PERIODISMO SOBRE ARTE & SOCIEDAD
#19 / A単o 5 / 2015 / ARG $50
LUCY, LA EXPLORADORA SURFING MARADONAS LOS HERMANOS RIAL CRUDO FILMS
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ANECDOTARIO osvaldo soriano
RASTROS áfrica
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ALMANAQUE cyberguerra
MIRÁ crudo films
OBSERVÁ camila fabbri 14
LOS CANDIDATOS naty menstrual
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MEDIOS palp
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ESCUCHÁ surfing maradonas
ESTADOS DESUNIDOS hnos rial
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NAN #19 2015 www.lanan.com.ar hola@lanan.com.ar /revistanan @revistanan COMITÉ EDITORIAL Ailín Bullentini Esteban Vera Facundo Gari Marcelo Acevedo Nahuel Lag Nicolás Sagaian COLABORADORES Ana Esperança Ariel Wasserman Carlos Rodríguez Diego Frenkel Facundo García Federico Córdoba Gastón Massenzio Gonzalo Bustos Gustavo Grazioli Hernán Panessi
AReCIA Juan Ignacio Sapia Julián Desbats Leonardo Rossi Malena Baños Pozzati Marcela Espadero Mariano Verrina Natalia Iocco Pablo Lozano Rocío Magnani Sergio Sánchez Vanessa Escuer FOTO DE TAPA Matías Altbach Victoria Leihuyk ILUSTRACIÓN DE CONTRATAPA Ericka Coello
NAN permite la reproducción total o parcial de la presente revista, siempre que no sea para fines de explotación comercial. Registro de propiedad intelectual en trámite. NAN es una publicación bimestral de circulación en toda la Argentina. Su finalidad es brindar información sobre arte y cultura. Si querés conseguir otros números de NAN, consultá los puntos de venta en www.lanan.com.ar, visitá nuestra Tienda Virtual (www. nan.dmtienda.com) o escribí a hola@lanan.com.ar. En la Ciudad
DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA Matías Altbach EDITORA DE FOTOGRAFÍA Victoria Leihuyk FOTÓGRAFOS Cecilia Villegas Jimena Gala Luciana Serrano Marcos Oviedo Martina Mounier Matías Pozzi Tomás Ballefin Benites Kala Moreno Parra Vanessa Escuer Pedro Braga Sampaio
ILUSTRADORES Cristian Kocak Luke Etcheverry Javier Cereceda Juan Dirassar Jo Murúa Pedro Mancini Petre DISEÑO GRÁFICO Martín Olivieri DISEÑO DE LOGO Max Rompo
de Buenos Aires, también podés llamar al 4308-1813 o enviar un correo electrónico a distribuidorasinfin@gmail.com El grupo de comunicadores de NAN es también responsable del sitio sobre arte autogestivo y cultural www.lanan.com.ar. Los artículos firmados expresan la opinión de quienes los escriben. NAN no es responsable por el contenido de las páginas web a las que hace referencia en sus artículos o publicidades. El contenido de los avisos publicitarios es responsabilidad de los anunciantes.
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HISTORIETA
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LOS POSIBLES el modelo agrotóxico
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RATIS & RATAS gatillo fácil
CUENTO / TIRA 48
CONTRATAPA la justicia
CUESTIONARIO Z pablo rottemberg 46
SINÁPSIS el caso nisman
RESEÑAS 44
OLEME el guacho cabañas
NOTA DE TAPA lucy patané 34
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SI ENTRE ELLOS SE PELEAN nuevo sindicato de prensa “¿No hay ningún medio manejado por los propios periodistas?”, consultó sorprendido un lector de NAN hace algunas semanas. El lector extrañado hablaba de los “grandes medios”, o sea, medios comerciales, empresas periodísticas. Y no, las decisiones tienen dueño allí. Algunas pocas veces, el dueño es además periodista, pero la característica principal no es trabajar de sino negociar agenda (qué se publica y qué no), poder. El lector preguntaba por los trabajadores. Por esos que, sin poder definir los temas y abordajes en las empresas periodísticas, salen a la calle, investigan y redactan. Pero también están los fotógrafos, diseñadores y todos los que mantienen en pie al medio. Esos son los trabajadores de prensa. Y no, no toman las decisiones. El dueño, junto a otros, escucha a los trabajadores sólo una vez por año en una mesa de negociaciones para acordar los aumentos salariales: paritarias. Los trabajadores también se pueden hacer escuchar en otras ocasiones, si se organizan y reclaman. Para eso existen los sindicatos. En la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense los trabajadores de prensa se nucleaban en la Unión de Trabajadores de Prensa (Utpba). Allí se votaban pares para representar los intereses de todos ante las empresas. ¿Pero qué pasa si los trabajadores de prensa no sólo no pueden decidir qué se publica sino que tampoco pueden participar y definir qué reclamar ante los dueños? Eso pasó los últimos años, cuando los representantes del gremio se transformaron en burócratas. Los supuestos compañeros hicieron oídos sordos y contribuyeron al desgaste. Los trabajadores dejaron de participar, de reconocerse como tales; surgió apatía hacia la organización colectiva. Las patronales aprovecharon para negar derechos, flexibilizar el trabajo (las redacciones tienen la mitad de los planteles de periodistas facturando sin contrato) y perseguir la organización sindical de base. Hay otros trabajadores de prensa. Realizan las mismas tareas. Pero decidieron hacerlo desde una estructura distinta: colectiva,
cooperativa. En esos medios no hay patrones. Los que hacen el medio también deciden los temas y los abordajes. Son los trabajadores de medios populares, autogestivos, comunitarios y alternativos. Somos los que hacemos esta revista. El lector no preguntaba por nosotros, porque entonces sí le podríamos haber dicho que hay un medio manejado por los propios periodistas. Pero cómo reclamarle a nuestro lector si aún falta que lo reconozcan los propios trabajadores de prensa bajo relación de dependencia. Ante la inacción de la Utpba, los delegados de las empresas periodísticas convocaron y fueron respaldados para crear una nuevo sindicato de prensa. El respaldo también llegó desde los trabajadores de prensa autogestivos, que también necesitamos de un espacio gremial, hasta ahora negado por la burocracia del viejo sindicato. Hace tiempo que denunciamos la flexibilización de las empresas periodísticas. Hace tiempo que sostenemos que no somos una simple opción al mercado concentrado ni una salida fácil al sistema expulsivo de los medios comerciales, sino la respuesta social en la búsqueda de otra comunicación y un futuro para el periodismo. El sector de editores independientes genera en la actualidad miles de puestos laborales (1300, como mínimo, en el caso de las revistas culturales). Los trabajadores de prensa autogestivos denunciamos lo que los dueños callaban en sus empresas e impulsamos las leyes y debates que son la herramienta para desconcentrar la comunicación mercantil, para ir hacia un sistema de medios plural. Los trabajadores de prensa tenemos que unirnos y comprender que no vendemos productos, sino que velamos por el derecho a la comunicación. De otra manera, continuaremos jugando bajo las reglas del mercado, de los dueños, y en ese juego los trabajadores no tienen la palabra.
* Más información en www.revistasculturales.org.
VERMÚ
LA COMIDA ES LO PRIMERO antigourmet Texto: Hernán Panessi Foto: Jimena Gala
El sueño húmedo del gordo es morfarse la vida sin culpas ni obligaciones. Es miércoles al mediodía y el cuerpo de Matías está en su una oficina de Palermo, pero su cabeza está en una parrillita degustando una entraña con ensalada. Como todos los miércoles, Matías y su grupo de amigos se juntan a cenar. No importa dónde: cantinas, clubes, carritos, parrillas al paso, sucuchitos. Y de ese universo se desprende la guía gastronómica más sincera del país: no hay pautas, ni marcas, ni patrocinios. “Somos seis personas de distintos barrios y cada uno tiene un boliche favorito”, dice Matías, miembro fundador de este convoy de comilones. “Nos mandamos seis o siete mails por día recomendando lugares”, agrega prendido fuego. No tienen idea de argots gastronómicos. Y allí es donde radica su plusvalor. Los Antigourmet van, piden, comen, pagan y se van. La comida es lo primero, la moral viene después. Así las cosas, luego, vierten su opinión en el blog www.antigourmet.com.ar. “Nos hemos clavado en un montón de lugares”, señalan. Muchas veces, sobre esos clavos no escriben reseñas, para no defraudar a nadie. “Para que vayan a comer mal, mejor ni escribimos”. Por eso, es buen momento para saberlo: no todo lo que es bar de Palermo es necesariamente malo ni todo lo que es bodegón pintoresco es necesariamente bueno. La imagen es poderosa: caen a los lugares con unas chombas con un huevo frito dibujado en el corazón. Le piden al dueño si se puede dar una vuelta para contarles su historia, cuánto hace que están y tal. Hacen arqueología de los restaurantes. Y se comen todo. El chiste sugiere que van con el teléfono de la clínica de Favaloro a mano, con un desfibrilador o con un estómago de repuesto. “Tenemos a uno del grupo que es doctor y nos salva las papas”, apunta Matías sonriente. ¿Rico, abundante o gourmet? Qué dilema. ¿Con qué se sienten satisfechos? Ellos buscan atención, mozos de profesión, platos poderosos, buena relación precio/calidad y, es clave, un sentido de pertenencia que den ganas de volver. De su boca: “Fundamentalmente buscamos que si en la carta dice
‘milanesa con papas fritas’ nos traigan unas ‘milanesas con papas fritas’”. Los Antigourmet se entregan a la experiencia y no tienen reparos en gastar su plata. “Hemos ido a lugares donde pagamos 450 pesos por cabeza”. Por ahí anda su goce: morfar, pasarla bien y recomendar establecimientos que resuelvan sus pretensiones. “El barrio que más nos gusta para los bodegones es Boedo. Ahí están Sppiage di Napoli, Boedo Antiguo y La Tacita”, precisa este hedonista de la comida. “Tenemos un adicto en recuperación del gourmetismo”. De a poco, asegura, lo están llevando al lado de los buenos. A propósito, un buen dato: admiten que sus lectores se sumen a las panzadas. Una vez por mes, cierran bodegones con los que pegaron más onda, los llenan de gente y la fiesta de excesos está asegurada. La cosa es así: consiguen un buen precio por entrada, plato principal y postre; y, por su parte, como si fuera poco, le suman una barra con aperitivos para todos. En su blog, sólo dos platos tienen el máximo puntaje: una bondiola con puré duquesa de El Oviedo (“como estaba tan buena, creímos que le había salido de pedo, pero volvimos a ir y estaba igual de buena”) y el panqueque al ron de La Tacita (“nos gusta que nos prendan fuego la comida”). Y la mueca de alegría de Matías le rompe la cara. Todavía no almorzó pero, sin culpas ni obligaciones, ya tiene que correrse un botón del cinturón porque, de sólo imaginarse lo que vivirá esa noche, no puede más de gordo y de contento.
NAN #19
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EL IMÁN DE LO NUEVO hoy es el futuro Texto: Esteban Vera Foto: Martina Mounier
— ¿CÓMO MANEJAN LA SITUACIÓN DE ENTREVISTAR A SUPUESTOS ÍDOLOS O MÚSICOS QUE ADMIRAN, QUE NO SIEMPRE ESTÁN DE BUEN HUMOR?
Gonzalo Penas y Pablo Díaz Marenghi son el dúo dinámico que conduce el programa Hoy es el futuro (HEEF), uno de los pocos rincones en la tevé para que bandas y solitas muestren lo suyo. No son modelos, no visten a la moda; son, de hecho, algo así como la contracara de un VJ electronabo de QMúsica. A diferencia, en la pantalla, se muestran como pibes informados, anticancheros y corazones afines a los músicos. Así, cantan y bailan en los recitales de las bandas que agitan en el ciclo. En definitiva, HEEF es un espacio de difusión para la música emergente, música que propone sonoridades alternativas a la monotonía de las FM. Eso es lo mejor. Pablo completa: “Acompañamos, también, desde otro lugar, bajo una reciprocidad muy amena, casi una camaradería, diría”. La llegada de HEEF, ciclo que va por su segundo año de vida, fue una buena noticia para el frondoso bosque de la escena musical under. El programa es emitido por Barricada TV, canal de televisión que puede verse por aire en Almagro (Canal 5) y a través de Internet (barricadatv. org), cuyos estudios funcionan en el IMPA, empresa metalúrgica recuperada por sus trabajadores. Ya son 33 emisiones, online en su canal de YouTube. Explica Gonzalo: “Hay muchos programas de radio alternativos o barriales que intentan difundir la escena under y nosotros no queríamos hacer ‘más de lo mismo’. Queríamos aportar algo que no esté. Y no había un programa que salga con cámaras a cubrir recitales, haga notas, entrevistas y acústicos”. Bastar guglear para llegar a la misma conclusión. Los músicos son entrevistados tanto en el piso como en exteriores. Aparte, tienen la posibilidad de tocar en vivo en formato acústico. Mi Amigo Invencible, Bestia Bebé, Riel y Agustina Bécares fueron algunos de los que ya estuvieron. Videoclips, agendas y registros de los escenarios de festivales redondean el combo de cada emisión, que va los miércoles de 21 a 22, con la producción de Esteban Vij y la fotógrafa Jesica Giacobbe.
Pablo: — La experiencia en gráfica y radio nos ayudó a paliar todos los imprevistos que podían llegar a surgir en una entrevista en vivo. Fuimos hilvanando un estilo cercano a la charla informal, basándonos en la espontaneidad y la frescura que traían también nuestros invitados. También podríamos decir que, por suerte, no nos tocaron nunca de esos invitados “cascarrabias”. Recuerdo el primer programa, con Rosario Bléfari de invitada, toda una institución para el rock alternativo y una referente para nosotros. Gonzalo y yo estábamos bastante
nerviosos y por suerte su simpatía nos ayudó a soltarnos. ¡Casi se entrevistó ella misma! Su coconductor (también compañero en la revista Maten al Mensajero) coincide: “Con Fútbol y con Acorazado Potenkin nos pasó algo similar”. Para esta nueva temporada, HEEF (en homenaje al tema de La Polla Records) planea más coberturas y lanzar su sitio para tener más contacto con la audiencia. Gonzalo proyecta: “Me encantaría que en algunos años todo lo que producimos sea parte de un documental, como Surdesarrollo (N.d.R.: rockumental de 2009 sobre bandas que hoy mismo siguen creciendo, como Él Mató, Prietto Viaja Al Cosmo con Mariano y Onda Vaga) pero que vaya de 2009 en adelante”. En fin, ahora es el futuro para el programa.
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MÚSICA ERRANTE francisco, el hombre Texto: Ana Esperança Foto: Gentileza
Francisco, El hombre repite una oración como se repiten los mantras: una y otra vez. Va hilando versos que se hunden en la percusión y a la vez suenan nómades, livianos. Me voy a descubrir lo que me falta aquí prometo que volveré, pero cuándo, no lo sé. La canción, proyectada en un caleidoscopio de voces, refleja lo que los integrantes de este grupo hicieron durante el último verano. Cantada al español (algo llamativo
dado que Sebastián Piracés-Ugarte; Mateo Piracés-Ugarte; Andrei Martinez Kozyreff y Juliana Strassacapa son luso parlantes), redunda en el juego preferido de estos jóvenes artistas: salir a la ruta y llevar música como quien lleva agua en un cántaro al desierto. “La Pachanga” es el tema que vienen promocionando desde principios de enero. Subidos a este loop que le da nombre a su primer EP giraron por Chile, Mendoza y se presentaron en ciudades como Rio de Janeiro, Sorocaba, Uberlandia, Belo Horizonte y Goiás, donde formaron parte del line up del Festival Bananada, en el que participó Caetano Veloso y otras bandas de la nueva escena brasileña, como Boogarins, Pato Fu y Bikes y Luziluzia.
CINE TRASH muere monstruo muere Tan malas que dan la vuelta. Así definen los organizadores de “Muere Monstruo Muere” a las películas que proyectan todos los meses en el Teatro Mandril, de Humberto Primo 2758. El ciclo arrancó en noviembre y ya es una cita obligada en el mundillo del cine trash, donde se suman, además, la música, los videojuegos, los fanzines y algunas bebidas espirituosas para acompañar la noche. “Es un ciclo bastante caprichoso, en el que la idea es generar un espacio que se parezca al living de nuestra casa y miremos una película con amigos. La diferencia es que acá somos muchos más amigos”, cuenta Juanma Lavolpe, ideólogo del equipo organizador que completan Jonathan Weis, Sofía Sclocco e Ismael Alves. Las películas de “Muere Monstruo Muere” abarcan una gran diversidad de temas, nacionalidades y géneros, pero la idea básica es que provoquen algún tipo de reacción en el público. Principalmente, aplausos y risas. “Es fundamental remarcar que todos los films elegidos salieron mal, pero quisieron ser serios. Sus directores estaban convencidos de lo que hacían y no hubo una decisión previa de que fueran películas malas”, señala Ismael. Por el ciclo ya desfilaron, muy seductoramente, Troll 2, Samurai Cop, La historia de Riki-oh y Miami Connection. Esta última descripta por los chicos de “Muere...”
Texto: Malena Baños Pozzati Foto: Tomás Ballefin Benites
como una apología total... del taekwondo. Otro sello distintivo del ciclo es buscar aquellos títulos que nunca hayan sido proyectados en Argentina o que sean difíciles de encontrar. Ni el formato ni la nacionalidad son limitaciones para este ciclo, el único obstáculo puede llegar a ser la inexistencia de subtítulos. Sí, incluso en Internet faltan cosas. Y cuanto más profundo se bucea en el inframundo del cine de bajo presupuesto, menos versiones de esas fallidas películas se encuentran. Por eso, el monstruo quiere crecer. “Estamos buscando gente que pueda darnos una mano haciendo subtítulos. También sumamos en cada edición a todos los fanzineros que quieran venirse al sector de feria que tenemos”, agrega Juanma. “Muere Monstruo Muere” presenta bandas independientes en cada una de sus jornadas y también tiene espacio de venta de revistas, juguetes y remeras. A través de su página de Facebook, “Muere Monstruo Muere” no sólo avisa de sus próximas ediciones, sino que comparte rarezas de las películas que proyectan y aquellas que están en la mira. A modo de primicia: muy pronto llegará Operación Rosa Rosa, casi una película de James Bond a la argentina, pero con Sandro como el agente 007.
NAN #19
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“Francisco, El hombre, toma su nombre de una leyenda colombiana basada en la figura de un acordeonista que se batió a duelo con el diablo y venció”, cuenta Juliana vía mail. El corazón del proyecto late en relación “al cambio y a lo genuino”. Explica Sebastián: “El corazón no es de piedra, es un músculo en ejercicio, que aprende y madura con los años. Para mí está en aprender y transformarse y no conformarse nunca. Por eso viajamos tanto”. —¿CÓMO SE CONOCIERON? SON DE DISTINTOS LUGARES Y DIFERENTES NACIONALIDADES.
Sebastián: —En la ruta musical que recorre las ciudades de Sorocaba, Campinas y San Pablo. Tocando y haciendo lío. Juntos empezamos a hacer lío desde 2013 cuando decidimos bucear de lleno en este estilo de vida de aventuras. —SI TUVIERAN QUE DEFINIR SU FILOSOFÍA, ¿CUÁL SERÍA?
Juliana: —Nada es fijo. Lo que permanece es la apreciación de nuestro mundo y las personas que nos rodean y nos inspiran de infinitas maneras. Nos sentimos muy afortunados por vivir cómo vivimos.
Sebastián: —¿En teoría? No. En la práctica: expandir horizontes, romper fronteras, aprender y construir, transformar y enseñar con nuestras experiencias. Al momento de cruzar los últimos mails, Francisco El Hombre está en Campinas digiriendo lo vivido en dos intensos meses de tour que parecieron años. “Estamos ahora mismo en una sala levemente desordenada de la casa mais maluca de Barao Geraldo, entre dos perros y visitas de otros ‘cantos’ del mundo, recomponiéndonos”, escribe Sebastián. —PRESENTARON SU EP LA PACHANGA. Y AHORA, ¿CUÁLES SON LOS PLANES?
Sebastián: Lanzar nuestro clip del EP La Pachanga —lo teníamos guardado en un cajón hacía rato— tocar, presentarlo, tocar, viajar, tocar. ¡Y experimentar! Creo que a mediano plazo el plan es cumplir nuestro sueño: sacar nuestro primer disco larga duración. Juliana: ¡Y caminar hasta sangrar los pies!
ESTADOS DESUNIDOS
“BOCHINI FUE MÁS GRANDE QUE MARADONA” los rial A ESTEBAN Y SANTIAGO, MÚSICOS DE PERDEDORES POP, LOS UNE LA MISMA PASIÓN: EL CLUB ATLÉTICO INDEPENDIENTE.
Texto: Federico Córdoba Foto: Matías Pozzi
No todo son mujeres inasibles y amigos en las historias de los hermanos Rial. El fútbol es un mojón importante en las letras del dúo dinámico bonaerense. En “Planes” y “Colombia”, dos temas que forman parte del primer disco de los Perdedores Pop, aseguran que les hubiese gustado jugar algún partido en la Selección, usar la 10 en Independiente y que el combinado de Colombia con “El Pibe” Carlos Valderrama como conductor es un antes y un después en la historia del balompié. Aparte de la música, Esteban y Santiago comparten un mismo sentimiento: son fervientes hinchas del Rojo, ese grande que hace un año se fue a la B y que hoy tiene a su jugador emblema en el seleccionado que dirige Gerardo Martino. “No entiendo cómo el Tata no pone a Mancuello de titular. Incluso tendría que jugar de arranque y Messi ir de suplente”, sostiene Esteban con una pizca de acidez y abre el juego. Su hermano lo escucha atento. ¿CÓMO VIVIERON EL DESCENSO DE INDEPENDIENTE?
Santiago: —Es algo triste, pero no creo que sea grave. El descenso dignifica. A Independiente le hizo bien descender. Me parece copado haber descendido con cierto orgullo. No como Boca que hizo negociados para no bajar. Esteban: —El fútbol apasiona pero, de
última, es entretenimiento. A mí me afectó mucho más la muerte de Charly Piesco (N.d.R: ex baterista de los Perdedores Pop). Ni lloré por el descenso. Irse a la B es un baño de realidad. HACE UNOS MESES, LOS AUTORES DEL LIBRO “SERÁ SIEMPRE INDEPENDIENTE” ASEGURABAN EN UNA ENTREVISTA QUE LA FILOSOFÍA DE JUEGO DEL CLUB CONJUGA LA PATADA DEL LOCO ENRIQUE AL 11 DEL LIVERPOOL Y EL PASE GOL DE MARANGONI A PERCUDANI. ¿USTEDES QUÉ CREEN?
Esteban: —Independiente tiene dos almas. En los ´80 y los ´90 tenía equipos que disfrutaban todos, incluso los hinchas de otros clubes. Eran equipos carismáticos. Aparte, Independiente, cuando es un gran equipo, es grande con mucho menos presupuesto que otros clubes como Boca, River, incluso Racing. Es grande pero nunca es el ricachón prepotente. Santiago: —Y tiene menos ayuda de los árbitros. Antes lo que más me molestaba era que un jugador de Boca se tiraba en el área y automáticamente era penal. Imaginate ahora. ESTEBAN, DECÍS QUE NO TE GUSTA USAR LA CAMISETA DE TU EQUIPO. ¿POR QUÉ?
Esteban: —Es una falta de respeto al jugador. Es como disfrazarse de algo e ir por la calle así, como con ropa litúrgica. Tendrían que haber chombas sólo para hinchas. Santiago: —A mí me gusta ir con la camiseta, pero el mongolismo siempre existió. Y me refiero al mongolismo de la
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“CANTERO ES LA PRUEBA DE QUE CON BUENAS INTENCIONES Y DECENCIA NO ALCANZA. LE FALTÓ ALGO DE PERONISMO.” ESTEBAN
violencia, que te cagan a trompadas. Acá llegan a pasar diez hinchas de Racing y me ven con la remera y me matan. Supongo que no la usaría por paranoia. Esteban: —El cantito sodomizante tampoco da. Para mí ese tipo no sabe de fútbol, es gente que no accede al Fair Play del juego. ¿QUÉ EQUIPO RECUERDAN MÁS SI REPASAN LA HISTORIA DEL CLUB?
Santiago: —El equipo de Nito Veiga, que salió subcampeón. Ahí jugaban Oscar Ortiz y Mario Killer. A ese equipo después lo sacó campeón José Pastoriza. Esteban: —El de Jorge Solari es el que más seguimos. También vimos mucho a la reserva de ese equipo, que la dirigía Salvador Capitano. Un equipo impecable. Quizás menos espectacular, armado de atrás para adelante y con un Ricardo Bochini más viejo. Por primera vez en la charla, casi como un mantra, se menciona su nombre. Todos los hinchas tienen un jugador al que pueden llamar como un dios. Ricardo Bochini es la estampita de Independiente. El ídolo, la insignia, la marca registrada. El que tiene una calle con su nombre. “Bochini fue más grande que Maradona. Es algo que saben todos”, apunta Santiago entre risas. Esteban, más moderado, profundiza la idea: “Bochini era como un oficinista, un tío, un ajedrecista. Una especie de antihéroe que no gritaba los goles”. ¿QUÉ OTRO JUGADOR LOS EMOCIONÓ COMO EL BOCHA?
Santiago: —El Palomo Usuriaga nos hizo muy felices. Una vez fuimos a la cancha y Usuriaga en el primer tiempo ni la tocó. En el segundo, cuando empezó a caer el sol y la sombra comenzó a ganar terreno, el negro empezó a jugar, a entrar en contacto con la pelota. Hizo un golazo y dos o tres jugadas gambeteando a todos. Salió en todas las tapas. El tipo jugó porque había sombra. Después pidió el cambio y toda la cancha lo ovacionó. Increíble. Esteban: —Usuriaga es uno de los jugadores que más feliz me hizo en la cancha. No creo que sea una cuestión homosexual por el negro alto. Es puro amor. ¿CUÁL ES EL GOL QUE MÁS RECUER-
Santiago: —Lloré por contextos. Recién hablamos de los goles del Bocha, pero lloré y me emocioné mucho con la gente abrazándose. No tanto por el gol, sino por lo que rodeaba a eso. Esteban: —Lloré en la despedida del Bocha. En un momento dio una vuelta y todo el mundo lloraba. La humedad ambiente era por el llanto. ¿CUÁNDO CREEN QUE COMENZÓ LA DEBACLE DE INDEPENDIENTE?
Santiago: —Cuando le trajeron todos los jugadores al cleptómano de Pedro Marchetta, que encima es hincha de Racing, y no a Bochini y a Néstor Clausen. Ahí empezó todo. Esteban: —Independiente es de los clubes más internacionalista de la Argentina, por eso somos más cosmopolitas. Nosotros somos internacionales, elitistas y meritocráticos. Todo ese auge de lo nacional y popular nos perjudicó y por eso nos fuimos a la B. Independiente es muy clase media. ¿SE PODRÍA DECIR ENTONCES QUE LA GESTIÓN DE COMPARADA Y LA DE CANTERO FUERON PARA INDEPENDIENTE LO MISMO QUE EL MENEMISMO Y EL GOBIERNO DE LA ALIANZA FUERON PARA EL PAÍS?
Esteban: —Cantero es la prueba de que con buenas intenciones y decencia no alcanza. Le faltó algo de peronismo. A Moyano nunca le tuve simpatías particulares, pero hoy lo asumo como presidente. Como ‘mi’ presidente. Santiago: —Dejar de ser hincha de un equipo porque se fue al descenso es como decir que estás enamorado de una mina y porque se cogió a otro tipo decís que no la querés más. Lo que sucede es que hay que ponerle el pecho a las balas. Particularmente, me dolió más el esplendor de Arsenal que el descenso de Independiente. Hay gente que dice: “No, porque Arsenal ascendió todas las categorías”… Me parece feísimo. Horrible. Esteban: —Aparte, Julio Grondona funda Arsenal con 27 años. Si sos hincha de Independiente no fundás otro club. —EN “PLANES” CANTAN “SÓLO QUERÍA JUGAR ALGÚN PARTIDO EN LA
DAN?
SELECCIÓN Y SER EL 10 DE INDEPEN-
Santiago: —El que hizo Bochini de cabeza a Boca. Ver a la gente llorando y abrazándose en la tribuna es difícil de olvidar. Bochini hizo menos de 100 goles, pero muchos vistosos. También, recordando ahora, me gustó mucho el que le hizo de cucharita a Racing. Esteban: —El de Sebastián Rambert a Boca por la Supercopa. Inolvidable.
DIENTE”. ¿QUÉ TEMAS DE SU AUTORÍA
¿INDEPENDIENTE LOS HIZO LLORAR?
PODRÍAN SER CANCIONES PARA EL ROJO?
Esteban: —Todo lo que escribo es pensado en el Rojo. Santiago: —Yo le hice un tema a Bochini con los DChampions, pero nunca lo grabamos ni tocamos en vivo. Se llama “El Jugador”. Es un homenaje al Bocha, pero tratando de no ser literal.
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CANÍBALES REDUCTORES DE CABEZAS surfing maradonas ESTEBAN Y FOCHI SE CONVIERTEN CUANDO SUBEN AL ESCENARIO: PASAN DE SER DOS PIBES TRANQUILOS A UN PAR DE ANIMALES CAPACES DE ARRASAR CON TODO.
Fochi se saca los lentes y tira la remera al piso. Se sienta en la banqueta y acomoda los parches. Su imagen ya no es la misma: ese aspecto inseguro, de mirada baja y palabras suaves, es extirpado por una postura dura, de ojos filosos. A su lado, Esteban tira guitarrazos intentando calibrar el sonido. Aprieta los pedales, regula el seteo. Se prepara para la explosión. Se hace un instante de silencio. Los hermanos Fernández se miran. Fochi empieza; tira un golpe tan seco que duele. Esteban hace reverberar sus cuerdas. Es el momento del cambio. Ya no son lo que eran: ahora son los Surfing Maradonas; un dúo de desquiciados amantes del volumen extremo y la violencia sonora como atributo musical.
Es un domingo de principios de marzo y estamos en Pura Vida, ese bar de La Plata donde —según dicen— el rock vive. Es un lugar pequeño, oscuro y con las paredes pintarrajeadas. Acá huele a under profundo. Parece el lugar perfecto para que estos músicos desplieguen todo su arsenal: una batería inquieta y multifacética en cada golpe, una guitarra capaz de hundirte en el infierno o trasladarte al medio de una revolución salvaje, más líricas de ciencia ficción tenebrosa cantadas con granizo en la garganta. ··· Los Surfing Maradonas nacen en el oeste de la provincia de Buenos Aires, en San Justo. Era el amanecer de 2013 cuando Esteban —30, postura percherona y palabras pensadas— tenía algunas canciones y más vivas que nunca las ganas de tocar. Fue en busca de su hermano Rodrigo — de ahora en más Fochi, 26 años y aspecto indie— para darles vida. Así arrancaron, como dúo. Guitarra y batería respectivamente. Así también van a terminar. —No pintó poner un bajo —cuenta Fochi—. Fue como “¿da para poner un bajo?”. Y no. Así estamos bien. —Fue una charla al principio y nada más— recuerda Esteban. —Nos pasaba que en bandas en las que
Texto: Gonzalo Bustos Foto: Gentileza de prensa
tocábamos antes siempre había alguno que la cagaba mal —suma Fochi. Y también pensamos en cuidar eso. Si nos llevamos bien entre nosotros, para qué meter otro. Para mí lo humano es lo más importante. ¿CÓMO ES LABURAR DE A DOS?
Esteban: —Es más fácil juntarnos a ensayar, debatir una idea, organizarse para encontrarnos y tocar. Fochi: —También al momento de tocar: él me escucha a mí, yo a él y listo. Esteban: —Después las canciones las armamos en formato dúo y tenés que buscarle la vuelta. Si son cuatro es otra cosa: cada uno le agrega algo. Acá tenés que llenar, tenés que hacer una canción con un formato un poco raro si se quiere. Porque tenés que pensar la canción, reformularla, buscarle una vuelta. Tenés que manejarla sabiendo que es eso nada más. AL MOMENTO DE “LLENAR EL ESPACIO”, ¿A QUÉ APUNTAN?
Esteban: —Depende de lo que quiera decir la canción. La idea es que se entienda lo que quiere transmitir. Puede haber momentos de mucha distorsión y bardo, pero después frena. O sea, la idea no es que sea todo el tiempo quilombo llegando al nivel de no entenderse. Que
SOMOS REVISTAS CULTURALES INDEPENDIENTES EXIGIMOS QUE LA PRENSA GRÁFICA SEA DEMOCRÁTICA Tres puntos para democratizar el mercado de diarios y revistas 1.Derogación del decreto 1025 que fomenta la concentración 2. Ley de fomento de revistas culturales independientes 3. Ley que reconozca y proteja el trabajo de canillitas
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sea un momento de “¡qué están haciendo!” y después digas “ah, era esto”. Ese rasgo numérico y sonoro fue el que definió su identidad desde el arranque. Cual The White Stripes, la crudeza y furia se convirtió en atributo. A partir de ahí enhebraron canciones podridas que naufragan por el stoner, el noise y el grunge principalmente. —La identidad se definió desde el principio. El hecho de no meter un bajo te marca algo, un sonido —dice Fochi—. Como que quedó preestablecido. AL MOMENTO DE GRABAR SU PRIMER DISCO, “MAL AUGURIO”, ¿QUÉ BUSCABAN?
Fochi: —Fue tener los temas y grabarlos para salir a tocar. Tampoco teníamos uno sonido muy definido. Esteban ni siquiera tenía su propio amplificador. Ahora, después de tocar un tiempo, ya sabemos para donde vamos. Sin grandes pretensiones sacaron Mal Augurio: seis canciones rabiosas. El comienzo es con “Los gigantes” —el hit—, tema en el que una guitarra
distorsionada abre el espectro sobre un batería de ultratumba. En ese submundo stoner, Esteban canta con voz podrida sobre monstruos de cabezas retorcidas. Ni que hablará de él y su hermano. Después llega —intro diabólica mediante— “Aborigen infernal”, en el que Fochi se pone en primer plano para refregarte por la cara eso de tocar los parches: el manejo de climas y tempos de este pibe te deja boquiabierto. Con sus tambores te lleva al infierno. “Luces en el cielo” es una guerra en el barro entre las cuerdas vocales de Esteban que se quiebran en mil partes a medida que el machaque de la canción avanza. “Higher warrior” es el arrebato punk, feroz y enloquecido. “Cazando humanos” inicia un derrotero grunge que termina con “Against monsters”. Si quieren saber cómo sonaría la voz de Cobain hoy, presten atención al derrame que hace Esteban. Y hagan zoom sobre los golpes a las cuerdas para ver cómo es eso de llenar el espacio. ··· No son muchos, pero los que quedan están acá. La línea distorsionada de la viola que marca el comienzo de “Los gigantes” y el inicio del set de Surfing Maradonas los apiña contra el tablado. La cabeza va de arriba a abajo. Cuando cae lo hace brusco. Debe doler el cuello en ese movimiento. Sin embargo los pocos que están lo repiten. Así se abre el show, o dicho de otro modo, uno de los vivos más candentes del under argentino. —A mí, lo que me pasa cuando toco es que siento una descarga. Una descarga de lo bueno y de lo malo —había dicho un par de horas antes Fochi, sentando en la plazoleta enfrente del bar. Fochi es el corazón del dúo. Y Fochi es el seguro de que no habrá un paro cardiorrespiratorio, aunque también es el principal síntoma de infarto. Desperdiga granadas por todo el piso en los paisajes oscuros y luego se pone a saltar sobre ellos cuando la guitarra convierte la canción en un sacudón. Fochi nunca se queda quieto. Si la pieza terminó, empieza a golpear las diferentes partes de su batería. Suele darle seco y corto. La recorre toda. Ocupa el silencio. Cuando su hermano ya está listo, larga el toque de partida hacia un nuevo viaje. Fochi es un animal, un salvaje. —Tocamos porque nos divierte. Por eso hicimos la banda. Toco porque me gusta. Si no toco, bajón —fue lo que dijo Esteban. Esteban parece un tipo serio. Habla despacio, sonríe sólo cuando lo amerita. Cuando se sube al escenario, muta. El
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gesto —lo único y sólo por momentos— se torna inalterable, pero los movimientos al tocar su guitarra hablan: se pierde en sus seis cuerdas, se convulsiona con cada acorde, mira fijo a su hermano, naufraga en su interior, que es oscuro y monstruoso como su música. ··· Holocausto Alienígena, el segundo disco de Surfing Maradonas. Seis canciones —de nuevo— rabiosas. Sólo que está vez los detalles las agigantan. Ya no es un simple registro. Es más obra: la claridad en el concepto queda marcada como un progreso natural. Y el gen puede hallarse en “Against Monster”, el cierre del disco debut. En esos casi tres minutos se despliega la impronta del futuro cercano. Hay un sonido más pensado, un salvajismo contenido; hay minuciosidad en la ubicación y el plano de cada acorde según la demanda de la canción; hay acentuación en la aclimatación: hay una canción —grunge— hecha y derecha. Todo eso se desperdiga en el segundo LP. El punto más alto es “Incidente en el Uritorco”, en el que una guitarra desenchufada marca el ritmo pegándose bien a los parches, tranquilos como nunca antes. La voz de Esteban suena asquerosa como siempre, sólo que está vez se mete de fondo sumándose como un bálsamo refrescante. “Caníbales reductores de cabezas”, el cuarto track, es una muestra aún más acertada. Con un sonido electrificado en el que la guitarra se serpentea con estridencia en el riff y cadencia en la melodía, logran algo impensado: la pulcritud en la mugre. El cierre, “Marte”. Con un arranque distorsionado y reverberante, una bata seca y cánticos desquiciados, la llevan por otros universos. Acá se refleja el mayor atributo de estos pibes: mover a gusto y capricho los climas de una canción. ··· Una piba se mete los dedos en los oídos. La moza frunce la cara toda. Fochi chorrea sobre la batería. Esteban convulsiona. —Nos gusta tocar extremadamente fuerte —dice Esteban. —La banda lo requiere —suma Fochi—. Surfing Maradonas es así. —Es parte del concepto de los temas. Es como tomar una birra caliente — intenta explicar el guitarrista—. La birra es la birra, pero la querés fría. Bueno, los temas son los temas, pero tenés que tocarlos al re palo. La canción ya terminó, pero hace dos minutos los hermanos Fernández están
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surfeando un cuelgue envidiable. Es difícil definirlo, intentar describirlo. Suenan fuerte, muy fuerte. Hay, en 120 segundos, pasajes por diversos estilos, aires de diferentes mundos, furia y calma, Dios y el Diablo. Ellos están idos, cada uno en su instrumento, cada uno fundido con el otro en ese sonido de muerte. Las dos piezas se encastran, como si hubieran sido hechas a la perfección para eso. —A mí, la música me genera lo mismo que transmite —larga Esteban —. Lo mismo que canto es lo que me genera. Es como si estuviera del otro lado viendo la banda. —Es medio violenta la banda —dice Fochi. —Claro, es violenta. Es una violencia con una ética. No es simplemente bardo. Es como un despertar, una rebelión. Sacarse todo eso que uno va cargando. Es una violencia por algo bueno. ¿A QUÉ APUNTAN CON LA BANDA?
Fochi: —A divertirnos diariamente. Esteban: —A poder hacer lo que nos gusta.
OBSERVÁ
LA NEUROSIS CREATIVA DE camila fabbri Texto: Esteban Vera Foto: Victoria Leihuyk
A LOS 15, SU PSICOANALISTA LE SUGIRIÓ ARRANCAR TEATRO Y ELLA ACEPTÓ SIN NINGÚN TIPO DE RESISTENCIA. A PARTIR DE AHÍ, EMPEZÓ A DARLE FORMA A SU CARRERA
UNO. Camila Fabbri es dramaturga, directora, escritora, actriz y todo lo que quiera ser. Y lo hace bien, sin desentonar en ningún rubro. Sin embargo, lo que más le gusta es escribir. Pero no está ansiosa por ver su nombre y apellido en la portada de un libro —asegura—. Todo lo contrario: publicar le da pánico. “Me da mucho pudor, también, pero en el fondo es lo que más anhelo”, cuenta y se le enciende
la mirada hablando de libros. Algunos podrán pensar que éste es un sentimiento adolescente e incluso infantil. Allá ellos. Mientras tanto, ella lee mucho, se dedica a pulirse en talleres literarios, a escribir sin tiempos y sin saber a dónde irán a parar sus textos. Algunos ya fueron publicados en revistas culturales, y uno de ellos acaba de aparecer en una antología dedicada al cuento argentino —editada por la Univer-
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sidad Nacional Autónoma de México—, con ficciones de los reconocidos Federico Falco, Samanta Schweblin y Mariana Enríquez, entre otros. DOS. Esta chica es, sobre todo, directora y dramaturga. Hasta ahora, a los 25, ya dirigió tres obras de teatro y prepara su próximo estreno. “Es mucho menos expuesto poner una obra en cartel, porque está intermediada por los actores”, cuenta. En cierto sentido, lo es. En agosto último comenzaron los ensayos de Condición de buenos nadadores (A dama da Noite) en la pileta de natación del Club Vasco Argentino Gure Echea. Ese club será una sala no convencional cuando comiencen las funciones. “Recrear una pileta en una sala me parecía un poco ridículo”, apunta. A través de un diálogo mutilado entre un hombre y su hijo sordo, la pieza trata sobre la compleja relación padre-hijo. De eso, entre otras cosas, va la siguiente pieza de la joven dramaturga, graduada en 2014 en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD). TRES. La idea de incursionar en teatro fue una “sugerencia” de su psicoanalista, cuando tenía 15 años y estaba conflictuada con su timidez (“Sigo siendo tímida”). Aceptó sin resistirse. “Me resultaba muy difícil relacionarme con las personas que no fueran completamente de mi entorno, me encerraba mucho en dos o tres personas. Me quedaba muy recluida en mi casa, me parecía que eso estaba bien. Por ahí no estaba “taaaaan” bien para la edad que tenía. El teatro te extrovierte un poquito, y a mí me extrovertió un poquito, no mucho”, confía entre risas. Entonces, se anotó en la escuela del actor Julio Chávez, reconocido entre otros papeles por encarnar al gitano Perotti en el unitario El Puntero. “Fue más que un docente de actuación. Nos enseñaba también desde el lugar del director, para ver la escena un poco desde afuera y ver qué se podía cambiar para que algo comience a pasar. Eso me ayudó cuando tuve que dirigir Brick”, cuenta. Fue su primera obra y la escribió en el taller que hizo con la talentosísima Romina Paula, también actriz, dramaturga y directora. Por entonces, Camila tenía apenas 21 años. Le fue bien. Luego, le siguieron Añejo y Mi primer Hiroshima (2012). Un par de años antes, debutó en Las amargas lágrimas de Petra von Kant, del realizador alemán Rainer Werner Fassbinder, en el Teatro Beckett. Hasta el momento, fue su debut y despedida de los escenarios. Hete aquí una paradoja: “Soy
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actriz, pero en teatro ya no actuaría, es mucha la exposición”, aclara esta chica de piel pálida y rasgos un poco juveniles y hasta algo ingenuos, que nació en la Capital Federal en 1989. Hoy sólo está detrás de la escena: escribe y dirige. CUATRO. En su debut en la pantalla grande, se la vio preciosa y espontánea en Dos disparos —film escrito y dirigido por Martín Rejtman, referente del Nuevo Cine Argentino—. En la película hace de Ana, una piba que trabaja en un Pumper Nic y lleva dos años separándose de su novio. No pasó inadvertida: fue nominada como “Revelación Femenina” en los premios Cóndor de Plata, que entrega la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. “No espero ganarlo, tampoco sé si lo deseo del todo, pero sí me da mucha alegría estar ahí”, comenta. La ceremonia de entrega será en junio. Y todo a pesar de su aversión a las audiciones. Para la película “hice varias veces una escena con un casco de moto y siempre me decían ‘menos, menos expresión’, como si yo pudiera ser menos expresiva de lo que soy, pero parece que sí”, cuenta. Y remarca: “Rejtman respeta
“SOY ACTRIZ, PERO EN TEATRO YA NO ACTUARÍA, ES MUCHA LA EXPOSICIÓN.” muy religiosamente cómo se dice el texto, quiere que se diga tal cómo lo escribió, cero improvisación”. Como autora en sus obras, no estalla si le tocan una coma en los diálogos. “El teatro permite agregar una palabra antes o después para que parezca más fresco lo que se está diciendo. Es que necesitás que todo parezca mucho más real. Obvio, llevo el texto y dejo que los actores improvisen, pero no que lo cambien todo. He tenido esos casos. Siempre hay una discusión con los actores. ‘Esto no me parece orgánico y dice mucho’. ‘Orgánico’, ¿¡qué quiere decir eso!? Me acuerdo que trabajé mucho con actores que venían de la escuela de Julio Chávez y se hablaba siempre de lo ‘orgánico’ de la escena, pero no sé si todos sabíamos bien qué quería decir (risas)”. CINCO. A la hora de sentarse a escribir dramaturgia, no se inspira en los intérpretes, siquiera si son amigos.
“Con los actores de Mi primer Hiroshima (María Canale y Julián Infantino) más el director artístico (Ramiro Bailiarini), nos gustó mucho trabajar juntos; además nos hicimos muy amigos. Pensamos en seguir trabajando como grupo en otra obra. Pero apareció una limitación al momento de escribir para actores de determinada edad. Tenía ideas generales, pero no las podía bajar. Hicimos algunas pruebas, improvisamos, pero me di cuenta de que, al menos en este momento, eso no me funciona. Ahora sólo nos juntamos a comer”, explica. Sin embargo, planean a volver a trabajar juntos. Así las cosas, revela: “El cuerpo viejo me parece atractivo para la escena. En el EMAD escribí una obra sobre una pareja de 70, con dos hijos chicos, de 9 y 10. La historia es un poco un juego imposible. Últimamente, mi imaginario va más por ahí. Aparte, desde los 7 a los 10 años viví en la misma casa con mi abuela. Ella tendría 70 y pico. Yo la miraba todo el tiempo. Nos hicimos amigas. Estaba mucho con ella. Yo estaba muy prendida a todo lo que ella decía, hacía, leía, contaba. Teníamos rituales, como ver juntas Susana Giménez. O por ejemplo, en ese momento, yo tenía insomnio y ella me enseñaba a rezar, porque si rezaba iba a poder dormir. Me quedó muy impregnado algo de ella.” Sólo así se comprende que cuando escribe teatro suele pensar en personajes grandes, como en Brick y Añejo. SEIS. Cuando tiene que hablar de referentes, dice: “Van cambiando constantemente. Cada libro que leo es un referente hasta que llega otro. Tengo un fetiche con los libros, aunque sólo leo ficción, muy poca dramaturgia”. SIETE. Dice que es una chica “muy hipocondríaca”, que va de hospital en hospital. “Creo que eso tuvo que ver para que mi psicoanalista me envié a teatro. De todas maneras, sigo yendo mucho a la guardia”. Ríe. También tiene fobia al subte (“Hace siete años que no viajo en uno, no sé qué sucede ahí abajo”) o a los ascensores herméticos. “Igual, nunca me quedé encerrada; pero es un miedo a que suceda. Qué gracioso. Me sirve decirlo y reírme”, comenta y esboza que en algún momento sus neurosis y fobias las va “a tematizar en algún personaje”. Una cosa está clara: “Si no hiciera teatro, tendría muchos más problemas con la exposición”, concluye.
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“HACER CINE DE GÉNERO ES UN DESAFÍO” crudo films Texto: Marcelo Acevedo / Nahuel lag Fotos: Luciana Serrano
TAMAE GARATEGUY Y JIMENA MONTEOLIVA ROMPEN CON LA MONOTONÍA MACHISTA DEL AMBIENTE Y SE DEDICAN A PRODUCIR UN TIPO DE CINE QUE APUESTA POR LAS MUJERES FUERTES, EL SEXO Y LA VIOLENCIA.
No es extraño que se constituyan sociedades artísticas en las celebraciones post-festivales. Allí donde los actores, productores y directores se cruzan entre música y copas, los nervios ceden y la competencia desaparece. Tamae Garateguy y Jimena Monteoliva se conocieron en un Bafici. Tiempo después volvieron a cruzarse en el festival suizo de Locarno, donde pegaron buena onda. Finalmente, terminaron de sellar su amistad en otra edición del festival de cine independiente más importante de Buenos Aires. “Estábamos bailando en la fiesta de cierre del Bafici, Jimena me pregunta en qué ando y le respondo ‘bien, haciendo una película de tiros’. Entonces ella me mira y me dice: ‘¡Me encanta!’. Yo pensé ‘ésta está loca. ¡Genial!’. Nos juntamos,
le mostré un par de fotos del proyecto y le gustaron. Así arrancamos”, recuerda Tamae cómo comenzó todo. Por esos días, la directora había ganado algunos premios con UPA!, entre ellos, el de “Mejor Película Nacional” en el BAFICI 2007. UPA! es un film que dirigió junto a Santiago Giralt y Camila Toker, en el que parodiaban con humor ácido el esquematismo de recursos tanto estéticos como narrativos de aquel Nuevo Cine Argentino que comenzaba a agotarse por estancamiento. En esa película, además de la cuestión lúdica para con el espectador, el trío buscaba hablar de otras cuestiones: “Queríamos hacer un comentario sobre el hacer cine sin guita, sobre los egos, las pretensiones, esa cosa del querer ser autor, de nuestras imposi-
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bilidades, del fracaso”, explica Tamae. Para ese entonces, Jimena Monteoliva estaba dando sus primeros pasos a cargo de la producción general en películas como Estrellas (León-Martínez, 2007), otra historia crítica sobre cierta manera de producir, que aborda el tema de la utilización de no-actores en un contexto profesional y utiliza el metalenguaje para hablar desde el cine dentro del cine. Claramente, eso influyó al momento de reunirse bajo un objetivo en común, y en un gesto coherente eligieron no seguir ninguno de los caminos que venían transitando. Luego de ponerse de acuerdo, al final, pudieron canalizar las ganas de hacer cine a contramano en una productora con nombre y apellido: Crudo Films.
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TIEMPOS VIOLENTOS Lo que consolidó a Tamae y Jimena como un equipo cinematográfico no fue sólo la similitud entre sus primeras películas y ese gustito por reírse de los clichés de aquel cine que empezaba a aburrir, sino el amor puro y genuino por el cine de acción. “La verdad que lo que nos unió fue que queríamos hacer películas de sangre y tiros”, reconoce Jimena, y Tamae completa: “A mí me gustan las películas de chabones con chumbos. Es con lo que crecí, lo que me influenció. Una vez Pablo Parés dijo que era fanático del cine de súper acción y nosotras también crecimos viendo eso. Por eso nos pintó esa locura de mandarnos a hacer una película de tiros como Pompeya”. A pesar de haber dejado de lado la crítica y el estilo mockumentary, en Pompeya (2010) vuelven a insistir con ese juego de muñecas rusas, de cine dentro del cine, pero desde la perspectiva de una ficción violenta. “Arrastrábamos eso de las películas anteriores y era como terminar de hablar del tema. Además, era la manera que yo conocía como para justificarme por si me quedaba mal la historia dentro de la historia”, confiesa Tamae y agrega: “Ahora lo ves y podés decir que es digno, correcto, usando como referencia a Violent Cop de Kitano, que tiene una puesta súper moderada, sin embargo es creíble, cinematográficamente linda y no anda
gastando millones de dólares en tiros”. La cuestión de la financiación y el presupuesto es un punto crucial a la hora de pensar en producir cine de género. Hace no mucho tiempo, el desafío de los directores argentinos avocados al género era realizar una buena película sin contar con un gran presupuesto o directamente volcarse a hacer cine Clase Z, sólo por diversión y para hacer reír a los amigos. “Cualquier persona puede hacer una película cuando la haces con tus amigos y tienes las ganas. El tema es que si quieres hacer una película con un poquito más de calidad, necesitas plata”, argumenta Jimena con su acento importado de Galicia, donde se crió. Y cierra la idea: “Esa plata, hoy, viene del Incaa. Poca gente había hecho cine de género que no sea Clase B. O no se les ocurrió hacerlo, o no tenían los antecedentes, que es otro tema con el Incaa. Nosotras lo hicimos. Y eso nos dio plata, nos dio estrenos y los medios hicieron su crítica. Es decir, nos dio visibilidad”. Su segunda película en conjunto también fue en parte financiada por el Incaa, con el concurso Tercera Vía. Mujer Lobo (2013) se hizo en pocos días y Jimena todavía tiene pesadillas por los problemas del rodaje. “No le recomiendo a nadie hacer una película de ficción con tercera vía de financiación”, resalta con una risa nerviosa. “El Incaa sólo financia el 70 por ciento, el resto tienes que bancarlo
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“SI EL DISCURSO Y LAS ESTÉTICAS SE CONSTRUYEN A PARTIR DE LO QUE UNO VE, Y EL NOVENTA Y CINCO POR CIENTO DE LO QUE SE VE VIENE DE LOS HOMBRES, ¿QUÉ ES LO QUE TE VA A TERMINAR GUSTANDO?”, TAMAE. tú. Nosotras lo hacemos con amigos que nos cobran menos, trabajando gratis, poniéndonos la cámara al hombro. Sigue siendo cine de guerrilla, a pesar de todo. Aunque tengamos tres millones de dólares va a seguir siendo guerrilla”. Sin embargo, Jimena confiesa que sueña con hacer una película totalmente financiada: “Sí, le pongo una velita todos los días a San Expedito”. Tamae asiente y reconoce que “hacer una película grande estaría buenísimo”, pero —aclara— sólo como una experiencia más, lejos de la idea de esos directores que tienen como objetivo llegar a Hollywood y quedarse allí por siempre. “Producir cine de género suele ser tan fluctuante como desafiante. Es como esa sensación de abrir la heladera y tener que comer lo más rico que puedas con lo que tenés a mano. A veces, abrís y están los ingredientes más exquisitos; otras abrís y tenés sólo un huevo. Tenés que comer porque tenés hambre. Bueno, entonces que sea el mejor huevo de tu vida. Aunque sea un huevo crudo”, resume una de las cabezas hambrientas de la productora. PASIÓN DE GÉNERO Si bien todas las producciones de Crudo abordan el cine de género, particularmente suelen hacerlo desde una postura que escapa a las convenciones y al esquematismo. Las chicas no hacen género duro (como puede ser un slasher clásico, con sus estructuras concretas y casi inamovibles), sino que juegan con los bordes y los retuercen, a base de giros inesperados, como puede verse en Pompeya o Mujer Lobo. “El requisito indiscutido de la productora es el género. Luego, las películas tienen que tener un twist, una vuelta de tuerca”, explica Jimena. “El objetivo de Crudo es el criterio. Por ejemplo, cuando pensábamos Pompeya sabíamos que se podía hacer una de matones, pero filmándola de una manera que no se vea el artificio, de mala calidad o inexpresivo”, dice Tamae. Ese criterio a la hora de tomar decisiones artísticas fue lo que llevó a Crudo Films a ingresar al Fantastic Market
dentro del contexto del significativo mercado del Fantastic Fest. Además, El Plata, la propuesta más ambiciosa de la productora, es el primer proyecto latinoamericano en entrar al mercado coreano de cine fantástico. El relato de vampiros —con una clara influencia en Thirst (2009), de Park Chan-Wook— buscará allí parte de la financiación necesaria. La cuestión parece estar complicada porque, según ellas mismas aseguran, el proyecto necesita de un presupuesto de tres millones de dólares. De otra forma, es imposible realizarlo. MUJER BONITA ES LA QUE LUCHA No hay dudas que Garateguy y Monteoliva son mujeres luchadoras, guerreras del cine que no necesitan ser aceptadas por nadie. Pues se ganaron su lugar legítimamente, a pulso constante de trabajo y pasión. No obstante, Tamae reconoce que todavía persiste algo de esa imposición patriarcal que dicta que de alguna manera las mujeres tienen que ser aceptadas por los varones. Indudablemente, no es fácil para un par de chicas hacer películas de tiros, sangre y violencia en ese ambiente con tanto olor a huevo. “En el caso de Mujer lobo, que es un thriller erótico, todos me miraban como diciendo: ‘¿A esta le gustará que le hagan eso?’. Terminan las películas y veo las miradas, no es que me lo imagino. Si vos hacés una historia en la que reventás a una mina, nadie va salir a decir: ‘A vos te gusta reventar minas’. Pero con las mujeres es como que se dispara otra fantasía. Que yo sea mujer y presente una película como Pompeya que acá, en su momento al menos, fue muy violenta, los deja como más impresionados.” Estamos acostumbrados a que las mujeres en el cine sólo actúen como receptoras, que pongan el cuerpo y absorban la violencia estoicamente. Inclusive actrices con fortaleza como Tura Satana, una rebelde que rompe los cánones de la feminidad, sin dejar de sexy y hermosa en el clásico film de Russ Meyer Faster Pussycat! Kill! Kill! (1965), sólo se supone fuerte porque así las muestra un hombre.
Entonces, nos seguimos sorprendiendo cuando una mujer se pone detrás de la cámara, cuando pone el ojo y el cerebro al servicio del cine y no sólo la cara bonita. Justamente, esa particularidad es lo que las hace resaltar; son chicas atrevidas que se animan a hacer “cine de chicos”, pero con una impronta particular, femenina y poderosa. Y, probablemente, sea por esa falta de mujeres fuertes del otro lado del lente, que al momento de hablar de las Influencias en Mujer Lobo, sólo salen a la luz películas dirigidas por hombres: El imperio de los sentidos (1976) de Nagisa Oshima; Repulsión de Roman Polansky, o Matador de Almodóvar. “Si el discurso y las estéticas se construyen a partir de lo que uno ve, y el noventa y cinco por ciento de lo que se ve viene de los hombres... ¿qué es lo que te va a terminar gustando? Cinematográficamente, las mujeres son representaciones hechas por los hombres”, sostiene Tamae. CINEASTAS INQUIETAS Crudo Films es mucho más que las películas que esta dupla filmó, proyecta o sueña, siempre con el respaldo del guionista Diego Andrés Fleischer. No sólo van a producir la esperada Kryptonita —dirigida por Nicanor Loreti y basada en una novela de Leonardo Oyola—, sino que también están detrás de Lava, el segundo largometraje de Ayar Blasco en el rol de director, mientras Tamae por su lado —junto a Santiago Giralt y Camila Toker— estará presentando UPA! 2 en el BAFICI 2015. A fin de año, además, comenzaran con el rodaje de una de luchadoras argentinas de MMA, co-dirigida entre Tamae y Loreti. Mientras tanto, siguen de gira con Toda La Noche (2015), una película que comenzó como una de caníbales y erotismo, pero se deformó hasta terminar siendo un slasher bien argento, con un asesino que utiliza una máscara de vaca. “Con Tamae nos conocimos y surgió una relación atómica ¿Con qué otra loca voy a hacer este tipo de películas?”, bromea Jimena.
MEDIOS
HISTORIAS PARA MENTES ALTERADAS palp
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LA REVISTA DE RELATOS CORTOS PUBLICADA POR LA EDITORIAL LLANTODEMUDO PROFESA UNA MIRADA ACTUAL, A LA VEZ SERIA Y DISTENDIDA, ACERCA DE LA LITERATURA DE GÉNERO.
Texto: Marcelo Acevedo
Hubo un tiempo en que las revistas pulp se vendían de a miles, por un penique inglés o a diez céntimos de dólar. Publicadas en “pulpa de papel”, un material de baja calidad y rústico al tacto, la literatura pulp valía como divertimento para la clase trabajadora que buscaba una vía de escape a los problemas cotidianos, principalmente económicos. El terror, la ciencia ficción, el policial y el fantasy se daban cita en páginas amarillentas y dibujos en blanco y negro, ofreciendo al lector emociones de las que carecía su monótona vida. La pulpa de la fruta es lo sabroso —asegura el editorial del primer número de Palp—, la mullida carnosidad donde se hunden los dientes, el jugo que salpica y chorrea. La pulpa, entonces, es acción y agite, sangre, sudor y sexo, historias de género para mentes alteradas. Palp es una revista de relatos cortos publicada por la editorial cordobesa Llantodemudo y nacida a partir del amor que sus artífices profesan hacia la literatura de género. Tiene, según sus propios creadores, “una mirada actual, a la vez seria y distendida (e internamente alterada por esa contradicción absurda), acerca de la literatura y los géneros”. En sus páginas pueden hallarse relatos asombrosos fugados de la pluma de escritores contemporáneos de diferentes latitudes, unidos por el talento y el amor hacia estos géneros. Artistas de las letras como Elvio Gandolfo, Leonardo Oyola, el uruguayo Ramiro Sanchiz, el mexicano Rodolfo Santullo y Laura Poce confluyen con los dibujantes Fernando Calvi y Nicolás Brondo para engrosar las páginas de esta publicación con formato de libro. Editar una revista-libro puramente de género no sólo es un desafío, también es una declaración de principios y un acto de amor. Mientras algunas revistas optan por dejar el papel y pasarse al formato digital, por una cuestión de costos y comodidad, el consejo editor de Palp decidió hacerle el aguante al soporte físico y rendirle homenaje a esos objetos palpables que son un delirio para los sentidos del bibliófilo. Las revistas Palp son un objeto pop en toda regla, un pedazo de cultura que se atesora y se exhibe con orgullo en las bibliotecas de quienes crecieron con las series de televisión, el cine clase B y la era dorada de la ciencia ficción, y que no se avergüenzan de su formación como lectores y consumidores de todo tipo de cultura, escapándole a esa vieja —y a esta atura, rancia— dicotomía entre apocalípticos e integrados. “Si nos hundimos en el pasado, vamos a ver que desde siempre la creatividad popular viene mordiéndole el interés a la llamada alta cultura: los relatos fuente con los que después un ciego o un grupo de delirados armaban los inmensos poemas épicos; las crónicas de naufragios o los chismes de amoríos que usaba el isabelino
más grande para mandarse sus tragedias y comedias”, argumenta Sebastián Pons, uno de los editores de Palp, en defensa de la ficción de explotación y todos sus derivados. Lo que ayer era literatura basura hoy puede ser considerada “de culto”. Personajes como El Increíble Hulk, quien a principios de siglo hubiese sido el protagonista de cualquier folletín barato, vende por estos días millones en cómics, muñecos y películas, encarnado por actores de renombre como Edward Norton. Hasta aquí Palp cuenta con tres números, el último recién salido. El proyecto, además, va acompañado por una página web (revistapalp.wordpress.com), de series semanales que en un futuro serán editadas al papel. El desafío está plantado en bateas de librerías y comiquerías, a la espera de lectores temerarios con ganas de probar un plato fuerte, picante, de pulpa sabrosa.
LOS CANDIDATOS
LA TERCERA POSICIÓN naty menstrual
EN UN MUNDO QUE EXIGE DEFINICIONES, ALGUNAS BINARIAS, ESTA ACTRIZ, ESCRITORA Y DISEÑADORA LEVANTA SUS BANDERAS Y SE PLANTA. “YO LE DIRÍA A LA GENTE: TENÉS QUE SER FELIZ, TENÉS QUE COGER MÁS”, DISPARA.
Texto: Rocío Magnani Foto: Kala Moreno Parra
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Travesti, actriz, comunicadora, escritora, diseñadora de ropa. Naty Menstrual, lo que sea que piense algún papá, sus amigos o el novio de alguien que lee esta nota, también es una caminadora de agujas y la mujer que no para de saludar a los mozos y comensales del bar La Poesía de San Telmo, donde se reunió con NAN. El problema es que no es nada de eso. Naty Menstual no acepta siquiera la idea de ser la multiplicidad de esos elementos. Asegura que la palabra artista no la define, le resulta “de mucho peso”, y reconoce que es posible que de vieja algún día se canse de vestirse como mujer — heteronormativamente hablando— y se calce unos pantalones a cuadros como el que usan los de los abuelos que intercambian estampillas en Parque Centenario. ¿Por qué? La concepción de lo constante en el género también es una construcción social. Cuando nacemos se nos invita de forma coercitiva a adoptar un género de por vida, pero cuando corremos lo fisiológico, esa barrera de
¡! MONÓLOGO SOBRE LA IGLESIA
“Al Papa le acabaría toda la sotana. No puedo creer que en este siglo exista un Papa o un rey. Antes era un hijo de puta el Papa, un facho, un anti aborto, un anti puto. Ahora se hizo Papa y se transformó en una mezcla de Justin Bieber y Madonna. Va a Brasil y lo reciben enloquecidos. Este es peor que el Papa anterior. Porque el anterior era un hijo de puta y se le notaba. Este no. Era el momento para poner un Papa latinoamericano, darle eso a una Iglesia que lo único que demostraba era un asqueroso poder y que tenía a otras Iglesias chupándole gente. Entonces, por eso tienen un papa popular, que sale a las calles y hoy besa a un enfermo, ayer besó a un leproso, ¡hoy besó a una gorda! Se dieron cuenta que necesitaban una imagen junto al pobre, porque eso le permite a la Iglesia seguir haciendo negocio. Lavar culpa les importa un choto.”
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lo inalterable se derrumba. “No hay una diferencia enorme entre lo que yo pude haber sido cuando era puto y ahora. ¿La ropa? Sólo manejamos que existe un hombre y una mujer. No hay otra posibilidad. Por ejemplo, si una nace chica y quiere ser chico, tiene que tomar hormonas para tener barba. ¿Pero y si no se pone una prótesis de pito porque quiere seguir disfrutando con su concha? ¿Qué es entonces? (…) Somos tan modernos que el Gobierno les da el documento de mujer a las travestis. ¿Por qué me tengo que hacer el documento de mujer?” ¿Y CÓMO DEBERÍA SER EL DOCUMENTO PARA VOS?
—Travesti. O trans. O una tercera opción donde entre todo como una bolsa de papas. La Ley de Identidad de Género, sancionada en 2011, además de incorporar los tratamientos médicos de adecuación
“LA POLÍTICA ES LA VIDA Y ESTÁ CON NOSOTROS TODO EL TIEMPO. PERO A VECES SE CONFUNDE CON LA POLÍTICA PARTIDARIA.” a la expresión de género al Programa Médico Obligatorio, define que toda persona puede solicitar una rectificación del sexo, nombre de pila e imagen en el DNI para que coincida con su identidad autopercibida. Sin embargo, la opción es el binario atemporal femenino y masculino. En su libro Continuadísimo (2008), Naty ya hablaba de esto y sentaba su postura: “Tenía que tener un hijo, sí o sí, como fuera. (…) Planeó la gran mentira para que fuera perfecta, como lo de ser mujer a pesar de su horrible pija atrofiada negada y escondida. Pensaba ponerse relleno en su barriga en un programado in crescendo”. ¿SENTÍS QUE CON TU PRODUCCIÓN REPRESENTÁS A UNA MINORÍA MARGINADA? DIGO, EN LA EXPRESIÓN DE VIVENCIAS, PROBLEMAS Y SENTIRES QUE ESTÁN EN TUS CUENTOS.
—Vos sabés que eso lo piensa más la gente que no es del ambiente. Mi literatura la lee muchísima gente heterosexual. Yo nunca hice un show en un bar gay. Muchísimas mujeres grandes leen
¿? ¿QUIÉN?
Naty Menstrual nació y vive en San Telmo, donde todos los domingos vende ropa en la feria de la Plaza Dorrego. Es autora de Continuadísimo (Eterna Cadencia, 2008) y Batido de Trolo (Milena Caserola, 2012). Se presenta todos los viernes a las 21 en Mu. Punto de Encuentro (H. Yrigoyen 1440, CABA) con personajes y lecturas de producción propia.
mis libros. Creo que tiene que ver con que es una literatura donde lo femenino es víctima de cosas y sufre. Sacale el pito, la concha. Hablo de lo femenino. ¿TE METERÍAS EN POLÍTICA? ¿SERÍAS CANDIDATA?
—No me interesa en este mundo. ¿Por qué los políticos tienen que ganar tanto dinero? Es como mantener una monarquía. ¿Quién sos vos para ser rey? Fuiste chorro toda la vida y por eso llegaste a rey. Hay que ver quién se pone a trabajar si no tiene un sueldo como el que tienen ellos. Los que hacen política de verdad son otros: en Rosario una mina que es lesbiana y tiene un comedor. Esa mina hace política de verdad. Yo creo que la política es la vida, está con nosotros todo el tiempo. Pero a veces se confunde con política partidaria. La mayoría de la gente no hace política, la mayoría de la gente quiere poder. Y lo que pasa entre el hombre y el poder es muy complicado. Todos tenemos una porción de poder. ¿Y EN QUÉ ÁMBITOS SENTÍS QUE TENÉS PODER?
—A veces en la cama. A veces en un escenario. Es un poder interesante. No es el poder del pie sobre el otro. Estás en un escenario y la gente se divierte, la gente te aplaude. Es muy difícil el tema de qué haría si me candidateara porque hay problemas de base que son muy complejos. Yo a la gente le diría: tenés que ser más feliz, tenés que estar más relajado, tenés que coger más. SERÍA UN BUEN SLOGAN DE CAMPAÑA.
—Claro, a coger que chocan los planetas.
MIRÁ
VIGILAR Y CASTIGAR ciberguerra
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MIENTRAS LA TECNOLOGÍA EXPANDE LAS FRONTERAS DEL SEGUIMIENTO INDIVIDUALIZADO, EN EL MUNDO ENTERO SE ABRE UNA GUERRA POR EL CONTROL DE LA INFORMACIÓN. UNA DE HACKERS, ESTADOS Y CORPORACIONES. Texto: Pablo Lozano Ilustración: Luke Etcheverry
Corría 1999 y Joseph Stalin, que al momento llevaba 46 años muerto, todavía se ocupaba de cerrar gargantas kosovares. Ese año, la República de Kosovo cumplía un trienio en pie de guerra, luchando por arrancar su independencia y apartarse de la asfixia a la que la sometía la recién nacida Yugoslavia. Serbios y yugoslavos buscaron impedir que el pueblo albanés pueda tomar sus propias decisiones liberándose. Como en todo conflicto, uno de los grupos fue tildado de terrorista y, como era de esperarse, los llamados terroristas fueron quienes lucharon por la emancipación de Kosovo. El ejército imperialista de la OTAN comunicó entonces que intervendría en caso de que la situación no tuviera una salida política. Cumpliendo su palabra, inició los bombardeos el 24 de marzo de ese año. La internacionalización del conflicto trajo consigo una nueva forma de enfrentamiento: la ciberguerra. El ataque debut fue comandado por Dragan Milosevik —que en 2010 sería juzgado por crímenes de guerra cometidos a lo largo de toda su carrera—, quien haciendo gala del título de “Capitán Dragan” comandaba alrededor de 40 computadoras instaladas en trece edificios serbios. Los ataques buscaban demostrar poderío y tenían por objetivo los sistemas de la OTAN, la Casa Blanca y el portaaviones norteamericano Nimitz. Todas las penetraciones fueron exitosas y se dirigieron utilizando Internet como soporte. La misión de Dragan era bastante básica y conocida: información y comunicaciones, dos flancos estratégicos en los que golpear duro. El Capitán no comandaba un ejército regular: se trataba de casi 500 hackers, entre los que se contaban profesionales, periodistas, ingenieros e intérpretes que confluyeron en una suerte de hackatón que golpeó sin paz a sus adversarios y logró cumplir su cometido. Pero detengámonos acá: ¿Qué es una ciberguerra? DEFINICIÓN Y CONCEPTO Cuando hablamos de ciberguerra no hablamos de una guerra digital. Es importante diferenciarlo, pues, se trata de dos formas de enfrentamiento diferentes. La ciberguerra es, formalmente, “la prolongación de un conflicto bélico” en el universo de lo informático, lo digital, lo tecnológico. Sin embargo, cabe aclarar, como el nivel de penetración informático y de informatización social es tan grande en la actualidad, ya no se puede hablar de “prolongación”, sino que se trata de una instancia más de la guerra en la búsqueda por desestabilizar completamente al adversario procurándole el mayor caos posible. El ordenamiento tecnológico actual redunda en un nivel de peligro internacional altísimo. Centrales nucleares, bombas, semáforos, carreteras, sistemas de salud, sistemas electorales y un largo etcétera se transforman en puntos estratégicos a defender o atacar. Es importante saber que, cuando hablamos de ciberguerra, nos estamos refiriendo a una forma de guerra y no un tipo de guerra.
En cuanto a características resaltan varias: la ciberguerra es muchísimo más “barata”, genera menos conflictos políticos y la cantidad potencial de muertos es menor; ni hablar de la cantidad de vidas en riesgo. Por otra parte, es imposible establecer cuáles son los objetivos estructurales de un determinado ataque, así como tampoco pueden determinarse sus autores ni a quiénes responden. Esto hace que, por ejemplo, destruir 50 o 60 años de investigación de un país sea realmente sencillo y barato. Sólo se necesita dinero para sueldos, Internet y algunas computadoras. A lo sumo, se requieren algunos espías; no mucho más. Y lo fundamental: un país que no declara la guerra no tiene por qué sufrir las consecuencias. Es por esto que casos como el del lobby coreano contra Sony, producto de la película The Interview (Spoiler alert: donde muere asesinado el líder norcoreano Kim Jong-un) o el de los intentos por paralizar la producción de PDVSA en 2002 (cuando fue estatizada por el gobierno venezolano) terminan siendo análogos. El universo de escenarios posibles arroja una complejidad para la que no hay andamiajes jurídicos. Este tipo de prácticas —y sus particularidades— es posterior a la legislación vigente en la materia, por lo que no está alcanzada por el derecho humanitario, algo que posibilita que los Estados cometan aún más violaciones y tengan más impunidad para responder, contestar y/o reprimir, combatir, en el caso de poder caracterizar un ataque de este tipo como un acto beligerante. Producto de la naturaleza de las vulnerabilidades y la estructura necesaria para poder explotarlas, el nivel de peligrosidad de una ciberguerra ha generado cambios en la teoría bélica al punto de reformar y crear conceptos nuevos. OTRA QUE SUN TZU El nivel de textos escritos sobre la guerra sólo es aceptable si lo encaramos pensando en que el mundo, tal cual hoy lo conocemos, es producto de la egolatría humana. El mundo es consecuencia de la angustia que genera la ausencia de sentido inherente a la humanidad. Así, en tren de encontrarle un sentido a la existencia, hemos escrito largo y tendido sobre la guerra y otras aberraciones. Los conceptos son millones, pero hay uno muy interesante: el de “guerra asimétrica”. Originalmente, fue utilizado para señalar la desproporción entre enemigos. Esta desproporción tiene matices: políticos, económicos, a nivel infraestructura. Pero la característica principal de la guerra asimétrica es que obliga a cambiar pautas y medios de guerra tal cual la conocemos en su tradición. Desde esta acepción, la ciberguerra generó cambios, al punto de que a la definición anterior se suma la idea de que una persona puede tirar abajo un Estado y, en consecuencia, toda ciberguerra es asimétrica. Quien esto escribe, se regocija al ver que un Estado comprende que una sociedad entera puede ser víctima de una sola persona, pero entiende también que se ha forzado esta concepción como una excusa para que las potencias puedan responder de la forma más cruda ante cualquier eventual hackeo. EL CIBERTERRORISMO COMO FARSA Además de la ciberguerra y la simetría/asimetría de los oponentes, en el combo hay que incluir el concepto de ciberterrorismo. Al respecto, hackers de grupos anarquistas y libertarios sostienen que no puede llamarse terrorismo al hecho de explotar “cajas de pandora que han sido deliberadamente desarrolladas por los Estados y las corporaciones con el fin de aterrorizar”. “El concepto mismo de terrorismo no puede aplicarse al de ciberterrorismo. Simplemente, porque los ataques de este tipo no persiguen producir terror y dominación, sino
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que atacan las cajas de pandora que existen en el mundo y que son controladas mediante computadoras”. Al respecto, Diego Saravia —hacker referente del movimiento del software libre en Argentina— sostiene que existen diferencias entre ciberguerra y ciberterrorismo: “Uno pretende destruir la infraestructura de un país, el otro causar pánico en la población”. Se trata de delitos, claramente, pero la dificultad de señalar a un responsable de un ataque hace que la diferencia entre ciberguerra y ciberterrorismo se desdibuje. El concepto, según grupos de hackers libertarios, “ha sido acuñado para poder tratar legalmente los ataques en el caso de que un investigador pudiera toparse con sus responsables”. Esto es debido a que Internet no es un fin sino un medio para el desarrollo de acciones consideradas terroristas. La idea de “terroristas” cibernéticos ha sido y es utilizada por el poder como un argumento para encarcelar, torturar y asesinar con comodidad. El ciberterrorismo como concepto sustenta la posibilidad que tiene un Estado de vigilar y castigar. LA WEB COMO INSTRUMENTO DE CONTROL SOCIAL La infraestructura necesaria para una ciberguerra es asequible y barata: redes, computadoras y entusiastas. Pero de nada sirve preparar un ataque contra alguien que no puede ser atacado. Si una sociedad no sostiene prácticas débiles y no cuenta
Así es que Internet es utilizada tanto por corporaciones como Google —cuyo negocio principal radica en la venta de datos— como por los gobiernos que buscan poder establecer patrones que les permitan llegar a nosotros en caso de que fuera necesario. EL CIBERTERRORISMO, VOS Y LA RED Internet y los aparatos/servicios/software tecnológicos vinculados o impulsados por el consumo permiten individualizar a las personas a los efectos de poder identificarlas, ya sea a partir de los métodos tradicionales (DNI, huellas dactilares) o de acuerdo a sus gustos. Cuando hablamos esto nos estamos refiriendo a hardware y software dispuestos para obtener información de manera minuciosa. Esto engloba tu perfil de Facebook, el de tus amigos/as, tus fotos y todos los otros datos que actualmente la web recolecta, que redundan en todas las conclusiones que pueden sacarse de esos datos, sus combinaciones y triangulaciones. El trackeo de personas —esto es: recopilar la información, gustos y actividades de alguien a través de su comportamiento y consumo— es similar a la trata de personas. Se trata de tu persona, pero en calidad de información. Sin embargo, no estamos hablando de cualquier información, sino de toda la información que hace a tu identidad, con salvedad de tu nombre,
NO PUEDE LLAMARSE TERRORISMO AL HECHO DE EXPLOTAR “CAJAS DE PANDORA QUE HAN SIDO DESARROLLADAS POR LOS ESTADOS Y LAS CORPORACIONES CON EL FIN DE ATERRORIZAR”. con sistemas que permitan ser vulnerados, entonces la ciberguerra es imposible. Es por esto que el orden social establecido incluye constantemente tanto prácticas como hardware. Se trata de una doble vulnerabilidad: el poder dominante insta a los gobiernos a espiar a su población para poder controlarla. Pero, además, provee a los gobiernos del hardware, el software, las personas y el conocimiento para poder llevar adelante ese control. Todas estas “donaciones”, más tarde, serán claves a la hora de lograr perpetrar un ciberataque. Se trata de un conjunto de “puertas” que utilizan los gobiernos para espiar y los poderosos para atacar y subsumir sin tener que gastar dinero ni sangre. A diario interactuamos con celulares, computadoras, televisores, tarjetas de colectivo, decodificadores y otros elementos que brindan información útil a las clases dominantes para ejercer el control sobre las personas. En su totalidad, las funciones que sirven para controlarnos están ocultas o han sido bien disimuladas. El sistema SIBIOS, que entrecruza toda la información disponible que existe de cada uno de nosotros con información biométrica, es un gran ejemplo de esto. Hoy, toda nuestra información —incluso nuestros datos biométricos— es tomada por el Estado e incluida en su sistema. Cualquier persona que tenga uno de los nuevos DNI posteriores a la libreta verde ya ha sido capturada por esta red. El asunto aquí es éste: estos sistemas fueron desarrollados por personas a las que les encantan los desafíos y la investigación (hackers), que no sólo saben desarrollar estos programas, aparte gustan de ponerlos a prueba para medir sus conocimientos. Y estas mismas vías de comunicación, que sirven al poder para controlar a las personas, pueden ser utilizadas por las personas para luchar contra el mismo sistema que las oprime.
que a los efectos de la venta digital de personas, es dispensable; y a los jurídicos, es legal, pues respeta el anonimato. El trackeo es utilizado por el sector privado para individualizarte y vender a auspiciantes tu información. Esta venta de datos no es total, pues lo que se vende a privados e interesados es la posibilidad de ofrecerte algo que a vos te resulte interesante con el objetivo de permitir optimizar el gasto publicitario. De nada sirve a un portal que puede ser accesado por personas de Tokio y Jujuy al mismo tiempo ofrecer en su plataforma la candidatura de un político de Mendoza cuando el público es mucho más amplio. Ahí es el punto en el que todas esas empresas que ofrecen servicios “gratuitos” como Google te transforman en un producto. Pero desde que tomaron estado público las revelaciones de Edward Snowden, Julián Assange y Bradley Manning, hay una porción importante de la sociedad que sabe que desde hace décadas el negocio cambió y esta práctica de trackear está siendo realizada con frecuencia no sólo por los grandes emporios internacionales como, Google y Facebook, sino además por Estados que encuentran en ella una técnica de control insuperable. Según algunos autores, desde un par de años a esta parte, venimos atravesando un cambio desde las sociedades disciplinarias a las de control. Haciendo un rapidísimo —e irrespetuoso— resumen, puede decirse que en las sociedades disciplinarias el control se ejerce a través mecanismos diversos que atraviesan la sociedad: a través de mecanismos informales, sociales e institucionales, como escuelas, fábricas, cárceles y hospitales. Sí, todas instituciones que experimentan una crisis general. Mientras tanto, funcionarios anuncian reformas “necesarias”, que en realidad apuntan a poder gestionar la agonía institucional, mantener la gente ocupada y calmar las repercu-
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siones de la crisis institucional hasta que se logre completar el paso a las sociedades de control que están sustituyendo a las disciplinarias. Es necesario recalcar que éste no es un proceso “natural”, no es algo que suceda sin ánimos de que sea así; no se trata de formas de control carentes de ingenieros y arquitectos, ni de ingenieros y arquitectos que carecen de jefes o personas que los contraten. Es así que mientras las derechas conservadoras plantean herramientas de manutención y claman por el sostenimiento de las formas de control tradicionales, las derechas liberales —que terminan ocupando el lugar de fuerzas “progresistas”— alientan a vaciar aún más estos centros de encierro. Una suerte de lucha por decidir a qué diablo venderle el alma. Aparece, entonces, el impulso de la formación online, del teletrabajo, entornos sin horarios, sin nadie vigilando, sin “lugar” ni “autoridad”, planteados como espacios de mayor libertad, de fomento de la creatividad y de la independencia, cuando en realidad se trata ya no de impedir la salida sino de extender la vigilancia a todo punto posible de la vida de una persona. Cuando la vigilancia y el control se centran en fábricas, hospitales o cárceles, esa vigilancia y ese control, en determinados —y por lo general insoslayables— momentos, se pierden o tornan menos estrictos (al terminar la jornada, al ser dado/a de alta, al ser liberado/a), y estos sujetos ya no son pasibles del mismo control, aunque no se encuentran libres. El viraje hacia la “vigilancia abierta” comprende no en impedir la salida, sino impedir la entrada. Para esto se dificulta el acceso a posiciones de privilegio y el ejercicio del control se da desde ahí. Dice el teórico Gilles Deleuze que en las sociedades de control el individuo deja de ser el individuo explotado para ser el individuo endeudado (lo que no significa que no sea
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explotado, sino que cambia el punto de control). En sociedades disciplinarias existe una marca individual de la posición de un individuo, en las de control esto se da a través del acceso a la información. El concepto mismo de ciberterrorismo entonces, es aplicable a todas aquellas personas que hackeen el sistema de control y trackeo del que somos víctimas a diario. Paralelamente existen comunidades que dedican su vida entera a desenmascarar, comprender y hackear ese sistema. En ese sentido, el software libre es crucial. “Cuando hablamos de software libre, hablamos de la posibilidad de ejercer cuatro libertades básicas, que son garantía del ejercicio de otras libertades en un universo de penetración digital y control social “, sostienen los hackers. En 2002, PDVSA fue ocupada y controlada de manera remota por los grupos que vieron afectados sus intereses tras la expropiación y nacionalización de la empresa por parte del gobierno de Hugo Chávez. Los sistemas operativos con los que se manejaba en la empresa eran privativos y no podía descubrirse cómo, quién, ni desde dónde estaba siendo saboteada la petrolera. La única alternativa del gobierno fue migrar a software libre. Según Saravia —quien siguió muy de cerca el conflicto— fue un acto de ciberguerra, cuyo objetivo era “sacar a Chávez; fue un intento de golpe de estado. Se lo hizo por varias vías, por ejemplo módems ocultos en las instalaciones, sustracción de claves, entre otras cosas”. Según Otto von Crawler, especialista en la temática, dado el nivel de peligrosidad de dispositivos que se manejan con software, éste sólo puede ser libre pues “no puede estar cerrado al análisis, estudio ni modificación, pues, de no estarlo, es un software que nos transforma a todas en posibles víctimas”.
CRÓNICA
LOS HIJOS DE LOS DÍAS áfrica
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LOS NIÑOS REPRESENTAN UNA PARTE IMPORTANTE DE LA POBLACIÓN AFRICANA. MUCHOS MORIRÁN EN EL OCÉANO, HUYENDO EN UNA BALSA. OTROS ENCONTRARÁN MANERAS ALTERNATIVAS DE CRECER. EL RUMBO QUE ELIJAN DEPENDERÁ DE LA FORMA EN QUE HAYAN VIVIDO SU INFANCIA.
Texto: Vanessa Escuer / Facundo García Fotos: Vanessa Escuer
JUGUETES La capital de Ruanda parece una maqueta, al menos en las pocas cuadras que rodean al centro. Si uno pudiera remontarse más allá de los edificios de Kigali, más allá del calor y del verde de los bosques; si pudiera ir por encima de los pájaros y la niebla, vería un paisito amaneciendo casi a oscuras, excepto por los brillos de esta ciudad. Fuera de las luces de neón, empiezan a aparecer mausoleos dedicados a las ochocientas mil personas asesinadas a machetazos durante el genocidio de 1994. Y al rato
llegan las aldeas. El asfalto se vuelve polvo y tierra. Algún grupo de niños juega en el laberinto de montañas que quedó rociado de tristeza. Justo ahí está el caserío de los batwa, uno de los últimos pueblos “pigmeos”. Son unas cincuenta casas. Los niños corren a abrazar al visitante, aunque no lo hayan visto nunca. Son tan pequeños y curiosos que uno termina caminando con dos enanos aferrados a cada brazo y uno más en cada pierna, envuelto por las risas que desparraman estas almitas con voz de pájaro. No molestan: para ellos la alegría es un bien a compartir. En otros lugares nadie juega. Las personas simplemente se esfuerzan por no morir. Los batwa no. No es que no tengan
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Después vienen los líos: según un estudio que difundió la BBC en 2013, una de cada tres mujeres en África usa productos para blanquearse la piel. La publicidad pro blancos empieza temprano, lo mismo que la idea de usar armas. Mientras ingresamos a la aldea, recuerdo por contraste una escena que vivimos hace días. Estábamos un poco más al norte. El ómnibus se había detenido frente a una choza en medio de la ruta que une Kampala con Adjumani, en Uganda. Supongo que el conductor tenía que hacer algún arreglo. La cuestión es que empezaron a aparecer niños desnudos que observaban fascinados nuestros rostros blancos y narigudos. Empezamos a jugar: nosotros poníamos cara de gallina, de vieja garca, de perro. Ellos ponían cara de león, de caballo, de elefante. Casi se caían al suelo de la alegría. Al escuchar las carcajadas, vi a la madre de los nenes salir de la choza con un palo y empezar a pegarles. Así, por nada. Sin asco. Aquella mujer no permitía risas.
LOS NIÑOS AFRICANOS NO SUELEN TENER JUGUETES COMPRADOS. SE LOS FABRICAN ELLOS MISMOS. ALGÚN SUERTUDO TIENE UN REVÓLVER DE COLORES DE FABRICACIÓN CHINA. problemas —durante las guerras tribales entre hutus y tutsis, ellos quedaron en medio y eso les ha costado caro—, pero lo cierto es que desde tiempos inmemoriales los pigmeos de aquí han sido cantores y bromistas, como buenos petisos. Una rueda de bicicleta o un palo atado a un círculo de madera se convierten, dentro de la mente de estos chicos, en camiones cargados de frutas, verduras o ganado. Talismanes mágicos. Los niños revolotean por los costados del caminante casi sin tocar la tierra, mientras empujan en grupo su cubierta de bici medio podrida carretera abajo. Los niños africanos no suelen tener juguetes comprados. Se los fabrican ellos mismos. Algún suertudo tiene un revólver de colores de fabricación china. Y en el caso de las muñecas, son casi todas de plástico rosado, rubias y de ojos celestes.
Había olvidado cómo se jugaba. Otra vez, en la estación de colectivos de Isiolo, en Kenia, dejamos las mochilas en el suelo, agarramos un papel metálico de esos que se usan para envolver los chocolatines y nos pusimos a fabricar grullas de origami. El piberío, que nos venía calando de lejos, se acercó a ver. Se armó un revuelo alucinante de grullas plateadas volando en manos de los niños. Hasta que llegó una señora, llamó a los nenes y les ordenó algo. Ellos dejaron de jugar y empezaron a pedirnos plata. No teníamos más que ese papel de chocolate —¡los presupuestos de la prensa libre! —, pero la vieja lo consideró “una chuchería”, aplastó las grullas y regañó a los chicos hasta quedarse sola y repetir frente a mi cara una sola palabra: ¡MONEY! Aquí entre los pigmeos, en cambio, la fiebre del dólar todavía no ha llegado. Cuando Karl, un amigo yanqui que trabaja con los batwa, los encuestó para saber qué fortalezas y debilidades reconocían tener, algunos confesaron que pasaban hambre. Otros le contaron que el agua de la lluvia entraba a sus casas. “Nuestros bebés pasan el día llorando porque tienen frío”, revelaron otros. No obstante, a la hora de mencionar las cosas buenas
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hubo unanimidad, rescataron: “Somos gente feliz”. —“Gente feliz”. En ese momento supe que saldrán adelante—rememora Karl, emocionado. Los niños batwa brincan alrededor. GUERRAS SILENCIADAS Acaba de salir el sol y Nyobal sigue arrastrando los pies. Cada vez le cuesta más, lleva días sin comer y sin dormir, y apenas le queda algo de aliento para seguir avanzando, atenta a cualquier posible ataque. El color rojizo de los caminos de tierra se confunde con los rastros de sangre de muchos que escapan caminando descalzos en busca de un lugar a salvo, mezclándose con los restos de aquellos que no pudieron sobrevivir durante la huída. Nyobal tiene trece años y va acompañada de su hermana pequeña de cuatro. La lleva a cuestas, dormida sobre sus débiles músculos. Permanece callada, sostenida con un trapo atado a la altura del pecho de la que ahora la cuida como a una hija. Sus miradas reúnen todas las expresiones del dolor. Sus ojos están cansados, exhaustos. Atónitos de ver tanto horror. Su madre se perdió du-
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en los campamentos repartidos en el distrito de Adjumani, al norte de este país vecino. Entre los exiliados abundan las mujeres y los niños; sin embargo, en el ambiente domina el sigilo y el miedo de los más pequeños. Los correteos son silenciosos y sus sonrisas tímidas. La guerra los obligó a crecer de una manera feroz, sin tiempo para descubrirse ellos mismos, para investigar sus sueños, para decidir y aprender. Nyobal y su hermana viven ahora en el campo de refugiados de Nyumanzi, a unos ocho kilómetros de la frontera. Poco a poco van reconstruyendo lo que más se asemeja a un hogar. El Gobierno ugandés adjudica 300 metros cuadrados de tierra por familia, donde pueden construir sus casas y cultivar. Con una capacidad para 20.000 personas, pero sobrepoblado, el campo dispone de una escuela donde acuden más de 300 niños. Las aulas consisten en cuatro grandes paredes de chapa y un techo de paja. Alrededor, el pasto más verde nunca visto. Adentro, un amasijo de alumnos dispuestos a aprender a toda costa. Entre clase y clase cantan y bailan, entonando canciones religiosas e himnos. Sus voces resuenan, sus sonrisas iluminan, sus
LA GUERRA LOS OBLIGÓ A CRECER DE UNA MANERA FEROZ, SIN TIEMPO PARA DESCUBRIRSE ELLOS MISMOS, PARA INVESTIGAR SUS SUEÑOS, PARA DECIDIR Y APRENDER. rante la emboscada a su aldea, cercana a la ciudad de Bor, capital del estado de Jonglei, en Sudán del Sur. De su padre no saben nada desde mucho antes, ni siquiera recuerdan desde cuándo. Nyobal calcula que lleva cuatro días fugándose de la guerra que empezó en diciembre de 2013 con los primeros choques tribales entre sus dos grandes etnias, los dinka y los nuer, y que acabó con la vida de decenas de miles de personas desde entonces. “Las bombas lo destruyeron todo. Nos fuimos sin nada. Sólo con la ropa que llevábamos puesta”, cuenta recién llegada a Elegu, pueblo fronterizo de Uganda. Grupos de gente han ido llegando diariamente con algún colchón, bolsas cargadas de utensilios que han podido rescatar y sus cuerpos molidos por el cansancio. Tras su largo camino y después de cruzar de Sudán del Sur hasta Uganda, se fueron instalando
corazones palpitan, y por un momento pareciera que alguien escucha sus plegarias. “Oh Dios, te alabamos y glorificamos por tu gracia sobre Sudán del Sur, tierra de gran abundancia. Mantennos unidos en paz y armonía” se escucha a través de las ventanas del colegio. “Oh Dios, bendice Sudán del Sur”, corean las chicas vestidas con uniformes de camisa rosada y falda azul. “Cantamos canciones que nos recuerdan nuestra tierra y por qué debemos cuidar de nuestro país. Cuando las canto me acuerdo de mi casa y tengo ganas de volver”, nos dice una muchacha buscando un pedazo de cielo con la mirada. Muchos desean regresar, aunque el retorno sea a un lugar devastado, inexistente. La población de Sudán del Sur lleva dos guerras a sus espaldas. Los enfrentamientos surgieron a raíz de tensiones etno-territoriales. Y las diferencias étnicas y religiosas aumentan cuando hay petróleo de por medio y
las ambiciones de los dirigentes impiden poner punto final a la ofensiva. Las milicias nuer de Riek Machar luchan contra el dominio dinka de Salva Kiir, mientras en el estado más joven de África miles de personas han muerto y más de un millón y medio se han desplazado de sus hogares por la contienda. Las rivalidades tribales suelen ser motivo de choques en el continente africano. Cruzar ciertas fronteras se convierte en una rifa en lo que se refiere a seguridad. Países de gran afluencia turística como Mozambique o Kenia son víctimas de guerrillas pasajeras donde mueren centenares de personas. Siempre lejos del ojo internacional, los africanos deben lidiar con un día a día que tal vez no llegue al mañana. Autobuses escoltados por un convoy militar cruzan los tramos más boscosos de Mozambique con sus ventanas agujereadas por los disparos de las balas que matan a más de ocho personas por día. Niños, mujeres y hombres avanzan en la oscuridad por el camino que lleva de Etiopía a Kenia en el poblado de Moyale, donde periódicamente hay altercados entre las comunidades étnicas de los borana, los gabra y los burji. Como consecuencia: casas quemadas y víctimas mortales que no aparecen en los periódicos. En situaciones de crisis, se acrecienta la vulnerabilidad de los débiles. Es común encontrar grupos de niños en las esquinas de países como Etiopía o Kenia: chicos con botellas de pegamento enganchadas a sus orificios nasales, bailando al son de una música imaginaria y con ojos quebradizos. Viven deambulando en las calles, expuestos a cualquier oferta que pueda cambiar su rumbo. Presas fáciles para reclutar en los ejércitos de los combatientes sin escrúpulos o cebos para aquellos que desahogan el dolor lastimando a los indefensos. En los últimos meses, varios países africanos, entre ellos Sudán del Sur, Costa de Marfil, Camerún y Nigeria, se han visto envueltos en secuestros de grupos de niños. El problema más grave está en Nigeria, donde han asesinado a centenares. A un año del secuestro de Chibok, en el que desaparecieron más de 200 niñas, Naciones Unidas cifra en más de 300 mil los niños soldado que hay en el mundo. Y en determinados países africanos, cuando reina la inestabilidad, el secuestro de los más chicos se ha convertido en una herramienta de negociación y de poder. Mientras, millones de niños y niñas juegan con sus ‘tablets’ a adivinar las capitales de los países.
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ES TAN ESCASO EL LÍQUIDO QUE LA GENTE SE DUCHA CON HUMO: ARMA UNA PIRA Y SE PONE ENFRENTE PARA QUE LAS EMANACIONES QUITEN EL OLOR A TRANSPIRACIÓN. AULAS DE CARTÓN “Cuando sea grande quiero ser periodista”, afirma Saire. “Voy a crear mi propia estación de radio. Aquí, en Ositeti, para que todos los masai puedan escucharla”, añade. Tiene dieciséis años y vive en una remota aldea al sur de Kenia, en la región tribal de los masai. Le encanta su hogar, en medio de la sabana africana, rodeado de animales salvajes y árboles de espinas. “Cada día bebo un vaso de sangre ¡para ser fuerte como un guerrero!”, grita con el pecho rojo y brillante debido al goteo de su cuenco. Acto seguido agarra su bastón, llama a sus cinco perros y empieza a dirigir el ganado en su mañana de pastoreo. Camina con paso firme pero rítmico; mientras cuenta leyendas de su pueblo y descifra detalladamente las pistas de cada animal que encuentra en el trayecto. “Esta huella es de elefante. No tengas miedo, está lejos; de lo contrario, escucharíamos sus pasos retumbando desde esa montaña”, dice mientras señala un monte a lo lejos. “Pero atención a los árboles, podría esconderse un leopardo. Es el más rápido y peligroso, porque ataca directamente a la cabeza”, susurra, como si la bestia pudiera escucharle. Saire anda sin zapatos, entre los pinchos. Es robusto y corre con una ligereza inimitable. Al llegar a casa, come su plato favorito, el ugali (harina de maíz). Termina, pregunta si alguien quiere más y ante la negativa repite devorando otro plato igual. “Me encanta el ugali. Solamente quiero comer esto. Es delicioso”, exclama cayendo en un inmediato sueño. Le gusta ir a la escuela. Para llegar debe caminar unos siete kilómetros, pero le recompensa ver a sus compañeros y aprender inglés. Lo habla casi perfecto y en su casa tiene un libro en ese idioma con el que practica la lectura, siempre acompañando las palabras con su dedo inquieto. A media frase, su hermano Joseph lo interrumpe subiendo el volumen de una radio chirriante: “Nuevo atentado con coche bomba en Nairobi”, anuncia el conductor del informativo. Un silencio seguido de angustia invade la habita-
ción. No les sorprende, aunque les preocupa, pues la organización extremista somalí Al Shabaab lleva más de cuatro años aterrorizando a los kenianos. Desde 2011 los ataques han sido reiterados. El pasado 2 de abril, de hecho, ocurrió el atentado más letal: 148 muertos durante la toma de rehenes en una residencia universitaria en la ciudad de Garissa. Con este último ataque, el temor ha llegado a las aulas, cada vez más vacías ante las constantes amenazas de los yihadistas vinculados a Al Qaeda. En un continente como África —dónde los niveles de acceso a la educación son alarmantes— cualquier inconveniente añadido duplica las dificultades. Según Unicef, la cantidad de niños y niñas que no asisten a la escuela asciende a 93 millones en el mundo. La mayor parte son niñas, de las cuales casi el 80 por ciento vive en África subsahariana y Asia meridional. Más de uno de cada cinco africanos de entre quince y veinticuatro años no tiene empleo; sólo una tercera parte terminó la escuela primaria y, a pesar de ciertos avances, la proporción de africanos con educación superior todavía es baja. No les faltan ganas de estudiar. Lo primero que los niños piden en las calles son lápices para escribir. Ése es el regalo que más desean. Les da igual aprender a cielo abierto o entre paredes de cartón que muchas veces improvisan aulas. Con una curiosidad insaciable, atienden y preguntan, levantando el dedo para pedir turno como en esas épocas que para nosotros ya quedaron atrás. Respetan, escuchan y saben que la educación puede salvarlos. EL VALOR DEL AGUA Ryszard Kapuściński contaba que una vez, entre arenas africanas, un vendedor ambulante le dijo: —El desierto te enseñará una cosa: que hay algo que se puede desear y amar más que a una mujer. El agua. Pienso en aquella anécdota mientras cruzamos el desierto de Afar, en Etiopía. De acuerdo con los meteorólogos, éste es el rincón más caliente de la Tierra. La camioneta avanza entre monos y
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remolinos, hasta que un grupo de cabras obstruye la marcha. No van solas. Tres pastorcitos cuidan al rebaño. Andan casi desnudos. No han pasado la pubertad y, sin embargo, todos cargan ametralladoras Kaláshnikov. Cuando el conductor toca bocina los chicos pegan un salto. No están acostumbrados a las camionetas: se dan vuelta con sus armas y los ojos muy abiertos. Miran. Dentro del vehículo ven a un par de blanquitos que sonríen nerviosos. Ellos, en cambio, sostienen la seriedad dos o tres segundos antes de devolver la risa y cedernos paso. Se abre entonces el Reino del Sol. Es mediodía en el Cuerno de África. Hace tres millones de años, este arenal era un bosque templado con zonas de sabana, donde aleteaban mariposas prehistóricas y los ancestros del ser humano bajaban de los árboles para ensayar su caminata erguida (aquí se encontró Lucy, la famosa australopithecus que muchos consideran nuestra Madre Primordial). Pero hoy el panorama es otro. Casi no hay vegetación y en verano la temperatura pasa los cincuenta grados. Sólo la tribu afgar aguanta esas condiciones, trashumando junto a su ganado y sus familias. Son gente bella. Altos y flacos, llevan el pelo ensortijado como si se pusieran ruleros cada mañana. Los niños tienen unas pupilas enormes donde el desierto se refleja con facilidad. Y es un reflejo casi abstracto. El calor extremo, como el frío, hace que los paisajes se geometricen. Por eso la vida de los afariños es circular. Los nenes no conocen, por ejemplo, la palabra “esquina”. No hay esquinas en este universo. Con el sol en el centro, el mundo funciona en cámara lenta y por rutinas. Entre arbustos, camellos y médanos, a veces se divisa una acacia con hombres reunidos a la sombra. Si la luz es más suave, las mujeres salen a buscar agua a los pozos; y es tan escaso el líquido que la gente de acá se ducha con humo: arma una pira y se pone enfrente para que las emanaciones de fuego quiten el olor a transpiración. En días tórridos, la necesidad de líquido se vuelve obsesionante y, si bien afar es un caso extremo, no es el único punto donde eso sucede. El 66 por ciento del territorio africano es árido o semiárido, y más de cien afros mueren cada hora por enfermedades relacionadas con un saneamiento insuficiente, higiene pobre o agua contaminada. La mayoría son niños. Los que sobreviven, se aferran luego a los pozos de agua y están dispuestos a defenderlos a balazos.
En la estación de colectivos de Asayta —una de las localidades importantes de la zona— los pibes juegan a la pelota. A los toques, eso sí. Ponerse a correr sería suicida. Después de algunos remates fallidos les cuento que soy argentino — no creen: “Un argentino no puede ser tan malo jugando al fútbol”— y les comento que tengo novia, pero no hijos. Me hacen bullying. Para ellos, yo ya debería ser abuelo y en cambio tengo más canas en la cara que bebés en mi casa ¡Qué vergüenza! Algunos de estos muchachos y muchachas trabajan vendiendo baratijas. Otros se dedican al pastoreo. En realidad, no tienen opciones porque aquí la falta de irrigación impide la agricultura. De comercio ni hablar. Solamente algunas familias relacionadas con el cacique tienen acceso a terrenos fértiles. El resto subsiste consumiendo papas raquíticas o comiendo pan con leche de cabra. Estar acá permite a uno pensar que no es extraño que tantos africanos caminen miles de kilómetros para ver si pueden cruzar el mar hacia otra parte. Hacia cualquier otra parte. A cuarenta minutos de Asayta está la capital de la región, Semera. Es una ciudad achicharrada que resultó elegida por las discípulas de Teresa de Calcuta para levantar un hospital. Una monja nos da la bienvenida. Cuando le preguntamos cómo viene la mano, ella suspira: —¿Ves esa chica de ahí? Pesa cuarenta kilos y está embarazada de ocho meses. Cuando llegó no se podía tener en pie— comenta. Dice que al llegar le dieron un huevo duro: “Ella no sabía lo que era. No lo había comido nunca, así que no lo quería”. Más tarde volvemos a Asayta. La frescura nocturna es la única piedad que se permiten los desiertos y dan ganas de salir a caminar por estas calles que parecen profetizar lo que podría ser del mundo si no empezamos a cuidarlo. A la vera de la ruta, los primeros cibercafés y algún que otro barcito de focos pintados cortan la negrura. Son las diez. Los niños huérfanos y los adolescentes locos, herencias de la guerra, buscan hueco donde acomodarse. En el bar no queda nada para hacer salvo subirse al techo para escuchar el ruido de los hipopótamos que copulan a orillas del único río que pasa cerca. La clientela se va yendo y saluda con una cortesía que sería la envidia del mejor embajador. Y es notable: los afar siempre se despiden con una sonrisa áspera. Es el único tipo de sonrisa que germina en estos caminos.
ANECDOTARIO
EL CONTADOR DE PATOS Y CISNES osvaldo soriano (1943 - 1997)
Texto: Carlos Rodriguez* Ilustración: Javi Cereceda
El Gordo Osvaldo Soriano fue el verdadero hacedor del estilo del Página/12 de los primeros años; ese diario que sorprendía con sus títulos llenos de ironía y con textos en los que la información dura se mezclaba con lo anecdótico. “La anécdota es muchas veces más importante que la noticia y el color no puede quedar afuera porque forma parte central de la información”, nos decía. En la cobertura de una sesión del Concejo Deliberante de Morón en la que se separó del cargo, en 1989, al entonces intendente Juan Carlos Rousselot —con el voto de los ediles del Partido Justicialista al que pertenecía—, me hizo llevar a la cabeza informativa el dato sobre la presencia de una añeja botella de sidra que el controvertido alcalde tenía en una vitrina que ocupaba toda una pared de su despacho. “Para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista”, era la frase que exhibía la etiqueta de la botella que celebraba la Navidad de 1947 con las imágenes sonrientes de Perón y Evita. “Un recuerdo de tiempos mejores”, fue la síntesis de la idea volcada por consejo de Soriano en la
apertura de la crónica, para dejar sentada la crisis derivada de los devaneos y el autoritarismo de Rousselot. Esa simple belleza que alentó en nuestros textos fue lo que le hizo a Soriano vender millones de ejemplares de sus libros, cuyos protagonistas eran casi siempre perdedores utópicos y queribles. “Lo único que me propongo al escribir es quitarle a la literatura cierta solemnidad. Tengo poca relación con la crítica. Me importan los lectores, divertirme escribiendo y abrir un mundo que mezcle la aventura con la política y el humor”. El humor era su alimento. Cierta noche, a principios de los ‘90, tuve la ocasión de compartir una mesa con Soriano, Osvaldo Bayer y Hebe Bonafini, después de una charla sobre periodismo y literatura en la Casa de las Madres. Fue en un boliche que está en Hipólito Yrigoyen y Entre Ríos, frente al Congreso. Allí escuché por primera vez una historia que contaba el Gordo Soriano y que nadie se atrevía a desmentir ni confirmar. Decía que durante su exilio en Bélgica había trabajado como “contador de patos y cisnes” en el Lago de Bruselas.
Según el relato de Soriano, eran 400 los patos y 200 los cisnes, y su tarea era contarlos, todos los días, a las cuatro de la mañana, para confirmar que estuvieran todos. Como nunca nadie robaba nada, llegó a un acuerdo con un exiliado peruano para que cada noche se llevara algunos patos y algunos cisnes. “Cuando yo denunciaba el robo, los reponían enseguida, y le pedía al amigo peruano que los robara porque si no pasaba nada, me iban a echar y era el único laburo que tenía”. Fue una noche inolvidable porque Bayer no se quedó atrás de su amigo, con el que había compartido varias lujosas redacciones. Bayer contó que su madre le había dicho unos pocos días atrás: “Osvaldito, todos tus amigos de la infancia ahora son obispos, camaristas o catedráticos; en cambio vos, nunca llegaste a nada”. Todavía escucho las risas de los Osvaldos y las de Hebe. El Gordo Soriano, es obvio, basta con leer sus contratapas en Página/12 o sus libros, disfrutaba y hacía disfrutar con sus textos. De todos modos, insistía que su sueño del pibe, no cumplido, era el de haber sido el “9” goleador de San Lorenzo de Almagro. Decía que un partido de fútbol tiene “la significación de una guerra sin muertos, pero con conflicto. Con drama, reflexión e ironía. Y amalgama a la familia, cosa que no consigue la política”. Fueron muy gratos esos años compartidos con Soriano, Bayer, Miguel Briante y las visitas breves pero sentidas de Juan Gelman, entre tantos otros. Cuando los recuerdo, rescato la grandeza de los verdaderos grandes en los pequeños gestos cotidianos: si no los veías entrar en la redacción, pasaban, nos palmeaban la espalda y en mi caso, me decían: “¿Cómo va Carlitos?”. *Es periodista del diario Página/12 hace 28 años.
NOTA DE TAPA
LA BELLA Y LA BESTIA lucy patané
TIENE UN MÉTODO DE INVESTIGACIÓN MUSICAL INHUMANO: TOCAR, TOCAR, TOCAR, TOCAR, TOCAR. ASÍ ES CAPAZ DE INTEGRAR SIETE BANDAS A LA VEZ Y DARSE EL LUJO DE PRODUCIR DISCOS TAN DIVERSOS COMO EXITOSOS. ¿CÓMO INICIÓ ESE CAMINO Y HACIA DÓNDE SE DIRIGE HOY UNA DE LAS ARTISTAS MÁS VERSÁTILES DEL MOMENTO?
Texto: Facundo Gari Fotos: Victoria Leihuyk / Matías Altbach / Ricardo Patané
NOTA DE TAPA
Cuerpo de mujer, la guitarra de Lucy Patané es la pista de baile de sus dedos. Es un juego erótico que demanda y devuelve lealtad. “No veo notas, veo pasos”, dice. “Por eso es difícil que me equivoque. Si mi mano recuerda el dibujo, sale como una coreo. Y eso, obviamente, se me traslada a todo el cuerpo. Cuando toco es como si estuviera bailando. No quiero que suene a ‘tú sabes, es una cita con mi guitarra’, pero me pasa eso: bailo con las manos.” Sube la apuesta, o la lleva al colectivo, como cuando dice “produjimos” en lugar de “produje” aun si los librillos y los Bandcamp ponen su singular: cualquiera que puede bailar puede tocar. Propone un casamiento, el momento del vals, una ronda de más o menos duchos, de tarjetas de DNI y libretas de enrolamiento, de pies acostumbrados mucho o nada a la presión de los zapatos y los tacos. ¿Quién no puede bailar un vals? Queso hacia a un lado, queso hacia el otro, girando sobre uno mismo y a la vez sobre un resorte invisible. —Tarararará, un-dos-tres, un-dos-tres. Y si te ponés a bailar un vals y te pongo al lado objetos que te golpeen, vas a empezar a generar un ritmo. Si podés bailar, podés tocar. O cualquiera puede tocar. O, más bien, te invito a tocar. A Lucy le encanta bailar. A Lucy le encanta tocar. ··· Lucía Patané nació el 12 de junio de 1985, tres días antes de que Raúl Alfonsín firmara el decreto del Plan Austral. La luz con la que debutaron sus ojos fue la de la Clínica Materno Infantil Quilmes, fundada en 1959 por el doctor Benjamín Redondo, el obstetra más prestigioso del partido y un “difusor de la cultura”, como lo conmemoran. Segunda hija del matrimonio entre Ricardo Patané y Marcela Espadero, y hermana de Ana, fue de la clínica al chalet sobre Yapeyú, en Bernal. Barrio de calles angostas, de autos a una fila, y veredas anchas, con cubículos de pasto y canastos de basura; casas bajas, de apenas garajes, de bastante grafiti sobre paredes mustias; ligustros y plátanos que todavía tiran manchas de sombra y esconden la procedencia de los ruidos a la hora de la siesta. Diez meses después, Lucy daría su primera muestra de determinación, según Marcela. “Estaba preparando la cena y ella apareció en la cocina. Bajó de la cuna y caminó cuando todavía no caminaba. Ya habíamos tenido a Ana y, aún así, no me imaginaba que Lucy pudiera hacerlo.” Pero bajó, caminó y alcanzó a su madre. A
Lucy le encanta bailar. Marcela y Ricardo habían tenido una banda de rock progresivo de nombre Volar, de la que sobreviven fotos y casetes. Cuando la maternidad metió el dedo en la instantánea, Marcela dejó la flauta traversa y Volar se hizo humo. Ricardo siguió con la batería en El Horno, power rock estilo Divididos que ensayaba en casa Patané; entonces equipos, instrumentos y músicos estaban al alcance de las niñas. No obstante, el primer recuerdo melódico de Lucy son sus manitos y las más grandes de su abuelo materno sobre las teclas de su piano vertical, un E. Schwarz berlinés de madera clara, ahora en venta. Por esa y otras razones, la casa Patané era estimulante. Ricardo trabajaba en la fábrica de aluminio familiar, lo haría en una casa de revelados y, desde 2005, es profesor de bajo y batería en su estudio de grabación, El Limbo. Además de fotógrafo y músico (acaba de editar Música paisajista con el pseudónimo Richard Limbo), es un cinéfilo y un gran lector. Marcela es una “emprendedora”. Puso diversos locales, entre ellos un lavadero y una casa de ropa hindú. Teje y escribe, aunque aún le da pudor decirse escritora cuando acaba de publicar un libro de relatos con ilustraciones de Paula Maffia. Toda clase de música suena en la casa Patané: cuando Lucy gastaba pitucones, mamá ponía a Paquito D’Rivera; papá, a Mahavishnu Orchestra. La segunda imagen que Lucy evoca de ella como efectora de ritmos es la de Ricardo enseñándole batería. Ella tendría cinco. Se acercó a los tambores y tocó un “ritmo jazzístico”. Si llegaba al bombo, no llegaba al hi-hat. ··· Tocaba un poco de cada instrumento a mano, de a temporadas, del mismo modo que los niños se encariñan con un juguete de mes en mes. Sobre todo, la bata. A veces, con papá y hermana, trío en el que Lucy daría sus primeros pasos —de baile— con la viola, por lo visto y oído en los ensayos de El Horno, y lo leído en cancioneros de los Guns N’ Roses. A los once, Ana integró su primer grupo, con compañeritos de la Escuela 82 de Bernal, a la que las dos asistían y cuya entrada amarilla está frente a la casa Patané, donde practicaban. La banda se llamaba Sangre Azul y hacía temas propios y versiones de Pink Floyd, Queen y Charly García. Una tarde, Lucy se arrimó al living y oyó una conversación en la que los pequeños lamentaban la ida del bajista: tenían fecha y el insolente se iba de vacaciones con los papis. Corrió donde
Marcela y Ricardo. La tele comentaba la reforma de la Constitución. —Quiero tocar— les dijo. Tenía nueve años. —No, Lucy, si no tocás el bajo. Las cuerdas son muy gruesas, te vas a lastimar los deditos. Además no sabés los temas. —Sí, sé tocar el bajo y sé los temas, ¡si los veo siempre cuando ensayan! —Mmm... Bueno, vamos a probar. A la vista de sus padres, se tanteó en la banda. En efecto, sabía tocar el bajo. En efecto, sabía los temas. “Eso me pasa con ciertos instrumentos, con otros no”, dice ahora. “Sé que nunca voy a tocar los de viento, por ejemplo. No los comprendo, no lo puedo ver. Pero con instrumentos de cuerda o percusión, veo uno y me digo ‘lo puedo tocar’.” A Lucy le encanta tocar. Y no sólo tocó en la fecha venidera. Durante un par de años, con Ana en voz y Lucy en bajo, Sangre Azul actuó en sitios como el Hard Rock Café de Recoleta y El Samovar de Rasputín, en La Boca, una noche en la que Javier Martínez estaba en el público y, maravillado, se arrimó a felicitar a los purretes. Sangre Azul pasó también por TV, en programas de Juan Alberto Badía y Mario Pergolini, y Top Kids, el magazine insignia de la juventud de mediados de los ‘90. ··· Lucy vive un momento especial. Una de las razones es que está en plena primera mudanza. De Bernal a Palermo, es posible que viajen los trofeos de su habitación. Trofeos de judo, vóley y handball. El deporte ocupó un espacio importante hasta que se decidió por la música. Se acercaba a primer grado cuando en la Sociedad de Fomento Bernal Este, a pocas cuadras de casa, se anotó en clases de judo. No fue por insistencia de sus padres ni por copiar a Ana, con todo el poder de mímesis que puede ejercer un hermano mayor sobre los otros. Sólo le gustó. “El judo no es violento, es más de tomas y retenciones. Era muy chiquita, pero me acuerdo que repetíamos oraciones antes de arrancar, onda ‘¡vencer los obstáculos!’. Y eso es lo que me atrajo, la cosa del desafío.” Los profesores organizaban campamentos en Chascomús. Lucy acudía a todo trapo, con navaja Victorinox y lupa en los bolsillos. Ella dice que eran retiros “para aprender a desenvolverse en la naturaleza”, con ejercicios nocturnos al haz de las linternas que incluían gritos imprevisibles de cuerpo a tierra. Eco del goce de esas aventuras, ahora que no le sobra tiempo, sus ojos claros se detienen en vidrieras de casas de pesca.
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“CUANDO TOCO ES COMO SI ESTUVIERA BAILANDO. NO VEO NOTAS, VEO PASOS.”
SONIDO PATANÉ Por Sergio Sánchez Si hay algo que no se le puede reprochar a Lucy Patané es que se haya encasillado en un género. Con 29 años, incursionó en el hardcore, el punk, el rock, el country, la música popular de aquí y del mundo. Siempre inquieta, se encargó de la banda de sonido de la película Para los pobres piedras (Mathieu Orcel, 2013), forma parte del grupo de Diego Frenkel y explora su faceta de productora musical. Es, sin dudas, hija de estos tiempos: no sólo por su amplitud musical (en muchos músicos de su generación prima el “no-género”), sino por su espíritu autogestivo y su capacidad de abarcar todas las instancias de un disco, desde la producción hasta la difusión. A continuación, un breve repaso por sus principales proyectos. La Cosa Mostra: en esta banda, sin dudas, sobresale la fuerza vocal y escénica de Paula Maffia, quien se encargó de componer letra y música del grueso de las canciones. Sin embargo, Patané se ocupó de los arreglos del primer disco y compuso “El milagro ruso” junto a Maffia. A diferencia de sus actuales proyectos, La
Cosa Mostra se caracteriza por tener una impronta más rockera (por momentos, la batería suena al palo) y no tan experimental. La guitarra frenética de Lucy parece conjugarse perfectamente con la prosa desfachatada de Maffia, que canta en inglés, italiano y español. Las Taradas: esta orquesta de señoritas nació sin demasiadas pretensiones, pero logró posicionarse como una de las propuestas más llamativas del under. Lucy y Maffia tenían ganas de interpretar canciones que no cuadraban en La Cosa Mostra, más orientadas a un repertorio folklórico latinoamericano (desde “El show del perro salchicha”, de María Elena Walsh, hasta el clásico brasilero “Americanizada”) y géneros tradicionales de Europa (canzonettas italianas del ‘40 y ‘50, hot jazz y chanson francesa). En este combo musical, Lucy mete alguna voz, además de ser la dueña de la guitarra acústica. El Tronador: es, tal vez, el proyecto más experimental y “volado” del que participó. Junto a Martin Chac de Lassaletta, Mene Savasta Alsina, Santiago Martínez y su otra socia musical inseparable, Marina Fages, le dieron forma a una propuesta que, si bien tenía como premisa la
canción, le daba rienda libre al juego, la improvisación y la experimentación instrumental y vocal. Mientras Fages sorprende con sus balbuceos y cuelgues vocales, Patané explora las posibilidades del banjo y la guitarra de doce cuerdas. Con algunos de sus integrantes en Mar del Plata, las presentaciones del grupo ocurren muy esporádicamente y constituyen uno de los tantos misterios del under. Fages-Patané: el espíritu lúdico que la dupla compositiva mostró en El Tronador se potenció en El poder oculto (2013). Lo primero que hicieron antes de registrar un disco con nuevas canciones fue comprarse un charango cada una e investigar qué les podía dar el instrumento. Y a eso le sumaron un bombo legüero, un pinkullo y otros tantos instrumentos. Se encontraron con un universo nuevo, un sonido orgánico y autóctono que, sin embargo, no remite al folklore argentino o latinoamericano. O, al menos, no suenan ritmos folklóricos tradicionales. “La idea era probar nuevas combinaciones”, dice Patané, mientras mezclan el charango con el banjo o el clarinete. Si bien Fages canta algunas canciones, la mayoría son instrumentales.
NOTA DE TAPA
Vóley y handball coincidieron con lo que, con pinzas, llamaremos una crisis. Sangre Azul demandaba, y ella, llegando a sus trece, sentía ganas de salir a bailar. Porque a Lucy le encanta bailar, pero tocar... “Tocábamos un montón y era mucha presión”, arranca. “No era presión de alguien en particular: mis viejos no intentaron nunca imponerme un camino. Era presión porque la cosa funcionaba, salían notas y fechas.” Siguió jugando y se federó en el Club Quilmes Oeste. El colegio empezó a aburrirla, a ella que había sido escolta durante la primaria, y se cambió a El Privado de Bernal (notorio armónico) y, más tarde y hasta concluir el Polimodal, al Colegio Nacional de Quilmes, donde logró que en lugar de “Sólo le pido a Dios” sonara Attaque 77 en los actos. Por ahí, dice, se hizo muy fanática de El Otro Yo. ··· A las bandas que Marcela y Ricardo hacían sonar, Ana adolescente sumaba Animal, Sepultura, Hermética, Almafuerte y Megadeth. Lucy absorbía y, en pleno bolicheo, estaba al taco con el boom de las bandas de cumbia: Montana, Chacales, Aluvión y Malacate; con recreos de Spice Girls y Backstreet Boys. “Nunca fui de rechazar lo que me tocaba generacionalmente por tener acceso a la cultura de mis viejos”, aclara. Dice que le gustan Los Beatles, por ejemplo, pero que no tiene el tic esto es re Paul de los fundamentalistas. Su hermana ya integraba Sugar Tampaxxx, que era parte de Besótico Records, sello de EOY que también refugiaba a Victoria Mil y She Devils (Patricia Pietrafesa es referente de Lucy). Los recitales le permitieron conocer no sólo el vivo de los hermanos Aldana y compañía, sino su trastienda. Fue, remarca, su etapa alterna. Lo atestigua el tatuaje superior de los dos del brazo izquierdo: una galaxia de neón made in Bond Street sobre tríceps lechosos. Cristian Aldana era muy amigo de Ana y fue clave para que Lucy decidiera retomar la música. En la antesala de una presentación de Abrecaminos, tras narrarle el trajín de Sangre Azul, él le dijo “tenés que seguir tocando” y la puso en contacto con bandas que requerían bajista. No hubo feeling con ninguna; eran de pibes más grandes con expectativas distantes. Pero no fue ése el empujón que le dio el cantante de EOY. Le dio otro, del que quizás él no tenga registro. Porque lo que tocó la fibra de Lucy, de esa Lucy a la vera de los quince, es menos palpable, y lo era menos en ese presente de pizza con champagne. Una filosofía, una política, un paradigma, una visión. Lo que la
“EL MOMENTO EN EL QUE MÁS SEGURA ME SIENTO ES SOBRE EL ESCENARIO. DESPUÉS VEO LOS VIDEOS Y DIGO ‘POR QUÉ ME DEJAN HACER ESO’.”
motivó fue “ver al chabón vender discos de Besótico al terminar un recital; su tenacidad y perseverancia; el claro ejemplo de que con autogestión podés generar un sello, grabar discos y llegar a Obras”. Con el mensaje de la autogestión encararía su porvenir: Panda Tweak, La Cosa Mostra, El Tronador, el dúo con Marina Fages, Las Taradas. “Tuve muchas dudas: cómo iba a vivir o qué estilo haría. Pero sabía que iba a ser autogestivo.” Cualquiera puede tocar. O, más bien, te invito a tocar. ··· Tocar, tocar, tocar, tocar, tocar, tocar, tocar. ¿Un modo no muy sutil de publicitar el hipotético nuevo programa público para quienes padecen trastorno obsesivo-compulsivo? No. El eco es de Lucy y lo usa para graficar los casi siete años con Panda Tweak. Hacía un par que Bersuit Vergarabat anunciaba el estallido cuando Lucy volvió a subirse a un escenario, esta vez para tocar un ska punk que sería, progresivamente, hardcore. En definitiva, espíritu punk: hacelo vos mismo como primera prueba... ¿por elevación? Pos revelación. Y como toda prueba exige sacrificios, Lucy desistió de probarse en Boca, y largó vóley y handball. No daba llegar a los partidos con la resaca y el maquillaje de los conciertos. “Me gustaba el juego en equipo, que es lo que sucede en una banda: cada uno ocupa una posición para que funcione”, remata. Su última bocanada de deporte sería el boxeo. Sólo por el ejercicio. Sólo por el baile. Distinguir dónde es adelante es siempre arduo, pero se hace más si el suelo tiembla como hacia diciembre de 2001 y pasando 2004. Estaba la enseñanza de EOY, pero Lucy hablaba con amigas que seguirían sociología y comunicación, y las inquietudes universitarias se le hicieron un mosquito de dudas en noche sin Raid. Marcela les puso coto: “Si te vas a dedicar a la música, te lo tenés que tomar como una carrera universitaria”. Tras un breve paso por la EMPA, se inscribió en ingeniera de grabación en Tecson (tuvo como docente a Marcelo Depetro y adeuda un final que no piensa dar). Pero mamá no se refería sólo a su hija sino a ella y Ricardo mismos. —Ma, me da cosa que me paguen el viaje hasta acá —dijo la hija. —Tu aula magna es este boliche. Te bancamos estas cosas porque es tu carrera, como te bancaríamos lo planos si hubieras querido ser arquitecta. “Ahí me lo empecé a tomar en serio”, redondea Lucy. “En este país, con lo difícil que es dedicarse a la música, tenés que te-
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ner constancia y hacer todo lo que puedas de la mejor manera posible. No hay otra fórmula.” Una fuerza más la convenció. Desde Sangre Azul, cada vez que tenía que tocar rogaba que algo pasase para que el show fuese suspendido. Le daba pánico el público. Algo de tomar o fumar, pero aún así. En este punto, usa palabras como tortura. “Pese a eso, no lo dejaba. En el período de Panda Tweak, cuando tomé conciencia de esa obstinación, entendí que tenía que superarlo. Empecé a relajar, a apoderarme de mi imagen.” —Sí, soy mina. Machaco. Me gusta moverme —decían sus ojos. “Y surgió una conexión inevitable entre mi cuerpo y el instrumento”, avanza. “Ahora, el momento en el que más segura me siento es sobre el escenario. Llevo la
LUCITITA Por Marcela Espadero (escritora, madre de Lucy Patané) Lucy chiquita, “Lucitita”, era un pelotín blanco; un pan crudo, como alguna vez la graficó alguien del barrio. Una especie de querubín explorador, imparable, tenaz, concentrado y dispuesto a avanzar; así, con su formato redondo y a los tumbos, pero segura de su propósito. Yo le tarareaba para acunarla “Canción para los días de la vida”, de Spinetta. Y, claro, ella aprendió a volar entre tanta gente de pie. ¡Sí que aprendió! Y no hizo nunca lo que no quiso, muy a pesar de su papá y mío cuando queríamos darle el jarabe para los mocos; e hizo siempre lo que se propuso, porque quiso y porque sí, seguramente siguiendo las coordenadas que había tendido en la vereda del barrio, jugando con amiguitas y amiguitos de la cuadra mientras los gnomos de lata cuidaban sus alas. Después vino la adolescencia, el encierro en la pieza con todos los CD del universo, los tantísimos libros leídos en las siestas de verano, la negación absoluta de estudiar para la escuela y, a pesar de eso, pasar de año todos los años, y una constante: tocar la guitarra sin parar. Hasta que un día salió volando y, bueno, ¡allá va!. En su universo están la música, el silencio, el humor en forma de mímica, una sensibilidad extrema y, por sobre todo, una capacidad brillante para crear puertas donde no hay, un poder para abrirlas y hacer lo que se propone.
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guitarra como a una pieza de baile. Después veo los videos y me digo ‘por qué me dejan hacer eso’. No importa. Vencer esa timidez no fue fácil.” ··· Lucy es una entrevistada piola. Una voz generosa, siempre que anoticie nobleza en quien pregunta y en cómo ejerce esa pregunta, que entre que se amasa en el aire la hace gesticular, a veces con acento en el seño, otras en el mentón. Hoy está sentada detrás del mostrador de Mercurio, en la porteña Galería Patio del Liceo, y viste una camisa cuadrillé celeste y blanca de mangas cortas y un short por los muslos que apenas le toca el búho, uno de los dos tatuajes que le diseñó Fages (el otro es un ancla, debajo de la galaxia). Suena Julio & Agosto. Depende de cuánto se haya visto de
Lucy, puede uno llevarse una sorpresa. Están las fotos, los videos y los vivos que la muestran soviética. Están los que la muestran alegre, como alegre se observa cuando tocan Las Taradas. Esas veces, su vestuario es símil al de Angus Young. Ella bailotea con la viola: frunce el pecho sobre agudos, lo expande en los graves, aprieta la boca en arpegios rockeros, da saltitos o menea cuando la melodía la lleva. A Lucy le encanta bailar. De sus bandas, Las Taradas es con la que más sonríe en escena. Mano a mano, rota la telaraña de la distancia, Lucy es ésa: una chica macanuda, con sentido del humor, que disfruta hacer reír, y de la tragedia, como todos los que tienen anécdotas, los que tienen espesor. Aparece entonces un episodio que le habría ocurrido a George Harrison. Es una de esas historias que se tiran a la vera de los recitales. Concierto benéfico al que acuden estrellas del rock. Suena una canción más, la interpretan a coro. El último en aparecer es Quizás George Harrison, que rasca su Quizás Les Paul (¡Quizás Lucy!). Termina el tema. Ovación. Algún otro grosso, Quizás Bob Dylan o Quizás Jeff Lynne, se acerca a Quizás George Harrison y se da cuenta de que su equipo había estado apagado. Se lo señala, apenado. Quizás George Harrison responde: “No hacía falta que tocara. La banda ya sonaba tremenda”. La historia surge porque el periodista presiente que tiene algo que ver con cierta lateralidad de la entrevistada. “Eso es muy interesante”, secunda Lucy. Bingo. “Siempre estoy cómoda en el lateral. Cuando mi posición se arrima al centro, son lugares todavía nuevos para mí. Raros y difíciles. Ahora estoy en un momento de centro-lateral. Pero me lo planteo: ‘Ya produje ciertos discos y lo seguiré haciendo; ya toqué con tal y tal... ¿qué pasa si hago algo sola?’. En 2015, es la gran pregunta a desarrollar. Quiero interactuar conmigo. Mi problema siempre fue que tengo un abanico de gustos. ¿Qué hago? ¿Un disco rockero, uno acústico, uno de sonidos?”. Ya se dijo: Lucy vive un momento especial. ··· La noche del 30 de diciembre de 2004, Panda Tweak grababa lo que sería su primer LP, Aunque nadie nos crea, en el estudio de los dueños del sello de amplificadores Vintage, en Banfield. Lucy nunca había estado en Cromañón (es enoclofóbica) y no recuerda sus impresiones en el momento del incendio, pero sí que después cerraron espacios, por lo que el quinteto quilmeño, como tantos otros colectivos artísticos, se las tuvo que arreglar
NOTA DE TAPA
UNA ACTRIZ MARAVILLOSA Por Diego Frenkel (músico) Conocí a Lucy Patané en un intenso show de La Cosa Mostra, banda de la cual fui por un tiempo fiel seguidor y que me abrió las puertas a una amistad y divino encuentro artístico con Paula Maffia. Por ella conocí a Lucy y, más tarde, cuando Lucy lo propuso, a Pedro Bulgakov. Todos seres queridos. Quedé inmediatamente impactado por la garra de Lucy como guitarrista. Me llamaron la atención su forma salvaje y a la vez inteligente de tocar, su espíritu punk y sus decisiones tan personales a la hora de la performance. Luego vinieron diversos encuentros y pasó un buen tiempo hasta que la convoqué para presentar El día después, disco del que yo había grabado todas las guitarras. Sentía que me sería muy difícil delegar en alguien ese rol. Lucy aceptó el desafío y reinterpretó estas guitarras, rescatando mi espíritu y a su vez poniendo una definitiva cuota de su personalidad, hasta el punto de volver esas líneas totalmente propias. A partir de ahí, seguimos tocando juntos, en trío, en banda y muchos conciertos en dúo, en los que afianzamos un vínculo como guitarristas de mucha fluidez y entendimiento. Manejamos muchos códigos en común y tenemos muchos puntos de intersección: ambos somos muy rítmicos, concebimos la guitarra como un instrumento de percusión y una extensión corporal, un arma de lenguaje físico y emocional. Sobre los temas de Célula, el siguiente disco, Lucy no sólo armó los arreglos de su guitarra, llenos de opinión y marca estética, sino que colaboró en el armado y la composición de varios temas. Así está siendo también en el armado del próximo de Diego Frenkel & Su Banda, un formato solista acompañado por una banda activa, participativa y en la que los intérpretes son intérpretes creativos. Si fuera director de cine, diría que Lucy es para mí una actriz maravillosa que lee inmediatamente el camino que le propongo y que me da una devolución propia y personal, que enriquece y singulariza. Lucy levanta mi apuesta. Me encanta tocar con ella. Es además una gran compañera de gira. Y, debo agregar, una gran y sensible fotógrafa.
para rodar su obra. En una de dos ocasiones con una banda amiga, Buzzer, armaron un tour por ciudades lejanas. Lo llamaron —y Lucy se ocupa de zanjar que el nombre nada tuvo que ver con la masacre— La Gira de la Muerte: una pizzería en Glew, un galpón en Maschwitz y un barcito en Claypole, enumera. “Esas dos giras, tocando para tres borrachos, fueron una pérdida de guita. Pero lo que aprendí no lo hubiera aprendido de otro modo: es lo que te enseña tocar en cualquier condición, frente a cualquier auditorio.” También viajaron a la Costa Atlántica. Las olas y el viento; el mar y Marina Fages, que gestionaba Recis, web de agenda y artículos sobre bandas locales. Se conocieron, pero no se dieron bola. La amistad germinaría en fechas con Demaders —agrupación hardcore en la que Fages cantaba—, charlas esporádicas y comentarios de Fotolog. Era una realidad en 2006, cuando Marina —que había estudiado cine— dirigió el videoclip de “El aeroplano”, de Panda Tweak, filmado en betacam y con escenografía a rayas pintadas.
Mucho después, “tímidamente” Marina le revelaría una canción “muy hermosa” titulada “La montaña” y Lucy la instaría a mostrarla, a mostrar sus composiciones. Así nacería El Tronador, que debutaría en 2008 en formato reducido: ellas y Martín Chac de Lassaletta en contrabajo. Santiago Martínez (sintetizadores) y Mene Savasta Alsina (melódicas) completarían el quinteto. Sumarían fechas, un EP homónimo en 2009 y el LP Viento, fuerza, tronador en 2011, ambos editados bajo el sello Marder, que Fages administra. Como Chac vive en Mar del Plata, El Tronador truena según sus venidas; espacio para que Marina haya decidido desarrollar su carrera solista. Su ópera prima se llama Madera metal, grabada y mezclada por Lucy, producida por ambas y lanzada en octubre de 2012. “Es uno de los discos que más me gustan conceptualmente, de los que me ponen más orgullosa”, comenta Lucy. Poco después, Fagés le dijo que quería ir a Europa de gira. —No me gusta viajar sola. ¿Querés venir conmigo? —le propuso. —Vamos a Europa. —Pero es medio choto ir en plan “Marina Fages y su guitarrista”. ¿Hacemos un disco juntas, como excusa? Les llevó un mes. El poder oculto se lanzó en junio de 2013. Las canciones fueron grabadas en la Mansión Bolívar —casona de Fages en San Telmo— y en uso de su variedad de ambientes. Dice Lucy: “Fueron un instrumento más. En la mezcla no tuve que hacer mucho: queríamos un charango con reverb, lo grabábamos en un hall grande. En un track se escuchan las gatas de Marina e hicimos percusión con cajas de casete.” Dice Fages: “La casa es muy linda, así que fue tomar su energía también”. Asimismo, la Mansión Bolívar sirvió para Las Siestas Botánicas, ciclo de recitales para bancar una edición física. Al final, hicieron dos giras. Recorrieron España, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra, Noruega y Escocia. Marina
“ME LO PLANTEO: ‘YA PRODUJE CIERTOS DISCOS Y LO SEGUIRÉ HACIENDO; YA TOQUÉ CON TAL Y TAL... ¿QUÉ PASA SI HAGO ALGO SOLA?’. EN 2015, ES LA GRAN PREGUNTA A DESARROLLAR. QUIERO INTERACTUAR CONMIGO.” rescata un highlight: Voss, un pueblo noruego “bastante rural”; una cabaña sin luz en la cima de una montaña; lagos, árboles y cantar bajo la luna. “Hacemos muchas cosas juntas porque trabajamos muy bien en equipo. Conectamos en pensamientos sin siquiera hablar”, suma. La actualidad las retruca: Lucy es baterista de Chicas de Humo, formación que completa Lu Martínez en bajo, apoyatura de Fages en vivo para su segundo disco, Dibujo de rayo, siete canciones con sendos bateros (Lucy, Sergio Verdinelli, Fernando Samalea, Walter Broide, Doctora Muerte de El Mató, Camilo Carabajal de Tremor y Juan Manuel Ramírez de Guauchos). Un plan sin deadline: reversionar folklore. Por el tiempo de la gestación de Madera metal, Fages alquilaba en la Galería Patio del Liceo un local en el que daba el taller de pintura “El sendero del espíritu libre”, cuando otro quedó vacío. Pensó en una disquería. ¿Qué mejor que ponerla con amigos? Convocó a Lucy y Villa Diamante. Se prenderían Lolo Anzoátegui (del dúo performático Lolo & Lauti) y Lucas Caballero (Guauchos), y nacería Mercurio, con la consigna de darle espacio a discos nacionales e independientes. “Mercurio es un trabajo
NOTA DE TAPA
NUEVOS IDIOMAS Por Gastón Massenzio (músico) Conocí a Lucy hace varios años viéndola tocar con Fernando Kabusacki, luego con Las Taradas, Marina Fages, Frenkel, La Cosa Mostra y El Tronador. Y todos los proyectos en los que participaba, de una u otra manera, me atrapaban. Sentía una gran identificación con su abordaje de los instrumentos y con el hecho de que es multiinstrumentista, en lo que coincidimos. El año pasado nos juntamos y tuvimos una charla para comenzar la grabación de un disco, pero se retrasó porque yo estaba terminando Otra luz. En 2015, se alinearon los planetas y arrancamos La presencia, que saldrá en unos meses. Planteamos el inicio, grabando las maquetas, y una etapa de preproducción, en su casa, en la que me asombró su enorme capacidad de lectura de los discursos melódicos, las diferentes intenciones musicales, los arreglos y, en lo personal, un feedback y entendimiento muy grande en todo ese proceso. Al tiempo comenzamos a grabar las guitarras en El Limbo, el estudio de su papá en Bernal, bello lugar en el que me sentí como en mi casa y donde experimentamos mucho; en principio, con los micrófonos, para obtener una paleta amplia de sonidos para luego elegir y combinar. Puso mucho énfasis en obtener un buen sonido para las guitarras y sobre eso trabajamos mucho más tranquilos, sabiendo que tendríamos después todas las opciones. Como era nuestra idea, el proceso de grabación fue un espacio no sólo para plasmar mis nuevas composiciones sino también para experimentar, receptivo de ideas y de disparadores que iban surgiendo. Así fue como grabé guitarras acústicas y españolas (hasta solos de bajo) y Lucy grabó coros, baterías, bombos, guitarras de doce cuerdas, mandolinas y españolas también. Como tengo dos temas compuestos en piano, decidimos ir al Estudio Libres a grabarlos, en otra jornada intensa. Rescato enormemente que luego de escuchar un par de tomas, me ayudó a sacar a luz y resaltar ideas melódicas que habían quedado un poco tapadas. Vivo la música con mucha permeabilidad, empapándome de lo que traen consigo los amigos que recorren este camino. Es un placer transitar algo tan grande para mí como la grabación de un disco con alguien como Lucy Patané: salgo renovado y transformado, con muchos nuevos idiomas incorporados.
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social porque no sacamos ni un centavo”, explica Lucy. “El laburo es para que este lugar siga existiendo y que los discos se puedan seguir vendiendo.” La disquería pasaría en 2014 a un local más grande; Anzoátegui saldría del equipo y entrarían la fotógrafa Flor Petra y Jirí Alvriv (Rascolnikoff). Se rotan y cubren para atender: Lucy va los miércoles. En el local, un espacio tan acogedor como abarrotado, en ocasiones las bandas ofrecen acústicos y brindis por sus flamantes ediciones. “Destaco esas situaciones en tiempos en que tenés todo a un clic. El clic achancha: a veces no escuchás nada aunque tengas cincuenta descargas en tu PC. Acá entra alguien y dice ‘¿me recomendás algo?’. Y está re bueno porque le mostrás grandes discos que quizás son de tus amigos.” ··· Conocer a Paula Maffia fue clave para Lucy: dice que la ayudó a hacer florecer su autenticidad. Pasó durante una fecha en Bed Baires, un “antro chiquito” en Microcentro. Paula, que tocaba en Acéfala, había ido a ver a dos grupos amigos: Tender y Demaders, que compartían escenario con Panda Tweak, “una banda horrible, pero muy a tono con la época”, ríe Maffia. “Salvo por Lucy, una bombona total que tocaba con las gambitas abiertas. Pensé: ‘Esta piba encarnó a Joan Jett’. La busqué, me acerqué y le dije ‘¿escuchás Runaways?’. A ella se le iluminaron un poquito los ojos.” Se siguieron por Fotolog. Lucy y Maffia acuerdan en que la charla giró en torno de que Acéfala se había quedado ídem. Pero una dice que fue invitada a tocar y la otra que aceptó un ofrecimiento. Pasaron zapadas y Paula, que vivía con su chica en un departamento en Cabildo y Juramento, invitó a Lucy a probar unos temas con la mira en su carrera solista. Le mostró “Por qué”, un “tema re popero” que sería incluido en el debut discográfico de La Cosa Mostra, Grandes éxitos. Para que le pusiera lo suyo a la canción, Paula le dio a Lucy una Telecaster, y le abrió una ventana. “Descubrí un sonido”, reafirma Lucy. “Yo tocaba con Les Paul y distorsión. Ahí empecé a construir mi forma.” Maffia pensó que “nunca había escuchado que alguien interpretara tan bien sus canciones en la guitarra”. Un ensayo, dos. Pedro Bulgakov en bata, Santiago Mazzanti en bajo. De Paula Maffia Power Quartet a Paula Maffia & La Cosa Mostra a La Cosa Mostra. Un show, diez, cien. Y, en 2012, el álbum La Cosa Mostra interpreta y reversiona a La Cosa Mostra. Ahora la banda está en pausa. Otro día estaban Lucy y Paula mirando un video de las Gospel Sisters. A la prime-
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ra le evocó el film Las trillizas de Bellville. La segunda exclamó “cómo me gustaría una banda así”. Y Lucy dijo: “Si la hacés, ponele Las Taradas”. Cuando el teléfono sonó con una oferta para La Cosa Mostra el 14 de febrero de 2010 en el viejo Club Cultural Matienzo, como sabía que el cuarteto no podría, propuso a Las Taradas, antes de que existiesen. Colgó. “Tenemos una fecha, hay que armar el grupo”, le tiró a Maffia. La primera formación incluyó a Carla Branchini (fallecida el año pasado) en clarinete y Lu Martínez en contrabajo. “Y fue ‘investiguemos qué pasa si tocamos swing, boleros y rancheras’”, narra Lucy. “Me puse a escuchar Los Panchos. Igual no soy muy de investigar, me gusta cazar algo y apropiármelo. Eso es Las Taradas: estilos definidos pasados por nosotras, que venimos del rock.” Acaba de soltar que no es muy de investigar, pero hubiese sido más justo decir que su método de investigación es inhumano: la multiplicación. Tocar, tocar, tocar, tocar, tocar, tocar, tocar. Aparte de las clases que toma cuando algún instrumento la desvela (como las de banjo con Fernando Goin), llegó a formar parte de siete grupos a la vez. Maffia lo nota: “Toca con muchos porque no quiere dejar de formarse”. Dos ejemplos más de los últimos años: fue una de Las Ruedas del Sur, banda de Yulie Ruth, ex bajista de Pappo, dedicada a la música country; y anduvo por el neo swing hawaiano de Lapsus (Pablo Hadida le “sacó brillo”). Consideremos que produjo discos de propuestas tan dispares como Lu Martínez, Los Rusos Hijos de Puta y Gastón Massenzio, y empecemos a preguntarnos si tendrá una gemela que le
CLINT EASTWOOD Por Julián Desbats (guitarrista de Los Rusos Hijos de Puta) Lucy es una persona de pocas palabras. Exacta y silenciosa como esos bluseros de Mississippi que sólo hablan a través de la guitarra. Trabajar con ella en La Rabia que sentimos es el amor que nos quitan fue un placer verdadero. Por su forma de ser, por su buen gusto y alto conocimiento, por su buena predisposición y paciencia. Fue una gran experiencia y nos ayudó a encontrar el sonido que buscábamos. Además es la mejor guitarrista del mundo; sin dudas, mi favorita. Es como Clint Eastwood en El bueno, el malo y el feo: donde pone el oído pone la nota.
haga la segunda. ¿Quedan dudas de que a Lucy le encanta tocar? En cinco años (en menos de tres, desde Son y se hacen), Las Taradas se instalaron en la escena under y la excedieron. El último Día de la Mujer, el septeto junto a Miss Bolivia fue parte de un especial para la TV Pública, a poco de haber vuelto de su tercera gira por Brasil y con el hori zonte en un Teatro Vorterix. En junio, grabará su segundo opus, que tendrá, además de versiones, temas propios. “Es una propuesta mega popular, amplia y diversa”, observa Lucy. “Podemos caer en cualquier lugar y a la mayoría le vamos a caer bien. ··· En el interín, La Cosa Mostra tocó en Ciudad Abierta y un espectador los contactó por mail. Quería conocer al grupo y quizás producirlo. Era Diego Frenkel, frontman de La Portuaria, que los invitaría a un festival en Costanera Sur sobre el pucho de su separación. Luego, produjo “El milagro ruso”, canción del cuarteto para Grandes amigos, obra teatral de Mayra Bonard, su esposa. Y, con La Portuaria ya sólo en los anales del rock y El día después bajo el brazo, convocó a Lucy como violera. El primer show fue en Café Vinilo. Nerviosa, ella se puso “en el lateral muy en serio”. Frenkel se lo reprochó en camarines: “Quiero a Lucy Patané, no a una guitarrista cualquiera”. Y Lucy empezó a descubrir su espacio, a habitarlo. Y empezó a hacer coros con propiedad, coros que estarán en el sucesor de Célula. “Hablamos el mismo lenguaje con la guitarra”, afirma ella. “Somos más de la mano derecha que de la izquierda, así que las indicaciones que me da son muy acordes. Él supo pulir mi forma de tocar y di un paso más en hacerlo con stage. Antes era ‘toco y no me escucho’. Y con Frenkel fue ‘te tenés que escuchar’.” Además eleva la “visión artística” del músico, y al definirla se define: “Siempre va a lo menos convencional, siempre va a elegir el otro camino”. ··· Sobre caminos, ¿qué le depara a Lucy el cielo? ¿Diamantes? Sueña con escribir Aprenda a tocar bailando, acompañado de dibujos. “No veo notas, veo pasos, como un vals”, repite. Y es que a Lucy le encanta bailar, a Lucy le encanta tocar. Y cualquiera puede tocar. O te invito a tocar. Acaso la próxima digamos que vos podés tocar, que vos podés bailar. Y que a Lucy le encanta escribir, y que vos también podés hacerlo. Y que a Lucy le encanta cantar. En vivo, porque sabemos que lo hace en la ducha.
RESEÑAS
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LA ODISEA DEL MONSTRUO DE MIL BRAZOS universo funes
EN REALIDAD QUERÍA HABLAR DE OTRA COSA martin zariello
POSGUERRA palmer
ROBERTO BOLAÑO, UNA GUÍA DE LECTURA luciano alonso
Universo Funes es un juego dual y fantástico. En sí mismos, Caballo Blanco y Carnero Salvaje son una fábula: la de dos músicos con cabezas de equino y ovino, respectivamente, y esa es su narrativa. La odisea del monstruo de mil brazos —su primer, redondo e insuficiente EP— también es una fábula. Ahí está lo dual: una fábula cuenta a otra, como el comienzo de un loop. Pero la estructura argumental de este segundo relato es más compleja o más visible. A cada una de las tres canciones del EP la antecede un subtítulo:
“Capítulo 1”, “Capítulo 2” y “Capítulo 3”; introducción, nudo y desenlace en los que una voz cavernosa lee las líricas de “Dos caballos blancos”, “El monstruo de mil brazos” y “Todas las flores del funeral”. Entre el folk y el pop psicodélico, cada tema es una postal minimalista de lo que podría ser una historia infantil ilustrada. Carneros, disfraces, vendavales, sangre, dragones y faros, entre otros gatillos a la fantasía animal. universofunes. bandcamp.com. / F.G.
A través de su último trabajo, En realidad quería hablar de otra cosa, Martín Zariello nos regala una serie de escritos totalmente alejados de los hermetismos intelectuales y abre el juego a una intertextualidad popular, tocando temas tan simples como variados: fútbol, política, cine, literatura, música. Estos anárquicos ensayos abren las puertas de la reflexión y promueven declaraciones que ultiman al lector: “Si Salinger hubiese sido un vampiro, la ternura y la irracionalidad del discurso infantil habrían cumplido el papel de la sangre: lo cargaban de energía para escribir y seguir vivo”. En una época en la que pensar se ha transformado en puro narcisismo, Zariello se corre de eso y motiva a querer leer, ver películas o escuchar música. Todos esos mundos están contenidos en un par de textos, con una mirada lúcida. / Gustavo Grazioli
Palmer oscila entre acordes tiernos y furiosos para construir y deconstruir Posguerra, su tercer disco de estudio, quizá el más rockero de todos. En un paseo de diez canciones, inspirado en Neil Young, Johnny Cash o Ricky Nelson, coquetea con lo más profundo del indie y avanza con sonidos más complejos y precisos en relación a sus anteriores trabajos La Nouvelle Moisson (2009) y Rayado (2011). En esta oportunidad, incluso, el solista se atreve a cuestionar la modernidad con “Tirado, (Hipster Blues)”: “¿Y quién miró en tus ojos huecos cuando el ocaso te envolvió?”. Y vuelve en “Rolling Stout”: “Nada de lo que fuimos salió nunca en la Rolling Stone”. Así se detiene, pregunta, increpa, hace bailar y sigue. El sonido metálico del banjo aparece y acompaña en “La dignidad” y “Horizonte Blues” como resultado de una experimentación que lo alejó cuatro años de los estudios de grabación. Palmer, creador e impulsor del sello Mínima discos, se siente cómodo en lo más clásico del rock, por eso en su último trabajo aprovecha para jugar con la madurez musical y se atreve a incursionar entre boleros, canciones de amor treinteañero, folk y blues. / Natalia Iocco
Como un insistente arqueólogo de las letras, a Luciano Alonso le gusta escarbar en las obras de autores tan dispares como Philip K. Dick o Kurt Vonnegut, para rearmar sus universos y transformarlos en libros obsesivos, de análisis minucioso. Esta vez le llegó el turno a Roberto Bolaño, autor de culto que murió joven y dejó una extensa bibliografía compuesta por novelas, cuentos, ensayos y poesía. Roberto Bolaño, una guía de lectura es un estudio cronológico que disecciona cada uno de sus libros desde una perspectiva
sumamente personal y un abordaje más cercano al de un lector apasionado que al típico académico solemne. “La repetición de un hecho cierto no deja de ser cierto porque luzca remanido. Roberto Bolaño es, a esta altura, uno de los autores imprescindibles del canon literario”, escribe Alonso en las notas preliminares del libro, derrumbando ese lugar común que dice que a Bolaño sólo se lo lee porque está de moda. / M.A.
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SHITTY GAMES
EL JUGUETE RABIOSO Y RADIOACTIVO nico saraintaris
CÁNDIDO j. j. rovella
COMANDO CLANDESTINO DE IMPROVISACIÓN un3tv
El del motochorro. No, el de Nisman. No, no: el del cordobés samurái. Es muy difícil elegir uno. Por suerte, no es necesario: en www.shittygames.tk están esos y otros grandes, aunque sencillos, videojuegos falopa, o “caca”, como gustan decir sus creadores, dos estudiantes (programador e ilustrador) de la Universidad Nacional de La Plata que conservan el anonimato. Shitty Games es una plataforma de fichines online, jueguitos de 8 bits siempre violentos y cínicos, basados en temas candentes de la agenda mediática. El del samurái,
por caso, se llama “Keku Liao” y está inspirado en la noticia del cuartetero que cuarteteó a un grupo de ladrones con una katana a mediados de abril. El del gendarme carancho, “Gendarmer”, es brillante: con unos clics tirás al milico sobre unos autitos que pasan y, si sos diestro, sus amigotes cagan a piñas al conductor y Berni te felicita. En la fanpage del sitio, sus gestores organizan maravillosos torneos. Hasta el logo es genial: un tereso enrollado sobre un joystick, a puro pixel. / F.G.
Remix, reescritura, remake; es difícil ponerle un solo nombre al experimento editorial que emprendió Literatura Clase B. Quizás sea todo eso. Remix, porque se trata de una mezcla. La propuesta es agregarle a algunos clásicos de la literatura nacional el elemento ciencia ficción. En este caso, El juguete rabioso. Al retrato de época que es el primer libro de Arlt, se le suma una trama que incluye animales monstruosos, nazis y asesinatos. Reescritura, porque Nicolás Saraintaris conserva elementos reconocibles del texto original, como el nombre del protagonista, la estructura y esa atmósfera densa, propia de Arlt. Remake, en el sentido tarantiniano, se trata de rehacer los clásicos, de trasladarlos al lenguaje pulp: los próximos van a ser Don Segundo Saurio y Juvenilia en Andrómeda. / Juan Ignacio Sapia.
Cándido se desprende de la mítica revista Catzole, nacida como fanzine a mediados de los ´90 y convertida en estandarte de la historieta independiente gracias a la publicación de obras de culto como “Desfigurado”, de Salvador Sanz. Esta historia, escrita y dibujada por J. J. Rovella, fue publicada en tres capítulos distribuidos entre los números 12, 13 y 14 (1998/1999) y hoy se edita recopilada en un solo libro gracias a los rosarinos de Rabdomantes Ediciones. Cándido es un western atípico y oscuro, con una estructura narrativa libre, que contiene tanto elementos del noir
como del fantástico. Pese a tener un protagonista mudo y solitario, con el cual es difícil sentir empatía, enmarcado en un escenario digno del dicho “pueblo chico, infierno grande”, Rovella logra una historia sólida y atrapante, con varias subtramas que paulatinamente van develando los espantosos secretos que esconden los vecinos de esa pequeña comunidad decadente. El blanco y negro al servicio de un trazo sucio aporta el resto para lograr ese clima de sordidez y oscuridad latente en todo el relato. / M.A.
Un grupo de actores. Un experimento social. Una intervención artística. Y, ¡voilá! La improvisación teatral encontró su lugar en la pantalla chica ¿¡Qué!? Sí. Comando Clandestino de Improvisación es una de las nuevas webseries de UN3TV, el canal de la Universidad Nacional 3 de Febrero, que ya cuenta con más de 40 programas online con formatos poco tradicionales. En una apuesta osada, con gags de los viejos sketches de los ’90, un guión simple y un montaje dinámico, este colectivo de actores pone en escena la cocina y la realización de sus propias intervenciones callejeras, en micros de 13 minutos, en los que abordan diversas problemáticas sociales. Desde el trabajo esclavo hasta el consumismo indiscriminado, pasando por el yoísmo neurótico de las redes sociales, CCI apuesta a abrir el debate y sacudir los ojos acostumbrados a una realidad cíclica, apelando al impacto y al humor. Con una docena de videos subidos a su canal de YouTube, alimentan de otra manera a los internautas hambrientos de consumir otra cosa en la red, fuera de la programación popera y randomizada (www.un3.tv). / N.S.
CUESTIONARIO Z
“MI MAYOR TEMOR ES PERDER EL CONTROL” pablo rotemberg Texto: Facundo Gari Foto: Cecilia Villegas
¿CUÁNDO FUISTE MÁS FELIZ?
Al azar, elijo. Era chico, era Navidad, y mis padres me regalaron una pila importante de libros de la Colección Robin Hood. ¿CUÁL ES TU MAYOR TEMOR?
Perderme y perder el control. ¿CUÁL ES TU RECUERDO MÁS TEMPRANO?
El Sur: el bosque, el lago y las montañas. ¿CUÁL ES EL RASGO QUE MÁS DEPLORÁS DE VOS MISMO?
La autocompasión. ¿QUÉ RASGO DEPLORÁS EN LOS OTROS?
La soberbia.
¿QUIÉN O QUÉ ES EL AMOR DE TU VIDA?
La música y Guillermo. ¿CUÁL ES TU AROMA PREFERIDO?
El de la dama de noche. ¿ALGUNA VEZ DIJISTE TE AMO SIN SENTIRLO?
Sí. ¿CUÁL ES LA PROFESIÓN QUE MÁS DESPRECIÁS?
Los “trepadores” de toda calaña. ¿CUÁL ES EL PEOR TRABAJO QUE TUVISTE?
GONZOSA QUE VIVISTE?
Vendedor en una librería con una dueña explotadora y maleducada.
Cuando me di cuenta de que era una persona tremendamente egoísta.
SIEMPRE, ¿A QUÉ LUGAR Y ÉPOCA
¿CUÁL FUE LA SITUACIÓN MÁS VER-
SIN CONTAR INMUEBLES NI RODADOS, ¿QUÉ ES LO MÁS COSTOSO QUE COMPRASTE EN TU VIDA?
Vino, chocolates y cremas anti-age. ¿QUÉ TE DEPRIME?
La mierda que es el mundo. La espantosa repetición de la Historia. ¿QUÉ ES LO QUE MÁS DESPRECIÁS DE TU APARIENCIA?
Mi panza. ¿DE QUIÉN O QUÉ TE DISFRAZARÍAS PARA SIEMPRE?
Nada es para siempre. Entonces: de mujer. ¿CUÁL ES TU HÁBITO MÁS DESAGRADABLE?
Mirar de reojo. ¿CUÁL ES EL PLACER DEL QUE MÁS
SI FUESE COSA DE UNA VEZ Y PARA VIAJARÍAS?
Viajar al futuro, no. Y desear viajar al pasado es una equivocación reconocida. Pero mi signo es Capricornio. Por eso digo: París, circa 1908, forrado en billetes y estirpe. ¿CÓMO TE RELAJÁS?
Con un Rivotril ¿QUÉ TAN SEGUIDO TENÉS SEXO?
Depende. No es tan fácil establecer una frecuencia. ¿CUÁL FUE LA VEZ QUE MÁS CERCA ESTUVISTE DE LA MUERTE?
Cuando nací, me agarré una infección intrahospitalaria. Me salvé por un pelo, dice mi mamá. ¿QUÉ MEJORARÍA LA CALIDAD DE TU
TE ARREPENTÍS?
VIDA?
Tirarme pedos.
Disfrutar el presente.
¿QUÉ LES DEBÉS A TUS PADRES?
*Pablo Rotemberg es actor, escritor, concertista de piano, director de cine, bailarín y uno de los coreógrafos más talentosos de la danza contemporánea. Actualmente se encuentra presentando su obra Todos o ninguno en el Teatro Bombón de La Casona Iluminada (Av. Corrientes 1979, CABA).
¿CÓMO SE SIENTE EL AMOR?
Como dicha y tortura.
Dice así: Sé fiel a vos mismo hasta las últimas consecuencias. ¿A QUIÉN TE GUSTARÍA PEDIRLE PERDÓN? ¿POR QUÉ?
A mi abuelo Víctor, porque cuando yo era chico y él comía al lado mío, me daban un poco de asco sus modos. Quería que se fuera de la mesa.
¿CUÁL ES LA LECCIÓN MÁS RELEVANTE QUE TE DIO HASTA AHORA LA VIDA?
No somos nada, hoy estás, hoy sos, de pronto te desvanecés, y “de ti no queda nada”. DECINOS UN SECRETO.
A veces, todavía, creo que nunca voy a morirme.
RESEÑAS
Texto: Loyds
Mi abuelo se pegó un tiro en el pecho en nuestro baño. El baño con azulejos rosas, el de los nietos. El que no tenía bañadera ni bidet. Era finito y largo. Seguía la distribución del pasillo y tenía dos espejos: uno sobre el lavatorio y otro muy grande en la pared del fondo. Fue el 9 de abril de 1983. Me acuerdo porque justo ese día era el cumpleaños de mi hermana. Cumplía 13. Había juegos y golosinas en la quinta. Mi hermano chiquito se aparecía a cada rato completamente desnudo y correteaba a las compañeras de Agustina por el jardín. Todo muy entretenido, hasta que de pronto apareció mamá con la cara arrugada y nos llamó a los tres a un costado. —Tata está enfermo, muy grave— nos dijo. Ahí se acabó el festejo. Mi hermana despidió una a una a sus amigas, cargamos todo en el auto y volvimos al centro. Mamá no habló en casi todo el viaje.
Ilustración: Jo Murúa
Nosotros tres, atrás, mirábamos por la ventana sin saber mucho qué decir, pero convencidos de que el abuelo se recuperaría. Hasta ese momento nuestra infancia había sido perfecta. Nunca nos había faltado nada, y un problema era algo prácticamente desconocido. La muerte aparecía como una huella lejana que en realidad nunca habíamos palpado muy de cerca. Su imagen difusa se encarnaba en un nombre sin cara, en un familiar a la vez poco familiar: el tío Caco, hermano mayor de papá, cuya militancia descifraríamos muchos años más tarde. Llegamos al garage de los abuelos, sobre la calle Azcuénaga, a la vuelta del octavo piso en la ruidosa avenida Santa Fe, donde pasábamos la noche una vez a la semana. Papá estacionó el auto justo al lado del Falcon blanco de Tata, y cuando bajamos mamá dijo que los esperásemos ahí mientras ellos iban al departamento a hablar con los médicos.
La espera resultó interminable. Es el día de hoy que paso por la puerta de ese garage y me vuelve una sensación de tedio absoluto. Es que no había nada divertido para hacer, o mejor dicho, no hay nada de atractivo en un estacionamiento para tres chicos de 13, 10 y 8 años. La tía Magui era la encargada de cuidarnos. Una rubia altísima, casi perfecta, con quien nunca habíamos cruzado más de tres o cuatro palabras. Es ése, prácticamente, el único recuerdo concreto que tengo de esa mujer que se había casado con el tío Bochi, hermano de mamá, y que acabaría perdiendo el juicio de ella y de su marido. Es claro que todo eso también lo sabríamos muchos años después. Mientras tanto, con Juaco jugábamos a escondernos entre los autos. Después de un largo rato llegó papá para contarnos que Tata estaba gravísimo. Nosotros le pedimos que lo salvara, porque él era médico y entonces podía, pero nos dijo
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que era muy difícil. Mi hermana debió haber olfateado algo y enseguida se puso a llorar. Igual yo pensé que era por ser mujer, porque sabía que los nenes no lloraban. Pero ojo, tampoco tenía ganas. Yo estaba seguro de que el abuelo se iba a salvar. Al poco tiempo llegó mamá con los ojos muy vidriosos. Nos agarró muy fuerte a los tres y nos susurró con la voz temblorosa: —Se murió Tata. Mi hermana la acompañó con sus lágrimas, yo un poco también. Joaquín nunca llora. Me acuerdo que fue un momento prolongado, casi religioso. Todos abrazados en el centro del estacionamiento, como un equipo antes de salir a la cancha. Después papá se la llevó. A nosotros nos dejaron un rato más con la tía. Hasta que volvió papá y nos llevó a casa a cambiarnos. Teníamos que ir al velorio. Fue nuestro primer velorio. Había un montón de señoras viejas que nos frotaban la cabeza y nos daban besos mientras decían qué grandes estábamos. La abuela apareció desconsolada, no creo haber visto nunca a nadie tan triste. Me acuerdo que me abrazó y me dijo que sin Tata ella no quería vivir más. Después vino mamá y nos dijo que teníamos que despedirnos del abuelo, que estaba en el cuarto de al lado. Nos hizo pasar a un recinto más pequeño y silencioso en cuyo centro pudimos ver la cara blanca y redonda con los prolijos bigotes canosos. El cuerpo estaba tapado. A mí me dio mucha impresión cuando lo miré de cerca. Desde esa vez nunca más quise ver al muerto en los velorios. A la otra mañana faltamos al colegio y nos quedamos acompañando a mamá que lloraba mucho. Y uno o dos días después, cuando tuvimos que volver, le pregunté a papá qué decir si mis compañeros me preguntaban por qué TIRA
DOGO por Juampa Camarda
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había faltado. Él agarró el diario, recortó un aviso fúnebre del abuelo en el que figurábamos todos y me lo dio. —Cuando alguien te pregunte por qué faltaste vos le das el aviso y le decís: por esto falté. Me acuerdo porque más adelante me pareció una estupidez. Un chico de 10 años repartiendo un aviso fúnebre entre sus compañeritos. ¿No era más fácil decir se murió mi abuelo y mi mamá está triste? De hecho, me acuerdo que vino Vallejos y me preguntó, yo le di el papelito, el pibe no entendió, lo tiró al piso y casi terminamos a las piñas. Como un año después, un día me agarró mi mamá y me dijo que quería contarme algo: —Quiero que sepas que Tata tenía una enfermedad que le hacía ver todo feo y eso le hizo sentir que no quería vivir más. Y lo que también quiero que sepas es que no se murió de viejo sino que se suicidó. —¿Cómo?, le pregunté. —¿Cómo qué? —Cómo se mató. —Se pegó un tiro. —¿Dónde? —En el baño chico. —No, digo, en qué parte del cuerpo. —Ah, en el pecho. A partir de entonces y durante mucho tiempo, al observar el espejo en el fondo del baño podía verlo al abuelo mirándome fijo mientras se colocaba la pistola en el corazón. También me la imaginaba a la abuela llegando de hacer las compras y encontrándolo tirado en el piso todo lleno de sangre. Mamá me pidió que le dijera a la abuela que yo ya sabía. Es decir: quería que la abuela supiese que yo sabía que Tata se había suicidado. Esto nunca lo entendí. Igual fui y se lo dije. Ella me miró, me dijo que estaba bien y enseguida siguió
hablando de cualquier otra cosa. Mamá iba siempre a misa hasta que murió Tata. Después no fue más. Un día le pregunté por qué. Ella me contestó que cuando el abuelo se suicidó llamaron a un cura para que bendijese el cuerpo, pero no quiso ir porque decía que el suicidio era un pecado mortal y entonces no lo podía bendecir. —Qué hijo de puta— me dijo mamá—, con lo bueno que era Tata. Y enseguida aclaró que yo igual tenía que tomar la comunión, que ese día ella sí iba a ir. Cada vez que se nombraba al abuelo delante de mamá, ella siempre decía que era la mejor persona que había en el mundo: el más bueno, el más honesto, el más generoso, todo. La abuela peor, se dirigía a él como a un semidios y al amor que sentían uno por el otro como inconmensurable. Yo por momentos pensaba, si se querían tanto y eran tan felices, si yo fuera la abuela me preguntaría entonces por qué se mató y me dejó sola. Con los años, fui metiéndome de a poco en las cosas del abuelo: en sus papeles, en sus libros. Me gustaba quedarme en su escritorio revisando cajones. Un día la abuela me regaló su máquina de escribir, otro día su lámpara y, ya de más grande, su biblioteca y todos sus libros. De él en vida me acuerdo pocas cosas. Que por momentos era gracioso porque imitaba un baile que nos hacía reír. Que se ponía muy cabrón cuando no comíamos o nos portábamos mal en la mesa, entonces se levantaba y se iba a leer a una salita al lado del living. Que se sentaba en un sillón y tomaba whisky con naranja. Yo iba y le preguntaba: ¿qué estás tomando? Y él me decía, es fanta: ¿querés? Entonces yo probaba y el abuelo se moría de risa de mi cara de asco. Me hacía todas las veces el mismo chiste. Y yo caía siempre.
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EL OTRO APACHE darío coronel
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DICEN QUE ERA MUCHO MEJOR QUE CARLOS TEVEZ, QUE TENÍA CONDICIONES, QUE PINTABA PARA CRACK DE LA SELECCIÓN NACIONAL, PERO SU HISTORIA FINALMENTE FUE OTRA.
Texto: Mariano Verrina Ilustración: Petre Fotos: Pedro Braga Sampaio
En el Fuerte dicen que Darío no era mejor, era muchísimo mejor que Carlitos. Lo dicen y lo repiten convencidos. Mueven la cabeza, estiran la “í” como chicle. “Darío era muchíííísimo mejor que Carlitos”. Darío en realidad no es Darío, es el Guacho Cabañas. Así lo conocen todos. Y el Guacho Cabañas no es. El Guacho Cabañas era. El Guacho Cabañas era el socio de Carlitos, ése Carlitos que todavía era Martínez y tiempo más tarde pasaría ser Tevez. Pero ésta es la historia del Guacho Cabañas. El pibe que era. Era de su misma edad, era de su mismo equipo. Era de su mismo barrio, de su misma escuela. Era el que iba a llegar. Era el que no podía combatir la tentación de salir a robar. Era el que se pegó un tiro para que no se lo pegue la Policía. ··· En el segundo piso del Nudo 1 hay ropa colgada. Un alambrado bordó rodea el pequeño balcón. Es uno más entre decenas, cientos, miles. Todos iguales. Ahí vivía Carlitos. Por esa escalera bajó corriendo su mamá para llevarlo al hospital. Carlitos tenía nueve meses cuando el agua hirviendo de una pava cayó encima de su rostro. En la desesperación, su madre lo envolvió en una manta con fibras de nailon que, al derretirse, quedaron pegadas a su piel y agravaron las quemaduras. Cuando Carlitos tenía cinco años, Carlos, su padre biológico, recibió 23 balazos y cayó fulminado ahí, a pocos metros de su casa. Por ese entonces no vivían juntos. Carlos no le dio su apellido y Fabiana, la madre de Carlitos, lo abandonó. Fue adoptado por sus tíos maternos, Adriana Martínez y Segundo Tevez, y vivió junto con Débora Gisell, Diego Daniel, Miguel Ángel y Ricardo Ariel, sus hermanos adoptivos. Es domingo y huele a asado en los pasillos de Fuerte Apache. O el barrio Ejército de Los Andes, como se denomina de manera oficial. O el barrio, a secas, como lo llaman los que viven ahí. “Tenés que entrar al barrio”. “Eso queda afuera del barrio”. “Es cruzando el barrio”. El adentro y el afuera están presentes a cada paso. En Ciudadela, a un par de cuadras de la General Paz, irrumpe el barrio. Así habrá que llamarlo: el barrio. Un complejo de 26
manzanas en el que viven más de 80 mil personas, distribuidas en 11 nudos y 50 tiras. Los nudos son enormes torres simétricas de entre 11 a 13 pisos; las tiras son construcciones más bajas, la mayoría de tres pisos, pero mucho más extensas, que se van hilvanando alrededor de los nudos. En el Nudo 1, ahí donde nació Carlitos, también se crió Darío. “Eran inseparables, iban juntos a todos lados, vivían jugando a la pelota en la canchita de la iglesia”, cuenta Chicho, uno de los delegados generales de Santa Clara, el club que desde hace un par de meses tiene pintado en la puerta un mural con la cara de Carlitos. De Darío no hay nada. Darío usaba la camiseta número 10 de Santa Clara y Carlitos, la 9. En la cancha competían a ver quién hacía más goles o mejores jugadas. A Carlitos le daba bronca porque sabía que Darío era mejor. Lo dice Roger Ruiz, Didí, el entrenador de aquella categoría ’84 y una especie de padre postizo para Carlitos, Darío y el resto de los pibes. Hoy Didí lleva con orgullo la etiqueta de descubridor de Tevez y sale en las fotos junto con el gobernador Daniel Scioli y su esposa Karina Rabolini en el acto de inauguración de las obras en el club El Apache, un predio moderno con canchas de pasto sintético. Cuando Carlitos y Darío salían a jugar no existía ningún club en el barrio. Ni siquiera tenía una cancha propia Santa Clara. Debía alquilar la que estaba pegada a la iglesia. Ahora tiene su propio espacio, levantado a pulmón. Cuenta Chicho que tuvo que insistir muchos años para que coloquen un tinglado y así techar la cancha de baldosas que suele visitar Tevez cuando viene a Argentina. A 300 metros, están las instalaciones que maneja Didí y se mantienen con el respaldo del gobernador bonaerense, allegado íntimo de Carlitos. Pero en la historia de los dos chicos no había club, ni pasto sintético, ni fotos con políticos. ··· En el barrio, Darío Coronel es conocido por todos como El Guacho Cabañas. Le decían así por su parecido físico con el delantero paraguayo (Roberto Cabañas) que brilló en Boca a comienzos de los ’90. “Tenía una potencia tremenda, era fuerte, pero también muy hábil. Hacía lo que quería con la pelota. Yo creo que él nunca llegó a darse cuenta de lo bueno que era”, explica Chicho.
Con Carlitos fueron a jugar al baby fútbol de All Boys y también la rompieron. Cuando tenían once años les consiguieron una prueba en Vélez: Cabañas quedó, pero Carlitos no, y tuvo que seguir en All Boys. Por ese entonces, Ramón Maddoni, uno de los hombres que más talentos descubrió en las canchas argentinas, ya le había puesto el ojo a Carlitos. “De Cabañas había escuchado hablar, pero como estaba jugando en Vélez no me quise meter. Yo estaba en las inferiores de Argentinos Juniors y lo fui a buscar a Carlitos. Enseguida me di cuenta de que era un fenómeno. Traté de convencerlo, pero no hubo caso, no quería venir. El quería ir a Boca”, recuerda Maddoni. Y sigue: “Carlitos era completo. Nunca vi a un jugador así. Mirá que yo tuve a Riquelme, a Cambiasso, a Sorin, a Redondo… pero Carlitos tenía algo diferente. Tenía una polenta que no se veía”. Carlitos, que todavía era Martínez — ya que en el documento llevaba el apellido de su madre —, tenía un sueño: jugar en Boca. “Yo no quiero trabajar en la construcción”, le decía a Didí, con la convicción de quien busca, a toda costa, gambetear el legado de Segundo Tevez, el hombre que lo crió y al que eligió como padre. Cuando Maddoni pasó a coordinar las inferiores de Boca se acordó de ese pibe que rompía los arcos en Fuerte Apache y volvió a buscarlo. Carlitos lo vio llegar y de nuevo se negó. Hasta que escuchó que la oferta no era para ir a Argentinos, como antes, sino que era el camino hacia Boca. El pasaje hacia su sueño. Y fue a cumplirlo. Desde ese momento, Carlitos pasó a ser Tevez. En una jugada entre dirigentes, decidieron cambiarle el apellido para romper más rápido su vínculo con All Boys y que pudiera llegar libre a Boca. A partir de ahí, Tevez entendió que lo suyo era el fútbol, que para eso había que alejarse del barrio, que las ganas de no trabajar de albañil podían cristalizarse, que un futuro mejor era posible. Su historia ya es conocida. ··· Después de subir tres pisos por una de las tantas escaleras que van rodeando al Nudo 1, abre la puerta la madre del Guacho Cabañas. Está débil, intenta superar una depresión a raíz de la muerte de otro de sus hijos en un accidente de tránsito. Habla poco. Recuerda mucho. No puede
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imaginar lo que pudo haber sido. Le deja la palabra a Calo, uno de sus cuatro hijos, que vive enfrente. “Mi hermano era un fenómeno, era algo increíble lo que hacía con la pelota, pero volvía de entrenar, dejaba el bolsito y se iba con los pibes”, resume Calo. “Los pibes” son los integrantes de los Backstreet Boys, una banda de adolescentes del barrio que se juntaba en una de las esquinas del Nudo 1 y salía a robar. El Guacho Cabañas era uno de los más chiquitos y ni siquiera podía considerarse miembro. Pero salía a robar con ellos, se drogaba con Poxiran y era uno de los que formaba parte de los planes para volver al barrio con guita y así después poder comprar zapatillas, remeras, cadenas o lo que fuera con el objetivo de generar identidad e imponer presencia. Cuando llegaban nuevos vecinos, los Backstreet —se autodenominaban así por el look que buscaban copiarle a la banda de pop yanqui de los ‘90— entraban en las viviendas y les robaban todo. Les marcaban la cancha. Les dejaban en claro que los que mandaban ahí eran ellos. Chicho cree que solo uno de los Backstreet sigue por el barrio. En diciembre de 2012 mataron en un tiroteo a uno de los últimos integrantes. “El resto está preso o bajo tierra”. El Guacho Cabañas es uno de los que está bajo tierra. Cabañas conocía su destino. No podía evitarlo, pero sí podía cambiarlo. Sabía que la Policía lo estaba buscando, sabía que se la tenían jurada. La sentencia no se la había dado un juez, se la dieron los códigos de la calle. Y la recibió en el mismo momento que un policía cayó muerto de un disparo que salió de un arma que llevaba. No alcanzaba con que cayera preso, era “carta blanca”. Tenía que estar muerto. Por eso el Guacho decía que antes de que la Policía lo mate, prefería suicidarse. Y así fue. “No nos sorprendió, sabíamos que iba a pasar. Tarde o temprano iba a ocurrir. Lo persiguieron, lo acorralaron…”. Calo y Chicho coinciden con una naturalidad que estremece y no hay necesidad de completar los puntos suspensivos. Recuerdan que muchas veces El Guacho estaba jugando a la pelota en el potrero y cuando escuchaba la sirena de algún patrullero que merodeaba la zona, salía corriendo a esconderse. Se acuerdan también que dirigentes y entrenadores de Vélez iban al barrio para tratar de rescatarlo pero que el Guacho no quería verlos. “Tendría vergüenza”, deslizan. Cabañas cargaba con varios homicidios en su lomo pero nunca estuvo preso. Unos días antes de lo que sería su última corrida, salió a robar y en medio de un tiroteo, mató a un policía. Desde ese momento comenzó la cuenta regresiva. Cabañas fue Tevez hasta los 12 años. Jugaba en Vélez y seguía jugando en el potrero, hasta que su mamá se fue a Paraguay junto con sus hermanos y él quedó en el barrio, solo con su padrastro. Sin la contención que tenía Carlitos, comenzó la debacle: dejó la escuela, pasó más tiempo en la esquina, empezó a juntarse con los Backstreet, le tomó el gustito a la adrenalina de salir a robar, usaba con orgullo sus grandes cadenas y sus zapatillas de marca. En Vélez lo aguantaban porque sabían de su talento hasta que un episodio les hizo un clic: Cabañas se llevó del entrenamiento varias pertenencias de sus compañeros. Ya no lo fueron a buscar más. Y a los 15 años, con edad de Octava División, quedó libre. A la deriva, en la calle. Su historia no es conocida. ··· “Asesinan a dos hombres durante un asalto a un bingo”, tituló el diario Clarín en su edición del sábado 15 de septiembre de 2001. En la nota cuentan que entre cuatro y seis asaltantes armados irrumpieron en la sala del Bingo Ciudadela, ubicado en Rivadavia al 11700, cerca de las tres y media de la madrugada. En el lugar quedaban alrededor de 80 personas, entre empleados y jugadores. Eustaquio Lococo, un suboficial retirado de la Federal, dejó de lado la máquina tragamonedas en la que estaba apostando, sacó su arma e intentó evitar el asalto. “Sorprendidos,
CUANDO UN AMIGO SE VA Extractos de la canción “Cuando un amigo se va” del grupo F.A. una banda de rap creada en 1998. Sus integrantes son todos de Fuerte Apache y eran amigos de Cabañas. Cuando murió, le escribieron este tema. Muchas cosas cambian muchas cosas se terminan solo recuerdos quedan en tu mente confundida en tu interior mi dolor en el momento del adiós muchas cosas cambian muchas cosas ya no volverán todo eso pasa, cuando un amigo se va. para vos cabañas de los pibes que te extrañan... yo no entiendo como ha sido que tú te has ido dejando un gran vacío adentro mío amigo mío si hace pocas horas te estreche la mano y ahora en esta caja te tengo que estar mirando hoy siento que no tengo compañía pero siento que sos el angelito que me guía y que cuida mi espalda mi ángel de la guarda mi destino fue la calle ya no estás en nuestra valle de tiros y corridas dejaste una imagen grabada que se extraña muchos te conocían y otros te temían tu cabello bien peinado y tu caño bien ajustado el brillo de tus anillos alumbraban tu camino el oro que te colgaba porque tú te lo ganabas siempre me decías que ningún policía te quitaría la vida siempre en tu rostro convivía una sonrisa pero con picardía porque todo momento sabias lo que hacías recuerdo tu hermano recibiendo la noticia Guacho Cabañas se ha quitado la vida terminaron la buena jugada solo ha dejado una lluvia de balas llorando tu lapida, llevándote flores solo te dejamos una lluvia de lagrimas que en este momento no sirven de nada.
los ladrones empezaron a disparar para todos lados —relata la crónica policial—. Lococo, de 54 años, recibió varios disparos en el pecho y murió de inmediato. Las balas rebotaron por todo el salón. Una de ellas entró por la axila de Marcelo Constante, el técnico encargado del mantenimiento de las maquinitas, y le llegó al corazón. El joven, de 21 años, también murió al instante. Su novia Natalia, que trabajaba en la caja vendiendo fichas, presenció cuando caía su novio y tuvo una fuerte crisis de nervios. Mónica Silverber, una cliente de 44 años, también recibió un balazo, pero tuvo suerte: la hirieron en el brazo y salvó su vida por poco”. No llegaron a robar nada. Salieron corriendo. Se subieron a un Fort Escort blanco y a una Renault Express blanca que habían dejado en la puerta y escaparon rumbo al barrio. Los perseguieron varios patrulleros de la Comisaría segunda. Tiraron los autos en el camino y siguieron corriendo.
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SI YO FUERA MARADONA Goyo Carrizo nació el 21 de octubre de 1960 en Villa Fiorito. Nueve días después, en el mismo lugar, nacía Diego Armando Maradona. A los siete años, la vida en el barrio y la pasión por el fútbol los reuniría en una cancha, donde se harían amigos inseparables. Poco tiempo después Goyo y Diego formaban la delantera de los Cebollitas, aquel equipo infantil que quedó grabado en la historia. Goyo llevaba la camiseta 9 y Diego la 10. Siguieron juntos por el camino de la pelota en Argentinos Juniors. Diego no paró de crecer, desde Fiorito al mundo. Para Goyo el destino era otro: a los veinte años sufrió una lesión gravísima en su rodilla derecha que derrumbó sus ilusiones. La historia de Goyo es la que retrata el documental El otro Maradona, dirigido por Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, que se estrenó en abril de 2014 en Argentina y que acaba de participar del Festival Internacional de Cine Documental de Barcelona. “El sueño era jugar en Primera los dos juntos”, dice Goyo en el documental. Nunca llegó. Goyo deambuló por Dock Sud, All Boys, Independiente Rivadavia, Talleres de Mendoza y Barracas Central. “Yo vivía del pasado y el pasado no me dejaba dar un paso al costado. Entonces, retrocedía”, admite emocionado en el film. Goyo sigue en Fiorito, hace changas y se gana la vida buscando talentos por los potreros de la zona. Tuvo seis hijos y a uno de ellos le puso Diego Armando. Agradece a la vida haber conocido a Diego y haber compartido con él una linda infancia. Lo dice desde la tristeza de una vejez que nunca soñó. Con la certeza de nunca saber qué hubiera sido de su vida si no se hubiese lesionado.
Cabañas corrió hasta donde pudo. Llegaron hasta el predio de Aguas Argentinas y ayudó a que sus compañeros saltaran del otro lado del paredón. Él sabía bien que si pasaba esa frontera se iba encontrar con su lugar. Iba a poder disponer de huecos, pasadizos y escondites en los que nadie lo podría encontrar. Iba a lograr escaparse otra vez. Iba a extender la cuenta regresiva. Pero corrió hasta donde pudo. Hasta que lo rodearon. Cabañas conocía su destino. A sus espaldas, una decena de policías lo estaba esperando. No podía evitarlo, pero sí podía cambiarlo. Tenía apenas 17 años cuando agarró su arma y se pegó un tiro en la boca. En el diario no salió nada sobre esa muerte. ··· Llueve en el barrio. Es domingo y huele a asado. Por cualquiera de los pasadizos aparece una parrilla improvisada bajo techo. La banda de sonido es más heterogénea que en otros tiempos. Ya no se escucha sólo cumbia. A los pibes les gusta la bachata y el reggaetón. En el mismo lugar en el que Cabañas se mató, desde hace unos años funciona un enorme puesto de Gendarmería. Chicho cuenta que desde que los gendarmes están ahí, el barrio está más seguro. Cuenta también que ya no se relaciona más al barrio con la delincuencia y el peligro. Ahora, cada vez que alguien nombra Fuerte Apache, el primer vínculo es Carlos Tevez. La canchita que está justo debajo del Nudo 1 está cercada por un alambrado. Luce desolada. En una de las paredes se lee un pedido que no se cumplió: “Tevez a Brasil 2014”. El arco está completamente torcido y el pasto muy alto. Dicen que la van a arreglar. Ahí pateaban Carlitos y Cabañas. Ahora los chicos patean en otro potrero, a unos 100 metros. Todo de tierra. Con el enorme mural de Tevez de fondo. Corren atrás de la pelota. No hay equipos, no hay horarios, no hay reglas claras y ni siquiera hay arcos. Arman una tanda de penales y se desafían a ver quién mete más goles. Uno de los pibes tiene la camiseta de Juventus. Con la 10 en la espalda y un apellido. No dice Cabañas.
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LOS DETECTIVES SALVAJES caso nisman Texto: Ariel Wasserman Ilustración: Juan Dirassar Fotos: Telam
EN UNA SOCIEDAD PARANOICA QUE VIVE BAJO EL COMPLOT PERMANENTE, EL RELATO ESQUIZOFRÉNICO SOBRE LA MUERTE DEL FISCAL ABRE UNA PUERTA HACIA LOS LABERINTOS MÁS OSCUROS DE LA ARGENTINA.
Quien se aburra en el seno de la multitud es un imbécil, un imbécil y yo lo desprecio. Constantin Guys LOS ANTECEDENTES El 14 de enero, el fiscal Alberto Nisman radicó su célebre denuncia de encubrimiento del atentado a la AMIA contra la Presidenta, el canciller y otros. Desde entonces, tomando sólo los dos meses subsiguientes —hasta principios de marzo— y escrutando sólo el diario Clarín, “Nisman” fue mencionado 1.282 veces. Para dimensionar el tamaño de esta cifra, podemos contrastarla con las 28 menciones en todo 2014, las 112 en 2013 —que incluyen casi todas las repercusiones por el memorándum con Irán—, los menos de 60 resultados en todo el período 2011-2012 y un total aproximado de 400 menciones desde 2003, o sea, durante los diez años que Nisman llevó la causa por el mayor atentado terrorista en la historia del país. Sin embargo, desde la denuncia de “complot”, su nombre fue triplicado: antes del 14 de enero cada nueve días se mencionaba una vez su apellido; hoy se lo menciona casi treinta veces por jornada. El “caso Nisman”, como un agujero negro, atrajo y absorbió el más valioso tiempo y espacio impreso, televisado y digital, como un punto hipnótico del que no podemos apartar la mirada, aterrados, fascinados, atraídos.
Me propongo anotar una serie de observaciones acerca del “caso Nisman”. Utilizo la designación “caso” no en sus acepciones tradicionales (médica o jurídica), sino para la más reciente, periodística, que remite a una enunciación permanente sobre un mismo tema y que acaso hereda el nombre de su acepción policíaca. Se trata, podríamos decir, de una serie de artículos, ensayos o menciones que adquiere su sentido en su serialidad e insistencia, especie que en tiempos 2.0 encontró su expresión instrumental en el tag, que funciona como herramienta para rastrear justamente esa repetición serial a lo largo del tiempo. (Por ejemplo, hacemos clic en el tag y vemos todas las notas sobre un caso). Por lo tanto, dos cosas no me interesan: en primer lugar, el o los responsables, motivos, medios y explicaciones acerca de la muerte del fiscal. En segundo lugar, los intereses que mueven a la Presidenta, a Clarín o a cualquier medio o grupo mediático a proceder en la construcción del caso en sus publicaciones, cadenas nacionales y/o declaraciones. Escribiré solamente acerca de las características que hacen a un “caso”, tal como fue definido. Cómo funciona, cuáles son sus reglas y sus límites, su necesidad y su fascinante poder.
LOS SOSPECHOSOS Cada cual es un desconocido para todos los demás y no necesita, por tanto, sonrojarse ante nadie. Un agente secreto en París, hacia 1798. Si se recurre con tanta insistencia a los “casos” (Candela, Ángeles, Lola, Daiana) podemos preguntarnos por su configuración genérica. ¿Cuáles serían las reglas del (¿sub?)género periodístico del “caso”? Evidentemente, su regla principal es la misma que la del policial: tiene que haber un crimen. Más allá de eso, el parentesco se enturbia. Esta diferencia expresa un proceso lógico, técnico y económico que intentaré caracterizar. Para eso hay que comprender bien los mecanismos primitivos del género policial. Entre sus muchas novedades, la modernidad trajo a las grandes ciudades un nuevo decorado: la multitud anónima. En el transporte público, extensos períodos de tiempo en silencio rodeado de completos extraños con los que no se intercambia palabra, pero sí miradas. En las calles y bulevares parisinos (estas ideas son las que Walter Benjamin extrajo de sus lecturas de Baudelaire), compactos o dispersos, en grupos o en solitario, desconocidos se mueven con celeridad o perezosos, apurados o paseando. ¿Son locales o extranjeros? ¿Están de paso? ¿Van
al trabajo o vuelven de él? Y sobre todo: ¿Cómo saber cuál de estos individuos es un delincuente, un violento, un terrorista? La ciudad moderna es inquietante porque presenta a la multitud, esa masa enorme de desconocidos, cargando secretos personales y odiosos, pecados y culpas, virtudes, rencores, vergüenzas y una infinita suma de características sospechosas cuya suma imposible daría el número con el cual medir el recelo al prójimo (también conocido como “la inseguridad”). Lo que descubren los fisionomistas (y explotan los folletinistas, los tipologistas y Balzac) es una fórmula que sosiegue esa desconfianza. Una herramienta que iguale lo insoportablemente diferente de la convivencia y de la vida en la ciudad. La criminología lombrosiana y la literatura de género —siempre según Benjamín— van a responder a esta necesidad de simplificar. Como la vida en la ciudad es angustiantemente indescifrable, la literatura y el positivismo ofrecerán lo cifrable. Para los lombrosianos, la personalidad delictiva se cifra en un tipo de cráneo. El cuerpo de los desconocidos se llena de pistas. Y para los escritores populares, la literatura se llena de marcas de género, señales que tranquilizan al lector, dándole la confianza de lo conocido. El melodrama nos provee aún hoy de las más elocuentes señales, sobre todo en la televisión: la risa con ojos desencaja-
dos y el primerísimo primer plano en el melodrama indica culpabilidad o, mejor aún, maldad. Maquillaje, música, lenguaje corporal, suelen constituir pistas para saber desde el principio quién es culpable, así como desde el principio sabemos que los buenos ganarán tarde o temprano. El género policial tematiza esta necesidad de un cifrado. Desde las novelas de Sherlock Holmes y Watson hasta la serie del doctor House y Wilson, se pone de relieve una necesidad compulsiva de resolver acertijos. Y aunque el detective puede no ser infalible, sobre el final de cada cuento y episodio, todos o casi todos los misterios han sido develados y el mundo se ha cubierto con el relajante velo de las certezas. UNA VUELTA DE TUERCA Ahora bien, el ardor positivista no resistió los embates del escepticismo del siglo XX. En los años sesenta, cuando Foucault relevaba varios de los “aportes” de la fisiología y psiquiatría a los casos penales, sus oyentes se indignaban y se reían de las pretensiones detectivescas de la ciencia decimonónica. Por su parte, los géneros literarios se multiplicaron,
SINAPSIS
¿El esquizofrénico original que se tapa los ojos y grita que sólo le interesan los acertijos? ¿O el desangelado cincuentón del noir, dispuesto a cachetear histéricas y zorras, y a asesinar matones en este mundo de suciedad y corrupción? Ninguno de esos modelos cuadra en la imaginación argentina a cuyo paladar intentan agradar las operaciones de prensa. Hay que pensar en un tercer modelo ya mencionado: la paranoia desbocada del Astrólogo.
sacrificando a cambio toda autoridad sobre la realidad social. Ni la ciencia ficción ni el terror tematizan lo indescifrable de la vida en la ciudad moderna. El policial se desdobló. Su variable “original” tal vez se hizo fuerte en los momentos y lugares en que se quería correr la mirada de una realidad molesta (Daniel Link muestra en su libro Leyenda que el auge del policial clásico en la Argentina coincide con el ascenso del peronismo, del que abominaban los cultores del género, Jorge Luis Borges y Bioy Casares). Y donde se quiso sostener su relación con la modernidad, se oscureció hasta volverse noir. Marlowe es un puritano (aunque no tan moralista y pacato como House) asqueado del mundo en que vive. Holmes, replicado hasta la densidad hoy por Sheldon Cooper (protagonista de la serie The Big Bang Theory), no se interesa por el mundo en sí mismo, sino sólo por los acertijos que éste le ofrece. Borges y Sheldon, no sin patetismo, fingen restar importancia al mundo en que establecen sus fetiches detectivescos. Marlowe sabe, como los personajes de Sin City o el Astrólogo de Los siete locos, que la ciudad es inevitable y acaso irremediable, y que para obrar en ella hay que ensuciarse de ella. En ese sentido, el policial negro es deudor del axioma nietzscheano (citado también por Alan Moore en Watchmen y por Tolkien en El señor de los anillos) según el cual si fijás tus ojos hacia dentro del abismo, el abismo también podrá observar dentro tuyo. Mientras reflexionaba sobre lo que sería este texto, un editor me planteó una pregunta-disparador: “Qué falta nos haría un Sherlock Homes, ¿no? Que está más cerca
de un superhéroe con superpoderes predictivos que de un fiscal o juez de carne y hueso. La literatura argentina quizá se acerque más a la realidad: los policiales de Leonardo Oyola, de relaciones intrincadas y cómplices entre poder y delitos, o el detective antihéroe de Juan Sasturain”. Creo ahora, con lo dicho, poder empezar a responder a esa pregunta. Benjamin explicaba que Baudelaire ya tenía todos los elementos del policial, pero — si se me permite la traducción germánico-criolla— nunca hubiera podido hacer un policial en regla, porque eso hubiese significado crear un protagonista detective. Y Baudelaire habrá sido de todo, pero amigo de la Policía no. Más allá de la década de oro del policial en la Argentina, nuestros escritores tuvieron que enfrentarse al dilema de un género que exige semejante protagonismo. ¿Puede imaginarse a Dupin en el patrullero, con la pizza, metiendo picana a los enemigos políticos de turno o mandando a robar a pibes marginales o presidiarios? Por eso el Daniel Hernández de Rodolfo Walsh es más periodista-escritor que detective-policía. Qué quedaría para Oyola y Sasturain, que escribieron después de la última dictadura, que desprestigió aún más a las fuerzas de la ley. Pero incluso antes de eso, ya aparecía el noble “submarino” en la novela noir de Martini, El agua en los pulmones. ¿Qué clase de detective emulan Clarín y Cristina cuando juegan a ser detectives?
QUIÉN SE ESCONDE DETRÁS DE LA MÁSCARA Estado y complot —dijo una vez Ricardo Piglia— vienen juntos. Desde que el Estado existe, anuncia la presencia del enemigo invisible. No hay Estado sin inteligencia (como parece que están descubriendo por estos días los periodistas candorosos, los opinadores presos de lesa ingenuidad y los candidatos libres de toda culpa) y lo mismo al revés: no se puede destruir al Estado sin un buen complot. Marx hereda de los jacobinos y traslada a Lenin lo que finalmente Guevara enfatiza exasperado: la organización clandestina, secreta, ilegal, con mecanismos de autodepuración, que gradualmente elimine los elementos impuros, débiles, mediocres o inútiles. Así funciona el poder y así se derroca el poder. Que todo esto sea cierto, o no, es mate-
ESTADO Y COMPLOT VIENEN JUNTOS. DESDE QUE EL ESTADO EXISTE, ANUNCIA LA PRESENCIA DEL ENEMIGO INVISIBLE. ria de discusión. Pero ciertamente así pensaba el Astrólogo, uno de los siete locos de la novela de Arlt, quien intentaría organizar un complot a partir de secuestros, proxenetismo y juego clandestino para tomar el poder. También el poder, según este personaje, funcionaba así en la Argentina de finales de los años veinte, y la cuestión sólo se agudizaría con el tiempo: “¿Usted cree que las futuras dictaduras serán militares? —pregunta el Astrólogo— No, señor. El militar no vale nada junto al industrial. Puede ser instrumento de él, nada más. Eso es todo. Los futuros dictadores serán reyes del petróleo, del acero, del trigo (...). Por eso hace falta un estudio detenido de propaganda.” La novela fue editada un año antes de que Uriburu comandase el primer golpe de estado cívico-militar.
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Para entender la inteligencia de Arlt, más allá de su acertada predicción, hay que recordar aquel chiste según el cual “que seas un paranoico no quiere decir que no te persigan”. El Astrólogo armoniza con la imaginación argentina no por lo que tiene de lúcido, sino por su lógica paranoica. El argentino (¿será realmente diferente en Viena o en Beijing?) concibe la política según la ley de la paranoia. En la NAN#15, Ezequiel Vila propuso una hipótesis acerca del decepcionante final de Lost. Allí planteó que la lógica serial, basada en la repetición aditiva, constituye la estructura principal de las series a partir de Lost. Y que eso se contradice con la clausura que exige todo final. De allí que a nadie le gustase el cierre de la célebre serie. Es posible que así sea, pero no hay que subestimar la lógica paranoica. Lost no basaba su efectividad en la simple repetición, sino que era la repetición de un sistema de develamientos: siempre detrás de la máscara hay otra máscara; cada vez que se da una respuesta, viene con tres preguntas. El sentido final y total está siempre corriendo dos pasos más adelante que el espectador. Lost aprendió eso de X-files y Twin Peaks (que tampoco pudieron terminar con explicaciones sin defraudar a los fanáticos). David Lynch, qué duda cabe, leyó atentamente a Roberto Arlt, y éste
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último supo leer atentamente los años noventa en los que muchos de nosotros crecimos. ¿Alguien podía creer que con el escopetazo en la cara de Yabrán se había cerrado la temporada Cabezas de la serie Menem? ¡Ingenuo! Hoy sabemos que los asesinos de Nisman están en las islas Caimán tomando margaritas con Yabrán, porque los argentinos no nos comemos una y estamos siempre leyendo entre líneas, viendo más allá. Súbase el lector a un taxi y pregunte por la separación de Tinelli, el precio del dólar, el paro del campo o la muerte de Nisman. Verá surgir de inmediato el despliegue matemático y fantasmagórico de siluetas entrevistas, máscaras y semblantes, en los que nada es lo que parece y hasta los más burdos delirios (como un pacto para la venta de granos que podría hacerse perfectamente por vía legal) tienen fuerza para sustentar que lo que se ha afirmado explícitamente (como la insistencia de las alertas rojos de Interpol por parte de Timerman) es contrario a lo real. Clarín y Cristina saben perfectamente que una sospechosa red de mentiras (como una relación homosexual tapada entre Lagomarsino y Nisman) es siempre más convincente que un bloque soso de afirmaciones (como que los indicios de la causa no aportan elementos que descarten el suicidio). Se acusó al
kirchnerismo de fabular complots, pero, parafraseando a Willy, el escocés: ¡Todos los argentinos lo hacen! Clarín y Cristina saben que los espectadores somos demasiado fanáticos, demasiado paranoicos, para aceptar cualquier final de temporada. No nos vengan a explicar quién es el padre de Fox Mulder, el asesino de Laura Palmer, el cerebro detrás de la isla; digan lo que digan, no lo vamos a creer si no lo hacen ver como una nueva puerta hacia sospechas aún más oscuras. Detrás de Nisman aparecieron policías que tardan once horas en avisar, que no encontraban a su protegido, un genio informático que no tiene computadoras en su casa, un súper agente en funciones desde la última dictadura militar y más; una modelo, una ex esposa jueza, la CIA, el Mossad, comandos venezolano-iraníes, cuentas a nombres de terceros, sueldos redirigidos, terrenos en Uruguay, testaferros y las más aburridas charlas telefónicas que nadie se va a tomar la molestia de oír acerca de D’Elía yendo a comer a Palermo. Obama, Merkel, el Estado Islámico, los banqueros chinos, los “Podemos” en España (financiado, dicen, por Venezuela), rebeldes ucranianos, comunistas griegos y proletarios del mundo unidos: listos o no, allá vamos.
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CIEGA, SORDA Y MUDA la justicia Texto: Ailín Bullentini Fotos: Telam Ilustración: Pedro Mancini
EL SISTEMA JUDICIAL ATRAVIESA UNA PROFUNDA CRISIS HACE AÑOS. SUS ACTORES PRINCIPALES LO SABEN, PERO SE REHUSAN A LOS CAMBIOS. ¿QUÉ CUESTIONES DEBERÍA REPLANTEARSE EL PODER MÁS ELITISTA DEL ESTADO?
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La Justicia: una mina de toga, pelos largos y ojos vendados que sostiene una balanza en equilibro. El símbolo universal intenta resumir varios preceptos que debe representar ese enorme punto en el que se entrecruzan todas las variables que hacen a la vida en sociedad: la Justicia. Hubieron varios ñatos que, analizando las relaciones que mantenemos los unos con los otros —todo el tiempo todos los días de nuestras vidas—, aseguraron la existencia de una especie de amalgama entre las personas, cuya función era la de hacer posible los vínculos sin que haya quilombo. Las leyes, ese derrotero interminable de palabras combinadas en oraciones innecesariamente complicadas, vienen a ordenar un poco los impulsos individuales, a frenar los deseos personales, a dejarnos un poquito con las ganas. ¿En pos de qué? De que todo funcione, más o menos. La Justicia, muy a grandes rasgos, es eso: una mina ciega que trata de que la vida cotidiana más o menos funcione en equilibro. Lástima que no. Tal vez, no hayas frenado dos segundos sobre esto. O tal vez sí: la Justicia nos atraviesa de punta a punta. Los vínculos íntimos, los laborales, los públicos, los colectivos, los económicos. Desde el inicio de los tiempos, la dicotomía entre lo justo y lo injusto es una de las características fundamentales de la manera en que los integrantes de una sociedad se relacionan entre sí. En Argentina, así como en la mayoría de los países del mundo, existe un sector del Estado que es responsable, a grandes rasgos, de controlar que todos los actos que suceden a diario sean justos y que, si los hay injustos, sus responsables sean castigados. El Poder Judicial. Entonces, la Justicia como valor, pero también como herramienta para acomodar los melones de la vida en sociedad mientras ésta anda y anda y anda. ¿Qué implica la una y qué necesita la otra para funcionar correctamente, para efectivizar y valorizar el eje de “lo justo” en la vida cotidiana? ¿Cuán necesario es que así sea y qué daños puede llegar a ocasionar en una sociedad el dar por sentado que la Justicia no funciona? ¿De qué se habla cuando se habla masivamente de Justicia? ¿Qué se reclama en el mismo plano? LOS VIEJOS Y NUNCA BIEN PONDERADOS DERECHOS HUMANOS Dejemos un poco el pragmatismo que nos exige el mundo actual de lado y volemos un toque hacia la estratósfera de las definiciones teóricas que envuelven el mundo muy (quizá, demasiado) lejos de “la vida real”. Existe un derecho que
todos tenemos por la sencilla razón de ser seres humanos: el de acceder a la Justicia, a esa herramienta que, en definitiva, permite que todos los demás derechos que tenemos se cumplan. En Argentina, se consolidó de esta manera: en tanto servicio público o garantía para la protección de derechos, con la incorporación de los tratados de derechos humanos internacionales a la Constitución Nacional, lo que sucedió con la reforma de 1994. Su cumplimiento, como el del resto de los derechos fundamentales, es responsabilidad última del Estado. Argentina, como el resto de los Estados que adhieren a esos tratados, tiene la obligación de asegurar mecanismos de acceso a aquellos que por su condición económica no pueden acceder a la justicia. Si te roban, por ejemplo, tenés derecho a que un juez investigue lo sucedido. Lo mismo si algo o alguien contaminan la tierra en la que vivís, el agua que tomás o el aire que respirás. Si te torturan, si alguien te maltrata. De eso se trata, del derecho a acceder a
con lo jurídico”, revela Francisco Verbic, quien —además de ser abogado y de ejercer la profesión— asesora al Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), dirige el departamento de Litigios Colectivos de la Asociación Civil Usuarios y Consumidores Unidos (UCU), es docente y coordina la Maestría en Derecho Procesal en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). El tipo sabe que las cosas no andan bien y no lo calla: “El sistema judicial es un reflejo de las desigualdades sociales”. ¿En dónde se esconden las diferencias? La principal dificultad para acceder a la Justicia, que algunos experimentan y otros no, está dada por los recursos a disposición —varios: hablamos de dinero, pero también de conocimiento—. “La posibilidad de un universitario de conocer cuándo está siendo vulnerado será mayor que la de una persona sin estudios. La posibilidad de alguien asalariado de poder pagar un abogado será mayor que la de alguien sin trabajo, quien si lo intenta, si llega a saber que puede hacerlo, podrá acceder a un defensor público. La calidad de uno y otro será marcadamente menor, y por ende la de su servicio y justicia, que la de quien tiene amplios recursos para dedicar al asunto”, establece Verbic. La justicia, al mejor postor. Es el Estado el que garantiza el servicio de Justicia a todos los ciudadanos. Sin embargo, no se hace cargo directamente del asunto: lo terceriza a través de los abogados. Vayamos a casos concretos. Un grupo de personas cuyo derecho a una vivienda se encuentra vulnerado se instala en un terreno baldío con el fin de ejercerlo. El dueño del terreno no puede desalojarlo sin más, a los tiros, a los palazos; si quiera mediante el diálogo. Debe ingresar al sistema de justicia, realizar una demanda y esperar que a través de una sentencia un funcionario judicial le de la orden al Estado, monopolizador de la fuerza pública, para que la use en pos de efectivizar el desalojo. ¿Puede hacerlo por sí solo? No. Las normas no son lenguaje de todos. El derecho a la denuncia es un derecho público. Vos, yo, cualquier argentino mayor de edad puede acercarse hasta una dependencia del poder judicial y denunciar que algo no está funcionando como corresponde acorde a la ley o que alguien está violando alguna norma. “Se supone que la denuncia es una promoción de una acción penal que lo que hace es
“EL SISTEMA JUDICIAL ES UN REFLEJO DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES.” VERBIC. la Justicia para denunciar que alguien o algo está violando el ejercicio de tus otros derechos y para demandar a los responsables y obligarlos a que la corten. Bueno, ahora volvamos a la tierra y pensemos dos segundos: repasemos los últimos hechos de esa naturaleza que hemos oído o hemos protagonizado. Algo no anda bien. PASO A PASO Si tuviéramos que plantear el acceso a la Justicia en términos de escalones, la cuestión sería más o menos así: el conocimiento de nuestros derechos sería el primer paso a dar —entenderlos para percibir cuándo y cómo están siendo vulnerados—. Luego, hay que tener la capacidad de llegar a un abogado y, después, tener la plata para poder pagarle por sus servicios. En teoría, todos los miembros de la sociedad deberíamos poder subir esta pequeña escalera hacia la Justicia con la misma facilidad, bajo las mismas condiciones, pero no sucede. “Si bien las reglas formales son iguales para todos, lo cierto es que ese derecho está condicionado por un montón de otros factores económicos, sociales, políticos, que nada tienen que ver
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mover el avispero: una denuncia aparece y el sistema debería moverse solo para confirmarla, descartarla, continuarla”, precisa Verbic. Lo que no podés hacer por tus propios medios es demandar a una persona, una empresa o al Estado, incluso, para reclamar el cumplimiento de ciertas obligaciones. “Para obligar a un Estado o una empresa o una persona a cumplir con tu derecho constitucional, sea a la alimentación, a la salud, a un medioambiente sano, entre varios otros, necesitás de un abogado. Los abogados monopolizamos el derecho a la justicia”, reconoce. Si el dueño del terreno entiende que es poseedor de un derecho, el de la propiedad privada, que un grupo de personas le está vulnerando; si se contacta con un abogado que puede llevar esa vulneración a la Justicia y puede pagar por ese “servicio” tercerizado, la cuestión ingresa al sistema. ¿Qué pasa entonces con los que no tienen techo? Pueden defenderse, dice el sistema. ¿Cómo? Si demostrás que no tenés recursos para contratar a un abogado, el Estado te brinda uno. Sin embargo, la lógica es la misma: el dinero. A más dinero, mejor calidad en el servicio; más posibilidades de modificar el estado de vulneración. Lo cierto, dicen los propios actores del sistema, es que no vas a tener el mismo abogado en una defensa pública que si vas y pagás una suma de dinero importante. El pato lo paga el consumidor, que está cautivo. ¿Consumidor? Sirve pensar al sistema de Justicia como un servicio público como el de agua, el gas, la electricidad, el cual “el Estado tiene obligación de proveer y, si no, tiene la obligación de controlar que funcione correctamente”, define el docente universitario. ¿Eso significa que los defensores públicos no sirven para nada? No necesariamente. Significa que los recursos que poseen —monetarios, de capacitación y la asignación de unos y otros de manera “inteligente”— son marcadamente menores que los de los abogados de las “grandes firmas”. ¿Se puede mejorar? Sí. “Es una decisión política relativa a la administración de Justicia”, precisa Verbic. El hueco, en la actualidad, lo están supliendo agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil, pero “es un elemento que debería asegurar el Estado porque forma parte de su rol”, advierte. El derecho, en tanto orden normativo, es “el marco en el que se desarrolla el poder”, postula Verbic para insistir en los privilegios que los abogados tienen sobre el resto de los mortales. Y no está tan errado. En nuestro país todos los espacios de
“LA JUSTICIA DISTA MUCHO DE FUNCIONAR COMO DEBERÍA PARA ASEGURAR LA GARANTÍA DE LOS DERECHOS DE TODOS Y EL CUMPLIMIENTO DE LAS REGLAS DEL JUEGO DEMOCRÁTICO.” LAVIN poder los manejan los abogados: el Poder Judicial, el Poder Legislativo —los que no son abogados, tienen en su equipo, pues porque necesitan de ellos para elaborar leyes—; el Poder Ejecutivo, los grupos económicos y hasta periodistas se ven obligados a saber del tema para poder actuar. “La gente que maneja el derecho está en una posición de privilegio y quiere mantenerla, por eso se habla difícil, porque se busca que ese mundo, que atraviesa casi todas las áreas de nuestra vida social, se vuelva inaccesible para la mayoría”. ¿Quién resulta perjudicado? Esa mayoría, sobre todo, la que cuenta con menos recursos, sumida en condiciones vulnerables. LA BARRERA DEL LENGUAJE El lenguaje que se habla en el Derecho tiene una incidencia “fundamental” en la desigualdad en el acceso a la Justicia. Existen determinados conceptos, reconoce Verbic, que en la vida real quieren decir más o menos lo mismo, pero que en derecho tienen significados marcadamente distintos. Se trata de diferencias técnicas que “hacen a” la administración de Justicia. Por ejemplo, “tenencia” y “posesión” son cosas distintas desde lo jurídico, aunque para el común de la gente signifique lo mismo. Sin embargo, los tecnicismos se apoderan de todo. En realidad, jueces, fiscales, defensores y abogados particulares hablan de cuestiones cotidianas, de las personas cuyas vidas en sociedad están reguladas por las leyes por las que velan. “Desde un punto de vista democrático, es necesario que el lenguaje jurídico se vuelva más sencillo, porque la gente debe entender las decisiones de la Justicia. Eso es construir ciudadanía”, exige. Renzo Lavín asegura que la cuestión del lenguaje es “una barrera importante” que “debe reconvertirse”. Él es codirector de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), un colectivo que desde hace poco más de una década revisa, con atención peculiar en “los grupos más desfavorecidos de la sociedad”, el cumplimiento de las leyes. “Necesitamos ir hacia una Justicia más oral, es la tendencia en países que han logrado modernizar su servicio de justicia y al mismo tiempo
acercarse a los ciudadanos”, añade. Existe lo que en materia de Derecho se llama “motivación de las decisiones judiciales” que es ni más ni menos que el por qué: por qué un juez decide que determinado conflicto se resuelva de una manera y no de otra. Por qué el juez considera que las personas que tomaron el terreno de aquel dueño deben ser desalojadas por la fuerza o por qué pueden quedarse allí. Fundamentos. Algo que el Poder Judicial está obligado a brindar a la ciudadanía por los tratados internacionales de Derechos Humanos a los que Argentina adhirió en 1994 y, por ende, por la Constitución Nacional. “La gente debería entenderlo, es una cuestión elemental a la vida democrática”, insiste Verbic. EL SISTEMA “Si uno mira el cuadro en grande, verá que en las últimas dos décadas han habido avances en torno de la Justicia como derecho universal”, avisa Lavin, mientras toma la lupa para analizar la cuestión más de cerca. El punto de inflexión que marca el inicio de esos avances es, como lo dice Verbic y como coinciden expertos del CELS, la reforma de la Constitución Nacional, con la incorporación de los tratados internacionales sobre derechos humanos. “Ha habido mayor atención por parte de los tribunales a incorporar argumentos de derechos de interés social, lo cual debe entenderse como un cambio de estructura jurídica importante, aunque progresiva”, completa. Amiguitos, la palabra clave es “progresiva” Con la lupa en la mano, desde el CELS se permiten señalar aquello que falta y los índices apuntan hacia los miembros del Poder Judicial. Es que, los avances legislativos dados en los últimos años respecto de la ley de salud mental, la ley de migraciones, la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad sexual o la ley contra la violencia de género, entre otras, plantean un contexto en el que el sistema judicial no sabe cómo actuar. “En los últimos años no se han producido debates significativos en relación a cómo pensar el acceso a la Justicia en este contexto”, advirtieron desde el organismo. No obstante, recordaron que “las reformas hacia dentro de las
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instituciones encargadas de la protección de derechos dependen en gran medida de las decisiones de aquellos titulares preocupados por ampliar los márgenes de intervención de esas agencias, antes que obligaciones concretas para asegurar el acceso a la justicia”. “El sistema judicial dista mucho de funcionar como debería para asegurar los principios que debe asegurar: la garantía de los derechos de las personas en condiciones de igualdad y el cumplimiento de las reglas del juego democrático”, dice Lavin. El abogado asegura que existen “falencias enormes” en ese mecanismo de denuncias, demandas, medidas de prueba, informes, dictámenes y sentencias, todas escritas para que las entienda el mismo demonio. Y no estaría del todo errado el sustantivo, si lo tenemos que usar para nombrar a quienes escriben, leen, responden y vuelven a leer esos documentos: jueces, secretarios, fiscales, defensores. Abogados. Para el codirector de ACIJ, ese Poder, uno de los tres del Estado —el tercero, o el cuarto, si tenemos en cuenta
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el Ministerio Público Fiscal— “falla al momento de garantizar los derechos de manera igualitaria a los habitantes del país y de hacer cumplir las reglas del juego cuando los jugadores son poderosos”. En ese campo, el CELS coincide en “la necesidad de asegurar mecanismos específicos para la protección de aquellos sectores en situación de vulnerabilidad, que ven limitado el uso de herramientas legales, judiciales”. Volvamos por un momento al ejemplo de la toma de tierras. El sistema “no encuentra canales de solución cuando se enfrenta a conflictos que representan cuestiones sociales”, asegura el organismo defensor de los derechos humanos, que se posa en un caso de esa índole para ejemplificar la premisa: en la toma del Parque Indoamericano —que protagonizaron cerca de 1500 familias en diciembre de 2010 y que culminó con una feroz represión policial que dejó heridos y muertos—. En aquél entonces, dijo el CELS, la Justicia penal “ha preferido avanzar contra aquellas familias que ocupan tierras o aquellos que se organizan para protegerlos, en lugar
de analizar el fenómeno o conflicto que se encuentra detrás, o la investigación de aquellos que organizan ocupaciones con fines económicos o de aprovechamiento. Las formas de acceso a la Justicia en estos supuestos plantea desafíos que vinculan a la Justicia penal con la Justicia civil, a la hora de pensar herramientas de solución o alternativas a la persecución penal, que aseguren los derechos que se encuentran en la raíz del conflicto”. Como si tal tarea fuera poca, agregó un actor que por estos tiempos se ve afectado en la cuestión ya que “en estos últimos años se ha comprobado que es necesario corregir los mecanismos de acceso a la Justicia para trabajadores, consumidores y usuarios de servicios públicos”.
“HAY UNA DEFENSA CORPORATIVA ACÉRRIMA DEL SISTEMA TAL COMO ESTÁ.” VERBIC
ATAJO Te podemos contar que el Programa de Acceso Comunitario a la Justicia del Ministerio Público Fiscal nació con el objetivo “facilitar el acceso a la Justicia de las personas en condición de vulnerabilidad y su participación en el sistema de administración judicial”. O te podemos decir que Atajo es un puente entre los hombres, mujeres y niños más pobres del país y las oficinas en donde funciona la Justicia y, entonces, vas a entender mejor, incluso, de qué se trata. “La palabra clave es comunitario”, precisó desde el lenguaje el fiscal Julián Axat, titular del programa, ex defensor juvenil bonaerense, poeta, hijo de desaparecidos. Esa palabra, según, Axat, es la que diferencia a éste de otros programas que trabajan o trabajaron el acceso a la Justicia: “Atajo establece un vínculo entre el Ministerio Público Fiscal y la comunidad vulnerabilizada, aquellos sectores desatendidos por el Estado”. ¿Qué es el Ministerio Público Fiscal? Un organismo público que por definición es “independiente” de los tres poderes del Estado, y cuyo objetivo, también en la letra legal, es el de “defender los intereses de la sociedad”. Atajo llegó para cubrir un bache en ese desempeño: tal como estaba funcionando, está a años luz de quienes no cuentan con conocimiento o recursos suficientes para hacerse cargo de ese vínculo. Los obstáculos que bloquean los canales están dados, según Axat, por la historia misma del MPF. En los barrios como los que Atajo comenzó a trabajar “ese ministerio se ha dedicado sólo a recibir denuncias vía comisaría y a seleccionar aquello que los fiscales o las fiscalías decidían que era ‘acusable’”. “Esto ya no es una realidad”, aseguró el fiscal. Atajo comenzó su fase piloto hace un año, en mayo de 2014, a través de la instalación de Agencias Territoriales de Acceso a la Justicia en las villas 21-24, 31, 1-11-14, 20 y el barrio Mitre y de la puesta en acción de equipos compuestos por psicólogos,
asistentes sociales, abogados, sociólogos, cientistas políticos y antropólogos. Le dan vida a “un ministerio público itinerante” con el objetivo de llegar adonde los escritorios instalados en Comodoro Py o en Talcahuano, ambos fueros porteños, no: a las problemáticas completas de territorios complejos protagonizadas por sectores poblacionales en riesgo, como los ancianos, los niños, niñas y jóvenes, las mujeres en situación de pobreza. “En las fiscalías hay abogados y empleados, pero la realidad de un barrio es compleja, por lo tanto, necesita de la complejidad de la multidisciplinareidad para abordarla y transformarla”, apunta el fiscal, que está convencido de que los dispositivos “atrapan mejor a la realidad si tienen muchos ojos y muchas maneras de ver. El abogado encorseta, simplifica, linealiza, tiende a creer que la realidad es igual a las leyes. El psicólogo escucha la demanda, que luego será encuadrada jurídicamente. Si es necesario hacer un informe socioambiental, actuará el trabajador social, el sociólogo, el antropólogo”. Ese informe es el que recibe un fiscal cuando la denuncia la entrega una oficina de Atajo. “Nos preocupamos por mejorar la atención primaria del MPF”, explica el titular del programa. Tanto las oficinas como los equipos itinerantes “captan los problemas” del territorio: “Desplazamos a la comisaría como boca de entrada de las denuncias, y trabajamos en una inmediata conexión entre esas denuncias y la fiscalía en el día”. En total, las oficinas y los equipos del programa realizaron 1400 intervenciones. Sólo en la villa 21-24, 20 personas por día se acercan a saber el estado de su causa o la de algún integrante de su familia, aparte de quienes acuden para denunciar hechos, “lo que demuestra de por sí la incidencia del programa sólo en cuestión de información. Antes, los vecinos debían moverse hasta Talcahuano y Lavalle. Este es un derecho: acceso a la Justicia es acceso a la información, es una de las claves de la apertura del MPF”, concluyó.
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DETALLES Teóricamente, la Justicia en tanto sistema debe funcionar bien, esto es, responder a las funciones asignadas en la estructura pública, para todos: seas un laburante de los planes Argentina Trabaja, seas un trabajador en relación de dependencia, seas dueño de tres compañías o vivas debajo de un puente, deberías poder acceder a los laberintos judiciales con la misma facilidad. Recordá: todos somos sujetos de ese derecho. Seguramente lo sepas de memoria, pero repasar lo sucedido es necesario para analizarlo en perspectiva con otros hechos. Alberto Nisman fue hallado muerto en el baño de su departamento el 18 de enero pasado, cuatro días después de denunciar a la Presidenta Cristina Fernández, al canciller Héctor Timerman y a otros tantos hombres de querer encubrir en atentado a la AMIA, o sea, de buscar que la Justicia mirara para otro lado, metiera el perro, instalara, avanzara y cerrara una versión de los hechos que no involucrara a un grupo de exfuncionarios iraníes. El 19 de enero, una fiscal y una jueza del fuero ordinario (el comunacho, el que trabaja sobre hechos que rompen con la legalidad, pero no ponen en peligro al país entero, digamos) comenzaron a investigar su muerte. Ese mismo día, un magistrado del fuero federal interrumpió sus vacaciones (algo terriblemente inusual): a su despacho había llegado la denuncia, hasta el momento, “feroz” de Nisman contra la Presidenta y algo debía hacer. En dos meses, sólo dos meses, esa acusación pasó por ése juez, Ariel Lijo;
“TENEMOS UNA JUSTICIA A DOS VELOCIDADES. UNA QUE SE MUEVE CON RAPIDEZ CUANDO LOS CULPABLES DE DELITOS SON PERSONAS DE POCOS RECURSOS, Y OTRA INEFICAZ EN LA PERSECUCIÓN DE CRÍMENES DE CUELLO BLANCO, QUE INVOLUCRAN AL PODER ECONÓMICO O POLÍTICO.” LAVIN por otro del mismo fuero, Daniel Rafecas; por la Cámara de Apelaciones, un escalafón por encima de los magistrados que investigan las denuncias en un primer momento; y por la Cámara de Casación, el piso previo a la Corte Suprema. Si bien la muerte de Nisman sigue sin definiciones concretas, su deceso es tan pesado que la jueza y la fiscal que tienen la investigación sobre sus espaldas, Fabiana Palmaghini y Viviana Fein respectivamente, no trabajan en otro caso: dedicación exclusiva. Los plazos serían acordes, el nivel de recursos y de atención, de análisis y de acción, también: pues hablamos de un hombre que falleció en circunstancias “dudosas”, según califica la propia Justicia, a días de haber acusado a la jefa de Estado de un delito gravísimo. Avancemos un toque más y pongamos algún elemento que ubique esto en perspectiva: Nisman era fiscal federal de dedicación exclusiva. Desde hacía diez años se ocupaba pura y exclusivamente de “buscar la verdad” sobre el atentado a la AMIA. En
aquella explosión fallecieron 85 personas: no eran fiscales ni jueces de ningún fuero. Quizás abogados. Tampoco políticos. Eran tipas y tipos, niños y adolescentes, como vos y yo, ninguno trascendente, para cuyos familiares los pasillos de los Tribunales se convirtieron en un laberinto interminable que aún no los condujo a nada concreto. De aquel múltiple asesinato pasaron 21 años casi. DE INDEPENDIENTE, NI UN PELO Hay decenas de casos que podemos citar a uno y otro lado de la línea que divide a la sociedad entre “poderosos” y “comunes” y que revelan la parcialidad de la Justicia a la hora de ponerse en funcionamiento, de brindarse como una herramienta que facilita el ejercicio de un derecho, y su debilidad, por el contrario, de presentarse como un beneficio “para pocos”. “Podemos decir, con total claridad, que tenemos una justicia a dos velocidades”, plantea Lavin. Una que se mueve “con rapidez cuando los culpables de delitos comunes son personas de pocos recursos” y otra “ineficaz en la persecución de crímenes de cuello blanco o que involucran al poder económico, al político, a las fuerzas armadas, a los factores históricos de poder en nuestro país”. El problema, según Lavin, es la falta de independencia del poder judicial. En eso, coincidieron las otras fuentes consultadas por NAN para escribir este artículo. Claro, nada nuevo, ¿no?: decir que la Justicia mantiene sexo explícito “en cuero” con el poder político —funcionarios, cuadros partidarios, miembros de las fuerzas de seguridad— y con el poder económico es como salir a gritar a los cuatro vientos que después del uno viene el dos y, después, el tres. Lo nuevo, lo atroz —por lo dañino—, es que aquí se lo está señalando como un problema, detalle olvidado en los últimos tiempos. “La falta de garantías de independencia hace que hayan mecanismos de presión entre los jueces y el poder político que
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ambos utilizan para defender o beneficiar intereses propios”, sostiene el codirector de ACIJ. “Los jueces federales, por ejemplo, utilizan los tiempos en los que trabajan causas de corrupción según les convenga, influenciados por intereses que no tienen que ver con la búsqueda de la verdad. El poder político se las devuelve —como contraparte— presionándolos a través de sumarios disciplinarios en el Consejo de la Magistratura”, amplía. Dato: el Consejo de la Magistratura es una especie de “administrador” del sistema judicial. Integrado por miembros de los tres poderes del Estado, se encarga de seleccionar abogados para que el Presidente los destine en juzgados —federales y ordinarios—, pero también controla a los magistrados en acción —o se supone que lo hace— y es quien sanciona cuando las cosas no se hacen como la regla lo indica —o se supone que debe serlo—. Un organismo más, una pata más de la estructura de una nación republicana que no cumple la función para la que fue creada. No, en parte. TODO ES POLÍTICO La Constitución Nacional no deja dudas: el Poder judicial es un poder político. Según la ley mayor del país, debe “controlar a los otros poderes y ponerles frenos cuando aquellos abusan de sus prerrogativas violando derechos o reglas de juego”, parafrasea Lavin. Pero lo “político”, como la mayoría de los conceptos que circulan entre individuos, tiene varias caras, varias maneras de ser en la sociedad. En este caso, una, por lo menos, es una manera de mierda: “Cuando actúa en pos de intereses ajenos a su función, intereses propios o individuales, claramente violando su rol”, la Justicia se caga en todo aquello que esté por fuera de ese interés individual. O sea, todo. “Hay una internalización en el sentido común que los jueces son actores políticos en el mal sentido de la palabra, jugadores que apuestan sus fichas de manera partidaria. En eso, los medios comerciales son muy responsables”, concluye Lavin. Verbic es menos optimista, al remarcar que “hay una defensa corporativa acérrima del sistema tal como está”. Las estructuras, desde el origen mismo, las universidades, se rehúsan a los cambios. “Si a cualquier estudiante o abogado recién recibido le preguntás si lo formaron para cumplir con las funciones que debería tener dentro de un sistema de justicia que trabaja como servicio público, la mayoría te va a contestar que no”. Las coinciden-
cias con la postura llegan, pero en voz baja: no existe un sector de la Justicia en el que no se reconozca que así el sistema no va más, que no funciona para nadie, que no sirve. “La Justicia no atiende a una gran cantidad de gente, los conflictos colectivos, de gran envergadura, la aturden”, remarca Verbic. LO QUE FALTA Los profesionales consultados por NAN coincidieron en que una de las posibilidades que tiene el sistema judicial para encaminarse en su función es su “apertura” hacia la sociedad y la “cercanía” con sus “consumidores”, como planteamos más arriba en este texto. Para Verbic, ese último punto es “fundamental desde un punto de vista democrático. Sobre todo, hoy, que el Poder Judicial está resolviendo cuestiones cruciales para la vida democrática que antes se resolvían en otro lado”. La comunicación, la libertad de expresión, los derechos a la salud, la propia democratización de la Justicia, por
mencionar sólo algunas. Para Lavin, “es imperioso que esté más cerca de la gente, sea más transparente, le rinda cuentas para que empiece a reducir la tensión que existe entre su deber de hacer cumplir los derechos y rendir cuentas”. Las audiencias públicas y los juicios por jurados son una manera de abrir el juego, aunque se desarrollan en escasísimas oportunidades y están dando sus primeros pasos. La experiencia de Atajo, impulsada por la Procuración General de la Nación en cinco barrios de la Ciudad de Buenos Aires es, por lejos, la mejor experiencia en acercamiento de la Justicia al pueblo. (Ver Atajo) La deuda pendiente radica, según Verbic, en la regulación de un mecanismo de debate que permita discutir conflictos colectivos. Las reglas con las que cuenta el sistema judicial actual fueron pensadas en base a conflictos que sucedían hace 200 años. “Hoy son muchos y cada vez más colectivos. Con ellos, revienta el sistema”, sostiene.
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LA PERICIA DE LA BONAERENSE gatillo fácil Texto: Nahuel Lag Fotos: Gentileza Ilustración: Cristian Kocak
SEBASTIÁN NICORA FUE HALLADO MUERTO EN UNA PLAYA DE PUNTA INDIO. EL PRIMER INFORME SOSTENÍA QUE HABÍA MUERTO DE UN “GOLPE CONTUNDENTE” EN EL CRÁNEO CON UNA MAZA O UN PICO. TIEMPO DESPUÉS SE SABRÍA, TENÍA UN BALAZO EN LA CABEZA.
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Con sus seis mil habitantes, Verónica es uno de los pueblos bonaerenses que rompe la monotonía verde pampeana. Ahí donde los inmigrantes llegaron con el ferrocarril, sus descendientes se mueven en torno a la plaza San Martín y la estación fundacional reconvertida hoy en corsódromo. A 90 kilómetros de La Plata, con sólo una línea de colectivos que conecta con la gran ciudad, el Estado trae la educación y el trabajo a través del municipio o la Base Área de Punta Indio, ahora opacada por el Polo Espacial de la localidad vecina de Pipinas. En uno de sus ingresos por la ruta 36, un cartel grande y naranja promete traer la “nueva Policía Local”, pero al ingresar al pueblo un esténcil pequeño replicado en las
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paradas de colectivos y los postes de luz reclama: “Justicia por Sebas”. Desde el 14 de febrero de 2013, su madre, Fernanda Nicora, exige justicia. La “vieja” Policía Local aseguró que había muerto de un golpe en la cabeza. Le faltó precisar que una bala no sólo lo había golpeado, sino que le había agujereado el cráneo. La Justicia queda lejos de Verónica; bastante más lejos que el espacio exterior. ··· El 14 de febrero Sebastián tomó prestado el morral de su mamá y salió temprano, sin avisar. Tomó el Costero del Sur que recorre los 20 kilómetros entre Verónica y el balneario El Pericón. Viajó con Santiago, un amigo un año menor que él. La localidad costera es pequeña y se ingresa por la Ruta 11, en un tramo de ripio duro y agrietado. Después de unas pocas cuadras de tierra y arena, se desemboca en el Río de La Plata. La playa tiene unos 500 metros de ancho por otros 30 de largo. Esa misma noche, después de las 22, Sebastián ingresó solo al único parador del lugar y preguntó si podía pedir algo para comer. Se quedó mirando la tele y le comentó a la mesera que estaba esperando a un amigo. Santiago no estaba con él y nunca llegaría: a las 21.50 ya se había tomado un remis para volver a Verónica. Poco antes de las 23, Sebastián se volvió a parar, saludó y dejó el lugar sin compañía. En la noche, el balneario queda iluminado por unos pocos focos amarillos. A la 1, ya del 15 de febrero, en la oscuridad, el conductor de un cuatriciclo se sorprendió cuando alumbró de refilón a Sebastián, que estaba recostado al pie de una palmera, pero llegó a esquivarlo. El conductor prefirió no molestarlo por si dormía. “Ey, despertate. Va a crecer el río”, le recomendó a las 4.30 un puestero que volvía de una fiesta en el salón “El Murallón”, ubicado en la bahía que se eleva en el extremo norte de la playa. Sebastián no respondió. El hombre lo alumbró con su linterna y pese a la oscuridad la imagen era clara. La cara ensangrentada, el cuerpo quieto, las manos en los bolsillos. La primera patrulla en llegar fue la del puesto de control de Punta Indio, junto al médico de la salita. Constatada la muerte, la Comisaría de Verónica fue alertada e informó a la UFI Nº 1 de La Plata, a cargo de la fiscal Ana Medina. El entonces subcomisario de Verónica Marcelo Nacir fue el responsable del operativo. En una playa de pocos metros, unos pocos policías bastaban para perimetrar la zona y preservar la escena. Sin embargo, no lo hicieron. Antes de la llegada de la instructora de la fiscalía, movieron el
cuerpo y revisaron hasta encontrar en sus bolsillos las llaves del cuarto que el joven y su amigo habían alquilado en la estancia Santa Rita. El entonces jefe de calle Javier Maciel se dirigió al lugar e ingresó a la habitación. La revisó sin aval judicial y volvió a la playa. A las 10.30, el cuerpo de joven fue reconocido por la mesera del parador, la última en verlo con vida. La instructora ordenó a la Policía que dé aviso a la familia. Los oficiales, antes de ir a buscarla, fueron directo a la casa de Santiago. “¿Por qué no van a avisarle a la madre?”, preguntó el padre del amigo de Sebastián. “Ya vamos a ir”, le respondieron y lo subieron junto a su hijo a un móvil para ir a reconocer el cuerpo. La Policía manejaba información de antemano. La tarde anterior, cuando los dos chicos tomaron el micro, Gustavo Coronel, ex pareja de Fernanda y padrastro de Sebastián, dio aviso a la comisaría. La amistad entre Coronel y Maciel es un secreto a voces en el pueblo. Santiago se transformó en el acusado de acuerdo a la hipótesis policial, mientras que la fiscal Medina permaneció a 100 kilómetros del lugar del hecho. La casa del joven fue allanada y se secuestraron un par de zapatillas con restos de arena y una remera con manchas rojas. El médico forense había señalado esa mañana —y lo ratificaría horas después al realizar la autopsia en La Plata— que Sebastián murió por un “golpe con un elemento contundente”, algo similar a una maza o un pico. Nada de eso se halló en la casa del amigo. “Me golpearon la puerta a las 13.30 y me dicen que pasó ‘algo muy grave’. No necesité escuchar más... Me conocían. Sabían que soy la madre de Sebastián. ¿Tres horas tardaron desde que dio aviso la instructora para hacer 20 kilómetros?”, recuerda y analiza Fernanda. Luego de hacerle llegar la noticia, la llevaron hasta Punta Indio, donde reclamó que aparezca el morral y el celular de su hijo. Esas pertenencias nunca aparecerían. El 15 por la mañana, Fernanda seguía esperando que le entregaran el cuerpo de Sebastián. La autopsia había arrojado negativo en los exámenes toxicológicos. Si el joven tuvo reflejos o tenía marcas de resistencia, no quedó determinado en el informe policial. Al mediodía, fue a la comisaría en busca de novedades. Volvió a su hogar con la noticia de que el amigo de su hijo era el acusado. En la puerta, les pidió a sus amigas que no se vayan porque notó que la casa estaba revuelta. “No le podemos tomar la denuncia. Entramos
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nosotros”, le dijo el policía Maciel, cuando le explicó que lo que había ocurrido en su casa había sido un allanamiento. La ex pareja de Fernanda, supuestamente, había autorizado el ingreso a la casa. La pesquisa diría que en la pieza de Sebastián encontraron “ropa robada”, pero tiempo después se sabría que esas prendas pertenecían a otra causa. Esa tarde-noche Fernanda veló a su hijo. “¿Por qué entraron a la pieza que Sebastián alquiló sin el permiso judicial? ¿Por qué ingresaron a mi casa sin el mío? Yo era la más interesada en saber qué pasó”, se empezó a preguntar. No creía en la
“EL ABC DE UNA AUTOPSIA NO SE CUMPLIÓ”, REVELÓ EL DIRECTOR DE ASESORÍAS PERICIALES DE LA CORTE BONAERENSE, GUSTAVO CAPELLI, CUANDO REVISÓ EL INFORME DE 2013. culpabilidad de Santiago. ··· Los adolescentes en Verónica hacen lo que se hace en los pueblos: escuela, club, plaza, bici, moto. A los 18, según las posibilidades familiares, las opciones son ir a trabajar o estudiar algo en La Plata. Sebastián no había llegado a pensar en eso y ya se había salteado la secundaria. No era constante, quedaba libre. Pero había prometido retomar en marzo. En el pueblo no tenía problemas con sus vecinos, pero la Policía lo tenía registrado. “Había una persecución del chico mal visto, algo que yo nunca denuncié porque confiaba en las fuerza de seguridad. Sebastián se había mandado sus macanas de adolescente, tenía una denuncia por hurto, pero no había nada que lo lleve a este desenlace”, cuenta Fernanda. El año anterior a su muerte, prefirió trabajar que estudiar. Primero en el campo con su tío y después, con su padrastro, que lo sumó a su changa nocturna de sonidista. ··· Fernanda empezó a quedarse noches enteras conectada a Internet. Trataba de encontrar algo que le quitara las dudas que le dejaba el pobre informe de la autopsia:
“¿Cómo murió de un único golpe? ¿Cómo no tuvo reflejos?” “Yo busco una bala”, les decía a sus vecinos, que la escuchaban incrédulos. La hipótesis de la Bonaerense y de la fiscal Medina no se movía del “golpe contundente” de un chico de 15 años. A fines de 2013, la causa por “homicidio” pasó al Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil. Las zapatillas secuestradas en aquel allanamiento tenían arena, pero no coincidía con la de la playa de El Pericón. La mancha roja de la remera no era sangre humana. El pico o la maza
nunca aparecieron. La mujer ratificaba el presentimiento de que el asesino de su hijo no era el amigo. ··· Sebastián ya era noticia en Verónica. El diario local El Colono entrevistó por su caso a Julián Axat, entonces defensor del Fuero Penal Juvenil. Axat había incorporado el caso Nicora como el séptimo de una denuncia colectiva presentada ante la Suprema Corte de la bonaerense para investigar un supuesto “escuadrón de la muerte”. El modus operandi: hostigamiento policial, armado de causas,
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hostigamiento otra vez y muerte. La Corte ordenó investigar los casos y le giró la tarea al fiscal Jorge Paolini. Nunca avanzó. Tras la entrevista con El Colono, Axat dejó su contacto y Fernanda lo fue a buscar a La Plata. Le contó las mismas sospechas que llevaba señalando hace tiempo a la fiscal Medina en los repetidos viajes que hacía hasta la capital provincial. “Preparate. No va a ser la primera vez que aparezca un tiro”, le había dicho Axat. Había pasado un año y la pista policial ya estaba descartada. La madre de Sebastián se convenció de que necesitaba presentarse como particular damnificada en la causa. “A tantos kilómetros de La Plata, nadie sabe qué es una fiscalía y qué o cómo se puede denunciar”, reflexiona ella desde su experiencia. En marzo de 2014, se presentó junto al equipo de abogados del Comité Provincial por la Memoria en la UFI 1. La reautopsia fue el reclamo principal. ··· “Estamos acostumbrados a que la Policía trabaje mal”, retrucó la fiscal cuando se pidieron las primeras medidas de parte en la causa y le exigieron explicaciones sobre las pesquisas realizadas hasta ese momento. Medina cedió y pidió la reautopsia, por la que “no daba un peso”. “El ABC de una autopsia no se cumplió”, reveló el director general de Asesorías Periciales de la Suprema Corte bonaerense, Gustavo Capelli, en octubre de 2014, cuando revisó el informe de 2013 y se preparaba para el nuevo peritaje. Para entonces, en Verónica, el médico forense del “golpe contundente” ya había renunciado. El comisario Nazir y el jefe de calle Maciel habían sido desplazados a pedido del intendente, Hernán Yzurieta. En diciembre, los peritos de la Corte entregaron el informe final. La conclusión: a Sebastián lo mataron de un tiro en la cabeza. En la primera autopsia sobre el cuerpo, los peritos de la Bonaerense obviaron el orificio de entrada de una bala, la trayectoria descendente y el orificio de salida. Para un “golpe contundente” tampoco tomaron una muestra microscópica, que hubiese hallado restos de pólvora, como se logró aún dos años después. Algo más obviaron: un fragmento de plomo en la cabeza. ··· Tras impulsar la medida más relevante de la investigación, la Procuración General de la Corte provincial, a cargo de María del Carmen Falbo, recibió a la madre y a los abogados del CPM y les aseguraron: “La fiscal está muy agradecida con uste-
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FERNANDA EMPEZÓ A QUEDARSE NOCHES ENTERAS CONECTADA A INTERNET. TRATABA DE ENCONTRAR ALGO QUE LE QUITARA LAS DUDAS QUE LE DEJABA LA AUTOPSIA: “¿CÓMO MURIÓ DE UN ÚNICO GOLPE? ¿CÓMO NO TUVO REFLEJOS?” “YO BUSCO UNA BALA”, DECÍA.
des”. Medina no fue apartada del caso, sino que pusieron en el caso a instructores dependientes del máximo tribunal bonaerense. “¿Dos años después?”, se preguntan algunos de los testigos que son convocados nuevamente por los instructores de la Corte. Entre ellos, la mesera del parador, quien confesó que había sido llevada a la fuerza por los efectivos de Verónica a rectificar el horario en el que vio por última vez a Sebastián. Tuvo que atrasar su reloj una hora, cuando Santiago aún no se había tomado el remis que lo llevó a su casa la noche del homicidio. “Con la incorporación de los instructores de la Corte se pudo ampliar la información. Sirvió para seguir confirmando las profundas irregularidades policiales”, afirma Margarita Jarque, abogada del CPM. “Son muchísimas las prácticas probadas en el expediente que permitirían iniciar una denuncia paralela por ‘encubrimiento’ o ‘incumplimiento de deberes’”, agrega Jarque. Este verano, cuando se cumplieron los dos años del asesinato de Sebastián, Fernanda — acompañada por vecinos, funcionarios locales y figuras como Rosa Bru y Adolfo Pérez Esquivel— pudo inaugurar un sitio de la memoria a 30 metros de donde fue encontrado. Un mástil que sostiene la bandera con la cara del adolescente y la leyenda: “Ni un pibe menos”. Semanas después, agentes de Asuntos Internos de la Bonaerense visitaron a Fernanda en su casa para “escuchar” lo que venía denunciando hace tiempo. El sitio de memoria indica dónde fue hallado el adolescente, pero la autopsia precisa que su cuerpo fue movido, dos metros o dos kilómetros es la incógnita. El Ministerio de Seguridad aún no respondió al pedido de información sobre los recorridos de los móviles policiales aquella noche, una medida pedida por los abogados del CPM. La fiscal nunca había solicitado esa información ni prestó atención a los dos testimonios tomados al inicio de la causa que aseguran oír estruendos de disparos en la playa la noche del 14. “Si yo me hubiese quedado llorando en casa, la causa estaría cerrada y Santiago sería el culpable. Pero hay madres que tenemos el poder de transformar el dolor en lucha para llegar a la verdad. Lo que me indigna es que nosotras tengamos que salir a resolver los homicidios de nuestros hijos.”
LOS POSIBLES
LA PESTE SOJA el modelo agrotóxico EN MONTE MAÍZ, AL SUDESTE DE CÓRDOBA, LOS CASOS DE CÁNCER TRIPLICAN LA MEDIA NACIONAL. EN ESA ZONA RURAL, DE CASI 65 MIL HECTÁREAS, SE APLICAN 630 MIL LITROS DE PESTICIDAS AL AÑO. UNA RADIOGRAFÍA DE UN PUEBLO QUE VIVE RESPIRANDO VENENO.
Texto: Leonardo Rossi Fotos: Marcos Oviedo
De habitantes de uno de los tantos pueblos de la denominada “pampa gringa”, reconvertida en “pampa sojera”, los ciudadanos de Monte Maíz pasaron a ser objeto de fuertes debates políticos y mediáticos. ¿El tema en cuestión? Haber reclamado un estudio sanitario que explicara las causas del notable aumento de las muertes por cáncer en los últimos años en esa zona al sudeste de Córdoba. En octubre del año pasado, estudiantes de medicina y geografía, acompañados por docentes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y un grupo de químicos de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), analizaron el pueblo a partir de un campamento sanitario. Desde entonces y hasta fines de marzo —cuando se presentó el informe final— los encargados del estudio, las autoridades municipales que acompañaron el trabajo y los propios vecinos recibieron agravios, presiones y maltratos por parte de empresarios, funcionarios y comunicadores vinculados al agronegocio. Tal vez, las conclusiones del trabajo expliquen el porqué de esas agresiones. En Monte Maíz muere el triple de personas por cáncer que la media. Los insumos utilizados para fumigar los campos se ubican en el centro de las miradas. “La contaminación con agroquímicos es el factor preponderante en el análisis del entorno ambiental del pueblo y el gran volumen de los mismos
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significan una amenaza constante”, concluye el relevamiento. RADIOGRAFÍA Monte Maíz, sudeste cordobés, departamento Unión. Las charlas cotidianas en la estación de servicio, en el café, en el club refieren a un vecino joven que murió de cáncer; a una pareja que perdió un bebé con malformaciones; a los caros medicamentos para sacar adelante una ‘enfermedad rara’. Lo que se volvió normal empezó a ser cuestionado. Luego de años de frustrados intentos, un grupo de vecinos logró convencer a las autoridades de la necesidad urgente de estudiar la salud colectiva de la ciudad. La Red de Prevención, una organización vecinal, persuadió al intendente justicialista Luis Trotte de encabezar esta iniciativa. Desde la Universidad Nacional de
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Córdoba, un grupo docente de la cátedra de Clínica Pediátrica, con Medardo Ávila Vázquez (Red Universitaria de Ambiente y Salud) a la cabeza, se puso a disposición. Pediatras, alergistas, clínicos y unos 50 estudiantes encararon la tarea de relevar la salud de vecinas y vecinos entre el 15 y 19 de octubre pasado. El equipo se completó con geógrafos y estudiantes, que mapearon los factores de riesgo ambiental, y técnicos del Centro de Investigaciones en Medio Ambiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP. Este último grupo analizó muestras de tierra, aire y agua del pueblo y sus alrededores. Una experiencia novedosa (y “molesta” para más de uno). Este cronista recorrió el pueblo en días de campamento sanitario y regresó para la presentación del informe. Monte Maíz presentó los frecuentes problemas de
las pulverizaciones descontroladas, que sufren estos pequeños poblados rodeados de cultivos como la soja. Además se observa la irrupción de enormes silos de acopios de granos que despiden cascarilla al aire en el centro mismo de la ciudad, y proliferan los depósitos de agroquímicos y máquinas fumigadoras en medio del casco urbano. No hay que pasar mucho tiempo en las calles para toparse con un ‘mosquito’ fumigador saliendo de entre las viviendas, observar pérdidas de químicos agropecuarios en las veredas y registrar la utilización de estos productos de forma habitual en clubes y plazas para controlar “yuyos”. DÍAS DE CAMPAMENTO El encuentro entre estudiantes y vecinos dejó huellas. No sólo en los datos duros recolectados sino también en las pieles de los interlocutores. Una medicina humanizada caminó el pueblo en busca de voces necesitadas de narrar lo que sus cuerpos padecen desde hace años. Las lágrimas no escasearon. Aunque menos publicitada, otra academia médica alejada de los grandes negocios farmacéuticos existe y está latente. “Esto es clave para pensarse desde otro lugar como profesional, y va a producir un cambio en los estudiantes que están acá”, decía Flavia Fanoni (28), futura médica. Verónica Llopiz (43), madre de dos chicos de 9 y 16 años, integra la Red de Prevención y fue una de las más activas impulsoras del relevamiento. Esta mujer, que combina una fuerte personalidad con una sonrisa constante, compartía sus sospechas: “Estamos leyendo sobre las consecuencias de estar expuestos a los agrotóxicos y sabemos que trae enfermedades, malformaciones, abortos espontáneos”. “Hacer este censo busca determinar si lo que pasa acá tiene que ver con eso u otros factores”, decía. “Hablar de esto no es fácil”, mencionaba en referencia al fuerte impacto económico de la actividad agraria en el pueblo y la influencia de empresarios como Roberto Urquía. El titular de Aceitera General Deheza, ex senador kirchnerista, es dueño de acopios de granos enclavados en la ciudad. Su empresa es una de las cinco que controla el 80 por ciento del sector aceitero argentino. INTERESES “Hasta hay productores y sus hijos enfermos de cáncer. Estamos todos afectados. Esperemos que el interés sea la salud de todos, aunque posiblemente haya resistencia”, se anticipaba, en octubre pasado, Verónica. Y las reacciones no se hicieron
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esperar. A los cruces de palabras en la ciudad, se agregó el debate en algunos medios de la provincia. El programa que Gustavo Mathieu (Radio Mitre-Córdoba) dedicó a denostar el trabajo de médicos y vecinos, que aún no habían dado sus resultados finales. Fue sólo una muestra del malestar que generó este estudio en sectores que defienden el agronegocio a como dé lugar. Con estas palabras abría una de sus emisiones en su espacio dedicado al periodismo agropecuario: “Nos marcaron la agenda, y a mí me puso loco que nos marquen la agenda desde afuera, un sector que no tiene nada que ver con el campo”. El comunicador no estaba solo. Juan Cruz Molina, secretario de agricultura de Córdoba; Gustavo Irico, entonces decano de la Facultad de Medicina; y la agrónoma y docente de Ciencias Agropecuarias de la UNC Alicia Cavallo lo acompañaron. Con el caso Monte Maíz, la universidad mostró una vez más fisuras y fuertes disputas en torno al modelo agrario. El rector Francisco Tamarit dijo en un primer momento que el trabajo “era sólo la punta de un iceberg”, en un guiño al relevamiento. En días previos y posteriores a la presentación final no hubo comunicados oficiales del rectorado que fijaran posición. Antes de que se hicieran públicas las conclusiones, no fueron pocos los llamados al intendente y a miembros de la Red Universitaria de Ambiente y Salud (REDUAS) para frenar la presentación. “Funcionarios provinciales”, “autoridades universitarias”, “empresarios” fueron los responsables de esas “presiones”. Nadie quiere dar nombres. Aunque los posicionamientos públicos de algunas autoridades hablan por sí solos. LLEGÓ EL DÍA Almuerzo en una parrilla, a la vera de la ruta. Varios de los miembros de la Red de Prevención comparten sus expectativas con los médicos. El temor a alguna intervención desproporcionada de quienes querían evitar que el trabajo saliera a la luz es tema de conversación entre bocado y bocado. Diego Ceballos (32), marido de Paulina y padre de Carmela (2) necesitaba desahogarse. El 24 de julio de 2014 su mujer perdió un embarazo. El bebé presentaba malformaciones. Una situación que en Monte Maíz se repite más de lo normal. “Cuando encuentro gente que presiona como presionó estos últimos días para que no se presente esto realmente uno se siente muy mal”, larga, con los ojos humedecidos. “Con esa gente que piensa que esto tiene un interés político, y que no conoce Monte Maíz, me sentaría a charlar para que sepa lo que me pasó, lo que tuve que padecer y le explicaría el motivo de mi lucha”, termina de decir con lo que resta de voz. En la Casa de la Cultura, frente a la plaza del pueblo, todo está listo. El salón está casi lleno. Medardo Ávila Vázquez y Eduardo Maturano, por la REDUAS, Damián Marino por Exactas de la UNLP, Ignacio Silva (presidente del Concejo Deliberante) y Sergio Linares de la Red de Prevención son los encargados de dar a conocer el trabajo. Más de noventa personas aguardan atentas. Algunos vecinos le apuntan al cronista sobre la presencia de representantes de empresas agropecuarias y productores “sojeros”. No suman más de cinco a pesar de haber puesto en duda durante meses la metodología de trabajo y los posibles resultados que finalmente están por ser dados a conocer. “En cáncer confirmamos la sospecha de médicos locales y vecinos, los casos nuevos por año son tres veces más frecuentes”, dice una de las conclusiones. Según las estimaciones, Monte Maíz debería presentar entre 11 y 13 casos de cáncer nuevos por año para los cerca de 5.000 habitantes relevados, sobre alrededor de 8.000 que en total viven allí. En nueve meses de 2014 se detectaron 35 casos. En base a datos del Registro Provincial de Tumores de Córdoba se generan 9000 casos nuevos de cáncer
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EL 24 DE JULIO PAULINA PERDIÓ UN EMBARAZO. EL BEBÉ PRESENTABA MALFORMACIONES, UNA SITUACIÓN QUE EN MONTE MAÍZ SE REPITE MÁS DE LO NORMAL.
por año, y llevado al estudio en Monte Maíz alcanzaría a 13,9 casos anuales. En tanto, con cifras de la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer de la ONU, la población estudiada debiera reportar once casos por año. “Encontramos tres veces más”, señala el trabajo. Otros datos divulgados en la jornada aportan cifras concretas a lo que vecinos como Diego observaban a diario. Los abortos espontáneos “superaron por más de tres veces la prevalencia esperada”. En Monte Maíz alcanza al 9,98 por ciento frente al 3 por ciento a nivel nacional. El cálculo incluyó casos de los últimos cinco años en mujeres de 15 a 44 años. Entre las 981 mujeres que cumplían con esta condición, 79 sufrieron abortos espontáneos. La mayoría padeció un episodio, mientras que quince sufrieron dos abortos y dos mujeres vivieron ese trauma en tres oportunidades. Enfermedades respiratorias y malformaciones congénitas también estuvieron por encima de los parámetros normales. RESPIRAR VENENOS Al análisis médico se agregó en forma combinada información geográfica y química. Monte Maíz presenta “una línea de empresas cerealeras y grandes acopios de granos en la zona central que despide de los silos cascarillas de granos cargadas de (los agroquímicos) glifosato y clorpirifós”. La zona rural reúne “65.000 hectáreas donde se aplican 630.000 litros de pesticidas por año”, en cultivos que en muchos casos se ubican a una calle de cualquier casa. El relevamiento destaca que en el interior del radio urbano existen al menos “22 galpones de maquinas de pulverizar y alta concentración de pesticidas en el suelo”, hecho “demostrado en que en el 100 por ciento de las muestras se detectó glifosato, clorpirifós y cipermetrina”, plaguicidas utilizados en las campañas agropecuarias. SE TRATA DE SALUD Con las conclusiones en el aire, los representantes del agronegocio se llaman a silencio. Una pregunta se repite desde el público: “¿Y ahora, qué hacemos?”. El intendente Luis Trotte celebra que se haya divulgado el trabajo “a pesar de las presiones”. Ahora, “hay que empezar a trabajar”: “En la plaza donde antes se fumigaba, se empieza a cortar el yuyo. Vamos a corregir el tema de los depósitos, y lo más importante, de los silos”. Ignacio Silva agrega su mirada como concejal y, sobre todo, como vecino que participa en la Red: “Ahora empieza lo más interesante que es trabajar con ordenanzas. Lo más urgente me parece que es el tema de reubicar los depósitos, y emplazarlos para que se retiren del área urbana”. Entre consulta y consulta que le realizan mujeres y hombres de a pie, Damián Marino, doctor en química, celebra “poder encontrarse, charlar, y dar una parte del conocimiento y compartir la otra que es la que tiene el vecino”. “Cuando juntás eso puede empezar a aparecer una solución para cuestiones como este patrón de meter los plaguicidas dentro del casco urbano, que es algo que se puede corregir mañana”, reflexiona. “Es un tema cultural, nos han convencido que es normal y no es así”, insiste con un discurso alejado del laboratorio. Al cierre de la presentación, Diego Ceballos se acerca nuevamente al cronista. El joven comparte sus primeras sensaciones, luego de tanta respiración contenida. “El sector agropecuario estuvo presente, pero creo que el informe fue más que claro y por eso entendieron la situación. El objetivo es velar por la salud y no sólo hablar de dinero.” Diego reconoce “el coraje de la Red de Prevención, de los médicos, del intendente” y asegura que esta jornada es “el principio de la lucha”. “¡Ahora hay que empezar a cambiar las cosas!”.
PERIODISMO SOBRE ARTE & SOCIEDAD
#19 / Aテアo 5 / 2015 / ARG $50
LA JUSTICIA, DE JODA LOS HIJOS DE テ:RICA EL OTRO APACHE CIBERGUERRA