Leyendas de Kamakura

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LEYENDAS DE KAMAKURA

LEYENDAS DE KAMAKURA

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Con Cariño y amor a todos los amantes de la literatura , a todos los jóvenes lectores , y con total amor a mi familia que desde niña me enseñaron a luchar por los sueños... Titulo original: Leyendas de Kamakura Diseño Cubierta: Maribel Lopez roa ilustraciones por : Maribel Lopez Roa Esta rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro, la recopilación en sistema informático, la trasmisión en cualquier forma o por cualquier medio, por registro o por otros métodos sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright. Leyendas de Kamakura © 2013. Impreso en colombia : LKA Graphics Cra 60 nº 4g-16 B Trinidad Galán Bogotá D.C 2013 isnb: 103-245-010-6


INDICE

El Espejo

La muerte del Tejon

La Tradi ci de Nipp 贸n on

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esa c n i r p La ru a m o t i H

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La G r de K atitud app a

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jo o r o l El hi estino del D 18

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La Princesa Hitomaru

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etrás del santuario del dios Tatsumikojin, en el valle de Ougigayatsu, se encuentra el túmulo en memoria de la princesa Hitomaru, que murió de tristeza por un amor desleal. Hitomaru era hija del noble Kajiwara no Kagekiyo y depués de la muerte de su padre entró como vestal en el santuaio de Hachimangu, donde se esmeró en el aprendizaje de sus recién adquiridos deberes en las ceremonias religiosas, entre ellos las danzas rituales. Cierto día, un noble de la corte de Kioto, que se encotraba como escribano al servicio del shogun, la vio por primera vez en una de estas danzas y se enamoró perdidamente de ella. Hitomaru rechazó sus cartas de amor repetidas veces, pero la habilidad del joven cortesano con las palabras era tal que logró cambiar su corazón y, al final, aceptó recibirlo en secreto en sus aposentos privados. Ataviado con las sedas más suntuosas y acertadas combinaciones de ricos colores que realzaban su gran apostura, supo conquistar el amor de la princesa y ese día ambos intercambiaron promesas de amor eterno.

Juró a Hito¬maru que enviaría un cortejo para buscarla tan pronto como fuera posible Confiando en las promesas de su enamorado. Hitomaru esperó día tras día en vano. Pasaron las semanas, los meses y los años sin que llegara el prometido cortejo que le probaría la sinceridad de ese amor. Poco a poco, la ilusionada espera se convirtió en tristeza y resentimiento. Cierto día, Hitomaru se quitó la vida ahogándose en un estanque cercano al templo. Pero su espíritu, lleno de rencor, se convirtió en una gran serpiente, que arrastraba hacia el fondo a toda doncella que se aproximase a la orilla. Para aplacar su ira, los monjes de Hachimangu construyeron un túmulo funerario, que hasta hoy se conoce como hitomarutsuka.

Sin embargo, pocos días después el cortesano fue llamado de vuelta a Kioto y, en la despedida, 8

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La muerte del Tejón

E En cuanto al cortesano de Kioto, su regreso fue acompañado de una brillante carrera que aumentó su prestigio en palacio en los años siguientes. Pero cierto día cometió un error tan nefasto que fue destituido. Privado de su puesto, perdió la razón y murió pocos años después, evocando el nombre de Hitomaru e implorando su perdón. Entonces su familia supo que la repentina desgracia del joven cortesano fue causada por el rencor de Hitomaru y así partieron hacia Kamakura para visitar el túmulo de la princesa. Y continuaron haciéndolo durante muchos años. Se decía que los alrededores del estanque donde murió Hitomaru tenían una maldición, y permanecieron durante varios siglos baldíos, ya que cualquier intento de cultivar la tierra o construir un edificio terminaba en una tragedia.

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sta historia aconteció doscientos años atrás, durante la era Tenmei. Una noche, en la posada Itabashi de la ruta Nakasendo, apareció un anciano monje y pidió albergue. Por el salvoconducto que llevaba, el dueño supo que se trataba de un monje de Kencho-ji, en Kamakura, en peregrinación por todo el país para conseguir fondos destinados a la reconstrucción del portal. Sin embargo, al hombre le pareció sospechoso que el anciano monje se aventurase sin compañía en un trayecto tan largo, ya que lo normal hubiera sido viajar con un monje joven para que le asistiese en el camino y le cuidase si cayera enfermo. De todos modos, el posadero no tuvo más remedio que ofrecer al monje una habitación adecuada a su posición social y agasajarle con una cena digna. A cambio, el hombre pidió que el anciano le dejara como recuerdo algún trabajo de caligrafía, arte en el que solían sobresalir los monjes, y para ello le entregó con gran respeto papel y pinceles y los utensilios para hacer tinta china. Pasado un rato, el monje llamó al posadero, informándole de que ya había terminado el cuadro. Ante su enorme admiración, el anciano había escrito los tres ideogramas que se leían como “el mar de la felicidad” con una habilidad prodigiosa. Muy contento, le dio repetidamente las gracias. Después de la cena, el posadero envió a una sirvienta a la habitación del monje para que preparase el lecho. Pero, antes de entrar, la mujer atisbo por una grieta entre ambas hojas de la puerta corrediza y, en lugar del monje, vio que en la habitación descansaba un enorme y viejo tejón.

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Al percibir un sonido, el tejón tuvo un gran susto. Pero, cuando la mujer entró en la habitación, sólo encontró al anciano monje rezando apaciblemente sus raciones junto al ventanal que daba a un espeso bosque de bambú. La sirvienta preparó la cama como si nada hubiese ocurrido y se marchó. Pero, al cabo de un rato, regresó con sigilo y, a través de las puertas de papel, vio una gran silueta de tejón que se recortaba con claridad en la habitación iluminada por la luna. Enseguida, corrió a contarle lo sucedido al posadero, que no sólo no la creyó sino que le echó una dura reprimenda por inventar tales cosas acerca de un venerable monje con tales habilidades caligráficas. Sin embargo, a partir de ese momento, los ojos escrutadores de la mujer no se apartaron del monje. Cuando el baño estuvo caliente, subió a su habitación para informarle y, una vez el monje se encontraba en la estancia de los baños, entró en la antesala con la excusa de preguntarle si estaba bien la temperatura del agua. Por un resquicio vio de nuevo al gran tejón, chapoteando en el agua caliente con la cola para dar la impresión de que estaba tomando baño. La sirvienta salió corriendo hacia el posadero, quien la hizo callar de nuevo, diciendo que era el colmo del descaro acusar a un monje de Kencho-ji de ser un tejón con forma humana y le ordenó que no hablara con nadie del asunto.

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A la mañana siguiente, el monje se despidió con gran cortesía y reanudó su peregrinación, siguiendo por la ruta Omekaido hasta las proximidades de Chichibu. Pero la mujer había esparcido a los cuatro vientos el rumor de que un tejón transformado en anciano monje viajaba por esos caminos, y los viajantes se ocuparon de que este rumor pronto llegara a lugares alejados de la región. Mientras tanto, el monje de Kencho-ji continuaba con el mayor fervor la colecta para reconstruir el portal del templo. En una posada de Chichibu, el monje fatigado por el viaje tomó un palanquín. Pero los portadores, que conocían el rumor, a mitad del camino llamaron a un perro que comenzó a ladrar furiosamente ante las cortinas cerradas del palanquín y, en un instante, había saltado a su interior y clavado los colmillos en la garganta del infortunado monje. Los portadores llevaron el cadáver al pueblo, ante las miradas de reproche de la gente. De inmediato, el jefe del pueblo envió un emisario a Kencho-ji con la noticia de la muerte del monje, pero a los tres días, antes de que llegaran los monjes del templo, el cuerpo del anciano se transformó en el de un viejo tejón. El enviado de Kencho-ji reconoció al pobre avvnimal como el tejón que vivió largos años en un bosque, en la parte trasera del templo, y se conmovió ante su buena voluntad de contribuir a recoger fondos para el templo.

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La gratitud del kappa

E El dinero encontrado en la humilde bolsa de viaje del monje contribuyó a construir un espléndido portal que se conoce como “Tanuki no Sanmon”, o sea, el portal del tejón. En cuanto al cuerpo del tejón, fue conducido de vuelta a su lugar de origen y enterrado en el recinto del templo bajo una pequeña lápida que ha conservado el recuerdo de su bondadoso corazón hasta nuestros días.

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n Kamakura no se conocen muchas leyendas sobre kappa1 , aunque esto no significa que estos seres mitológicos no existieran en absoluto y su comportamiento no fuera muy similar al de otros kappa en otras regiones de Japón. Según las crónicas “Horekigenraishu”, muchos años atrás, en el distrito de Yoroki, del pueblo Nishioku, entre las montañas, había un pequeño río llamado Makado donde vivía un kappa que nunca había causado ningún problema a la gente del lugar. Pero en cierta ocasión atrapó un caballo que pacía entre las hierbas de la rivera y lo arrastró al fondo del agua. Los hombres del pueblo, indignados, organizaron una batida para capturarlo y no cejaron en su empeño hasta que lo cogieron por sorpresa mientras tomaba una siesta en la suave arena de la orilla, y antes de que lograra despertar del todo ya lo habían acorralado. Iban a matarlo a palos cuando el joven y valeroso Gorozaemon e apenó del pobre ser y se interpuso entre él y la gente del pueblo. El kappa, enloquecido de miedo y desesperación, imploró por su vida. Gorozaemon, tras obligar al kappa a que prometiese no volver a repetir sus fechorías y ofrecer al dueño del caballo una

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El Espejo compensación por el animal perdido, dio por concluido el incidente. Esa noche, Gorozaemon se acostó cansado por las emociones del día; pero, apenas había cerrado los ojos, oyó que llamaban a la puerta: se trataba del kappa. —Buen Gorozaemon, gracias a ti todavía conservo la vida que llegué a dar por perdida — dijo, derramando profusas lágrimas de agradecimiento e inclinándose repetidas veces — Para corresponder a tu bondad, te he traído unos obsequios. El kappa depositó ante Gorozaemon dos magníficas lubinas recién pescadas y un tokkuri de considerable tamaño. —Este tokkuri está lleno del mejor sake, pero cada vez que tomes deberás dejar un poco y así volverá a llenar se hasta el borde, de modo que nunca faltará la bebida entu honorable casa. Y así sucedió. Pasaron las semanas y los meses, y el tokkuri se llenaba sin falta, convirtiéndose en una fuente de regocijo de la gente del pueblo, que había perdonado con creces al kappa. Gorozaemon y sus invitados disfrutaron durante mucho tiempo de la generosidad del tokkuri2 hasta que un día alguien apuró sin pensar hasta la última gota de sake y nunca más se repitió el prodigio. Gorozaemon tuvo una vida larga y tranquila, y hasta sus últimos años, cuando contaba la historia del kappa a sus nietos, nunca dejó de conmoverse al recordar la pequeña y frágil figura verde en el umbral de su casa, cuya piel húmeda temblaba de gratitud brillando extrañamente a la luz de la luna.

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abía una vez en Japón, hace muchos siglos, una pareja de esposos que tenía una niña. No eran ricos y vivían del cultivo de un terreno. La esposa era una mujer hermosa, sencilla e ingenua.

Un año, en que la cosecha no fue buena el marido, tuvo que partir en busca de trabajo fuera de su aldea. Su ausencia fue por mucho tiempo y, cuando regresó, lo hizo con dos regalos. A la niña le llevó una muñeca, y a la mujer un espejo de bronce plateado. La mujer miró el espejo con gran maravilla puesto que no había visto nunca un objeto similar. Quedó fascinada y sorprendida cuando, al mirarlo y reflejada en él, contempló a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. -Míralo y dime qué ves dentro.- le preguntó el marido -Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme ¿Quién es esta mujer?.. El marido rió mientras le decía: -¿No te das cuenta de que este es tu rostro? . Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.

[1]Ser imaginario acuático, del tamaño de un niño y color verde, que tiene pico y una especie de plato en la cabeza, en el que almacena agua para utilizar cuando se encuentra en tierra.

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La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo, guardándolo con sumo cuidado en una cajita metálica. Como lo consideraba un objeto misterioso, solo de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse. No conocía su magia pero entendió que, en él, aparecía su propia imagen. Era un regalo de amor, y los regalos de amor son sagrados. Durante muchos años, lo tuvo siempre escondido. La mujer enfermó un invierno. Su salud, que había sido siempre delicada y frágil, se resintió con el frío extremo de ese año. Cuando sintió próximo su fin, tomó la caja del espejo y, sonriendo, se la dio a su bella hija que, por aquel entonces, se había convertido en una joven de parecido extraordinario al de la madre , diciéndole: -Pronto dejaré de estar aquí, pero no te entristezcas. Debes prometerme que mirarás este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque lejos, siempre estaré velando por ti. Al morir la madre, la muchacha cumplió a diario lo prometido. Miraba el espejo y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.

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Ingenua como su madre, jamás dudó que el rostro reflejado en la chapa reluciente no fuese el de ella. Hablaba a la adorada imagen, convencida de ser escuchada. Un día el padre le sorprendió, en la ventana, mientras murmuraba al espejo palabras de ternura. -¿Qué haces, querida hija?, le preguntó. -Miro a mamá. Fíjate en ella, no se le ve pálida y cansada como cuando estaba enferma, parece más joven y sonriente... El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que a quién contemplaba, todos los días en el espejo, era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.

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EL HILO ROJO La leyenda más antigua dice que el abuelito que vive en la luna sale por la noche buscando personas destinadas para ser parejas, cuando las encuentra, las ata con hilo rojo, así nunca se separan.

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ace mucho tiempo, un joven emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa que tenia la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mando traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que seria su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevo hasta un mercado en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y le dijo : “Aquí termina tu hilo” , pero al escuchar esto , el emperador enfureció creyendo que era una burla de la bruja , empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en los brazos y la hizo caer haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente , ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.

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Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda y el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente. Al levantarle el velo vió por primera vez que este hermoso rostro … tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.

“Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper” Esta leyenda surge cuando se descubre que la arteria ulnar conecta el corazón con el dedo meñique. Al estar unidos por esa arteria se comenzó a decir que los hilos rojos del destino unían los meñiques con los corazones. Simbolizaban el interés compartido y la unión de los sentimientos. 21


La Tradición de Nipona

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a cultura de Japón es el resultado de un proceso histórico que comienza con las olas inmigratorias originarias del continente de Asia y de las islas del Océano Pacífico, seguido por una fuerte influencia cultural proveniente de China y, posteriormente, un largo período de aislamiento con el resto del mundo (sakoku) de parte del shogunato Tokugawa hasta el comienzo de la Era Meiji, a finales del siglo XIX, en donde recibe una inmensa influencia extranjera y que se acrecienta después del final de la Segunda Guerra Mundial. Esto dio como resultado una cultura distinta a otras culturas asiáticas. En Japón, las interrelaciones personales están muy influenciadas por las ideas de "honor","obligación" y "deber", conjunto conocido como giri, y que representa una costumbre diferente a la cultura individualista y liberal de los países occidentales. Las concepciones de "moralidad" y "conductas deseables" son menos practicadas en situaciones familiares, escolares y de amistad. Sin embargo, se observa una práctica más formal frente a superiores o gente desconocida. Un aspecto que ha tenido un rol significante en la cultura japonesa es el idioma japonés. También se practica el nemawashi , que se refiere a la preparación cuidadosa y seria de un proyecto, que refleja la armonía aceptada y respetada dentro de la cultura japonesa. Por otro lado, los japoneses poseen un sentido del humor intrincado y complicado, que se refleja mucho en el idioma, la cultura, la religión y la ética, y que a veces es considerado como muy difícil de interpretar por otras culturas.

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Lengua milenaria, el japonés nace como una lengua de tradición oral con historias tradicionales ligadas a ritos folklóricos y religiosos y, de los cuales, se conservan narraciones, canciones y danzas populares referidas fundamentalmente a la llegada de la primavera y la despedida del otoño. El principal cambio en la literatura tradicional japonesa se produce con la llegada de los ideogramas chinos, conocidos como “kanji”, lo que permite que las historias japonesas comiencen a ser recogidas en papel. -Tradición oral: destaca la figura del “kataribe”, un recitador de historias encargado de conservar y transmitir los hechos, mitos y leyendas de una comunidad, algunos de los cuales llegaron a formar parte de la corte sirviendo así de enlace entre la literatura oral y la nueva literatura escrita En todas las culturas existen objetos y costumbres que se supone traen buena suerte y ahuyentan las desgracias y los malos espíritus. Paseando por Japón podemos ver por las calles gatos con la pata levantada, búhos, muñecos daruma, mapaches con grandes órganos sexuales, siete dioses en un barco... Y en los templos, colgantes hechos de tela, tablones de madera con deseos escritos, pequeños papeles blancos atados a los árboles, etc. Son muchos los artículos y amuletos que en Japón otorgan la buena suerte. En Japón, uno puede ver amuletos de la suerte por muchos sitios: en los bolsos, en las entradas de las casas, en las tiendas, en los templos, etc. Los engi-mono, o amuletos de la buena suerte, se encuentran por todas partes ahora hablaremos de los más conocidos e importantes.

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En tiempos antiguos, los habitantes del Japón eran considerados propiedad del emperador y su apellido reflejaba la tarea que desempeñaban en el gobierno; un ejemplo de esto es el apellido Otomo (en kanji, en hiragana). Muchos apellidos fueron derivados de sus equivalentes chinos y coreanos. Ejemplos de esto son Kaneshiro y Chan, respectivamente. Hasta la Restauración Meiji, la gente común del Japón (aquellos que no eran parte de la aristocracia o de la clase militar) no tenía apellido y empleaban sustitutos (por ejemplo, su lugar de nacimiento) en caso de requerirle. Por ejemplo, si Ichirō nació en Asahi mura (en la villa Asahi) en la provincia de Musashi, se le llamaría "Ichirō de Asahi-mura en Musashi". En el caso de los comerciantes, recibían el nombre de sus tiendas: Si Denbei fuese el propietario de la tienda Sagamiya, le llamarían Sagamiya Denbei. Los granjeros empleaban un sistema patronímico. Por ejemplo, si Fujida fuese hijo de Doiji, se le llamaría "Fujida, hijo de Doiji"). Tras la restauración Meiji, el gobierno ordenó que todos los plebeyos agregaran apellidos a sus nombres propios: mucha gente adoptó apellidos históricos, mientras otros los crearon por su cuenta o solicitaron a un sabio local que les creara uno. Esto explica, parcialmente, la gran cantidad de apellidos en Japón, así como la gran variedad de pronunciaciones. Durante la época en que los matrimonios acostumbraban tener muchos hijos, una práctica habitual era dar a los hijos un nombre con un numeral seguido por el ideograma rō ("hijo"). Así, el primer hijo se llamaría "Ichirō", el segundo sería "Jirō"" y así sucesivamente. Las hijas generalmente recibían nombres con el sufijo ko ( "niña"); esto no debe confundirse con el sufijo masculino hiko , que es menos frecuente. Ambas costumbres se han vuelto menos frecuentes, aunque aún hay niños cuyos nombres siguen los patrones antes mencionado Muchos de los juegos tradicionales japoneses son para niños tales como el Kagome Kagome o el jankenpon , conocido en español como Piedra-Papel-Tijera; aunque también hay

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juegos de cartas como el hanafuda y menko; juegos de palabras como el henohenomoheji, que es la confección de caras mediante caracteres hiragana o el kaibun, que es un juego de frases palíndromas. Sin embargo, los juegos de mesa son los que más destacan, tales como el go (originario de China), un juego de estrategia con fichas y el shōgi, que es una variante japonesa del ajedrez. lA RELIGION La mayoría de los japoneses no están afiliados a una religión en particular, a su vez ellos incorporan varias características de muchas religiones en su vida cotidiana y que dicho proceso es conocido como sincretismo, y por ende celebran festivales pertenecientes a diferentes religiones, tales como el budismo, el cristianismo y la religión shinto. Una de las religiones más practicadas en Japón es el Shinto (Shintō), que es a la vez la religión nativa de Japón y que es exclusivo de ese país, fue la única religión que existía antes de la llegada del budismo a Japón y marcó notablemente la mitología japonesa. Involucra una religión politeísta que se realiza en los templos shinto o jinja , y que se basa en cuatro afirmaciones: tradición y familia, amor a la naturaleza, purificación y la celebración de las festividades tradicionales. No posee ningún canon o libro sagrado, y es una religión que no está interesada en acrecentar su número de fieles, por ende dicha religión no se ha expandido a nivel mundial. Fue una religión estatal desde la Era Meiji hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y en esa época proscribía otras religiones; sobre todo con el budismo japonés, religión que estaba muy asimilado con éste y que se le intentó separar su práctica en vano.

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o i r a s o l G Kappa: Ser imaginario acuático, del tamaño de un niño y color verde, que tiene pico y una especie de plato en la cabeza, en el que almacena agua para utilizar cuando se encuentra en tierra.

Tatsumikojin : Dios de la Antigua Mitologia Japonesa

Tenmei: Era de Japón son la manera japonesa tradicional de dividir el tiempo en unidades comúnmente entendidas. Las eras de Japón son una característica importante de la historia japonesa y una demostración de su cultura.

Los cuentos japoneses que nos ofrece este volumen pertenecen todos a la tradición oral. Transcurren en un tiempo inmemorial y nos muestran algunos detalles de una cultura milenaria repleta de mitos y leyendas.

Planquin: Especie de silla o litera usada en Oriente para llevar en ellas a las personas importantes.

Kioto: Es una importante ciudad de Japón, localizada en la parte central de la isla de Honshu. Es la capital de la Prefectura homónima y tradicionalmente también ha sido considerada capital de la Región de Kansai.

Planquin: Aflojar o ceder en un empeño o una determinación.

Shogun: Comandante del ejército, rango militar y título histórico en Japón concedido directamente por el emperador

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