TEXTO: J.R. Alonso de la Torre
FOTOS: Jesús Gutiérrez
Cada vez que Amelio Retortillo golpea la chapa con su martillo, y lo hace 2.000 veces con cada pieza, se cumple un rito ancestral: el esfuerzo del cencerrero por conseguir su obra. Los cencerros de Amelio no son una obra maestra y él no es un revolucionario, pero es su obra y su afán, y en la cadencia diaria de cada obra y de cada afán se va creando Extremadura de sol a sol. Amelio hace la revolución en Montehermoso y la bailarina Elena Lucas la realiza en Casar de Cáceres buscando nuevos pasos, intentando rasgar el aire de una manera nueva con su danza. La revolución es así, una cosa de gente sencilla, anónima, que se preocupa de hacer bien su trabajo, sea el que sea.
Amelia Coloma es bodeguera en Alvarado. Su padre fue pionero en la búsqueda de nuevas variedades de uva que sacaran Extremadura de lo monovarietal, del sota, caballo y rey de la pardina y el tempranillo. Esta bodeguera consigue tintos como el Coloma Merlot y el Coloma Garnacha que las guías puntúan muy alto y los importadores buscan con determinación. Amelia es una revolucionaria anónima del vino en una región rica en bodegas y proyectos como el de Paco Moreno, que regresó a su tierra tras perfeccionar riojas y albariños para crear un tinto estrella en Almendralejo, o como el de Antonio Garzón, el último bodeguero llegado al club. Antonio es representante de farmacia, pero también saca su tinto nuevo en su nueva bodega de Riolobos.
En Cáceres hay una tienda especializada en trajes de novio. Escoger los cortes, arriesgar con los modelos, probar, aconsejar… Actos revolucionarios sencillos que realiza con dedicación Jesús Lucas. La misma que pone en cada corte de pelo Sandra Beites, peluquera de Piornal, que estudia, ayuda en el bar de la familia y da mechas y lo hace todo con esmero. La vida es una revolución permanente y los cambios duraderos son los que se consiguen a base de pequeños detalles. Los que mima el investigador Jorge Ruiz en el laboratorio de Veterinaria de la UEX buscando nuevas posibilidades en la alimentación, los que retrata José A. González Carrillo en Olivenza para confeccionar sus libros de fotografía, los que inspiran al pianista Guillermo Iriarte para componer en Cáceres sus conciertos, que se escuchan luego en toda Europa. Anonimato creador de Ana Hernández del Amo en su estudio de pintora tras formarse en las escuelas de bellas artes de Sevilla y Barcelona y en la Academia de España de Roma. Anonimato empresarial de Jorge Gruart confeccionando revolucionarios tapones de corcho en Mérida. Anonimato de José Vicente Granado, que fue cura, que ha dejado de serlo, que era teólogo y lo sigue siendo, que preside uno de los
Elena Lucas. Bailarina
Jesús Lucas. Sastre
José Antonio González Carrillo. Creativo
ayuntamientos más pequeñitos de Extremadura, Pescueza, con el objetivo primero de que el pueblo no se quede vacío. Angelines Gómez es payasa y tiene una familia de payasas. Pocos actos tan revolucionarios como ser payasa en Miajadas, como recorrer con sus hijas los pueblos de Extremadura desde hace tantos años llevando la risa inteligente a las escuelas, a las plazas. Esmeralda Blanco es abogada, es solidaria, es cooperante, trabaja en el restaurante de su familia de Badajoz y en cada labor pone la vida. Y el alma, como hace Pedro García, director de la banda de música de Llerena, inventando continuamente procedimientos para que los músicos jóvenes no se cansen y se enrollen con marchas y pasodobles.
Ana Hernández del Amo. Pintora
Extremadura está llena de revolucionarios de la cotidianeidad a los que nadie conoce fuera de su entorno. Procuran ir más allá de lo consabido, de la inercia… En su labor callada anida un germen de cambio, una simiente de evolución que parece no valorarse si no se conoce. Pero es que los pueblos evolucionan calladamente, sin necesidad de megafonías. Aunque no te publicites, existes… Existe Pablo Ramiro, ingeniero forestal e impulsor con un grupo de socios de un huerto ecológico que nutre por Internet a sus clientes. Existe Laura Baquero, joven arquitecta de Navalmoral, recién regresada a su tierra después de formarse por el mundo y adalid entusiasta de la arquitectura con conciencia, con sentido. Existe Víktor Vehemencia, productor musical de grupos de rock, de conciertos grandes y pequeños, de zarzuelas y de libro-discos.
Angelines Gómez. Payasa
Concha de Miguel investigando sobre el vino en Badajoz. Abelardo Martín trascendiendo la mera labor de constructor con iniciativas deportivas y culturales en Cáceres. Diego Vigeriego elaborando uno de los aceites más ricos y sorprendentes de Extremadura, jugo de arbequinas envasado en botellas llegadas de Trento… O Luis Clemente, deportista, profesor, ciclista, periodista deportivo… Y Diego González, poeta, novelista, periodista, productor de televisión… Extremadura rebosa de gentes anónimas que hacen funcionar la región. No son los iluminados ni los vips ni los rostros populares quienes salvan los países. Hay jóvenes que quieren irse a vivir a Madrid para vivir cerca de los famosos. Ilusos de la fama: solo en el silencio se fraguan las verdades, la autenticidad, el progreso. Silencio del arquitecto Joaquín BohórDiego Vigeriego. Empresario del sector del aceite
quez editando su revista de arquitectura, Habitex, un ejemplo de rigor y aportación. Silencio de Marisol Borrella, anónima en Casar de Cáceres, ermitaña, cuidando a la Virgen del Prado y sirviendo gastronomía regional de verdad en el campo de la ermita. Silencio de Julián López, tantos años en el Horno San Fernando de Cáceres, revolucionando la pastelería extremeña. Higinio es guarda forestal en Helechosa de los Montes. Luis García es profesor universitario y ha creado un negocio hostelero que es referencia en la parte antigua de Cáceres. Fernando Masa es médico y sus avances e investigaciones han convertido la Unidad del Sueño del Hospital San Pedro de Alcántara en referencia nacional. Sara Míguez compone y enseña música. Milagros es guía turístico en Cáceres. Juanfran, director y locutor de la radio municipal de Ribera del Fresno. Javier vende coches en un concesionario. José Marcelo Muriel es ingeniero y dirige una empresa puntera de automoción. Tino es sacerdote. Juan Carlos Rincón, teniente coronel. Felipe Salgado, pescadero… Todos ellos son extremeños anónimos, revolucionarios de las cosas bien hechas, tipos normales, gente corriente. Gracias a ellos, Extremadura es una marca, un proyecto en común, un ejemplo de convivencia
Julián López. Pastelero
sin presunciones ni alharacas. Hombres y mujeres con sentido común. Al norte y al sur de la región, una revolución silenciosa va procurando que las cosas se hagan bien, sin más, sin pretensiones deslumbrantes. Casos sencillos los de estos 40 revolucionarios anónimos, desde Francisco Javier Camisón, al norte, que anima uno de los envites culturales más interesantes y escondidos de la región, Proyecto M, en Zarza de Granadilla, hasta Manuel González Sousa, muy al sur, cartero de Cheles y editor con su mujer de una revista fronteriza, Raya-Raia Viva en Valencia de Mombuey
Milagros. Guía turístico