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Ananías (Wilson Rogelio
from One Stop Julio
Wilson Rogelio Enciso
Nacido en Colombia en 1958. Titulado como administrador público y especialista en planeamiento urbano regional. Diplomado en Docencia universitaria y autor de novelas como “La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe” “Con derrotero incierto” “Enfermos del alma” “Amé en silencio, y en silencio muero” “El frío del olvido”. Gestor de la iniciativa “Una novela para cada escuela”
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Ananías
Cuando me invitaron a escribir algo para ser publicado en un medio internacional, pensé en uno de mis relatos de ficción subcontinental. Sin embargo, cambié de opinión ante las preguntas del escritor que me hizo la solicitud la última vez que me llamó para recordarme el plazo de envío: —Venga... ¿Qué opinas de la situación en tu país? ¿Tú si crees que esta se resuelva pronto... y a favor de quiénes? En principio pensé escribir un artículo muy académico para explicar la problemática como la entiendo desde mi óptica profesional. Idea que ajusté esa tarde cuando fui a comprarle unos aguacates a Ananías, el vendedor ambulante del puesto de la esquina cerca del conjunto donde habito. Frente a él, se me ocurrió trasladarle aquellas preguntas
que me hizo mi amigo, el escritor español. Tengo que confesar que jamás me imaginé la concreción y contundencia ancestral de su análisis, sabiendo que, como me lo dijo en otra ocasión aquel septuagenario vendedor informal, él es iletrado, jamás tocó un aula de clase, no sabe ni siquiera escribir, mucho menos, leer su nombre. Ni falta que tal vez le hace ahora que lleva en la pupila de su mirada tranquila y su memoria envidiable la historia patria real de este país..., la que no enseñan cómo es en los salones de clase y cartillas oficiales, cuando es que la enseñan. —Mire, patrón —me respondió aquel mulato fortachón de actitud siempre apacible mientras rebuscaba en la chaza los cuatro hass que él sabe que me gustan y que le llevo casi día de por medio tras regatearle el precio—, heredé este oficio de mi padre y él del suyo. A ellos, también, les debo la capacidad de observar y entender el entorno de la calle y la forma para sobrevivir intentando esquivar tantos sobresaltos, tan comunes en este bonito país..., en el cual, patrón, las cosas se repiten a calco al menos cada cuatro años, a veces con mayor ferocidad de parte y parte, según el ají que unos y otros necesitan o les gusta ponerle a la empanada..., es decir, a las elecciones. —Por lo que dice —balbuceé ante la fluidez y sapiencia callejera de aquel personaje—, usted cree que este estallido social... no sólo es provocado de manera sistemática, sino que hay algunos que sacan tajada y gran provecho de este para lo de la ajisosa empanada electoral, según su comparación. —Patrón, para los de siempre que están en el poder y lo seguirán estando por buen rato, el caos social es su mayor activo productivo electoral, por ende, económico. La base de lo que llaman democracia en este país, como lo veo yo, es que de vez en cuando haya estallidos, desórdenes y peleas entre personas pobres sin casi ya nada más que perder, que son la mayoría, y los gendarmes y soldados, que también son pobres, pero con uniforme, armas y algo de paga estable. ¿Acaso usted ha visto a lo largo de su vida alguna elección presidencial tranquila y que el elegido gobierne para los de abajo? —Creo que no..., siempre pasa algo, pero ¿de dónde saca semejante conclusión, don Ananías? —De lo que he leído en las páginas de estas calles desde cuando llegué de niño a vender aguacates..., y así se lo escuché a mi
abuelo y a mi padre. Los que han tenido el poder sin aflojarlo jamás, independientemente del color o del partido que digan profesar, que siempre militan en dos bandos, aunque con nombres y colores cambiados por estrategia, necesitan que el pueblo pobretón se pelee y se mate entre sí por ellos. Por eso, en vísperas de elecciones, aquellos, los de arriba, arman furruscas para que los de abajo se agarren de las mechas y lleguen con miedo o enfurecidos a votar por el que se les diga..., que nunca será aquel que les conviene a los más vaciados, es decir, a la inmensa mayoría, ni tampoco a los de clase media, como los de este sector, cada vez con menos para comprar siquiera aguacates de buena calidad, patrón, los de exportación..., razón por la cual ya casi ni los traigo.