Personajes del pasado y del presente: Luis Chamizo

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personajes del pasado y del presente

Texto: Manuel Simón Viola Fotos: Cedidas por la Asociación Cultural Luis Chamizo, de Guareña

Luis Chamizo (Guareña, Badajoz, 1894) es un poeta posmodernista que inició su andadura con una lírica escrita en castellano, muy próxima a sus modelos (Rubén Darío, Francisco Villaespera, Amado Nervo), que no publicaría en vida (Poesías castellanas, 1967). Su aportación al regionalismo extremeño incluye un poemario, El miajón de los castúos (1921); una muestra de teatro poético en la línea cultivada por Villaespesa y Marquina, y, más tarde, por los hermanos Machado, Las brujas (1930); y un extenso poema de aliento épico que quedaría incompleto, Extremadura (1942). Fue autor asimismo de dos libretos de zarzuela, inéditos y hoy desaparecidos, Flor de luna y Gloria. Luis Chamizo falleció en Madrid el 24 de diciembre de 1945 a los cincuenta y un años de edad. Sus restos fueron trasladados desde Guadalcanal a Guareña el siete de noviembre de 1994, coincidiendo con el centenario de su nacimiento.

Si bien los diarios y revistas regionales publicaron en sus páginas los primeros poemas de Gabriel y Galán antes de su aparición en libro, el ciclo histórico del regionalismo literario extremeño arranca en 1902 con sus dos primeras obras, Castellanas y Extremeñas, para cerrarse con la breve producción de Luis Chamizo, última muestra digna de consideración de esta corriente literaria. Perteneciente por fecha de nacimiento a la generación de las vanguardias y de los poetas de la Generación del 27, Chamizo es un ejemplo más de “fruto tardío”, tan frecuente en las áreas geográficas periféricas, una circunstancia que, sin duda, ha repercutido negativamente en su valoración crítica (recuérdese el juicio de Ortega: “En arte toda repetición es nula”), pues el escritor, ajeno al constante sucederse de corrientes estéticas durante el siglo XX, ancló su obra lírica en las aportaciones formales del modernismo (en la métrica, en el cuidado del ritmo, en la importancia de los aspectos fónicos...) y en las preferencias temáticas del regeneracionismo de fin de siglo, que había impregnado la obra de los escritores del grupo anterior (Gabriel y Galán, Reyes Huertas, Sancho González, etc.). Como ellos, Chamizo describe, en El miajón de los castúos, prologado por Ortega Munilla y acogido con entusiasmo por Antonio Maura, una vida rural edénica, un entorno físico apacible en donde habita una “raza extremeña” (un motivo nuclear del pensamiento regionalista que analizó pormenorizadamente otro componente

“Chamizo describe en su obra una vida rural edénica, un entorno físico apacible en donde habita una ‘raza extremeña’ recia y honesta, cabal y trabajadora, cuya descripción idealizada no le impide añorar al mismo tiempo un pasado esplendoroso.”


del grupo, José López Prudencio) recia y honesta, cabal y trabajadora, cuya descripción idealizada no le impide añorar al mismo tiempo un pasado esplendoroso. Entre los componentes del fin de siglo en Extremadura, tal vez sea Gabriel y Galán el primero en formular el motivo poético de un indeterminado ayer venturoso, de una edad de oro rural, de una Arcadia feliz, vigente en los autores regionales durante las tres primeras décadas de siglo. En uno de sus poemas, “El Cristu Benditu” (1899), el aldeano se pregunta nostálgicamente: “¿Óndi jueron los tiempos aquellos / que pué que no güelvan”. Tras él, numerosos autores regionales formularon un lamento similar: Francisco Javier Sancho González (“¡Y con qué ternura y qué poesía añora él la edad de oro de nuestra noble Extremadura!”), A. de Mirabal (“Paz en el espíritu, fuego en el hogar bajo la gran chimenea de campana, trigo en las trojes, salud en los campos”), Ramírez López Uría (“¡Qué bien que vivíamos! La vida era mansa / y el mundo era güeno”), Santiago Sánchez Mora (“Te acuerdas, ¿verdad...? Entonces / todo era blanco y bendito”), Antonio Reyes Huertas (“Aquella vida patriarcal y austera, / tan vieja y española, / de la fe y el trabajo”)... A esta corriente se suma resueltamente Chamizo con formulaciones semejantes: “¡Qué tiempo aquel!... Roaba la vida güena, / cristiana y labraora, mansa y jorzúa / con el roar pausao de las carretas”. Como bien ha visto Luis Sáez Delgado [Animales melancólicos, Badajoz, 2001] todos ellos coinciden en “un arcadismo melancólico, el mismo que mueve a muchos escritores en Extremadura a añorar una vida que nunca había existido, a domar sus recuerdos con mil y un detalles inventados”. Esta visión nostálgica de un pasado dichoso, reiterada de

modo unánime, contrasta con la contemplación del presente, más variada y en ocasiones contradictoria. En términos generales, puede decirse que la lírica aún se aproxima al entorno rural, que refleja con una similar actitud idealizadora con que reinventa el pasado, pues, aunque degradado, el presente aún conserva un último destello del ayer arcádico, que la vida urbana amenaza con extinguir por completo. El grado de coincidencia entre ambos poetas en la expresión de este mismo motivo es muy alta (Galán: “Alegre despertar de los lugares, / tañidos de campana,

/ humo de los hogares, / pura luz, tibio sol, dulce galbana...”; Chamizo: “Tocan las campanas, / la gente s’alegra. / Mi novia va a misa; / yo voy detrás de ella”). Los géneros narrativos de naturaleza costumbrista poseen, sin embargo, un propósito documental que no tolera una sistemática visión idealizadora, pues pondría en riesgo su credibilidad. Y así, tanto Reyes Huertas en sus estampas como Gabriel y Galán o Sancho González en sus relatos no pudieron sustraerse a presentar una realidad terrible: un entorno implacable ha-

bitado por unas gentes abocadas a trabajos de supervivencia, víctimas del abandono institucional, sumidos en la incultura, dominados por la crueldad aldeana... Este otro lado sombrío de la realidad extremeña es el que presenta Chamizo en Las brujas, una denuncia del oscurantismo de una tierra abandonada a su propia involución, en la que, en un ambiente irracional y siniestro, se acumulan lacras como la orfandad, el sentido calderoniano de la honra, la superstición, la guerra, la brujería, el asesinato...


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