Stalker

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MARTES 25•MAR•08

SOCIEDAD

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Hic sunt leones: Stalker en Montevideo Nuevas miradas sobre el urbanismo y la arquitectura Dos reconocidos arquitectos italianos, Francesco Careri y Lorenzo Romito, fundadores del laboratorio de arte urbano Stalker/Osservatorio Nómade, visitaron Montevideo en el marco de la propuesta académica del Taller dirigido por Marcelo Danza que eligió desarrollar la generación 2001 del Viaje de Arquitectura de la Udelar. Ambos ven la arquitectura como una actividad amplia, a la ciudad como un cuerpo y al ambiente urbano como el terreno relacional de un juego de participación. I Francesco Careri y Lorenzo Romito son licenciados en arquitectura en Roma y miembros fundadores del laboratorio de arte urbano Stalker/ Osservatorio Nómade. A través de una sólida producción teórica y de varios proyectos nítidamente transdisciplinarios concretados en el espacio público, han promovido nuevas formas de abordar la producción arquitectónica, así como distintos modos de pensar el urbanismo. Careri es autor del libro Walkscapes. El andar como práctica estética y dirige la cátedra Libre “Arte Civica” en la Universidad de Roma Tre. Romito es docente invitado del curso “Urban body” de la Universidad Técnica de Delft, en Holanda. Ambos participan frecuentemente en prestigiosas muestras de arte contemporáneo. La visita a Montevideo de estos dos arquitectos italianos se produjo a impulsos de la generación 2001 del Viaje de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Udelar, que eligió desarrollar a lo largo del año (y del mundo) un taller a distancia que incluye encuentros puntuales programados. Los docentes invitados abrieron la apuesta con dos charlas y un pequeño taller de “exploración urbana” en las márgenes del arroyo Miguelete, que se desarrollaron a mediados de marzo. II Stalker, una suerte de “laboratorio de arquitectura urbana”, toma su nombre de la película del director ruso Andrei Tarkovski, basada en el libro de los hermanos Strugatski, Arkadi y Boris, Picnic en el camino. En la película, dos hombres viajan guiados por un tercero hacia las afueras de la ciudad, a través de una naturaleza salvaje, supuestamente peligrosa, para encontrar la habitación de “la zona” donde pueden ser cumplidos sus deseos. Al igual que en el filme, para quienes participan en la experiencia del laboratorio Stalker, la meta no es la llegada. El asunto radica en el recorrido, el proceso, la comprensión de una situación determinada, antes que la respuesta, la solución o la arquitectura, que materializará un deseo. III El urbanismo, tal como lo entienden los Stalker, pasa por experimentar la ciudad más que por realizar un plan de ordenamiento terri-

Lorenzo Romito en el atrio de la IMM.  foto: ana álvarez

torial o por concretar un negocio inmobiliario respaldado por una buena operación de marketing urbano. Al menos eso es lo que se puede interpretar de las numerosas intervenciones urbanas que este colectivo viene realizando desde el año´95. Mientras algunos pregonan la crisis del urbanismo, Stalker practica el ejercicio de la mirada nueva, y pone en práctica innovadoras formas de actuación donde los planos son sustituidos por diagramas y los edificios por programas de televisión, por extraño que parezca. La transformación urbana requiere de actores involucrados. En ese entendido Stalker intervino en el barrio Corviale (que alguien bautizó el “Bronx romano”) montando en colaboración con los vecinos un programa de televisión que emite desde uno de los apartamentos del complejo, a modo de paliativo de los problemas de exclusión urbana que el lugar presenta. IV Careri y Romito no “dictan cátedra” en el sentido convencional del término. No llegaron a Montevideo para pasar revista de sus proyectos en distintas ciudades del planeta, en el salón principal de la facultad. Sus charlas no están acompañadas de dibujos o registros fotográficos de su obra construida. No hay plantas, cortes ni fachadas. Por el contrario, el encuentro con los estudiantes se consolida al atravesar conjuntamente un tramo de ciudad. La propuesta se asemeja más bien a una invitación que tiene que ver con enfrentarse a los propios prejuicios, recorrer la geografía urbana e incursionar en todos aquellos lugares donde cualquiera habría recomendado no ir. El curso “Arte civica” que dirige Careri en Roma Tre prácticamente carece de aula física. La clase, en el sentido formal del término, se realiza

en una caminata de 10 kilómetros que tiene por objetivo participar activamente en la “transformación del territorio”. V Una vez en la Facultad de Arquitectura, Careri extiende un mapa sobre la mesa y señala un punto en la periferia de la ciudad. ¿Por qué llevar a un grupo de arquitectos y estudiantes de arquitectura a recorrer a pie las márgenes del arroyo Miguelete y algunas zonas aledañas? Parafraseando a Careri, es en el veloz espacio-tiempo de las márgenes del sistema donde las transformaciones son más probables, donde se puede encontrar los rastros del devenir del organismo vital, de la urbe. Para los expedicionarios medievales, así como para los Stalker, es bien claro dónde termina lo conocido. Los primeros colocaban un cartel: “Hic sunt leones” (aquí hay leones), previniendo a futuros viajeros sobre el territorio no explorado aún, y, por ende, peligroso. Ignasi de Solá-Morales los denominó “terrain vague”: “lugares aparentemente olvidados, […] que quedan fuera de las estructuras productivas (donde) la relación entre la ausencia de uso, de actividad, y el sentido de libertad, de expectativa, es fundamental para entender la potencia evocativa que los “terrain vague” de las ciudades tienen”. Careri y Romito eligen las zonas menos conocidas de la ciudad, donde sus habitantes han desarrollado necesariamente lógicas de supervivencia que todavía permanecen ajenas a quienes pretenden urbanizar sin contemplar otras realidades, otras ciudades. VI Tal como se preguntaron los arquitectos Denise Scott-Brown y Robert Venturi en los años setenta: ¿qué podemos aprender de Las Vegas?, los Stalker elucubran: si un

lugar para dormir, una cama, sólo la pernoctada en Roma cuesta cuatrocientos euros por un mes, entonces es bastante lógico que existan quienes prefieran una casa rodante vieja “para siempre” por doscientos euros, y la ubiquen donde puedan. Trasladando esa consigna a la experiencia montevideana, podría pensarse que, con lo costoso que es habitar la ciudad de Montevideo, no es de extrañar que muchos acaben en los asentamientos de la periferia. VII Su modus operandi se relaciona estrechamente con el pensamiento situacionista. Si bien continúan utilizando el mapa psicogeográfico -herramienta creada por el padre del surrealismo André Breton para analizar las “zonas oscuras” de la ciudad- sustituyen la ciudad conciente y onírica de los surrealistas, por una ciudad lúdica y espontánea. “Para los situacionistas, la construcción de situaciones era la manera de hacer surgir en la ciudad nuevos comportamientos. Habían encontrado en la deriva psicogeográfica un modo lúdico de reapropiación del espacio […] una nueva forma creativa de transformación del espacio urbano para la cual el arquitecto en tanto artista deberá cambiar de oficio: dejará de ser un constructor de formas aisladas para convertirse en un constructor de ambientes totales”, consigna Careri en Walkscapes. El andar como práctica estética. Romito insiste en aprender el territorio, conocerlo como si se tratara de uno mismo, caminar por sus zonas más y menos iluminadas o felices. Encontrar al otro, para encontrarse uno mismo. Caminar, escuchar, aprender, en ese orden. VIII Entre las primeras experiencias de Stalker se encuentra el traza-

do de mapas, como el planisferio de Roma (1995), donde se pueden leer porciones de mapa en azul, como pedazos del inconciente, territorios nómades no maleables que despertaban el afán por descubrir algo nuevo. Para el año ´99 los mapeos y recorridos comienzan a implicar de forma activa e intensa la voz y el voto de los gitanos y kurdos con los que trabajan, para la creación de un espacio de intercambio con la idea de mejorar el diálogo entre ambas comunidades. Stalker trabaja con los gitanos de Roma (los rom) tratando de entender las dinámicas por las cuales se relacionan y de pensar dispositivos tendientes a resolver los conflictos, manteniendo la identidad e idiosincrasia de estas comunidades. Para ellos, el problema radicaba sobre todo en el imaginario, por lo que no veían sentido en proyectar más edificios. Una de las acciones concretadas -en colaboración con los vecinos, y toda una serie de actores involucrados- fue la creación de un programa de televisión con el objetivo de cambiar la imagen de periferia disfuncional por la de habitar Corviale desde la creatividad condominial. IX Las márgenes de los cursos de agua, oscuros callejones, calles sin nombre, o la comunidad de gitanos (siempre itinerantes) son motivo de sucesivas acciones/investigaciones por parte del colectivo que durante su estadía en Montevideo invitó a preguntarse sobre cómo se relaciona un asentamiento con la ciudad, cuánto cuesta hacer un rancho, qué une a los habitantes de esos barrios a esos enclaves, cómo se construyeron, quiénes los construyeron, cuánto costó la fracción de tierra, qué trabajos desempeñan sus habitantes, entre otros cuestionamientos que se fueron respondiendo al atravesar caminando el objeto de estudio. X Y volviendo a las márgenes del Miguelete: si las soluciones no son edificables, ¿por dónde pasan? Para Stalker, pasan por el trabajo en red, por amalgamar el trabajo de vecinos y universitarios, disponer de la estructura misma que utilizan los investigadores, por el cruce de disciplinas. Más allá de edificar, a veces la respuesta pasa por alterar el imaginario que la persona tiene sobre esos lugares “plagados de leones”. Por abordar los problemas en su complejidad, por tensionar el rol del arquitecto, especialmente cuando es evidente que la solución no es edificable. Resulta por lo menos refrescante visitar el planteo que hacen estos jóvenes arquitectos en cuanto a cómo resolver, cómo actuar sobre lo urbano, aun cuando esto implique poner en tensión los límites de la arquitectura. ■ Mariana Ures


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