Popol Vuh

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Camino al Popol-Vuh


Camino al Popol-Vuh

Alejandro Spiegel y Sergio Saposnic ILUSTRACIONES

MatĂ­as Bervejillo


Índice PARTE I

LA CREACIÓN La creación de la Tierra. 10 La creación de los animales. 14 La creación de los hombres de barro y de madera. 18 El fin de los hombres de madera. 22 La creación del hombre de maíz. 26

PARTE II

ALGUNAS HISTORIAS DEL POPOL-VUH La aventura de los primeros gemelos y los señores de Xib’alb’a. 34 Una princesa y dos nuevos gemelos. 38 La princesa llega a la superficie. 42 El nacimiento de los hijos de Ixkik’. 46 Signo Editorial SA de CV . Blvd. Manuel Ávila Camacho 1994 / 703 San Lucas Tepetlacalco, CP 54055, México Teléfono: 53 98 14 97 club@lectores.com www.clublectores.com

Descubrimiento de secretos. 52 Jugando a la pelota. 58 Camino a Xib’alb’a. 64 Más pruebas en Xib’alb’a. 68 En la casa de los murciélagos. 72

ISBN :

968 5938 17 2

© 2004, Signo Editorial SA de CV

Muerte y renacimiento de los gemelos. 76 Amanece en la Tierra. 80

Diseño: Pablo Uribe Realización gráfica: MONOCROMO Corrección de estilo: Manuel Munguía Castillo

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada o transmitida por un sistema de recuperación en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, electrónico, de fotocopiado, o cualquier otro, sin autorización por escrito de los titulares de los derechos del autor.

APÉNDICE

El juego de pelota. 83 FUENTES CONSULTADAS

Libros. 86 Sitios de Internet. 87


Introducción Cuando decidimos escribir este libro pensamos en ofrecerte un puente, un camino cómodo y amigable que te entusiasmara a buscar otras lecturas, a seguir leyendo más allá de estas páginas. Obviamente, uno de los destinos, el primero, es el texto original del PopolVuh. Pero hay muchos otros posibles puertos de llegada, como los textos que citamos al final del relato que hoy te contamos. A medida que leíamos el Popol-Vuh íbamos relacionando sus historias con otras que ya conocíamos. Las palabras de este viejo relato nos hacían recordar otras lecturas, nos llamaban la atención y nos llevaban a asociarlas, a traerlas a nuestra memoria. Y no fue casual: Cada vez que uno habla, lee o escribe, se inspira, toma impulso, a partir de lo que ya leyó o escuchó. Por ello, todo lo que conocemos es algo así como una plataforma de lanzamiento desde la que siempre partimos. A propósito, muchos sostienen que la lectura puede considerarse también una forma de escritura. Sí; al leer un texto y vincularlo con otros construimos uno nuevo dentro de nosotros, propio y único, que surge a partir de la navegación por las asociaciones que armamos y que es diferente a cualquier otro, al de cualquier otra persona. En las páginas siguientes desplegaremos todos los textos que resurgieron en nuestra memoria desde la lectura que hicimos del Popol-Vuh. Probablemente alguno te resulte conocido; incluso, quizás has leído varios de ellos, pero seguramente encontrarás otros que querrás leer. Es más, seguramente, como decíamos antes, tú mismo agregues algunos otros, con las historias que evoques a partir de las frases de este Camino al Popol-Vuh. ■

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Acerca del Popol-Vuh

Ahora, vayamos al primer puerto de destino: el Popol-Vuh. Sólo del original se puede abrevar la magia de un libro repleto de creencias y explicaciones. Sin embargo, encontrar el original, en este caso, no es tan sencillo. Popol-Vuh significa literalmente «libro del consejo» (de la comunidad), y es el libro sagrado de los mayas quichés. Fue escrito con jeroglíficos en tiempos anteriores a la Conquista. El autor, cuyo nombre se ignora, se valió de relatos orales y de pinturas antiguas que circulaban entre su gente. Los quichés, luego de un largo peregrinaje, llegaron a las altiplanicies y a las montañas donde se desarrollaron, especialmente a partir de que descubrieron el maíz y comenzaron a practicar la agricultura. El Popol-Vuh cuenta su historia hasta la Conquista: «Y esta fue la existencia de los quichés, porque ya no puede verse el libro que tenían antiguamente los reyes, pues ha desaparecido. Así pues, se han acabado todos los del Quiché, llamado Santa Cruz». Utatlán, la capital de los quichés, fue destruida junto con los documentos que atesoraban su cultura y sus gobernantes

Acerca del Camino al Popol-Vuh

derrocados; el nombre de esta ciudad fue cambiado y pasó a llamarse Santa Cruz. Mientras tanto, sus habitantes fueron esclavizados y obligados a abandonar sus creencias religiosas. Sin embargo, el contenido del Popol-Vuh se mantuvo transmitido de boca en boca hasta que, entre 1554 y 1558, fue escrito nuevamente, pero esta vez con letras del alfabeto latino y en quiché. Este manuscrito fue descubierto aproximadamente 150 años después por un clérigo español que lo tradujo al castellano. Desde entonces han aparecido muchas versiones del Popol-Vuh. ¿A cuál puede atribuirse el título de «original», porque represente aquel primer relato transmitido oralmente, luego dibujado, más tarde traducido a jeroglíficos, luego nuevamente hablado, más tarde reescrito en quiché y, finalmente, traducido varias veces y de manera diferente? Muchos desconfían de los sucesivos traductores, de los agregados y recortes que quizá se le han hecho. Algunos se preguntan, por ejemplo, en la primera parte, por las reiteradas similitudes con el texto de la Biblia. ¿Qué significan? ¿Qué conclusiones pueden sacarse de eso? ¿Así era el relato original o las sucesivas versiones escritas desde la perspectiva española

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preocupada por «culturizar» a los conquistados fue imponiendo su signo? ¿En qué medida fue así? ¿Puede determinarse a esta altura? En cualquier caso, el relato merece admiración y respeto. Las enseñanzas de este libro refuerzan el sentido de origen e identidad del pueblo nativo de la tierra donde se creó y que aún habita en ella, de los cientos de miles que hasta hoy hablan la lengua quiché y valoran religiosamente el Popol-Vuh. «Este es el primer libro escrito en la antigüedad y cuenta del tiempo en el cual acabó de formarse todo lo que hay en el cielo y sobre la Tierra. También cuenta el origen de la antigua historia del país quiché. Aquí escribiremos y comenzaremos la historia de los tiempos pasados, el principio y origen de todo lo que fue hecho en la ciudad del quiché por las tribus de la nación quiché. Aquí traeremos, pues, la manifestación, el descubrimiento y la narración de todo lo que estaba oculto hasta ahora.»

El texto que estás a punto de leer surgió de la compilación y edición de diferentes «originales» disponibles. Nuestro deseo fue preservar lo que ya estaba contado y darle claridad al relato. Por eso seleccionamos, ordenamos y editamos textos, para que puedas leer y disfrutar estas maravillosas historias. Cuando hay agregados al texto principal, procuramos incluir al menos dos citas de cada fuente, de manera que puedas tener más referencias acerca del contenido del texto referido. Respecto a su organización interna, este libro está dividido en dos partes principales: La primera, La Creación, cuenta cómo los dioses mayas crearon la Tierra, todo lo que hay en ella y los sucesivos intentos para crear al hombre. La segunda parte relata las aventuras y proezas de las dos generaciones de gemelos, al enfrentarse con los señores de Xib’alb’a, el inframundo.

En el apéndice llamado El juego de pelota encontrarás explicaciones acerca de esta actividad deportiva y ritual que aparece como repetido escenario de muchas de las aventuras que contamos: los objetos necesarios, el campo de juego, la puntuación y otros aspectos son explicados a fin de que tengas más elementos para imaginar las aventuras y –¿por qué no?– para que te den ganas de jugar como lo hicieron los personajes del libro. Finalmente, en Fuentes consultadas hallarás las citas de los libros y los sitios de Internet que consultamos para escribir esta obra. ■

Alejandro y Sergio andamiodeideas@hotmail.com

Los relatos históricos y míticos de este texto cubren varios milenios; narran la creación del hombre, las genealogías de los dioses mayas, y el origen y desarrollo de la historia quiché, con la cronología de sus gobernantes hasta 1550, año de la llegada de los conquistadores españoles. ■

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Primera Parte: LA CREACIÓN

CAPÍTULO PRIMERO

La creación de la Tierra

T

odo estaba en suspenso, en calma y en silencio. Todo estaba inmóvil ya vacía la inmensidad de los cielos. Este es, pues, el primer relato. No existía todavía un solo hombre, un solo animal; no había pájaros, peces, bosques, piedras, barrancas, cavernas, hierbas ni selvas. Sólo el cielo existía.

«Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo seco»; y así fue. Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares»; y vio Dios que estaba bien. Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles que den fruto de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra». Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla, por sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro, por sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y atardeció y amaneció: día tercero…

La Tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad la llamó «noche». Y atardeció y amaneció: día primero. Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras». E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó Dios al firmamento «cielos». Y atardeció y amaneció: día segundo. Dijo Dios:

Génesis I

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La faz de la tierra no se manifestaba todavía; sólo el mar apacible y todo el espacio de los cielos. No había nada que formara cuerpo; nada que se asiese a otra cosa; nada que se moviera, que produjese el más leve roce, que hiciese el menor ruido en el cielo. No había nada erguido. No había sino las tranquilas aguas; sino el mar en calma y solo. No había más que la inmovilidad y el silencio en las tinieblas, en la noche.

«–¡Ábrete sésamo...! Y la roca comenzó a moverse.»

Solamente Tepew y Q’uk’umatz, los procreadores, constructores y formadores, estaban sobre las aguas y rodeados de luz. Eran los ayudantes sabios de Corazón del cielo. Tepew y Q’uk’umatz juntaron sus palabras y sus pensamientos, y tuvieron consejo sobre el alba de la vida: sobre la existencia de los árboles y la producción de la vida; sobre cómo se haría la germinación, cómo se levantaría el alba, quién los alabaría, sostendría y nutriría.

G. Weil (versión), Las mil y una noches

Entonces, y por voluntad de Corazón del cielo, vino la Palabra. –¡Que así sea hecho! ¡Fecundaos! Que esta agua se retire y se vacíe. Que la tierra nazca, que se afirme y que exista

aquí. Que la germinación se haga y que el alba se haga en el cielo. «¡Tierra!» –dijeron– y enseguida nació la Tierra. Solamente una niebla, una nube, fue el nacimiento de la materia. Y salieron del agua las montañas, las grandes montañas. Sólo una potencia y un poder maravillosos pudieron hacer los montes y los valles, y los bosques de ciprés y de pino que aparecieron en la superficie. Primero se formaron la tierra, los montes y las llanuras, se pusieron en camino las aguas, y los arroyos comenzaron a serpentear entre las montañas. Al ver esto, Q’uk’umatz se llenó de alegría y dijo: –Buena ha sido tu bendición, Corazón del cielo. Ahora podemos terminar nuestra creación. Así fue en verdad la creación de la Tierra cuando ellos la formaron, mientras meditaban acerca de su composición y perfeccionamiento. ■


CAPÍTULO II

La creación de los animales

E

ntonces los procreadores, los formadores, pensaron:

–¿No habrá más que silencio e inmovilidad al pie de los árboles? Y dijeron: –Bueno es que haya guardianes de la selva. Entonces, hablaron, fecundaron y crearon los animales de la montaña. Al instante aparecieron los venados y los pájaros, los pumas, los jaguares y las serpientes. Entonces dieron moradas a los venados y a los pájaros: –Tú, venado, dormirás en las riberas de los arroyos y en las barrancas. Allí permanecerás entre las malezas, en la hierba; en los bosques te multiplicarás; marcharás en cuatro pies y en cuatro pies vivirás. Así como se dijo, así fue hecho. Luego fueron también dadas las moradas de los pájaros: –Vosotros, pájaros, os alojaréis en lo alto de los bosques, en lo alto de los bejucos. Allí hallaréis vuestros nidos y allí os multiplicaréis; creceréis en las ramas de los árboles y en los bejucos. 8

Algunas palabras tienen mucho poder:

¡Alohomora!, «abrir cerraduras». ¡Relaxo!, «aflojar ataduras». ¡Expelliarmus!, «lanzar lejos el arma del adversario» y, a veces, también «al adversario». J.K. Rowling, Harry Potter (serie).


Así fue dicho a los venados y los pájaros, para que hiciesen lo que debían hacer.

graznar, sin que se manifestara forma de lenguaje; gritó cada uno de diferente manera.

Y todos entraron en sus moradas o en sus nidos.

Cuando los procreadores, los engendradores, vieron que no podían hablar; dijéronse otra vez uno a otro:

Entonces, los procreadores, los engendradores, les dijeron: –Gritad, gorjead ahora, podéis hacerlo puesto que se os ha dado el poder de gritar y de gorjear. Haced oír vuestro lenguaje, cada uno de acuerdo con su especie; cada uno según su género. Así fue dicho a los venados, a los pájaros, a los pumas, a los jaguares y a las serpientes. Y les ordenaron: –Decid, pues, nuestro nombre, invocadnos, alabadnos, adoradnos. Pero les fue imposible hablar como el hombre. No hicieron sino gritar, cacarear,

–No han podido decir nuestros nombres, aunque seamos sus creadores y formadores. Ello no está bien. Y así fue dicho a los animales: –He aquí que seréis cambiados porque no habéis podido hablar. Nuestra gloria no será perfecta si vosotros no nos invocáis. Y continuaron: –Todavía haremos seres que puedan saludarnos. Los haremos capaces de obedecer. En cuanto a ustedes, cambiaremos nuestra palabra. Tendréis vuestro alimento y vuestro pasto, vuestros nidos y vuestros cubiles en las barrancas y en los bosques. Sin embargo, seréis muertos y vuestra carne será triturada entre los dientes. ¡Así sea! He ahí, pues, vuestro destino. Así fue como se les habló y al mismo tiempo se les hizo saber estas cosas a los animales grandes y pequeños que estaban sobre la superficie de la Tierra. Los animales quisieron probar fortuna nuevamente. Quisieron hacer otra tentativa y probar de nuevo. Mas como no entendían de ningún modo el lenguaje de los otros, no se comprendieron. Nada lograron y nada pudieron hacer. ■

Nunca escuchéis cuando os digan que el hombre y los animales tienen un destino común, que la prosperidad de uno lo es también de los otros. (...) Todo lo que camine sobre los dos pies es un enemigo. Lo que camine sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo. (...) Ningún animal debe vivir en una casa, dormir en una cama, vestir ropas, beber alcohol, fumar tabaco, tocar dinero ni ocuparse del comercio. Todas las costumbres del hombre son malas. G. Orwell, Rebelión en la granja


CAPÍTULO III

La creación de los hombres de barro y de madera

E

ntonces dijeron los formadores, los procreadores:

–Hemos ensayado nuestra primera obra y nuestras primeras criaturas; pero no ha sido posible ser saludados ni honrados por ellas. Que se ensaye de nuevo. Hagamos a nuestros sostenedores, a quienes nos van a nutrir. Intentaremos pues, hacer hombres obedientes y respetuosos. Entonces crearon y formaron al hombre. De tierra hicieron su carne. Pero vieron que no estaba bien, que no tenía consistencia: se caía, se amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se volvía tierra, se fundía. Sin movimientos, sin fuerza, el hombre era inepto y aguado. No movía la cabeza. Tenía la vista velada y no podía ver hacia atrás. Al principio estos hombres hablaron, pero sin sensatez; no tenían inteligencia. Enseguida, aquello se desmoronó; no se sostuvo en pie. «Que se realice consejo sobre eso» –dijeron los formadores, los creadores. Al instante los destruyeron. Y se preguntaron: –¿Cómo haremos ahora para que nazcan adoradores, invocadores? ¿Debemos acaso hacer un hombre de madera? 10

Maleiwa fue a Wotkasainru, una tierra arcillosa en la Alta Guajira. Tomó entonces greda para hacer a los hombres. Reunió mucha tierra y dio forma a figurillas que se parecían a los hombres… «¡Son ellos los que hablarán!» –dijo. Enseguida dio forma a unas figurillas que se parecían al ganado, para darlo a los guajiros ricos que lo poseerían. Mito guajiro, Venezuela


¿Seremos adorados, invocados y conmemorados por ese hombre construido, el hombre maniquí, el hombre moldeado? Entonces pidieron ayuda a Ixpiyakok y a Ixmukané, los adivinos. –Probemos de nuevo, reanudemos la creación –les dijeron los creadores y formadores. Hagan su adivinación con granos de maíz y tz’ite’. Ixpiyakok e Ixmukané hicieron su adivinación y dijeron a los granos de maíz y tz’ite’: –Únanse y formen su mensaje. Hablen y dígannos si es conveniente hacer el hombre de madera tallada. Si ése será el hombre sostén y adorador cuando amanezca y aclare la faz de la Tierra. Leyeron los granos y concluyeron: –Que así sea, los maniquíes de madera serán buenos; ellos hablarán y habitarán la superficie de la Tierra.

«Los dados del destino siempre caen bien de la mano de Dios.» Sófocles

«Dios no juega a los dados. Creo en la ley y el orden absolutos en un mundo que existe objetivamente, y el cual, de forma insensatamente especulativa, estoy tratando de comprender.» A. Einstein

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Al instante aparecieron construidos los muñecos de madera. Los nuevos seres se parecían al hombre: Hablaban como él y se multiplicaron sobre la Tierra. Sin embargo, no tenían alma, ni ingenio ni sabiduría. Sus pies y sus manos no tenían sangre ni sustancia, ni humedad, ni grasa; sus pies y sus manos eran áridos. Las mejillas secas era todo lo que ofrecían sus caras. Vagaban y gateaban por todas partes y no se acordaban de sus creadores, de sus formadores. Sólo fue un ensayo, un intento de hacer hombres que hablaron al principio, pero que no pensaban ni hablaban a los que los habían hecho nacer. Por eso cayeron en desgracia. Estos fueron los primeros hombres que existieron sobre la superficie de la tierra. ■

Primero le hizo el cabello, después la frente y luego los ojos. Concluidos éstos, imagínense su sorpresa cuando advirtió que se movían y lo miraban con fijeza. Al verse observado fijamente por aquellos ojos de madera, casi lo tomó a mal, y dijo enojado:

Nadie contestó.

–Pícaros ojos de madera, ¿por qué me miráis?

C. Collodi, Pinocho

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Entonces se dedicó a tallar la nariz, pero apenas lo hizo cuando ésta empezó a crecer, y creció, creció y creció, hasta que en pocos minutos se convirtió en una inmensa nariz que parecía no terminar nunca.


CAPÍTULO IV

El fin de los hombres de madera causa de los hombres de madera se oscureció la superficie de la Tierra y una tenebrosa lluvia negra de resina hirviente comenzó a caer, de día y de noche. Esa lluvia se precipitó durante largo tiempo por voluntad de Corazón del cielo. Con este diluvio llegó el fin de los maniquíes, la ruina y la destrucción de esos muñecos labrados en madera.

A

Disgustado porque los pelasgos comían hombres, Zeus desencadenó un gran diluvio en la Tierra con el propósito de exterminar a toda la raza humana. (...) Sopló el viento sur, comenzó a llover y los ríos corrieron con estrépito al mar que se elevó a una velocidad asombrosa

y arrasó todas las ciudades de la costa y la llanura, hasta que el mundo entero quedó inundado, con excepción de unas pocas cumbres de montañas; todas las criaturas mortales parecían haber muerto... Mito griego

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¡Maldito el día en que recibí un soplo de vida! –exclamé en mi agonía. ¡Maldito sea mi creador! ¿Por qué formaste un ser tan desagradable que incluso tú huyes de él? (...) Hiciste de mi figura una repugnante reproducción de la tuya, tanto más horrible cuanto que se asemeja. Satanás tiene compañeros que le admiran y le siguen, pero yo estoy solo, y todos me detestan. M. Shelley, Frankenstein

En el momento que comenzaba a producirse una gran inundación, llegaron los animales grandes y pequeños para castigarlos:

–Ustedes nos atormentaron de día y de noche. Cada mañana molieron el maíz sobre nuestras caras. Ahora que han caído en desgracia sentirán el dolor de ser molidos.

–Ustedes nos causaron mucho daño y nos comieron las carnes. Ahora los vamos a morder, les dijeron los animales.

–¿Por qué no nos daban de comer?, les dijeron los perros. Nos sentábamos allí esperando alguna comida, pero nos sacaban a palos y con gritos de la casa.

–Ustedes nos atormentaron día tras día, dijeron las piedras y los palos, y empezaron a golpearlos en la cara. Sus tinajas, sus platos, sus ollas, les dijeron: –Ustedes nos causaron mucho dolor y sufrimiento. Nuestras caras están negras porque dejaban que todo el tiempo nos quemáramos sobre el fuego. Ahora les toca sufrir. Sus piedras de moler se levantaron para castigarlos y les reclamaron:

Los hombres de madera huían en todas direcciones. Se vio a los muñecos correr, empujándose unos a otros, llenos de desesperación. Querían subirse sobre las casas, pero las casas se desmoronaban y los hacían caer al suelo. Intentaban subir a los árboles y los árboles los lanzaban lejos; corrían a esconderse en las cavernas y las cavernas se cerraban ante ellos. Así se cumplió la ruina de esas criaturas destinadas a ser destruidas. Se dice que su descendencia se ve aún en los monos que viven actualmente en los bosques. Esa fue la señal que quedó de ellos, porque su carne sólo fue hecha de madera. Y por tal razón el mono se parece al hombre. Es la muestra de una generación de seres humanos que sólo eran muñecos, hombres hechos de madera. ■

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CAPÍTULO V

La creación del hombre de maíz

L

os procreadores y constructores se reunieron en consejo.

«Ha llegado el tiempo del amanecer y es necesario que se termine la creación», dijeron. En la oscuridad, los dioses pensaron y discutieron para decidir con qué sustancia construirían la carne y la sangre del hombre, hasta que en la tierra de Paxil y K’ayala’ encontraron abundante maíz blanco y amarillo.

Sediento de saber lo que Dios sabe, Judá León se dio a permutaciones de letras y a complejas variaciones. Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave. (...)

Entonces, Tepew y Q’uk’umatz crearon a nuestro primer padre y nuestra primera madre. De maíz blanco y amarillo hicieron las piernas y los brazos de los cuatro hombres que fueron creados. Luego, Ixmucane molió las mazorcas y de ellas provino la fuerza de los hombres. Los procreadores hicieron que la savia de las mazorcas se introdujera en la carne y formara la grasa y los músculos de los brazos y las piernas del hombre y les diera fuerza y elasticidad. Inmediatamente se pronunció la palabra y aparecieron en la Tierra nuestros primeros padres. Los formadores y creadores hicieron a cuatro hombres: B’alam Ki’tze’, B’alam Aq’ab’, Majukutaj y, el cuarto, Iq’ B’alam. 14

El simulacro alzó los soñolientos párpados y vio formas y colores que no entendió, perdidos en rumores. Y ensayó temerosos movimientos. J.L. Borges, El Golem


Estos seres fueron procreados sin que interviniera la mujer, gracias al enorme poder y a la ciencia que poseían los constructores. Los primeros varones ya estaban sobre la superficie de la Tierra y ahora sólo faltaba que sus cuerpos pudieran expresarse. Para probar una vez más su enorme poder, los procreadores dotaron a los cuatro varones de palabra y movimiento. De este modo, B’alam Ki’tze’, B’alam Aq’ab’, Majukutaj e Iq’ B’alam pudieron hablar, ver, caminar y agarrar los objetos que los rodeaban. Fue como si dentro de sus cuerpos hubiera salido el sol. La sangre recorría los músculos y la fuerza invadía los brazos y las piernas, lo que les permitía correr, saltar y arrojarse al lago para nadar. Los cuatro varones eran buenos y estaban dotados de gran belleza. El mundo no tenía límites para ellos. Tenían la facultad de verlo todo. Nada les era ajeno. Cuando miraban, su vista lo recorría todo y los cuatro vagaban por todas partes: la inmensa bóveda del cielo, el mar azul y verde, el enorme territorio lleno de montes y profundos valles cubiertos de piedras, flores y bosques. Con su vista acariciaban la rugosa corteza de los árboles, atravesaban lagos y ríos; conocían y se maravillaban con los animales grandes y pequeños. Nada parecía tener límite para ellos. Su mirada parecía llegar hasta el infinito. A pesar de tan magnífica que parecía su creación, los formadores se mostraban muy preocupados: –No está bien lo que dicen las criaturas que hemos construido con las mazorcas blancas y amarillas –exclamaron. 15


Ellos han llegado a conocerlo todo, lo más grande y lo pequeño, lo cercano y lo lejano. ¿No son acaso como dioses, como nosotros mismos, que fuimos sus creadores? Si les dejamos continuar de este modo, acabarán por igualarse con aquellos cuya ciencia es infinita, con aquellos que todo lo ven. ¿Qué es lo que podemos hacer? –Hermano –le dije–, devuélveme la vista. –Desventurado –me respondió– (...). No conozco el secreto capaz de devolverte la luz. Dios te había colmado de riquezas que eras indigno de poseer; te las ha quitado para castigar tu codicia. G. Weil (versión), Las mil y una noches

Los procreadores volvieron a reunirse en consejo y deliberaron durante horas para hallar la solución a tan grave problema. Finalmente llegaron a una conclusión: –Deshagamos un poco lo que hicimos; que no sean tan perfectos como quisimos que fuesen en un principio. ¡Que sus miradas sólo lleguen a poca distancia; que puedan ver el río, pero que sus ojos no lleguen hasta el mar! ¡Que sólo puedan ver un poco de la faz de la Tierra! Así hablaron los constructores, los formadores, y rehicieron al hombre. Sus ojos fueron petrificados y, como si fuesen dos pequeños espejos empañados, se enturbiaron y sólo pudieron ver lo próximo, aquello que estaba cerca de ellos. Así fue destruida la sabiduría y todos los conocimientos de los cuatro hombres, origen y principio de la raza Ki’Tze’.

Los dioses ‘nublan’ la vista de los hombres para que no vean tanto... Pareciera que, luego, los hombres –por lo menos algunos– se han encargado de ver cada vez menos, como profundizando esta sentencia divina. Así, cada tanto, encontramos a gente que «no puede ver más allá de su nariz o de su ombligo». A. y S., Camino al Popol-Vuh

Así fueron creados y formados nuestros abuelos, nuestros padres, por Corazón del cielo, Corazón de la tierra. Luego, los creadores, los formadores, decidieron hacer las esposas de los cuatro hombres. Cuando despertaron vieron allí a sus mujeres y se contentaron. Kaja’Paluma’ fue la esposa de B’alam Ki’tze’; Chomija’, la de B’alam Aq’ab’, Tz’ununija’, la de Majukutaj, y K’aqixaja’, la de Iq’ B’alam.

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Estas fueron las mujeres de los cuatro primeros padres que se multiplicaron y dieron origen a todos los pueblos grandes y pequeños de la nación quiché. Muchos hombres fueron hechos y se multiplicaron. Había hombres negros y blancos, hombres de muchas razas y de lenguas diferentes. Al principio era una la lengua de todos y se acordaban de la palabra de los creadores y formadores. Estaban reunidos esperando el amanecer y pedían su descendencia a Corazón del cielo. –¡Oh! Corazón del cielo, Corazón de la tierra, no nos desampares, danos nuestra descendencia. ¡Que amanezca y llegue la aurora! Entonces surgió la aurora y aparecieron el Sol, la Luna y las estrellas. Antes de que saliera el Sol, la Tierra estaba húmeda y fangosa. Pero cuando el Sol alumbró, la superficie de la Tierra comenzó a secarse. ■

Dios observó lo que hacían y pensó: «Mientras continúen siendo un solo pueblo, con una sola lengua, todo lo que proyecten lo realizarán... Confundamos ahora su lengua y provoquemos malentendidos entre ellos». Hizo eso, y poco después la construcción de la torre cesó y los constructores se dispersaron en todas direcciones. Génesis XI

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Segunda Parte: ALGUNAS HISTORIAS DEL POPOL-VUH


CAPÍTULO VI

La aventura de los primeros gemelos y los señores de Xib’alb’a

J

un Junajpú y Wuqub Junajpú nacieron en la oscuridad de la noche, antes de que existieran el Sol y la Luna, antes de que fuese creado el hombre. Eran hijos de Ixpiyakok e Ixmukané, los adivinos que ayudaron a los creadores en la formación de los hombres de madera. Estos dos hermanos eran gemelos y estaban prácticamente todo el tiempo jugando a la pelota. Un día, mientras jugaban, despertaron a Jun Kamé y Wuqub’ Kamé, los señores de Xib’alb’a, el inframundo. –¿Qué es lo que están haciendo sobre la Tierra? ¿Por qué hay tanto ruido? –dijeron enojados. Los señores de Xib’alb’a pensaron que ya no los respetaban y se reunieron para decidir cómo atormentar y castigar a los gemelos. Estaban presentes Jun Kamé y Wuqub’ Kamé, que eran los jueces supremos; Xikiripat y Kuchumakik’, que eran los que causaban derramamientos de sangre; Ajalpuj y Ajalk’ana’, que se ocupaban de producir hinchazones en los cuerpos; 18


Chamiyab’aq y Chamiyajom, que hacían en flaquecer; Ajalmes y Ajaltoz’ob, que tenían el oficio de causar ataques repentinos al corazón; y Kik’xik’y Patan, que provocaban desgracias en los caminos. Y decidieron mandar mensajeros: –¡Que vayan a llamarlos! ¡Jugaremos a la pelota con ellos! Entonces, convocaron a los búhos para que los trajeran: –Díganles que vengan a jugar a la pelota con nosotros. Que traigan sus guantes y sus pelotas. Fueron los búhos y encontraron a Jun Junajpú y Wuqub Junajpú jugando a la pelota. Al escuchar lo que les dijeron los cuatro búhos, contestaron: –Iremos, pero primero nos despediremos de nuestra familia. Jun Junajpú les dijo a sus hijos Jun B’atz’ y Jun Ch’owem: –Alegren el corazón de la abuela, toquen la flauta, pinten y esculpan. Y calienten la casa con leña. Entonces, los gemelos comenzaron a bajar hasta que llegaron a la sala de los señores de Xib’alb’a, que ya tenían todo preparado. Estaban escondidos y en sus lugares habían puesto muñecos. Los gemelos saludaron: –Salud, Jun Kamé y Wuqub’ Kamé. Los señores de Xib’alb’a se rieron mucho, porque los hermanos no se dieron cuenta del engaño y saludaron a los muñecos de palo. 19

–Siéntense y descansen –les dijeron los señores de Xib’alb’a desde su escondite. Los muchachos se sentaron e inmediatamente saltaron de sus asientos. Eran planchas que estaban hirviendo. Los señores de Xib’alb’a volvieron a burlarse, pues los dos jóvenes caían en todas las trampas. Luego los llevaron a la casa oscura, donde no había más que tinieblas. Les dieron un pedazo de ocote y un cigarro, y les dijeron: –Enciendan su ocote y su cigarro.

Todas estas pláticas de los dos valientes oían el duque y la duquesa y los del jardín, del que recibían extraordinario contento; y queriendo dar remate a la extraña y bien fabricada aventura, por la cola de Clavileño le pegaron fuego con unas estopas, y al punto, por estar el caballo lleno de cohetes tronadores, voló por los aires con extraño ruido, y dio con don Quijote y con Sancho Panza en el suelo medio chamuscados. M. de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha

Eso hicieron los gemelos. –Mañana tendrán que devolverlos enteros. No dejen que se consuman. Eso les dijeron los señores de Xib’alb’a mientras se iban riendo a carcajadas. Pasado un tiempo, volvieron los de Xib’alb’a: –Queremos el ocote y el cigarro que les dimos. Como se habían consumido y los muchachos ya no los tenían, los señores los mataron y la cabeza de Jun Junajpú fue puesta en la rama de un árbol que nunca había dado frutos.

Entonces, los señores de Xib’alb’a ordenaron:

–Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora. (...) Al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo.

–Que nadie venga a cortar estos frutos. ■

E. A. Poe, William Wilson

Casi de inmediato, la cabeza de Jun Junajpú desapareció y el árbol quedó cubierto de cientos de frutos redondos.

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CAPÍTULO VII

Una princesa y dos nuevos gemelos

E

sta es la historia de la princesa Ixkik’, hija de Kuchumakik’, uno de los señores de Xib’alb’a.

Un día, la doncella Ixkik’ oyó de su padre la historia del árbol de los frutos prohibidos, y no lo dudó: tenía que ir a verlo. Mientras caminaba hacia allá, se entusiasmaba: «Ciertamente deben ser sabrosos los frutos de los que oigo hablar». Cuando llegó al pie del árbol, exclamó: –¡Ah! ¿No es admirable cómo se ha cubierto de frutos tan hermosos? ¿Moriré si acaso corto uno solo de ellos? Habló entonces la voz de Jun Junajpú, cuya cabeza estaba entre las ramas del árbol: –¿Qué es lo que quieres? Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol que parecen frutos no son más que calaveras. Así le dijo la voz, y continuó: –¿Deseas estos frutos? –Sí, los deseo, contestó la doncella. –Muy bien… Extiende hacia acá tu mano derecha. –Bien, replicó la joven, y levantando su mano derecha la extendió en dirección de la calavera. En ese instante la calavera lanzó un poco de su saliva directamente a la palma de la mano de la doncella. 20

Tendí un poco la mano hacia adelante y un ramito partí de un gran endrino y su tronco gritó: «¿Por qué me rompes?». Y al punto se volvió, de sangre, oscuro, y de nuevo gritó: «Por qué me partes? ¿No tienes de piedad ningún espíritu? Hombres fuimos y somos ahora troncos». D. Alighieri, La Divina Comedia


La joven se sorprendió y quiso ver la saliva, pero se había secado de inmediato.

árbol prohibido. Así, pues, no deben sacrificarme, ¡oh mensajeros!, dijo la joven.

–En mi saliva te he dado mi descendencia y, con ella, mi imagen y mi condición, dijo la voz en el árbol. Sube, pues, a la superficie de la Tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será.

–Nosotros no quisiéramos que murieras, le contestaron los búhos, pero ¿qué pondremos en lugar de tu corazón? Nos han ordenado que lo llevemos para que sea quemado como ofrenda...

Por la saliva, la princesa Ixkik’ quedó embarazada. Así fueron engendrados Junajpú e Ixb’alanke. Después de haberse cumplido seis meses, el embarazo fue advertido por Kuchumakik’, su padre. Se reunió con los otros señores de Xib’alb’a, Jun Kamé y Wuqub’ Kamé, y les dijo: –Mi hija está embarazada, señores, y nos ha deshonrado. Y le contestaron: –Oblígala a declarar la verdad, que confiese de quién es ese hijo que lleva. Si se niega a hablar o no dice la verdad, castígala; que la sacrifiquen lejos de aquí.

Los señores de Xib’alb’a estaban esperando. Cuando llegaron los búhos mensajeros:

–¿De quién es el hijo que tienes en el vientre, hija mía?

–No, dijo el joven. No te conozco. –Yo soy la muerte: no perdono a nadie y no puedo hacer excepción contigo. Pero, para que veas que soy agradecida, te prometo que no caeré sobre ti de improviso, sino que te mandaré a mis mensajeros antes de venir a buscarte. J. y W. Grimm, Los mensajeros de la muerte

–Está bien, Ixkik’, sigue tu camino sobre la Tierra mientras nosotros vamos a presentar la savia en lugar de tu corazón ante los señores, dijeron los mensajeros. –Suban a la Tierra. Allí seréis amados y tendréis lo que os pertenece, dijo la joven a los búhos.

A continuación la interrogó:

¿Sabes quién soy yo y a quién has puesto en pie?, dijo el extranjero mientras se levantaba.

–Recojan la savia de este árbol, dijo la doncella. El jugo rojo brotó del árbol, cayó en la vasija y enseguida se hizo una bola resplandeciente que tomó la forma de un corazón. La savia que brotaba del árbol era semejante a la verdadera sangre. Luego se coaguló allí dentro y se cubrió de una capa muy encendida.

–No tengo hijo, señor padre, aún no he conocido varón. Kuchumakik’ se encolerizó y ordenó a los búhos: –Sacrifíquenla y traigan el corazón como prueba de que han cumplido esta orden. Los cuatro búhos se marcharon llevando en sus brazos a la joven, el cuchillo de pedernal para sacrificarla y la vasija para traer su corazón.

–¿Han terminado?, preguntó Jun Kamé. –Todo está concluido, señores. Aquí está el corazón en el fondo de la vasija. –Muy bien hecho. Ahora veamos, exclamó Jun Kamé. Lo tomó con los dedos, lo levantó y comenzó a derramarse la sangre de vivo color rojo. –Aticen bien el fuego y pónganlo sobre las brasas, dijo Jun Kamé. Los búhos lo arrojaron al fuego y pronto comenzaron a sentir la dulce fragancia de la sangre que se quemaba sobre las brasas.

En el camino, la joven les dijo:

Mientras los señores estaban allí reunidos, los búhos levantaron vuelo y subieron a la Tierra para servir a la princesa.

–No me maten, ¡oh mensajeros!, porque no es una deshonra lo que llevo en el vientre. Se engendró cuando fui a admirar el

De esta manera, la doncella Ixkik’ venció a los señores de Xib’alb’a. ■

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CAPÍTULO VIII

La princesa llega a la superficie

I

xkik’ no tardó mucho para encontrar la casa que buscaba. Allí estaban la madre y los hijos de Jun Junajpú, el que la había fecundado. La princesa se presentó ante la abuela Ixmukané diciendo: –Soy tu nuera, señora madre. –¿De dónde vienes tú? ¿Dónde están mis hijos? ¿Acaso no murieron en Xib’alb’a?, contestó sorprendida la abuela, y le gritó: Estos, a quienes les quedaron su descendencia y linaje, se llaman Jun B’atz’ y Jun Ch’owem. ¡Sal de aquí! ¡Vete! –Es verdad que soy tu nuera. Jun Junajpú no ha muerto. Vive en lo que llevo dentro y volverá a mostrarse claramente, mi señora suegra. Jun B’atz’ y Jun Ch’owem se enfurecieron al oír esas palabras. Hasta ese momento, ellos habían sido el consuelo de la vieja. Entonces, contestó Ixmukané: –No quiero que tú seas mi nuera, porque lo que llevas en el vientre es fruto de tu deshonestidad. Además, eres una embustera. Mis hijos, de quienes hablas, ya están muertos. La abuela pensó un instante y agregó: 22

Apenas acabó de celebrarse la boda, la madrastra dio rienda suelta a su mal talante; no podía soportar las buenas cualidades de esa jovencita, que hacían parecer todavía más odiosas a sus hijas. Le encargó los más bajos quehaceres de la casa. Ch. Perrault, Cenicienta


Llamó a su hijastra y le dijo: –Ponte este vestido, vete al bosque y búscame una cesta de fresas; tengo deseos de comerlas. –¡Dios mío!, dijo la joven. ¡Si en invierno no hay fresas! Sin embargo, era obediente y, aunque triste, salió al bosque. Bravo-Villasante, La Madrastra. Hadas, princesas, brujas, curiosas, caprichosas, compasivas, madrastras, protectoras, guerreras, valientes... y otras heroínas de calleja

–Aun así, si es verdad que eres mi nuera, ve a nuestra milpa y trae la comida para los que hay que alimentar. Corta un costal grande de maíz y vuelve enseguida. –Muy bien, replicó la joven, y se fue a la milpa que poseían Jun B’atz’ y Jun Ch’owem. Ixkik’ no encontró más que una mata de maíz en la milpa; no había ni dos, ni tres. Al ver que sólo había una mata con su espiga, el corazón de la muchacha se llenó de angustia. –¡Ay, desgraciada de mí! ¿Adónde he de ir a conseguir un costal de maíz, como se me ha ordenado?, exclamó.

mino de regreso. Los animales del campo llevaron el costal y dejaron la carga en un rincón de la casa. Llegó entonces Ixmukané y cuando vio el maíz que había en el gran costal, exclamó: –¿De dónde has traído todo este maíz? La abuela pensó que la princesa había cortado la única mata de maíz que había. –Iré a ver al instante, dijo la vieja, y salió hacia la milpa. Pero la única mata de maíz estaba allí todavía.

Enseguida se puso a invocar al espíritu del maíz:

La vieja regresó a toda prisa a su casa y dijo a la muchacha:

–¡Ixtoj, Ixq’anil, Ixkakaw, ayúdenme!

–Esta es prueba suficiente de que realmente eres mi nuera. Ahora veremos si los que llevas en el vientre también serán sabios. ■

Luego arrancó los pelos de la única mazorca que allí había y los puso en el costal como mazorcas de maíz. Entonces, milagrosamente, el gran costal se llenó. La joven emprendió el ca-


CAPÍTULO IX

El nacimiento de los hijos de Ixkik’

C

uando llegó el día del parto, Ixkik’ dio a luz a dos gemelos: Junajpú e Ixb’alanke.

Jun B’atz’ y Jun Ch’owem, los otros hijos de Jun Junajpú, sentían odio y envidia por los recién nacidos; querían que se murieran. Como lloraban mucho, también molestaban mucho a su abuela: –¡Anda a botarlos afuera!, decía la vieja a Ixkik’. Un día, los hermanos mayores aprovecharon el enojo de su abuela, los llevaron afuera y los pusieron sobre un hormiguero. Pero no murieron; allí durmieron tranquilamente. Los hermanos mayores los quitaron de ese lugar y los pusieron sobre una planta con espinas. Pero los niños también durmieron plácidamente allí. Junajpú e Ixb’alanke crecieron y se criaron en el campo. No tuvieron otra opción. Eran rechazados por su abuela, y no los dejaban entrar mucho a la casa. Tampoco les daban de comer. A diario, los jóvenes traían a casa los pájaros que ha24


Pero la anciana, dotada de sabiduría y de experiencia, sabía lo que era más conveniente para sus ahijados y para sí misma y, en consecuencia, reservaba para sí la mayor parte del socorro alimenticio, reduciendo a sus pupilos a un régimen más exiguo que el que se administraba en el hospicio.

bían cazado, pero sólo los dejaban pasar cuando sus hermanos mayores habían terminado de comer. A ellos les dejaban las sobras.

Ch. Dickens, Oliver Twist

Mientras tanto, Jun B’atz’ y Jun Ch’owem habían crecido y llegaron a ser muy sabios. Eran grandes músicos, cantores, pintores y talladores. También sabían que los gemelos eran sucesores de sus padres, los que fueron a Xib’alb’a y murieron allá. Sin embargo, no demostraban su sabiduría, por la envidia que tenían; sus corazones estaban llenos de mala voluntad contra sus hermanos.

Pero no se encolerizaban; pasaban los días tirando con cerbatana y sufrían calladamente. Sabían de su condición y se daban cuenta de todo con claridad.

Una vez, Junajpú e Ixb’alanke llegaron con las manos vacías, sin traer ningún pájaro. –¿Por qué no traen pájaros?, les dijo muy enojada la abuela. Y ellos contestaron: –Lo que sucede, abuela, es que nuestros pájaros se han quedado trabados en las ramas altas de los árboles y nosotros no pudimos alcanzarlos. Necesitaríamos la ayuda de nuestros hermanos mayores para bajarlos.

–Está bien, dijeron Jun B’atz’ y Jun Ch’owem, iremos con ustedes al amanecer. Entonces, Junajpú e Ixb’alanke terminaron de acordar su plan: Querían vencerlos y lo harían cambiando la naturaleza de sus hermanos, su apariencia. Al llegar al árbol, los hermanos mayores quedaron admirados de ver tantos pájaros. Entonces, los gemelos tiraron con la cerbatana, pero ni uno solo cayó. –Nuestros pájaros no caen al suelo. Vayan a bajarlos, dijeron a Jun B’atz’ y Jun Ch’owem. –Muy bien, contestaron y subieron. Cuando estuvieron arriba, el árbol comenzó a crecer y su tronco se hinchó. Aunque lo intentaron de muchas maneras, Jun B’atz’ y Jun Ch’owem ya no pudieron descender del árbol. Entonces gritaron: –¿Qué nos ha sucedido? Este árbol nos causa espanto y nos da miedo bajar. –Desaten sus fajas y déjenlas colgando; de ese modo podrán andar fácilmente, les dijeron Junajpú e Ixb’alanke.

«...era un árbol parlante que en vez de crecer y morir en profundidad, crecía y se perdía en las alturas.» J.J. Bajarlía, Historias de Monstruos

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–Está bien, contestaron y jalaron la punta de sus ceñidores. Al instante se convirtieron en monos. Comenzaron a hacer muecas, a columpiarse en las ramas de los árboles y se fueron internando en el bosque, hasta que desaparecieron. Volvieron los gemelos a su casa y le dijeron a su abuela: –Algo les ha sucedido a nuestros hermanos mayores, pues se convirtieron en animales. Ella se entristeció y les pidió que la llevaran al lugar donde habían dejado a Jun B’atz’ y Jun Ch’owem. Y ellos le contestaron: –Volverás a ver la cara de nuestros hermanos, pero no te rías cuando los veas. Al llegar al bosque, Junajpú e Ixb’alanke cantaron, tocaron la flauta y el tambor. Después sentaron junto a ellos a su abuela y siguieron tocando y llamando a sus hermanos con la música y el canto. Por fin llegaron Jun B’atz’ y Jun Ch’owem y se pusieron a bailar. Cuando la abuela vio las muecas que hacían, no pudo contenerse y se rió a carcajadas. Entonces, los dos monos se fueron rápidamente. –¿Ya ves, abuela? Se han escapado al bosque porque te has reído de ellos y sólo podemos hacer esto pocas veces. Vamos a llamarlos nuevamente con la flauta y con el canto, pero tienes que resistir y no reírte.

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Enseguida se pusieron de nuevo a tocar. Jun B’atz’ y Jun Ch’owem volvieron bailando y haciendo muecas. Nuevamente, la vieja soltó la carcajada. Y los monos volvieron a escaparse hacia el monte. Los gemelos dijeron: –Trataremos sólo una vez más de que regresen. Si te ríes, se escaparán y nunca más volverán. Tocaron de nuevo la flauta y aparecieron los monos bailando. La abuela contuvo al principio la risa, pero finalmente no pudo más y se echó a reír. Los monos se fueron a toda prisa para el bosque y ya nunca regresaron. Así fue como Jun B’atz’ y Jun Ch’owem fueron castigados porque se ensober-becieron y maltrataron a sus hermanos. Igualmente, en tiempos pasados, fueron invocados por los músicos y los cantores, por los pintores y los ta-lladores. ■


CAPÍTULO X

Descubrimiento de secretos

J

unajpú e Ixb’alanke se prepararon para sembrar la milpa, con el propósito de remplazar a sus hermanos mayores. Tomaron sus hachas y sus azadones de palo y se fueron, cada uno con su cerbatana al hombro. Al llegar al campo, hundieron el azadón en la tierra y no hizo falta más: El azadón hacía el trabajo por sí solo y labraba la tierra. No se podían contar las zarzas y las espinas que habían cortado con un solo golpe del azadón.

Mefistófeles: Vete enseguida al campo, empieza a cavar y remover la tierra. (...) Fausto: No estoy habituado a eso; no puedo avenirme a empuñar el azadón. La vida estrecha no es en modo alguno para mí. Mefistófeles: Entonces será forzoso que en ello intervenga la bruja. J. W. Goethe, Fausto

De la misma manera, clavaron el hacha en el tronco de los árboles y estos se desplomaron y cayeron sin que los gemelos tuvieran que esforzarse. Tampoco era posible calcular lo que habían arrancado y derribado en todos los montes grandes y pequeños. Entonces le dijeron a la paloma Ixmukur: –Sube a la copa de ese árbol, y avísanos cuando venga nuestra abuela a traernos la comida. En ese momento, comienza a cantar y nosotros empuñaremos el azadón y el hacha. Enseguida se pusieron a tirar con la cerbatana. No hacían ningún trabajo de labranza. 27

El pobre muñeco, fuera de sí por el júbilo, agradeció mil veces al zorro y al gato, y les prometió un hermoso regalo. –No queremos regalo alguno, contestaron ambos bribones. Nos basta haberte enseñado a enriquecerte sin necesidad de trabajar duramente... C. Collodi, Pinocho


Poco después cantó la paloma e inmediatamente corrió uno a tomar el azadón y el otro el hacha. Y, envolviéndose la cabeza, uno se cubrió de tierra las manos intencionalmente y se ensució la cara como un verdadero labrador, y el otro se echó astillas de madera sobre la cabeza, como si efectivamente hubiera estado cortando árboles.

Al anochecer se vistieron y regresaron al campo. Se escondieron entre la maleza y a medianoche observaron:

Así fueron vistos por su abuela.

Luego fueron acercándose hasta donde estaban escondidos los hermanos. Primero pasaron el león y el tigre.

Luego se fueron a su casa. Al llegar, estiraron las piernas y los brazos, y dijeron a su abuela: –Estamos verdaderamente cansados. Al día siguiente regresaron al campo y descubrieron que todos los árboles y bejucos se habían vuelto a levantar, y que todas las zarzas y espinas se habían vuelto a unir y enredar entre sí. –¿Quién nos ha engañado?, dijeron. Lo habían hecho todos los animales pequeños y grandes: el león, el tigre, el venado, el conejo, el gato montés, el coyote, el jabalí, el pisote (coatí), los pájaros chicos y los pájaros grandes.

Todos los animales reunidos, uno de cada especie, bajo los árboles y los bejucos, dijeron en su propia lengua: –¡Levántense árboles! ¡Levántense bejucos!

Junajpú e Ixb’alanke quisieron atraparlos, pero no pudieron. Después se acercaron al venado y al conejo, pero sólo pudieron agarrar sus colas y se las arrancaron. Por esta razón el venado y el conejo tienen las colas cortas. El gato montés, el coyote, el jabalí y el pisote corrieron muy rápido. Todos los animales pasaron frente a Junajpú e Ixb’alanke, cuyos corazones ardían de cólera porque no los podían atrapar. Pero por último pasó corriendo el ratón y fue capturado por los gemelos.

Volvieron a arreglar la tierra y a cortar los árboles. Nuevamente, el hacha y el azadón trabajaron solos, mientras los hermanos cazaban pájaros con sus cerbatanas. Al terminar la jornada, dijeron: –Nos iremos, pero regresaremos para velar nuestra milpa; tal vez podamos sorprender al que viene a hacer todo este daño. 28

¿Vale la pena –pensó Alicia– dirigir la palabra a este ratón? Aquí abajo es todo tan extraordinario que no me extraña que el ratón pudiese hablar; en todo caso, nada se pierde intentándolo... L. Carroll, Alicia en el País de las Maravillas


Le apretaron el pescuezo, lo quisieron ahorcar, y le quemaron la cola en el fuego. Desde entonces, lo ratones tienen la cola pelada y los ojos saltones. El ratón suplicó:

condieron. Enseguida pidieron a su abuela que les diera de comer. Mientras comían, le dijeron: –Nos estamos muriendo de sed; tráenos de beber.

–Yo no debo morir en sus manos. Sé que el oficio de ustedes no es el de sembrar y cuidar la milpa. –Habla, ¿qué nos quieres decir?, le gritaron los muchachos al ratón. –Suéltenme, que tengo un mensaje para ustedes, pero antes denme algo de comer, dijo el ratón. –Después te daremos tu comida; habla primero, le ordenaron. –Está bien. Ustedes deben saber que los instrumentos con que jugaban su padre Jun Junajpú y su tío, los que murieron en Xib’alb’a, han quedado escondidos en el techo de la casa: el brazalete, los guantes y la pelota. Sin embargo, la abuela no se los quiere dar porque sus hijos murieron a causa de ellos. Los hermanos se alegraron y le dieron la comida al ratón. –Gracias por el mensaje. Desde ahora tu comida serán el maíz, las pepitas de chile, el frijol y el cacao. Todo esto te pertenece. Además, si hay comida guardada u olvidada, también será para los ratones. De esta forma, Junajpú e Ixb’alanke llevaron el ratón a su casa y lo es29

Pero esto era sólo un pretexto, porque en verdad no tenían hambre; habían visto reflejado en la salsa de su plato que el ratón se dirigía rápidamente por el techo hacia la pelota que estaba allí colgada. Como no terminaba de roer los lazos, enviaron a Xa’n, el zancudo, a que le hiciera un agujero al cántaro que cargaba su abuela. El zancudo picó el cántaro en que la abuela traía el agua. Así, la vieja se detuvo para remendarlo. Luego también le pidieron a su madre: –Ve y fíjate por qué tarda tanto la abuela. Enseguida el ratón terminó de cortar la cuerda y la pelota cayó del techo de la casa junto con el brazalete, los guantes y los protectores de cueros. Los muchachos los tomaron y corrieron al instante a esconderlos en el camino que conducía al campo del juego de pelota. Después de esto, cada uno con su cerbatana, se encaminaron hacia el río a reunirse con su abuela y su madre que estaban atareadas tratando de tapar el agujero del cántaro. Taparon el agujero del cántaro y regresaron; ellos iban adelante de su abuela y de su madre. ■


CAPÍTULO XI

Jugando a la pelota n cuanto pudieron, Junajpú e Ixb’alanke salieron de la casa con la pelota, los guantes y el brazalete, y fueron al sitio donde jugaba su padre. Los limpiaron y jugaron allí por largo tiempo.

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Los señores de Xib’alb’a volvieron a escuchar los pasos y los gritos de los jugadores y nuevamente se enojaron: –¿Quiénes son esos que juegan sobre nuestras cabezas y que nos vuelven a molestar con el ruido que hacen? ¿Acaso no murieron aquellos que lo hicieron una vez? De inmediato enviaron a sus mensajeros a llamarlos. Los búhos llegaron a la casa de los gemelos, pero como seguían jugando a la pelota le dijeron a Ixmukané, la abuela: –Dicen los señores de Xib’alb’a que vayan los muchachos a jugar a la pelota con ellos. Dentro de siete días los esperan. –Está bien, mensajeros, les daré su mensaje, respondió la vieja. El corazón de la abuela se llenó de angustia: «¿No fue de esta misma manera como llegaron los mensajeros de Xib’alb’a la vez pasada, cuando vinieron a llevarse a sus padres?». 30

–¡Tendría que competir con nosotros, precioso mío! Si precioso pregunta y él no responde, nos lo comemos, precioso. Si él pregunta y no contestamos, haremos lo que él quiera, ¿eh? ¡Le enseñaremos el camino de la salida, sí! –De acuerdo, dijo Bilbo sin atreverse a discrepar y con el cerebro casi estallándole mientras pensaba en un acertijo que pudiese salvarlo de la olla. J. Tolkien, El Hobbit


Ixmukané estaba afligida: «¿A quién enviaré para llamar a los muchachos que están en el campo?». Mientras estaba sentada pensando le cayó un piojo en la falda. Lo levantó y se lo puso en la palma de la mano: –¿Te gustaría que te mandara a llamar a mis nietos al juego de pelota?, le dijo al piojo. Diles que han venido a buscarlos los mensajeros de Xib’alb’a y le han dicho a su abuela que vayan dentro de siete días a jugar a la pelota con sus señores. De inmediato partió el piojo a dar el aviso. En el camino encontró sentado un sapo llamado Tamazul. –¿Adónde vas?, preguntó el sapo al piojo. –Llevo un mandado en mi vientre, voy a buscar a los muchachos, le contestó el piojo a Tamazul. –Está bien, pero veo que no te das prisa, le dijo el sapo al piojo. ¿No quieres que te trague? Ya verás cómo corro yo, y así llegaremos más pronto. –Muy bien, le contestó el piojo al sapo que, enseguida, se lo tragó. Tamazul comenzó a dar saltos y partió. Más adelante encontró a una gran culebra que se llamaba Sakikaz. –¿Adónde vas, Tamazul?, preguntó la culebra. –Voy de mensajero, llevo un mandado en mi vientre, le contestó el sapo. –Veo que no caminas aprisa. ¿No llegaré yo más pronto?, le dijo la culebra al sapo y, enseguida, Sakikaz se tragó al sapo. 31

Desde entonces ésta fue la comida de las culebras, que todavía hoy se tragan a los sapos. La culebra iba deslizándose aprisa y al poco tiempo se encontró con Wak, el gavilán. Al instante el gavilán se tragó a la culebra, y al poco rato llegó al juego de pelota. Desde entonces ésta fue la comida de los gavilanes que, aún hoy, devoran a las culebras en los campos. Al llegar al juego de pelota, el gavilán se paró sobre una cornisa, vio que Junajpú e Ixb’alanke seguían jugando y se puso a gritar: «¡Vak-ko! ¡Vak-ko!». Los gemelos agarraron sus cerbatanas y le dispararon. Le dieron en el ojo y, dando vueltas, el gavilán cayó al suelo. Corrieron a recogerlo y le preguntaron: –¿Qué vienes a hacer aquí? 31


–Traigo un mensaje en mi vientre. Primero cúrenme el ojo y después les diré, contestó el gavilán.

Desde entonces, los sapos tienen las ancas aplanadas y el hocico ancho.

Los muchachos le pusieron una hierba en el ojo al gavilán y, al instante, quedó curado.

–¡Habla!, le dijeron al piojo.

–Habla, pues, le dijeron. El pájaro vomitó una gran culebra. –Habla tú, le dijeron a la culebra. –Bueno, dijo, y vomitó al sapo.

Y el piojo dijo: –Me ha dicho Ixmukané: «Anda a llamarlos; han venido mensajeros de Jun Kamé y Wuqub’ Kamé para que vayan a Xib’alb’a dentro de siete días a jugar a la pelota con ellos». De verdad, la abuela, que no para de llorar y de lamentarse, dice esto. Por eso he venido.

–¿Dónde está tu mandado que anunciabas?, le dijeron al sapo.

Los muchachos regresaron a su casa para preparar los instrumentos de juego y luego fueron a ver a su abuela:

–Aquí está el mandado en mi vientre, contestó el sapo. Y comenzó a hacer esfuerzos, pero no pudo vomitar; sólo se le hinchaban los ojos y se le llenaba la boca de baba.

–Nos vamos. Solamente venimos a despedirnos.

–Eres un mentiroso, le dijeron, y le dieron de patadas en el trasero. Intentó de nuevo, pero no pudo. Le abrieron el hocico y sacaron al piojo que estaba pegado debajo de la lengua.

Como su madre y su abuela no paraban de llorar, les dijeron: –Allí quedará la señal que dejamos de nuestra suerte: Cada uno de nosotros sembraremos una caña, en medio de nuestra casa. Si se secan, será señal de que hemos muerto. Pero si retoñan, será señal de que estamos vivos. Los hermanos plantaron sus cañas en medio de la casa y partieron hacia Xib’alb’a. ■

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Rápidamente, el hijo de Jor-El fue introducido en la nave modelo y lanzado hacia el vacío. –¡Quizás aterrice a salvo en algún otro mundo! –¡Adiós, hijo mío, adiós! Momentos después, el planeta Krypton se deshizo en fragmentos y el único superviviente de su gente fue el niño solitario en la nave que aceleraba. A través del abismo del frío espacio, el proyectil cósmico se movía rápidamente y después descendió sobre la Tierra... Siegel/Shuster Superman


CAPÍTULO XII

Camino a Xib’alb’a

L

os gemelos salieron de su casa y comenzaron a bajar por las escaleras que llevaban a Xib’alb’a.

Tuvieron que atravesar dos ríos, uno de pus y otro de sangre, y usaron las cerbatanas que llevaban consigo para cruzarlos, cuidando de no tocarlos. Junajpú e Ixb’alanke estaban atentos a cada detalle. Sabían que podían ser engañados por los señores de Xib’alb’a, y que todo podía ser una trampa. Llegaron a un punto de donde salían cuatro caminos: Uno negro, otro blanco, otro rojo y otro amarillo. Junajpú e Ixb’alanke mandaron a Xa’n, el zancudo, a investigar.

–Ahora tenéis que atravesar el abismo sobre el hilo invisible que veis allí. (...) Este riachuelo está lleno de cocodrilos. Se trata de cocodrilos sagrados que han sido ofrecidos a César por el jefe de Estado egipcio, Cleopatra. Son unas bestias muy feroces. R. Goscinny, Asterix conquista Roma

–Anda, ve y pica a todos y cada uno de los señores que encuentres. Éste será tu trabajo: chupar la sangre de los hombres en los caminos. El zancudo se dirigió por el camino negro. Allí encontró a los señores de Xib’alb’a, que estaban esperando a los muchachos. Querían divertirse de nuevo, como habían hecho con el padre y el tío de los gemelos. Para ello habían puesto unos muñecos de palo delante de donde estaban sentados. Xa’n picó al primero que encontró; el muñeco no habló; picó al segundo, y tampoco habló. El zancudo siguió y picó al tercero, que dijo «¡Ay!». 33

Seguir adelante fue la mayor de sus hazañas. Las cosas tremendas que después ocurrieron no pueden comparársele. Libró la verdadera batalla en el túnel, a solas, antes de llegar a ver el enorme y acechante peligro. J. Tolkien, El Hobbit


–¿Qué es lo que te pasa Jun Kamé?, preguntó el cuarto que estaba sentado. No había terminado su pregunta cuando dijo «¡Ay!». –¿Qué te pasa, Wuqub’ Kamé?, preguntó el quinto que estaba sentado, e inmediatamente dijo «¡Ay!». –¿Qué es lo que te pasa Kuchumakik?, preguntó el sexto que estaba sentado, e inmediatamente dijo «¡Ay!». –¿Qué es lo que te pasa Xikiripat?, preguntó el séptimo que estaba sentado, e inmediatamente dijo «¡Ay!». –¿Qué es lo que te pasa Ajalpuj?, preguntó el octavo que estaba sentado, e inmediatamente dijo «¡Ay!». Y así sucesivamente fueron pronunciados los nombres de todos los señores de Xib’alb’a. Una vez terminada su tarea, el zancudo regresó y contó todo esto y todos los nombres a Junajpú e Ixb’alanke. Los gemelos siguieron su camino y llegaron adonde los estaban esperando. –Saluden a los señores, les dijo uno de ellos. –A los primeros dos no los saludamos porque son muñecos de palo, les contestaron. Se pararon frente al tercero de la fila y comenzaron a saludar en orden y por su nombre a todos. Los señores de Xib’alb’a reconocieron que habían sido vencidos por primera vez, y dijeron: –Siéntense allí a descansar. 34

–No nos sentaremos en esa piedra, porque está ardiendo. Ese no es asiento para nosotros. De ese modo tampoco pudieron engañarlos como a sus antecesores. –Entonces vayan a la posada a descansar. Fueron llevados a la casa de la Oscuridad, donde les dieron dos ocotes y dos cigarros. –Enciéndanlos, les ordenaron. Deben devolverlos enteros por la mañana, y sin apagarlos. –Muy bien, respondieron los gemelos. ■


CAPÍTULO XIII

Más pruebas en Xib’alb’a

C

uando se quedaron solos, Junajpú e Ixb’alanke tomaron dos plumas de cola de guacamaya y las pusieron en los ocotes que, de esta manera, parecían rojos y ardientes. Además, en las puntas de los cigarros pusieron dos luciérnagas. Toda la noche estuvieron simulando. En la oscuridad, nadie hubiera dudado de que los gemelos estaban fumando. Al día siguiente, cuando vinieron a buscarlos, devolvieron enteros sus cigarros y sus ocotes. Al enterarse, los señores de Xib’alb’a quedaron muy admirados. Después se enojaron: –¿De dónde vienen ustedes? ¿Quiénes son sus padres? Pero los gemelos no quisieron revelar su origen. Entonces, invitaron a los muchachos a jugar a la pelota. –Está bien, jugaremos, les contestaron los gemelos. Primero jugaron con una cabeza de león, y los señores de Xib’alb’a metieron la pelota en el aro que resguardaban los gemelos. Para el segundo juego, usaron la pelota de hule de Junajpú e Ixb’alanke. Esta vez, los muchachos metieron la pelota en el 35

–Tenéis que entrar en la casa que vuelve loco y obtener un pase que os permita acceder a la prueba siguiente. R. Goscinny, Asterix conquista Roma


aro que resguardaban los señores, y terminó el juego. Los señores pensaron en otra prueba:

Durante la jornada siguieron jugando a la pelota con los muchachos. Al terminar, se citaron para seguir al día siguiente.

–Tomen estas cuatro jícaras. Mañana temprano deben traerlas llenas de flores, dijeron.

Aquella noche los metieron en la casa del frío.

Y los llevaron a la casa de las navajas, que era el segundo lugar de tormento de Xib’alb’a. Los señores querían que las navajas despedazaran a los visitantes pero, por las dudas, también avisaron a los guardianes del jardín de flores para que estuvieran muy atentos. Cuando se quedaron solos, Junajpú e Ixb’alanke les dijeron a las navajas: –Solo cortarán carne de animales. Las navajas se quedaron quietas; los muchachos pasaron toda la noche en esa casa y no murieron. Mientras tanto, llamaron a todas las hormigas y les dijeron: –Vayan y traigan todas las flores que encuentren. Las hormigas fueron al jardín y, sin ser vistas por los guardianes, cortaron y trajeron las flores que cabían en las jícaras. Bruja: Tienes que entenderlo. De uno haz diez, y el dos quítalo, y tres haz al punto; ¡así eres rico! Deja el cuatro. De cinco y seis, así dice la bruja, haz siete y ocho; de esta suerte está consumado, y nueve es uno, y diez es ninguno. Ésta es la tabla de multiplicar de las brujas. J.W. Goethe, Fausto

Al día siguiente, los mensajeros de Xib’alb’a les dijeron a los muchachos: –Vayan y lleven las flores a los señores. Llegaron ellos ante Jun Kamé y Wuqub’ Kamé y les ofrecieron las cuatro jícaras llenas de flores. Al ver esto, los señores de Xib’alb’a se enojaron aún más y regañaron severamente a los guardianes.

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Era mucho el frío de aquella casa y estaba llena de granizo, pero los muchachos hicieron fuego con unos palos secos y amanecieron sanos; ellos mismos combatieron el frío. Los guardias fueron por la mañana para ver si ya habían muerto, pero tuvieron que anunciar la noticia a los señores, que estaban cada vez más desesperados por vencerlos, pero también se maravillaban cada día más por los prodigios de los gemelos. A la noche siguiente los mandaron a la casa de los jaguares. –No nos muerdan, les dijeron; hemos traído estos huesos. Ésta será vuestra comida. Los muchachos les arrojaron unos huesos; los felinos empezaron a roerlos, y los guardias creyeron que ya habían acabado con ellos. Al día siguiente los hallaron sin que los jaguares les hubieran hecho daño alguno. Los señores hicieron otro intento y los metieron en la casa del fuego. Lejos de morir, pusieron más leña y, a la mañana, salieron muy tranquilos. Finalmente, llevaron a los muchachos a la casa de los murciélagos. ■

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CAPÍTULO XIV

En la casa de los murciélagos

J

unajpú e Ixb’alanke llegaron a la casa de los murciélagos y se metieron dentro de sus cerbatanas a dormir.

Aunque los murciélagos revolotearon a su alrededor toda la noche, no pudieron morderlos. De pronto, todo quedó en silencio. –Voy a ver si ya está amaneciendo, dijo Junajpú mientras salía de la cerbatana. No había terminado de sacar la cabeza, cuando ya se la había cortado el murciélago Kamalotz. Inmediatamente, los murciélagos fueron a ponerla en el atrio donde se jugaba a la pelota. –¿Ya está amaneciendo?, preguntó Ixb’alanke a su hermano. Al no recibir respuesta, Ixb’alanke supo lo que había ocurrido. Antes de amanecer, llamó a los animales grandes y pequeños para que lo ayudaran a remendar a su hermano. La última en llegar fue la tortuga. Al verla, Ixb’alanke la tomó y comenzó a labrar en ella la cabeza de su hermano. Como no habían terminado y estaba por amanecer, Corazón del cielo, cuyos ayudantes estaban trabajando con el gemelo, mandó al zopilote a que oscureciese la mañana. Él lo hizo abriendo sus alas, y aunque cuatro veces amaneció, cuatro veces oscureció él extendiendo sus alas. Así ahora, 37


Por eso no pudieron dejar de admirarse cuando los vieron llegar al campo de juego. Empezó el juego, y los señores de Xib’alb’a se burlaban todo el tiempo de Junajpú. Esta vez estaban seguros que vencerían a los muchachos. En la primera oportunidad que tuvieron, los señores tiraron la pelota hacia el aro. Al ver que la pelota iba derecho hacia allá, Ixb’alanke le salió al encuentro. Justo antes de entrar, la pelota se detuvo mágicamente. Luego retomó su marcha, pero rebotó, se desvió y pasó por encima del juego de pelota. Cayó justo donde estaba escondido el conejo. El conejo salió corriendo y los señores fueron tras él creyendo que era la pelota. Ixb’alanke aprovechó, tomó la cabeza de Junajpú del atrio, se la puso en lugar de la cabeza de tortuga, y colocó ésta en el atrio. Por supuesto, la primera cuestión era decidir cómo secarse: hubo una consulta al respecto y, al cabo de unos minutos, Alicia se vio, con plena naturalidad, hablando familiarmente con ellos, como si los conociera de toda la vida. Mantuvo incluso una larga discusión con el loro que, al final, enfurruñado, se limitaba a repetir: –Soy mayor que tú; por tanto, tengo razón. L. Carroll, Alicia en el país de las maravillas

cuando el zopilote abre sus alas cuando todavía está oscuro, se tiene como señal de que va a amanecer. Cuando amaneció, ya estaban los dos muchachos en buenas condiciones. Hablaron entre sí e Ixb’alanke dijo a su hermano: –Tú no juegues a la pelota; sólo haz como que juegas; yo haré todo. Y le dio órdenes a un conejo: –Anda y escóndete sobre el juego de pelota; quédate allí entre el encinal. Cuando te llegue la pelota sal corriendo inmediatamente y yo haré lo demás. Luego, los hermanos bajaron a jugar a la pelota. Mientras tanto, los señores habían descubierto la cabeza de Junajpú colgada en el atrio, y celebraban con burlas la derrota de los muchachos. 38

Luego de encontrar la pelota entre las encinas, los señores los llamaron: –Aquí está la pelota; nosotros la encontramos. Comenzaron a jugar nuevamente. Ambas partes anotaron el mismo número de tantos. Al rato, Ixb’alanke le lanzó una piedra al caparazón de tortuga que tenía tallada la cabeza de Junajpú, que ahora estaba en el atrio. Esta se vino al suelo y cayó en el patio del juego de pelota hecha mil pedazos delante de los señores que quedaron admirados de ver el prodigio que había sucedido con Junajpú. De esta manera, los gemelos no murieron con todos los tormentos que les habían preparado, y los vencieron. ■ 38

Los demonios ladrones andan merodeando cerca de las canchas. Cuando la pelota se va lejos, la ocultan entre los yuyales o en las zanjas para que los jugadores no puedan encontrarla. Ya en la noche, llevan las pelotas robadas a un patio secreto. A. Dolina, El Patio de las pelotas perdidas


CAPÍTULO XV

Muerte y renacimiento de los gemelos

L

os señores de Xib’alb’a ya habían perdido la paciencia. Estaban furiosos y habían decidido terminar con los hermanos. Prepararon una gran hoguera en un hoyo e invitaron a Junajpú e Ixb’alanke a beber con ellos. Los muchachos supieron que semejante cordialidad no podía ser otra cosa que una trampa y planearon lo que harían. Al llegar al lugar, los señores intentaron engañarlos para que pasaran por encima del hoyo y cayeran en la hoguera. Los gemelos, que conocían su destino, se pusieron uno frente al otro, extendieron los brazos, se dejaron ir sobre el fuego y murieron juntos.

Tómense de las manos y no se separen. Esto es magia, yo la siento.

Todos los de Xib’alb’a se llenaron de alegría.

–¡Apúrense!

–¡Ahora sí los hemos vencido!, dijeron entre gritos y silbidos.

–Sí, dijo Susana. Tomémonos de las manos. ¡Oh, cómo quisiera que esto terminara... Oh!

Para deshacerse de los cuerpos, molieron sus huesos y los arrojaron a la corriente del río. Pero el agua no se los llevó; el polvo se asentó en el fondo y se convirtió en dos hermosos muchachos. Al quinto día volvieron a aparecer; fueron vistos en el agua y la gente pensó que eran hombres peces. Al sexto día se presentaron ante la gente de Xib’alb’a como dos mendigos. 39

En ese mismo momento, el equipaje, el banco, el andén y la estación desaparecieron. Los cuatro niños, tomados de las manos y jadeantes, se encontraron en un lugar boscoso, tan boscoso que las ramas los envolvían y casi no quedaba espacio para moverse. Se frotaron los ojos y respiraron profundamente. C. Lewis, Las crónicas de Narnia


–Qué raro, dijo; la botella parece de vidrio. –Es de vidrio, dijo el hombre; pero de un vidrio templado en los infiernos. En ella vive un diablo, y supongo que lo que se ve moverse debe ser su sombra. El hombre que compre esta botella tendrá el diablo a su servicio, y todo lo que desee, amor, fama, dinero, casas como ésta, la ciudad entera, lo conseguirá al momento. R. Stevenson, El diablo en la botella

Con los rostros avejentados, sucios y harapientos, sólo se ocupaban en bailar la danza de pujuy, la lechuza; la de k’u’x, la comadreja; la del ib’oy, el armadillo; la del ixtzul, el ciempiés, y la de chitik o danza de los zancos. Mientras bailaban hacían prodigios que asombraban a todos: Incendiaban casas que parecían consumirse entre las llamas, pero luego aparecían como si nada les hubiera pasado. También quemaban personas y animales que luego volvían a dejar sanos y salvos. Y no sólo eso: Se mataban a sí mismos, se descuartizaban, y volvían a revivirse ellos mismos. Los de Xib’alb’a quedaron espantados y admirados de ver semejantes prodigios y llevaron la noticia a Jun Kamé y a Wuqub’ Kamé, que enviaron a sus mensajeros para que trajeran a los mendigos que hacían maravillas. Junajpú e Ixb’alanke se resistieron a ir y los mensajeros los llevaron por la fuerza ante los señores de Xib’alb’a. –Ejecuten sus bailes y sus juegos, les ordenaron los señores. Los muchachos empezaron a bailar y a cantar, y los señores los admiraron muy contentos, tanto que Jun Kamé les dijo: –Descuarticen este perro, que es mío, y resucítenlo. Los mendigos despedazaron al perro; luego lo resucitaron y lo dejaron moviendo la cola, muy alegre de haber revivido. –Ahora quemen mi casa y reconstrúyanla, dijo Jun Kamé. Los muchachos quemaron la con todos los que estaban

dentro, pero sin quemarlos, y volvieron a dejarla como estaba antes. –Maten a un hombre y resucítenlo. Tomaron a uno de los que miraban, lo hicieron pedazos y en un instante lo juntaron todo y lo resucitaron. –Ahora mátense ustedes mismos. –Muy bien, dijeron los mendigos. Tomó Ixb’alanke a Junajpú, lo despedazó y lo resucitó. –Ahora hagan lo mismo con nosotros. Sacrifíquennos uno por uno y luego revívannos, dijeron los señores de Xib’alb’a. –Muy bien. Haremos todo lo que piden, y de manera que se diviertan, dijeron los mendigos. Primero mataron a Jun Kamé, el jefe de Xib’alb’a, y luego a Wuqub’ Kamé. Los muchachos los despedazaron, pero ya no los volvieron a resucitar. Mientras los otros señores de Xib’alb’a huían y se escondían, los mendigos revelaron sus nombres. –Somos Junajpú e Ixb’alanke, los hijos de aquéllos a los que ustedes asesinaron aquí, en Xib’alb’a. ■ –A mí no me puedes engañar; tú te guardas algo. Bien sabes que si yo tuviera ungüento en el otro ojo podría ver muchas cosas preciosas más. –¡Vamos, pónmelo!

–Pues estás equivocado; yo no te oculto nada. Si te pusieras ungüento en el ojo izquierdo te quedarías ciego. M. Twain, Tom Sawyer en el extranjero


CAPÍTULO XVI

Fin de la historia de los gemelos Amanece en la Tierra

T

odos los hijos y vasallos de Xib’alb’a huyeron a un gran barranco y se amontonaron en un precipicio. Allí estuvieron hasta que innumerables hormigas invadieron ese lugar. Entonces tuvieron que salir de su escondite y se arrodillaron frente a los gemelos para pedir clemencia. Los muchachos nos los mataron; pero los condenaron: –Ustedes no serán destruidos, pero serán rebajadas su sangre y su estirpe. Y continuaron, ante el lamento de la gente de Xib’alb’a: –No será para vosotros el juego de pelota. Sólo os ocuparéis de hacer cacharros, vasijas y piedras de moler maíz. Sólo los hijos de las malezas y del desierto hablarán con ustedes. De ustedes serán los pecadores, los malos, los tristes, los desventurados, los que se entregan al vicio. No les pertenecerán los hijos esclarecidos, que se alejarán 41


de vuestra presencia. Ya no podrán apoderarse tan fácil ni tan repentinamente de los hombres.

Apéndice

De esta forma, los de Xib’alb’a perdieron su grandeza y su condición de señores.

El Juego de Pelota

Mientras tanto, la abuela Ixmukané primero se alegró cuando vio florecer las cañas que sus nietos habían plantado en su casa; luego lloró al ver que se secaban, cuando murieron en la hoguera, y se alegró nuevamente cuando resucitaron y las cañas volvieron a florecer. Penetramos mi guía y yo esa oculta senda para volver al claro mundo, y sin cuidarnos del menor reposo subimos; yo segundo y él primero, y por redonda brecha vi las cosas bellas que tiene el cielo, y nos salimos por fin a ver de nuevo las estrellas. D. Alighieri, La divina comedia

Luego de castigar a los de Xib’alb’a, Junajpú e Ixb’alanke fueron a honrar la memoria de sus padres. –Sus nombres no se perderán y serán invocados, les dijeron. Abandonaron Xib’alb’a y subieron a la Tierra. Al instante, se elevaron hacia el cielo. Uno se convirtió en el Sol y el otro en la Luna. Así se iluminaron la bóveda del cielo y la faz de la Tierra. Todo esto sucedió antes de que amaneciera y de que el hombre fuera creado. ■

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Junajpú, Ixb’alanke y los señores de Xib’alb’a se la pasaron jugando a la pelota. Era un desafío divertido, además de mortal. En las historias del Popol-Vuh, estos gemelos, como sus antecesores, arriesgaron la vida en cada partido. Aún hoy, el mismo juego de pelota –en diferentes versiones– sigue vigente, tanto como desafío como actividad ritual. Tuvo su origen unos tres mil años antes de Cristo; fue común en todos los pueblos mesoamericanos, y aún se juega en varios lugares. En él participan dos equipos con un número de jugadores que varía según la región geográfica. Cada grupo juega en una mitad de la cancha u Hom. LA CANCHA Está constituida por dos muros paralelos e inclinados que corren a lo largo del Hom.

Cada muro inclinado remata en una cornisa. En algunas hay dos muros más que complementan los cuatro lados de un rectángulo, pero conservan un espacio entre los muros largos y los cortos; en otros modelos se cierra el área de juego y se forma una I latina mayúscula.

México, que tiene cuarenta metros de largo por treinta y cinco metros de ancho.

En cada muro hay tres discos, puestos a distancias iguales entre sí, varios metros arriba del nivel suelo y perpendiculares a éste. Son anillos de piedra donde, al golpear o pasar la pelota por ellos, se anotan los tantos.

Sólo se permite un bote de la pelota y se marca un tanto cuando los contrincantes no contestan el saque y la pelota golpea contra los muros del fondo de la cancha o en los marcadores.

El área de juego u Hom, que significa hundido, es un campo de tierra finamente cernida y apisonada para evitar rebotes distorsionados de la pelota. Una línea central divide la cancha en dos partes iguales y delimita el área de juego de cada equipo.

Pasar la pelota a través de los anillos constituye una marca extraordinaria, y el equipo que lo logra es el ganador del juego.

Las líneas del contorno delimitan el área del juego; los patios del fondo son el área de saque y de tiros libres al aro. Los «marcadores» son tallados en piedra y tienen diferentes formas. Los más conocidos son anillos por los que debe pasar la pelota durante el juego; también hay algunos con forma de cabeza de animal, empotrados en las paredes laterales de la cancha. La cancha principal se encontraba en el centro político de la ciudad, y las menores en los barrios populosos y cerca de los mercados. Las medidas eran variables, pero la más grande del mundo maya es la de Chichén Itzá,

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El juego consiste en lograr que la pelota, que sólo debe impulsarse con los codos, las rodillas y las caderas, golpee algún marcador o pase a través de un anillo.

La puntuación en el juego es uno de los aspectos menos uniformes; pero muchos partidos terminan actualmente cuando un equipo suma ocho tantos. LOS ELEMENTOS PARA JUGAR Un balón del tamaño de las pelotas actuales, pero que bota más. Es una pelota compacta, sin cámara de aire en su interior, por lo que es más pesada que todas las demás (desde un kilo y medio). Los jugadores portaban una faldilla de cuero de venado, a la que llamaban máxtatl, sujeta con una faja que servía para dar fuerza a las caderas. Sobre la faja se amarraba

un cincho de cuero, llamado chimalli, que significa «escudo»; los codos y las rodillas también iban protegidos; los pies generalmente iban descalzos o con tobilleras para evitar algún desgarre o luxación. El antebrazo se protegía con un vendaje de algodón enguantado o con fibra de maguey, para poder golpear la pelota sin lastimarse. LA PELOTA La pelota es de hule macizo, y se elabora mediante un procedimiento manual: Primero se debe recolectar el látex, sustancia blanca y viscosa que se extrae de la corteza del árbol del hule; se coagula casi instantáneamente, por lo que debe hervirse en grandes ollas, donde se mezcla con una raíz parecida al camote, llamada machuacana; se deja hervir la mezcla y se extrae lo suficiente para formar una pequeña pelota. Para eliminarle las burbujas de aire se utilizan espinas de maguey; posteriormente se saca una tira de la mezcla y se extiende para cubrir con una capa la pelota original, se repite el proceso cuidando que siga tomando la forma esférica y que no tenga burbujas de aire, hasta que alcance un diámetro aproximado de 28 centímetros. La vida útil de una pelota es muy larga, pero se deben tener muchos cuidados: Un recipiente elaborado especialmente para ella, o mantenerla suspendida en una tela; ¿por qué?, porque el mismo peso de

PROHIBIDO El juego de pelota logró sobrevivir a la inquisición y a Torquemada, quien vio al diablo en cada cancha donde se jugaba, por lo que decretó su prohibición y propugnó su destrucción.

CURIOSIDADES En este juego nunca hay empates. Los partidos pueden prolongarse por varios días, según la condición física de los competidores.

la pelota la «vence» y tiende a deformarse o achatarse; pero la tela que la sostiene adopta la forma redonda y evita ese tipo de deterioro.

astros y de las fuerzas de la creación.

EL ULAMA DE CADERA

La cancha –Hom– representa una herida en la tierra (la superficie plana entre los dos muros inclinados) y simboliza la entrada al inframundo.

Es una de las versiones más difundidas del juego de pelota; los jugadores o tahúres se dividen en dos equipos de cinco. Se juega en canchas de 65 metros de largo por cuatro de ancho, que tienen una línea central llamada analco y otra al fondo conocida como chichi. El juego consiste en golpear o lanzar la pelota con la cadera, la rodilla o el muslo. Los tantos se cuentan por puntos y rayas (similar al conteo del tenis). Un jugador puede quitar todos los puntos a su adversario en una jugada. Gana el que llega a ocho puntos. ALGUNOS SIGNIFICADOS En aquellos tiempos, este deporte era tan popular que se practicaba para dirimir disputas y problemas de límites, para adivinar la suerte, para correr apuestas y aun por codicia de los jugadores, pues quien lograba hacer pasar la pelota por el anillo podía despojar de todas sus joyas y prendas a los concurrentes. La pelota simboliza la lucha entre las fuerzas opuestas del Universo. Es la lucha entre el Bien y el Mal, entre la Luz y la Oscuridad. La pelota en constante movimiento representa el movimiento de los

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Se cree que la pelota tiene vida propia porque se elabora con la «sangre» del árbol. Por eso se le da un trato respetuoso.

En las escenas pintadas o talladas del juego aparecen con frecuencia cuerdas y lazos que sostienen la cabeza de Junajpú (el gemelo creador). A la vez, la cuerda sugiere continuidad: La cabeza se convierte en árbol y fecunda con su saliva a la virgen del inframundo. Los motivos que acompañan a estas representaciones –serpientes, cocodrilos, sapos, tortugas, caracoles, mariposas, jaguares, etcétera– se asocian con rituales que pueden acompañar al juego. ■


Fuentes consultadas Libros

Sitios de Internet

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