Revista Edificando Familias - Edición 95

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EDITORIAL Celebremos la Pascua en el año de la Misericordia La Semana Santa culmina en la celebración gozosa del misterio pascual de la muerte y de la resurrección del Señor. Ambos aspectos de la Pascua, son inseparables, pero tenemos la tendencia a destacar mucho más el aspecto de la pasión que el de la gloria. Algo parecido sucede con nuestra referencia a la misericordia divina: nos fijamos más en la dimensión, ciertamente fundamental, de la compasión y del perdón pero no siempre tenemos en cuenta que el fruto de la acción misericordiosa de Dios es, ante todo, la transformación del corazón del hombre, acontecimiento que es como una resurrección anticipada. Lo dice el Señor en la parábola del hijo pródigo: “Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela… celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado” (Lc 15,22-24). San Juan Pablo II dejó escrito en su célebre encíclica “Dives in misericordia” (30-11-1980): “El misterio pascual es el culmen de la revelación y actuación de la misericordia que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio” (n. 7). Por eso el acontecimiento que se revela en la cruz y se derrama sobre la humanidad en la resurrección es la expresión cumbre de ese amor de Dios y, por tanto, de su misericordia. “¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es en cierto sentido la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica?”, se preguntaba también el papa. Y respondía: “Y sin embargo ésta no es aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en aquella alborada, cuando “Demos gracias al las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al sepulcro de Cristo Señor porque es crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera: «Ha bueno, porque es resucitado» (ib.).

eterna su misericordia”

La Pascua, que integra necesariamente la cruz y la hace resplandecer como el gran signo de la victoria sobre el pecado y sus consecuencias, pone de manifiesto de manera gozosa y definitiva la prueba de la infinita misericordia de Dios revelada en la entrega de su Hijo a la muerte para que tengamos la vida eterna al creer en Él (cf. Jn 3,16) y al proclamarlo resucitado de entre los muertos (cf. Rm 10,9). Esta expresión, “resucitado de entre los muertos”, que aparece tantas veces en el Nuevo Testamento (cf. Rm 6,9; 2 Tm 2,8), sintetiza todos estos aspectos y nos invita a celebrar la cincuentena pascual como el gran día que hizo el Señor que culmina en Pentecostés, 50 días que llamamos tiempo pascual, es el tiempo símbolo y profecía de la eternidad.

Demos gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia, como lo sugiere el Salmo 117, tan significativo en este tiempo litúrgico. Este salmo, dice el papa Francisco, cantado por Jesús y sus discípulos al final de la última cena (cf. Jn 26,30), nos sitúa en el horizonte mismo de la misericordia divina en el que nuestro Señor vivió su pasión y muerte, consciente del gran misterio del amor de Dios (cf. Misericordiae Vultus, 7). Felices Pascuas de Resurrección.


SIGNIFICADO DEL TIEMPO PASCUAL La Pascua es la más antigua y la más grande de las fiestas cristianas; más importante incluso que Navidad. Su celebración en la vigilia pascual constituye el corazón del año litúrgico. Dicha celebración, precedida por los 40 días de Cuaresma, se prolonga a lo largo de todo el período de 50 días que llamamos tiempo pascual. Esta es la gran época de gozo, que culmina en la fiesta de Pentecostés, que completa nuestras celebraciones

pascuales, lo mismo que la primera fiesta de Pentecostés fue la culminación y plenitud de la obra redentora de Cristo. El calendario romano general proporciona una clave para la comprensión de esta época en su sección sobre el tiempo pascual. Los 50 días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y

exultación, como si se tratara de un solo y único día festivo; más aun, como un gran domingo. Estos son los días en los que principalmente se canta el Aleluya . Es una descripción muy significativa. Demuestra claramente que hoy la Iglesia interpreta la Pascua y sus resultados exactamente en el mismo sentido que lo hacía la Iglesia de la antigüedad. En esta interpretación de la Pascua, el nuevo calendario es todavía más tradicional que el anterior. Antes de la reforma del calendario y del misal, el tiempo de pascua era presentado como apéndice de la pascua más que como parte intrínseca de la misma

celebración pascual y su continuación durante todo el período de cuarenta días. Los domingos que seguían se llamaban domingos después de pascua, y no domingos de Pascua, como se los designa

La Pascua es la más antigua y la más grande de las fiestas cristianas

actualmente. Era realmente un tiempo de carácter jubiloso y festivo; pero no se lo podría definir como una celebración ininterrumpida del día mismo de Pascua. Este período pertenece a la parte más antigua del año litúrgico, que, en su forma primitiva (siglo III), constaba simplemente del domingo, el triduo pascual y los 50 días que

seguían al domingo de Pascua, llamados entonces Pentecostés o Santo Pentecostés. El nombre no se refería, como ahora, a un día concreto, sino a todo el período.

Pentecostés era una larga y gozosa celebración de la fiesta de pascua. Todo el período era como un domingo, y para la Iglesia primitiva el domingo era sencillamente la pascua semanal. Los 50 días se consideraban como un solo día, e incluso se los designaba con el nombre de "el gran domingo" (magna dominica). Cada día tenía las características de un domingo; se excluía el ayuno, estaba prohibido arrodillarse: los fieles oraban de

pie como signo de la Resurrección, y se cantaba repetidamente el Aleluya, como en pascua. En cierta manera hemos de recuperar el espíritu del antiguo Pentecostés y el sentido de celebración, que no se conforma con un día, ni siquiera con una octava, para celebrar la Pascua, sino que requiere todo un período de tiempo. Hemos de verlo como un todo unificado que, partiendo del domingo de Pascua, se extiende hasta la vigilia del quincuagésimo día; una época que San Atanasio designa como la más gozosa (laetissimum spatium).


LA VOZ DEL PAPA CATEQUESIS DEL PAPA SOBRE LA MISERICORDIA DE DIOS EN EL NUEVO TESTAMENTO Vaticano, 6 de abril de 2016 Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Después de haber reflexionado sobre la misericordia de Dios en el Antiguo Testamento, hoy iniciamos a meditar sobre como Jesús mismo lo ha llevado a su pleno cumplimiento. Una misericordia que Él ha expresado, realizado y comunicado siempre, en cada momento de su vida terrena. Encontrando a la gente, anunciando el Evangelio, curando a los enfermos, acercándose a los últimos, perdonando a los pecadores, Jesús hace visible un amor abierto a todos: ¡ninguno está excluido! Abierto a todos sin límites. Un amor puro, gratuito, absoluto. Un amor que alcanza su culmen en el Sacrificio de la Cruz. ¡Sí, el Evangelio es de verdad el “Evangelio de la Misericordia”, porque Jesús es la Misericordia! Los cuatro Evangelios afirman que Jesús, antes de iniciar su ministerio, quiso recibir el bautismo de Juan Bautista. Este acontecimiento imprime una orientación decisiva en toda la misión de Cristo. De hecho, Él no se ha presentado al mundo en el esplendor del templo: podía hacerlo, ¿eh? No se ha hecho anunciar al son de trompetas: podía hacerlo. Ni mucho menos ha venido en las vestiduras de un juez: podía hacerlo. En cambio, después de treinta años de vida oculta en Nazaret, Jesús se acercó al río Jordán, junto a tanta gente de su pueblo, y se puso en la fila con los pecadores. No ha tenido vergüenza: estaba ahí con todos, con los pecadores, para hacerse bautizar. Por lo tanto, desde el inicio de su ministerio, Él se ha manifestado como Mesías que asume la condición humana, movido por la solidaridad y la compasión. Como Él mismo afirma en la sinagoga de Nazaret identificándose con la profecía de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Todo lo que Jesús ha realizado después del bautismo ha sido la realización del programa inicial: traer a todos el amor de Dios que salva. Jesús no ha traído el odio, no ha traído la enemistad: ¡nos ha traído el amor! ¡Un amor grande, un corazón abierto a todos, a todos nosotros! ¡Un amor que salva! Él se ha hecho prójimo con los últimos, comunicando a ellos la misericordia de Dios que es perdón, alegría y vida nueva. ¡El Hijo enviado por el Padre, Jesús, es realmente el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad! Todos aquellos que estaban presentes en la orilla del Jordán no entendieron enseguida el significado del gesto de Jesús. El mismo Juan el Bautista se sorprendió de su decisión. ¡Pero el Padre celeste no! Él hizo oír su voz desde lo alto: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección». De este modo el Padre confirma el camino que el Hijo ha iniciado como Mesías, mientras desciende sobre Él como una paloma el Espíritu Santo. Así el corazón de Jesús late, por así decir, al unísono con el corazón del Padre y del Espíritu, mostrando a todos los hombres que la salvación es el fruto de la misericordia de Dios. Podemos contemplar todavía más claramente el gran misterio de este amor dirigiendo la mirada a Jesús crucificado. Mientras está por morir inocente por nosotros pecadores, Él suplica al padre: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Es en la cruz que Jesús presenta a la misericordia del Padre el pecado del mundo: ¡el pecado de todos! Mis pecados, tus pecados, los pecados. Es ahí, en la cruz, que Él los presenta. Y con ella todos nuestros pecados son borrados. Nada ni nadie queda excluido de esta oración sacrificial de Jesús. Esto significa que no debemos temer en reconocernos y confesarnos pecadores. Pero, cuantas veces nosotros decimos: “Éste es un pecador, éste ha hecho esto, aquello…” y juzgamos a los demás. ¿Y tú? Cada uno de nosotros debería preguntarse: “si éste es un pecador. ¿Y yo?”. Todos somos pecadores, pero todos somos perdonados: todos tenemos la posibilidad de recibir este perdón que es la misericordia de Dios. No debemos temer, pues, de reconocernos pecadores, confesarnos pecadores, porque todo pecado ha sido llevado por el Hijo en la cruz. Y cuando nosotros lo confesamos arrepentidos confiando en Él, estamos seguros de ser perdonados. ¡El sacramento de la Reconciliación hace actual para cada uno la fuerza del perdón que brota de la Cruz y renueva en nuestra vida la gracia de la misericordia que Jesús nos ha traído! No debemos temer nuestras miserias: no debemos temer a nuestras miserias. Cada uno de nosotros tiene las suyas. La potencia del amor del Crucificado no conoce obstáculos y no se acaba jamás. Y esta misericordia borra nuestras miserias. Queridos, en este Año Jubilar pidamos a Dios la gracia de tener experiencia de la potencia del Evangelio: Evangelio de la misericordia que transforma, que nos hace entrar en el corazón de Dios, que nos hace capaces de perdonar y de mirar al mundo con más bondad. Si acogemos el Evangelio del Crucificado Resucitado, toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que renueva. ¡Gracias!


ACTUALIDAD FAMILIAR CELEBREMOS EL TIEMPO DE PASCUA EN FAMILIA Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo. La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte. Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre. San Pablo nos dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14) La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico. ¿Cómo celebramos en familia cualquier fiesta importante? El cumpleaños de nuestros hijos, nuestros aniversarios, un casamiento… ¿Por qué no invertimos el mismo tiempo, dedicación y recursos para celebrar la gran fiesta de la Pascua? Aprovechemos este tiempo de Pascua para realizar en familia algún gesto solidario que podamos hacer en favor de los más necesitados, acerquémonos a los hermanos de Proyección Comunitaria de nuestra parroquia o movimiento, para organizar junto con ellos alguna labor solidaria, o también pudiéramos invertir tiempo en apoyar a algún vecino o miembro de la familia que está necesitando nuestra ayuda. La Pascua siempre nos pone en camino hacia el hermano, y es bueno que podamos concretar este festejo con un gesto de solidaridad. También y dentro de este mismo contexto, en este tiempo de pascua, podemos poner en práctica las obras de misericordia espirituales y corporales que nos recomienda nuestra Santa Iglesia. Obras corporales de misericordia. 1. Dar de comer al hambriento, 2. Dar de beber al sediento, 3. Dar posada al necesitado, 4. Vestir al desnudo, 5. Visitar al enfermo, 6. Socorrer a los presos, 7. Enterrar a los muertos. Obras espirituales de misericordia. 1. Enseñar al que no sabe, 2. Dar buen consejo al que lo necesita, 3. Corregir al que está en error, 4. Perdonar las injurias, 5. Consolar al triste, 6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás, 7. Rogar a Dios por vivos y difuntos. Que no nos gane el apuro o la rutina... Detengamos el tiempo para celebrar el misterio que está más allá de todo tiempo…


10 CONSEJOS PARA VIVIR LA PASCUA EN EL AÑO DE LA MISERICORDIA

1. Al contrario que Santo Tomás, no exijas pruebas para creer. En todo caso pídele al Señor «creer para tener fe». No siempre las sensaciones son verdad y, a veces, lo oculto nos lleva a realidades superiores. Ten misericordia de los que te piden un margen de confianza. 2. Como los de Emaús ponte en camino pero, al contrario que ellos, no pierdas la esperanza. No pienses en aquello de «los tiempos pasados fueron mejores». El Señor camina junto a nosotros iluminando nuestro presente y nuestro futuro. Ten misericordia de los que quieren ir junto a ti y, tal vez, los dejas de lado.

3. Como María alégrate por la resurrección de Cristo. Recuerda que, lo que dices y haces, es un espejo de la fe que dices tener por dentro. Ten misericordia de los tristes y, con palabras y obras, que seas un payaso divino que anime tantas noches oscuras de personas sin norte ni destino. Ten misericordia de los corazones atravesados por diversas circunstancias que producen ansiedad o desasosiego. 4. Como las Santas Mujeres proclama, en este tiempo, que merece la pena ser cristiano. No te escondas, como lo hace la muerte, detrás de las losas de piedra. Sé valiente y –donde quiera que te encuentres- sé altavoz del amor divino y de la presencia de un

Cristo resucitado. Ten misericordia de aquellos que nunca han oído hablar de Dios o, incluso, de aquellos a los cuales les molesta el escuchar su nombre. 5. Como los primeros cristianos no vivas sin la Misa de los domingos. El secreto de los grandes

No pierdas la alegría ni el optimismo.

hombres no está precisamente en ser fuertes sino en buscar aquello que nos hace invencibles. La Eucaristía, la oración y la caridad van de la mano. El domingo es el reconstituyente y el punto de referencia de nuestra vida cristiana. Ten misericordia de un Señor que baja al altar por ti, que habla en la Palabra para ti y que abre su oído en ti.

6. Así como Dios se ofrece por y para nosotros sin ahorrar nada también nosotros tenemos una obligación moral de lanzarnos al mundo de las injusticias, falsedades, mentiras y tibiezas. Ten misericordia de las personas que padecen deslealtades, injurias, verdades a medias o que están clavadas en la suavidad del todo vale. 7. Demos gracias a Dios porque es bueno y, su misericordia, alcanza a toda la tierra. ¿Por qué algunos solo intentan que –el código civil- sea exclusivamente el orden y mando de nuestra sociedad? Que tu misericordia alcance y llegue donde, las leyes, o

son demasiado permisivas o –tal vez- excesivamente crueles. 8. No pidas a Dios que te evite la cruz sino, en todo caso, que te dé fuerza para llevarla y luz para no confundirte cuando la soportas en tu camino. Ten misericordia de aquellas personas que no saben cómo llevar adelante sus problemas. El silencio no siempre es bueno. De vez en cuando hay que hablar y, sobre todo, arrimar el hombro para que la resurrección sea posible en aquellos que sólo ven muerte. 9. No pierdas la alegría ni el optimismo. La alegría es el traje del cristiano. De aquel que ha encontrado a Jesús y siente que, por

dentro, hay mil razones para sonreír. No olvides de ejercer la misericordia de tu buen humor como cualidad de tu amor por los demás. A veces, una buena cara, distiende situaciones, acerca posturas y sana heridas. 10. Proclama de palabra, sentimiento y obra que la fe no es algo privado. Que en el ámbito de lo público también se necesitan otro tipo de mensajes como son el perdón, la fraternidad, el futuro, el cielo o la eternidad. Que tu misericordia sea algo tan sencillo como abrir tu corazón en aquellas situaciones que reclamen esperanza.

Javier Leoz, delegado para el Año de la Misericordia de la Archidiócesis de Pamplona y Tudela


JOVEN ATRÉVETE A SER DIFERENTE VIVIENDO LA PASCUA DESDE MI JUVENTUD “Si Cristo no hubiera resucitado vana seria nuestra fe.” 1 Cor. 15, 14. La encrucijada de nuestra fe, resignarnos a la perdida y embalsamar un muerto ó experimentar la resurrección del crucificado y la presencia del espíritu santo, señor de lo nuevo y lo distinto. ¿Cristo ha resucitado? ¿Qué representa la resurrección para mí? ¿Cristo ha resucitado en mi vida? ¿Yo he resucitado?, estas son las preguntas que debemos hacernos para esta pascua. A pesar de nuestros miedos, nuestras dificultades, nuestros pecados, aunque tengamos nuestros hogares y corazones trancados; como los discípulos tenían sus puertas después de la crucifixión del Maestro, El mismo se acerca a nosotros y nos da un saludo de Paz, porque aunque nos ocultemos el nos busca por todos lados, para demostrarnos el sentido de nuestra fe. Las escrituras nos presentan unas cuantas apariciones de Jesús a sus discípulos antes de su ascensión, primero las mujeres son las que encuentran ese sepulcro vacío, donde ellas no habían entendido lo que Jesús ya antes les había anunciado, ellas en su dolor solo querían tener el cuerpo, mas no sabían que lo esencial era el espíritu, como muchas veces nosotros no hemos entendido lo esencial de nuestra vida y que debemos poner de primero. Luego camina con nosotros, pero seguimos cegados porque hemos visto la cruz como derrota, cuando la cruz debe significar: amor sin límites y entrega, nuestros corazones palpitan y sienten la presencia pero solo acercándonos a la eucaristía y contemplando ese maravilloso momento, nuestra cruces dejan de ser una derrota y entendemos el sentido de la resurrección. Seguimos como María Magdalena buscando a nuestro señor en muchos lados, haciéndonos la llamadas “Preguntas existenciales” que solo nos hacen decaer en la fe, pero él nos llama por nuestro nombre y es allí donde debemos contemplar ese amor sin límites y caer a sus pies por que solo en él están las respuestas, porque solo en el está la vida. Después estamos con nuestro mellizo, con nuestro hermano, con ese que se parece mucho más a nosotros, porque no debemos considerar a Tomas como el incrédulo, porque nosotros hemos visto sus obras día tras día sin embargo siempre dudamos, por que las dificultades y el temor de Dios nos hace ser celosos en nuestra fe, pero cuando él nos llama y nos hace partícipe de su dolor de sus heridas y ese sacrificio que hizo por nosotros es donde debemos decirle “Señor mío y Dios mío”. Porque muchas veces seguimos en aguas turbulentas y hay días en los que no hemos pescado nada, donde la tormenta no nos deja reconocer a nuestro señor, pero él nos dice que echemos las redes, si le obedecemos el nos dará en abundancia y nos compartirá de su pan el pan de la vida eterna. La iglesia nos invita en esta Pascua a ser como esas ovejas que escuchan a su maestro, ese maestro que nos conoce perfectamente y le siguen mas no temen porque nadie las arrancará de su mano. Nos recuerdan ese mandamiento nuevo que nos dio “ámense los unos a los otros” porque solo allí sentiremos la resurrección, y podremos contemplar y celebrar la ascensión del Señor, porque solo así viviremos este paso, esta pascua donde señor, atraviesa y renueva nuestra vida para prepararnos para recibir el Espíritu Santo y proclamar la Buena Nueva. Rodrigo Segura Secretaría Infanto Juvenil


LUZ PARA LA FAMILIA LA VERDADERA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA La palabra “Pascua” hoy en día se la relaciona con conejos y huevos de chocolates, lo que hace que nos distraigamos de lo que realmente significa y de lo que Dios quiere que vivamos y recordemos. La historia de la fiesta de la pascua data de acontecimiento vivido por el pueblo de Israel. trata del evento en el que Dios salvó la vida de primogénitos de Israel en Egipto y liberó a hebreos de la esclavitud.

un Se los los

Era una fiesta de carácter estrictamente familiar, establecida por Dios para que las familias de su pueblo se reunieran a recordar con gratitud lo que Él había hecho por ellos liberándolos. En contraste había otras naciones que no obedecían a Dios, que tenían celebraciones marcadas por la depravación moral. En la Pascua Dios invita al pueblo a recordar como familia: 1. ESA NOCHE Esa noche cuando el ángel de la muerte pasó sobre sus casas. Dios así les dice: Yo los guardo y guardaré siempre, sin importar la grandeza de la amenaza, ni la gravedad del peligro. Es un Mensaje de Fidelidad con toda la intimidación que está época infunde, ante la incertidumbre que tenemos como padres: a veces con tantas preguntas y sin ninguna respuesta, el mundo es un terreno hostil, y es el lugar donde nos dicen que tenemos que soltar a nuestros hijos. Aún en el tiempo más oscuro: conflictos, desacuerdos, crisis matrimoniales o con los hijos, crisis financieras, será fiel a su promesa. 2. ESE CORDERO El que fue sacrificado y su sangre derramada y usada para marcar las puertas. Dios les manifiesta: Dependan de mí totalmente y estarán seguros, no dependan de sí mismos. En un Mensaje de Amor, pintaron los dinteles con la sangre de un cordero. Cristo mismo fue sacrificado para salvarnos y redimirnos. Cuando la destrucción está a la puerta, pintemos los dinteles espirituales de nuestro hogar con oración, arrepentimiento y compromiso, cubramos a nuestro esposo, esposa, hijos con la sangre de Cristo. En este tiempo donde se padece la intemperie espiritual, y la sobre-exposición seamos intercesores sobre nuestra familia.

Amémonos los unos a los otros, esta es la misión que Jesús nos encomendó. Pidamos a Jesús que aumente la fe de la Iglesia Universal, la fe de nuestro movimiento, de cada grupo de crecimiento, para que juntos podamos escuchar y creer cada vez más en la promesa de la encarnación cotidiana del Señor, por nosotros y por todo el mundo. Dejemos que en la pequeñez de nuestra vida Él sea el motivo y el sustento de cada opción de amor, conscientes de que si Jesús es el camino que intentamos seguir, el sentido de nuestras vidas, y aunque caigamos estaremos seguros que caeremos en Sus brazos.


CARTA ENCÍCLICA - PAPA FRANCISCO

EVANGELII GAUDIUM, No. 6 Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: « Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha, Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor » (Lm 3,17.21-23.26).

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, No. 542 y 571 542 Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf. LG 3). 571 El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los Apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" (Hb 9, 26) por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo.


RINCÓN DE LA SALUD LA RELACIÓN ENTRE OBESIDAD Y ESTRÉS El estrés es un término ampliamente utilizado, sin embargo, el concepto de estrés en los seres humanos es difícil de definir. Aunque generalmente se percibe como un fenómeno negativo, no todo el estrés es malo; de hecho una cierta cantidad es necesaria para que podamos funcionar de manera óptima. Sin embargo, cuando la mayoría de la gente habla de sentirse estresado, se refiere a un estado negativo inducido por la sensación de ser puesto bajo presión mental o emocional. El estrés en sí no es una enfermedad, pero el estrés crónico puede tener un efecto perjudicial sobre el bienestar físico y mental, y es uno de los diversos factores ambientales asociados con la obesidad. Según investigaciones que se ha realizado podemos decir que el estrés puede tener una relación directa con el aumento de peso y esto se debe a que varias condiciones anómalas que comienzan a hacerse presente cuando nuestro cuerpo y mente esta cargado de estrés. Hay que saber identificar cuando estamos siendo victimas del estrés y entre los síntomas mas comunes podemos mencionar un cambio en nuestro carácter ya que al estar cargados de estrés podemos estar muy propensos a mantener discusiones subidas de tono o estar de mal humor durante todo el día, también se puede hacer presente la migraña y en los peores casos el insomnio, el cual es uno de los problemas mas terribles que pueden haber, y claro, no podemos dejar de mencionar la aparición de ansiedad la cual deriva en malos hábitos alimenticios y por consiguiente el aumento desmedido de peso. Comer deprisa fuera de casa, no hacerlo alrededor de la mesa con toda la familia, comer mientras se ve la televisión o delante de la computadora mientras se trabaja son factores que está demostrado científicamente que determinan que haya más obesidad. Hay muchas personas que cuando sienten ansiedad producida por el estrés comienzan a comer de una manera excesiva que tiene repercusiones obvias como el aumento de peso, acumulación de grasa y también hay que tener en cuenta que al estar inmersas en un cuadro de estrés grave no tienen tiempo para hacer ejercicios o bien la disposición de hacerlo, esto contribuye mas a que nuestro organismo se encuentre en una etapa de aumento de peso descontrolado, también hay que mencionar que el consumo de comida se llega a hacer sin necesidad de tener apetito y solamente para tratar de llenar un vacío. Una buena solución que podemos darte para tratar de solucionar este problema es que te tomes un par de días para descansar lejos de todo lo que te pueda producir estrés, también te recomendamos que trates de solucionar los problemas que tengas para que tu mente este en paz y tranquilidad y si puedes hacer algunos ejercicios como salir a correr seria genial ya que de esta forma tu mente produce endorfinas las cuales te harán sentir mucho mejor. Ahora tienes la respuesta para el problema del estrés y de paso para controlar un poco la ansiedad que a mediano plazo puede derivar en sobrepeso.


DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI

CELEBRACIÓN DE LA PASCUA


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