¡DIOS Y LAS ALMAS!
CARTAS CIRCULARES DE NUESTRO PADRE FUNDADOR PABLO MARÍA GUZMÁN, M.SP.S. A TODAS LAS M. E. S.S. T.
ESCRITOS DIVERSOS Y APUNTES DE SUS EJERCICIOS ESPIRITUALES. ORACIONES Y CONSAGRACIONES.
1931 A 1966.
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Año de 1931 Una respuesta al Amor Misericordioso. (1) “El mensaje que en nombre de Dios manifestó al mundo el Verbo Encarnado, fue de AMORMISERICORDIOSO“. La respuesta que se impone por parte de las criaturas, debe ser de AMOR AGRADECIDO. DEDICATORIA: A ti, apasionada amante de Jesús y de quienes Lo representan en la tierra; a ti, amadísima Santa Teresa del Niño Jesús, te encomiendo la dulce misión de patrocinar este escrito, para que seas no sólo el Apóstol de la gratitud al Verbo Encarnado, y POR ÉL Y CON ÉL a cada una de las Divinas Personas, a nuestra Madre Dolorosa y al que fue el Custodio de Jesús, al glorioso San José. Lleva esta doctrina a los corazones sacerdotales para que siendo ellos los modelos, hagan que todas las almas realicen el ideal propuesto en este humilde trabajo.
Primera parte (1) - I - ¡Deus Misericors Est! (1) ¡Quién tuviera la palabra divinamente inspirada del Apóstol San Pablo para cantar las misericordias del Señor! ¡Quién pudiera como él, hacer resonar del uno al otro polo de [1] la tierra aquella palabra ardiente y apasionada para transmitir a los fieles, en alabanza a la divina misericordia! ¡Oh Espíritu Santo, no le niegues tu auxilio a este pobrecito sacerdote comunícale tu fuego; dale tu luz y prepara los corazones de aquéllos que han de leer estos escritos! ¡Madre mía Dolorosa, por tus amarguras, por el celo ardiente de tu Inmaculado Corazón, ven a darme esa unción que necesito para tratar menos indignamente estos pensamientos de tanto interés para las almas! ¡Dios es misericordia!... Es una gran verdad. Dios nuestro Señor ha usado siempre de misericordia para con los pecadores. La usó y cuánta, en el Antiguo Testamento, y ya hondamente impresionado el Salmista, dejó escrito: “Misericordias Dómini in aeternum cantabo…” Cantaré eternamente las misericordias del Señor! ¿Qué hubiera sido de aquel pueblo duro de Israel sin la misericordia del Señor? A sus muchas ingratitudes se le respondió con el perdón. Y para que su justicia irritada no fuera un día a borrarlo de sobre la haz de la tierra, suscitó Dios a aquel grande y dulce Profeta Moisés, a fin de que con sus oraciones aplacara la divina ira. ¿Qué sería de nuestra sociedad moderna sin la misericordia del Señor? ¿Qué sería de nosotros, cuando pueblos enteros han caído en la apostasía, cuando millones 2
de almas consagradas a El por el Bautismo han renegado después prácticamente de su fe, para adorar la carne, para entregarse al desenfreno de todas las pasiones? Y ¿qué hubiera pasado ya sin la misericordia del Señor, al contemplar tanta indiferencia, tanta frialdad y aun ODIO en muchos de aquéllos que tenían como misión extender sus brazos como Moisés para hacer violencia al cielo y obtener el perdón de los pecadores? Pero ¿a qué reproducir esos cuadros de desolación que tan presentes están a todo aquél que observe un poco y se interese por la gloria de Dios? Cuando Jesús pasó por la tierra como Mensajero Divi[2]no del Amor, como faro de esperanza, como dulce consuelo de las almas, no hizo otra cosa que darnos una gran lección de su misericordia. Desde antes de encarnar, ya desde el Seno mismo de la Trinidad Santísima cuando se ofreció a redimirnos, ¿qué otra cosa hizo sino mostrarnos su gran misericordia? Pues bien, tanta bondad tan grande ternura por parte, suya, bien merece el que nos detengamos un poco a estudiarla, a meditarla y a sacar algunas conclusiones prácticas para nuestra vida interior, para nuestra misión sacerdotal.
- II - La génesis de una idea. (3) Impresionado por todas esas muestras de amor misericordioso de Jesús para las almas y muy especialmente para los sacerdotes, fue naciendo en mí un deseo cada vez mayor de darle gracias de modo particular al Verbo Encarnado, por la Redención, la Eucaristía y el Sacerdocio. Después, la idea fue perfeccionándose y completándose, pero en su origen no fue más que un ardiente deseo de DAR GRACIAS AL PADRE ETERNO, de orientar toda la vida a ese fin. Me preguntaba a mí mismo: si tantas almas se han ofrecido como víctimas a la divina justicia, al Amor misericordioso, etc., ¿por qué no había de ser hermosísimo ofrecerse con fines exclusivos de GRATITUD? Varios hechos y casi siempre la oración, hacían resonar en mi alma con fuerza irresistible, el deseo de glorificar al Verbo por la gratitud y especialmente por la gratitud sacerdotal. Transcribiré aquí algunas de mis impresiones a ese respecto. (Algunas notas de mis ejercicios espirituales para Pentecostés). “LA ENCARNACION DEL VERBO” ¡Qué hermoso es oír hablar de estas cosas tan sublimes a las almas santas! La palabra sencilla, llena de unción de nuestro Pa[3]dre, me ha penetrado profundamente! En los principios de la meditación y ponderando la infinita bondad del Verbo Encarnado, nos dijo que nos ofreciéramos como VICTIMAS DE AMOR Y DE AGRADECIMIENTO, PUES QUE ERA UN DEBER. “Cuánto penetró mi alma en esas pocas palabras! De veras es un deber y qué sagrado! ¡Qué noble! Mi espíritu fue embargado no sabiendo dónde detenerme, lleno de amor y gratitud, si en el Verbo que se humilló por amor haciéndose como nosotros, o en el Padre que nos dio tal tesoro; si en el Espíritu Santo que formó ese Cuerpo adorado de su Verbo hecho Hombre, dándole sus incontables atractivos, o en la Virgen de 3
Nazareth, toda candor y hermosura, que con su “Fiat” trajo la felicidad al mundo y muy especialmente a mi alma. “¡Oh, sí, PARA TODOS MI INMENSA GRATITUD! Y pensaba, ¿por qué se habrá olvidado en mundo de esto? Tal vez fue que el Espíritu Santo quiso dejar para la época de su reinado esa plena glorificación del Verbo como COSA MUY SUYA, siendo El quien obró la Encarnación que tanto debía glorificar al Padre y al Verbo. El se ha reservado también la glorificación de María. “Y siendo el Verbo el punto central, por decirlo así, a donde se dirigen las miradas, desde que plugo al Divino Padre formar todas las cosas en su Verbo, en su glorificación recibirá un homenaje toda la Trinidad y se abismará en consuelo el Corazón Inmaculado de María, la Madre Purísima del Verbo Encarnado. “Todas las gracias que hemos recibido y recibiremos, tienen su eco en la Encarnación. Sí, muy cierto; la vocación, la fe, la Comunión, el Sacerdocio, todo, todo está ligado a la Encarnación. ¿Cómo no agradecer ese misterio? ¿Cómo podría la porción escogida, la grey sacerdotal ocultar sus sentimientos ante aquel primer Sacerdote, que los amó y los ama, como a la niña de sus ojos? “Nunca hubiera permitido tal cosa el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, y así hará que a la multitud de [4] flores que la adornan para recrear la mirada de su Esposo Divino, se agregue esa sencilla “siempreviva” símbolo de la virtud más noble cual es la GRATITUD. “¡Oh Espíritu Santo, como sacerdote, como misionero, como representante de las almas, te pido con toda la fuerza de mi oración sacerdotal, que sigas adelante en la glorificación del Verbo Encarnado!...”
- III - La razón del homenaje al Verbo Encarnado. (5) Es claro que nuestra gratitud debe manifestarse por igual a cada una de las Personas Divinas, porque todas tres forman un solo Dios y todas ellas han concurrido a nuestro bien. Sin embargo, queremos que este homenaje vaya dirigido al Verbo Encarnado porque El nos mandó al Espíritu Santo, porque El, aun allá en el cielo, siempre vive intercediendo por nosotros, “semper vivens ad interpellandum pro nobis”. Parece como que Jesús a su paso por la tierra se olvidó de Si mismo para glorificar a su Divino Padre y al Espíritu Santo. Siempre fue agradecidísimo con Ellos, como veremos después, y quiso darnos ejemplo para que lo imitáramos. Es justo entonces, que a nuestro Redentor le rindamos especialmente este homenaje. Y mientras no lo hagamos, caerá sobre nosotros la justicia irritada del Divino Padre que tanto vela por la gloria de su Divino Hijo. ¿Por qué había de ocuparnos más la memoria de héroes humanos, que por más dignos que sean, no dejan de ser criaturas imperfectas? No todos podemos pagar los favores recibidos de Dios Nuestro Señor; no todos podemos pagarle a Jesús el beneficio de su amorosa Redención, pero sí todos podemos manifestar nuestra gratitud y manifestarla no sólo en la intimidad de nuestra vida privada, sino social y colectivamente. [5] 4
Jesús, siendo Dios, no se avergonzó de llamarnos sus hijitos, de pedir perdón para nosotros y disculparnos ante su Divino Padre. Lo mismo en Belén que en su Ascensión gloriosa, lo mismo en el Tabor que en el Calvario, nos tuvo presentes y en todos esos instantes su corazón latió para nosotros. Y como si no bastaran tantas pruebas de amor, quiso perpetuar su presencia entre los hombres por su Eucaristía y el Sacerdocio. Después de todo, ¿sería justo, sería racional que nuestros corazones callaran? ¿Cuántas almas podrían volver a Dios, heridas por ese dardo divino del amor agradecido? ¡Qué obligación de darles el ejemplo! Si el sentimiento de la gratitud a cada una de las Divinas Personas en especial al Verbo Encarnado, comenzó a manifestarse con tanto entusiasmo y fuerza en las almas todas a quienes se les predicó; si muchos corazones generosos se consagraron y consagran a consumirse en una acción de gracias amorosísima; si Dios Nuestro Señor depositó en varias, orientaciones bien marcadas a ese fin, ¡cuánto más se debe esperar de los sacerdotes, de esas almas predilectas del Señor!
- IV - La Gratitud sacerdotal (6) En el Corazón Divino hay, se ha dicho, REGIONES INEXPLORADAS; pero a ellas SOLO PODRÁN TENER ACCESO LOS SACERDOTES. Son fibras delicadísimas de amor sacerdotal. Y Jesús exige en todo correspondencia. Así pues, si El ha recibido y recibirá grandes homenajes de amor por parte de sus criaturas, del sacerdote espera algo muy ESPECIAL. ¿Sería posible que el amor humano en sus manifestaciones terrenas fuera más fuerte que el amor de Dios? ¿Sería posible también, que el sacerdote se dejara vencer por las otras almas en el amor divino? ¡Nó! El Amor del sacerdote debe sobresalir en to[6]do el universo, porque es un deber, porque él tiene grados especiales de unión con Dios, porque ha recibido la fecundidad del Padre, porque el Espíritu Santo ha elevado sus potencias de amor, a grados incomprensibles. Porque el sacerdote, más que otros, es hijo de María, pues con el Verbo, fue también él concebido en cuanto a su vocación sacerdotal, como continuación, como una extensión del Sacerdocio eterno de Cristo, Sacerdocio indivisible y único. Con tantos medios, ¿a qué grados de amor podrá llegar el sacerdote? Pero ese amor debe llevar el sello de la gratitud, supuesto que todos esos dones sacerdotales son gratuitos: “Non vos me elegistis… no me habéis elegido vosotros, sino Yo…” Así pues, ante el enorme peso de tantos favores, sólo le resta al sacerdote y a todas las ALMAS RESCATADAS y ennoblecidas con la sangre de Jesús, cantar aquel himno grandioso que brotó de los labios de María, la primera vez que, fuera de su hogar, se descubrió el misterio que el amor de un Dios había realizado en Ella, cuando en las montañas de Judá exclamó visiblemente conmovida: MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM... Fue el canto de la gratitud humilde, fue una lección para la humanidad. 5
Por otra parte, en virtud de la transformación del sacerdote en Cristo, debe hacer suyas todas las penas de Jesús. Entonces, no sólo por los favores que personalmente recibe, sino también para expiar la ingratitud humana, para dar gracias a Dios por los que no lo hacen, ya que su celo sacerdotal debe abarcar todas las almas, es preciso, repito, que el sacerdote sea víctima y se sacrifique en holocausto de perfecta gratitud. Todos los días al ofrecer el Sacrificio Eucarístico, es decir, el Sacrificio de acción de gracias, debe ofrecerse identificado con la Divina Víctima, diciendo: ESTE ES MI CUERPO, ESTA ES MI SANGRE… Entonces el sacerdote cumplirá con el deber de gratitud y con la obligación de reparar por los demás. [7] Y para cerrar con broche de oro estas consideraciones, veremos en el capítulo siguiente la confirmación de lo dicho hasta aquí. Escucharemos no la palabra de un hombre, sino la de Dios, la voz misma de Jesús que nos habla en su Evangelio y también otras palabras que aun no siendo de fe como las encerradas en el Santo Evangelio, sin embargo son de mucha autoridad y no contradicen, sino al contrario, son una confirmación de lo dicho en la Sagrada Escritura.
- V - Como ama Jesús a sus sacerdotes. (8) El Capítulo 17 de San Juan es como un resumen del infinito amor de Jesús para sus sacerdotes. Gustémoslo un poco para mejor comprender nuestra obligación de ser agradecidos. Dice el Evangelista: “Estas cosas habló Jesús y levantando los ojos al Cielo dijo: “Padre mío, la hora es llegada, glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a Ti! Pues que le has dado poder sobre todo el linaje humano, para que dé la vida eterna a todos los que le has señalado. Y la vida eterna consiste en conocerte a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú enviaste. Yo te he glorificado en la tierra; tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste… “Ahora glorifícame Tú, oh Padre, en Ti mismo, con aquella gloria que COMO DIOS tuve Yo en Ti, antes que el mundo fuese. Yo he manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado, ENTRESACADOS del mundo. Tuyos eran y me los diste, y ellos han reconocido verdaderamente que Yo salí de Ti, y han creído que Tú eres el que me has enviado… Por ellos ruego YO AHORA. “No ruego por el mundo, sino por éstos que me diste, porque tuyos son; y todas mis cosas son tuyas, como las tuyas son mías. Y en ellos he sido glorificado… Yo ya no estoy más en el mundo, pero éstos quedan en el mundo; Yo estoy de partida para Ti… “Oh Padre Santo! Guarda en tu nombre a éstos que me has dado, a fin de que sean una misma cosa POR LA CARIDAD ASÍ COMO NOSOTROS LO SOMOS EN LA NATURALEZA! [8] “Mientras estaba Yo con ellos, Yo les defendía en Tu Nombre. Guardado he los que Tú me diste y ninguno de ellos se ha perdido sino Judas el hijo de la perdición, cumpliéndose así la Escritura. Mas ahora voy a Ti, y digo esto estando todavía en el mundo, a fin de que ellos tengan en si mismos el gozo cumplido que tengo Yo. Yo les he comunicado tu doctrina, y el mundo les ha aborrecido, porque no son del mundo, así como Yo tampoco soy del 6
mundo. “No te pido que les saques del mundo, sino que les preserves del mal. Ellos ya no son del mundo, como ni Yo tampoco soy del mundo… Santifícalos en la verdad. La palabra tuya es la verdad misma. Así como Tú me has enviado al mundo, así Yo los he enviado también a ellos al mundo. Y yo por amor de ellos me santifico, ofreciéndome por Víctima a mí mismo, con el fin de que ellos sean santificados en la verdad. “Pero no ruego solamente por éstos, sino también por aquéllos que han de creer en Mí por medio de su predicación, a fin de que todos sean una misma cosa; y que como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti por IDENTIDAD de naturaleza, así sean ellos una misma cosa en nosotros por unión de amor; para que crea el mundo que Tú me has enviado. “Yo les he dado ya parte de la gloria que Tú me diste, alimentándolos con mi misma substancia; para que en cierta manera sean una misma cosa como lo somos nosotros. Yo estoy con ellos y Tú estás siempre en Mí; a fin de que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y que les has amado a ellos, como a Mí me amaste, oh Padre! “Yo deseo ardientemente que aquéllos que Tú me has dado, estén conmigo allí mismo donde Yo estoy, para que contemplen mi gloria cual Tú me la has dado; porque Tú me amaste desde antes de la creación del mundo. “Oh Padre justo! El mundo no Te ha conocido; Yo sí que te he conocido; y éstos han conocido que Tú me enviaste… Yo por mi parte les he dado y daré a conocer Tu nombre, a fin de que el amor con que me amaste, en ellos esté y Yo mismo esté con ellos.” [9] Después de estas palabras tan ardientes que nos ha conservado el Evangelio, no podrá ya sorprendernos el fuego y el amor de las muchísimas que en la sucesión de los siglos ha manifestado a favor de sus sacerdotes a sus almas confidentes.
- VI - Manifestaciones conformes al Evangelio. (10) Meditemos unas pocas…: “Y mira acá en estas confidencias íntimas de corazón a corazón, te voy a confiar un secreto que te dejé traslucir: la debilidad, le llamaremos, del Corazón de carne de un Dios Salvador, de tu Jesús Redentor. ¿Y cuál es esta divina debilidad? Es el amor, el amor que me vence, el amor que me domina, que se sobrepone a mi justicia misma; que me hace abajarme y borrar, perdonar, olvidar y besar y estrechar contra mi ardiente seno, a las almas pecadoras, a las almas ingratas, a las que me han ofendido y olvidado y hasta odiado. ¿”Para qué me dejaste hacerme Hombre?... le digo a mi Padre amado. ¿Para qué me diste este Corazón de carne con latidos de un Dios todo bondad infinita? ¿Para qué, Padre mío, regalaste a tu Hijo Divino a la humanidad caída? ¿Para qué me hiciste Salvador de la misma carne de ellos a quienes tanto quise a mi paso por tierra?... “Y si esto le digo a mi Padre, temblando mi Corazón de amor por los pecadores todos, ¿no te figuras lo que le diré a favor de mis sacerdotes? Entonces redoblo mis 7
caricias de Hijo, interpongo mis sufrimientos del Calvario, alego, diré, la unión que existe de la vocación santa de mis sacerdotes en el mismo seno de María, y le pido y le ruego y le conmuevo como Dios Hombre, con toda la plenitud y ternura y fuerza de mi Corazón de hombre… y rasgo mi pecho sacrosanto con el fuego intensísimo de mi amor al hombre, presentándolo así a mi Padre, hasta que acaba por sonreír bondadoso, por estrechar en su amoroso seno infinito, al Dios Hombre, al Jesús Salva[10]dor, al que le permitió tomar un cuerpo humano para ser víctima, al que lavó con toda su Sangre los crímenes del mundo, abriendo el cielo! “Yo le muestro a favor de mis sacerdotes y de mi Iglesia, mi Corazón herido. Yo le hago sentir lo que Yo siento en favor de mis ministros. Yo le ofrezco por ellos lo que me pida, lo que quiera, otra Redención y Cruz; pero sólo me pide AMOR…Si mis sacerdotes se percataran de estas luchas de amor, dentro de la unidad de Dios…! partidas del Corazón del Hombre Dios, luchando a favor de mis sacerdotes… ah! se sentirían morir de conmoción, de gratitud y de amor! ¡“Cómo correrían sus lágrimas al ver luchar a Dios con Dios mismo a favor de sus almas y por sólo el amor! ¡Cómo entenderían algo siquiera de la dignidad tan grande del sacerdote al ver luchar al Eterno Sacerdote, salvando esa dignidad en ellos y en la Iglesia por las tiernas y amorosas fibras del Verbo hecho carne! “Y vieras lo que le digo a mi Padre, lo que alego como Dios Hombre, con mi Padre, lo que hace que se conmueva mi amado Padre! Tocándole el Sacerdocio Eterno del cual participa mi Iglesia Santa; esta fibra lo conmueve, lo desarma y ¿sabes qué más? Pues mis promesas al ofrecerle, (porque Yo soy la Promesa del Padre,) que todos los sacerdotes van a transformarse en Mí. “Y le repito emocionado, entusiasmado, inflamado de amor: ¿No ves Padre mío que ellos son YO? ¿No los escuchas casi a cada instante que dicen en la tierra: “Este es Mi Cuerpo, ésta es MI Sangre”, siendo entonces YO?... ¿No te miran, Padre amado, a cada momento desde la tierra con la mirada mía, envolviéndote en un mundo de respeto, de sumisión, de ternura, de adoración y de amor? ¿No son tus almas de elección, tus almas predilectas y en las que tiene la Trinidad su asiento y su esperanza en la tierra para la salvación de las almas? “Así le digo a mi Padre Amado, y mi papel de Salvador y Redentor no cesa ni un instante a favor de mis sacerdotes. Y ellos ni saben lo que me deben, NI ME AGRADECEN [11] la actividad de amor que consume mi alma en su favor.” (Confid. Ed. Privada. Con las debidas licencias, Página 507-513)
Segunda parte. Los modelos (12) - I - Jesús Divino Modelo (12) He aquí otras palabras hermosas que nos dan una idea de cómo fue la gratitud de Jesús: “Si te fijas en mi Evangelio, en muchos de sus pasajes, por no decir que en todos, brilla en Mí como radiante faro que se adelanta, que domina: LA GRATITUD A MI PADRE. ¿Y cómo no, si le debo TODO LO QUE ES UN DIOS? ¿Cómo no estar 8
amasado, impregnado, saturado mi Corazón de Dios Hombre, de inmensa, de imborrable, de infinita gratitud. “Le debo la vida divina, pues me engendró eternamente, y la vida humana por el Espíritu Santo que es su Espíritu. Por esto no lo olvidé ni un instante en la tierra, y al necesitar de la Divinidad, una con la del Padre y con la del Verbo, es decir con la Mía; al llamarla en mi favor para usar de ella como Hijo tiernísimo, como Dios Hombre, reconociéndolo sin embargo como a Padre, le rendía adoración en el fondo de mi alma, y en mi exterior también, adelantándome como hombre a darle gracias antes de recibir el beneficio, antes de emplear su Omnipotencia, antes de usar de la Divinidad; ya resucitando muertos, ya arrojando los demonios, ya curando y obrando grandes prodigios en los cuerpos y conversiones divinas, sobrenaturales en las almas. “Fui Yo tan delicado y fino con mi Padre Celestial, que ANTE TODO MI GRATITUD LE SALÍA AL ENCUENTRO, o más bien dicho, siempre se anticipaba a sus beneficios. Y para esto, muchas veces levantaba mis miradas al cielo invocándolo, aunque Yo sabía que me había de oír; pero quería darle el culto externo de adoración que merece y que todo hombre, SOBRE TODO EL SACERDOTE, tiene la obligación de practicar. [12] “Y si no en lo exterior, siempre interiormente, como hombre, estaba debajo de la Divinidad rindiéndole culto y anticipándole mi acción de gracias a favor de lo que me permitía hacer por las almas. Sobre todo en la institución de la Eucaristía, en el paroxismo de mi amor, en aquella hora feliz para la humanidad, en la que hice efectiva la transubstanciación, y que dejé mi Cuerpo en el pan y mi Sangre en el vino, quise muy marcadamente mirar al Padre y darle gracias anticipadas al Misterio que se iba a efectuar, quedándome en la tierra encerrado en la Eucaristía. “Y he dejado en la Liturgia, como deber para el SACERDOTE, que antes de consagrar, al mirar al Padre con aquella mirada pura y santa, dé GRACIAS con toda su alma, se derrita en gratitud hacia el Padre antes de la consagración de las especies… “Deben mis sacerdotes asimilarse a mi Corazón en su manera íntima de sentir, sobre todo respecto a mi Padre Celestial, Uno Conmigo y con el Espíritu Santo. “Mi fe COMO HOMBRE DIOS, mi confianza y mi gratitud inmensa. Con estas tres cualidades, todo lo que pidan mis sacerdotes al Padre, se les concederá. Si son otros Yo, si están transformados en Mí, harán cosas en Mi Nombre, mayores que las que Yo hice. PERO DEBEN SER YO, adelantando su gratitud siempre, siempre. Que eso es adelantar la fe, sancionar la fe en una esperanza cierta, con una ilimitada confianza. “Si vieras por qué adelantaba Yo la gratitud hacia Dios, por qué quiero que mis sacerdotes ejerciten esta hermosa y divina práctica? Para expiar la poca gratitud de las almas cuando reciban mis beneficios. ¡QUE POCOS SE ACUERDAN de darme gracias! ¡Qué contados son aquéllos que guardan en su alma el recuerdo de mis favores! “Qué difícil para tantos corazones egoístas el guardar GRATITUD al Dios a quien todo lo deben! POR ESO, para expiar esa indiferencia glacial a mis beneficios, todos los días y en todas las Misas de la tierra DOY GRACIAS al Padre por conducto de mis sacerdotes; adelanto a la Majestad infinita mis adoraciones de gratitud y levanto mi alma y mis ojos [13] en ellos hacia el cielo, reparando las ingratitudes del mundo, y 9
quién lo creyera, ¡ay de algunos que se llaman míos!.... Porque también hay ingratos entre ellos, también hay quien no tan sólo olvide, sino aun rechace mis favores! “Por ellos también agradecí a mi Padre por adelantado los beneficios futuros para ellos mismos, las delicadezas sin nombre, los favores ocultos, las distinciones y predilecciones no correspondidas. “Por esto mis actos de gratitud constantes en el acto más solemne de la tierra: la Misa, ese acto de continua gratitud que no quise dejar de hacer por el mérito infinito que contiene, para suplir primero las ingratitudes de los míos, y después la de todas las almas que más o menos ni aprecian en su valor, ni agradecen los beneficios de Dios. Yo nada hice en la tierra que no tuviera extensión universal, un fin santo de caridad en bien de la humanidad entera. “SOY EL REDENTOR, soy el Reparador, soy la Víctima Santa que voluntariamente se inmola cubriendo las deficiencias y supliendo las faltas de gratitud en la tierra. Y el adelantarse a dar gracias no es con el fin de comprometer, como quien dice, a mi Padre, para hacer un favor; es para mostrarle el acto de fe que cree en su poder, de esperanza o de confianza que está cierta de conseguir de la Bondad infinita lo que pide. Es amor porque la gratitud es amor, es reverencia, es adoración y encierra muchas virtudes. “Hay mucha ingratitud en el mundo: es el defecto capital de los corazones y lo ha sido siempre. De aquellos leprosos del Evangelio sólo uno tuvo gratitud a mis beneficios… Eso pido hoy, GRATITUD, que como digo, muy poca hay en el mundo y es de todo punto necesaria en los míos para que haya el equilibrio de la caridad.” (Conf. Pág. 385 y sig. Ed. Privada con las debidas licencias).
- II - Como agradeció María (14) La figura de María aparece como naturalmente a nuestra vista cuando hablando de Jesús, recordamos su inmensa gratitud hacia su Padre y hacia todas las almas que Lo aman. [14] María es algo excepcional, es algo que, fuera de Dios, no encuentra semejanza alguna en la perfección de sus virtudes. Y si en Jesús su Divino Hijo, brilló la gratitud, en el Corazón Inmaculado de María anidaba esa virtud como en su centro. Si acá en la tierra tantas criaturas han sentido derretirse de amor agradecido por las bondades del Señor, ¿qué no pasaría en aquella criatura purísima toda amor? María siempre ocultó sus virtudes porque es la Reina de la humildad; sin embargo, cuando se trataba de dar gloria a Dios por su gratitud, no podía callar. Bien sabemos que sus primeras palabras cuando tuvo que hablar con personas que descubrieron los secretos de amor que Dios había obrado en Ella, fueron precisamente para entonar un himno de amor humilde y agradecido. Por eso cuando los amantes de María quieren manifestar su agradecimiento a Dios, o a esa buena Madre, se sirven de sus mismas palabras. ¡Cuántas veces ha resonado en la tierra ese himno sublime: MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM! ¿No habéis oído o experimentado las gracias que el Señor concede a los que lo recitan con amor? Es que esas palabras inflamadas de María, hirieron profundamente 10
de amor el Corazón de Dios, lo desagraviaron de tanta ingratitud humana y por eso siempre que las oye, se muestra complacido. Oí decir en cierta ocasión a un sacerdote muy santo, que suplicando un alma a Nuestro Señor le manifestara la manera más perfecta de dar gracias en la Sagrada Comunión, obtuvo como respuesta el escuchar en un canto armonioso el himno del Magnificat. Pero no sólo las palabras, sino también los hechos de María fueron ejemplos de amor agradecido. En su larga soledad, después de la Ascensión de su Hijo, cuando nos compró todas las gracias a nosotros, también hijos suyos, entonces en medio de dolores incomparables e ignorados, daba gracias a Dios en nombre nuestro, expiaba ya la ingratitud de los hombres y nos enseñaba un camino de grande perfección. Las madres de la tierra, cuando ven que se hace al[15]gún favor a sus hijos, se muestran más agradecidas que si lo hicieran a ellas mismas. Por esto podremos comprender hasta dónde llega la gratitud de nuestra Madre Inmaculada al ver los favores sin fin de Dios para sus hijos, más aún tratándose de sacerdotes. Ella vio claramente las predilecciones de la Trinidad Santísima para ellos; supo todo lo que el corazón de Jesús encerraba de ternura para ellos, y santamente conmovida al recordar en su larga soledad las palabras y los hechos de su Divino Hijo, sin duda alguna que su delicado Corazón de Madre debe haberse difundido como perfume de exquisita gratitud para con Dios en nombre de los pobres pecadores, en nombre de sus predilectos sacerdotes. ¡Cuánto consuelo para nuestros corazones tan miserables al pensar que ya desde antes que existieran, el CORAZÓN MATERNAL de María había agradecido y conquistado las gracias que ahora reciben! Pero también qué obligación de ser agradecidos con Ella y con Quien nos dio tal Madre! Aprendamos esas lecciones de María; también a nosotros los sacerdotes se nos ha comunicado el don de la paternidad. Entre las almas que se nos den por hijas, habrá muchas a quienes el Señor colmó de gracias y que no corresponden como deben, habrá tal vez muchas indiferentes… Por ellas y por los fieles demos gracias a imitación de María. Como Ella vivamos en la soledad de nuestras almas, adorando sin cesar a nuestro Dios y suspirando por el momento feliz que ha de llevarnos al cielo para cantar eternamente las misericordias del Señor.
- III - Como pensaban los santos. (16) Los santos, por el hecho de estar en unión tan íntima con Dios, recibiendo gracias y luces en abundancia, han comprendido mejor ese deber de gratitud. Ellos como nadie palparon su miseria y saben que si les fue dado escalar las alturas de la unión divina, lo deben a la misericordia de Dios. Por eso a los santos les es connatural el sentimiento de [16] la gratitud., El Santo Cura de Ars decía: “Podemos bien decir que somos los hijos mimados de Dios”… 11
“Cuando pienso en el cuidado que ha tenido de mí, cuando recapitulo sus bondades y sus misericordias, la gratitud y la alegría del corazón fluyen por todos mis poros. No sé ya qué va a ser de mí, ni qué hacer para corresponder a tantos dones. A donde quiera que dirija mi vista, no descubro más que un abismo de amor en el que quisiera poder perderme y ahogarme…” Santa Teresita del Niño Jesús, la que supo entonar como pocos el himno al Amor misericordioso, ella debía también, como consecuencia lógica, ser muy agradecida y lo fue. Veamos algunos de sus conceptos: “Para mí la oración es un arranque del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, es un grito de agradecimiento y de amor, lo mismo en medio de la tribulación que en el seno de la alegría” “Oh querida hermana mía! Después de semejante lenguaje sólo nos toca guardar silencio, llorar de reconocimiento y de amor… Oh, si todas las almas débiles e imperfectas como la mía sintieran lo que yo siento, ninguna desesperaría de llegar a la cumbre de la montaña del amor, puesto que Jesús no pide acciones extraordinarias, se contenta con que le demostremos confianza y gratitud. “No tengo necesidad ninguna, -dice de los machos cabríos de vuestros rebaños, porque todos los animales de los bosques y los millones que pacen en las colinas, me pertenecen, conozco todos los pájaros de las montañas. Si tuviera hambre, no os lo diría a vosotros, pues la tierra y todo cuanto encierra me pertenece. ¿Por ventura he de comer la carne de los toros y beber la sangre de los machos cabríos? Inmolad a Dios sacrificios de ALABANZAS Y DE ACCIÓN DE GRACIAS. (Salmo XL, IX) “Oh cuán feliz se sentirá en la gloria el día en que comprenda el valor de esta misteriosa bebida con que habrá apagado la sed de su Prometido Celestial, cuando sus labios, antes secos por ardorosa sed, pronuncien la única y eterna palabra del AMOR, aquel GRACIAS que no tendrá fin!... [17] El R. Padre Faber en su Obra “Todo por Jesús”, dedica el Capítulo VII a hablar de la gratitud. Lo hace de una manera sólida, hermosa y llena de unción. Allí cita varios santos y almas que se distinguieron por ese espíritu. Merece especial atención lo siguiente: “Cuenta Orlandini que el hacimiento de gracias por los beneficios comunes, fue una de las devociones características del P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús. Ocupábase sin cesar este siervo de Dios en traer a la memoria con singular agradecimiento, no sólo los divinos beneficios particulares, sino también aquéllos que son comunes a todo el género humano, y siempre tuvo presente la estrechísima obligación de dar gracias a la infinita liberalidad de Dios por los beneficios comunes, no menos que por los especiales, siendo para él motivo de grande aflicción ver el poco aprecio que de ellos hacía la generalidad de los cristianos por conceptuarlos asunto de poca importancia. Lamentábase de que los hombres rara vez bendijesen aquella dulce voluntad y caridad inmensa de Dios, que movieron sus paternales entrañas a criar el mundo y redimirle después a costa de su Sangre Preciosísima, abriéndonos así las puertas de la eterna bienaventuranza y dignándose en todas esas finezas de su encendido amor, pensar particular y distintamente en cada uno de nosotros... 12
El Padre Fabro solía estar continuamente congratulándose con todos los Ángeles y bienaventurados del cielo por los dones que habían recibido de manos de su Creador, ponderando con especial asiduidad las gracias especiales con que los enriqueciera, y luego separadamente por cada una de ellas, nombrando las más que le era posible, daba a Dios, en nombre de estos cortesanos del cielo, rendidas gracias por semejantes mercedes; porque decía que era una devoción provechosísima a nuestras almas y muy agradable a los habitantes de la Jerusalén Celestial, quienes veían claramente la inconmensurabilidad de la deuda de gratitud que deben a Dios, así como la imposibilidad en que se hallan de satisfacerla cumplidamente. [18] Y llegó el Padre Fabro a remontarse a regiones tan elevadas con el continuo ejercicio de esa devoción, que no había una sola dádiva otorgada por el Creador en su divina bondad, a cualquier individuo, que no considerase como deuda personal que debía pagar al Señor su Dios. Así es que apenas llegaba a percibirse de algún próspero acontecimiento sobrevenido a un hermano suyo, cuando lleno de alborozo entonaba al Rey de los siglos un cántico de alabanzas y hacimiento de gracias. Más aún, contemplaba arrobado y con los ojos rebosando júbilo, las lindas y hermosas ciudades, las fértiles campiñas, los hechiceros olivares, los deliciosos viñedos, los risueños prados, los alegres valles y como semejantes objetos no podían hablar por sí mismos, suplía él esta falta suya dando rendidas gracias al Señor, dueño universal de todas las cosas, por las hermosuras y encantos que sobre ellos había derramado a manos llenas, ofreciéndoselas igualmente a nombre de sus arrendatarios y poseedores por el usufructo y dominio que Dios les otorgara. Solía celebrar Misas o las mandaba decir en expiación de su desagradecimiento y el de sus prójimos al recibir los beneficios de Dios Nuestro Señor.
- IV - Testimonio de otras almas. (19) Decíamos que la gratitud es como connatural a los santos, mas no todos ellos han hablado expresamente acerca de esa virtud, o por mejor decir, no todos tuvieron ese COLOR de manera específica. Hoy el Espíritu Santo va difundiendo más y más ese espíritu. Después de todos los trabajos apuntados en este escrito, encontré la vida de dos almas en las que aparece bien claro el espíritu de gratitud. Es la primera “Consummata”, o sea Marie Antoniette de Geuser (Vida por el R.P. Plus, S. J.) Veamos algunos fragmentos de esa vida: “Qué bueno es Dios para colmarme así! Temo, Madre [19] mía, cansarle con mis interminables cánticos de GRATITUD, pero mire, Madre, la acción de gracias es la respiración de mi alma. No puedo dejar de amar hasta morir, a nuestro gran Dios tres veces Santo, de cantar sus misericordias, en un SANCTUS y en un ALLELUIA continuos… “Ayúdame - escribe a su prima Teresa el 2 de noviembre de 1916 – ayúdame a dar gracias sin cesar. Es tan necesario darle gracias! Cuando se ama, no basta la alabanza, es necesaria la ACCIÓN DE GRACIAS. Me parece que alabarle es darle lo que debemos, pero darle gracias es sentirnos felices de dárselo porque lo 13
amamos… “No tiene ya que ocuparse ni siquiera de su santificación porque Jesús le ha dicho que sacrifique todo lo personal por el interés común. Tiene además conciencia de que la luz que brota de la faz del Padre, ha hecho que todas las potencias de su alma irrumpan en actos de amor y que si el Espíritu Santo reina en ella, es porque todas las fibras de su ser permanecen en ACCIÓN DE GRACIAS. “Misericordias Dómini in aeternum cantabo!.. A la Priora de Avignon el 14 de enero de 1914: Me ayudará siempre a dar gracias, ¿verdad Madre mía? pues nunca agradecemos suficientemente. Es tan delicioso decirle que Lo amamos, manifestarle nuestra GRATITUD hasta cuando sufrimos!” “Volvamos al texto de San Juan: “VOS AUTEM VIDETIS ME QUA EGO VIVO ET VOS VIVETIS”. (XIV, 20) Cuando habla de los que viven, no se refiere sino a los que llenos de gracia, no viven ya sino en el Espíritu Santo, los que transformados en ACCIÓN DE GRACIAS, viven de la vida divina, ya no tan sólo habitual, sino de una manera siempre actual, no tan sólo de su ser, sino en todas sus fibras. “Y como no basta glorificarle nosotros solos, convirtámonos en apóstoles, hagamos católica nuestra oración, no limitemos por culpa nuestra el don infinito que nos ha hecho el Padre en Jesús, que su Espíritu se derrame sobre todos los que el Padre le ha dado, a fin de [20] que todos le pertenezcan. “Creamos en nuestro Jesús, sólo El obrará en nosotros, a fin de que el Padre sea glorificado en el Hijo. ¡Ah! qué vida la nuestra! Y ¿cómo será la eternidad? “Cómo se quisiera ser una acción de gracias perfecta para El y sembrar al infinito almas acción de gracias, es decir almas que correspondan plenamente a su gracia en cada instante, identificándose a sus menores gustos, con un ardiente amor de gratitud.” “Así es como por la gracia de Dios, por ella y con ella, podemos ayudar al Espíritu Santo a restaurar en Cristo el edificio de la gloria del Padre; así es como por un misericordioso decreto del Altísimo, tenemos nosotros el poder de acrecentar las alabanzas que Jesús en comunión con sus miembros de gracia, ofrece a Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo. “Para cumplir esta magnífica misión, debemos ser hijos del Padre, consumidos por su amor, y no viviendo ya sino la vida de su Hijo.” *** La otra alma fue Conchita Barrecheguren García. Nació en Granada (España), el 27 de mayo de 1905, murió en la misma ciudad el 13 de mayo de 1927. De ella dicen los Padres Redentoristas de Granada: “Durante los 21 años de su vida llenó una larga carrera. En ella se cumplió el pensamiento y la afirmación de su Santa querida, Santa Teresita del Niño Jesús: “Dios no mira el tiempo sino el amor”. Como Santa Teresita en el claustro, se santifica en el siglo Conchita Barrecheguren. Su vida fue sencilla y ordinaria, pero entregada al amor de Jesús. Amó el sacrificio y la cruz, pero con la sonrisa en los labios. Padeció torturas de espíritu pero 14
con una conformidad y amor perfectos. Tuvo sed de llevar almas a Jesús. Laceró con penitencias continuas su virginal cuerpo. [21] Su espíritu fue de reparación y acción de gracias. Se distinguió por su profunda humildad, pureza angélica y amor ardentísimo a la Santísima Virgen. (Puede verse su vida: “Historia de otra alma”, publicada por los Padres Redentoristas de Granada).
- V - Conclusiones prácticas (22) Por todo lo anterior, hemos visto cómo es completamente lógica la conclusión de que todas las almas deben ser muy agradecidas con Dios. Eso exige el amor que El nos tiene y eso nos enseña el ejemplo de las almas santas que hemos contemplado. Sin embargo aunque encontramos en ellas la orientación general al espíritu de gratitud, ninguna de ellas, iba a decir felizmente, hace hincapié en el homenaje especialísimo de gratitud sacerdotal al Verbo Encarnado. Digo felizmente, no porque sea de celebrarse ese olvido, ¡al contrario! Sino porque era justo y debido que ese movimiento partiera del corazón de los sacerdotes. A ellos les toca impulsarlo, vigorizarlo y sostenerlo. Las almas que los secunden sólo vendrán a unirse a ellos, a dar gracias con ellos y por ellos. Pero no es eso todo. De ese homenaje universal hacia el verbo Encarnado, de ese espíritu de agradecimiento que debe infundirse, vendrá como consecuencia natural, la glorificación del Padre que nos dio tal Hijo; del Espíritu Santo que obró la Encarnación y de María, instrumento necesario para que se realizara, dado el actual decreto divino. Pero como sería expuesto dejar las ideas tan generales, debemos decir que ese amor de gratitud al Verbo Encarnado debe manifestarse por cuantos medios se pueda. Los sacerdotes celebrando Misas con ese fin, inculcando ese espíritu en el Confesionario, para que por su medio haya muchas almas que conmovidas por las ternuras de Jesús, consagren su vida, oraciones, acciones y sacrificios con ese fin. A las almas más perfectas o que quieran serlo, impulsarlas a ofrecerse como víctimas. Y cuando la idea haya recibido vigor, cuando haya sido ben[22]decida por el Vicario de Cristo, primer interesado en ello, por ser él “Predilecto del Verbo”, quien más gracias recibe y quien impulsa toda obra que tienda a glorificar a Cristo, entonces, digo, se podrá hacer algo colectivamente consagrando un día al año con ese fin. Qué dicha sería si en la losa que cubra los despojos de todos y cada uno de los sacerdotes, pudiera escribirse la sencilla pero elocuentísima inscripción: “FUE MUY AGRADECIDO”. Entonces el mundo reaccionaría, las almas serían como sus pastores, un consuelo para Jesús y un motivo de inmensa gloria para toda la Trinidad. ¡Que lo que no han podido las desgracias que pesan sobre el mundo, lo pueda el amor agradecido! ¡Que él nos una, que él nos santifique y como decía Santa Teresita, él nos lleve al Cielo a pronunciar la única y eterna palabra del Amor, aquél GRACIAS que no tendrá fin!
- VI - Oración de gratitud sacerdotal a la Santísima Trinidad. (23) Gracias, oh Padre amadísimo! Por habernos dado a tus sacerdotes, muy 15
especialmente, esa fecundación tuya, por medio de la cual podemos ser padres de las almas y formar con ellas, con la cooperación del Espíritu Santo y de María, la imagen de tu Verbo Encarnado. Todo nos viene de Ti, pero nosotros lo olvidamos prácticamente y por lo mismo no te lo agradecemos. Pero ahora, con la gracia de tu Santo Espíritu y por la bondad misericordiosa de Jesús, llevaremos una vida nueva que tendrá como fondo la hermosa virtud de la gratitud. Seremos todos los sacerdotes almas ACCIÓN DE GRACIAS para Ti, Padre amadísimo, que por decirlo así, nos amaste más que las otras Divinas Personas (aunque todas nos aman con el mismo amor infinito, indivisible y único), pues siendo eternamente feliz en tu Verbo y no amando nada fuera de Él, quisiste que viniera a morir por nosotros para salvarnos. ¿Cómo corresponder a tanta delicadeza? Pues glorificándote en el Verbo y dado que Tú anhelas ver por donde quiera su imagen, trataremos de reproducirla primero en noso[23]tros y luego en las almas todas. Y como Jesús te honró tanto a su paso por la tierra, yo siento que Tú le estás infinitamente agradecido y que así como a pesar de que nada le faltaba a tu Verbo fuera de Ti, sin embargo quisiste formar para El criaturas que Lo amaran, así también me imagino que aun cuando tu perfecta gratitud complace plenamente a tu Divino Verbo Encarnado, quieres sin embargo, que nosotros los redimidos, los que aprendimos a amarte y a agradecerte por los ejemplos de Jesús, también te ayudemos a darle gracias en tu nombre. A ello me ofrezco oh Padre, con inmenso amor y para ello te regalo también todas aquellas almas que Tú me darás y que, confiado en tu bondad que quiso hacernos partícipes de tu eterna fecundidad, espero que serán millares y millares. Y por lo pronto yo, en nombre de todas ellas, te prometo enarbolar el estandarte de la gratitud a tu Verbo Encarnado para glorificarte así. Y al mismo tiempo para cumplir con un deber sagrado de la humanidad redimida y particularmente de los sacerdotes. *** ¿Ya ves Jesús mío, cómo queriendo Tú esconderte, vas a ser glorificado? Pero mira, complácete, porque este homenaje universal de agradecimiento a tu amor misericordioso, complacerá de tal manera a tu Divino Padre, al Espíritu Santo y a María que nuevamente Tú, olvidado de Ti mismo, te extasiarás en la Contemplación de su dicha. *** Y Tú, Santo Espíritu, Amor Increado, complácete también, porque tu triunfo será espléndido en la glorificación del Verbo Encarnado. Tu misión de glorificar al Verbo va a entrar en un período de grande actividad. Toma almas santas y puras para que coronen ese Divino Salvador, para que en el Cielo y en la Tierra, en unión de María, sean la ACCIÓN DE GRACIAS personificada, que canten las misericordias de Jesús. En cambio de todo eso, yo te ofrezco la gratitud del Divino Padre y la del mismo Jesús, juntamente con la de [24] María y la de los pobrecitos pecadores. Te doy las gracias en nombre de los sacerdotes y ¡ya verás cuánta gloria recibirás en el campo de las almas! 16
Ven y haz tu obra, a Ti te toca obrar, porque Tú eres el medio divino por el que todo lo fecundiza el Padre. Estamos bajo tu dirección, ¡obra!, que tus hijos están dispuestos a seguir tus menores inspiraciones. Danos mucho amor a María, pues no queremos olvidar ni por un momento en la glorificación del Verbo Encarnado, a la que fue su Madre, su consuelo más dulce en la tierra y el Corazón que más Lo amó y comprendió entre los hombres ¡Oh María, también para Ti, eterna gratitud!
AÑO de 1933 Artículos sobre la Devoción al Divino Padre (25) Publicados en el Boletín de “Pentecostés”
Glorifiquemos a Nuestro Padre Celestial. – Enero 1933 - (25) Al comenzar un nuevo año de vida, es natural que volvamos nuestros ojos hacia Aquél que nos creó, en cuyas manos estamos y que sostiene nuestra vida momento por momento. El año que acaba de pasar ha terminado con un balance espiritual cuyo resultado ignoramos pero no debe por ningún concepto hacernos olvidar la mano misericordiosa que nos dio el éxito o perdonó el castigo. Si la intimidad con nuestro Padre Celestial debe sernos familiar, en circunstancias como la presente debemos acentuarla aún más y hacer que llegue hasta El la expresión de nuestra sincera gratitud. Se ha dicho que la devoción al Espíritu Santo debe llevar como distintivo la GRATITUD; de la devoción al Verbo Encarnado se puede demostrar lo mismo con evidencia meridiana; y yo tengo para mí que donde la gratitud debe encontrar su pleno desarrollo (sin preten[25]der por esto disminuir en nada la exigencia de lo antes dicho) es precisamente tratándose de la devoción al Divino Padre. Ya Santa Teresa había dicho que si mucho le debemos al Hijo por habernos redimido, en cierto modo parece como que le debemos más al Padre (si la deuda no fuera la misma con las Divinas Personas), por habernos dado a su Hijo para que muriera por nosotros. En efecto, más sacrificio es para un padre ver sufrir a su hijo que sufrir él mismo. Valga esta comparación para marcar la importancia de nuestra gratitud al Padre Celestial. Pero no llamaríamos la atención hablando del Padre exclusivamente si en el corazón de los fieles encontrara perfecto cumplimiento el deber que tienen de honrarlo. Mas por desgracia se ve que cuando las otras devociones mantienen su entusiasmo, ha parecido olvidarse por completo en la mayor parte de las almas ese amor agradecido para el Divino Padre. 17
Con razón ha dicho Dionisio de la Trinidad, que “a pesar del ardiente entusiasmo de la moderna piedad, se nota tan grande frialdad e indiferencia para con la Sagrada Persona de Dios Padre, que si Nuestro Señor Jesucristo, - por la lectura del Evangelio y la continua recitación del Pater Noster – no hiciera resaltar ante nosotros su paternal bondad y su amor inefable, seríamos capaces de pasar la vida entera en un completo olvido de nuestro Padre Celestial, sin pensar en El, sin reconocer sus beneficios, sin amarle como a verdadero PADRE NUESTRO. Y con el mismo autor pregunto: ¿Es ésa la conducta de un buen hijo para con su padre? ¿Hay aquí ternura filial, gratitud, amor? No es extraño que nos diga por Malaquías: Si yo soy vuestro Padre, ¿dónde está el honor que me debéis?... Justísima reconvención que debiéramos considerar como especialmente dirigida a nosotros, ya que no podemos menos que reconocer nuestra ingratitud.¡Cuán pocas personas hay que reconozcan la bondad de Dios Padre, que le [26] entreguen el cuidado de sus intereses, que confíen, en El como en el más tierno y amante de los padres! ¡Qué lecciones tan hermosas de amor a su Padre nos dio Jesús durante su vida! Fue su grande preocupación. Por eso vino al mundo y lleno de satisfacción pudo decir en la noche de la última cena: “Yo te he glorificado en la tierra, tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste… Yo he manifestado tu nombre a los hombres que me has dado del mundo; tuyos eran y me los diste y ellos han puesto por obra tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste viene de Ti. (San Juan, XVII, 4,8.) Pero el amor de Cristo para su Padre llevó el tinte de la ternura y de la gratitud. Y si es verdad que en todo aparece encantadora la figura divina de Jesús, cuando se nos muestra “elevando” sus ojos al Padre para decirle con la mirada toda la ternura de su amor filial, entonces es sencillamente sublime y arrebatadora. ¿Quiénes serán esas almas felices que copien a Jesús en ese aspecto más atractivo, el más importante de su vida, en su amor agradecido al Divino Padre? La creación entera canta sus alabanzas al Señor; pero la plegaria humilde y confiada, la plegaria embalsamada con los perfumes de la gratitud, ésa atravesará los espacios como el rayo e irá a perderse en el seno infinito de nuestro Padre Celestial para mostrarle una vez más que la obra de su Hijo encontró eco en las almas. Bella será esa plegaria!... Llenas de encanto serán esas almas! Pero si todos los fieles son llamados a consolar en ese concierto de alabanzas a nuestro Padre Celestial, en unión con Cristo y en la unidad del Espíritu Santo, los sacerdotes, los que forman un solo sacerdocio con Cristo, los que se llaman y son padres de las almas, ellos que fueron los que más recibieron en las opulentas dádivas del Padre Celestial, deben ser también los que vayan al frente de esas almas que han comenzado ya a entonar el himno de alabanza, animadas por el dulce soplo del Espíritu Santo Es un deber de justicia, es algo que se impone. Y por eso nada podrá ni la malicia de los hombres, ni los es[27]fuerzos de Satanás para que los deseos de Cristo tengan perfecto cumplimiento, viendo, como decía una grande alma de nuestros tiempos (Marie Antoinnette de Geuser, par Raúl Plus): sembradas por todas partes 18
“almas acción de gracias” Esas almas aplacarán la justicia divina, ellas pagarán la inmensa deuda de gratitud que el mundo debe al Divino Padre por haber mandado a su Hijo al mundo. ¡Oh Padre, Padre Santo, Padre bueno, recibe la inmolación de esas almas sacerdotales que, formando una sola cosa con tu Hijo, por Él, con Él y en Él, simplificadas en el amor del Espíritu Santo, te dirán esa palabra de amor agradecido que no solamente se repetirá en el tiempo, sino que ha de pronunciarse por toda la eternidad. Míranos con ternura, oh Padre, y que envueltos en tu divina mirada, también nosotros dejemos entrever, en medio de la tosquedad tan propia del hombre, un destello de divinidad comunicada, que venga a realzar, elevándola al infinito, la pobre manifestación del amor de tus criaturas! ¡Préstanos tus ojos, Jesús amado, para mirar a tu Padre! Y Tú, oh María, danos tu blancura virginal para que en tu pureza encuentre el divino Padre la satisfacción que busca en los seres criados por su amor. ¡Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, bendito seas!...
Los perfectos adoradores del Padre. Febrero 1933 (28) No sé si en el lenguaje de los hombres existan palabras que expresen lo que es para las almas la ternura infinita de nuestro Padre Celestial. Seguramente que no, pues cuando encontramos algo sublime en la vida y lo queremos manifestar, lo primero que se deja escapar de nuestros labios, es precisamente: “No encuentro palabras con qué expresarlo” Y si esto se dice hablando muchas veces de lo humano, de [28] lo creado, de lo finito, ¿qué decir cuando tratamos de manifestar lo infinito? Un día Francisco de Asís sintió vibrar en sí una melodía arrebatadora que quiso hacer sensible. Dejando su lengua materna, se puso a cantar en francés, en un tono cada vez más elevado, acompañándose de un instrumento imaginario, compuesto de dos pedazos de madera, uno de los cuales simulaba una viola y el otro un arco. Y mientras cantaba y tocaba así, con una exaltación creciente, sus pies golpeaban el suelo acompasadamente, ejecutando un baile religioso que recordaba el de David ante el Arca. Pero al fin, no pudiendo más, agobiado por la emoción, se dejó caer en la tierra y lloró por no poder expresar lo que tenía en el corazón. (Joergensen, St. Francois D’Assise, p.433) Pero si tales cosas pasaban a los santos, ¿qué armonía, qué alabanzas brotarían del Corazón y de los labios de Jesús para cantar el amor y la gloria de su Padre? Pues bien, si nosotros no sabemos amar al Divino Padre como merece, si nosotros no podemos cantar el himno de la gratitud como se debe, acerquémonos a Jesús para embriagarnos escuchando su canto y en él glorificar a nuestro Padre. Sí, para ir al Padre necesitamos que Jesús nos lleve; para poder alabarlo, 19
necesitamos su voz, para poder glorificarlo, necesitamos de su sacrificio. Por eso el sacrificio eucarístico es la voz que diariamente se eleva al seno del Padre en concierto armonioso para cantar su gloria. Es un sacrificio divino, ofrecido a la Divinidad; pero es un sacrificio de acción DE GRACIAS. Llevemos a este sacrificio divino nuestras pequeñeces. Mezclemos nuestros pobres cantos con aquél que se eleva de nuestros altares y entonces nada perderemos. Sólo unidas a las de Jesús, podrá recibir el Padre nuestras alabanzas. Digamos con frecuencia: ¡Oh Padre, por todo el amor que me falta, te ofrezco el amor que te tiene tu Hijo, te ofrezco el amor de María! ¿Qué temer pues, cuando tenemos un Padre en los cielos, que nos ama con ternura infinita? ¿Por qué entristecernos cuando tenemos un Jesús que ama por nosotros y le dice [29] a su Padre lo que nuestra miseria no puede? ¿Por qué desesperar cuando el Espíritu Santo dirá en nosotros aquel “Abba Pater” que cual gemido inenarrable llegará a los oídos de nuestro Padre Celestial? Por eso, aseguro una vez más que la legión de almas que se encargará de glorificar al Padre en espíritu y en verdad, debe tener como característica LA GRATITUD! Porque todo lo reciben. Porque se sienten amadas con ternura. Por la misericordia infinita que a cada paso encuentran en su vida. Y más que todo eso, porque serán ellas las que más se acerquen al conocimiento de la gloria divina. Y entonces lo alabarán por su grande gloria, por ser quien es. Y a la vista de tanta grandeza, no podrán menos que ser hostias de alabanza, víctimas del amor de agradecimiento. ADVENIAT REGNUM TUUM! Sí, oh Padre, que venga tu reino, ese reino de amor! Manda esas almas que a semejanza de Jesús pasarán su vida cantando tu amor y que no teniendo otra misión en la tierra, tampoco la cambiarán en el cielo, sino que allí repetirán eternamente aquel GRACIAS que traducirá los sentimientos de los pobrecitos pecadores creados por el amor de un Dios y rescatados y santificados por las misericordias infinitas de ese mismo Dios ¡OH PADRE, QUE LLEGUE TU REINADO!
La devoción al Padre. Abril 1933 (30) Cuando el Espíritu Santo se apodera de un alma y la gobierna como lo hizo con el alma de Cristo, no descansa hasta llevarla al amor pleno del Padre Celestial. Pero antes de llegar a esas intimidades emprende en ellas la obra de purificación necesaria para toda alma que quiere santificarse; y más aún indispensable en aquéllas que han de distinguirse como perfectas adoradoras del Padre. Quiere el Espíritu santo presentar al Padre Celestial un núcleo de almas, que en cuanto sea posible, reproduzcan a la humanidad tal como había sido en la mente divina sin la caída del primer hombre. Almas puras y sencillas que desagravien al Divino Padre y lo consuelen de aquella decepción, diré, en nuestro lenguaje, que tuvo al crear [30] al primer hombre y al contemplar su caída. Dios, al crearlo, quiso, encontrar en él amor y cariño de verdadero hijo para con 20
su Padre; fue su primer hijo, y siendo el primogénito, cómo debió amarlo! Pero qué decepción al verlo desobedecer! Por eso los verdaderos hijos y adoradores del Padre, deben hacer de la tierra un paraíso y de sus almas y de sus hogares LAS CASAS DEL PADRE, donde no sólo reine El, sino Jesús se sienta como en su propia casa, ya que la casa del Padre es la casa de Jesús. Sí, que viva en ellas como vivió en el seno de su Padre desde toda la eternidad; que ellas sen el lugar de su descanso, su lugar predilecto en la tierra. Oh, y si fuera posible que en estas nuevas moradas donde el Padre quiere reflejar su vida del cielo en la tierra, no se conociese el pecado, ¡qué gloria para toda la Trinidad! Pues precisamente eso quiere el Espíritu Santo en este movimiento universal hacia el Padre, que va haciéndose sentir más y más a medida que se extiende el reinado del mismo Espíritu Divino. Seamos de veras hijos amantes y agradecidos de nuestro Padre Celestial. Busquemos su mirada para que venga a ser el bálsamo que cure todos nuestros dolores y un aliciente a nuestra debilidad en la lucha que tenemos que sostener con el enemigo. A cuántas almas he oído decir que su amor al Padre las ha introducido a una región de paz y de luz. Cómo se han sentido envueltas en una ternura desconocida para ellas y qué matices de delicadeza toma su amor a Jesús, y qué comprensión de simpatía tan grande para la Santísima Virgen, y qué deseos de buscar en todo la gloria de Dios; pero, como por encima de esto, ¡qué sentimiento de gratitud para Aquél que ha sido la fuente de su felicidad temporal y eterna! El alma en estado de gracia es llamada “Templo del Espíritu Santo”. En realidad es templo de Dios, de las Tres Divinas Personas; pero se dice especialmente templo del Espíritu Santo, por ser la obra del amor divino la que dispuso esa morada y porque será el mismo Espíritu Santo quien la adorne y la convierta en el lugar donde se goce [31] la Trinidad . Y como sin el Espíritu Santo no somos capaces ni siquiera de invocar a nuestro Padre Celestial con ese nombre dulcísimo de Padre, se requería su intervención espacialísima para que las almas pudieran ser en verdad las glorificadoras del Divino Padre y los templos donde había de habitar. ¡Qué fecundidad y cuánta luz proyecta en el campo de las almas el reinado bendito del Espíritu Santo! Quiera ese Divino Consolador hacer su obra en nosotros y darnos los sentimientos más delicados para cantar el himno de la perfecta alabanza y para ser encontrados dignos de ofrecernos como HOSTIAS en unión con Jesús a la gloria de nuestro Padre Celestial!
Los grandes centenarios y la devoción al Divino Padre. Mayo de 1933 (32) La voz del Papa ha transmitido al mundo un mensaje que viene a recordar los hechos gloriosos y sangrientos que hace 19 siglos se verificaron a favor de la Redención humana. 21
El mismo Pontífice, como representante del Divino Salvador, no ha vacilado en hacer derroche de sus gracias, inaugurando el año santo para Roma y extensivo después al mundo entero. Las circunstancias no pueden ser más propicias para que el mundo conteste ya a ese Mensaje de Amor misericordioso del Padre Celestial, que hace 19 siglos vino a traernos Jesucristo y que en una forma o en otra no ha dejado de comentar a través de los tiempos. Indudablemente que nuestras acciones de gracias y nuestras alabanzas deben dirigirse a toda la Trinidad; pero no comprenderíamos la mente de Jesús, si a imitación suya no fijáramos nuestra mirada llena de ternura y gratitud ante nuestro Padre Celestial. Con razón se ha dicho que EL HIJO UNIGÉNITO DEL ALTÍSIMO que ha venido a establecer una alianza eterna entre Dios y los hombres, promulgándola a costa de tan[32]tos y tan inmensos sacrificios, sancionándola con su muerte y sellándola con su propia sangre, después de haberse quedado como prenda de ella en la Divina Eucaristía, no ha pretendido para Sí mismo el amor y la gratitud de las almas, antes al contrario, protesta que no busca su propia gloria (S. Juan VIII, 50); dice que El por Sí, no puede hacer cosa alguna fuera de lo que viere hacer al Padre; que lo que su Padre le ha dado, todo lo sobrepuja, y nadie puede arrebatarlo de manos de su Padre (S. Juan X,29), probándonos de mil maneras hasta la evidencia, que no hay para El otro gozo ni otra ambición que la gloria y alabanza de Dios Padre. Después de tales ejemplos y enseñanzas, ¿podremos poner en duda que el amoroso y dulce Jesús, delicia de nuestra alma, no se complazca inmensamente en aquéllas que se dedican a amar y honrar a su Padre como El le ama y le honra? Jesús vino a redimirnos; pero ante todo vino a darle gloria a su Padre. Y de qué manera más eficaz podremos manifestarle nuestra gratitud a ese Divino Redentor, que dándole el gusto de comprobar que SU MISIÓN de dar gloria a su Padre, encontró eco, y que sus sacrificios no fueron inútiles? Pero, ¿quién se va a olvidar de dar gracias a Jesús por su Redención? Estoy seguro que ese sentimiento es el que brota espontáneamente de todos los corazones. Mas quizá teniendo muy en cuenta la Humanidad de Cristo, se olvide o se haga menos la Divinidad. Quizá convencidos fácilmente de que debemos darle gracias a El, nos olvidemos de que la obra de la Redención fue también la obra del Padre y del Espíritu Santo. Y precisamente estas líneas van encaminadas a recordar a todo el mundo si posible fuera, los deberes de gratitud que tenemos para cada una de las Divinas Personas. Al Padre que nos dio a su Hijo, al Hijo que murió por nosotros y al Espíritu Santo que obró la Encarnación. Y ¿qué vamos a hacer para glorificar a la Augusta Trinidad? ¿Se limitarán nuestras acciones de gracias a las fiestas que con más o menos pompa se celebren en el [33] mundo? ¿Morirá nuestra alabanza con el eco de los últimos acordes de la música sagrada que ayuda a interpretar nuestros sentimientos, o con el perfume de las flores que deshojemos ante nuestros altares? Bastarán unos cuantos meses para 22
expresar nuestros sentimientos de gratitud? Ciertamente que si tal cosa aconteciera, estaríamos muy lejos de satisfacer las aspiraciones del corazón y más aún a lo que Dios espera de nosotros. Cuando Jesús, comprendiendo las exigencias del corazón humano, quiso quedarse con nosotros en la Divina Eucaristía; cuando sabedor de la ingratitud de los hombres para con su Padre, quiso desagraviarlo, instituyendo la perpetuidad del Sacrificio Eucarístico, es decir, de acción de gracias, entonces precisamente nos enseñó LO QUE DEBÍAMOS HACER Y COMO LO DEÍIAMOS HACER. También nosotros, para practicar la perfecta alabanza, para poder ser Hostias de gratitud, necesitamos darnos, ser “Eucaristías vivientes” y prolongar nuestro sacrificio de acción de gracias a través de los tiempos: en los que vivimos, por nuestra acción, en los futuros por la de otras almas que conquistemos con nuestras oraciones y sacrificios. Mas así como el Sacrificio de la Misa es ofrecido al Padre en la unidad del Espíritu Santo, también estas almas-Hostias, deben ofrecerse con Jesús Sacerdote, y transformadas en El, a la gloria del Padre, en la unidad del Espíritu Santo. Y así como al despuntar el nuevo día de la Redención, ya no satisficieron al Divino Padre los sacrificios de los animales que se le ofrecían en la Antigua Alianza, sino que exigió el Sacrificio por excelencia de su mismo Hijo; también ahora no quiere otro sacrificio, ni otra alabanza, ni otra acción de gracias que la de su Divino Hijo, en las almas que pretenden honrarlo. Por eso debemos UNIRNOS Y TRANSFORMARNOS en Cristo para que El en nosotros sea el que alabe y el que dé gracias. Así la obra será perfecta y duradera. [34] Toda la humanidad debe acudir a este llamamiento. A la cabeza irá la más digna de las puras criaturas, la que fue Inmaculada, María, la Virgen Madre. Y después todos los santos, todos los que de una manera o de otra han recibido los frutos de la Redención. Las cuerdas del amor vibrarán al dulce soplo del Espíritu Santo, y en sublime armonía entonarán un himno, el de la gratitud y perfecta alabanza; - este himno, imperecedero, del XIX, Centenario de nuestra Redención, del establecimiento del Sacerdocio, de la Divina Eucaristía, de la venida del Espíritu Santo y de la Maternidad de la Santísima Virgen. ¡Hostias de gratitud con Jesús Sacerdote! Un gran camino se abre a vuestra generosidad y a vuestro amor. Pero si tratáis de obtener la gracia de ofrendaros con Cristo a la gloria de su Padre, a su propia gloria y a la del Espíritu Santo, procurad una delicadeza exquisita de alma, y una pureza y una blancura tal, que no tenga otro punto de comparación en la tierra, que la pureza de María, la primera alma Víctima que realizó el ideal de Cristo en su grande Obra de la Redención. María fue Víctima pura, y entre las pocas palabras que de Ella nos ha transmitido el Evangelio, las más ardientes fueron arrancadas por la gratitud y dirigidas al Padre Celestial. No es, en efecto, otra cosa, el Magnificat. Con Ella vivamos entonando nuestro Magnificat aquí en el tiempo, para perpetuarlo después por toda la eternidad… 23
Fiesta de Pentecostés Junio 1933 (35) Hoy celebramos con júbilo inmenso el hecho portentoso que hace 19 siglos se verificó en Jerusalén, cuando vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles el día de Pentecostés. Ellos, obedeciendo a las instrucciones de Jesús permanecieron reunidos en Jerusalén, esperando en unión con María, la gran promesa de Cristo, al Don por excelencia [35] que les había anunciado con tanto ardor antes de subir a los cielos. La Iglesia no ha omitido nada para significar la grandeza de este hecho, y por eso le ha dado en su liturgia, un rito que no supera fiesta alguna y que sólo iguala aquélla que es como el punto central de nuestra fe, la Resurrección del Señor. En verdad que la venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés fue para la naciente Iglesia el principio de un apostolado fecundo, y para los apóstoles y discípulos la hora de su transformación en Cristo, paso indispensable para que pudieran hacer la Obra de Cristo. ¡Cómo llevarían en lo íntimo de su alma el recuerdo de este día! Y con cuánta razón la Iglesia, continuadora de su obra, ha hecho suyos el fuego y entusiasmo de aquellos héroes de la fe! Mas si la Iglesia siempre se ha preocupado de honrar este Misterio, en el corazón de los fieles había sufrido un lamentable olvido y se había hecho notar una diferencia inexplicable para con la divina Persona del Espíritu Santo. Pero, gracias a Dios, un nuevo viento (ojalá tan impetuoso como el de Pentecostés), ha venido a soplar sobre el mundo, y las almas, muchas almas, se han congregado en un mismo espíritu para hacer reinar en todo el mundo al Divino Santificador. Ha sido comparado el Espíritu Santo a una fuente límpida que al derramar sus aguas, va fertilizando todo lo que encuentra a su paso, haciendo que produzca frutos hermosos según la naturaleza de las plantas. Aplicando esta comparación a las almas se puede decir que el agua de la divina gracia que mana del Espíritu Santo, invade el campo de las almas y las hace producir frutos y flores de santidad, según la medida de sus dones y la correspondencia de las almas. Y si estos hechos se verifican siempre, porque la gracia del Espíritu Santo nunca falta en la Iglesia, en circunstancias como las presentes en que recordamos el 19º. Centenario de Pentecostés, ¿qué no podremos esperar? Cuando queremos manifestar nuestra gratitud a [36] los bienhechores, lo primero que hacemos es enumerar los favores que les debemos; pero ¿quién podrá decir lo que la gracia del Espíritu Santo ha realizado en 19 siglos? La gracia es la semilla de la gloria, y desde luego todos los bienaventurados del cielo pueden ser un testimonio vivo de lo que ha conseguido la gracia del Espíritu Santo Encabeza el cortejo de la humanidad glorificada el Verbo Encarnado, y luego María y todos los santos que en el cielo no cesan de dar gracias. 24
Ni cede en la glorificación del Espíritu Santo la Iglesia purgante, pues el amor es quien los purifica para que puedan entrar en el cielo. Y la Iglesia militante ¡cuánto le debe al Espíritu Santo! El ha inspirado las grandes Obras que de tiempo en tiempo han venido a salvar a la Iglesia de los ataques de sus enemigos. Fue Él quien iluminó a Tomás de Aquino, quien despertó el celo por la gloria de Dios en aquel martillo de los herejes que fue Ignacio de Loyola, y en suma, es quien alentó las empresas de todos aquéllos que han dejado surcos luminosos a su paso por la tierra. El ha adornado a la Iglesia con las almas santas, flores de amor, pureza y sacrificio. ¡Cuánto ha hecho el Espíritu Santo en la Iglesia de Dios! Justo era que en estos tiempos en que, como iris de paz verdadera, despunta el Reinado del Espíritu Santo, se levantaran en la Iglesia esos millones de almas que se ocupan de alabar de noche y de día las grandezas de Dios y la infinita misericordia de su Amor. Abramos los senos de nuestra alma, para que en este Pentecostés dichoso, recibamos abundancia de fe y de amor, de espíritu de sacrificio, de celo por la gloria de Dios. Que venga la gracia a hacer que el árbol de nuestra vida produzca sus propios frutos y las flores que El quiera, para adornar la Iglesia Santa. Y así como los apóstoles, una vez que recibieron al Espíritu Santo comenzaron a hablar –“et ceperunt loqui” también nosotros, comencemos a hablar, digamos la pa[37]labra oportuna, la palabra que convierte, que lleva el consuelo a las almas y las gana para Dios. Pero sobre todo, digamos la palabra que ensalce la magnificencia divina. Hablemos siempre esa palabra, para que merezcamos escuchar la Palabra del Padre, para que nuestra palabra imperfecta venga a mezclarse con la Palabra Eterna, y así poder decirle al Padre en su propia voz y con su mismo Amor, la perfecta alabanza!
Los verdaderos adoradores del Padre (Rasgos fisonómicos). – Junio 1933 (38) Hace 19 siglos que año por año nos está recordando Jesús desde lo alto del Calvario, que la razón de ser de su sacrificio fue la gloria de su Padre y la salvación de las almas. Lo segundo lo hemos comprendido; pero lo primero qué pocos lo comprenden! Y qué pena sentirá Jesús al ver ese olvido, esa indiferencia para lo que El quisiera que formase nuestra pasión como formó la suya! Pero ¡oh Jesús! Estremécete de júbilo, pues en muchos corazones ha germinado ya con fuerza irresistible ese deseo de glorificar a tu Divino Padre. Otras muchas almas vendrán después como conquista divina de tu sacrificio, como regalo del Espíritu Santo, como fruto de los Dolores de María. Serán almas-hostias con Jesús Sacerdote, a la gloria del Padre. Su mirada será límpida como el cielo, sus corazones serán grandes como el Corazón del Maestro en 25
quien vivirán escondidas. Su alma será sencilla como la de un niño, reflejando la encantadora sencillez de Jesús al elevar sus ojos al Padre para darle gracias. Su celo por la gloria del Padre será ardiente, de modo que nada los detendrá en su afán de complacerlo. Serán el arpa que cante al menos soplo que descubra las grandezas divinas y la gloria del Padre. [38] Con los cielos cantarán la gloria de Dios y con el firmamento anunciarán la grandeza de sus obras, pues ellas serán como un cielo límpido que refleje las gracias de Dios. Su corazón sacerdotal agradecerá siempre el sacerdocio eterno de Cristo y su prolongación en los cristos de la tierra… El cielo entero verá con amor esas almas porque las sentirá como intérpretes de sus sentimientos. Porque ellas llenarán el vacío que muchos bienaventurados dejaron en sus trabajos por la gloria del Padre. Y aunque ciertamente todos ellos dieron gloria a Dios puesto que escalaron el cielo; pero quizá muchos no hayan hecho algo especial por darle gusto a Jesús en glorificar a su Divino Padre. Estas almas, adoradoras del Padre, amarán por todo y por todos, prestando su corazón aun a los seres inanimados para que en ellas amen todos esos seres criados por el amor de nuestro Padre Celestial. Almas de niños, se conmoverán por cualquier don de Dios, y como no hay otro semejante para los simples mortales como la comunicación del Sacerdocio eterno de Cristo, ellas se convertirán en auxiliares del sacerdote, en su grande deber de agradecimiento y tendrán presentes desde Jesús hasta el último sacerdote que exista sobre la tierra. En todo esto copiarán a María, la primera grande adoradora del Padre, después de Jesús. Ofrezcámonos y ofrezcamos esas almas, para ser un bálsamo que cure la honda herida del corazón de Cristo, al ver el olvido de los hombres para con su Padre; herida más cruel que la otra originada por el olvido de lo que el mismo Jesús hizo para redimirnos. Quiera el Espíritu Santo, glorificador del Padre y del Hijo, mover muchos corazones y entusiasmar a las almas escogidas para que pronto se cuenten por millones las que glorifiquen al Padre Celestial, en Cristo y con Cristo, en la unidad del Espíritu Santo. Jueves Santo- abril 13 – 1933 [39]
El amor al Padre y las enseñanzas de Jesús. Julio de 1933. (40) Quizá algunos se habrán imaginado al leer estos artículos sobre el Divino Padre, que al escribirlos tratamos sólo buscar algo nuevo, sea en cuanto al fondo o la forma, y que ya se ha hablado bastante de Dios en los tratados teológicos, para que vengamos 26
nosotros con visos de novedad a fomentar el amor al Padre. Otros tal vez crean que no hay razón especial para hablar separadamente de la devoción al Padre; pero para contestar a unos y otros, encontraremos razones en lo ya escrito y en lo que con el favor divino, sigamos escribiendo. Que se ha escrito mucho sobre la Trinidad, ¡quién lo duda! Pero no basta que esos escritores adornen nuestras bibliotecas, sino que precisa hacer llegar hasta los fieles esas verdades, tratadas a veces demasiado especulativamente. Esta falta de predicación o vulgarización de los misterios fundamentales de nuestra fe, acarrea muchos males a las almas y les impide formarse en una piedad sólida. Ya el Cardenal Mercier se quejaba mucho de esto, pues según él dice en su hermoso tratado sobre la Vida Interior, en una larga experiencia pudo comprobar que muy poco se predicaba de Dios, prefiriendo temas en los que más podía encontrar alimento la vanidad del predicador que la piedad de los fieles. Nosotros hemos emprendido esta serie de artículos sobre el Divino Padre y los fundamos especialmente en las enseñanzas y ejemplos de Jesús. El fue nuestro Maestro, de sus labios escuchamos toda verdad, y nadie podrá llegar a la perfección si no es copiando ese Divino Modelo. Y si Jesús se empeñó tanto en honrar a su Padre y en infundirnos la pasión por su gloria, grandes razones debe haber tenido y nosotros, aunque imperfectamente, trataremos de estudiarlas. [40] Jesús nos dice que ante todo vino a hacer la voluntad de su Padre, y de hecho, vemos en El la preocupación de complacerlo en todas sus acciones. Si recordamos que la voluntad divina fue contrariada en la creación del hombre por el pecado de nuestros primeros padres, y que este pecado fue de soberbia y de grave desobediencia, encontraremos ya una razón poderosa de por qué Jesús, que vino a reparar los desórdenes de una humanidad caída, quiso mostrarse tan sumiso y obediente a su Padre. El, Jesús, representaba a la humanidad, y precisamente quiso ser el Reparador de la gloria divina y la víctima que expiara el gran pecado de Adán. Si el hombre se había rebelado, Jesús sería una Víctima que reparara esa falta, dando a todos sus actos ese color tan hermoso del agradecimiento. Si el hombre no quiso obedecer, Jesús haría de la obediencia la pasión de su vida, a tal grado, que el Espíritu Santo hace una solemne alabanza de Cristo cuando dice: “Fue obediente hasta la muerte y muerte de Cruz”. Que esto sea así, fácil es comprobarlo con la misma Escritura: “He aquí, oh Dios mío, que vengo a hacer tu voluntad”. “Siempre hago las cosas que son del agrado de mi Padre”. “Que no se haga mi voluntad, sino la Tuya”. “Padre, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”… etc. Sauvé dice que Jesús fue el RELIGIOSO DEL PADRE. Y si bien consideramos la vida religiosa, viene a construirse especialmente por el voto de obediencia; este voto es 27
el que más inmola. Un religioso que no fuera obediente, en realidad no sería religioso. Jesús renunciaba en todo a su voluntad para hacer la del Padre. Y aunque como Dios tenía siempre la misma voluntad que su Padre, como hombre y como Redentor del hombre, se complacía en someterse completamente a la voluntad divina. Tan grande fue la pasión de Jesús por hacer la voluntad de su Padre, que en medio de su terrible agonía, momentos antes de espirar, quiso decir desde lo alto de la Cruz: “Consummatum est”. Todo está consumado; es de[41]cir, la obra de amor y obediencia que se había propuesto realizar para la gloria de su Padre, estaba concluida. Ahora podía morir tranquilo, porque la falta de sumisión al Padre estaba reparada, y porque en vez de una humanidad rebelde y de dura cerviz, vendría como brote vigoroso del árbol de la Cruz, del sacrificio de Cristo, otra humanidad renovada, la que seguiría las mismas huellas de Jesús, no dudando en poner como lema de su vida: “Obediencia y amor”. ..“Et natio illorum, obedientia et dilectio”. Es cierto que el número de estos imitadores de Cristo no es tan grande como Él quisiera; pero precisamente al dar a conocer los ideales de Jesús, nos proponemos aumentar el número de los verdaderos adoradores del Padre, y suscitar almas generosas que hagan del amor al Padre y de la obediencia a su voluntad divina, el manjar de su vida. Esta obra grandiosa, exigiendo renunciamientos heroicos no podrá realizarse sin una intervención especialísima del Espíritu Santo y sus Dones. Pero esa ayuna no faltará, porque la acción del Espíritu Santo en las almas tiende precisamente a simplificarlas, transformándolas en Cristo, para la gloria del Padre Celestial. Las almas que practiquen estas enseñanzas, cuando vean reflejarse la voluntad del Padre, aunque sea sobre un fondo de cruces, no tendrán otras palabras sino aquéllas que brotaron de los labios purísimos de María en ocasión tan solemne, y que vienen a ser como la síntesis de la perfecta obediencia: “Que se haga en Mí, según tu palabra”. Sí, ¡que se haga siempre en nosotros la voluntad del Padre Celestial!
Fundamentos del amor especial al Divino Padre. Agosto de 1933 (42) Las razones que estudiamos en el artículo anterior para explicar el por qué del amor de Cristo a su Padre Celestial, amor que le hacía buscar siempre el [42] cumplimento de su divina voluntad y tener constantemente en sus labios y más aún en su Corazón la alabanza perenne, se relacionaban con su papel de Mediador. Sin duda que, como dijimos, el papel de Redentor, de Maestro del hombre, obligaba a Jesús a reparar las injusticias del pecado y a mostrarnos lo que debíamos hacer si queríamos imitarlo; pero hay razones más profundas que se relacionan con el ser mismo de Cristo. Y como nosotros debemos imitarlo en todo, debemos también conocer los 28
sentimientos más íntimos de su Corazón divino. San Pablo llama al Padre Celestial “Pater ex quo omnia”… el Padre de quien todo procede. En efecto, el Padre es el Principio en el seno de la Trinidad. En virtud de la divina fecundación del Padre, fue engendrado el Verbo y procedió del Espíritu Santo y aunque esta procedencia no indique superioridad, puesto que las tres Divinas Personas se identifican con su Naturaleza divina, siempre muestra la dependencia que existe entre Ellas por la relación de origen. Fuera de la Trinidad, todo ha sido creado en virtud de la fecundación del Padre. No fue otra cosa la Encarnación del Verbo sino una manifestación de ese Divino Padre que, queriendo demostrar al mundo su fecundidad, que viene a confundirse con su amor, le dio su propio Hijo. Y así podemos decir que el Verbo Encarnado le debe al Padre lo que es. Cristo como Dios y como hombre, participa de esa única, santísima y venerada fecundación del Padre. Su Corazón no palpitó en la tierra sino por esa vida que el Padre le comunicaba y su apostolado y su pasión, su muerte y su resurrección, su ascensión y sus méritos, le debieron su fruto universal a la eterna fecundación una y única de su Padre adorado. ¿Por qué extrañarnos de que Jesús haya sido el perfecto Adorador del su Padre? ¿Por qué extrañarnos de que ese Corazón sensible y delicado se haya consumido en el celo por la gloria de su Padre? Y nosotros que contemplamos por doquiera en el [43] mundo material y en el mundo de las almas esos vestigios de la fecundación del Padre; nosotros que hemos recibido sus frutos desde el momento en que nacimos y que seguimos recibiendo al sostener nuestra existencia, lo mismo la del cuerpo que la de la gracia, ¿no debemos arder en amor a Aquél de quien todo nos vino? ¿Qué corazón, no digo delicado, pero siquiera sensato, podrá permanecer indiferente ante esas gracias enormes que le debemos al Padre? El bien que hacemos, la fecundidad de nuestros trabajos, ese poder misterioso de comunicar la vida de la gracia a las almas, de conquistarles el cielo, no son otra cosa que los frutos de aquella fecundación del Padre. Y claro que mientras más unidos a Él estemos, mientras reconozcamos mejor esas gracias Él se comunicará más a nuestras almas. Pero ¡qué triste pensar en tantas almas que viven olvidadas de los tesoros que el Padre ha depositado en ellas por el Espíritu Santo!, ya que si bien es cierto que el Padre es la fuente de la divina fecundación, el Espíritu Santo es quien la comunica a las almas. ¡Despertemos de nuestro sueño! Estudiemos mejor el Evangelio y allí encontraremos estas enseñanzas. Que no se diga que son invenciones o deseos de presentar cosas nuevas. No, es la verdad evangélica, olvidada por muchos, aun de aquéllos que tenemos obligación de tenerla presente, ya que somos los continuadores de la obra de Jesús. Y ¿cómo 29
concebir siquiera que podamos hacer o continuar esa obra si ignoramos la parte más delicada de ella? Si no amamos al Divino Padre con pasión, si no nos preocupamos de hacerlo conocer y darle gloria, Cristo no nos reconocerá como sus discípulos o mejor dicho como sus verdaderos discípulos, porque si llevamos el sello que imprime en nosotros el carácter de cristianos o sacerdotes, eso nos hará reconocer como tales; pero no bastará para ser los íntimos de Cristo, supuesto que ignoramos su ideal más elevado. Continuaremos estudiando este ideal y pidiendo al [44] Espíritu Santo por medio de María, la fiel intérprete de los sentimientos del Corazón de Cristo, que arda en nosotros el celo por la gloria del Padre y que siempre esté ante nuestros ojos para obedecerlo y en nuestro corazón para amarlo. ¡Oh Padre! Gracias, gracias por haberte dignado descorrer un poco tus grandezas ante tus pequeños hijos! ¡Mira cómo se regocija por ello el Corazón de tu divino Hijo! ¡Haz que ese gozo sea pleno, y no deteniéndose ante nuestras miserias, muéstranos tu divina Faz para comenzar nuestro cielo en la tierra, contemplando tu divina belleza!
El amor al Divino Padre en la vida de Jesús. Septiembre de 1933 (45) Volvamos nuestros ojos hacia el divino Modelo, Cristo Jesús, para descubrir las hermosuras de su doctrina y lo profundo de sus enseñanzas. Estamos inquiriendo los motivos que tuvo para vivir como absorto en la contemplación de su Padre y para mostrarse en toda ocasión su verdadero apóstol. Los labios, se ha dicho, hablan de la abundancia del corazón. En Jesús fue su Corazón el centro donde venía a tener resonancia todos los sentimientos de su alma; su amor y su dolor, su celo por la gloria del Padre y la salvación de las almas, todo venía a reflejarse en las fibras delicados de ese Corazón divino. Pero si el Corazón sufría o gozaba, era porque todo esto pasaba en su alma. Para penetrar algo más en los misterios del amor de Jesús hacia su Padre, estudiemos un poco lo que su alma y lo que se propuso como un ideal sublime. El alma purísima de Cristo Jesús, aunque criada, era como un espejo tersísimo en donde se reflejaba con toda su potencia y excelsitud la divinidad; por eso gozaba constantemente de la visión beatífica; pero esa alma sufría al mismo tiempo dolores incomprensibles, porque eran dolores divinos, no en la Divinidad, porque Dios no puede [45] sufrir; pero sí como alma creada, divinizada y divina, que desde la Encarnación tomo el martirio interno como su divisa y como su moneda para comprar las gracias a su Iglesia y a las almas. Absorta pues el alma de Jesús en la contemplación de la Divinidad, sintiéndose la imagen perfecta de su Padre y la figura de su substancia, no podía menos que prorrumpir en la perfecta alabanza hacia ese Ser, cuya divinidad participaba. Lo contemplaba como Dios y también su alma era arrastrada, por la unión hipostática, a al contemplación del Divino Padre. 30
Sobreabundando en gozo, se volvía a sus discípulos para hablarles de su Padre y para asegurarles que con Él formaba una sola cosa: “Ego et Pater unum sumus”, para grabar profundamente en sus almas el conocimiento de su Divinidad. Pero, bien lo sabemos, aquellos arranques de amor de Jesús para su Padre, no fueron comprendidos sino más tarde cuando el Espíritu de luz había de “enseñarles todas las cosas”, según la promesa del Divino Maestro. Es preciso que notemos bien cómo Jesús siempre llevaba a los suyos el conocimiento de su divinidad. Teniendo Él tantas cualidades exteriores, respondiendo perfectamente bien al ideal del verdadero amigo, no era de extrañar que sus discípulos lo amaran; pero Jesús no se contentaba con eso, pues quería que en Él vieran al Enviado del Padre y por eso insiste en hablarles de ese Padre, y por eso levantaba con frecuencia sus ojos al cielo, como diciéndoles a sus discípulos: “No os detengáis en lo humano, mirad hacia el cielo donde habita mi Padre y vuestro Padre”. Por eso también, al enseñarlos a orar, les hace decir: “Padre nuestro que estás en los cielos”! En nuestros tiempos, después de 19 siglos de predicación evangélica, cuántos han contemplado en Cristo sólo al hombre, sin penetrar en el conocimiento de su divinidad! ¡Cuántos al detenerse para contemplar el Crucifijo, ven allí a un hombre, santísimo si queréis; pero sin considerar que en ese Cuerpo habitaba la plenitud de la divinidad! [46] ¡Cuántos, repito, se han conmovido al considerar los frutos de la Pasión de Cristo, y no han sabido darse cuenta de que si vino al mundo, fue por su Padre y para gloria de su Padre. Y cuando Jesús ansía que la mirada de todos los hombres se confunda con la suya para “elevarla” al Padre en actitud de adoración, amor y gratitud, se encuentra solo, porque no han sabido comprenderlo porque han ignorado su más querido ideal! Pero si sus discípulos no lo comprendían, su Divino Padre iba recogiendo una a una todas las alabanzas de su Hijo y, secundando los anhelos de Jesús, dejó oír su voz en el Jordán y en el Tabor para decir al mundo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien me he complacido. Oídle”… Todo lo que Jesús quería enseñar, lo sintetiza el Divino Padre en esas pocas palabras. En ellas nos asegura que Cristo es Dios, que es su Hijo, que lo ama, y que al escudarlo le daríamos una grande satisfacción a nuestro Padre Celestial. ¡Sí, oh Padre! porque queremos ser dóciles a las enseñanzas de Jesús hemos resuelto gastar nuestra vida en amarte; porque anhelamos satisfacer las más queridas aspiraciones del Corazón de tu divino Hijo, permaneceremos siempre con nuestra mirada fija en Ti, y si llegamos a bajarla, ha de ser únicamente para derramar en las almas la dulzura y fecundidad de que la impregnas. Ahora, oh Padre, la mirada de Jesús no se elevará sola hacia Ti, millares de sacerdotes en el Sacrificio de la Misa y millones de almas, a imitación de Jesús, se regocijarán en unirse a tu divino Hijo en esa mirada de amor y gratitud. Haz, oh Padre, que la última actitud en que el fin de los tiempos encuentre a la humanidad, sea ésta: millones de almas unidas a Cristo y con Él, mirando hacia el cielo, 31
hacia la Casa común, hacia el lugar donde habitas Tú, oh Padre nuestro! [47]
Fundamentos de amor del Divino Padre. Octubre 1933 (48) Aunque sea brevemente, hemos tocado varias de las razones que tenemos para amar con pasión al Divino Padre, imitando en ello a Jesús nuestro Divino Modelo. Decíamos que Él, como Dios y como hombre, era llevado irresistiblemente a la contemplación de su Padre. Como hombre gozaba en someterse a la voluntad divina, contemplaba la obra de la fecundación divina en su bellísima alma, y como consecuencia natural, se encendía en su Corazón la llama del amor agradecido. Como Dios gozaba en contemplarse como imagen perfecta de su Padre, y entonces se sentía devorado por el celo de su gloria, prorrumpiendo en la perfecta alabanza. Como Dios y como Hombre, Jesús se sentía el centro de la creación y por eso siempre relacionaba todo al amor de su Padre. “Omnia per Ipsum facta sunt”, todas las cosas fueron hechas por Él, nos dice el Evangelista San Juan. Sí el Padre todo lo hizo por su Hijo y por eso en Él ve y en Él ama todas las cosas. Pero si el Padre ve en su Hijo y ama en Él todas las cosas, también Jesús tiene toda su dicha en su divino Padre. Y donde quiera que encuentra los vestigios de ese amor, se detiene complacido. Y si la creación material arrobada en divina gratitud al Corazón de Cristo, ¿qué no podremos suponer si nos referimos a la creación de las almas? Más aún, su mirada se dirigía a todos los tiempos y a todas las almas para detenerse en algunas donde descubriría algo de su Padre para con Él. Y ¿qué sería ese algo especial Pues nada menos que su amor; pero un amor activo, fecundo y con todas las características en cuanto es posible, del amor de su Padre. Claro que en toda la creación y en todas las almas está algo de la fecundación de su Padre; pero en [48] sus predilecciones de amor, en donde Él ha mirado y se ha reflejado con especialidad, allí al encontrar ese algo, se enloquece, como decimos en nuestro lenguaje familiar, porque precisa decirlo una vez más, el Hijo todo lo ve en su Padre amado, y en donde está alguna fibra de Él, ahí está toda su ternura y su Corazón. Si Jesús hablaba tanto de su Padre era para recordar a los hombres su divinidad; pero también porque quería que lo amaran como su Padre lo amó. Porque quería cumplieran la voluntad creadora del Padre Celestial que anhelaba ver reproducida en el tiempo la alabanza eterna para el Divino Verbo. Y Jesús lo insinuaba a los suyos cuando les decía: “Sicut dilexit Me Pater et Ego dilexi vos”. ”Como mi Padre me amó, así Yo los amo”. (Joann. 15,9). Es decir, mi Padre 32
me ama con amor divino, paternal, y así os amo. Y si los Apóstoles hubieran participado ya de aquella luz divina y abundantísima de Pentecostés, debieran haber contestado a esa palabras: “Y nosotros también, oh Jesús, queremos amarte como tu Padre te amó”, queremos amarte con un amor divino porque ese amor es el Espíritu Santo; queremos amarte con amor que te recuerde aquí en la tierra el amor de tu Padre”.. Gracias al celo inmenso de Jesús, y como un fruto exquisito del reinado del Espíritu Santo existen ya muchas almas que aman y quieren amar más y más al Divino Padre, adorándolo en espíritu y verdad. Estas almas, representantes del mismo Padre para con su Hijo, extenderán por la tierra el amor puro, santo y desinteresado para con Él, reparando así el olvido de millones de almas y la falta de correspondencia de otras tantas a los designios del Padre que divinamente impresionado por aquellas palabras ardientes de Jesús, pronunciadas en la última cena: “Y que el amor con que me amaste esté con ellos” (Joan. 17-26), quiere ver sembrada la tierra de almas que amen a ese Divino Hijo con una fibra de su amor paternal. Quiera el amor de nuestro Padre dar luz en abundancia a esas almas predilectas que han recibido misión tan sublime. [49] ¡Ah! No por ellas, que siempre serán pequeñitas y miserables, no, sino por la gloria del Padre, por los méritos de Jesús, serán armadas con toda clase de armas para vencer a sus enemigos. Será su vocación divina la que les dé el triunfo completo en el cumplimiento de sus queridos ideales! ¿Cómo podrían quedar defraudados los planes de Dios? ¿Cómo podría permitir el amor apasionado de Jesús para su Padre que terminara el mundo sin que aparecieran aquellas almas de quienes hablaba a la Samaritana (Joan. 4-23), que adorarían al Padre en espíritu y en verdad? ¿Cómo permitiría la ternura infinita del Padre para su Hijo por quien todo lo hizo, que faltaran en ese cuadro magnífico de la Iglesia las almas puras y delicadas que amarían a su mismo Hijo con las locuras del amor infantil y con toda la fuerza del amor paternal? Imposible que eso sea! La omnipotencia divina que formó a María, modelo de estas almas, ha de crear a las que realicen este ideal. En la esperanza de ocupar un lugar entre esas almas felices, escogidas por nuestro Padre desde la eternidad para ser suyas y hacer su divina voluntad, ofrezcamos desde luego a Jesús el amor que Él quiere, amor que le recuerde el de su Padre, y que le haga palpar la divina respuesta a su plegaria del Jueves Santo: “Y que el amor con que me amaste esté en ellos…” Incorporados con Cristo, formando una sola cosa con Él, levantemos nuestros ojos al cielo para perdernos en el amor infinito de nuestro Padre Celestial!...
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Fundamentos del amor al Divino Padre. Noviembre de 1933 (50) Prosigamos nuestro estudio sobre la vida y los hechos de Jesús, relacionados con el amor al Divino Padre. Como penetran hasta la substancia misma del alma las palabras de Jesús! Por eso nuestros cora[50]zones que participan de los sentimientos del alma, se sienten inflamados y laten con violencia al considerar esas divinas palabras a través del Evangelio. Estudiábamos antes: “Sicut dilexit Me Pater, et Ego dilexi vos”… “Como mi Padre me amó, así Yo os amo”… (Joan. 15.9). Decíamos que con ellas Jesús exigía de los suyos un amor purísimo, divinizado y paternal. Pero no era sólo eso lo que quería expresarle en ese hermoso texto. “Como mi Padre me amó, así Yo os amo”… y ¿cómo amó el Padre a Jesús? Lo amó crucificándolo, permitiendo que fuera el “Varón de dolores”; pero al mismo tiempo haciendo en Él ostentación del poder fecundante del dolor. Jesús estaba formando a sus apóstoles; en ellos veía los continuadores de su obra que había de consumarse en el dolor, con el sacrificio de su vida. Era natural que orientara a sus discípulos hacia la Cruz y que les mostrara al Padre, fuente de toda fecundación, para que sublimaran su sacrificio divinizándolo y para que participasen de aquella fecundación que pondría bases indestructibles al edificio de la Iglesia. Sabía Jesús que nada germina ni es fecundo sino el sufrimiento y por eso se apresuraba a calcar en las almas de los suyos ese sello que debía caracterizarlos. Jesús como Dios, no podía sufrir, pero como Hombre Dios, se gozaba en ofrecerse como Víctima, en ofrecer a su Padre el amor doloroso, en reparar con un amor así las graves consecuencias del pecado. Y quería que los suyos amaran al Padre con ese doble amor, que participando de lo divino, llevara el dolor hasta el seno de Dios para recibir allí la fecundidad universal, y que siendo humano, recordara al Divino Padre la satisfacción que la naturaleza caída le rendía en nombre y en unión del Verbo Encarnado. Pero así como decíamos que Jesús con esas palabras exigía de sus discípulos un amor paternal y divino (por amar con el Espíritu Santo), al hacerles notar que el amor de su Padre lo había inmolado, también les indicaba que así debían ellos amarlo. [51] ¿Cómo? ¿Inmolando a Jesús? Sí; pero ya sin la malicia de los que cometieron el horrible deicidio del Calvario, sino con el amor de quien ha comprendido la grandeza divina de ese sacrificio, que precisamente por ser divino, abarca a todos los siglos, ya que el sacrificio incruento de nuestros altares, forma un mismo sacrificio con el del Calvario. Y esa víctima debe inmolarse no sólo en los altares materiales, sino también sobre el altar de nuestras almas. “Sólo viendo al Hijo perdona el Padre”, se ha dicho, y como siempre necesitamos 34
obtener el perdón y alcanzar gracias, por eso precisa ofrecer continuamente en el altar de nuestra alma el sacrificio de esa Víctima Divina. Podrá ser que en muchos casos no se realice el sacrificio en los altares materiales, por falta de sacerdotes; pero en ese santuario íntimo del alma, no faltará el sacerdote porque el alma desempeñará ese hermoso oficio y no sólo, sino que así como Jesús es al mismo tiempo Sacerdote y Víctima, el alma transformada, el alma sacerdotal, será también sacerdote y víctima. ¡Ah! Qué prodigios tan estupendos veríamos realizarse en el campo de las almas si aviváramos nuestra fe, si procuráramos unir nuestros sacrificios al sacrificio por excelencia de nuestros altares. ¡Cómo veríamos los efectos de la fecundación que el Padre concede al amor doloroso! Mas ¡qué pureza de alma se exige para ser altar, sacerdote y víctima! ¡Qué pureza divina necesitamos para que nuestro Padre Celestial descubra en nosotros la pureza de su Hijo, su misma Pureza! Para ello nos dio al Espíritu Santo el día de Pentecostés y en cada acto de amor y de virtud que practicamos. Para ello nos dio por Madre y Ángel a María, la Reina de la Pureza. Para ello se nos dio Él mismo en la [52] Sagrada Eucaristía, engendradora de la divina pureza. Para ello nos regaló su cruz y sus dolores, de donde brota la pureza y que purifican cuanto tocan. “Sed perfectos, como mi Padre Celestial es perfecto”, dijo Jesús. La perfección cristiana es un misterio de fecundidad y a medida que las almas se acercan al Padre Celestial, esa fecundidad crece. Por eso cuando Jesús quiere enseñarnos el secreto de la divina fecundidad, nos introduce en el seno del Padre. Y si esto hace con todas las almas que a ello se presten, ¿cuánto no debe hacerlo con sus sacerdotes, los que son llamados “padres de las almas”, por participar más directamente de la fecundación del Padre y de los méritos de Jesús? Es preciso que no cerremos nuestros oídos a enseñanzas tan hermosas y que para conquistar tan hermoso tesoro como es el amor apasionado por el Divino Padre, ofrezcamos en los alteres de nuestra alma al Divino Verbo como Víctima y que nosotros nos unamos a esa inmolación mística, en el mismo espíritu del Sacrificio de Cristo, es decir, como víctimas de adoración, de acción de gracias, de reparación y de imploración y todo para la gloria del Padre y la salvación de las almas. De tal modo que la sed de inmolación de Cristo pase a nosotros para ser hostias de alabanza a la gloria conculcada del Padre; para ser víctimas de gratitud a la gloria y a los dones del Padre; para ser hostias consumidas en perfecto holocausto y reparar la inmensa malicia del pecado, que esteriliza la vida del alma y le impide recibir y comunicar la fecundidad del Padre, y finalmente, ser víctimas que imploren la misericordia del Padre sobre este miserable mundo, y para que nos conceda ver que germinen en él las flores de santidad que lo hagan descender a la tierra como en otro tiempo al Paraíso y conversar dulcemente con sus hijos mientras se llegue la hora de 35
entrar a la mansión eterna, donde ese Padre amado será para sus hijos, gozo pleno, alegría consumada y satisfacción perfecta. Así sea. [53]
El amor al Divino Padre en la escuela de Jesús. Diciembre de 1933 (54) Seguramente que nuestros corazones se han enardecido al contemplar lo sublime del amor de Jesús para su Padre y para nosotros. Esos ejemplos de Cristo han pasado como un hierro candente, dejando en el alma huellas profundas que jamás podrán borrarse. “Como mi Padre me amó, así os amo”, ¡qué consuelo! “Y que el amor con que me amaste esté en ellos”… ¡qué deber tan sagrado! Pero ahondemos más y más en esos arcanos del amor divino. Decíamos que Jesús dio gloria a su Padre: “Pater, Ego te clarificavi”. Sí, se la dio; pero especialmente como sacerdote, porque se la dio por su sacrificio y en Jesús no se separa el sacerdocio del sacrificio. Por eso, queriendo perpetuar su amor y su inmolación para la gloria de su Padre, formó sus sacerdotes para que ellos por su sacerdocio real y las demás almas sacerdotales por el sacerdocio místico, continuaran su himno de amor y su holocausto a la gloria del Padre. Jesús fue Sacerdote para su Padre. Y si deber del sacerdote es ser mediador entre Dios y los hombres, nadie como Jesús pude decir que lo ha cumplido a la perfección. Como sacerdote debía buscar la gloria de su Padre y la salvación de las almas, y ¡qué bellos ejemplos nos dejó! Por eso Él, Jesús, que siempre aparecía tierno y sonriente, se reviste un día de santa indignación para flagelar a los profanadores de la Casa de su Padre. Con cuánta razón podía exclamar: “Zelus domus tuae comedit me…”Sí, porque celó la gloria de su Padre se abatieron sobre Él todos los oprobios. ¡Qué lecciones aun para ciertas almas buenas, que demasiado solícitas del bien material de los hombres, llegan a olvidarse los derechos de Dios, y de que si el sacerdote y por extensión las almas sacerdotales y aun los simples amantes de Dios, deben defender los de[54]rechos de las almas, ante todo debieran ver que quedaran incólumes los derechos y la gloria de nuestro Padre Celestial. Y por lo tanto, si para que esa gloria se obtenga es preciso contemplar la ruina material, no digo de un pueblo, sino aun del universo, debiéramos contemplarla con alegría, porque por encima de nuestros intereses, está la gloria de Dios. Y si `por celar la gloria de la Casa de nuestro Padre Celestial que es su Iglesia y que son las almas, esos templos donde Él habita, es necesario que se descarguen sobre nosotros las persecuciones y que como Jesús seamos el oprobio de los hombres y la abyección de la plebe, estemos dispuestos a pasar por todo, para que nadie manche Leonor del lugar santo, donde habita la gloria de nuestro Padre Celestial. Mas para esto se necesita un corazón sacerdotal, para esto es preciso arder en 36
el fuego del amor que Cristo tuvo a su Padre y que lo llevó a la Cruz. Por eso los verdaderos devotos del Padre, aquéllos que le aman en espíritu y verdad, deben ser almas sacerdotales, deben participar de una manera real o mística, del sacerdocio eterno de Cristo. Pero esa gracia sólo nuestro Padre Celestial nos la puede conceder. El, que llamó a su propio Hijo para comunicarle el Sacerdocio eterno, será también el que llame y escoja a estas almas sacerdotales, sus perfectos adoradores. Por eso debemos decirle de rodillas a ese Padre amado: “Ecce ego, mitte me”, héme aquí, oh Padre, mándame, que estoy dispuesto para obedecer. Mándame a propagar tu gloria, mándame a buscarte almas, y como esto no podré conseguirlo sin dolor, mándame a la Cruz como a tu Hijo, y dale al sacrificio de mi vida la fecundidad del sacrificio de Cristo, para que Tú seas el Dueño de todo lo que de él resulte “Tibi ovnis honor et gloria!” Y si no es la Cruz material la que nos inmole a la gloria del Padre, que sea la cruz del amor, el martirio del amor. Que venga pues el Espíritu Santo, ese Espíritu que sin cruz y sin clavos crucificó a María, porque haciéndola su presa la consumió en martirio de amor, y que haga tam[55]bién de nosotros su presa. Que no queden de nuestro pobre ser sino cenizas; pero que ellas se regocijen en sus tumbas en el día de la eternidad, al ver que fueron causa aunque insignificante, de la gloria del Padre. Y si de veras somos glorificadores del Padre, tendremos el consuelo de ver derramarse de los ojos divinos de Jesús, lágrimas de alegría. Pero si todas las lágrimas que se vierten por amor son como perfume exquisito ante el trono de Dios, ¿qué podrá decirse del perfume que exhalan las lágrimas de Jesús? ¿qué podrá decirse de esas lágrimas que tuvieron y tienen como única causa la alegría de ver amado a su Padre? Pues esas lágrimas serán nuestras, porque si hacemos amar al Divino Padre, Jesús, en el silencio y en confidencia íntima, las dejará caer sobre nuestro corazón y así en la hora de la muerte, de en medio de ese cuerpo frágil y miserable, se escapará un olor divino, un perfume celestial, que será la atmósfera en que nos envolvamos para presentarnos ante nuestro Padre Celestial Y entonces el Divino Padre correrá al olor de esos perfumes, se precipitará al encuentro de las almas felices que puedan ofrendárselos y dejará en ellas el beso divino de su boca; ese beso que hizo morir a María y que también será para sus verdaderos hijos la última palabra de su ternura acá en la tierra y la prueba de sus predilecciones en la eternidad. Será su Espíritu quien, en ese ósculo santo, haga que nos perdamos en la unidad de la Trinidad. [56]
Oración de fuego para pedir al Divino Padre sus adoradores. Octubre 11 de 1933 (57) ¡Oh Padre amadísimo! Aquí tienes al más miserable y pequeño de tus hijos que viene a abrirte su alma y a pedirte lo que sólo Tú puedes darle. 37
Y precisamente porque la petición es grande y porque sé que los elementos todos del infierno se han de oponer a su realización por eso me dirijo a Ti, oh Padre Omnipotente, por eso vengo a hablarte en nombre de tu Divino Hijo y con los labios de María Inmaculada. ¡Oh Padre! Vengo a pedirte algo que no puedes dejar de concederme porque es tu propia gloria, pero una gloria inmensa, que sobrepase a la que te dan los seres inanimados o irracionales, y que tenga por modelo la que te dio tu Hijo divino a su paso por la tierra. El Salmista invitaba a la creación para bendecir tu nombre y las obras de tus manos se apresuraron a obsequiar esos deseos. Por eso en tono afirmativo repetimos sin cesar: “Coeli ennarrant grloriam Dei… “Sí, las criaturas materiales te alaban. En los astros descubrimos la grandeza de tu poder; en las flores y en los frutos las delicadezas de tu amor. La inmensidad del Océano nos pregona tu Omnipotencia y el orden maravilloso del universo nos asegura tu infinita Sabiduría. [57] Pero, ¡oh Padre! Ninguno de esos seres te da la gloria que más deseas, porque ellos no aman y Tú quieres la gloria del amor. *** Para indicarnos la gloria que querías, hiciste que tu Hijo encarnara y que viniese a este mundo. A nadie quisiste confiarle misión tan sublime, sino a tu Verbo. Querías que fuese tu propia Palabra la que nosotros escucháramos. Por eso Jesús dijo: “Yo he hablado las cosas que oí a mi Padre”. Con cuánta razón pudo decir antes de su muerte: “Yo por Mí te he glorificado en la tierra; tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste” (Joan. 11-4). Tu gloria, oh Padre, fue su pasión sobre la tierra; por buscarla se hizo niño con los niños; sabio con los sabios; para ello cargó sobre sí las miserias todas de los hombres, a fin de borrarlas y dejar una humanidad redimida, blanca y pura. gloria.
Para ello formó sacerdotes que perpetuaran su sacrificio, por el que te dio tanta
Mas, oh Padre adorado! Yo quiero descubrir en el Corazón de tu divino Hijo un grande secreto de glorificación para Ti, cuando en términos generales y velados le dijo a la samaritana: “Pero ya llega el tiempo, ya estamos en él cuando los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque tales son los adoradores que el Padre busca (Joan. 4-23) Jesús fue el primer grande Adorador en espíritu, ya que el Espíritu Santo era su guía y el alma de su alma; ya que como Dios, tenía con Él una misma naturaleza. Fue el primero en amarle en verdad, pues Él era la Verdad misma y por eso Jesús es el Modelo de esas almas que bosquejaba a la samaritana. Después de Jesús, María y algunas de las almas escogidas que seguían de cerca al Divino Maestro. Pero Jesús, en mi sentir, oh Padre amado, veía el más allá. Contemplaba los 38
siglos que vendrían hasta el fin del [58] mundo y después de proponer los modelos, veía a lo lejos las almas que serían su porción escogida. El te glorificó, su Iglesia Santa no deja de glorificarte, haciéndote el centro de su admirable Liturgia; pero en el corazón de los fieles, ¡cuánto olvido para Ti! ¡Cuánta indiferencia a los ideales, supremos de glorificación que para Ti tuvo tu Divino Hijo! Triste es decirlo, Padre mío, pero después de 19 siglos, el mundo no ha sabido comprender esos sentimientos del Corazón de Cristo. Y si no, ¿en dónde están los grandes devotos tuyos? En la vida misma de los santos, ¿qué se nos dice en orden a esa gloria especial que por su amor para Ti debieran darte? Bien es cierto que no han faltado almas privilegiadas que te amen con pasión; ¿bastará eso a llenar las aspiraciones de Jesús? ¿Será justo que se terminen los tiempos y que tu amor se haya perdido en las generalidades de una devoción vulgar? ¿Será mucho pedir que el mundo atienda a los deseos y al ejemplo de Cristo y que se vuelva hacia Ti para ofrendarle lo mejor de sus bellezas y lo más sublime de su amor? *** ¿Qué quiero para ti, oh Padre amado? Una legión de almas que, en cuanto sea posible, reproduzcan a la humanidad tal como había sido en la mente divina sin la caída del primer hombre. Almas puras y sencillas que te desagravien y te consuelen por aquella decepción, diré, que tuviste al criar al primer hombre y al contemplar su caída, cuando Tú, queriendo encontrar en él amor y cariño de verdadero hijo, lo viste desobedecer. Pero sobre todo como quieres a la humanidad rescata por el Sacrificio de Cristo, enriquecida con el don sublime del Espíritu Santo y destinada a darte, juntamente con tu Divino Hijo, en la unidad del mismo Espíritu Santo, todo honor y toda gloria. Por eso ahora te pido, oh Padre, verdaderos hijos y adoradores que hagan de la tierra un paraíso y de sus almas y sus hogares tus casas, donde Tú reines y donde tu Divino Hijo se sienta como en su propia Casa, ya que Él [59] no tiene otra casa donde habitar sino la tuya, y que allí viva como vivió en tu seno desde toda la eternidad. ¡Oh! Y si fuera posible que en esas moradas donde debes reflejar tu cielo en la tierra, no se conociese el pecado, qué dicha sin igual! ¿Cómo quiero que sean? ALMAS HOSTIAS CON JESÚS SACERDOTE PARA TU GLORIA OH PADRE! QUE SU MIRADA SEA LÍMPIDA COMO EL CIELO Y SU CORAZÓN GRANDE, COMO EL CORAZÓN DE JESÚS DONDE VIVIRÁN ESCONDIDAS. SU ALMA SENCILLA COMO LA DE UN NIÑO, REFLEJANDO LA ENCANTADORA SENCILLEZ DE JESÚS AL ELEVAR SUS OJOS CUANDO TE DABA GRACIAS! Que con los cielos canten la gloria de Dios y con el firmamento anuncien la grandeza de sus obras, ya que deben ser como un cielo límpido que refleje las gracias de Dios. Que sean almas SACERDOTALES, pues debiendo ser víctimas, tendrán que formar una sola Hostia con Jesús Sacerdote. Su corazón sacerdotal tendrá como misión agradecerte siempre el Sacerdocio eterno de Cristo y su prolongación en los Cristos de 39
la tierra. Ellas amarán por todo y por todos, prestando su corazón aun a los seres inanimados para que en ellas amen todos esos seres criados por tu amor, ¡oh Padre Santo! Almas de niños, se conmoverán por cualquier don de Dios, y como no hay nada semejante al Sacerdocio Eterno de Cristo y su comunicación a las almas, ellas se convertirán en deudoras con Cristo cerca de Ti, oh Padre amado, para darte gracias por su Sacerdocio eterno, y ellas serán también auxiliares de sacerdote en esa imperiosa necesidad de agradecer el don inestimable de su vocación sacerdotal. *** Quiero para Ti, oh Padre, almas EN LAS QUE BRILLE LA PERFECTA ALEGRÍA, HERENCIA DE LA PURE[60]ZA Y DEL DOLOR. QUE ELLAS MANIFIESTEN AL MUNDO QUE NO HAY DICHA MÁS GRANDE QUE AQUELLA QUE SE ENCUENTRA EN TU SERVICIO Y EN LA FIDELIDAD A TU AMOR. Que por vivir cerca de Ti, reciban tu divina fecundación y la vayan distribuyendo en el campo de las almas, para que todas te reconozcan y te amen como a Padre. QUE SEAN ALMAS VÍCTIMAS, ALMAS HOSTIAS; PERO FORMANDO CON JESÚS UNA SOLA HOSTIA, ASÍ COMO DEBEN PARTICIPAR DE SU MISMO SACERDOCIO. Mas, oh Padre amado, ¿será posible tal cosa? Si fuera obra humana, seguro que no; pero no debe ser sino un fruto del Sacrificio de Jesús. ¿Recuerdas Padre amado, que Él te pidió en la última Cena que lo glorificaras para que Él mismo te glorificara? Y Tú bien sabes, Padre mío, que la única gloria que tu Hijo busca es la tuya. Esa petición equivalía pues, a decirte que por sus obras, por su vida y por su muerte, fueras más y más glorificado y que lo fueras en aquellos discípulos que tanto te encomendaba y que debían continuar su obra en la tierra. Por eso les dijo que los amaba como Tú lo amaste y que quería que ellos lo amaran con tu mismo amor, pues Él nada quiere que no lleve el sello de tu amor. Así pues, oh Padre amado, estas almas que te pido, son conquistas de Jesús. Con ellas serás glorificado y glorificarás a Quien te las conquistó con sus enseñanzas y con su sacrificio. Tú que tanto amas a tu Divino Hijo, que lo buscas donde quiera, ¿habías de negarle ese gusto de verse reproducido en las almas que lleven como PASIÓN SU ÚNICA PASIÓN y como amor SU SUPREMO AMOR QUE ERES TÚ? … A Ti, oh Padre, siempre te conmueven las lágrimas de Jesús. Pero si divinas y encantadoras fueron todas las que brotaron de sus ojos, aquéllas que en el silencio haya derramado al contemplar esos perfectos adoradores Tuyos, [61] ¿qué te harían sentir, oh Padre amado? Pues bien, oh Padre, el corazón de esa almas adoradoras tuyas, quiere ser como una ánfora que vaya recogiendo esas lágrimas de alegría que broten de los ojos de Jesús al verte amado. Las provocarán y las guardarán como precioso tesoro. Y el día 40
de su muerte, cuando el cuerpo tenga que separarse de su alma, envolverán a ésta con ese delicado perfume, y así se presentarán delante de Ti, oh Padre, para que las reconozcas como tuyas y las ames con un amor eterno. Con ese perfume quieren perfumar el primer beso que te den al llegar a la Patria y que será un remedo del beso eterno que Tú imprimes a tu Verbo. Será tu Espíritu quien así como eternamente te une con tu Hijo y consuma tu amor, así también introduzca a estas almas en la unidad de la Trinidad. Mas, oh Padre, el demonio envidioso de tu gloria y de este triunfo del Sacrificio de tu Hijo, ha de poner asechanzas especiales a estas almas, a fin de perderlas; pero, oh Padre, te ruego por el amor mismo de tu Hijo, que no permitas que ninguna se pierda ni sea infiel a su santa vocación. Que tu mirada les sirva de escudo y que los ataques de Satanás sólo sirvan para demostrar su fidelidad y el celo ardiente por tu gloria. ¡CÚBRELAS CON TU SOMBRA DIVINA PARA QUE EL MUNDO NO LAS VEA NI LAS TOQUE! Que sus almas sean como huertos cerrados donde Tú solo habites! ¡Oh Padre! Para sellar mi oración y tener la seguridad de que sea oída, dígnate aceptar por medio del Corazón desamparado de María, a tu Divino Hijo como Víctima y acepta en su unión con todos tus adoradores para que tu gloria sea plena y las almas se salven. ASÍ SEA! [62]
Escrito sobre Lema y Nombre de las M.E.SS.T. Dic. 25 de 1933. (63) Oh mi dulce Jesús, mi adorado Verbo Encarnado, yo te saludo con toda la ternura de mi alma en el día de tu Nacimiento! ¡Quiero adorarte con María! ¡Quiero ofrecerte con Ella un corazón maternal donde encuentres cariño inmenso! Permíteme, oh Jesús, ofrecerte en este día millares de corazones puros y seráficos que el amor y la fecundación de tu Padre me han regalado para Ti. Quiero, oh Jesús, que sean ALMAS DE LA TRINIDAD, que vivan en continua adoración y que luego se vuelvan a las almas para internarlas en el Seno de Dios. ¡QUE ANTE TODO SEAN PARA DIOS COMO TU LO FUISTE PARA TU PADRE! QUE DEFIENDAN LOS DERECHOS DE DIOS Y SEAN AL MISMO TIEMPO CELOSÍSIMAS DE LA SALVACIÓN Y SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS! QUE SU ATMÓSFERA SEA DIOS, QUE SU MADRE Y PROTECTORA SEA MARÍA; QUE SU AMOR SEA EL AMOR DEL ESPÍRITU SANTO; QUE SU GRITO DE COMBATE SEA: “DIOS Y LAS ALMAS”, y que siempre y con todo el mundo, SEAN LAS MISIONERAS EUCARÍSTICAS DE LA TRINIDAD!! ASÍ SEA!
Consagración escrita para nuestra Madre Fundadora, el 31 de Dic. de 1933 (63) ¡Oh Trinidad Beatísima, con profunda reverencia me postro ante Ti y conmigo 41
todas tus almas escogidas, tus pequeñas Misioneras Eucarísticas para darte gracias por la Obra que desde toda la eternidad dispusiste para nuestras almas, creándonos de la nada para Ti, infundiéndonos tu amor y rescatándonos con la Sangre preciosa que Jesús derramó en la Cruz por nosotros. [63] Quiero presentarme ante tu santísima presencia y ofrecerte todo mi ser y el de mis hijas, las que me has dado y seguirás dándome. Tuyas somos, tuyas queremos ser, sólo un deseo tenemos, darte gloria hasta el fin de los siglos, cumplir tu santísima voluntad y ganar millares de almas que perennemente entonen cánticos de amor, de acción de gracias y de alabanza a Ti, oh Padre Santísimo que nos criaste; a Ti oh Espíritu Divino que nos conservas en el amor al Padre; a Ti, oh dulce Jesús, oh Salvador nuestro que en la Cruz nos restauraste a la vida de la gracia volviéndonos al seno de nuestro Padre Celestial! Inmaculada Virgen, sé nuestro modelo, Tú que fuiste la escogida entre todos por la Trinidad, para ser la Madre de Dios. Haz que pronunciemos con tu mismo acento las palabras de entrega total que pronunciaste ante el Ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”... Henos aquí, oh Trinidad Santísima, queremos, al terminar el Año Santo en que se conmemora el 19 centenario de la Redención, consagrarnos y hacer una solemne promesa de fidelidad absoluta al amor que nos has demostrado, escogiéndonos y dándonos la misión de seguir las huellas ensangrentadas del Hijo para dar consuelo al Padre y llevarle almas que Lo consuelen. ¡En Ti confiamos, esperamos en Ti, y te amamos sobre todas las cosas!
Consagración escrita para nuestra Madre Fundadora Diciembre 1933 (64) ¿Oh María! Quiero que en este día le ofrezcas a tu Divino Hijo, para que Él mismo la presente ante su Padre, la entrega total, la donación perfecta que le hago de todo mi ser. Dile, oh Madre, que puede mandarme como quiera y cuanto quiera, que no deseo otra cosa sino ser instrumento dócil de su divina voluntad. [64] ¡Ayúdame Tú, oh Madre para ser generosa y no negarle nada a mi Dios! Quiero salvar muchas almas, quiero llenar el cielo de predestinados; quiero especialmente formarle almas escogidas que lo amen hasta el delirio y se inmolen hasta el martirio. Regálame tus méritos, oh María, para desempeñar la misión que mi Padre me ha confiado. No quiero que te apartes de mí. Tú me ayudarás, Tú presidirás todo lo que haga y desde ahora te consagro con mi alma y mi amor las almas y el amor de todos los que por mí han de creer en Dios. Cubre con tu manto azul esas almas y defiéndelas de sus enemigos. ¡Oh Madre! Por tus dolores de soledad, por tus desolaciones y desamparos, dame almas, millones de almas santas que con Cristo glorifiquen al Divino Padre en el amor del Espíritu Santo. ASÍ SEA! 42
Año de 1934 Carta escrita a nuestra Madre Fundadora en: Coyoacán, Casa Sacerdotal Abril 27 de 1934 (65) Muy amada hija en Cristo: Escribo a los pies de Jesús Sacramentado oculto en su Sagrario. Quiero decirle una palabra más para su alma, ya que Dios ha querido confiarla a mis cuidados. Muchas veces, especialmente al hacer mi oración, he pensado en la Obra que el Espíritu Santo le ha inspirado para la gloria divina. Creo que ya es tiempo de que usted sepa de una manera categórica mi modo de pensar a ese respecto. Creo pues, que en general la Obra es de Dios. Digo en general, porque respecto a detalles, me parece que Él deja cierta libertad para obrar. [65] Parecería a primera vista que, dada la multiplicidad de obras, una más sería inútil o poco oportuna; pero por lo que usted sabe y hemos hablado, creo que será de grande utilidad para las almas y de mucha gloria para Dios. Quiero pues alentarla a seguir su camino, sin detenerse por las dificultades que pueda encontrar. Haga mucha oración para que siempre conozca la voluntad divina. Lo que usted quiere para Dios, independientemente de todo, es algo tan razonable y tan debido, que nadie podría objetarlo razonablemente. El fin general en la glorificación de la Trinidad, con un colorido particular hacia la Primera Divina Persona, imitando a Jesús en ello; la forma de llevarlo a cabo no sólo en la parte espiritual, sino en la estructura misma de la Obra que vendrá a marcar un nuevo derrotero en la vida, remediando graves necesidades actuales; el solucionar prácticamente la forma de vivir la vida mixta con predominio de la contemplación; el utilizar todos los miembros que tengan el mismo espíritu aunque con tendencias diversas respecto a sus actividades, el llevar a todas las ramas de ese árbol la savia vivificante de una vida eucarística, supuesto que la Eucaristía aparecerá como el centro de todas las Casas, a cualesquiera actividades que se dediquen; el poder obsequiar los deseos del Papa relacionados con la Acción Católica, en las Congregaciones Religiosas y obsequiarlo en la forma más atractiva: ORACIÓN INTENSA, ACCIÓN MODERADA y SACRIFICIO HEROICO; ésas y otras muchas consideraciones que podría hacer y que de hecho haré cuando sea necesario, me convencen de que todo es de Dios y de que la Obra no sólo es laudable, sino que se debe acoger con entusiasmo. La tentación que a veces ha venido de desaparecer, de vivir oculta, etc., debe usted rechazarla ante la manifestación clara de la divina voluntad. Dios lo podría hacer todo sin usted; pero si Él quiere su cooperación en todas formas, ¿podría negársela usted? Sé que no le falta voluntad, sino que teme a los hom[66]bres. Rechace ese temor, pues Dios está sobre todos y nunca le faltará. Él lo hará todo, usted cosechará. 43
Que para eso le pida a usted sus sacrificios, es algo debido y que a usted tiene que complacerla. Sabe usted que va a sufrir; pero no que va a ser derrotada. El nos promete la victoria; pero nos dice que sin combatir. Además, usted lo que va a hacer es manifestar a Dios su buena voluntad y su OBEDIENCIA, lo demás Él lo resolverá. Vuelva pues a estrechar fuertemente contra su corazón la Cruz que el Señor le presenta y que su divisa sea la de aquel niño que usted admira: Guy de Fontgalland: “SI” a todos los quereres divinos. Hay, le diré para terminar, en la Obra, algo que es sublime y es su color eminentemente sacerdotal. Puede decirse que ella estará formada EXCLUSIVAMENTE por almas sacerdotales. Esa forma en que se proponen honrar el Sacerdocio Eterno de Cristo es sublime; esa forma exquisita de practicar la caridad sacerdotal, debe regocijar al cielo y a la tierra. Bastaría que en un puntito cualquiera de éstos se desarrollara la Obra para tener las bendiciones del cielo y de la tierra. Una cosa me parece INDISPENSABLE: la selección escrupulosa de las almas que han de formar la Obra. Deben ser ALMAS DE GRANDES DESEOS; MUY PURAS O MUY PURIFICADAS; DEBEN SER ALMAS AMANTES DEL ALTAR; DE VIDA INTERIOR MUY INTENSA. ALMAS MUY CARITATIVAS; DEBEN ESCOGER PERSONAS MUY EDUCADAS O EDUCARLAS CON ESMERO; NADA DE VULGARIDADES, al menos en deseos. Y ¿dónde encontrar esas almas? Eso le toca a Dios. Él las conoce, Él las predestinó eternamente, Él las irá reuniendo cuando sea necesario. Cristo las compró con su sangre preciosísima; María con sus lágrimas y sus dolores íntimos. El Espíritu Santo las santificará para gloria del Padre. Y Él, viendo en ellas la Sangre de su Hijo, el amor [67] de su Espíritu y los frutos fecundantes del dolor de María, LAS MIRARÁ COMPLACIDO y siempre serán para Él sus HIJITAS PREDILECTAS. Y eso no por ellas, sino por lo que costaron, por lo que representan, por su buena voluntad. Será pues, UN EJÉRCITO DE ALMAS PEQUEÑITAS DE BUENA VOLUNTAD, QUE SE OFRECEN A REPARAR LAS INGRATITUDES Y A SER LA PROLONGACIÓN DE JESÚS EN SU AMOR AL PADRE, EN SU CELO SACERDOTAL, EN SU PASIÓN POR LA ALMAS. Más ¿quién podrá decir lo que serán esas almas, lo que Dios quiere de ellas? Que calle nuestra voz para que en un silencio amoroso y solemne, comience a escaparse con dirección al cielo la plegaria de esas almas. ¡Comience usted, hable, que Dios quiere escucharla! Diga todo lo que su amor le inspira, lo que su gratitud le exija. Ame con el Espíritu Santo, ame con María, ame con el Corazón sacerdotal de 44
Cristo y su plegaria llegará hasta el Trono de su Padre Celestial, para consolarlo, para que perdone al mundo, para que nos mande la era de los santos y especialmente de los sacerdotes santos. Y ahora, como representante de Dios, como Padre de su alma, quiero bendecirla con una bendición especialísima, que alcance a usted y a todas las almas que el Señor le dé hasta el fin de los tiempos. Esa bendición la saco del Corazón de Dios, de los más íntimo de su Ser; esa bendición será ante todo de Dios, pero también mía. ¡LAS BENDIGO DE TODO CORAZÓN, AMADAS HIJAS, PORQUE VAN A DARLE GLORIA A DIOS, PORQUE VAN A SALVAR MUCHAS ALMAS, PORQUE VAN A COMPRAR MUCHAS VOCACIONES DE SACERDOTES SANTOS! LAS BENDIGO PORQUE EN USTEDES SENTIRÉ QUE SE PERPETÚA MI ANHELO INMENSO DE DARLE GLORIA A DIOS. LAS BENDIGO PORQUE USTEDES SON HIJAS QUE NACIERON EN EL DOLOR Y COMO FRUTOS DE LA OBEDIENCIA SACRIFICADA! [68] LAS BENDIGO PORQUE ME AYUDARÁN ETERNAMENTE A DARLE GRACIAS A DIOS POR MI VOCACIÓN SACERDOTAL. LAS BENDIGO PORQUE USTEDES REALIZARÁN ENSUEÑOS DE AMOR QUE YO ABRIGABA PARA MI PADRE CELESTIAL, PARA EL VERBO ENCARNADO, PARA EL ESPÍRITU SANTO Y PARA MARÍA! Y como miembro que soy de una Congregación que tiene por patrimonio la pureza, quiero darles en herencia la pureza y para ello las bendigo con la bendición del Espíritu Santo: QUE EL ESPÍRITU SANTO, FUENTE DE TODA PUREZA, OS LA COMUNIQUE POR MEDIO DE LA CRUZ Y GUARDE VUESTROS CUERPOS Y VUESTRAS ALMAS PUROS Y SIN MANCHA; EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN. Pablo María Guzmán, M. Sp. S.
Escrito sobre el Escudo de las M. E. S.S. T. Octubre 14 de 1934. (69) En el escudo está expresada, a mi modo de ver, la forma más completa del lema de la J. C. F. M.: “Apostolado, Eucaristía y heroísmo”. La blanca paloma que simboliza al Espíritu Santo y que fue y será siempre el alma de la Iglesia y de todo apostolado, que como el de la Acción Católica quiera cooperar al apostolado jerárquico, está con sus ALAS ABIERTAS, como indicando la protección que ejercerá sobre las almas de las Misioneras, que quieren irradiar luz y amor, y se difunde en rayos que iluminan y calientan a esas almas haciéndoles fácil la ascensión por la Cruz a la Eucaristía, engendradora de todos los heroísmos. APARECE SOBRE LA CRUZ, indicando la forma más eficaz de apostolado desde la muerte de Cristo en la Cruz, es decir, el Apostolado de la Cruz, del sufrimiento. Sobre la Cruz aparece la Hostia como símbolo de la [69] Eucaristía y para indicar 45
que estas almas, debiendo ser eucaristía, deben vivir crucificadas, ya que como Cristo quieren ofrecerse desde la Cruz, como HOSTIAS A LA GLORIA DEL PADRE Y POR EL BIEN DE LAS ALMAS. La corona de espinas que en triple círculo enlaza la Cruz, es el emblema de los tres votos con que estas almas escogidas han querido ligarse a la Cruz, atraídas por el Espíritu Santo, para ser las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad y llevar a las almas el fuego divino del amor que las prepare para poder confiarles la dirección de otras almas.
Escrito sobre el Espíritu Sacerdotal Octubre 23 de 1934 (70) La verdadera cooperación con la Jerarquía Eclesiástica, debe ser sacerdotal bajo cualquier aspecto que se la considere. Por eso las Misioneras trabajarán en el seno de la Iglesia siendo en ella como el corazón que ame y haga amar y los brazos que estén siempre dispuestos a defenderla y trabajar por ella. Y siendo un corazón sacerdotal formado por almas sacerdotales, deben honrar el Sacerdocio de Cristo, especialmente en aquéllos que lo recibieron en participación real. Su misión en el altar, al pie del Sagrario y en las almas, será sacerdotal, amando y agradeciendo el Sacerdocio e inmolándose por todas sus necesidades. Serán pues ANTE TODO ALMAS SACERDOTALES. Ese espíritu dará a las dirigentes; ese perfume derramarán en torno suyo, y así serán de veras las hijas muy amadas del Padre Celestial, Quien siempre y en todo busca la imagen de su Hijo Divino, el Sacerdote Eterno, Cristo Jesús. *** Participarán en el apostolado sacerdotal que es ante todo apostolado eucarístico porque se desarrolla principalmente en los altares; participarán en el apostolado sa[70]cerdotal que es apostolado de dolor y que por esto debe desarrollarse y consumarse en la Cruz como el de Jesús Sacerdote. Por eso llevan sobre su pecho el escudo que les recuerde ese apostolado eucarístico y sacrificado. La razón de ser de estas Misioneras nunca dejará de existir, pues aun en el supuesto de que las necesidades del mundo hubieran sido remediadas totalmente, todavía tendrían mucho qué hacer, porque, cerrándose al mundo, se abrirían estas almas del lado del cielo como hostias de alabanza y de acción de gracias a las infinitas bondades del Señor, comenzando desde la tierra ese canto de los bienaventurados, quienes no teniendo ya que implorar ni reparar cuando los tiempos hayan terminado, sólo se ocuparán eternamente de alabar y dar gracias al Dios tres veces Santo.
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Año de 1935 Escrito sobre el Espíritu del Instituto M.E.SS.T. Febrero de 1935 (71) 1.- “POR LA IGLESIA Y CON LA IGLESIA...” Siendo la Iglesia Santa la Madre del Instituto, quieren las religiosas consagrar todas sus actividades al bien de la misma, viviendo en íntima unión con ella. Se distinguirán pues, por su firme adhesión a la Santa Iglesia. 2.- No olvidarán las Misioneras que ante todo deben ser contemplativas, ya que intentan cooperar con la Iglesia en la formación de apóstoles que tengan como característica una intensa vida interior y que deben ser para la Acción Católica como el corazón que siempre ame y el alma que siempre adore. [71] 3.- Por lo tanto, en todas sus Casas, aun en aquéllas de Misiones, procurarán que no falte la adoración perpetua del Santísimo Sacramento, dedicando a una parte de la Comunidad a orar, mientras las otras luchan en el campo de la acción 4.- En vista de esto, no se acepten fundaciones sin contar con el número suficiente de religiosas para no descuidar la Santa adoración ni echar sobre sí demasiadas actividades, con perjuicio de su vida interior. 5.- En todas las prácticas de su vida espiritual, pero particularmente en la Santa Misa y Sagrada Comunión, tendrán presente las Misioneras el espíritu sacerdotal del Instituto, procurando unir en esos momentos todos sus sacrificios al Sacrificio de Cristo, para ser verdaderas glorificadoras de la Trinidad, e infundan en la Acción Católica el espíritu sacerdotal. 6.- Deben ser almas sacerdotales, consagradas por completo a honrar el Sacerdocio de Cristo. 7.- Procurarán las Misioneras consumirse en una constante acción de gracias por ese insigne beneficio del Sacerdocio y cifrarán su dicha en ayudar a TODOS los sacerdotes en el deber de agradecimiento a su santa vocación. 8.- Infundarán ese mismo espíritu a las dirigentes de Acción Católica para que éstas a su vez lo hagan llegar a todas las socias. 9.- Debiendo distinguirse las Misioneras por su amor y verdadera devoción a María, tendrán cuidado de practicar debidamente la “Esclavitud Mariana”, según el espíritu del Beato Grignion de Montfort y procurarán extender esa práctica entre las almas que les sean confiadas. Darán a conocer con todo empeño los Dolores de soledad de María. 10.- Pero como nada de lo anterior podrá conseguirse sin el espíritu de sacrificio, procurarán las Misioneras adquirirlo a toda costa y para mejor utilizarlo, se agregarán todas las religiosas a la Archicofradía del Apostolado de la Cruz y tendrán cuidado de que esa Obra se establezca en todas su Casas y Colegios. [72] Así podrán realizar su hermoso ideal de consumirse con Cristo a la gloria del Padre. 11.- Con los mismos fines, fomenten la devoción al Espíritu Santo, convirtiéndose 47
en apóstoles de ella. Será el Espíritu Divino quien les enseñe todo lo que deben hacer para la gloria de Dios y el bien de las almas. 12.- Para que todas las religiosas tengan muy presente su ideal, procuren dar principio a sus escritos con su lema querido: “DIOS Y LAS ALMAS”.
Consagración a la Sma. Trinidad. Febrero de 1935 (73) Yo... animada por un grande deseo de verte glorificada en todas partes, oh Trinidad Santísima; deseosa de que millares y millares de almas se entreguen a tu amor en forma que dejen satisfechos los fines que tuviste al crear al hombre; deseosa de que la tierra se convierta en un santuario donde se te glorifique como en el cielo, deseosa de ver sembrada la tierra de sacerdotes santos que continúen la obra salvadora de Jesús, ofreciendo en todas partes el Sacrificio de la Misa, suprema glorificación tuya en el mundo, oh Trinidad Beatísima; deseosa, en fin, de que aparezca esa Obra que tanta gloria y tanto amor te ha de dar hasta el fin de los siglos y en la eternidad; contando con el permiso necesario, me ofrezco en unión del Verbo Encarnado y por las manos purísimas de María, para que tu voluntad triunfe plenamente en esa Obra, oh Trinidad Beatísima. Al hacer esta consagración, pretendo entregarme por completo a tu divino beneplácito, oh Trinidad Santísima, de modo que mi voluntad sea la tuya y mi única preocupación el buscar tu gloria por cuantos medios pueda. Que el holocausto que te ofrezco, oh Trinidad Santísima, haga que tu voluntad se manifieste plenamente en esa Obra, que si es tuya triunfe y viva; pero si no fuese así entonces desaparezca y sólo queden como incensa[73]rios de amor en tu divina presencia, las almas que en la sencillez de su corazón se consagran a tu amor en ella. Bendice pues, oh Trinidad Santísima, a todos los que la dirigen; a los llamados por Ti para ser las piedras angulares en que ha de descansar; que no se mezcle nada humano en ellos, es decir, que siempre busquen y cumplan tu divina voluntad. Oh María Reina del Dolor y Madre nuestra, en tus manos deposito mi entrega; a Ti pongo por fiadora de ella para que sepa ser fiel en todos los instantes de mi vida. Y Tú que tanto te interesas por la gloria divina, une tus plegarias a las nuestras, tu Sacrificio al nuestro para que de un polo al otro de la tierra, triunfe la voluntad divina y se escuche como anticipo de la gloria, aquel SANTO SANTO SANTO, que no dejan de cantar los bienaventurados en el cielo. ASÍ SEA
Carta de Nuestro Padre, escrita en la Basílica de N. Sra. de Guadalupe. (Sma. Virgen) Noviembre 3 de 1935 (74) Amadas hijas en Cristo: Bendito sea el Señor que os ha llamado a formar parte de una nación santa, de un pueblo escogido; y para ello quiso investiros del poder más grande dándoos una participación en el Sacerdocio de Cristo. 48
Vuestra nación es santa, es decir, ese grupo que formaréis deber una reunión de almas santas, gobernadas como dice el Eclesiástico, POR LA OBEDIENCIA Y EL AMOR. El mundo tiene que salvarse una vez más por el Sacerdocio de Cristo y vosotras queréis ser almas sacerdotales que, a imitación de María cooperen con la Iglesia en la glorificación de Dios y en la salvación de las almas. ¿Qué mejor modelo podríais escoger que MARÍA? Ella vivió TODA Y SÓLO POR DIOS. Y vosotras [74] queréis ser generosas, no dando sólo una parte de lo que sois y de lo que tenéis, sino dándoos por completo. Y para que esa entrega fuera más del agrado de Dios, la habéis hecho por medio de María, siendo sus esclavas de amor. Recordáis ese día feliz en que pusisteis vuestro porvenir lo mismo que vuestro pasado y presente, en manos de la Santísima Virgen? Ahora sois esclavas de Jesús en María y con tales, nada poseéis como propio. María fue sólo para Dios y lo que a Él se refería... Por eso quiso quedarse en la tierra después de la muerte de Jesús, para cuidar de sus cosas, para velar por la naciente Iglesia. Fue María la primera en ejercitar el apostolado íntimo por la Acción Católica. Olvidada de sí misma, con su mirada fija en los intereses de Dios, pasaba María los años en una vida de pureza y sacrificio. Así vosotras, llamadas por la Iglesia para cooperar al engrandecimiento de la Acción Católica que es acción de seglares pero unidos al sacerdocio, debéis gastar vuestra vida buscando la gloria divina en la Acción Católica. Pero recordad, amadas hijas, que la gloria que Dios espera de los hombres es sólo un reflejo de su gloria íntima, y que más que gloria le daremos mientras mejor comprendamos lo que Dios es. Por eso debéis ser contemplativas, por eso debéis llevar la contemplación por todas partes. Se ha dicho que la naturaleza entera salida de la bondad difusiva de Dios, vuelve por un incesante retorno hacia esa misma bondad para manifestarla y proclamarla. La gloria de Dios no es otra cosa que esa manifestación: se expresa en ese movimiento esencial por el que todo se ordena a Dios: movimiento de amor, canto de alabanza provocado por la infinita bondad, principio y término de todo bien y de todo amor. Vosotras debéis ordenarlo todo a Dios y buscar ese orden en el mundo. Mas, ¿cómo podréis hacerlo sin un amor inmenso, sin aquellos sentimientos de la Virgen Madre? [75] Por eso, amadas hijas, habéis nacido al calor de las ternuras de María; por eso Ella os ha cubierto con su manto y os ha tomado como cosa suya. Por eso también ha querido que seáis hijas de su Soledad. En la soledad se gustan mejor las delicias del Amado y las amarguras del amor. Avanzad pues en el camino que se os abre. No volváis las espaldas para 49
contemplar lo que habéis dejado. Volad siempre a donde quiera que os impela el soplo del Espíritu Santo; pero siempre para encender el fuego del amor divino, para enamorar a las almas de la Cruz. Dios quiso, amadas hijas, que yo fuera vuestro Padre y que en su nombre os mostrara los horizontes de vuestra santa vocación. Pero tarde o temprano yo faltaré, muriendo o sin morir, según Dios lo disponga; pero quiero deciros a quién le debéis gran parte de vuestra santa vocación. Sóis hijas de la Cruz, habéis nacido como fruto del dolor amoroso del Corazón Divino y de la Soledad de María, lleváis en vuestras venas la sangre de las Obras de la Cruz, sóis uno de esos innumerables frutos que ellas producirán hasta el fin del mundo. A ellas pues, les sóis deudoras de inmensa gratitud. Todo lo que yo os he enseñado, no es otra cosa sino algo de lo mucho que esas Obras me han dado. Por eso quiero que siempre os mostréis como hijas amantes de las Obras. Sóis hijas de los Misioneros del Espíritu Santo, sóis hijas de los Religiosos de la Cruz, sóis hijas del Apostolado, en fin, al conjunto de esas Obras le debéis la vida. Y aunque estoy seguro que no necesitaba decíroslo, sin embargo quiero que conste como una de mis más caras recomendaciones, ORAD Y SACRIFICAOS POR ESAS OBRAS y procurad infundir su espíritu en todas las almas que el Señor os confíe. Formad las Dirigentes de la Acción Católica en el sólido espíritu de la Cruz, en el amor al Espíritu Santo y a María. Haced de ellas almas eucarísticas y verdaderas adoradoras del Padre Celestial; entonces, amadas hijas, le habréis ayudado a la Iglesia en lo que más ama, entonces podréis llamaros almas sacerdotales. [76] Nos decía hace poco nuestro venerado Fundador que somos deudores los Misioneros del Espíritu Santo y podemos decir las Obras de la Cruz, de grandes favores a la Iglesia de México representada en sus Obispos y que para corresponder a esos favores íbamos a trabajar en darle a México multitud de Sacerdotes santos. Y vosotras, amadas hijas, que seguiréis las huellas de las Obras de la Cruz, vais también a empeñar vuestra palabra para cumplir los deseos de nuestro Padre. También vosotras vais a trabajar por dar a México y al mundo entero multitud de sacerdotes santos. Lo haréis por la acción, por la oración y el sacrificio. Lo haréis infundiendo el espíritu sacerdotal en la Acción Católica, ya que debe ser su propio espíritu y lo haréis, en fin, ofreciéndoos como víctimas por los sacerdotes. Allí está el secreto de la grandeza de vuestra vocación. Sóis ALMAS SACERDOTALES, vuestro Instituto encierra secretos de amor sacerdotal, por eso será fecundo, por eso será predilecto del Divino Padre. Mas no olvidéis que habéis nacido al calor de María Guadalupe. Llevad su amor a todas partes; mostrad su milagrosa Imagen a todas las naciones y les enseñaréis cómo se ora, les enseñaréis la modestia y la celestial pureza que Ella inspira. ¡SED ALMAS DE ORACIÓN! ¡SED ALMAS DE ORACIÓN! Anticipad vuestro cielo en la tierra, viviendo en una continua adoración y acción de gracias. Sed vengadoras de las ofensas que en el mundo ha recibido la divina 50
fecundación del Padre. Se ha abusado de la hermosura, del amor y de otras muchas que ella supone. Dad mucho amor y muy puro. Arrancad al mundo lo más puro, lo más hermoso, lo más santo y ofrecedlo como homenaje a la Trinidad Santísima. No descanséis ni en la tierra ni en el cielo mientras haya un alma que salvar, que llevar a la perfección. Si así lo hacéis, amadas hijas, yo os prometo las bendiciones del cielo; yo os aseguro que vuestra descendencia será muy santa y numerosa y espero que con la gracia divina podremos reunirnos en el cielo para perdernos en el seno infinito de Dios, en el éxtasis eterno del amor que [77] siempre ha de adorar y de dar gracias. Avanzad porque el mundo os espera. Pelead como buenos soldados hasta vencer o morir. NADA DE MEDIANIAS. DAD A DIOS TODO EL ENTUSIASMO DE VUESTROS CORAZONES, ya sea en la primavera de vuestra juventud o en el invierno de la edad madura, cuando el fuego haya consumido vuestras almas y no ya con promesas sino con hechos podáis demostrar que sólo vivisteis para Dios, que fuisteis sus esclavas haciendo en todo su divina voluntad!... Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza os la comunique por medio de la Cruz, guardando vuestros cuerpos y vuestras almas puros y sin mancha. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Observaciones acerca de los puntos de la respuesta de Monseñor Pedro Vera, Arz. De Puebla. Diciembre 15 de 1935 (78) Dejando a un lado los puntos de menor importancia que podrían solucionarse en una forma u otra, quiero ir a lo esencial: “¿Es o no es oportuno el nuevo Instituto?” La Santa Sede, tan cauta en estos asuntos, no ha dejado sin embargo, de aprobar las nuevas instituciones que como ejércitos volantes han venido a cooperar con la Iglesia en las necesidades de las distintas épocas. Es indudable que la Santa Sede en nuestros tiempos tiene entre otras cosas, dos muy a pechos: las misiones, para la difusión de la fe, y la Acción Católica para la recristianización y conservación de la misma fe. Para eso ha excitado la piedad de los fieles y particularmente del clero. Pero como uno de los medios de cristalizar la acción y conservarla son las instituciones religiosas, de allí que haya bendecido las empresas serias que a ese respecto le han sido presentadas por los Prelados. [78] Ni ha tenido en cuenta el que haya Institutos o Congregaciones similares en general, sino que le ha bastado que en los lugares que se piden, no existan o no llenen las necesidades, o bien que tengan alguna modalidad distinta, para que les dé su aprobación. Y para ser más concreto, sólo tratándose de México en lo que ve a Misiones, diré 51
que la Santa Sede ha aprobado entre otras que yo ignoro, a las Misioneras Catequistas Guadalupanas, a las víctimas Catequistas Guadalupanas, a Institutos para las necesidades de las Diócesis, como la de Saltillo, etc. En lo que respecta a uno de los fines principales del Instituto a que me refiero, y que es la Acción Católica, podemos asegurar que la Santa Sede está alentando el movimiento religioso en la Acción Católica. Por medio del Cardenal Lepicler se dirigió a todas las Congregaciones religiosas para que en una forma o en otra ayudaran a dicha Acción. Mas no cabe duda que por mucho que ellas puedan hacer, siempre dejarán incompleto el remedio de las necesidades de la Acción Católica. Seguramente que por tal motivo, está aprobando nuevos Institutos para ella. En Chile existe uno, el Padre Gemelli, Rector de la U. de M. fundó una Pía Unión para lo mismo. Las. M. de C. de M. dedican ahora parte de sus actividades a este fin; pero dista mucho de remediarse todo. Decía hace poco uno de los principales sacerdotes que se ha especializado en la Acción Católica, que pudo observar que el éxito de la Acción Católica en Europa se debe a los trabajos de religiosas dentro de la misma. El Instituto a que me refiero, viene a cooperar con la Acción Católica ayudando en la formación de dirigentes; pero con un trabajo paciente, esmerado, que exige el silencio y la regularidad, juntamente con la labor intensa y el estudio. Formarán a las jóvenes en internados, donde no sólo aprendan la parte técnica, sino también la interior, más necesaria, en cierto modo, ya que muchos sabios han fracasado por falta de virtudes. [79] La formación que allí se dé no será como secundaria, ya que todos los esfuerzos de las misioneras van encaminados a la Acción Católica. Además tratan de infundir ESPÍRITU SACERDOTAL que es el propio de dicha organización. No negamos que otras Congregaciones puedan y de hecho ayuden a la formación de dirigentes; no pretendemos abarcarlo todo; pero sí ayudar en este punto a todas luces necesario. En vista de lo expuesto y teniendo en cuenta la opinión de los Consultores, personas de reconocida sabiduría y prudencia, teniendo en cuenta el sentir de Roma, consultado extraoficialmente sobre el caso; teniendo en cuenta la opinión de nuestro Padre, a quien expuse la Obra y me dijo que creía casi seguro el beneplácito de Roma por lo que él sabe del movimiento actual en la Santa Sede, y siendo costumbre que antes de proponer a Roma el establecimiento como Instituto Religioso con votos, etc., se haga un ensayo bajo las bases de Pía Unión, autorizado por el Ordinario, me parecería prudente someter al juicio de nuestros Prelados la siguiente proposición: Que se autorice en cualquiera Diócesis el establecimiento de esta Pía Unión o reunión de personas piadosas para un fin bueno, y que luego, en vista de los resultados y para mayor seguridad, se autorice a dos o tres de los directores de la Pía Unión para ir a Roma y exponer sus fines. Naturalmente que esto no podría ser sin la presentación de algún Ordinario, especialmente de aquél que las quiera patrocinar. Casos como éste, sabemos se han dado y han tenido mucho éxito. 52
Si la Santa Sede no creyera oportuno aprobarlas como Congregación Religiosa, La Pía Unión podría subsistir o vería la manera de poner todo su trabajo a disposición de la Iglesia en la forma que lo creyera conveniente. Y si tenemos en cuenta que los primeros años los dedicarían casi exclusivamente a perfeccionar sus [80] conocimientos y a su formación interior, creemos que sería muy conveniente autorizar esa unión para que lo más pronto posible pudieran extender su radio de acción. Esto por lo que ve a la Acción Católica aparte de otras actividades muy necesarias y que nunca sobran en el campo de la Iglesia. Este es, Reverendísimo Padre, incondicionalmente al de Su Reverencia.
mi
humilde
parecer
que
someto
Año 1936 Consagración Marzo 30 (81) Oh Padre amadísimo, queriendo corresponder a tus ternuras y a los vehementes deseos del Corazón de tu Divino Hijo, me consagro como tu perfecto adorador! Quiero por lo mismo amarte en espíritu y en verdad; quiero vivir siempre bajo tu dulce mirada; quiero ofrecerte las primicias en todo. Mi ilusión será tu gloria y la conquista de las almas para Ti. Dame tu divina fecundación, oh Padre amado, para que mi descendencia espiritual sea numerosa, para que toda ella se consuma dándote gusto y gloria. Pero como Tú buscas en todo a tu Hijo, te ofrezco que Él será siempre la Palabra con que te hable y con la que conquiste almas, te ofrezco que mi amor será vuestro mutuo amor, el amor divino del Espíritu Santo. Por Ti, oh Padre, tus adoradores llevaremos el mundo a la Trinidad; por Ti arrancaremos las flores más hermosas para trasplantarlas al jardín de la Trinidad. Míranos siempre con la ternura con que miras a tu Hijo, ya que somos su extensión sobre la tierra. Por amor a tu Hijo y por amor a María, haz que seamos fieles adoradores tuyos en el tiempo y lo seamos en la eternidad, Amén. [81]
Carta el día de la fundación de la Obra. Noviembre 20 – 1936 (82) Noviembre 20 - 1936 Muy amadas hijas en Cristo: ¡Confesemos al Señor porque es bueno, porque su misericordia es infinita! ¿Cuándo ha desoído Dios el clamor de las almas que le aman y que buscan su gloria? 53
Nuestras constantes oraciones llegaron al cielo y hoy vemos realizado un deseo largamente acariciado. Comenzáis vuestra vida común; esa vida que os introducirá en el campo de la Iglesia como una nueva falange de almas dispuestas a sacrificarlo todo por la gloria de Dios. Dios y la Iglesia esperan mucho de vosotras; millares de almas están pendientes de vuestra perfección para acercarse a Dios. La vida común encierra grandes consuelos; pero a condición que todos se esfuercen por ser amables y caritativos. La alegría espiritual es la herencia de las Comunidades; pero siempre que se conserve en ellas el fervor. Y precisamente, amadas hijas, para que conservéis vuestro fervor, quiero daros unos consejos prácticos. EN PRIMER LUGAR O RECOMIENDO EL SILENCIO. Recordad que el Espíritu Santo se comunica siempre en el silencio del alma y el silencio exterior ayuda mucho al interior. Fuera de las horas de recreo, hablar solamente lo necesario y con las menos palabras que se pueda. En segundo lugar o recomiendo LA CARIDAD; pero una caridad exquisita que venga a recordar la de los primeros cristianos. No criticar DE NADA NI DE NADIE; ser muy serviciales y estar dispuestas a sacrificarse por el bien de los demás. Y todo eso lo conseguiréis siendo almas de oración, muy unidas con Dios, muy amantes del Sagrario. Si frecuentáis el trato con Dios, necesariamente tendréis que ser caritativas pues Dios es Caridad, es Amor. [82] En tercer lugar os recomiendo el ESPÍRITU DE SACRIFICIO. Recordad que sois esposas de Jesús Crucificado, que vuestro apostolado debe ser de sacrificio, de cruz, como el de Cristo. El dolor amoroso atizará más y más el amor divino en vuestras almas. En cuarto lugar o recomiendo LA SENCILLEZ. Sed siempre como de cristal con aquéllos que deben gobernaros. Y siendo imposible deciros todo lo que pienso, quiero que todo lo resumáis en una sola cosa: SED ALMAS PURAS. Que la pureza de Dios irradie desde vuestras almas; que vuestra descendencia espiritual sea muy pura. En nuestras pláticas y los escritos, hemos tratado mucho la Obra. Ahora sólo quiero señalaros esos puntos. Que la gracia del Espíritu Santo ilumine vuestras almas, a fin de que sepan dar su medida, llegar a la perfección que Él quiere y salvar innumerables almas! Os consagro una vez más a la Trinidad Santísima y al Corazón desolado de María. Que Ellos os guarden y os conserven en su gracia y en su amor. Por mi parte os bendigo una vez más y os ofrezco un recuerdo diario en el altar. Rogad también vosotras por mí y por todos los sacerdotes para que seamos santos y glorifiquemos a Dios. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza os la comunique por medio de la Cruz y guarde vuestros cuerpos y vuestras almas puros y sin mancha, y que la 54
bendición del Dios Omnipotente, del Padre, del Hijo y del mismo Espíritu Santo, descienda sobre vosotras y permanezca para siempre, Amén.
Consagración (83) Oh Trinidad Santísima, profundamente agradecidas por vuestros innumerables favores y deseosas de corresponder en algo, queremos consagrarnos como apóstoles de la Cruz y del Espíritu Santo y prometemos extender su devoción en todas partes. Particularmente nos esforzaremos en la extensión del Apostolado de la Cruz, enamorando a las almas del Sa[83]crificio amoroso, como un medio de consolar al Corazón Divino de Jesús y atraer sobre la tierra el reinado del Espíritu Santo. Y en nombre de las innumerables almas que nos han de seguir hasta el fin del mundo, decimos con todo nuestro amor: “Corazón Divino, clavado en la Cruz por salvarnos, recibe los sufrimientos de este día que en unión tuya vamos a padecer, y suple con tus virtudes cuanto nos falte a nosotras y a todas las almas del Apostolado de la Cruz, para agradar al Padre, consolarte a Ti y alcanzar el reinado del Espíritu Santo a quien tanto amamos!
Año 1937 Promesa de fidelidad y Obediencia. Noviembre 20 (84) Oh Trinidad Santísima, yo. . . deseosa de la gloria divina y de la salvación de las almas, hago en este día la solemne promesa de obedecer a los legítimos superiores de mi amada Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad y de permanecer fiel a mi santa vocación. Para ello procuraré tener siempre presente el motivo que me hizo dejar el mundo, es decir, el deseo ardiente de glorificar a la Trinidad Santísima, de honrar los dolores de la soledad de María y de trabajar con celo de alma sacerdotal en todo aquello que la Santa Sede nos ordene, y en especial en la formación de dirigentes de la Acción Católica y en el fomento de las obras sacerdotales. Consideraré que he cumplido con esta promesa si desempeño con sencillez y humildad lo que me mande la obediencia y poniendo como pongo en este día en manos de la Santísima Virgen mi vocación de Misionera Eucarística de la Trinidad, renovando mi esclavitud de amor a Jesús por María y la promesa de trabajar con celo decidido [84] en la extensión del Apostolado de la Cruz y de las otras Obras de la Cruz, cuyo espíritu quiero tener, según los fines de mi santa vocación. Invoco humildemente a los Santos Protectores de nuestra Obra, para que me ayuden a ser fiel a esta promesa de amor y pueda, en el último día de mi vida, decir como Jesús: “he hecho en todo las cosas que fueron del agrado de mi Padre”. Amén.
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Carta sobre los fines de la Obra. (85) Abril 19 de 1939 A mis amadas hijas las Misioneras Eucarísticas de la Sma. Trinidad En estos días de recogimiento y de oración en los que, afocada el alma a Dios, no puede menos de encenderse en su amor, y en los que nos disponemos mejor para recibir las luces del Espíritu Santo, he pensado mucho en vuestra santa vocación. Os contemplo ya con los ojos de mi imaginación desarrollando la misión que Dios os ha confiado. Pero siempre que pienso en vosotras y en vuestra vocación, no puedo imaginarlas si no es como ALMAS DE ORACIÓN y como una vocación de grande intimidad con Dios; pero al mismo tiempo muy cerca de las almas. Así lo dice vuestro lema: DIOS Y LAS ALMAS. Pero, amadas hijas, si fuerais a tocar las almas sin darles a Dios, les haríais una injuria y le quitaríais gloria a Dios. ¿Quién duda que la Acción Católica está llamada a hacer un bien inmenso universal? Pero eso se conseguirá únicamente en la medida en que se viva en ella la vida interior. Vosotras queréis contribuir modestamente a conseguir esa gracia. En vuestro carácter de religiosas, no entraréis directamente en la Acción Católica pero le ayudaréis a FORMAR A LAS QUE DEBEN trabajar. [85] Vuestras Casas serán como invernaderos para prodigar cuidados especiales a las futuras Dirigentes. He pensado en los grandes peligros de confiar grupos de almas a personas NO preparadas. Y ¡cuántas veces las necesidades, sobre todo en nuestro medio, hacen que se tome lo que haya y se le confíe la dirección de tal o cual grupo! “Ya se enseñará”, decimos; pero entre tanto, cuántos perjuicios! Que en esos pocos meses que pasen con vosotras adquieran esas jóvenes el hábito de buscar a Dios, el deseo de poseer el espíritu de sacrificio y de darse de lleno a la salvación de las almas. En cuanto a los niños de los Colegios “Rougier”, cuánto tendrán que recibir de vosotras en esos años preciosos en que su alma recibe la primera formación! Debéis escoger almas eminentemente sacerdotales para confiarles a esos niños. Que al pasar muchos de ellos de vuestra dirección a los Seminarios, etc., se encuentre en ellos la formación sólida y el entusiasmo por el Sacerdocio. La vocación sacerdotal llena de santo entusiasmo al que la posee, lo mismo en la infancia que en la edad madura. A vosotras os toca encender el primer entusiasmo; pero ya desde el principio a base de verdades sacerdotales, realzando la vida de sacrificio que implica. Y yo os aseguro que lejos de perder se ganarán vocaciones estudiando la esencia del Sacerdocio. También aquí, amadas hijas, las almas estarán sólo temporalmente con vosotras. ¡Cuánto urge pues, aprovechar ese tiempo para llevarlas a Dios! 56
Para conseguirlo tendréis siempre, DEBEIS TENERLO, todo el tiempo necesario para vuestra oración y demás actos de Comunidad. Tendréis a Jesús Sacramentado calentando vuestras Casas, tendréis la protección continua de la Santa Cruz del Apostolado. Que la misericordia divina se compadezca de vuestras miserias y os alcance fidelidad a vuestra santa vocación. Es la gracia que para vosotras pediré este Jueves Santo, nuestro Día Sacerdotal. [86]
Carta sobre la Sma. Virgen. (87) Febrero 12 de 1940 Muy amadas hijas en Nuestro Señor: Dios me ha permitido contemplar, aunque imperfectamente, a la luz de la oración y en la quietud de mi retiro, algo de las grandezas de María. Esa contemplación me ha hecho reverenciarla más y no ha disminuido mi confianza para Ella Porque así como el acercamiento a Dios nos anonada al contemplar la grandeza de su ser; pero al descubrirnos el secreto de la Paternidad divina hace que nos precipitemos en su seno, así también al estudiar a María, al verla tan grande y tan hermosa, sentimos el vértigo de lo divino que hay en Ella; pero al encontrar allí el reflejo de la Paternidad de Dios, envuelta ahora en un Corazón humano que nos atrae irresistiblemente, acabamos por perdernos en sus brazos repitiendo en todos los tonos del amor el dulce nombre de Madre. ¡Qué grande es María! En su humildad oculta tesoros inconcebibles. La Sabiduría Eterna la escogió para habitar en Ella y el Espíritu Santo la adornó con la opulencia de sus dones. La Trinidad Santísima la hizo depositaria de sus gracias, para que Ella las comunique como quiera. Y María emplea toda la fuerza de su gran poder en buscar almas que amen a su Divino Hijo, para que llenas de su luz, conviertan en templos donde habite la majestad de Dios y donde encuentren su morada permanente las Tres Divinas Personas. Para esto, no cesa nuestra Madre Santísima de pedir para las almas la gracia del Espíritu Santo. Ese Espíritu Divino que la preparó a Ella para ser el Templo de Dios, el Santuario donde debía ser ungido el Sacerdote Eterno, Cristo Jesús, ese mismo Espíritu, en alianza estrecha con María, deberá preparar las almas que aspiren a tan alta dignidad. ¡Qué cooperación tan hermosa entre María y el Es[87]píritu Santo para formar en las almas los perfectos adoradores del Padre, mediante su transformación en Cristo. ¡Qué cuidado tan grande el de María de transmitir a sus hijos aquella gracia singular que la hizo sentirse llena del Espíritu Santo y, por primera vez en la tierra, con 57
timbre que le prestaba la voz de su Divino Hijo, decir el nombre dulcísimo PADRE, toda transformada en Cristo! Vosotras, amadas hijas, deseáis ardientemente ser almas de la Trinidad. Como María, queréis ser glorificadoras de cada una de las Divinas Personas. YO OS DOY EL SECRETO PARA CONSEGUIRLO: ¡AMAD ARDIENTEMENTE A MARÍA! Procurad la verdadera devoción a María, que consiste primero, en una grande estima de sus grandezas; segundo, en una gratitud muy grande a sus beneficios; tercero, en un gran celo por su gloria; cuarto, en una invocación continua de su socorro; quinto, en una DEPENDENCIA TOTAL de su autoridad y sexto, en un firme apoyo y una tierna confianza en su bondad maternal. “Hagamos entrar, por decirlo así, a María en nuestra Casa, consagrándonos a Ella sin reserva alguna como sus servidores y esclavos”. “Desprendámonos a favor suyo y en su honor, de todo lo que tenemos de más querido, no dejando nada para nosotros, y esta buena Madre, que nunca se ha dejado ganar en generosidad, se dará a nosotros de una manera incomparable, pero verdadera, y entonces será en Ella en donde la Sabiduría Eterna vendrá a morar como en su trono glorioso”. Estas palabras son del gran devoto de María Luis M. Grignion de Montfort. ¡Cuánta luz arrojan en la verdadera vida espiritual! ¡Oh, qué grande es nuestra Madre! ¡Cómo pudo ocultar en una vida tan sencilla el cielo de riqueza que llevaba en su alma! ¡Rasgo hermosísimo de semejanza con el Verbo Encarnado que siendo un Dios se ocultó en una vida sencilla y quiso someterse al dolor para salvar al hombre! Que la Santísima Virgen os enseñe, amadas hijas, a ser modestas y llevar con humildad y sencillez los tesoros de gracia que el Espíritu Santo quiera depositar en vues[88]tras almas. Amad con la sencillez de María y con esa misma sencillez llevad las cruces de vuestra vida que ocultan las perlas preciosas que adornarán vuestras almas a fin de hacerlas gratas al Esposo Divino. En la vida hay muchas penas; pero Dios quiso endulzarlas todas con su amor y con las caricias de una Madre tan buena como María. Dios.
Con Ella todo se ve hermoso, porque nos comunica su mirada que sólo retrata a
ESCLAVITAS DE JESÚS EN MARÍA, seréis como Ella, todas solicitud para obsequiarlo, para servirlo, para adivinar sus pensamientos diciéndole siempre: Ecce,... fiat....! Pero por mucho que sufráis, la alegría del espíritu será vuestra herencia. Así pasó en María. Fue la Reina del dolor; pero al mismo tiempo en su alma resonó siempre sublime el cántico del amor. En esa alma inmaculada, el Espíritu Santo hizo vibrar como en ninguna las cuerdas de la alegría que viene de Él; desde esa alma cantó el Espíritu Santo el cántico de la perfecta alegría; pero todo en un silencio profundo, semejando al cántico del amor en el seno de la Trinidad Beatísima. NO HAGAIS TRISTE LA VIDA CONSAGRADA A DIOS, no, amadas hijas, 58
enseñad al mundo que sóis felices en el servicio divino y que también vosotras sabéis cantar con vuestra Señora, el Magnificat, lo mismo en los grandes gozos que en los grandes dolores, porque lo mismo los unos que los otros son exponentes de la voluntad divina. Id tranquilas y confiadas al cumplimiento de vuestra misión. Yo sé que a lo largo del camino encontraréis muchos enemigos que os acecharán para perderos; pero eso no debe intimidaros. Antes que a vosotras, enderezaron sus dardos contra vuestra Reina y Señora; pero ya sabéis con cuáles resultados. Ella quebrantó la cabeza de la serpiente y donde Ella pone su planta, la ponen sus esclavas, cuando Ella triunfa, triunfan también sus servidores. [89] Por eso vosotras triunfaréis siempre; vuestro triunfo no olvidéis que Ella triunfó como Cristo en el dolor, pues al el gozo de su divina Maternidad, no se olvidó ni un instante Sacerdote Eterno y que la misión que traía a la tierra, sacerdotal.
es el triunfo de María. Mas sentirse tan embargada por que aquel Hijo Divino era el era ante todo una misión
¡Cómo vemos, desde el primer momento, palpitar en el Corazón de María el Corazón sacerdotal de Cristo que glorifica al Padre y salva a las almas! Los dos Corazones habían de fundirse en uno solo que supiera todos los secretos del amor divino y comprendiera la inmensas miserias del corazón humano. Al contemplar a María conversando con Dios en el éxtasis de su perfecta oración, se tiene el convencimiento de que no podía estar ya más unida a Él sin llegar a ser Dios. Y cuando la vemos comunicarse con el hombre, haciéndose pequeñita para ser comprendida, cuando escuchamos palabras tan tiernas como las que pronunció en el Tepeyac, hablando con Juan Diego, entonces comprendemos mejor el misterio de Belén y sospechamos algo de la inefable grandeza del Sacerdocio que vino a unir lo humano a lo divino y a hacernos sentir la dulzura tan íntima de nuestra reconciliación con Dios. Porque en esas palabras de María nosotros sentimos algo más que la palabra del hombre, en ella descubrimos la palabra arrobadora del Padre y en su mirada, aquella otra mirada que al dejarse sentir en las almas, les hace experimentar los goces anticipados del cielo, donde lo baña todo la mirada del Padre Celestial. María comprendió desde un principio su misión sacerdotal, que consistía no sólo en servir de templo donde fuera ungido el Sacerdote Eterno; no sólo cuidarlo y alimentarlo para que un día fuera inmolado en la Cruz, sino unirse a Él, darle también su voluntad y su alma para ser inmolada en la misma Cruz. A Ella le cupo la gloria de ofrecer por primera vez la divina Víctima, Ella la siguió ofreciendo cada instante, lo mismo en Belén, que en el Templo y en el Calvario. [90] Vuestra misión es sacerdotal, amadas hijas. También vosotras debéis ser mediadoras en el cielo y la tierra. También vosotras tendréis que ofrecer el Sacrificio de la Víctima divina en el altar de vuestras almas y de ese modo glorificar a Dios y salvar al mundo. Pero ¡qué puras debéis ser para desempeñar dignamente ese sacerdocio 59
espiritual! ¡Qué limpia debe ser vuestra mirada para poder contemplar como Jesús y como María la Faz del Padre!; ¡qué tierna debe ser vuestra voz, para que pueda unirse a la Voz del Padre!; ¡qué santo debe ser todo vuestro ser para que podáis decir con Jesús y con María, “el que me ve a mí, ve a mi Padre”!... ¡CUÁNTA UNIÓN necesitáis con el Espíritu Santo, para saber hablar con Dios! ¡Cuánta humildad y caridad debéis tener para tratar a las almas! El secreto de vuestro Sacerdocio lo encontraréis en María. En el Santuario de su Corazón seréis consagradas para ese sacerdocio espiritual. Y la que supo los secretos del Sacerdote Eterno, os dará también la llave para abrir las puertas del cielo a las almas y para dejar satisfecha a la justicia divina. ¡NUESTRA SEÑORA DEL SACERDOCIO, ruega por estas hijas tan amadas, que quieren seguir tus huellas! ¡Dales corazón y alma sacerdotales como Tú los tuviste! Guárdalas en tu Corazón y sé la Estrella que las guíe hasta el fin de su vida en el tiempo y la Estrella que les muestre el seno amorosísimo de Dios en la eternidad!! ESO DESEO Y PIDO para vosotras, amadas hijas, y os ruego que me ayudéis a darle gracias a Dios por mi sacerdocio y que deis gracias en nombre de todos los sacerdotes de la tierra. ¿Quién podrá comprender el cúmulo de gracias que encierra la vocación sacerdotal? Os aseguro, amadas hijas, que si lo hacéis así, me habréis hecho la caridad más grande. Y por ello bendigo al Señor que quiso formar vuestra pequeña Congregación como auxiliar del sacerdocio real, con la obligación ineludible de dar gracias por esa sublime vocación. Como augurio de las bendiciones del Sacerdote Eterno, [91] Cristo Jesús y como augurio también de las bendiciones que recibiréis de la Iglesia en su parte más amada como es el Sacerdocio, os bendigo con la bendición del Espíritu Santo. ¡Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz, guardando siempre vuestros cuerpos y vuestras almas puros y sin mancha! Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris, et Filii et eius dem Spíritus Sancti, descendat super vos et maneat semper. Amén.
Carta de felicitación al Rvmo. P. Edmundo Iturbide (92) Nov. 15 1940 Muy amado Padre y Superior General: ¿A quién sino a S. R. había de tocarle recoger las rosas y las espinas que fueron la herencia de nuestro venerado Padre Fundador? Gracias a Dios, las espinas no le han faltado; pero tampoco los consuelos. La pequeña Congregación de Misioneras Eucarísticas de la Trinidad, quiere, por mi medio, dar a S. R. en este día una gota de consuelo. Ojalá que lo consiga. Decía alguien que sentía una grande satisfacción cuando sus hijos se convertían en padres, y yo pienso que ese fue uno de los grandes goces íntimos de nuestro 60
venerado Padre Fundador: ver que sus hijos se convertían en Padres de numerosas almas. Dios quiso que en edad temprana y todavía en vida de nuestro Venerado Padre, algunos de sus hijos fueran escogidos por el mismo Dios para fundar nuevas Obras que, alimentadas en el espíritu de las Obras de la Cruz, fueran para éstas como medios de difusión, la mano larga que llevara hasta las más remotas tierras esa savia purísima que renovará al mundo, dándole una pureza que llene de complacencia al que es la pureza por esencia. [92] El Espíritu Santo dio a nuestro Venerado Padre aquella mirada de águila, patrimonio de la pureza, con la que descubrió los secretos de Dios y de las almas. Por eso los que sabíamos esto nos acercábamos a él como a un oráculo, como al Patriarca amadísimo que, lleno de Dios y con misión de dirigirnos, habría de disipar nuestras dudas, encauzar nuestros entusiasmos y, en una palabra, llevarnos al acontecimiento y ejecución de la voluntad divina. Con esa fe tan grande y después de haber hecho mucha oración, comuniqué a nuestro Venerado Padre Fundador la idea de fundar un nuevo Instituto religioso para mujeres, y para ello concerté una entrevista entre la llamada a fundarlo y nuestro Padre, a fin de que nos dijera cuál era su parecer, ya que si él nos aseguraba que Dios no quería esa Obra, lo dejaríamos todo en paz. Por una feliz coincidencia, estoy escribiendo estas líneas en el mismo sitio donde hablé por primera vez de la Obra y donde la señorita Rodríguez expuso el plan de la fundación. Enterado de todo, nos aseguró que la Obra era de Dios, que haría mucho bien hasta el fin del mundo y que sus miembros serían numerosos. Recomendó a la Fundadora que no desmayara, que siguiera su camino y que no se apartara de mí. Fue entonces, amadísimo Padre, cuando decidí poner todo mi empeño en el desarrollo de esa Obra. Había escuchado la voz del que era para mí Superior, Fundador y Padre de mi alma; había escuchado la voz del que yo sentía como un gran santo y ya no podía dudar de la voluntad divina. Mucho de lo que pensaba hablar a S. R. en este día tendré que pasarlo por alto, ya que Dios me concedió hablar largo con S. R. sobre el mismo asunto, hace apenas dos días. Y como coincidimos en nuestros puntos de vista, no me queda sino darle gracias a Dios de habernos dado en S. R. un padre que seguirá los pasos de nuestro llorado Padre Fundador. [93] Yo sé Padre amado, que S. R. heredó con el cargo, las virtudes de nuestro Venerado Fundador. Que su corazón es grande, apostólico y de miras amplias, como deben ser siempre las del sacerdote. Por eso me congratulo y no ceso de dar gracias a Dios. 61
Hoy que venimos a felicitar a S. R. por su santo, quiero ofrendarle todos los corazones de las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad que le ofrecen su respetuosa veneración y que se ofrecen a Dios en acción de gracias por los favores de que Él ha llenado el Sacerdocio de S. R. como se siguen ofreciendo por el de nuestro amado Padre Fundador. Pongo de nuevo este pequeño Instituto bajo el amparo de S. R., para que nos sintamos cobijados con el mismo amor paternal y con los consejos de vuestro venerado Padre. Esta Obra nació el 20 de noviembre, santo de nuestro Padre y santo de S. R. Fue fundada por él materialmente y también puedo decir que en lo espiritual; ya que los hijos no somos sino la extensión del Padre. A S. R. toca impulsarla como se lo recomendó nuestro Padre pocos días antes de morir. Por muchos años irán siempre unidos a esta fecha gloriosa tres recuerdos: el santo de nuestro Venerado Padre Fundador; el santo de su predilecto hijo y sucesor, y la fundación de las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad. Bendíganos por favor, amado Padre, díganos una palabra de aliento como aquéllas que salían de los labios y del corazón de nuestro venerado Padre, porque esa palabra nos es necesaria. La Obra llora la ausencia de nuestro Padre; pero lo ve renacer en su Reverencia y por eso ansía su bendición y sus palabras de aliento. ¡Mil y mil gracias por ello, amado Padre, que Dios se lo pague con gracias escogidas de santidad! Que la Santísima Virgen lo recompensa con nuevos quilates de pureza para su alma! Y que en el corazón de las Mi[94]sioneras Eucarísticas de la Trinidad viva imperecedero el recuerdo de nuestro Venerado Padre Fundador, (destinado por Dios para merecer la cuna de las Misioneras) y el de su digno sucesor, que es S. R y a quien Dios ha confiado la misión de alcanzar para las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad su nacimiento oficial en la Iglesia Santa, alcanzando con su amor y con su influjo que en día no lejano la Santa Sede apruebe el Instituto de las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad. Yo le aseguro, amado Padre, que será un pequeño pero purísimo brillante que eternamente lucirá en la corona de gloria que Dios tiene preparada para S. R. ¡¡Que así sea y de nuevo muchas gracias!!
Escrito sobre la advocación de la Sma. Virgen propia para el Instituto. (95) 1º de noviembre de 1942 La advocación de la Santísima Virgen propia del Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Trinidad debe ser aquélla que realice mejor el espíritu del Instituto.
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1º - De glorificación a la Santísima Trinidad 2º - Sacerdotal 3º - De glorificación a la Santísima Virgen. 1º. María glorificó a la Santísima Trinidad sobre todo HACIENDO SU VOLUNTAD y ésta era que fuese la Madre del Hijo de Dios. La advocación que representa al vivo esa vocación y la correspondencia a ella, debe ser la que la muestra en el misterio de la Encarnación, pronunciando su Fiat. 2º. La Santísima Virgen entró de lleno en la misión sacerdotal de Cristo el día de la Encarnación, cuando el Sacerdote Eterno Cristo Jesús fue ungido por el Espíritu Santo en el seno virginal de María, para realizar en el tiempo la obra concebida en la eternidad, [95] de glorificar al Padre por su inmolación en la Cruz, redimiendo además con ello al género humano. 3º.
Es indudable que la mayor gloria vino a María por su Maternidad Divina.
Y como digo en el punto primero, esa Maternidad se muestra ante todo en el misterio de la Encarnación. Cuando la Santísima Virgen apareció en Lourdes diciendo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, confirmó ese Dogma, y excitó de manera especial al pueblo francés para honrarla en esa imagen; pero el tipo universal que representa ese misterio es la INMACULADA. Al mostrarse la Santísima Virgen de Guadalupe en México, llamándose la “Madre de Dios”, vino a confirmar su más grande gloria y a darnos una vocación especial para ser apóstoles de esa Maternidad divina; pero el tipo universal que recuerda a María, Madre de Dios es la Virgen de la Encarnación. Y precisamente al acomodarse a nuestro modo de ser, al hacerse como una doncella mexicana, quiere decir que debemos conformarnos a todo aquello que mejor alcance el fin que se desea; y por lo mismo para ganarnos a todo el mundo necesitamos mostrarla como Ella se mostró en Nazareth. Respecto a la imagen material, creo que puede escogerse la más hermosa. La Iglesia no se opondrá a que se le invoque en su misterio de la Encarnación como lo permite en su Asunción, etc. Mas por motivos especialísimos, como son el haber nacido el Instituto en México y bajo el manto de María de Guadalupe, debemos venerar su imagen y dedicarle un altar en cada Iglesia de las Misioneras; consagrarle en México la Legión Guadalupana. Respecto a las Auxiliares, creo que deben seguir consagradas a la Soledad de María, ya que la Santísima Virgen desde su soledad auxilió a la Iglesia dándole sacerdotes santos. Y a las Misioneras Auxiliares desde su hogar, ayudarán a la misma Iglesia trabajando bajo la dirección de las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad en su grande empresa sacerdotal, de glorificación a la Trinidad Santísima y de amor a la Santísima Virgen. [96]
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Año 1943 Carta circular sobre la Oración. (97) Septiembre 8 de 1943 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Como en años anteriores, quiero dirigiros algunas palabras que lleven algo de mis ejercicios.. Cuando nos acercamos a Dios en el silencio de los ejercicios, sentimos más y más la necesidad de intensificar la unión con Dios para conseguir el ideal apetecido. La lucha en el mundo se impone ya que tratamos de hacer bien a las almas; pero sucede que esa lucha viene a debilitarnos con frecuencia, sea por nuestras miserias o por las que descubrimos en los demás. Nos rozamos demasiado con el mundo, y quizá descuidamos la unión con Dios. Los resultados entonces son fáciles de prever. Ni nuestra santificación ni la de los demás, podremos conseguirla sin ese acercamiento constante a Dios. La oración realiza ese acercamiento; allí Dios se manifiesta al alma y ésta descansa en Dios Mientras más elevado es un ideal, éste está más cerca de Dios y por lo mismo precisa más intimidad con Dios para realizarlo. Indudablemente, amadas hijas, que el ideal de vuestro Instituto es muy elevado. Queréis llegar a un alto conocimiento de Dios y luego transmitirlo a las almas. Vuestra vocación es toda espiritual. DIOS.
Según esto, no podréis realizarla sin ser ALMAS DE ORACIÓN, ALMAS DE
Porque vuestro ideal es alto, tendrá que ser combatido por Satanás, sino precisamente en conjunto, sí tratando extinguirlo en cada una de vosotras. Especial encono tendrá con vosotras el enemigo de Dios. Y como es tan fuerte, sólo la gracia de Dios puede libraros de él La glorificación de María forma parte de ese ideal; [97] pero bien sabéis la lucha mortal entre Satanás y María. Esa lucha la lleva a los siervos de María. Por eso también tendréis el odio de Satanás. El triunfo es de María y de sus servidores; pero precisa vivir siempre escondidos en su Corazón: Allí no tiene acceso Satanás. Quiero pues, amadas hijas, deciros en pocas palabras, que el peligro mayor para vosotras es AFLOJAR en la vida de oración y en el ESPÍRITU DE SACRIFICIO que la mantiene y perfecciona. Si una Misionera Eucarística de la Trinidad simula hacer prodigios pero no es alma de oración, no creeré en esos prodigios; si atrae almas no será para bien de ella 64
sino para desgracia de todas. La razón de esto es que entonces las almas no fueron atraídas por Dios en nosotros, sino por el espíritu malo que tal vez sin darnos cuenta suficientemente, toma las almas como instrumentos de sus aviesos designios: simular celo y amor a Dios, cuando sólo hay amor propio; engañar a los demás haciéndoles creer que los llevamos a Dios cuando en realidad tratamos de aprisionarlos en nuestro corazón para que alimenten ocultas pasiones de soberbia, vanidad y amor propio y luego ponerlos sin dificultad en poder del demonio. ¿Cómo hacer para descubrir tanta astucia y malicia en Satanás, y tanta ligereza en nuestra vida? La luz del Espíritu Santo, irradiada desde la Cruz de Cristo, es la única que puede librarnos de tamaños males. Pero esa luz viene en la oración y se perfecciona en el sacrificio. Por eso cuando esto falta, estamos expuestos a mil desastres. La Misionera que se esmera en su amor a María, tendrá siempre abiertas las puertas del cielo en la oración y todo su poder contra el demonio. NO CREAÍS PUES, AMADAS HIJAS, que basta la santidad del Instituto a que pertenecéis para asegurar la vuestra. No, es preciso vuestro esfuerzo, vuestra cooperación. Hay que trabajar sin descanso. [98] Ciertamente que no os faltará la gracia de Dios; PERO PEDIDLA, AGRADECEDLA; CORRESPONDED A ELLA! Estoy redoblando mis oraciones a favor vuestro, para que el Espíritu Santo y María, reinando en vuestras almas, formen a Jesús en ellas, para la gloria del Padre Celestial. Felices aquéllas de vosotras que apreciando su vocación sepan realizarla; su recompensa comenzará en esta vida. Depositando mis mejores deseos para vosotras en el Corazón Inmaculado de María para que sean más gratos al Corazón de su Divino Hijo, me es muy grato daros la bendición. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz, guardando vuestros cuerpos y vuestras almas puros y sin mancha.
Año 1944 Carta sobre la Sma. Virgen. (99) Octubre 11 de 1944 San Luis Potosí Muy amadas hijas en Cristo: No quiero dejar pasar la gran fiesta de la Maternidad Divina de María, sin dirigiros unas palabras que os lleven mis felicitaciones y mis grandes deseos de que nuestra 65
Madre Santísima reine más y más en todos vuestros corazones. ¿Quién podrá comprender las grandezas de María? Sobrepasan a nuestra inteligencia, pero con la gracia y luz del Espíritu Santo, nos atrevemos a penetrar en ese santuario augusto que es el Alma de María. La encontramos con una belleza divina, ya que quien la hermoseó es el mismo Espíritu Santo. Nada de lo que empaña la belleza de otras almas, existe en Ella. Es un cielo limpio que refleja en todo su esplendor las perfecciones divinas. [99] Aparece Inmaculada en toda la acepción de la palabra: libre de pecado, de cualquier imperfección, atrayendo con fuerza irresistible la mirada amorosa de las Divinas Personas. Llena de gracia, impecable y ardiendo en la más pura caridad y todo eso formando un precioso marco al privilegio por excelencia de su Maternidad Divina. Por la hermosura de la Madre, indecible, aunque participada, se podrá sospechar algo de la hermosura del Hijo, del esplendor del Padre y figura de su substancia. Bastaría a nuestra Madre llevar ese cielo en su alma, para deslumbrar con él nuestra mirada. Esta festividad regocija como ninguna otra a María y hace que su alma se conmueva convirtiéndose en GRATITUD para la Trinidad Santísima. De ese gozo y de esa gratitud NACIERON vuestras almas a la hermosa vocación de Misioneras Eucarísticas de la Trinidad; por la que os ofrecéis en unión con María como HOSTIAS DE ACCIÓN DE GRACIAS por su elección para Madre del Hijo de Dios. Por eso vuestra vocación está toda envuelta en la hermosura de María; por eso vuestras almas sienten sed inmensa de pureza, amor apasionado por la divina gracia, queriendo reproducir en cuanto sea posible, la vida de María. Vivid en una acción de gracias perenne; convertid toda vuestra vida en acción de gracias y que ese sentimiento, que fue el mismo que llevó María, os anime a todos los sacrificios para que cada día sea más hermosa vuestra alma, la particular de cada una de vosotras y lo que pudiéramos llamar EL ALMA DEL INSTITUTO. Os ofreceré de nuevo con María a la Trinidad Santísima en el Santo Sacrificio de la Misa. Desde el altar os bendeciré con especial amor; desde el altar os felicitaré con entusiasmo y en el altar os ayudaré a pagar vuestra deuda de gratitud, que es mi propia deuda. Vuestro afectísimo Padre, que mucho os ama en la Trinidad y María. [100]
Escrito de Nuestro Padre el 20 de noviembre de 1944. Aniversario de la fundación. (101) Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Parece que fue ayer cuando llenos de ilusión nos acercamos a aquel varón de 66
Dios, de dulce memoria, el Rvmo. Padre Félix de Jesús Rougier, nuestro venerado Padre Fundador, para consultarle acerca de una Obra que se planeaba para la gloria de Dios y en vista del bien de las almas. Recuerdo, como si hoy fuera, que el día de la entrevista de la Fundadora de este naciente Instituto, ofrecí el Santo Sacrificio de la Misa para pedir a Dios que si era su voluntad que la Obra en proyecto existiera, nos lo manifestara en la opinión de nuestro venerado Padre, en quien tenía yo plena confianza, por ser un sacerdote celosísimo por la gloria divina, por su grande experiencia y por ser el Director espiritual de mi alma. Veo aún el júbilo con que vuestra Fundadora fue a verme a Coyoacán, para decirme el resultado de esa entrevista. ¡La Obra había entusiasmado a nuestro Venerado Padre! No creo que sea exageración el decirlo así fue un verdadero entusiasmo el suyo. Después de esa entrevista habló nuestro venerado Padre de la Obra a nuestros Novicios, a las RR. Hermanas de la Cruz y muchas otras personas supieron de ese entusiasmo. Guardamos como precioso tesoro todas las palabras de nuestro Padre relacionadas con esta Obra. Todas son tan hermosas; pero se pueden concretar en estas afirmaciones: “La Obra es de Dios”... “Dios está con ustedes”... “Harán mucho bien hasta el fin del mundo”... Y todavía se ocupó de la Obra en los últimos momentos de su vida: diez días antes de morir me dijo nuestro venerado Padre en presencia del M. R. Padre Ángel Oñate, Vicario General entonces, de la Congregación de Misioneros del Espíritu Santo y actual Vicario General también de la misma Congregación: “Yo siempre [101] he apoyado esa Obra y debemos apoyarla, no sólo porque es buena, sino porque es de uno de los nuestros.” Dos días antes de morir decía a su futuro sucesor nuestro actual Rvmo. Padre General Edmundo Iturbide, que las Misioneras harían mucho bien a las almas y que las ayudara. Y por fin, poco antes de morir, me dio una bendición especial para las Misioneras. Cuando una Obra impresiona en esta forma el corazón de un hombre de Dios, podemos creer que esa Obra es de Dios. Pero después de esas aprobaciones que siendo tan estimadas, eran sin embargo algo íntimo y privado, vinieron otras por parte de la autoridad eclesiástica, juez definitivo en es materia. El Excmo. Sr. Márquez fue el primero en saber de la Obra y aunque aparentemente se mostró reservado, sabíamos que amaba la Obra y que sus medidas de prudencia habían de ser en bien de la misma. A él por ejemplo, debemos la primera opinión que en forma extra-oficial nos llegó de Roma, cuando a petición del mismo Excelentísimo Señor estudiaron algunos Consultores el plan de la Obra y contestaron que no sólo les parecía buena, sino que había dado luces para casos análogos que se les habían presentado allá. Cuando le conté esto a nuestro venerado Padre, me dijo: “Para que vean que de 67
México salen cosas buenas”... Los acontecimientos posteriores comenzaron a dar la razón a nuestro Padre Fundador. La aprobación del Excmo. Sr. Dr. Dn. Luis M. Martínez, dignísimo Prelado, llenó de júbilo a las primeras Misioneras. A su bondad paternal, a la firmeza de su carácter y al grande celo de su corazón sacerdotal, debe la Obra en gran parte los éxitos que ha tenido. Al celebrarse este aniversario de la fundación, después de dar gracias a Dios de quien viene todo don perfecto, queremos darlas también a nuestros Excelentísimo Prelados a quienes debe la Obra su existencia; a los bienhechores que con sus generosas limosnas nos han ayudado a sostenerla, y de modo especial a los padres [102] de familia de nuestras Misioneras, que con una gran fe, seguramente infundida por Dios, no vacilaron en confiarnos a sus hijas para que sirvieran como fundamentos de la Obra. No quiero entrar en detalles que conocéis perfectamente. Mi gratitud va a todas estas personas y mis grandes felicitaciones para mis amadas hijas las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad, por tantas gracias que han recibido de Dios. Que Dios las siga llenando de bendiciones y les permita desarrollar la Obra en bien de la Iglesia para un mejor conocimiento y amor de la Santísima Trinidad y en general para el cumplimiento de sus hermosos fines. “Serán más numerosas que las Hijas de la Caridad”, dijo nuestro Venerado Padre. Quiera Dios Nuestro Señor que esas palabras se cumplan y que siendo numerosas como las estrellas del cielo, seáis un consuelo para el Corazón de Cristo; para el Corazón de nuestra Madre Inmaculado y para el Corazón de todos los sacerdotes que encuentren en vosotras colaboradoras entusiastas en la obra que les ha sido encomendada. ¡Que así sea, y adelante, con nuevo entusiasmo, viviendo vuestro lema: DIOS Y LAS ALMAS!
Carta sobre el amor al Divino Padre. San Luis Potosí. Dic. 7- 44 (103) A mis amadas hijas las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Hace ya más de diez años que en unos ejercicios escribí aquella “Oración de Fuego” para pedir los perfectos adoradores del Divino Padre y que vosotras conocéis tan bien. Siempre que la hago me embarga una fuerte emoción y no me canso de darle gracias al Espíritu Santo que me la inspiró, ya que de mí mismo no hubiera tenido ni la menor idea. Y más me emociona el ver que ese amadísimo Padre Celestial escuchó con tanto amor mis ruegos, ya que en cada una de vuestras almas, amadas hijas, late [103] ese amor apasionado por el Padre como Él lo quiere, como lo anunció a la Samaritana. Es un amor que NACE ciertamente, pero que ya está indicando la fuerza y pureza a donde llegará, por la vehemencia arrolladora de su principio.
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Os he predicado mucho el amor a ese buen Padre y vuestras almas han recibido con avidez mis enseñanzas. Porque ¿no es cierto que sentís un grande amor para vuestro Divino Padre? ¿No es verdad que en esa Oración de Fuego, sentís vuestra propia oración? ¿No es cierto que al describir los adoradores del Padre, habéis sentido y visto el programa de perfección más acariciado por vuestras propias almas? Con todo eso, ¿cómo no amar vuestras almas, amadas hijas? ¿Cómo no amar ese pequeño Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Trinidad? Pues bien, amadas hijas, el amor que me inspiró aquella Oración de Fuego al Divino Padre, me mueve ahora a dirigiros a vosotras una ardiente súplica: ¡SED FIELES A VUESTRA SANTA VOCACIÓN! ¡No hagáis paradas en ese camino del amor! Llamad con apremio al Espíritu Santo con la voz de María, que Ella será quien apresure vuestra transformación en Cristo. No os quejéis de vuestras cruces, ya que ellas están labrando vuestras almas, purificándolas y haciéndolas más hermosas para el Padre. Refugiaos en vuestras penas, en la Cruz de Cristo, en lo íntimo de su Divino Corazón. Allí oiréis un concierto de alabanzas al Padre Celestial y también vosotras seréis admitidas en ese concierto. Vuestras penas se convertirán en alabanzas, todas vuestras cruces se transforman en gloria. Agradeced a María las delicadezas exquisitas que ha tenido con vosotras y en unión íntima con Ella realizad vuestro ideal de adoradoras del Padre y glorificadoras de la Trinidad Beatísima! Agradeced el Sacerdocio de Cristo, nuestro sacerdocio participado y la Maternidad Divina de María. Que el Señor os multiplique sin cesar, ya que sóis [104] fruto de la Cruz de Cristo y ella es fecunda! Sed santas pues de la Cruz brotó la santidad, al darnos en abundancia la gracia y el amor del Espíritu Santo! Que todos los días al ofrecer el Santo Sacrificio, pueda ofrecerle a mi amadísimo Padre Celestial vuestra suprema adoración, vuestra sentida acción de gracias, vuestra ardiente imploración y vuestra sincera reparación. Que pueda sin mentir, asegurar a mi Padre amado que sois sus perfectas adoradoras, aunque sea todavía por el DESEO. Y que apresure Él mismo la hora en que realicéis PLENAMENTE ese sublime ideal. ¡Adelante AMADAS HIJAS! Os repito las palabras de nuestro Santo Fundador! ¡Os esperan la Trinidad y las almas! La Trinidad para recibir vuestro amor y sumergiros en el suyo; las almas para que las llevéis a Dios, para que las enseñéis a glorificar al Padre, como Cristo y en Cristo, en la unidad del Espíritu Santo. ¡Que así sea! Vuestro afectísimo Padre que os bendice con una bendición especialmente grande y llena de afecto en Dios.
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Año 1945 Telegrama N. Padre por la aprobación. Diciembre 14 de 1945 S. L. P. (105) “ME UNO A SUS ACCIONES DE GRACIAS CON INTENSO JÚBILO LAS FELICITO Y BENDIGO”.
Carta de felicitación a las M.E.SS.T. (105) Diciembre 16 de 1945. S. L. P. Muy amadas hijas en Cristo: ¡He quedado verdaderamente anonadado con la fausta noticia que nos trajo el Cable de Roma, el día 12 de Diciembre, Fiesta de nuestra Madre Santa María de Guadalupe! Salí ese día a predicar a una Parroquia en Ojuelos, Jal, y sólo pude estar por la noche en San Luis. ¡Cuál no [105] sería mi impresión al oír la voz de la Rvma. Madre por teléfono, que me anunciaba la tan esperada noticia: la aprobación de Roma para la Obra! Sentí mi corazón emocionado y algo así como más grande; palpé entonces la pequeñez humana, lo mismo para el dolor que para el gozo, y lo único que he hecho desde ese momento, es valerme de mi gran Sacrificio, la Misa para pagarlo todo. Me siento como envuelto en una atmósfera de gratitud, que no sabría explicar. Si ustedes se sienten tan felices y tan oprimidas por la gratitud, ¿qué sentiré yo que siento latir en mi corazón el de TODAS las Misioneras Eucarísticas de la Trinidad que existen y existirán? Pero ahora me doy cuenta una vez más de lo que vale mi Sacerdocio. De él me valgo para todo. La Obra vino del cielo, pero a través de mi Sacerdocio, siendo uno de tantos frutos que Dios ha querido dar al Sacerdocio eterno de Cristo, que nosotros compartimos. Ahora pienso, ¡cómo no nos morimos de emoción el día de nuestra Ordenación Sacerdotal! Con razón mi deseo de AGRADECER el Sacerdocio de Cristo y su participación a los que fuimos llamados por Él a tan sublime misión, me hizo DESEAR Y PEDIR con “gemidos inenarrables”, como dice la Escritura Santa, esas almas que me ayudarán a DAR GRACIAS por la merced inaudita e inmerecida del Sacerdocio. Y hoy que siento vibrar vuestras almas llenas de amor por vuestra vocación que ha bendecido y aprobado la Iglesia, me lleno de optimismo y creo que se van a cerrar muchas heridas del Corazón Sacerdotal de Cristo y abrirse otras; pero éstas de amor. Es la nueva etapa que con fuerza irresistible se va abriendo paso para glorificar el Sacerdocio de Cristo... Pero ¿qué deciros de la providencial coincidencia para recibir el Cable, precisamente el día 12? ¡Eso no es casual! FUE LA HORA DE DIOS, fijada en concierto 70
amoroso con la Gran Madre de Dios, Santa María de Guadalupe. Fue la contestación del cielo a los fines del Instituto; fue una delicadeza de María para el Excmo. Prelado que patrocina la Obra, ya que él tanto se esmeró en servir a María en este año jubilar. [106] Pero sobre esto tendré que hablaros más detenidamente, porque ahora no cuento con tiempo. Quiero que esta carta vaya cuanto antes a unirse con vuestras alabanzas de acción de gracias a la Trinidad Santísima, por medio del Corazón Inmaculado de María. Ahora estáis más obligadas a santidad; así lo siento yo. Os ayudaré con mis oraciones y espero contar siempre con las vuestras. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María, que os bendice y felicita.
Carta para Nuestra Madre. (107) Diciembre 16 de 1945 Muy amada hija en Cristo: Hoy recibí las cartas de ésa y mucho gusto me ha dado su lectura. Yo no había podido escribirles. Comencé ayer los ejercicios para las Madres del R. P. Moisés. Vinieron de varias Casas. Le contaré por orden algo de mis últimas actividades. Las Misiones de Calvillo fueron una bendición de Dios. Es algo muy consolador ver cómo las almas buscan a Dios, y cómo se han conservado lugares tan sanos. Volveré el 25 en que comienza el Congreso Eucarístico que termina el 28. Quiero redondear la Misión y fundar el Apostolado de la Cruz. Ahora el terreno está dispuesto y hay que aprovecharlo. Cuando nos veamos le platicaré detalles. Regresé el 10. El R. P. Guilebaldo debía salir el 12 para predicar en Ojuelos, Jal y Matanzas, Jal; pero lo encontré afónico, así que tuve que irme yo, pues el R. P. Cabral se había ido a México, a los votos perpetuos de Lolita su hermana. Prediqué tres veces ese día. Cuando ustedes estaban allá en gran alboroto por el Cable, yo estaba predicando (con mucho fuego en vez de cansancio pues [107] era el segundo casi en seguida del primero), en honor de nuestra Madre, que me tenía la grata sorpresa para mi llegada a San Luis. Volví en la noche, y después del Rosario, fuimos el R. P. Guilebaldo y yo a felicitar a la M. Guadalupe Cuevas, Superiora General de las Madres del R. P. Moisés, ya que no había podido ni decirles la Misa. Allí estábamos cuando me dijeron que me hablaban de larga distancia. Así que las Madres lo supieron luego y se entusiasmaron uniéndose sinceramente a mi gozo y ofreciendo sus acciones de gracias. Yo pasé luego a su Oratorio para dar gracias. Al volver a la Casa nos pusimos todos en chorchita a comentar el caso, y vi con gusto que todos estaban muy alegres en mi unión. Acabamos cerca de las 11 p. m. y a esas horas me quedé con nuestro Señor en la Capilla hasta cerca de las 12. Desperté a 71
las 4 y no pude ya dormir. Mi impresión era profunda; pero muy suave. Desde que usted me habló quedé como envuelto sensiblemente en una atmósfera divina y con aires de amor agradecido. Me sentí como depositario de todas ustedes y ya podrá imaginarse mi anonadamiento. En fin, son impresiones indecibles. Sólo Dios las conoce, y Él sabe que estoy muy agradecido y deseoso de corresponder lo mejor que puedas a sus bondades. Las Madres del R. P. Moisés avisaron luego a las que le hablaron a la M. Lupe para felicitarla desde México la noticia de la aprobación y le dijeron que iban a entrar luego al Oratorio para dar gracias. Al día siguiente comencé un Triduo de Misas a la Santísima Trinidad en acción de gracias; además a la Santísima Virgen la Misa del Sábado y TODAS por Ella, como acostumbro hacerlo. La coincidencia querida por Dios de que el Cable llegara el 12, me emociona casi tanto como el hecho de la aprobación. Le aseguro que este detalle va a ser una fuente de bendiciones para la Obra. En fin, hija, es imposible que le diga tanta cosa comprimida que hay en el alma. Ya irá saliendo poco a poco. Dejemos que Dios por medio de María siga dispo[108]niendo los detalles para las grandes ceremonias que se acercan. Quisiera que usted se pusiera cuanto antes a arreglar el Ceremonial propio para la Toma de Hábito y Profesiones. Puede conseguir algunos de otras Comunidades para orientarse, o hacerlo a su gusto. Me lo manda y le pondré el Vo. Bo. o alguna sugestión. Que no sea muy largo porque cansaría. Por ahora me despido, deseando que el Espíritu Santo por María la llene de su gracia. Afectísimo Padre en Cristo.
Año 1946 Telegrama desde S. L. P. 22 de Marzo de 1946 (109) “DESEO QUE LA CAPILLA SE CONSAGRE A LA SANTÍSIMA TRINIDAD”.
Carta a Nuestra Madre. Acción de gracias. (109) Agosto 21 de 1946 Muy amada hija en Cristo: Acercándose el aniversario en que nuestro Venerado Padre Fundador quiso transmitirnos la voluntad de Dios acerca de la Obra, quiero como en años anteriores, ponerle unas líneas para felicitarlas a todas. Cuando veo que las predicciones de nuestro Padre se han cumplido, me da 72
mucho gusto, pues compruebo una vez más que el Espíritu Santo lo iluminaba en todo y que en realidad era un gran santo. Su figura se hace cada vez más grande y hermosa, seguramente porque Dios lo quiere glorificar en estos tiempos en que la Iglesia necesita de almas que llenas del Espíritu de Dios extiendan su reinado en todo el mundo. Si en la tierra fue tan querida de nuestro Venerado Padre la Obra de las Misioneras Eucarísticas de [109] la Trinidad, estoy seguro que desde el cielo la amará más, viendo allá en Dios todo el plan que ha de desarrollar a través de los siglos. La Obra encierra ideales que sé ciertamente formaban parte de los mismos que su hermosa alma llevaba; la glorificación de cada una de las Divinas Personas, el amor a la Santísima Virgen, los trabajos en pro de la Acción Católica. Ahora podemos asegurar que nuestro Venerado Padre no ha dejado de ayudarnos desde el cielo y que es uno de los principales protectores que tenemos cerca de la Trinidad Santísima. Nos toca a nosotros corresponder a tantas bondades de Dios y a esa protección de nuestro Venerado Padre haciendo esfuerzos renovados para mantener y aumentar siempre el fervor en el Instituto y en todas las derivaciones de la Obra. Y para ello, intensificar la vida de oración y de sacrificio. Sólo Dios en nosotros puede hacer que no decaiga en nada ese espíritu de constante abnegación, esa violencia que debe imponerse para entrar en el reino de los cielos. Por eso, amada hija, no ceso de encomendarlas al Espíritu Santo. Él todo lo anima, transforma y diviniza. Leyendo los Hechos de los Apóstoles, se llena uno de entusiasmo al ver esa parte tan interesante que tomó el Espíritu Santo en el desarrollo de la naciente Iglesia. Pero si San Lucas hubiera seguido escribiendo esa Historia; si contempláramos a fondo la vida de la Iglesia, veríamos los mismos hechos, la misma intervención maravillosa del Espíritu Santo. La existencia de las diversas Órdenes, Congregaciones e Institutos Religiosos, con sus millares y millares de santos, con esa obra fecundísima que han podido realizar, es la obra del Espíritu Santo. Él las ha sostenido y alentado. Y mientras no se prescinda del Espíritu Santo, las Obras tienen que mantenerse en el fervor y producir frutos de santidad. Si los principios de esas Obras han sido tan fe[110]cundos en santidad, es porque se ha dado a ese Espíritu Divino el lugar que le corresponde. Vieron, palparon con la mano su intervención en el nacimiento y primeros pasos de las Obras. Y como en los primeros tiempos de la Iglesia, no hacían nada sin implorar las luces del Espíritu Santo. A nosotros nos ha cabido en suerte vivir en una época en que comienza a predicarse con nuevo entusiasmo el amor al Espíritu Santo; en que, según todo permite presumirlo, se va a establecer su reinado universal. Y el pequeño y naciente Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Sma. Trinidad, 73
quiere contribuir a ese reinado, ya que se considera como un retoño de las amadas Obras de la Cruz, cuyo fin es establecer en el mundo el reinado del Espíritu Santo. Con ese fuego, e iluminado con esa luz, podrá también conseguir llevar las almas a una intimidad con cada una de las Divinas Personas, como lo pide el fin general de la Obra. El gran desarrollo del amor a María bajo ese reinado del Espíritu Santo, encontrará también entusiastas apóstoles en el seno del Instituto de las Misioneras. Estos punto y otros muchos que no puedo tratar por falta de tiempo, nos obligan a bendecir al Señor, a darle gracias porque se dignó llamaros a tan santa Obra. Que desde el cielo nos ayude nuestro Venerado Padre Félix a dar gracias por lo recibido y a pedir nuevas gracias, para ser fieles en todo a la voluntad de Dios. Para todas y cada una de las Misioneras mis felicitaciones y grandes bendiciones en esta fecha gloriosa. Me encomiendo siempre a sus oraciones y sacrificios. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [111]
Carta sobre la SS. Virgen. (112) Octubre 11 de 1946 San Luis Potosí Muy amadas hijas en Cristo: La fiesta de la Maternidad Divina de María nos vuelve a presentar la ocasión de dirigir nuestros ojos iluminados por la fe hacia esa buena Madre y contemplar su divina hermosura. El honor conferido a María escogiéndola para Madre del Verbo Encarnado, la coloca por encima de todas las criaturas salidas de las manos de Dios; es la base de su grandeza y el motivo de su santidad insigne. Desde el momento en que la tierra escuchó la promesa de un Redentor, que nacería de una Virgen, comenzó para la Gran Madre de Dios una glorificación que no terminaría ya nunca, porque al concluir el tiempo, la repite y perpetuará la eternidad. Pero si todas las edades han glorificado a María, creo firmemente que la más preparada es la nuestra por los motivos que voy a exponeros. Lo que llamaré la primera edad o etapa de la glorificación a la Gran Madre de Dios, María Santísima corresponde a la Antigua Alianza. Comienza en el paraíso en el día de la promesa y se cierra en Nazareth el día venturoso de la Encarnación. Fue una época en que debió comprenderse mucho esa Maternidad porque en ella se honraba especialmente la Paternidad divina. El concepto de esa Paternidad, que era de PODER y de inmensa fuerza creadora, llevaba a las almas a una fácil comprensión de lo que sería aquella feliz mujer escogida por Dios para Madre del Mesías. 74
He dicho que en esa época debió comprenderse; pero por grande que haya sido la comprensión de la Paternidad divina, distaba mucho de adquirir los resplandores deslumbrantes de Pentecostés, proyecciones así mismo de aquella luz divina que es el Verbo y que mostró [112] como nadie el verdadero sentido de la Paternidad divina. La segunda etapa comenzó en la Encarnación y concluyó en el Calvario. Jesús, Adorador del Padre, Supremo Glorificador de su Padre, hizo conocer al mundo un nuevo aspecto en ese amor, la ternura infinita. María es ya, como el Verbo Encarnado, un ideal plenamente realizado. Junto a Jesús aparece su divina Madre, enjoyando su purísima Alma esa divina perla; recibiendo en su Inmaculado Corazón el fuego ardiente del Corazón de Cristo que sólo latió para su Padre. Tuvo María el privilegio de ser la primera en amar al Padre con aquel amor nuevo que Jesús ofreciera desde el momento de la Encarnación. Ella supo como nadie lo que encerraba la Paternidad Divina. Y con esa luz descubrió su propia gloria, diciendo ya su Magnificat de acción de gracias. Esta época a pesar de ser tan corta, fue gloriosísima, porque estuvo encabezada por Cristo y formada por almas selectas. La tercera época comenzó en el Calvario y Cenáculo, al consumarse el Sacrificio que reconcilió al mundo con Dios; que le comunicó la gracia del Espíritu Santo. Digo que esta etapa que comenzó en el Calvario y que terminará al consumarse los tiempos, debe ser la más fecunda y gloriosa. Es la etapa del Espíritu Santo, Glorificador del Padre y del Hijo; Santificador de María y de las almas. Toca en efecto, al Espíritu Santo descubrir los secretos del Corazón de Cristo y todos ellos se encierran en uno solo: LA GLORIA DEL PADRE. Por eso ni el Antiguo Testamento con sus grandes Patriarcas y Profetas; ni el mundo que vio el paso de Jesús, pudieron comprender el gran secreto de la Paternidad Divina. Era preciso que el Sacrificio de Cristo hiciera descender al Cenáculo al Espíritu Santo, al Amor infinito que eternamente une al Padre y al Hijo, para que el mundo pudiera comprender mejor el Corazón de Cristo y con Él clamara ABBA, PATER! Y al mostrarse en toda su hermosura la figura di[113]vina de Jesús, envuelta en los rayos de luz del Espíritu Santo, pudo apreciar el mundo la dicha de tener un Padre y supo lo que significó para María participar como nadie de esa Paternidad. Junto al Hijo apareció la gloria de la Madre. ¡Con razón la llamarán feliz todas las generaciones En esta época habéis venido vosotras, amadas hijas, al campo de la Iglesia. Vuestro amado Instituto, regado con la Sangre de Cristo y al calor del fuego divino del Espíritu Santo, nació en este siglo para la gloria del Padre. Pero como Jesús quiso una gloria extraordinaria para su Santísima Madre, imagen de aquel Padre que vino a hacernos amar con amor nuevo, por eso el Espíritu Santo ha suscitado almas que SIENTAN como María y que con Ella agradezcan su 75
divina Maternidad. Para ello les descubre los secretos de esa Maternidad, y con gracias singulares ha de formarlas en el molde de María, que fue el mismo de Cristo. ¿Cómo encareceros más vuestra santa vocación? ¿Qué estímulo más grande para que no desmayéis en vuestra vida de amor y sacrificio? Debéis glorificar a María y con Ella a la Trinidad Santísima. ¡Seguid adelante con renovado entusiasmo! El Espíritu Santo será vuestro Guía. Por mi parte, haciendo un grande acto de fe en esa protección, os auguro las bendiciones de Dios y la fecundidad en todas vuestras empresas. A las bendiciones de Dios uno las mías y os ofrezco nuevamente ser el conducto para llevar hasta el cielo desde el altar de mi Sacrificio, la ofrenda de vuestra vida , que en unión con ese Sacrificio, alcanzará lo que tanto deseáis: la gloria de Dios y la salvación de las almas. Afectísimo Padre en Cristo. [114]
Oración de Fuego al Espíritu Santo. 1944 (115) ¡Oh Espíritu Divino, oh Espíritu Santo, en el que he depositado toda mi confianza para la transformación de estas almas que se han dado, que han sido el don de Dios para la gloria del Padre! ¡Espíritu Divino, que mi fe en Ti sea recompensada con la hermosa realidad de contemplar la gloria de mi Padre en estas almas! ¡Espíritu de Dios, poséelas, llénalas plenamente; que todo su ser indique Tu presencia en ellas, que cuando el mundo las vea, cuando sienta su influjo, confiese Tu presencia Tu obra en ellas! ¡Espíritu de Dios! Que sin merecerlo yo has escogido mi alma para que te glorifique, quiero que esta elección recaiga sobre mis hijas, en estas hijas que el amor de mi Padre me ha dado, que el amor de Cristo me ha dado, para que forme en ellas las glorificadoras del Padre Celestial. ¡Espíritu Divino! Poséelas, consume Tú la escoria que exista en estas almas, purifícalas, acércalas a la Cruz de Cristo, envueltas en tu amor, sostenidas por tu gracia, fortalecidas por tus dones! ¡Oh Espíritu Divino! Realiza el milagro en esta pequeña grey: “NOLITE TIMERE PUSILLUS GREX....No temáis, no temáis rebañito, porque ha sido del agrado de mi Padre daros su Espíritu! ¡Oh Espíritu Santo! Es la confianza que quiero infundir en esta almas; es tu presencia, tu intervención, tu gracia, lo que las ha sostenido en la lucha. Es el pensamiento de que estás con ellas, que las puedes cambiar en un momento, que tu fuego puede consumir todas sus miserias y tu amor elevarlas al seno amorosísimo del Padre, todas ellas transformadas en Cristo. ¡Oh Espíritu Santo, sigue siendo el Guía de nuestras almas, no nos dejes porque nosotros no queremos dejarte, ni queremos que Tú nos dejes! En Ti depositamos 76
nuestra confianza, protégenos, protege al Instituto en general y a casa una de las Misioneras en particular y que en un día no lejano, podamos contemplar la gloria plena de [115] Dios en el Instituto, al contemplar estas almas llenas de tu amor, transformadas en Cristo y convertidas en glorificadoras del Padre! Así sea.
Acto de Consagración al Espíritu Santo (116) Deseosas de practicar la doctrina de Jesús, anhelando difundir en el mundo la doctrina de la Cruz, venimos a consagrarnos a Ti, oh Espíritu Divino, por medio del Corazón Inmaculado de María. Jesús dijo que quien lo amara observaría su doctrina, pero Tú eres el único amor que lleva a esa observancia y quien nos dispone a ser templos de la adorable Trinidad. Enséñanos los secretos de amor que encierran las palabras de Jesús, queremos comprenderlas, queremos vivirlas. El aseguró que Tú nos enseñarías todo, que nos descubrirías el secreto de sus palabras. Queremos conocer al Jesús íntimo, queremos cooperar con Él a la gloria de su Cruz que consiste en darte a Ti al mundo, oh Espíritu de amor! ¡Ven a reinar, Fuego divino que ha de consumir tanta miseria y pecado! ¡Ven a reinar en las almas puras que suspiran por todas de Jesús. Recibe nuestra consagración y la que hacemos de todo lo que nos pertenece. Santifica las almas de aquéllos que escogiste para conducirnos en nuestra santa vocación. Santifica a todos en la verdad y que el amor con que el Padre amó a Jesús esté en nosotros. Ese Amor eres Tú; permanece pues en nosotros obsequiando así los deseos de Jesús manifestados a su Padre en noche memorable. Estando Tú en nosotros y siendo nosotros todos tuyos, podemos seguir confiados en nuestra misión: glorificar siempre y en todas parte a la Trinidad Santísima, ahora en el tiempo y por toda la eternidad. AMÉN [116]
Carta a las nuevas Novicias. (117) Diciembre 17 de 1946. San Luis Potosí Para mis amadas hijas las Novicias MESST Muy amadas hijas en Cristo: No pudiendo estar materialmente cerca de vosotras, quiero acompañaros en espíritu en este hermoso día, y mandaros por medio de estas letras mi cordial felicitación. Habéis recibido el amado hábito de las Misioneras, ese hábito que os distinguirá entre todas las familias religiosas. Su color rojo es el símbolo de vuestro ardiente amor y de vuestro espíritu de sacrificio. ¡Y qué grande debe ser vuestro amor, para llenar los 77
fines de vuestra santa vocación! No olvidéis que el amor es la palanca que todo lo mueve. Seguramente tendréis que luchar en mil ocasiones contra enemigos poderosos; pero en todo tiempo vuestro amor a Dios y a las almas os hará triunfar de ellos. Será el amor a Dios el que os abra su Corazón y os manifieste las delicadezas de su amor. Será el amor a las almas el que os lleve por senderos ásperos y os haga recorrer todo el mundo para salvarlas y llevarlas a una alta perfección. Todo eso espera de vosotras vuestro pequeño Instituto Misionero. Y el Noviciado será el lugar y el tiempo de preparar esas conquistas del futuro. No dejéis pasar ni un momento sin consagrarlo a Dios. Aprovechad esas horas de adoración y de trabajo. Recibid con docilidad las advertencias que se os hagan y sed perfectas en la obediencia. Que ninguna vuelva atrás en el camino emprendido. Y no volverá si procura ser fiel al amor divino. Ese amor hace prodigios; ese amor os dará alas como de paloma para manteneros en la correspondencia más fiel a vuestra vocación. ¡Sois de Dios y para Dios! ¡Que nada os ate al mundo que voluntariamente habéis dejado! Dejad despejada la ruta hacia el cielo! Necesitáis luz divina del Espíritu Santo para [117] contemplar la paz de Dios y en Dios las hermosuras de las almas. Que no haya nubes entre Dios y vuestra alma... y nubes serían las faltas deliberadas, la ingratitud en todas sus formas. Debéis estar santamente emocionadas por vuestra elección y agradecerla. Vivid siempre al lado de María, irradiando su luz y su pureza, recibiendo los tesoros de amor de su Inmaculado Corazón. El amor os descubrirá la necesidad del sacrificio. El amor acá en la tierra siempre se inmola. Sed valientes para el sacrificio; pero rodead de silencio vuestras victorias. ¡Mis amadas hijas en Cristo, las grandes Misioneras del mañana! ¡Recibid mis bendiciones de Sacerdote y de Padre, recibid mi afectuosa felicitación! ¡Honrad el santo hábito que habéis recibido, para que un día lo contempléis lleno de luz allá en el cielo! Que ese hábito no lleve ninguna mancha, porque ni la sangre del martirio ha de mancharlo, por eso es rojo! y por eso lo cubriréis con una capa blanca, el símbolo de vuestra pureza y de la MIRADA del Divino Padre que os envolverá siempre en ese ambiente de pureza! Contad con mis oraciones y Santo Sacrificio de la Misa. Y no os olvidéis de pedir por mí. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
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Carta de felicitación a las nuevas Postulantes MESST. (118) Dic. 16 de 1946 San Luis Potosí. Muy amadas hijas en Cristo: Por fin habéis llegado al lugar de vuestros deseos y donde Dios os esperaba con el don más precioso, el de vuestra vocación religiosa y misionera. Dad gracias por esa vocación, que como os digo, es preciosa; pero por ser preciosa debe costaros mucho. Y la moneda para pagarla es el AMOR Y EL DOLOR. Por eso váis a amar mucho, váis a amar A LO [118] SANTO, por eso váis a ser generosas en el sacrificio, la generosidad hace a los santos. Pero en medio de todo váis a vivir en paz. ¡Qué llena de paz es la vida consagrada a Dios! Sin las inquietudes del mundo, vuestra única preocupación debe ser AGRADAR A DIOS, velar por la causa de Dios. Y si vosotras viviréis sólo para Dios, Él se dará sin medida a vuestra alma. Pero sed generosas en el amor y en el dolor. ¡Llenaos del Espíritu Santo para que sepáis dar a lo divino! Cuando os llegue alguna tentación del mundo, volved vuestros ojos a Dios y a las almas y despreciad esas tentaciones. No hay que volver atrás porque la meta os espera con mil bendiciones. ¡“Os esperan la Santísima Trinidad y las almas”! ¿Dejaréis a Dios por volver al mundo? ¿Abandonaréis a esos millares de almas que os esperan para poder salvarse? ¡Eso nunca! Primero morir en el más cruel desamparo que traicionar vuestra santa vocación! Si morís, vuestra vida al cortarse en este mundo, comenzará la otra que es eterna. Y seguiréis viviendo en muchas almas, las redimidas con vuestro sacrificio unido al de Cristo. Pero aún más, vuestra vida será alegre, santamente alegre. Dad con alegría, así como Dios se os dio con alegría. Amad vuestro Instituto como él os ama. No omitirá nada por vuestro bien. Tampoco vosotras omitáis nada en su servicio. Os mando una grande bendición al comenzar vuestra nueva vida. La pongo en las manos purísimas de María para que Ella os la dé en mi nombre. ¡Amadas hijas! ¡Adelante y arriba! ¡ADELANTE, hacia el Calvario donde está la Cruz Redentora de Cristo! Hacia ARRIBA donde Dios tiene preparada la corona del triunfo para sus fieles servidores. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [119]
Puntos para el retiro de fin de año. Enviados por nuestro Padre el 31 de diciembre de 1946. (120) 1.- Recordar las principales gracias que Dios ha concedido en este año tanto al Instituto en general como a nuestra alma en particular. 79
Fue el año de la erección canónica del Instituto. Su nacimiento oficial en la vida de la Iglesia. ¿Cómo podremos agradecer ese nacimiento? En él nacieron TODAS las vocaciones a la Obra. Almas que darán mucha gloria a Dios; que extenderán el reinado de Dios sobre la tierra. Fue el año en que pronunciaron sus votos perpetuos las primeras Misioneras Fundadoras de la Obra. Almas adheridas para SIEMPRE a Dios y a la Obra. ¡Cuánta gratitud por parte de ellas! Año en que otras muchas hicieron sus votos. Fue el año de la erección canónica del Noviciado. Lugar donde se formarán las futuras Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Lugar de TRANSFORMACIÓN; allí dejarán el hombre viejo para revestirse del nuevo según su santa vocación. ¿Cómo agradecer ese favor? Allí se renovará constantemente la juventud del Instituto. Allí las almas tomarán el querido COLOR de la obra. 2.- Gracias especiales a cada una de las Misioneras. – La perseverancia en la vocación es una gracia; el DOLOR sufrido por amor es una gracia. El PERDÓN es una gracia. Y ¡cuántos sacrificios, cuántos perdones para las almas este año! Fue el año del perdón. Los votos; las entregas totales; los actos de contrición. 3.- PROPÓSITOS para el nuevo año. Darse más a Dios en la Obra.- Santificarse en el espíritu de su santa vocación.No medir el sacrificio cuando Dios lo pida. Buscar SIEMPRE la perfección de las obras.Obediencia y Pureza, para estrechar la unión con Dios. UNIÓN con cada una de las Divinas Personas. UNIÓN con MARÍA, imitando su obediencia: “Ecce ancilla” [120] y su pureza: “Tota pulcra es...” Pedir el auxilio de los Santos Ángeles y agradecer el auxilio de los Santos Protectores del Instituto, la Santísima Virgen, San José, etc. Invocar la ayuda de las almas glorificadas; de las almas del Purgatorio, en especial de los Sacerdotes difuntos que están en el Purgatorio y de los que están en el cielo. Agradecer al V. P. Félix de Jesús Rougier lo que ha hecho por la Obra. Pedir sus nuevas bendiciones. Concluir el año con un acto intensísimo de contrición por los pecados y faltas; con un acto de agradecimiento; con un acto de amor. DEO GRATIAS! ET MARIE MATRI DEI!
Año 1947 Circular desde San Luis Potosí, abril 5-1947. (121) Notas de sus ejercicios. Muy amadas hijas en Cristo: Como en otras ocasiones, quiero participarles algo de lo mucho que Dios nuestro 80
Señor, en su infinita bondad, me ha dado en los presentes ejercicios. Gracias a Dios, vuestra Obra se ha establecido sólidamente, contando con la aprobación y las bendiciones de la Iglesia. Ahora sólo os toca poner en práctica la hermosa doctrina que se os ha dado y prepararos convenientemente para las diversas actividades que son propias de la Obra. Debéis también con vuestro amor y observancia alcanzar de Dios las vocaciones santas que son necesarias para desarrollar la Obra. Pero esa obligación de santidad recae de una manera especial sobre vosotras que podéis llamaros LAS PRIMERAS y en cuyo molde se formarán las futuras. Precisa una cohesión muy grande entre todas, debiendo unirlas la perfecta caridad. Espíritu de fe y amor fi[121]lial para vuestros Fundadores, permaneciendo siempre fieles y adictos a sus enseñanzas. Esto es de suma importancia. Como una recompensa a esa docilidad y adhesión, Dios concederá gracias de fervor y atraerán a otras muchas almas a formar parte de la Obra. Urge sobremanera conservar y aumentar el fervor en el Instituto. Se entreven grandes gracias para el futuro; pero entiendo que esas gracias están ligadas a vuestro fervor y observancia. Que en las Casas con poco personal hagan todo lo posible para cumplir con sus observancias, haciendo, si es necesario, grandes sacrificios para ello. Será un esfuerzo muy agradable a Dios y cuando aumente su personal, encontrarán esas nuevas, ejemplos preciosos que imitar, y encontrarán FUEGO de amor divino en la Casa. *** Ahora quiero transcribiros algunas de mis notas de Ejercicios. Lo hago con la confianza de Padre, esperando que vosotras lo sepáis emplear con discreción y lo recibáis con afecto de hijas. *** 28 de marzo, Entrada a Ejercicios: “Hace 10 años hice en esta misma Casa (nuestras Hermanas de la Cruz) mis santos ejercicios. En estos 10 años ¡cuántas cosas han pasado en el mundo y en mi alma! Dios Nuestro Señor me llevó a México en aquel año (1937) para concederme pasar los últimos meses cerca de nuestro venerado Padre Fundador. En ese tiempo, tan corto, pude entrar más y más en el alma de nuestro Padre y él en la mía. Sus últimas palabras y consejos han quedado profundamente grabados en mi alma. ¡Qué gracia tan grande! Contemplar el fin de una vida tan santa y tan preciosa, sobre todo para nosotros, sus hijos! Sus bendiciones, sus promesas y también las mías. Entre ellas cuento una que me parece abarcarlas todas: le prometí solemnemente continuar su MISIÓN de glorificar al DIVINO PADRE. –Siempre he creído que las lágrimas más conmovedoras de Jesús fueron las derramadas en silencio al contemplar la gloria de su Padre, a través de aquellas al[122]mas que serían sus consuelos y su gloria por el amor que tendrían a su 81
Divino Padre. Y nuestro Venerado Padre Félix, fue la imagen de Jesús glorificador del Padre. Y yo tuve la dicha inmensa de enjugar su última lágrima. Esa lágrima que como la de Jesús, ya no fue de dolor sino de gozo, al contemplar consumada su obra y ver cómo su sacrificio tendría una recompensa indecible, en la gloria del Padre. La última lágrima, fruto del último aliento, del último acto de amor y dolor; la recogí y con ella la preciosa herencia de nuestro Padre, y antes que suya, de Jesús y de María: LA HERENCIA DEL AMOR AL PADRE! Y ahora vengo por primera vez a hacer mis ejercicios dentro del Corazón del Padre. Digo por primera vez, no porque antes me haya sentido fuera de Él, sino porque al comenzar este nuevo año, hice una consagración y un acto de AMOR Y ABANDONO ABSOLUTO a mi Divino Padre. Allí en su seno vivo muy especialmente y todo lo contemplo a través de su mirada y TODO LO AMO con su amor.... 1er día, sábado 29 de Marzo. “La gran sabiduría del hombre debe ser adherirse a Dios y desprenderse del mundo. Se dice que esto cuesta mucho; pero si consideramos la hermosura, el poder y la misericordia divinas, entonces todo cambia. Es difícil dejar una cosa que nos gusta cuando no se nos ofrece otra mejor. Cuando esto pasa, hacemos el cambio sin vacilar. Cuando Dios nos pide que dejemos el mundo del pecado, ese mundo que en todo miente, hasta en sus placeres, nos ofrece en cambio la posesión de su amor que encierra toda dulzura. Si el mundo conociera a Dios, seguramente lo amaría. Dios es Espíritu y sólo el hombre espiritual puede conocerlo y amarlo. Por eso necesitamos tanto ser transformados de carnales y materiales en espirituales. Dios.
Esa transformación es la obra de la gracia y se activa en la comunicación con
El espiritual quiere vivir en esa comunicación constante por medio de la oración. El Espíritu Santo viene [123] en su ayuda y lo envuelve en esa atmósfera divina donde todo habla de Dios, porque todo se contempla a través de Dios. Es la mirada sencilla del que ha purificado su alma. La dicha eterna consistirá en la contemplación de Dios. No puede pues, ser fastidioso en este mundo lo que hace feliz en el otro. Más, ¿cómo hacer para lograr esa unión, ya que el mundo quiere atarnos a él con cadenas tan gruesas? Jesús dijo un día: “Y cuando Yo sea exaltado (en la Cruz), todo lo atraeré hacia Mí”. Para sentir esa atracción es preciso volver los ojos a la Cruz. ¡Jesús Crucificado! He ahí el secreto de nuestra liberación del mundo. Su Sacrificio habla a favor nuestro; su poder confunde a Satanás. De la Cruz viene la gracia del Espíritu Santo. Y ese Espíritu nos hace fuertes, nos da el gusto por lo divino, nos enseña el lenguaje del cielo. Para triunfar, necesitamos ofrecer constantemente a Jesús Crucificado como Víctima al Padre Celestial y UNIRNOS en esa oblación. ¡Cruz 82
de Jesús, fuente de luz y de verdad, fuente de amor y de pureza, bendita seas!” -o“La fuerza arrolladora de Jesús Crucificado, el gran atractivo que ejerce en las almas, todo está orientado a la gloria del Padre. Cuando Jesús atrae a las almas, las lleva al seno del Padre para que encuentren su descanso y su paz. ¡Oh Jesús! Atráeme fuertemente, llévame al seno del Padre, y haz que aun en este mundo gustemos esa dicha que será nuestro cielo. Dame tu poder divino de atracción para conquistar almas y llevarlas a tu Padre! Si tu Cruz atrae, ¿no sufriste ante todo por la gloria de tu Padre? Pues yo reclamo ese poder ESPECIAL de tu Sacrificio para atraer las almas hacia el Divino Padre... Pero si el atractivo de la Cruz se ejerce por el Espíritu Santo, yo quiero estar LLENO de ese Espíritu. Tendré que hablar de Él para que Lo conozcan y lo aprecien. Y cuando lo gusten, bendecirán, oh Jesús, tu divino Sacrificio. [124] Entonces te conocerán COMO ERES, porque sin ese Espíritu, NADIE te conocerá y menos aún podrá dar testimonio TUYO en el martirio que le sea asignado. Tú, oh Espíritu Santo, que en cooperación con María realizaste el misterio de la Encarnación, Tú que llevaste a Jesús a la Cruz y que en ella reglaste a María con la hermosura divina que ninguna criatura ha tenido, sigue tu obra de amor, sigue en unión de María formando a Jesús en las almas para que descubran los secretos de la Paternidad divina. ¡Espíritu Divino! Aquí tienes de nuevo a tu Misionero llamándote, con gemidos inenarrables porque son tuyos...No sé cuánto tiempo falte para consumar mi carrera; pero ahora que voy sintiendo ya el agotamiento físico, quiero entrar en una ACTIVIDAD intensísima; actividad de amor y de dolor. Esa actividad estará dirigida por Ti, Tú sabes, oh Espíritu de amor, el gran compromiso que he contraído con Jesús: formarle los glorificadores de su Divino Padre; aquéllos que Lo amarán en espíritu y en verdad. ¡Cómo podría yo conseguirlo sin Ti! ¿Dónde encontrar esas almas en un mundo tan grande y donde lo bueno se mezcla con lo malo? Sólo Tú puedes hacerlo, ATRAYENDO esas almas hacia mí. Por eso necesito que Tú vivas en mí; pero como lo quieres, en grande INTIMIDAD, contento, como viviste en Jesús, cuyas veces hago: “pro Christo legatione fungimur”... Así no me engañará el mundo y podré descubrir ya muy cerca de mí esa almas que Jesús conquistó para su Padre y que Tú has de llevar a una santidad tan grande. Nuestro Padre Fundador me dijo que debía ser Apóstol tuyo y quiero serlo; pero por eso mismo lo seré del Padre y del Hijo; lo seré de María. Tú eres su Espíritu y María fue la obra maestra de tu poder entre las puras criaturas. Por eso quise formar un núcleo de almas adoradoras del Padre y que vivieran la vida Trinitaria; pero animadas por Ti...... etc. [125]
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2º. Día, domingo 30 de marzo1 -1947 “Pasando por mi alma la idea de si habría sido fiel al espíritu de mi Congregación y de las Obras de la Cruz, sentí en mi alma una grande confianza y me dije: “Como el camino que he recorrido me ha llevado al seno amorosísimo del Padre, creo que ese camino ha sido bueno. Como los hijos espirituales que Dios me ha dado, llaman sin cesar al Padre y buscan sólo su gloria, creo que esos hijos son legítimos y que traen todas las bendiciones del cielo. “Y mi alma se sintió de veras como en el cielo, como acariciada por la mirada amorosísima del Padre. -o¿Cómo dudar ahora de que los caminos de mi vida serán rectos? Si no me muevo sino por la voluntad del Divino Padre, si Él es el Dueño absoluto de mi vida? Si en algo o en mucho equivoqué mi pasado, poderoso es mi Padre para remediar mis errores, que por otra parte habrán sido involuntarios, porque NUNCA recuerdo haber hecho una cosa de importancia creyendo que era contraria a la voluntad de Dios. Seguramente por eso Dios salió en mi ayuda y enderezó mis caminos. Considero como una gracia este sentimiento de mi alma, pues necesito caminar con absoluta confianza en Dios. No quiero que el cielo de mi amor al Divino Padre sea empañado por ninguna nube. Es mi fuerza, mi grande estímulo, saber que VIVO EN EL PADRE y que el Padre VIVE EN MÍ. En ese cielo de amor al Padre sólo se cierne el Espíritu Santo; pero EL UNE, EL TRANSFORMA, Él me enseña los secretos del Corazón del Hijo y me permite decir con dulzura como infinita: “Abba Pater”! El me permite percibir el amor del Padre a su Divino Hijo y oír como si lo dijera a mi alma: “Hijo mío!” En ese cielo de mi amor al Padre, sólo brilla una estrella que es María; pero Ella, lejos de impedirme la contemplación tranquila de mi Padre, baña mi alma con su candor, ilumina mi vista y con suavidad [126] incomparable me enseña el secreto de mi felicidad y de la complacencia de mi Divino Padre, diciéndole siempre con Ella: “Ecce...Fiat...! ¡Oh alma mía! Gusta de las cosas del cielo y alegra el destierro de las almas, participándoles de la dulzura que se encuentra en la unión con Dios. “Conversatio nostra in coelis est”... -oY respecto a lo hecho por las Obras de la Cruz, quiero decir una vez más que las he amado y las amo con pasión. Pero asegurar lo que por ellas haya hecho o dejado de hacer, no puedo decirlo. Es el secreto de Dios... Si yo he amado y amo a las Obras de la Cruz, el testimonio lo darán mis hijos espirituales. Si ellos aman y trabajan por las Obras, me sentiré feliz por comprobar que fui comprendido, ya que si mi vida, la debo a las Obras, mis hijos espirituales, extensión de mi vida también se deberán a las Obras... 1
Nota el tomo 01 dice “ abril”, sin embargo de acuerdo a la secuencia de los días corresponde al mes de marzo, cfr. Tomo 33, p. 137
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3er. día, lunes 31 de marzo ...“Del amor al Padre se derivó en Jesús su amor a las almas. Son la obra de su Padre, son seres destinados a la gloria de su Padre, son el don de su Padre. Por eso las amó hasta la Cruz, por eso el Sacerdocio y la Eucaristía, por eso tantas Obras que trabajan en salvar y santificar a las almas. Pero el cielo del Sacerdote se multiplicaría como al infinito, si COMO JESÚS, viera en las almas a SU PADRE, si de veras fuera Padre para ellas; si como Jesús, se crucificara por ellas para llevarlas al Padre. -oA eso vino el Verbo a este mundo, a darles hijos adoptivos al Padre. Y quiere que sean hijo como Él y en Él; por eso quiere tan perfectas a las almas, por eso quiere a sus sacerdotes como los primeros HIJOS DEL PADRE, ADORADORES Y GLORIFICADORES SUYOS... ¡Qué hermoso sería que todos los sacerdotes del mundo comprendieran el espíritu de la Cruz y lo enseñaran. Todo lo que antecede es el espíritu de la Cruz y del Corazón sacerdotal de Cristo. Con razón ha dicho el Señor el Apostolado de la [127] Cruz hará mucho bien, siendo escuela de perfección. Leí en Bossuet: “La ciencia de la Cruz hace cristianos; la predicación de la Cruz produce apóstoles”. Y también: “La Cruz no es solamente el santuario de un Pontífice y el altar de una víctima, sino la Cátedra de un maestro y el trono de un legislador”. San Pablo decía: “No quiero gloriarme sino en la Cruz de Cristo; ni saber otra cosa que a Jesús y Jesús Crucificado”: Allí está toda ciencia, la más alta sabiduría. El compendio de su amor al Padre y a las almas. De la Cruz viene el Espíritu Santo y con sus dones prepara la mansión pura y santa para que habite en ella la Sabiduría Eterna y Encarnada, Jesucristo. La Cruz fue la vida de María, por eso reprodujo como nadie la vida de Cristo. ¡Oh Jesús! Atráenos desde la Cruz a la Cruz; pon cadenas de amor indestructibles para que nunca nos apartemos de Ti. La Cruz y el Espíritu Santo salvarán al mundo y lo harán santo y feliz... 4º. Día Martes 1º de abril Comienzo este día con mi alma completamente pacificada. Mi confianza en Dios es absoluta y por eso descanso en el amor divino. Todo será en mí como una creación que manifieste ese poder. Dios creará en mí un corazón nuevo, según el Suyo; Dios me dará todas las gracias (creación divina de amor), para cumplir su divina voluntad. La obra que yo haga, será la obra de Dios y por eso para Él siempre todo honor y toda gloria y para mí la obligación de vivir en continua ACCIÓN DE GRACIAS, por haberme querido tomar como la nada de la que Él sacó su gloria, manifestando su poder creador y su bondad difusiva, comunicada en abundancia sobre todo en el campo de las almas. En esas circunstancias nada debemos temer, y únicamente debemos averiguar 85
cuál es la voluntad de Dios para cumplirla en su nombre. -oLeyendo y recordando tantas cosas divinas a favor de nuestra Congregación y de las almas, he senti[128]do revivir también en mí un amor que ya nació grande y que ha ido desarrollándose en los años que llevo en la Congregación. Sí, éste es mi mundo, ésta es mi atmósfera preferida: vivir en la intimidad con Jesús y por Él y con Él amar al Espíritu Santo y al Divino Padre. Esos amores que unifica el Espíritu Santo, son mi vida. Pero no sólo revive aquel amor, sino que nace a cada momento otro nuevo, más puro, más delicado, más intenso. No se equivocó Jesús cuando anunció, mucho antes de que naciéramos, que en nuestra Congregación se le amaría con delirio, que sería nuestro Hermano Mayor, y que siendo Él el Sol, nosotros seríamos los rayos de ese Sol, para iluminar, calentar y fundir a las almas en ese molde Jesús, para la gloria del Padre. Quiero en esta ocasión agradecer a Jesús en nombre de todos mis Hermanos, el amor que nos tiene. Quiero en especial agradecerle lo que ha hecho con mi alma pequeñita. Pero, oh Jesús, ahora no estoy solo; Tú me has dado hijos espirituales, y ellos están identificados conmigo. Sus corazones laten como el mío y por eso siento que mi corazón se hace más y más grande. Allí encierro los tesoros de mis hijos: amor de humildad, amor puro, amor purificado, amor cándido, amor seráfico, amor sacrificado, amor... pero ¿para qué sigo si Tú lo conoces porque íntegro ha pasado a tu divino Corazón, para ser ofrecido en tu unión al Divino Padre? Te felicito una vez más por tus Oasis; te felicito por los hijos que nos has dado. ¡Se parecen tanto a Ti! ¡Son tan predilectos de tu Padre! ¡Los ama tanto el Espíritu Santo! ¡Son tan amantes y tan amados de María! Cuando los toma en sus brazos Ella, te contempla en ellos y como a Ti, los ofrece como víctimas al Divino Padre!” ¡Son la alegría de tu Corazón y la complacencia de tu Padre! ¡Ellos alegran también mi vida, porque sé que te consuelan!... Y entre ellos me tocó la dicha de darte los más [129] amados... goza con ellos, Jesús mío, sé glorificado en ellos. ¿Qué paternidad natural podrá dar alegrías semejantes y engendrar hijos tan bellos? ¡Oh Jesús! Déjame desahogar mi alma, pues quiero hacer el elogio de la pureza y de tu amor; quiero hacer honor al amor que le tienes a tu Padre y a las almas, que te recuerdan a tu Padre, que son para tu Padre. Quiero sentir cerca de Ti, una vez más, la dicha de ser sacerdote, de ser Misionero del Espíritu Santo, de ser Padre de aquellas almas... ¡Síguelas amando mucho, ya que tu amor es sin arrepentimiento; que las amen quienes a Ti amen y esto sólo por tu gloria, no porque ellas necesiten amor fuera del Tuyo, del divino, que es su vida. ¡Oh Jesús! Y también ámame a mí; pero mucho, mucho, como Tú sabes amar a 86
quien se desvive por la gloria de tu Padre; por la gloria de tu Madre Santísima; por date gusto, por extender el reinado del Espíritu Santo y de la Cruz. Ámame porque tu amor es mi vida y mi vida es la de otras muchas almas... Ámame para que el Padre me ame; para parecerme más a Ti, para que mis hijos sean una fiel imitación tuya. Ámame para que María me lleve siempre en sus brazos y en su Corazón... ¡Oh Jesús, ven a mi alma, poséela, transfórmala, divinízala... Oh Jesús, ven!... 5º. Día Miércoles 2 de abril. “¡Cuántos secretos de fecundidad y amor encierra la devoción al Espíritu Santo! De veras que es devoción de luz y amor. Por eso sólo Él descubre la hermosura del Verbo, del Verbo Luz, del Verbo Amor! Por eso sólo el Espíritu Santo nos introduce en los secretos divinos del amor del Padre, amor de incomparable ternura y fecundidad; amor que engendró al Verbo; amor de donde procedió el mismo Espíritu Santo. Tan necesario era poseer ese Espíritu, que Jesús no vaciló en sacrificarse para que el mundo lo recibiera. Pero ese Espíritu pide recipientes vacíos, almas puras. Y Jesús purificó al mundo con su Sangre, lo sigue purificando con su Eucaristía. Purifica a las almas en la penitencia y todo para que reciban al Espíritu Santo. [130] Jesús nos habló de los secretos de su amor al Padre; nos habló con fuego del Espíritu Santo; pero quiso que fuera el Espíritu Santo quien descubriera al mundo los SECRETOS DE SU CORAZÓN, quien diera testimonio suyo. Quiso que ese cuadro divino y hermosísimo que en la eternidad representa el amor del Padre para el Hijo y de Éste para su Padre, lo descubriera en el mundo el Espíritu Santo, el Testigo de aquella vida de amor en la Trinidad. Por eso el Espíritu Santo obró la Encarnación, por el Espíritu Santo formó a María toda Pura, por eso el Espíritu Santo preparó la morada al Verbo en almas que lo reciban en la Eucaristía y en otras que lo lleven para siempre, haciéndole sentir el amor tierno de su Padre a través de esas almas. La grande glorificación del Verbo corresponde al Espíritu Santo; pero lo hará cuando lleve las almas al Padre. En el seno del Padre se consumara todo honor y toda gloria. Allí el Espíritu Santo iluminará el misterio de la Trinidad, allí se hará ver a las almas felices que logren, el grande secreto de glorificación del Verbo que no es otro sino el amor infinito de su Padre. Y ese amor es el Espíritu Santo. ¿Qué mejor Testigo? ¡Oh Espíritu Santo! Hoy como en el primer año de mi Noviciado, te prometo ser tu apóstol; pero ahora con más precisión, quiero decirte que lo seré sobre todo para hacerte amar de los sacerdotes y de las almas escogidas. Que se reproduzca la escena del Cenáculo- ¡Que vengas a los corazones sacerdotales para que ellos incendien al mundo con tu amor! Pero que te reciban como los Apóstoles, POR MEDIO DE MARÍA. Que de Ella pase el fuego divino a sus almas. Así su amor llevará siempre el perfume del Verbo; 87
perfume elaborado en el Corazón de María por el Espíritu Santo. -oQuiero almas que mediten este misterio (la Encarnación) y que lo han suyo y que vivan perdidas en él por la gratitud y la correspondencia; pero necesitan luz y esta luz sólo puede venirles por el Espíritu Santo. (n. M.) [131] ...“Deben honrar al Corazón de María más allá de mi Pasión y muerte, en sus martirios de Soledad, que fueron los más crueles para Ella y los más copiosos en gracias para los hombres. “Esa etapa de su preciosa vida no es honrada.... Su corazón se representa con rosas; pero debajo están las espinas. “Rosas que significan las gracias para sus hijos; pero compradas con dolores infinitos, con lágrimas y martirios que sólo Yo vi y medí en tamaño. “Y es que una madre y más María, las espinas y los dolores los deja para Ella y las rosas y las caricias y no los sacrificios, es lo que enseña a sus amados hijos. “Para estos últimos tiempos, destinados al reinado del Espíritu Santo y triunfo final de la Iglesia, estaban reservados el honrar los martirios de Soledad de María, su Esposa amadísima... martirios en que sólo la virtud y fortaleza de este Divino Espíritu pudo sostenerla con vida! “Vivió para dar testimonio de Mí en mi Humanidad, como el Espíritu Santo lo dio en mi Divinidad. Vivió como para ser el instrumento material del Espíritu Santo en la naciente Iglesia, como Él era divino y espiritual. “Vivió para dar el primer alimento a esa Iglesia única, verdadera, y merecer en el cielo los títulos de Consoladora, Amparo, Refugio de sus hijos... Esa etapa de María es casi ignorada. “Al pié de la Cruz nacieron sus hijos; mi muerte les dio la vida en el Corazón de María; pero Ella antes de morir, debía en la tierra manifestar esa Maternidad, comprando con los crueles dolores de mi ausencia, las infinitas gracias presentes y futuras para sus hijos. “La aureola especial de Madre de la humanidad, la conquistó María con sus dolores de soledad después de mi muerte. ¿Y acaso el mundo conoce, aprecia y agradece esto? “Pero ha llegado el tiempo de que los hijos sean hijos y estimen ese Corazón destrozado con los martirios más finos y sensibles para hacerlos felices.... “ 6º. Día Jueves Santo 3 de abril. ¡DÍA DEL AMOR! Día Eucarístico Sacerdotal, Día del Divino Padre, del Espíritu Santo y de María! [132] En este día nos dijo Jesús: “Ya no os llamaré siervos sino amigos, porque os he revelado todos los secretos de mi Corazón”. Es pues el día de las confidencias de Jesús para sus sacerdotes; ojalá lo fuera también de nuestras confidencias para Jesús. Mi confidencia para Ti, oh Jesús mío, Sacerdote del Padre, es el deseo ardiente de que todos los sacerdotes nos 88
transformemos en Ti y vivamos para Ti. Pero Tú dijiste: “Ego vivo propter Patrem”, viviste por el Padre y para el Padre; para Él tu amor, tu inmolación; por Él tu celo por las almas; por Él tu amor ardiente y divino para tu Santísima Madre. ¡Qué ideal para el Sacerdote! Vivir como Jesús para el Padre! Nuestra Misa, el gran Sacrificio de Jesús Sacerdote, al que unimos el nuestro, para el Divino Padre. Nuestra plegaria siempre al Padre, en nombre de su Divino Hijo, en la unidad del Espíritu Santo. Nuestro celo sacerdotal animado por el deseo ardiente de la gloria del Padre. Nuestro amor a las almas, reflejo del amor al Padre. Nuestro descanso en manos del Padre. Nuestro dolor, consolado por la complacencia del Padre. ¡Qué modelo más acabado de Sacerdote del Divino Padre, como lo fue Jesús! Tenemos pues, el carácter sacerdotal y las gracias sacerdotales. Y la gracia por excelencia debe ser el practicar nuestro Sacerdocio como Jesús. Jesús fue el Sacerdote del Padre. – Si alguno no entiende esto, debe estudiarlo y meditarlo sobre todo en el Evangelio, en los Santos Padres y Doctores de la Iglesia. Difícil no es, si consideramos las gracias de estado; pero puede serlo por causa de nuestra miseria, [133] por falta de celo y de amor, por no querer utilizar nuestros tesoros sacerdotales. Y precisamente para remediar esto, se necesita PREDICAR y sobre todo orar y sacrificarse a favor de los sacerdotes, para que el Espíritu Santo los ilumine, los abrase en el fuego de su amor. Que el Espíritu Santo reviva en nosotros aquel entusiasmo de nuestra ordenación sacerdotal. El Sacrificio del sacerdote y el de las almas sacerdotales UNIDO al sacrificio de Cristo, alcanzará esta gracia. ¡Almas víctimas a favor de los sacerdotes, pedid sencillamente que seamos otros Jesús, Sacerdote del Padre! Esto supone la transformación en Cristo, obra del Espíritu Santo y de María; esto supone la comprensión del secreto más íntimo del Corazón sacerdotal de Cristo: “el amor a su Padre” y por Él amor a las almas. Si toda una vida sacerdotal se empleara para conseguir esto, ¡feliz vida! Si una alma víctima sacerdotal lograra esta gracia para un solo sacerdote, ¡qué gloria para Dios! habría conseguido una victoria de consecuencias incalculables. ¡Qué vida tan bien sacrificada!... -oDecía Jesús a un alma: “Las quiero con esta orientación espléndida, con esta profunda sustancia: LA GLORIA de mi Padre. Sobre todo en ciertas almas, DEBE BRILLAR COMO ESTRELLA de primera magnitud este viso santísimo: la gloria de mi Padre... Esas serán especialmente llevadas a esta altura, saturadas de esta sustancia, orientadas a este fin: la gloria de mi Padre, ante todo y sobre todo”. (N. M. 1935) ¡Sí, Jesús mío! Yo doy testimonio de la verdad de tus promesas. Mi alma se ha perfumado con el amor del Padre; mi alma se ha transformado con su mirada; en el 89
seno del Padre he encontrado la paz y me he puesto a salvo de los ataques de mis enemigos... ¡Oh sí! Mi camino es cierto y seguro, porque es el que Tú quieres, el que Tú recorriste... Ahora, oh Jesús, trátame con la confianza de tus hijos predilectos, sigue mostrando a mi alma los secretos de tu amor al Pa[134]dre! ¡Oh Jesús! Creo en tu amor, a pesar de todo lo que yo conozco de miserable en mí, y de lo más que no conozco. Pero tu amor no se me ha dado por méritos, sino por pura bondad, por pura misericordia. Mi nada pregonará tu grandeza; tu amor a mi alma sacerdotal animará a otras muchas. Por eso hablo, por eso escribo. Sí, sí, a cada quien lo suyo. A Ti, todo honor y toda gloria; a mí el deber eterno de darte gracias. Eso deben hacer también mis hijos espirituales, UNIRSE A MI ACCIÓN DE GRACIAS, Por mí y por todos los sacerdotes, hasta el fin de los tiempos, y en la eternidad! Fiat. Fiat! -oVIERNES SANTO 4 de abril 7º. Día. ¡DÍA DEL DOLOR! “Puedo decir que hoy es mi día, porque todo me impulsa hacia la Cruz; mi pobreza espiritual, mi debilidad, mi cobardía, por un lado y por otro mis grandes deseos de la gloria de Dios, la vocación sublime que he recibido, la necesidad que tengo de poseer plenamente al Espíritu Santo para ser otro Jesús, Sacerdote Víctima del Padre; mi ardiente deseo de ser adorador del Padre en espíritu y en verdad, y mis grandes deseos de consolar a María en su Soledad, etc. Todo eso me impulsa a Jesús Crucificado porque allí lo encuentro todo. -oLeyendo algunas notas de mis ejercicios, precisamente hechos aquí hace 10 años, me he convencido más y más de la rectitud que nos guió al fundar, con aprobación y bendición y presencia personal de nuestro venerado Padre Félix, el Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Creo pues, sinceramente, que esa Obra trae desde su cuna las bendiciones del cielo. Quiere ser hija adicta, formada en el espíritu de la Cruz y para servir a las Obras como humilde y fiel cooperadora... -o8º. Día SÁBADO SANTO 5 de abril. “Pensando en María sola, en la exquisita ternura con que la cuidó San Juan, he sentido deseos inmensos [135] de complacerla, de acompañarla y de hacerla amar. Me he encomendado de veras al discípulo amado. Amado con predilección porque Jesús le dio sus dones más preciosos: su Cruz, su Madre y su Corazón. ¡Cómo hubiera hablado San Juan de María en su Soledad! Aquella mirada de águila, del hijo de la luz y la pureza que contempló la hermosura del Verbo, que sintió y comprendió las palpitaciones del Corazón de Jesús; él, ¿qué no descubriría en el Corazón doloroso y desamparado de María? Comprendió y compadeció. Por eso San Juan fue más que mártir; llevó en su 90
alma la Pasión íntima de su Maestro y de su Madre. ¿Pero, será justo que la tierra se vea privada de esas gracias que hubiera traído al mundo la predicación acerca de María, de un San Juan o de un San Pablo? Ellos mismos no lo aceptarán; entonces deben alcanzar del cielo la gracia de transmitir su espíritu a otras almas para que en todos los tiempos se alabe a María y se pregone su hermosura divina. Ya hemos visto aparecer esos grandes devotos de María desde los primeros siglos de la Iglesia. Pero no deben faltar y por el contrario, aumentar en número y amor. Quiera el Espíritu Santo que nuestra pequeña Congregación de Misioneros sea una fuente inagotable de apóstoles de María, hasta que se consumen los tiempos Dios lo puede hacer y lo quiere hacer. Llenémonos pues de santo júbilo porque María será más conocida, más y más amada, sobre todo en su vida oculta y dolorosa que siguió por 25 años a la muerte de Jesús. ¡Oh Madre, por tu Soledad desamparada, concédenos la gracia de conocerte y hacerte amar. Pero con un fuego nuevo y con un amor nuevo. El amor y el fuego que el Espíritu Santo ha querido traer al mundo en estos tiempos por las Obras de la Cruz. Sí, oh Madre, con esa luz divina del Espíritu Santo quiero contemplarte, con ese fuego divino quiero amarte y hacerte amar. ¡Para Dios no hay imposibles! [136] El que hizo de los Apóstoles sus grandes santos, puede también darnos su Espíritu y entonces no nosotros, sino Él en nosotros, realizará si es necesario para la gloria divina, prodigios mayores que los realizados por los Apóstoles. Entonces podremos decir como San Juan: “Puedo beber tu cáliz”; recibo a tu Madre, comprendo los latidos de tu Corazón! Entonces podremos decir con San Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” Y “por la gracia de Dios soy lo que soy” Entonces como Él, nos gloriaremos en nuestra pequeñez, en nuestra debilidad, para que brille a virtud de Cristo, para ensalzar la gloria de Jesús Crucificado.- Expectans expectavi! Y termino este extracto, con la esperanza de hacer bien a vuestras almas, y para agradeceros lo mucho que habéis pedido por mí. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María que os bendice.
Carta para el primer aniversario de la Erección Canónica- Marzo 25-47 (137) Muy amadas hijas en Cristo: El primer aniversario de la Erección Canónica del Instituto, en la fecha tan hermosa, escogida por Dios, o sea el día de la Encarnación del Verbo, está exigiendo una palabra de gratitud para la Trinidad Santísima, y una palabra de aliento para vuestra alma. 91
Sea pues en primer lugar, nuestra alabanza al Dios Trino y Uno, por la infinita misericordia de que ha usado con nosotros. Y luego, hagamos algunas reflexiones. Decía Bossuet: “Nada hay más grande en el universo que Jesucristo, y no hay nada más grande en Jesucristo, que su Sacrificio”. “Bossuet, dice el P. Grimal, parece condensar en esas palabras la primera página del bello Pre[137]facio que en 1677 Quesnel escribía para la primera Edición de “La Idea del Sacrificio y el Sacerdocio de Jesucristo, dada por el P. de Condren”: “La obra maestra de Dios es Jesucristo, y la obra maestra Jesucristo es su Iglesia y su Religión. Pero lo que hay de más grande, de más santo y de más augusto en Jesucristo, en la Iglesia y en la Religión Cristiana, es el Sacerdocio y Sacrificio de Jesucristo. “Su Sacerdocio es el fin de su Encarnación, como su Encarnación es el fundamento de su Sacerdocio. “Porque el Hijo de Dios no se hizo Hombre sino para ser el Sacerdote de su Padre y el Pontífice de la verdadera Religión; y no es Sacerdote, como San Pablo lo enseña (Hebr. V) sino porque es el Hijo de Dios. “Pero el fin del Sacerdocio del Hijo de Dios, es su Sacrificio. Se muestra por esto que la ciencia de la Religión Cristiana consiste en el conocimiento de la Encarnación, del Sacerdocio y del Sacrificio de Cristo”. Por eso el día de la Encarnación del Verbo fue en cierto modo el nacimiento a vuestra verdadera vocación; el Sacrificio de Cristo os dio la vida, siendo fruto de su amor sacerdotal. La Encarnación fue el `principio del Sacerdocio de Cristo porque entonces comenzó su sacrificio. La Cruz fue el altar del holocausto de Jesús Sacerdote, porque allí consumo su sacrificio. El Divino Padre recibió una gloria infinita del Sacrificio de Cristo; pero esa gloria se la dio como sacerdote. Por eso Jesús amaba su Sacerdocio y lo agradecía inmensamente a Aquel Padre que le diera esa sublime vocación (Hebr V) Del Corazón sacerdotal agradecido de Jesús nació vuestra sublime vocación. Nació en Nazareth el día de la Encarnación; se confirmó en la Cruz, cuando el Corazón sacerdotal de Cristo, envuelto en el supremo y último movimiento de gratitud a su Padre por su Sacerdocio, derramó la última gota de sangre, de esa Sangre divina que iba a rescatar muchas almas y a herir de amor a una porción escogida que con sus mismos sentimientos, y en memoria de la Sangre y agua que brota[138]ran de ese Corazón agonizante de Jesús, vestirían un hábito rojo cubierto por un manto blanco, símbolo de pureza y sacrificio; pero ante todo símbolo de amor, que siendo fuego lo consume todo y se convierte en luz divina. El Corazón sacerdotal y agradecido de Cristo encontró un eco inmediato el día de la Encarnación en el Corazón inmaculado y sacerdotal de María, la Virgen Madre, la “Virgen Sacerdote”. Pero sólo siendo Madre de Dios podía disfrutar de esa gloria, por eso el 92
sentimiento que dominaba en el Corazón de María, era la gratitud por ese privilegio, y por eso también las hijas que nacieron al encontrarse dos almas y al fundirse dos amores: el alma santísima de Cristo con el alma inmaculada de María, el amor sacerdotal de Cristo con el amor sacerdotal de María, debían estar amasadas en una GRATITUD que expresara el sentir de esas almas y sintetizara esos amores: el sentimiento de la gratitud del Corazón de Cristo por su Sacerdocio eterno, el sentimiento del Corazón de María por aquella Maternidad divina que le permitía sentir antes que nadie en este mundo, las palpitaciones del Corazón del Hombre Dios, del Sacerdote Eterno. Esa Maternidad divina que le permitió contemplar y participar en el grande homenaje de gratitud y amor sacrificado que a la Trinidad Beatísima ofreciera el Sacerdote Eterno, Cristo Jesús, en el altar de su alma inmaculada; que le permitiera también ver descender del cielo el fuego devorador y transformante del Espíritu Santo, y sentirse envuelta en la mirada dulcísima del Divino Padre, quedando para siempre sumergida en un océano de paz. Por eso quiso María que estas hijas suyas se llamaran Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad; ya que el misterio de la Encarnación se debe ante todo al poder creador de la Trinidad Santísima; ya que Ella, María, proporcionaría al Verbo Encarnado aquella substancia que le permitiría ofrecer el grande holocausto a la Trinidad Santísima. *** El sacerdote debe vivir en el altar y para el Sacri[139]ficio. Toda alma sacerdotal debe cifrar su dicha en el sacrificio. Debe llevar al altar su propio sacrificio para UNIRLO al gran sacrificio. Allí se transformará en gloria divina y en gozo espiritual para el alma. No habrá para ella gozo más puro que el proporcionado por el Espíritu Santo en el altar del Sacrificio. Por eso, amadas hijas, vosotras no debéis buscar los consuelos humanos, ni el gozo en las criaturas. Debéis vivir para el altar y tener los consuelos divinos que sólo allí se encuentran y que serán el fruto de vuestro dolor amoroso, unido al Corazón de Cristo. Por eso también en alguna ocasión os decía que yo le pedía a Dios que siempre que una Misionera Eucarística de la Santísima Trinidad quisiera asirse al mundo, a las criaturas, le punzaran agudas espinas para que luego se desprenda y vuelva a su centro que debe ser la Trinidad Santísima, amada, gustada y glorificada en el Santo Sacrificio del altar. Toda alma sacerdotal debe ser víctima; pero aquéllas que sintieron más las delicadezas de Jesús al instituir el Sacerdocio, cifrarán su dicha en consumirse con fines de agradecimiento por tan grande favor. Que la fiesta de la Encarnación del Verbo reviva cada vez más los hermosos ideales de vuestra santa vocación. Que se reanime el fervor y que cada día que pase en la vida del Instituto, sea un día de gloria y honor para la Trinidad Santísima; de consuelos para el Corazón sacerdotal de Cristo y para el Corazón de la Virgen Madre. Que el Señor os multiplique sin cesar y que sus bendiciones estén siempre con 93
vosotras. A esas bendiciones uniré siempre las mías. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [140]
Carta del 10 de mayo de 1947. Preparación a la Fiesta de Pentecostés. San Luis Potosí. (141) Muy amadas hijas en Cristo: El fuego de Pentecostés que ya se anuncia en las solemnidades del cielo litúrgico y que como suave brisa primero, acaricia a las almas sedientas de Dios para convertirse después en fuego devorador y en fuerte huracán consumiendo al hombre viejo forma al hombre nuevo y lleva muy lejos las cenizas de las cosas que pasan, me hace tomar de nuevo la pluma para hablaros de este modo en ocasión tan hermosa. “¡Pentecostés! ¡La fiesta del Amor y el entusiasmo! ¡Cuántas veces escribí o dije esas palabras, ansioso de comunicar fuego a las almas, y conquistar para el Espíritu Santo corazones ardientes donde Él pusiera su nido para convertirlas en apóstoles del bien! Y al calor de ese deseo mi alma soñaba, y para que ese sueño no fuera interrumpido, buscaba a veces las horas silenciosas de la noche, sobre todo el día de Pentecostés, cuando ya había cesado el trabajo con las almas en las diversas distribuciones piadosas de ese día, y en la capilla, impregnada aún por lo perfumes de fiesta grande, mi alma soñaba en un porvenir lleno de gloria para Dios. Y entonces veía en esos sueños almas hermosas, llenas de amor divino, sedientas de pureza y abrasadas en el celo por la salvación de las almas. ¡Sueños sacerdotales que deben haber conmovido al Corazón de Dios! Pero los sueños se iban convirtiendo en realidades... En el camino de mi vida iban apareciendo esas almas. Y era preciso agruparlas, por lo menos algunas, para que recibieran una formación más uniforme y seria... También ese deseo se realizó. Fue un 20 de noviembre; de varios puntos de México llegaron a la [141] Capital de nuestra patria y junto a un Sagrario y en la hora del Sacrificio de la Misa, escudaron la palabra ardiente y siempre entusiasta del Santo Fundador de los Misioneros del Espíritu Santo... Comenzaba una Obra que sería semillero de apóstoles, de vírgenes, de mártires. Una Obra donde el Espíritu Santo encontraría almas dispuestas para “dejarse hacer”, para recibir su gracia con verdadero deseo de aprovecharla. Almas en las que Él pudiera realizar su misión de “glorificar al Padre y al Verbo”, de glorificar a María; almas que conducidas por Él habrían de perderse en la unidad de la Trinidad. -oLa Obra, fecundada por la Sangre divina de Jesús y por el rocío divino de la gracia, ha ido creciendo y ve aumentarse cada día el número de almas que van a 94
buscar en su seno el fuego del Espíritu Santo que las transforme y divinice, a fin de realizar la obra de Jesús. El Corazón sacerdotal no se sacia, el Maestro divino le comunicó su deseo de la salvación universal y quiere más almas, y pide más apóstoles para llevar a los infieles la luz de la fe y para llevar a los fieles el fuego ardiente del Espíritu Santo que los haga gozar las delicias purísima del amor de Dios... -oAmadas hijas en el amor del Espíritu Santo: llamad sin cesar al Espíritu Divino; preparad vuestras almas para que las llene el Amor. Pentecostés prepara vuestra gran Fiesta Patronal de la Santísima Trinidad. Es el Espíritu Santo el único que puede introduciros en el seno amoroso de la Trinidad Santísima. El fuego de Pentecostés se convertirá en luz para penetrar más y más en los velos el gran misterio de nuestra Fe. Abrasadas en ese fuego y envueltas en esa luz, celebrad vuestra fiesta titular. ¡Dios y las almas! No olvidéis la palabra de nuestro Venerado Padre Félix de Jesús: “Os esperan la Trinidad y las almas!” [142]
La Trinidad para haceros felices, para que le deis gloria, las almas para salvarlas.
¡Oh Espíritu Santo! ¡Congrégalas de todas las naciones para que confiesen el Nombre de Dios y se gloríen en su alabanza! ¡Multiplica a las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, según tu voluntad divina que quiere la gloria de la Augusta Trinidad! ¡Mira a esos millones de almas que quieren conocer y amar al verdadero Dios, y por ellas y por tu gloria, haz que esa Congregación de almas aumente en número y en perfección! ¡Cúbrelas con tus alas y defiéndelas de todos su enemigos! -o¡Pentecostés! ¡Fiesta del entusiasmo del amor! Unidas a María, esperad esa fecha, amadas hijas; abrid vuestras almas al Espíritu Santo y veréis los prodigios de amor que en ellas realiza. Y aquel Sacerdote que ahora es vuestro Padre, seguirá pidiendo, seguirá soñando en almas cada día más santas, cada día más bellas, para conquistar con celo nuevo el mundo para Dios y a Dios para el mundo. ¡Vuestra misión es grande! ¡No desmayéis, porque el Espíritu de Dios será siempre vuestro Guía, vuestro amor y vuestra fortaleza! ¡Dejaos conducir por ese Espíritu y el triunfo será pleno! ¡Esposa del Espíritu Santo, cúbrelas con tu manto! Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María, que siempre os bendice.
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Carta sobre la Maternidad Divina de María. 11 Oct. 1947. (143) Muy amadas hijas en Cristo: La festividad de la Maternidad Divina de María, vuelve a poner la pluma en mis manos para escribiros estas líneas en honor de tan amada Madre. Si el entendimiento nunca acabará de comprender la gracia insigne de la Maternidad divina, el corazón nunca se cansará de dar gracias por ella. Ese don fue gratuito ciertamente; pero encontró un Corazón purísimo que al recibirlo lo amó y lo agrade[143]ció con esa forma tan encantadora de la humildad que es la gratitud que alaba y que se esconde para que sólo brille la grandeza del Don y la Bondad del que lo da. Toda gracia acerca a Dios; pero hay gracias de extraordinaria grandeza que no sólo acercan sino transforman y dan ciencia como experimental de Dios. Ese conocimiento arroba al que lo tiene y es ese divino éxtasis donde palpa la verdad suprema: DIOS LO ES TODO, el alma, el hombre, no es nada. Toda la bondad viene de Dios y se complace en derramarla en las almas pequeñas. María cantó su pequeñez, su humildad; pero quiso que resaltara la gloria de Dios en su alabanza. El torrente de la gracia divina encontró en el alma de María un abismo profundo y un mar inmenso donde derramarse. Y en María estaban en germen todos sus hijos, estaban sobre todo el Redentor del mundo y por Él y para ellos, el Espíritu Santo la LLENÓ de su gracia. Antes que nosotros recibiéramos las gracias en nuestro tiempo, María las agradeció toda su vida. Con su pequeñez manifestó al Señor la de sus hijos y pidió gracias sin cuento para todos. Y ¿qué decir de la misericordia de Dios para vosotras, al escogeros entre millares para hacer coro en unión con María y cantar su “Ecce” amorosísimo y su “Magnificat” interminable? Esa misericordia os exige una grande perfección; pero al mismo tiempo es el fundamento más sólido de vuestra esperanza. ¡Legión de almas pequeñitas, seguid adelante con la audacia del niño y con la confianza plena de los hijos de Dios! ¡No perdáis el tiempo en discutir con el enemigo, antes bien empleadlo todo en alabar al Señor! No busquéis armas para defenderos cuando éstas ocupen vuestros brazos, dejadlos libres para estrechar fuertemente a Dios, correspondiendo a sus divinos abrazos! ¡No dudéis NUNCA de la misericordia divina; pero adelantad siempre vuestras acciones de gracias! Dad, en una palabra, a toda vuestra vida, el [144] TONO de la gratitud. Entonces seréis un reflejo del alma inmaculada de María; entonces seréis un trasunto del Corazón de Cristo que embalsamó su vida entera con el perfume exquisito de la gratitud para su Divino Padre. Pero la expresión suprema de la gratitud en la tierra, se encuentra en el sacrificio. 96
Jesús solamente quedó satisfecho cuando consumó su inmolación en la Cruz. El Magnificat de María se consumó con su vida en aquellos años de amarga soledad y de cruel desamparo. El Magnificat de las almas que sienten con Cristo y con María, tiene que consumarse también en el sacrificio y en unión con la divina Víctima, y por manos de María, ser la correspondencia a las delicadezas indecibles del Amor Infinito. ¡Qué consoladora es la misión del que se ocupa en dar gracias a Dios! Es la misión divina de Jesús Hostia. Él nunca interrumpe su acción de gracias al Divino Padre. Lo mismo en el silencio y soledad de sus Sagrarios, como en los días de triunfo, cuando millares de alma Lo aclaman con delirio, Él no deja de ser la Víctima de acción de gracias. Hermoso ejemplo seguido por María, hostia de amor agradecido que se escondió como en un Sagrario en su casita del Monte Sión, como se había escondido en Nazareth; como se esconde ahora en el seno infinito de Dios. Amadas hijas: sed también hostias con la Hostia y desde vuestro ocultamiento, perdidas en el Corazón Inmaculado de María, alabad al Señor y bendecidlo por todo y de manera especial por los fines de la Hostia Santa entre los que ciertamente ocupa un lugar prominente el dar gracias por la Maternidad Divina de María. Ella lo sabe y por eso ha pedido que se ofrezcan Misas con ese fin. Quiere ver elevarse millones de veces la Hostia divina que es la única que puede pagar su deuda de gratitud. Pero también quiere “almas hostias”, las almas de sus hijos, que en unión con la Hostia Santa que es su [145] Divino Hijo, canten eternamente las misericordias del Señor. Hemos mandado celebrar y he celebrado ya centenares de Misas con el fin indicado por la gran Madre de Dios. Ahora multipliquemos las almas. Las pido como regalo de bodas en mi Jubileo Sacerdotal. QUIERO ALMAS, QUIERO MÁS ALMAS Y QUIERO MÁS SANTAS A LAS QUE YA ME PERTENECEN POR BONDAD DE DIOS! ¡Esas almas vendrán! ¡Sed vosotras más santas! ¡Dios lo quiere, amadas hijas! ¡Lo anhela la Madre de Dios! ¡Os lo pide el Sacerdote de vuestras almas, el que representa ante vosotras a Cristo Jesús y a Aquél Padre amadísimo que tenemos en el cielo! ¡Id siempre adelante, con el “ECCE” generoso de la buena voluntad y con el “SCIO cui crédidi” de la inquebrantable confianza! Así sea. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
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Año 1948 Carta sobre la caridad y la unión. (146) 25 de Marzo de 1948 Jueves Santo. Muy amadas hijas en Cristo: Hoy Jueves Santo, día del Amor, día de la Eucaristía y el Sacerdocio, quiero poneros estas letras para hacer un llamado a vuestro generoso corazón. Cristo nos dio el mandato nuevo del amor. Él mismo se inmoló por amor y por amor se quedó en los altares, en la Sagrada Eucaristía. Vino a predicar la caridad, el grande amor a su Divino Padre, el grande amor a las almas. Pero esos sentimientos de caridad los exigió de modo especial a los suyos. Pidió en este día a su Padre: “Ut sint unum”! la unidad por el amor. [146] Dios os llamó amadas hijas a formar una Congregación Santa en la que todos sus miembros deben estar gobernados por la “Obediencia y el amor”. Ese amor, motivo de la obediencia, debe llevaros a la inmolación plena dando la vida por Dios y por las almas. Pero en la vida lo que más vale es el amor. El sacrificio mismo si no fuera amoroso no valdría nada. De Cristo se nos dice: “oblatus est quia Ipse voluit”, se inmoló porque QUISO; es decir, POR AMOR. La unión más fuerte y duradera es la del amor; por eso Jesús quería la unidad de su Iglesia, no se cansó de predicar a sus apóstoles la caridad, como ellos la predicarían a los fieles. Sabemos que San Juan, el discípulo “a quien Jesús amaba”, no tenía otra recomendación para los suyos: “Filioli mei, dilígite altérutrum”... “¡Hijitos míos, amaos unos a otros”! La razón que daba: “porque ése es el mandato del Señor; y si se cumple, basta para todo”. A vosotras os ha unido el amor a Dios y el deseo de salvar almas. Váis a predicar el gran precepto del amor; queréis reproducir la vida de Jesús, amantísimo de su Padre Celestial; queréis extender el Reinado del Espíritu Santo, o sea el Reinado del amor a Dios. Para eso lo primero que habéis hecho es REUNIROS Y UNIROS, para formar ese nuevo “ser” que es la Congregación de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. En el nombre se anuncia ya lo que debe ser esa nueva Institución: “Reunión de almas llenas de amor agradecido para la Trinidad Beatísima”. Cada una de las Misioneras forma parte de ese cuerpo y cada una tiene la hermosa misión y la grave obligación de que la Obra cumpla su destino. Para ello deben estar llenas de la divina caridad. Si un miembro de nuestro cuerpo físico enferma, lo curamos con cuidado: la mano defiende al ojo y éste cuida a los otros miembros. ¡Con cuánta mayor razón debiéramos cuidar los distintos miembros de ese cuerpo moral que forma la Congregación! [147] Tal vez nos olvidemos con frecuencia que cada miembro tiene sus problemas y 98
que cumpliendo su deber va consumiéndose. Olvidamos que los enemigos de Dios tratan de arruinar ese cuerpo y para ello van atacando a veces los miembros más débiles, a veces los más fuertes. Esa lucha origina “desgastes”, que se traducen en enfermedades del cuerpo o abatimientos del alma. ¿Y sería justo que cuando nuestros hermanos luchan y sufren cosas que quizá NUNCA LLEGUEMOS a saber en esta vida, nosotros, sus hermanos, en vez de ayudarlos con nuestra caridad que es comprensión estímulo, disculpa, pequeños servicios o atenciones, oración y sacrificio por ellos, descarguemos por el contrario sobre ellos el golpe de nuestra injusticia? Si supiéramos lo que nuestros hermanos han hecho y sufrido ocultamente por Dios y por nosotros, ¡cuánta pena y vergüenza nos causaría nuestra actitud de jueces severos! Pidamos perdón a Dios por nuestras faltas de caridad, y en espíritu pongámonos a los pies de nuestros hermanos para besarlos con respeto y pedirles perdón de nuestras faltas de caridad. Dios ha bendecido vuestra Obra, amadas hijas, y comienza a abriros las grandes puertas del mundo pagano para convertirlo. Los Apóstoles antes de partir a la conquista del mundo, recibieron la plenitud del Espíritu Santo. ¡Qué gracia tan grande! En adelante ya no les faltaría amor, sus almas quedaron llenas de la divina caridad. En este día del Amor, pido a mi Jesús, que os conceda un Pentecostés íntimo a cada una de vosotras y que descienda plenamente sobre la Obra, el Espíritu de Dios. Que ese Espíritu llene de amor de caridad a TODAS Y CADA UNA de las actuales Misioneras y de las que han de venir hasta el fin del mundo. Pero que de modo especial llene a las que han de gobernar la Congregación en todos los tiempos. Que ellas, Superioras Generales, Consejeras, Superioras Locales, etc., sean ejemplos de caridad y que tengan a grande gloria como San Pablo, el “gastar[148]se y consumirse por sus Hermanos”. Y porque sobre ellas pesa la carga principal de la Obra, por eso también para ellas debe manifestarse la más pura caridad. Dios tendrá para ellas una recompensa especial y los miembros todos les deben no sólo respeto sino también veneración especial. Cuando los miembros más delicados del cuerpo están en peligro, se sacrifica sin vacilar los menos importantes; perdemos cualquier miembro para evitar una herida en el corazón. Como hijos adictos y llenos de amor sobrenatural, debiéramos exponer y aun dar nuestra vida para salvar la de nuestros Padres. ¡Qué hermosa es la caridad! ¡Fue la de Jesús muriendo crucificado, por el honor y gloria de su Padre! Fue la de María inmolando a su propio Hijo para glorificar al Padre. Si ése es el espíritu que os anima, amadas hijas, entonces podéis ya repartiros por el mundo. En realidad no habrá distancias, porque el amor os tendrá siempre 99
unidas. Amor a vuestro ideal, a vuestra Obra; amor sobre todo a Dios y a las almas. Quiero felicitar de modo especial a todas mis amadas hijas misioneras que se han distinguido por su caridad. Quiero agradecer a todas y cada una lo que han hecho por la Obra. Trabajos que todos ven y aprecian o trabajos ocultos e ignorados de los hombres; pero muy presentes al Corazón de Dios. Un recuerdo especial de gratitud a las abnegadas Hermanas Coadjutoras que con su generosidad permiten a sus Hermanas dedicarse a otros ministerios exigidos por la gloria de Dios. ¡Qué siempre sobrenaturalicen su vida de trabajo, ya que las acciones más humildes se convierten en saetas de amor cuando por Dios las hacemos! No quiero terminar esta carta sin recordar a las Superioras la grave y penosa obligación que tienen de velar por la conservación del espíritu de caridad en el Instituto y en la Obra. Que no vacilen en cortar los miembros gangrenados que fueren víctimas de sus faltas de caridad. Prime[149]ro tratar de salvarlos, amonestándolos con toda caridad; pero si persisten en sus faltas, entonces la caridad que debemos a la parte principal que es la Obra, las obliga a cortar lo dañado para que no cunda el mal en el resto del cuerpo. Ojalá que nunca lleguen a ser necesarias esas medidas. Y que para ello se proceda con mucha rectitud desde el momento en que las vocaciones lleguen a la Congregación. Será una GRACIA EXTRAORDINARIA, del cielo. Y así como Jesús la pedía hoy para los suyos, yo la pido con toda la fuerza de mi oración sacerdotal para todo el Instituto de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. ¡Que vayan siempre unidas a la conquista del mundo para Dios! En el Corazón Inmaculado de María deposito mi súplica; y a ese Corazón purísimo encomiendo vuestras almas. ¡Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz, guardando puros y sin mancha vuestra alma y vuestro cuerpo!! Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris et Filii et eiusdem Spiritus Sancti, descendat super vos et maneat semper. Amén. Afectísimo Padre en Cristo.
Carta de Nuestro Padre con motivo de la primera fundación en país de misiones. (150) Mayo 23 de 1948 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Quisiera en esta gran fiesta de la Santísima Trinidad, poder escribir a cada una 100
extensamente; pero Dios nuestro Señor nos pide este Sacrificio, ya que los intereses mismos que Él nos ha confiado, nos impiden contar con tiempo suficiente. En esta Carta Circular quiero decirles lo que llevo en mi alma para ustedes. En primer lugar quiero felicitarlas por la forma tan generosa como respondieron a mi Circular anterior. Veo cómo arden en deseos de perfección, y có[150]mo están dispuestas a enmendar cualquier falta que venga a estorbar los planes de Dios en el Instituto y en cada alma. Después de esto, quiero llamar poderosamente la atención de todas, para que pesen, en cuanto es posible, las gracias tan grandes que el cielo ha concedido a la Obra, especialmente al ser llamada por la Iglesia para cooperar en el campo propiamente misional. Sólo la bondad de Dios que se vale de lo pequeño para su gloria, puede explicar el haber sido escogidas para empresa tan gloriosa. Esa elección compromete nuestra gratitud y debe provocar nuestra generosidad. Creo que todos nos sentimos envueltos en profunda gratitud; y he visto con grande consuelo de mi alma, la generosidad con que han respondido todas a ese favor del cielo. El Instituto va a recibir lo que yo llamaría su bautismo de sangre. Primero la sangre del alma, para inmolarlo todo por la salvación de las almas; después, así lo espero, la del cuerpo, para regar con ella esas regiones dominadas por el error y que sólo la Sangre de Cristo y la de sus apóstoles, íntimamente mezcladas, puede convertir. Debemos pedir por nuestras Misioneras para que siempre estén a la altura de su deber. ¡Qué gracia tan grande para la Obra, si pronto tuviera mártires! Son gracias que no se merecen; pero el amor todo lo intenta. Si el martirio de sangre no está en nuestras manos alcanzarlo, sí podemos vivir trabajando con el celo de los mártires y sufrir el martirio del deseo. Pronto sonará la hora de despedir a nuestro primer contingente misionero: pronto llevaremos el hermoso espíritu de la Obra a la nacientes Cristiandades de Oriente; pronto se verá aumentada la Legión de “adoradores del Padre”; pronto será invocada la Santísima Virgen de la Encarnación, la gran Madre de Dios, la que hará sentir su inmenso amor de Madre a aquellas almas que se distinguirán en su servicio. ¿Cómo pagar estas gracias si no es con nuevo y ardiente amor a Dios, a María y a las almas? [151] Eso quiero, que a partir del día de la Santísima Trinidad se emprenda una cruzada de amor, pero amor generoso, amor entusiasta. Nadie debe quedarse atrás. Todas unidas por el Espíritu Santo; todas en brazos de María; todas muy cerca de la Cruz de Cristo. Todas alimentadas con el Pan Divino de la Eucaristía; todas perseverando unidas en la oración. Todas llenas del mismo gozo; todas llevando la misma Cruz; todas coronadas con la misma gloria. Todas amparadas por San Miguel y sus Ángeles. Quiero que se levante una LLAMARADA de amor que nunca se extinga. Os 101
prometo alimentarla diariamente con el Sacrificio de mi Misa. Desde mi altar quiero encabezar ese movimiento; en mi altar quiero consagrar las hostias que, unidas a la grande Hostia, Jesús, ofreceré por manos de María al Divino Padre. Esta es la hora de recuperar lo perdido; es la hora de hacer lo que hicieron los Apóstoles después de Pentecostés, lanzarse con valor a la lucha, consumirse en el amor y en el servicio de Dios. El Espíritu Santo será vuestra fortaleza y el gran Director que os conduzca a la victoria. Invocadlo siempre; llevadlo en el alma y la victoria será segura. ¡Cada una en su puesto, el que le marque la obediencia; hablar o callar, como Dios quiera, pero todo hacerlo bien. Esto servirá no sólo para las Misiones extranjeras, sino para cumplir la gran misión confiada por Dios y por su Iglesia a la Obra; glorificar a la Gran Madre de Dios y salvar innumerables almas. ¡Qué así sea! Y para ello os envío mi bendición sacerdotal, mi bendición de Padre. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz y guarde vuestro cuerpo y vuestra alma puros y sin mancha. Et benedictio Dei Omnipotentis Patris et Filii et eiusdem Spiritus Sancti descendat super vos et maneat semper. Amen. Afectísimo Padre en Cristo. [152]
Año 1949 Carta a las nuevas Hermanas Postulantes. (153) Enero 4 de 1949 Muy amadas hijas en Cristo: ¡Por fin os tenemos en la Santa Casa de Dios! Os esperábamos con gusto porque sabíamos que amabais ya vuestra vocación. En particular para mi alma de Padre y de Sacerdote, es un motivo de gozo saber que nuevas almas acuden a engrosar las filas de mis amadas hijas, las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. A algunas de vosotras ya os conozco; pero a todas las llevo ya en mi corazón, y a todas las ofrezco ya en mi Misa diaria. Aunque sea brevemente quiero daros algunos consejos para vuestra vida religiosa. Habéis dado el primer paso y esto es ya una gracia inmensa; pero es preciso perseverar hasta el fin. No penséis mucho en lo que habéis dejado, sino más bien en lo que os espera. alma.
El Jesús de vuestro Sagrario os espera con gracias de predilección para vuestra Os espera un porvenir glorioso porque en él daréis mucha gloria a Dios. Os
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esperan innumerables almas que se deben salvar y santificar por vuestro medio. Os espera la Trinidad Santísima para encontrar en vosotras sus glorificadoras. vida!
¡Ya veis qué bien pagados y qué bien empleados serán los sacrificios de vuestra
Como a pequeñitas en el Instituto, os cuida amorosamente la Virgen de la Encarnación. Contempla en cada una de vosotras a un alma de elección. No dejéis nunca esa vocación sublime que Dios os ha dado. Hacedla cada día más cierta. Para ello os renuevo la promesa de teneros siempre presentes en mi altar. Y a mi vez, os ruego que no [153] olvidéis en vuestras oraciones a vuestro afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta a las nuevas Novicias. (154) Enero 4 de 1949. Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: ¡Llegó por fin el día tan esperado en que váis a vestir el hermoso hábito de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad! Un paso más en vuestro anhelo de ser admitidas definitivamente en ese Instituto que guarda para vosotras ternuras de Madre y en el que encontraréis el medio más rápido para vuestra santificación y para hacer el bien a otras almas. ¡Qué hermoso es el Noviciado! Yo recuerdo el mío con inmensa alegría. Es ciertamente como la cuna de nuestra vocación, pero cuna donde se mecen los ideales más nobles que puede albergar el corazón humano. ¡Ser de Dios y para Dios! ¡Preparar el futuro apostolado! Allí se plasma el alma en el molde divino de su santa vocación. Allí despierta el alma de un sueño en que pudo soñar cosas bellas; pero donde ahora las contemplaron al despuntar el uso de la razón; sueños interrumpidos por las primeras luchas y tentaciones de la vida. Ahora vive en la Casa del Señor. En ella recibirá las visitas constantes del Espíritu Santo y ¡cómo aprenderá en ellas! ¡Noviciado hermoso! Con sus luces y sus sombras. Con las horas de consuelo sensible y con las profundas desolaciones; pero contribuyendo TODO a más amar y a más merecer. ¡Con cuánta delicadeza va probando Dios el temple de esas almas! ¡Con cuánta ternura les va dando y pidiendo lo que más bellas ha de convertirlas a sus divinos ojos! En el Noviciado se ponen los cimientos para el edificio que ha de levantarse a lo largo de toda una vida consa[154]grada a Dios. Os recomiendo que seáis muy dóciles a las mociones del Espíritu Santo y que impregnéis vuestra alma del amor a María.
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Seréis mimadas de esa buena Madre. Quiere VERSE en vosotras. ¿Quiénes reproducirán mejor la imagen de María? ¿Quiénes serán más María para Jesús, más María para las almas? Todas las santas industrias deben ponerse en juego para alcanzar estas gracias. No olvidéis ofrecer con frecuencia al Verbo desde el altar de vuestra alma. Ofrecedlo al Divino Padre y vosotras en su unión. Es como la prolongación de vuestra Misa. ¡ESE ES EL MODO de alcanzarlo todo! Haced muy familiar en vuestro Noviciado esta invocación: ¡OH `PADRE, POR TU VERBO Y POR MARÍA, DAME TU ESPÍRITU SANTO! ¡Que ese Santo y Divino Espíritu, Fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz y guarde vuestro cuerpo y vuestra alma puros y sin mancha! Afectísimo Padre en Cristo que os bendice de corazón.
Carta a las nuevas Profesas. (155) Enero 4 de 1949. Muy amadas hijas en Cristo: No quiero que les falten mis letras en este día de gloria. Cuando una Novicia hace sus votos, realiza un acto deseado por ella y que viene a ponerla en plena disposición del Instituto. Los lazos con que se une al Amado de su alma son los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. En su práctica va a encontrar el medio ordinario y constante de probarle a Dios su amor y de hacer méritos para que ese amor vaya siempre adelante. Mientras más pobre y más casta y más obediente sea, encontrará libre acceso a la unión con Dios; y al olor de los divinos perfumes correrán en pos de ella innumerables almas sedientas de virtudes. [155] El Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad quiere dar gloria muy grande a cada una de las Divinas Personas y lanzar almas contemplativas al apostolado. El secreto para conseguirlo está precisamente en llevar a cada uno de los miembros a esos campos preciosos de la divina contemplación. ¡Alma de oración! Almas que conozcan y que amen a Dios. Almas que Lo alaben, Almas que se desvivan por hacerlo amar. Almas que gusten de conversar con Dios. Durante el Noviciado se procura formar a las Novicias en ese espíritu; pero el campo de experimentación se extenderá por todo el mundo y cada día perfeccionarán SU ENTREGA. Amadas hijas, sed siempre fieles a vuestra entrega, y nunca volváis los ojos para ver lo que dejasteis, sino más bien mirad hacia delante para ver qué otras cosas podéis sacrificar a Dios. ¡SED GENEROSAS Y SEREIS FERVOROSAS! ¡DAD Y RECIBIREIS!
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Pero no olvidéis nunca el modelo de vuestra santa vocación, que es la Virgencita de la Encarnación. Como Ella, sed humildes, contemplando el tesoro que lleváis en vuestro corazón, al Espíritu Santo, Luz y hermosura divina de vuestra alma. Que como a Ella, os envuelva ese aire divino de modestia y recogimiento; ese ALGO que acusa la paz interior y la continua comunicación con Dios. Os felicito por vuestra dicha que yo también comparto. Sois hijas de mi Sacerdocio y compañeras inseparables de mi acción sacerdotal. Compañeras en la oración, compañeras en la lucha; pero sobre todo, compañeras en mi Santo Sacrificio. Mi patena se hace cada día más grande porque aumenta el número de hostias pequeñas que acompañan a la grande. ¡Oh qué hermoso cuando esa Patena sea tan grande que abarque todo el mundo y que para sostenerla necesite de otras muchas manos! Desde luego y como [156] ahora, de las manos purísima de María y de todas aquellas almas que al ofrecerse en mi patena, sean también mi ayuda y mi sostén. Para conseguirlo, sed santas y buscan con celo incansable la gloria de Dios. Decid todas conmigo: SEÑOR, DAME ALMAS O QUÍTAME LA VIDA, pues no quiero vivir sin darte gloria. – Así sea. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María, que os bendice de corazón.
Carta a todas las M. E. SS- T. Consagrar el año 1949 a la Adoración. (157) Enero 4-1949 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: De nuevo vuelvo a dirigirme a todas y cada una de vosotras para deciros, aunque sea en pocas palabras, al comenzar este año, los sentimientos de mi alma. El año que acaba de pasar fue de intensa vida interior, de grandes sacrificios y también de grandes bendiciones. Todas las Casas se esmeraron por celebrar con entusiasmo el año jubilar por mi Ordenación Sacerdotal. El cielo recibió con agrado tantas oraciones y tanta caridad, y el resultado inmediato fue una gracia extraordinaria concedida al Instituto, o sea el habérsele abierto las puertas de la gentilidad, para trabajar en las Misiones Extranjeras. Actualmente comparten ya las alegrías y las penas de otros Misioneros, nuestras Misioneras en China. Y como si fuera poco, antes de terminar el Año Jubilar, se recibieron las preces formales para ir a una Misión en la que soñé aun antes de que se fundara el Instituto de MESST: la Misión del Japón. Fue un gusto que quisisteis darme y que captó por todas, vuestra amadísima Madre Fundadora. También esas queridas esperanzas están a punto [157] de verse realizadas con la próxima Misión Japonesa. ¿Cómo dar gracias a Dios por tan grandes favores? Pero las gracias del cielo se han seguido derramando sin medida. Gracia muy 105
grande ha sido contar con elementos dispuestos al sacrificio y ver la generosidad en cada uno de ellos. Las vocaciones no han faltado y espero firmemente en Dios, que vendrán en abundancia según el beneplácito divino. En todo esto ha brillado el poder de Dios y el grande amor que nos tiene. Acerca de las grandes penas íntimas que cada una haya podido experimentar, no quiero ni puedo hacer referencias especiales: son el tesoro de quienes las llevaron y llevan, son su cruz más amada, son la fuente de su fecundidad espiritual. Se impone pues, que prescindiendo de las cosas que pasan, fijemos nuestra vista en Dios para conocerlo mejor y para amarlo más. No quiero decir que dejemos nuestros trabajos diarios y el trato con las almas; pero deseo que todo lo veamos en Dios y que intensifiquemos nuestra unión con Él. Quisiera que el presente año fuera de intensa adoración y para ello les propongo los siguientes medios: Dios.
1º. Hacer objeto de examen particular el punto relativo a la atención amorosa a
2º. Tener cuidado especial en hacer con todo esmero las adoraciones diarias del Santísimo Sacramento. 3º. Poner igual empeño en la recitación atenta y amorosa del Oficio Divino, cuidando hacer todo con la mayor reverencia. 4º. Rezar o cantar el Trisagio con grande recogimiento. 5º. Y de modo muy especial, asistir con la mayor devoción posible al Santo Sacrificio de la Misa, uniéndose a su amadísima Hostia para que sean ofrecidas por las manos purísimo de María al Divino Padre. [158] Como veis, amadas hijas, no os pido cosas nuevas, sino la perfección en lo que ya hacéis. Que todo lo transforme vuestro grande deseo de complacer a Dios y de alcanzar por ese medio la salvación de las almas. Sé muy bien que acercándoos a Dios hago a vuestras almas el regalo más precioso y que será el consuelo mayor en vuestras penas. Como siempre, quiero estar al frente de vuestra alma para desempeñar mi misión tan querida de ser el sacerdote que presente en el altar de mi Sacrificio diario vuestras oraciones y alabanzas a la Trinidad Santísima. Amadas hijas, tened una fe muy grande en el porvenir. Las gracias del pasado y del presente son prendas de las futuras. Y vosotras, amadas Misioneras de China, ¡seguid con igual y mayor entusiasmo la Misión que la Iglesia os ha confiado! Estamos con vosotras y os acompañan siempre nuestras oraciones especiales. Sois las primicias Misioneras del Instituto. Dad ejemplo a quienes deben seguiros, y sed en todas partes almas generosas y alegres, aun en medio de las grandes tribulaciones.
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Dios está con vosotras porque buscáis su gloria. La Iglesia os cuida y bendice porque tratáis de darle nuevos hijos, ¡Bendita misión! ¡Quisiera el cielo concederme ver por todo el mundo a mis amadas hijas Misioneras, haciendo esa obra redentora! Desde el Corazón Inmaculado de María ofrezcamos una vez más como Víctima al Verbo Encarnado y ofrezcámonos todos en su unión para que descanse sobre nosotros la mirada complacida de nuestro Padre Celestial. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [159]
Carta sobre la Santísima Virgen. (160) Febrero 25 de 1949 San Luis Potosí. Muy amadas hijas en Cristo: El entusiasmo con que os preparáis para celebrar la gran Festividad de la Encarnación del Verbo, me impulsa a dirigiros nuevamente mis exhortaciones a un amor siempre creciente y cada vez más puro a la Santísima Virgen. La Iglesia se complace en la Maternidad divina y humana de María. En la primera, porque es el fundamento de las grandezas de María; en la segunda, porque siento que esas grandezas se derraman todas en su seno para comunicarle una hermosura divina y gracias singulares. La Maternidad divina de María, que se hizo efectiva el día de la Encarnación habla a la tierra de amor misericordioso, de redención, de gloria, y le devuelve la alegría pura que corresponde a los “hijos de Dios.” Toda hermosura humana se opaca ante el brillo de la divina, y la hermosura de María es divina. Por eso cautivó y cautiva no sólo al corazón del hombre, sino también al Corazón de Dios. El Espíritu Santo, encargado de modelar las almas, de realizar la transformación en Cristo – Modelo supremo de toda perfección – quiso derramarse en plenitud sorprendente, en aquella alma virginal de María, y hacerla tan parecida a la de Cristo, que nunca existirá otra igual. Al venir el Verbo a este mundo, encarnando en María, por obra del Espíritu Santo, encontró un amor no sólo semejante al de su Divino Padre, sino el mismo, puesto que el Espíritu del Padre llenaba el Alma Inmaculada de María. De allí la plena comprensión, la identidad de sentimientos entre aquellos Corazones de Jesús y de María. Cuando Jesús consumó su obra muriendo en la Cruz, cuando quiso asegurar su presencia en la Iglesia, quedándose en la Eucaristía y en el Sacerdocio; cuando quiso demostrar a su Iglesia el amor providente que tenía para ella, le dio una Madre, la encomendó a María, su [160] propia Madre. Y desde entonces nada se hace en la Iglesia y por la Iglesia, que no lleve el sello de María; nada fecunda sin la bendición de esa buena Madre. 107
Por eso, amadas hijas, cuando una Obra nace amparada por María, su porvenir está asegurado. Cuando una Obra no sólo tiene las bendiciones de María, sino que vive por Ella, como una exigencia de su Corazón, entonces el porvenir de esa Obra no sólo está asegurado, sino que debe ser glorioso. Vuestro Instituto nació como una exigencia del Corazón de María, porque antes había nacido así en el Corazón de Jesús Crucificado; y ya sabemos que no fue preciso esperar esa hora de la Crucifixión para que María comprendiera a su Divino Hijo; esa comprensión vino desde el primer momento de la existencia de María, y más claramente desde el día de la Encarnación. Jesús murió para darle “hijos adoptivos” a su Padre; almas que Lo adoraran “en espíritu y en verdad”. Y María fue la primera en recibir aun anticipadamente los frutos de la Pasión y muerte de Cristo; fue la primera “Hija amorosísima del Divino Padre”, ya que fue el primer templo donde moró la Sabiduría Eterna y Encarnada, y el primer tempo purísimo del Espíritu Santo. Cuando María descubrió el secreto de su Maternidad divina y cuando recibió al pie de la Cruz la misión divina de su Maternidad humana, sólo pensó en “glorificar a aquel Padre de donde se deriva toda Paternidad”, dándole a su Divino Hijo “Amor del Padre”, y enseñando a sus hijos pecadores, el modo de transformarse en Cristo, para tener el sentido de esa Paternidad divina y ser con Él “glorificadores del Padre”. Por eso decía que vuestro Instituto nació como una exigencia del Corazón de María, exigencia de “dar gracias por su Maternidad divina”; exigencia de ver realizados los ideales de Jesús, dándole glorificadores a su Padre Celestial. Y se concibe fácilmente, amadas hijas, que para asegurar el espíritu genuino de vuestra Obra, debéis vivir en UNIÓN estrecha con María. [161] Para ello precisa estudiarla a fondo, meditar con mucho amor todos los pasos de su vida, y sobre todo ligaros a Ella con una “entrega total”, como perfectas “esclavas de Jesús en María”. Esa dependencia amorosa, que tan bien explica San Luis María Grignion de Montfort, es la que debéis tener cada una de vosotras, en particular y el Instituto en general. ¿Qué no hará María en las almas que son suyas y en las que puede obrar libremente? El que quiera saber lo que María hace, lo que María puede, que contemple las almas que Ella cultiva. En esas “almas pequeñitas”, se muestra la fuerza de lo divino; por eso no necesitan aparecer para obrar por eso se complacen en “desaparecer para que Él aparezca”. “Almas pequeñitas” debéis ser, amadas hijas, almas que se gocen en “mostrar a Dios” para que se le glorifique; almas “acción de gracias”; “almas glorificadoras de la Santísima Trinidad; y todo eso porque debéis ser “almas de María”. ¡Qué hermosa misión del Instituto! ¿Quién podrá comprenderla? ¿Quién podrá 108
realizarla? Una Obra que quiere formar esas almas; una Obra que tenga la dicha de conseguirlo, será ciertamente una Obra de Dios. Demos a nuestra Madre Inmaculada el gozo de “sentirse comprendida e imitada”; dejemos que a través de nuestra alma aparezca realizado el ideal de María. Pero esa gracia ¡hay que “arrancársela al Espíritu Santo!” Es su secreto de glorificación para María. Para ello, “hagamos violencia irresistible” al Espíritu Santo, ofreciendo por su medio la Divina Víctima de nuestros altares, a Aquel Padre que tenemos en el cielo y “de quien procede todo don perfecto”. No sólo nos dará esa gracia, sino “al mismo Espíritu Santo”, porque ésa es “la gloria y el fruto del Sacrificio de Cristo”. Y si somos “dueños del Espíritu Santo”, nuestro Don, ¿Qué nos podrá negar? ¿Qué secretos nos podrá [162] ocultar? ¡SECRETO DE MARIA! ¡Serás nuestro! Y así la amaremos como quiere y seremos para la Trinidad Santísima lo que quiere; “adoradores en espíritu y en verdad”. ¡Secreto de María! Tú nos enseñarás a decir eternamente: “Magnificat anima mea Dominum!” ¡Que así sea, amadas hijas; y que eternamente cantemos las misericordias de Dios para vuestra amada Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad! Así sea.
Carta circular para la fiesta de Pentecostés. (163) Mayo 21-1949 Sn. Luis Potosí. Muy amadas hijas en Cristo: Estando próxima la fiesta de Pentecostés, quiero dirigiros esta Carta Circular. La Iglesia, nacida en el Corazón traspasado de Cristo, comenzó a manifestarse el día solemne de Pentecostés. Fue como su Bautismo en el que recibió sobreabundantemente la gracia del Espíritu Santo. Y cada año, al conmemorar este misterio, la Iglesia se viste de gala y desarrollando todo el esplendor de su Liturgia, recibe la visita extraordinaria de su Espíritu. ¡Cuántos corazones se sienten templados para la lucha! ¡Cuántas almas arden en deseos de llevar por todo el mundo el Reino de Dios! ¡Cuánta luz, cuánto consuelo y cuánto entusiasmo en los miembros vivos de la Iglesia! Vosotras, amadas hijas, formáis parte de esa Iglesia y trabajáis con entusiasmo por ella. Pero precisamente porque sois pequeñitas y débiles, necesitáis la fuerza de lo alto. Vuestros corazones arden en deseos de dar gloria a la Trinidad Santísima y de 109
salvar muchas almas; pero las luchas incesantes hacen experimentar a [163] veces una especie de desmayo y dar con frecuencia cierta impresión de derrota; por eso necesitáis una luz en las oscuridades del alma y una fuerza superior que os lleve adelante. Esa luz y esa fuerza os las dará el Espíritu Santo. El día de Pentecostés sentiréis transformadas en gloria vuestras cruces y vuestro dolor se convertirá en gozo. Será un gran descanso para vuestra alma; pero un descanso en el que no permaneceréis ociosas, sino al contrario, desarrollaréis una grande actividad de amor. Gracias a Dios, esta devoción al Espíritu Santo está profundamente arraigada en vuestra alma, y es como el fondo del Instituto. Dios quiso daros por Padre en el espíritu, a un Misionero del Espíritu Santo; y debo confesar que vuestra vocación nació en la suya, al calor divino de esa Santo Espíritu. En mis grandes deseos de “amar al Espíritu Santo y hacerlo amar”, en mi anhelo de encontrar almas que conocieran “el Don de Dios” y a quienes pudiera comunicar la grande dicha que yo había encontrado al conocer un poco al Amor Infinito, Dios quiso darme vuestras almas para cumplir mis aspiraciones. Y el Dedo de Dios señaló vuestras almas; y el Fuego ardiente tocó vuestros corazones y sentisteis ansias de perfección y fuisteis devoradas por el celo divino de la gloria de Dios. Del Espíritu Santo he recibido vuestras almas. Él os llamó, Él os dio fuerza y generosidad para llevar adelante vuestra vocación. Él os dio un amor muy grande a vuestra vocación. Habéis vivido en la intimidad con el Espíritu Santo. Todos los días, al celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, al sentir que se renueva aquella efusión sublime del Espíritu Santo, que fue la feliz consecuencia del Sacrificio de Cristo, uno vuestras almas a ese Sacrificio y a esa gloria y el Espíritu de Dios os posee cada vez más y más. Y esto, amadas hijas, es el gran consuelo de mi [164] vida, porque siento entonces que no es en mis frágiles hombros donde descansáis, sino en los brazos divinos de Cristo; y que no es el pobre corazón de un hombre el encargado de alentar los vuestros, sino Aquél que es llamado el “Corazón de Dios”, o sea el Espíritu Santo. Y pienso entonces que no quedará sin cumplirse vuestra misión divina de glorificadoras del Padre, porque en el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, encontraréis el secreto de esa glorificación y sabréis repetir con el mismo embeleso de Cristo, el Nombre de vuestro Padre Celestial. Pienso también que ese Espíritu os enseñará a amar a Cristo como su Padre lo ama, dándole así el consuelo más grande que Él puede tener en la tierra, porque le daréis lo que siempre buscaba en este mundo; el amor de su Padre. Y María, la Gran Madre de Dios, estará en medio de vosotras, como en el Cenáculo, rodeada de almas llenas del Espíritu Santo, y compartiréis con Ella su dicha, la dicha de gozar de una plenitud única entre las puras criaturas, plenitud de gracia, plenitud de amor, plenitud de luz.
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Y os invitará a cantar con Ella “las misericordias divinas” y a dar gracias eternamente por su Maternidad divina. Y llenas de ese Espíritu, arderéis en el celo de salvar almas. Por eso, amadas hijas, el Instituto quedaría incompleto si no fuera MISIONERO. Y por eso también, al celebrar esta grande festividad de Pentecostés, reafirmo el espíritu de vuestra santa vocación y os intimo nuevamente el precepto de Jesús: “ID POR TODAS PARTES”, enseñad a todos los hombres, hacedlos conocer y amar a Dios, ¡abrid para ellos las puertas del cielo! Que ese Divino Espíritu anime y santifique a nuestras amadas Misioneras de China; que ese Divino Espíritu guíe a nuestras amadas Misioneras de Japón; y que, en fin, amadas hijas, ese Divino Espíritu tome como suyo al Instituto, que lo transforme y divinice. Terminaré como siempre, bendiciéndoos con la [165] bendición del Espíritu Santo. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz y guarde vuestros cuerpos y vuestras almas, puros y sin mancha. Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris, et Fillii et eiusdem Spíritus Sancti, descendat super vos, et manea semper. Amén. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta circular sobre el amor del Corazón de Jesús. (166) Septiembre 8-49 San Luis Potosí. Muy amadas hijas en Cristo: Durante los Santos Ejercicios que estoy haciendo en estos días, no se ha apartado mi pensamiento de vosotras. Ese pensamiento es para llevaros a Dios en el altar de mi Sacrificio; para ofreceros una vez más como hostias a la Trinidad Santísima. Sé que necesitáis protección para vuestras almas y por eso estoy velando por ellas, llevándolas siempre a Dios y consagrándolas a la Santísima Virgen. Lo que más me ha impresionado en estos ejercicios, es el ver el amor de Jesús para las almas. Amor que es siempre fiel y constante, a pesar de las ingratitudes humanas. Amor que reviste especial ternura para las almas consagradas, para las almas escogidas. El mismo amor que lo llevó a la Cruz, lo sigue llevando diariamente a los altares para inmolarse por las almas. ¡De veras, el fuego en que se abrasa el Corazón de Cristo, es mayor que los pecados del mundo! Y tanto amor, tanto sacrificio a favor de las almas, ¿podrá ser estéril? ¿No habrá almas humildes que quieran reconocer sus culpas y aceptar el perdón que se le brinda? Y ¿qué decir de las almas de buena voluntad que, heridas por el amor divino, 111
sólo anhelas llegar a las cumbres de la perfección? [166] ¿Qué decir de esas almas que, profundamente conmovidas por el amor divino, quieren gastar su vida en llevar ese amor a otras almas? Ellas, que han palpado en su vida la misericordia infinita y que se han trocado en misericordiosas, recibirán en abundancia indecible las bendiciones de Dios. Vuestras almas, amadas hijas, fueron escogidas por Dios para su gloria. La Sangre redentora de Jesús cayó sobre ellas para purificarlas y para llenarlas del Espíritu Santo. La Sangre divina y redentora de Jesús las sigue purificando cada día y el Espíritu Santo aumenta sin cesar sus gracias y la capacidad de vuestro amor. ¡En eso estriba nuestra firme esperanza de salvación; en esto se apoya nuestra confianza para ser conquistadores de almas! Pues bien, amadas hijas, el amor de Cristo nos apremia, hay que corresponder a él, cueste lo que cueste; hay que darle almas a Dios a cualquier precio. El precio altísimo fue ya pagado en realidad por Cristo; pero dejó algo que nosotros debemos también pagar. La moneda que ha de pagarlo es la del amor y el dolor. En la medida en que más amemos y más nos sacrifiquemos, compraremos más almas y más hermosas para el cielo. El Corazón de nuestro Divino Redentor ha querido imprimir muy claramente en vuestro Instituto un sello que por una parte es eminentemente contemplativo, para forjar las almas en la intimidad con Dios, para hacerlas sufrir en silencio penas íntimas que han de restañar las heridas del Corazón de Cristo y las heridas de las almas; y por otra parte eminentemente Misionero. El fuego del Corazón Salvador de Cristo ha pasado al Instituto y quiere llevarlo por todo el mundo infiel para enseñarle el Evangelio; para que sepa amar y recibir el amor de Dios. ¿Cómo le pagaremos a Dios estas mercedes? Y como si todo eso fuera poco, quiso confiar al Instituto la misión consoladora de cooperar a la gloria divina, [167] haciendo conocer y amar más a la gran Madre de Dios, por quien recibimos al Divino Redentor. Nada falta pues, a las bondades del cielo, sólo nos queda corresponder con generosidad a ellas. ¿Cómo habrá correspondido el Instituto a su misión? Eso queda como un secreto de Dios; pero mi corazón de Padre que guarda los secretos de Dios y de las almas, se llena de consuelo al saber que se han hecho grandes esfuerzos para lograr esa correspondencia. En el primer aspecto de la vocación del Instituto, eminentemente contemplativo, sé que se busca con empeño la intimidad con Dios y que son muchos y muy íntimos los dolores que se sufren y que diariamente se llevan al altar del Sacrificio para transformarlos en gracias, en amor y en consuelo para el Corazón de Cristo. En el segundo aspecto, eminentemente misionero, debemos dar gracias a Dios 112
por la alegría y generosidad que nuestras primeras Misioneras han puesto en el desempeño de su misión. Llegaron a lejanas tierras para recibir el bautismo de su vocación misionera en el dolor y en la prueba. Bautismo de sangre que ha de ser fecundísimo, así lo esperamos, en sus obras de apostolado. Y ante tan buena voluntad, el cielo os sigue pidiendo misioneras y ya estamos por despedir a nuestro segundo grupo que ahora partirá al Japón. Y siguen llamando para la India y seguirán llamando a todo el mundo. ¿De qué otro modo quedaría contento el Corazón Redentor de Cristo? ¿De qué manera quedaría contento el corazón sacerdotal del Instituto? ¡Dios os llama y debéis ir! Él os dará todo lo necesario; Él seguirá mandando vocaciones; Él seguirá derramando su amor en el Instituto. Sigan pues, amadas hijas, luchando con entusiasmo por su santificación. Preparen con FERVOROSO PRESENTE, un SANTO PORVENIR para su alma. Y para que lo consigan fácilmente, renuevo en nombre de todas, su consagración a Dios por medio del Corazón Inmaculado de María. [168] y las bendigo con la mayor de mis bendiciones. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, os la comunique por medio de la Cruz y guarde siempre vuestros cuerpos y vuestras almas puros y sin mancha. – Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris et Fillii et eiusdem Spíritus Sancti, descendat super vos, et maneat semper. Amen. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta a Nuestra Madre, para la fiesta de Navidad. (169) Diciembre 21-49 M. R. M. Consuelo del Divino Padre, Sup. Gral. MESST Muy amada hijas en Cristo: Vuelvo a ponerle unas líneas para la gran fiesta de Navidad. Meditando hoy el misterio de la Encarnación, se me ocurrió hacer una especie de Saetillas de amor a la Virgen de la Encarnación, para que se las rife el día de Navidad, como un regalo de su Padre, a todas mis amadas hijas Misioneras. todas.
Pueden repetir tres o cuatro veces cada invocación, para que alcancen para
Si alguna le gusta a la Madre Teresita, puede ponerle música. Quisiera saber cuáles son del agrado de cada una, o mejor dicho CUAL. Me interesa saberlo. Que las lean todas y que luego cada una me ponga un papelito copiando la que prefieran y firmando. Tengo mucho gusto porque el Año Santo será el de la declaración del Dogma de 113
la Asunción, que como sabe, ha sido el Misterio que me encantó desde niño. Como aguinaldo quiero ofrecerle el viaje a Roma para representar al Instituto; pero deseo que vayan TODAS las Consejeras, la Ecónoma General; y por suerte, a la que le toque, una profesa, una novicia y una postulante. Parece que la declaración será el 8 de Diciembre de 1950. [169] Preparen pues los cochinitos y a engordarlos cuanto antes. La Santísima Virgen les dará todo lo que les falte por mucho que sea. ¿Le gusta el aguinaldo? Ya me despido, desando que el Espíritu Santo por María la llene de su gracia. Afectísimo Padre en Cristo.
Saetillas (170) ¡Virgen de la Encarnación Madre del Verbo Divino conserva mi vocación libre de todo enemigo! ¡Virgen de la Encarnación Madre del Verbo Divino copiando tu corazón viviré siempre contigo! ¡Virgen de la Encarnación tus amantes Misioneras en proclamar tu Asunción serán siempre las primeras! ¡Virgen de la Encarnación Madre del Verbo Divino, conserva mi corazón en la sencillez del niño! ¡Virgen de la Encarnación Madre del Verbo Divino, horno fue tu Corazón del amor más encendido!
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ยกSi fuiste Madre de Dios Virgen de la Encarnaciรณn, unirse debรญan los dos en tu gloriosa Asunciรณn! ยกVirgen de la Encarnaciรณn corona de tu dolor fue tu gloriosa Asunciรณn cuando moriste de amor! [170] ยกVirgen de la Encarnaciรณn que naciste en la Cruz grรกbala en mi corazรณn para ser otro Jesรบs! ยกVirgen de la Encarnaciรณn llena de divina luz, descubre a mi corazรณn la hermosura de la Cruz! ยกVirgen de la Encarnaciรณn del sacerdote eres Madre y forjas su corazรณn para la gloria del Padre! ยกVirgen de la Encarnaciรณn Madre del Verbo Divino yo te doy mi corazรณn, haz que cumpla su destino! ยกVirgen de la Encarnaciรณn, Madre del Verbo Divino, fue tu gloriosa Asunciรณn delicadeza de tu Hijo! ยกVirgen de la Encarnaciรณn, Madre del Verbo Divino, desamparo y aflicciรณn siempre estuvieron contigo!
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¡En la amargura y dolor de tu triste Soledad Virgen de la Encarnación me enseñaste cómo amar! ¡Si de luz estabas llena Virgen de la Encarnación, justo es que en ella se viera el dogma de tu Asunción! ¡Virgen de la Encarnación llena de divina luz, muéstrale a mi corazón la hermosura de Jesús! [171] ¡Virgen de la Encarnación, Madre del Verbo Divino quiero mi Congregación pura y bella como el Niño! ¡Virgen de la Encarnación, quiera el Espíritu Santo vivir en mi corazón como fruto de tu llanto! Virgen de la Encarnación, Madre del Verbo Divino, perdido en tu Corazón viviré siempre contigo! ¡Virgen de la Encarnación, que el sacerdote sea luz, que muestre en su corazón la dulzura de Jesús! ¡Virgen de la Encarnación, por la gloria de tu Padre fecunda en mi corazón tus sentimientos de Madre!
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¡Virgen de la Encarnación! Madre del Verbo Divino, te debo mi vocación, nunca lo echaré en olvido! ¡Virgen de la Encarnación, concédeme cuando muera, perfumar mi corazón con tu lágrima postrera! ¡Juro que la Encarnación fue la razón poderosa de tu gloriosa Asunción, Madre de Cristo dichosa! ¡Virgen de la Encarnación, candor de la luz eterna, comunícame tu amor para perfumar la tierra! ¡Virgen de la Encarnación, por glorificar al Padre llevaste en tu Corazón ternura y dolor de Madre! [172] ¡Virgen de la Encarnación, amadísima del Padre infunde en mi corazón tus sentimientos de Madre!
Año 1950 Carta circular sobre la declaración dogmática de la Asunción. (173) Puebla, agosto 22-1950. Fiesta del purísimo Corazón de María. Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: En medio de las grandes tribulaciones que afligen a la Iglesia de Dios, quiere Él proporcionarle grandes consuelos. Sin duda que lo será para la Iglesia universal el hecho de la declaración del 117
Dogma de la Asunción de María Santísima a los cielos. El Instituto de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad forma parte de esa Iglesia militante que es su Madre, y con ella sufre y goza en la lucha por la gloria divina. Desde su nacimiento, el Instituto se ha puesto en el Corazón Purísimo de María para amarlo y para ser amado por Él. No puede por lo tanto ser indiferente en esta hora solemne en que la celestial Señora recibirá tan espléndido homenaje por parte de la Iglesia Santa, cuando declare como Dogma de fe, el Misterio de la Asunción. El Instituto es pequeño; pero precisamente por eso, se atreve a todo sabiendo que vive en los brazos de María y en el seno amoroso del Padre Celestial. Siendo pequeño y pobre, nada podría ofrecer a la Trinidad Santísima en agradecimiento por la gloria que tributó a María al llevarla en cuerpo y alma al cielo; ni tampoco a esta gran Madre de Dios podría ofrecerle [173] nada digno como una felicitación en esta gracia memorable. Pero si es pobre en la pequeñez de sus miembros, ha sido depositario de las predilecciones divinas. Esas predilecciones lo hicieron nacer en el altar santo donde se inmoló la Víctima divina del Calvario; lo hicieron comprender la grandeza de ese sacrificio y enamorarse de Jesús Sacerdote y Víctima; hicieron que pudiera captar la complacencia suma del Divino Padre al contemplar en el Corazón de María el reflejo más sorprendente de todo lo que pasaba en el Corazón de Cristo, y al contemplar el amor y la generosidad con que ofrecía a su Hijo como Víctima al Divino Padre, comprender la necesidad de imitarla en su ofrecimiento. Por eso el Instituto quiere ofrecer como el más rico presente para el Divino Padre, a su Verbo Encarnado, a esa Víctima Divina, por manos de María, y ofrecerse en su unión para agradecer este grande privilegio de María. Para ofrecer al Verbo procurarán todas las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, mantenerse en un SILENCIO INTERIOR profundo, cual conviene a quien celebra el gran Sacrificio y ofrece la Víctima divina. Para ofrecerse en unión de ese Verbo por medio de María, procurarán todas una grande pureza de alma que pedirán diariamente al Espíritu Santo, ofreciendo en su honor algún sacrificio aunque sea pequeño; pero con grande amor. Que las superioras y en general todas las MESST, hagan una campaña de Misas en acción de gracias anticipadas por ese nuevo tributo de gloria de María. Recordaréis, amadas hijas, que en alguna carta circular os comunicaba mis deseos de que el Instituto estuviera representado por una comisión, lo más numerosa que se pudiera, en aquella hora solemne y en aquella Ciudad santa de Roma, donde se declarará el Dogma de la Asunción. Las circunstancias actuales del mundo pudieran [174] disuadirnos de esa gran proyecto; pero nuestra fe y nuestra confianza, y sobre todo nuestro amor, están por 118
encima de todo, y por lo tanto procuraremos hacer cuando nos permita el Señor para llevar a cabo nuestros deseos. Irán las MESST a presenciar ese acto y presentar a la Celestial Señora el corazón del Instituto para que una vez más lo tome como suyo y le dé el temple que necesita para cumplir la misión providencial que Dios ha querido signarle. Y a esa misión tan grande que desempeñarán nuestras Misioneras en Roma, quiero añadir una súplica personal, de que me representen en ese acto grandioso. Desde niño tuve especial atractivo por el misterio de la Asunción y ahora, como Misionero del Espíritu Santo, tengo motivos especiales para gozarme en él; y quiero que sean intérpretes de mis sentimientos en esa fecha grandiosa. Estoy seguro que este acto de amor del Instituto para María, RENOVARÁ Y ACRECENTARÁ el fervor de sus miembros y atraerá nuevas y abundantes bendiciones, sobre todo de VOCACIONES SANTAS que Dios mandará de todos los puntos del globo. Preparemos pues con entusiasmo el viaje de las que vayan y todos los homenajes del Instituto a nuestra amadísima Madre. Para conseguirlo, os prometo intenciones especiales en mi Santa Misa y os mando la grande bendición del Espíritu Santo. Afectísimo Padre en Cristo.
Año 1951 Carta a las Madres de China. (175) Puebla, abril 8 de 1951 Muy amadas hijas en Cristo: Las saludo con todo afecto en Nuestro Señor y les mando con mis bendiciones especiales una felicitación también especial a las que hicieron sus votos perpetuos y a todas, deseándoles felices Pascuas. Quiero escribir a cada una en particular; pero [175] también quiero ponerles esta carta colectiva, pues deseo manifestarles mi profunda satisfacción por su actitud tan religiosa y tan misionera, con motivo de todos los acontecimientos relacionados con su posible salida de China. Dios Nuestro Señor quiso que todo se aclarara y que redundara en bien para sus almas y en consuelos para nosotros, al ver su buen espíritu. Ciertamente es importantísimo el momento en que han ido a misionar a China. Me alegro y doy gracias a Dios, por haberlas llevado en estos tiempos en que más necesita de sus sacrificios y de sus oraciones esa gran Nación que la Iglesia desea tener en su seno para hacerla feliz. Mi deseo íntimo ha sido que permanezcan allí, salvo fuerza mayor. Los sacrificios 119
heroicos no se imponen; pero yo desearía que el Espíritu Santo las llenara de su divina fortaleza para que ustedes mismas los aceptaran y los buscaran con tal de salvar esas almas. Se vislumbra un mundo nuevo que, después del bautismo de sangre, recibirá el del Espíritu Santo para ser convertido en verdadero hijo de Dios. Será el tiempo de los “verdaderos adoradores del Padre, en espíritu y en verdad”. Ese espíritu, ese calor, es el que Dios quiso darle al Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Y ustedes son las escogidas por Dios para poner esos cimientos en esa nación que tanto ha sufrido. Sean pues, grandes adoradoras del Padre y de la Trinidad Santísima, para que sean también grandes glorificadoras. La Cruz de su vida actual es el medio de que Dios se vale para “llenarlas del Espíritu Santo y de María”, a fin de transformarlas en Cristo, para la gloria del Padre. No desmayen pues, y ninguna deje el puesto glorioso de su Cruz, si quiere ser redentora con Cristo, de esas almas. Sean obedientes a la perfección; y la voluntad de Dios es que sean santas y que le den a la Iglesia [176] una pléyade de almas santas, allí y en muchas partes. Las bendigo para ello, con mi grande bendición sacerdotal y de Padre de sus almas. No había podido escribirles; pero no las olvido nunca en mi altar y son mi consuelo en mis penas y aumentan la pureza de mis alegrías sacerdotales. La consigna pues, será siempre: “LUCHAR CON HEROÍSMO PARA ALCANZAR SU PERFECCIÓN Y COMUNICARLA A LAS ALMAS. ¡Que ninguna falte a su deber. Que todas pasen lista de presente cuando Dios las llame para poner sobre sus sienes una corona de espinas que se cambiará en el cielo por una corona de gloria! ¡Que el Espíritu Santo por María les conceda esa gracia! Afectísimo Padre en Cristo.
Año 1952 Carta al Consejo General y MM. Delegadas al primer Capítulo. (177) Puebla, 11 de abril de 1952 A mí amada hija en Cristo la M. R. M. Consuelo del Divino Padre, Fundadora y Superiora General de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, y a mis muy amadas hijas que forman su Consejo, Ecónoma General y Madres Capitulares. Muy amadas hijas en Cristo: Estando ya próximo vuestro primer Capítulo General, quiero manifestaros de una manera solemne mi gratitud por todo lo que habéis hecho desde el principio a favor de esa Obra de Dios, como llamara nuestro Venerado Padre Fundador, Félix de Jesús 120
Rougier, a la Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. [177]
Soy testigo de la buena voluntad y del celo con el que habéis servido a la Obra.
Por ella dejasteis todo lo que amabais en el mundo; por ella emprendisteis una vida de sacrificio que sólo Dios puede aquilatar debidamente. Sin duda que como en toda obra en la que interviene el hombre, habrá muchas imperfecciones; pero a pesar de eso, Dios se ha complacido en mostrar sus complacencias en los esfuerzos que se han hecho y en la buena voluntad con que se ha servido. La Obra se ha desarrollado bajo la mirada amorosísima del Padre Celestial y desde el Corazón Purísimo de la Gran Madre de Dios. La Iglesia se dignó aprobarla, y para su mejor organización váis a celebrar bajo la mirada de esa misma Iglesia vuestro primer Capítulo General. Seguramente que la gracia del Espíritu Santo se derramará sin medida para que en ese primer Capítulo se tomen todas aquellas decisiones que convengan al bien de la Obra. Proceded en todo con un espíritu sobrenatural y Dios se encargará de que todo resulte para su mayor gloria. Dad por bien empleados vuestros sacrificios porque ellos lograron que la Obra llegara a estos días que seguramente serán de gracias extraordinarias. Con la sencillez con que habéis servido al Instituto hasta el presente, hacedlo en el futuro en cualquier puesto que os asigne la obediencia y de modo especialísimo en las decisiones del Capítulo General. Tratad durante él con santa libertad de espíritu lo que creáis conveniente al bien de la Obra; pero todo en la más grande caridad y declarando como propio lo que apruebe la mayoría. Contad con mis bendiciones de Padre. Y una vez más, haciendo uso de esos poderes que Dios quiso darme, contad con mis constantes oraciones. Que el Señor os bendiga y os multiplique como las estrellas del cielo y como las arenas del mar, para que en cada una de vosotras encuentre el Divino Padre una adoradora en espíritu y en verdad, y la Trinidad San[178]tísima una glorificadora. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Año 1953 Carta circular sobre la glorificación al Espíritu Santo. (179) Lima Perú, abril 9 de 1953. M. R. M. Consuelo del Divino Padre 121
Fundadora y Sup. Gral. de las MESST. Muy amada hija en Cristo: Nuevamente le pongo estas letras para acompañarle una Carta Circular para todas las Misioneras, que si usted me hace el favor, procurará hacerles llegar oportunamente. He sentido grandes anhelos de glorificación al Espíritu Santo y como ustedes han sido siempre las primeras en responder a mis planes sacerdotales, como también, así lo espero, las primeras en recibir sus frutos, quiero que renueven su consagración al Espíritu Santo. ¡Está viendo amada hija, cómo nos cuida y ayuda el Espíritu Santo en cada paso de la Obra y de las almas! Yo descanso tanto cuando pienso que Él las dirige, que Él hace lo que yo no puedo hacer, que verdaderamente deseo acercarlas cada vez más a Él para que Lo amen y se santifiquen con su amor. Por favor, pida luz y haga uno de esos planes tan hermosos que el mismo Espíritu Santo le inspira. La bendigo de corazón y deseo que el Espíritu Santo la abrase en su Amor y que María Inmaculada la guarde en su Corazón. Afectísimo Padre en Cristo. [179]
Carta a todas las MESST (180) A todas las MESST: Muy amadas hijas en Cristo: Os saludo con todo el afecto en nuestro Señor. Muy complacido he quedado con todas las noticias que me han llegado acerca de la preparación y celebración de la hermosa Festividad de la Encarnación del Verbo. Seguramente la Santísima Virgen os habrá contemplado con su habitual mirada de amor agradecido y os habrá alcanzado del Espíritu Santo gracias singulares de perfección. Por mi parte suplico a la Santísima Virgen que, como gracia muy especial para todo el Instituto, os conceda el prepararos con grande amor y recogimiento a la próxima y gran Festividad de Pentecostés. Muchas son las razones para desear que esto se realice. En primer lugar el deseo de la Iglesia, nuestra Madre, que por medio de sus Pontífices nos invita a hacerlo. Viene en seguida la necesidad de pagar una deuda inmensa de gratitud que el Instituto tiene con el Espíritu Santo. ¡Cuántas oraciones se hicieron al Divino Espíritu para conocer la voluntad de Dios, cuando se trataba de fundar el Instituto! Puedo asegurar que el nacimiento de esta Obra, lo mismo que su inspiración, fueron presididas por el Espíritu Santo. 122
Así nos lo aseguró el Venerado Padre Félix de Jesús, amadísimo Fundador de los Misioneros del Espíritu Santo. Así lo sentimos todos aquéllos que hemos tenido que intervenir en esa fundación y que en mil circunstancias hemos exclamado al ver por una parte los preciosos frutos y por otra nuestra humana incapacidad: “Verdaderamente ésta es la Obra de Dios”. Eso tengo que decir muy particularmente yo, que en todos los pasos de la Obra, al pedir luces y gracias al Espíritu Santo, he visto su respuesta inmediata, provocando esto en mi alma emociones profundas que me han hecho decir: “verdaderamente el Espíritu Santo está con nosotros”. Creo un deber ineludible hacer esta confesión ante todas vosotras para tener más derecho a pediros lo que deseo por medio de esta Circular. [180] Deseo y pido a todas las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad que rindan un homenaje extraordinario de amor agradecido al Espíritu Santo, renovando con toda solemnidad la consagración que ya hemos hecho del Instituto al Espíritu Santo. Quiero que se renueve en todas ese divino amor al Santificador de las almas, para que Él siga animando y dirigiendo todos los pasos de la Obra. El mundo da en los tiempos actuales la gran batalla en la que se enfrentan los hijos de las tinieblas con los hijos de la luz; la pureza contra el sensualismo, el amor contra el odio, y para decirlo de una vez, el Espíritu Santo contra el espíritu del mal. Queremos y debemos estar con el Espíritu Santo, defendiendo la causa de Cristo y de su Iglesia. Pero para eso es preciso llenarnos de ese Espíritu Divino, ser fieles a todas sus inspiraciones. Por eso le suplicamos humildemente que nos posea, que nos transforme y divinice. ¿Qué podremos temer si el Espíritu Santo es nuestro guía y el alma de todas nuestras acciones? Que cada una de las Misioneras sea un verdadero apóstol del Espíritu Santo, para que su amor no se encierre únicamente en el recinto de su alma, sino que vaya como fuego ardiente a incendiar otras almas, a darle miles de templos vivos donde Él ponga su nido. ¡Ese será el secreto de vuestra santificación de innumerables almas! Si el Instituto vive esa vida de amor divino, será motivo de fiesta la llegada de nuevas almas que lo aumenten y será una gracia insigne el establecimiento de nuevas Casas en el mundo. ¡Vivid santamente, amadas hijas, vivid esa vida de intimidad con el Espíritu Santo y con María, requisito para vuestra transformación en Cristo, y para convertiros en glorificadoras del Padre y de la Trinidad Santísima! Sed dóciles instrumentos del Espíritu de amor, para que al menor soplo de la gracia, vayáis a donde [181] quiera que Él os lleve, que siempre será para hacerse el bien y dar gloria a Dios. Suplico a vuestra amadísima Madre Fundadora que formule un programa mínimo para desarrollarse en todas las Casas y que se transmita a la mayor brevedad posible. 123
Por mi parte quiero cooperar con vosotras desde el altar de mi Sacrificio, el nuevo Cenáculo donde el Espíritu Santo se da sin medida como fruto precioso de ese Sacrificio. Pongo además todo este plan de glorificación al Espíritu Santo en el Corazón Inmaculado de María, y con eso dejo asegurado el éxito. Os bendigo a todas de corazón y pido una vez más al Espíritu Santo por María que os haga como Él quiere a las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad.
Carta agradeciendo el homenaje y consagración del Instituto al Espíritu Santo. (182) Lima, Perú, Junio 12 de 1953. Muy amadas hijas en Cristo: De nuevo vuelvo a dirigirles mis palabras oficialmente a todas mis amadas hijas Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, y esta vez para rendirles pública y solemne acción de gracias por haber correspondido en forma tan entusiasta y eficaz a mi exhortación para que renovaran la consagración solemne del Instituto y de cada una de ustedes al Espíritu Santo el día de Pentecostés. Vi con mucho agrado el plan general y el desarrollo de ese plan en cada una de las Casas del Instituto. ¡Sean dadas las gracias en primer lugar a ese Divino Espíritu que infundió en sus almas tan nobles sentimientos y tanta generosidad para honrarlo! Mi alma de Padre que tiene la obligación de velar por las vuestras, ha experimentado una gran consuelo y un gran descanso, al saber que os habéis consagrado una vez [182] más con tanto amor al Espíritu Santo. Yo sé lo que eso significa, y comprendo que la respuesta del cielo a esa consagración va a ser para la Obra y para cada una de sus almas, un verdadero Pentecostés. Así he comenzado a verlo a través de sus cartas tan llenas de Dios y de espíritu sobrenatural. Ese anhelo de conocer y amar a Dios, ese deseo de conquistar muchas almas para el cielo; esa facilidad para reaccionar en las luchas íntimas que no faltan en la vida de quienes desean la perfección; eso y cuanto Dios Nuestro Señor me permite descubrir en sus almas que he venido siguiendo con mirada de Padre desde que Dios quiso dármelas, todo, digo, me lleva a entonar el canto de acción de gracias: TE DEUM LAUDAMUS...MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM! ¡Cuánto gozo al poder ofrecer diariamente en mi Santo Sacrificio a sus almas tan deseosas de ser hostias con la Hostia para convertirse así en verdaderas glorificadoras del Padre y de la Trinidad Santísima! No me queda sino exhortarlas a ser fieles a su Consagración y a las grandes 124
gracias que el Espíritu Santo les quiere conceder. Creo que entre otras muchas recibirán un amor más grande a la Cruz de Cristo, al inmenso Sacrificio que Él padeció por nuestro amor, y para que pudiéramos gozar los consuelos divinos del Espíritu Santo. Más amor a la vida interior, a la intimidad con cada una de las Divinas Personas; más amor a la Santísima Virgen en ese misterio sublime de la Encarnación del Verbo; más celo por la salvación de las almas y especialmente más generosidad para consumirse a favor del Sacerdocio. Más caridad fraterna entre ustedes mismas, sintiéndose como partes de un mismo cuerpo; más adhesión sobrenatural a sus Superiores, viendo en ellos no sólo lo humano sino principalmente lo divino que tienen como representantes de Dios cerca de ustedes, y por lo mismo con gracias especiales para cada una, que perderían si no tuvieran ese espíritu de fe en la autoridad, espíritu que en el religioso se traduce en la perfecta obediencia. [183] Entre otras cosas pedimos el día de Pentecostés VOCACIONES FUNDACIONES para llevar el espíritu del Instituto a todo el mundo si fuera posible.
Y
Creo que honramos al Espíritu Santo asegurando que TODO eso nos será dado en abundancia. Ahora que Lo han recibido en el Pentecostés íntimo del Instituto y de sus almas, ya pueden seguir emigrando a lejanas tierras, seguras de que no se romperá la unidad ni se resfriará la caridad, porque las unirá el amor del Espíritu Santo. En cada Misionera que vaya a Misiones o que reciba cualquier otra consigna, deben sentirse toda como formando una misma cosa. Quiero en esta ocasión repetirles aquellas palabras de fuego de nuestro Venerado Padre Fundador, Félix de Jesús: ¡ADELANTE Y ARRIBA! Adelante por los caminos de la obediencia, hacia el Calvario donde ha de consumarse nuestra gloria el día que se consuma nuestra vida en el amor divino; arriba, con los ojos en el cielo, contemplando siempre la Faz de nuestro Padre y viendo cómo se alegra cuando ve que reproducimos un nuevo rasgo de la fisonomía divina de Jesús o que se perfecciona algún otro de esos rasgos. Arriba, donde está la gran Madre de Dios, María Santísima, que nos dice: ADELANTE, HASTA el fin, así se ama a mi Jesús; así se ama a mi Trinidad adorable! Quiero que en esta Carta Circular reciban todas y cada una la carta especial que hace mucho esperan y que no han recibido. Aquí les digo cuanto anhelo. El cumplimiento de la misión que Dios me ha encomendado, me impide disponer de todo el tiempo necesario para escribirles como lo desean y es mi deber Me consuela su grande caridad que sabe disculparme y el pensar que diariamente las recuerdo en mi grande hora, la de mi Misa y la de mi adoración. Si embargo, estoy seguro que con el favor de Dios siempre llegaré oportunamente cuando sea necesario al bien de sus almas. Las bendigo de corazón y pido al Espíritu Santa y a María, que transformen a cada una de ustedes en el [184] Cristo Adorador del Divino Padre. AMÉN! Afectísimo Padre en Cristo.
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Carta circular sobre los Fines y la razón de ser de nuestro Instituto. (185) Lima, Perú, Julio 28 de 1953. Muy amadas hijas en Cristo: En la imposibilidad de hablarles personalmente, quiero hacerlo por medio de estas letras. Quiero hablarles de los fines, de la razón de ser del Instituto. Contemplo las numerosas Obras que existen en la Iglesia Santa y todas me parecen hermosísimas y necesarias según los fines que persiguen y que la Iglesia ha aprobado. Los fundadores aparecen adornados de grandes virtudes y son una gloria para sus Obras. Pero en vuestra Obra, amadas hijas, Dios ha querido hacerlo todo. La IDEA CENTRAL ES DE CRISTO; la gloria de su Padre a través de las almas escogidas, especialmente las que le están consagradas y las que en el mundo quieren la perfección cristiana. EL VERDADERO FUNDADOR DE LA OBRA ES JESÚS, Glorificador del Padre y de la Trinidad Santísima. La Obra está garantizada con los méritos de Cristo y con los dolores de la Santísima Virgen. Los instrumentos para ejecutarla debían ser pequeños y despreciables para que no se pretendiera robar gloria a Dios. Lo único que Dios les pidió fue buena voluntad y adhesión plena a sus divinas disposiciones. No vamos a darle nada a la Obra; ella NOS VA A DAR TODO. La Obra está encarnada en Jesús Crucificado. Allí lo tenemos todo. Que nadie se atreva a despreciar la Obra por la pequeñez y miserias de sus fundadores, instrumentos sólo del gran Fundador que es Cristo. [185] Que ningún miembro de la Obra piense brillar con luz propia; nuestra grandeza está en vivir unidos a Jesús Crucificado; nuestra Luz, nuestra Sabiduría es Cristo. Y precisamente por ello debemos intentarlo todo para la gloria de Dios. Somos hijos de aquel Padre que todo lo hizo por su Verbo. Queremos cumplir la voluntad de ese Padre que quiere absolutamente la gloria de su Hijo. Queremos cumplir la voluntad de Cristo que quiere la gloria de su Padre. Queremos hacer la voluntad del Espíritu Santo, que quiere la gloria del Padre y del Hijo; y con ello su propia gloria. Queremos hacer la voluntad de la Trinidad Santísima, que quiere la gloria de María. Queremos complacer a la Santísima Virgen glorificando a la Trinidad Santísima. Por eso sois de la Santísima Trinidad; por eso sois Misioneras. Y porque QUEREIS ser una respuesta de las criaturas a la Misericordia del Amor Creador, 126
Redentor y Santificador; por eso sois Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. La hermosura de la Obra y de las almas que la forman, no depende de ninguna industria humana; todo eso depende del querer divino. Es la Obra de la Sabiduría Infinita, del Poder Divino y del Amor Infinito. Es la Obra de Jesús Sacerdote y Víctima. A ÉL LE TOCA DIRIGIRLA, como quiso crearla. EL ESCOGERÁ LAS ALMAS QUE deben formarla. ÉL ESCOGERÁ SUS CAMPOS DE APOSTOLADO. Él escogerá sus amigos y bienhechores; Él ha querido darle su propia Cruz porque resolvió participarle de su propia gloria. ¡Que nadie se atreva a tocar la Obra de Dios sin invocar su Nombre! Pero al mismo tiempo, ¡que nadie tema nada cuando en nombre de Dios trabaje por la Obra! Amadas hijas: Pongamos todo nuestro entusiasmo en seguir luchando por los ideales que la Obra persigue. No olvidemos que el Sacrificio de la Cruz es nuestro. Que todos los días Jesús se ofrece y nos ofrece desde los altares de su Sacrificio a la gloria de su [186] Padre. Amadas hijas: ¡Gozaos porque al que verdaderamente podéis llamar PADRE es el mismo Padre de Jesús! Pero tened una fe muy grande en aquéllos que recibimos una fibra de esa Paternidad para vuestras almas. Ese Padre hablará por nosotros; ese Padre nos dará la plenitud de su Espíritu; ese Padre verá en nosotros, en nuestra pequeñez, la hermosura de vuestras almas, como en esa hermosura contempla la de su Divino Hijo. Tened fe y confianza porque os baña la mirada del Divino Padre; porque os purifica la Sangra de Jesús y os abrasa el fuego del Espíritu Santo. Tened confianza porque la Santísima Virgen os ha regalado sus dolores y sus méritos. La Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad no es pues de ningún hombre, esa Obra es de Dios. Y como Obra de Dios amadla; como Obra de Dios servidla; por amor a esa Obra abrazad cualquier Cruz. Pero también esperad la recompensa de Dios que será nada menor que ÉL MISMO. Recibid, amadas hijas, mi paternal bendición y mis grandes y efusivas felicitaciones por vuestra hermosa vocación. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta para mis amadas hijas que van a la misión de Concepción, Bolivia. (187) Lima Perú, Septiembre 21 1953. Muy amadas hijas en Cristo: Las saludo con todo afecto en nuestro Señor. Cada día que pasa acerca la hora en que partiréis para Bolivia a cumplir una promesa hecha al Santo Padre Pío XII, un acto de amor a la Santísima Virgen, y un 127
nuevo esfuerzo de vuestro amado Instituto para llevar muy lejos el amor a Dios y la salvación de las almas. [187] He tenido varios informes acerca de esa Misión, y todos coinciden en que es una Misión difícil; pero eso, lejos de desalentarme, me llena de entusiasmo, porque creo que ha sido grande la confianza que Dios nos ha tenido al llamarnos a luchar por su gloria en un punto difícil por muchos motivos. Entusiasmo también por las gracias que Él concederá a vuestra pequeñez y debilidad para cumplir sus deseos. En aquellas regiones tan abandonadas por largos años, es natural que reine el vicio y el pecado en todas formas; pero no debemos olvidar que la Iglesia primitiva tuvo que desarrollarse en medios tan corrompidos como los que San Pablo encontró en Corinto, por ejemplo. Y recordemos también cómo el triunfó, no con palabras de vana sabiduría, sino con la Cruz de Cristo y predicando a Jesús Crucificado. Vuestra ciencia y vuestros conocimientos, por grandes que sean, a lo más serán pretexto para acercaros almas; pero la conversión de esas almas es la obra de Dios y será la obra de vuestra unión con Dios, vuestra santidad, que le permita a Dios comunicarse libremente a través de vuestras almas. El vicio dominante, según he sabido, es la impureza en las costumbres; pero cuando esas almas perciban el perfume de la divina pureza, cuando la contemplen en otras almas, no podrán dejar de admirarla primero y de amarla y buscarla después. Procurad que vuestras almas aparezcan siempre adornadas con la divina pureza. Y como la pureza se compra y se perfecciona en la Cruz, vuestros sufrimientos harán más hermosas y puras vuestras almas. Acordaos que una Misionera Eucarística de la Santísima Trinidad debe buscar las almas primero en su Sagrario, en su Custodia, en su oración y comunicación con Dios. Aquéllas que sean más de Dios, más almas de oración, serán las mejores misioneras. Id pues, con entusiasmo y confianza. Yo estaré pendiente de vosotras, y desde la fortaleza de mi altar velaré para que nada os falte. A nuestros puestos [188] cada uno! ¡La hora actual no admite descansos en la lucha! ¡Urge salvar las almas! ¡Urge arrancarlas del vicio y llevarlas a Dios! Si Él quiere que nos veamos, ¡bendito sea!; pero si no fuera así, también ¡bendito sea! La batalla del mundo de las almas nos llama a todos los puntos del globo. No importa dejar de vernos; lo que importa es saber luchar y morir por Dios y por las almas, para que el último día de los tiempos podamos reunirnos todos en la Casa del Padre, allá en el cielo. Entre tanto, luchemos con ardor y dejemos ejemplo de nuestro celo a las generaciones futuras. Tenemos obligación de edificar; que nadie falte a ese deber en la medida de sus fuerzas y de la gracia de Dios. Os recomiendo una vez más la unión y la unidad en el amor de Dios, en el 128
Espíritu Santo. Os recomiendo la obediencia ciega y perfecta. Os recomiendo el respeto más grande y sobrenatural para vuestros Superiores. Y si así lo hacéis, os aseguro el triunfo. Que la gran Misionera del Mundo, la Virgencita de la Encarnación, os enseñe el secreto de la generosidad, del amor y la pureza, para decir siempre sí al querer divino; para amar con amor divino y para difundir en el mundo la divina pureza, de la que Ella estuvo siempre llena. ¡Adelante y arriba Misioneras de Bolivia! Dios os llama; os esperan la Trinidad y las almas. Y también ahora, haciendo uso de mis prerrogativas de Padre, de mi poder sacerdotal y del grande amor que como Padre os tengo, quiero bendeciros con mis grandes bendiciones. ¡Que todos respeten esas bendiciones por ser de Dios! ¡Que ante ellas huyan los demonios; que por ellas os cuiden los Ángeles; que ellas os abran el día que el Señor quiera, las puertas de la eterna gloria! ¡Amén! ¡Amén! Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [189]
Circular sobre la celebración especial del Año Mariano. (190) Noviembre 2 de 1953.- Lima, Perú. Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Las presentes letras les llevan a todas mis afectuosos saludos, mis felicitaciones por el 17º. aniversario de la fundación del Instituto y muy especialmente mis exhortaciones paternales con motivo del próximo Año Mariano que para celebrar el Centenario de la definición del Dogma de la Inmaculada Concepción, desea el Santo Padre que ofrezca el mundo entero a la Santísima Virgen. Es notable cómo en estos tiempos tan aciagos para la Iglesia Santa, nos muestra el cielo en medio de una gloria deslumbrante, a la que ha sido el medio más precioso que Dios quiso escoger para cooperar con Cristo a la Redención humana. Ella, la Inmaculada, la gran Madre de Dios; Ella, la Reina del dolor, la Madre de los hombres, aparece como iris de paz, como señal de perdón y misericordia, como el gran consuelo para la Iglesia perseguida y para aquellas almas que se han ofrecido como víctimas por la misma Iglesia y que anhelan su gloria en todas las formas. En 1950 fue la declaración del Dogma de la Asunción de María en Cuerpo y Alma al cielo. En 1954 el Centenario del Dogma de la Inmaculada. La gloria de María nos recuerda su gran poder para con Dios y su fuerza arrolladora contra los enemigos de la Iglesia. ¿Qué mejor ocasión que este Año Mariano para implorar de ese gran poder la gracia insigne de la paz universal y del triunfo pleno del Espíritu Santo en las almas? 129
Como sabéis, amadas hijas, el Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad ha querido distinguirse por su amor a la Santísima Virgen, como una prenda segura del cumplimiento de su hermoso ideal de glorificación a la Santísima Trinidad y para contribuir a la salvación y santificación de las almas. [190] En nuestra pequeñez hemos hecho esfuerzos por honrar a María y consideramos como favor insigne para el Instituto el estar también consagrado a dar gracias por la Maternidad Divina de María, raíz y fuente de sus grandes privilegios y gracias extraordinarias. Con gusto he visto cómo todas las iniciativas para honrar a María encuentran siempre entre ustedes calurosa acogida. Con la serenidad del que sabe en quién ha confiado, he visto desencadenarse las persecuciones del enemigo contra ese pequeño Instituto que sólo busca la gloria de Dios. Cuando hemos querido honrar a la gran Madre de Dios, y cuando creo que se ha logrado, he visto las reacciones tremendas del espíritu malo que, celoso por los honores tributados a María, quiere arrasar las obras y perder a las almas. Pero, amadas hijas, la sentencia está dada desde el Paraíso: “Ella quebrantará la cabeza de la serpiente”; Ella defenderá a sus hijos y Ella hará que triunfe la verdad y la justicia. Por eso, más que detenerme a considerar estos ataques, quiero contemplar y que ustedes contemplen una vez más las grandezas de María; quiero que una vez más se preparen para rendir solemnes homenajes a María en el próximo Año Mariano que comenzaremos el 8 de Diciembre de este año para terminarlo el 8 de Diciembre de 1954. Para ello me permito proponerles un plan general para ese Año Mariano. Como base principal quiero que se emprenda una triple Campaña de observancia fiel de las Constituciones y Costumbrero, de humildad y de exquisita caridad. La primera campaña les dará ocasión para algo muy grande como es el CUMPLIMIENTO DEL DEBER. Recuerden que se ha dicho que la felicidad está en la paz del alma y esta paz se tiene en el cumplimiento del deber. El día 24 de agosto del presente año, murió aquí en Lima, la Fundadora de las CANONESAS DE LA CRUZ, alma [191] al parecer muy santa según opinión de personas respetables que la conocieron a fondo. Dios quiso ponerme en contacto con ella en esos últimos meses de su vida, y como a esas personas, también a mí me pareció descubrir en ella el sello de Dios. Asistí al Viático que le administró el R. P. Félix Ma. Álvarez. Se respiraba en aquel cuarto del Sanatorio donde murió, un ambiente sobrenatural y que a mí me comunicó mucha paz y amor de Dios. Pocas horas antes de morir me encontraba allí cuando una de sus hijas 130
religiosas que estaba en su cabecera, me dijo que la Madre Fundadora quería hablarme. Me acerqué a ella y me dijo entre otras cosas: “Padre, tengo una buena noticia que darle”... Sí – le dije ¿cuál es? “Me respondió: “Que Dios está contento”... Y entre las recomendaciones que me hizo, la principal fue que les hablara a sus Religiosas cuanto pudiera acerca del cumplimiento del deber. En realidad, amadas hijas, si cumplimos el deber, lo conseguiremos todo. El deber para con Dios, para nuestra Obra, para las almas. Háganlo ustedes por amor a María y será un obsequio precioso. La campaña de humildad que sea muy a fondo. Para triunfar en ella, necesitan mucha unión con Dios y pedirlo como una gracia insigne. Si le piden a María Reina de la humildad, seguramente que se les concederá. La campaña de caridad debe informarlo todo. ¿Qué no realizará el amor? Pues por amor a Dios y a María, hagan cuanto el Espíritu Divino les inspire para practicar la divina caridad. Aquí me limito a las normas generales. Como en otras ocasiones, vean ustedes la manera mejor para desarrollarlas en la práctica. Y también como siempre, yo me uniré a ustedes poniéndome desde mi altar al frente de este movimiento en honor de la Santísima Virgen. Cualesquiera que sean sus problemas, [192] procuren hacer todo a un lado, o hacerlo concurrir a este objetivo común: la glorificación de la Santísima Virgen. Olvídenlo todo y yo les aseguro que cuando vuelvan sus ojos a esas dificultades, habrán desaparecido todas por obra y gracia de la gran Madre de Dios. Pero no olviden tampoco que la lucha nunca cesará porque corremos la misma suerte de la Iglesia. Seguiremos luchando y seguiremos venciendo con la gracia de Dios. Pido al Espíritu Santo que por aquel entusiasmo con que se prepararon a Pentecostés, les conceda gracias especialísimas de fervor, de celo y de generosidad para honrar a su Esposa Inmaculada en el próximo Año Mariano. Y a la misma Virgen Inmaculada, le pido con toda la fuerza de mi oración sacerdotal, que las guarde en su Corazón y que en él se ofrezcan como Ella, una vez más como víctimas con Cristo a la gloria del Padre Celestial y de la Trinidad Santísima. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
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Año 1954 Carta sobre el Espíritu de Sacrificio. (193) Lima, Perú, febrero 16-1954 Muy amadas hijas en Cristo: Con todo afecto en Nuestro Señor os saludo y escribo esta Carta-Circular todavía con motivo del Año Mariano que estamos celebrando. Como tratamos de complacer a la Santísima Virgen es necesario que procuremos investigar lo que sea de su agrado. Cuando poco después de la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en Lourdes a Santa Bernardita, insistió en dos puntos especialmente: la oración y la penitencia. [193] Por lo mismo, creo que debemos insistir en esos puntos para complacer a Nuestra Madre Santísima y alcanzar las gracias que está dispuesta a conceder en este año. Hagamos más intensa nuestra oración que adora a la Trinidad Beatísima; la oración que repara y da gracias. En esa unión con Dios encontraremos siempre la paz del alma. Pero quiero en esta ocasión insistir más en la penitencia y espíritu de sacrificio. Repetidas veces dijo la Santísima Virgen a Bernardita: ¡Penitencia! ¡Penitencia! Y después de un siglo los motivos parecen ser más apremiantes para pedir esa penitencia. Parece que el mundo ha perdido el sentido de lo sobrenatural y que quiere gobernarse por los instintos bajos de su naturaleza. Y en medio de ese caos que llevará a la ruina si no se enmienda la vida, la Santísima Virgen, con lágrimas en sus ojos vuelve a decirnos: ¡Penitencia! Penitencia que sea contrición perfecta de nuestras culpas; que sea pena por las ofensas que otros hacen a Dios; que sea ansia de sufrimiento redentor, ofreciendo unido al de Cristo el dolor inocente de las almas puras o purificadas. Penitencia que vuelva la paz al mundo y el gozo a las almas, ya que nunca el placer ha engendrado la felicidad. El verdadero gozo está en la paz del alma y ésta se tiene en la unión con Dios Oración y penitencia deben de ir juntas. La penitencia perfecciona la oración y la oración sublima la penitencia. Por eso se ha dicho: “Dime cuál es tu mortificación y te diré cuál es tu oración”. divina.
El amor se duele de la ofensa a Dios y al llorar su culpa recupera la amistad
En la vida religiosa hay muchos medios prácticos para esa vida de sacrificio; pero muy especialmente para la mortificación. La observancia de los tres votos, impone diariamente esa vida de abnegación y sacri[194]ficio. La práctica de las virtudes es otra 132
fuente de sacrificios. Mas quiero llamaros especialmente la atención al espíritu de amor que debe informar todas esas cosas. Tal vez nuestros sacrificios y privaciones sean muy pequeños si los comparamos con otros: la verdadera pobreza, privaciones y miseria en que viven millones de seres humanos; las durísimas tareas que se imponen a muchísimos prisioneros de guerra, aun a débiles religiosas; el gran despotismo con que son tratados, etc.; pero todo eso debe animarnos más a sufrir con mucho amor y generosidad lo poco que podamos en nuestra propia vida. Gustemos, amadas hijas, las delicias de la Cruz sufriendo por amor y en unión con Cristo las penas de nuestra vida. Gocemos al sufrir en silencio por amor de Dios. No le quitemos el perfume de nuestro sacrificio por la falta de resignación, por nuestras quejas. ¿Quién conoce el dolor más íntimo de los Corazones de Jesús y de María? En el mundo nadie, es el secreto de Dios. Imitemos en nuestra pequeñez esos dolores, tratando de sufrir guardando un silencio amoroso. Yo sé, amadas hijas, que habéis trabajado mucho y que el sacrificio en lo físico tal vez haya llegado a su máximo; sé que no os ha faltado tampoco la cruz íntima a cada una de vosotras; pero deseo aprovechéis más todo eso uniéndolo sin cesar al Sacrificio de Cristo, y siendo más celosas de sufrirlo en silencio. Haced una prueba más y gustaréis la dicha única que proporciona esa clase de penas. Que todo el Instituto haga su acto perfecto de contrición y que a esa confesión siga el perdón y la gracia de una nueva vida de fervor y celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas. En mi Santa Misa pondré vuestro amor y sacrificio para unirlo al Sacrificio de Cristo y ofrecerlo al Padre Celestial en honor de María, agradeciendo su Concepción Inmaculada y su Maternidad Divina. Que el Espíritu Santo os llene de su Divina Fortaleza y de su Amor para ser como Él os quiere; santas Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. – Afmo. Padre en Cristo que os bendice de corazón. [195]
Carta para las Madres de Mexicali, B. C. (196) Lima, marzo 4 de 1954. (Chorchita sobre su vida en Lima Perú) Muy amadas hijas en Cristo: Mientras puedo escribir a cada una contestando cartas que - muy merecida tienen la pronta contestación, quiero por ahora – hacer una chorchita con todas por medio de la presente. Quiero dar una mirada rápida a cada una de mis Hijas Misioneras de esa Casa. Ya las vi, unas con señales de cansancio, por los muchos trabajos físicos; otras con señales de cierta fatiga interior por otra clase de trabajos; pero a todas las veo muy 133
misioneras, sin perder el querido color de alegría en el sufrimiento. Ya pasaron los saludos de rigor y el entusiasmo de vernos todos juntos. Y como me parece oír las voces de todas que me dicen: “Nuestro Padre, cuéntenos de Lima...” no quiero hacerlas esperar como lo hago con mis cartas. Comienzo pues por decirles que mis palabras irán sobre todo a lo espiritual porque soy poco afecto a lo que no se relaciones con esto. Fui a Lima por obediencia pero con la seguridad de que Dios me tenía reservadas muchas almas por allá. El campo que me confió no podía ser mejor, ya que son las almas de los seminaristas de varias Diócesis, que se preparan en Lima para el sacerdocio. Generalmente el sembrador no puede darse cuenta de los frutos que dará la semilla que arroja en el surco de las almas; pero algo puede sospechar. En el Seminario puede decirse que el trabajo no es de uno solo, sino más bien una labor de conjunto. Por eso podemos augurar mucho bien cuando nos damos cuenta de la abnegación de todos los Misioneros que trabajaron en el Seminario. [196] Todos, incluyendo a los Hermanos Coadjutores, predican con el ejemplo, con sus oraciones y sacrificios. Cuando yo tengo un triunfo en alguna alma, ellos, mis Hermanos, me prepararon el camino y por eso la gloria debe ser para todos. Creo que hemos ganado mucho, pues se nota en general mucho entusiasmo por la santidad sacerdotal. Dios Nuestro Señor ha querido confiarme también algunas otras almas, a las que he procurado ayudar en varios modos. Y en medio de mis trabajos, mi pensamiento venía a ustedes, alegrándome al saber que trabajaban por la gloria de Dios. Pero esta chorchita no puede ser muy larga; habrá que comprimir noticias y tiempo. En general, estoy muy agradecido con Dios por lo que hace con ustedes y con mi alma. Sigamos adelante, luchando hasta el fin para después gozar eternamente. Me voy a despedir para volverme a Lima a mi puesto de trabajo. Les voy a dar la bendición del Espíritu Santo; y mientras pongo la pequeña cruz a cada una, le digo una palabra especial: a unas “gracias”! A otras, “¡¿por qué no me escribe?! A otra: “La quiero más alegre”; A otra: “Nada de desaliento; ¡adelante y arriba!” Y es todo por ahora. Cristo.
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Que el Espíritu Santo por María las llene de su gracia. Afectísimo Padre en
Circular para la fiesta de la Santísima Trinidad, sobre el ideal del Instituto de MESST. (197) Mayo 26 – 1954. Muy amadas hijas en Cristo: Al acercarse la gran fiesta titular del instituto, quiero comunicarme nuevamente con todas, aunque sea en esta forma general, para hablarles de ese tema siempre antiguo y siempre nuevo, como lo es en realidad el tema de Dios Trino y Uno. [197] Cuando volvemos nuestros ojos al cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial, experimentamos un descanso profundo en nuestras almas y sacamos nuevas fuerzas para seguir nuestra peregrinación por este mundo. Hace 18 años que el Instituto comenzó a existir oficialmente, tratando de cumplir su hermosa misión de glorificar a la Trinidad Beatísima. En esos 18 años hemos podido alternar con el cielo en el perenne Trisagio a las Divinas Personas. Hemos procurado honrar a la Trinidad en cada una de sus Divinas Personas. Para el Divino Padre hemos buscado, procurando cada uno en particular realizar ese ideal, adoradores en espíritu y en verdad; al Hijo le hemos querido brindar el mejor de los consuelos al buscar la gloria de su Padre y de su Santísima Madre; al Espíritu Santo lo hemos amado y hecho amar como al Amor Infinito, confiándole la obra de nuestra perfección. A la Santísima Virgen le hemos ofrecido todos los corazones de la Obra hasta el fin de los tiempos, para agradecer su Maternidad divina y honrar sus dolores de Soledad que padeció en la tierra. En esas grandes líneas me parece resumir el ideal del Instituto. Pero si el ideal es sublime, Dios ha querido que lo realicen o traten de realizarlo seres pequeños y llenos de miserias. Aún en eso creo que contamos con la benevolencia divina y nunca dejará de ser hermoso buscar la gloria de Dios aunque tengamos esas grandes deficiencias. Dios ve los corazones y las voluntades. Me pregunto y les pregunto: “¿Amamos el ideal del Instituto?” ” ¿Queremos la gloria de Dios?” Pregunto también: “¿Se ha trabajado por esa gloria?” Como testigo de calidad en este caso, por estar en los secretos, si así puedo llamarlos, de Dios para sus almas y de sus almas para Dios, debo confesar que sí se ama el ideal de la Obra y que sí se ha trabajado por la gloria de Dios. Soy testigo de actos verdaderamente heroicos que no vacilo en proclamar, ya que quienes los realizan se pierden entre todas, siendo quizá la mayor parte de ellos [198] completamente ignorados. Confieso también las debilidades y miserias propias del hombre; pero como Sacerdote y haciendo honor a la misericordia divina, debo decir que ante el Amor de Dios y la buena voluntad de las almas, todo eso desaparece como “una gota de agua 135
en un brasero ardiente”, según expresión feliz de Santa Teresa del Niño Jesús. Por eso, amadas hijas, mi palabra en esta ocasión es de aliento y de felicitaciones muy sinceras. No quiero olvidar a ninguna, lo mismo a las que ocupan altos cargos, como a las que desempeñan los más humildes, porque TODAS realizan la Obra de Dios y todas están en el Corazón de Dios y en mi corazón sacerdotal. Llena mi propia alma de optimismo y de gozo en el Espíritu Santo y en María, quiero, iba a escribir EXIGIRLES, pero sé que no es necesario, sino simplemente PEDIRLES a todas mis amadas hijas Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, porque sé que abundan en deseos de obsequiarme, quiero pedirles como un regalo de este Año Mariano para ofrecerlo yo mismo a la Trinidad Santísima y a nuestra Inmaculada Madre, que vivan más y más unidas en el amor del Espíritu Santo. Que todas, pero especialmente las Fundadoras y las que tienen cargos, vivan muy unidas, aunque para ello tengan que sacrificar muchas cosas. Quiero ofrecer a Dios la unidad del Instituto en la caridad de sus miembros. Solamente Dios sabrá quiénes y cómo obsequien mis deseos; pero yo le pido a Dios que distinga en este mundo y en el otro con gracias especialísimas, a las que más trabajen y mejor cumplan mis deseos. Por mi parte les viviré eternamente agradecido porque me proporcionen la dicha de ofrecer a Dios ese hermoso regalo. Estoy también seguro que en ese horno de caridad se irán fundiendo las Misioneras Eucarísticas de todos los tiempos. ¡Que el Espíritu Santo les dé luz y gracia para conocer y hacer lo que mejor convenga al fin que me propongo! Como supongo que este año, como en los anteriores, [199] me escribirán para el 29 de junio, quisiera tener entonces la contestación de cada una de mis amadas hijas Misioneras y archivar esas cartas para constancia que quisiera fuera posible llevarme al cielo, de tan grande obsequio. Tal vez se pregunten: “¿Por qué insistirá tanto Nuestro Padre en esto?” Y como contestación les diré las palabras de San Juan: “Porque ésa es la voluntad de Dios”; y yo añado: el deseo de la Santísima Virgen y mi propio deseo. Dándoles a todas las gracias anticipadas, y deseando como siempre que el Espíritu Santo por María las llene de su gracia, termino bendiciéndolas de corazón a todas. Afectísimo Padre en Cristo.
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Carta sobre el mismo tema de: la unidad en el Instituto de M. E. SS. T. (200) Lima, Perú, julio 6 de 1954. Muy amadas hijas en Cristo: Habiendo recibido casi la totalidad de contestaciones a mi Carta Circular del 26 de mayo, no quiero dejar pasar más tiempo sin contestar en general primero y después en cuanto sea posible en particular, cada una de esas cartas. Sea mi primera palabra de agradecimiento profundo, en primer lugar para Dios, de Quien recibimos todo don perfecto, y después para ustedes que han tenido la dicha de ser herederas de esos dones divinos, como son la generosidad en la entrega, la docilidad y el celo ardiente por la gloria del mismo Dios y por la salvación de las almas. Como en algunas de sus cartas advierto la pena que les causa el que yo no pueda escribirles como ustedes y yo lo deseamos, es decir, con más frecuencia, quiero hablarles a todas con la sinceridad y sencillez con que siempre lo he hecho. Cuando sentí en mi alma el anhelo ardiente de trabajar más por la gloria de Dios en el campo sacerdotal, anhelo que quise manifestarle a ustedes, puesto que siem[200]pre han querido ser auxiliares poderosas de mi misión sacerdotal, y cuando como una respuesta del cielo a esos anhelos, la voz de la obediencia, es decir la voz de Dios, me habló claro por medio de mis Superiores, mandándome lejos de mi Patria para trabajar en ese campo sacerdotal, a ninguno de nosotros se nos ocultó el sacrificio que esta dicha traía con ella. Pero tuve la inmensa satisfacción de haber recibido de TODAS ustedes, palabras de aliento y promesas de sufrirlo todo para que Dios bendijera mi misión sacerdotal. Conociendo esa buena voluntad, nunca he querido que pudiera pensarse que ustedes me impedían en cualquier modo cumplir mis deberes, y por eso muchas veces he sacrificado el gusto de estar con ustedes y aun de escribirles, para mejor cumplir lo que por ahora me ha ordenado la obediencia. Sin embargo, y para hacer justicia a la Providencia divina, ustedes saben que NUNCA les he faltado en los casos verdaderamente necesarios, y que Dios ha suplido con ventajas admirables lo que yo no he podido hacer. Por lo tanto, ni ustedes se han perjudicado, ni tampoco mi misión. Dios ha premiado con creces el sacrificio de todos y me parece que debemos agradecerlo con toda nuestra alma. En otras cartas advierto ciertos deseos de penetrar más allá en las intenciones que tuve al escribir la mencionada Circular, y también quiero contestar abiertamente y sin reservas: La intención principal está indicada en la Circular, afianzar la unidad del Instituto con lo único que puede alcanzarla: la Caridad en el Espíritu Santo. Quiero mediante la unidad, la santificación de sus almas, y asegurar lo que fue el ideal de mi alma al pedir y realizar esa fundación: contar con almas santas que me ayudaran a dar gracias por mi Sacerdocio y por el de todos los sacerdotes del mundo, y 137
al mismo tiempo contar con almas que fueran una palanca poderosa para mi misión sacerdotal. No creo que sea necesario extenderme más sobre este punto, pues ya cuentan con muchos escritos donde han bebido ese espíritu. [201] Después de haber hecho esta REVISIÓN de mis amadas hijas y colaboradoras, no me queda sino darle gracias a Dios por ese don, y darles a ustedes una vez más las gracias por su filial adhesión. Vayamos todos adelante en grupo compacto al cumplimiento del deber, siendo TODOS PARA TODOS para ganar la gran batalla de Cristo, dándole al Padre Celestial adoradores en espíritu y en verdad y gloria plena a la Trinidad Santísima. El lugar de nuestra cita diaria para unirnos y estimularnos al trabajo por la gloria de Dios, es el altar de mi Sacrificio. Ahí nunca las olvido, especialmente en fechas solemnes cuando se acostumbra ofrecer y recibir congratulaciones o ayudas especiales en casos difíciles. Así pues, aunque no les lleguen cartas mías en esas fechas, crean que no las olvido y que siempre están presentes en la patena y en el cáliz de mi Santa Misa. Pero no quiero terminar esta Carta sin volver mis ojos a la Santísima Virgen para agradecerle su maternal solicitud por nuestras almas y en particular por la Obra. Es Ella quien le ha alcanzado la gracia de participarles los sentimientos de su Corazón y de su espíritu sacerdotal. Que Ella les siga enseñando el secreto de la fecundidad sacerdotal que se encierra en el Sacrificio amoroso y oculto; y para ser explícito, que Ella le enseñe a ser verdaderas víctimas por el Sacerdocio de Cristo y por quienes lo hemos participado. Si aman ese ideal, entonces ahoguen las quejas del cuerpo o del alma cuando sean presa del dolor físico o moral, y digan: “¡TODO POR LOS SACERDOTES, para que unidos a Cristo, le den a Dios todo honor y toda gloria”! La Misionera que viva ese ideal será santa y muy amada del Corazón de Cristo, Sacerdote Eterno. Para terminar, quiero agradecerles nuevamente sus oraciones y sacrificios por el día de mi Santo, y desear que el Espíritu Santo por María las llene de su gracia y bendiciones. – Afmo. Padre en Cristo.- [202]
Carta circular en el aniversario de la fundación del Instituto.Agradecimiento. (203) Lima, Perú, Nov. 15/54 M. R. M. Consuelo del Divino Padre Sup. Gral. de las MESST Muy amada hija en Cristo: No quiero que les falten una palabras mías en el día que celebramos el nacimiento del Instituto y fecha también, que nos recuerda a nuestro Venerado Padre 138
Félix de Jesús. Nunca acabaremos de dar gracias a Dios por haber suscitado esta Obra tan hermosa de las MESST, porque independientemente de las imperfecciones que puedan existir en quienes las realizan, tendrá siempre su grandeza objetiva. Hablar de Dios; glorificar a la Trinidad Beatísima; pregonar las grandezas de María y agradecerlas, ¡qué programa tan hermoso para una época en que se ha hecho un esfuerzo supremo por parte del infierno para apartar al mundo de Dios! Confesar a Dios, confesar su Paternidad y su bondad; y hacer esa confesión en millares y millares de almas que se han dado y se darán por entero al amor divino! Una institución así, será un consuelo muy grande para la Iglesia Santa. Que la hermosura del ideal sea un estímulo a todas las que forman la Obra, para seguir adelante, buscando a Dios, para darlo a las almas, y buscando almas para darlas a Dios. ¡Cómo vienen espontáneamente a la memoria aquellas palabras de nuestro Venerado Padre Félix de Jesús: “Adelante y arriba”! ¡Sí, adelante, sin retroceder un paso; el camino debe recorrerse todo hasta llegar a Dios en el cielo! El Santo Padre lo ha dicho: “No hay que perder [203] el tiempo cuando está empeñada en la lucha la gloria de Dios y la salvación de las almas”. Que el Espíritu Santo descienda una vez más al Instituto en todos y cada uno de sus miembros; que Él comunique luz, fuego y fortaleza. Pronto, Dios mediante, podré pasar revista personalmente a la mayor parte de mi pequeño ejército de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad; que pueda al mismo tiempo comprobar una vez más la decisión inquebrantable de seguir luchando hasta la muerte por DIOS Y LAS ALMAS. Al terminar el Año Mariano, volveré a ofrecer a la Santísima Virgen cuanto hemos hecho y querido hacer por su amor y por su gloria. Seguramente su Corazón de Madre transformando con su amor la pequeñez de nuestros dones, hará que sean muy gratos a sus ojos y que ya en sus manos, se conviertan en un gran medio de glorificación para la Trinidad Beatísima, para Ella misma y para consuelo de la Iglesia Santa. Estemos pues todos presentes en el Santo Sacrificio de la Misa del 8 de Diciembre para unir nuestras ofrendas a la Gran Víctima de nuestros altares, y para recibir allí mismo el torrente de gracias que bajarán del cielo, como el GRAN DON DE DIOS TRINO Y UNO; como el gran don de María, de su CONMOVIDO Y AGRADECIDO Corazón Maternal por los homenajes del Año Mariano. ¡¡Felices CRUCES que alcanzaron tanta gloria para Dios, para María y tantas bendiciones y gracias para nuestras almas!! Conmovidos también en lo más hondo de nuestros corazones de hijos, recibamos el don de nuestra Madre del cielo y que tanta riqueza la empleemos en seguir luchando hasta el fin; primero el de nuestra vida y después hasta que al consumarse los tiempos, el Instituto cumpla su misión en la tierra, para continuarla eternamente en el cielo. 139
Mis grandes bendiciones y augurios de santidad para todas. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [204]
Año 1955 Carta circular sobre la unidad en el amor. (205) Lima, Perú, noviembre 2 de 1955 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: El próximo 12 de Diciembre se cumplirán 10 años de haber recibido aquella tan deseada noticia de Roma, avisando que la Santa Sede concedía el beneplácito para la fundación Canónica del Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. La alegría y gratitud de nuestra alma tuvo por medida el amor que tenemos a la Obra y por eso celebramos con tanto regocijo tan grande acontecimiento. Al cumplirse los 10 años de esa aprobación o beneplácito para la fundación, el Excelentísimo Señor Arzobispo de México, Protector decidido de la Obra, manifiesta su voluntad que se den ya los pasos necesarios para obtener el Decretum laudis, y pase a ser el Instituto de Derecho Pontificio. Esta noticia nos ha llenado de alegría y de esperanzas para ver pronto realizada esa nueva gracia que ciertamente será de trascendencia para el Instituto. No olvidemos, amadas hijas, que las grandes gracias del cielo hay que recibirlas con una esmerada preparación; y aun cuando, según nuestra costumbre, imitando con ello a Cristo, adelantamos nuestras acciones de gracias, confiados en la misericordia divina que nunca nos desoye porque nos ama y ama su Obra, precisa también prepararnos haciendo un examen fiel y sincero de la aportación que hemos dado a la Obra de Dios y lo que nos propongamos hacer para el futuro. He recalcado la frase: Obra de Dios. Sí, amadas hijas, la Obra es de Dios, no lo olvidemos, y nosotros somos obreros y administradores de esa Obra. Si siempre recordáramos estas verdades, nos [205] pondríamos al abrigo de desalientos funestos, lo mismo que de presunciones no menos funestas.- La Obra es de Dios; pero realizada con instrumentos humanos, que como tales, pueden tener muchos defectos. – Cuando esos defectos no se quieren sino que se combaten, Dios no falta con su gracia para suplir esas miserias y realizar el bien a pesar do todo. Quiero hacerles algunas observaciones muy personales, como Padre de sus almas, para ayudarles a ese examen. Puedo asegurarles que el amor que Dios me dio para esa Obra y para las almas que la forman, lejos de disminuir se ha perfeccionado con el tiempo, porque a través de los años he podido comprender algo más de la grandeza de la Obra, de su necesidad, y porque me he dado cuenta del entusiasmo de ustedes, las llamadas a formarla. Ni las penas y cruces de mil modos, que acompañan necesariamente a estas obras, han podido mermar ese amor y confianza, porque si el demonio combate las 140
Obras de Dios, es precisamente por ser de Él, y si éstas resisten y triunfan, es también por la misma razón. ¡Qué verdaderas y oportunas resultan esas palabras que en forma de alabanza se han repetido mil y mil veces en el Instituto: “Sea para Ti la gloria, para Ti la alabanza, para Ti la acción de gracias, oh Trinidad Santísima!” ¡Sí, amadas hijas, sea para Dios la gloria, la alabanza y la acción de gracias, porque ha usado de misericordia con nosotros! Reconociendo pues, la parte que a ustedes les corresponde realizar en la Obra, quiero excitar nuevamente su celo y su generosidad para darse sin reservas a la Obra. Precisa ante todo la unidad en el Espíritu Santo, en torno a la autoridad. Si no se mantiene esa unidad, la Obra no cumplirá sus fines, perderá el sello de las cosas de Dios que es la unidad y la unidad en el amor. Para realizar esa unidad hay que prescindir de los puntos de vista meramente personales cuando la autoridad así lo exige. Piensen que un punto de amor propio, de soberbia, puede romper la unidad siendo como una herida a la Obra de Dios. [206] Apliquen las reglas de la perfecta obediencia. Si algo tienen que observar a las disposiciones superiores, hacerlo pero con humildad y siempre dispuestas a obedecer. Deben alejar como un mal muy grave el criticar las disposiciones de los superiores, pues se exponen a faltar a la justicia y ciertamente a la caridad. Pidan humildemente a Dios que remedie las necesidades reales o ficticias y ofrezcan para ello la contribución de su caridad, paciencia y humildad. Todo esto me parece indispensable cuando estamos ya en vísperas, con el favor divino, de ver al Instituto transformado en Obra de Derecho Pontificio y extender su influencia a nuevas Naciones y lugares. Quienes verdaderamente amen como a madre a su Instituto, deben hacer todo lo posible para realizar su ideal, cueste lo que cueste. Vuelvan sus ojos al cielo, donde, así lo esperamos, están ya las primeras Misioneras que la Trinidad Santísima quiso espigar de su Obra. Ellas seguramente piden sin cesar por la Obra y por ustedes, deseando que todas realicen la gloria inmensa que Dios les ha exigido. Y recordando las palabras: “Pedid y recibiréis, llamad y se os abrirá”, quiero que comencemos una nueva cruzada de oración y sacrificio, para pedir a Dios que nos conceda darle gusto en todo y para que se abran las puertas de su misericordia y nos conceda el perdón por las deficiencias que hayamos tenido en su servicio. Para esto les propongo: 1º.- Comenzar desde el 12 de Diciembre próximo una Campaña de oración, principalmente por medio de la santa Misa, el rezo del Trisagio y el Magnificat. Y como una respuesta al hecho de haber recibido en el mes de octubre y con fecha 7, del Santo Rosario, el documento del Excmo. Sr. Arzobispo de México para pedir el Decreto, valerse también muy especialmente de ese modo de oración tan poderoso, para obtener las victorias más grandes en la Iglesia Santa. 2º.- Para que la oración sea eficaz, se debe completar con el sacrificio. A la 141
grande abnegación con [207] la que han trabajado hasta el presente y de la cual soy testigo, quiero pedirles como algo muy del agrado de Dios: Una campaña de silencio exterior cuando éste obliga; pero sobre todo interior, acallando las voces del amor propio herido. Una campaña de caridad, llevada a la práctica en forma de “NO CRITICAR DE NADA NI DE NADIE”; pidiendo más bien el remedio de las necesidades. Y finalmente como un obsequio especial para la Santísima Virgen; una campaña de humildad, pidiendo cada una al Espíritu Santo que le haga comprender cuándo y cómo practicarla. Creo, amadas hijas, que con todo esto daremos un paso firme hacia el futuro de Instituto que tanto amamos, y al que ustedes han consagrado su vida y su entusiasmo. Por mi parte, como Padre de sus almas, ocuparé el lugar que me corresponde en esta lucha de amor, poniendo mi Fortaleza ofensiva y defensiva en el altar de mi Sacrificio diario, ofreciendo sin cesar al Divino Padre, de quien procede todo don perfecto, la divina Víctima por medio del Corazón Inmaculado y doloroso de María. Yo tomaré todo lo que ustedes hagan y lo llevaré diariamente a mi Santa Misa, para que se convierta en la adoración perfecta, en la acción de gracias consumada; en la reparación conveniente y en la petición eficaz. Reciban todas mis felicitaciones y como un augurio de las bendiciones del cielo, las mías que para todas mando muy especialmente. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [208]
Carta a las nuevas Hnas. Postulantes. (209) Lima, Perú, junio 20 1955 Muy amadas hijas en Cristo: Desde estas lejanas tierras quiero mandarles mi cordial saludo y bienvenida al Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Algunas de ustedes son ya conocidas mías; pero a todas las amo en Dios aun sin conocerlas. Las amo como almas escogidas por Dios y llamadas a una vida de perfección. Como almas generosas que han correspondido a ese llamado del Señor y que han puesto como primer aporte su entrega, el sacrifico quizá de muchas cosas del mundo. Las felicito, amadas hijas, porque si han dejado el mundo, encontrarán en cambio el cielo y en la intimidad con Dios, el poder hacer mayor bien a todos aquéllos que se encuentran en el mundo y que tal vez sin este acto de generosidad de ustedes, no alcanzarían ni siquiera su salvación. Deben salvar muchas almas a lo largo de su vida misionera; deben alcanzar para muchas una alta perfección. Y ¡qué felices deben considerarse si además de su alma logran darle a la Iglesia de Dios muchas almas santas! 142
Pero es útil recordar al iniciar esta nueva vida, que la Redención se hizo en la Cruz y que el Espíritu Santo sólo se entrega a las almas crucificadas con Cristo. Por lo tanto no deben extrañarse de tener que sufrir aun en medio de la alegría interior de darse a Dios. Mientras más cruces tengan, aumentará la gracia, y a mayor gracia, mayor gloria. Sean pues, generosas y no vayan a retroceder a las primeras pruebas que Dios les mande. Sigan adelante siempre alegres, o aunque sea llorando, pero sigan, no dejen su camino hasta llegar a la meta del triunfo para perderse eternamente en el seno del Padre Celestial. [209] La Santísima Virgen, que conoce sus penas, las ayudará mucho y las enseñará a sufrirlas como Ella, EN SILENCIO, CON MUCHO AMOR. En su Corazón Inmaculado pongan su vocación y Ella la guardará Reciban mi grande bendición sacerdotal y de Padre de sus almas. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, se las comunique por medio de la Cruz y guarde siempre sus cuerpos y sus almas, puros y sin mancha. Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris et Filii et Spiritus Sancti, descendat super vos et maneat semper. Amen Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta a las nuevas Novicias. (210) Lima, Perú, junio 20 de 1955. Muy amadas hijas en Cristo: Quiero unir mis felicitaciones a las muchas que hayan recibido con motivo de su toma de Hábito como Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Exteriormente, el Hábito las hace inconfundibles; son Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad; pero al mismo tiempo comienza para ustedes el tiempo de formación en el que deben reproducir interiormente el verdadero retrato de la Misionera, según la voluntad de Dios. Se abre ante ustedes un campo inmenso a la generosidad y al amor. Tienen que dar y que recibir mucho. ¿Serán fieles el fin? ¿Sabrán aprovechar el tiempo precioso del Noviciado? ¿Entrarán a buscar la Cruz para dar consuelos al Corazón de Cristo? ¿No irán a buscarse a ustedes mismas, queriendo comodidades, estimación y en general una vida fácil? ¿Serán dóciles y perfectas obedientes? ¿Serán humildes para recibir siempre con agradecimiento a Dios y a quien las forma, las advertencias y correcciones necesarias? ¿Tendrán por modelo a la Santísima Virgen para guardar el silencio exterior y sobre todo interior? ¿Serán amantes de la mortificación y peniten[210]cia? ¿Serán caritativas en sumo grado? He ahí, amadas hijas, algunas de las preguntas que se hacen cuando se comienza la vida religiosa en el Noviciado. Estoy seguro de oír de cada una de ustedes 143
un SÍ entusiasta y humilde, que me asegure su buena voluntad para realizar el hermoso ideal de su santa vocación. A mi vez quiero ofrecerles mi ayuda constante y eficaz, ya que la confío a la Víctima divina en el altar. Así espero que triunfara el amor divino en cada una de ustedes. Procuren olvidarse del mundo para dedicar todo su tiempo a su formación. Ese tiempo no vuelve, hay que aprovecharlo con esmero. Amen mucho a la Santísima Virgen y Ella les hará fácil cualquier sacrificio. Ese color de su vocación es muy hermoso. Ella alegrará su Noviciado y alegrará su vida. Ella las enseñará a darse sin reserva. Ella atraerá al Espíritu Santo para llenarlas de su gracia, transformarlas en Cristo y ser adoradoras del Padre en espíritu y en verdad. Una vez más las felicito y les pido un recuerdo en sus oraciones. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta a las nuevas Profesas. (211) Lima, Junio 20 de 1955. Muy amadas hijas en Cristo: Me uno a la alegría que las rodea con motivo de su Profesión religiosa como Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Ahora son almas CONSAGRADAS A DIOS por los votos religiosos. ¡Cuánto respeto y admiración para un alma consagrada a Dios! Profesan POBREZA como Cristo, el Esposo divino de las almas; como Él se abrazan a la pobreza, no queriendo APEGARSE a nada sino a Dios; lo venden todo para comprar esa preciosa margarita que guardarán con celo en el fondo de su corazón y que es el amor a Dios. Profesan CASTIDAD. ¡Oh qué hermosas son las al[211]mas puras! Y ¡qué necesidad de serlo para contemplar a Dios! ¡Cuánto respeto y admiración para esas almas que quieren emular a los ángeles del cielo, que quieren comprar esa gracia en una lucha hasta el martirio! Profesan OBEDIENCIA como Jesús su Esposo y su Modelo. Serán obedientes hasta la muerte y muerte de cruz. Gustarán con Cristo la dulzura inenarrable de poder decir: SIEMPRE HICE LO QUE AGRADÓ a mi PADRE”. Esclavitas de amor como María, siempre buscan en todo la voluntad de Dios. Ustedes, amadas hijas, son ahora las almas consagradas a Dios para su servicio y para buscar la salvación de las almas. ¿Cómo no alegrarnos? ¿Cómo no darle gracias a Dios por este fausto acontecimiento? ¿Cómo no alegrarse mi corazón de sacerdote y de Padre, al ver que mis hijas son almas consagradas y que darán, así lo espero, mucha gloria a Dios? Solamente Dios puede comprender estas alegrías sacerdotales que vienen como 144
un bálsamo a las muchas penas que acompañan siempre al ministerio del sacerdote. ¡Gracias anticipadas, amadas hijas, por la gloria que le den a Dios! ¡Gracias por la alegría que proporcionan a mi alma! En mi Santa Misa me uniré a sus propias acciones de gracias por la dicha que ustedes mismas inundan. Que todo sea un estímulo para la lucha que ahora comienza, en la que tienen que defender la fidelidad de sus votos y entrar de lleno en la conquista de las almas. Reciban mi bendición especial que quiere alcanzarles nuevos y grandes dones del Espíritu Santo por medio de María. Afectísimo Padre en Cristo. [212]
Carta a las Profesas de Votos Perpetuos. (213) Lima, Junio 20 de 1955. Muy amadas hijas en Cristo: El candado que cierra para siempre la cadena de amor y sacrificio que hace años se pusieron al pronunciar sus primeros votos, se contempla con emoción y gratitud en cada una de ustedes. Dios ha querido que pueda dar testimonio de ustedes en este día, ya que he seguido sus pasos y he leído en sus almas como en un libro abierto, la historia que se encierra dentro de esa cadena. He sido testigo de sus alegrías y de sus penas; he podido contemplar las exclamaciones de júbilo y también las lágrimas de sus ojos. Más aún, Dios quiso dejarme ver en sus almas y contemplar en ellas todo eso. ¿Quién podrá contar las luchas y las gracias? ¡Son el secreto de Dios! Pero hoy se manifiesta el poder divino cantando el triunfo del amor infinito en estas almas consagradas. ¡Almas atravesadas muchas veces por los dardos del dolor; pero que no sucumbieron en la lucha, antes bien cobraron nuevas fuerzas y se agigantó su amor para dar este paso y venir a decir públicamente ante el altar: de nuevo hacemos nuestros votos y ahora para siempre. ¡Qué dulce debe sonar a los oídos divinos de Jesús ese: PARA SIEMPRE! Ahora tienen que dar lo mejor de su vida a Dios, al Instituto y a las almas. Tienen que ser ejemplo para todas y ser, con la gracia de Dios, perfectas en su pobreza, castidad y obediencia. Las gracias de este día son de fidelidad hasta la muerte. ¡Amadas hijas! Si hoy nos alegramos tanto con su profesión perpetua, ¡cuánta será la alegría cuando en la hora de su muerte se proclame su fidelidad y entren a recibir al cielo la corona de una eterna gloria! [213] Mientras llega ese día y para prepararlo, sigan adelante. De nuevo les digo aquellas palabras de nuestro Venerado Padre Félix de Jesús: LAS ESPERAN LA 145
TRINIDAD Y LAS ALMAS! No salgan nunca del Corazón Inmaculado de María y podrán asegurar el triunfo de su vida religiosa y misionera. Las bendigo muy de corazón y pido al Espíritu Santo por medio de María que sean muy santas y felices. Afectísimo Padre en Cristo.
Carta para las Hnas. que tomaron el Hábito de MESST en diciembre – 1955 (214) Muy amadas hijas en Cristo: Las felicito muy sinceramente por el día memorable de su toma de Hábito, que ha de señalar el principio de su Noviciado. Un paso más hacia el ideal misionero, hacia su transformación en Cristo, para ser verdaderas glorificadoras de la Trinidad Santísima y verdaderas conquistadoras de almas. ¡Cuántas almas las esperan! ¡A cuántas llegará la gracia de Dios por su medio, escalando ellas mismas las alturas de la perfección! Pero, amadas hijas, la fuerza expansiva de su vida en el campo de las almas, está relacionada con su unión a Dios. Deben cultivar por lo mismo la intimidad con el Espíritu Santo, para que derrame en abundancia sus dones en ustedes, para que les conceda el don de oración. ¡Qué felices serían si lograran ese don! Así realizarían la vida de intimidad con las Divinas Personas; así se pondrían a salvo de tantas tentaciones de desaliento en la vida interior y en la del apostolado. [214] Unidas a María llamen siempre al Espíritu Santo para que las posea y para que ustedes Lo posean. Es decir, para que el Espíritu Santo sea dueño absoluto de su voluntad y para que ustedes sean dueñas también absolutas del amor del Espíritu Santo. Sólo la gracia de Dios podrá sacarlas victoriosas en esta prueba, donde se aquilatará su amor a Dios y su amor a su vocación. Besen todos los días al ponérselo, su santo Hábito y den gracias a Dios por ese nuevo día de fidelidad a su vocación. Que ese Hábito sea testigo de sus trabajos y les ayude a ser humildes, ocultando sus virtudes para que Dios solo las vea y las almas reciban sus frutos. Pongan una vez más su vocación en manos de la Santísima Virgen para que Ella la guarde en su Corazón Inmaculado. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
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Para las nuevas Profesas. Diciembre 1955 (215) Muy amadas hijas en Cristo: Esperando poder escribir a cada una en particular, me apresuro a ponerles esta Carta colectiva para felicitarlas en el día feliz de sus primeros votos. Coronan una etapa de vida religiosa, terminan el tiempo de su probación, ese tiempo tan precioso en el que sus almas se pusieron en manos de Dios y de sus superiores, para que fueran modeladas según el espíritu de su Instituto Religioso de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. ¡Feliz coronamiento de dos años de amor y sacrificio en los cuales tal vez abundaron las luchas! Pero que, con la gracia de Dios lograron la victoria y se presentan ahora para ceñir sobre su frente una corona de rosas, que son símbolo de un amor victorioso a través de un camino de espinas. Símbolo también de la vida que les espera, como almas consagradas a Dios por los votos religiosos. [215] Solamente el amor puede llevarlas a la fidelidad en el cumplimiento de estas promesas solemnes hechas a Dios en presencia de tantas almas escogidas. Solamente el amor podrá sostenerlas en la lucha constante contra los enemigos que tratarán de hacerlas infieles a su entrega. Y para que no olviden que se han desposado con quien murió Crucificado por manifestar su caridad infinita a su Padre y las almas, llevarán también sobre su pecho el Crucifijo que ha de acompañarlas hasta la muerte. Las felicito por tan hermosa vocación y las bendigo con toda mi alma para que su vida de apostolado sea muy santa y fecunda. Demos gracias a la Santísima Virgen por haber cuidado sus vocaciones como le supliqué que lo hiciera poniéndolas en su Purísimo Corazón al comenzar su vida religiosa. Que Ella las siga guardando en su Corazón para que lleguen hasta el fin y pueda entregarlas fieles y santas en la hora de la muerte para ser coronadas en el cielo. Regocijémonos en Dios y vayamos adelante a donde nos esperan la Trinidad y las almas! Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
A las profesas de Votos Perpetuos. Diciembre 1955 (216) Muy amadas hijas en Cristo N. Señor: A reserva de escribirles a cada una en particular, quiero felicitarlas en conjunto en este día de gloria para su alma y de alegría para el Instituto. Gloria para su alma porque voluntariamente y de manera definitiva, se han enclavado con Cristo en su Cruz, y ya saben que de esa Cruz nace toda la gloria divina acá en la tierra. Gloria porque en esa Cruz encontrarán al Espíritu Santo, Glorificador 147
del Verbo y de las almas! Ese Divino Espíritu las transformará en [216] Cristo, convirtiéndolas así en glorificadoras del Padre Celestial. Ese Espíritu de amor las llenará de su divina fortaleza para ser fieles hasta la muerte y escribir con sus vidas una página heroica en la historia de ese pequeño Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Será también un día de alegría pura para el Instituto, al sentirse más cerca de Dios, más unido a Él en sus amadas hijas que han hecho su entrega total. Alabemos al Señor, que en medio de las penas de la vida, nos da alegrías tan grandes y tan puras. Mi Sacerdocio se regocija de modo muy especial porque tengo almas hostias que ofrecer en mi Santo Sacrificio para gloria de la Trinidad Santísima; porque tengo almas consagradas en su donación perpetua, que imitarán a su dulce Madre, la Virgen de la Encarnación, pronunciando UN FIAT SINCERO, humilde y ardiente a todas las voluntades del Señor; porque tengo almas apóstoles que ofrecer al mundo que no conoce a Dios y que aumentarán el amor y la perfección en las que ya lo conocen. Cantemos pues, todos, nuestro Te Deum glorioso y nuestro Magnificat agradecido. Las bendigo una vez más y deseo que el Espíritu Santo por medio de María las llene de su gracia. Afectísimo Padre en Cristo.
Carta para la fiesta de la Santísima Trinidad.Espíritu y fin de nuestro Instituto.- (217) Lima, 14 de Mayo-1955 Muy amadas hijas en Cristo: Estando próxima la gran Fiesta de la Santísima Trinidad, Titular del Instituto, quiero dirigirles esta carta circular para tratar una vez más las cosas que convienen al espíritu de la Obra. Por esta vez me propongo recordar el fin principal de la Obra es la gloria de Dios, gloria que deben buscar en una vida de más unión con Él para que, [217] con luz divina, puedan entrar más en el conocimiento de Dios y con fuego divino – el del Espíritu Santo – amarlo con el más perfecto amor. Podemos asegurar que el Instituto ha recorrido lo que pudiéramos llamar su primera grande etapa. En ella hemos contemplado los albores de la Obra desde su concepción y nacimiento con la multitud de detalles propios de ese tiempo, en los que encarnó el ideal divino de la Obra en almas generosas y en corazones ardientes; pero también con mil imperfecciones propias de la criatura, que fueron combatidas con la ayuda de Dios. Contemplemos el desarrollo de la Obra caminando siempre con la aprobación y 148
bendición de la Iglesia. Guarda la Obra como un recuerdo gratísimo que la obliga a especial gratitud para con Dios, la intervención en ella aún antes de que naciera, del M. V. P. Félix de Jesús, Fundador de los Misioneros del Espíritu Santo. El nos animó siempre, asegurándonos que la Obra era de Dios y que haría mucho bien hasta el fin del mundo; él estuvo presente el día de la fundación, celebrando la Santa Misa y dirigiendo sentidas palabras a las primeras Misioneras; él nos sostuvo siempre en los días de la lucha para no desmayar. “Os esperan, decía, la Trinidad y las almas”, poniendo en sus palabras aquel fuego que le era peculiar y que se comunicaba fácilmente a las almas. El fue un Padre y un amigo fiel de la Obra hasta sus últimos momentos de vida; de él escuché diez días antes de su muerte aquellas palabras que tanto me consolaron: “Yo siempre he apoyado esa Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad – y debemos apoyarla todos los Misioneros del Espíritu Santo, no sólo porque es buena, sino porque es de uno de los nuestros”; él dijo la antevíspera de su muerte al M R. P. Iturbide, su futuro sucesor, refiriéndose a las Misioneras: “Formándose como lo desean, harán mucho bien, ayúdelas en lo que pueda”...; y cuando ya no podía hablar, poco antes de morir, al decirle yo al oído que le pedía una bendición especial para las Misioneras, movió [218] su cabeza afirmativamente, todo esto ya casi al expirar. Y después de su muerte no hemos dejado de palpar su protección. Recuerdo también gratísimo de los primeros días de la Obra hasta el presente, ha sido la intervención del Excmo. Sr. Martínez, adictísimo Protector y Padre para la Obra. El le dio la primera aprobación “ad experimentum”, él gestionó en Roma el beneplácito Apostólico para que se estableciera como Instituto Religioso; él dejó todo dispuesto para obtener de la Santa Sede el Decretum Laudis; él nos defendió como Padre y Pastor y animó las empresas del Instituto no oponiéndose nunca, antes bien impulsando su desarrollo, lo mismo en México que en otros países, incluso en las primeras Misiones extranjeras de China, Japón y Bolivia. Él, para alentar a las Misioneras les decía que eran las de la “buena suerte”, no pensando tal vez que él mismo era instrumento de Dios para esa “buena suerte” como lo fue nuestro amadísimo Padre Fundador Félix de Jesús y tantas otras almas santas que aún viven entre nosotros, y otras que ya gozan de la presencia de Dios, así lo esperamos, en el cielo. El Instituto se ha desarrollado; pero como es fácil suponer, ese desarrollo trae a veces cierto debilitamiento, como en los organismos humanos cuando lo hacen con alguna rapidez. Las dificultades propias de las fundaciones: reducido el personal, exceso de trabajo; proceso de organización que impide poder poner en práctica una vida reglamentada normalmente; el luchar con los climas a veces demasiado inclementes que consumen rápidamente las fuerzas de nuestras Misioneras, todo esto, digo, contribuye a veces a que se descuide un poco la observancia religiosa, en lo que sí puede y debe hacerse. Por este motivo debemos poner mucha atención a fin de que si hay algo en contra, se remedie y que no vaya a sufrir la vida espiritual de los miembros del Instituto, antes por lo contrario, que se perfeccionen cada día. [219] 149
EN PRIMER LUGAR NOS DEBEMOS A DIOS, no hay que olvidarlo. Por lo mismo, debemos cultivar con esmero esa “atención amorosa a Dios” que tanto nos recomendaba nuestro Venerado Padre Félix de Jesús. Debemos defender nuestras horas de oración, muy especialmente la Santa Adoración y las visitas al Santísimo Sacramento. No deben descuidar las prácticas de piedad propias del Instituto y que vienen a darle su colorido especial. Deben por lo mismo, cultivar con esmero la devoción a la Santísima Virgen y vivir como “verdaderas esclavas e hijas suyas, amándola y haciéndola amar”. Pero como la mortificación perfecciona la vida de oración, no deben olvidar tampoco que el “espíritu de sacrificio” es como la trama que dará el verdadero colorido a la espiritualidad del Instituto. Ese sacrificio debe consistir principalmente en el cumplimiento fiel del deber y en la práctica de las virtudes, aunque sin descuidar la penitencia corporal, en cuanto pueda y deba hacerse, siempre con el sello de la obediencia. Estando las almas “llenas de Dios”, no será difícil que se lancen con entusiasmo al campo de las almas y que su trabajo sea abundantemente fecundado por la gracia divina. Procuremos pues, que la nueva etapa del Instituto sea de reafirmación; de renovación espiritual y de un trabajo interior y personal por parte de cada uno de sus miembros para realizar la perfección que Dios les pide. Que todo esto sea como un grande acto de acción de gracias por los beneficios divinos a la Obra; por todo lo recibido y por lo mucho que esperamos para el porvenir. Vivan pues íntimamente el “espíritu de la Obra”; sean verdaderas “hostias de adoración, acción de gracias, reparación e imploración” que, UNIDAS a la grande Hostia de nuestros altares y ofrecidas por medio del Corazón Inmaculado de María”, glorifiquen plenamente al Padre y a la Trinidad Santísima, en el tiempo y en la eternidad. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [220]
Carta circular para la fiesta de la Maternidad Divina de María. (Obediencia). (221) Lima, Octubre 2 -1956 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: La gran fiesta de la Maternidad Divina de María me proporciona el gusto de volver a escribirles una Carta Circular. El amor a María ha comunicado al Instituto un tinte especial de alegría y ha sido como un augurio de grandes bendiciones del cielo. Sabemos que todas las gracias nos vienen por su medio; pero parece que Ella ha querido hacer más evidente esa mediación haciendo que coincidieran con Festividades suyas, muchas de las gracias 150
que ha recibido la Obra. Posee el Instituto una misión sublime que ha de colocarlo siempre en lo más hondo del Corazón Inmaculado de María, y es la de agradecer CON ELLA el privilegio de su Maternidad Divina. Esa deuda inmensa de gratitud quiere pagarlas María en primer lugar por medio del gran Sacrificio de su Divino Hijo, que es su propio Sacrificio, porque es lo único que puede pagar semejante deuda. Mas por una delicadeza exquisita de tan buena Madre, ha querido UNIRNOS en la oblación de ese Sacrificio. Pero, amadas hijas, no es difícil comprender que esa delicadeza de María implica graves obligaciones y supone en quien la recibe, grande generosidad en la correspondencia. A Monseñor Ollier, según sabemos, pidió la Santísima Virgen que hiciera el voto de celebrar todos los sábados la Santa Misa para dar gracias por su Divina Maternidad, y narra él mismo cuánta alegría experimentaba al hacerlo. El pequeño Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad ha querido ofrecerse todo entero para agradecer con María ese privilegio, y ha querido hacerlo por el mismo medio sugerido por Ella, ofreciendo y uniéndose al gran Sacrificio de Cristo en la Santa Misa. [221] Esta exhortación que les hago va encaminada a renovar el entusiasmo en cada uno de los miembros del Instituto para ser menos indigno de ser ofrecido por María como pequeña hostia en unión con Cristo y pagar su deuda de gratitud. Para conseguirlo, quiero señalarles un medio muy práctico, el mismo que Jesús empleó para glorificar a su Divino Padre y es “hacer en todo la voluntad divina de ese Padre”, por medio de la perfecta obediencia. Y la obediencia más perfecta es la que más se asemeje a la de Jesús Crucificado. Mientras más crucificada sea la obediencia, más felices deben sentirse de OBEDECER Y DE AMAR HASTA LA MUERTE. Y si a todo esto se añade la alegría en la inmolación, será más clara la semejanza con la Obediencia de Cristo y la de María. Grande espíritu de fe supone esa obediencia y precisa tenerlo. No veamos a la criatura que manda, sino a Dios a quien por su medio obedecemos. Por lo mismo, no nos limitemos a la obediencia material, sino pongamos el corazón en ella; no nos limitemos a la letra, procuremos adivinar el espíritu; no esperemos órdenes expresas, apresurémonos a practicar los deseos y más leves indicaciones. Si CREEMOS que Dios nos manda, nos pide, nos sugiere o lo desea, eso debe ser suficiente para obedecer pronta y alegremente. ¡Qué hermosa aparecerá a los ojos de Dios el alma que así obedezca! ¡Qué auténtica la inmolación que reproduce la de Cristo! Que del Instituto de MESST pueda decirse con toda verdad: ET NATIO ILLORUM OBEDIENTIA ET DILECTIO... (una nación regida – por la obediencia y el amor) Espero una vez más de su generosidad, que por amor a la Santísima Virgen y 151
por el amor a su Instituto, todas respondan a esta invitación, reafirmando su decisión de ser obedientes, obedientes hasta la muerte y muerte de Cruz. Vean en todos los acontecimientos de su vida la voluntad de Dios. Acepten con humildad y sumisión to[222]dos los cargos o empleos que les asigne la Obediencia; no critiquen nunca las disposiciones de la Obediencia, porque sería una ofensa al Amor de quien las manda, y sería dejar pasar una ocasión de practicar el espíritu de fe. En el gran Sacrificio de la Misa del día de la Maternidad Divina de María, volveré a ofrecer solemnemente el Instituto de MESST en unión con Cristo y con María, para pagar la deuda de gratitud de la Gran Madre de Dios. Y espero de ese mismo Sacrificio todas las gracias para que el Instituto sea fiel a su vocación y para que nuestro Padre Celestial nos mande nuevas y abundantes vocaciones, especialmente dotadas por el Espíritu Santo para complacer los deseos de la Santísima Virgen. Quiero también aprovechar esta oportunidad para pedirles que intensifiquen la Campaña de gratitud anticipada, por el Decretum Laudis para el Instituto, repitiendo cuanto sea posible el hermoso Cántico con el que la Santísima Virgen quiso expresar su emoción y gratitud al ser descubierto el secreto de su Maternidad divina: Magnificat anima mea Dominum! Reciban todas la más grande de mis bendiciones porque es la bendición misma de Dios a quien indignamente represento como Padre de sus almas. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta circular sobre el Espíritu de Reparación. (223) Lima, Perú, Octubre 29 de 1956. Muy amadas hijas en Cristo nuestro Señor: El próximo 20 de noviembre celebramos el vigésimo aniversario de la Fundación del Instituto de las MESST. Ese día que será de grandes y gratísimos recuerdos a través de los siglos, porque recordará a los hombres el nacimiento de una Obra de Dios y a las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad el día del nacimiento de esa misma Obra que es su Madre y [223] que las amparará en el tiempo y en la eternidad como a hijas muy amadas; ese día, digo, tiene para nosotros los que fuimos testigos del nacimiento de la Obra y para las primeras llamadas a formarla, un colorido especial de gozo, de amor, de gratitud, de esperanza... Y como al celebrar los 20 anos pensamos ya en los 25, en las Bodas de Plata, quisiéramos preparar algo muy grande para celebrarlas. Hasta ahora hemos hecho campañas de adoración (amor sublime) y de acción de gracias; pero para celebrar debidamente aquella fecha de los 25 años, conviene prepararse con una campaña que abarque lo hecho anteriormente, recalcando de modo especial el espíritu DE REPARACIÓN. La grandeza de la Obra; la inmensidad de los favores recibidos y por otra parte nuestra pequeñez, la multitud de imperfecciones, de miserias y ofensas al Amor Infinito, todo exige una reparación muy grande. 152
años.
Por eso yo quiero proponerles un programa de reparación para los próximos 5
Reparación por el amor; reparación por la gratitud; reparación por la mortificación interior; reparación por la penitencia; pero sobre todo, reparación por el ofrecimiento amoroso, respetuoso, consciente y agradecido, del Gran Sacrificio de Cristo en la Cruz y en los altares por la Santa Misa. Llevar a la Misa los actos de amor, etc., en espíritu de reparación por todas las ofensas, pecados o negligencias que se hayan tenido en la obra desde su nacimiento hasta nuestros días y aun hasta el fin de los tiempos. No olvidemos que la Obra es de Dios y que como tal merece nuestra más delicada atención y nuestra generosidad más grande. Pensemos cuántas veces habremos antepuesto nuestra comodidad material o nuestro amor propio al bien de la Obra. Quizás el espíritu de crítica, sin pensar que más edifica la caridad; tal vez un marcado egoísmo queriendo todo para nosotros, sin pensar que el bien [224] de la Obra exige desprendimientos. Debemos ofrecer esa reparación por todo. Por las vocaciones perdidas; por las que no han querido corresponder; por las que habiendo correspondido en parte, no se han dado plenamente. Que por todo eso pague nuestra Divina Víctima de los altares, a la que nos unamos con grande fe y amor. Pongamos nuestro dolor, nuestra reparación en el Corazón desamparado de María, para que Ella lo presente a su Divino Hijo en esa hora solemne de la Misa. Que el Instituto quede completamente purificado para que su acción de gracias al celebrar las Bodas de Plata, sea muy agradable a los ojos de Dios. Y para no perderse en generalidades, deben concretar en algo práctico lo que ofrezcan en espíritu de reparación todos los días, por ejemplo la caridad, sabiendo perdonar las ofensas reales o aparentes; la paciencia para soportar las miserias ajenas, no acostarse nunca sin haber pedido perdón a quienes hayamos causado alguna pena; no criticar a nadie ni de nada; ser muy servicial por amor de Dios. Eso y otras muchas cosas que el Espíritu Santo les inspirará. Háganlas con grande empeño y en espíritu de reparación. Que las Superioras de las Casas manden celebrar en cuanto puedan, Misas con esa misma intención. Renovemos a Dios la oblación tan generosa que de su vida hicieron nuestras amadas Misioneras que ya han muerto; son nuestro tesoro en el cielo para dar satisfacción a la justicia divina. Ellas han ido, así lo esperamos, al cielo como una muestra de tantas otras almas santas que han de cultivarse en los Jardines de la Santísima Trinidad acá en la tierra. Por mi parte, pondré entre mis intenciones especiales en mi Misa diaria, esa misma de reparación por todo lo dicho. Con mis felicitaciones por los 20 años del Instituto, mando a todas mis amadas 153
hijas Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, las gran[225]des bendiciones a cuanto se haga para que lo propuesto en esta Circular sea una hermosa realidad. Que nuestro amadísimo Padre Félix de Jesús nos alcance desde el Cielo las gracias que necesitamos para que esta Obra, en cuya fundación estuvo presente, comenzándola con la celebración del Santo Sacrificio de la Misa, sea lo que Dios quiere, y que las palabras que dijo antes de morir: “Esa Obra yo siempre la he apoyado y debemos apoyarla no solamente por ser buena sino también por ser de uno de los nuestros..... Formándose las Misioneras como desean, harán mucho bien a las almas....” Que esas palabras, digo, como tantas otras de aprobación y aliento que de él recibimos, sean una realidad. Todo para la mayor gloria de Dios y bien de las almas. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Año de 1957. Carta circular para la fiesta de la Santísima Trinidad. (Oración – Mortificación). (226) Lima, Perú, Mayo 29-1957 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Estando muy próxima ya la gran Fiesta de la Santísima Trinidad, quiero ponerles estas letras para llevarles mis augurios y conversar un poco del amado ideal que persigue el Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Seguramente que al pensar por primera vez en la hermosa vocación religiosa y misionera, lo primero que vino a su mente fue la idea de realizarla de tal modo, que las llevara a su rápida santificación. Comenzó esa vida con el sacrificio y renunciamiento a las cosas del mundo para buscar y consagrarse a las cosas de Dios. Ese sacrificio tuvo su primera recompensa en la paz del alma, que comunica la pobreza espiritual, el desprendimiento y en la íntima satisfacción de tener algo grande que ofrecerle a Dios, y contemplar en los secretos [226] de la comunicación con Él, la complacencia divina por ese sacrificio. Pero como sucede con frecuencia que las actividades del apostolado no se aprovechan para intensificar el sacrificio y con él la unión con Dios, sino más bien van alejando a las almas de Dios y apegándolas a las criaturas, conviene hacer constantes revisiones de nuestra conducta para ver si no hemos sido víctimas de esa actitud. Conviene preguntarnos: ¿Cómo va mi vida de unión con Dios? ¿Tengo amor a la oración, de modo que no sólo cumpla con la prescrita sino que la convierta en la “oración de todas las horas”, porque me sienta y procure en ellas mantener esa unión con Dios?
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Mas recordando que el sacrificio es el combustible de la oración, debo preguntarme: ¿He practicado el sacrificio amoroso? ¿Hago con generosidad las penitencias prescritas por las Constituciones y Costumbrero? ¿Tengo cuidado de adquirir el “espíritu de sacrificio”, de modo que no deje pasar las ocasiones de practicarlo? Y en ese espíritu de sacrificio ¿he tenido presente que ocupa lugar de preferencia la mortificación interior y la práctica de la perfecta caridad? ¿Procuro no quejarme? ¿Guardo silencio en las penas? ¿Hago alguna penitencia o mortificación para que se remedien las necesidades, en vez de criticar? Creo, amadas hijas, que si estos dos puntos: ORACIÓN Y MORTIFICACIÓN van bien, ya podemos asegurar que las almas estarán llena de amor a Dios, caminando a velas desplegadas hacia la perfección. Pero no deben olvidar tampoco que, como religiosas, han contraído el compromiso con Dios de guardar sus votos. Piensen cómo los han cumplido. Para estimularse más a la perfección, recuerden que un día solemne se consagraron muy especialmen[227]te al Espíritu Santo por medio del Corazón Inmaculado de María. Son pues, almas que le pertenecen por este motivo particular. Como almas suyas, el Espíritu Santo las cuidará y las impulsará siempre a la perfección. Con sus dones las ayudará a superar los obstáculos y las enseñará a “orar como se debe”; les dará fortaleza en la lucha; en una palabra, si son fieles a su amor, Él las transformará en Cristo para la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima. No olviden tampoco que están en el tiempo de la GRAN REPARACIÓN. Que tantos sacrificios y penas que el Señor ha permitido en el Instituto; que los sufrimientos de los cuerpos y las penas de las almas, vayan todas al altar del Sacrificio donde se inmola la Víctima divina, Cristo Jesús, y que unidos a esa gran Sacrificio que fue el reparador por excelencia, nos permitan dar una satisfacción al Amor infinito y sentir el perdón en forma de un río caudaloso de amor divino que invada al Instituto y haga de cada una de las Misioneras una verdadera glorificadora de la Santísima Trinidad. Eso pediré yo también en el Santo Sacrificio de la Misa, donde diariamente ofrezco a las almas que forman el Instituto. Que la próxima fiesta de la Santísima Trinidad sea la ocasión de un nuevo impulso hacia Dios, para que lo sea también efectivo y eficaz hacia las almas. Desde el Corazón Inmaculado de María bendigo a todas y cada una de ustedes con aquella hermosa bendición del Espíritu Santo que es el más consolador de los augurios. “Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, se las comunique por medio de la 155
Cruz y guarde siempre sus cuerpos y sus almas puros y sin mancha. “Et benedictio Dei Omnipotentis, Patris et Filii, et eiusdem Spíritus Sancti, descendat super vos et maneat semper. Amén. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [228]
Carta a las nuevas Profesas de Votos Perpetuos. (229) Lima, Junio 26 de 1957 Muy amadas hijas en Cristo: No pudiendo escribir a cada una, quiero que estas líneas les lleven a todas mis felicitaciones más expresivas por la inmensa dicha de su consagración perpetua a Dios en el seno del Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. ¡Qué hermoso suena al oído y más aún al corazón: CONSAGRADAS A DIOS PARA SIEMPRE, por medio de los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia! Esta entrega supone un acto perfecto de caridad, por eso deja al alma como el día del Bautismo. Pero ¡cuánto cuidado se necesita para no manchar esa alma con ninguna infidelidad a su entrega! Esa será la lucha de toda la vida; pero para vencer en ella se les da ahora plenamente el Espíritu Santo. ¡Que nunca se aparten de Él! ¡Con cuánto gozo las contempla desde el cielo nuestra Inmaculada Madre la Virgen María! ¡Qué parecidas a Ella en la generosidad de su entrega total a Dios y también en la pureza del alma! Y ¿qué decir de mi alegría como Padre espiritual de sus almas? ¡Sentir que almas puras y llenas de amor de Dios vienen a aumentar mi amor a Dios y mi capacidad para recibir nuevas gracias del Espíritu Santo! ¡Bendito sea el Señor por estos dones inefables! Que la Víctima Divina de nuestros altares pague por nosotros tanta deuda para con Dios y que la Santísima Virgen se digne ofrecer y unir al Sacrificio de esa Víctima, el de nuestras almas, y muy especialmente el de estas amadas hijas que han profesado haciendo sus votos perpetuos. En espera de poderlo hacer personalmente, mando a todas mis bendiciones especiales y me encomiendo a sus oraciones. Afectísimo Padre en Cristo. [229]
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A mis amadas Hijas MESST que han hecho su Primera Profesión como miembros del Instituto. (230) Lima, Perú, junio 26 de 1957. Muy amadas hijas en Cristo: Se ha llegado el día tan esperado de su Profesión. El día en que se `piensa cuando se vive en el Noviciado, porque se considera como un requisito para poder llamarse ya Misionera consagrada y porque se abren las puertas a posibles apostolados y a una completa formación para dar más gloria a Dios! Han dejado el Noviciado; pero solamente en cuanto al lugar material, porque en realidad llevan en su alma lo que ahí aprendieron, lo que ahí recibieron. ¡Cuántas luces, cuántas luchas y cuántos triunfos en ese lugar santo! En él se forjaron sus almas en el verdadero espíritu de su santa vocación. Ahora les espera un nuevo campo de lucha y de apostolado. ¡Que nunca pierdan sino aumente, el amor y fervor del Noviciado! ¡Practiquen lo que ahí les enseñaron, cumplan lo que ahí ofrecieron! Me uno a su gozo por su entrega a Dios por los votos religiosos. Pido a la Santísima Virgen que las cuide y que les conceda ser muy fieles a sus votos. Para ello les mando una especial bendición y pido no me olviden en sus oraciones. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Carta con motivo de sus 50 años de Primera Comunión. (230) Lima, Perú, noviembre 23-1957 Muy amadas hijas en Cristo: Quizá hubiera debido escribir esta carta con más anticipación a la fecha de que voy a hablarles; pero había dudado hacerlo por creer que se trataba de una cosa privada. El próximo 12 de Diciembre hará 50 años del día [230] en que hice mi Primera Comunión. Esa fecha tan llena de gracias y recuerdos para todos, puedo asegurarles que para mí fue verdaderamente el principio de una vida eucarística en la que descubrí mi vocación y gracias a la cual pude conservarla en medio de tantos peligros. Y como en esa vocación, por designios de Dios, estaba encerrada también la de ustedes como Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, creo que es debido el suplicarles que se unan a mis acciones de gracias, pidiendo al mismo tiempo que se apresure mi transformación en Cristo y pueda realizar ese anhelo de su Divino Corazón. Y con estos sentimientos en mi alma, quiero proponerles como una consigna para el próximo año una campaña Eucarístico-Mariana, tan propia del Instituto. Por María recibimos a Jesús, de Ella tomó el Cuerpo y la Sangre que recibimos en la 157
Sagrada Eucaristía; Ella implora del Espíritu Santo la gracia y la pureza que debe poseer el alma eucarística. Queremos ser hostias en la Hostia; ser Eucaristías vivientes, amorosas. Y sólo María tiene el secreto para conseguirlo, porque Ella fue la única en vivirlo con perfección. Dejo a mi muy amada hija en Cristo, la M: R. Madre Fundadora del Instituto y a sus más cercanas colaboradoras, el formar los planes más concretos para llevar a cabo ese Año Eucarístico Mariano. Y confío en el buen espíritu de todas mis amadas hijas, para ejecutar con grande entusiasmo cuanto les sea sugerido por sus Superioras. Por mi parte, agradezco anticipadamente cuanto hagan por amor a Jesús Eucaristía y a su Santísima Madre, y por la gran caridad personal para mí, al ayudarme a dar gracias por ese feliz aniversario. Deseando ya desde ahora una feliz Navidad y un Santo Año Nuevo para todas y cada una, quiero mandarles una gran bendición, muy en particular para la realización de sus proyectos, y para su santificación personal. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María. [231]
Pensamientos de Nuestro Padre a los 50 años de su Primera Comunión. (232) En la Hostia de mi primera Comunión se me dio Jesús para siempre; en la Hostia de mi primera Misa me dio el poder de ofrecerlo y darlo en Comunión para la gloria del Padre. En la Hostia de mi primera Comunión Jesús me llamó; en mi primera Misa me transformó. En la última de mi vida me ofrecerá a su Padre en Comunión eterna. ¡Después de 50 años de haberte recibido, oh Jesús, siento mi alma más pequeña; pero con un amor como infinito! Jesús me dio su Espíritu para poder ser hostia y glorificar al Padre. Cuando Lo conocí, Lo amé; cuando Lo amé me llamó y su vocación me hizo feliz. La Eucaristía alegró mi niñez; me salvo de los peligros de la juventud; y ha sido el consuelo en todos los momentos de mi vida. ¿Qué te daré Jesús, por todo lo que me has dado? Te daré el amor de tu Divino Padre y la ternura de tu Santísima Madre! María me llevó a Jesús; Jesús me dio su Espíritu y entonces se levanto en mi alma la llama devoradora de su amor al Padre. Al recibir por primera vez el Cuerpo y la Sangre de Jesús, recibí el amor a María que circula como la sangre de mi alma. El perdón me acercó al altar de mi primera Comunión; Jesús me abrió su Corazón y descubrí el secreto de sus grandes amores: ¡Su Padre, María, las almas! [232] 158
Año de 1958 Carta circular para la fiesta de Pentecostés. (233) Lima, Perú Mayo 25 de 1958 Muy amadas hijas en Cristo: En este hermoso y gran día de Pentecostés, quiero enviarles a todas mis felicitaciones, aprovechando la ocasión para decirles la palabra que sale del corazón del Padre para sus amadas hijas. ¡PENTECOSTÉS! ¡Cuántas santas ilusiones en torno de este día! ¡Con cuánto amor nos preparamos cada año para recibir ese Don Prometido por Cristo! En este día renovamos las consagraciones personales y la oficial del Instituto al Espíritu Santo. ¿Serán vanas esas consagraciones? ¡De ninguna manera! Si acaso nos desconcertáramos al ver cómo a la consagración sigue la lucha, debemos recordar la historia de la Iglesia a partir del gran Pentecostés. El Espíritu Santo fue dado precisamente para la lucha. Y ¡qué lucha! La que debe establecer el Reino de Dios en la tierra; la lucha contra todos los poderes del infierno. Pero la fuerza de la lucha indica también la grandeza de la causa y los resultados de la victoria. El Espíritu Santo vino a realizar en la Iglesia la perfecta unidad en su amor; unidad que ha llevado a esa Iglesia a todas las victorias. Unidad en la fe; unidad en el amor; unidad en la obediencia al Supremo Pastor. Unidad de las almas con Dios, realizando en ellas la verdadera santidad. El Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad busca la gloria de Dios y la salvación de las almas, poniéndose al servicio de la Iglesia. De esa Iglesia recibe su misión y las gracias para cumplirla. El Espíritu Santo que gobierna la Iglesia, preside también la vida toda del Instituto. [233] Mas para que esa vida sea plena, es necesario no poner obstáculos a la acción divina del Espíritu Santo. Y obstáculo muy serio vendría a ser cualquier falta de caridad que rompiera la unidad, sello propio del Espíritu Santo. Por eso mi gran deseo y mi suprema petición en este día al Espíritu Santo, es que mantenga LA UNIDAD EN LA OBRA, por medio de la perfecta caridad. En varias ocasiones les he dicho que el Sacrificio qué Dios prefiere y para el que reserva sus grandes bendiciones, es el que se realiza en pro de la caridad, y por lo mismo en pro de la unidad. ¿Qué debemos sacrificar? Seguramente el Espíritu Santo lo hará sentir a quien humildemente se lo pregunte. El Santo Padre está haciendo llamados urgentes a esa unidad en torno suyo para vencer a los enemigos de Dios. 159
Por mi parte, hago un llamamiento a todas las amadas Misioneras del Instituto para que obedezcan a nuestro Santo Padre el Papa y realicen en el seno de sus filas la unidad en la caridad. Y deseo que todo esto no quede en simples palabras o promesas. Es necesario ir a las obras y comenzar desde luego. Que éste sea el obsequio que presentemos a la Trinidad Augusta en la próxima festividad, en la que celebramos la fiesta titular del Instituto. Para quienes más se esfuercen en cumplir estos deseos, prometo como representante de Dios, mis mayores bendiciones. Si no es capaz de unirnos el amor a Dios y el bien de la Obra que Él nos ha encomendado, ¿qué podremos hacer? Que ese amor a Dios y a la Obra nos lleve a cualquier sacrificio. En mi Santa Misa me uniré a sus intenciones, pidiendo una asistencia especial del Espíritu Santo para que la victoria corone sus esfuerzos. Pido a la Santísima Virgen que Ella misma ofrezca con su Corazón Inmaculado y desde Él, los esfuerzos generosos que hagan para gloria de la Trinidad Santísima. [234] Deseando para todas una feliz fiesta de la Santísima Trinidad, me encomiendo a sus oraciones. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Año 1960 Carta con motivo de las Bodas de Plata de la fundación. (235) La Labor del Río, S. L. P. Diciembre 14 de 1960 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: En primer lugar quiero darles las gracias por la oraciones que han hecho por mi salud en mi última enfermedad, de la cual, gracias a Dios, estoy ya casi completamente restablecido. Pero especialmente quiero tratar de la fecha notable que se aproxima, el celebrar el Instituto las Bodas de Plata de la fundación. Celebrar el nacimiento de una Obra de Dios es algo debido que llena al mismo tiempo de grandes emociones a las almas, porque las hace participar en algún modo la hermosura y fecundidad de esa Obra. Dios es la fuente de la fecundidad y en todas sus obras manifestó el poder de sus manos, alegrando en forma única a los seres creados por Él a su imagen y semejanza. Fue un sacerdote según el Corazón de Dios, quien nos aseguró que la Obra de las MESST era un Obra de Dios; fue la Iglesia la que al aprobarla confirmó la predicción 160
de aquel santo y venerado Sacerdote, Félix de Jesús Rougier, Fundador de la Congregación de Misioneras del Espíritu Santo. La Congregación de Misioneros del Espíritu Santo, como instrumento de Dios, puede considerarse como inspiradora de esta Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad que de ella recibió el espíritu, [235] porque comparte con ella los grandes ideales de glorificación a la Santísima Trinidad, como los vivieron aquellas grandes y hermosas almas de los Venerables Siervos de Dios, Félix de Jesús Rougier y Concepción Cabrera de Armida. Inspiradora de los hermosos rasgos fisonómicos de la Obra: Trinitarios, Eucarísticos, Sacerdotales y Marianos. Inspiradora de ese espíritu de amor y sacrificio, que quiere unir las almas a la Cruz de Cristo para alcanzar la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima, para alcanzar en forma única la salvación de las almas. Inspiradora de ese espíritu que quiere arrancar diariamente y a cada hora, al Gran Sacrificio de Cristo perpetuado en los altares, el Don magnífico y divino del Espíritu Santo, y difundir ese Espíritu en el inmenso campo de las almas; llevarlo a los fieles y a los infieles, para que perfeccione la Obra de la gracia en unos, para que disponga a los otros a recibir el don de la Fe; para que en un nuevo Pentecostés, se formen Cristiandades que LLENAS del Espíritu Santo, produzcan aquellos preciosos frutos que contempló la Iglesia en sus primeros días, especialmente llenos del fuego ardiente de ese Espíritu que palpitaba y se comunicaba a través de los Apóstoles que supieron por experiencia propia lo que era el fuego devorador del Espíritu de Dios. La Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad quiere alcanzar para el mundo la gracia de un nuevo Pentecostés; pero muy especialmente lo quiere y lo pide para el Sacerdote, a fin de que siga realizando la obra de los Apóstoles, llenando el mundo con su celo devorador, con sus almas seráficas y puedan ofrecerlo a Cristo Crucificado, como una víctima que con Él se ofrezca a la mayor gloria del Padre y de la Trinidad Santísima. Y que vuelva a difundir en el mundo aquel Espíritu que encontró en el Cenáculo a María y a los Apóstoles. Entonces, por María el Espíritu Santo regaló almas sin número a los Apóstoles; hoy, regalará el mismo Espíritu Santo a María las almas de sus sacerdotes para [236] que la amen y la hagan amar, como conviene a la gran Madre de Dios, a la Madre amorosísima de los hombres. El Instituto de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad no ha temido emprender tan grande empresa, porque ha puesto su confianza en el gran Sacrificio de Cristo y en los Dolores fecundísimos de María, especialmente los que padeció en su Soledad de 25 años antes de su Asunción a los cielos y después de la Ascensión de su Divino Hijo. Desde el principio de la Obra, las Misioneras pudieron unirse al Sacrificio de Cristo y contemplar en su trono Eucarístico a Jesús, el gran Adorador del Padre, el Supremo Glorificador de su Madre Santísima. Y en la medida que la Obra se fue desarrollando, aumentaron los altares del Sacrificio y las custodias donde contemplar la Víctima divina. 161
¿Quién puede dudar que fueron esos rayos eucarísticos los que maduraron rápidamente aquellas hermosa almas, las primeras MESST transplantadas a los jardines de la Trinidad, allá en el cielo? Fue el ejemplo de Jesús Sacerdote y Víctima, el que llevó desde sus primeros años de vida al Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad, a fecundar los campos inmensos de las Misiones entre infieles. Primero China, después el Japón y otros lugares de Misiones donde se ha invocado al Divino Padre tratando de imitar el amor de Cristo para Él. La obra de Dios en los miembros del Instituto será siempre el secreto del cielo; pero podemos presumir algo acá en la tierra cuando vemos a esas almas compartir con generosidad la Cruz de Cristo, llamando sin cesar al Espíritu Santo, desde el Corazón Inmaculado de María. Por todo esto, amadas hijas, debemos prepararnos a celebrar el 25 aniversario de la fundación del Instituto, con el mayor entusiasmo que podamos, sobre todo renovando nuestra fe y confianza en el gran Sacrificio de la Cruz, en la poderosísima mediación de la Santísima Virgen y de nuestros grandes Protectores del cielo. [237] Y si este aniversario nos encuentra crucificados con Cristo, no dudemos ya que debe de ser muy grato al Corazón de Dios. Como consigna precisa y preciosa, quiero decir a todas mis amadas hijas MESST: ¡VIVAN SU MISA Y DE SU MISA! ¡HAGAN DE SU VIDA UNA MISA Y DE LA MISA SU VIDA! En eso no hay engaño sino motivos seguros de victoria. Quiero una vez más dar gracias en primer lugar a Dios de quien todo lo recibimos; quiero dar las gracias a todas las almas que con grande espíritu de fe se entregaron a la Obra, muy particularmente a la Muy Reverenda Madre y amada Fundadora y a sus generosas colaboradoras. No me toca a mí aquilatar su obra, eso lo sabe Dios y Él será su recompensa. Pero como somos limitados y podemos faltar en muchas cosas, conviene recordar que los años jubilares son años de perdón. Que ese perdón descienda ampliamente sobre todos nosotros y que podamos seguir adelante con deseos sinceros de enmendar nuestros errores y de perfeccionar nuestra vida. Permítanme también, amadas hijas, que, como conclusión para expresar los sentimientos más íntimos de mi alma, transcriba aquí algo que escribí el Viernes Santo de 1957 en el Seminario Central de Lima: “Oh Jesús mío Crucificado, aquí tienes a tus plantas al más pequeño de tus hermanos de la nueva familia que conquistó tu Amor Crucificado! Soy pequeño pero llevo en mi alma la fuerza arrolladora de tu Espíritu que es también el de tu Padre. Con Él voy a hablar, con Él te voy a conmover, porque vas a escuchar a través de mi palabra la de tu Padre, y en mi amor verás también el de ese Padre. “Oye pues, oh Jesús, la palabra de tu Padre que te dice: Hijo mío amadísimo, en Quien siempre me he complacido, acepta como si fuera mía la gratitud del más pequeño de mis hijos, de tu hermano menor, mi Sacerdote y Misionera P... Tú me lo diste y yo te lo doy también porque como a mi Unigénito, todo te pertenece. Yo confirmo 162
el don que Tú le has hecho de mi Espíritu y por eso cuando Él te llame y te ame, escucha [238] en su voz la mía y en su amor el mío. “Oh Jesús, déjame hacer uso de esos poderes que ha conferido el amor de tu Divino Padre y decirte ¡GRACIAS, una y mil veces. GRACIAS por tu infinita caridad! “¡TE AMO COMO TU PADRE TE AMA! Y aunque yo no comprenda la grandeza de ese amor, me gozo en ofrecértelo y en saber que tengo poderes sublimes que yo mismo no abarco pero que son una feliz realidad que puedo ofrecerte. Si tengo el Espíritu de tu Padre, yo también puedo decirte que eres el Heredero universal de cuanto tengo. Te di mis miserias y las transformó tu Amor al redimirme y hacerme poseedor de tu Espíritu. “Te doy cuanto ese Espíritu quiera realizar en mí y por mi medio. Te doy mi Sacerdocio con todo lo que pueda conquistar para la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima. Te doy cuanto el amor y dolores de mi Madre Inmaculada me concedan realizar a través de mi Sacerdocio. “Te doy la Obra que Dios me inspiró para la glorificación de la Trinidad Santísima y de la Gran Madre de Dios; un regalo de Dios para los sacerdotes y de los sacerdotes para Dios. “Es tuya porque nació en el Corazón del Padre, de donde procede todo Don perfecto y lo de tu Padre es Tuyo. Es tuya también porque es mía y todo lo mío te pertenece. Es tuya porque es de todos los sacerdotes que formamos contigo un mismo Sacerdocio. Es tuya porque es de tu Santísima Madre y Tú eres su Heredero Único. “Cuídala pues, como a cosa TUYA MUY AMADA, por cuanto te he dicho. El demonio trata de acabarla precisamente por ser tuya y venir de donde viene; pero no lo conseguirá. Di Tú una sola palabra y todos tus enemigos quedarán confundidos. “Esa Obra de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad triunfará de sus enemigos y será, en Ti lo espero, un consuelo para la Iglesia y para tu Sagrado Corazón. El Espíritu Santo te dará allí un semillero de aquellas almas que Tú quieres y en las que realice una [239] grande perfección. Recibe pues, oh Jesús, esa Obra y sé glorificado en ella...! --Desde mi altar tendré el gusto de ser el que ofrezca con la Hostia de mi Sacrificio, la de todas las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Demos gracias por todo y esperemos las que Dios quiera conceder a la Obra, para que siga adelante con nuevo entusiasmo, cumpliendo su misión en el cielo y en la tierra. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María, que las bendice de corazón.
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Año 1961 Jornada Sacerdotal. A mis amadas hijas de la Casa de Puebla. (240) León, Gto., Octubre 10 1961 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Quiero, por medio de las presentes letras, darles las gracias y felicitarlas por la Jornada y Semana Sacerdotal que han realizado hace pocos días. La idea de dar a conocer más y más el Sacerdocio Católico, es muy digna de alabanza, ya que entre las gracias concedidas a la humanidad es básica la del Sacerdocio de Cristo y su participación a los elegidos por el mismo Cristo. Los temas han sido muy interesantes y han logrado, por lo que he sabido, interesar más a las almas a favor del Sacerdocio y experimentar la necesidad de agradecerlo y pedir para todos los elegidos al Sacerdocio la gracia de su santificación. Quiero darles en especial las gracias por haber ofrecido tantos actos y oraciones para ayudarme a dar gracias por mi Sacerdocio. En realidad es para ustedes una obligación si tenemos en cuenta que el poder y fuerza de mi Sacerdocio, se aplica en modo especial para us[240]tedes, como almas confiadas a ese Sacerdocio. Si para ustedes es grato cumplir esa obligación, no lo es menos para mí el cuidar de sus almas y regalarles los frutos de mi Sacerdocio. Pidamos todos, unidos a Jesús Víctima y a nuestra Madre Dolorosa, que regalen en estos tiempos tan difíciles y peligrosos para las almas, numerosos y santos sacerdotes para que defiendan la causa de Dios y establezcan en el mundo el pleno reinado del Espíritu Santo. Será la obra más provechosa para nuestra Madre la Iglesia, que podamos realizar. Para todo esto les mando una gran bendición sacerdotal y de Padre, que traiga a sus almas las gracias del cielo que las santifiquen más y más. Que la Santísima Virgen María las guarde en su Corazón Inmaculado. Afectísimo Padre en Cristo.
Año 19632 Carta para Navidad y Año Nuevo Guadalajara, Dic. 25 de 1963 (241) Muy amadas hijas en Cristo: Las fiestas de Navidad y Año nuevo me dan la oportunidad de dirigirles esta carta que les lleva mis felicitaciones. 2
Nota: el tomo 01 dice 1964, pero esta misma carta, con fecha del año 1963 está publicada en el tomo 31, p. 46 y el tomo 02, p. 344
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También quiero llevar una palabra de aliento que las estimule a perfeccionar su vocación de MESST. La vocación que Dios les ha dado exige de ustedes tender siempre a la perfección. Y si esa perfección radica en el amor a Dios y las almas, conviene preguntarse en qué grado se encuentran en su unión con Dios y en su celo por la salvación de las almas. Siendo todo esto el secreto de Dios, podemos, sin embargo, confesar la sinceridad de su entrega y el deseo de amar más y más a Dios y a las almas. Pero ante todo, debemos confesar el amor de Dios [241] para la Obra, pues no obstante las deficiencias humanas, sus bendiciones se han manifestado claramente. Entre esas bendiciones debemos contar de modo especial, el cuidado de la Iglesia para proteger la Obra, indicando los caminos que debe seguir para corregir defectos y alcanzar más fácilmente su perfección. Seamos pues, muy agradecidos con nuestra Madre la Iglesia y obedezcamos con esmero las indicaciones más pequeñas de sus representantes y de los superiores del Instituto, puestos por la misma Iglesia. No olviden nunca mis recomendaciones de llegar, si es necesario, al heroísmo de la obediencia amorosa según el lema “Obedientia et dilectio”. Aprovechen estos dones del cielo y esta solicitud de la Iglesia para hacer más cierta su vocación y servir mejor a los intereses de Dios y de las almas. Recuerden las palabras de Jesús: “La mies es mucha y los operarios pocos” y esfuércense por rendir el ciento por uno para suplir la falta de operarios. Por la Crónicas de las Casas podemos asegurar que se trabaja intensamente y que las bendiciones del cielo han coronado esa intensa labor en el campo de las almas. Pero es necesario dar más y mejor, intensificando la vida de oración, indispensable para conseguir el ciento por uno. Que las devore el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas, siendo ello el estímulo para los sacrificios que sean necesarios en la lucha. Dios ha llamado al cielo a otras Misioneras, que, así lo esperamos, serán intercesoras para alcanzar el ideal de perfección de la Obra de las M. E. SS. T. Precisa dar un paso más en el gran anhelo de llegar a la unidad por la obediencia y la caridad. Que el Espíritu Santo, a quien se ha consagrado varias veces y de modo solemne el Instituto, nos conceda realizar esa unidad en el amor a Dios y a nuestros hermanos. Y si para realizar ese ideal fuera preciso inmolarse más y más en el silencio y en la humillación, no duden en hacerlo, que ha sido una santa ambición el deseo de “ser hostias con la Hostia” para la gloria del Padre [242] y de la Trinidad Santísima. Renueven en su alma el amor a María en el misterio de la Encarnación y en el de su Soledad dolorosa. Como Ella digan: “Ecce.... Fiat” ... al beneplácito divino; lleven en 165
silencio la Cruz íntima de su Corazón desolado, en aquellos 25 años de soledad después de la Ascensión de Jesús al cielo y alcancen así gracias para las almas, especialmente las sacerdotales. Lleven sus pequeños o grandes sacrificios a la Cruz de Cristo para unirlos a ese gran Sacrificio, y recibir en cambio lo que el mundo recibió al consumarse el Sacrificio de la Cruz: “el Don sublime del Espíritu Santo”. Y guiadas por ese Espíritu de Amor, seguir adelante con más entusiasmo por el desarrollo de la Obra. Que el Espíritu Divino les conceda el Don de Fortaleza para no desmayar en el camino de la Cruz que es el único que conduce al cielo y el único que puede salvar al mundo. ¡Que el nuevo año sea lleno de bendiciones del cielo para todos y cada uno de los miembros de la Obra! Reciban todas mis bendiciones de Sacerdote y de Padre que las ofrece diariamente en su altar para que sean hostias con la Hostia. Afectísimo Padre en el Espíritu Santo y María.
Año 1965 Carta para la fiesta de Pascua. (243) Irapuato, Gto. Abril 21 – 1965 Muy amadas hijas en Cristo Nuestro Señor: Una vez más la Iglesia, nuestra Madre, nos comunica los abundantes tesoros que posee y que le fueron dados por Cristo, al nacer de su Corazón cuando murió Crucificado. Comparte con sus hijos la gloria de la Cruz de Cristo, comunicando a todos al Espíritu Santo, gloria inmensa de esa Cruz. Con mis felicitaciones por la Pascua, quiero, en esta ocasión, añadir las especiales a todo el Instituto por el nuevo Consejo General que de colaborar con la M. R. M. Superiora General. [243] Es una ocasión para dar un `paso más en esa unidad tan deseada por Jesús, de la que habla a su Divino Padre poco antes de su Pasión: “Pater, ut sint unum! ¡Padre, que sean una sola cosa! Esa unidad en el amor del Espíritu Santo, esa unidad en la Trinidad, será el vínculo más fuerte para llevar la Obra con paso firme a la realización de sus fines. Vayan adelante, unidas en el dolor y en el gozo, sabiendo que todo viene de Dios y va a Dios, felices de poder sufrir algo por la gloria divina y de amar con el Espíritu Santo en Dios y las almas. Para eso seguiré ofreciendo el Santo Sacrificio de la Misa. Que la fuerza del Espíritu Santo transforme los corazones y lleve las almas de las Misioneras a la unidad de la Trinidad, unidad de amor. 166
Que la Santísima Virgen guarde en su corazón a cada una de las Misioneras de todos los tiempos para que con Ella canten el Magnificat de su gratitud por la Maternidad Divina y por la Maternidad espiritual de las almas. Que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza, se las comunique por medio de la Cruz, guardando sus cuerpos y sus almas puras sin mancha. Afectísimo Padre en Cristo.
Año 1966 Última Carta Circular que dictó Nuestro Padre para sus hijas MESST., en Irapuato, Gto., los días 9, 10 y 11 de sept. de 1966. (244) (Cuatro meses antes de su santa muerte) “PINCELADAS” del espíritu. Muy amadas hijas: Accediendo a los deseos que han manifestado varias de ustedes, de escribirles algo especial sobre el espíritu del Instituto, he pensado que, aun cuando ese espíritu está patente en todas partes, lo mismo en los escritos que en las costumbres, desde el principio de la fundación, quiero sin embargo darles unas pinceladas de ese espíritu, tomán[244]dolas de algunos de mis ejercicios espirituales, en los que Dios Nuestro Señor quiso hacérmelo sentir más y más. Pido al Espíritu Santo que conserve hasta el fin del mundo ese verdadero espíritu del Instituto, inspirado en la hermosa espiritualidad de las Obras de la Cruz, teniendo sin embargo sus matices propios, lo que lo distinguen, los que hicieron que la Iglesia Santa lo aprobara como un nuevo Instituto religioso en el seno de la misma Iglesia. En las Constituciones se acostumbra poner un Capítulo especial sobre el espíritu, que debe tenerse muy en cuenta; pero allí se sintetiza como es debido, lo que es el espíritu. Conviene estudiarlo también más ampliamente, analizarlo, meditarlo, y para eso cuentan ustedes con numerosos manuscritos. Que esta cuantas líneas que ahora les dirijo, tomadas de escritos íntimos, sean como un rayo de luz que pueda darles a conocer más ese espíritu. Que la Santísima Virgen de la Encarnación, tan fiel en cumplir la voluntad de Dios, alcance al Instituto la gracia de una grande fidelidad al propio espíritu, que por otra parte no es otro que el espíritu de Cristo, el Espíritu de Dios, el Espíritu que anima a la Iglesia, el Espíritu que le ha dado millares de santos a través de los siglos. Vayan también con estas líneas mis bendiciones especiales y mis deseos de que el Capítulo General Extraordinario para el estudio de las Constituciones, sea lo que Dios quiere, un paso más en la consolidación del Instituto, en su propio espíritu y una nueva ocasión de amarlo más y desear que le dé gloria a Dios hasta el fin de los siglos y en el eternidad. Así sea. *** 167
De mis Santos Ejercicios-Enero 1933 “Consagro estos Ejercicios al Divino Padre Celestial a Quien en cuerpo y alma me he consagrado muy sinceramente. Hace ya unos 12 años que, buscando luz, la encontré también en unos ejercicios, siendo mi alma llevada al [245] Espíritu Santo por María. Ahora necesito de nuevo una luz extraordinaria para saber si mi ascensión hacia el Padre es querida por Él, o si por el contrario, queriendo yo quemar las etapas, como dice el Padre Garrigou Lagrange, estoy luchando en un terreno que no me pertenece. Mas, si he de ser sincero, diré que este nuevo impulso de mi alma hacia el Padre, ha sido espontáneo, más intenso de un mes y medio a esta fecha, a propósito de una lectura hecha en el camino de Puebla a México, el folleto “Adsumus” de Dionisio de la Trinidad. En estos días he visto cómo todo lo anterior no fue sino una preparación para la obra que siento va a desarrollarse en mi alma y en las almas que para el Divino Padre me dará el amor del Espíritu Santo y de Jesús. Muchas cosas van aclarándose en mi vida; pero justamente lo que ahora quiero es luz, pues siempre ha sido la norma de mi vida buscar la voluntad divina para cumplirla lo mejor que pueda. Aquí me tienes pues, oh Padre amado, aquí tienes a tu pequeñito hijo que se ha enamorado de Ti con una pasión desconocida y que mira como una delicadeza del Espíritu Santo y de Jesús. ¿Quieres, Padre mío, hablar en el silencio de mi alma para embriagarla en tu amor y hacerle conocer tu voluntad? Te lo pido por el amor que le tienes a tu Hijo, te lo pido en nombre de María desolada y desamparada y te lo pido también en nombre de aquellas almas que me has dado, las que me esperan para formar de ellas lo perfectos adoradores tuyos aquí en la tierra. ¡Heme aquí, oh Padre! Nada merezco, pero tu misericordia siempre ha sido infinita para mi pobre alma. Manda tus Ángeles que me cuiden, que no permitan por ahora que el demonio quiera distraerme; ya hay tiempo para luchar con él; pero días de silencio como éstos, sólo cada año. ¡Que sean tuyos, oh Padre, y que te complazcas en ver los ensayos de un pobrecito Misionero del Espíritu Santo para reproducir ese rasgo hermosísimo de la [246] vida de Jesús como Adorador apasionado y agradecidísimo de su Padre Celestial. En mí, oh Padre, te mirarán mis hijos espirituales, mi amor será el suyo, pues quiero participarles de todo lo mío. Tú en cambio, recibe las oraciones que te harán por mí para que me bendigas en estos santos ejercicios. Madre mía, ayúdame y no me dejes. Así sea. *** Por la mañana, día 12, he sentido vivamente en mi alma como que debo ser el heredero de nuestro Padre en su devoción al Divino Padre y en hacerlo amar muy 168
ESPECIALMENTE, de muchas almas escogidas; y pensé que cuando haya alguna ocasión, le volveré a hablar sobre cosas que él sabe y no quiero poner en el pape. En medio de mis oraciones he pedido mucho por las almas, especialmente por las mías y por las que me han pedido oraciones. Quiero para el Divino Padre una corona de siempre-vivas que lleve como adorno preciosísimo a Jesús y a María y a todas las almas nobles que tengan sentimientos de gratitud para el que nos dio a su propio Hijo con el fin de hacernos felices; para el mismo Hijo que nos redimió y para el Espíritu Santo que nos santificó y obró la Encarnación. Envueltos en ese amor irán la Santísima Virgen, San José, San Juan y todos los que más hayan trabajado por la gloria de Dios. DIA 13.- He celebrado en la capilla de nuestra Madre y mucho me ha servido para mi alma. Ella me asegura que tengo el espíritu de las Obras y eso me consuela mucho. Dicen que el recuerdo es el beso del alma y yo quisiera recordar siempre a mis TRES para besarlos. La boca con que el Padre besa, es su Verbo y el beso de esa boca es el Espíritu Santo. Por eso el beso divino engendra pureza. Yo quisiera sembrar pureza en las almas, dejándolas, a mi contacto, llenas del Espíritu Santo. ¡Oh Espíritu Santo, poséeme y que yo te posea! Sé el alma de mi alma, bésame siempre para vivir [247] inundado en pureza y comunicarla a las almas. ¡Pobrecitas! ¡Me dan tanta lástima! Vagan errantes buscando su dicha en los placeres y mueren en la desesperación. Concédeme hacerles ver claro su error y que SIENTAN EL INFLUJO Y LAS DELICIAS DE LA PUREZA. ...Oh Jesús, llévame al Padre, quiero darle la sorpresa que Tú sabes y Él también... Defiéndeme de mis enemigos, cuídame como pequeño y ¡no me saques de tu Divino Corazón-¡ En tu nombre lanzaré las redes y las almas, muchas almas, vendrán a mí para formar en ellas tu imagen, para que te goces en verte reproducido en ellas como perfectas adoradoras y glorificadoras del Padre Celestial. Hoy apliqué la Misa de binación por mis intenciones que, como siempre, son en primer lugar por los sacerdotes, su santificación, etc., después para consagrarme con toda solemnidad, en este lugar tan querido –capilla de nuestra Madre Conchita Cabrera – a mi Trinidad adorable, a María y a San José. En fin, para pedir luz para mi alma, ya que éste ha sido como el fin principal de mis ejercicios. Y ahora, después de esto y de mi meditación de las 10, puedo decir, aunque parezca una parodia chocante por ser quien soy, que mi misión en el seno de la Iglesia y de mi Congregación, es ser la GRATITUD, sintiéndola, practicándola y predicándola. Me imaginé a una madre que por mucho tiempo estuvo pidiendo al hijo que la convirtió en madre y que, al recibirlo, va llena de júbilo a dar gracias a Dios, pero no va sola, sino que lo lleva, y presenta a este hijito a Dios, en medio de su inmensa gratitud.
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También la tierra suspiró mucho tiempo por un hijo puro que la redimiera, que lavara con su sangre el gran pecado que pesaba sobre ella y le devolviera el blanco manto de su pureza y de su amor. Y sus súplicas fueron oídas más allá de sus deseos, porque el Hijo que tuvo fue no sólo Hombre, sino también un Dios que la purificó, rescató y embelleció y ahora, aunque quizá muy tarde, esa madre, la tierra, [248] es decir, la humanidad, todos los seres que pueblan el mundo, van a dar gracias a Aquél que les dio ese Hijo Divino, al Padre Celestial; pero no van solos, los llevarán a Él en sus brazos, adorado, mimado, agradecido y envuelto en el amor del Hijo con que el Padre los amó, es decir con el Espíritu Santo, van a entonar un canto de gratitud que no acabará nunca, porque cuando el tiempo ya no exista, entonces la eternidad seguirá escuchándolo. La tierra, en ese homenaje, irá encabezada por María Inmaculada y por los santos más amados de Dios. Yo no puedo expresar bien mi pensamiento, pero me llena de paz y de alegría íntima. Esta mañana meditaba favores muy grandes a ciertas almas y su correspondencia con amor apasionado, y yo pensé: ¡qué bueno que haya almas tan amadas y que amen tanto a mi Dios! ¡Pues bien, yo quiero convertirme en deudor con ellas y pasar mi vida dando gracias por lo que han recibido esas almas de elección, desde María hasta el último de los hombres y muy especialmente los sacerdotes. Así ya no me dan miedo mis miserias porque como dar gracias es algo que siempre cae bien, lo mismo a un mendigo que a un potentado, lo mismo a un criminal que a un santo, me consuela pensar que siempre seré bien recibido aunque sea podrecito de virtudes. Claro que me esforzaré por ser bueno y con la confianza ciega que tengo en el Espíritu Santo, Él amara en mí y por mí y Él me dará su fortaleza para derramar hasta la última gota de mi sangre en honor de mi Padre Celestial, para darle gracias por el don que nos hizo de su Hijo, por las consecuencias de ese don y por todas las almas que tengan algo de qué dar gracias. Es el obsequio de mi vida, mi granito de arena a favor de mis hermanos los sacerdotes, muy especialmente a favor de nuestro Padre, de nuestra Madre, de mis Hermanos y Hermanas de la Cruz. [249] Hago constar que todo lo que haga en este sentido, y las almas que estoy formando, quiero que tengan un color SACERDOTAL PERO DE GRATITUD POR ELLOS. Que vengan otras almas a la Iglesia con tantos fines nobles como puedan existir, pero el mío y el de aquellas almas que se sientan movidas por el mismo Espíritu, será el de “siempre-vivas”, es decir de almas “ACCIÓN DE GRACIAS” que desean, aunque sea muy imperfectamente, copiar este rasgo fisonómico de Jesús, su amor tierno y agradecido a su Padre Celestial. No sé si habré sabido expresar mis sentimientos, pero al menos es una idea de lo que pienso y que me figuro ser la voluntad de Dios sobre mi alma. 170
La obediencia, brújula de mi vida, se encargará de decir la última palabra, y si en la tierra no consigo ver realizado mi deseo, en el cielo, a donde espero ir por la misericordia infinita de Dios nuestro Señor, pediré que no se acabe el mundo sin que aparezcan en él esos perfectos adoradores y glorificadores del Padre Celestial. Así sea. Y llegando aquí me he hecho esta pregunta: ¿Es esto algo ajeno al espíritu de las Obras de la Cruz? A mi modo de ver no es algo distinto, es únicamente subrayar uno de tantos lados hermosísimos que encierran las Obras de la Cruz. Esas Obras son mina riquísimas donde se pueden explotar los más ricos metales. Yo no quiero afirmar que esto sea lo principal; digo lo que yo siento como atractivo de mi alma. Sin embargo creo que ese espíritu de gratitud en general, sí es algo fundamental en nuestras Obras, ya que honran los dolores del Corazón de Jesús, producidos por la ingratitud humana, y tienen como Protector al Espíritu Santo, cuya devoción está ligada con la gratitud. Y ¿por qué extrañarnos si de las Obras de la Cruz, como de un árbol sobrecargado de frutos riquísimos, engendran en su exuberancia obras que vayan haciendo resaltar nuevos aspectos? Hace poco publicaba “El Mensajero del Corazón de Jesús” de Bilbao, una serie de obras nacidas al calor del Sagrado Corazón de Jesús, teniendo como centro Paray, es [250] decir las revelaciones a Santa Margarita, y se cuentan con gran número. Y yo me pregunto: la perfección de lo pedido en Paray le Monial, el pleno reinado del Corazón de Jesús, de la Cruz y del Espíritu Santo, herencia feliz de las Obras de la Cruz, ¿había de ser menos fecundo? Además todo conspira a la unidad; cuando en un ejército se confían los batallones a distintos jefes, no es para dividir, sino al contrario, para que de ese modo haya unidad en el movimiento y como resultado la victoria. Cuando se comienzan a hacer estudios sobre puntos no explotados, generalmente hay divergencias, pero las obras de Dios no dejan de realizarse. Podrá variar el instrumento, podrán los hombres retardar su acción pero no impedirla. Así pues, si de mis humildes estudios y predicación se siguiera algún fruto práctico, eso no sería sino consecuencia natural de la fecundidad de las Obras de la Cruz. Para ellas quiero vivir, las he amado con delirio y siempre quiero, aunque indigno, contarme entre sus apóstoles. Si mis apreciaciones son erróneas, desde luego las retiro y sin juicio propio alguno, estaré siempre dispuesto a someterme al juicio de la Iglesia y de mis superiores. Mi defensa, si alguna necesito, no la haré yo, la tengo confiada plenamente al Espíritu Santo. “Et natio illorum obedientia et dilectio”...y su nación estaba regida por la obediencia y el amor... Después de la Misa leí a nuestra Madre los puntos anteriores para tomar su opinión y me dijo que le parecían bien. 171
*** Santos Ejercicios – Diciembre 15-24 de 1941 Sigo con grandes deseos de conocer a Dios, de penetrar en el misterio de la Encarnación. Me imagino la grande pureza de alma que se necesita para comprender un poco estas cosas; son tan altas, que para poder [251] comenzar su contemplación hay que hacerlo desde grandes alturas. Las cumbres de otra clase de contemplación sirven de primer escalón para ésta: contemplar el misterio de la Santísima Trinidad, la Encarnación, la Sabiduría Encarnada, María Virgen y Madre, la irradiación del misterio en las almas, pureza que les exige, sacrificios que exige, amor que comunica fecundidad. Relacionándose íntimamente el Sacerdocio de Cristo con su Encarnación y siendo yo sacerdote, DEBO entrar con luz divina –la luz de mi Sacerdocio- a la contemplación de ese misterio. Si el sacerdote no contempla esas cosas ¿cómo puede apreciarlas y hacerlas apreciar? ¿Cómo puede comprender a las almas que viven ese misterio? Por eso, con toda la humildad de mi nada, pero con igual audacia que me da mi Sacerdocio, voy a ver de cara al sol de la Divina Sabiduría. Por el Verbo conoceré al Padre y por el Espíritu de ambos me gozaré en el misterio de la Trinidad. Por el Espíritu Santo conoceré a María la Madre del Verbo Encarnado y por ellos atraeré este Verbo a mi alma. Entonces oiré del Verbo lo que su Padre es, en el Verbo veré a su Padre. ¡Oh mi Verbo! Palabra eterna de mi Padre, déjate sentir en mi alma! ¡Tengo sed de escucharte! ¡Ven y quédate para siempre en mí! Así sea. Las tres horas de adoración de esta mañana pasaron en la consideración de lo que es la Sabiduría Eterna y Encarnada, yendo de una a otra de las Divinas Personas y a María. Desear la Sabiduría Eterna es desear al Unigénito del Padre, al que forma las delicias del Padre, al que forma las delicias de María, al que deberá formar las delicias de nuestras almas, especialmente de las almas sacerdotales. Si no hubiéramos conocido la revelación del misterio de la Santísima Trinidad, ¿cuándo hubiéramos admirado a aquel Hijo Único que reproducía toda la sustancia, que decía toda su hermosura, que provocó eternamente el [252] amor infinito de ese Padre? Pero, ¡oh dicha nuestra! Esa Sabiduría, ese Verbo Eterno quiso encarnar, vino a la tierra a decirnos Él mismo lo que su Padre lo amaba, lo que Él amaba a su Padre y cómo podríamos nosotros también amar y ser amados de nuestro Padre. Pero... ¿hemos escuchado esa voz que nos habla del Padre? ¿Hemos estudiado las palabras de Jesús? El ruido del mundo nos impide oír esa palabra eterna y Encarnada; pero el amor, el deseo de imitar a Jesús, de darle gloria, deberá hacernos triunfar siempre en el mundo y escuchar su palabra. ¡Señor, ayuda mi debilidad! ¡Quiero oírte, quiero aprender de Ti toda verdad, 172
quiero ser para Ti la imagen de tu Padre y para Él tu imagen y para los tres el mismo amor, la imagen del Espíritu Santo! ¿Quién podrá comprender lo que es la Sabiduría Eterna? ¿Quién podrá comprender a Dios? Lo conocemos parcialmente por sus obras, por sus atributos; pero el conocimiento quasi experimental que de Dios tenemos, sólo puede darlo el Espíritu Santo, es fruto de la unión con Dios. ¡Feliz el alma que posee esa sabiduría, que es gobernada por ella y que encuentra su delicia en ella! Pero ¡qué dependencia tan hermosa la que existe entre Jesús y el Sacerdote! El amor le quiso hacer dependiente de nosotros en muchas cosas, especialmente en la oblación de su Sacrificio en el altar, en su transformación en las almas, y esa dependencia nos da poderes extraordinarios. El sacerdote no debe temer a nadie y sí ser temido por todos los enemigos de Dios. ¡Hasta cuándo comprenderemos lo que Dios ha hecho con nosotros! Vivimos ordinariamente como aterrados por Satanás, quizá se nos figura que vivimos por favor suyo, que él es el amo, que es invencible... Y ¡qué cosa más falsa! Los sacerdotes somos los dueños del mundo porque Dios lo ha puesto en nuestras manos. Si Dios permite la tentación, es sólo para darnos la victoria. El limitado es Satanás, no puede ir [253] más allá de la permisión divina; él vive en desgracia de Dios y por eso es débil. Un alma en gracia, posee a Dios y por eso aterra a Satanás. Y si es cierto que a veces el demonio triunfa de la miseria humana, el poder de Dios siempre encuentra el medio de recobrar la gloria. ¡Fuera todo temor! ¡Vayamos con paso firme a la glorificación de la Trinidad Santísima y a la conquista de las almas! El mundo no conoce a Dios y por eso no lo ama. ¡Hagamos conocer a Dios para que sea amado! Si la criatura busca el amor al Divino Verbo, Él tiene más deseos de poseer a su criatura; sus delicias son estar con los hijos de los hombres. ¡Qué hermosa es la lucha de amor entre Dios y el hombre! Si nuestro deseo de poseer a Dios es eficaz, no dejaremos de conseguirlo. Es el sacerdote el encargado de hacer conocer el amor de la Divina Sabiduría; es pues, mi vocación, es hacer conocer y amar al Amor, pero de modo especial quiero prepararle almas que le reciban con la ternura de María, con la ternura del Divino Padre y con el amor del Espíritu Santo. ¿En dónde encontraré esas almas? Me las dará el mismo Padre que todo lo creó para su Hijo; me las dará la Sabiduría eterna que quiere reinar en esas almas para la gloria del Padre, me las dará el Espíritu Santo que tiene como misión glorificar al Verbo y al Padre en sus santos; me las dará María, la Divina María, como la llama Grignion de Montfort, porque Ella las compró con su fidelidad a la gracia y con sus dolores de Madre. Serán almas de la Trinidad y de María; adoradoras del Padre, llenas de la sabiduría del Hijo y del amor del Espíritu Santo. *** Se ha discutido mucho sobre los motivos del silencio de los Evangelistas acerca de más detalles de la vida de María. Razones poderosas, como todas las divinas, 173
deben existir; pero lo que yo me imagino es que quiso el Espíritu Santo alimentar el amor y la vida de los pueblos, manifestando a lo largo de los siglos las grandezas de María. [254] Como base que todo lo explica está la Maternidad Divina de María. ¡Qué explosión de gozo cuando la proclamación del Dogma de la Inmaculada! ¡Cuánto gozaremos cuando se proclame el Dogma de la Asunción de María, su Mediación universal, etc.! Y cuando se hayan predicado todas las grandezas de María, se acabará por decir en el exceso de la admiración: ¡Verdaderamente María era la Madre de Dios! Y si por cada uno de los privilegios de María quisiéramos dar gracias sin fin a la Trinidad, ¿qué decir del privilegio que los encierra todos, el de su Maternidad Divina? Por eso he sentido un gozo indecible al consagrar el naciente Instituto de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad como hostia de acción de gracias por ese privilegio; y estoy seguro que la misma ternura y gratitud de María hará que las almas llamadas a ese Instituto sean fieles a su vocación, y que estarán adornadas con las virtudes de María que Ella misma les regalará. Nacieron en el Corazón Inmaculado de la Madre de Dios y allí vivirán y allí morirán. Y si ellas saben ingeniarse amorosamente, cuántos secretos descubrirán en ese Corazón maternal de María! Allí aprenderán a glorificar a la Trinidad Santísima. Allí comprenderán los secretos del Corazón sacerdotal de Cristo; allí aprenderán a sacrificarse por las almas. Entre las Misioneras florecerá el amor a María en todas sus formas, ningún aspecto les será indiferente, porque cuando han sido consagradas a honrar la Maternidad divina, todas las gracias antecedentes y consiguientes a ese favor insigne, harán germinar en los jardines de la Trinidad, que son los jardines de María, las más variadas flores: violetitas escondidas que honrarán la humildad de María; lirios blanquísimos que cantarán la pureza de María, rosas de todos colores que encarnarán la caridad y el celo de María; las flores tal vez no clasificadas aún, que se regocijen por la Asunción de María; las que simbolicen la plenitud de la gracia en María su mediación universal, etc. etc. Y todas esas flores, combinando sus perfumes, formarán un ramillete precioso que la Santísima Virgen [255] presentará a la Trinidad Santísima y al que pondrán en el centro una flor desconocida por su grandeza y hermosura, la flor de su gratitud a la Trinidad adorable y la que encarnará el ideal de las MESST: la glorificación especial a la Trinidad Santísima por su excelencia y por los dos grandes medios que la humanidad tuvo de conocerla y amarla: el Sacerdocio de Cristo y la Maternidad Divina de María. La Maternidad Divina que fue impugnada desde el principio del Cristianismo, fue proclamada en el Concilio de Éfeso, en 431. Más tarde se proclamó el Dogma de la Concepción Inmaculada; pero esperamos se declararán los dogmas que completen los privilegios de María, y en todos se recordará y tendrá por base la Maternidad divina de María. Cuando se proclamó el Dogma de la Inmaculada, las apariciones de nuestra Señora de Lourdes confirmaron tan consolador dogma. Once siglos después el Concilio 174
de Éfeso, en 1531, otras apariciones confirmaron aquel dogma, las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe en México. ¿No será justo que de México salgan los grandes devotos de María? ¿No será lo indicado que para formar el ramillete de gratitud universal por la Maternidad Divina de María se tomen rosas del Tepeyac Mexicano? Sólo esas rosas pueden hacer el prodigio de retratar fielmente a María en las almas. ¡Oh qué grande es el porvenir de México! Y si la Virgencita de Lourdes ha proclamado la Concepción Inmaculada de María en todo el mundo, ¿no será justo que la Virgencita del Tepeyac proclame de igual modo su Maternidad divina? *** Santos Ejercicios septiembre de 1948. Meditaciones hermosas sobre el tema de la Encarnación. He pedido la gracia de amor a la Cruz por los méritos del Verbo Encarnado y por el amor que me tiene. En cuanto a agradecer ese misterio, gracias a Dios ha sido uno de los temas preferidos de mi alma casi [256] desde el principio de mi Sacerdocio. La fundación de las MESST tiene que ver mucho con esos anhelos de gratitud al Verbo Encarnado, a Quien nos lo dio y al que obró la Encarnación. Por eso el amor inmenso en este Instituto a la Virgen de la Encarnación, la gran Madre de Dios, Santuario donde fue ungido el Sacerdote Eterno, Cristo Jesús; pero en todo eso no veo sino gracias gratuitas. Hay dos corrientes de ideas en el campo espiritual, respecto a la conquista del mundo de las almas; unos que dan la preferencia a lo que se llama vida activa y otros que dan la preferencia a la llamada vida contemplativa. El mundo necesita de ambas cosas, acción y contemplación. Por eso dice Santo Tomás que la forma de vida religiosa que concilia la vida contemplativa y la vida activa en una síntesis armoniosa, es la más perfecta. “Del mismo modo –escribe el Santo- que es más perfecto el iluminar a los otros que el poseer la luz sólo para sí, es más perfecto el comunicar a otros las verdades contempladas, que el contemplarlas solamente. “ (Suma Teológica 2ª. 2ae 188 Art. 6). En otro pasaje también muy importante y sugestivo, expone el Santo cómo un cierto grado de vida activa, lejos de dificultar la contemplación la facilita, porque mitiga nuestros naturales apetitos, es decir nuestros incoercibles deseos de ejercitar nuestras facultades sensibles y mentales. El ideal para mí, es lanzar contemplativos al apostolado, según deseos expresados en una ocasión por San Pío X. La vida puramente activa estaría condenada al fracaso, es necesario unir las dos cosas para realizar la conquista del mundo espiritual. Admiro el papel del contemplativo, pero comprendo la necesidad de que almas contemplativas se lancen al apostolado. 175
¡Quién más contemplativo que San Pablo! Y entre nosotros, ¡qué hermoso ejemplo nos dejó nuestro [257] santo Fundador Félix de Jesús! Fue un hombre de mucha acción, pero ante todo un gran contemplativo. Con misioneros así se apresuraría la conquista del mundo para Cristo. Ojalá que no sólo en la terminología, sino en realidad, desapareciera esa denominación de vida activa y contemplativa, para dar lugar a lo que parece indicado, o sea vida mixta y vida contemplativa. Si alguien debe ser contemplativo, es el encargado de prender el fuego divino en las almas, o sea el misionero, lo mismo en el púlpito que en la cátedra o junto al lecho del dolor de los enfermos. Su misión fundamental es ganar almas para el cielo y eso sólo IRRADIANDO LO DIVINO podrá conseguirlo, es decir viviendo en intimidad con Dios, siendo un contemplativo. La vida mixta la exige y la pide con ardor el contemplativo; él quiere que haya almas que prediquen, que enseñen, que lleven a Dios y por ellas se inmola y aun se ofrece como víctima. Ejemplo, Santa Teresita. Con esos auxilios y con su vida propia de unión con Dios, ¡cuánto bien están llamados a hacer todos los obreros de la viña del Señor! ¡Recibe la buena voluntad de mis hijas, las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad! ¡Ellas gozan considerándose como hijas pequeñitas pero muy AMADAS Y AMANTES DE LAS OBRAS DE LA CRUZ! ¡Bendice su júbilo al llevar la primera Cruz del Apostolado que se plantará en tierra de misiones extranjeras! ¡Que esa Cruz sea su protección y que con ella arrojen los demonios de los lugares y de las almas y establezcan el reinado del Espíritu Santo! ¡Que esa Cruz sea fortaleza y en fin, que esa Cruz sea su gloria y su consuelo! Quiero que en ellas me veas a mí, ya que me las diste para saciar mi sed de apostolado, mi sed de almas que me ayudaran a cumplir la misión que tengo en el seno de mi amada Congregación. ¡Que pase a ellas, como tanto te he pedido, el [258] amor que tienes a tus hijos de la Cruz! ¡Virgen de la Encarnación, bendícelas, cuídalas y cultiva las flores de santidad que tú quieras, para la gloria de la Trinidad Santísima! Así sea, fiat, fiat!
Algunos fragmentos de cartas personales dirigidas por Nuestro Padre a sus hijas las M. E. SS. T. (259) ...Reproducir a María quiere decir imitar sus virtudes: su humildad, su pureza, su caridad, su sencillez, su amor de Madre, su celo apostólico, su espíritu de víctima, su intensa vida interior, su espíritu sacerdotal. He querido fijarme especialmente en esos puntos porque me parece que son los que más se refieren a su alma. 176
En primer lugar la HUMILDAD, esa virtud que nos establece en la verdad porque hace que le demos a Dios lo que es de Dios y a nosotros lo que nos pertenece. Pero como nosotros no somos nada y Dios lo es todo, y como por otra parte, el hombre tiende a SUBIR y a adueñarse de lo que no le pertenece, por eso las almas que quieren santificarse en la verdad que es la humildad, tienden a ESCONDERSE, a DESAPARECER, a humillarse para que el espíritu no se levante con lo que no le corresponde. Eso no quiere decir que el alma no reconozca las virtudes o las gracias que DIOS le haya concedido; al contrario, las tiene siempre presentes para alabar a Dios por ellas, y ¡cuántas veces para humillarse, viendo cuán mal ha correspondido a las misericordias del Señor! Dios nos humilla de mil maneras para que palpemos nuestra nada. Y el día en que nos convencemos de nuestra miseria, entonces comienza a edificar en firme el edificio de nuestra perfección. [259] María es encantadora por su humildad ¡y qué profunda! Por eso pudo cantar en ese himno sublime las misericordias del Señor y su propia grandeza. Procure usted, amada hija, reconocer los favores de Dios, pero tenga la seguridad de que la asistencia divina le es necesaria para perseverar en el bien. Recuerde con frecuencia aquello de San Pablo: “de mí nada soy, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta”. Así, fuertes con nuestra debilidad, contaremos con el auxilio divino en nuestra ascensión al Calvario. *** Después debe brillar en su alma la divina virtud de la PUREZA. Quien contempla a María, contempla la reproducción más fiel que una criatura pueda hacer de la divina pureza. La pureza que es el resultado de todas las virtudes; la pureza que es la delicadeza del alma que quiere evitar hasta las más pequeñas imperfecciones por amor a Dios; la pureza que nos aleja de la tierra y nos une al cielo; la pureza que nos da la fecundación divina del Padre... ¡Oh, querida hija, qué hermosa es la pureza y cómo debiera ser la pasión de las almas! El mundo se ha empeñado en mancharlo todo. En su afán de perversión ha movido todos los resortes para manchar aquello que en la mente divina debe ser muy puro.Pero aquí precisamente viene la intervención de Dios, la intervención de María para que la obra divina triunfe y para que sobre las ruinas de un mundo corrompido se levante el himno de la pureza y del amor. La formación de estas almas la ha tomado por su cuenta el Espíritu Santo en cooperación constante con María. Ambos van forjando el temple de esas almas predestinadas para la gloria divina, para establecer en la tierra el reinado de la divina pureza. 177
¿Quién arrancará esas almas al poder del Espíritu Santo y a los cuidados de María? [260] No se aleje nunca del Espíritu Divino; viva siempre en el Corazón de María y nadie la tocará. Pero tienda siempre a acrecentar en su alma la divina pureza y para ello viva en continua unión con Jesús y con su Cruz y no se aparte de los brazos de María. Jesús se apacienta entre lirios; Jesús descansa en las almas puras. Y así como María lleva a Jesús en los brazos, usted lo debe llevar siempre para mostrarlo a las almas. *** Mas ¿qué son todas las virtudes sin la caridad? Todos nuestros actos debemos informarlos con la divina caridad. Para comprender lo que es esta hermosa virtud, le recomiendo que lea el capítulo 9º de la vida de Santa Teresita donde la explica maravillosamente. Que esa caridad nos lleve a la inmolación completa por la gloria de Dios y por la salvación de las almas. “Nadie tiene más caridad, dijo Jesús, que aquél que da la vida por los que ama”. Y usted, querida hija, ha deseado consagrar su vida entera (muriendo al mundo), para demostrar su amor a Dios y a las almas. ¡Adelante! Y no vuelva a tomar esa vida que ya no le pertenece. Por lo mismo DEBE OLVIDARSE de usted misma, para cuidar sólo de los intereses de Jesús, para velar por la gloria de la Trinidad Santísima. No diga si tal o cual cosa le agrada o le repugna a su naturaleza, vea solamente si es o no del agrado de Dios, si hará bien a las almas. Y en cambio de esa vida que usted sacrifica, tendrá la vida de Jesús, aquella vida divina que fue un constante grito de amor a su Padre Celestial y de amor a sus redimidos. Así como Jesús vivía sólo para su Padre, también usted debe vivir para Él. ¿No le parece que ganamos mucho con ese cambio de vidas? ¡Qué hermoso poder decir que vivimos la vida de Cristo, vida de amor; pero también vida de sacrificio. [261] *** En la vida de Cristo como en la vida de María podemos observar que todas sus virtudes estaban encuadradas en una admirable SENCILLEZ. Esta virtud debe ser característica de su alma, y como ocupa un punto central en su formación y para el desarrollo de sus actividades, quiero detenerme más en ella. “La sencillez es hija de la humildad”. Es una virtud muy amada del Corazón de Jesús. Ella atrae las miradas de Dios y sus complacencias sobre el alma dichosa que la posee. 178
La inocencia es su apoyo y un corazón puro su albergue. Es una flor muy delicada que se conserva en el invernadero de la oscuridad o del alejamiento del mundo. El Espíritu Santo desciende al alma que la posee con un torrente de gracias para enriquecerla; pero gracias ocultas que ella no ve aunque las posea. Su seguridad está en la obediencia; su riqueza en la pobreza; su tesoro es Jesucristo; su consuelo María, su crisol el sacrificio...” La sencillez es la virtud de los “hijos de Dios”. Jesús nos admira por su sencillez. En esa virtud encontramos el secreto para arrojarnos confiadamente en los brazos de nuestro Padre Celestial. Debemos amar con sencillez y sufrir también con sencillez. La sencillez es la virtud de la infancia espiritual y ya sabe que ése es el color de su alma. *** Le decía que María lleva a Jesús en sus brazos y lo muestra con amor de Madre. Para que usted, amada hija, pueda llenar los deseos de Jesús, necesita amarlo como lo amó María, con esas cualidades del amor maternal: abnegación, pureza, desinterés, heroísmo, etc. etc. Tiene pues que sacrificarlo todo a ese amor, y defender los intereses de Jesús a costa de cualquier sacrificio. Ese amor será la fuente de su celo apostólico; [262] ese amor la convertirá en víctima; ese amor la sumergirá en una vida interior intensa; ese amor la hará desempeñar su misión sacerdotal, inmolando a Jesús, ofreciéndolo como lo ofreció María para la gloria del Padre, y ofreciéndose usted en su unión y eso en cada latido de su corazón, siempre, siempre. Y en esa inmolación constante encontrará el secreto de la fecundidad de su vida. Así salvará muchas almas, así reparará las ofensas a Dios, así le dará mucha gloria. En cambio de todo esto pida usted para mí el verdadero espíritu sacerdotal que es espíritu de víctima, de constante inmolación y de muy crecido amor. Y que el Espíritu Santo, fuente de toda pureza se la comunique por medio de la Cruz, guardando su cuerpo y su alma puros y sin mancha. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Afmo. Padre. *** ...Ser adoradores del Divino Padre en espíritu y en verdad, es toda una vocación y la más grande que se puede imaginar. Es reproducir la vida y el ideal de Cristo; es penetrar a lo más íntimo del Corazón de Jesús; es adquirir el rasgo más hermoso del Corazón de María. Procure ahondar, amada hija, en este querido ideal, meditando y profundizando la ORACIÓN de fuego.
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*** ...¿Qué importan los sacrificios cuando éstos vienen a perfeccionar el amor haciéndolo crecer en intensidad y en pureza? Lo único que deseamos es arder siempre en amor de Dios para poderlo comunicar a las almas. *** ...No olvide que la esperan Dios y las almas. Él para que lo ame con fuego siempre mayor; ellas para que las salve enseñándoles cómo se ama a Dios. ¡No se entregue a medias; es preciso darse enteramente y PARA SIEMPRE! [263] ... ¡Qué hermoso es moverse siempre al soplo del Espíritu Santo, sin inquietarse por nada! Esa es una señal de fe y de amor al Guía de nuestra vida y de las almas. Es lo único que importa, perderse en Dios y dejarse llevar de Él sin resistencias. Tenga confianza, nada le faltará, cuido su alma desde el altar de mi Sacrificio Eucarístico. *** ...Sea en todas partes donde la obediencia la tenga, la gotita de aceite que todo lo suavice y un alma llena de la caridad de Cristo, para curar las heridas de las almas. Hay que ayudarse del silencio cuando se debe guardar y hay que hablar cuando se debe hablar, pero siempre IRRADIANDO CARIDAD. *** ...Una MESST debe ser TODA PARA TODOS., para que alegre el medio en que viva, con esa alegría que es fruto de la caridad sacrificada. Arder más y más en el amor de Dios, arder sin consumirse porque se crezca en la capacidad de amar y se ame sin dejar de hacerlo nunca. *** ...Es preciso mirar más al fondo del alma para fijarla en Dios; combatir todo lo que quita la paz o impide la intimidad con Dios. Las grandes alegrías de la vida sólo Dios nos las dará y las almas por Dios. *** ...¡Busque a Dios en todo y será santa como Él la quiere! ...La vida es para DAR GUSTO A DIOS EN TODO, y si no lo conseguimos, la perderemos. Tengamos esa pasión de HACER EN TODO la voluntad de Dios. ...Yo siempre gozo cuando siento amado a mi Dios; pero cuando ese amor existe en las almas que Él me ha dado para que me ayuden a glorificarlo, mi alegría no tiene límites. ...¡Amemos mucho y hagamos amar al DIOS-AMOR! Yo quiero luchar mientras tenga vida, por ganarle a Dios las almas más hermosas; quiero seguir siendo el limosnero del amor de Dios, sobre todo entre aquellas [264] almas que deben amar más porque han sido más amadas, ¡Qué importa que no seamos nada si Él lo es Todo y lo puede todo! Nuestra vida unida a Dios, se transformará en divina y tendrá la fuerza 180
y la eficacia de lo divino. *** ...Dios no quiere que le tratemos “desde lejos”, como con miedo, Él quiere INTIMIDAD. Todo lo que hagamos, sea la acción de Dios a través de nuestras almas. *** ...No nos pertenecemos a nosotros mismos; desde que nos entregamos voluntariamente a Dios, desde que aceptamos una misión divina para la gloria de Dios y nos pusimos bajo la dirección del Espíritu Santo, Él lo hace todo. Nosotros somos instrumentos de su poder y de su amor. Debemos ser dóciles a las mociones de la gracia y renovar con frecuencia la entrega total que hemos hecho a Dios Nuestro Señor. *** ...¡Qué hermoso es caminar por la vida conducidos siempre por el Espíritu de Dios! En luces o en sombras; por oscuros túneles o por altísimas regiones donde se pierde de vista la tierra, cuando el Conductor es el Espíritu Santo, siempre se llega en la hora oportuna que es la hora de Dios; siempre se llega en el mejor modo que es el modo divino. Amemos más y más a ese Espíritu Divino, a ese Guía segurísimo de nuestras almas, para que Él nos transforme en Cristo para la gloria del Padre. *** ...La vida de ABANDONO, DE CONFIANZA en Dios, debe ser la característica de una MESST; olvidarse de sí misma para ocuparse de Dios, para cuidar, para consolar, para hacer amar a ese buen Jesús que busca en nuestros corazones un asilo de amor donde sentir el amor de su Padre y las delicadezas del Corazón de su Madre. Es preciso dejarse llevar por la corriente divina de la gracia; el Espíritu Santo nos marcará el camino, será luz, será fuego y fortaleza para nuestras almas. [265] ...La dejo en el Corazón Inmaculado de María, amada hija, para que le comunique sus propios sentimientos. Que su alma cante siempre al Señor el cántico que más le agrada, o sea el del amor en el cumplimiento de su divina voluntad. ...¿Qué pediré para su alma sino que sea muy santa como Dios quiere? ¡Encarne el verdadero espíritu de su Congregación para que pueda de veras ser hostia de amor y glorificar a la Trinidad Santísima, a la Virgen Madre de Dios! *** ...Hacer que la alabanza litúrgica sea más perfecta, es llevar a las almas por el camino MÁS CORTO a su unión con Dios, es decir a su santificación; es colaborar con el Espíritu Santo que inspiró los himnos y los cánticos sagrados! ¡Cómo deseo que multiplique en el Instituto el número de almas que canten con la Iglesia la gloria de Dios! ¡Siempre será la Música Sagrada uno de los grandes medios de santificación 181
para mis Misioneras! *** ...¡Siempre hacia Dios, amada hija! Quiero verla crecer más y más, crecer sin cesar en el amor, porque entonces su alma estará más en Dios. Busque en Él su vida, su amor, su alimento. No es su alma para detenerse en las criaturas, sino para emprender el vuelo hacia Dios, desprendiéndose de la tierra. A las almas las irradiaciones de su amor a Dios, las migajas de ese banquete divino! ...Pasa la vida y nos acercamos a grandes pasos al lugar de nuestra dicha eterna. Nuestra felicidad aquí abajo consiste en asegurar el futuro. Amemos y suframos para perfeccionar el amor. Amemos hasta transformarnos en amor. Su alma debe distinguirse por el amor a las Tres Divinas Personas; pero Cristo es la Puerta y por María vamos a Cristo. Con sencillez, con suavidad, ¡déjese llevar por María a Jesús y por Él a la Trinidad! [266] ...Es preciso mantenerse siempre en paz y no inquietarse por las cosas exteriores. Dios nos ama de tal manera que abarca todas las circunstancias de nuestra vida; su Providencia vela por todo para que nosotros dediquemos a Él, llevando una vida interior intensa. Pero esa vida se detendrá si perdemos la paz. Nadie tiene derecho a entrar en el recinto sagrado donde Dios vive amando a las almas y siendo amado de ellas. Alegría y dolor; paz y lucha, todo debe cooperar a esa unión divina que ha de ser nuestra eterna recompensa. *** ...Acabo de leer el relato de la muerte de Santa Teresita; ¡es emocionante! Así quisiera yo que murieran mis hijas Misioneras, con muerte de amor en la Cruz de Cristo; pero hay que preparar esa muerte con una vida de amor y dolor, animada por el Espíritu Santo y por María...! *** ...La Cruz hay que verla siempre como una GRACIA a la cual debemos corresponder! ...Quiero perderme en Dios y allí encontrar cuanto necesita para su gloria; pero sobre todo ALMAS, muchas almas que Lo amen con ardor. Este deseo es mi martirio, es lo único que anhelo...! ...Cuando pienso en el amor tan grande de Dios por las almas y lo mucho que éstas lo olvidan y ofenden, comprendo las predilecciones divinas para aquéllos que le son fieles y que hacen de su vida un holocausto por la gloria de Dios. Entonces sus gracias se dan sin medida y ¡feliz el alma que corresponde a ellas! Llegará a una altísima perfección en el amor divino. *** ...Que nuestras almas sean como una selva virgen donde sólo habite la Trinidad Santísima; donde no sea preciso que entren las almas ni siquiera con el pretexto de sacar algún bien, porque la irradiación divina en ellas será tan poderosa, que saldrá al encuentro de las otras almas, las perseguirá hasta los lugares más recónditos y no 182
habrá quién pueda sustraerse a su influjo. – El alma absorta en Dios, casi ni cuenta se dará de esa irradiación, porque estará ocupada en prodigar su [267] amor a Dios y en recibir las caricias divinas. Pero esto exige dolor, exige el desprendimiento TOTAL. El amor divino ayuda... *** ...A medida que pasa el tiempo y se acumulan en nuestras almas las gracias de Dios, tiene que aumentar también nuestra participación en la Cruz de Cristo. Esa Cruz no debe sernos extraña porque la hemos aceptado cuando aceptamos el amor infinito del Corazón de Cristo. Cuando un alma no sólo nace para Dios, sino que acepta voluntariamente el vivir para Dios entonces el Espíritu Santo la toma como cosa suya y apresura la transformación en Cristo; esa transformación que nos hace OLVIDARNOS de nosotros mismos para pensar en Él, para sufrir con Cristo y gozar con Cristo, para ocuparnos como Él, únicamente de las cosas de su Padre. ¡Qué fecundo es el amor y el dolor de un alma transformada! *** ...Confianza hija, Dios vela por nuestros intereses. Lo principal es la santificación del alma que no va a quedarse en este mundo porque su destino es eterno, es la obra de Dios, no tiene precio. Todo lo demás vendrá como añadidura. *** Veo las cruces que Dios le ha regalado, amada hija, y le pido que sepa aprovecharlas porque son ORO FINO llevadas por amor y unidas a la Cruz; pero ¡de amor y de vida! ¡Ya veremos los milagros que realiza! *** ...Amor y sacrificio, éstas deben ser las monedas que paguen las deudas con Dios. A las muchas penas que Dios le ha mandado, póngales una fuerte dosis de amor y verá qué resultados tan buenos tienen! ...Para tenerlo todo, hay que dejarlo todo, vaciar el alma del mundo para llenarla de Dios. *** ...Llene la casa con su fervor, con su amor a Dios, perfúmela más y más con su caridad para las [268] almas. La santidad pide IMITAR A JESÚS, y ÉL VIVIÓ CRUCIFICADO. Pero esa Cruz fue su amor y su gloria. ¡Llevemos la nuestra con alegría y con sencillez! *** ...Sea humilde, sea niña; déjese formar de Dios y de sus Superiores. Más tarde gozará las delicias de esa formación. Viviendo con Dios y de Dios, todo se le hará más fácil. Debe ser santa porque Dios lo quiere; su modelo de santidad es JESÚS CRUCIFICADO; por lo mismo, sea paciente como Él, NINGUNA QUEJA, NINGUNA CRÍTICA; ¡ESA ES LA CRUZ QUE SANTIFICA, LA PACIENCIA! 183
*** Cruz.
...Dios nos hace sufrir por un lado, por otro nos cambia en luces y en amor la ***
...Hay que poner una muralla muy grande entre el mundo que nos quiere turbar y nuestra alma que debe permanecer en un SILENCIO PROFUNDO para adorar y contemplar a Dios. Nosotros sí somos libres para llevar al mundo lo divino que llevamos en el alma; pero nada mundano, es decir, nada enemigo de Dios debemos dejar entrar al alma. *** ...Nuestra preparación a la fiesta de Pentecostés debe ser muy íntima; recogimiento, SILENCIO interior y un gran deseo de ser poseídos por el Espíritu Santo. El silencio interior debemos pedirlo al mismo Espíritu Santo. Es la atmósfera en que Él se mueve. Cuando Él recoge las potencias del alma, de tal modo las afoca a Dios, que nada podría distraerlas. Debemos llevar siempre nuestro pensamiento a Dios, pero con suavidad; siempre nuestro recuerdo a las cosas de Dios, a todo lo bueno y santo que Él ha hecho en nuestras almas. Nuestro corazón llenarlo de Dios, abrasándolo en la divina llama de la caridad; para ello, hacer abstracción de las cosas de la tierra, vivir en Dios, [269] ...El fuego de Pentecostés se convertirá en ternura para el Padre, en delicadeza para el Hijo, en fidelidad inquebrantable para el Espíritu Santo; se convertirá en luz para comprender mejor las grandezas de María. Toda nuestra ocupación debe ser disponernos para que nos LLENE el Espíritu Santo. El reparará los desperfectos del alma; Él la hermoseará, Él la santificará; Él hará que todas nuestras cosas salgan bien y podamos ocuparnos de todo, sin perder la intimidad con Dios. ¡Qué hermoso desaparecer en todo y que sólo aparezca Él, nuestro buen Dios, tan santo, tan lleno de misericordia! *** ...No sé ni qué hacer de tanto que gozo con ese grande acontecimiento: ¡la declaración del Dogma de la Asunción! ¡Pensar que esa Madre tan hermosa y santa es MI MADRE! ¡Qué hacer para imitarla?...¡Ponernos en manos del Espíritu Santo y ofrecer constantemente el Verbo al Divino Padre. Así nada se nos negará! *** ...Nuestro acercamiento a Dios se caracterizará por una abundancia de luz que con frecuencia producirá oscuridades por la falta de resistencia en nuestra mirada; pero que no por eso dejará de hacer sus maravillosos efectos en el alma. Cuando esto pasa, aparece MARÍA, calmando los rigores del sol y haciendo el papel de transformador para 184
que llegue con suavidad la luz y el amor divino a las almas. Por eso URGE SEPULTARNOS en el Corazón de María y desde allí contemplar las hermosuras de Dios y los ardores del Corazón de Cristo! *** ...Todos participamos de la Divina Maternidad de María y, poseyendo al Espíritu Santo en el alma, se participa del amor de María para su Hijo y del amor del Hijo para la Madre. Al poseer a las almas, el Espíritu Santo deja en [270] ellas abismos de amor divino; y parece que habría de satisfacerlos cuando las inunda, pero es entonces cuando los hace más profundos. ¡Por eso fue grande el martirio de amor de las almas que con el Espíritu Santo recibieron fibras de amor paternal! *** ...No hay un solo detalle que se escape al amor de Dios para nuestras almas. Por eso debemos vivir tranquilos dejándonos llevar de esa divina corriente de la gracia. *** ...No temáis descansar en el Sacerdocio, porque es el medio que Dios puso para iluminar y consolar a la humanidad. Pedid que seamos santos, pedidlo mucho; que nunca HUMANICEMOS LO DIVINO. Que seamos dóciles a las mociones del Espíritu Santo; en una palabra, que seamos santos para que Jesús reciba los consuelos que quiere de nosotros. *** No hay que cansarse en el trabajo por Dios. Nos fatigamos físicamente, pero no en los anhelos de perfección. El que persevera hasta el fin, es el que recibe el premio. Y aquí el premio es nada menos que la santidad, el amor PERFECTO A DIOS. *** ...Quisiera que todas emprendieran con mucho entusiasmo, una ofensiva de amor de Dios hasta lograr colocarse muy adentro del Divino Corazón. El Espíritu Santo, por María, les concederá cuantas gracias sean necesarias para ello; sólo falta que ustedes quieran. Se necesita mucho fuego divino en el alma para poder corresponder al amor de Dios. Busque siempre a Dios y encontrará la paz. Medite en el amor de Dios para su alma y encontrará y logrará la dulzura. *** ...Estrechando más y más su unión con Dios, su amor a María, triunfarán. Abandono en manos de Dios; caminamos, como decía nuestro Venerado Padre [271] Félix, en manos de Dios, corremos por su cuenta. ¡Qué consuelo tan grande! ...En la oración conocerá a Dios, amada hija, y verá el amor que le tiene. Allí podrá manifestarle a Dios todo su amor y deseos de darle gloria. 185
¡Qué hermosa es la oración! Pidamos al Espíritu Santo por media de María, el don de la oración. *** ...Sé que Dios las quiere muy santas, y yo me muero de ganas porque se realice. ¡Ponga cada una la parte que le corresponda y hágalo con mucho entusiasmo! Dios hará lo demás. No teman a nada ni a nadie, porque Dios está con ustedes. ...He tenido en mi alma el gozo inmenso de la gloria de Dios, que espero aumente cada día, especialmente en las almas que Él me ha dado. ¡¡Háganse santas, amadas hijas! Urge, urge mucho!! ...Ojalá que las gracias divinas encuentren nuestras almas muy agradecidas y completamente dispuestas a secundar los planes de Dios. Y al contemplar la glorificación de nuestros pequeños sacrificios, resolvámonos a ser generosos, para que el gozo de la Cruz sea más intenso, en la medida en que participemos de ella. *** ...Tenga la seguridad, hija, de que nunca está sola, diariamente la visita el Espíritu Santo. Se lo mando desde mi altar en forma de gracias especiales. ¡Desde mi altar sostengo su alma y le doy el alimento del cielo! *** Jesús.
...Para saber si he tratado bien a las almas, necesito saber si he tratado bien a *** ...Vivir en la presencia de Dios es VERLO EN TODO. ***
...En silencio interior, exhalemos el deseo ardiente de recibir al Espíritu Santo y esperemos su venida en el Cenáculo del Corazón de María. [272] *** ...Es preciso abrir el alma para que la llene el Espíritu Santo. Dejarse hacer y deshacer de Él. Su obra será un secreto de amor; no queramos verla ni comprenderla, sino aceptarla y agradecerla. Dejémosle plena libertad al Espíritu Santo. *** ...Si nosotros gustamos de la conversación con Dios, Él más aún, quiere tenernos pendientes de su divina voz para escuchar esa palabra que es Amor y Sabiduría, ante la que palidecen todas las cosas de la tierra. ...El Amor infinito se deja conmover por el pobre amor humano cuando éste lo llama humildemente en un deseo ardiente de la gloria de Dios. ¿Hasta dónde podrá llegar el alma que se deja llevar por el Espíritu Santo? *** 186
...Imitemos a Dios viviendo de amor; imitemos a Jesús y transformando todo nuestro dolor en amor. ...Una señal de nuestra vocación misionera es el deseo de la gloria divina; la aceptación de la Cruz de Jesús nos regala, el anhelo de cumplir la divina voluntad en nosotros y en los demás; querer morir en la Cruz de Cristo para la gloria del Padre. *** ...La etiqueta “divino” o “divinizado” es la que debe acompañar cuanto haya en nosotros. *** ...El verdadero espíritu de pobreza consiste en vivir sin voluntad propia: ¿Señor, qué quieres que haga?! *** Las situaciones al parecer oscuras para nosotros, son llenas de luz para Dios. La regla en todo caso es ASIRSE FUERTEMENTE AL BENEPLÁCITO divino, no perder la paz para no perder a Dios. *** ...Urge consolar al Corazón de Jesús, ofreciéndole con frecuencia el amor de su Divino Padre. ¡Felices, amadas hijas, que por vocación divina fuisteis llamadas a cooperar en esta Obra de obras, ya que está destinada a alentarlas todas, a agradecer por [273] todas, a expiar por todas! ¡Qué hermoso es Jesús! ¡Se le contempla más hermoso a través del Corazón Inmaculado de María! ¡Qué humilde es Jesús! ¡Sólo así puede bajar hasta nuestra pobreza y miseria para pedirnos amor pero más bien para darnos amor! *** ...El demonio trata de sembrar el desaliento, pero Dios llena las almas de la FORTALEZA, de la UNCIÓN y de la LUZ de su Espíritu. La fortaleza nos da resistencia más allá de lo humano; la unción deja un bálsamo en el alma, que cura y deja una divina suavidad; la luz nos hace ver claramente la obra de Dios y la obra del demonio. Entonces crece nuestro amor para luchar siempre fiados en el Espíritu Santo. ¿Hemos medido la gracia tan grande de ser llamados a colaborar con Cristo en la Obra redentora? *** ...Le escribo esta carta, lleno del grande consuelo que dejó en mi alma la Misa celebrada el 1º del año. Al ofrecerla, no se me ocurrió otra cosa sino perderme en el seno amoroso de mi Padre Celestial y rogarle con la confianza del hijo que se siente amado, que me prometiera que este año y siempre no le daré ninguna pena, sino gusto en todo y que seré conducido por su Espíritu... Y me abracé a mi Padre y me perdí en su seno amoroso y allí vivo... Desde allí le estoy escribiendo, ésta es mi Navidad y mi año Nuevo para usted y para todas mis hijas, para todos mis hijos, los de hoy y los de 187
mañana... *** ...Mi alma sigue en el seno del Padre... Allí lo encontré todo, pues creo haber llegado por fin a la unidad tan deseada, ¡encontrándolo todo en mi Padre Dios! En Él contemplo al Verbo; en Él conozco a su Espíritu Santo; en Él encuentro y conozco mejor a María; en Él comprendo la hermosura de las almas. Busco dar gusto en todo a mi Padre y en eso cifro mi dicha. Como Padre, nada me negará; como a Padre, [274] le tengo plena confianza; como Padre, conoce mi pequeñez; pero también el amor que me tiene; y ese amor es el que realizará el milagro de mi vida, de mis obras, de mis almas. De ese amor nacieron las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad y todas mis almas. Ese amor las protege, ese amor las hará eternamente dichosas. Ahora comprendo algo del amor de Jesús a su Padre y del amor a las almas. Para ese Padre, ¡qué no desearemos! Ahora comprendo mi vocación: “apóstol de las almas escogidas”. ¡No me contentaría otra cosa para la gloria de mi Padre! Ni importa el abismo de donde saque esas almas, me basta que sean escogidas, que quieran amar con amor inmenso a mi Dios. Y claro que en primer lugar quiero la perfección de mi alma para complacer a mi Padre. Para eso me uno siempre y todo a Jesús, al Unigénito del Padre, y perdido en Él me lanzo al Corazón del Padre, seguro de ser envuelto en el mismo amor. Hago del Espíritu Santo MI AMOR y así todo lo intento y todo lo consigo. Esa es la gloria de Dios en la pequeñez de las almas! ¡Ese debe ser el espíritu de las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad: “Padre, quiero hacer siempre tu voluntad”!... Así vivió María, ¡por eso consoló tanto a Jesús!
Palabras que grabó Nuestro Padre en un disco para todas las casas, con motivo de las Bodas de Plata del instituto.- Noviembre de 1961. (275) Quisiera que el amor agradecido de nuestra alma, correspondiera a lo que merece el hecho que conmemoramos, o sea la fundación de la Obra de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Obra que es grande por sus fines y por ser una Obra de Dios. Busca la gloria de Dios y la salvación de las al[275]mas rindiendo un culto de adoración, acción de gracias, reparación, imploración a cada una de las Divinas Personas. Obra que honra a la Santísima Virgen en dos misterios de su vida: el gran misterio de gozo que es la Encarnación del Verbo, y el Misterio de los dolores íntimos 188
de María en los últimos años de su vida, en su soledad de 25 años, después de la Ascensión de Jesús a los cielos. Obra que honra el Sacerdocio de Cristo y su participación a los Sacerdotes de la tierra y que quiere formar almas “acción de gracias” para agradecer ese don inenarrable del Sacerdocio de Cristo. ¿Habremos conseguido, siquiera en parte, la realización de tan hermosos fines? Creo que el solo intentarlo, ya es un gran consuelo para quien lo quiere, y el deseo ardiente de hacer la voluntad de Dios, ya lo glorifica. Queremos en esta fecha, muy unidos al Sacrificio de Cristo, ofrecer un grande acto de adoración a la Trinidad Santísima. Adoración llena de respeto y amor, en la que reconocemos el supremo dominio de Dios sobre todas las cosas, y nos sentimos felices de ser hijos suyos y de someternos amorosamente a su divina voluntad. Quisiéramos rendir el acto de suprema adoración en “espíritu y en verdad”, esa adoración en que nos inició Jesucristo mismo, el Hombre Dios, el Supremo Adorador de Dios, y que consiste en adorar a los Tres en unión con el Verbo Encarnado, la Verdad, bajo la moción del Espíritu Santo.. ¿Le habremos dado al Divino Padre los adoradores que Él busca? Y con la adoración, la acción de gracias. ¡Qué hermosa es la gratitud! Era una nota característica en el Corazón Divino de Jesús, como podemos verlo fácilmente en el Evangelio. Amor agradecido a su Divino Padre, que se gozaba en manifestar en las ocasiones más solemnes de su vida. [276] Queremos hacer nuestros los sentimientos del Corazón agradecido de Jesús y pedirle que Él pague la deuda tan grande que tenemos con el cielo, por el don que hizo al mundo, mandando la Obra de las Misioneras Eucarística de la Santísima Trinidad. Y un grande acto de reparación por todas las deficiencias que hayamos tenido en el amor y servicio de la Obra. Y una súplica humilde y confiada para que nos llene de su Espíritu y con nueva vida divina, y conducidos por Él, llevemos adelante la Obra de Dios. Quiero personalmente, como Padre espiritual de vuestras almas, interpretar vuestros sentimientos y ofrecer en mi Santo Sacrificio de la Misa los anhelos de vuestros corazones. Que Él escuche una vez más esa Oración sacerdotal que se ha ofrecido tantas veces a favor de la Obra y de vuestras amadas almas. Allí, en mi altar quiero pagar mi deuda de gratitud a Dios y a la Santísima Virgen por sus bendiciones a la Obra y quiero pagar a cada una de las Misioneras lo que por la Obra han hecho. Llenos pues, de confianza y de un santo optimismo, celebremos las Fiestas jubilares y recibamos el rocío del cielo que será de gracias para nuestras almas y de gloria para Dios. Así sea. F I N [277] 189
ÍNDICE NOTA: el número dentro del paréntesis, corresponde a la página del libro original impreso; el número en el extremo derecho, corresponde a la página del libro capturado en la computadora. AÑO DE 1931 ............................................................................................................................ 2 UNA RESPUESTA AL AMOR MISERICORDIOSO. (1) ............................................................. 2 PRIMERA PARTE (1) ................................................................................................................ 2 - I - ¡DEUS MISERICORS EST! (1) .................................................................................... 2 - II - LA GÉNESIS DE UNA IDEA. (3) .................................................................................. 3 - III - LA RAZÓN DEL HOMENAJE AL VERBO ENCARNADO. (5)............................................. 4 - IV - LA GRATITUD SACERDOTAL (6) .............................................................................. 5 - V - COMO AMA JESÚS A SUS SACERDOTES. (8) ............................................................. 6 - VI - MANIFESTACIONES CONFORMES AL EVANGELIO. (10) .............................................. 7 SEGUNDA PARTE. LOS MODELOS (12) ................................................................................. 8 - I - JESÚS DIVINO MODELO (12) .................................................................................... 8 - II - COMO AGRADECIÓ MARÍA (14) .............................................................................. 10 - III - COMO PENSABAN LOS SANTOS. (16) ..................................................................... 11 - IV - TESTIMONIO DE OTRAS ALMAS. (19) ..................................................................... 13 - V - CONCLUSIONES PRÁCTICAS (22) ........................................................................... 15 - VI - ORACIÓN DE GRATITUD SACERDOTAL A LA SANTÍSIMA TRINIDAD. (23) ................... 15 AÑO DE 1933 .......................................................................................................................... 17 ARTÍCULOS SOBRE LA DEVOCIÓN AL DIVINO PADRE (25) .............................................. 17 GLORIFIQUEMOS A NUESTRO PADRE CELESTIAL. – ENERO 1933 - (25) ......................... 17 LOS PERFECTOS ADORADORES DEL PADRE. FEBRERO 1933 (28).................................. 19 LA DEVOCIÓN AL PADRE. ABRIL 1933 (30) .................................................................... 20 LOS GRANDES CENTENARIOS Y LA DEVOCIÓN AL DIVINO PADRE. MAYO DE 1933 (32) ........................................................................................................................... 21 FIESTA DE PENTECOSTÉS JUNIO 1933 (35) .................................................................. 24 LOS VERDADEROS ADORADORES DEL PADRE (RASGOS FISONÓMICOS). – JUNIO 1933 (38) ................................................................................................................... 25 EL AMOR AL PADRE Y LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS. JULIO DE 1933. (40) ........................ 26 FUNDAMENTOS DEL AMOR ESPECIAL AL DIVINO PADRE. AGOSTO DE 1933 (42) .............. 28 EL AMOR AL DIVINO PADRE EN LA VIDA DE JESÚS. SEPTIEMBRE DE 1933 (45) ................ 30 FUNDAMENTOS DE AMOR DEL DIVINO PADRE. OCTUBRE 1933 (48) ............................... 32 FUNDAMENTOS DEL AMOR AL DIVINO PADRE. NOVIEMBRE DE 1933 (50)........................ 34 EL AMOR AL DIVINO PADRE EN LA ESCUELA DE JESÚS. DICIEMBRE DE 1933 (54) ............ 36 ORACIÓN DE FUEGO PARA PEDIR AL DIVINO PADRE SUS ADORADORES. OCTUBRE 11 DE 1933 (57) ......................................................................................................... 37 ESCRITO SOBRE LEMA Y NOMBRE DE LAS M.E.SS.T. DIC. 25 DE 1933. (63) .................. 41 CONSAGRACIÓN ESCRITA PARA NUESTRA MADRE FUNDADORA, EL 31 DE DIC. DE 1933 (63) ............................................................................................................................ 41 CONSAGRACIÓN ESCRITA PARA NUESTRA MADRE FUNDADORA DICIEMBRE 1933 (64) .................................................................................................................................. 42 AÑO DE 1934 .......................................................................................................................... 43
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CARTA ESCRITA A NUESTRA MADRE FUNDADORA EN: COYOACÁN, CASA SACERDOTAL ABRIL 27 DE 1934 (65) .................................................................................. 43 ESCRITO SOBRE EL ESCUDO DE LAS M. E. S.S. T. OCTUBRE 14 DE 1934. (69) ............. 45 ESCRITO SOBRE EL ESPÍRITU SACERDOTAL OCTUBRE 23 DE 1934 (70) ...................... 46 AÑO DE 1935 .......................................................................................................................... 47 ESCRITO SOBRE EL ESPÍRITU DEL INSTITUTO M.E.SS.T. FEBRERO DE 1935 (71) ........ 47 CONSAGRACIÓN A LA SMA. TRINIDAD. FEBRERO DE 1935 (73)...................................... 48 CARTA DE NUESTRO PADRE, ESCRITA EN LA BASÍLICA DE N. SRA. DE GUADALUPE. (SMA. VIRGEN) NOVIEMBRE 3 DE 1935 (74) ................................................ 48 OBSERVACIONES ACERCA DE LOS PUNTOS DE LA RESPUESTA DE MONSEÑOR PEDRO VERA, ARZ. DE PUEBLA. DICIEMBRE 15 DE 1935 (78) ......................................... 51 AÑO 1936 ................................................................................................................................ 53 CONSAGRACIÓN MARZO 30 (81) ......................................................................................... 53 CARTA EL DÍA DE LA FUNDACIÓN DE LA OBRA. NOVIEMBRE 20 – 1936 (82) ................ 53 CONSAGRACIÓN (83) ............................................................................................................ 55 AÑO 1937 ................................................................................................................................ 55 PROMESA DE FIDELIDAD Y OBEDIENCIA. NOVIEMBRE 20 (84) ....................................... 55 CARTA SOBRE LOS FINES DE LA OBRA. (85) .................................................................... 56 CARTA SOBRE LA SMA. VIRGEN. (87) ................................................................................. 57 CARTA DE FELICITACIÓN AL RVMO. P. EDMUNDO ITURBIDE (92) .................................. 60 ESCRITO SOBRE LA ADVOCACIÓN DE LA SMA. VIRGEN PROPIA PARA EL INSTITUTO. (95) ...................................................................................................................... 62 AÑO 1943 ................................................................................................................................ 64 CARTA CIRCULAR SOBRE LA ORACIÓN. (97) .................................................................... 64 AÑO 1944 ................................................................................................................................ 65 CARTA SOBRE LA SMA. VIRGEN. (99) ................................................................................. 65 ESCRITO DE NUESTRO PADRE EL 20 DE NOVIEMBRE DE 1944. ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN. (101) ............................................................................................................ 66 CARTA SOBRE EL AMOR AL DIVINO PADRE. SAN LUIS POTOSÍ. DIC. 7- 44 (103) .......... 68 AÑO 1945 ................................................................................................................................ 70 TELEGRAMA N. PADRE POR LA APROBACIÓN. DICIEMBRE 14 DE 1945 S. L. P. (105) ......................................................................................................................................... 70 CARTA DE FELICITACIÓN A LAS M.E.SS.T. (105) ............................................................... 70 CARTA PARA NUESTRA MADRE. (107) ............................................................................... 71 AÑO 1946 ................................................................................................................................ 72 TELEGRAMA DESDE S. L. P. 22 DE MARZO DE 1946 (109) ................................................ 72 CARTA A NUESTRA MADRE. ACCIÓN DE GRACIAS. (109) ................................................ 72 CARTA SOBRE LA SS. VIRGEN. (112) .................................................................................. 74 ORACIÓN DE FUEGO AL ESPÍRITU SANTO. 1944 (115)...................................................... 76 ACTO DE CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO (116) ..................................................... 77 CARTA A LAS NUEVAS NOVICIAS. (117) ............................................................................. 77 CARTA DE FELICITACIÓN A LAS NUEVAS POSTULANTES MESST. (118) ....................... 79
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PUNTOS PARA EL RETIRO DE FIN DE AÑO. ENVIADOS POR NUESTRO PADRE EL 31 DE DICIEMBRE DE 1946. (120) ......................................................................................... 79 AÑO 1947 ................................................................................................................................ 80 CIRCULAR DESDE SAN LUIS POTOSÍ, ABRIL 5-1947. (121) ............................................... 80 CARTA PARA EL PRIMER ANIVERSARIO DE LA ERECCIÓN CANÓNICA- MARZO 25-47 (137) ............................................................................................................................... 91 CARTA DEL 10 DE MAYO DE 1947. PREPARACIÓN A LA FIESTA DE PENTECOSTÉS. SAN LUIS POTOSÍ. (141) ............................................................................ 94 CARTA SOBRE LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA. 11 OCT. 1947. (143) ....................... 96 AÑO 1948 ................................................................................................................................ 98 CARTA SOBRE LA CARIDAD Y LA UNIÓN. (146)................................................................. 98 CARTA DE NUESTRO PADRE CON MOTIVO DE LA PRIMERA FUNDACIÓN EN PAÍS DE MISIONES. (150) .................................................................................................... 100 AÑO 1949 .............................................................................................................................. 102 CARTA A LAS NUEVAS HERMANAS POSTULANTES. (153)............................................. 102 CARTA A LAS NUEVAS NOVICIAS. (154) ........................................................................... 103 CARTA A LAS NUEVAS PROFESAS. (155) ......................................................................... 104 CARTA A TODAS LAS M. E. SS- T. CONSAGRAR EL AÑO 1949 A LA ADORACIÓN. (157) ....................................................................................................................................... 105 CARTA SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN. (160) .................................................................. 107 CARTA CIRCULAR PARA LA FIESTA DE PENTECOSTÉS. (163) ...................................... 109 CARTA CIRCULAR SOBRE EL AMOR DEL CORAZÓN DE JESÚS. (166) ......................... 111 CARTA A NUESTRA MADRE, PARA LA FIESTA DE NAVIDAD. (169) ............................... 113 SAETILLAS (170) .................................................................................................................. 114 AÑO 1950 .............................................................................................................................. 117 CARTA CIRCULAR SOBRE LA DECLARACIÓN DOGMÁTICA DE LA ASUNCIÓN. (173) ....................................................................................................................................... 117 AÑO 1951 .............................................................................................................................. 119 CARTA A LAS MADRES DE CHINA. (175)........................................................................... 119 AÑO 1952 .............................................................................................................................. 120 CARTA AL CONSEJO GENERAL Y MM. DELEGADAS AL PRIMER CAPÍTULO. (177)..... 120 AÑO 1953 .............................................................................................................................. 121 CARTA CIRCULAR SOBRE LA GLORIFICACIÓN AL ESPÍRITU SANTO. (179) ................ 121 CARTA A TODAS LAS MESST (180) ................................................................................... 122 CARTA AGRADECIENDO EL HOMENAJE Y CONSAGRACIÓN DEL INSTITUTO AL ESPÍRITU SANTO. (182) ....................................................................................................... 124 CARTA CIRCULAR SOBRE LOS FINES Y LA RAZÓN DE SER DE NUESTRO INSTITUTO. (185) .................................................................................................................. 126 CARTA PARA MIS AMADAS HIJAS QUE VAN A LA MISIÓN DE CONCEPCIÓN, BOLIVIA. (187) ...................................................................................................................... 127 CIRCULAR SOBRE LA CELEBRACIÓN ESPECIAL DEL AÑO MARIANO. (190) ............... 129 AÑO 1954 .............................................................................................................................. 132 CARTA SOBRE EL ESPÍRITU DE SACRIFICIO. (193) ......................................................... 132
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CARTA PARA LAS MADRES DE MEXICALI, B. C. (196) .................................................... 133 CIRCULAR PARA LA FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, SOBRE EL IDEAL DEL INSTITUTO DE MESST. (197) ............................................................................................... 135 CARTA SOBRE EL MISMO TEMA DE: LA UNIDAD EN EL INSTITUTO DE M. E. SS. T. (200)................................................................................................................................... 137 CARTA CIRCULAR EN EL ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO.AGRADECIMIENTO. (203) .................................................................................................... 138 AÑO 1955 .............................................................................................................................. 140 CARTA CIRCULAR SOBRE LA UNIDAD EN EL AMOR. (205) ............................................ 140 CARTA A LAS NUEVAS HNAS. POSTULANTES. (209) ...................................................... 142 CARTA A LAS NUEVAS NOVICIAS. (210) ........................................................................... 143 CARTA A LAS NUEVAS PROFESAS. (211) ......................................................................... 144 CARTA A LAS PROFESAS DE VOTOS PERPETUOS. (213) .............................................. 145 CARTA PARA LAS HNAS. QUE TOMARON EL HÁBITO DE MESST EN DICIEMBRE – 1955 (214) ........................................................................................................................... 146 PARA LAS NUEVAS PROFESAS. DICIEMBRE 1955 (215) ................................................. 147 A LAS PROFESAS DE VOTOS PERPETUOS. DICIEMBRE 1955 (216) .............................. 147 CARTA PARA LA FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.- ESPÍRITU Y FIN DE NUESTRO INSTITUTO.- (217) ............................................................................................... 148 CARTA CIRCULAR PARA LA FIESTA DE LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA. (OBEDIENCIA). (221) ............................................................................................................ 150 CARTA CIRCULAR SOBRE EL ESPÍRITU DE REPARACIÓN. (223) .................................. 152 AÑO DE 1957. ....................................................................................................................... 154 CARTA CIRCULAR PARA LA FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. (ORACIÓN – MORTIFICACIÓN). (226) ....................................................................................................... 154 CARTA A LAS NUEVAS PROFESAS DE VOTOS PERPETUOS. (229) ............................... 156 A MIS AMADAS HIJAS MESST QUE HAN HECHO SU PRIMERA PROFESIÓN COMO MIEMBROS DEL INSTITUTO. (230) ...................................................................................... 157 CARTA CON MOTIVO DE SUS 50 AÑOS DE PRIMERA COMUNIÓN. (230) ....................... 157 PENSAMIENTOS DE NUESTRO PADRE A LOS 50 AÑOS DE SU PRIMERA COMUNIÓN. (232) ................................................................................................................. 158 AÑO DE 1958 ........................................................................................................................ 159 CARTA CIRCULAR PARA LA FIESTA DE PENTECOSTÉS. (233) ...................................... 159 AÑO 1960 .............................................................................................................................. 160 CARTA CON MOTIVO DE LAS BODAS DE PLATA DE LA FUNDACIÓN. (235) ................. 160 AÑO 1961 .............................................................................................................................. 164 JORNADA SACERDOTAL. A MIS AMADAS HIJAS DE LA CASA DE PUEBLA. (240) ...... 164 AÑO 1963 .............................................................................................................................. 164 CARTA PARA NAVIDAD Y AÑO NUEVO GUADALAJARA, DIC. 25 DE 1963 (241) ........... 164 AÑO 1965 .............................................................................................................................. 166 CARTA PARA LA FIESTA DE PASCUA. (243) .................................................................... 166 AÑO 1966 .............................................................................................................................. 167
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ÚLTIMA CARTA CIRCULAR QUE DICTÓ NUESTRO PADRE PARA SUS HIJAS MESST., EN IRAPUATO, GTO., LOS DÍAS 9, 10 Y 11 DE SEPT. DE 1966. (244) ............... 167 ALGUNOS FRAGMENTOS DE CARTAS PERSONALES DIRIGIDAS POR NUESTRO PADRE A SUS HIJAS LAS M. E. SS. T. (259) ...................................................................... 176 PALABRAS QUE GRABÓ NUESTRO PADRE EN UN DISCO PARA TODAS LAS CASAS, CON MOTIVO DE LAS BODAS DE PLATA DEL INSTITUTO.- NOVIEMBRE DE 1961. (275) ....................................................................................................................... 188 ÍNDICE ................................................................................................................................... 190
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