Imagen de Extremadura 18: Un futuro construido sobre lo mejor del pasado

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60. MEDIO AMBIENTE

TEXTO: Javier Álvarez

FOTOS: Jorge Armestar, Susana Sauceda, Pedro Uranga, Toni Gudiel y Jesús Gutiérrez

En los últimos 30 años se ha construido más que en toda la historia de la humanidad. En China, apenas el 1% de la población respira aire limpio. Sólo el 30% del territorio está habitado en el mundo y crece el despoblamiento de zonas rurales -donde se producen los alimentos- mientras la población se concentra, cada vez más, en las grandes urbes. En la segunda mitad del siglo XX la población mundial creció en un 130%, más del doble que en los 50 años anteriores, y sigue aumentando. Son sólo cuatro datos aislados, cuatro ejemplos, cuatro muestras de algo en lo que hace ya tiempo coinciden los expertos: que el progreso tal y como lo entendemos hoy no tiene siempre connotaciones positivas.


Y es que avanzamos rápidamente hacia lo que se conoce como “progreso imposible” e insostenible en el tiempo, ante el que surge con fuerza un movimiento a todos los niveles que reclama un desarrollo sostenible aplicado a los modelos sociales y económicos. Y es en ese modelo de desarrollo sostenible en el que Extremadura parte con ventaja respecto a la gran mayoría. Definiciones de desarrollo sostenible se han dado muchas. La más utilizada es la que pronunció en 1987 la Comisión Mundial sobre Ambiente y Desarrollo de la ONU (la conocida como Comisión Brundtland), que lo define como “el desarrollo que asegura las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para enfrentarse a sus propias necesidades”. Algo que está en el extremo opuesto de un sistema económico basado en la máxima producción, el fomento del consumo

exacerbado, la explotación ilimitada de recursos naturales y el beneficio como único criterio económico. A cambio, hablamos de usar los recursos naturales de forma sostenible, de potenciar las empresas verdes, de ser eficientes energéticamente, de las producciones ecológicas, de fijar población en el entorno rural… En este nuevo entorno, que adquiere fuerza en el actual contexto económico, tiene cada vez más valor el patrimonio natural, y es ahí donde Extremadura entra en juego con ventaja. Las cosas han cambiado en los últimos años a gran velocidad, y aspectos que hasta ahora habían sido consideradas como un problema, de pronto se convierten en ventajas competitivas. Es el caso de la excesiva dispersión territorial y del alto peso de la agricultura en el PIB regional, por ejemplo. Y en este nuevo concepto de empresa, que va más allá de la simple búsqueda del beneficio económico, también esta Comunidad Autónoma ha demostrado su potencial.


En lo que se refiere a la explotación de los recursos naturales, la región también ha dado un paso al frente, como señala en este mismo número Toñi Escobero, y se ha situado como una de las comunidades con más proyectos en energía fotovoltaica y termosolar, con lo que aprovecha su clima para apostar por las energías alternativas. El siguiente paso se dará con la instalación de parques eólicos una vez que el Gobierno apruebe los proyectos presentados. Para que todo esto sea posible se hace vital mantener una de las señas de identidad de la Comunidad: sus pueblos. Sus cerca de 400 municipios han sido en ocasiones un problema, pero hoy son una oportunidad. Entre otras cosas porque la parte positiva de la globalización hace que sea factible crear empresas rentables sin moverse de casa gracias a las nuevas tecnologías y a la mejora de las infraestructuras. Ya no hay que vivir en una gran ciudad para ser un empresario de éxito. A esto se suma que los clientes perciben, cada vez más, esa producción casi artesanal como un valor añadido, porque saben que es precisamente en esos pequeños municipios en los que está la materia prima.

Esto permite que los jamones más caros del mundo se produzcan en Montánchez (Iberselec), que en Puebla de Alcocer se desarrolle un sistema para potabilizar agua a través de plantas (Aquaphytex), que en Pueblonuevo del Guadiana haya una empresa de alta tecnología centrada en la nutrición clínica (Vegenat), que en la región haya 10 denominaciones de origen propias y tres compartidas, que en Zarza Capilla se fabriquen paracaídas y chalecos antibalas (Parafly), que en Olivenza se pusiera una de las primeras fábricas de España de bolsas de plástico a base de fécula de patata (Oliplast), y que en Arroyo de San Serván se encuentre el primer centro de inseminación artificial del cerdo ibérico (Tecnogenext).


“Además de sus producciones ecológicas, la Comunidad extremeña ofrece otros productos singulares, como son sus patrimonios natural e histórico, que ganan importancia -incluso económica-¬ como elemento diferenciador.”


Los expertos coinciden en que una de las características del desarrollo sostenible es, además, su valor empresarial. Los clientes perciben como una ventaja la aplicación de este modelo e incluso aumentan su demanda. En los productos agroalimentarios esto se traduce en la salida al mercado de productos ecológicos, es decir, los que han sido producidos sin utilizar elementos químicos.

pletar los más de 3.600 productores y más de 115.000 hectáreas que se dedican a estas variedades, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura. Además de sus producciones ecológicas, la Comunidad extremeña ofrece otros productos singulares, como son sus patrimonios natural e histórico, que ganan importancia –incluso económica¬ como elemento diferenciador.

En este sector Extremadura es la tercera potencia nacional gracias a sus condiciones climáticas, sus producciones extensivas y la valiente apuesta de los agricultores y ganaderos de la región por unos productos con más costes y menos salida en el mercado nacional, aunque poco a poco se van imponiendo como ya ocurre desde hace años en otros países europeos.

En caso del patrimonio natural, durante muchos años se ha dudado del modelo extremeño, pero hoy ese modelo es el que le permite disfrutar de un entorno muy particular y perfectamente conservado, algo cada vez más difícil de encontrar gracias a este “progreso imposible” de las últimas décadas.

En Extremadura se produjeron los primeros helados ecológicos de España (Kitcream, Trujillo), y también hay vinos, carne, frutos secos especias, pasteles, aceite, frutas… Todo un amplio catálogo hasta com-

Para empezar, Extremadura cuenta con un Parque Nacional, Monfragüe -que también está catalogado como Reserva de la Biosfera-, y con dos Parques Naturales, Cornalvo y Tajo Internacional, este último compartido con Portugal. Además, la Comunidad presenta como seña de identidad un sinfín de espa-


cios protegidos que van desde la Reserva Natural Garganta de los Infiernos a sus cuatro Monumentos Naturales (Cueva del Castañar, Cuevas de Fuentes de León, Mina La Jayona y Los Barruecos) pasando por el Paisaje Protegido Monte Valcorchero. Zonas de Interés Regional, Árboles Singulares, Corredores Ecológicos y de Biodiversidad e incluso un lugar de Interés Científico (el volcán de El Gasco) se suman a un interminable catálogo que se completa con los espacios protegidos por la Red Natura 2000 de la Unión Europea. Este enorme potencial medioambiental se une en no pocas ocasiones con el legado patrimonial de Extremadura, como puede ser el caso de Cáparra y Hervás. Pero sin duda el mejor ejemplo lo constituye la candidatura impulsada por la Junta de Extremadura para que los cascos históricos de Trujillo y Plasencia y el Parque Nacional de Monfragüe sean incluidos, de forma conjunta, en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como “ejemplo del bosque mediterráneo” y como un “paisaje cultural” de primer orden.

Pero, como decíamos antes, como insistimos en este número a lo largo de todas sus páginas, en el caso de Extremadura este desarrollo sostenible sólo es entendible –y posible– desde el mantenimiento del entorno rural. A lo largo de las últimas décadas en España han sido habituales las noticias sobre la desaparición de pueblos, mientras que Extremadura, a pesar de su enorme territorio y su escasa población puede presumir de que, al menos hasta la fecha, únicamente se han abandonado los municipios en los que obligaron a sus vecinos a marcharse en los años sesenta por la creación de pantanos, como ocurrió con Granadilla y Talavera la Vieja. Incluso en Granadilla se trabaja en la recuperación del municipio, algo que resulta imposible en Talavera al estar su terreno anegado por el pantano de Valdecañas.


La región mantiene así cerca de 400 municipios, y para que continúe de este modo es necesario establecer un modelo de desarrollo que permita que en todos los pueblos sus vecinos cuenten con los servicios necesarios. Ello explica el ‘mapa’ de mancomunidades, entidades a través de las que los municipios se agrupan para compartir servicios. En total, la Comunidad se divide en 28 mancomunidades, 14 en cada provincia. En los propios municipios, directamente o a través de las mancomunidades, se han creado hasta 24 Grupos de Acción Local que se han encargado de gestionar los proyectos de la iniciativa europea Leader y del programa de desarrollo rural Proder. Dicho de otro modo, se han generado estructuras para que sean los propios habitantes de los pueblos los que decidan cuáles son sus prioridades y para que gestionen las ayudas procedentes de la Unión Europea.

Porque el desarrollo sólo es sostenible si los pueblos siguen existiendo, si se siguen produciendo alimentos en el campo, si se fomentan las energías renovables y si se conserva el medio natural como patrimonio y como motor económico. La otra opción, el “progreso imposible”


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