Folleto Atlas Amoris - TFG Mª Ángeles Moreu Pérez-Artacho

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Atlas Amo ris una experiencia inmersiva del Amor



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INTRODUCCIÓN

Esta guía ofrece un pequeño comentario de cada una de las obras que vas a conocer a través de Atlas Amoris. En este punto puedes escuchar la primera pista de la audioguía

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Sala 1 SALA CAREGGIANA 2-3


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LORENZO DE MEDICI fue educado desde su infancia para gobernar Florencia. Su abuelo Cosme, consciente de que su propio hijo Piero, “il gottoso”, carecía de la salud y el carácter necesarios para estar al frente de la república, centró su atención y sus cuidados en Lorenzo, el hijo mayor de Piero. El adolescente recibió la más completa formación humanista y aprendió las lenguas griega y latina que a mediados del siglo XV se habían convertido en la educación de rigor para los vástagos de la élite italiana. Incluso antes de que Piero falleciera en 1469, Lorenzo ya vivía como un príncipe, pues viajaba en misiones diplomáticas, coleccionaba obras de arte, criaba caballos y dirigía los debates filosóficos en la Academia Platónica de Cosme.


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PLATÓN Existe una unión estrecha e indisoluble entre el amor y la belleza, algo que no iba a ser diferente en Platón. Nuestro filósofo, a lo largo del Banquete, explica cuál es la doble naturaleza de Eros y Afrodita, ya que sus naturalezas opuestas no son otra cosa que la unión de los contrarios. Un concepto similar al de la dualidad philía-neìkos de Empédocles y que también encontramos en el pensamiento platónico. El ser humano corriente y vulgar, aquel que no trabaja su alma ni desea llegar a la sabiduría, ama el cuerpo, ama el deseo, y no presta atención a la belleza; por lo tanto, ese hombre solo conoce a la Afrodita y al Eros Pandemos. Sin embargo, aquel que verdaderamente ama, esto es, el que a través del Amor, en esa unión cuasi sagrada como amante y como amado, busca la virtud y la belleza, es guiado por la Afrodita Urania y el Eros celeste. Un amor ardiente que lleva casi al estado del éxtasis báquico, donde los amantes son presa de la locura amorosa . De esta manera, para Platón, el amor presenta ese vínculo que lo une con la belleza y que, posteriormente, le hará alcanzar la Sabiduría o la Inteligencia. Por esta razón, Eros es sobre todo un “filosofo”, un amante de la sabiduría. Lo que nos lleva a la siguiente relación del amor platónico, la del amor a la Luz, como Inteligencia o Intelecto.


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PLOTINO Plotino entiende la belleza como primer estadio hacia el “hombre interior”, hacia el alma –idea que recoge de Platón–. El amor en Plotino parte de la belleza del alma y genera una sensación de frenesí, de “esplendor”. El esplendor que Platón describía como la locura amorosa, el éxtasis que despierta en el alma el verdadero amor y que más tarde Ficino denominará “furor divino”. De esta manera el Amor/Eros/Cupido, que es hijo de Afrodita, tiene una naturaleza divina, y junto a la diosa, son responsables de la locura amorosa en su forma más noble. Según esto, el amor es un sentimiento que se origina en el alma “cuando desea abrazarse con alguna belleza”. Sin embargo, el amor puede presentar dos naturalezas, por ello debemos distinguir dos tipos: el primero, es guiado por el deseo carnal y es propio del hombre mundano –amor–, y el segundo, nace en los hombres castos familiarizados con la verdadera belleza –Amor–. El amor, por tanto, guía al alma hacia la belleza y la reconoce, siendo el lazo que une a los semejantes, a los que están emparentados y se recuerdan. Estos seres que se aman –dice Plotino– les basta con el amor de aquí abajo, y por tanto, con la belleza material. A pesar de ello, en ocasiones algunos consiguen partir del amor “de aquí y alcanzar la reminiscencia del allá –Amor–”. Es decir, esas almas trascienden, son capaces de ver o intuir la afinidad del alma con la belleza suprasensible.


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OVIDIO En sus Amores, comienza la obra con un diálogo con Cupido: “Grandes es, niño, tu soberanía, y poderosa en extremo […] ¿es acaso tuyo el mundo entero? […] Me abraso, y el amor es el rey de mi corazón […] Cíñete las rubias sienes con mirto”. En estos versos se aprecia cómo el poeta vincula su poesía siempre a Cupido y a Venus –el mirto es una alusión a la diosa, puesto que es su planta–. Así, el amor será el concepto fundamental de su obra , pues en su pensamiento sigue la línea de Hesíodo. De la misma forma que el poeta griego, Ovidio cree que el Amor puede con todo, que eleva el Alma (Metamorfosis) y que hay que cultivarlo y cuidarlo. Asimismo, el Amor verdadero en Ovidio es un amor que abrasa, que calienta el corazón y que está relacionado con el fuego y la Luz de la vida: “No es digna tu antorcha de acercarse a las voraces hogueras fúnebres”.


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GIOVANNI PICO DELLA MIRANDOLA En el pensamiento de Pico no podemos hablar de amor sin hablar de belleza, pues están las dos ideas totalmente entrelazadas. Para Pico della Mirandola el concepto de belleza está en íntima relación con la generación, con la creación. Es decir, la belleza tiene un estrecho vínculo con el arte y el hombre artista –capaz de crear–. Por ende, también está relacionado con el amor, pues el acto de la creación implica que necesariamente exista amor. Asimismo, el arte es proporcionado y plasma, por tanto, una belleza armónica. La belleza siempre implica a la armonía de las partes. De esta manera, “la belleza de la armonía del cosmos se recrea en el hombre. Dios en su amor a la belleza de su creación, creó el ser capaz de amar su obra”. De nuevo estamos ante la indisoluble y recíproca relación belleza-amor. Además, Pico della Mirandola indica que son vías que acortan el camino del hombre hacia lo divino, pues “la belleza perfecta de lo creado aspira a ser amada, así solo el hombre puede amar, en la belleza de lo creado, la belleza de Dios. La belleza de la creación culmina en el acto de ser amada. La belleza sin su amante no es perfecta. La belleza llama al amor”.


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LEON BATTISTA ALBERTI Durante toda su vida, a Leon Battista Alberti le gustó presumir. Escribió que, con los pies atados, podía saltar un hombre que estuviera de pie ante él, que “en la enorme catedral de Florencia podía alcanzar la bóveda con una moneda, lanzándola hacia arriba” o que se divertía “domando potros salvajes y escalando montañas”. Comportamientos un tanto adolescentes para un arquitecto, lingüista, criptógrafo y autor de docenas de tratados, obras teatrales y poemas: en Alberti, el genio siempre anduvo de la mano con su inveterada necesidad de llamar la atención.


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MIGUEL ÁNGEL Miguel Ángel Buonarroti, aclamado como “el hombre cuyo increíble arte rivalizó con la perfección de la naturaleza”, fue una persona irascible que se relacionó tempestuosamente tanto con los mecenas como con sus colegas y que se mostró siempre resentido por el hecho de tener que ganarsel a vida con el cincel. Como ya había pasado con Leonardo, Miguel Ángel superó a su único mentor, el genial pintor Domenico Ghirlandaio, quien vio con alivio que aquel discípulo suyo de quince años se marchara para unirse a la Academia Platónica de los Médicis. Aquel simposio permanente de humanistas que debaúan sobre la cultura clásica constituyó la única educación formal que recibió.


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SANDRO BOTTICELLI Alessandro Botticelli nació en 1445 en el seno de una familia de curtidores. El nifio empezó a aprender el oficio de orfebre, pero enseguida se indinó por la pintura y, aproximadamente en 1460, entró a trabajar en el taller de fra Filippo Lippi, un adamado artista entre cuyos clientes destacaba Cosme de Médicis. Botticelli fue un aprendiz aventajado y pronto empezó a copiar los traviesos angelotes rubios que pintaba el anciano maestro, reproduciendo con destreza sus tonos de piel traslúcidos. Adoptó la distintiva manera de Lippi para perfilar formas (una mano, una mandíbula o la curva de un labio) en negro, creando bordes tersamente definidos entre campos de colores uniformes y brillantes. Botticelli utilizó la pinc lada de pintura negra como si estuviera dibujando, muestra de su habilidad para delinear y técnica que refinó a lo largo de toda su vida. Al final de la década de 1470 obtuvo el título de maestro y abrió su propio taller en Florencia, donde pocos afios después empezó su duradera relación con los Médicis. Para ellos creó sus trabajos más famosos y otros que no lo son tanto, como una ensefia para que Giuliano de Médicis desfilara con ella por la plaza Santa Croce, antes del famoso torneo.


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LEONARDO DA VINCI Si bien la maestría pictórica de Leonardo y su habilidad para reproducir accidentes de la naturaleza como rocas, plantas y cursos de agua, además de figuras humanas en grácil movimiento, ya fue reconocida en su tiempo, se ganó esa fama gracias a un reducido número de obras: los trabajos terminados cuya autoría está fuera de toda duda no llegan a la docena, pero en esa docena destacan sus dos obras más aclamadas universalmente: La Última Cena (1495- 1498) y La Gioconda (1503-1519).


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MARSILIO FICINO Esta idea en el filósofo florentino debe de entenderse a través del concepto ya nombrado de “furor divino”. De este, se distinguen cuatro tipos que se manifiestan como: “cierta iluminación del alma racional por la que dios hace volver al alma de las regiones inferiores a las superiores, después de que hubiera descendido de las superiores a las inferiores”. Para Ficino, el amor es el más excelente de todos; puesto que, “los demás furores sin la inspiración del amor nunca se mantienen fieles ni son comparados con la misma cuestión a cuyo alrededor el ánimo se inflama de furor”. AGNOLO POLIZIANO Célebre poeta y humanista florentino coetáneo de Botticelli, “el poeta homérico”. Es el autor de las Stanze per la giostra, Giostra, o Stanze, un poema en el que elabora diversas descripciones de escenas mitológicas basadas fundamentalmente en los autores clásicos. En uno de los relatos del poema Giostra, se describe un relieve ficticio con el nacimiento de Venus, una escena similar a la que presenta Botticelli en su pintura. Poliziano tomó para este fragmento como punto de referencia los Himnos homéricos, muy recurrentes entre los pensadores de la villa Careggi, la Eneida de Virgilio y las obras de Ovidio, entre otras.


Sala 2 AMORIS FRATERNUS

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19 El detalle de este fresco se sitúa en Ferrara, en le Palazzo de Schifanoia en la Sala dei Mesi, allí el mes de abril es uno de los fragmentos mejor conservados y que se consideran obra de Francesco del Cossa con total seguridad, situados todos ellos en el muro oriental. A partir de dibujos de Tura, Francesco del Cossa dividió el muro en distintos espacios, destinado cada uno de ellos para cada mes. A su vez cada espacio se divide en tres franjas: una inferior donde se desarrolla la vida cortesana y cotidiana –en el caso del mes de abril se aprecia una loggia donde varias figuras representativas de Ferrara negocian y se reúnen–; una segunda franja intermedia con significado astrológico dedicado a los Este – la familia que los encargó–; y un tercer friso donde se ve el esplendor del reino de Venus y donde se encuentra nuestra imagen a analizar, las tres Gracias.

La forma de representar a las tres jóvenes es una composición un tanto particular que, si seguimos a Warburg, constataremos el origen de esta representación situado “en el espíritu de la Antigüedad” y que se seguirá utilizando en este Renacimiento clásico y, muy especialmente, en el círculo mediceo. En este sentido, se aprecia que del Cossa utiliza un tipo iconográfico más propio de la cultura griega; muy anterior al estilo iconográfico que describe Séneca, que recogerá también el propio Alberti y que será el que utilice Sandro Botticelli en las Gracias de La Primavera. En

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Sala 3 AMORIS VITALIS 5


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24 Este icónico cuadro del pintor florentino Sandro Botticelli ha sido a lo largo de la historia del Arte una de las obras más comentadas y estudiadas por los especialistas. Surgiendo de diversas fuentes clásicas y contemporáneas Botticelli representó el reino de Venus en todo su esplendor. Según Ovidio este periodo se sitúa en abril-mayo. Abril es el mes de la diosa Venus donde las flores y las plantas comienzan a brotar y a embellecer la naturaleza con todos sus colores y formas; y en Mayo reina Flora, una deidad que previamente era la ninfa Cloris y que en ocasiones también se la identifica con Maya. Maya fue madre de Hermes/Mercurio, figura que también aparece en el lado izquierdo del cuadro y que mantiene una estrecha relación con la diosa Venus. Asimismo, encontramos a Céfiro uno de los cuatro vientos, viento del Oeste, “el despejador”, sus dominios son “el Occidente y las costas que se calientan al sol poniente”. El cuadro cuenta el mito de la ninfa Cloris, la cual vivía en una pradera primaveral. Un día pasó por allí Céfiro y al verla se enamoró perdidamente de ella. El viento del Oeste enamorado la raptó para que fuera su esposa y desde entonces se les representa unidos y entrelazados, siendo ambos alegoría de ese buen tiempo y de esa naturaleza germinadora y exuberante que trae la primavera y que se ve representada en la figura de Flora. Desde que Céfiro la tomó por esposa Cloris/Flora vive en eterna primavera, donde hace que


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nazcan las flores y germine la vida, llenándolo todo de colores y exuberancia. Es, además, símbolo de la fertilidad, pues según el mito ayudó a Juno a quedar embarazada de Marte. Esta divinidad menor también está relacionada estrechamente con las Horas, aquellas que en cuanto se fue Flora, acudieron a ella para recoger sus regalos de primavera; también con las Cárites/Gracias, que le tejieron coronas y guirnaldas para coronar a las divinidades celestiales, y por supuesto con Venus, puesto que Flora está presenta durante el mes de abril, mes de Afrodita/Venus, siendo por tanto digna de acompañarla por su belleza y para engalanar con sus flores y colores. En suma, cabe destacar la fuerte vinculación que existe entre la figura de Flora y Florencia (Florentia, Fiorenza o Firenze), pues parten de la misma raíz haciendo alusión a la exuberancia, en todos los ámbitos, que poseía la ciudad italiana.


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Sala 4 AMORIS HERMETICUM 6


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Esta obra reúne todos los elementos de la teoría platónica que fueron difundiéndose en una tradición propia del Círculo de la Academia florentina. En este círculo la diosa Minerva empezó a tomar una nueva iconografía, una suerte de Palas pacífica, figura en la que se fusionaban las diosas Minerva y Venus. Precisamente, en esta obra, Botticelli recoge todos los elementos como símbolo propiamente de los Medici, pues puede ser una alusión al propicio gobierno de Lorenzo y “a su gobierno de la nueva Atenas”. Si apreciamos con detalle la imagen encontraremos en sus recovecos símbolos y


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alegorías que alimentan sobremanera el significado de la obra. Un ejemplo de ello lo encontramos en la vestimenta de la diosa. El vestido de Palas está adornado con los tres anillos centrados alrededor de un diamante, emblema que representa la victoria de Lorenzo sobre los Pazzi, un arduo enfrentamiento entre las dos nobles familias que determinó el rumbo de Florencia. Palas es símbolo de la guerra no violenta, por tanto, una suerte de guerra inteligente, que más que dañar pretende educar y curar, de ahí la forma en que agarra por el cabello al centauro, el cual presenta una expresión de disculpa más que feroz o violenta. En esta línea de interpretación también podremos decir que el centauro representa la fuerza bruta, las pasiones o los vicios, es decir, la parte del ser humano que no se dirige por la inteligencia y la conciencia, sino que se deja llevar por los diferentes apetitos. En suma, las figuras de Botticelli no representan una lucha, sino una metamorfosis que puede aplicarse a una ciudad –Florencia–, al alma –de cada individuo– o a la naturaleza misma.


Sala 5 AMORIS URANUS 7-8


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La Venus que representa Botticelli en la obra es la diosa que acaba de nacer y surgir de los genitales de Urano y que es transportada por la espuma del mar hacia las costas de Chipre. En esta imagen la reciben los Céfiros, que la van moviendo, y las Horas –en este caso representada en una sola figura– que le ofrecen sus guirnaldas y telas para cubrir su figura desnuda:

A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allí se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera, Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas. Esta será la venus Urania de la que Platón nos habla en su Banquete “más antigua y sin madre, hija de Uranos a la que por esto llamamos también Urania”. Así, también Marsilio Ficino nos presenta a la Venus del


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Nacimiento como la más cercana a Urano, siendo esta connotación de la deidad una representación más alegórica e incluso astrológica, que se aleja bastante del tópico de la diosa del Amor carnal y sensual:

Lejos de ser la diosa del Placer, su Venus se presenta como un Planeta moralizado que representa una virtud cuya compleja definición se nos ofrece, a la manera medieval, en forma de comentario sobre su anatomía. Venus representa la Humanitas que, a su vez, abarca el Amor y la Caridad, la Dignidad y la Magnanimidad, la Liberalidad y la Magnificencia, la Gentileza y la Modestia, el Encanto y el Esplendor. E. Panofsky considera que al tratarse de una diosa que presenta un origen más antiguo y divino la obra de Botticelli debería denominarse: El advenimiento de la Venus celestial. Así pues, nuestra Venus del Nacimiento engendrará al Amor divinus, el cual refuerza la posibilidad de contemplar la belleza divina.


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