios, la que institucionaliza el campo de la política, sin dejar de mandar participativamente. Los nuevos desafíos de la humanidad en la nueva era digital, desafíos ambientales, energéticos, alimentarios, biológicos, productivos, sociales, de conocimiento, dan y requieren mayor fuerza de los derechos de los ciudadanos, depositarios del poder soberano en el marco territorial de los EstadoNación y los sistemas de gobierno continental y mundial compartido. Una rotunda expresión de estas nuevas condiciones, que enfrentan al imperio y abren nuevas perspectivas, lo constituye el decisivo proceso de acercamiento e integración entre los países de Suramérica. En el Bicentenario de la Independencia, Suramérica ha logrado los mayores márgenes de autonomía, y los más concretos pasos de integración. Suramérica es un creciente poder mundial civilizatorio, de carácter andino-amazónicocriollo. Los diversos Estados nación intensifican sus acercamientos, asumiendo que las perspectivas de cada uno se potencian con la unidad continental. Somos naciones bifrontes: somos naciones que formamos una Patria Grande. Tenemos una común historia y un futuro conjunto. La peruanización del Perú, pasa por ser firmes y claros en nuestra pertenencia a la comunidad de naciones de Suramérica. En las nuevas condiciones, y ante las amenazas y desafíos del Imperio, adquieren mayor perspectiva la propuesta de Mariátegui para peruanizar el Perú, uniendo nuestra tradición social con lo más avanzado de la humanidad. Para afirmar la nación, hay que afianzar la soberanía en la comunidad pluricultural de ciudadanos. Para que el poder de soberanía se ejerza con las mediaciones correspondientes, hay que refundar la república, en una democracia de ciudadanos con plenos derechos y capacidades sociales y autonómicas. Para consolidar la nación, hay que forjar el mercado nacional, articulando sus potencialidades y saberes ancestrales, recuperando los recursos naturales, integrándose en la patria grande suramericana, abriéndose en forma competitiva al mundo. Adquiere mayor fuerza que nunca, en el desafío para la emancipación ante el Imperio, la lucha por afirmar la nación como comunidad social de ciudadanos, en una Patria Grande Suramericana. La lucha emancipatoria, es una lucha con un mito social, por el pan y la belleza, por una vida buena, con moral de productores. Son estos los fundamentos del poder democrático de soberanía, en la tarea todavía pendiente de peruanizar el Perú.
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2. La administración de poblaciones de sujetos no ciudadanos, que son mayorías nacionales En la relación entre gobernantes y gobernados, nuestras repúblicas han tenido una cuestión medular no resuelta todavía. Es la que tiene que ver con la extensión de la ciudadanía y la administración de poblaciones a los que no se incluye como tales, y que, no por casualidad, son la mayoría de la nación. Este no es un tema del pasado. Su crisis todavía no resuelta es uno de los clivajes de la crisis actual de la nación. Andrés Guerrero aporta ideas sustantivas a este respecto. Releyendo y redefiniendo a Foucault18, hace una nueva interpretación de procesos históricos del Ecuador republicano. Señala que a mediados del siglo XIX sobrevino un cambio en el “sistema de dominación” de las poblaciones indígenas (no-ciudadanas), al pasar de una modalidad explicita de gestión, concentrada en las instituciones del estado (una actualización de las repúblicas de Indios colonial) a una forma Republicana, descentrada hacia poderes privados (haciendas, compadrazgos, etc.), a la que se transfiere la soberanía Se hace una delegación de la soberanía republicana a un “patrón ciudadano” para el gobierno de las poblaciones agrupadas en comunidades da hacienda arraigadas en su propiedad privada. Para Guerrero, la crisis de este patrón de administración de poblaciones, es lo que está en crisis a fines del siglo XX en el Ecuador. Esta es una ruta teórica que es imprescindible explorar para el caso peruano. Foucault, señala el origen de esta tecnología de poder, la biopolítica, en la segunda mitad del siglo XVIII, que se destina no al hombre/cuerpo sino al hombre vivo, al hombre ser viviente, al hombre/especie, atenta a nacimientos, mortandad, higiene, nivel de salud, etc.19 Este sistema de dominación no es necesariamente jurídico político, es un poder que une lo disciplinario y la administración de la subjetividad. Se limita Foucault. No se inicia esta aplicación de la razón con la biopolítica en Europa en el siglo XVIII. Es la otra cara de la razón universal de la era moderna. Se organizan y despliegan estos métodos de administración de poblaciones, para los considerados no ciudadanos, en la variedad de clasificaciones sociales, y desde el ámbito público o transferido al ámbito privado. Son las tecnologías del tráfico de esclavos y de la razón colonial en los territorios conquistados. La era moderna en Europa los integra para sus propias poblaciones, como gobierno de la especie no ciudadana. 18 Guerrero, Andrés. El proceso de identificación: sentido común ciudadano, ventriloquía y transescritura, en Etnicidades, FLACSO-Ecuador. 2000 19 Foucault, M., Defender la Sociedad, FCE 2001
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Una de las modalidades más audaces y astutas fue la aplicada por España en la colonia, tras derrotar la guerra de resistencia indígena de 40 años y ajusticiar a Túpac Amaru I. En el imperio colonial hispano existían, como dos miembros del cuerpo humano, dos repúblicas, la república de los indios y la república de los españoles. La república de los españoles era la conductora del orden y representaba a las autoridades del imperio. Incluía a los españoles y a los criollos con atribuciones diferenciadas adscritas a su condición étnica. La república de los indios incluía a toda la población aborigen organizada de acuerdo a las indicaciones territoriales, estableciéndose los centros de poblaciones con un sistema jerárquico organizado en base a potestades locales, instituciones prehispánicas y clasificación étnica. Ambas repúblicas de indios y españoles eran parte de un cuerpo único, de un mundo jerarquizado sometido al poder colonial, organizado por adscripciones como atributos de los grupos étnicos. El Virrey Toledo instaura las repúblicas de españoles y las de indios, como una gran reorganización del espaciotiempo de las poblaciones. Busca romper la organización andina espacial y su base civilizatoria, para imponer la colonial eurocéntrica. Descentra las poblaciones, cuya permanencia está a la base de las crisis de las actuales repúblicas en el siglo XXI. El interés de España era la producción de la plata metálica, desde Potosí al mundo, con la cual se ordenó la moneda mundial desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, en que fue sustituida por el patrón oro y la libra esterlina. Toledo impuso tres procesos claves en el último cuarto del siglo XVI: a) elevó la producción y productividad de la mina de plata de Potosí. Para ello cambio la técnica indígena de producción por huayras (fundiciones de viento) por el refinamiento de azogue, nueva y exitosa técnica; b) Estableció el circuito productivo mercantil territorial Potosí-Cusco-Lima, y reorganizó el espacio en función de disponer de la población para estos trabajos. Aprovechó de los sistemas andinos de la mita (trabajo obligatorio por turnos) y de las aldeas de ayllus, para establecer el pacto fiscal contributivo indígena con metálico y conseguir la fuerza de trabajo en las minas. Esto no era posible sin la reubicación de la población en concentraciones poblacionales, con nuevas organizaciones espacio temporales, lo que permitía dichos propósitos. Para la contar con este aporte fiscal y fuerza de trabajo, era imprescindible la reubicación en torno a las parroquias y las iglesias, terreno para la evangelización y la “extirpación de idolatrías”, imprescindible para aplastar los saberes andinos de relación con la naturaleza que organizaban el mundo andino. La República de Indios fue una de las más ambiciosas modalidades de esta administración de poblaciones. Mantuvo a los curacas, como autoridades de mediación, y al mismo tiempo, excluidas. Era una población sin derechos reales, pero con posibilida-
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des de reclamar ante el poder colonial, así como de acumular riquezas. Diezmada con el genocidio de la conquista, derrotada en la guerra de resistencia, atropellada por la extirpación de idolatrías, prohibida en su lengua, técnicas y símbolos, arrancada de sus vínculos con la naturaleza para la reproducción social y cultural, se impuso durante varios siglos esta singular administración de la población. Los pueblos andinos resignificaron los ritos y formas culturales, creció la población, recuperaron poder social los curacas, adquirieron fortuna algunos de ellos en el comercio y el arriaje. Desde la propia república de indios se levantó el principal movimiento nacional durante la colonia: la revolución nacional de Túpac Amaru II en 1780. Derrotada, vino la contrarrevolución colonial, pero ya estaban en curso los procesos que terminarían con el colonialismo en Suramérica. Las Repúblicas Independientes formadas con el fin de la colonia, expresaron el derrumbe del circuito colonial de la plata metálica y su eje territorial. Pero no superaron el régimen de administración de poblaciones heredado. Durante la guerra de independencia y hasta que esta se afirmara, se declararon ciudadanos iguales a todos los habitantes de las repúblicas. En el Perú, lo hizo San Martín y lo ratifico Bolívar. Se suprimió el tributo indígena. Pero inmediatamente se restableció, siendo una de las fuentes principales de ingresos del Estado. Se hace en este momento un cambio: el tributo ya no lo administran los curacas, sino los delegados del estado, que lo usan como un recurso patrimonial para enriquecerse. Será a mediados del siglo XIX, con el auge exportador del Guano y sus rentas extraordinarias al Estado, que se volverá a relajar el tributo indígena. Los dueños de haciendas, de compañías guaneras, y caucheros en la amazonía, pasan a administrar poblaciones, pero de inmigrantes o de nativos amazónicos, bajo formas de neo-esclavitud y servidumbre, iniciando la transferencia de soberanía a poderes privados Luego de la crisis del Guano y la guerra con Chile, se volverá a estatuir la contribución indígena, y se intentará ampliar a todas las clasificaciones sociales. En el siglo XX, se redefine con la contribución y conscripción vial. Se produce entonces la transferencia general de soberanía de esta administración de poblaciones, las que se descentran al ámbito privado. Es el periodo de mayor auge del gamonalismo y el régimen de haciendas como poderes privados de amplios territorios, desde los que negocian con un Estado que va ampliando su presencia y recortando la discrecionalidad faccional de estos poderes privados. Será con las grandes movilizaciones antifeudales del siglo XX, en los años 60 para adelante, y con la masiva migración que pasa de 70% de población rural en 1940 a 70% de población urbana en 1980, que se producen transformaciones en la administración de las poblaciones. Lo mas resaltante, es que estos desplazamientos rompen las jerarquías étnico-coloniales, visibilizan a los contingentes sociales, se expresan en las votaciones y
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conquistan posiciones de representación, pero no cambian el régimen instalada en la primera república. Continúan como ciudadanos con derechos restringidos. La extensión de las clientelas sociales del estado y la fragmentación de los sujetos sociales, no resuelve el reclamo fundamental: una nueva representación como poblaciones formadas por ciudadanos que reclaman ser reconocidos como tales.
3. La Nación en Perú, una comunidad por constituir Desde repúblicas áreas de minorías criollas, luego de la independencia tras una “guerra civil regional” se formó el estado centralista, y desde él se ha ido forjando la comunidad imaginaria de la Nación. Tenemos dos repúblicas en curso, y somos todavía una nación cuya comunidad está por constituir. Importantes estudios están replanteando las condiciones de nuestra formación como Nación. En las ciencias sociales se dan estas cruciales reflexiones. Siguiendo las teorías e innovaciones de Pocock, Squiner y Kosselleck, Elias Palti está enriqueciendo la apreciación sobre la formación histórica de nuestras naciones. En un estudio sobre nuestro siglo XIX, por ejemplo, señala que va ser el momento de refundación e incertidumbre, en que la vida comunal al replegarse sobre la instancia de su institución, permite que la política emerja tiñendo todos los aspectos de la existencia social. El siglo XIX lo define como el tiempo de la política20. Los núcleos problemáticos que estudia son los de sujeto, la sede, los fundamentos y los modos de manifestación de la soberanía, señalando que no existen soluciones válidas a priori, que habría que contrastar con “tipos ideales” para ver su cercanía, como crítica en algunas escuelas de pensamiento, sino que reclama que deban revelarse en el proceso de reconstrucción histórica de dicha trama problemática. Es necesario reformular la propia concepción sobre la nación, para desentrañar ese singular proceso de formación de la nación peruana. La nación peruana, que no parte de una identificación lingüística. Si bien tiene una pluralidad de lenguas, el castellano del conquistador esta impuesto como lengua nacional, y vernácula de una parte significativa de la población, mientras las lenguas de diversos grupos étnicos activan como lenguas francas presionando para ser asumidas como lenguas de poder. El proceso de la nación tiene otras raíces principales, que siendo de identidad se afincan en las prácticas sociales de relación sociedad-naturaleza. Por ello es necesario repensar el concepto mismo de la nación.
20 Palti, Elias, El Tiempo de la Política, siglo XXI, 2007.
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Al estudiar las naciones, Otto Bauer señala que “la tarea de derivar la peculiaridad nacional de la historia de la nación: eso, y nada más, significa mi definición de la nación como comunidad de carácter nacida de una comunidad de destino”21 De esta forma, asienta la nación en la historia precedente, que en consideración dialéctica contiene un presente incompleto cargado de perspectivas de futuro, y no en una “sustancia metafísica”, en un supuesto “plasma nacional material”, ni en el carácter individual atomístico, o en una reducida comunidad lingüística. Señala que la nación es producto de su historia; las condiciones en que los antepasados se procuraron y conquistaron su sustento vital determinan las cualidades heredadas por sus descendientes, que es el aspecto de su condición de comunidad de carácter. Pero es también una comunidad de destino, no por tener un mismo destino fijado de antemano por alguna entelequia trascendente, sino por compartir un destino vivido en común en la práctica social. Hobsbawn22, señala, por su parte, que “no considero la “nación” como una entidad social primaria ni invariable. Pertenece exclusivamente a un periodo concreto y reciente desde el punto de vista histórico. Es una entidad social sólo en la medida que se refiere a cierta clase de estado territorial moderno, el “Estado-Nación”, y de nada sirve hablar de nación y de nacionalidad excepto en la medida en que ambas se refieren a él. ..Yo recalcaría el elemento de artefacto, invención e ingeniería social que interviene en la construcción de naciones…el nacionalismo antecede a las naciones”. Al referirse a la vieja “cuestión nacional”, plantea que “se encuentra situada en el punto de intersección de la política, la tecnología y la transformación social. Las naciones existen no solo en función de determinada clase de estado territorial o de la aspiración a crearlo… sino también en el contexto de una determinada etapa de desarrollo tecnológico y económico… Las naciones y los fenómenos asociadas con ellas deben analizarse en términos de las condiciones y los requisitos políticos, técnicos, administrativos, económicos y de otro tipo” Este fundamento que estudia la génesis de las naciones en la historia, en la comunidad de carácter y de destino, ubicada en la intersección entre política, tecnología y transformación social, debe ser complementado con los estudios de Anderson sobre las naciones como comunidades imaginadas23, pero abriéndose a la relación entre nación, poder y territorio. 21 Bauer, Otto: 10-11 22 Hobsbawn: 18 23 Anderson. Comunidades Imaginadas
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La nación como producto histórico debe ser apreciada desde las condiciones de su espaciotiempo. Este es uno de los fundamentos de la tesis de Anderson sobre la nación como comunidad imaginada. Pero Anderson tiene una singular tesis al respecto. Señala que “la idea de un organismo sociológico que se mueve periódicamente a través del tiempo homogéneo, vacío, es un ejemplo preciso de la idea de la nación, que se concibe también como una comunidad sólida que avanza sostenidamente de un lado a otro de la historia”24 Este es uno de los aspectos de la modernidad en los cambios de los marco de referencia en el sistema cultural. “Lo que ha llegado a tomar el lugar de la concepción medieval de la simultaneidad a lo largo del tiempo es- como dice Benjamín- una idea del “tiempo homogéneo, vacío”, donde la simultaneidad es, por decirlo así, transversa, de tiempo cruzado, no marcada por la prefiguración y la realización, sino por la coincidencia temporal, y medida por el reloj y el calendario”25. Esta aprehensión del tiempo es el sustento para que pueda existir la comunidad imaginaria en interacciones de espacios amplios, en formas anónimas de sociabilidad de largo alcance. Señala, con razón, Partha Chatteree, al criticar a Anderson, que “esta concepción observa únicamente una dimensión del espacio tiempo de la vida moderna. Pero las personas solamente pueden imaginarse a sí mismas en un tiempo homogéneo vacío. No es que vivan en él. El espacio tiempo homogéneo vacío es el tiempo utópico del capital. Linealmente conecta el pasado, el presente y el futuro, creando las condiciones de posibilidad para todas aquellas imaginaciones historicistas de identidad, la nacionalidad, el progreso, etc., que Anderson, junto con otros, nos han hecho familiar”26. Pero, señala, “el tiempo homogéneo y vacío no existe como tal en ninguna parte del mundo real. Es utópico. El espacio real de la vida moderna es una heterotopía (en ese punto mi deuda hacia Michel Foucault es obvia, a pesar de que no siempre estoy de acuerdo con el uso que hace de este término). El tiempo es heterogéneo, disparejamente denso”27. Criticando que Anderson queda en el tiempo homogéneo vacío del capitalismo, al que así naturaliza, la propuesta de Partha Chatteree, desde su óptica de la subalternidad, plantea el espacio “de la gobernabilidad”. Plantea para el estudio de las naciones una visión más amplia que occidente, incluyendo las naciones postcoloniales, por lo que señala que “cada dominio, no solamente actúa por oposición al otro, sino que, a través de este proceso de confrontación, modela también las formas emergentes del otro do24 Anderson: 48. 25 Anderson: 46 26 Partha Chatteree: 113. 27 Partha Chatteree: 60.
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minio. Por lo tanto, la presencia de lo popular o de elementos comunitarios integrados en el orden liberal del estado poscolonial… es, más bien, un reconocimiento por parte de esta élite de la presencia tangible de un espacio para la política de los subalternos, un espacios a partir del cual existe la necesidad de negociar acuerdos”28. Si bien cita a Marx y a E.P. Thompson, respecto a la superación del capitalismo por su propia dinámica, la alternativa central en donde sitúa la nación poscolonial la resume al señalar que “es moralmente ilegítimo defender los ideales universalistas del nacionalismo, sin exigir simultáneamente que las políticas generadas por la gubernamentalidad sean reconocidas como una parte igualmente legítima del verdadero tiempoespacio de la vida política moderna de la nación”29. Es necesario asumir que ni el tiempo ni el espacio son homogéneos, vacíos, inertes, en los que deambulan las naciones. El tiempo es heterogéneo y forma una unidad con espacio que es socialmente producido. Este es la perspectiva territorial de la nación. Señala Lefebvre: “¿Cómo definir la nación? Unos, la mayor parte, la definen como una especie de sustancia nacida de la naturaleza y desarrollada en el tiempo histórico. Hay quien le atribuye una “realidad” consistente, tal vez definitiva al igual que definida… Para otros teóricos, la nación como el nacionalismo se reducirá a la ideología. …Un Estado-Nación no puede definirse ni por una substancialidad personalista, ni por una pura ficción (un “centro especulativo”) ideológico. Hay otro modo de existencia definido por su relación con un espacio”. (Henry Lefebvre) Esta apreciación del espacio producido requiere superar el conocimiento descorporeizado y descontextualizado, que produce una fisura ontológica de occidente entre la razón y el mundo30. Señala Mignolo que el imaginario (construcción simbólica de una comunidad tal como se define a sí misma) del mundo moderno/colonial fue afirmado por Occidente construyendo su imagen como si fuese el equivalente a la estructuración social31, por lo que la diferencia colonial era externa a la modernidad, su zona natural, su sombra. Para realizar la ruptura epistemológica, se requiere una visión holística que permita entender la estrategia de poder que organiza la colonialidad, y que hace de la diferencia colonial, la estructuración social a gran escala de clasificación de los seres humanos en grupos de dominio por “condición de raza”, como eje de dominio del espacio del mundo. Desde esta incorporación del espacio como producción social, es que, señala, ya “no es posible concebir la modernidad sin la colonialidad”32, y que “el 28 Partha Chatteree :101. 29 Partha Chatteree: 108. 30 Lander: 15. 31 Mignolo: 74. 32 Mignolo: 58.
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horizonte de colonialidad de las américas es fundamental, sino fundacional, del imaginario del mundo moderno”33.
4. La centralidad territorial de la república Anderson formula que las naciones de América son pioneras de la formación mundial del Estado-Nación34. Un enfoque sobre las centralidades territoriales de la república, permite matizar y reformular esta tesis. Al estudiar las naciones como comunidades imaginadas, Anderson señala que en el caso de los criollos americanos, que formaron las naciones de América, los cuerpos territoriales coloniales fueron el punto de partida. “Cada una de las nuevas repúblicas sudamericanas habían sido una unidad administrativa desde el siglo XVI hasta el XVIII”35. Indica que habían sido demarcaciones fortuitas, producto de conquistas militares, pero que en el tiempo dieron forma a cuerpos de gestión administrativa autónomas, por factores geográficos, políticos y económicos. Desde el Uti possidetis, las naciones independizadas afirmaron su soberanía. Los organismos administrativos de esta forma crearon su significado, en gran parte por la nueva ubicación de los criollos americanos y sus funcionarios criollos peregrinos y los impresores criollos provinciales. Pero no sólo y fundamentalmente por estas circunstancias. Ha sido fundamental la clasificación estamental del poder en la configuración de los territorios sociales. El señalamiento de Anderson es ininteligible si no se aprecia la dinámica de los cuerpos territoriales organizados por el Virrey Toledo, que dieron estabilidad al régimen colonial, y que recién entraron en crisis con la crisis de la República fines del siglo XX. Los territorios, apreciados desde el positivismo, como señala críticamente Sánchez 36, serían un espacio físico, de elementos heterogéneos, en los cuales activan las sociedades. El Perú vendría a ser así una nación cuyas actividades transcurren en un continente inerte y de configuraciones aisladas relativamente. Esta perspectiva positivista, lo que hace es naturalizar las relaciones de poder que configuran el territorio.
33 Mignolo: 64 . 34 Anderson: 77-101. 35 Anderson: B: 84. 36 Sánchez, Joan-Eugeni. Geografía Política.
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Para apreciar la relación entre nación y territorio es necesario asumir sus relaciones de poder, que señala Santos, se establecen el ser al mismo tiempo un “sistema de objetos y un sistema de prácticas”. Estas relaciones de poder tienen una configuración localglobal, que varía en las sucesivas épocas históricas hasta el momento actual, que define santos como una era en la cual se ha construido una “segunda naturaleza” la técnicainformacional. Es necesario apreciar, por lo dicho, el territorio como una heterogeneidad espacial37, en la cual existen configuraciones (soporte, recurso, medio producción, medio geográfico), usos (continente, relación social), funciones (localización, movilidad, división, jerarquías, funcionalidades) y dinámicas sistémicas (sociales, escalares, instancias decisionales). Lo que Bauer denomina “el principio territorial”38 y que Santos establece con una conceptualización más amplia como el territorio-espacio formado “por el sistema de objetos y prácticas”39, es una forma de organizar el dominio de la organización de los territorios desde la condición del poder en la apropiación de sus recursos, su producción y el uso. Por lo dicho es indispensable una relectura, en una genealogía foucaltdiana40 o una estratigrafía de rugosidades miltonianas41, de los principales momentos históricos de los cuerpos territoriales en el Perú y sus relaciones básicas de poder. Podremos apreciar como las pugnas por establecer las centralidades territoriales de la república tienen un rol decisivo en la configuración como nación. El fundamento andino territorial es el de las sociedades andinas del periodo autónomo, que perviven en sus poblaciones, y que no son meros paisajes de un país de incas sin indios, como pensaban muchos de los criollos republicanos del siglo XIX, entre ellos el fundador de esta narrativa, Sebastián Lorente. La territorialidad andina es desde los señoríos regionales y horizontes panandinos, hasta el Tawantinsuyo, en las sociedades andinas autónomas. El territorio estaba organizado en las relaciones sociedad-naturaleza en la matriz andina de reciprocidades-dualidades-triparticiones, que relacionaban el poder político religioso, la apropiación de recursos y fuerza de trabajo, el ciclo agrícolahídrico y las relaciones de parentesco.
37 Sánchez, Joan-Eugeni. idem. 38 Bauer. Idem. 39 Santos. La Naturaleza del Espacio. 40 Foucault. Las Palabras y Las Cosas. 41 Santos. Idem.
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La organización colonial Toledana del poder virreinal. A partir de la conquista y la extirpación de idolatrías, que rompían el vínculo religioso sociedad-naturaleza, reorganizaban el espacio con las reducciones y la mita minera, para la explotación minera y formación de haciendas, estableciendo los cuerpos territoriales, de base “racial”, de las repúblicas de españoles y de indios, y sus regímenes tributarios monetizados. El espacio colonial se organizó como un sistema territorialmente integrado, cerrado y autosuficiente, de funcionamiento continúo por varios siglos, constituyendo la fuente de la moneda metálica del mundo de ese entonces. La ruptura del vínculo colonial con la metrópoli, abrió el espacio para la soberanía, desde la cual los criollos formaban estados y naciones. Sobre el entramado de la perviviente repúblicas de indios y españoles, incorporados en forma disímiles a las guerras de independencia, las repúblicas de los criollos construían sus espacios de soberanía y representación. Se ha reducido este período republicano al de la “anarquía y el caudillaje militar”. Estudiar este periodo desde la perspectiva de las centralidades del territorio nos brinda otras luces. Permite estudiarlo como el periodo de las guerras civiles regionales. El sistema colonial territorial, el circuito productivo-mercantil-tributario, desde PotosíCusco-Lima, se derrumbó con la Independencia. Pero no fue reemplazado inmediatamente por otro. Los formadores de repúblicas asumieron las circunscripciones delimitadas por la Colonia, con el Uti possidettis, como una cartografía imaginaría de las pretensiones territoriales para formar la nación. Pero no eran estas cartografías imaginarías las que definían las pugnas por establecer las centralidades territoriales de la nación. Se equivoca Anderson al respecto, pretendiendo hacer de la circunscripción administrativa el origen de la nación. El caso del Perú es ilustrativo. Entre 1810 y 1824, mientras se define el triunfo de la guerra de independencia, se van reformulando las centralidades territoriales. Estas pugnas estallan en una guerra civil regional, entre el Estado del Norte (Lima y Trujillo) y el Estado del Sur. Su expresión más alta será la Confederación Perú-Bolivia, que se instala y fracasa rápidamente. Existen asuntos de formas de gobierno y naturaleza de organización de las representaciones. Pero el tema de fondo de esta guerra civil regional era otro. Estaba en torno a las centralidades territoriales en la formación de la nación. Quien mejor aplicaba esta situación desde la óptica de un estadista era Diego Portales, pues para su proyecto de estado en Chile, era imprescindible que no existiera la centralidad que pretendía la Confederación Perú Boliviana, constituyendo un nuevo eje continental, en momentos que se fortalecía la costa sudamericana del Atlántico (con la monarquía portuguesa en Brasil, el puerto de Buenos Aires y el tráfico marítimo por el cabo de hornos hacia Valparaíso).
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La Aristocracia limeña y el Guano de las islas, van a definir la guerra civil regional. Se utilizan los ingentes excedentes de la riqueza guanera, en una conquista territorial de un país que se suponía vacío de personas pero lleno de recursos naturales, a los que había que conectar con los mercados mundiales gracias a los ferrocarriles, y para los cuales debía traerse mano de obra inmigrante. El Estado se revestía de limitados pero significativos procedimientos institucionales democráticos, pero sus fundamentos territoriales no tenían centralidades afincadas en la historia y sus potencialidades. Rotos los vínculos con el Alto Perú (Bolivia), se afianzan las producciones del eje que se construía en torno al tráfico marítimo vía Valparaíso, el que luego entra en crisis con la producción azucarera de Brasil. La Guerra Perú-Bolivia-Chile, promovida desde Inglaterra por el salitre y en función de consolidar los nuevos ejes territoriales del continente, será el corolario de ese descentramiento de la nación y el territorio. Será en el periodo de reconstrucción nacional y a inicios del siglo XX, que se establecerá la centralidad territorial hegemónica, se forma el Estado centralista en torno a ella y desde el cual se proyecta para ir forjando la nación. La ampliación del carácter de la nación a lo largo del siglo XX, como pluriétnica y de integración de imaginarios, y la crisis de la república excluyente, con la emergencia de diversos territorios sociales, con mayores exigencias y ejercicios de autonomías, es lo que marca el reposicionamiento del Perú en el mundo global desde los años 70. Desde esta base de territorialidad se van formando amplios espacios macro regionales, de continuidad en la historia para su habitabilidad y gestión sociedad-naturaleza, como nuevas centralidades territoriales, en torno a las cuales se reformula la unidad de la nación y se habilitan las autonomías descentralistas de la república de ciudadanos.
5. Estado, Representación y Autonomías: crisis del sistema de representación Perviven y se agravan problemas que aquejan a la configuración de la esfera pública peruana, los que le dieron forma a la república oligárquica. Sus rasgos constitutivos son conocidos: • El poder organizado desde la discriminación étnica social, que la colonia ha estatuido y la novel república mantenido como sociedad de señores, cuyos rasgos perviven en contradicción con el ascenso ciudadano.42 42 López, Sinesio. Ciudadanos Reales e Imaginarios,
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• El cuerpo de representación escindido de la mayoría nacional, con un larguísimo proceso de ampliación del derecho electoral a lo largo de un siglo. • Las formas corporativas de asociación gremial asumen poderes en los asuntos públicos, expresando los grupos de poder económico privilegiados, que corporativizan el territorio. • Los encargados de los asuntos públicos, por elección o por designación, asumen la función como un patrimonio personal y como la entrada a un círculo de privilegios y de privilegiados. • El reconocimiento formal de los derechos de los ciudadanos, conquistados en forma paulatina, los que además están divorciados de su ejercicio efectivo, se construyen en una relación pública-privada en la cual la mayoría debe dedicarse a resolver sus asuntos privados, mientras una elite privilegiada es la que, por encargo, violencia o imposición, asume resolver los asuntos públicos, ciertamente que para sus fines particulares. Esta República Oligárquica, con su forma de Estado, junto a la sociedad de señores, entró en crisis terminal en los últimos decenios del siglo XX, pero continuó entre los años 1992-2000, bajo las formas de la autocracia y sus súbditos. La vieja república en crisis, ha sostenido y expresado el sometimiento dependiente al predominio del poder mundial occidental e industrialista, bajo los modelos de acumulación basados en la exportación de materias primas, o tras el modelo sustitutorio de importaciones, buscando insertar y/o repetir en el país los modelos y pasos del desarrollo industrial del occidente euro americano. Esta república entró en crisis por diversos factores, debido sobre todo al ascenso de la democratización social. Se produjo la irrupción masiva de la ciudadanía y sus múltiples iniciativas autonómicas en todo ámbito nacional, ejerciendo crecientemente sus derechos políticos, socioeconómicos y cívicos. Entre estos factores de autonomías ciudadanas podemos señalar el mayor acceso al voto universal, las migraciones nacional y al mundo, el acceso a la educación y servicios básicos, la ampliación de los mercados hasta la generalización de la actual producción mercantil simple urbana y rural, la densidad de formas de cooperación y reciprocidad en la vida social, la afirmación de lo pluriétnico cultural como fuente de identidad y progreso social, la incorporación a la sociedad mundial de la información y la ampliación de las posibilidades de innovación y ejercicio de las libertades por las personas. La república oligárquica vive, además, desde fines el siglo XX, esta situación terminal con la reformulación del rol del Estado-Nación en el mundo global. Con los cambios
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globales, era necesario que el Estado redefiniera sus funciones para ser promotor de una nueva expresión pluriétnica de la nación y lograr la nueva ubicación competitiva de ésta en el mundo, pero en vez de ello el Estado se refuerza en el clientelismo y en el neo patrimonialismo de los grupos de privilegio. En estos años se amplían los vínculos entre los pueblos y economías andinas y amazónicas de Sur América, emergiendo como nuevo poder civilizatorio y unidad económica continental, expresando las tensiones y vías ante la multipolaridad global. En vez de afirmarse en ellos, más bien la pervivencia del centralismo estatal administrativo disloca emergencias de los territorios. El desplome de la autocracia fujimorista a inicios del siglo XXI, no ha significado el fin de ciertas reglas políticas que lo sustentaban en la esfera pública. La continuación de algunas de estas reglas se presentan variadas como “democracias delegativas”, las que se fundamentan en la premisa básica de un presidencialismo acrecentado, “paternal” en el cuidado de la nación, y propietario de su función, lo que hace extensivo a su corte en las alturas del poder. La afirmación sustantiva del ascenso ciudadano es base del poder de la sociedad democrática. De ahí que las tendencias de mayores autonomías ciudadanas, hacia el poder organizado como una República Descentralista, pone en agenda las siguientes dimensiones del desarrollo de la sociedad: • La ruptura y superación de las jerarquías étnico-coloniales, afirmando los espacios sociales e institucionales de un país pluriétnico, con libertad de las personas solidarias y que construye su unidad en la diversidad de culturas y el aporte civilizatorio de los pueblos andinos amazónicos. • La multiplicación de las iniciativas de fuerza de trabajo, en la denominada informalidad, que no es otra cosa que la pequeña producción mercantil simple, sometida a la precariedad y expoliación, y que plantea incorporar innovaciones, créditos, asociatividad y rutas de acceso a mercados de valor agregado. • La individuación de sujetos de derechos individuales y sociales, superando la fragmentación y discriminación social, para multiplicar lazos de reciprocidad, de cooperación y de acción común en el desarrollo solidario, afianzando las habilitaciones de autonomías de las personas, las organizaciones y los espacios públicos. • La incorporación de la dimensión ética en la política y los asuntos públicos. • La afirmación de la familia como núcleo básico social, sustentada en la igualdad de género, las relaciones horizontales entre sus integrantes y la responsabilidad solidaria.
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• La organización de las actividades económicas bajo la forma empresarial de nuevo tipo, con responsabilidad social, en la cual se transforman insumos para elaborar productos, se organiza en base a procesos y resultados, y se establecen las responsabilidades en respeto democrático de sus integrantes. • El reconocimiento de las Comunidades Campesinas y Nativas, de los andes y la amazonía, como organizaciones comunales de gestión territorial, con autoridades de pueblos indígenas reconocidas como fuentes de poder. • El impulso a las organizaciones sociales y de auto emancipación, en redes sociales y públicas, que construyen la densidad más sustantiva de la sociedad civil democrática, en su trabajo creador y relación solidaria. El desarrollo democrático de la sociedad peruana y las rearticulaciones territoriales del nuevo siglo, marcan el fin de la actual institucionalidad estatal centralista, de la vieja república de privilegios y exclusiones, la que se ha constituido en una traba fundamental para el progreso de la nación. La organización territorial en torno a un centro macro cefálico, herencia colonial y prolongación de la república de privilegios, está en activísimo proceso de cambios hacia el posicionamiento regional-mundial de seis grandes espacios macro regionales, los que acentúan su contraposición a un Estado centralista. La reforma descentralista es una exigencia de las propias entrañas de lo nuevo que nace para que el país responda a los desafíos del siglo XXI, de un nuevo lugar en el mundo globalizado y competitivo. Esta proceso de reforma descentralista, más allá de cualquier limitación, reclama una redistribución democrática del poder en el territorio de la Nación. Supone, requiere y expresa una reforma del conjunto del Estado y de sus relaciones con el territorio y la sociedad, para ampliar la habilitación de las autonomías, efectivizándose que la descentralización es una vía de integración de la nación, opuesta a su fragmentación o secesión. Este contenido territorial autonómico, es lo que constituye la novedad básica del actual momento de la república. Las propias condiciones y exigencias del desarrollo nacional, obligan a entrelazar el cambio en el Estado, y la descentralización fiscal, política y administrativa, con el necesario desarrollo de los territorios que reinvierten excedentes, añaden valor agregado, edifican sistemas de innovación local-regional, endogenizando el desarrollo para conseguir un nuevo posicionamiento competitivo en la nación y con ella en el mundo global. De la manera como se relacionen ambos aspectos depende el destino de la república.