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Pensando desde Eric Hobsbawm “el tiempo histórico” y su pertinencia para el estudio del conocimiento histórico1 Sandra Sauro Dra. en Historia, UBA. Docente e investigadora, Depto. de Historia e Inst. de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, FFyL, UBA

En Sobre la historia (Barcelona, Editorial Crítica, 2004), Hobsbawm indaga tres formas de comprender la noción de tiempo: una, que parte del presente y va hacia el pasado; otra, que desde el presente, apunta al futuro; y la última, que propone la interacción entre pasado-presente-futuro. Asimismo, presenta las diferentes maneras de relacionar las nociones de historia y tiempo: la historia solo como pasado, la historia como relación pasado-presente y la historia en la dinámica pasado-presente-futuro. Afirma que siempre ha estado incluida en la concepción de la historia como disciplina alguna concepción de tiempo, aunque esta no haya tenido un tratamiento metodológico explícito entre las categorías básicas de la historia. Hobsbawm reconoce la importancia de la reflexión sobre la problemática del tiempo histórico por la pertinencia que tiene para el conocimiento y estudio de la historia. Concluye, por lo tanto, que tiempo histórico o temporalidad constituye una herramienta necesaria para comprender la relación dialéctica entre el pasado, el presente y el futuro, porque no es posible el conocimiento histórico fuera de los

marcos de estas relaciones temporales. Esto supone un trabajo del historiador desde el presente y en interacción con el pasado, pero sabiendo que ni el pasado está definitivamente acabado ni el presente es absoluto y, en ese juego de construcción y de reconstrucción, se transita por el devenir histórico y se avanza hacia la construcción de la sociedad futura. Porque de eso se trata, justamente, el estudio de la historia: el conocimiento histórico abarca la totalidad de los aspectos de la vida social, mostrando su complejidad, dentro de un marco espaciotemporal que, en estrecha relación dialéctica, define la relación entre pasado-presente-futuro. El conocimiento está, por lo tanto, siempre en construcción. Hobsbawm analiza el “sentido del pasado” en el capítulo 2. Intentará allí dar una idea general de las relaciones entre el pasado, el presente y el futuro, relación que constituye el verdadero objeto de estudio del historiador. (Hobsbawm, 2004: 23-37). Por pasado entiende el período que precede a los acontecimientos que han quedado directamente registrados en la memoria

1. Este artículo se basa en la Tesis doctoral (inédita) “Concepciones y usos del tiempo en la historiografía. El caso de la historia de la ciencia”. Como ex becaria de doctorado (2001-2005), agradezco a la Universidad de Buenos Aires, a la Facultad de Filosofía y Letras, al Departamento de Historia y al Instituto E. Ravignani y a su Director José Carlos Chiaramonte; muy especialmente a mi director de Tesis, Marcelo Levinas, Consejeros de Estudio José Emilio Burucúa y Alberto Onna, Marcelo Monserrat (ex director de doctorado).

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Pensando desde Eric Hobsbawm “el tiempo histórico”... de cualquier individuo. Pero también existe una conciencia del pasado, en todos los seres humanos y en todas las sociedades, y tal conciencia es producto de compartir la vida con personas que nos superan en edad. En este sentido, Hobsbawm está suponiendo una continuidad generacional y una transmisión de la memoria colectiva que conserva y transmite su propio pasado. Porque individual o colectivamente, se asume una posición respecto del propio pasado; el pasado es una dimensión permanente de la conciencia humana, un componente obligado de las instituciones, valores y demás elementos constitutivos de la sociedad humana. A los historiadores se les plantea el problema de cómo analizar la naturaleza de este “sentido del pasado” en la sociedad y cómo descubrir los cambios y transformaciones. El pasado puede ser valorado positiva o negativamente. En general, en la historia nos encontramos con sociedades para las cuales el pasado es básicamente un modelo para el presente: cada generación copia y reproduce a la que la precedió con la máxima fidelidad posible y se considera fracasada si no alcanza su objetivo. Por supuesto, un predominio absoluto del pasado implicaría la exclusión de cambios e innovaciones, aunque es poco probable, subraya Hobsbawm, que exista una sociedad humana que no reconozca la presencia de alguna innovación. De hecho, dice, lo que oficialmente se denomina pasado consiste en una selección de recuerdos o vivencias, y tal selección resulta de la construcción social de ese pasado. Por lo general, la creencia de que el presente debe reproducir el pasado se traduce en un proceso de cambio histórico de ritmo bastante lento. Mientras sea posible asimilar el cambio –demográfico, tecnológico o de cualquier otro tipo– de una forma gradual, incrementándolo poco a poco, por así

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decirlo, el pasado social oficialmente aceptado estará capacitado para asimilarlo bajo la forma de una historia convertida en mito y quizás también en ritual, bien sea mediante una modificación tácita del sistema de creencias, bien “ampliando el marco ideológico”. El predominio del pasado no equivale necesariamente a una imagen de inmovilidad social. Es compatible con períodos de cambio histórico de carácter cíclico, y, por supuesto, con el retroceso y con la catástrofe (o lo que es lo mismo, con el fracaso del intento de reproducir el pasado). Con lo que resulta incompatible es con la idea de un progreso ininterrumpido. Pero también, el cambio social puede concebirse como aceleración o transformación de la sociedad. En este caso, el pasado debe dejar de ser el patrón sobre el que se traza el presente para pasar a ser –como máximo– un modelo de referencia. Esto significa que ha tenido lugar una transformación radical en sentido del propio pasado, que se convierte –y debe convertirse– en una máscara de la innovación, puesto que su misión ya no consiste en expresar la repetición de lo acaecido con anterioridad, sino en mostrar determinadas acciones que, por definición, son diferentes de las que se produjeron en otra época. Puede decirse, entonces, que resalta la diferencia por sobre la semejanza. Pero la intención de recuperar el pasado podrá mantenerse en algunos casos, sobre todo en aquellas proyecciones que denoten ciertos rasgos conservadores. Un rescate de antiguas leyes, viejas moralidades o religiones de otras épocas pueden ser algunos de estos casos, por lo que los llamamientos a la recuperación de algún hecho del pasado siempre tienen la intención de obtener resultados tangibles. Sin embargo, lo más probable es que, tarde o temprano, se llegue a un punto en el que el pasado no solo ya


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Sandra Sauro no pueda reproducirse de un modo literal, sino ni siquiera reconstruirse de una forma parcial. Una vez alcanzado este punto, el pasado se convierte en algo tan alejado de la realidad tangible, e incluso de la recordada, que es posible que al final quede reducido a un mero lenguaje para definir en términos históricos ciertas aspiraciones que existen en el mundo actual y que no necesariamente son conservadoras. Hobsbawm se pregunta: ¿Qué clase de innovaciones actúan de este modo y bajo qué condiciones? El problema del rechazo sistemático del pasado solo surge cuando se admite que la innovación es sinónimo de “progreso”. Esto plantea dos cuestiones distintas: cómo se llega a reconocer y legitimar la innovación, y qué forma asume la situación derivada de ella. Es decir, cómo se formula un modelo de sociedad cuando el pasado ya no puede proporcionarlo. En otros términos: cómo aparece en la conciencia la nueva experiencia producto de la transformación, y cómo se proyecta un futuro basado en un nuevo modelo social que contemple y se apoye en estos cambios. En este punto, Hobsbawm muestra cierta convicción respecto del rol que sigue cumpliendo el pasado en la transformación presente y en la proyección futura. Porque sostiene que aunque se acepte la innovación y el progreso, “paradójicamente el pasado sigue siendo la herramienta analítica más útil para enfrentar el cambio constante, aunque de una forma totalmente nueva” (2004: 31). El pasado se transforma en el descubrimiento de la historia como un proceso de cambio direccional, de desarrollo o de evolución. De esta forma, el cambio se convierte en su propia legitimación, si bien estrechamente vinculado a un “sentido del pasado” totalmente distinto. Así, lo que legitima y explica el presente ya no es el pasado concebido como conjunto de puntos de referencia –o incluso como el período de tiempo

en que algo aconteció– sino el pasado considerado como proceso de conversión en el presente. Hobsbawm intenta responderse qué ocurre cuando es necesario construir un futuro que no se parezca en nada al pasado. Tratar de hacerlo sin tomar ningún ejemplo del pasado parece difícil, aunque de hecho se sepa que las soluciones que se dieron en el pasado no puedan practicarse en el presente. De este modo, plantea el problema de la predicción, y afirma que el historicismo ha sido su forma más común en tanto se han dado, a través de él, extrapolaciones más o menos complejas de las tendencias del pasado al futuro. Es decir, estudiando el pasado se buscan pistas para conocer el futuro. Por eso, existe una

En general, en la historia nos encontramos con sociedades para las cuales el pasado es básicamente un modelo para el presente (...).

necesidad mayor de recurrir a la historia cuando se vislumbra alguna innovación. Destaca así la existencia de un conflicto entre el modo historicista de analizar cómo se desarrollará el futuro, que da por supuesto el hecho de la continuidad de los cambios, y el que ha sido universal en el análisis de los modelos sociales representado en la estabilidad. Cambio por un lado, estabilidad por el otro. La utopía, por ejemplo, es un estado estacionario que tiende a reproducirse a sí mismo y denota ahistoricismo. Cualquier otro de los modelos que describen sociedades ideales también muestran un marco de relativa estabilidad y previsibilidad. De hecho, en teoría, nada

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Pensando desde Eric Hobsbawm “el tiempo histórico”... impide definir los sistemas sociales en términos de un cambio continuo, pero en la práctica, no parece haber demasiada necesidad de que así sea, quizás porque “cuando las relaciones sociales son inestables e imprevisibles en exceso resultan especialmente desconcertantes”. (Hobsbawm, 2004: 33) Otro de los temas que Hosbabawm analiza es el del uso social del pasado, y menciona dos problemas concretos asociados con él: la concepción genealógica y el uso de la cronología. El sentido del pasado como continuo de experiencia de carácter colectivo (genealogía) sigue siendo asombrosamente importante, incluso para los más partidarios de la innovación y de la creencia de que la novedad equivale a mejora. Aun los marxistas más progresistas buscan en el pasado las sublevaciones y luchas sociales que llevan a crear una tradición y una sensación de continuidad: “La atracción que ejerce el pasado concebido como continuidad y tradición, como ‘nuestros antepasados’, es muy fuerte” (Hobsbawm, 2004: 34). El problema de la cronología introduce el problema de que toda sociedad conserva una experiencia acerca del transcurrir del tiempo –vivido como tiempo social– y de cómo se sucedieron los acontecimientos en él. Desde el momento en que la historia es un proceso de cambio direccional, la cronología es fundamental para el significado histórico del pasado vigente en nuestros días. De este modo, Hobsbawm le asigna a la cronología el lugar de un instrumento que permite ordenar la secuencia de los acontecimientos para pensar el pasado social, pero, en el fondo, sabe que ese ordenamiento responde a una construcción social sobre la que el historiador operará, tomándola o revisándola. ¿Qué puede decirnos la historia sobre la sociedad contemporánea? es otra de las preguntas que Hobsbawm

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se plantea en el capítulo 3 (Hobsbawm, 2004). Asociado a este interrogante aparece el problema del tiempo presente y de la necesidad de buscar explicaciones en el pasado, dado que la relación con el pasado desde nuestro presente y hacia nuestro futuro nos hace sentirnos partícipes del continuum de nuestras vidas con la vida de la humanidad, comparar el pasado con el presente, y aprender de la experiencia. Por lo tanto, si como se ha dicho, durante la mayor parte de la historia de la humanidad el pasado fue un referente, un modelo del presente y del futuro, la historia se convierte en la ley por la que se rige el presente. Porque la vuelta al pasado es la vuelta a algo más cercano o totalmente remoto, pero cuyo conocimiento resulta insoslayable. Ahora bien, en la concepción de Hobsbawm salta a la vista que el presente no es, ni podría ser nunca, un simple calco del pasado; como tampoco es posible reducir los diferentes aspectos de su funcionamiento a una mera imitación de los modelos de otras épocas. Sin embargo, en lo que respecta a una gran parte del mundo y de las vivencias humanas, el pasado sigue conservando la misma autoridad de siempre y, por tanto, la historia o la experiencia continúa funcionando del mismo modo que lo hacía en tiempo de nuestros antepasados. La historia, aun cuando consigue generalizar, nunca deja de saber que pesan más las diferencias. Lo primero que cuida un historiador es el anacronismo y la aparente semejanza entre el pasado y el presente. Lo que la historia sí puede hacer es “mostrarnos las pautas y mecanismos del cambio histórico en general, y más concretamente los relativos a las transformaciones sufridas por las sociedades humanas durante los últimos siglos (...) Esto, más que cualquier otra predicción o esperanza, es lo que tiene una relación más


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Sandra Sauro directa con la sociedad contemporánea y con su porvenir”. (Hobsbawm, 2004: 45) El vínculo historia-futuro es tratado en el capítulo 4 (Hobsbawm, 2004: 5269). Hobsbawm plantea que investigar la dirección de la evolución de la sociedad significa, en alguna medida, investigar sobre el futuro. Y si bien es dificultoso, también es necesario hacerlo. Toda predicción se apoya en alguna clase de inferencia sobre el futuro a partir de lo que ha sucedido en el pasado y en la historia. Esta no puede escapar al futuro porque no hay una línea que separe pasado y futuro. Entre ambos, existe el presente, punto teórico que se mueve constantemente. Pasado, presente y futuro forman un continuo. Todos los seres y sociedades tienen sus raíces en el pasado, sea la familia, la comunidad, la nación, o la memoria personal. Y todos valoran ese pasado, positiva o negativamente. Más aún, la mayor parte de la acción conciente de los seres humanos, que se basa en el aprendizaje, la memoria y la experiencia, constituye un inmenso mecanismo que sirve para afrontar constantemente el pasado, el presente y el futuro. Intentar prever el futuro interpretando el pasado es un requerimiento de los procesos corrientes de la vida humana conciente, personal y grupal. El basamento de la intención de predicción está en que se reconoce una estrecha vinculación entre el futuro y el pasado, –Hobsbawm dice “relacionado de forma sistemática”– porque existe una concatenación no arbitraria de circunstancias y acontecimientos. Existe pues cierta posibilidad de predicción, pero esto no significa que se puedan hacer pronósticos acertados. La imposibilidad de predecir se basa en las partes del futuro al que se le reconoce alta incertidumbre. La posición de Hobsbawm es explícita al respecto: el futuro no está determinado, siempre hay otras opciones posibles y habrá que

evaluar el grado de probabilidad de las predicciones en cada caso. (Hobsbawm, 2004: 54-55) La predicción histórica, afirma Hobsbawm, se caracteriza porque se aplica al mundo real, realidad que constituye un conjunto complejo y cambiante, del que se intenta dar cuenta analizando la estructura de ese mundo y las texturas de sus cambios. La segunda característica de la predicción histórica es que no tiene valor de confirmación. La predicción puede ser deseable o no para probar, pero surge automáticamente al hacer declaraciones sobre el continuo pasado, presente, futuro. El futuro forma parte del conocimiento del presente y del pasado. Los historiadores preveen de forma retrospectiva. Si el presente del historiador es siempre el futuro del pasado que estudia, los métodos ideados para analizar causas, consecuencias y opciones históricas no son sino una visión retrospectiva de las predicciones. Las predicciones de los historiadores, aunque sean retrospectivas, se apoyan principalmente en la compleja realidad de la vida humana, realidad que lo abarca todo, así como a las otras cosas que nunca son iguales, y que, de hecho, nunca son “otras cosas”, sino el sistema de relaciones del que nunca es posible extraer del todo afirmaciones relativas a la vida humana en sociedad. Además, toda disciplina histórica que merezca llamarse así trata de descubrir precisamente las pautas de interacción en la sociedad, los mecanismos y tendencias de cambio y transformación, y las direcciones de las transformación en la sociedad que son lo único que proporciona un marco apropiado para predecir. Para Hobsbawm, dado que la predicción retrospectiva entraña cierta posibilidad de lo que podría haber pasado, puede considerarse a la predicción en historia como una forma de historia contrafáctica, entendiendo por

Eric Hobsbawm en 1930 con su madre y hermanos.

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Algunos de los libros escritos por Eric Hobsbawm.

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tal, la historia que podía haber ocurrido pero que no sucedió. La predicción, retrospectiva o no, consiste en evaluar probabilidades. Sin embargo, y a pesar de la analogía posible entre predicción retrospectiva y predicción futura, es menos potente la investigación del historiador cuando se enfrenta con el futuro. Porque, efectivamente, sería más incierta la realidad que está estudiando. De todos modos, piensa Hobsbawm, los historiadores no estamos dispuestos a afirmar una falsa precisión tratando de imitar a las ciencias naturales, que son más prestigiosas por poder hacerlo, porque los historiadores tenemos un conocimiento sin paralelo de las variedades de la experiencia social humana, y en este tema del campo de los estudios humanos debemos pensar los cambios, las interacciones y las transformaciones históricas. Únicamente la historia proporciona orientación y quien afronte el futuro sin ella no es solo ciego, sino peligroso. Afrontar el futuro de modo ahistórico pone a la humanidad en peligro porque resulta indispensable el papel que la historia, o mejor dicho, la racionalidad histórica debe jugar al evaluar el futuro y las medidas que la humanidad debe tomar para afrontarlo. Lo que sí pueden los historiadores aportar a la investigación del futuro

tiene que ver con la determinación de la propia naturaleza del hombre, con el descubrir qué pueden y qué no pueden hacer en la construcción de ese futuro, la determinación de los marcos, de los límites, de las potencialidades y consecuencias de las acciones humanas que ponga en juego la distinción entre lo previsible y lo imprevisible, lo deseable y lo esperable, lo conocido y lo utópico. Es posible que se escuche más a los historiadores si estos dedican más tiempo a evaluar y mejorar su capacidad de pregonar sobre el futuro. Porque a pesar de todo, aun tienen algo que pregonar. Para cerrar, a lo largo de los capítulos analizados Hobsbawm plantea múltiples ideas y reflexiona sobre varios problemas cuya síntesis estaría comprendida en los siguientes tópicos: la conciencia social de la temporalidad; la necesidad de encontrarle un sentido al pasado, el pasado como valor para el presente y como elemento constitutivo de la realidad social; la valoración del pasado desde el presente puede ser positiva –cuando intenta copiarlo, repetirlo o continuarlo– o negativa –cuando intenta generar transformaciones o innovaciones que representen fuertemente una proyección hacia el futuro–; la dinámica dialéctica entre pasado-presente-futuro como parte de la concepción de temporalidad y esta como elemento básico de la sociedad humana; la conciencia social del tiempo como el verdadero objeto del historiador que debe dar cuenta de los cambios y de las transformaciones, y solo puede hacerlo si asume una mirada global sobre el tiempo; predicción, retrospectiva y proyectiva; contrafácticos; probabilidades; pronóstico de tendencia de cambios y de transformaciones y no de acontecimientos; cronología y genealogía; el rol social del historiador en la construcción de la sociedad presente y futura.


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