YORLADY RUIZ Rodrigo Grajales Gabriel Posada Nicolás Rincón GillE GRAMÁTICAS DEL RECUERDO Arte, memoria y violencia
“...‘Practicar’ la memoria implica disponer de los instrumentos conceptuales e interpretativos necesarios para investigar la densidad simbólica de los relatos de la historia; ‘expresar sus tormentos’ supone recurrir a figuras de lenguaje (símbolos, metáforas, alegorías) suficientemente conmovidos y conmovibles para que entren en relación solidaria con el pasado victimado. El consenso oficial nombra hoy la memoria con palabras libres de toda convulsión de sentido, para que ninguna desatadura emocional del recuerdo altere el formulismo minuciosamente calculado del intercambio político-mediático˝. Nelly Richard Fracturas de la memoria, 2007
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YORLADY RUIZ
La llorona - Performance
Sala de exposiciones Yves Klein de la Alianza Francesa de Pereira
Rodrigo Grajales
Las madres del silencio
Sala de exposiciones del Centro Colombo Americano de Pereira
Gramáticas del recuerdo Arte, memoria y violencia
Felipe Martínez Quintero
Profesor Maestría en Estética y Creación Universidad Tecnológica de Pereira
Las prácticas estético-artísticas contemporáneas configuran diversas formas de inscripción política y cultural en sociedades que atraviesan o atravesaron, en otros momentos históricos, periodos de violencia y/o transiciones políticas, bien sea como escenarios y expresiones de denuncia o bien desde formas menos comprometidas ideológicamente. Estas expresiones se convierten en gestos estéticos, perspectivas, registros y miradas que posibilitan el despliegue de procesos creativos alrededor de los sentidos emergentes de las violencias, proponiendo otras formas de relacionar el presente con el pasado. En este contexto, tales prácticas actúan como dispositivos mnemotécnicos que interrogan, a través de gestualidades estéticas, las formas de actualización del pasado colectivo, las gramáticas que sirven de soporte al recuerdo como categoría social inscrita en las tramas políticas y culturales de las sociedades contemporáneas. En Colombia los procesos de construcción de memoria colectiva sobre la violencia política, la mayoría de las veces signados por el silencio, el miedo y la represión, encuentran en el arte contemporáneo y en las expresiones culturales escenarios de visibilidad que contrastan con las visiones hegemónicas y las estructuras del poder que tradicionalmente han llamado al olvido y al silencio. En este sentido, “Gramáticas del recuerdo˝ se propone, entonces, como un espacio expositivo y dialógico, como una traza gestual que articula la puesta en obra de procesos creativos y la reflexión conceptual alrededor de algunos aspectos concernientes a las relaciones entre arte, memoria y violencia política. Los proyectos artísticos incluidos en la muestra: Magdalenas por el Cauca, de Gabriel Posada, el performance La llorona de la artista Yorlady Ruiz, así como el registro fotográfico del proyecto Magdalenas por el Cauca del fotógrafo Rodrigo Grajales y la proyección del documental Los abrazos del río de Nicolás Rincón Gillé, logran ubicarse en un territorio de frontera, de constantes tensiones y entrecruzamientos entre las prácticas estético-artísticas propiamente dichas, los procesos de reivindicación social y las ciencias humanas y sociales. Algunas de ellas se apropian de herramientas y procesos metodológicos tales como registros etnográficos y documentales, entrevistas, historias de vida, para configurar un tipo de expresividad que si bien tiene como base el mundo de las interacciones humanas, no buscan llegar a formas de verdad definitivas o provisionales, sino tan sólo a la inscripción de un gesto, al despliegue de poéticas y políticas de la memoria que se configuran como miradas críticas frente al presente y pasado colectivo. Tales expresiones cobran relevancia en este momento coyuntural de la sociedad colombiana en la medida en que estamos asistiendo a la construcción colectiva de las nociones y categorías con las cuales las generaciones futuras podrán acceder a la comprensión de nuestro presente, y con las cuales se van a seguir configurando rutas de indagación y formas de expresión sobre nuestras conformaciones sociales y políticas. Es gracias a la manera como actualicemos y reconfiguremos ese pasado, a las formas de nombrar y recordar la violencia como vamos a provocar que nuestra propia voz y nuestra memoria sean el eco silencioso de lo indecible o que, por el contrario lleguen a ser el microrrelato, que sugiera que la historia no es un texto lineal, sino la convergencia y enunciación de múltiples registros entramados en nuestro devenir como sociedad.
La llorona Yorlady Ruiz Artista plástico
Llegó una noche, yo habitaba una casa de bahareque y los relámpagos estallaban el cielo, era la casa de la madre y el padre que le abrían la puerta a los espantos ampliados por la oscuridad. Entonces escuchamos el llanto de una mujer que había tirado sus hijos al río, que sufría eternamente y su castigo era vagar por los ríos esperando encontrarlos. Ella apareció de nuevo en la ribera del río Cauca. Era de noche y el fuego empezaba a disiparse, yo estaba sobre una gran roca que sabía todos los secretos del río y me abrigaba en su milenaria materia. Sobre un meandro del río una figura menuda se mostraba con cierta timidez en un fulgor de chispas fluorescentes; tuve miedo, sentía el silbido del río como un llanto que salía de la boca de ella, poco a poco se aproximaba, por momentos desaparecía y de nuevo sobre las aguas, se veía un lento discurrir de lucecitas, me quedé quieta, en silencio y empecé a dibujar en mis recuerdos esa historia tantas veces contada. Ella estaba allí cerca de mí, muy cerca y el llanto me embargó, eso que creía incierto se revelaba en la voz de mi madre y en la presencia misteriosa esa noche en el río, eso que creía incierto, mágico, adquirió otra voz desde el arte, cuando tuve la oportunidad de acompañar la obra de Gabriel Posada, Magdalenas por el Cauca y La llorona de nuevo me confrontó en un río habitado por sombras y cuerpos, por mujeres que buscaban y vagaban por los ríos para encontrar los restos estrujados que dejaban los gallinazos sobre los cuerpos de sus seres queridos. Esa Llorona se aparece también en las mujeres de mis barrios, esas que pierden sus hijos en este conflicto social colombiano. La acción de La Llorona surge a partir de un trabajo creativo que ha venido tomando forma desde el performance y la instalación. Ha sido una sucesión de actos, que sin estar planeados han adquirido un carácter secuencial articulando mis performances Éxodo, Exhumaciones y ahora La llorona, los cuales, su orden aluden a la desaparición del cuerpo, el hallazgo del cuerpo y la posibilidad del duelo a partir del llanto. En Éxodo, (performance realizado en el 2005) enterraba machetes haciendo referencia a esa época de la violencia política en Colombia en la que a machete se asesinaba y que de acuerdo a los cortes se identificaba el bando que cometía el daño: el corte de franela, el corte de corbata, etc. Éxodo materializaba una manera de hablar de esa fragmentación del cuerpo, de esa singular manera de matar y rematar, de fragmentar para generar horror entre la gente; significó romper el silencio de esa tierra que acuna cientos de colombianos desaparecidos. En el 2009 presenté en el festival de performance de Medellín, Comuna 4, Exhumaciones, como si el abrir la tierra en Éxodo me hubiera permitido encontrar los huesos, los cuerpos, después de reconocer las víctimas, sentir la muerte y, sobre todo, sentir una inmensa vergüenza y pena por las familias que nunca van a percibir un centímetro de justicia. De esta exploración surge una exposición en el Museo de Arte de Pereira en el 2010, configurada por telas o sudarios que albergaron alguna vez un cuerpo sanguinolento, la evidencia de esos cuerpos que una vez habían sido invisibilizados y que salían de la tierra, de las fosas comunes, para permitirme crear La llorona, como forma de duelo, de cierre. “Llorar” deriva del latín plorare, que significa lamentarse, despertar compasión; ese lamento, este llanto lo propongo en solidaridad con las familias de las víctimas, como un acto creador y transformador. Esta es la posibilidad de la sanación y de la verdad a la que estamos invitados. El llanto es la prueba de que las verdaderas víctimas son los familiares y los seres queridos de los asesinados, quienes deben soportar el dolor propio, imaginando el de los muertos.
Las madres del silencio Juan David Gálvez ¿Qué es dolor? ¿Preguntas qué es dolor?... un viejo amigo Inspirador de mis profundas quejas, Que se halla ausente cuando estás conmigo, Que está conmigo cuando tú te alejas. José María Rivas. Colombia, 1864-1923)
¡Tic! Una lágrima que cae ¡Tac! Una lista de ausencias ¡Tic! El festival de las pieles sin tac-to , las infamias de la espera ¡Tic! Un plato que toca la mesa, la esperanza lo puso allí para que ella no se sienta tan sola mientras el silencio le acaricia el cabello y la acompaña a mirar por la ventana, a hurgar entre la nada que es ese todo sin él, sin ella, y el plato de comida sigue ahí, esperándole, y cómo duele cuando lo rodean las moscas, y cómo duele cuando ¡Tac! La noche logra abrirse camino entre las marañas del tedio y la baña de incertidumbre en ese perpetuo deja vu de la espera. Y la luna es testigo de cómo los frijoles, el arroz y la carne van a dar, como sus ilusiones de reencuentro, siempre a la basura. ¡Tic! Ella es ellas, es todas, las madres del silencio, las esposas de la incertidumbre, las viudas de la indiferencia. Ella es ese rostro que desconocemos, ese rostro que es todos y ninguno, ese rostro cuya sonrisa fue robada por la muerte, porque todas las mujeres son sólo una cuando esperan. Y en su cabello se teje la red de sus días para terminar, como Penélope, deshaciendo el tejido cada noche. Supe de la abuela de Rodrigo, supe que quedó viuda y que la muerte de su esposo quedó impune, supe que nunca tiñó sus canas y que su cabello era largo, supe que vestía su cuerpo de luto y su rostro de resignación. Supe de una mujer que cuando buscaba incesantemente a su hermano desaparecido no quería realmente encontrarlo, porque sólo hecho de imaginar su rostro desfigurado por la tortura y el festín de las aves de rapiña le carcomía el alma. Supe de otra que nunca ha cambiado de casa porque teme que su hijo, al regresar, no la encuentre. Supe de centenares de mujeres que han marchado, llorado, suplicado, gritado y muerto sin ejercer su derecho a la despedida. Supe de un país que olvida, supe de estas fotos, que son una ventana para recuperar la espera. Y no esperan dinero, no esperan salir en las noticias, no esperan conocer al presidente, no esperan asilo político, no esperan protección a testigos, no esperan más muerte, no esperan venganza, no esperan casas, no esperan pensiones, no esperan seguridad democrática, no esperan vivir Colombia y viajar por ella, porque ellas son Colombia y esperan que esos puñales que el reloj llama manecillas se queden parados ante la magia del reencuentro. Tic…………………………………………………………………………Tac
Magdalenas por el Cauca Gabriel Posada Artista plástico
Magdalenas por el Cauca nació hace más de cuarenta años, de un sueño a la orilla del río Cauca, en la Virginia, vara en mano y pescando ilusiones mientras el anzuelo penetraba el delicado espejo de un cielo gris zigzagueante, en los rizos de una corriente sesentera, hipnotizando mi conciencia al tropezar la mirada con el negro aletear de buitres en desfile, reflejando un narciso cadavérico sin voz y sin llanto sacrificado al olvido. Magdalenas por el Cauca es una exposición-procesión inmersa en los conceptos del arte efímero; introduce el tiempo real como coordenada plástica y la naturaleza como soporte de la obra. Visibiliza una herida de 130 kilómetros del río Cauca y repercute en sus orillas sobre 14 municipios comprendidos entre Riofrío (Valle) y Marsella (Risaralda);100 kilómetros de Valle y 30 de estrechos sonoros entre las montañas del Viejo Caldas. Su incidencia principal tuvo lugar en la vereda Beltrán (Marsella) y en el municipio de Trujillo (Valle), principio y fin, fin y principio de una cadena de horror que manchó el río de sangre, principalmente en la década de 1990. Rastro púrpura que aún perdura y no aclara por la persistente violencia en su perímetro. El proyecto fue concebido en el año 2008 como una Residencia Artística Nacional del Ministerio de Cultura de Colombia, sin embargo, en el año 2010, en concertación con el mismo Ministerio, la participación de la Asociación de Familiares de Víctimas de Trujillo (AFAVIT) y varias organizaciones sociales, además del acompañamiento de la artista Yorlady Ruiz y del fotógrafo Rodrigo Grajales, el proyecto fue ampliado a una propuesta poética in situ, que intenta devolverle al río la belleza de la vida y a los ribereños el deseo de hablar, de exorcizar ese silencio promovido por el terror, utilizando las líneas trazadas por el método IAP (investigación, acción, participación). En este sentido nos hemos ocupado de recoger historias, anécdotas, mitos, alegrías, penas, fantasmas…para reconstruir en comunidad nuevas interpretaciones del dolor y de la búsqueda del ausente, con miras a reconfigurar un sentido renovado de la memoria colectiva. Re-simbolizamos el duelo instando a los participantes y a los espectadores a reelaborar el lenguaje con el que se alude al duelo con las voces de los pobladores que han hecho parte del conflicto. Este acercamiento al otro motiva formas de expresión artísticas y estéticas, en las que tienen cabida el uso de materiales propios y de reciclaje, metamorfoseados en una obra que es a la vez de denuncia y clamor porque se respeten los Derechos Humanos en Colombia. Las valerosas mujeres de Trujillo aceptaron la ruta y a través de sus historias y testimonios nos permitieron ejercitar lo simbólico, ennobleciendo la memoria de sus muertos, denunciando el olvido con la contundente representatividad, alegórica y simbólica de María Magdalena. Una experiencia de resignificación de la vida en un lugar escenificado por los violentos para esconder la muerte. Sobre balsas de guadua de 9x6 metros en promedio, navegaron 15 obras el 2 de noviembre de 2008, el 30 de marzo de 2009 y el 17 de abril de 2010 en una lenta y conmovedora oración en el vacío. Después de acompañarlas hasta donde el río es navegable, las abandonamos nostálgicamente, a la suerte de los rápidos y a los meandros de la corriente... la obra testificó nuestro duelo y el río lo anunció.
Los abrazos del río El contexto: Colombia en el 2009 Nicolás Rincón Gille Director de la película Los abrazos del río
Las leyendas colombianas son el reflejo de una realidad compleja y difícil. Dan miedo porque integran bien y rápidamente una violencia social endémica. La guerrilla y los paramilitares desaparecen hoy a la gente como lo hacían antes los personajes legendarios. Sólo que la violencia de hoy en día los pierde para siempre, sin dejarles un espacio en la memoria. El río los engulle. Las narraciones bañadas en sangre y crueldad, reflejan una situación política complicada, pero sobretodo permiten contar eso que no se ha podido decir de otra manera. Las historias que se alejan del sensacionalismo televisivo, permiten al campesino reforzar su posición en una situación que muchas veces lo sobrepasa. Así, una mujer valiente como Carmen (Campo Hablado I: En lo escondido) habla de las brujas en una sociedad dominada por el instinto de dominación del macho, en el que el marido se asemeja al diablo y prefigura ya al orden militar. Pero en toda leyenda existe siempre un orden y un equilibrio que salvan de la violencia. Todo depende de la fuerza de los seres fabulosos y del respeto que irradian a la gente que sabe de su existencia. Pero cuando la temeridad sobrepasa al miedo las leyendas pierden su función y se convierten en relatos de otros tiempos (Campo Hablado II: Los abrazos del río).
¿Cómo presentar a Colombia? Un país situado a la entrada de América del Sur que beneficia de una gran diversidad geográfica y, por consiguiente, de la coexistencia de diversas culturas regionales (cada una con un equilibrio diferente entre los elementos indios, africanos y españoles). El África negra está aún presente en las costas. Hacia el Océano Pacífico se encuentran la mayoría de las comunidades que escaparon de la esclavitud, protegidas por la densidad de la selva virgen. Las tribus indígenas, dispersas por todo el país, dominan sobre todo las regiones del sur de los Andes y del Amazonas. La gran mayoría de los colombianos son mestizos y viven en una mezcla real de las tres culturas. Sin embargo, hay un desprecio pronunciado por todo aquello que sea indígena y africano, raíz de la cultura popular. Un comportamiento heredado por la élite española y asumido totalmente por una burguesía sin identidad. Sin embargo, este desprecio es poca cosa al lado del uso indiscriminado del poder, que busca preservar a cualquier precio una situación económica y social que beneficia solo a una pequeña capa de grandes propietarios rurales y urbanos. La violencia colombiana es, en mi opinión, la consecuencia directa de tal actitud. Alrededor de ella, es posible identificar numerosos actores y comprender sus vínculos. De un lado está la guerrilla, construida en los años 50 a partir de una sublevación campesina que poco a poco se fue politizando. Esta guerrilla se convirtió en una asociación que creó hoy en día su propia economía en regiones donde las condiciones climáticas permiten la cultura de las drogas en medio de una naturaleza espesa que sirve de protección. El discurso político de este grupo está completamente disociado de sus prácticas de control y de confrontación actual. Del otro lado están los paramilitares, nacidos de la asociación de narcotraficantes con algunos políticos y propietarios rurales, con la complicidad de militares de alto rango. Una milicia
campesina fue puesta a la orden de sus jefes “naturales”, para oponerse a la guerrilla y “sus amigos”. Estos dos grupos comenzaron a confrontarse de manera perversa. Incapaces de afrontarse directamente, desarrollaron una política de exterminio selectiva que incriminó a todo civil sospechoso de colaborar con uno u otro grupo. La situación de los campesinos, obligados a dar alojamiento y alimento a las tropas que pasaban por sus predios (cualquiera que fuera su bando), se volvió insoportable. Tuvieron que escoger un campo so pena de desaparecer. Con el tiempo, el desalojo de los campesinos se volvió una actividad rentable y los paramilitares se apropiaron por la fuerza de miles de pequeñas propiedades campesinas para consagrarlas a producciones extensivas. En poco tiempo, miles de campesinos fueron desplazados hacia las grandes ciudades, en donde viven sin muchas perspectivas (Campo Hablado III: Noche Herida)
¿Qué queda de su cultura e imaginario? Un ejemplo simple y pequeño son los nombres que los campesinos, en algunas regiones, han dado a la guerrilla y a los paramilitares. Los primeros son llamados “los amigos”, denominación irónica que señala la antigua voluntad política de estar “con el pueblo”; los paramilitares son llamados “los muchachos”, jóvenes despreocupados que no tienen familia, ni mujer, capaces de hacer todo. Esta denominación crea ya un marco narrativo interesante. La situación política es muy delicada. El hoy ex presidente Álvaro Uribe desarrolló una política guerrera y agresiva que buscaba exterminar militarmente a “la guerrilla”. Contaba con el apoyo del ejército de los Estados Unidos, más presente que nunca en la historia de Colombia. De otro lado, a poco tiempo de su mandato, proclamó una política de armisticio que buscaba disolver los grupos paramilitares. De un momento a otro, miles de soldados rasos, entraron en formar parte de la vida civil sin ningún debate, sin incriminación por sus crímenes de lesa humanidad y sin ninguna implicación en el tráfico de drogas. Estos grupos entregaron sus armas sin que realmente se disolvieran. A pesar de que la rama judicial ha comenzado tímidamente a remontar su modus operandi, la lógica de poder paramilitar continúa presente, sosteniendo una economía que beneficia a pocos. Estas políticas cuentan con el apoyo del 70% de los colombianos, según las encuestas oficiales. Sin ninguna coherencia, se define a sí misma como una política “de mano dura”, tan apreciada mundialmente. Con ella se pretende llegar a una paz futura. Sólo que no parece pensada para durar largo tiempo.
Interacciones e intervenciones estético-políticas a través de prácticas artísticas: nuevas configuraciones temporales y espaciales Catalina Cortés Severino Antropóloga
El propósito de este encuentro es realizar una aproximación a la relación entre algunas prácticas artísticas y producciones culturales que están relacionadas con memorias de la violencia, no sólo en el nivel de su “representación”, sino también entender estas prácticas y productos como “trabajos de memoria” que dan la posibilidad de nuevos lenguajes, espacios, temporalidades y e/afectos para aproximarse a esas memorias y, sobre todo, a la recuperación de sentido, totalmente fracturado y trasgredido por la cultura del terror. El término productores culturales es usado hoy en día en los discursos de los estudios culturales y las ciencias sociales para aquellos que están relacionados con trabajos intelectuales desde diferentes frentes, como el cine, el periodismo, el arte, la fotografía, la pintura, el teatro, entre otros. George Marcus (1997) compara el término productores culturales con el de intelectual orgánico de Gramsci, ya que los dos se refieren a la emergencia de un trabajo intelectual, reflexivo y crítico en relación con el contexto histórico y social donde se generan. Me enfoco principalmente en algunas prácticas y producciones artísticas para entender de qué forma estas prácticas están abriendo espacios para reflexionar sobre otras temporalidades, sobre la memoria como ruina de la que habla Benjamin, en la que ésta no significa la decadencia sino que, por el contrario, se configura donde el pasado, el presente y el futuro se encuentran; ruinas que nos remiten a las violencias sedimentadas y los reclamos hacia el futuro. ¿Cómo lograr evocar el tiempo a través de la imagen y lo sonoro?, ¿Cuales espacios están abriendo las prácticas visuales y sonoras para reflexionar sobre otras temporalidades y otras espacialidades? ¿De qué manera, a través de lo visual y lo sonoro, se pueden crear espacios de duelo y de pérdida? A partir de éstas preguntas comencé a encontrar espacios, formas, lenguajes e intervenciones en algunos proyectos artísticos. Es desde acá donde comienzan mis reflexiones y exploraciones sobre y desde la imagen, lo sonoro y lo textual como forma de investigación e intervención a través del hipertexto del que nos habla Barbero (2010), el cual permite trabajar con múltiples gramáticas del sentido, generadas a través de diversas configuraciones e impidiendo así la clausura y cierre de significados totalizadores. Como lo señala Deleuze (1999), es necesario la conjunción de las artes, las ciencias, la filosofía, y en general de otros saberes que estén alterando los espacios y los tiempos política y estéticamente; “Ahí es donde los conceptos, las sensaciones, las funciones se vuelven indecibles, al mismo tiempo que la filosofía, el arte y la ciencia indiscernibles, como si compartieran la mismo sombra, que se extiende a través de su naturaleza diferente y les acompaña siempre”. Trabajar las políticas y estéticas del recordar de los escenarios de memorias de la violencia a través de la aproximación visual y sonora también implica situarse en las políticas y estéticas de las imágenes y los sonidos de donde se está trabajando, tanto a nivel de forma como de contenido, siendo consiente de cómo las imágenes son responsables en la construcción, representación y percepción de los escenarios de memorias de la violencia. En lo cual las prácticas artísticas tienen un rol fundamental, al generar espacios reflexivos y críticos que permitan abordar, desde diferentes costados, la coyuntura presente, al cuestionar lugares comunes y proponer nuevas formas de ver, oír y sentir, a través de sus diferentes propuestas políticas, estéticas y éticas del tiempo y de las miradas.
Memorias inscritas en el cuerpo y en los objetos por medio de un descenso a la cotidianidad, a través de prácticas y momentos fugitivos y banales, en obras como Una cosa es una cosa y Vitrina (1989) de María Teresa Hincapié; el hacer presentes las violencias íntimas, naturalizadas y marcadas en las fibras más sutiles de cuerpos femeninos en Evidencia clínica I y II (20072008) de Libia Posada; la presencia de rostros gigantes de mujeres víctimas de la violencia navegando junto a La llorona por el río Cauca, revelando las ausencias que éste arrastra, en el trabajo de Gabriel Posada, Magdalenas por el Cauca (2008); el hacer que aparezcan los espectros que conforman nuestro presente en el olor del banano podrido, en Musa Paradisíaca (1994) de José Alejandro Restrepo, el trabajar en medio de lo visible e invisible como se ve en la obra Campo santo (2006) de Juan Fernando Herrán; el evocar las ausencias por medio de los sonidos, rumores, silencios y gritos, como se expone en la obra Treno (2007-2009) de Clemencia Echeverri; las inscripciones de las memorias de la violencia en los cuerpos, rostros, miradas y lugares puestas en escena a través de las fotografías de Jesús Abad Colorado en la exposición Letra con sangre (2009). Prácticas artísticas como estas permiten evocar y re-imaginar lo social y cultural a través de prácticas estéticas que proponen otras relaciones con el pasado, el presente y el devenir al crear otros regímenes de lo sensible y lo inteligible, visibilizando la complejidad de las inscripciones de las memorias en cuerpos, lugares y objetos cuya sustancia es la cotidianidad. Quiero dejar claro que he escogido estas obras porque considero que están inscritas entre la aproximación sensorial y la crítica cultural; abriendo así, otros regímenes de lo sensible al desanestesiar la colonización de los sentidos y proponer otras formas de mirar, de escuchar, de decir y de visibilizar. Nadia Serematakis (1996) nos recuerda que hay que volver a los sentidos como testigos y medios de registro de la experiencia histórica, y es ahí donde las ciencias sociales pueden abrirse hacia los lenguajes po-éticos y alegóricos utilizados por el arte, y mediante éstos aproximarse hacia una epistemología de los sentidos. Esto, al mismo tiempo, nos hace repensar «la linealidad» de causa y efecto con la que las ciencias sociales han estado familiarizadas, y explorar esas «deslinealidades» que el arte nos deja ver al privilegiar el acontecimiento, la alegoría y las intensidades. Este planteamiento nos lleva a trabajar desde la relación estéticapolítica, que consiste en el modo creativo de alterar los espacios y los tiempos que es de donde se desprende el potencial del devenir, de la creación y de la alteración. De esta manera, frente a la reciente institucionalización de la memoria y las múltiples tácticas para encerrarla y determinarla, lo sensorial abre posibilidades de aproximación, creando un espacio para trabajar en medio del exceso, de lo innombrable y lo emergente. Estas políticas y estéticas de las memorias de la violencia propuestas por estos trabajos operan conjuntamente en la división de lo sensible, lo que quiere decir para Rancière (2008) que política y estética se constituyen mutuamente y no se pueden entender por separado, ya que la actividad política es “la que desplaza al cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como un ruido”. Bibliografía Jesús Martín-Barbero (2010), “Mutaciones culturales y estéticas de la política” en Revista Estudios Sociales # 35 vol. II, pp. 15-25, Bogotá. Walter Benjamin (1997), Sul concetto di storia. Einaudi, Torino. Gilles Deleuze y Felix Guattari (1999), Qué es la Filosofia?, Barcelona, Anagrama. George Marcus (1997), Cultural Producers in Perilous States, Editing Events, documenting change. Chicago,University of Chicago Press. Nadia Serematakis (1996), The Senses Still: Perception and Memory as Material Culture in Modernity. Chicago, University Press, 1996. Jacques Rancière (2008), The Politics of Aesthetics. Nueva York, Continuum, 2008. Nelly Richard (2007), Fracturas de la memoria. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
Gabriel Posada
Magdalenas por el Cauca
Sala de exposiciones Carlos Drews Castro del Instituto de Cultura de Pereira
Nicolás Rincón GillE
Documental Los abrazos del río
Proyecciones: Septiembre 8, Auditorio A-201, Universidad Tecnológica de Pereira Septiembre 9, Teatro Cámara de Comercio de Pereira
Artistas © Gabriel Posada © Yorlady Ruiz © Rodrigo Grajales Director de la Película Los abrazos del río Nicolás Rincón Gillé Cortocircuito Escenarios Para el Arte Centro Colombo Americano Pereira Alianza Francesa de Pereira Fundación Universitaria del Área Andina Sala Carlos Drews Castro del Instituto de Cultura de Pereira Con la participación de la Maestría en Estética y Creación Grupo de Invstigación en Arte y Cultura, Línea de Investigación en Arte Contemporáneo Facultad de Bellas Artes y Humanidades Universidad Tecnológica de Pereira Edición catálogo Margarita Calle - Directora Maestría en Estética y Creación Diseño JM Calle Impresión Gráficas Buda Ltda. AFAVIT Asociacion de Familiares y Víctimas de Trujillo Los derechos de las fotografías son propiedad de los respectivos artistas ISBN en trámite Pereira, Colombia, 2011
Coloquio sobre Arte y Política Septiembre 8 de 2011 - 2:00 pm. Universidad Tecnológica de Pereira, Auditorio A-201
Inauguración de las exposiciones Viernes 9 de septiembre de 2011 - 7:00 pm. En las siguientes salas: Centro Colombo Americano Carrera 6a. Nº 22-12 Alianza Francesa de Pereira Calle 21 No. 4-33 Sala Carlos Drews Castro Carrera 12 calle 18 esquina Las exposiciones estarán abiertas hasta el 8 de octubre de 2011
Facultad de Bellas Artes y Humanidades Departamento de Humanidades e Idiomas Universidad Tecnológica de Pereira
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