Revista Edificando Familias 74

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Editorial CUARESMA: CONVERSION

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a Iglesia nos invita, en la Cuaresma, a «redescubrir nuestro Bautismo» y «experimentar la gracia que nos salva», que nos hace ser verdaderos hijos de Dios, partícipes de la herencia prometida por el Padre. Vivir según esa dignidad implica una renuncia radical al Maligno y al pecado. Implica una opción por despojarnos cotidianamente de nuestra vieja condición, para revestirnos de la gracia que nos da Cristo, el «hombre nuevo». Conversión significa, pues, un cambio de rumbo integral, de toda nuestra vida, hacia la vida plena y reconciliada a la que nos ha llamado el Señor. Significa optar por Él sin miedos ni cobardías. Implica un cambio de mente, de criterios y actitudes, que tiene como primer paso la humildad. Es decir, implica caminar en la verdad, reconociéndonos pecadores necesitados constantemente de la gracia y del perdón de Dios. Un excelente medio para conocer la verdad y caminar en ella es la oración. Por la oración, nos encontramos con el Señor y escuchamos su voz. De Él brota la luz que alumbra nuestro interior y que nos permite descubrir quiénes somos, qué debemos hacer, por qué senderos caminar. En el encuentro con Cristo en la oración nos descubrimos, como Moisés, en «tierra santa». San Agustín hizo una analogía entre esa «tierra santa» y la Iglesia: «siendo, pues, ella la tierra donde nos hallamos, debemos quitarnos las sandalias, o sea, renunciar a las obras muertas». En efecto, no es digno de la condición de cristianos bautizados el vivir en el pecado. El encuentro con Jesús, «Luz del mundo», nos debe impulsar a que reflejemos esa luz con nuestras buenas obras, para así dar gloria a nuestro Padre celestial, en el Espíritu Santo. «Conversión» significa dejar que el Señor Jesús entre en nuestras vidas, para conformarnos con Él. Nos toca trabajar por quitar de nosotros lo que nos sobra, y añadir lo que nos falta según la medida de Cristo. Nos sobra el pecado y nuestros vicios; nos falta la virtud, las buenas obras. Vivamos en la Cuaresma ese buscar configurarnos con el Señor Jesús. No tengamos miedo a renunciar al pecado de forma radical, aprovechando las mortificaciones del camino para unirnos a su Cruz, y trabajando por crecer en la virtud, especialmente en la caridad a través del servicio fraterno. Recordemos aquellas hermosas palabras de S.S. Benedicto XVI: «¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».


Conversión y Penitencia La conversión requiere penitencia

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odo el Evangelio nos revela que el mensaje de Cristo es una llamada a la conversión profunda del corazón, a tal punto que la palabra corazón aparece en ellos 159 veces. La conversión es el cambio total de los movimientos interiores del corazón, del centrarse en el "yo" a centrarse en Dios, y con Dios, ir hacia los demás. Esta conversión requiere todo un estilo de vida penitencial, un estilo de vida de olvido y renuncia de sí mismo, para dirigir todas las potencias internas y externas hacia Dios. El valor de la penitencia está en que nos lleva a la conversión. No solo nos convertirnos del pecado sino que nos movemos hacia Dios y su vida. No hay conversión profunda sin penitencia. Del egoísmo al amor Muchas personas no se atreven a abrazar el espíritu de penitencia, porque tienen la falsa percepción de que tendrían que imponerse constantes y grandes sufrimientos. Sin embargo, la realidad es que la penitencia es un medio importantísimo para entregar el corazón a Dios y alcanzar comunión con El. La penitencia es el camino que nos libera de nosotros mismos y nos dirige hacia Dios. Por esto es tan necesaria la penitencia para la conversión. A través de ella se da la espalda al egoísmo y egocentrismo y se dirigen todas nuestras potencias a Dios y al bien común. La virtud de la penitencia nos lleva a trabajar para eliminar de nuestra vida todo aquello que nos separa del amor de Dios y del amor al prójimo. No es un sentimiento ni una experiencia emocional, sino más bien un acto de la voluntad. La contrición La verdadera penitencia desarrolla la contrición autentica, que no es solo un sentido de culpa sino un dolor profundo de habernos separado del amor de Dios. La verdadera contrición es amor más que miedo. 1 Juan 4,18: "El amor perfecto expulsa el temor". El temor de Dios es el dolor de ofender al Amor, de despreciar su gracia, de apartarnos de su Corazón. El miedo es una reacción carnal que no es inspirada en el amor. El temor de Dios es signo de amor, pero el miedo es la ausencia de él. Uno lleva a la esperanza y el otro a la desesperación. La penitencia externa e interior Muchos confunden la penitencia exclusivamente con actos externos de expiación, sin embargo es toda una actitud interior. Quien ha caído en la gula, deseará hacer un acto de negación contra este pecado reparando con el ayuno. Este es un ejemplo de penitencia para vencer el pecado procedente de apetitos particulares. Esta penitencia tomará diferentes formas según sea necesario. Pero la penitencia es mucho más: es una actitud interior de negación a sí mismo, de no pensar primero en sí mismo sino en la voluntad de Dios y en el bien de los demás. La más valiosa y perfecta penitencia es el ceder la voluntad y toda la vida a Dios: en todo momento, en las dificultades, en las situaciones específicas, mantener una actitud de entrega total y de docilidad a su voluntad. O sea, entregar el corazón, la voluntad. No es fácil, nos cuesta más entregar el corazón que nuestros vestidos, que el chocolate, que el dormir... Por ello, Joel 2 nos dice: "desgarrad vuestro corazón no vuestros vestidos".

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Conversión y Penitencia La penitencia que se limita a lo externo no llega a revelar la plenitud de su naturaleza: la conversión de los movimientos interiores del corazón. El profeta Joel utiliza un verbo fuerte "desgarrad", por que pasar de tener un corazón de piedra (soberbio, egoísta, cómodo, envidioso, prepotente, etc.) a un corazón de carne (manso, humilde, caritativo, olvidado de sí, generoso, etc.) requiere un verdadero desgarramiento, un desmoronarle para que el Señor lo vuelva a hacer de nuevo. La meta de la penitencia es la conversión a Dios. Su raíz es el amor, su motivo es el amor y no la austeridad por sí misma. La austeridad puede ser un signo visible del espíritu de penitencia, pero no necesariamente un signo seguro. Los signos infalibles del espíritu de penitencia son: la humildad y la caridad. No son los actos externos los signos infalibles de la santidad, sino la virtud. Los externos deben ser reflejo de la virtud interior. No son suficientes las prácticas Uno de los errores comunes en la experiencia de la penitencia es limitarse a hacer un plan de prácticas penitenciales y pensar que con ello se llegó a la meta. Estas prácticas son necesarias, pero no son el fin, sino los medios. El alma penitencial no lo es en ocasiones, sino siempre y en cada momento, respondiendo con generosidad y abnegación a cada situación que se le presente, dejando al Espíritu Santo dirigirle, Juan 3,8 "el viento sopla por donde quiere y oyes su voz". Las prácticas penitenciales ayudan a desarrollar el espíritu penitencial, pero este espíritu no se reduce a una práctica sino que es una forma de vida en obediencia y dependencia de Dios. "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo..". "No hay amor más grande que el que da la vida". ¿Podrá llegarse a entregar la vida, si no se entregan los deseos más pequeños, los gustos más insignificantes, las comodidades más superficiales? La respuesta es clara: No. Es muy difícil dar un gran "si", si no se ha construido a diario con los pequeños "si", una vida de generosidad y abnegación. La entrega total del corazón La mayor renuncia es la entrega total del corazón, de la voluntad, de los deseos, de los planes, de la vida... ¿De que sirve ayunar si no se entrega el corazón? El ayuno debe llevarnos a la pobreza interior: la conversión del corazón. El espíritu de penitencia es más que decir: "te doy esto o aquello". Es más bien entregarlo todo voluntariamente. "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida… nadie me la quita, yo la doy voluntariamente" Cf.Juan 10,17-18. La penitencia promueve el desprendimiento, y este purifica y facilita el espíritu de penitencia.

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Sacramento de Reconciliación Un Dios que siempre perdona: El Sacramento de la Reconciliación.

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l Sacramento de la Reconciliación, al que también se le llama penitencia o Confesión, es uno de los regalos más valiosos que Dios ofrece a sus hijos, para reconciliarlos consigo mismo y devolverles la gracia que han perdido. Fue el mismo Jesucristo el que, al instituir el Sacramento de la Reconciliación, dispuso este medio para restablecer nuestra amistad con el Padre y así ayudarnos de una manera particular en la vigilancia de los actos de nuestra vida diaria. Solo Dios perdona los pecados. El sacerdote lo hace porque Dios se lo ha confiado y es en nombre suyo que lo hace. Entonces, en realidad, al decirle los pecados al sacerdote, se los estamos diciendo al propio Cristo. ¡Qué misterio! El mismo Evangelio dice: “El Hijo del hom­bre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados” (Marcos 2,10) y ejerce este poder cuando dice: “Hijo mío, tus pecados quedan perdonados” (Marcos 2,5). Esta es la misma autoridad de la que gozan los sacer-dotes al perdonar los pecados del pueblo.

agradamos a Dios durante el día y los momentos en los que le hemos ofendido; así como las veces en las que hemos dado testimonio de nuestro compromiso con Él y aquellas en las que nos ha vencido la tentación. Este es el mismo examen que se hace antes de la Confesión, solo que en este caso hay que revisar la vida desde la última Confesión hasta el presente. La Confesión no tiene efecto si no hay un buen examen de conciencia, a partir del cual se toma conciencia de los pecados cometidos.

No es este un acto piadoso reservado para aquellos que no tienen otra cosa que hacer. La frecuencia a la Confesión indica que reconocemos la necesidad que tenemos de Dios para purificar nuestra alma y de la gracia necesaria para evitar las ocasiones de pecado. Al contrario, no confesarse muestra soberbia y arruina la vida espiritual.

Una de las ventajas de la Confesión frecuente es evitar el olvido de los pecados. Si una persona se confiesa cada año, seguramente habrá muchos pecados olvidados, porque será imposible guardar un recuerdo preciso de todo lo cometido en un año. Claro está que Dios perdona todos los pecados, incluso los olvidados, pero que no sea por pereza nuestra que los hayamos olvidado, por haber dejado pasar mucho Nuestra vida de bautizados debe crecer en actos de continua tiempo después de la última Confesión. conver-sión; de cambio permanente para conquistar el cielo que nos espera. Y esta conversión debe concretarse en los Es preciso para ello pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a asuntos de la vida diaria: también en la frecuencia al tener una conciencia delicada de lo que estamos Sacramento de la Confesión. examinando, para procurar un alma más sensible, recta y pura. El confesarse no es tarea fácil, sobre todo cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad al mismo pecado y la misma Contrición del corazón. Dice el Concilio de Trento que la vergüenza humana de tener que “decirle” los pecados al contrición es “un dolor del alma y una detestación del confesor. Pero esto no se com-ara al mar de gracias que se pecado cometido con la resolución de no volver a reciben cuando el sacerdote dice las palabras de absolución: pecar” (DS, 1676). El examen de conciencia no nos puede “Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y dejar indiferentes. No es solo cuestión de reconocer las faltas, del Hijo y del Espíritu Santo.” sino de sentir dolor por los pecados, porque con ellos ofendemos a Dios y le damos la espalda. Examen de conciencia. El examen de conciencia ha sido una práctica recomendada por la Iglesia desde la La contrición del corazón es dolor y “toma de conciencia” del antigüedad. De hecho, este examen está incluido en las mal que hemos hecho; es un movimiento del alma, que oraciones oficiales de la Iglesia, al final de cada día, cuando reconoce la maldad que se ha cometido y lleva al se rezan las completas. Es un examen profundo que revisa los arrepen-timiento. En este sentido, existen tres clases de actos personales, reconociendo todas las veces en las que contrición o arrepentimiento:

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Sacramento de Reconciliación La contrición perfecta, aquella tristeza o pesar por haber ofendido a Dios por ser Él quien es, infinitamente bueno y digno de ser amado. Esta contrición obtiene el perdón de los pecados veniales y también el de los mortales, si comprende la firme resolución de recurrir a la Confesión sacramental. La contrición imperfecta, también llamada atrición. Es una tristeza de haber ofendido a Dios, pero solo por la fealdad o repugnancia del pecado cometido o por temor a los castigos merecidos por haber ofen-dido a Dios. Y el remordimiento, es decir, el disgusto por haber hecho algo malo que no quisiéramos haber hecho. No es la tristeza de ofender a Dios, sino de haber hecho algo que no hubiéramos querido hacer. Confesión de los pecados. ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste? pregunta el sacerdote al penitente. Al parecer el Sacramento de la Confesión está en crisis, no solamente porque nos cuesta reconocer los propios errores, sino porque confiamos poco en Dios. Nos hemos vuelto autosuficientes a tal punto que, en muchos casos, nos inventa-mos las maneras de justificar nuestro pecado. El mismo Papa Juan Pablo II afirma: “Al hombre contemporáneo parece que le cuesta más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir ‘me arrepiento’ o ‘lo siento’; parece recha­ zar instintivamente y con frecuencia irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio aceptado y practicado para la correc­ción del pecado” ( Reconciliatio et paenitentia 26).

En la Confesión, hay que confesar todos los pecados graves y, aunque no es obligatorio, es siempre provechoso confesar también los pecados veniales, para ir fomentando una mejor y más delicada conciencia. A la Confesión pueden acceder todos los católicos bautizados y arrepentidos, con el propósito firme de no volver a pecar. Una persona que vive en una condición de pecado o de irregularidad moral pública, lamentablemente no puede valerse del Sacramento de la Confesión ni acceder a la Sagrada Comunión hasta que no regularice su situación. Propósito de enmienda. Dios es un Padre de amor. Es a Él a quien ofendemos cuando pecamos. La Confesión de los pecados es la firme resolución de no ofender más a Dios. Esto hay que hacerlo antes de confesarse. Luego el mismo Jesús nos dirá: “Vete y no peques más” (Juan 8,11), es nuestro “volver a Dios” para quedarnos con Él. Claro está que la confesión no sería válida si no tuviéramos esté propósito. Es nuestro corte definitivo con el pecado de una vez para siempre.

Esto no significa que el pecador no vaya a pecar nunca más en su vida, pero sí que está resuelto a evitar, en la medida de todas sus posibilidades, toda ocasión que pueda hacerle ofender a Dios. Pero es más que eso. No es solo no ofender a Dios, sino tomar la decisión de amar a Dios cada vez más; de aprovechar cada ocasión para morir a nosotros mismos y a El Catecismo de la Iglesia Católica dice que “la Confesión de nues-tros deseos, para demostrarle al Señor nuestro decidido los pecados, incluso desde el punto de vista simplemente amor. humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la Confesión, el hombre se enfrenta a los pecados Cumplir la penitencia. La Confesión es como ir al médico. de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por Al final de la consulta, el doctor nos recomienda una ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia medicina. Claro que la penitencia no es exactamente igual a con el fin de hacer posible un nuevo futuro (CIC 1455). la medicina, pero es parecida. Si no se cumple la penitencia, no quedamos sanados de los pecados. La penitencia es una La Confesión libera. Muchos penitentes dicen: “Me siento manera de “satisfacer” a Dios por el mal que hemos hecho. como nuevo después que me confesé.” Es una liberación La penitencia la impone el sacerdote y puede consistir en espiritual y también psicológica. En la Confesión, es la gracia rezar una o varias oraciones, hacer una obra de caridad, de Dios la que actúa. El “decir los pecados”, aunque sea difí­ restituir el mal causado, pedir perdón, etc. cil, aunque cause vergüenza, aunque signifique una humillación personal, es el ejercicio instituido por Jesucristo El fin y el efecto de este sacramento es la reconciliación con para perdonarnos de los pecados cometidos. Dios, además que nos ofrece las gracias necesarias para no pecar más. Es un sacramento muy valioso para cultivar un La Confesión debe ser sincera y verdadera (no debo ocultar corazón puro y dedicado a Cristo. Es allí donde nos nada de todos los pecados que recuerdo, por muy feos que encontramos con el Señor, que nos espera para unirnos más sean), completa (hay que confesar todos los pecados que se fuertemente a su corazón, para disponernos a dar testimonio recuerden en ese momento; por eso es conveniente hacer un de su amor. buen examen de conciencia), sencilla y humilde (con pocas palabras y sin rodeos), discreta y prudente (sin acusar a Aprovechemos de beneficiar-nos de los regalos de Dios, sobre nadie ni confesar los pecados de otros). Omitir volunta- todo de este don particular que nos reconcilia con los deseos riamente un pecado grave hace más grave el pecado. En el de su corazón. Luchemos por alcanzar el cielo, donde Él nos caso de que se olvide un pecado, se debe confesar en la espera. Confesión siguiente.

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8 de marzo, Día de la Mujer

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n este Día de la Mujer, más allá de connotaciones sociales o políticas, encomendamos a nuestras madres, hermanas, hijas, abuelas, parientes y amigas a la Virgen María, para que ella sea su modelo de vida y bajo su amparo alcancen la felicidad.

“La mujer es la compañera del hombre, dotada con la misma capacidad mental... Si por fuerza se entiende poder moral, entonces la mujer es infinitamente superior al hombre... Si la no violencia es la ley de nuestro ser, el futuro está con las mujeres…”

Mahatma Gandhi

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La Voz del Papa Hagamos el bien, no una santidad fingida, invitó el Papa Francisco

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i aprendemos a ‘hacer el bien’, Dios ‘perdona generosamente’ todo pecado. Lo que no perdona es la hipocresía, la ‘santidad fingida’. Son palabras del Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina, en la capilla de la Casa de Santa Marta. Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia Los santos fingidos, que ante el Cielo se preocupan más por aparentarlo, que por serlo de verdad, y los pecadores santificados, que más allá del mal hecho, han aprendido a ‘hacer’ un bien más grande. Nunca hubo ninguna duda sobre a quién de ellos prefiere Dios, afirmó el obispo de Roma, centrando su meditación sobre estas dos categorías. Tras señalar que las palabras de la lectura de Isaías son un imperativo y al mismo tiempo una ‘invitación’, que viene directamente de Dios: ¡dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien’, defendiendo a los huérfanos y a las viudas, es decir – subrayó el Papa Francisco – ‘aquellos que nadie recuerda’ entre los cuales están también ‘los ancianos abandonados, los niños que no van a la escuela’ y los que ‘no saben hacerse la señal de la Cruz’. Detrás del imperativo y de la invitación está siempre la invitación a la conversión: «Pero ¿cómo puedo convertirme? ¡Aprendan a hacer el bien! La conversión. La suciedad del corazón no se quita como se quita una mancha: vamos a la tintorería y salimos limpios… Se quita con el ‘hacer’, tomando un camino distinto, otro camino que no sea el del mal. ¡Aprendan a hacer el bien! Es decir el camino del hacer el bien. Y ¿cómo hago el bien? ¡Es simple! ‘Busquen la justicia, socorran al oprimido, brinden justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda’. Recordemos que en Israel los más pobres y los más necesitados eran los huérfanos y las viudas: hagan justicia, vayan donde están las llagas de la humanidad, donde hay tanto dolor… De este modo, haciendo el bien, lavarás tu corazón». El Señor exagera: ¡pero es la verdad! El Señor nos da el don de su perdón Y la promesa de un corazón lavado, es decir perdonado, viene del mismo Dios, que no lleva la cuenta de los pecados ante quien ama al prójimo: «Si haces esto, si vienes por este camino, al que te invito – nos dice el Señor – ‘aunque sus pecados fueran color escarlata, ustedes se volverán blancos como la nieve’. Es una exageración, el Señor exagera: ¡pero es la verdad! El Señor nos da el don de su perdón. El Señor perdona generosamente. Pero, yo perdono hasta aquí, después veremos… ¡No, no! ¡El Señor perdona siempre todo! ¡Todo! Pero, si quieres ser perdonado, debes empezar por el camino del hacer el bien. ¡Éste es el don!» Jesús prefería mil veces a los pecadores, que decían la verdad sobre sí mismos, antes que a los hipócritas El Evangelio del día presenta al grupo de los astutos, los que ‘dicen cosas justas, pero hacen lo contrario’, señaló el Santo Padre, añadiendo que ‘todos somos astutos y siempre encontramos un camino que no es el justo, para parecer más justos de lo que somos, es el camino de la hipocresía’: «Estos fingen que se convierten, pero su corazón es una mentira: ¡son mentirosos! Es una mentira…Su corazón no pertenece al Señor; pertenece al padre de todas las mentiras, a satanás. Y ésta es una santidad fingida. Jesús prefería mil veces a los pecadores, antes que a ellos. ¿Por qué? Los pecadores decían la verdad sobre ellos mismos. ¡Aléjate de mí Señor que soy un pecador!’: lo dijo Pedro, una vez. ¡Pero uno de ellos nunca dice esto! ‘Te agradezco Señor, porque no soy pecador, porque soy justo’… En la segunda semana de Cuaresma hay estas tres palabras para pensar, meditar: la invitación a la conversión, el don que nos dará el Señor – es decir un don grande, un perdón grande, y la trampa. Es decir fingir que nos convertimos, pero tomar el camino de la hipocresía».

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Actualidad Familiar No hay mayor ciego que aquel que no quiere ver

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sta expresión, sobradamente conocida, me resulta útil para profundizar en una reflexión que me estoy realizando estos días y que quiero compartir: la palabra de Jesús ¿está viva en nosotros o por el contrario, no nos dice nada nuevo cuando la escuchamos? Jesús hablaba a las personas que se le acercaban a Él, unas veces se le presentaban por necesidad, otras por interés y otras por maldad, pero a nadie le dejaba indiferente. Para algunos, sus palabras eran camino de salvación en sus vidas, al reconocerse pecadores y reconocerle como el enviado, el Hijo de Dios vivo, para otros, les remordía la conciencia al verse pecadores y no querer cambiar ni aceptarlo…, Jesús no les dejaba a nadie vacío en su interior, les hacía interpelarse ante El. ¿Y nosotros? ¿Nos deja indiferente su palabra? Les hablaba en parábolas, exponiéndoles conceptos de Dios Padre muy profundos y comparándolos con ideas familiares que todos podían reconocer, pero no todos entender, cumpliéndose así lo que dijo el profeta “…porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden…” tal y como pasa hoy, actualmente cuando muchos escuchamos la palabra de Jesús y no nos cambia, no se hace carne en nosotros. Es esa disposición del corazón, un corazón preparado, deseoso de conocer la verdad, esperanzado en la búsqueda, abierto a Dios… el que se realiza en plenitud al oír su palabra, la hace meditar en su interior, la comparte con los demás, haciendo así no sólo carne dentro de cada uno, sino luz para otros muchos que la escuchan, llegando a ser una nueva fuente de agua viva… Jesús nos llama incesantemente, continuamente, a los desesperanzados, a los que sufren, a los que tienen necesidad… para que Él nos cure, para que en Él aprendamos a vivir con esperanza, a saber llevar cada uno su carga, como El llevó la de nuestros pecados siendo el cordero de Dios, a no renunciar, a caer y levantase, como Él hizo en el camino del calvario, … para que así a imitación suya, poder completar el proyecto de Dios con cada uno de nosotros y llevarnos de vuelta a la casa del Padre. ¿Qué nos hace reconocer a Cristo como el único camino de salvación?... “he guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido…” dice Jesús, refiriéndose a los discípulos, a los que había sido enviado por Dios Padre… Dios nos presenta y nos invita a conocer a su Hijo para nuestra salvación… pero somos nosotros los que debemos pedirle a Dios que nos ayude a encontrar a su Hijo, que nos dé un corazón deseoso de encontrarlo, necesitado de Él, para que nuestra alma, que gime con una voz inefable a Dios, encuentre la respuesta amorosa en Dios para presentarlo ante nosotros. Todos somos como el ciego que Jesús curó: no vemos la realidad de nuestras vidas, el proyecto de vida y amor que Dios tiene para cada uno de nosotros y que debemos encontrarlo, para no solo ser felices ya aquí en la Tierra, sino para nuestra salvación y la de nuestros semejantes. A veces, es tan sencillo como pedírselo de verdad a Dios Padre,… ¿se lo pedimos realmente? Otras veces preferimos continuar como estamos y acudir a Jesús cuando le necesitamos, cuando tenemos “un interés”, no queriendo crecer en nuestro camino hacia el Padre que Él nos enseña y nos limpia de nuestros pecados y a veces, sencillamente queremos continuar obstinadamente nuestra ceguera, no buscar nada en El, sino en lo que nos ofrecen los placeres de la Tierra, sabiendo que estos son efímeros y nunca nos llenan, … porque queremos seguir siendo ciegos, para que Jesús no nos cure, no nos lleve al Padre y no encontremos nuestra salvación. Por eso, el dicho conocido se hace realidad en nuestros días:” no es más ciego el que no ve, sino aquel que no quiere ver…” Autor: Eduardo Jiménez Becerro

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Gotitas de Fe Una Iglesia de santos y pecadores

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n la misma Biblia se habla de la Iglesia como de un campo, donde crece trigo y hierba mala (San Mt 13,24-30). En la primitiva comunidad cristiana, guiada por los mismos apóstoles, había muchos problemas e infidelidades, con casos de mentira (Ananías y Safira: Hech 5,1-11),de inmoralidad sexual (ICor 5), de inconformidades y chismes, por lo cual los apóstoles tuvieron que establecer los diáconos (Hech 6,1-7), de envidias (1Cor 3,1-4), etc. Entre los mismos apóstoles, ¿no hubo un Judas que traiciono a Jesús y llego a ahorcarse por soberbia? ¿No hubo un Pedro que negó a Jesús por miedo y después se arrepintió, quedando como jefe al frente del grupo de los apóstoles y de todo el rebaño de Cristo? (San Jn 21,15-17). ¿Por qué, entonces, tenemos que extrañarnos, si en la Iglesia de Cristo de ahora y de todos los tiempos encontramos buenos y malos, santos y pecadores, en todos los niveles? ¿Acaso en el Antiguo Pueblo de Dios hubo puros santos? El fariseo y el publicano El pretender una Iglesia de puros santos es una grave tentación que ha dado origen a muchas sectas, que después se llenaron de pecado y llegaron a desintegrarse. En efecto, ¿dónde están ahora las innumerables sectas que se formaron durante el primer milenio de la Iglesia? Todas desaparecieron. A este propósito es oportuno recordar la parábola del fariseo y el publicano (San Lc 18,9-14). Hay que desconfiar mucho de los que pretenden ser santos como el fariseo y desprecian la Iglesia Católica, porque en su seno hay pecadores. Acordémonos de que el pecado más grave no es la borrachera o la prostitución, sino el orgullo, el sentirse bueno y despreciar a los demás. Y éste fue el pecado de los fariseos, aferrados a su cumplimiento de la Ley y cerrados a la verdad, por lo cual no reconocieron al Mesías. El ejemplo de la familia Además la Iglesia es como una familia. Y como en cada familia, hay de todo: hermanos que se portan bien y hermanos que se portan mal. Hasta los mismos papás pueden tener defectos. Pues bien ¿Qué pensarías de un hermano que dijera; "Puesto que en mi hogar hay muchos problemas, me voy a vivir en la casa del vecino, donde hay pura paz y tranquilidad". Sin duda no estarías de acuerdo con su actuación. En efecto, en lugar de ayudar a resolver los problemas de su familia, con su decisión los aumentaría más. Y es lo que está pasando con muchos católicos. En lugar de ayudar a resolver los problemas que existen dentro de la Iglesia, la abandonan y después hacen todo lo posible para seguir sacando a otros. Y esto está muy mal. Así que nunca se te ocurra a ti hacer algo parecido, y si ya lo hiciste por ignorancia, orgullo o malos consejos que te dieron, arrepiéntete de una vez y regresa a la única Iglesia que fundó Cristo personalmente cuando vivió en este mundo y que nunca se acabará. Acuérdate: "Cometer errores es humano; perseverar en ellos es diabólico".

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Luz para la Familia El desprendimiento: la dicha de andar "ligero de equipaje"

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l dinero es buen servidor pero mal amo, dice el refrán, pues en ocasiones puede despertar apegos. El desprendimiento es por consiguiente, el antídoto contra la fijación extrema a los bienes, es el camino para librarse de dichas ataduras y vivir de forma plena y libre, además nos aparta de la avaricia. El valor del desprendimiento consiste en utilizar correctamente los recursos sin apegarse a éstos e invita a poner los bienes propios al servicio de los demás. El desprendimiento ayuda al ser humano a superar el egoísmo y a salir de la esfera de cristal que ocasiona la indiferencia. Es un valor que promete paz interior, lo que hace vivir en un estado apacible sin basar la propia felicidad en lo que se tiene o no se tiene: “el valor del desprendimiento nos enseña a poner el corazón en las personas, y no en las cosas.” Adicional a esto, el desprendimiento permite ver las penurias de los otros y provee la sensibilidad para reconocer que siempre habrá alguien con más carencias, no necesariamente materiales. “El desprendimiento no se enfoca únicamente en objetos, sino que abarca incluso recursos que no se pueden tocar, como conocimientos, cualidades y habilidades que muchas veces nos cuesta trabajo poner a disposición de las personas, porque toca nuestro descanso, gustos, preferencias y comodidades. Esta actitud de vida nos exige una revisión constante para dejar de ser el centro de nuestras atenciones y poner a los demás en él.” Escribe el Padre Hugo Tagle en Catholic.net. Es aquí donde decimos que este valor se ocupa de demoler el individualismo en la humanidad. Desde luego es necesario el sustento económico para sacar adelante la familia, para trabajar con eficacia, para llevar una vida digna y construir un futuro estable. La dificultad surge cuando se hace del dinero y de las cosas que se poseen, un ídolo a quien adorar. ¿Cuánto se necesita para vivir? En realidad se necesita de poca cosa para vivir, pero el mundo cada vez nos entrega más y más, instaurando dependencias que subyugan al hombre. “En ocasiones vivimos y trabajamos sin descanso para poseer aquello que tanto nos ilusiona (autos, joyas, ropa, aparatos, etc.) y nuestra vida se mueve a ese compás, sin embargo, si no tenemos cuidado, puede llegar el momento en que a pesar de la insatisfacción que nos produce llenarnos de cosas, pretendemos que éstas llenen un vacío interior.” *Encuentra.com Asimismo, el autor citado con anterioridad añade: “Al observar tantas cosas que nos ofrece el mundo, notamos que somos felices sin muchas de ellas. No se trata de despreciar las bondades y maravillas del progreso, sino de ubicarlas en su justo contexto, para no esclavizarse a ellas. Una revisión constante de nuestras prioridades a la luz del valor del desprendimiento, nos regalará una idea de cuán libres somos ante nuestros bienes y recursos evitando los apegos.”

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Luz para la Familia Cómo vivir el desprendimiento

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l desprendimiento –como todos los propósitos en la vida- es una decisión que se origina en el propio ser. Las siguientes son algunas ideas, aunque hay muchas otras que seguramente partirán del ingenio de quien quiera vivir este valor:  La caridad empieza por casa. Alrededor nuestro suelen haber personas que necesitan algo de nosotros (consejo, compañía, protección, afecto, esparcimiento, colaboración, ayuda material, alimento…) y tal vez han pasado desapercibidas a lo largo del tiempo.  No comprar por comprar, ni acumular bienes sin sentido. Un buen ejercicio, es inspeccionar en casa qué no necesitamos y a quién le podrían convenir esos objetos.  La donación de tiempo y esfuerzo es igual o tal vez más valiosa que la monetaria. Ser voluntario en una entidad sin fines de lucro o institución que persiga un propósito social, es una forma estupenda de vivir el desprendimiento.  Brindar una ayuda económica, según las posibilidades de cada uno, es otra opción que siempre caerá bien tanto a quien lo ofrece como a quien lo recibe.  Transmitir a otros nuestro conocimiento, de forma que en un futuro, sean autónomos y puedan realizarlo sin nuestra ayuda.  Regalar o donar un bien al que se sienta que se ha apegado.  Procurar decir más veces "sí” cuando le pidan algo prestado sin poner pretextos de por medio. El desprendimiento es una actitud que enriquece, al contrario que apegarse al dinero y a las riquezas, que desola el corazón del hombre” *Del libro "El desprendimiento de la riqueza" de Mario Pérez Luque.

Catecismo

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"Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación" (LG 8; cf UR 3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación: La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo (SPF 19).

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Rincón de la Salud Importancia del ejercicio en la niñez

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uchos niños simplemente no se sienten atraídos por ningún deporte y prefieren pasar horas frente a la televisión, la computadora o con los videojuegos. En este artículo te damos algunas ideas para que tus hijos cambien de actitud y se interesen por la actividad física. Recuerda que el ejercicio es importantísimo a la hora de combatir la epidemia de obesidad infantil y para estar sanos. Aunque hace poco se terminó el Campeonato Mundial de Fútbol, muchos niños, jóvenes y adultos mantienen todavía la fiebre futbolística. Algunos siguen paso a paso los movimientos de sus jugadores y de sus equipos favoritos. Otros, practican con sus amigos las jugadas que ven en la televisión y se ingenian nuevas formas de hacer ejercicio y divertirse. A los que no les gusta el fútbol, se apasionan por las temporadas de baloncesto o béisbol. Otros, en cambio, ¿Cómo puedes hacer que tus hijos se sientan motivados para practican la natación aprovechando la temporada de hacer ejercicio? Antes que nada, ¡no los obligues! El ejercicio verano. Pero, lamentablemente, esta afición por el deporte debe ser algo divertido y no una carga. Mejor, intenta no se presenta en todos los niños. proponerles otras actividades físicas que pueden ayudarlos a mantenerse en forma y que no necesariamente son los deportes tradicionales: escalar rocas, montar bicicleta, Puede ser que rechacen por completo la idea de hacer patinar, andar en patineta o bailar. Otras actividades como ejercicio porque están en sobrepeso y les da vergüenza. las artes marciales o los ejercicios aeróbicos en el agua También puede suceder que tengan problemas de también pueden llamarles la atención. coordinación o de autoestima y no quieran exponerse ante los demás porque temen que sus compañeros se burlen de ellos. Sin embargo, con la epidemia de obesidad infantil que Busca actividades en donde puedas reemplazar el uso del se está generando en nuestro país y en muchos países auto por una divertida caminata con tus hijos. Tal vez latinoamericanos, es muy importante que tus hijos incluyan tengas la posibilidad de ir caminando al supermercado, a la la actividad física en su rutina para poder mantener un peso tienda, a la escuela o al parque, o simplemente salir a sano. caminar con el perro. Pídeles a tus hijos que te acompañen. Organiza actividades al aire libre e invita a sus amigos. ¿Qué tal un día de campo jugando a la pelota, utiliza disco ¿Por qué es importante el ejercicio en los niños? volador en la playa o subir una montaña? Participa con  Fortalece los músculos y los huesos de todo el cuerpo, ellos. Si ellos ven que tú estás motivado(a) para hacer ejercicio y no llevas una vida sedentaria, de seguro querrán incluyendo un músculo muy importante: el corazón. seguir tu ejemplo. Habla con los niños acerca de los  Ayuda a obtener mayor flexibilidad y equilibrio. beneficios del ejercicio regular para su salud ahora y a largo plazo. Explícales que ser gorditos no es estar sanos y que la  Aumenta su autoestima obesidad es un problema real.  Los ayuda a mantener un peso sano, es decir, evitar la obesidad Recuérdales que todos los músculos de su cuerpo están ahí  Ayuda a su salud mental y emocional para moverse. El tiempo frente a la televisión y con los videojuegos debe ser limitado y sólo contribuye a que suba  Mejora du desempeño escolar de peso y a que aumente su riesgo de enfermarse. Si  Contribuye a su desarrollo social: al ser parte de un necesitas ayuda para motivar a tu hijo(a) para hacer grupo o al tener metas personales, su capacidad de ejercicio, consulta con tu médico o con sus maestros en la escuela. Entre todos pueden encontrar la forma de motivarlo relacionarse con los demás, mejora. (a) y así evitar que sufra de obesidad.

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Consejos para el Hogar ¡Elige la mascota ideal para tu casa!

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as mascotas se convierten en un miembro más de una familia, no obstante hay tener en cuenta las posibilidades de tu hogar y las necesidades que posee tu nuevo mejor amigo. Toma nota de estos consejos. Lo primero que tienes que pensar es en tu disponibilidad, es decir, en el tiempo libre para poder dedicar la atención y los cuidados que necesita tu mascota. Está claro que no es lo mismo tener un perro que un hámster o un gato. A la hora de valorar esto piensa también en tu estilo de vida, vacaciones, fines de semana, así como tener en cuenta tus necesidades o las de tu familia, es decir, si necesitáis una mascota para la relajación o todo lo contrario, una animal de compañía para activaros o animaros. El espacio de tu hogar también es un factor a tener en cuenta a la hora de elegir la mascota ideal para ti. Los animales necesitan espacio suficiente para comer, jugar, dormir… en definitiva un hábitat adecuado a sus necesidades y características para que pueda ser feliz. Otro factor a tener cuenta son los costes que implican tener en casa una mascota. No todas implican los mismos gastos, por eso te aconsejamos que estudies bien tu presupuesto para hacer frente a la alimentación del animal, veterinario, complementos, etc. En este sentido, puedes optar por buscar la opinión de un profesional experto para recabar toda la información que necesitas con respecto a tu mascota. Ya sabes que elijas la mascota que elijas, una mascota implica una responsabilidad que puede beneficiar mucho a la familia, sobre todo a la educación de los más pequeños de la casa. Lo más importante es que la mascota cuenta con el cariño y la atención de todos los miembros de un hogar para que pueda vivir con alegría en este hábitat.

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Pr贸ximas Actividades

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