L A VOZ S O L I DA R I A
CUANDO LA VIDA NOS DA REVANCHA Mario Guillermo Robledo nació en Derqui, en un contexto de pobreza. En medio de una adolescencia difícil, se vinculó con su parroquia y eligió cambiar su futuro. Hoy, electricista matriculado, músico y padre, coordina lo que será una nueva sede de la Fundación Oficios. TEXTO: MARÍA MULLEN
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ario preguntó: “¿Por qué en vez de dar de comer, no damos cursos de oficios?” El padre Dino Baldán, sacerdote salesiano de más de ochenta años -ciudadano ilustre de Derquimiró el galpón de la plaza Don Bosco donde en 2001 había levantado un comedor para cientos de familias del barrio. Dino doblaba en edad a su joven amigo. Lejos había quedado ese pibe perdido que aterrizó un día en la parroquia de Caacupé con diecisiete años y alguna droga en el bolsillo. El tiempo había pasado. Ahora, convertido en un adulto de treinta y ocho años, padre de familia y ejemplo de superación y compromiso con su barrio, su pregunta expresó un gran sueño.
Su primera casa estaba ubicada a cinco cuadras del terreno donde actualmente se construyen los barrios privados San Pablo y Santo Tomás, de Eidico. Desde joven, Mario fue testigo del desarrollo de muchos emprendimientos del estilo. “Cada vez que se instalaba un barrio, la indiferencia y la ausencia total de diálogo entre vecinos de uno y del otro lado del muro era violento. El desconocimiento mutuo y el desinterés por cualquier tipo de integración despertaban desconfianza. Es tremendo ser mirado como un delincuente cada vez que llegás a la puerta del barrio. Pero creo que es un tema de educación y, justamente, de falta de relación. Como electricista, sé que en los barrios viven personas muy buenas, que dan trabajo a los vecinos”.
DESARROLLANDO COMUNIDADES SOSTENIBLES “Siempre viví en Derqui -cuenta Mario-. Soy el último de tres hermanos. De chico no la pasamos nada bien; nos bañábamos con agua fría, no teníamos puerta en la casa…. Era como vivir en el campo. Fui a la escuela hasta los trece años. Ahí mi papá me llevó a trabajar con él al Mercado Central en Capital. No me gustaba el ambiente de trabajo; todos chupaban como mi viejo, y con los años no quise ir más. Atravesé tiempos de mucha angustia, tomaba mucho, conocí la droga…, pero gracias al Padre Dino conocí otra cosa. Empecé a estudiar mecánica del auto, a trabajar de eso y a participar en todo el desarrollo comunitario que se hacía desde la parroquia”.
Hace unos años, cuando Eidico estudiaba la posibilidad de un nuevo desarrollo en la zona, quiso contactarse con referentes del barrio y el cura era uno de ellos. Ya mayor, el Padre Dino lo invitó a Mario a participar. “Andá y escuchá”, le dijo. “Así fue como conocí a la gente de Eidico -continúa Mario- y desde entonces mantenemos reuniones periódicas muy buenas. A ambos nos entusiasma el deseo, por primera vez, de pensar de antemano medios de integración y de desarrollo comunitario conjunto. Cuando supe de la Fundación Oficios me pareció una oportunidad excelente para poder ofrecer formación gratuita en nuestro barrio. La mejor defensa para la vida son la educación y el aprendizaje. De nada sirven las fuerzas sin educación”.
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