MONS. SALVADOR CISNEROS GUDIÑO
Composición y fotogra�ía de cubierta: L.D.G. María Deida Arroyo Villaseñor Diseño Editorial: L.D.G. María Deida Arroyo Villaseñor Primera edición, diciembre de 2017 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida, total o parcialmente, por cualquier medio o procedimiento técnico sin permiso expreso del autor o editor. Impreso en Tijuana, Baja California, México.
ÍNDICE Presentación
I. Homilía en la Celebración Eucarística de la Erección de la Provincia Eclesiástica de la Baja California y de la Elevación de la Diócesis de Tijuana como Sede Metropolitana II. Aportaciones al Grupo 21 en el año 2007 III. Digni�icar la política IV. Violencia en la frontera V. Navidad sin violencia VI. El desa�ío de la inseguridad en la frontera de Tijuana VII. El desarrollo humano, según el pensamiento de Juan Pablo II VIII. El verdadero desarrollo IX. Una propuesta de paci�icación para Tijuana X. Fin de la alteridad humana entre nosotros XI. El futuro del cristianismo en la frontera norte de México
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PRESENTACIÓN Me es grato presentar estas diversas re�lexiones acerca de la realidad social y cultural de nuestra querida ciudad de Tijuana. Fueron escritas en circunstancias muy diversas y en momentos históricos distintos, relacionados con la dinámica del ministerio sacerdotal que desde hace ya 46 años he vivido en esta ciudad. Tijuana, todos lo sabemos, es una población extraordinaria, ciudad abierta y dinámica que representa y sintetiza lo que signi�ica la patria mexicana.
Su descubrimiento debe despertar en nosotros una capacidad de discernir entre la presencia de auténticos valores humanos y las fuerzas del mal que nos destruyen.
El esfuerzo de re�lexión nos permite unir el análisis de la realidad y el encuentro con la verdad, presente en nuestro mundo. Se trata de un método fecundo, que uni�ica el análisis de la realidad, la experiencia del encuentro con la verdad y el compromiso humano y social. ¿Qué descubrimos deambulando en las calles de Tijuana, Tecate o Rosarito? ¿Cuáles son los lugares, las situaciones, las personas en las que sentimos la presencia o la ausencia de la autenticidad y la justicia? 5
Son muchas las necesidades que interpelan la sensibilidad humana. Al panorama de la pobreza económica se añaden un conjunto de miserias de carácter cultural y moral que humillan al ser humano en nuestra frontera.
No podemos quedar al margen ante las perspectivas de la globalización económica, que debe ser analizada a la luz de los principios de la justicia social y la opción preferencial por los pobres. Urge impulsar una globalización de la solidaridad, que reduzca los efectos negativos del neoliberalismo radical y excluyente.
Tenemos que enfrentar las raíces de los males sociales que claman al cielo: porque, como lo a�irma Juan Pablo II, “generan violencia, rompen la paz y la armonía entre las comunidades”. Entre estos desa�íos urge señalar el comercio de drogas, la corrupción, la discriminación, las desigualdades sociales y la destrucción de la naturaleza. Debemos encarnar la solidaridad con los pobres y marginados. No sólo el asistencialismo, sino también la promoción, la liberación y la aceptación fraternal de los conciudadanos.
Sobre la problemática de los migrantes, tendremos que ser abogados vigilantes que protejan el derecho natural de cada persona a moverse libremente dentro de su propia nación y de una nación a otra. Estar atentos a los derechos de los migrantes y de sus familias, y al respeto de su 6
dignidad humana.
El reto que tenemos delante es enorme. Hace falta asumir un compromiso renovado para cumplir nuestra misiĂłn. Mons. Salvador Armando Cisneros GudiĂąo Tijuana, diciembre de 2017
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I. HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA DE
LA ERECCIÓN DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE LA BAJA CALIFORNIA Y DE LA ELEVACIÓN DE LA DIÓCESIS DE TIJUANA COMO SEDE METROPOLITANA
Tijuana, a 29 de enero de 2007
Excelentísimo Señor Arzobispo Don Giuseppe Bertello, Nuncio Apostólico en nuestro querido país, lo saludo con gratitud y con cierta nostalgia en esta Celebración Eucarística, que representa para su Excelencia uno de los últimos actos de servicio incondicional como representante de Su Santidad el Papa Benedicto XVI en la Iglesia de México.
Saludo también con respeto y cariño a los Sres. Obispos, a los Presbíteros y a los Diáconos de esta nueva Provincia Eclesiástica, en primer lugar, al Señor Arzobispo Don Rafael Romo Muñoz, así como a los Excelentísimos Señores José Isidro Guerrero Macías, de nuestra hermana Diócesis de Mexicali, y Sigifredo Noriega Barceló, Obispo Electo de la recientemente erigida Diócesis de Ensenada. Nos alegra mucho la presencia de los Señores Arzobispos y Obispos que nos acompañan a vivir este momento de fe: Mons. Ulises Macías Salcedo, Arzobispo de Hermosillo; Mons. Emilio Berlié Belaunzarán, Arzobispo de Mérida; Mons. Luis Morales Reyes, Arzobispo de San Luis Potosí; Mons. Carlos Aguiar Retes, Obispo de Texcoco y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano; Mons. Francisco Javier Chavolla Ramos, Obispo de Toluca; Mons. Ricardo Watty Urquidi, Obispo de Nuevo Laredo; Mons. Mario Espinoza Contreras, Obispo de Mazatlán; 11
Mons. Benjamín Jiménez Hernández, Obispo de Culiacán; Mons. Juan Manuel Mancilla Sánchez, Obispo de Ciudad Obregón; Mons. Ramón Castro, Obispo de Campeche; Mons. Carlos Suárez Cásarez, Obispo Emérito de Zamora; Mons. Gilberto Chavez, Obispo Auxiliar de San Diego y Mons. Jaime Soto, Obispo Auxiliar de Orange; Mons. Emigdio Duarte Figueroa, Obispo Auxiliar de Culiacán. Hermanos religiosos y religiosas. Queridos seminaristas y �ieles laicos.
Saludo también con respeto a las autoridades civiles que nos acompañan. I. Introducción
Hemos sido convocados para celebrar este espacio nuevo de salvación y para ofrecernos en comunión con Jesucristo a nuestro Dios y Padre que ha querido en su providencia conformarnos, a través de una nueva estructura orgánica de Iglesia, en la Provincia Eclesiástica de la Baja California, con sede metropolitana en esta Iglesia local de Tijuana, bajo la presidencia del Sr. Arzobispo Don Rafael Romo Muñoz, por decisión del Santo Padre Benedicto XVI, como hace unos momentos escuchamos en solemne lectura del Mandato Apostólico.
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Estamos asistiendo a la celebración de un acontecimiento histórico que señala el futuro de nuestras Iglesias locales. El mismo Jesucristo, Señor de la historia y Cabeza de la Iglesia, por designio del Padre y con la fuerza de su Espíritu nos llama hoy a renovar la experiencia de participación en su vida de Amor.
En efecto, se trata de una invitación a conformar una profunda comunión de fe, de vida y de acción pastoral entre las Iglesias locales que con�iguramos esta nueva provincia: Tijuana, Mexicali, La Paz y la naciente Diócesis de Ensenada.
Hoy el Señor ha querido identi�icarnos de manera especial como la familia de Dios llamada a anunciar la esperanza y a vivir en la fe, desde, en y para esta porción de su pueblo que comparte un bagaje pastoral, una herencia de gracia y una historia común en donde la Providencia Divina ha ido conformando su camino único e irrepetible de salvación.
Constituidos en comunión de Iglesias nos identi�icamos como un cuerpo orgánico, llamado a trascenderse en la dimensión metahistórica del proyecto de Dios. II. El acontecimiento que celebramos hoy, nos permite re�lexionar profundamente en el peregrinar de nuestra Iglesia a lo largo de esta región geográ�ica situada en el espacio más occidental de nuestra patria, enmarcada en el amplio horizonte de los mares y de límites fronterizos que 13
separan, al mismo tiempo que vinculan, dos mundos contrastantes.
Para entendernos como Iglesia que peregrina en Baja California, necesitamos encontrar un horizonte de lectura que nos sitúe en el mirador de una fe común, que nos ayude a discernirnos desde la mirada del Padre. Nos es preciso contemplar a través de la óptica de los criterios evangélicos para asumir la historia que nos fundamenta e inspira, la realidad que estamos viviendo y el proyecto de Dios al que somos llamados en comunión con Él.
El punto de partida lo ha descrito de forma extraordinaria el mismo Papa Benedicto XVI, cuando en la homilía en la misa de inicio de su ministerio señalaba: «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia». Eso mismo debe signi�icar para nosotros esta celebración eucarística que estamos realizando: comprometernos, desde nuestra pobreza, a ser “colaboradores de Dios”; “el campo y la edi�icación de Dios”. Construir nuestra comunión a partir de una verdadera opción que nos apremie a seguir sus caminos, a observar su Palabra, a caminar junto con Él. Solamente así seremos un pueblo consagrado al Señor nuestro Dios. Sólo así nos 14
constituiremos sus discípulos, existiremos como “casa de oración” y seremos “adoradores de Dios en espíritu y en verdad”. Esta experiencia fundamental nos debe impulsar a una actitud constante de discernimiento creyente. Este es el “arte por el cual nuestra realidad, nuestra historia y las personas del entorno, dejarán de ser mudas y comenzarán a comunicarnos el amor que viene de Dios”, según la profunda intuición de San Efrén el sirio. La pobreza de espíritu implica sencillez y humildad delante de Dios y exige a la vez una disposición constante, con�iada y abierta para con los demás. Así, no sólo trabajaremos juntos en una pastoral orgánica, sino que viviremos la comunión con Dios y con nuestros hermanos. Así conformaremos juntos la verdadera Iglesia de Cristo que es la meta de nuestras vidas.
III. La gesta de la evangelización en la Baja California dio comienzo el 19 de octubre de 1697, hace apenas poco más de tres siglos, cuando el padre Juan María de Salvatierra desembarcó en la bahía de San Dionisio y una vez plantada la cruz y entronizada la imagen de Nuestra Señora, celebró la primera eucaristía para iniciar la Misión de Loreto, cabeza y madre de todas las misiones en esta misteriosa e indomable península de fuego, nunca vencida por los ejércitos conquistadores. El entusiasmo del padre Eusebio Kino, desde los inmensos valles de Sonora, en las regiones de la Pimería, con mirada 15
profética, imaginó la senda misionera de estas tierras e hizo viable el éxito de una misión que había sido imposible a la Colonia.
La hazaña misionera del padre Salvatierra y de los insignes padres jesuitas, con la gracia de Cristo, logró encarnar el evangelio en las entrañas de estas tierras ásperas y señalar, en sólo 60 años, la ruta de la civilización de la península de Baja California. Sus sorprendentes misiones, espléndidas joyas arquitectónicas en medio del desierto, han vertebrado nuestra geogra�ía desde el extremo sur en el Cabo San Lucas hasta las Misiones de Santa Gertrudis, San Francisco de Borja y Santa María de los Ángeles. A la inmortal memoria de los primeros misioneros, las Iglesias de la Baja California debemos añadir el nombre del beato Junípero Serra, el incansable franciscano, que después de la dolorosa expulsión de los padres jesuitas, en abril de 1768, asumió la responsabilidad de la evangelización en esta península. La historia ha consignado con asombro su marcha misionera rumbo al norte con el intenso sufrimiento de una pierna ulcerada, pero con una fe invencible que nunca le permitió rendirse. Luego de recorrer las inmensas regiones desoladas, bajo un clima en sumo grado riguroso, el beato Junípero Serra cruzó estas tierras para arribar, en julio de 1769, a los fértiles valles de la Alta California. A este misionero santo tocará señalar la ruta evangelizadora y poner los cimientos 16
de la civilización en aquellas regiones prodigiosas. Se ha dicho con razón que su memoria «nunca se extinguirá, porque sus obras han quedado grabadas entre los habitantes de la Nueva California».
En 1772, los padres dominicos aceptaron hacerse cargo de las misiones de la antigua California y se consagraron a la edi�icación de las misiones en amplios valles de la costa del Pací�ico que señalan la ruta de la región norte de Baja California.
La labor de los misioneros fue toda una epopeya digna de admiración que estableció las bases de la civilización en la región. Con su grandioso esfuerzo evangelizador plantaron la Iglesia, ensancharon el territorio nacional y fueron los creadores de la patria que conocemos.
Mas la presencia de los sacerdotes y su impulso evangélico fue decayendo gravemente a lo largo del siglo XIX. Al surgir el México independiente, las Californias quedan en condición de Territorio y se inicia un proceso de abandono y secularización de las misiones. El tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, que separó la Alta de la Baja California, estranguló el desarrollo de la península que con muchas di�icultades logró mantener pequeños núcleos urbanos. 17
En el extremo sur, la ciudad de La Paz quedó constituida como la capital. Y hacia �inales del siglo XIX en el norte de la península se van desarrollando lentamente los núcleos urbanos. En 1882, la ciudad de Ensenada de Todos Santos es declarada cabecera de la región. Y en julio de 1889 da inicio la creación del poblado que llegará a ser muy pronto la ciudad fronteriza de Tijuana. Pocos años después, en 1903, se señala la fecha de la fundación de Mexicali, centro agrícola de grandes recursos, capital del Estado desde 1953. A principios del siglo XX estas ciudades se transforman bajo el impacto de la ley norteamericana, que al prohibir el uso de bebidas alcohólicas en el vecino estado de California, provocará en esta región un gran crecimiento económico y un modelo de vida centrado en los excesos de la disipación y el vicio.
El sueño de aquella abundancia duró poco tiempo y estas ciudades tuvieron que buscar nuevas formas de mantener su crecimiento, así el comercio �loreció en la zona libre que quedó caracterizada por un gran intercambio económico entre las fronteras. En ese entorno histórico altamente secular y antirreligioso, por encargo de su santidad el Papa Pío XII, los padres misioneros del Espíritu Santo, bajo la dirección del M.I. Mons. Felipe Torres Hurtado, Administrador Apostólico de la Baja California, desembarcaron el 7 de diciembre de 18
1939, en la bahía de La Paz para dar comienzo a una nueva evangelización en nuestro territorio. La inmensa península de la Baja California contaba entonces con solo 5 sacerdotes y muchos de sus pobladores no habían recibido el don de la fe y el bautismo.
En su primera misa celebrada en la pequeña Parroquia de Nuestra Sra. de la Paz, monseñor Torres encomendó a la Virgen Inmaculada la obra pastoral que haría �lorecer la semilla evangélica sembrada con amor y con sangre por los antiguos misioneros en esta tierra, al mismo tiempo agreste y noble, enigmática y fascinante. La clave de la evangelización impulsada por monseñor Felipe Torres fue establecer un seminario propio que proveyera a las comunidades de un clero nativo. A ello se dedicó con gran esfuerzo, inteligencia y dinamismo. Nace así, el 8 de diciembre de 1940, en la ciudad de Ensenada, el Seminario Misional de Nuestra Sra. de la Paz, verdadero semillero de sacerdotes y fuente de energía espiritual y apostólica que permitirá construir progresivamente las Iglesias que hoy vemos integrarse en Provincia Eclesiástica. Muy pronto el Seminario Misional, junto con la sede del Vicariato Apostólico, será trasladado a Tijuana, ciudad en pleno desarrollo. Durante diez años de intenso trabajo en Baja California monseñor Felipe Torres desplegó una labor extraordinaria. 19
La cosecha fue verdaderamente prodigiosa pues además de ser ordenados 9 sacerdotes, como primicias del nuevo seminario, logró integrar muchos presbíteros, religiosos y religiosas de diversas diócesis y congregaciones para apoyar el trabajo de los padres misioneros del Espíritu Santo. Se erigieron templos, asilos y escuelas y se logró un extraordinario trabajo de catequesis y evangelización en gran parte de la península. Surgió también con gran vigor la Acción Católica. La labor realizada por estos nuevos misioneros ha sido llamada con razón la “segunda conquista espiritual de la Baja California”.
Los padres combonianos del Sagrado Corazón, desde el año 1948, se sumaron a este proyecto para encargarse del cuidado pastoral del territorio sur de la Península. Hacia �ines de enero de 1949, arribó a esta ciudad de Tijuana, como Vicario Apostólico de Baja California, el Excelentísimo Sr. Obispo Alfredo Galindo y Mendoza M. Sp. S., quien habría de llegar a ser años más tarde el padre y fundador de la Diócesis de Tijuana.
El Sr. Galindo dedicó sus cuidados pastorales, con exquisita caridad y con gran espíritu de pobreza a consolidar la formación de los futuros sacerdotes, a quienes integró en una verdadera familia.
El intenso trabajo apostólico de este amplio periodo de gestación de las Iglesias en Baja California fue impulsado 20
también por notables apóstoles, misioneros y sacerdotes entre los que es preciso recordar al legendario Mons. Modesto Sánchez Mayón, que enfrentó la persecución religiosa del régimen callista. Ninguno como él tuvo una historia sacerdotal tan larga y meritoria en nuestra península. Llegó en 1925 y permaneció activo hasta su muerte ocurrida en 1987, en la Misión de Loreto donde ejerció su ministerio durante más de treinta años. No podemos dejar de recordar a los padres Guadalupe y Agustín Álvarez, misioneros del Espíritu Santo que recorrieron la Baja California desde Los Cabos hasta el Valle de Mexicali como apóstoles incansables bajo el maternal patrocinio de la Virgen de Guadalupe.
Es preciso traer a la memoria la �igura señera del muy ilustre padre D. Gregorio Alfaro que fue mano derecha de los pastores de esta Iglesia. Sacerdote ejemplar y verdadero padre espiritual, maestro brillante y creador inteligente de la estructura de la Iglesia en Baja California. La Acción Católica fue impulsada en forma extraordinaria por el entusiasmo incansable del P. Máximo García, un grande promotor de la juventud en Tijuana.
En 1957 Mons. Juan Giordani fue nombrado Prefecto Apostólico de La Paz y ejerció desde entonces un extraordinario liderazgo espiritual, desde la pobreza y la sencillez para poner junto con sus hermanos misioneros 21
combonianos los fundamentos sólidos de lo que llegaría a ser la Diócesis de La Paz en el mes de marzo de 1988.
La Iglesia en Baja California llegó a la madurez cuando el 24 de enero de 1964 es creada la Diócesis de Tijuana, bajo el cuidado pastoral de su primer obispo, monseñor Alfredo Galindo y Mendoza. Dos años más tarde, el 25 de marzo de 1966 fue erigida también la Diócesis de Mexicali y nombrado primer obispo, el Excelentísimo Señor Manuel Pérez Gil González, hombre de Dios extraordinario, amado padre y pastor bueno que de�inió la �isonomía espiritual de su Iglesia Particular señalando la ruta de una catequesis integral y comprometida. Es preciso también considerar ahora, a la luz de la fe, como signo de la enorme predilección de Dios hacia esta Provincia Eclesial, la histórica presencia entre nosotros de la persona y el ministerio episcopal del Eminentísimo Señor Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo quien llegara a estas tierras, como segundo obispo de Tijuana, el 14 de junio de 1970. Aquí, más que contar sus obras, que fueron muchísimas, me gustaría recordar a su persona. Juan Pablo II le llamó alguna vez "Mi Obispo Fiel de Cuernavaca". Fiel a Dios, como lo señalaba el lema de su escudo: “¿Quién como Dios?”; �iel a la Iglesia a la que sirvió hasta entregar su sangre, �iel a sí mismo, a su conciencia y sus más hondas convicciones. Su alegría sacerdotal, su sencillez extraordinaria y su gran sentido de la esperanza le permitieron transmitir a nuestra ahora Arquidiócesis un entusiasmo pastoral 22
capaz de generar, estructurar y motivar el verdadero tránsito a la madurez en su dinámica eclesial. No cabe duda que su sangre derramada por Cristo seguirá siendo siempre, para todos nosotros, un ejemplo de fuerte testimonio de santidad y de entereza ante los desa�íos que nos presentan las estructuras de pecado del mundo en que vivimos.
Así ha quedado vertebrada la �isonomía histórica de la Iglesia en Baja California, que en estos días se enriquece todavía más con la naciente Diócesis de Ensenada de Todos Santos. Durante estos últimos sesenta años, hemos sido testigos del paso del Espíritu que ha infundido aliento de vida y esperanza al desierto de la península. Estamos obligados a considerar como un milagro de la gracia el admirable tránsito vivido desde el arribo de los misioneros del Espíritu Santo hasta el momento actual en que las cuatro diócesis de la península de Baja California quedan constituidas en Provincia Eclesiástica.
IV.- Esta historia admirable de la fe y de la gracia, imposible sin la próvida colaboración de muchos hombres y mujeres, laicos y religiosos, que respondieron con grande generosidad a la llamada de Dios, nos interpela ahora vigorosamente para abrirnos a una pregunta capital frente a los desa�íos tan complejos de la realidad que vivimos, ¿qué nos corresponde hacer a nosotros como Provincia 23
Eclesiástica en este momento de la Historia de la Salvación? Entre otros signos de los tiempos que nos demandan integrar un diálogo eclesial en apertura de servicio al mundo, podríamos señalar:
- El cambio cultural que, en esta zona de intenso dinamismo fronterizo, genera un modelo de comunicación social sumamente super�icial y consumista y marca las costumbres y el modo de pensar de muchos hombres y mujeres de nuestra región. - Los amplios �lujos migratorios, que de�inen el constante y acelerado crecimiento de nuestras ciudades, determinan su inestable �isonomía y producen enormes injusticias y perturbaciones muy graves en el ámbito familiar y en la práctica religiosa de nuestras sociedades. - Las distintas y hasta contradictorias formas de asumir la memoria histórica y de impulsar y proyectar el desarrollo armónico de esta región tan dinámica y contrastante.
- La globalización, el secularismo, la pobreza creciente y el deterioro ecológico en las grandes ciudades, así como la violencia y el narcotrá�ico, los �lagelos de nuestra sociedad. Existen muchos sufrimientos que desembocan en una enorme sed de Dios. Hay un grande vacío y una urgente necesidad de respuesta a la interrogante fundamental 24
acerca del sentido y el valor de la vida humana. Como ha a�irmado bellamente el Papa Benedicto XVI: “el criterio en el que debe inspirarse nuestra respuesta no puede ser otro que el respeto de la gramática escrita en el corazón del hombre por su divino creador”. Sólo cuando el ser humano descubre quién es a los ojos de Dios y a qué ha sido llamado a ser en relación con Él y con la creación entera, logrará un verdadero desarrollo y podrá responder a su más alta vocación según el Plan Divino de la Salvación. Nos hallamos, por tanto, ante un enorme desa�ío frente a una sociedad marcada por el temor y la desesperanza. Nuestra misión es la de Cristo: mostrar el camino a nuestros hermanos. Como Él mismo proclama al comenzar su vida pública: “El Espíritu de Señor me ha ungido para llevar las buenas nuevas a los pobres.” (Lc 4, 18). Necesitamos anunciar que Cristo es el camino del hombre y de la Iglesia.
La misión de la Iglesia, como la de Cristo, consiste en acercarse al hombre y entrar en diálogo con el mundo: “ser una Iglesia pobre”. “No buscar que se nos escuche a nosotros, no querer aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones, lo que queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad dando espacio a Aquel que es la vida”. Estas palabras iluminadoras son del mismo sumo pontí�ice, quien en su encuentro con el episcopado suizo llegó a decir con una audacia 25
sorprendente: «Me presento ante ustedes con esta pobreza, pero tal vez ser pobre en todos los sentidos conviene también a un Papa en este momento de la historia de la Iglesia». ¿Es acaso posible realizar en esta Provincia una evangelización nueva que sea capaz de ser escuchada por aquellos que ya han perdido la esperanza? La nueva evangelización, quiere decir, antes que nada “comenzar de nuevo”, como nuestros antiguos misioneros, con la humildad del grano pequeño y poniendo en manos de Dios su crecimiento. Estamos llamados a ser, como se de�inió al Papa Juan Pablo II, testigos de esperanza. Para la Iglesia, nos lo recuerda el Papa Benedicto, es siempre válida aquella parábola de la semilla de mostaza. “Las grandes cosas principian siempre del grano pequeño, mientras que los movimientos de masas siempre serán e�ímeros”. “No te elegí porque eres grande, por el contrario, eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido por que te amo”. Así dice el Señor al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y expresa así la grande paradoja de la historia de la salvación”.
Es preciso identi�icarnos con el misterio de la Iglesia que es, al mismo tiempo, el árbol frondoso que hemos heredado y el grano pequeño que tenemos que cultivar con serenidad y valor. En la historia de nuestra fe siempre es, al mismo tiempo, Viernes Santo y Domingo de Pascua. 26
El palio arzobispal, que el Santo Padre impondrá a Mons. Rafael Romo Muñoz, como símbolo de su ministerio, también es expresión del signi�icado eclesial de esta nueva Provincia de Baja California.
El mismo Papa Benedicto, en la homilía del inicio solemne de su ponti�icado, al describir ese mismo signo de su investidura, nos recordaba que: “El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacri�icados”. Y que: “Precisamente así se revela como el verdadero pastor. No es el poder lo que redime, decía el Papa, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, que derrotara el mal y creara un mundo mejor. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Cruci�icado y no por los que cruci�ican. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres”.
El signo de la Iglesia es el servicio, la �idelidad y la comunión con el Padre en Jesucristo. El mismo Hijo de Dios es quien nos ha integrado en el círculo del amor eterno. El no ha venido en nombre propio, sino en nombre del Padre. Y el Espíritu que nos santi�ica tampoco viene por su cuenta, sino que comunica aquello que ha escuchado en el diálogo trinitario. 27
Pues tampoco la Iglesia puede hablar en su propio nombre, tiene necesidad de escuchar la voz de Dios Padre para dialogar con el corazón de los hombres. “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que vosotros también estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn 1, 3). Esta frase inicial de la primera carta de San Juan, describe integralmente el proyecto en el cual el Señor ha querido introducirnos en este día: El anuncio gozoso de la Iglesia nace de la experiencia de una comunión que ha vivido a lo largo de muchos años. Un anuncio que tiene como meta formar la comunión para que el mundo tenga vida. “¡Padre, conságranos en la unidad para que el mundo crea!”
Hoy más que nunca es necesario poner de relieve el aporte esencial de la fe de la Iglesia que se centra en la verdad originaria de que Dios es Amor, es cercanía y es comunión, hasta el punto de hacerse totalmente pequeño para entregarse en nuestras manos. Así, el misterio de la Iglesia se remonta más allá de sí misma. “Él nos eligió en Jesucristo antes de la creación del mundo, para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia”. “Misterioso plan, escondido desde el principio de los siglos en Dios”. Dice la carta a los efesios. 28
La Iglesia “oculta en Dios desde toda la eternidad”, es manifestación gradual de aquello que estaba escondido y se dirige hacia “la plenitud del que llena totalmente el universo”. Todas las criaturas en la tierra, bajo la tierra y en los cielos, convergen en esta plenitud del Cristo total. Nuestra provincia de Baja California resplandece hoy como signo del misterio admirable de la Iglesia: santi�icada por la sangre de Cristo, escogida por Él como esposa, virgen por la integridad de la fe, madre siempre fecunda por el poder del Espíritu.
Iglesia una y santa, viña elegida del Señor; Iglesia bienaventurada, morada de Dios entre los hombres; Iglesia sublime, ciudad elevada sobre el monte, clara a todos por su fulgor, donde resplandece como lámpara perenne el cordero y se eleva festivo el coro de los bienaventurados. Ahora, oh Padre celestial, envuelve de tu santidad a esta Provincia Eclesiástica, que preside nuestro Arzobispo Rafael Romo Muñoz, a �in de que sea un espacio de santidad para todos tus hijos. Así sea.
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II. APORTACIONES AL GRUPO 21 EN EL AÑO 2007
Agradezco mucho la presencia de todos ustedes en este evento signi�icativo al que hemos sido convocados por el Grupo 21. Doy gracias, igualmente, por esta distinción que aprecio y que valoro y que, lo digo con franqueza, supera mis expectativas y mis méritos.
Deseo expresar, ante todo, mi reconocimiento y mi respeto a las autoridades civiles y religiosas de nuestra querida ciudad de Tijuana. Al Sr. Gobernador Constitucional del Estado de Baja California Lic. D. Eugenio Elorduy Walter, al Magistrado Jaime Rico Jiménez, Presidente del H Tribunal Superior de Justicia, al Sr. Diputado Manuel Pons Agundez, Presidente del H. Congreso del Estado, al Sr. Presidente Municipal, CP. Kurt Honold Morales y a su distinguida esposa María Elena Bojórquez, al Excelentísimo Sr. Arzobispo Dr. Don Rafael Romo Muñoz. Agradezco y aprecio igualmente la presencia de tan distinguidas personalidades e invitados de honor. Saludo también a mis familiares y amigos. Desde hace más de 20 años los integrantes del Grupo 21 han destacado entre nosotros por su interés y percepción de la compleja realidad de nuestra ciudad de Tijuana. Al confrontar las diversas corrientes de pensamiento y ponderar los dinamismos de la sociedad, han contribuido de forma signi�icativa a impulsar su desarrollo. Sus reuniones alientan a la opinión pública y ensanchan la conciencia histórica de la comunidad de Baja California. Este foro plural, abierto a todas las ideologías, ha sido signo 33
y expresión de una sociedad como la nuestra: dinámica, compleja, vibrante y multicultural.
Hoy hemos sido convocados no solo para ser testigos de un reconocimiento singular, sino también para participar y compartir la experiencia de la realidad histórica que estamos viviendo. Venimos a expresar nuestro respeto y compromiso por nuestra ciudad de Tijuana. Esta ciudad de innumerables rostros que es síntesis vital de nuestra patria mexicana, que trasciende fronteras y que supera límites y barreras, que enfrenta enormes luchas y agresiones, que genera una nueva cultura, abigarrada y múltiple, de luces y de sombras, de riqueza y pobreza, de grandeza y debilidad. Ciudad de rostro maternal que acoge generosa y abierta a una muchedumbre de hombres y mujeres en búsqueda de espacios de realización y de fuentes de vida.
Su rostro juvenil vibra con entusiasmo y fuerza desa�iando los retos y di�icultades de su crecimiento frenético y acelerado.
Hogar de gente emprendedora y esforzada, con rostro de trabajador y de emigrante, de empresario y político, de intelectual y artista, de luchador social y visitante, de servidores y de negociantes. 34
Ciudad cosmopolita, es espacio de encuentro y encrucijada sorprendente entre el norte y el sur, el este y el oeste del mundo en que vivimos. Aquí surge una forma de vida que impulsa un crecimiento acelerado y favorece, al mismo tiempo, posibilidades enormes y contrastes sombríos.
Tijuana vive cada día la aventura de quienes, desde lejanas tierras, llegan a esta ciudad para iniciar una vida nueva, para buscar horizontes de futuro, para realizar sueños y esperanzas. Traen consigo una historia y una cultura rica en experiencias y tradiciones, que hunde sus raíces en la entraña misma de nuestra patria.
Esta ciudad sorprendente y extraordinaria ha sido edi�icada con esperanza y con dolor, con la fuerza del amor y la fatiga de hombres y mujeres que han destacado en los múltiples ámbitos de la cultura humana. Tijuana ha sido generosa en la �ilantropía y en la promoción de sus habitantes. Es aliento que impulsa el desarrollo de nuestra región y de nuestra patria.
Ciudad querida y calumniada, engrandecida y humillada. Hogar de hombres y mujeres esforzados y libres, hoy se halla ensombrecida por los estragos de una extrema violencia, hasta llegar a convertirse en signo de la paradoja del corazón humano, capaz de los sentimientos más altos y 35
de las más bajas pasiones. Ciudad doliente. Herida por la crueldad y el crimen.
Frente a esta dura realidad, hoy más que nunca nos sentimos unidos y cercanos.
Los graves desa�íos se han venido precipitando en los últimos tiempos. Hemos vivido años violentos en los que el horror y la injusticia parecen adueñarse de nuestra ciudad, intimidando, secuestrando y asesinando a hombres y mujeres. Vivimos una situación extrema como nunca en la historia.
Este entorno contrasta con el ánimo de una población que ha crecido bajo el signo de la esperanza y del esfuerzo y en la que han �lorecido las grandes manifestaciones de la cultura y de los valores humanos. El desa�ío parece insuperable porque hunde sus raíces en una problemática global. Representa la suma de con�lictos y de desequilibrios del mundo en que vivimos.
Pero sus consecuencias son gravísimas. La violencia que nos inunda fragmenta y divide nuestra sociedad, confronta y aísla a muchos de sus habitantes; desalienta y desmoraliza, corrompe y destruye valores esenciales que fundamentan nuestra identidad y nuestro desarrollo. 36
Existen graves riesgos de desintegración urbana y crisis de sentido: La ruptura de las familias y la falta de paradigmas para las nuevas generaciones que vagan sin orientación y sin meta y que son presas fáciles del consumismo y de la adicción.
Ante estos desa�íos enormes, ¿cómo no recordar el papel que les corresponde a aquellos grupos y personas que se esfuerzan por aportar soluciones y abrir espacios de diálogo y de intercambio?
Urge una respuesta profunda, convincente y de�initiva. Se trata de recuperar no solo una ciudad sino a cada uno de sus habitantes. Se precisa no únicamente de un esfuerzo moral, sino de una revaloración profunda del ser humano y de su trascendencia. De su dignidad, su verdad y su libertad. Recuperar al hombre y sus valores. Y al mismo tiempo rehacer, con cuidado y paciencia, con inteligencia y audacia, el tejido social que se funda en la auténtica solidaridad y en el respeto a cada ser humano.
Es importante que nuestra ciudad se perciba cada vez más como “casa común” en la que cada uno de sus habitantes, no obstante, nuestras diferencias, formamos una gran familia. Y este concepto de "familia" evocará en nosotros algo más que unas simples relaciones funcionales o que una mera convergencia de intereses. La familia es, por naturaleza, una comunidad fundada en la con�ianza recíproca, en el 37
apoyo mutuo y en el respeto sincero. En una auténtica familia no existe el predominio de los fuertes; al contrario, los miembros más desprotegidos son mejor aceptados y atendidos.
A nosotros corresponde asumir, hoy más que nunca, el compromiso y la responsabilidad histórica de favorecer este salto de calidad de vida. No sólo para enfrentar la grave problemática que estamos viviendo, sino para promover actitudes capaces de elevar las relaciones existentes entre nuestros conciudadanos, desde una simple coexistencia pací�ica y segura, hasta una forma de existencia humanista y solidaria, comprometida y generosa. Sólo con estas actitudes básicas podremos superar la "extrema violencia" de la insaciable criminalidad que aterroriza a nuestra población. Y además, venceremos aquella "guerra fría", no menos cruel y destructiva, de la injusticia y de la indiferencia que representa el caldo de cultivo del fanatismo y la barbarie. Así se alcanzará también la participación activa y responsable de muchos hombres y mujeres en la construcción democrática de un futuro mejor. Nuestra meta es lograr la seguridad y el respeto de cada uno de los ciudadanos y su plena valoración. Tal es el patrimonio verdadero de nuestra sociedad. 38
Es la hora de un cambio radical y de una nueva esperanza, que nos pide arrancar del futuro de nuestra vida la hipoteca paralizante de la indiferencia y de la apatía. Nos lo exige precisamente la funesta crisis que estamos viviendo.
Yo los invito a renovar el pacto de una ciudad unida en la con�ianza, la seguridad y la solidaridad. Inspirados en el ejemplo de aquellos que asumieron el riesgo de la libertad, no podemos nosotros renunciar a aceptar ahora los desa�íos de la verdadera concordia y la fraternidad.
Hay que vencer el miedo, recuperando la esperanza y la fe. Estas virtudes básicas son la premisa necesaria de una acción responsable y tienen su lugar en lo más íntimo de la conciencia en la que se decide el destino del hombre.
Podrían parecernos valores extraños en una sociedad como la nuestra. Pero son una realidad actual, pues los esfuerzos sociales y políticos, los logros económicos y culturales, siempre tienen que ver con la dimensión trascendente de la existencia humana. Todo lo que empequeñece al hombre daña su libertad, su fuerza y su seguridad. Para recuperar nuestra con�ianza en esta época di�ícil de violencia y de sufrimientos, hay que recuperar la visión trascendente a la que tiende el ser humano. Queridos amigos, tenemos que enfrentar el miedo que hoy 39
padece nuestra ciudad por la maldad que nos circunda, humilla y paraliza. Pero no podremos vencerlo si no es estando juntos. La "respuesta" no es sólo la violencia o la acción represiva, aunque para restablecer el orden se requiera de un serio compromiso por la causa de la justicia y de una vigilancia �irme, honesta y transparente que supere la corrupción, la impunidad y la inseguridad. La respuesta global implica el esfuerzo de todos por construir una civilización nueva, una ciudad forti�icada por los valores de la solidaridad, de la justicia y de la libertad. No hay que tener miedo al futuro. No hay que temer al hombre. Hay en nosotros la sabiduría y la fuerza para construir un futuro digno y una herencia segura para nuestros hijos. ¡Podemos y debemos hacerlo!
Y al hacerlo, vamos a darnos cuenta de que las lágrimas y sufrimientos que hemos vivido en estos tiempos tan di�íciles, habrán preparado el terreno para una nueva primavera del espíritu humano en nuestra querida ciudad de Tijuana.
Queridos amigos, señoras y señores: yo estoy aquí hoy ante ustedes sólo como un testigo: testigo de la esperanza que anida en el corazón de nuestra querida Tijuana, testigo de su dignidad y del valor de cada uno de sus habitantes, testigo de la convicción que el destino de esta privilegiada ciudad fronteriza de México está en manos de Dios. 40
Nos urge un liderazgo nuevo, profundo, cercano y convincente en todos los ambientes de nuestra ciudad: en el campo de la política y de la religión, de la economía y la educación, de la seguridad pública y de la impartición de la justicia, en la familia y en la sociedad. Un liderazgo inspirador y humano, honesto y justo, que sea capaz de impulsar a nuestra querida Tijuana por los caminos de esperanza. Todos nosotros tenemos la palabra. Muchas gracias.
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III. DIGNIFICAR LA POLÍTICA
¿Qué es lo que no funciona?
La democracia es sin duda la mejor forma de la convivencia humana. Garantiza respeto e igualdad de trato a todas las opciones por distintas que sean. Sin embargo, tenemos la experiencia de que nuestros políticos, en vez de convivir, malviven en la confrontación y el empeño de destruir al adversario. En la medida en que los grupos políticos no alimentan la convivencia, no construyen la democracia. Algunos llegan a atentar directamente contra las instituciones y violan reiteradamente la ley. Y esto es muy grave. Entre políticos se escuchan cada vez menos propuestas y más descali�icaciones en medio del aplauso de sus seguidores. Algunos parecen dar por sentado que en esta sociedad “mediática” una mentira o un eslogan repetidos hasta la saciedad, acaban por convertirse en verdad.
Ante los ojos del ciudadano, el Congreso legislativo corre el riesgo de convertirse en una mentira institucional porque allí ni se buscan verdaderos acuerdos ni se delibera y los argumentos de un orador jamás inducen a los demás a cambiar de opinión. Todo se decide de antemano y sólo se trata de deslumbrar a periodistas y telespectadores.
Pero esta degradación no es casual. La democracia iguala el valor del voto de todos, pobres y ricos, débiles y poderosos. Esto no es fácil de asumir por quienes pretenden que sus 45
intereses prevalezcan siempre sobre los de la mayoría. Muchos buscan desactivar la democracia para garantizar que los gobernantes adopten “decisiones sensatas” a favor de sus intereses. Y lo logran cuando reducen la política a un mero espectáculo mediático. Entonces los ciudadanos se desinteresan de la verdadera política y la dejan en manos de los económicamente poderosos. Hoy la aceptación de un partido depende más de su presencia en los medios de comunicación que de la calidad y seriedad de sus propuestas. Los partidos sólo pueden aspirar al poder si les respalda una gran cadena mediática. Por eso, la grosera parcialidad de muchos medios deteriora la democracia. La política ha quedado de nuevo a merced del dinero.
La vida política aparece como un espectáculo en el que gana quien es mejor actor o sabe ridiculizar de manera más contundente. Esta vergonzosa dinámica genera una polarización política que acaba por contagiar a toda la sociedad. Cuando la sociedad percibe a los políticos como actores de un teatro ajeno a sus inquietudes o intereses, pierde la con�ianza en ellos y muchos ciudadanos se refugian en la apatía o el catastro�ismo social. Su alejamiento de la participación política puede ser aprovechado fácilmente por quienes hacen propuestas demagógicas, explotando el sentimiento de inseguridad generado por el propio sistema. 46
Pero lo que más ahuyenta a los ciudadanos –la gran corrupción de la política– es el uso deliberado de la mentira como forma de ejercer el poder. Tal es el caso de la guerra contra Irak conducida con argumentos falsos. Los gobernantes muchas veces piensan que el poder da licencia para mentir. Desesperados de esta situación, muchas veces nos preguntamos si es posible esperar algún cambio en nuestra deteriorada política. Hay que decir que no son los políticos los únicos responsables de lo que nos está pasando. La idea de que “los países tienen los gobernantes que se merecen” tiene su fundamento. Nuestra sociedad de consumo ha contribuido a crear personas indiferentes, ajenas al mundo que las rodea. Una gran parte de la ciudadanía cree que con votar cada cierto tiempo es su�iciente para el funcionamiento de la democracia. Sin embargo, todos los ciudadanos tenemos la responsabilidad de preocuparnos por el funcionamiento de nuestras instituciones y de recordar a los políticos que el voto no es un cheque en blanco. Hay que recordar, además, que no sólo es política la que se ejerce desde las grandes instancias, sino también la que se realiza desde la asociación de vecinos o desde un grupo que de�iende intereses comunes.
Abandonar el espacio público, por escepticismo, apatía o desaliento, es sumamente peligroso y supondría la entrega 47
de�initiva de una herramienta que –aunque ya maltrecha– es esencial para la mejora de nuestra realidad. Si los ciudadanos queremos, otro mundo es posible. Y si no cambia, será también nuestra responsabilidad.
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IV. VIOLENCIA EN LA FRONTERA
Desde principios de los años ochenta, la frontera norte de México ha integrado de lleno la industria maquiladora y el Estado de Baja California es la entidad con mayor número de maquiladoras. Según el INEGI al mes de julio del 2000 existen en Tijuana un total de 794 plantas maquiladoras lo cual representa el 22% del total nacional; se contaba a esa fecha con 193,118 empleados los cuales representan el 14.8% del país; mientras que el valor agregado generado por este tipo de industria en los últimos años ha representado alrededor del 16% del total nacional. Cabe hacer mención de que Tijuana ha sido considerada como la capital mundial de la televisión, por la elevada producción de estas en maquiladoras importantes como SAMSUNG, SONY, SANYO, PANASONIC. El número de maquiladoras en esta frontera dadas las condiciones geográ�icas ha experimentado un crecimiento importante al igual que los empleos que ha generado, así como el valor agregado generado por esta actividad.
Pero, a pesar de su gran capacidad económica, no ha podido enfrentar con e�icacia los graves problemas sociales que ha producido esta rápida industrialización. Tijuana es el ejemplo típico. Con fuentes de trabajo que generan empleo para casi toda la población, se sitúa, sin embargo, entre los primeros lugares de adicción a las drogas entre los jóvenes. Las ejecuciones entre los grupos de narcotra�icantes se han hecho tan ordinarias como 51
impunes. En muchas plantas las condiciones de trabajo son inhumanas y el trato a la mujer es indignante. El número de madres solteras se ha disparado.
Agréganse a esto dos ingredientes: la penetración de los cárteles de la droga, sobre todo entre los jóvenes, con la complicidad de diferentes cuerpos policíacos. Y la problemática migratoria que genera una sorda violencia que atenta contra la vida y la dignidad de un sinnúmero de mexicanos. Suman ya más de mil hombres y mujeres que han fallecido desde que el gobierno de Bill Clinton inició en l994 el control fronterizo. Esto completa el cuadro de desintegración social y de violencia que la entidad padece, a pesar del crecimiento en sus indicadores económicos.
La cultura de la frontera, la �igura del trá�ico y consumo de drogas y sus rami�icaciones políticas, económicas y morales fueron llevadas a la pantalla el año pasado por Steven Soderbergh en Traf�ic, un �ilme cali�icado de insólito por su excesivo realismo y su feroz crítica a las instituciones y a la sociedad. Como lo ha descrito el historiador Rafael Aviña: “Tierra de nadie, espacio �ísico intangible, territorio de miseria y muerte, de poder y venganza, de riqueza y oropel, la frontera se ha convertido en una suerte de árbol del paraíso para aquellos hombres y mujeres que se aferran a un sueño de libertad económica y social con las vísceras de un lado y un nudo en el estómago allende el Río Bravo”. 52
El problema número 1 de Baja California es la inseguridad pública. La acción del crimen organizado es veri�icable: más de 600 asesinatos y 50 secuestros, en 1999; 70,000 adictos a las drogas y más de 1,000 picaderos tan solo en Tijuana; trá�ico de armas; trá�ico de indocumentados; lavado de dinero, trá�ico de armas y drogas en el Penal de Tijuana; cuerpos judiciales y cuerpos policíacos de los tres órdenes de Gobierno penetrados por el crimen organizado y una sociedad que teme y no encuentra en ninguna de sus autoridades una respuesta a la altura de esta problemática. The New York Times publicó el primer trimestre del año un amplio reportaje sobre los riesgos mortales que enfrentan los inmigrantes indocumentados al cruzar la frontera, señalando de manera particular el caso de Arizona. El reportaje incluye grá�icas donde se establece la correlación entre el aumento sin precedente de muertes de inmigrantes con la puesta en marcha de las políticas de control fronterizo. A la misma conclusión llegó un estudio de la Universidad de Houston dado a conocer este año. Ambas fuentes con�irman lo que organizaciones que de�ienden los derechos de la población inmigrante han denunciado hace tiempo. Tijuana es una ciudad plenamente integrada a la economía mundial, pero desintegrada de sí misma, en un ambiente de violencia que procede tanto de las instituciones, como del crimen organizado, que lo mismo puede utilizar manos de judiciales, de pistoleros venidos del sur o del norte, o de 53
jóvenes banda. Y a pesar de ello no ha habido una acción e�icaz del gobierno para esclarecer los asesinatos y ponerles un término. Los gobiernos han aquí pretendido que los crímenes se olviden entre la impunidad y el anonimato. Urge ya con el cambio de gobierno un proceso decidido contra la violencia cotidiana y multiforme que ataca a policías y autoridades, pero también a ciudadanos inocentes, a personas trabajadoras y creativas, a mujeres sin protección y sin seguridad.
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V. NAVIDAD SIN VIOLENCIA
Celebrar esta Navidad, en el duro contexto en que vivimos, nos pide revalorar la experiencia de nuestra vida ante el niño pequeño de Belén que ha nacido también en circunstancias de violencia, de inseguridad y de pobreza extrema. Situaciones tan graves y tan inhumanas cuestionan nuestro compromiso para encarnar la fe que profesamos.
El ritmo creciente con el que recibimos las noticias de nuevos acontecimientos de crueldad parece arrastrarnos a un temor angustioso por el futuro incierto. Y con todo, apoyados en la sabiduría del Evangelio, queremos asumir estas realidades con la fuerza de Dios, la cercanía de Cristo y la luz del Espíritu.
El Nacimiento de Jesús es un acontecimiento de gracia y reconciliación que viene a otorgar una renovada esperanza a todo ser humano en medio de la situación más oscura y di�ícil: «esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Este signo de salvación y de esperanza nos habla también hoy a nosotros. Dios viene a visitar al hombre, pero nosotros ¿estamos dispuestos a abrirnos a Dios?
Celebrar la Navidad es tomar conciencia de que Cristo se hizo para toda la humanidad luz y camino. Necesitamos retomar el camino extraviado que ha olvidado los valores cristianos y ha con�iado más en los recursos del mercado y del poder humano que en la gracia y el amor de Dios manifestado en el niño Jesús que nace en el portal. 57
«A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que ‘no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y con ello, una orientación decisiva’». (Aparecida Nº 12).
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VI. EL DESAFÍO DE LA INSEGURIDAD EN LA FRONTERA DE TIJUANA
John Bailey, director del Proyecto México en la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, en un artículo reciente nos ha lanzado la pregunta: “¿por qué el problema de la inseguridad es tan profundo en el caso de Tijuana en comparación con otras ciudades?”1 El investigador tiene razón: el primer lugar en la lista de las preocupaciones de los habitantes de esta ciudad fronteriza es, sin lugar a dudas, la creciente ola de violencia y el enorme clima de inseguridad en que estamos inmersos. Un análisis serio de la agenda social de esta localidad y del México actual debe estudiar profundamente la magnitud que han adquirido las manifestaciones de violencia y el sentimiento general de "inseguridad ciudadana" que han generado múltiples reacciones que expresan la grave situación en que nos encontramos. Magnitud del fenómeno
Desde la década de los noventas, pero de manera especial en los últimos años, el Estado de Baja California ha ocupado los primeros lugares en la incidencia delictiva de nuestro país. La tasa de delitos registrados por la Procuraduría del Estado ha sumado al menos el doble de la media nacional. Tijuana y Mexicali ocupan el segundo y tercer lugar, respectivamente, entre las ciudades más peligrosas de México. La Tercera Encuesta Nacional sobre Inseguridad (ENSI-3), realizada el año pasado por el 1 Los enigmas de Tijuana, John Bailey, El Universal, 22 de mayo de 2006.
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Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, con�irma que Baja California y el Distrito Federal son las entidades con mayor incidencia delictiva.
Mientras que el número de asesinatos ha descendido en el resto de la República, en nuestro Estado ha aumentado signi�icativamente en los últimos años. La guerra entre los cárteles que controlan el narcotrá�ico ha cobrado gran cantidad de vidas y se ha intensi�icado después de la captura de sus capos. El estricto control de la frontera por las autoridades estadounidenses, a partir del 11 de septiembre del 2001, ha restado el tránsito de la droga y ha acrecentado el activismo criminal de los narcotra�icantes en nuestra ciudad. Los logros del gobierno no han logrado inhibir al crimen organizado que desa�ía permanentemente la seguridad pública de nuestro Estado.
Los secuestros se han multiplicado de manera alarmante en nuestra ciudad y la han golpeado de manera muy cruel y muy devastadora. Sus secuelas han sido críticas y graves. Han causado zozobra general y han ahuyentado a muchos inversionistas. En los últimos meses, este delito ha puesto en crisis a Tijuana. Un importante número de empresarios, especialmente del ramo de restauranteros y sus familias han decidido emigrar a California. La Procuraduría General de la República explica que 62
algunos integrantes de los cárteles de la droga han alentado últimamente la industria del secuestro. La gravedad de estas conductas delictivas es un llamado permanente a todos los niveles de gobierno para que inviertan recursos su�icientes en instrumentos especializados y personal idóneo para combatirlas. El Estado de Baja California se encuentra situado también en un deshonroso tercer lugar nacional en delitos de violación. Y en el apartado de robos ha ocupado desde 1990 el primer lugar absoluto. En el período 2000-2005 por cada 100 robos que se perpetraron en el país, en Baja California hubo 360. Estas impresionantes estadísticas no expresan, sin embargo, la realidad de los crímenes cometidos. El número de los delitos que no se han consignado y que conforman la llamada “cifra negra de la criminalidad”, es muchas veces superior a la totalidad de los delitos registrados. Las encuestas revelan que en México sólo se registra aproximadamente el 25% de los delitos cometidos. Muchos hechos no se denuncian porque los ciudadanos han perdido ya la con�ianza en las autoridades responsables del orden público. En efecto, se da una relación proporcional entre el promedio de delitos denunciados y la evaluación de la sociedad acerca de su policía. Parece claro que nuestra seguridad pública está, en efecto, muy deteriorada y resulta muy insatisfactoria. 63
La desesperación de la ciudadanía bajacaliforniana por la ola delictiva que estamos viviendo se ha expresado el pasado 18 de mayo, con motivo de la visita del Presidente Fox a nuestro estado a través de un desplegado publicado en la prensa y �irmado por 22 grupos civiles y empresariales que exigen garantías de seguridad2. ‘Estamos hartos de criminalidad’ es la expresión que sintetiza el estado de ánimo de la ciudadanía en nuestro Estado. “La sociedad bajacaliforniana, añade el desplegado, ya está harta de este ambiente de criminalidad y sobre todo, de que víctimas inocentes de la delincuencia paguen las consecuencias de la corrupción y las de�iciencias institucionales”.
La carta abierta, dirigida al Presidente de México, describe a grandes rasgos la situación de inseguridad que empeora cada día:“diversos sectores de nuestra comunidad han sufrido reiteradas embestidas de los delincuentes, que en la modalidad de ‘comandos’ y en un descarado alarde de impunidad, han llegado al extremo de atentar a plena luz del día contra funcionarios de cuerpos policíacos que intentan frenarlos”. Señalan, igualmente que, como consecuencia de tal situación de inseguridad, “gran número (de empresarios) han optado por mudarse a otras ciudades, en buena parte al Sur de California, en un intento no siempre exitoso de poner a salvo a sus familias ante el justi�icado temor de ser extorsionados, secuestrados o asesinados a mansalva”. 2 Periódico Frontera, 18 de mayo del 2006.
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Los organismos ciudadanos exigen “que los tres órdenes de gobierno reconozcan la gravedad del problema de inseguridad pública… que se coordinen adecuadamente y, de cara a la sociedad, señalen qué instituciones o autoridades no están cumpliendo cabalmente con su responsabilidad”.
Y �inalmente solicitan “que el Gobierno de la República implemente acciones urgentes e integrales para combatir la delincuencia organizada y la impunidad en nuestro Estado, a través de mecanismos permanentes, contundentes, inteligentes, e�icientes y valientes”. El presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, Alberto Capella Ibarra, considera que, aunque las autoridades tienen conciencia del problema, sus respuestas son “prácticamente nulas”.
Surge así una vez más en el imaginario colectivo el mito de Tijuana, como ciudad maldita sellada por el crimen, así es descrita por Guillermo Fadanelli: “Ciudad sin raíces, Tijuana no puede sobreponerse a su propio mito. La mirada del extraño no se modi�ica e incluso la condena a no ser más que ciudad de paso, sitiada por narcotra�icantes y sicarios, presidida por una noche perpetua: Tijuana es puerta abierta en todos los sentidos”. “Ciudad límite en todos los sentidos: límite geográ�ico, por ser uno de los puntos del perímetro de la nación; límite cultural, por la mixtura que surge de las corrientes que la cruzan; límite migratorio, porque es una de las puertas de acceso al sueño 65
americano; límite del imaginario colectivo, como ciudad sin ley; límite demográ�ico, por sus impresionantes tasas de crecimiento3”. Las teorías de interpretación
Los especialistas en criminología suelen explicar la magnitud y el crecimiento de la delincuencia por factores socioeconómicos como la desigualdad social, la pobreza, el desempleo, la situación de la actividad económica, la concentración urbana, etcétera. Las investigaciones empíricas han apoyado muchas de estas hipótesis. En nuestro país, el criminólogo Rafael Ruiz Harrell ha descrito la relación que existe en la Ciudad de México entre el crecimiento económico, el desempleo, la densidad poblacional y la incidencia delictiva 4. Sin embargo, la sociología criminal tiene limitaciones. Entre otras, su incapacidad para encontrar respuestas en el corto plazo. En efecto, debido a que las variables consideradas se re�ieren a las condiciones socioeconómicas de un país, parecería que no hay nada que recomendar en cuanto a medidas institucionales inmediatas. De aquí surge el inmovilismo respecto de una posible política criminológica. 3 Guillermo Fadanelli, La canción de Tía Juana, en Rev, Nexos, nov. 2004. 4 Criminalidad y mal gobierno, Sansores y Aljure editores, México, 1998, páginas 12 a 69.
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Por su parte, el enfoque neoinstitucional del crimen, elaborado por Gary Becker5, señalaba en 1968 que la determinación de delinquir no sólo depende de que el delincuente potencial se vea motivado por el desempleo, el sentimiento de frustración ante la desigualdad y las expectativas económicas desfavorables, sino que incluirá como factor de su decisión el efecto disuasivo real que la sociedad le presente a través de sus instituciones de justicia criminal. Es decir, el crimen prospera allí donde no existen instituciones que lo sepan combatir e�icazmente. Esta interpretación simpli�ica, tal vez demasiado, las motivaciones de la conducta humana. Supone que los individuos actúan por motivos estrictamente racionales, usando el cálculo y la estadística. Olvida, sin embargo, que una gran cantidad de crímenes son producto de instintos y reacciones con alta dosis de irracionalidad6.
Por ello últimamente se ha ido conformando un modelo muy amplio de interpretación que integra los mejores aportes y alienta, para enfrentar el crimen, tanto medidas de orden socioeconómico como institucionales7. 5 "Crime and Punishment: an economic approach", en Journal of political economic, vol. 6, número 3, 1968, págs. 169 a 217. 6 Jan J. M. Van Dijk, "Understanding crime rates. On the interactions between the rational choices of victims and offenders", en British Journal of Criminology, vol. 34, Inglaterra, 1994. 7 Kahan, Dan M, “Between economics and sociology: the new path of deterrence”, en Michigan Law Review, Ann Arbor Ed., agosto de 1997, páginas 2477 a 2479.
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Raíces de la criminalidad La violencia y la criminalidad representan un fenómeno muy complejo que, sin lugar a dudas, acompaña la historia de la humanidad y se ha manifestado en múltiples formas. Actualmente, su �isonomía acompaña el estilo y el crecimiento de una civilización con matices ambiguos, en ella existen grandes realizaciones, pero también se dan graves carencias y vacíos que alientan resultados alarmantes. La violencia ha sido explicada desde las estructuras mismas de la naturaleza humana que lleva en sí los gérmenes de la agresividad. Esta interpretación ha de integrar también las dimensiones culturales, sociales, económicas, políticas y psicológicas, propias de todo ser humano. En el plano económico:
Hemos de señalar la pobreza extendida en muy amplios sectores de la población y que se vive dramáticamente en condiciones de insatisfacción de las necesidades humanas básicas: alimentación, salud, educación, vivienda, etc.
A ella se añade la existencia de profundos contrastes y graves divisiones entre los pobres y los ricos que generan sentimientos de rencor y frustración. El desempleo, que es causa de hondas frustraciones y que genera de forma 68
indirecta drogadicción y alcoholismo, es origen también de muchos crímenes. En el plano político y legislativo:
Vivimos en una sociedad altamente violenta, en la que comprobamos cada día una sistemática violación de los derechos humanos por parte de autoridades irresponsables y corruptas. Una represión selectiva y generalizada de grupos e individuos que son injustamente marginados. Se ha multiplicado además la presencia de grupos armados, de índole criminal o “revolucionaria” que circulan impunemente por nuestras calles dando la impresión de que la fuerza de las armas es más valiosa que la ley y que la fuerza triunfa sobre el orden público. Carecemos de una cultura de la legalidad, ignoramos las leyes y no les otorgamos su vigencia. La impunidad está al orden del día. La aplicación de la ley y las disposiciones penales tienen poco impacto social. En el plano social y cultural:
El escaso nivel educativo favorece patrones culturales equivocados: desde la dominación del varón sobre la mujer, hasta una visión puramente económica de la vida humana y una ausencia de sentido comunitario y social, con muy poco respeto a la persona humana y a la autoridad política. 69
Una excesiva difusión de patrones erróneos a través de los medios de comunicación consolida actitudes de agresión, de modelos consumistas y formas de super�icialidad y escapismo.
Existe una violencia social generalizada, una cultura que no respeta la vida, la dignidad y la conciencia de las personas y que se llega a convertir en violencia individual a través de un mecanismo psicológico de aprendizaje por imitación. En el plano intrafamiliar:
En muchos hogares se repiten patrones educativos poco solidarios. Existen familias que, por desgracia, son verdaderas escuelas de agresión y de fraude, que impactan gravemente en el alma de los jóvenes, provocando sentimientos de frustración y de baja autoestima personal.
Llegan a fomentarse, entre los miembros de una misma familia, luchas por el poder que generan en muchos casos reacciones de orgullo, hostilidad, insultos y agresiones. La percepción de la inseguridad
Ante el fenómeno creciente de la violencia criminal, surge entre los habitantes de nuestras ciudades la generalizada percepción de una inseguridad que rebasa los recursos y mecanismos del Estado. 70
La percepción de la inseguridad tiene dos fuentes que se complementan. Una es la sensación que nace al enfrentarnos a un peligro amenazador. Se origina por la expansión del crimen y por su lógica sombría. La otra causa del sentimiento de inseguridad es tener la conciencia que sólo se cuenta con las propias fuerzas porque no hay nadie más dispuesto a protegernos o auxiliarnos. Esto es el resultado de la incompetencia, el desgano y la corrupción de los organismos públicos constituidos para prestar el servicio correspondiente.
Desde una perspectiva ciudadana, el problema de la inseguridad implica dos vertientes: una encuentra su origen en el rápido crecimiento de la delincuencia que cada vez afecta a más amplios sectores y la otra descansa en el hecho de que sólo una mínima proporción de las demandas de justicia encuentra respuesta adecuada. La percepción que tenemos los mexicanos acerca de la procuración de justicia en nuestra nación es, en general, muy negativa: a la mayoría le parece ine�icaz y llena de trampas. La Primera Encuesta Nacional sobre Inseguridad Pública en las Entidades Federativas, llevada a cabo por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI) y publicada el 28 de mayo del 20028, reveló que 66% de las víctimas no dio parte a la autoridad y de quienes lo
8 Instituto Ciudadano de Estudios Sobre la Inseguridad, AC, Primera Encuesta Nacional sobre Inseguridad Pública en las Entidades Federativas, México, mayo 2002.
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hicieron sólo el 64% acudió ante el Ministerio Público, única autoridad competente en la persecución de los delitos.
Entre las razones para no dar parte a la policía, el 50% de los encuestados aduce que es pérdida de tiempo o que los trámites resultan largos y di�íciles, y el 10% señala que descon�ía de las autoridades. De quienes denunciaron un delito, el 45% a�irma que su denuncia no tuvo resultado alguno y sólo el 11% logra que se consigne al delincuente.
Guillermo Zepeda Lecuona, miembro del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) en México y coordinador del proyecto “Derechos Humanos, Seguridad Ciudadana y Justicia Penal en México”, ha escrito con razón que “las procuradurías y las dependencias encargadas de la seguridad pública se quejan de que no hay su�iciente valor civil para dar noticia de los delitos que se cometen. Después de escuchar testimonios, conocer la evidencia empírica o haber acudido alguna vez a denunciar un delito, el ciudadano queda invitado a evitar a toda costa presentarse o formar parte de un procedimiento penal”9. Añade el investigador que, en la práctica, se ha invertido el principio de persecución pública de los delitos para dar lugar a su “privatización”, pues, ante la pasividad de la
9 Guillermo Zepeda, Sitiados en el país de la impunidad: la procuración de justicia penal en el ámbito local mexicano, Centro de Investigación para el Desarrollo, México, 2002. Del mismo autor, Crimen sin castigo. Procuración de justicia penal y ministerio público en México. Centro de Investigación para el Desarrollo, A. C. Fondo de Cultura Económica 2004.
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autoridad responsable, el avance de la investigación depende en gran medida del interés personal y la paciencia de la víctima de un delito. “Desde los procuradores hasta los más modestos servidores públicos, los funcionarios encargados de la persecución de los delitos están convencidos de que el ciudadano que ha sufrido un delito es el único interesado en el trámite de la averiguación previa. Entre esos servidores públicos se ha vuelto clásica la frase: “al que le urge, le urge”. En consecuencia, se ha generalizado entre los ciudadanos la sensación de encontrarse indefensos ante el crimen10. Se trata de una grave preocupación que expresa una situación crítica respecto de la seguridad pública. Es razonable sostener, por tanto, que existe una correspondencia entre la generalizada "percepción de inseguridad" y los datos que arroja la dura realidad. Repercusiones de la inseguridad
La Primera Encuesta Nacional sobre Inseguridad Pública ha mostrado también que más del veinte por ciento de la población mexicana ha cambiado sus hábitos de vida por la inseguridad que se percibe. Esto supone un importante deterioro de la calidad de vida y un grave resquebrajamiento de la cohesión social. 10 Ruiz Harrell, “Justicia y seguridad pública en el Distrito Federal”, en Gaceta, órgano de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, México, agosto de 2001.
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El impacto de la inseguridad en nuestro Estado ha generado consecuencias extremadamente importantes.
La primera hace referencia a la proliferación de empresas privadas de seguridad, al incremento en la oferta de artículos de autodefensa, el crecimiento en la contratación de seguros en contra de robos. Esta reacción demuestra que un importante número de personas -en especial aquellas que tienen posibilidades económicas- han trasladado a la esfera privada sus expectativas de obtener protección frente a una alta probabilidad de verse afectados por los delincuentes. Esta forma de privatización de la seguridad, alienta el incremento de la desigualdad social frente a un servicio que debe ser público y general.
Contribuye, además, a difundir el juicio negativo y los sentimientos de descon�ianza frente a las instituciones encargadas de la seguridad en el Estado. Puede a�irmarse, por lo tanto, que la inseguridad creciente provoca el deterioro en la percepción de la idoneidad del Estado para "hacerse cargo" de la prevención y del control de la criminalidad. Puede llegar a suponerse una pérdida de legitimidad en torno a las expectativas de los ciudadanos acerca de la esfera de intervención del Estado. Es también muy probable que estas tendencias de opinión pública lleguen a 74
afectar las políticas de control del crimen y los proyectos orientados a disminuir las brechas sociales (políticas educativas, sociales, sanitarias, de empleo, etc.).
Una segunda opción parece tentar a aquellos que se sienten amenazados por la incontrolable inseguridad: se marchan hacia Estados Unidos para sentirse más seguros; se organizan con sus vecinos para vigilar de manera independiente sus negocios o sus casas habitación; en algunos casos, hacen justicia por su propia mano; otros piden la pena de muerte para los delitos. Tal situación puede llegar también a cuestionar la legitimidad del Estado para "hacerse cargo" del con�licto social, desalentando gravemente la con�ianza sobre las instituciones democráticas. Lo palpamos en el actual proceso electoral: un alto porcentaje de mexicanos se mani�iestan indiferentes o hasta "inconformes" con el funcionamiento de la democracia. Para enfrentar el crimen
Es necesario partir de la premisa de que únicamente con la aplicación de la ley y la certeza de una sanción justa y efectiva se podrá reducir la criminalidad en nuestras sociedades. Aunque no de forma automática, la sanción disuade a los delincuentes potenciales al mostrarles que los delitos 75
realmente se castigan, y además aísla en una prisión a los delincuentes impidiendo así que reincidan en su obrar criminal. Esto requiere que se sancione la mayoría de los casos. Porque si sólo se aplica excepcionalmente, pierde su función preventiva. Se requiere también la pronta aplicación de la pena. Porque la prolongada dilación de la justicia, además de producir una sensación de impunidad, permite que los malhechores sigan cometiendo nuevos delitos. La demora excesiva puede dar lugar también a la prescripción de la acción penal. Una mejor procuración de justicia
Son numerosos los pasos que hay que dar para reducir la inseguridad. Los gobiernos han puesto en marcha un amplio abanico de estrategias que incluyen, entre otras, medidas represivas y sociales. Sin embargo, las respuestas políticas frente a este enorme desa�ío son, en la mayoría de los casos, insu�icientes. La respuesta e�icaz va mucho más allá de las estrategias policíacas y han de tener en cuenta la relación estrecha entre violencia-inseguridad con los problemas de desarrollo, pobreza, democracia, capital social, desigualdad y exclusión social. Una cosa es clara: medidas puramente represivas no tienen gran efecto. En el ámbito de la seguridad pública, las políticas y las estrategias deben ser duraderas y bien enfocadas. 76
No se trata de importar ideas o programas sin un estudio previo del contexto cultural y político. Es de suma importancia la coordinación entre las instituciones involucradas y la participación de los ciudadanos.
Sin embargo, nuestros gobiernos no disponen de las capacidades su�icientes para responder a las grandes demandas acumuladas desde abajo, carecen de los necesarios recursos económicos y sociales, y siguen practicando en su mayoría políticas públicas muy discrecionales. Hace falta, en de�initiva, una refundación institucional, otro estilo de hacer política y una ciudadanía más participativa.
Urge atender a los factores económicos y educativos que inciden en la criminalidad. Es indispensable impulsar la capacitación y profesionalización de los agentes policiales, en todos los niveles. Proporcionarles salarios justos y su�icientes prestaciones y otorgarles estímulos en el cumplimiento sobresaliente de su deber. Se requiere también que el Ministerio Público se transforme en una institución que procure justicia con e�iciencia, honestidad y prontitud. Para lograrlo es necesario impulsar una selección escrupulosa de los aspirantes. El uso de los más avanzados instrumentos periciales para apoyar las investigaciones y el empleo de la tecnología digital para el manejo de expedientes. 77
Enigmas y esperanzas John Bailey, en el artículo antes citado11, parte del atentado insólito que, el pasado veinticinco de abril, sufrió el secretario de seguridad del Estado, Antonio Martínez Luna, cuando un comando de más de veinte pistoleros disparó 600 balazos y lanzó una granada de mortero contra su automóvil. Examina también el ataque del 3 de mayo en el que cinco hombres armados irrumpieron en pleno día al edi�icio de la Unidad Mixta de Atención al Narcomenudeo y asesinaron a un agente de la Agencia Federal de Investigación. “Uno no se sorprende, comenta Bailey, al ver una encuesta que señala que el 84% de los tijuanenses a�irman sentirse inseguros, según la nota del periódico Frontera (mayo 9, 2006)”.
Esta impactante realidad nos plantea diversos enigmas. “El primer enigma es si los ataques fueron consecuencia de un aumento de la efectividad de la policía en contra del crimen organizado, o si representan un infame "ajuste de cuentas". El semanario Zeta, del 5 de mayo, sugirió que el modus operandi en el atentado a los agentes federales apuntaba a un con�licto entre las unidades policíacas.
El segundo enigma se re�iere a la constante participación de elementos de la policía municipal y del Estado en operativos criminales relacionados con el secuestro y el trá�ico de drogas. Bailey señala que “se trata de un tema delicado e importante”. Considera la facilidad con que las unidades policíacas pueden ser corrompidas. “La 11 Los enigmas de Tijuana, John Bailey, El Universal, 22 de mayo de 2006.
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policía opera normalmente fuera del ojo público, con una discrecionalidad bastante amplia en cuanto a la aplicación de la ley y una exposición frecuente a situaciones peligrosas”. Recuerda que en diversos países latinoamericanos algunos elementos policíacos “están involucrados en el crimen organizado y se han resistido a una reforma efectiva por bastante tiempo”.
La re�lexión de Bailey termina describiendo sus impresiones positivas sobre la lucha contra el crimen en Baja California: Desde 1998, nuestro Estado es líder y pionero en el programa de enseñanza de la cultura de la legalidad en las escuelas públicas. La Secretaría de Seguridad Pública Estatal muestra un “alto nivel de profesionalismo y buena calidad de los datos sobre tendencias delictivas”. El Estado cuenta también con un Consejo Ciudadano de Seguridad Pública que ejerce un “liderazgo efectivo y de demandas enfáticas por una respuesta federal más efectiva a la crisis de Tijuana”. Existen activistas de derechos humanos dedicados a combatir la inseguridad. “Me quedé, a�irma este investigador, con la impresión de que la sociedad civil está empezando a despertar, aunque más bien lentamente y jugará papeles más importantes en el futuro”. En estos días, el presidente del Consejo, Alberto Capella Ibarra, acompañado de representantes de organizaciones civiles ha acudido a la capital del País para reclamar de manera urgente la intervención del Gobierno Federal, 79
“porque, a�irman, hay una justi�icada preocupación por la ola de asesinatos, secuestros y extorsiones, atribuibles a la llamada “delincuencia organizada”, generalmente ligada al narcotrá�ico, que opera impune y agrede incluso a las propias autoridades estatales y municipales”12.
En resumen, concluye, “aunque gran parte del panorama de seguridad es oscuro, hay destellos de luz que podrían volverse más fuertes en el futuro”. Perspectivas y conclusiones
La experiencia del secuestro y del asesinato que se han a�incado en nuestra ciudad nos lleva a a�irmar, sin lugar a dudas, que los habitantes de esta frontera vivimos inmersos en una lucha constante entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte.
Juan Pablo II a�irmaba, que se está perdiendo el sentido de la sacralidad e intangibilidad de la vida humana. Esto es muy serio, pues está generando una grave pérdida de conciencia social, en la que ya no se cree en el valor fundamental del ser humano. Y forja sentimientos y actitudes de indiferencia, de violencia y rechazo ante el don de la vida. La violencia en Tijuana posee claros los síntomas de una epidemia criminal que se retroalimenta. Este fenómeno, 12 Nota de la redacción del Periódico Frontera del 25 de mayo de 2006.
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sumado a los patrones de las muertes violentas, muestra la fuerza y predominio del crimen organizado. Factores muy distintos a la pobreza y a las condiciones sociales desfavorables son los que explican el aumento de la criminalidad de nuestro entorno. Tal vez el más importante de ellos es el que tiene que ver con el mal funcionamiento del sistema penal de la justicia. Es esta una de las principales causas que afectan la incidencia del crimen en nuestras ciudades. Hay una relación interna entre el "desorden jurídico" y la criminalidad.
Lo que está ocurriendo, en el crecimiento del crimen, no concuerda con las principales teorías que han inspirado a nuestra política de seguridad y por ello se ha agrandado su ine�iciencia. Tanto el aumento de la criminalidad, como su estructura espacial, parecen no adecuarse bien a la idea tan arraigada de que la pobreza, la inequidad, la falta de educación y de oportunidades son los factores determinantes del crimen. Otra lección que tenemos que aprender hoy es el impacto negativo que puede tener la violencia sobre el funcionamiento del sistema de justicia. Diferentes teorías acerca del crimen organizado predicen interrelaciones y mecanismos de retroalimentación entre la presencia de ma�ias y la inoperancia de los sistemas penales de justicia en una sociedad. El ambiente de amenazas y de corrupción que reina 81
alrededor de los procesos penales sugiere que en un país como el nuestro el sistema penal de justicia puede no ser independiente de quienes debería combatir. Los procesos de in�iltración, corrupción y amenazas tanto a la policía como al poder judicial que se han dado en las etapas de consolidación de las organizaciones criminales se repiten constantemente en todos los ámbitos que deben enfrentar una criminalidad ya consolidada. Un gran temor a las represalias afecta el compromiso de los ciudadanos de poner en conocimiento de las autoridades la comisión de los delitos. Esto alienta todavía más la criminalidad. Los ciudadanos buscan defenderse de los crímenes más con el uso de compañías privadas que con los mecanismos de la seguridad pública en la que no con�ían.
Estamos ya ante una situación muy grave que pone en riesgo el futuro de nuestra democracia y la seguridad de la nación. Es una gran calamidad y una amenaza que requiere ser detenida con una gran �irmeza. La solución va más allá. Urge depurar nuestras instituciones, de lo contrario corremos en riesgo de una permanente militarización por la falta de instituciones con las que la fuerza del crimen pueda ser sometida con la ley y con la justicia. La labor inaplazable de nuestros sistemas penales, la de contribuir a controlar los nacientes brotes de violencia homicida, constituye el primer paso en la estrategia de combatir el crimen organizado. La fortaleza del crimen 82
organizado surge, precisamente, de su uso sistemático de la violencia. Es claro que el problema criminal más apremiante en Tijuana, y en cualquier sociedad dónde esta se mani�ieste, es la violencia. Mientras no se controlen los homicidios, mientras no se erradique la amenaza de muerte como elemento común en las relaciones sociales en una comunidad, se fortalecerán los narcotra�icantes y secuestradores y surgirán nuevas y variadas ma�ias, con nuevos objetivos, en muchos mercados, pero todas violentas. Todas estas ma�ias y alguna delincuencia común a su amparo, tendrán además la ventaja de actuar bajo un sistema penal de justicia amedrentado.
El problema de la inseguridad no es un simple asunto de percepción como dijera desafortunadamente un político de nuestra ciudad. No se trata solo de una expresión mediática. Es una realidad lacerante que golpea en pleno rostro y hace sufrir el alma de nuestra ciudad. Sus raíces son muy profundas. Se hunden en la historia de una frontera que ha crecido bajo el impacto de una enorme corriente migratoria y frente a la demanda del estado más rico de la Unión Americana. La fragmentación cultural, la debilidad política, la fuerza y la violencia del crimen organizado, la corrupción policíaca, la pérdida de los valores tradicionales, la población �lotante, la carencia de vinculaciones sociales, la vulnerabilidad de la frontera todo ello unido al entorno global de una civilización hedonista sin más expectativas que el mercado y el consumo han hecho que nuestra ciudad se enfrente a uno de los desa�íos 83
mรกs grandes de su joven historia: enfrentar la inseguridad con la fuerza de la razรณn y de la buena voluntad tanto de las autoridades como de los ciudadanos. Considero que en la batalla permanente contra el crimen no todo estรก perdido.
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VII. EL DESARROLLO HUMANO, SEGÚN EL PENSAMIENTO DE JUAN PABLO II
El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Sollicitudo Rei Socialis (El Desa�ío Social, 30 de diciembre de 1987), escrita para conmemorar el XX aniversario del histórico documento Populorum Progressio (El Desarrollo de los Pueblos) de su predecesor Pablo VI, dedicó una amplia consideración al desarrollo humano que suscitó un gran interés no solo dentro de la Iglesia sino en el ámbito de la política internacional. Su enseñanza se desarrolla a partir de la re�lexión que la Iglesia Católica inició en el Concilio Vaticano II y que el Papa Pablo VI impulsó enormemente con su magisterio social. La propuesta de Pablo VI
Frente a una concepción excesivamente estrecha de desarrollo –exclusivamente económica- Pablo VI subrayó la urgencia de un desarrollo integral: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, el desarrollo ha de ser integral, es decir, debe promover a todos los hombres y a todo el hombre.”1 Por eso de�inió el verdadero desarrollo como “el paso, para todos y cada uno, de unas condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas.” 2 1 Populorum Progessio, 15 (En adelante PP) 2 PP, 20
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Y analizó este “tránsito” en todos sus aspectos y dimensiones de sentido humano: "Menos humanas: la penuria material de quienes están privados de un mínimo vital y la penuria moral de quienes por el egoísmo están mutilados. Menos humanas: las estructuras opresoras, ya provengan del abuso del tener, ya del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: lograr ascender de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las plagas sociales, la adquisición de la cultura. Más humanas todavía: el aumento en considerar la dignidad de los demás, la cooperación al bien común, la voluntad de la paz. Más humanas aún: el reconocimiento, por el hombre, de los valores supremos y de Dios, fuente y �in de todos ellos. Más humanas, �inalmente: la fe, don de Dios, acogido por la buena voluntad de los hombres y la unidad en la caridad de Cristo, que a todos nos llama a participar, como hijos, en la vida del Dios viviente, Padre de todos los hombres.”3 Desde una concepción antropológica, que subraya el carácter social de todo ser humano, insistió en que todo desarrollo humano debe ser solidario: "El desarrollo integral del hombre no puede realizarse sin el desarrollo solidario de la humanidad, mediante un mutuo y común esfuerzo.”4 Pero la solidaridad no suprime la propia iniciativa, sino que 3 PP 21 4 PP, 43
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la promueve; los pueblos más pobres están llamados a ser ellos mismos los agentes principales de su propio desarrollo: "La solidaridad mundial, cada día más e�iciente, debe lograr que todos los pueblos por sí mismos, sean los artí�ices de su propio destino.”5 En la Populorum Progressio, el precursor de Karol Wojtyla llegó a a�irmar también con claridad que esta cuestión adquiriere en nuestros días una dimensión global que desa�ía no sólo a cada uno de nuestros países, sino al mundo contemporáneo en su totalidad. Así, se adelantó a la consideración global de la economía y la política, señalando que el desarrollo de un determinado país no debe considerarse como aislado, sino que depende en forma creciente del in�lujo de factores que están más allá de las fronteras nacionales. El primer desa�ío del desarrollo consiste, pues, en el desequilibrio injusto en que vivimos: los seres humanos que carecen de bienes y servicios básicos son mucho más numerosos de quienes los disfrutan. Es el grave problema de la contrastante distribución de los medios de subsistencia, destinados originariamente a todos los hombres. Y esto sucede no por culpa de los países pobres, ni mucho menos por efecto de una fatalidad ajena a la responsabilidad del ser humano. “Cada uno debe tomar conciencia de este hecho moral, 5 PP, 65
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a�irmó Pablo VI, precisamente porque interpela directamente a la conciencia de la humanidad.”6
La novedad de la enseñanza de Pablo VI consiste en un planteamiento de fondo según el cual el verdadero desarrollo no puede consistir en la mera acumulación de bienes o en la mayor disponibilidad de los servicios, si esto se obtiene a costa del subdesarrollo de muchos y sin considerar la dimensión social, cultural y espiritual del ser humano. El mismo Papa lo formula con una frase lapidaria cuando a�irma que “el desarrollo es el nombre nuevo de la paz.”7 No atender a su desarrollo podría favorecer la respuesta violenta de aquellos que son excluidos. “¿Cómo justi�icar, señala Pablo VI, el hecho de que grandes cantidades de dinero, que podrían destinarse a incrementar el desarrollo de los pueblos, son utilizadas para el enriquecimiento de individuos o grupos, o asignadas al aumento de arsenales bélicos, trastocando de esta manera las verdaderas prioridades?”8 El punto de vista de Juan Pablo II
En sintonía con Pablo VI, el Papa Juan Pablo II profundiza el tema de la insu�iciencia de un desarrollo meramente 6 PP, 3 7 PP, 76 8 PP, 53
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económico. Su punto de partida es la crisis en que se encuentran los fundamentos teóricos y la praxis del desarrollo de la humanidad. La estrecha visión economicista, que ha producido frutos muy amargos, necesita ser repensada en el marco de una comprensión integral. La experiencia demuestra que disponer de gran cantidad de recursos y bienes de consumo no asegura la felicidad y si el desarrollo material no está bien orientado puede volverse en contra de la realización del hombre y de la sociedad. El auténtico desarrollo humano debe medirse y orientarse según el parámetro interno propio del ser humano: su conciencia y su autonomía. Dicha dimensión está inscrita en la naturaleza misma de cada persona, inteligente y libre, llamada a darle plenitud al mundo de una manera justa y respetuosa. La persona humana posee una dimensión trascendente, de orden social y religioso. El desarrollo no puede excluir ninguna de estas dimensiones.
En el número 33 de la encíclica Sollicitudo Rei Socialis, el Papa aborda la relación entre desarrollo y derechos humanos: "No sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara ni promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las naciones y de los pueblos."9
Al referirse al régimen interno de cada nación, el Papa destaca la necesidad de que se respete y proteja el derecho 9 Sollicitudo Rei Socialis, 33 ( En adelante: SRS)
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a la vida en cada una de sus etapas y los derechos de la familia que es la célula básica de la sociedad. Luego se re�iere al derecho económico, la "justicia en las relaciones laborales", en el ámbito político y cultural y a la "libertad de profesar y practicar el propio credo religioso.”
En el orden internacional, el Papa sostiene que es necesario respetar la identidad cultural de cada pueblo y la igualdad fundamental sobre la que se basa el derecho de todos a participar en el proceso de desarrollo. No se concibe el desarrollo como imposición desde afuera, sino como un proceso en el cual las personas y los pueblos de cualquier condición están llamados a ser protagonistas. Juan Pablo II sintetiza estas enseñanzas apelando a dos ideales esenciales: "El desarrollo debe realizarse en el marco de la solidaridad y de la libertad, sin sacri�icar nunca a la una a la otra bajo ningún pretexto.”10 Finalmente el Papa vincula el carácter moral del desarrollo con la cuestión ecológica. “El carácter moral del desarrollo no puede prescindir tampoco del respeto por los seres que constituyen la naturaleza visible y que los griegos, aludiendo precisamente al orden que lo distingue, llamaban el «cosmos».”11 Debe preservarse el orden del universo, cuidar especialmente los recursos naturales no renovables y vigilar la calidad de vida en las zonas industrializadas por el peligro de la contaminación. 10 SRS, 33 11 SRS, 34
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Su perspectiva sobre el desarrollo es de carácter eminentemente humanista, su objetivo es el desarrollo humano, abierto siempre a la dimensión trascendente de la persona.
Integral y solidario son las características del auténtico desarrollo humano según la enseñanza del Papa Juan Pablo II: “La obligación de empeñarse por el desarrollo de los pueblos no es un deber solamente individual, ni mucho menos individualista, como si se pudiera conseguir con los esfuerzos aislados de cada uno. Es un imperativo para todos y cada uno de los hombres y mujeres, para las sociedades y las naciones, en particular para la Iglesia católica y para las otras Iglesias y Comunidades Eclesiales, con las que estamos plenamente dispuestos a colaborar en este campo.”12 “El verdadero desarrollo debe fundarse en el amor a Dios y al prójimo, y favorecer las relaciones entre los individuos y las sociedades. Esta es la 'civilización del amor', de la que hablaba con frecuencia el Papa Pablo VI.”13 El desa�ío de la realidad contemporánea
“La mirada sobre el mundo contemporáneo nos hace constatar, señala Juan Pablo II, que el desarrollo no es un proceso rectilíneo, casi automático y de por sí ilimitado, como si, en ciertas condiciones, el género humano marchara seguro hacia una especie de perfección 12 SRS, 32 13 SRS, 33
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inde�inida.”14 El Papa ha señalado la ambigüedad del desarrollo que ha llevado consigo enormes contrastes, intereses dominantes, interpretaciones equívocas y realizaciones injustas y llenas de crueldad en el mundo contemporáneo. Y por ello también es necesario buscar una nueva interpretación del desarrollo humano, que trascienda la idea del simple progreso económico inde�inido: “Esta concepción, –unida a una noción de «progreso» de connotaciones �ilosó�icas, más bien que a la de «desarrollo», usada en sentido exclusivamente económico y social– parece puesta ahora seriamente en duda, sobre todo después de la trágica experiencia de las dos guerras mundiales, de la destrucción planeada y en parte realizada de poblaciones enteras y del peligro atómico que amenaza. A un ingenuo optimismo mecanicista le reemplaza una fundada inquietud por el destino de la humanidad.”15
La experiencia de la guerra y del exterminio de poblaciones enteras y la amenaza de la destrucción atómica hacen pensar al Papa en la urgencia de una nueva concepción de la historia humana y del proyecto de una humanidad que pretenda sobrevivir a los gravísimos atentados sufridos a lo largo del siglo XX. La cuestión del desarrollo, para el Papa Juan Pablo II, es un asunto de sobrevivencia de la humanidad entera y requiere una interpretación moral y política sumamente comprometida. 14 SRS, 27 15 SRS, 27
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Se trata de superar una visión puramente materialista y económica del hombre y de la historia humana. Solo así se podrá mirar más allá de las leyes de la producción y del mercado para proyectar una forma plena de desarrollo humano. Juan Pablo II interpreta el desarrollo en una dimensión ética, señalando el objetivo moral y el bien de la humanidad como las dimensiones que permiten una plena realización del ser humano. La felicidad y la liberación son el motor interno del verdadero desarrollo. El drama del subdesarrollo y la cultura del consumo
Juan Pablo II destaca los contrastes del desarrollo en nuestro tiempo usando una novedosa expresión que mani�iesta el drama de la humanidad en la que unos cuantos tienen todo y la gran mayoría carece de lo más necesario. Frente al subdesarrollo nos encontramos con países “superdesarrollados” en los que impera la cultura de un consumismo destructor y una concepción puramente materialista de la vida.
Destaca el Papa el abismo que existe entre “el Norte desarrollado” y “el Sur sin desarrollo.” Juzga muy preocupantes “el analfabetismo, la di�icultad o imposibilidad de acceder a los niveles superiores de instrucción, la incapacidad de participar en la construcción de la propia nación, las diversas formas de explotación y de opresión económica, social, política y también religiosas de la persona humana y de sus derechos, las discriminaciones de todo tipo, de 95
modo especial la más odiosa basada en la diferencia racial.”16 La tragedia del subdesarrollo y su realidad más profunda consiste en ser la condición de posibilidad para que el superdesarrollo exista y los pueblos poderosos vivan en la opulencia.
El mismo Papa lo señala en forma contundente: “Debería ser muy instructiva una constatación desconcertante del tiempo más reciente: junto a las miserias del subdesarrollo, que son intolerables, nos encontramos con una especie de superdesarrollo, igualmente inaceptable porque, como el primero, es contrario al bien y a la felicidad auténtica. En efecto, este superdesarrollo, consistente en la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas categorías sociales, fácilmente hace a los hombres esclavos de la «posesión» y del goce inmediato, sin otro horizonte que la multiplicación o la continua sustitución de los objetos que se poseen por otros todavía más perfectos. Es la llamada civilización del consumo o consumismo, que comporta tantos desechos o basura.”17
La actitud consumista no sólo es un obstáculo para el desarrollo social, sino que limita el despliegue del auténtico ser del hombre y lo encierra en el ámbito de la inmediatez y lo super�icial. La descripción de esta 16 SRS, 15 17 SRS, 28
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“civilización del consumo” señala no solo la situación de dependencia en la que se encuentra el hombre contemporáneo, sino también la compulsión al desperdicio y a la provisionalidad que llena de insatisfacción del hombre actual. Así amplía e integra al discurso del desarrollo las perspectivas de análisis que sobre esta realidad han difundido los grandes pensadores de la Escuela de Frankfurt. Para el Papa uno de los grandes obstáculos para el auténtico desarrollo humano es precisamente este paradigma de la “civilización consumista.”
Acude el Papa a la �iloso�ía existencialista que señala la diferencia entre el «tener» y el «ser» y a la que había ya aludido el Concilio Vaticano II: “Tener bienes y objetos no perfecciona por sí mismo al hombre, si no contribuye a la maduración y enriquecimiento de su «ser», es decir, a la realización de la vocación humana como tal.” La justicia social y el desarrollo de los pueblos pasa necesariamente por la dialéctica entre ser y tener que están interrelacionados en una clara primacía del ser que da sentido a cualquier proyecto humano auténtico. Así lo interpreta Juan Pablo II: “la diferencia entre «ser» y «tener» no debe transformarse necesariamente en antinomia. Una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios 97
destinados originariamente a todos.”18
La verdadera antinomia consiste en que “hay pocos que poseen mucho pero que no llegan a «ser», porque están sometidos al culto del «tener»; y hay otros muchos que tienen poco o nada y que no consiguen realizar su vocación humana al carecer de los bienes indispensables.”19 La insu�iciencia de una visión puramente económica
Juan Pablo II concluye que la realidad nos impone de manera muy clara la necesidad de superar una visión puramente económica del desarrollo. Las ideologías y las políticas economicistas terminarán por limitar el horizonte del desarrollo y se convertirán en fuentes de contradicción y de injusticias.
Así lo expresa: “Con esto se demuestra que si el desarrollo tiene una necesaria dimensión económica, puesto que debe procurar al mayor número posible de habitantes del mundo la disponibilidad de bienes indispensables para «ser», sin embargo, no se agota con esta dimensión. En cambio, si se limita a ésta, el desarrollo se vuelve contra aquellos mismos a quienes se desea bene�iciar.”20
18 SRS, 28 19 SRS, 28 20 SRS, 28
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¿Existe una posible vía para el desarrollo auténtico? Las orientaciones que ofrece el Papa no son del orden técnico, sino moral. Hace, en primer lugar, un llamado a los países pobres a asumir la iniciativa y aprovechar el espacio de su propia libertad: "El desarrollo requiere sobre todo espíritu de iniciativa por parte de los mismos países que lo necesitan. Cada uno de ellos ha de actuar según sus propias responsabilidades, sin esperarlo todo de los países más favorecidos y actuando en colaboración con los que se encuentran en la misma situación. Cada uno debe descubrir y aprovechar el espacio de su propia libertad. Cada uno debería darse cuenta también de las necesidades reales, así como de los derechos y deberes a los que tienen que hacer frente.”21 Se trata de una verdadera cultura del desarrollo que exige una educación social permanente y profundo sentido de la dignidad y del futuro de los pueblos. Indica también la urgencia de reforma de las instituciones políticas para asegurar el respeto y la promoción de los derechos humanos:
“Otras naciones necesitan reformar algunas estructuras y, en particular, sus instituciones políticas, para sustituir regímenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios, por otros democráticos y participativos. Es un proceso que, es de esperar, se extienda y se consolide, porque la 'salud' de una comunidad política es condición necesaria y garantía
21 SRS, 44
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segura para el desarrollo de 'todo el hombre y de todos los hombres.”22
Señala, además, que el liderazgo de un país y su avanzado desarrollo le impone la responsabilidad de abrirse a la promoción del bien común de todos: "Es oportuno a�irmar aquí -y no debe parecer esto una exageración- que un papel de liderazgo entre las Naciones se puede justi�icar solamente con la posibilidad y la voluntad de contribuir, de manera más amplia y generosa, al bien común de todos. Una nación que cediese, más o menos conscientemente, a la tentación de cerrarse en sí misma, olvidando la responsabilidad que le con�iere una cierta superioridad en el concierto de las Naciones, faltaría gravemente a un preciso deber ético."23
Sin embargo, el Pontí�ice subraya que cada persona y cada pueblo son responsables y agentes principales de su desarrollo. La solidaridad jamás es concebida como una actitud que no tiene en cuenta o anula al pobre, sino como virtud que ayuda a cada uno a ser artí�ice de su propio progreso.
La enseñanza del Papa, como la de la Iglesia, no aporta una solución o una alternativa técnica, pero denuncia desde su nueva óptica humanista todo lo que contradice a la dignidad humana o implica la negación práctica de la 22 SRS, 44 23 SRS, 23
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misma. No es su misión ofrecer alternativas. Pero puede apoyar determinadas propuestas, que ya han sido avanzadas desde otras instancias, como la reforma de las estructuras del comercio internacional o la plani�icación del desarrollo, que son coherentes con el humanismo. Lo más valioso de su aporte es, sin lugar a dudas, la concepción integral del desarrollo que implica necesariamente la solidaridad de todos. Desde esta perspectiva, lo más importante es que la solidaridad -entendida como "la determinación �irme y perseverante de empeñarse con el bien común"24 - nos lleve a promover la defensa de los derechos humanos básicos mediante instituciones sólidas y e�icaces de un verdadero estado de derecho. De lo contrario, toda acción creativa, generosa y solidaria en pos de la promoción humana de personas y comunidades tendrá siempre el viento en contra de un sistema institucional que di�iculta o aún impide el fruto del auténtico desarrollo humano. La conclusión
El mismo Papa Juan Pablo II termina su argumento con una re�lexión de fe que nos hace situar el esfuerzo del desarrollo humano en las coordenadas más profundas del sentido del hombre y de su creación: “Es lógico concluir, a�irma, al menos para quienes creen en la Palabra de Dios, 24 SRS, 38
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que el «desarrollo» actual debe ser considerado como un momento de la historia iniciada en la creación. Quien quisiera renunciar a la tarea, di�ícil pero exaltante, de elevar la suerte de todo el hombre y de todos los hombres, bajo el pretexto del peso de la lucha y del esfuerzo incesante de superación, o incluso por la experiencia de la derrota y del retorno al punto de partida, faltaría a la voluntad de Dios Creador”.
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VIII. EL VERDADERO DESARROLLO
La situación del mundo en que vivimos ofrece una impresión devastadora. No solo la violencia y criminalidad parecen adueñarse del proceso social y del futuro de nuestra ciudad, junto a estos gravísimos problemas tenemos que anotar la crisis económica y la falta de un desarrollo armónico de nuestra patria, unida a muchas formas de explotación y opresión de la persona humana. Las causas de esta grave situación que padecemos tienen su origen en la división y confrontación radical que existe en nuestro mundo. Los proyectos y las ideologías que intentan corregir el rumbo y encausar un auténtico desarrollo son sumamente limitadas y están a tal grado ideologizadas que exigen una profunda revisión y una corrección muy urgente y radical.
Nuestro país se ve comprometido en un serio con�licto ideológico que produce graves divisiones internas y que lo incapacita para impulsar un desarrollo armónico e integral. Las inversiones para el desarrollo a menudo son desviadas e instrumentalizadas para alimentar los contrastes. Las consecuencias de este estado de cosas se mani�iestan en el acentuarse de un mal endémico de nuestro tiempo: los millones de pobres y de marginados, junto a la creciente ola de violencia que experimentamos. Pero en el panorama del mundo existen también muchos aspectos positivos. En primer lugar, la conciencia de la dignidad de cada ser humano, que se expresa en una 105
preocupación más activa por el respeto de los derechos humanos. En segundo lugar, aumenta la convicción de una solidaridad necesaria. Hoy quizá más que nunca los mexicanos nos hemos dado cuenta de que tenemos un destino común que construir juntos. Así crece la preocupación por el orden de los valores y tomamos conciencia de que la justicia y la paz son indivisibles: o son de todos o de nadie. Cabe destacar �inalmente el esfuerzo de gobernantes, empresarios, trabajadores, profesionistas, hombres de ciencia y de fe y organizaciones civiles por resolver los males del mundo. La situación que estamos hoy viviendo nos ha hecho comprender mejor que la sola acumulación de bienes materiales, incluso en favor de una mayoría, no basta para proporcionar la felicidad humana. Si toda esta masa de recursos y posibilidades no es orientada por un objetivo moral y no va dirigida al verdadero bien del género humano, se vuelve fácilmente en contra nuestra y termina por oprimirnos. Para alcanzar el verdadero desarrollo, es necesario no perder de vista la naturaleza del hombre, al mismo tiempo corporal y espiritual. Por eso el desarrollo no puede consistir solamente en la posesión indiscriminada de los bienes y los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar su dominio y su uso a la trascendencia del hombre y a su realización más plena, a su más alta vocación. 106
La colaboración al desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres es un deber de todos a favor de todos. El verdadero desarrollo debe fundarse en el amor, en el amor a Dios y al prójimo.
Para superar el ingente mal que sufre nuestro tiempo, fruto de una historia de iniquidad, urge un cambio en las actitudes espirituales que de�inen las relaciones de cada hombre consigo mismo, con el prójimo, con las comunidades humanas y con la naturaleza misma, y ello en función de unos valores superiores, como el bien común, o el pleno desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres. Las actitudes y las estructuras del crimen y de violencia solamente se vencen mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del prójimo. Los que tienen más han de sentirse responsables de los más débiles.
A pesar de las tristes experiencias de estos últimos años y de este panorama tan negativo, debemos seguir a�irmando con fuerza la posibilidad de un futuro mejor y la superación de los obstáculos que se oponen al desarrollo. Hay en la persona humana su�icientes cualidades y energías, y hay una 'bondad' fundamental, porque es imagen de su Creador, está puesta bajo el in�lujo redentor de Cristo. Por tanto, no se justi�ican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. Todos estamos llamados, más 107
aún, obligados, a afrontar este tremendo desa�ío. Debemos poner por obra, con el estilo personal y familiar de vida, con el uso de los bienes, con la participación como ciudadanos, con la colaboración en las decisiones económicas y políticas, las medidas inspiradas en la solidaridad y en el amor. En este empeño los habitantes de Tijuana debemos ser ejemplo y guía para todos los mexicanos.
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IX. UNA PROPUESTA DE PACIFICACIÓN PARA TIJUANA
Tijuana ciertamente necesita de una propuesta integral de paci�icación y de reestructuración del tejido social. Algunos puntos que me parece debería trabajar un proyecto de éstos, serían los siguientes: • Antes que nada, reconocer que en el centro de esta temática están el conjunto de ideas, referentes y signi�icados que tiene la persona sobre sí misma, sobre su ser social, sobre su ser ético y sobre su ser religioso también. Es decir, es una problemática que se cuece en el ámbito cultural, en la síntesis que hemos construido sobre nosotros mismos. La reconciliación social muestra que algo en nuestras ideas está un tanto contaminado, y por lo tanto la labor educativa, o mejor dicho reeducativa, se exige en primer lugar.
• La historia social no puede separarse de la historia de la cultura y del pensamiento. Aunque deberíamos detenernos aquí, para desarrollar esta observación, recordemos simplemente cómo lo más inoperante, las ideas innovadoras, terminan conformando una sociedad. El drama de la “cultura de la muerte” es que las ideas que de ella derivan, conforman círculos cerrados con ideas que seducen a muchos ciudadanos con valores que no pueden presentarse abiertamente. Una dinámica de reconciliación social, implica manejar abiertamente, como propuesta a la sociedad un conjunto de verdades evidentes, que nos llevan a sistemas de virtud: la verdad, el esfuerzo, la justicia, el 111
desarrollo integral, el respeto de todo hombre, de cualquier hombre, del medio ambiente, etc. • Esta propuesta educativa debe partir de un cambio en la cultura política, que retome a la persona humana en su ser, pero también en su dimensión histórica concreta, en su realidad y desde el Contrato Social asuma la opción por la promoción de los derechos humanos, el bien común, como respuesta al secularismo y a dinámicas de corrupción e individualismo.
• Por supuesto, cuando se sugiere hablar de la persona humana, se tiene que concebir claramente como una realidad que tiene elementos esenciales permanentes a respetarse, es decir sus derechos humanos; sin embargo, esto implica que estos derechos no sólo se ejercen o se cumplen en automático, sino que debe procurarse la participación en la vida pública y el ejercicio mismo de estos derechos fundamentales dentro del marco democrático, con una conciencia clara de que éstos son existencialmente dinámicos; es decir, se van encarnando en tanto y cuanto el hombre los va reconociendo como propios, asumiendo, ejerciendo, respetando y viviendo.
• Fortalecer la conciencia de la dignidad de todo ser humano y de sus derechos, de manera que la vida pública esté fundada en criterios de reconocimiento de cada persona. Los ejercicios de construcción de 112
comunidades vivas y participativas parten del valor que cada persona representa y de sus posibilidades de fortalecer la acción comunitaria. Esto implica, por supuesto, evitar muchos de los asistencialismos presentes en la política social de nuestro país. • Hoy constatamos la ausencia de liderazgos en muchas comunidades, partidos y movimientos políticos. Para asegurar la credibilidad de las instituciones, se requiere trabajar en los liderazgos cercanos y que respondan a las necesidades de la población y al Bien Común.
• En el ámbito propio de la Iglesia, creo que es fundamental retomar la Doctrina Social. Hacer hincapié en las raíces bíblicas de la paz. Hoy, más que nunca, me parece elemental que la Iglesia no se pierda en un activismo, sino que debe concentrarse en lo esencial: combatir la más grande pobreza, que se sintetiza en la incapacidad de encontrar sentido, verdad, unidad a la realidad. Evangelizar la Cultura, debe ser prioridad de la Iglesia, pues desde ahí se combaten las causas y no los efectos del caos social en el que vivimos. Por supuesto, debemos entender cada vez más que la “paz es obra de la justicia” (Is. 13, 17), por lo que promover una cultura de la reparación y el perdón, dentro de una pedagogía de la verdadera justicia, es muy importante. Esto no se puede llevar a cabo si no se potencia en las comunidades la capacidad de reconocer y mantener la 113
verdad y esto no es posible sin un constante trabajo por recuperar la memoria histórica.
• Toda política de desarrollo, de reconciliación social, impulsada por cualquier agente social, llámese Iglesia, gobierno, organismo no gubernamental debe superar el mediano y corto plazo. Hay que buscar que las comunidades involucradas mejoren su calidad de vida a largo plazo. Esto signi�ica que la evaluación de un proceso mira a las personas, hacia la realización de sus potencialidades y capacidades, y no se queda en indicadores cuantitativos de crecimiento o resultados sólo en el plano productivo. El proceso de largo plazo es el que asegura que se va más allá de la ejecución de presupuestos contemplados en propuestas inmediatas. La fase de sensibilización debe crear el compromiso con un proceso, más que con un proyecto de corto plazo. La sensibilización juega un papel fundamental en la creación de mecanismos que aseguren todo el proceso. • El proceso comunitario debe ser parte de un proceso integral que abarca educación, formación de valores, productividad, desarrollo psicosocial e impulso a formas de asociación comunitaria.
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El tema de la reconciliación se podría tratar a distintos niveles, pero Tijuana, me parece, necesita una vertebración social que le ayude a promover y estructurar la cultura de la vida, cuestión que implica un trabajo arduo, complejo y participativo. Creo que hoy la sociedad misma tiene inquietudes amplias y estaría muy dispuesta a iniciar un trabajo serio por esta causa. Empezar por un centro de Reconciliación que ayude a personas, familias y demás, sería una muy buena iniciativa.
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X. FIN DE LA ALTERIDAD HUMANA ENTRE NOSOTROS
La irrupción de la indiferencia
La ciencia y la tecnología han acortado las distancias y originado lo inmediato, lo universal y lo instantáneo. Los medios de comunicación han borrado fronteras y costumbres, el comercio mundial nos ha globalizado. Pero a esta mundialización no ha respondido la unidad y la convivencia solidaria sino los nacionalismos y las sectas, los movimientos separatistas y los enfrentamientos. Las ideologías, que causaban con�lictos, dieron paso a la indiferencia. El resultado ha sido la aparición de un odio sin objeto y de un rechazo radical hacia el otro, una necesidad de rescatar los propios espacios y de oponerse a toda generalidad. El odio de los desacuerdos cedió el lugar a la antipatía hacia el otro, hacia el primero que se nos cruza en la calle. Se levantan fronteras entre los países y se erigen vallas entre los individuos. A la globalización se responde con un localismo cerrado e individualista. A la apertura económica le sucede un encierro de los sujetos en sí mismos. En la búsqueda de revalorizar lo individual se ha perdido al otro como persona que nos sale al encuentro. Los sujetos ya no se soportan unos a otros y para proteger su espacio íntimo, desembocan en el más cerrado ensimismamiento. Como a�irma Jean Baudrillard, en El Crimen Perfecto: "Cada uno transita por su órbita, encerrado en su propia burbuja, satelizado. A decir verdad, ninguno tiene ya destino, pues el destino sólo existe en la intersección de uno mismo con los 119
demás... Somos víctimas de un virus destructor de la alteridad. Se puede aventurar que ninguna creencia sabrá protegernos de esta patología viral que apunta a la extinción pura y simple del otro. Si bien en lo inmediato este virus no afecta a la reproducción biológica de la especie, afecta a una función todavía más importante, la de la reproducción simbólica del otro, en favor de una reproducción clonada, asexuada, del individuo sin especie, pues estar privado de otro es estar privado de sexo, y estar privado de sexo es estar privado de la pertenencia simbólica a cualquiera de las especies". Jean Baudrillard, El Crimen Perfecto (1996). Ed. Anagrama, Barcelona, Passim.
Ante esta liquidación del semejante, el propio “yo” pasa a ocupar el lugar de objeto de admiración y seducción. Hoy se impone la moda de la gimnasia reductora, las dietas, los alimentos descremados, la cirugía estética, el culto y el cuidado del cuerpo. Cada cual entregado a su “look”, ahuyentando la soledad mediante la búsqueda de la perfección del cuerpo, la corrección de los defectos �ísicos, el retardo del envejecimiento, la prevención de las enfermedades, el control de los excesos. Relación de amor vuelta hacia el yo, auto-seducción, auto-conquista, desafección de todo lo que suceda fuera de sí mismo, aversión hacia todo aquel que venga a perturbar en algo la armonía personal. Se odia en las calles, en la o�icina, en el supermercado. Se vacían los espacios públicos donde tiene lugar el encuentro con el otro, desfallece la 120
plaza pública y los centros comunitarios. Declinan las organizaciones vecinales, las asociaciones intermedias, los clubes de barrio. Se intenta una forma desesperada de restablecer la relación con el otro mediante la negatividad, la agresión y el repudio, única forma que queda de hacer retornar el lazo social perdido, de reencontrarse con una pertenencia a lo humano.
El sujeto, borrado por la ciencia, transformado en un cálculo del mercado, busca restablecer su lugar en el “otro” a través de la única vía posible: lo negativo, el odio y la violencia sin objeto, la destrucción, la insolidaridad, último intento de recuperar al otro, aunque como enemigo, del mismo modo que aquel que reencuentra su lugar en la humanidad a través del crimen. Sociedad victimaria, dice Baudrillard, como la forma más fácil y más trivial de la alteridad. Ante lo imposible de la resurrección del otro por el amor, se lo recupera por el odio, exploramos la miseria y la desgracia ajena como una forma negativa de rea�irmar nuestra existencia. "La nueva identidad es la víctima". La información ha sustituido a la realidad misma. El mundo transportado a una pantalla, sustituido por lo virtual. Todo lo que acontece sólo tiene lugar allí, espacio en donde se desenvuelven las acciones y con�lictos, las relaciones y el lenguaje. La gente se horroriza no de la realidad del hambre, del sufrimiento o de la muerte, sino de la imagen que perturba nuestra buena conciencia. Sólo por un instante nos sensibilizamos, nos asombramos de imágenes, 121
viajamos al interior de la pantalla, nos dolemos de imágenes. Mientras tanto, en el mundo real, los padecimientos duran mucho más de lo que duran las noticias y la gente que sufre se ha quedado sola. La información no sólo desinforma sino desafectiviza, mediatiza lo penoso, lo transforma en un dato, en una cifra, en una noticia más como tantas y hace que nos condolamos no de personas, sino de señales visuales.
Esa crueldad e indiferencia es reciclada y convertida en materia informativa, en el negocio de las cadenas televisivas que nos inundan. En los que el infortunio también es un espectáculo.
"En el horizonte de la simulación, no sólo ha desaparecido el mundo, sino que ya ni siquiera puede ser planteada la pregunta de su existencia".
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XI. EL FUTURO DEL CRISTIANISMO EN LA FRONTERA NORTE DE MÉXICO
En los últimos años del siglo XIX, fueron incontables las previsiones del �in del cristianismo por parte de racionalistas, positivistas y marxistas. Hoy son ellos los que han perdido la vigencia, mientras el cristianismo, aunque lleno de problemas, sigue dando que esperar a muchos y que pensar a todos. Actualmente son los mismos cristianos los que se preguntan ¿Somos nosotros los últimos católicos en el mundo? Tiene sentido la pregunta, pues, a pesar de que la promesa de Cristo es una garantía de futuro “hasta el �in de los siglos”, no asegura su persistencia en determinadas culturas y países. Bástenos recordar lo que sucedió en regiones tan importantes, como la actual Turquía y el norte de África, en las que hubo comunidades �lorecientes y hoy no existe más que un puñado de cristianos.
La crisis de la Iglesia puede ser un signo providencial que nos obligue a superar la tentación de vanidad y de autoritarismo que siempre nos acecha. La escasez de las vocaciones al sacerdocio puede ser la llamada a superar el clericalismo. La indiferencia religiosa puede aparecer como consecuencia de métodos pastorales que han abusado de la fe del pueblo y la extensión de la increencia es una invitación a revisar la imagen de Dios que hemos presentado a la gente. El teólogo católico K. Rahner, al plantearse el per�il de la espiritualidad del futuro, hizo una a�irmación que es 125
clásica: «El cristiano del mañana o será místico o no será cristiano». Con la palabra místico no se refería Rahner al ser humano que tiene una experiencia religiosa extraordinaria, sino al creyente que, en medio de la vida cotidiana, hace la experiencia personal de su fe. Ya el cardenal Newman había advertido que una fe heredada, pasiva y receptiva sólo podía conducir, en las personas cultas, a la indiferencia y en las sencillas, a la superstición.
El problema fundamental de la religión en la sociedad moderna no es la crisis de determinadas creencias, prácticas o comportamientos morales. El verdadero reto es proclamar la fe en un Dios que no disminuye la dignidad de la persona humana ni afecta su libertad y autonomía. De hecho las realizaciones más logradas del cristianismo han comportado una profunda humanización de la experiencia de Dios que permite sentir en la profundidad de la propia persona a la realidad trascendente que la funda y sostiene. El cristianismo que ha vivido siglos de contaminación con la sociedad secular reclama una reconversión. Para lograr esta visión cristiana de futuro, hay que atender a las necesidades del tiempo presente.
La injusticia, con sus secuelas de desigualdad, pobreza, marginación y exclusión, es el problema más grave de la humanidad en nuestros días y seguirá siéndolo durante 126
mucho tiempo. Lo es no sólo por la magnitud de sus proporciones, sino también por la gravedad ética que encierra y por las consecuencias imprevisibles para la supervivencia misma de la humanidad. Hoy descubrimos la implicación de la religión en este problema. Pues nada oculta tanto a Dios como esta injusticia mundial y la tragedia que supone. ¿Cómo se puede hablar de Dios cuando se cometen tantas maldades? ¿Cómo creer en él cuando nos sentimos cómplices de la situación?
Un Dios que calla ante la injusticia masiva, deja de ser Dios, pues se convierte en parte de la iniquidad. No tendría nada que ver con el Dios de la Biblia, que «escucha el clamor de su pueblo», que liga su causa y su derecho a la causa y al derecho del pobre. No tendría nada que ver con el Dios de Jesucristo que ha hecho de los marginados el sacramento principal de su presencia, el lugar privilegiado de su encuentro: «porque tuve hambre... tuve sed... ». El problema de la injusticia mundial es signo de los tiempos que desenmascara nuestra falsa imagen de Dios y nos urge a su puri�icación radical. Exige que el cristianismo actual -junto con la dimensión mística- recupere la capacidad humanizadora, la dimensión ética, el lado práctico y social que le es esencial. 127
Porque, si es verdad que «quien no ama no conoce a Dios», la injusticia exige a los cristianos que se conviertan en un grupo profético que lucha en contra de toda injusticia. El futuro del cristianismo está ligado a su compromiso por la justicia, porque la experiencia de Dios está inseparablemente ligada a la experiencia efectiva de amor al prójimo.
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