Dossier: Los nuevos extremeños

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Fotos: Ricardo Peña, J. Armestar y S. Sauceda, Jesús Gutiérrez, Francis Villegas Agradecimiento al Consorcio de la Ciudad Monumental Histórico-Artística y Arqueológica de Mérida

Viven en Extremadura, pero no nacieron en Extremadura. Unos se instalaron hace treinta años, otros uno. Casi todos llegaron para quedarse; o, posteriormente, han decidido quedarse. Unos vinieron por amor, otros por trabajo, incluso algunos por placer o curiosidad. Sus declaraciones a “Imagen de Extremadura” ofre-

cen un sinfín de lemas de interés: “Soy extranjera, pero no forastera” o “Soy un extremeño más”, sin duda, buenos lemas para la Extremadura del presente, “abierta y acogedora”, como también señaló alguno de los entrevistados. Que fueron muchos más de los que aquí aparecen; que serán muchos más, por supuesto. Quie-

nes finalmente nos acompañan en estas páginas lo hacen, en cierta medida, representando a muchos otros además de a sí mismos. Estas fotografías individuales son en realidad parte de un gran puzzle, de una foto colectiva que también podría entenderse, evidentemente, como otra excelente marca más de Extremadura.

Pop Ramsamy Pop Ramsamy nació en Isla Mauricio y vive desde el año 2000 en Badajoz, ciudad donde se instaló gracias a su matrimonio con una pacense, a la que había conocido en París en 1993 y con la que contrajo matrimonio en 1995. Gestor del conocimiento, fue responsable de software libre en FUNDECYT (Fundación para el Desarrollo de la Ciencia y Tecnología) y actualmente lo es del Observatorio en CENATIC (Centro Nacional de

Referencia de Aplicación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación). Muy cordial y expansivo, nunca se ha sentido un extranjero en Extremadura, sino “un extremeño más”. Llegó a nuestra región y ya tenía una familia extremeña: la de su mujer. Ahora, entre las muchas razones para quedarse, quizá la más importante sea su propia hija, otra extremeña más.


Néstor Mogollón Es ecuatoriano. Está casado con Ligia. Tienen una hija, Lizeth. Aunque ambos eran ya padres de sendos hijos, también hoy en Cáceres, con ellos. La familia de Ligia llegó antes a Extremadura e hizo de “avanzadilla”. Néstor comenzó trabajando en una residencia geriátrica a las afueras de la ciudad (fue hace ocho años) y hoy es propietario de tres camiones (cabezas tractoras), uno de los cuales conduce él mismo. Vive en

el barrio de La Mejostilla, donde es muy querido, junto a otras parejas como ellos: todavía jóvenes, trabajadores (da igual su nacionalidad, su procedencia). Durante un año, Néstor extrañaba cada día a los que había dejado en Ecuador: familia, amigos. Luego se acostumbró. Le gusta Cáceres, como a Ligia: “Es una ciudad tranquila”, aseguran. Pueden dejar que sus hijos hagan vida en la calle.

Nadine Schaaf Nadine Schaaf es periodista y responsable de Comunicación de la Fundación Ciudadanía, con sede en Mérida. Vive desde hace dos años en Extremadura, a la que llegó “por amor”, pues se casó con un extremeño. A pesar de que es alemana, vivía en Francia, y le costó integrarse “por el

horario o el ruido excesivo en algunos lugares públicos”, aunque enseguida conoció las ventajas: “el paisaje, la naturaleza, la tranquilidad…”. “No sé si nos quedaremos a vivir para siempre en Extremadura, si será nuestro destino final, pero ahora nos gusta vivir aquí.”


Cristina HoughtoN

ruSsell York Russell York, antes de dirigir en nuestra región la compañía de teatro Saltarrana, estudió en Gales biología marina y botánica, vivió en Japón y realizó algunas expediciones científicas en Nueva Zelanda y Noruega. Desde hace quince años reside en Extremadura. Llegó acompañando a su mujer, médico del hospital Infanta Cristina de Badajoz. Como casi todos los entrevistados reconoce que es “muy feliz” en Extremadura, que ésta ofrece gran calidad de vida (“aire,

campo, colores…”) pero que necesita, por otra parte, mejorar sus infraestructuras para las comunicaciones con el “exterior”. La ya completa Autovía Ruta de la Plata es buena prueba de ello. Y a ésta han de sumarse Ave, aeropuerto internacional de Cáceres, nuevas autovías (algunas de ellas ya en construcción)… Con un rotundo “Mi tumba está aquí” ratifica sus ganas de quedarse a vivir en Extremadura para siempre.

Cristina Houghton ríe, encantadora, cuando habla de su vida presente y pasada. Llegó a Extremadura, dice también entre risas, “en tiempos de Franco, fíjate”. El padre de sus hijos era extremeño. Por eso llegó a Villanueva de la Serena, donde dirige una academia de inglés. Tardó en integrarse (“Yo no sabía ni qué era un brasero, y que aquello podía meterse debajo de la mesa”)

pero ya ha decidido que se quedará a vivir siempre en España. De Extremadura ama “el clima, la comida, la alegría de la gente y su capacidad para improvisar”. Admira esa forma de tomar decisiones “sobre la marcha”. No se considera forastera, es decir, extraña, ajena, y así lo declara siempre ante sus alumnos: “Yo soy extranjera, pero no forastera”.


claudia toma Claudia Toma era ya enfermera en su país, Rumanía. Y hoy, después de algún tiempo de ocuparse en diferentes tareas, sobre todo “cuidar niños y personas mayores”, vuelve a ser enfermera. En Herrera del Duque; en los centros de salud de la comarca, donde vivía su hermano antes de que ella llegara a Extremadura. “No pensé que me fuera a integrar tan bien”,

comenta, “pero con la ayuda de mis nuevos amigos…” Aunque al vivir en una localidad pequeña, echa en falta más cines, exposiciones, teatros, está satisfecha con su trabajo y con el ambiente donde vive. “Además, cuando voy a Madrid para pasar unos días, enseguida estoy deseando volver al pueblo. No me gustan las ciudades demasiado grandes.”

luigi giuliani Luigi Giuliani vive en Cáceres desde el año 2000. Nació en Roma, está divorciado y tiene tres hijos. A este profesor de Teoría literaria y Literatura comparada en la Universidad de Extremadura no le costó mucho integrarse en la vida de la región: “tranquila y barata”, según él. Funda-

dor y director durante las primeras temporadas del Festival Irish Flead de música irlandesa, su permanencia en la comunidad dependerá, sobre todo, de la evolución de la Universidad extremeña, que, en su opinión, necesita abrirse más al resto de la sociedad.


JASPER BOERMA IRIT MICHAELI Irit Michaeli es propietaria del restaurante de “cocinas del mundo” Casa Mijhaeli, que se encuentra en el entorno de la bonita plaza cacereña de la Concepción. Casada con un placentino, al que conoció en Tenerife después de viajar por todo el planeta, lleva cinco años viviendo en Cáce-

res y es madre de dos hijos. Está “encantada ” de vivir en su nueva ciudad, asegura, que será su ciudad por muchísimo tiempo. Como mucho, si la situación en Israel cambiara se animarían a montar un Casa Mijhaeli 2. “Para poder ir y venir.”

Vive en Almoharín. Es holandés. Lleva un año viviendo en Extremadura. Con su mujer y sus hijas de siete y nueve años. En su país, su mujer diseñaba páginas web (todavía lo hace desde aquí) y él tocaba la guitarra eléctrica (ahora es propietario de

una agencia inmobiliaria, cuyos clientes son, sobre todo, extranjeros). Antes de instalarse en Extremadura, donde quiere vivir “para siempre”, lo hicieron en Andalucía. “Pero Extremadura nos parece más auténtica. Y su naturaleza es más pura.”


GUILLERMO VAMBRIE Tiene la nacionalidad alemana pero es argentino. O pacense ya. Perfectamente integrado (llegó como jugador de rugby y unas horas después ya tenía “un montón de nuevos amigos”), es propietario del conocido Asador Patagonia. “Yo vivía en Junín, en la provincia de Buenos Aires, una ciudad del mismo tamaño, más o menos, que Badajoz, así que no

me costó nada comenzar a vivir aquí.” Su novia es extremeña, y sus planes de futuro están dibujados con colores también extremeños. “Ya estoy totalmente instalado”, dice. Porque ha decidido quedarse a vivir para siempre en Extremadura.

SOLANA STOCK Brasileña, con menos de treinta años aún, casada con un pacense. Trabaja en producción cultural (Festival de Teatro de Mérida, exposiciones itinerantes de Marca Extremadura, etcétera). “Me adapté fácilmente a la vida en Badajoz. Los extremeños son parecidos a los brasileños: simpáticos, abiertos, acogedores. Viví en Río, y allí, aunque la violencia es menor de lo que suele decirse,

existen los problemas de las grandes ciudades: prefiero las ciudades pequeñas. Badajoz, además, está cerca de todo, de Lisboa, de Madrid, tiene buen ambiente y te puedes mover fácilmente por ella. Por otra parte, en términos culturales Extremadura está creciendo cada año, y eso es para mi trabajo una ventaja: no todo está hecho y he podido encontrar un hueco”.


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