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Texto: Inés Fajardo y Julián Rodríguez Fotos: Cedidas y Jorge Armestar M.
Hace unos meses publicábamos en “Imagen de Extremadura” un amplio dossier sobre “la nueva mujer extremeña”. Anunciamos entonces que había algunos capítulos extra que aparecerían a lo largo de diferentes entregas. Como éste que presentamos hoy: un interesantí-
simo recorrido por algunos nombres fundamentales de la poesía extremeña “en femenino” (nombres a los que podrían
sumarse sin lugar a dudas otros muchos, que no caben aquí por falta de espacio). Poesía de proyección nacional e internacional. Poesía de diferentes generaciones, reflejada en cada uno de los perfiles de este reportaje. Perfiles, cómo no, “ilustrados” con poemas.
Nació en 1946 en Moraleja. “Los primeros recuerdos de mi encuentro con la palabra se remontan a una temprana adolescencia favorecida sin duda por mi vida en el ámbito rural, entorno que iba a dilatar para siempre aquellos comienzos de un desasosiego puro, tal como los elementos naturales circundantes me iban dictando. Destaco en mi poesía haber robado y después filtrar toda esa simbología rural.” Irrumpió en 1970 en el panorama poético español al obtener el Premio Adonais. Casi cuarenta años después, ya en 2008, ha recibido la Medalla de Extremadura como reconocimiento a toda su obra literaria,“alimentada sin limitación de San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego, Juan Larrea, Luis Cernuda y muchos otros”. Entre sus títulos más destacados figuran Celda verde (1971), Lugar común (1971), El barco de agua (1974), Habitable (Primera poética) (1979), Tendido verso (Segunda poética) (1986), Pasión inédita (1990), Moraleja (1995), No escribir (1999), Dulce nadie (2008) y Poética y Poesía (2008). “Mi poesía trata sobre la poesía misma: sobre su naturaleza, su materia, en una sucesiva reflexión que se hace canto, creación de lenguaje.”
pureza canelo INTEMPERIE 2 En el sendero de los nidos, por la cicatriz de los troncos, en sus brazos. El encinar, serenamente no traiciona nunca. Alma de mi niñez y en estos años de camino, todavía. El encinar, ensanche plaza del ser, camino de mí, gana la oración. Irme con su luz. Luz mortal tan abrazada que sobrepasa vivir escrito en aire. Plegarse a ser olvido en el atardecer del mundo. La noche en este lugar no será destierro.
(De Dulce nadie, Ediciones Hiperón, 2008)
“Nací en febrero de 1959, exactamente el día dieciocho. En Madrid; al menos, el hecho físico de nacer, ya que mi madre, que estaba visitando a unos familiares, se puso de parto. Pero a los cuatro o cinco días volvimos a Don Benito. En realidad nací en Don Benito… Mi infancia y adolescencia fueron extremeñas. Si me siento de algún sitio es de Extremadura. Aunque vivo fuera, todo ese bagaje acumulado sigue acudiendo a mis poemas. De algún modo, esos sonidos, imágenes, miradas, recuerdos y paisajes de Extremadura que forman parte de mí siguen y seguirán apareciendo en mis poemas.” En 1977 su libro Canto de la distancia fue accésit del Premio Adonais, y en 1997 recogió toda su poesía hasta esa fecha -veinte años de poemas- en El libro de los bosques, reeditado en 2005. Aunque si hay un libro clave en la obra de Vicente es Salvo el humo (1999), que la descubrió a una nueva generación de lectores. “Mi poesía nace directamente de las cosas que conozco, y que me rodean. Pero no en el sentido de una poesía contemplativa y lejana, sino más bien cercana, ya que sin la realidad mis poemas no existirían. Supongo que como la vida es para mí una búsqueda constante, mis poemas también son parte de esta búsqueda.” Hace apenas unos meses, este mismo año, el último poemario de María Rosa Vicente, titulado En terreno de nadie, lograba el Premio José de Espronceda. “Es muy difícil decir qué voces te influyen, siempre que lees o relees encuentras ecos que acabas haciendo tuyos. Pero si tuviera que decir algunos nombres, en esa lista no podrían faltar Borges, Pavese, Brines, Gil de Biedma, Valente, Claudio Rodríguez, los poemas que compartí con Aníbal Núñez y muchos otros nombres de la buena poesía que se escribe hoy en Extremadura.”
maría rosa vicente
CAMBIO DE ESTACIÓN Hemos ido sacando la ropa del armario y amontonando objetos sobre el frío perfil de los finales. Es difícil cambiar de temporada y decidir qué sobra para cerrar un círculo que retorne a su origen, qué muda expectativa alcanzaremos en la nueva estación, de qué manera encontraremos hueco en los cajones para esconder al fondo esas cosas inútiles que nunca desechamos. (De Salvo el Humo, Editorial Pre-Textos, 1999)
Nació en Burguillos del Cerro en 1963. Formada en la lectura de San Juan de la Cruz, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, José Ángel Valente y Giuseppe Ungaretti, entre otros, en 2005 vio la luz una antología de sus libros publicados hasta entonces: De tu nombre y la tierra (1984), Oscuro acantilado (1986), Nocturnos (1989), El rostro de la piedra (1992), Impura claridad (1995) y Poemas del cuerpo (1999), además de una amplia muestra de textos recientes e inéditos, que forman parte del libro en prensa Del animal y de su culpa. “Mis poemas nacen de lo más hondo de mí, de lo que ni siquiera yo conozco de mí misma. A veces de la resonancia de una palabra, o de una imagen que evoca lo perdido, lo soñado, lo intuido; a veces de un sentimiento o de una reflexión que necesitan ser nombrados; siempre de un profundo silencio interior, porque primero fue el silencio y luego el verbo... El agua, la piedra y el verdor, tan presente en mi poesía, no son sino un eco de los paisajes de mi tierra y de mi infancia, que están y estarán siempre en mí: ‘Vengo de una doliente lejanía / de un abandono deslumbrado / puro / de una mirada en la que el mundo ardía’, escribí en Impura claridad.” Ha obtenido los premios de poesía Adolfo Vargas Cienfuegos (1984), Juan Manuel Rozas (1986), Ciudad de Barcelona (1991) y Ciudad de Mérida (1994). “En mis poemas rememoro, indago, busco, me interrogo. La palabra, el cuerpo, el deseo, la vida, la muerte, los abismos y el esplendor del ser, el misterio, lo inefable –que es como decir lo sagrado–, son mis temas; y la imagen, el ritmo, la musicalidad, lo sensorial y sensual, y la decantación del lenguaje –una sola palabra puede evocar tanto y puede decir tanto el silencio…– mi forma de nombrar.”
María José Flores
Mi memoria es verdor y hojas y espesura. Mi memoria se yergue frente a mí y me contempla. Brota en la palidez de mi desnudo una rama doliente. Mi memoria es un árbol. (Nocturnos, Colección Alcazaba, 1989)
Nació en Cáceres en 1965. Incluida en las antologías más relevantes de la última poesía española y considerada como una de las poetas más destacadas de la actualidad, ha publicado libros como Arte y memoria del inocente (1988), Variaciones en blanco (Premio Hiperión, 1994), La sed (1997), Lugar de la derrota (2003) y el reciente Esto no es silencio (2008). “Dicen, los que han leído mis poemas, que hablo sobre todo del dolor, y del hecho poético en sí: de la imposibilidad del decir, tal vez. Yo he deducido que la metapoesía es una metáfora de la vida. En cualquier caso entiendo el poema como revelación de una realidad tan real como la que ‘nos parece’ real, profunda, extraña, que forma también parte de todos nosotros: un pálpito oscuro, pero (y) fascinante. Fascinante.” Ciñéndose al mundo hispánico, considera que su obra ha sido influida por clásicos como Garcilaso, San Juan, Quevedo o Lope; por autores del 27 como Aleixandre y Cernuda; por los sudamericanos César Vallejo u Olga Orozco, así como por José Ángel Valente o Claudio Rodríguez, “grandes poetas perdidos recientemente”. “Estoy indisolublemente unida a Extremadura, especialmente a la provincia de Cáceres, en donde viví ininterrumpidamente hasta los veinticuatro años, y a lugares como Almoharín (de donde eran mis padres), Logrosán o Hervás, donde pasábamos buena parte del verano. Y ahora a Las Villuercas, donde hemos buscado un refugio del ruido de Madrid.”
ada salas
Otros han transitado este desierto. A tu derecha has visto los despojos de un hombre calcinado de sed. A tu izquierda dejaste a una mujer que aún ardía en el delirio. De muchos escuchaste palabras que alentaron tu larga travesía. De todos aprendiste que no hay rumbo posible. Puede ser que las bestias acaben con tu cuerpo o que el miedo te coma y pretendas volver como si nunca hubieras emprendido el viaje. El final será el mismo. Así que no lamentes la infinita distancia el plomo inquebrantable que dibuja el silencio y que nunca se acerca. Si desfalleces mira a los ojos del buitre. Habrás dejado al menos razón de tus cenizas. (De Esto no es el silencio, Hiperión, 2008)
Nació en Navaconcejo en 1967. “Nací en Extremadura, me formé aquí y trabajo aquí. Sólo he vivido fuera de Extremadura cuando he trabajado en Inglaterra. Además, creo que, por suerte, tengo una vivencia muy rica de nuestra región: crecí en el Jerte y siempre siento una chispa de orgullo cuando digo que soy de allí, estudié tres años en Plasencia y nueve en Cáceres, trabajé un año en Navalmoral de la Mata y llevo quince años trabajando y viviendo en Badajoz. ” En 1999 obtuvo el Premio Adonais por Escenas principales de un actor secundario, tras haber publicado un primer poemario: Porque no somos dioses (Premio Hermanos Argensola 1997). Acaba de obtener el Premio Antonio Machado en Baeza por un libro que publicará la editorial Hiperión. “Creo que me ha influido mucho toda la Generación del 50, sobre todo Ángel González, Brines, Gil de Biedma. También la del 70, en especial Guillermo Carnero y Pere Gimferrer. Por mis orígenes, creo que siempre hay un poso de poesía popular en el fondo de todo lo que escribo y, por mi formación, también he leído mucha poesía anglosajona.” En 2002 apareció su tercer libro de poemas: Atracciones de feria. “Cuando escribo me preocupa mucho la comunicación: que lo que escribo diga algo y lo diga con la mayor claridad posible. Me esfuerzo en crear una situación, a veces incluso un personaje, a través de los que canalizar ideas y sentimientos. Si esas palabras, así dispuestas, logran emocionar a algún lector, para mí es suficiente. En este sentido me atrae la poesía que comparte elementos con otras manifestaciones artísticas que se apoyan más en lo visual: el cine, el teatro, la pintura. Me fascinan esos cuadros que en una sola imagen transmiten una historia. Así me gustaría que fueran todos mis poemas.”
Irene Sánchez Carrón “Eres libre” -dijiste. Yo te miré en silencio con la expresión absurda de esas viejas muñecas que se pierden un día tras haberse arrastrado por todos los caminos sin rumbo de la infancia. “Puedes ir donde quieras” -dijiste. Y de repente encogieron los mapas, no hubo puertas abiertas, una goma invisible borró todas las calles y entonces fue el dolor un camino sin tierra y sin orillas. (Escenas principales de un actor secundario, Rialp, 2000)
Nació en 1976 en Don Benito. En 2003 su primer y único poemario hasta la fecha, Adiestramiento, la convirtió, instantáneamente, en uno de los nombres más destacados de la joven poesía extremeña. “Cuando pienso en mi poesía me cuesta un gran esfuerzo hacerlo en los términos abstractos que requiere una definición. Releo un poema y generalmente me acuerdo de la anécdota que lo provocó o si realmente está bien escogido el ritmo en un verso. Supongo que como todos los escritores, tampoco soy inmune a los Grandes Temas (el paso del tiempo, la muerte, el amor, la identidad), aunque siempre vengan tamizados a través de otros más, si se quiere llamarlos así, pequeños… Respecto a las influencias, creo que para el propio poeta trabajan a un nivel subterráneo. No siempre los poetas preferidos inciden en nuestra escritura, y a veces adoptamos las maneras de escritores y corrientes con las que no simpatizamos en exceso, por eso normalmente me limito a hablar de mis gustos personales. Entre los favoritos que resisten al tiempo, destacaría a Góngora, Emily Dickinson, Marianne Moore, Luis Cernuda e Ingeborg Bachmann.”
Elena García de Paredes PLAZOLETA
Mientras ellos, si reparan en ti, te adelantan con aire de fastidio, de enorme fruta joven por el suelo, rodando, tú no miras con envidia. No miras con envidia si se arrasan con torpes manos blandas entumidas y se dejan, creyendo que vivir equivale a pocos años. Ignoran regiones donde no sirven los hitos (brazaletes trenzados, la tarjeta del móvil, posavasos de algún bar), donde sólo hay liturgia y aspereza, horas sin tensión, comidas campestres. ¿Mirarán de otra forma si descubren? (Adiestramiento, Editora Regional de Extremadura, 2003)