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BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
EL PRIMER CENTENARIO DE LA REPÚBLICA El Centro Cultural lnca Garcilaso, del Ministerio de Relaciones Exteriores presenta una muestra* que reúne fotografías de los principales monumentos conmemorativos que se inauguraron en Lima en torno a la celebración del primer centenario de la República.
Saludo al presidente Leguía, de Daniel Hernández. Óleo sobre lienzo, 161 x 259 cm, 1921. Colección del Banco Central de Reserva del Perú.
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l 28 julio de 1921 el Perú conmemoró el primer centenario de su independencia y de la creación de la República. El naciente Estado era también heredero de un pasado milenario, cuyo foco civilizador permitió el desarrollo de notables expresiones culturales y políticas en la región, hasta el surgimiento del Tahuantinsuyo o Imperio de los Incas. La República estaba asentada en el corazón del otrora muy extenso Virreinato del Perú, centro del dominio español en américa del Sur. En 1921 gobernaba nuestra patria el presidente Augusto B. Leguía. Este político carismático llegó a la presidencia en 1919 con el proyecto de la Patria Nueva y terminaría trágicamente su gobierno en 1930, al buscar permanecer en el poder. El Perú de entonces era un país de 4,8 millones de habitantes, 200 mil de los cuales vivían en Lima. Era un país con pre-
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dominio rural, dramáticos problemas cación de la cultura andina. sociales y graves deficiencias. La Patria El gobierno organizó cuidadosamenNueva buscó modernizar el Estado, te la conmemoración del centenario resolver los problemas limítrofes, dede la independencia, en 1921, y de la sarrollar grandes irrigaciones, iniciar posterior celebración de la victoria de un activo programa de vialidad, ejecula batalla de Ayacucho, en 1924. Un tar importantes incendio desataobras sanitarias do en el propio en las principaPalacio de Goles ciudades del bierno semanas país, que empeantes de los aczaban a experitos centrales en mentar un sostejulio de 1921 no nido aunque aún logró empañar el incipiente crecinutrido programiento urbano ma. Lima, escee impulsar una nario privilegiasuerte de «indo de los festedigenismo ofijos, estaba siencial», resultado do transformada del surgimiento con el trazado de una signifide nuevas avenicativa corriendas y vistosos esAgusto B. Legnía, presidente del Perú de 1908 a te de reivindipacios públicos, 1912 y de 1919 a 1930.
como la simbólica plaza San Martín, en homenaje al libertador argentino que proclamó la independencia y fue más tarde relevado por Simón Bolívar. Se concluyó la edificación del hospital Arzobispo Loayza, se levantaron monumentos y se inauguraron obras ornamentales donadas por los miembros de las diferentes comunidades de extranjeros afincadas en nuestro país. El primer centenario coincidió con el surgimiento de una generación de intelectuales y creadores peruanos cuyas obras marcarían la vida nacional a lo largo de las siguientes décadas del siglo XX. La prédica ideológica de figuras como Víctor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui o Víctor Andrés Belaunde incidirían nítidamente en la gestación de nuevas corrientes políticas, mientras que las investigaciones arqueológicas de Julio C. Tello, el arte de José Sabogal o Martín Chambi y la creación de au-
Museo de Arte Italiano, diseñado por el arquitecto G. Moretti. Obsequio de la colonia italiana. A la derecha: Manco Cápac, obra del escultor peruano David Lozano, donada por el gobierno de Japón en 1921 e inaugurada en 1926.
tores como César Vallejo, por citar solo algunos nombres paradigmáticos, alcanzarían honda proyección y repercusión. A pocos años de conmemorarse el bicentenario de la Independencia y de la creación de la República, esta muestra ofrece una visión evocadora de lo que fue la celebración del primer centenario, echando una mirada a sus obras emblemáticas y
ofreciendo algo mas imágenes cuyo significado, de manera alegórica, permita entender la complejidad del momento y renueva el tenaz y esperanzador desafío de lo que el historiador Jorge Basadre llamó «la promesa de la vida peruana». * La investigación de la muestra partió de la obra Leguía, el centenario y sus monumentos. Lima 1919-1930 de la reconocida escultora Johanna Hamann, recientemente fallecida.
¿PARA QUÉ SE FUNDÓ LA REPÚBLICA?
Estatua ecuestre de José de San Martín, del escultor español M. Benlliure y Gil, en la plaza San Martín de Lima, inaugurada en 1921.
«El Perú moderno [...] debe a la época prehistórica la base territorial y parte de la población; de la época hispánica provienen también la base territorial, otra parte de la población y el contacto con la cultura de Occidente; y la época de la Emancipación aporta del sentido de la independencia y de la soberanía. Mas en esta última etapa, madura asimismo un elemento psicológico sutil que puede ser llamado la promesa [...]. En el caso concreto del Perú, sin saberlo, la promesa recogió algunos elementos ya conocidos en el pasado, transformándolos. Los incas para sus conquistas inicialmente procuraron hacer ver a las tribus cuya agregación al imperio buscaban las perspectivas de una vida más ordenada y más próspera. Más tarde, incorporado el Perú a la cultura occidental, Su nombre sonó universalmente como fascinador anuncio de riqueza y de bienestar. Al fundarse la Independencia, surgió también un anhelo de concierto y comunidad: «Firme y feliz por la unión», dijo, por eso, el lema impreso en la moneda peruana. Y surgió igualmente en la Emancipación un anuncio, de riqueza y bienestar proveniente no solo de las minas simbolizadas por la cornucopia grabada en el escudo nacional sino también por todas las riquezas que el Perú alberga en los demás reinos de la naturaleza, que el mismo escudo simboliza en la vicuña y en el árbol de la quina. Un fermento adicional tuvo todavía la promesa republicana [...]: el fermento igualitario, o sea el profundo contenido de reivindicación humana que alienta en el ideal emancipador y que tiene su máxima expresión en el «Somos libres» del himno [...]. Al leer esto no faltará quien haga una mueca de sarcasmo, de amargura o de cólera, creyendo que se le habla de cosas manoseadas, vacías o cínicas. Porque la promesa de la vida peruana sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los podridos, los congelados y los incendiados [...]. Los incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los congelados lo ven como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata. Toda clave del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos». Jorge Basadre, La promesa de la vida peruana.
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
DE LA LITERATURA A LA HISTORIA
LAS INTELECTUALES DEL PRIMER CENTENARIO Ángela Luna y Luis Sihuacollo* Una reciente exposición biobibliográfica en el Centro Cultural Inca Garcilaso del Ministerio de Relaciones Exteriores ahonda en el proceso de afirmación de la conciencia femenina peruana en el tránsito del siglo XIX al XX.
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uego de la declaración de independencia del Perú, las disputas de poder ocasionaron dificultades económicas, en medio de las profundas des igualdades que caracterizaron a la vida y las costumbres de la sociedad de entonces. El libertador José de San Martín inauguró la Primera Escuela Normal de Varones (1822) y decretó en el Primer Congreso Constituyente del Perú (1823) la obligatoriedad de la educación primaria para todos. Asimismo, en 1826, el gobierno de Simón Bolívar dispuso la creación de escuelas para hombres y mujeres en Lima y otras ciudades, pero debido a las crisis sucesivas muchas no tuvieron un funcionamiento regular. Los cursos que las niñas recibían en estas escuelas fueron religión, lectura, escritura, aritmética, música, geografía, historia y labores domésticas. Fue el presidente Andrés de Santa Cruz quien decretó, en 1836, la nivelación de la educación de ambos sexos de acuerdo a los roles que cada uno cumplía en la sociedad. Así, las mujeres fueron formadas en escuelas gestionadas por congregaciones religiosas para ser madres, esposas y administradoras del hogar. La francesa Flora Tristán (París, 1803 - Burdeos, 1844), hija del coronel arequipeño Mariano Tristán y Moscoso, llegó al Perú en 1833 y residió en las ciudades de Arequipa y Lima. A su regresó a París, en 1835, publicó Peregrinaciones de una paria (1838), basándose en las observaciones y vivencias del tiempo que permaneció en el Perú. En su obra, la autora denunció las desigualdades que afrontaban las mujeres dentro de la sociedad y demandó justicia social para las clases oprimidas. Después de 50 años de gobiernos militares, y en plena crisis económica producida por la sobreexplotación del guano, fue elegido presidente Manuel Pardo y Lavalle, fundador del Partido Civil. Sin recursos económicos y
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Juana Manuela Gorriti.
con un proyecto político que ideaba recuperar la participación política de la ciudadanía, Pardo y Lavalle se interesó por la educación y decretó un nuevo reglamento de instrucción pública (1876) para poner en vigencia las escuelas creadas en los regímenes predecesores. Se estableció la educación gratuita y se igualaron los años de instrucción en primaria, pe ro no en secundaria. S i bien con esta nueva reforma mejoraron algunas condiciones para la educación de las niñas, los cursos de ciencias, leyes y política -impartidas a los niños- se mantuvieron fuera de su formación.
En este contexto, las mujeres intelectuales (cuyos privilegios económicos y sociales les permitieron formarse como escritoras), influenciadas por el pensamiento liberal europeo, cuestionaron los roles de género determinados por la sociedad de esa época. Por ello, y ante la necesidad de compartir sus reflexiones con la élite ilustrada, organizaron en sus propias casas una serie de reuniones literarias. La escritora argentina Juana Manuela Gorriti (1818 - 1892), quien había sido esposa del presidente boliviano Isidoro Belzú, constituyó en Lima una de las más conocidas tertulias litera-
rias -realizadas en 1876 y 1877-, en la que los asistentes dilucidaron sobre la necesidad de una educación equitativa e inclusiva para las mujeres para alcanzar el progreso del país. Entre los asistentes a las veladas se distinguieron tres grupos. En e l primero estaba la élite ilustrada, conformada por Teresa González (1836 - 1918), Mercedes Cabello (1842 - 1909), Carolina Freire (1844 - 1916), Clorinda Matto de Turner (1852 - 1909), Juana Manuela Laso (1819 - 1905) y la hija de esta, Mercedes Eléspuru Laso, Ricardo Palma, Numa Pompilio Llona, entre otros. El segundo grupo lo conformaron las familias que acompañaban a las mujeres, pues solo bajo el pretexto de ilustrarse se les permitió participar. Finalmente, el tercer grupo estuvo constituido por la prensa nacional -los diarios El Nacional, La Opinión Nacional y El Comercio-, que documentó y visibilizó tales intervenciones. En estos espacios de carácter privado surgieron los textos que Gorriti compiló y publicó bajo el título de Veladas literarias de Lima. 18761877 (1892). La producción intelectual femenista se mantuvo y se difundió en el ámbito público a través de los diarios y revistas de la época. Algunos de ellos fueron incluso promovidos y dirigidos por las mismas participantes de las tertulias. Así, siguiendo el ejemplo de La Bella Limeña (1872) - primera revista cultural femenista creada por el poeta arequipeño Abel de la Encarnación Delgado-, Juana Manuela Gorriti fundó con Carolina Freire el periódico literario El Álbum (1874) y la revista La Alborada (1874), ambas impresas por la escritora Ángela Carbonell. Las mujeres ilustradas del primer centenario Luego del conflicto bélico entre e l Perú y Chile (1879 - 1883), nuestro país tuvo que afrontar una nueva crisis generalizada como consecuen-
cia de la guerra, la cual interrumpió los proyectos de reformas educativas que venían desarrollándose. U na de ellas fue, por ejemplo, la que presentaron los parlamentarios Francisco Gonzáles y José Manuel Pinzás (1878) para conferir grados académicos universitarios a las mujeres, proyecto que no prosperó. Conocido es el caso de María Trinidad Enríquez, quien, gracias a una resolución emitida por el Congreso de la República (1874), se convirtió en la primera mujer del Perú y Latinoamérica en seguir estudios universitarios. Esta cusqueña tuvo la posibilidad, de manos del presidente Nicolás de Piérola, de recibirse como abogada, pero rechazó este privilegio por solidaridad con las demás mujeres que estaban impedidas de alcanzar un título profesional. Finalmente, sin ejercer su profesión a falta del grado académico, murió el 20 de abril de 1891. En este contexto de crisis y de precariedad educativa femenina, Clorinda Marro avivó la actividad intelectual en el Cusco, Arequipa y Lima, a través de tertulias literarias. En una carta que Gorriti le escribe, puede leerse la siguiente exhortación: «Sigue el mismo plan que yo impuse a las del [18]76, interrumpidas por la guerra» Así las cosas, de 1887 a 1891, Matto reunió nuevamente a un grupo de intelectuales, tanto mujeres como varones, para discutir aspectos de creación artística, pero también para cuestionar las estrechas condiciones que la población indígena soportaba en todos los órdenes de la vida peruana. Entre los participantes y asistentes de estas reuniones podemos mencionar a Ricardo Palma y su hija, Angélica Palma, Jorge Miguel Amézaga, Mercedes Cabello, Flora Orihuela, Teresa González, Lastenia Larriva y Juana Manuela Gorriti. Como consecuencia de estas reuniones, la década de 1880 ofreció una intensa labor editorial femenina, pues algunas mujeres fundaron, dirigieron o escribieron en diarios y revistas de Lima y otras ciudades, como la propia Clorinda Matto, quien asumió la dirección de la revista El Perú Ilustrado (de 1889 a 1891) y del periódico Los Andes (1892). Otros medios de prensa que publicaron los trabajos de esta generación de intelectuales fueron El Correo del Perú, El Comercio, El Nacional, El Eco del Misti, La Bolsa, La Patria, La Perla del Rímac, La Bella Limeña, La Bella Tacneña, El Semanario del Pacífico, Recreo del Cuzco y El Mercurio Peruano, entre otros. A la par de esta generación de escritoras, destacó otro grupo de mujeres que tuvieron acceso a una educación superior, en el Perú y el extranjero, como Margarita Práxedes (1848?- 1909), primera bachiller en Artes y Ciencias por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (1890); Elvira García y García (1862-1951), quien obtuvo el
Clorinda Matto de Turner
título de profesora de educación secundaria (1905) también por la Universidad de San Marcos. Asimismo, Zoila Aurora Cáceres (1877-1958) se graduó en la Escuela de Altos Estudios Sociales de la Sorbona de París con la tesis «El feminismo en Berlín» y, finalmente, Miguelina Acosta (1887-1933) sustentó la tesis «Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica social de la mujer» (1920) en la Universidad de San Marcos, para recibirse como abogada. Estuvieron también aquellas mujeres cuya labor se manifestó a través de biografías, novelas ensayos y crónicas de temas o problemas específicos de la vida cultural peruana. Entre ellas podemos mencionar a María Nieves y Bustamante (1861 - 1947), autora de la novela romántica de Arequipa: Jorge o el hijo del pueblo; Amalia Puga (1866 -1963), Ángela Ramos (1896 - 1988) y Rosa Arciniega (1909 - 1999). Estos trabajos serían aprovechados décadas más tarde como fuentes documentales, pues como ya señaló Raúl Porras Barrenechea: «a través de la biografía y del ensayo se han estudiado a veces con más intensidad que en las historias panorámicas algunos periodos de nuestra historia. Historiadoras peruanas del siglo XX A principios del siglo XX se produjeron diversos acontecimientos que terminaron por reconfigurar el panorama económico, político, social y cultural del inundo. El Perú no fue ajeno
a estos sucesos y la juventud universitaria siguió con gran atención las noticias que llegaban de la Revolución mexicana (1910), de la Gran Guerra (1914-1918) y de la Revolución rusa (1917); sin embargo, fue la Reforma Universitaria de Córdoba (1918) la que influyó sustancialmente en las ideas que un puñado de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) enarboló para modernizar esta casa de estudios. Al amparo de estas nuevas disposiciones, muchas mujeres obtuvieron un grado académico, lo cual les permitió acceder incluso a las cátedras universitarias, como Rebeca Carrión Cachot (1907 - 1960), quien obtuvo e l doctorado en Historia y Letras por la UNMSM con la tesis «La indumentaria en la antigua cultura de Paracas» (1931). Esta investigación mostró las diferencias de textura, técnica y ornamentación visibles entre las dos fases de Paracas (Cavernas y Necrópolis) a partir de abundantes ejemplares de su arte textil. No obstante, Carrión había ya entregado a la imprenta, en 1923, un trabajo titulado «La mujer y el niño en el antiguo Perú», en el que buscó evidenciar, a través de material iconográfico, la relación madre-niño como factor primordial en el adelanto social del mundo prehispánico. Posteriormente, en 1955, publicó El culto al agua en el antiguo Perú, un sugerente estudio que resaltó la importancia del elemento femenino en el pensamiento religioso de nuestras
culturas, pues, además del Sol, identificó a la Luna (simbolizada en el recipiente sagrado llamado paccha) como divinidad que representa a la mujer en los diversos, nitos que describen este reto ancestral. Otra destacada estudiosa del Perú antiguo fue María Rostworowski (1915-2016), quien asistió de forma libre a diversas cátedras en la UNMSM gracias a las gestiones de Raúl Porras Barrenechea. Su inquietud por este periodo histórico se materializó en el libro Estructuras andinas del poder: ideología religiosa y política (1983), en que cuestionó “las graves distorsiones y tergiversaciones impuestas a los esquemas religiosos andinos por los europeos”, ya que «muchos de nuestros errores se inician en las referencias dadas por los cronistas», según afirmó. Asimismo, el cotejo de nuevas fuentes le permitió identificar una «diarquía entre los incas», es decir, una visión dual del inundo -donde el elemento femenino cobra alta relevancia- que atravesó todos los ámbitos de la vida incaica. En 1988 publicó Historia del Tahuantinsuyu, el cual significó una discusión con la lectura tradicional y vigente del mundo inca. Por otra parte, Ella Dunbar Temple (1918-1998) obtuvo el doctorado en Historia y Literatura por la UNMSM con la tesis «La descendencia de Huayna Cápac» (1946), un trabajo que, además de ganar el Premio Nacional de Historia Inca Garcilaso de la Vega al año siguiente, fue pionero en los estudios etnohistóricos. Esta genealogía no se detuvo «únicamente en las figuras de primer plano [...] sino que hemos intentado deslindar también las figuras borrosas e inéditas de una serie de miembros integrantes de ese linaje». Igualmente, fundó las cátedras de Instituciones e Historia de la Geografía, y prologó varios tomos de las compilaciones documentales que se publicaron a propósito del Sesquicentenario de la independencia del Perú, destacando la participación popular en los movimientos socia les separatistas, pues «la Emancipación peruana no significó tan solo el resultado de la influencia del nuevo pensamiento foráneo [ ... ], sino, fundamentalmente, la eclosión de una lenta y laboriosa preparación [ ... ] de tendencias e ideas fuerzas emanadas del propio y secular fondo histórico peruano». En suma, una generación de mujeres que reconfiguró la historiografía peruana a partir del empleo de múltiples fuentes no solo documentales, sino también arqueológicas para una mejor reconstrucción e interpretación de la historia en el Perú. *Curadores de la muestra.
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
LA PINTURA DE LA E
Al aproximarse la conmemoración del bicentenario del nacimiento, de la Republica, la cultura peruana vuelve a revisar con una nuev importantes del periodo virreinal: la pintura barroco-mestiza que se desarrolló en la antigua cap
Anónimo cuzqueño. Divina Pastora. Hacia 1760. Óleo sobre tela. 109 x 82 cm. Banco de Crédito del Perú.
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urante cerca de tres siglos, el Cuzco colonial fue un centro de producción pictórica sin paralelo en el virreinato del Perú. Esa larga historia se inicia inmediatamente después de la conquista, cuando el lenguaje artístico occidental se convirtió en factor clave para la profunda transformación cultural que afectó a la sociedad andina. Rápidamente, la eficacia de la pintura quedaría demostrada por su capacidad para difundir los misterios del catolicismo. Pero, en un sentido más amplio, ella contribuiría a reformular toda una visión del mundo, al desplazar definitivamente las formas simbólicas del antiguo arte inca. Ello no impediría que, con el paso del tiempo, se forjase en el Cuzco una tradición local, dueña de un estilo propio y reconocible, incluso por sus contemporáneos, que lograría expresar las complejas aspiraciones de la sociedad colonial.
Génesis de una tradición (1580 - 1700) El primer siglo y medio estuvo marcado por la actividad de maestros documentados, cuyos nombres permiten dibujar una línea de continuidad en la evolución de la pintura cuzqueña. Su impulso inicial se produjo bajo el gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569 - 1581), reorganizador político y
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religioso del virreinato, quien también promovió a la Compañía de Jesús, orden que privilegiaba el uso de la imagen con fines doctrinales. Ello favoreció la llegada del hermano jesuita Bernardo Bitti, pintor y escultor italiano que entre 1583 y 1600 decoraría numerosas iglesias en la sierra sur. La belleza idealizada de sus figuras y la claridad de su estilo narrativo tuvieron durante décadas numerosos seguidores e imitadores. En paralelo, la intensa circulación de grabados -sobre todo flamencos- orientó la creación visual, ofreciendo un amplio repertorio de modelos y soluciones formales a una tradición incipiente. Sobre estas bases se establece el diálogo con el naturalismo sevillano, que hacia 1640 tuvo una fugaz presencia en la región. Pintores como Lázaro Pardo de Lago y Juan Rodríguez Samanez incorporan en sus obras elementos veristas, pero al mismo tiempo encarnan la transición hacia un primer lenguaje pictórico regional. Este se irá definiendo en el proceso de reconstrucción del Cuzco tras el terremoto de 1650. Se inicia así una etapa de emulación del barroco europeo, que alcanza su punto culminante durante el gobierno eclesiástico de Manuel de Mollinedo y Angulo, obispo del Cuzco entre 1673 y 1699. En aquel momento se afirma el prestigio de los maestros indígenas Ba-
Antonio Vilca (Act. Cuzco, 1769 - 1778). Virgen del Rosario de Lima con los mistaios del Rosario. 1769. Óleo sobre tela. 156 x 112 cm. Banco de Crédito del Perú.
Atribuido a Juan Rodríguez Samanez (hacia 1586, después de 1651). San Isidro Labrador. Hacia 1630 -1650. Óleo sobre tela. 144 x 121 cm. Colección particular, Lima.
ESCUELA CUZQUEÑA
va mirada Su pasado, milenario. El Museo, de Arte de Lima expone una muestra excepcional sobre uno de los aportes creativos más pital de los incas. La curaduría estuvo a cargo de Luis Eduardo Wuffarden y Ricardo Kusunoki.
Anónimo cuzqueño. San José con el Niño y la corte celestial. Hacia 1793- 1803. Óleo sobre tela. 126 x 92 cm. Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, Lima.
silio de Santa Cruz y Diego Quispe,Tito, cuya sofisticada obra imita los efectos de la pintura flamenca contemporánea. Sin embargo, del entorno de ambos surgirá un conjunto de experimentos formales que abrirán paso al estilo regional más característico.
Una política de la imagen El auge que alcanzaron los talleres cuzqueños a fines del siglo XVII potenció el papel de la pintura como vehículo para plasmar complejas argumentaciones políticas y religiosas. No es casual que fuese el obispo Mollinedo quien promoviera más activamente el uso de la imagen como arma de propaganda a favor de su autoridad, del culto católico y de la monarquía española. El prelado estuvo directamente vinculado al surgimiento de invenciones iconográficas como la serie de la Procesión del Corpus Christi o la Defensa de la eucaristía, las cuales exaltaban el culto al Santísimo Sacramento, divisa de la monarquía española. En la misma época aparecerían además los arcángeles arcabuceros, asociados con la defensa de la Inmaculada Concepción y el ideal de una Iglesia combativa frente a los infieles. A su vez, los voceros de la Compañía de Jesús subrayaron los vínculos entre la orden y la élite indígena a partir de la recreación fantasiosa del
Anónimo cuzqueño. Santiago Matamoros y /a roma de Caja marca. Hacia 1730- 1750. Óleo sobre tela. 130,6 x 136,3 cm. Colección Llosa Larrabure, Lima.
matrimonio entre la ñusta Beatriz Clara Coya, hija del inca Sayri Túpac, y Martín García de Loyola, sobrino nieto de San Ignacio. Dentro de esta misma lógica, los jesuitas promovieron - con cierta oposición- el culto al niño Jesús en traje de inca, otorgando un carácter local a la idea del poder celestial. En lo que se ha denominado «renacimiento inca», la propia nobleza indígena encargó poco después la realización de galerías familiares de retratos o series imaginarias de soberanos del Tahuantinsuyo que apoyaran sus redamos de privilegios. Todas estas imágenes ayudaban a identificar a la ciudad en su conjunto con su antiguo papel como capital de un imperio, remarcando su importancia simbólica dentro de los dominios hispánicos y frente a Lima, sede del gobierno colonial.
El auge de los talleres (1700 - 1750) Desde inicios del siglo XVIII, la pintura cuzqueña se había convertido en una de las producciones emblemáticas de todo el virreinato, al punto que su influjo llegó a extenderse desde el norte del Perú hasta Buenos Aires y Santiago de Chile. Este apogeo comercial descansaba en una sistematización del trabajo cada vez mayor, vinculada al surgimiento de grandes talleres. A diferencia del periodo anterior, marcado por la fama de
los principales maestros, en esta época predomina el anonimato, al tiempo que la pintura tiende a identificarse genéricamente como obra «indígena». Muchos de los artífices cuzqueños desarrollan diversas formas de producción, que van desde la ejecución seriada e impersonal hasta una peculiar destreza técnica, frecuentemente realzada por aplicaciones de oro. De hecho, es entonces cuando se define un estilo caracterizado por el convencionalismo extremo y el desdén por la ilusión espacial, así como por el cuidado puesto en la superficie de la pintura. Este lenguaje de apariencia atemporal, radicalmente apartado del arte europeo coetáneo, favorece el desarrollo de géneros como las imágenes de piedad, que muestran a figuras sacras aisladas para favorecer la contemplación del espectador devoto. En esa misma línea se ubican las «esculturas pintadas» o imágenes religiosas «retratadas» en su contexto de culto, así como las escenas sacras emplazadas en medio de paisajes ideales.
De la Ilustración a la Independencia (1750 - 1850) Los grandes cambios culturales que a mediados del siglo XVII empezaban a experimentar las principales ciudades del virreinato no afectaron el rumbo asumido por la pintura cuzqueña, aunque
se dejaron sentir en diversos aspectos temáticos. Al mismo tiempo que llegaban los primeros ecos de la Ilustración, el pintor Marcos Zapata consolidaba un estilo que parecía llevar al extremo el esquematismo de sus precedentes. Zapata logró conciliar además la tradición local con nuevos modelos piadosos basados en estampas centroeuropeas. Algunos pintores de su generación asumieron también un novedoso interés descriptivo por ciertos aspectos del entorno, muchas veces incorporados como ambientación de las representaciones religiosas. Esta voluntad de adecuación permitió que los talleres cuzqueños mantuvieran parte de su éxito comercial frente a las nuevas expectativas, hasta sufrir un duro golpe tras la rebelión y derrota de Túpac Amaru II (1780 - 1781), que afectó profundamente a la región. Este pronunciado decaimiento se acrecentaría a causa de la competencia con la producción quiteña, en una dinámica que sería irreversible. En estas décadas finales, sin embargo, la pintura siguió jugando un papel importante en la lucha ideológica por la independencia a través de alegorías patrióticas e imágenes de un pasado inca, las cuales buscaban restaurar la importancia simbólica del Cuzco dentro del nuevo Estado republicano.
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
CANCILLERÍA: 200 AÑOS AYUDANDO A FORJAR EL PERÚ Allan Wagner Tizón* “A lo largo de su historia, y en especial desde la segunda mitad del siglo XX, la Cancillería ha contribuido a forjar un sentido del Estado en el Perú”.
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l próximo 3 de agosto, fecha de conmemoración del Bicentenario del Ministerio de Relaciones Exteriores, será un momento de balance histórico y de proyección para nuestra diplomacia. En la historia republicana, con más luces que sombras, la Cancillería ha sido un actor definitorio de nuestro territorio, nuestro Estado y nuestra nación. A lo largo de los siglos XIX y XX, la Cancillería contribuyó de modo determinante a proteger y asentar la soberanía del Perú y de sus fronteras. Desde las gestiones para el reconocimiento internacional del país independiente; pasando por la negociación y fijación de las fronteras con Ecuador, Bolivia y Brasil; la defensa ante las intromisiones de las potencias decimonónicas; el retorno de Tacna al Perú; hasta, más tarde, la reivindicación de las 200 millas; el acuerdo de paz con Ecuador; la solución de los asuntos pendientes del Tratado de 1929; y la definición de los límites marítimos con el fallo de La Haya; entre otros capítulos que se deben citar. En ese camino, la Cancillería ayudó a ubicar al Perú en el mundo como un país pacífico y cooperativo, sucesiva o simultáneamente americanista, latinoamericanista, andino, amazónico, solidario contra las intervenciones extrarregionales, y al centro de esfuerzos de cooperación, a través de los Congresos americanos del siglo XIX hasta los esquemas de integración del siglo XX, como la Comisión Permanente del Pacífico Sur, la Comunidad Andina, el Tratado de Cooperación Amazónica, la Comunidad Sudamericana de Naciones y la Alianza del Pacífico, así como de múltiples iniciativas regionales de concertación política, solución de crisis y defensa de la democracia. Con esa misma vocación, en las últimas décadas la Cancillería ha generado los gabinetes binacionales con los países vecinos y las alianzas estratégicas y mecanismos de diálogo con múltiples socios, expandiendo la presencia peruana en el Asia, África y Medio Oriente, en busca de nuevos mercados y acuerdos de libre comercio. En la historia de la diplomacia, el Perú también ha estado al centro de
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esfuerzos multilaterales cruciales para el mundo. Hay que recordar aquí las influyentes delegaciones peruanas en la Sociedad de Naciones y en la creación de las Naciones Unidas; y, más tarde, en el Movimiento de Países No Alineados y el Grupo de los 77, la promoción del desarme y de la descolonización, la lucha contra el ‘apartheid’, la pacificación de Centroamérica, la tesis de las 200 millas y el nuevo derecho del mar. Luego, en décadas más recientes, hay que recordar el papel protagónico de los diplomáticos peruanos en la creación de la Corte Penal Internacional y del Consejo de Derechos Humanos de las NNUU, la aprobación de la Carta Democrática Interamericana, la evolución del combate multilateral contra las drogas, y, más recientemente, en la conclusión del Acuerdo climático de París y la formación del Grupo de Lima para atender la crisis venezolana. Pero quiero enfatizar que, a lo largo de su historia, y en especial desde la segunda mitad del siglo XX, la Cancillería ha contribuido a forjar un sentido del Estado en el Perú. Sopesando sus aciertos e insuficiencias, estoy convencido de que la Cancillería ha sabido cultivar y preservar, hasta hoy, un acervo de valores cívicos y republi-
canos: la prevalencia de los intereses permanentes del Estado, la prioridad del servicio al ciudadano, la integridad funcional y personal, y el imperativo de una progresiva meritocracia. Este acervo es frágil y ha sido, y continúa siendo, vulnerable frente a las sucesivas crisis nacionales; así como, por supuesto, a los errores de conducta que pueden producirse dentro de la propia institución. En este año de múltiples desafíos para el Perú – sanitario, económico, democrático – es más importante que nunca apelar a esos valores y renovarlos. La complejidad del escenario internacional también reclama una Cancillería cada vez más competente y cuidadosa para entender la ubicación del Perú en el mundo, entre el Pacífico, los Andes y la Amazonía, y para poner en valor su estabilidad macroeconómica, su cultura ancestral y contemporánea y su gran biodiversidad. Sobre esa base, nuestro país seguirá insertándose en los nuevos alineamientos globales, las prioridades evolutivas de integración regional, las oportunidades de comercio e inversión y el potencial de las revoluciones tecnológicas en curso. Sin duda, la sociedad peruana exige una Cancillería crecientemente in-
clusiva, atenta a la equidad de género, abierta a la diversidad cultural y lingüística, eficazmente al servicio de las comunidades de peruanos residentes en el extranjero, para que contribuya cada vez más a la formación de una nación próspera, justa, creativa y democrática. A lo largo del año, la Cancillería proseguirá su programa de conmemoración, consistente en una decena de publicaciones, un repositorio audiovisual de la historia diplomática reciente y una exposición principal en el Centro Cultural Inca Garcilaso, entre otras actividades retrospectivas, pero también una serie de foros internos y públicos sobre el futuro de la diplomacia peruana, porque el año de su Bicentenario debe ser un momento de introspección y de preparación para atender mejor las necesidades de los peruanos y para seguir ayudando a forjar el Perú en el nuevo mundo que nos rodea. * Ministro de Relaciones Exteriores del Perú. Diplomático de amplia trayectoria y reconocimiento nacional e internacional. Ha sido canciller de la República en dos ocasiones y Ministro de Defensa. Se ha desempeñado como agente diplomático del Estado peruano ante la Corte Internacional de Justicia en La Haya por el caso de la demanda por la delimitación marítima con Chile. Asimismo, se ha desempeñado como presidente de la Asociación Civil Transparencia, y director de la Academia Diplomática del Perú.
"En la historia de la diplomacia, el Perú también ha estado al centro de esfuerzos multilaterales cruciales para el mundo". (Ilustración: Giovanni Tazza)
TORIBIO PACHECO Y RIVERO GRAN JURISTA Y DIPLOMATICO PERUANO DEFENSOR DEL PARAGUAY Julio Duarte van Humbeck* Este año se conmemorará el Centésimo Sexagésimo Primer Aniversario del establecimiento de las Relaciones Diplomáticas entre el Paraguay y el Perú, y en el contexto de esta importante fecha - destacando el valor de la memoria como un sólido cimiento en la edificación de una cultura de paz, de cooperación y de mejor entendimiento entre los pueblos - es justo rendir un merecido homenaje al insigne jurista y diplomático peruano del siglo XIX, Dr. Toribio Pacheco y Rivero, defensor de la independencia y soberanía del Paraguay durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870). Toribio Pacheco y Rivero Nació en la culta ciudad de Arequipa, el 17 de abril en 1828, cuna de grandes juristas, presidentes, diplomáticos, y escritores peruanos , en el seno de una familia respetable . Vivió sus primeros años en una casona donde hoy se encuentra la sede del periódico más antiguo de la ciudad , y donde se puede encontrar una histórica placa de bronce del centenario de su natalicio, conmemorada en 1928. Como jurisconsulto son destacables sus invalorables aportes a las ciencias jurídicas con la publicación del Tratado de Derecho Civil (el primero en su género) a los 32 años de edad. Otra importante contribución jurídica fue sin dudas sus escritos sobre “Cuestiones Constitucionales” publicados entre 1854 y 1855, donde aflora sus principios republicanos, su férrea defensa de las instituciones del estado y las bases para el buen gobierno y la gobernabilidad, así como también al fundamento de la libertad como patrimonio inalienable del hombre. Cabe destacar en este punto, la gran influencia del derecho romano clásico en la formación académica de Toribio Pacheco que afloró en su producción doctrinaria, como bien lo hace notar el jurista peruano Carlos Ramos Núñez en un estudio sobre la literatura jurídica romana en la biblioteca de Pacheco . Pacheco fue igualmente Fiscal de la Nación y dos veces Secretario de Relaciones Exteriores. La primera bajo el gobierno del general Juan Antonio Pezet, en 1864, en un breve periodo entre agosto y noviembre. En 1865, se suma a la revolución “restauradora” encabezada por el coronel Mariano Ignacio Prado en Arequipa, que se levanta en contra del Tratado Vivanco – Pareja, el cual consideraban lesivo a los intereses de la joven república ante las pretensiones de España frente a sus antiguas colonias. En este contexto asume el 28 de noviembre de 1865 por segunda vez la cartera de relaciones exteriores, formando parte del memorable “gabinete de los talentos”, junto a otras
“Toribio Pacheco y Rivero fue grande en virtud, en talento, en ciencia y más grande todavía en patriotismo” grandes personalidades de la época como José Gálvez Egúsquiza, José Simeón Tejeda, José María Químper, y Manuel Pardo y Lavalle. Es en este segundo paso por la cancillería peruana cuando le toca cumplir un crucial papel en la defensa de la soberanía e independencia de su propia nación frente a la amenaza española , pero al igual, guiado por los mismos principios y convicciones americanistas levanta su pluma para defender los intereses de naciones hermanas como el Ecuador y el Paraguay, realizando esta labor con gran solvencia jurídica e intelectual, y, con una aguda visión regionalista. Este año se conmemorará el Sesquicentenario de la muerte de Toribio Pacheco, a la temprana edad de 40 años a causa de la fiebre amarrilla. Falleció un 15 de mayo de 1868, en coincidencia con el Día de la Independencia Patria, efeméride que une aún más a Pacheco con el Paraguay. Sus restos descansan junto a otros grandes hombres y mujeres de la historia peruana, en el Cementerio Museo Presbítero Matías Maestro , antiguo Cementerio General de Lima inaugurado en 1808, considerado hoy un monumento histórico de la ciudad capital, el cual está ubicado en los Barrios Altos del Cercado de Lima, en la cuadra 15 del Jirón Áncash. 152 años de la nota protesta del 9 de julio de 1866 contra el Tratado de la Triple Alianza y los intentos mediación del Perú y sus Aliados del Pacífico. Varios fueron los intentos por encontrar una solución pacífica al conflicto bélico más devastador y sangriento
de la historia de América del Sur, y que golpeó al Paraguay en el siglo XIX. El propio Solano López tuvo un encuentro clave con el General Bartolomé Mitre en la conferencia de Yatyty Corá del 12 de setiembre de 1866, pero las buenas intenciones de las partes no pudieron con el muro impuesto por el Tratado secreto del 1 de mayo de 1865 firmado por las tres potencias que fueron en guerra contra el Paraguay, una guerra a todas luces impopular al interior de los estados beligerantes. El historiador estadounidense Thomas Whighan hace referencia al paréntesis en la guerra luego de consumada una de las más sangrientas batallas libradas en territorio paraguayo, en Tuyutí, el 24 de mayo de 1866. Lo definió como un momento de incertidumbre tanto para los aliados como para las legaciones extranjeras, instalándose la idea de que era el momento para poner fin al conflicto . El citado historiador señala - en clara alusión a la gestión diplomática de Toribio Pacheco - “…uno de los países andinos pudo haber jugado el papel de mediador. Todos se habían mantenido neutrales, pero ninguno era indiferente al conflicto en Paraguay. La guerra ya había costado miles de vidas y no había generado beneficio alguno para los intereses del conteniente. La reciente intervención española en las islas Chincha del Perú había refrescado los temores de un renovado imperialismo europeo en Sudamérica (al cual Pedro II, como monarca con antecedentes europeos, se suponía apoyaría). Las disputas internas entre Paraguay y Argentina, por lo tanto, constituían
un palpable descarrío que oscurecía la genuina necesidad de una defensa continental. Consecuentemente, el 21 de junio de 1866, el representante peruano en Montevideo dirigió una carta a los gobiernos de la Triple Alianza ofreciendo los buenos oficios de Lima para ayudar a arreglar un cese al fuego. Sugestivamente, el gobierno del mariscal nunca recibió una copia de esa oferta. El mensaje no atravesó el bloqueo de los aliados…”. Los archivos históricos. Testimonios de la solidaridad americana expuestas y defendidas por Pacheco En los Archivos Históricos “José Falcón” de la Cancillería paraguaya, hemos constatado el importante papel cumplido por la legación diplomática nacional acreditada antes las Cortes de París y Londres, donde el entonces encargado de negocios Cándido Bareiro mantuvo un fluido intercambio con los gobiernos Aliados del Pacífico. El 14 de diciembre de 1866 está fechada una correspondencia que Bareiro dirigió a los gobiernos de Perú, Chile, Bolivia y Ecuador. Entre los documentos específicamente figura la carta dirigida a Álvaro Covarrubias Ortúzar, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, por el cual ofrece en nombre del Mariscal Presidente Don Francisco Solano López, el testimonio de reconocimiento al gobierno de Chile como a uno de los aliados, en nombre de los cuales ha protestado el Perú contra la guerra que hacen a la Independencia y soberanía del Paraguay, el gobierno del Brasil y sus aliados del Plata, unidos a este fin. La nota de Bareiro prosigue “…ese acto honroso de los Aliados del Pacífico, en protección de interés propios y americanos de la mayor trascendencia, impulsa al Paraguay a hacer conocer toda su gratitud a los Gobiernos que han reconocido de un modo tan elevado el principio cuyo sostenimiento
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
le tiene en guerra desigual contra los que lo han desconocido y combaten. Ante esa manifestación de la América occidental, el Excmo. Señor Presidente de la República del Paraguay ha dejado de considerarse solo y aislado en la defensa difícil, que le cabe sostener, de un principio que protege a todas las Repúblicas y la satisfacción de verse de acuerdo con la porción más culta y libre de la América del Sud, en los momentos más arduos de su vida política, es un acontecimiento que ha traído a su confianza un estímulo más fuerte que la mejor de sus victorias militares, pues ya no le es dado desesperar de ver convertido en principio del derecho público internacional de una gran parte de Sud América, el equilibrio que garante la independencia y soberanía de sus Repúblicas. En tanto, Señor Ministro, que el Paraguay es acusado de buscar sistemáticamente el aislamiento, yo tengo orden de mi Gobierno para asegurar al de Chile que a no ser por la incomunicación que le imponen los que abusan de sus ventajas geográficas, yo habría constituido una Legación en el Pacífico, para trabajar, de acuerdo con los aliados de esa parte de América, en el sentido de sancionar el precitado principio de equilibrio, y resolver otros puntos que ha legado indecisos al derecho internacional del moderno régimen americano, la legislación de la época colonial…”. La correspondencia de Bareiro finaliza con las formalidades propias del protocolo, pero sin dejar de lado cuestiones de fondo expuestas de manera sucinta pero contundente “…esperando la oportunidad propicia para hacerse representar convenientemente en el Pacífico, el gobierno del Paraguay ha deseado que su Legación en París y Londres adelante a V.E. la expresión de su adhesión completa a los principios invocados en la noble
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protesta del Perú y de sus Aliados del Pacífico del 9 de julio de 1866; y yo me permito añadir, como intérprete de sus deseos, que Chile y sus Aliados pueden creer que el Paraguay abriga una confianza serena y completa en que los resultados de la guerra, que hoy le hacen los enemigos de su independencia, no servirá sino para ayudar a la concentración de la América republicana en un sistema que asegura a cada Estado su independencia, y las libertades necesarias al desarrollo de su progreso material e inteligente…”. En los mismos Archivos Históricos “José Falcón” encontramos igualmente la correspondencia firmada por el mismísimo Toribio Pacheco fechada en Lima, el 21 de enero de 1867, en respuesta a la citada correspondencia de Cándido Bareiro del 14 de diciembre de 1866. Escribe Pacheco “…he tenido el honor de recibir la nota que con fecha 14 de diciembre último se ha servido V.S.H. dirigirme para manifestar, en nombre de su Gobierno el profundo agradecimiento que abriga hacia el Perú, por la actitud que asumió al tener conocimiento del tratado del 1° de mayo de 1865. Al propio tiempo me participa V.S.H. la decisión del Gobierno del Paraguay de hacerse representar en el Perú en la América occidental, para tomar parte en la discusión de los grandes intereses de nuestro continente…”. El Excmo. Jefe Supremo Provisorio de la República, en referencia al Cnel. Mariano Ignacio Prado, prosigue Pacheco, “…a quién he dado cuenta de tan importante como apreciable comunicación, me ha ordenado decir a V.S.H. para que se digne transmitirle a su gobierno, que el del Perú, al protestar contras las tendencias del tratado del 1° de mayo de 1865, creía entonces como creo ahora mismo, haber cumplido mi sagrado
deber, como representante de una nación americana, amiga y hermana no solo del Paraguay, sino de los estados que con él se hallan en guerra y abriga también la convicción de que los principios consignados en la protesta son los que han primado hasta hoy la base del Derecho Público Americano y a los que conviene sostener incólumes para afianzar la mancomunidad del presente y la futura seguridad de América…”. En los Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, hay una serie de correspondencias del canciller Pacheco dirigidas a sus encargados de negocios en las Repúblicas del Plata y en el Brasil. Todas estas correspondencias, fechadas en Lima, el 25 de agosto y el 8 de setiembre de 1866, y el 4 enero de 1867, hacen referencia a conversaciones acerca de los asuntos del Paraguay mantenidos con el militar y diplomático brasileño Francisco Adolfo de Varnhagen, Vizconde de Porto Seguro, que tuvieron lugar entre Valparaiso y Lima, respectivamente. El 25 de agosto de 1866, poco más de un mes de firmada la Nota Protesta, Pacheco se dirige a su Encargado de Negocios en Montevideo y le hace conocimiento de un encuentro en Valparaiso entre el Secretario de Hacienda y el diplomático brasileño Varnhagen. Luego de referir que la posición peruana fue tomada con sorpresa y alarma por el diplomático brasileño al punto de regresar a Lima y postergar su radicación en Santiago. Pacheco refresca el sentido de la posición peruana al señalar “…mientras tanto el señor Secretario de Hacienda ha tenido ya ocasión de decir al Sr. Varnhagen que la actitud del Perú, que parecía tan alarmante al representante brasileño, estaba muy lejos de tener ese carácter, y que el Perú habrá hecho que debía hacer; que
su conducta era lógica y consecuente, pues si había protestado contra el tratado secreto, era porque veía en el fijadas la misma política y las mismas pretensiones contra las cuales había entrado en lucha con la España. El Perú naturalmente no quiere que una República americana sea víctima del mismo sistema que actualmente está repeliendo con la fuerza, en unión de sus aliadas…”. En otro párrafo Pacheco aboga nuevamente por una solución pacífica y fundamenta con una visión geopolítica avanzada para su época. Al respecto en su nota señala “…El Perú se consideraría muy feliz contribuyendo por su parte, aunque sea indirectamente a tan plausible resultado. Muchos y muy grandes son los intereses americanos comprometidos en la cuestión paraguaya, para que las Repúblicas Occidentales puedan considerarla con indiferencia. Por muy fundadas que sean las quejas que se han formulado contra el régimen interno del Paraguay, ese no es suficiente, desde luego, para justificar una guerra que se lleve…con el objeto de alterar sus instituciones, o hacer desaparecer su nacionalidad. Las buenas relaciones con los vecinos, el ejemplo y los estímulos del comercio son los únicos y legítimos medios de alcanzar ese resultado. Conviene mucho a la América la existencia de Naciones mediterráneas, como Bolivia y el Paraguay, porque ellas tienen forzosamente que servir de base para la civilización de la parte interior de este vasto continente y cualquier tentativa que se hiciere para destruirlas, sería un paso atrás en la senda del progreso americano…”. Al defender la causa paraguaya, Pacheco también estaba defendiendo al Perú, en ese tiempo en guerra con España. Cabe señalar que Pacheco fue el Canciller durante el Combate del 2 de mayo o Combate del Callao que enfrentó a la Armada Española con el Perú. En la misma correspondencia del 25 de agosto, Pacheco al hacer referencia a este conflicto, manifiesta su preocupación por la situación del Paraguay, en relación a estos hechos, pues consideraba que el conflicto en la parte oriental del continente debilitaba a Sud América y ponía en riesgo las independencias de las repúblicas. “…Por otro lado, en la época presente en que las repetidas invasiones europeas han creado un serio peligro para la América, la guerra entre algunos Estados de ésta, tiende precisamente a debilitarla, y es seguro que mientras los Aliados del Oriente y el Paraguay consagran todas sus fuerzas y toda su atención a una lucha desastrosa, pierden de vista los grandes intereses americanos que se hallan en juego. De aquí proviene que, exclusivamente los aliados de la cuestión paraguaya, han mirado con indiferencia lo que se había suscitado en el Pacífico, resultando de allí que las Repúblicas empeñadas en la guerra con España han tenido que sufrir las consecuencias desastrosas de la política de los Estados Orientales. Porque
estos han juzgado que, en la situación en que se hallaban, la única línea de conducta que les convenía seguir, era la de la neutralidad en el conflicto hispano-americano; pero esa neutralidad, por circunstancias especiales y muy obvias, redundaban en beneficio exclusivo de España, apareciendo así los aliados del Plata, favoreciendo directamente a la causa de esa nación contra la América…En el interés de todos está que cuanto antes se ponga término a la cuestión paraguaya, a fin de alejar así todo motivo de desconfianza entre los diferentes Estados de América….En ese sentido debe usted trabajar eficazmente, esforzándose en manifestar que la protesta del Perú no tiene otro carácter que él de un llamamiento al buen sentido de los beligerantes, para que se fijen de preferencia en los verdaderos intereses, que son también los de la América, y para alejar todo motivo de desconfianza y de rivalidad entre las diversas naciones de este continente…”. En la nota de Pacheco dirigida el 8 de setiembre de 1866, al Encargado de Negocios del Perú en el Brasil, el canciller pone a su conocimiento que “…hablamos incidentalmente de la cuestión paraguaya, naturalmente el punto de vista bajo del cual considera el señor Varnhagen dicha cuestión es diverso al nuestro…”. Pacheco prosigue “…el señor Varnaghen censuró fuertemente el sistema político implantado en el Paraguay y la conducta personal del Presidente López, considerando a uno y otro altamente perjudiciales para la paz de América y para la consolidación de las instituciones públicas…”. El canciller Pacheco continúa diciendo en su nota “…sin entrar en el fondo de la cuestión, le manifesté lo plausible que sería para la América en general y para el Perú en particular, ver terminada una guerra tan desastrosa para todo el continente y le propuse el medio de resolver las cuestiones pendientes entre el Paraguay y los aliados, por medio de una junta de plenipotenciarios de todos o de una parte de los Estados Americanos, la cual adoptaría las medidas oportunas y eficaces para garantizar la independencia y tranquilidad recíprocas de las naciones de Sud América. El señor Varnhagen me ofreció poner esta proposición en conocimiento de su Gobierno….por su parte la consideraba aceptable…”, concluye ese párrafo. Luego, termina su nota Pacheco señalando “…si el gobierno de Rio de Janeiro y sus aliados se prestaran a la realización de esta idea, emitida ya la nota que dirigí a Usted con fecha 25 de agosto, nada sería más fácil que arreglar por de pronto un armisticio mientras se ponían de acuerdo los Estados que deberían tomar parte en la conferencia…”. En su comunicación del 4 de enero de 1867 al Encargado de Negocios del Perú en el Plata y en alusión a su encuentro con el citado diplomático brasileño, Pacheco le pone a conocimiento que “…en la entrevista que ha tenido conmigo el Sr. Varnhagen, de
la que hago mención en la nota separada, me ha indicado que el Gobierno brasilero no contestaría a la protesta del Perú, por la razón de que considera siempre como secreto el tratado de la triple alianza y que no puede romper aquel, para dar explicaciones de una potencia extranjera, cuando lo ha guardado con su propio país y con las Cámaras…”. Finaliza Pacheco la nota que “…el Sr. Varnhagen se halaga con la esperanza de un arreglo pacífico en la cuestión del Paraguay; arreglo que como se lo he expresado más sería en extremo satisfactorio, pues nada deseamos más que ver a todos los Estados Americanos en estrecha armonía, y consagrando toda su atención a los grandes intereses morales, políticos y materiales que, uniéndolos estrechamente, los coloquen en el rango que le es debido…”. La protesta de Pacheco del 9 de julio de 1866 El historiador peruano Cristóbal Aljovín de Losada, hizo un minucioso e interesante estudio que busca explicar la posición peruana frente a la Guerra del Paraguay, recurriendo a varias fuentes documentales oficiales y a las crónicas publicadas en los principales periódicos limeños de la época, en un periodo marcado por importantes enfrentamientos bélicos en América . Dice Aljovín que “frente a la guerra del Paraguay, la política exterior del Perú tuvo dos momentos. El primero durante el gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado Ochoa (18651868), muy crítico con la situación de la guerra y en especial por lo estipulado en el Tratado de la Triple Alianza. El segundo momento está caracterizado durante el gobierno del coronel José Balta y Montero (1868-1872), que adoptó una relación más neutral con los países de la Triple Alianza”. Aljovín agrega otro elemento importante a su análisis respecto a la divergencia entre uno y otro gobierno frente a la situación del Paraguay señalando “que hay una segunda diferencia”, y es la relación del Perú con sus aliados del Pacífico, y más específicamente con Chile. En este punto Aljovín señala “el primer gobierno – en referencia a Prado – sostuvo una política coordinada con Chile que fue imaginada como una alianza de las Repúblicas del Pacífico, una herencia heroica de la victoria del combate del 2 de mayo contra la armada española. El segundo – en alusión a Balta – en cambio, una política exterior unilateral, con unas relaciones con Chile que se van complicando” . Para comprender esa primigenia posición peruana es importante rescatar el valor histórico de la nota del 9 de julio de 1866, firmada por Toribio Pacheco, con la protesta del Perú y de sus Aliados del Pacífico contra el Tratado secreto de la Triple Alianza. En la nota del 9 de julio se destaca una visión americanista del canciller Toribio Pacheco, sostenida en
la demanda de una América del Sud unida frente a las amenazas externas y demostrando su seria preocupación por la estabilidad regional amenazada por conflictos entre naciones hermanas, y, por la otra, su crítica posición jurídica frente a los términos del Tratado secreto de la Triple Alianza, que según el jurista peruano era contrario al derecho de gentes y atentaba contra la independencia y soberanía de la República del Paraguay. El planteamiento fundamental de Pacheco fue la resolución del conflicto y por ello renueva en la citada nota sus más fervientes votos “…por la terminación de la lucha que necesariamente ha de ocasionar deplorables males, no sólo a los Estados en ella comprometidos, sino también a toda América del Sud…” . Pacheco refleja que el conflicto bélico que afectaba al Paraguay preocupaba al gobierno peruano al más alto nivel. No sólo estaba preocupado por la suerte del Paraguay, ese año también había impulsado con gran visión la formación de una Alianza entre naciones del Pacífico, preocupado por la suerte del Perú y su independencia ante la amenaza española, que finalmente fue resuelta favorablemente con la victoria de la batalla del 2 de mayo en el Callao . Cabe destacar más aun el gesto peruano, pues teniendo aún una amenaza externa que la afectaba directamente, su canciller dedicó con esmero tiempo y energías para realizar gestiones diplomáticas en auxilio de otra nación hermana, más allá de los Andes, muy distante pero cercana al mismo tiempo, ubicada en el corazón de América del Sud. En su nota Pacheco hacía referencia a la carta del 20 de diciembre de 1865 donde ya había ofrecido sus buenos oficios y la mediación del Perú en la Guerra del Paraguay, gestión que fue reforzada luego con la formación de la Alianza del Pacífico, integrada a instancias del Perú por los gobiernos de Bolivia, Chile y Ecuador, ofreciéndose nuevamente la mediación colectiva de los cuatros países. Su defensa jurídica a la independencia y soberanía del Paraguay es un gesto diplomático sin precedentes en nuestra historia. En la nota de Pacheco se deja ver una aguda reflexión jurídica y un justo equilibrio diplomático, pero sin descuidar en lo más mínimo los principios, fuente inspiradora de la posición peruana ante el conflicto, y que se constituye en una base sólida de la tradición jurídica e internacionalista de la diplomacia de dicho país. Al recordar un nuevo aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas con la República del Perú, sobran palabras para expresar gratitud eterna a su gran canciller, el Dr. Toribio Pacheco y Rivero, Defensor de la Soberanía, Independencia e Integridad de la República del Paraguay, y por ello nuestro homenaje a tan distinguida personalidad arequipeña, a 152 años de la histórica nota del 9 de julio de 1866, en el Sesquicentenario
de la Epopeya Nacional 1864-1870, y en el marco del Sesquicentenario de su fallecimiento. Fuentes: Archivo “José Falcón” Ministerio de Relaciones Exteriores Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú Cuestiones Constitucionales – Toribio Pacheco. Centro de Estudios Constitucionales. Tribunal Constitucional del Perú. Toribio Pacheco. Jurista Peruano del Siglo XIX. Dr. Carlos Augusto Ramos Núñez Revista Diplomática. Año 2, Número 3.VIII. El Perú y la Guerra del Paraguay 1864-1870. Cristobal Aljovín de Losada Pacheco y la cuestión paraguaya. El Pueblo. Arequipa 15 de octubre de 2014 La Guerra de la Triple Alianza – Vol. II Thomas Whighan
* Embajador de la República del Paraguay ante la República del Perú entre 2014 y 2018. Recibió del Gobierno peruano la Condecoración Sol del Perú en el grado de Gran Cruz. Actualmente, desempeña el cargo de Jefe de Gabinete Ministerial del Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay y Presidente de la Asociación de Funcionarios de la Carrera Diplomática y Consular de la República del Paraguay. El periódico El Comercio de Lima, publicó el 25 de mayo de 1868 un artículo necrológico a la muerte de Toribio Pacheco Entre los juristas, diplomáticos, y escritores arequipeños se destacan, entre otros, Mariano Melgar, Mario Vargas Llosa, José Gregorio Paz Soldán, Víctor Andrés Belaunde, Toribio Pacheco y Rivero. Hijo de Toribio Fernando Pacheco y Alatrista, y Manuela de Rivero y Ustáriz. Toribio Pacheco contrajo nupcias con Josefina Hercelles y González, con quién tuvo tres hijas: Isabel, Josefina y Manuela. Diario El Pueblo fundado en 1905 El Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal Constitucional del Perú, dirigido por el Magistrado y jurista arequipeño Carlos Ramos Núñez publicó en enero de 2015 los textos publicados originalmente el periódico El Heraldo de Lima bajo el titulo “Cuestiones Constitucionales – Toribio Pacheco” constituyéndose en un gran aporte para la recuperación de una obra jurídica de vital importancia para el estudio del constitucionalismo peruano. El Derecho Romano en la Biblioteca de Toribio Pacheco. Carlos Augusto Ramos Núñez. Universidad Nacional Federico Villarroel. Lima, Perú Logró sellar un tratado de alianza con sus aliados del Pacífico Bolivia, Chile y Ecuador para contrarrestar el ataque de la escuadra española que asechaba el Pacífico Sur, saliendo victoriosos en los combates de Abtao y posteriormente, la más importante, la victoria del 2 de mayo de 1866 en la batalla del Callao, hito fundamental para la consolidación de la independencia del Perú. Estados Unidos amenazó con emplear la fuerza contra el Ecuador para obtener el pago de una deuda, el Perú, representado por Pacheco, ofreció cancelar la obligación, y su intervención fue gravitante para desactivar la crisis en puertas Cementerio Museo Presbítero Maestro, antiguo Cementerio General de Lima, inaugurado en 1808 por el virrey José Fernando de Abascal, bajo la dirección del arquitecto, escultor y pintor vasco Matías Maestro y que se constituyó el primer cementerio de carácter civil en América. El cementerio alberga tumbas de ilustres peruanos y peruanas además del mausoleo erigido en honor de los héroes de la Guerra del Pacífico. Thomas Whighan. La Guerra de la Triple Alianza. Volumen II. Pag. 131 Idem, pag. 132 Cristóbal Aljovín, El Perú y la Guerra del Paraguay. 1864-1870. Revista Diplomática de la Academia Diplomática y Consular del Paraguay Carlos Antonio López. Año 2, Número 3 Idem. Pag. 128 Un primer ofrecimiento la diplomacia peruana ya había tramitado el 20 de diciembre de 1865. Durante el gobierno del coronel arequipeño Mariano Ignacio Prado, el Perú y con Toribio Pacheco como secretario de relaciones exteriores impulsó una Alianza con Chile, Bolivia y Ecuador, sus aliados del Pacífico. Ante un incidente en la Hacienda Talambo al norte del Perú en el que perdiera la vida un español, una escuadra española ocupó una isla peruana en Chincha en 1864. En este contexto el gobierno de Juan Antonio Pezet firmó el Tratado Vivanco-Pareja en 1865, suscrita en la Fragata española Villa de Madrid, el cual fue rechazado por la opinión pública por considerar que con el mismo se cedía soberanía a favor del Reino de España. Este hecho generó el surgimiento de un movimiento revolucionario nacionalista y americanista en Arequipa liderado por el coronel Prado, el cual derrocó al gobierno Pezet y que junto con sus aliados del Pacífico, derrotó a la escuadra española en la batalla del Callao del 2 de mayo de 1866.
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
TUMBAS REALES DE SIPÁN
UN MUSEO PARA EL MUNDO Walter Alva El Museo Tumbas Reales de Sipán abre sus puertas al mundo para difundir la magia y el esplendor de la cultura Mochica. Sus características arquitectónicas y calidad museográfica han recogido importantes elogios y el reconocimiento de haberse convertido en uno de los museos más importantes de América.
EL MUSEO Quien visite el “Museo Tumbas Reales de Sipán” encontrará la presencia categórica de un edificio inspirado en los antiguos santuarios piramidales mo-
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Museo de Sipán
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I año 1987 un pequeño equipo de arqueólogos peruanos. después de una dramática intervención logramos salvar del saqueo y la destrucción la primera tumba Intacta de un Gobernante del antiguo Perú. El descubrimiento de la llamada “Tumba del Señor de Sipán” concitó inmediatamente el Interés de la prensa mundial que durante un año siguió de cerca las investigaciones arqueológicas estimadas como uno de los grandes sucesos del siglo XX, comparándola con la Tumba de Tutankamon la Tumba del Rey Maya de Pacal o el descubrimiento de Machu Picchu. La responsabilidad inmediata para nuestro equipo fue la conservación y restauración de los objetos en riesgo de destrucción asumida gracias a la colaboración del gobierno alemán que permitió contar con el primer laboratorio de conservación de metales de Sudamérica. La importancia del descubrimiento y la expectativa despertada ante el Perú y la comunidad internacional nos obligaban proyectar a mediano plazo un museo propio. Nuestro pequeño equipo concentró así sus esfuerzos para desarrollar una cuidadosa estrategia que venciendo innumerables obstáculos y dificultades, logró captar recursos de exposiciones internacionales, apoyo del Fondo Contravalor Perú - Suiza y finalmente del gobierno peruano para terminar en el actual Museo Tumbas Reales, inaugurado el 8 de noviembre del año pasado. En esta cruzada hemos contado con el apoyo generoso de Celso Prado para el diseño arquitectónico del edificio. Sipán ha permitido volver los ojos del mundo al misterio y esplendor de las antiguas culturas del Perú. Los Mochicas han pasado así a ocupar el sitial de las culturas clásicas de América junto a los Mayas, Aztecas e Incas. De otro lado la investigación arqueológica peruana se reactivó con nuevas investigaciones, al punto que hoy puede hablarse de una “mochicología”.
Hombre-cangrejo, cobre dorado
chicas. Subiendo por una larga rampa que impone un tránsito ceremonial, ingresará al mundo de los mochicas precedido por una impactante proyección animada que reconstruye el desfile del “Señor de Sipán” y su séquito hace 1700 años. En el tercer piso, podrá conocer los aspectos más importantes de esta cultura, su territorio, evolución, organización social, agricultura y los productos vegetales cultivados, la metalurgia, sus monumentos más importantes, así como la presentación general del Santuario de Sipán. Un segundo tema es el mundo espiritual de los mochicas, sus dioses y conceptos de vida desde el
engendramiento hasta la muerte, así como su cosmovisión. Bajando al segundo piso, después de una didáctica introducción sobre las excavaciones, se presenta paso a paso el descubrimiento de la tumba del “Señor de Sipán”, desde los depósitos de ofrendas y el hallazgo del guardián de la tumba, hasta la develación de la cámara funeraria con su extraordinario contenido. Las joyas reales y emblemas de mando se exponen en espacios propios con una iluminación puntual, para brindar la sensación de que los ornamentos flotan en el espacio bajo la atmósfera dramática de ambientes en
penumbra. El centro del nivel está ocupado por una reproducción exacta de la cámara funeraria con el ataúd del “Señor de Sipán”, ofrendas y acompañantes, tal como fuera al momento de su descubrimiento. Viene después un ambiente para la tumba del sacerdote y sus ornamentos. Bajando al primer piso se encuentra un espacio a desnivel, respetuosamente ambientado para el reposo definitivo de los restos óseos originales del “Señor de Sipán”, que evidencian el carácter de Museo- Mausoleo, destinado a los gobernantes mochicas. Al centro de la sala, el visitante tendrá al nivel de sus ojos el contenido de la cámara funeraria que apreció anteriormente desde el segundo piso. Otra sección está destinada a tumbas de diferentes épocas y jerarquías como jefes militares o asistentes religiosos que formaban parte de la élite mochica. El espacio de mayor amplitud está destinado a la tumba del “Viejo Señor de Sipán”, el gobernante más antiguo descubierto, cuyos ornamentos y emblemas resultan de similar suntuosidad y calidad al primer “Señor” descubierto, de quien sería antecesor en unas dos generaciones. Desde su develación nos sorprendió la complejidad y simbolismo de cada una de las joyas y ornamentos reales como el impresionante collar de diez representaciones de arañas en oro, o la exquisitez de la nariguera de oro y plata que representaría su imagen en miniatura, con un impresionante tocado en forma de búho con las alas desplegadas. Las imágenes religiosas representando al dios cangrejo, un felino antropomorfizado coronado de serpientes, impactan a cualquier visitante al igual que un pectoral representando los tentáculos de un pulpo. En un lugar central especial se guardan también los restos de este egregio gobernante. Cuando el visitante piensa haber concluido su visita, una puerta se abrirá hacia el pasado para presentar “La Casa Real del Señor de Sipán”, una vívida recreación, donde maniquíes de 35 personajes, con ambientación de luz, música de instrumentos nativos y movimiento, lo trasladarán a la época esplendorosa de la corte real mochica. Cortesía de la Revista Bienvenida / Turismo Cultural del Perú/www. bienvenidaperu.com
EL PRIMER PINTOR DE LA REPÚBLICA
JOSÉ GIL DE CASTRO
José Bernardo de Tagle y Portocarrero, marqués de Torre-Tagle y de Trujillo. Lima, 1822. Óleo sobre tela. 107 X 83,5 cm. Museo Historia Natural, Ministerio de Cultura, República Argentina, Buenos Aires.
Una exposición itinerante inaugurada en el Museo de Arte de Lima* reúne la obra del artista dispersa en colecciones del Perú, Argentina y Chile. Este gran esfuerzo permite comprender los alcances decisivos de su pintura en la definición del imaginario cultural de la región. El catálogo es el primer volumen de la Biblioteca del Perú/Colección Bicentenario.
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as revoluciones por la independencia sudamericana definen un momento de grandes transformaciones sociales y políticas que cambia-
ron para siempre el destino del Imperio español en América. Las guerras iniciadas tras la vacancia del trono español en 1808 supusieron el movimiento
de ejércitos enteros en un proceso que integró fugazmente los territorios de las futuras naciones latinoamericanas en una causa común, sellada con la ba-
talla de Ayacucho en 1824. El retrato, imbuido tanto de viejas nociones de prestigio social como de nuevas ideas en torno al heroísmo individual, lle-
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
Mariano Alejo Álvarez y su hijo Mariano. Lima, ca. 1834. Óleo sobre tela. 221 X 151 cm. Museo de Arte de Lima.
garía a ser el género clave de la cultura visual del periodo. En ese contexto, José Gil de Castro Morales (Lima, 1785 - 1837), pintor peruano radicado entre Santiago y Lima, se convertiría en el principal retratista de las figuras que lideraron esa transición fundacional. Se sabe poco acerca de este «retratista sin rostro». La partida de matrimonio de sus padres consigna a Mariano Carbajal Castro como pardo libre y a María Leocadia Morales como negra y esclava. Aunque su madre obtendría su libertad poco antes del nacimiento de Gil, su hermano mayor pasó su infancia y adolescencia como esclavo. Así, aunque nacido libre, la esclavitud sería un estigma fa-miliar del que el pintor no podría escapar del todo. Todavía niño debió ingresar como aprendiz a algún taller limeño, con toda probabilidad al de Pedro Díaz (act. 1770 - 1815), destacado pintor y retratista cercano a la corte virreinal, a quien debió asistir por varios años siguiendo el régimen regular de enseñanza de los oficios. Como era usual en el mundo hispánico, probablemente se inició en el género religioso, antes de pasar a apoyar a su maestro en la ejecución de retratos. Sabemos que hacia 1807 recibió algunos encargos importantes en Lima, pero se pierde su rastro poco después. Más adelante declara haber sido «Capitán de Milicias disciplinadas de la Ciudad de Trujillo, y agregado al Cuerpo de Yngenieros». Cuando Gil de Castro pasó a Chile hacia 1813, el territorio se encontraba en guerra. La crisis política surgida con
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Bernardo O’Higgins. Santiago, 1820. Óleo sobre tela. 205 X 136,6 cm. Museo Histórico Nacional, Santiago.
la caída de Fernando VII en España daría pie a una Primera Junta Nacional de Gobierno en 1810, que gobernaría en nombre del rey, aunque las circunstancias luego conducirían a la abierta búsqueda de autonomía y a la independencia del territorio chileno. Si bien es posible que el viaje del pintor haya respondido a expectativas acerca de las oportunidades que el régimen republicano pudiera abrirle, esas posibilidades se cancelarían al poco tiempo de su arribo a Santiago con el fin de la «Patria Vieja», tras la batalla de Rancagua en octubre de 1814, cuando las tropas realistas retomaron el poder en Chile. Como uno de los pocos pintores activos en Santiago, Gil se ganó un lugar como el retratista de elección de las familias identificadas con la monarquía española. Sus imágenes del rey, de la aristocracia chilena y de algunos de los más destacados funcionarios de la administración colonial, no debe sin embargo comprenderse como una toma de posición política. El pintor tendría escasas opciones, dado que el retrato fue, antes y después de la revolución, un género necesariamente asociado a las más altas esferas del poder. El 12 de febrero de 1817, tras el arriesgado cruce de los Andes, las tropas de exilados chilenos y soldados de las Provincias Unidas del Río de la Plata lideradas por José de San Martín vencieron a los realistas en la batalla de Chacabuco, sellando así el fin definitivo del viejo orden. Santiago sería, en los años siguientes, el centro a donde confluirían las principales fuerzas de
la causa de la independencia. Así, el mismo año en que firmaba su último retrato de Fernando VII, Gil de Castro empezaba la gran serie de lienzos dedicados a San Martín, a su círculo de oficiales y a las figuras prominentes del nuevo Estado independiente de Chile. Gracias a su cercanía con la nueva clase política, y en reconocimiento a los servicios prestados a la causa, el pintor fue incorporado como capitán de fusileros del batallón de Infantes de la Patria, compañía que convocó a los afrodescendientes de Santiago. Este sería un cargo esencialmente honorífico, pues se sabe que Gil de Castro permaneció en Santiago y no participó en las campañas bélicas de los años siguientes. Hacia julio de 1822, siguiendo el camino abierto por la Expedición Libertadora, el pintor regresa a Lima. Sus estrechos vínculos con San Martín, entonces protector del Perú, le permitieron acceder rápidamente a los círculos patriotas de la capital que había declarado la independencia un año antes. Pinta entonces lo que podría considerarse el primer retrato de Estado del Perú republicano, el de José Bernardo de Tagle como supremo delegado, cargo que ocupaba por ausencia temporal de San Martín. La estancia en Lima de Gil de Castro se vería interrumpida por la toma realista de la ciudad a inicios de 1824, lo que lo obliga a trasladarse a Santiago hasta que la victoria patriota en Ayacucho sellara el fin de la guerra. El retorno definitivo a Lima en los primeros meses de 1825 ubica-
Simón Bolívar. Lima, ca. 1826-1830. Óleo sobre tela. Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Minis
José de San Martín. Santiago, 1818. Óleo sobre tela, 111 X 83,5 cm. Museo Histórico Nacional, Ministerio de Cultura, República Argentina, Buenos Aires.
ría a Gil de Castro en una situación compleja frente a un escenario político enteramente distinto. Para quien alcanzó fama como retratista bajo la protección del círculo de San Martín, el ascenso de Bolívar implicaba un tablero de juego completamente nuevo. El pintor, sin embargo, logró pronto establecerse como el retratista de elección del Libertador, llegando a crear las imágenes emblemáticas del héroe venezolano, entre ellas los grandes re-
203 X 133 cm. Museo Nacional de sterio de Cultura del Perú, Lima.
Mariana Micaela de Echevarría Santiago y Ulloa, marquesa de Torre-Tagle. Lima, 1822. Óleo sobre tela. 203.8 X 127,5 cm. Ministerio de Relaciones Exteriores, Palacio de Torre Tagle, Lima.
Carlota Caspe y Rodríguez. Santiago, 1816. Óleo sobre tela. 82,5 X 61,5 cm. Tucson Museum of Art, Arizona.
Ramón Martínez de Luco y Caldera y su hijo José Fabián. Santiago, 1816. Óleo sobre tela. 106 X 81 cm. Museo Nacional de Bellas Artes, Santiago.
Dolores Díaz Durán de Gómez. Santiago, 1814. Óleo sobre tela. 102,5 X 78,5 cm. Colección particular, Santiago.
tratos de cuerpo entero que hoy se encuentran en Caracas, Lima y Sucre. En medio del accidentado ambiente político de la temprana república, Gil de Castro continuó su labor de retratista, alternando imágenes oficiales y privadas. Pinta por entonces su gran cuadro imaginario de José Olaya, uno de los pocos retratos de un personaje indígena que se conserva de este periodo, en que Gil convierte al mártir peruano en una suerte de «santo se-
cular», vestido todo de blanco frente al paisaje de su Chorrillos natal. A lo largo de la década de 1830 su producción fue disminuyendo mientras intentaba adecuar su pintura a las nuevas tendencias estéticas. Todo indica que en los últimos años habría empezado a quedar relegado frente a la aparición de una nueva sensibilidad, surgida con la llegada de artistas y obras europeas. El modelo cosmopolita se instaló en las esferas más altas de la sociedad criolla
Lorenzo del Valle y García. Lima, 2 de octubre de 1835. Óleo sobre tela. 106,5 X 82,6 cm. Banco Central de Reserva del Perú, Lima.
y la pintura dejó de ser entonces una profesión plebeya. Esto permitiría explicar el olvido en que cayó su nombre. El pintor no logró trascender las limitaciones impuestas por las rígidas jerarquías que, contra el discurso igualitario que voceaba, la sociedad republicana heredó del antiguo régimen. Los títulos y cargos que colocó junto a sus firmas han permitido asegurar la memoria de su nombre en el plano hipotético de una sociedad sin dife-
rencias, ese ideal democrático que las revoluciones de la independencia quizá no lograron realizar, pero que sin duda permitieron primero imaginar. * La exposición permanecerá en Lima del 22 de octubre de 2014 al 22 de febrero de 2015. Irá luego al Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, de abril a junio, y al Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, de julio a octubre. El catálogo José Gil de Castro, pintor de libertadores (Lima, MALI, 2014, 560 páginas) ha sido editado bajo la dirección de Natalia Majluf. La muestra cuenta con los auspicios de los ministerios de Relaciones Exteriores del Perú, Argentina y Chile; y con el apoyo de diversas empresas e instituciones.
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LA MIRADA DE CHAMBI El fotógrafo Martín Chambi nació en Coaza, Puno, en 1891, se formó en Arequipa de 1908 a 1917 y se estableció luego en la ciudad del Cuzco, donde desarrolló su obra excepcional. El artista murió en la capital inca en 1973.
Natalia Majluf*
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esde que su trabajo se conoció internacionalmente a fines de los años 70, Martín Chambi es reconocido como una figura clave de la fotografía del siglo XX. La exposición que actualmente se presenta en el Museo de Arte de Lima con el concurso del Banco de Crédito del Perú y del Archivo Fotográfico Martín Chambi, es sin duda la mayor y más ambiciosa que se haya organizado hasta el momento. La muestra presenta un panorama de las diversas facetas de su trabajo, que abarca, entre otros géneros, retrato, trabajo comercial, paisaje y documentación arqueológica e histórica. Es también la primera gran exposición que privilegia las copias de época, procedentes del archivo del artista y de colecciones privadas. La selección de más de trescientas fotografías, así como de libros, grabados y dibujos de sus contemporáneos, busca ubicar a Chambi como una figura inmersa en los debates centrales del arte sur andino de la primera mitad del siglo XX, definido por un claro compromiso con el indigenismo. Chambi fue, en efecto, parte del grupo de artistas, escritores y políticos vinculados a la izquierda que, desde mediados de los años veinte, vindicó los derechos de la población indígena, se enfrentó al centralismo y dio forma al movimiento indigenista en el Sur andino. A diferencia de la generación anterior, que había privilegiado la arqueología y las recreaciones incaístas en la literatura y el teatro, estos intelectuales, liderados por José Uriel García, concibieron una idea de la cultura indígena, que ya no solo se identificaba con la antigüedad precolombina sino también con la cultura andina contemporánea. Así, el nuevo ideal serranista o cholo se asociaba también a la arquitectura colonial, la religiosidad popular y a las tradiciones campesinas. Es significativo que García identificara a Chambi como el paradigma del artista, «neo indígena». Su compromiso con la cultura regional se revela en su amplio trabajo de registro de diversos aspectos de la vida y costumbres de los pueblos del sur andino. En un contexto en que la mayor parte de los fotógrafos de Arequipa, Cuzco y Puno limitaron su acción al trabajo en los centros urbanos, Chambi recorrió sistemáticamente la región para documentar la vida cotidiana, las fiestas y el paisaje rural. A través de su amplia difusión en revistas nacionales y en postales, esas imágenes de la vida cam-
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Víctor Mendívil con Juan de la Cruz Sihuana en el estudio, 1925. Copia por Victor Chambi y Edward Ranney (1978). Archivo Edward Ranney.
pesina impactaron de forma decisiva la cultura visual de la primera mitad de los años veinte, sentando las bases para el desarrollo del indigenismo en la plástica en todo el ámbito nacional.
Chambi tuvo también un papel clave en el registro sistemático de los monumentos arqueológicos y coloniales de la región. incluso se ocupó de cargar muchas veces la pesada cámara
para placas de vidrio de 18 x 24 centímetros a sitios de difícil acceso, como lo hizo en 1928 al realizar el más importante registro que hasta entonces se había emprendido de Machu Picchu.
La familia de Ezequiel Arce con su cosecha de papas. Cuzco, 1934. Archivo Martín Chambi.
Boda de don Julio Gadea, prefecto del Cuzco, 1930.
Sus fotografías ilustraron guías de turismo y fueron impresas y vendidas de forma sostenida como postales. Hasta el final de su vida, Chambi se enorgullecería de haber contribuido a difundir la imagen del Cuzco y del sur andino. Desde el presente, la comprobación de la inevitable transformación del mundo que Chambi registró nos recuerda, en efecto, el inmenso poder de la fotografía para trascender el tiempo. Pero ese valor documental explica solo parcialmente la importancia de Su obra y su vigencia en el presente. La visión que conscientemente asumió como artista es en realidad lo que le permitió dotar incluso a sus trabajos comerciales de una extraña
solidez y transformar, en palabras de José Carlos Huayhuaca, «una realidad concreta en imagen simbólica». Los autorretratos que realizó a lo largo de su vida son quizá la prueba más clara de esa mirada y de la insistente reflexión sobre su entorno y su propia identidad. Sea como retratista de estudio, como explorador del paisaje andino o como artista indigenista, cada una de esas facetas cuidadosamente escenificadas revelan el perfil de un fotógrafo que supo construir su propio lugar en el mundo. * Directora del Museo de Arte de Lima. La muestra se exhibe del 21 de octubre de 2015 al 14 de febrero de 2016. Campesina de Combopata, Cuzco, 1930.
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LA PINTURA DE
Ricardo K
El Museo de Arte de Lima ha organizado la más completa exposición retrospectiva sobre la obra de José Sabogal (C al aporte creador del maestr
Carlota Carvallo Wallstein. 1931. Óleo sobre tela. Colección Museo de Arte de Lima.
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ocos artistas han tenido una influencia tan decisiva en el arte peruano del siglo XX como José Sabogal. No es azaroso que su primera exposición en Lima, presentada en la Casa Brandes a mediados de 1919, sea considerada de forma casi unánime como el inicio del arte moderno en nuestro país. Nacido en Cajabamba en 1888, Sabogal viajó muy joven a Europa y a las costas del norte de África. Posteriormente se trasladó a Argentina, donde concretó su formación profesional como pintor. Instalado primero en Buenos Aires, el artista pasó después como profesor de dibujo a Jujuy, en donde se introdujo en la pintura nativista del norte argentino. En 1918 retornó al Perú por la ruta del altiplano, deteniéndose en Cusco por varios meses. Allí realizó una serie de pinturas enfocada en la vida tradicional de la ciudad y sus «tipos» raciales, precisamente aquellas que exhibiría un año después en la capital. En un contexto bastante conservador, las audacias en el colorido y la estilización de los lienzos señalaron un rumbo nuevo para la pintura de nuestro país. El carácter augural de la muestra llevaría tiempo después a asumirla como una confrontación radical con el pasado inmediato, en una suerte de versión local de los relatos usuales sobre la modernidad europea. Pero, a diferencia de la supuesta oposición que habría generado entre el público limeño, la exhibición de la Casa Brandes obtuvo un rotundo triunfo entre la crítica y mar-
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có el inicio de una carrera ascendente para Sabogal. Sin duda, el artista respondió a expectativas ya existentes entre la intelectualidad local, que anhelaba tanto una renovación formal de la plástica como el surgimiento de una pintura «peruana» que indagara en las costumbres y tipos vernáculos. Como declaró desde un principio, buscaba erigir a sus obras como «documentos de carácter», expresión de auténticos tipos raciales en los cuales se cristalizaba todo un proceso biológico e histórico. Las imágenes emblemáticas del país empezaron a definirse así en el terreno de la representación étnica, insertándose en el amplio horizonte de los nacionalismos artísticos que se perfilaban por toda la región. En aquel contexto, la herencia peninsular fue entendida como el componente «racial» que unificaba aquella amplia comunidad cultural compartida. Por ello no sorprende que la pintura regionalista española dictara la pauta inicial para la representación de lo «auténtico» en buena parte del continente. El estilo desarrollado por artistas como Ignacio Zuloaga o Hermen Anglada Camarasa permitió además pensar en la posibilidad de renovar el lenguaje plástico sin llegar a la subversión radical de la «sana pintura». Estos modelos no solo se hicieron sentir en buena parte de la obra de Sabogal, sino también la propia idea de alcanzar un justo medio entre la estilización y la objetividad. Su apuesta por una figuración, en la que la realidad visual era plenamente reconocible, debió
Varayoc de Chinchero. 1925. Óleo sobre tela. 169 × 109 cm. Pinacoteca Municipal Ignacio Merino. Municipalidad Metropolitana de Lima.
reafirmarse también frente al muralismo mexicano, que se convertiría para él en otro punto de referencia gravitante. Como señala Natalia Majluf a propósito de Camilo Blas, la pintura indigenista definió los límites estéticos de su pintura al imponerle la tarea de representar el país1. De hecho, el solo proyecto de fijar imágenes de la nación que pudieran ser compartidas por todos debía entenderse como contrario al individualismo de las
vanguardias radicales. Pero el éxito de esta iniciativa parece haber exigido además una toma de distancia frente al abierto didactismo político del ejemplo mexicano. La imagen bucólica del mundo rural andino acuñada por Sabogal en la década de 1920 podía así vincularse tanto con la retórica populista del gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930) como con las agendas reivindicativas de la vanguardia política del momento. Ello explica la ubi-
E JOSÉ SABOGAL
Kusunoki*
Cajabamba, 1888- Lima, 1956). La muestra es acompañada con la publicación de un impecable catálogo consagrado ro del indigenismo peruano.
Puente de Izcuchaca. 1932. Óleo sobre madera. 66 × 66 cm. Colección particular, Lima.
La mujer del varayoc. 1926. Óleo sobre tela. Colección Elsa Vidal de Ausejo, Lima.
cuidad del artista, que integraba el cuerpo docente de la Escuela Nacional de Bellas Artes —marco oficial de la plástica del momento— al mismo tiempo que colaboraba de manera estrecha con José Carlos Mariátegui en la revista Amauta. El intelectual socialista no dudaría en declararlo como el «primer pintor peruano», y destacó el firme compromiso del artista cajabambino por mantener su pintura en los términos de la realidad para poder
así transformarla, una actitud opuesta a la «disolución» de un arte occidental cada vez más «deshumanizado». Sabogal daría un paso más allá en su vindicación del indígena contemporáneo al sostener que sus manifestaciones plásticas no solo poseían jerarquía estética, sino que también señalaban un rumbo para la creación de un arte verdaderamente peruano. De allí que, entre los grandes transformadores de la plástica europea, solo reconociera explí-
citamente su admiración por Paul Gauguin, cuya «peruanidad» era defendida en aquel momento. Aquella exigencia de autenticidad, ahora enraizada en lo indígena, llevó a que Sabogal rechazase constantemente el estatuto canónico del arte europeo y apelase al modelo mexicano. Con el ascenso a la dirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1932, el pintor otorgaría carácter oficial a aquel ideal de autonomía estética. Aunque su apuesta no había generado mayor discusión dentro de la efervescencia nacionalista de la década de 1920, terminaría jugándole en contra durante la década siguiente. Al convertirse en un estilo oficial, la estilización indigenista fue puesta en discusión: si para la intelectualidad conservadora constituía una deformación innecesaria, una nueva generación de artistas la rechazó por considerarla vacía de un compromiso real con lo moderno. Desde ambas direcciones arreciaron las críticas contra la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), en una lucha por liberar de la égida sabogalina al único marco institucional para el desarrollo de la actividad artística en nuestro país. Pero el protagonismo que Sabogal había otorgado a lo indígena en su visión de lo nacional también empezó a ser cuestionado. El país empezaba a definirse como fruto del «mestizaje», que en los términos más conservadores significaba entender la conquista como el inicio de la fusión armoniosa entre lo indígena y lo español. Para la crítica más progresista, el pintoresquismo de la sierra fue denunciado además como el refugio ideal para eludir los verdaderos problemas artísticos.
El pintor respondió a este nuevo reto con la idea de un Perú «integral», que le llevó a otorgar una mayor representación a la costa e incorporar a la selva en su ya amplio repertorio de imágenes del país. Esta búsqueda por expresar de forma cabal lo «peruano» se volcó además hacia un lenguaje alegórico muy personal a partir de la década de 1940. En una suerte de «naturalezas muertas» paradójicamente animadas, Sabogal representó objetos emblemáticos del arte popular peruano que parecen cobrar vida al emplazarse en paisajes irreales. Aquello era el reflejo de un interés permanente por las manifestaciones plásticas rurales, a cuyo estudio se dedicaría de lleno desde el Instituto de Arte Peruano, el cual dirigió desde su salida de la ENBA, en 1943, hasta su muerte, acaecida 13 años después. Por encima de la polémica que rodeó a sus obras al final de su carrera, Sabogal pudo forjar un repertorio de imágenes de nuestro país que aún mantiene vigencia. La ambiciosa exposición que el Museo de Arte de Lima (Mali) le dedica de julio a noviembre de este año será ocasión para replantear nuestra mirada sobre el artista. Al apreciar las más de cuatrocientas obras que se exhiben en la muestra, el público reconoce la importancia del legado que dejó Sabogal a la cultura visual de nuestro país.
* Egresado en Historia del Arte por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima y candidato a magíster por la Universidad Católica del Perú. Curador asociado del Museo de Arte de Lima. 1 Natalia Majluf. «Camilo Blas, pintor indigenista», en Camilo Blas (Lima: Museo de Arte de Lima, 2010): 16.
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MACHU PICCHU P
Mariana Mou
Machu Picchu, obra cumbre del Imperio incaico, es considerado uno de los monumentos arquitectónicos y arqueológicos más impo Bingham a este santuario, despierte la misma fascinación que experimenta quien ascie
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Machu Picchu: ¿retiro real?, ¿santuario religioso?, ¿observatorio? Las investigaciones históricas de las fuentes administrativas coloniales tempranas en la década de 1980, así como de una versión más completa de la crónica de Juan Díez de Betanzos, comienzan a demostrar fehacientemente que Machu Picchu empezó a construirse en tiempos de Pachacútec Inca Yupanqui, el creador del Imperio incaico o Tahuantinsuyo, en las alturas de la cordillera de Vilcabamba, sobre cimientos anteriores en perfecta armonía con la naturaleza. Esta demostración ha llevado a algunos arqueólogos estadounidenses a considerar «un retiro real» a Machu Picchu, por su ubicación en la ceja de selva y - aproximadamente- a 100 kilómetros del Cuzco, el centro del Tahuanrinsuyo. Paralelamente, los arqueólogos peruanos, utilizando las mismas fuentes, consideran que Machu Picchu fue edificado por Pachacútec Inca Yupanqui - sobre fundaciones preincaicas- para que fuese el lugar donde se depositara su momia, así como el espacio donde residiera su panaca o el linaje de sus descendientes; después de que su heredero - su hijo Túpac Inca Yupanqui- asumiera el gobierno del Tahuantinsuyo y, siguiendo el ordenamiento social incaico, formara su propia panaca; y, por lo tanto, no pudiera ya utilizar Machu Picchu como su propio «retiro real». Machu Picchu es un espacio sagrado o santuario religioso, interpretación que se refuerza por su ubicación en la cima de una montaña, que ahora consideramos un monumento paisajístico. Machu Picchu fue y es un santuario religioso porque las investigaciones demuestran que allí se efectuaron ceremonias de culto, las que se hacían en los lugares donde se encontrara un inca reinante -o su cuerpo después de su fallecimiento-, dado que eran considerados sagrados, como relatan las crónicas. Las panacas descendientes de los incas reinantes estaban dedicadas al culto de su antepasado y ello ocurrió en el siglo XV con Machu Picchu. Hiram Bingham (1875 - 1956), profesor de la Universidad de Yale, político y explorador estadounidense, amigo de Clements Markham, con quien mantenía correspondencia, ciertamente que había leído a Ocampo cuando anunció al mundo que el 24 de julio de 1911 había estado en Machu Picchu, la «Ciudad Perdida de los incas», acompañado por el sargento Carrasco, quien estaba allí cumpliendo órdenes expresas del presidente Augusto B. Leguía, y el indígena lugareño Melchor Arteaga. Bingham cita repetidas veces en su último libro, Machu Picchu, la Ciudad Perdida de los Incas, a Ocampo ([1948]; 2002), y también reconoce el aporte de estos dos peruanos a sus exploraciones. La palabra quechua para estos centros urbanos es llacta, y desde que Hiram Bingham, su primer visitante foráneo, la denominó citadel, en el castellano peruano se le conoce como ciudadela. Desde entonces esta llacta de Pachacúrec Inca Yupanqui ha sido vista como un bastión de la resistencia indígena a la presencia española en los Andes. Machu Picchu aparece mencionado en la documentación administrativa del siglo XVI al XVIII generada por los españoles, que en su mayoría se asentaron en la parte baja de los valles porque no se sentían cómodos en las alturas andinas. Por ello, esta [lacta inca ha conservado los rasgos urbanísticos duales que es una de las características más saltantes de la organización social andina, cuyos orígenes se encuentran en las relaciones de parentesco, y se manifiesta en la división dual existente en los grupos étnicos. En las zonas urbanas -como Machu Picchu- se visualiza como alto-bajo. La dualidad se denomina Hanan y Urin, y puede también ser entendida como derecha-izquierda, masculino-femenino, dentro-fuera, e, incluso, cerca-lejos y delante-atrás.
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CHASQUI
PARA EL MUNDO
uld de Pease*
ortantes del mundo. Es nuestra aspiración que este homenaje, al conmemorarse cien años (1911 - 2011) de la primera visita de Hiram ende a las alturas de los Andes orientales, donde se yergue esta «maravilla del mundo».
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Esta llacta incaica, después de la conquista del Imperio incaico, pasó a ser propiedad de la Corona española, como sucedió con todos los sitios que pertenecieron a la realeza precolombina, siguiendo las pautas del derecho europeo. Después de la Capitulación de Ayacucho, en 1824, fue propiedad de la nación peruana y, por lo tanto, administrada por el Estado peruano. El aislamiento de Machu Picchu del devenir hispano y occidental del país propició que el Perú propusiera a la Unesco su inscripción como bien cultural y natural en la Lista del Patrimonio Mundial en calidad de Santuario Histórico de la Humanidad, en 1983. Los peruanos ilustrados específicamente recorrieron el valle del Urubamba con recursos públicos -o propios- para conocer mejor su pasado y territorio, con la finalidad de abrirlo a las potenciales inversiones extranjeras, así como a la extracción de materias primas, como la madera, para diversos usos, y la cascarilla para combatir el paludismo. La publicación de informes con su respectiva cartografía era parte de esta rarea indispensable para construir el Ferrocarril del Sur del Perú. Unos mapas hechos a mano - y redactados en inglés- ya promovían en 1868 la compañía Huaca del Inca, con la finalidad de extraer y exportar «antigüedades incásicas». Luego complementaron folletos que describían la propuesta. Esta era una actividad colateral a la construcción del ferrocarril en el eje Cuzco-Quillabamba. En estos mapas la ubicación de la Huaca del inca no deja dudas de que se trata de Machu Picchu, así como que el Estado peruano administraba estos sitios arqueológicos, dado que pertenecen a la nación peruana. Así, el 16 de junio de 1887, por resolución suprema, formalizó esa empresa, asociándose con el ingeniero alemán Augusto R. Berns. Los originales de estos documentos se conservan en el Archivo General de la Nación y entre los papeles de Hiram Bingham, que están bien clasificados en la biblioteca Sterling de la Universidad de Yale, hay un resumen de dicha norma legal peruana. En este repositorio documental universitario estadounidense hay también papeles de Hiram Bingham que demuestran que sabía que Machu Picchu aparecía en los mapas publicados por Antonio Raimondi, el sabio italiano afincado en el Perú, y Charles Wiener, viajero francés que publicó su libro y su cartografía en 1884. Sin embargo, Bingham no hace referencia alguna al mapa de Hermann Göhring de 1874, publicado en 1877 en la Imprenta del Estado, en Lima, para complementar el informe del coronel Baltasar La Torre, fallecido durante una expedición a las selvas de Madre de Dios. Bingham conoció tempranamente sobre las andanzas de Augusto R. Berns, empresario alemán y buscador de «tesoros incásicos» en la cordillera de Vilcabamba, que le sirvieron de base para vincularse con el Gobierno del Perú. La diferencia -la gran diferencia entre ambos- es que Bingham inició su presencia en la cordillera de Vilcabamba premunido de los instrumentos del explorador científico que ya para entonces eran reunir y articular información oral y escrita y excavaciones sistematizadas. Así, desde el 24 de julio de 1911 hasta enero de 1916, intensificó los trabajos interdisciplinarios que dirigía con el nombre de Yale Peruvian Scientific Expedition («Expedición científica de Yale en el Perú» sería la más exacta versión en el castellano del país de los incas), con especial énfasis en las investigaciones arqueológicas conducentes a -cien años después- seguir siendo recordado en el mundo como el gran comunicador científico de Machu Picchu.
* Historiadora y gestora de la Colección Franklin Pease G. Y. para la Historia Andina del Perú en la Biblioteca Nacional.
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1. Machu Picchu con el Huayna Picchu en el fondo. 2. Cerca de la portada mayor desde el interior de Machu Picchu. 3. El sector urbano oriental y los bien construidos andenes. 4. Amigables llamas pastan bajo el granero y las barracas de los peones. 5. Las sombras del atardecer retozan sobre el templo del Cóndor. 6. Machu Picchu anida en medio de la majestuosa cordillera andina. 7. Una ancha escalinata de granito proporciona acceso al templo del Sol. 8. Sector urbano oriental de Machu Picchu con llantas pastando. Fotos: Kenneth y Ruth M. Wright
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
QHAPAQ ÑAN EL CAMINO DE LOS INCAS Luis Guillermo Lumbreras Cuando Francisco Pizarro y sus asociados llegaron al Perú, en 1532, ingresaron a un país cruzado por una compleja red de comunicaciones, que no sólo permitía trasladarse de un lado a otro del territorio por caminos bien trazados y bien servidos, sino que gracias a esa red circulaban las noticias y los bienes con gran rapidez, con un alto grado de eficiencia y seguridad.
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racias a eso, los pueblos de la sierra recibían con prontitud los productos del mar y, asimismo, llegaban a los valles costeros las maderas finas y las plumas polícromas de los bosques húmedos de la amazonía. Gracias a eso, los Incas del Cusco podían administrar el trabajo y la producción de territorios alejados en miles de kilómetros de esa ciudad. Los cañaris, naturales de la sierra sur del Ecuador, y los chachas de Amazonas, vivían en los valles del Cusco y en las cuencas templadas de otras provincias incaicas, sin perder, por esta causa, el acceso a sus bienes nativos ni el contacto con
sus parientes. Tonto era así que, en poco tiempo -después de la conquista española- los diversos pueblos que cumplían tareas comunales de servicio al Tawantinsuyu en muy diversos lugares del Imperio, retomaron a sus lugares de origen, sin demora. Tanto era así que los españoles pudieron llegar sin cansancio desde Cajamarca hasta el Cusco en pocos días, premiados por la hospitalaria generosidad de los servicios de comida y abrigo que ofrecía el camino. Tres siglos después, luego de establecida la República en el Perú. ya entrado el siglo XX, la instalación de
los medios mecánicos de transporte, producto de la gran Revolución industrial que invadió el mundo en el siglo XIX, indujo a una política de comunicación terrestre basada en el uso de los carros. Si bien lento, el abandono de los caminos peatonales o de acémilas fue en ascenso. La habilitación de las carreteras -que son caminos para rodar y no para caminar- es una opción altamente costosa para los países cordilleranos. dado que exige terrenos planos y preferentemente horizontales. Eso retardó y dificultó enormemente el desarrollo de una política de carreteras en
MENSAJE
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uelve a surgir el Chasqui en el Perú, pero esta vez para recorrer el mundo. En tiempos de los incas el chasqui o correo oficial llevaba las noticias, precisamente por el Qhapaq Ñan, hasta los confines del Tawantinsuyu. Ahora, gracias a los progresos tecnológicos, quiere llegar a los países amigos y a nuestros compatriotas en el exterior para promover en sus páginas la cultura peruana, que nos honra y enriquece con su celebrada calidad y diversidad. La publicación de este primer número del Chasqui coincide con la aprobación del Plan de Política Cultural del Perú en el Exterior elaborado por el Ministerio de Relaciones Exteriores. Se trata de un ambicioso esfuerzo que involucra a diversas instituciones públicas y privadas y con1pron1ete nuestro reconocimiento. Queremos rendir homenaje al ilustre historiador y canciller Raúl Porras Barrenecha -quien tuvo el acierto de editar hace casi medio siglo el primer Boletín Cultural Peruano de esta Cancillería- y hacer nuestras sus palabras: “El Perú, país de encrucijada, de cruce de todos los caminos y de todas las oleadas culturales de América desde la época prehistórica, es país de conciliación de contrarios y de síntesis”
Allan Wagner Tizón Canciller de la República
el Perú, cruzado longitudinalmente por la cordillera de los Andes, de trazos muy desiguales, con sus espacios planos dominantemente inclinados y con agudas pendientes. Al articular las nuevas tecnologías del transporte con una opción económica exportadora, las estrategias de comunicación se trasladaron abiertan1ente hacia la costa -en conexión con los puertos- donde había espacios susceptibles de ser habilitados como terrenos horizontales, cortando los desiertos vecinos al mar. Esta opción vial, desplazó la vieja red de articulación andina, que se había habilitado a lo largo de muchos siglos y que adquirió la forma de un proyecto integral de comunicación terrestre en el siglo XV. configurado como el medio principal de la organización del Tawantinsuyu, un proyecto político de integración identificado como Imperio de los Incas y que terna su centro en la ciudad del Cusco. Esta red tenla como eje central la cordillera de los Andes. La opción tecnológica de la época conducía a una solución peatonal, donde el camino debía facilitar el tránsito de personas. séquitos y caravanas, muchas veces acompañados por recuas de llamas, conduciendo a los trajinantes por senderos fumes y bien trazados. Se recorría longitudinalmente la cordillera, salvando las pendientes con el uso de escalinatas, salvando las quebradas con el uso de puentes y habilitando "pasos" en los puntos del camino donde los macizos imponían soluciones tales como túneles o extensos tramos construidos. El "Qhapaq Ñan" era el camino principal, de donde se desprendían
CHASQUI
una serie de caminos laterales que vinculaban el eje longitudinal con todos y cada uno de los asentamientos humanos instalados en las cimas. Laderas y quebradas de la cordillera. Desde todos los puntos era posible llegar a una red que era radial o lineal según la demanda de los territorios. De ese modo., los productos de la tierra podían transitar de uno a otro confín del país, según la demanda de las necesidades y los proyectos, pero sobre todo podían conectar con eficiencia a los vecinos próximos y lejanos, permitiendo un circuito de intercambio de bienes y servicios que hacían posible la eficiente prestación de ayudas mutuas en todas las circunstancias en que éstas fueran necesarias. Este régimen caminero, que tenía trazos bien delimitados, con señalización de las rutas mediante una definida fijación de los linderos del camino, iba acompañado, además, de una política generosa de reservas y conservas de alimentos y vestidos. mediante la instalación -a la vera de los caminos de almacenes, “qollqas”, donde se guardaban los excedentes para cubrir las demandas no previstas, que iban, a su vez, acompañados de las estaciones, tambos, donde los caminantes podían reposar y reponer energías. De este modo, a lo largo de los más de 5000 kms. de la ruta. los viajeros sabían que podían transitar sin desviarse del camino, con la plena seguridad de disponer de las facilidades de bienes y servicios necesarios para un largo trayecto. El camino hacía posible que los "chasquís", mensajeros del Inca, llevaran las noticias de todo el imperio en poco tiempo, facilitando la intervención del estado en todas las instancias administrativas en las que éste estaba comprometido. Era el mismo medio gracias al cual el Inca recibía en el Cusco los beneficios del tributo que llegaba en la forma de bienes-como pescados frescos del mar- o de fuerza de trabajo itinerante. También era el medio gracias al cual se trasladaban los ejércitos del Inca a establecer las condiciones impuestas por el estado en las zonas sometidas por el Cusco. EJ camino de los Incas causó una explicable sorpresa entre los españoles que lo encontraron en pleno funcionamiento. Los tramos enlosados, muchos de ellos protegidos por murallas que acompañaban a los séquitos por largos recorridos, así como la anchura de los trazos, fijados con bordes claramente visibles en la mayor parte de los trayectos. convierte la vía -además de servicioen un increíble espectáculo.
Espectáculo sí, de armonía y seguridad que se combina con el que ofrece el paisaje natural andino, policromo y diverso. De los más de 7000 kms. de largo que tiene la cordillera de los Andes, unos 5000 fueron cubiertos por el Qhapaq Ñan. En
dos o cálidos y, luego, los arenales y roqueríos de todos los colores de las sierras áridas. Bosques verdes, estepas amarillas y roquedales con cactus desparramados son cuadros que el trajinante puede ver en una sola jornada de Qhapaq Ñan, yendo
«Este régimen caminero, que tenía trazos bien delimitados, con señalización de las rutas mediante una definida fijación de los linderos del camino, iba acompañado, además, de una política generosa de reservas y conservas de alimentos y vestidos» esos 5000 kms. se registra la variedad más notable de paisajes que hay en el planeta, desde los ambientes gélidos de las montañas nevadas, que se rodean con páramos y estepas frías, hasta las quebradas con bosques húmedos o secos -según la latitud- y las sabanas y los valles vecinos, templa-
luego a reposar en el valle o el abra donde está instalado el tambo o la ciudad de su destino, contemplando las montañas, cuyos “apus” le dan protección1. Desde luego, esta red no fue creada de la noche a la mañana, ni respondía a la voluntad única de sólo
el Inca. Tal vez 1000 años antes de la instalación del incario, pero notablemente 500 –durante la época conocida como Wari- se había instalado una red caminera andina, con la misma pulcritud que el Qhapaq Ñan, que naciendo en Ayacucho se dirigía hasta las proximidades del lago Titicaca, por el sur, y hasta las proximidades de Chachapoyas y Piura, por el norte. El Tawantinsuyu rebasó estos límites y llevó el Qhapaq Ñan hasta los Pastos, más allá de Ibarra y Quito. por el norte. Hasta cerca del cauce del río Guáytara - en el sur de Colombia- y hasta las fronteras entre Picunches y Mapuches, cerca de la actual ciudad de Concepción, en el centrosur de Chile, y a la tierra de los Huarpes en la Argentina. Estaban conectados varios millones de habitantes de diversas formas de vida. lenguas y costumbres, con el centro en la ciudad del Cusco. Del Cusco salía el Qhapaq Ñan en cuatro direcciones: al norte -Chinchaysuyu- ocupado por quechuas y yungas. al sur -Qollasuyu- ocupado por quechuas y arus, al occidente -Contisuyu- ocupado por pukinas y aymaras y, al oriente -Antisuyu - ocupado por los chunchos. Tierras fértiles del norte. áridas del sur, desérticas del oeste, selváticas del este. En verdad estuvieron y están conectados los pueblos, manteniendo fuertes signos de unidad con los componentes propios de su diversidad; pero han perdido el eje articulador de una política vial operativa y sensible a las necesidades de integración que ellos reclaman. Es un eje articulador que comprendía cerca de 40,000 kms. de una red que los arqueólogos han podido registrar en más de 23,000 kms. de caminos. En términos de patrimonio arqueológico es, sin duda. el mayor monumento que se conoce en el Continente americano y que es compartido por cinco países andinos. En esa ruta viven hoy comunidades de agricultores, pastores. mineros y pescadores; hay pueblos cuyas artesanías cruzan los mares gracias a la riqueza de sus formas y contenidos, mientras otros las guardan sin poder promocionarlas. Es una ruta colapsada, saturada de promesas de retomo.
1 “Apus” son los dioses o fuerzas naturales que protegen la vida y dan seguridad.
BICENTENARIO DE LA REPÚBLICA DEL PERÚ 1821-2021
Edición Especial
Ministerio de Relaciones Exteriores