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El hombre de la carreta

Lizbeth Rocha Rocha Esc. Emiliano Zapata • Mpio. León

Hace mucho tiempo, un señor iba rumbo a su casa a las tres de la mañana. Iba tranquilamente caminando, hasta que escuchó un ruido extraño, se preguntó «¿qué será?», siguió caminando, hasta que escuchó otra vez el mismo ruido, volteó y algo muy extraño pasó: vio a un hombre vestido de charro que estaba en una carreta jalada por un caballo de ojos rojos. El señor, muy asustado, se quedó observando y el hombre hizo lo mismo y desapareció. Entonces, de repente, frente a él, pasó un pájaro negro.

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Al siguiente día, a las tres de la mañana, el señor iba acompañado de su amigo, pero éste tomó otro camino para irse a su casa y dejó al señor de nuestra historia, que se fuese caminando solo nuevamente. En esta ocasión también sucedió lo mismo que la noche anterior.

Transcurrió una semana, nuevamente el señor iba hacia su casa y miró otra vez al hombre en carreta, el hombre no dejaba de verlo, pero él observó que el hombre tenía la cara dividida en dos partes: una la tenía quemada y la otra la tenía con el cuero caído. El hombre desapareció y el señor asustado corrió y no se detuvo hasta que llegó a su casa.

Otro día, nuevamente a las tres de la mañana, pasaba el señor como todos los días, pero ahora se encontró a un adolescente a quien le preguntó qué era lo que estaba haciendo a esa hora en la calle y el chico le contestó:

—Pues yo ando aquí cuidando a mi caballo, pero ya me voy para otro rumbo—. El señor siguió caminando, pero se detuvo y dijo:

—Ese es el caballo con carreta que he visto con el hombre que se me aparece todas las noches cuando vengo de trabajar—. El señor volteó y vio que más allá estaba el

adolescente en el caballo y luego se convirtió en el hombre vestido de charro en una carreta y con el caballo de los ojos rojos que había visto las noches anteriores.

Se fue el señor muy asustado a su casa, al llegar se recostó. Pero el hombre de la carreta con caballo tenía toda la información de aquél, por lo que decidió visitarlo. Algunas personas dicen que vieron al charro que se había metido a la casa de su víctima. El señor estaba ya dormido y no oyó nada, pero el hombre que estaba ahí, despertó y al mirarlo de cerca gritó de espanto. El hombre se esfumó como otras veces. Eran las cuatro y media de la mañana.

Mucha gente le decía que el horrible hombre quería tomar venganza.

Una noche, a las tres de la mañana, pasaba nuevamente con su amigo. El señor le contó todo lo que le había pasado en aquellas noches que venía de trabajar, su amigo le contestó:

—Yo he oído hablar de ese hombre, dicen que todas las noches anda por las calles oscuras y solitarias. Dicen que cuando vivía, si lo querían enfrentar tenían que decírselo personalmente, y que pasa por lugares cosechados con el fin de aterrorizar. Él murió en una fiesta el día del grito porque un hombre de Guanajuato le tenía envidia por ser rico y quiso robarle su fortuna. Él había muerto junto con su caballo en una carreta, sin embargo, quedó su espíritu cobrando vida y buscando venganza sin cesar—.

Pasaron semanas y se le había olvidado al señor lo que le había contado su amigo. Una noche cuando venía de trabajar, como siempre a las tres de la mañana, se le apareció otra vez el hombre y desde entonces, nadie ha sabido nada de él.

A ese hombre, vestido de charro, en carreta con caballo de ojos rojos, la gente le llamó: «El hombre de la carreta».

La moraleja del cuento es que uno no debe desear lo que no se ha conseguido con esfuerzo, hay que ganarse la vida con méritos propios.

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