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La tradición de Juan el Evangelista

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El autor

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concepto de conversión aquí representado sea una idea nueva en aquel mundo que no concebía la posibilidad de obtener la inmortalidad a través del arrepentimiento: • metanoèsate oi sunodeèusantes te plàne… (convertios los [vosotros] que andáis con [en] el error…)

Al párrafo 31 se encuentra la oración dirigida a Dios y en esta, a parte de las otras invocaciones, se puede leer: • àghios ò theòs kai patèr ton òlon… (santo el dios y padre de todas [las cosas]…) • ù e bulè telèitai apò ton idìon dunàmeon… (de él voluntad está hecha [se cumple] de sus potencias…)

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En fin, al párrafo 32, se define la relación entre Dios y los hombres y se aclara el fin de esta revelación ofrecida al género humano: • kai tes kàritos tàutes photìso tùs en àgonia tù ghènus, mù adelphùs, uiùs dè sù… (y de esta gracia iluminaré a los hombres en ignorancia, a mis hermanos, hijos tuyos…)

Es importante subrayar como los mismos Padres de la Iglesia a menudo han hecho referencia a la doctrina hermética (San Agustí, Lactancio, Eusebio, Cirilo) para defender el Cristianismo de posibles contaminaciones. Esto demuestra cuanto se propagaban el conocimiento y el utilizo de aquella cultura helenística que respondía totalmente a las exigencias de la humanidad que vivía en esa época y en las zonas bajo el Imperio romano.

Los estudiosos consideran al autor del Evangelio mencionado, el cuarto, como a un teólogo, a un místico, además de, por supuesto, a uno de los discípulos de Jesús: Juan es uno de los primeros discípulos, el “discípulo preferido ” y, alrededor del año 50 a.C., en ocasión del Consejo apostólico de Jerusalén, Pablo lo define una de las «columnas de la Iglesia». Juan tuvo una vida larga y, después de haber peregrinado para difundir el mensaje del Evangelio, se instaló en Éfeso, en Asia Menor, donde murió a finales del siglo I. Así que este Evangelio ha sido escrito por un místico justo en la época en la que se estaba procediendo con la redacción final del Corpus Hermeticum. Esta coincidencia temporal entre las dos composiciones puede que ayude a explicar algunas coincidencias más concretas que se notan sea en relación a la elaboración místico-teológica sea a la redacción literal. Pero aunque no queramos buscar especiales correspondencias, no podemos no preguntarnos algo sobre la efectiva dependencia, como mínimo ambiental, entre los dos textos. De hecho es inevitable observar como las doctrinas contenidas en el Corpus Hermeticum se hayan ido desarrollando en los siglos anteriores a la llegada de Jesús Cristo y sean así antecedentes a cada eventual elaboración efectuada por el místico redactor del cuarto Evangelio, cualquiera que sea. Hay que precisar que la historia de Cristo representa para Juan el comienzo de una nueva época en la que se revelan a los hombres realidades propias del mundo divino; el mismo Jesús se presenta como “ el buen pastor de hombres ” , y dice «Yo soy la vida, la luz,

la verdad…». En este Evangelio han sido escogidos y relatados unos acontecimientos históricos justo por su valor de “ signos ” , por su significa-

do simbólico y revelador de una realidad extraterrena analizada bajo la luz de una profunda reflexión teológica. Se trata de una forma de expresarse que a menudo no es fácil, no es comprensible por todos, un lenguaje que utiliza categorías filosóficas y sistemas culturales que pertenecen a las clases cultas de la época del autor; de esas clases sociales capaces de entender los mensajes contenidos en las doctrinas herméticas y esotéricas. Se trataba de enseñanzas, instrucciones, que en aquellos momentos se estaban reuniendo en fórmulas basadas sobre un profundo sincretismo religioso, como ya hemos explicado.

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Vamos a ver entonces algunos pasos del cuarto Evangelio, los que mejor sirven para representar las coincidencias que parecen “ raras ” en un libro que querría ser considerado como directamente “inspirado por el mismo Dios ” … Se ha decido indicar el texto griego para poder ver las correspondencias también literales entre este escrito y los versos del Poimandres, mencionados arriba: la simetría a la que se enfrenta el lector contribuye a hacer aún más evidente lo que se dirá más adelante. En el Prólogo del Evangelio (capítulo 1) se lee43: • En arkè en ò lògos, kai ò lògos en pròs tòn theòn kai theòs en ò lògos… (En principio era el logos y el logos estaba delante del dios y el dios era logos…) • panta di’ autù eghèneto… (todo a través de él [pasó] fue hecho…) • en autò zoè en kai e zoè en tò phòs ton anthròpon… (en el vida era y la vida era la luz de los hombres…) • etheasàmetha tèn dòxan autù, doxanos monoghenoùs parà patròs… (hemos admirado la gloria en él, gloria como de unigénito del padre)

• plères kàritos kai alethèias… (lleno de gracia y verdad…) • ek tù pleròmatos autù emèis pàntes elàbomen kai karis antì kàritos… (y de su plenitud todos nosotros hemos recibido, y gracia y más gracia…)

En el capítulo 3,19 y 3,35 el autor le hace decir al mismo Jesús y a Juan el Bautista: • tò phòs elèluten eis ton kòsmon… (la luz ha venido al mundo…) • patèr agapà tòn uiòn kai pàanta dèdoken en te keirì autù… (el padre ama al hijo y todas [las cosas] ha dejado [puesto] en su mano…)

En el capítulo 5,24, hablando de la misión del hijo y del poder sobre la muerte, Jesús dice de sí mismo: • ò tòn logon mù akùon kai pistèuon… metabèbeken ek tù thanàtu… (el la palabra mía que escucha y cree… ha pasado de la muerte a la vida…)

Y aún, en el capítulo 8,12: • egò eimì tò phòs tù kòsmu… (yo soy la luz del mundo…)

Y en el capítulo 10,11: • egò eimì ò poimèn o kalòs… (yo soy el pastor el bueno…)

Luego, siempre en el capítulo 10, Jesús, defendiéndose de la acusación de blasfemia que le han revuelto los Judíos que querían lapidarlo, pronuncia la suprema declaración que corresponde a lo que se ha leído en el capítulo 5 del Poimandres, donde se dice que el Logos que proviene de Dios (Noùs) es hijo de Dios.

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