Imagen de Extremadura: Especial Guadaluoe

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HISTORIA, ARTE Y LEYENDAS DE GUADALUPE LOS ZURBARANES DEL MONASTERIO UN RELATO DE JESÚS SÁNCHEZ ADALID RUTAS POR LAS VILLUERCAS #6 SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2007

Especial Guadalupe 2007. Año Jubilar

ESPECIAL GUADALUPE 2007 AÑO JUBILAR


Este “especial” dedicado a Guadalupe 2007. Año Jubilar es gratuito y únicamente se distribuirá junto al número 6 de Imagen de Extremadura.

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IMAGEN DE EXTREMADURA Nº6, SEP-OCT. ESPECIAL GUADALUPE 2007 EDITA: SOCIEDAD DE GESTIÓN DE LA IMAGEN DE EXTREMADURA, S.A.U

DISEÑO: REINADECORAZONES IMPRENTA: INDUGRAFIC ISSN: 1886-3949 DEPÓSITO LEGAL: BA-105-06

sumario

revista gratuita

Guadalupe 2007. Un proyecto de todos y para todos Teresiano Rodríguez

Las Villuercas. Invitación al viaje Ada Salas

Leyendas, Historia y Arte en Guadalupe El Museo de libros Miniados Javier Alacaíns

Los Zurbaranes de Guadalupe Jesús Miguel Palomero Páramo

Aquellos peregrinos del siglo XVI...

Algunas pistas sobre Guadalupe

Jesús Sánchez Adalid

Noticias Año Jubilar Guadalupense 2007

Colaboradores


Texto: Teresiano Rodríguez Fotografías: Pedro Uranga y Toni Gudiel


Guadalupe 2007 un proyecto de todos y para todos



TERESIANO RODRÍGUEZ NÚÑEZ Comisario de “Guadalupe 2007. Año Jubilar”

El pasado 24 de marzo, cerca de 14.000 extremeños se daban cita en Guadalupe. Se inauguraba ese día el “Año Jubilar”, concedido al cumplirse este año el centenario de la proclamación de la Virgen de Guadalupe como Patrona de Extremadura por el Papa San Pío X: el documento pontificio está fechado el 20 de marzo de 1907. Pero si bien es en dicha fecha cuando el patronazgo de Guadalupe se oficializa, en realidad el sentimiento del pueblo extremeño ya estaba proclamado por la vía de los hechos. Un año antes, en octubre de 1906, una multitud calculada por los periódicos de la época en unos 10.000 peregrinos, se dio cita en Guadalupe. Lo que hizo el Papa Pío X al año siguiente no fue sino una ratificación de lo que ya el pueblo sentía y había proclamado con aquella peregrinación masiva y con la lámpara votiva que ofrendó a la Virgen de Guadalupe con una inscripción bien clara: “Extremadura, a su Patrona”.


El movimiento masivo de extremeños en 1906 fue como un grito milagroso,

el ‘levántate

que Extremadura necesitaba

y anda’

Hay una evidente significación religiosa tanto en la gran peregrinación extremeña de octubre de 1906 como en la proclamación canónica del patronazgo guadalupano de marzo de 1907. Pero aquellos hechos tuvieron también un claro sentido de afirmación extremeñista y así se vio ya desde entonces. Guadalupe era en aquellos comienzos de siglo puro abandono. Las sucesivas desamortizaciones y el obligado abandono del Monasterio por la Comunidad de frailes jerónimos en 1935, destinándose el monumento a usos impropios y totalmente ajenos a aquellos para los que fue construido, le dejaron al cabo de 70 años en estado ruinoso. Un grupo de extremeños ya había tomado conciencia de la situación. Y el movimiento masivo de extremeños en 1906 fue como un grito milagroso, el “levántate y anda” que Extremadura necesitaba. Los extremeños se pusieron en marcha y allí comenzó la recuperación de Guadalupe y de todo lo que Guadalupe representa en la historia de Extremadura. Por eso muchos han querido ver en estos hechos el primer acto popular de afirmación extremeñista en la historia de la región.




Lo que siguió casi vino rodado. En 1908, el Monasterio y la Basílica fueron entregados a la Orden Franciscana, que en noviembre de ese año se asentaba en Guadalupe. Allí mismo comenzó la inmensa tarea de reconstrucción y recuperación, que con distinto ritmo según las épocas no ha cesado. Y cuando a partir de 1983 Extremadura se constituyó en Comunidad Autónoma y dispuso de un Gobierno regional, el 8 de septiembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe, pasó a ser Día de Extremadura, se impulsaron importantes obras de restauración y en Guadalupe se han celebrado muchos e importantes actos de carácter institucional. En suma, Guadalupe ha recuperado el carácter emblemático que tuvo para Extremadura como centro de historia, de arte y de cultura. A la vista de estas circunstancias, se comprende que la Junta de Extremadura quisiera unirse a la celebración del Centenario, impulsando cuantas acciones de carácter científico, cultural, artístico o simplemente festivo, sirvan para dar a conocer y promocionar Guadalupe y con ella Extremadura. Es lo que se ha agrupado en el proyecto “Guadalupe 2007. Año Jubilar”. A un amplio programa de promoción exterior se unen conciertos, representaciones teatrales, exposiciones, congresos, edición de libros, jornadas gastronómicas, restauración de obras de arte, recuperación de caminos históricos de peregrinación… Nada que tenga interés especial para Guadalupe y para Extremadura está fuera de este proyecto, que aspira a ser de todos y para todos: porque se busca la participación de toda la sociedad extremeña y que, en la medida de lo posible, las acciones a desarrollar lleguen a todos, sin distinciones ni exclusiones.

Guadalupe ha recuperado el carácter emblemático que tuvo para Extremadura como centro de historia, de arte

y de cultura



Las

Villuercas invitación al viaje

La comarca cuya visita proponemos ha permanecido más ajena que otras a ese progreso dañino que en tantos lugares ha dado al traste con la fisonomía autóctona del paisaje. Villuercas-Ibores-La Jara ha sido durante siglos un lugar retirado, transitado únicamente para acceder a su referente emblemático: el Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, que desde su fundación ha sido destino de peregrinación de toda la cristiandad hispánica.

Texto: Ada Salas Fotografías: Pedro Uranga y Francisco J. Pineda


Las Villuercas se sitúan al sureste de la provincia de Cáceres y se caracterizan por un paisaje único marcado por la sierra que le da nombre: una serie de hileras paralelas de montes, rematados por las formaciones longitudinales de rocas cuarcíticas, y valles profundos por los que corren ríos y gargantas. Los roquedos de las cimas dibujan lo que los cacereños identifican como “dinosaurios dormidos”, y que no es otra cosa que un ejemplo señero del “relieve apalachense”, de gran interés geológico. Entre peñas y valles vive un tesoro botánico y faunístico: buitres leonados y águilas perdiceras, junto a especies más raras, como la cigüeña negra o el lince, comparten el entorno con corzos, ciervos y jabalíes, por los que Villuercas es bien conocida por los cazadores. Castaño, rebollo, quejigo y grandes zonas de matorral en el monte, y bosques de galería en la profundidad de los valles. Y ganado, claro está: es un placer ver de cerca un tipo de vida que a casi todos resulta tan lejano: cabras y ovejas que triscan y pacen en el monte y en las suaves dehesas en las que se disuelve la comarca hacia sus pueblos últimos.

Castaño, rebollo, quejigo y grandes zonas de matorral en el monte, y bosques de galería en la profundidad

de los valles

Una gran riqueza micológica y una coloración bellísima en otoño, y una variedad explosiva de flores en primavera en estos parajes extremeños, duros en verano, pero de una suavidad y generosidad que no imagina el extraño en las estaciones citadas. Los pueblos son pequeños, y en muchos no será fácil encontrar un bar. En muy pocos hallamos arquitectura vernácula, aunque en algunos es posible encontrarla buscándola como se debe: perdiéndose a pie por las calles hasta las afueras del pueblo, siempre rodeadas de estupendas riberas. En ese sentido, quizá Roturas sea el pueblo más interesante. Pero en todos merece la pena detenerse, acercarse a las iglesias (todas tienen un encanto), aunque en Las Villuercas se hace palmario aquello de que el medio vale tanto como los fines: en cualquier tramo de las carreteras o pistas que unen los pueblos vamos a encontrar razones para detenernos a disfrutar del paisaje. Las posibles rutas dependen, claro está, del tiempo de que se disponga. Lo ideal es pasar al menos una semana alternando la visita a Guadalupe y a otros enclaves con paseos y largas caminatas. Ofrecemos dos opciones diferentes para dos fines de semana.



Guadalupe La primera se centra en La Puebla y en el monasterio de Guadalupe, que exigen, al menos, un día completo, así que podríamos alojarnos en el pueblo (existen un parador y una hostería del monasterio, regida por los propios frailes franciscanos, además de otras posibilidades). El monasterio es impresionante como conjunto arquitectónico, pero también son apasionantes su historia y las maravillas de otras artes que encierra, como los cuadros de Zurbarán de la sacristía, o los museos de códices y bordados, a los que se accede desde el claustro mudéjar. Una vez realizada la visita, que ha de hacerse con guía, conviene dar la vuelta por el exterior a todo el recinto, entrar en el parador y pasear por las calles de La Puebla, muchas de las cuales conservan casa con soportales y balcones de madera volados. En Guadalupe se pueden comer las carnes y los dulces de la zona y, si se desea, comprar algún cacharro de la artesanía local por excelencia: la del cobre. Si el tiempo es cálido será un placer tomar algo en el pequeño patio que está en el interior de la hospedería, junto a la recepción: es un vergel cuidado exclusivamente por uno de los frailes.


A partir de este mes, y durante más de un año, se abre una época de especial interés para quienes se dirijan a Guadalupe por motivos religiosos: La Iglesia ha concedido la “indulgencia plenarísima” a todos aquellos que peregrinen hasta allí. La visita a Guadalupe puede completarse con la subida al pico Villuercas (1.600 metros) por una pista de hormigón en buen estado a la que se accede por la rotonda que conduce también a la capilla del Humilladero (imprescindible). En el ascenso podremos detenernos para ver el nevero del siglo XVIII, antes de disfrutar de las vistas desde la cima. Si queremos descansar de las fuertes impresiones del monasterio, podemos acercarnos hasta Alía (cuenta con una iglesia mudéjar) y La Calera: el trayecto ofrece un paisaje distinto, adehesado; o acercarnos a Navatrasierra por el desvío que se coge desde la EX-118. Esta carretera que atraviesa el valle del Guadarranque, nos lleva a un paraje especialmente tranquilo y plagado de ciervos: la barrea en Navatrasierra es un espectáculo más de Las Villuercas. Si nos despedimos de Guadalupe por la carretera que atraviesa Los Ibores, estaría bien terminar el viaje con una parada en las ruinas romanas de Talavera la Vieja: nada más pasar Bohonal de Ibor, a nuestra derecha, sobre en embalse de Valdecañas.


Las Villuercas La segunda ruta, al obviar Guadalupe, será muy diferente: se trata de una ruta humilde, pero muy hermosa. La iniciaríamos desde la autovía A-5, porque es muy importante el sentido en que se realiza la entrada en la comarca: cómo se van presentando las vistas. A la altura del túnel de Miravete (justo antes si venimos desde Badajoz, y justo a la salida si lo hacemos desde Madrid) cogeremos el desvío a Deleitosa, donde, además de deleitarnos con el tejado de su iglesia, lleno de nidos de cigüeñas, podemos llenar el zurrón con los magníficos embutidos de cerdo y quesos de la zona. Una vez pasado Retamosa, se nos presentarán las jorobas de camello que dibujan las dos grandes peñas de Cabañas del Castillo (hay que conducir despacio, porque la carretera es muy estrecha, y además es fácil distraerse: hay mucho que ver). Cabañas es un pueblo minúsculo situado en la base de dos grandes peñascos, uno de los cuales está coronado por las ruinas de un castillo de origen árabe. Como por todas las Villuercas, en Cabañas hay que moverse con discreción: será vano, por ejemplo, intentar meter el coche en el pueblo.


Las vistas desde la plaza en la que se desemboca a la llegada son impresionantes. Subir hasta la plaza de arriba, donde está el rollo, o acercarse hasta la iglesia son propuestas sencillas y deliciosas, pero una vez en Cabañas merece la pena subir al castillo (a pie, por supuesto: absténganse los que padezcan vértigo). Lo más fácil es hacerlo bordeando la peña por nuestra derecha (preguntar en el pueblo), desde la iglesia, pasando por el portillo que da paso al otro valle. Contemplación y silencio (son los dominios del buitre): pocas veces habrán visto tanta belleza. Podemos alojarnos en La Jara (hay otros dos establecimientos de turismo rural en el pueblo), una casa con sabor, donde seremos muy bien atendidos.


Nuestro siguiente destino es Berzocana, adonde llegaremos pasando por Solana de Cabañas, por una carretera que atraviesa un alcornocal como habréis visto pocos. Entre otros lugares, es posible alojarse en la Finca La Sierra, que, además de ofrecer una estupenda perspectiva sobre el pueblo, se halla en un lugar estratégico para hacer rutas a pie y acercarse hasta algunos de los paneles de pinturas rupestres de la zona, o en El Rincón de los Cerezos, una finca en la que el sello de turismo rural cobra todo su sentido. El pueblo y sus alrededores dan mucho de sí: restos celtas, visigodos y romanos (preguntar en el Ayuntamiento), una iglesia y una ermita de gran interés. Es un buen plan reservar mesa para comer en el restaurante Algo Así del siguiente pueblo que vamos a visitar (Cañamero), regentado por unos suizos asentados en la zona: buena comida, abundante y singular. No es fácil dar con él (no impacientarse: en Las Villuercas, esto es ley). Cañamero ha crecido mal y, por desgracia, su monte ha sido muy castigado por los incendios, pero a pesar de todo es hermoso el valle en el que se encuentra, y además de ver la curiosa torre de seis caras de su iglesia, con suerte podremos degustar alguno de sus famosos vinos de pitarra. La ruta retrocede ahora hasta dar con el cruce (una rotonda) que permite coger la carretera que lleva a Navazuelas y a Roturas de Cabañas (ya dijimos que este pueblo merece un paseo). Desde Roturas cerramos nuestro trayecto volviendo hacia Retamosa por unos parajes llenos de quejigos, y nos despedimos de Las Villuercas por la misma carretera por la que entramos. Si cargamos provisiones al entrar, podemos regresar ahora a casa con carne de cerdo fresca de gran calidad.




Una vez realizada la visita, la impresión será de conjunto: un aire limpísimo, una naturaleza pura, un paisaje que oscila entre lo duro y lo acogedor. Un estar fuera del mundo. Eso sí: aviso para caminantes y nunca mejor dicho: es un lugar para venir sin prisas, para dejar el coche cuanto antes y caminar todo lo posible o darle vida a la bicicleta; hay muchas pistas y caminos, y muchos son transitables. El turismo posible por la comarca es un turismo de campo, para mochila y día por delante, con la conciencia de que los árboles y los pájaros son los señores del entorno. Las sorpresas no faltarán: gargantas, puentes, antiguas construcciones de pizarra abandonadas: chozos de pastor o porquerizas corridas de elaborada arquitectura y, si subimos hacia el monte, cuevas y abrigos en los que hay más de un panel de pinturas rupestres catalogado. Aún quedan paraísos. Disfrutad de Las Villuercas. Y cuidadlas.


leyendas, histo FotografĂ­as: Pedro Uranga


Comienza la leyenda... Algunos códices antiguos remontan el origen de la imagen de la Virgen de Guadalupe al siglo I del cristianismo, atribuyendo su autoría a San Lucas (aunque la imagen que hoy se venera es una talla románica, en cedro, del siglo XII). Cuenta la leyenda que muerto el evangelista en Acaya (Asia Menor), fue enterrada con él esta imagen, que siguió la suerte de sus restos cuando fue trasladado, a mediados del siglo IV, a Constantinopla. Desde esta ciudad fue llevada a Roma por el cardenal Gregorio, que había residido en Constantinopla como legado del Papa Pelagio II (582). En el año 590 fue elegido Papa Gregorio, con el nombre de Gregorio Magno. Devoto de esta imagen, la expuso en su oratorio. La misma leyenda cuenta lo siguiente: el Papa Gregorio sacó la imagen en procesión para atraer el favor de la Virgen María sobre Roma, afectada por una epidemia. Entre el clamor del pueblo, y tras la procesión, cesó la peste, mientras aparecía un ángel sobre un castillo, al que desde entonces se llamó Castillo de Sant’Angelo. Gregorio Magno envió luego la imagen a San Leandro, arzobispo de Sevilla, por medio de su hermano Isidoro, como muestra de amistad. En Sevilla fue entronizada en la iglesia principal, en la que fue venerada hasta el comienzo de la invasión árabe, el año 711. Hacia 714, unos clérigos que huían de Sevilla llevaron consigo la imagen y algunas reliquias de santos, que escondieron en las márgenes del río Guadalupe, cerca de la falda sur de los montes de Altamira, no muy lejos de las Villuercas.

ria y arte en Guadalupe


Guadalupe, que significaría, según esa tradición, río escondido Un pastor llamado Gil Cordero Un pastor, vecino de Cáceres, advirtió, al contar el rebaño a la hora de su encierro, que le faltaba una vaca. Lo buscó por bosques y robledales hasta topar con un río de pocas aguas, bastante escondido. Después de tres jornadas, encontró la vaca muerta, pero intacta. Quiso aprovechar la piel y, al hacer en el pecho del animal la señal de la cruz con incisiones de cuchillo, se levantó el animal con vida. Entonces, apareció la Virgen ante el pastor y le habló. Un poco más allá, la vaca pacía bajo un árbol, mostrando las cicatrices de la herida. Siguiendo el mandato de la aparición, el pastor marchó a Cáceres para avisar al clero. Pero cuando llegó a su casa, encontró a su mujer llorando: uno de sus hijos acababa de morir. Un prodigio, difundido por la ciudad, fue suficiente para persuadir a todos de la verdad de la aparición de la Virgen: el pastor se había encomendado a ella y su hijo había resucitado. Así, acompañando al vaquero por sendas abruptas, peregrinaron muchos cacereños al lugar de la aparición, donde excavaron la roca y encontraron la imagen de María junto a algunos objetos y documentos que probaban su origen. Construyeron allí mismo una pequeña ermita para la efigie. Según la misma leyenda, María recibió un nuevo nombre: Guadalupe, que significaría, según esa tradición, “río escondido”. El primero que puso nombre al pastor fue fray Diego de Écija en el siglo XVI, llamándole Don Gil de Santa María. En el siglo XVIII, el códice 12 del archivo del Monasterio de Gudalupe, escrito hacia 1710, lo presenta con el nombre de Gil Cordero, como se le conoce en la actualidad.



el Padre Fray Francisco de Coria asegura que Guadalupe significa, interior o río de leche El origen del nombre

En cuanto al origen real del nombre “Guadalupe”, Castaño Fernández, autor del riguroso Los nombres de Extremadura. Estudios de toponimia extremeña, apunta lo siguiente: generalmente, se suele interpretar ese topónimo como un compuesto de un término árabe, Gauda (es decir, “río”) y de otro latino, Lupe (derivado de lupus): es decir, “Río del lobo”. Esta teoría entraña la dificultad de explicar por qué se ha mantenido la “p” intervocálica y no se ha sonorizado, como sucede en el apelativo “lobo”. “Quizás sea más probable que nos encontremos ante un resto del nombre propio Lope o Lubb, como señala Elías Terés, quien dice que ‘en el terreno de la teoría, las mismas o parecidas posibilidades tiene el elemento final -lupe para adscribirlo a un original nombre propio de persona muy usado en la España musulmana y profusamente ilustrado en las fuentes árabes’; incluso aventura quién sería este Lubb, un compañero del famoso rebelde Ibn Marwan (…) llamado Alín Ibn Lubb.” Hay más teorías -continúa Castaño Fernández-, como la de Grace de Jesús Álvarez, quien afirma que el segundo elemento de Guadalupe procede de otra palabra árabe: lub, “tierra con piedra negra desmoronada, pizarrosa”, y no tiene nada que ver con la idea de los lobos que iban a este río a abrevar. En su Historia de Extremadura, el Padre Fray Francisco de Coria asegura que Guadalupe no significa, “como algunos piensan río del lobo”, sino “interior o río de leche, como si dijéramos río secreto y abundante de pastos y de ganados, componiéndose de las dos palabras arávigas Gudalub o Guadaluben”. Por su parte, Galmés de Fuentes propone una explicación distinta en Toponimia: mito e historia: “Al grupo lingüístico mediterráneo occidental pertenece también la raíz con valor hidronímico lup, luba, lupia, que ha dado lugar a una serie de nombres de río que se han asociado etimológicamente con el animal lobo”.




Alfonso XI, en su primera visita a Guadalupe,

contempló la pequeña ermita que se había levantado en estado ruinoso El rey que amaba Guadalupe

Alfonso XI, en su primera visita a Guadalupe, hacia 1335, contempló la pequeña ermita que se había levantado en tiempos de Gil Cordero en estado ruinoso. El rey se lo comunicó a Benedicto XII, y éste, residente entonces en Aviñón (Francia), expidió una bula para lograr la restauración de la ermita, nombrando al cardenal de curia y corte don Pedro Gómez Barroso rector de la misma, encomendándole su reforma. El rey expidió dos reales provisiones: una en 1337, ordenando señalar términos territoriales al santuario; otra en 1347, confirmando dichos términos. Estas dos reales provisiones son tenidas como la carta-puebla o de fundación de la localidad de Guadalupe. Tras la victoria del Salado, volvió Alfonso XI a la ermita en diciembre de 1340. Entonces mandó ensanchar y ennoblecer el templo con edificios adyacentes, solicitó y obtuvo la creación de un priorato secular y lo declaró de su real patronato. El priorato secular, dotado con el señorío civil del prior sobre la Puebla, que se había formado junto al santuario, estuvo regido por cuatro priores entre los años 1341 y 1389. Terminó el priorato secular en 1389, con la entrega del santuario a la Orden de San Jerónimo. Más de cuatro siglos mantuvieron los monjes jerónimos el monasterio, con el señorío temporal y el régimen pastoral de La Puebla. La desamortización de 1835 marcó el fin de la Orden Jerónima en Guadalupe. A partir de entonces, el santuario quedó convertido en parroquia secular de la archidiócesis de Toledo, servida por sacerdotes diocesanos, hasta 1908. En este período el santuario fue declarado Monumento Nacional (en 1879), y la Virgen de Guadalupe fue declarada Patrona de Extremadura (en 1907). En 1908, la Orden Franciscana recibió el encargo de restaurar las edificaciones, instituciones y obras de arte del monasterio.



Todos estos espacios ofrecen una gran variedad de formas arquitectónicas: mudéjares, góticas, renacentistas y barrocas, con huellas del románico y otros movimientos

Un monumento total Forman el conjunto arquitectónico del Real Monasterio: -El templo gótico (siglos XIV-XV). -Las capillas (del siglo XV: Santa Ana, nave de Santa Paula, Santa Catalina, San Gregorio), el relicario (del siglo XVI) y el camarín (del XVII, como también el panteón o capilla de los Siete Altares). -La sacristía (siglo XVII). -Los claustros (mudéjar uno, del siglo XV, gótico otro, del XVI, y un tercero, más pequeño, también mudéjar, del siglo XV). -El pabellón de la Librería, del XV (sala capitular alta y sala del Capítulo en la parte baja, restaurada en 1998). -El templo de la Santísima Trinidad (siglo XVIII), convertido actualmente en auditorio. -Tres museos (bordados, cantorales miniados y pinturas y esculturas antiguas) y otras muchas estancias. Todos estos espacios ofrecen una gran variedad de formas arquitectónicas: mudéjares, góticas, renacentistas y barrocas, con huellas del románico y otros movimientos. Entre 1990 y 2000 se construyó un nuevo pabellón de habitaciones en el Monasterio, firmado por Rafael Moneo, y con una amplia plaza para peregrinos en el antiguo corralón de las Minas, junto a la torre de las Campanas. En total, son veintidós mil metros cuadrados los que ocupa todo el edificio, que en 1993 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


hay otras muchas ‘joyas’ que merece la pena destacar en Guadalupe Algunas “joyas” del Monasterio En este número especial de Imagen de Extremadura dedicamos sendos artículos a la colección de libros miniados del Monasterio y a sus zurbaranes, pero hay otras muchas “joyas” que merece la pena destacar: -La antigua Sala Capitular, ligada al Claustro de la Mayordomía, del siglo XV, es una de las más hermosas del recinto, con pinturas gótico-mudéjares en sus bóvedas y muros. -El famoso, y tantas veces fotografiado y reproducido como “postal” de Guadalupe, Claustro Mudéjar, del siglo XIV, tiene dos plantas de forma irregular, con arcos desiguales típicamente almohades. En el centro del jardín se alza el hermoso templete, de planta cuadrada, típico del gótico-mudéjar de este monasterio, erigido en 1405. -El museo de bordados se encuentra en el antiguo refectorio monacal. Al servicio del culto religioso hubo en la Puebla durante los siglos XV al XIX un taller de bordaduría, en el que monjes y seglares confeccionaban ornamentos sagrados y otras piezas destinadas a las funciones litúrgicas. -El museo de esculturas y pinturas ocupa la antigua ropería del convento. De entre todas sus piezas, amén de una tabla extraordinaria de Goya: “Confesión en la cárcel”, cabe destacar tres lienzos del Greco y una tabla atribuida a Juan de Flandes. -Los tres lienzos de Juan Carreño de Miranda en la Antesacristía, estancia gótica que se halla dentro de la parte baja de la torre de Santa Ana. -El Relicario es una capilla en ochavo, rematada en cúpula. Fue construida en la última década del XVI, según los planos del Maestro Nicolás Vergara y decorada con pinturas barrocas durante los dos siglos siguientes. Guarda los mejores objetos artísticos del llamado “tesoro de la Virgen”. -El Camarín ocupa una magnífica torre. En su planta principal está el recinto del mismo camarín, capilla barroca diseñada por el arquitecto madrileño Matías Román, ejecutada por el maestro Francisco Rodríguez y terminada en 1696. Lucca Giordano pintó por encargo del rey Carlos II los nueve lienzos que decoran la estancia con motivos marianos.




m el museo de

Texto: Javier Alcaíns Fotografías: Vicente Novillo

libros

iniados de Guadalupe

El Monasterio de Santa María de Guadalupe ofrece muchos “tesoros” y muchas sorpresas. Una riqueza diferente y única. Como la que alberga su fabuloso museo de libros miniados.



El museo alberga una magnífica colección de cantorales La luz es tenue dentro del museo; así debe ser, porque así conviene a la conservación de los libros. Sin embargo, pueden apreciarse los detalles de las iniciales y los márgenes, tan cargados de fantasía que podríamos pasear la mirada largo tiempo por sólo uno de ellos. Es magnífica esta colección de cantorales; lo es por su número -más de un centenar-, por sus pinturas, bellísimas algunas; por la disposición de sus páginas, por su unidad y por su impresionante tamaño -un metro de altura cada uno, es decir, la piel entera de un animal para cada folio-. Todos fueron realizados en el monasterio, entre los siglos XV y XVIII. Su gigantesca medida viene dada por el hecho de que son libros de coro, y todos los componentes del mismo debían alcanzar a leer las notas trazadas sobre el pentagrama. Únicamente dos Pasionarios y el Diurnal, también llamado Libro de Horas del Prior, tienen una medida más reducida que el resto. La caligrafía, atendiendo al tamaño que tienen las letras, debió de realizarse con una caña, cortada la punta a bisel y practicada una incisión en el centro para el flujo de la tinta (se conservan, por cierto, recetas para hacer tinta en un códice realizado también en el monasterio). En la decoración marginal encontramos el humor fantasioso de los artistas, desde los grillos romanos a los diminutos monstruos estetocéfalos, desde las flores y animales que los monjes podían ver en la campiña cercana hasta los animales míticos: centauros, onocentauros, tritones, hombres saliendo de una concha y niños naciendo de una flor. Y también ángeles con el escudo de Santa María o jarrones con los lirios que la representan. E hilanderas, escenas de caza, leñadores que cortan una flor gigantesca, camellos, leones, niños cabalgando aves fabulosas, soles y lunas y estrellas y pavos reales. En algunos cantorales se pueden ver escenas de lidia, representada cada vez una suerte distinta; dentro de una inicial el artista ha pintado unas coles, las mismas que seguramente plantaban en el huerto y luego pasaban al refectorio. Todo ello enredado en la decoración vegetal que abarca los lados de la página, medio oculto entre hojas y tallos, jugando un divertido escondite con el espectador, que debe descubrirlo.


El Monasterio de Santa María de Guadalupe y el de San Lorenzo del Escorial no sólo competían sino que también compartían su arte En otros cantorales, la decoración marginal pasa de los elementos vivos referidos a la geometría mudéjar. Entonces, los márgenes cambian, parecen realizados con hilos rojos y morados, con hilos de oro. ¿Cuántas mañanas hicieron falta y cuántas tardes de primavera, de otoño, de sol o de lluvia, para realizar todo esto? Ya no importa el número, que se ha perdido en el tiempo; sólo la relación entre nuestra mirada y las páginas, entre nuestra actualidad y lo que desde el tiempo nos ofrecen las páginas. En ellas, el mayor atractivo está en las iniciales historiadas: capitulares de trazos vegetales en su mayoría -aunque también se ven imitaciones de columnas y otros artificios-, en cuyo interior se desarrolla una escena pintada. Un poco más toscas en un principio, las pinturas alcanzan su mejor momento en el siglo XVI, época en la que trabajan en el monasterio el maestro del Kirial, fray Alonso de Cáceres, fray Pedro de Zamora, fray Diego de Valencia y otros. Felipe II demostró la fama del monasterio de Santa María cuando quiso que todo en el de San Lorenzo fuera superior. Pero siempre hubo relación entre ambos monasterios; fruto de esa relación, quedan en Guadalupe dos cantorales con miniaturas de fray Julián de la Fuente el Saz, monje escurialense, iluminador habilísimo, seguidor de la manera de Giulio Clovio. Usando todos los colores, oro molido aplicado a pincel y lámina de oro de bulto, los artistas pintaron centenares de escenas de gran tamaño: desde la aparición de la Virgen a Gil Cordero cuando encontró la vaca hasta el arca de Noé; desde la representación de la Virgen en majestad -vestida de sol y calzada de luna, origen de la iconografía mexicana- hasta el Rey David con el arpa; la Adoración de los Magos ante un portal de piedra, en una pintura muy bella, con lejanos montes azules; el momento de la lanzada de Longinos en el costado de Cristo; San Sebastián atravesado por veintitrés flechas, atado a una columna corintia; el nacimiento de la Virgen María en una cama con dosel gótico; la Última Cena, con Judas escondiendo a la espalda -para que la veamos- la bolsa con las treinta monedas; etcétera y etcétera.




Los

Zurbaranes de Guadalupe Texto:Jesús Palomero Páramo Fotografías: Vicente Novillo y Pedro Uranga

La Sacristía de Guadalupe sigue siendo hoy día el mejor escaparate de la creatividad artística surgida en España durante el reinado barroco de Felipe IV. Es cierto que en los años centrales del siglo XVII se edificaron en diversos lugares de la península otros escenarios arquitectónicos de mayor complejidad, incluso más fastuosos y alegóricos, pero han desaparecido o se encuentran desmantelados por el inclemente viento de la historia. En cambio la Sacristía extremeña permanece arrogante e inalterable, desafiando al tiempo y deleitando los sentidos con el placer de la obra bien hecha.


Una de las claves de su éxito es el ciclo monástico que decora sus muros pintado por Francisco de Zurbarán. La conservación “in situ” de estos lienzos hay que agradecérsela al aislamiento de Guadalupe, enclavado en un profundo valle de los abruptos Montes de Toledo, y a la suerte favorable que siempre acompañó a los cuadros durante las agresiones políticas que sufrió el patrimonio pictórico español durante el siglo XIX. Así pues, la aspereza de los caminos limitando el acceso al monasterio a los marchantes extranjeros de arte, el exclusivo interés de las tropas napoleónicas por las alhajas de plata del Santuario y la oposición rotunda del Ayuntamiento de La Puebla a que los cuadros fueran descolgados en 1845 para ser trasladados al Liceo de Cáceres han jugado en este caso a favor de la cultura, impidiendo su dispersión. El resultado es que los zurbaranes de Guadalupe se han convertido en un “corpus” privilegiado de la pintura barroca española -al ser la única serie de la Contrarreforma que ha logrado salvarse de la desmembración- y en testigo insobornable de la ideología programática que persiguieron las Órdenes religiosas con estos encargos.


Cuando en 1638 el prior jerónimo fray Diego de Montalvo entra en contacto con Zurbarán para confiarle esta empresa, el pintor acaba de cumplir cuarenta años y atraviesa por la madurez de su arte. Su currículo es admirable. Ha realizado ya en Sevilla, con gran aplauso, tres ciclos monásticos para los dominicos, mercedarios y franciscanos; y está trabajando en una soberbia serie para los cartujos de Jerez de la Frontera. Felipe IV le había convocado a la Corte para encomendarle la pintura de “Los trabajos de Hércules” en el Salón de Reinos del Buen Retiro y nombrarle Pintor de Su Majestad. Se ha introducido en el floreciente negocio del arte ultramarino, enviando varias remesas de cuadros para su venta en los mercados del Nuevo Mundo, y el Concejo hispalense en sesión capitular le considera “un artista consumado” y le otorga el título de Hombre Insigne. Sin embargo, tiene una espina clavada: no ha sido todavía profeta en su tierra extremeña. Los jerónimos de Guadalupe le brindan, pues, la oportunidad de consagrarse entre sus paisanos.


La cronología y los trabajos escalonados asumidos por el artista en la Sacristía fueron ocho grandes lienzos, que pinta entre 1638 y 1639, para mostrar a los novicios el “arte de perfección de la vida jerónima” y exaltar nostálgicamente ante los visitantes ilustres del siglo XVII la pasada grandeza del monasterio. Se trata de ocho milagros protagonizados por la comunidad medieval de Guadalupe cuando el santuario extremeño era el principal activo espiritual de la reconquista y ostentaba las denominaciones de templo y casa real, panteón de la monarquía y pila bautismal de los primeros indígenas americanos. Favores que en la Edad Moderna le había usurpado El Escorial. A continuación, hizo entrega de un segundo lote, integrado por trece cuadros de distinto tamaño, para decorar el retablo y los muros laterales de la aneja capilla de San Jerónimo, que avisan a la comunidad sobre la vana ambición del mundo. En todos ellos administró los ingredientes pictóricos que le habían hecho famoso: solidez formal, rigor en las composiciones y una paleta tenebrista que aclarará cuando la ocasión lo exija. Así lo hizo al representar a los Padres Cabañuelas, Illescas y Salmerón en la Sacristía, y la Flagelación de San Jerónimo en la capilla contigua del Santo, para dar la impresión de que estaban iluminados por las ventanas que rasgan los muros fronteros.

La sacristía de Guadalupe es el mejor emblema del barroco en Extremadura




Los jerónimos no repararon en gastos a la hora de pagar a Zurbarán y a los restantes especialistas que intervinieron en la Sacristía, a juzgar por los casi cinco millones de maravedís que la Mayordomía del monasterio devengó en salarios y materiales. Este importante drenaje financiero exige varias lecturas. Los economistas actuales que analizan los mercados de valores dirían que fue una “inversión emocional” dominada por el lujo. El pueblo llano de entonces acudió al refranero y se limitó a comentar “antes que conde o duque, fraile de Guadalupe”. Mientras que la comunidad del Santuario dejó bien claro que se embarcó en estas obras para honrar a Dios Padre Omnipotente, a la Virgen y a San Jerónimo, según reza la triunfal dedicatoria que esmalta la entrada al recinto.

Zurbarán quiso ser profeta en su tierra aceptando el encargo del

Monasterio de Guadalupe

Otras inscripciones que timbran las paredes detallan que la Sacristía se inauguró en 1647 y que su aspecto es el de “una sala digna de los cielos”. El tronío de esta comparación revela bien a las claras la altanería de quien ya entonces reconoce estar en presencia de un arte singular. Y en el futuro equiparar la Sacristía con la bienaventuranza de la patria celestial será un referente común para los historiadores del Santuario, como lo acredita Fray Juan de Malagón, que la consideraba “la primera del mundo” en su género. Y añadía: “entrar en ella infunde una alegría en los sentidos y alma, que parece que se mira una imagen de la gloria”. Una imagen que, tres siglos y medio después, sigue provocando la admiración de quienes la visitan, no dudando en saludarla como el mejor emblema barroco de Extremadura.



Texto: Jesús Sánchez Adalid Fotografías: Pedro Uranga y Toni Gudiel

peregrinos Aquellos

No bien había descansado el señor Conde de Oropesa después de su regreso al palacio, cuando manifestó su deseo de ir a Guadalupe para presentar acción de gracias a la Virgen María por haberle guardado en tantas batallas y difíciles trances como había pasado. Finalizaba ya el mes de agosto y se acercaba el día de la fiesta de la Natividad de la Virgen, fecha en la que solían los peregrinos llegarse hasta el Santuario. La condesa Doña Beatriz dio las órdenes oportunas a la servidumbre para que se iniciaran los preparativos de la peregrinación.

del siglo XVI...


Este año no quedará en el palacio sino la gente imprescindible -anunció-. de manera que dispóngase todo el mundo a hacer la caminata, que tenemos mucho por lo que dar gracias a Dios. Era dos de septiembre y salíamos de Oropesa la nutrida comitiva que acompañaba a los Condes por el camino del sur. Delante iban los aldeanos, siervos, mozos de cuadra, criados, hortelanos y pastores; seguían los pendones y estandartes de la casa, llevados por los caballeros principales con sus esposas e hijos si los habían y las damas del séquito; a continuación, caminaban los lacayos del palacio, los mayordomos, camareros y camareras, el maestresala y los pajes; detrás los señores Condes con sus hijos y parientes más próximos y, cerrando el cortejo, un buen número de frailes, clérigos seculares, sacristanes, acólitos y monaguillos que portaban insignias litúrgicas, cruces, ciriales, exvotos y banderolas. A todo este personal seguían carreteros y muleros con carromatos y bestias cargados hasta los topes de colchones, toldos, ollas, sartenes y cacharrería de todo tipo, así como de las viandas necesarias para abastecer a los peregrinos a lo largo del camino y una vez llegados a Guadalupe. Iniciose la romería con mucho brío, entonándose cantos y dando vítores a la Virgen, y parecía todo el personal muy dispuesto a cubrir las doce leguas a pie. Pero hacía mucho calor y los ancianos hubieron de retirarse una vez hecha la primera jornada, conformándose con peregrinar a lomos de jumento

Iniciose la romería con mucho brío, entonándose cantos y dando vítores a la Virgen


Como una visión de encantamiento, como descendido de los cielos para posarse en la loma que lo sostenía Nos detuvimos a pasar la noche a orillas del Tajo, en unas vegas que estaban muy secas a estas alturas del estío. Los criados que tenían costumbre en estos menesteres, pues anualmente se hacía la romería, extendieron rápidamente los toldos y se improvisó un bonito campamento cerca de la orilla. Vimos allí caer la tarde y el sol irse a perder muy rojo por detrás de los montes. Repartieron chacinas, guiso de cordero, panes y vino para todo el mundo, y se hizo mucha fiesta, una vez que los clérigos hubieran entonado las letanías y cumplido con los rezos oportunos. La peregrinación prosiguió su camino por agrestes parajes, atravesando bosques, subiendo y bajando montes. A la altura de una aldea llamada Navatrasierra cruzamos las sierras de Altamira y luego fuimos adentrándonos en la espesura de castaños, madroños, quejigos y encinas carrascas por el sendero que conducía a las Villuercas. Más tarde, el enriscado camino serpenteaba descendiendo por las húmedas laderas e iba al encuentro de la humilde puebla de Guadalupe, sobre la cual se alzaba majestuoso, soberbio, el inmenso Monasterio, como una visión de encantamiento, como descendido de los cielos para posarse en la loma que lo sostenía, resplandeciendo al sol de la mañana por sus yeserías claras de pulcros estucos, torres geométricas, chapiteles alicatados, ventanas y chimeneas de sillarejos aplantillados, con detalles polícromos y esmaltes que lanzaban destellos verdeazulados. El tañido alegre de la campana, persistente, neto, llegaba desde la distancia e iba dejando que su eco se ahogara en las montañas.


Los vaqueros en esta época no subían los ganados a las dehesas y los animales buscaban el alimento diseminados por las proximidades, en las abruptas pendientes sembradas de matas espinosas y arbustos montaraces. Se veían multitud de caminantes transitando por las veredas, hortelanos laborando en las huertas y leñeros componiendo haces de ramajes secos. Los clérigos iniciaron sus cánticos y los peregrinos parecieron cobrar vida al divisar la meta. La larga fila recobró bríos y, entre plegarias y vítores, avanzó a paso firme por el sendero pedregoso y en pendiente. Llegamos a la Plaza de la Puebla, donde bullía un hervidero de gentes de diversa condición: prelados, nobles, monjes, criados, aldeanos y ermitaños llegados de los alrededores. Ya se habían adelantado los lacayos de los Condes para anunciar la llegada de sus señores a las autoridades, así que salió a recibirlos el prior del Monasterio con el regidor y algunos nobles. Hubo cordiales saludos, parabienes e intercambio de regalos en la explanada que se extendía delante mismo de las gradas. Las campanas repicaban y el gentío acudía bullicioso, llamado por la curiosidad de contemplar la comitiva de nobles caballeros y damas.

La larga fila recobró bríos y, entre plegarias y vítores, avanzó a paso firme por el sendero pedregoso y en pendiente


¡Arrodillaos, hermanos.

Se va a desvelar el rostro de Santa María! Fuimos entrando por orden en la penumbra del templo. Un fraile nos iba rociando con agua bendita y otro nos decía: -¡Humildad, señores, que esta es la casa de Dios! ¡Postraos ante el atrio sagrado, dad muestras de conversión y humillaos ante el Altísimo! Avanzamos por mitad de la nave hasta el altar principal. Al fondo del presbiterio permanecían corridos unos suntuosos cortinajes. Alguien me explicó al oído: -Detrás de esas cortinas se guarda la imagen de Nuestra Señora. El fraile que hablaba en voz alta subió al púlpito y gritó: -¡Arrodillaos, hermanos. Se va a desvelar el rostro de Santa María! Nos pusimos todos de rodillas. La escolanía del Monasterio inició en ese momento el canto del gradual y después el aleluya. Los Condes oraban postrados con gran reverencia en unos reclinatorios, fijos los ojos en el retablo que seguía velado. Se descorrieron los cortinajes y aparecieron detrás otras cortinas; intensamente azules éstas y con plateadas estrellas bordadas. El humo del incienso ascendía hacia las bóvedas y la luz entraba por ventanales y rosetones creando la atmósfera sacra. Reinaba un gran silencio cargado de reverencia. Los acólitos acudieron presurosos y encendieron las velas. El retablo brillaba.


En este momento, dio comienzo el canto del Alma Redemptoris Mater entonado por el coro de monjes. La cortina azul se alzó recogiéndose sobre sí misma y apareció el trono sobre el que resplandecía la imagen de la Virgen de Guadalupe vestida de brocados, oro y platería. Los sahumerios se intensificaron y ocultaron por un momento la visión, que no tardó en aparecer de nuevo como resurgida de una nube de inciensos, saludada por un clamor de exclamaciones de admiración y suspiros fervorosos. Proseguía el canto, sereno y grave:

Son días grandes

...natura miránte, tuum sanctum Genitóren, virgo prius ac postérius, Gabrielis ab ore sumens illud Are, peccatóreum Miserere En la penumbra del templo, a pesar de las muchas lámparas y velas encendidas, parecía la imagen salida de la nada, brotada de entre los humos, los resplandores del oro, la platería, las cintas, guirnaldas, flores, telas y bordados. Estaba la Virgen rodeada de exvotos de todo género: cabezas, pies, manos y cuerpos de cera; bastones y muletas, vendas, mortajas, cabellos cortados y una infinidad de grilletes, cadenas y anillas traídas por cautivos liberados del suplicio de sus prisiones en tierras de moros, tras invocar el auxilio de Santa María de Guadalupe.


estos en Guadalupe Una vez entonadas las letanías y hechas las oraciones, la imagen volvió a ser ocultada y los Condes con todo su séquito salieron de nuevo al atrio. Las gentes vitoreaban y aplaudían desde la plaza donde se extendía un colorido mercado en el que se vendía de todo; frutas, embutidos, dulces, especias y vino. En la misma puerta del monasterio, doña Beatriz repartió alimentos y ropa a los mendigos que nos rodeaban por doquier. Y después de esta piadosa acción, mandó que sacaran de sus equipajes una abultada bolsa de cuero de la que extrajo puñados de monedas que repartió entre el séquito. Me correspondieron dos reales de plata que mi generosa tía me entregó con cariñosas palabras: -Toma, para que hagas fiesta, querido sobrino mío; que son días grandes estos en Guadalupe. Fui con mis compañeros a gastar mis dineros y sentíame feliz por verme tan bien tratado y regalado con tantas mercedes.


Noticias Año Jubilar EL AÑO JUBILAR INCORPORA EL LOGOTIPO DE MARCA EXTREMADURA La organización de la celebración del Año Jubilar incorpora a su imagen corporativa el logotipo de Marca Extremadura con el mensaje “Extremadura, Guadalupe 2007. Año Jubilar”. Con esta actuación se pretende identificar claramente que Guadalupe se encuentra en esta Comunidad Autónoma, al mismo tiempo que aunar esfuerzos de cara a la promoción e imagen de este territorio. El logotipo de Marca Extremadura está diseñado a partir de la base gráfica de dos de los elementos que concitan un mayor nivel de identificación con Extremadura: la cigüeña (ave característica de la región) y los colores de la bandera extremeña (verde, blanco y negro).

CAMPAÑA DE PROMOCIÓN EN VALLAS Y CARTELERÍA El programa dedicado al Año Jubilar de Guadalupe está llevando a cabo varias acciones de promoción, entre ellas una campaña de publicidad en 414 vallas instaladas por toda la región extremeña y también en Madrid, Andalucía y CastillaLeón, así como en las carreteras que marcan las antiguas rutas de peregrinación a Guadalupe, incluida Lisboa. También se han realizado trípticos sobre Guadalupe y Extremadura para los viajeros de la compañía aérea Air Nostrum y se han enviado carteles con diferentes motivos del Monasterio en todos los Hogares y Casas de Extremadura, para que quienes no viven en la región se conviertan en embajadores de esta celebración. Por otra parte, para la promoción interna, se han repartidos pequeñas pancartas con la imagen del templete del claustro múdejar del Monasterio y el logotipo de “Guadalupe 2007” por todos los ayuntamientos de Extremadura.


LAS ACTUACIONES MUSICALES INICIAN LA CELEBRACIÓN Un concierto lírico de las sopranos Montserrat Caballé y Montserrat Martí y el tenor Albert Montserrat, celebrado el pasado 7 de julio en el Teatro Romano de Mérida, supuso la presentación del proyecto “Guadalupe 2007”, que conmemora el centenario de la proclamación de la Virgen de Guadalupe como patrona de Extremadura. A éste le siguieron el concierto de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, el 12 de agosto en Cáceres, y la actuación de la popular bailaora mejicana Lucero de Tena, el 6 de septiembre en la Plaza de Guadalupe. También durante el verano se han venido celebrando en Guadalupe “Los sábados musicales”, con música clásica y moderna. Las próximas actuaciones previstas son el macroconcierto “Badajoz, todo Flamenco”, que unirá el 15 de septiembre en Badajoz a varias de las primeras figuras del cante y baile flamenco: Antonio Canales y su grupo de baile, Niña Pastori, la Compañía Flamenca de Manuel Liñán y la extremeña Esther Merino. Y el gran concierto “Tutto Tenores”, con las magníficas voces de tres tenores de primera fila, Antonio Adame, Ángel Cárdenas y Rafael Lledó, y un grupo de mariachis, que tendrá lugar el 12 de octubre en Guadalupe.

JORNADAS GASTRONÓMICAS Y ENCUENTRO DE ESCRITORES La celebración del Año Jubilar también acoge la organización de jornadas, congresos y reuniones de carácter científico. Los días 24 y 25 de septiembre tienen lugar en Guadalupe las jornadas gastronómicas “De la cocina monacal a la cocina de fusión”, donde se darán cita algunos de los restauradores más importantes de España y periodistas especializados. También en Guadalupe se organizarán las jornadas “Encuentro en Guadalupe”, a celebrar el 19 y 20 de octubre, en las que reflexionarán y leerán sus textos algunos de los más importantes poetas de la actualidad. Este proyecto está dirigido por el director de la Real Academia de Extremadura y poeta, José Miguel Santiago Castelo y el editor y escritor Julián Rodríguez. Y los próximos días 8, 9 y 10 de noviembre el Palacio de Congresos de Badajoz acoge el congreso “Guadalupe y la Orden Jerónima”, en el que se presentará la nueva edición del Libro de los Oficios de Guadalupe, manuscrito de finales del siglo XV que está siendo restaurado. La dirección científica corre a cargo de Enrique Llopis Agelán, uno de los grandes estudiosos de la economía de Guadalupe.


Noticias Año Jubilar NUEVAS PUBLICACIONES ACERCA DE GUADALUPE Varias publicaciones sobre Guadalupe verán la luz este año. Entre ellas, Encuentro en Guadalupe, que reunirá textos de veinte poetas y escritores extremeños y las diferentes miradas de tres fotógrafos también extremeños. Está en proceso de edición también la obra Destino Guadalupe, en la que se recogerá documentación sobre los caminos de peregrinación, así como de viajeros ilustres, junto con una guía práctica que ofrece datos sobre alojamientos, lugares destacados, servicios y curiosidades. Igualmente se publicarán los trabajos realizados sobre dos materias que, a pesar de haber tenido gran importancia en el pasado del Monasterio, aún no han sido suficientemente estudiadas: la Farmacia y la Música.

UNA EXPOSICIÓN SOBRE EL MONASTERIO RECORRE LA GEOGRAFÍA EXTREMEÑA Numerosas localidades de Extremadura han acogido ya la exposición de fotografía Guadalupe: la llamada de la luz, inaugurada el pasado 27 de julio en Coria y Villafranca de forma simultánea, donde ha iniciado un recorrido paralelo por las provincias de Cáceres y Badajoz. La exposición, comisariada por Matilde Muro, está compuesta por un total de 88 fotografías que muestran el estado del Monasterio a comienzos del siglo XX, casi una ruina como consecuencia de las desamortizaciones y el obligado abandono de la Orden Jerónima, así como los trabajos de recuperación hasta hoy; aspectos inéditos de la Virgen, los personajes históricos que la visitaron, tradiciones populares, la presencia siempre constante de peregrinos, etc. Una vez recorra las principales localidades extremeñas está previsto que la muestra permanezca en Guadalupe de manera permanente.

www.guadalupe2007.com


OBRAS DE RESTAURACIÓN Y SEÑALIZACIÓN DE LOS CAMINOS DE PEREGRINACIÓN Con motivo de la celebración de “Guadalupe 2007. Año Jubilar” se ha promovido la restauración de monumentos y obras de arte, especialmente de aquellos que por su importancia gozan de alguna especial protección. Las dos principales intervenciones previstas son la Ermita del Humilladero de Guadalupe, obra mudéjar del siglo XV, y la restauración del órgano barroco que se encuentra en el Auditorio de Guadalupe. Por otra parte, también se está trabajando en la recuperación y señalización de los caminos tradicionales de peregrinación a Guadalupe. Además, se ha dotado a Guadalupe de una señalética especial, con la colocación de monolitos de considerable tamaño situados en cada una de las entradas a la población, en los que figura el logotipo y citas alusivas al lugar de Cervantes, Góngora y Unamuno.

LAS EMPRESAS, COMPROMETIDAS CON LA CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO Diversas firmas se han sumando ya al proyecto como entidades patrocinadores, entre ellas están el Grupo Mahou-San Miguel, el Grupo Santander Central Hispano, Caja Extremadura, Caja Duero y Procter&Gamble. La primera empresa en firmar el convenio de colaboración fue el Grupo Mahou-San Miguel, que realizará una contribución económica de tres millones de euros. Esta empresa, que ya patrocinó el Año Xacobeo y el de El Quijote, se convierte así en el primer gran patrocinador del programa extremeño. Actualmente, otras entidades interesadas están en trámite de formalizar su colaboración.


Algunas pistas sobre

Guadalupe Esta guía podría ser, por supuesto, más amplia, dada la variedad y amplitud de todo lo que ofrece Guadalupe al viajero. Éste encontrará ya sobre el terreno otros muchos establecimientos donde complementar a la perfección esta breve “panorámica”, que quiere ahora adelantar tan sólo algunas pistas para conocer mejor la Puebla.

Fotografías: Toni Gudiel


Gastronomía Pero, antes, lo mejor es dar algunas claves sobre la gastronomía de la zona, ligada siempre a dos conceptos básicos: sencillez y excelencia. Sustentada esta última en la calidad de sus materias primas y ligada a la denominada cocina conventual, que en Extremadura tiene tres ejes: Alcántara, Yuste y la propia Guadalupe. No en vano, uno de los “best seller” de la cocina conventual española son los recetarios del conocido Fray Juan de Guadalupe. Tampoco hay que olvidar, claro, importantes elementos que se suman a esa cocina conventual: La influencia de las labores tradicionales del mundo agrícola, que tanto han aportado a esa misma cocina: el pastoreo de cabras y ovejas, la trashumancia, las largas jornadas al aire libre y la necesidad de productos que no fueran demasiado efímeros, como embutidos o quesos. Las piezas obtenidas gracias a la caza. Perdices, conejos, jabalíes… La reproducción del cerdo ibérico en dehesas. Y las materias primas llegadas de América, principalmente el pimiento (también en su versión “seca” y ahumada: el pimentón), la patata y el tomate, presentes en la gastronomía más típica de Guadalupe: calderetas de cordero, morcillas patateras, gazpachos, sopas de tomate y otros guisos. Hay que tener en cuenta, además, que buena parte de la cocina tradicional extremeña, y también de Guadalupe, por supuesto, se basa en el aprovechamiento de productos ya “cocinados” o “tratados” previamente, como las migas o el bacalao (desalado; tan habitual en la cocina monacal). También sus famosos postres inciden en la combinación de elementos ligados al mundo conventual tanto como a los frutos del entorno natural de Las Villuercas: miel, almendras, manteca de cerdo, naranjas y limones de huerto, huevos de campo, aguardientes caseros… Perrunillas, magdalenas, roscas de muédago son buenos ejemplos de esa repostería. Y son estas últimas uno de los dulces estrella de Guadalupe, que reúne precisamente algunos de los productos naturales más selectos de la zona.



Rincón Hotel Posada del

Plaza de Santa María de Guadalupe, 11. www.posadadelrincon.com Un establecimiento con encanto en pleno corazón de la Puebla. No sólo es hotel, sino que cuenta con tres comedores distintos y dos terrazas, una de ellas instalada frente al mismísimo Monasterio.

Mesón

Extremeño Plaza de Santa María de Guadalupe, 3 Un clásico de la cocina tradicional con, aseguran sus propietarios, dos siglos de vida. Famoso por su morcilla y bacalao, además de las calderetas, cuchifritos, guisos de venado…


Parador de Turismo Calle Marqués de la Romana, 12 www.parador.es

Dos antiguos edificios: el hospital de San Juan Bautista, del siglo XV, y el colegio de Infantes, del XVI, forman este parador, uno de los más hermosos de la cadena, declarado monumento histórico-artístico. Claustros, jardines bien cuidados, una estupenda piscina y una cocina por encima de la media de los paradores extremeños… Recomendable.

panadería

Pascual Plaza de Santa María de Guadalupe, 1 Un “must” para quien se acerque a Guadalupe. Pan de calidad y buenos “dulces típicos”, especialmente las famosas y conventuales roscas de muédago.



Atrium cafetería Calle Alfonso Onceno, 6 Un espacio acogedor para todas las horas del día. Desayunos y meriendas, pero también lugar para la charla y la copa.

Hospedería del Real Monasterio

www.monasteriodeguadalupe.com Para los que quieran “inmersión total” en el ambiente del Monasterio. Instalada en el antiguo recinto del claustro gótico, del siglo XVI, ha sufrido diversas restauraciones. Un alojamiento singular a buen precio. Su restaurante, abierto al público en general, tiene fervientes partidarios.




La Puebla artesanía Calle Nueva, 6 www.guadalup.com

La artesanía de la cerámica, el cobre y el latón son los más destacables protagonistas de este establecimiento situado en las inmediaciones del Parador de Turismo.

Casa Amalia Calle Alfonso Onceno, 16 El “bar de copas” de Guadalupe. Mestizaje de ambientes en un espacio agradable.

Carnicería

Nino

Plaza de Santa María de Guadalupe, 23 Aunque ya no ejerza como carnicería, mantiene su sonoro nombre. Excelentes morcillas tradicionales, entre muchas otras delicias.


colaboradores de este nĂşmero


Javier Alcaíns (Valverde del Fresno, Cáceres, 1963) es poeta y narrador. Además, el prestigioso editor M. Moleiro, especializado en libros de arte y ediciones de bibliofilia, ha publicado sus “versiones”, iluminadas y caligrafiadas, del Beato de Liébana, el Cantar de Cantares y el Libro de Daniel.

Jesús Palomero Páramo

es catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y uno de los mejores conocedores de las obras de arte contenidas en el Real Monasterio de Guadalupe. Es autor de libros como, entre muchos otros, Los Zurbaranes de Guadalupe (1990) y La Sacristía de Guadalupe (1998).

Teresiano Rodríguez nació en Robledillo de Gata (Cáceres). Fue director del periódico regional Hoy desde 1982 hasta su jubilación, en septiembre de 2002. La Junta de Extremadura le concedió en 2002 la Medalla de Extremadura. En la actualidad es comisario del Año Jubilar Guadalupe 2007.

Ada Salas (Cáceres, 1965) es una de las poetas más prestigiosas del panorama actual. Su libro Variaciones en blanco (1994) obtuvo el IX Premio de Poesía Hiperión. En 1997 publicó La sed, y en 2003 Lugar de la derrota. Su obra ha sido recogida en diversas antologías: Ellas toman la palabra, Poesía española reciente (1980-2000), La otra joven poesía española…

Jesús Sánchez Adalid (Don Benito, Badajoz, 1962) es autor de novelas tan populares como La luz de Oriente, El mozárabe, Félix de Lusitania, El cautivo o la reciente El alma de la ciudad, por la que ha obtenido el Premio de Novela Fernando Lara 2007. Los textos del dossier sobre leyendas, historia y arte de Guadalupe han sido elaborados en su mayoría, salvo cuando se cita explícitamente a otros autores y otras fuentes, a partir de la página web del Real Monasterio de Guadalupe: www.monasterioguadalupe.com El artículo de Ada Salas que reproducimos en esta separata por cortesía de la autora fue incluido, con otro título, en el especial “Extra Extremadura” que el diario El País publicó el pasado 31 de marzo.



El objetivo de este anuncio consiste en la utilización de las diferentes Marcas Patrocinadoras de Marca Extremadura en un anuncio único. Estas Marcas cuentan ya con un amplio reconocimiento por parte del público, y su apoyo prestando su nombre a Marca Extremadura contribuirá a potenciar la labor de nuestros Patrocinadores, a consolidar el mensaje de que Extremadura la hacemos todos, así se verán justificados los esfuerzos que las diferentes Marcas están haciendo, apoyando el programa de Marca Extremadura con su nombre.


“Tiempo para las cosas por las que vivimos�

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