Revista Edificando Familias - Edición 97

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EDITORIAL LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO - PENTECOTÉS

la Iglesia está llamada a sorprender anunciando a todos que Jesucristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí, esperándonos, para curarnos y perdonarnos. Precisamente para esta misión Jesús resucitado ha donado su Espíritu a la Iglesia. La fiesta de Pentecostés conmemora la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe los signos y los frutos de aquella extraordinaria efusión: el viento fuerte y las llamas de fuego; el miedo desaparece y deja lugar al coraje; las lenguas se desatan y todos comprenden el anuncio. Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El evento de Pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública. Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, lo sabemos. Nadie se esperaba algo más de los discípulos: después de la muerte de Jesús eran un grupito insignificante, unos vencidos huérfanos de su Maestro. En cambio, se verifica un evento inesperado que suscita maravilla: la gente permanece turbada porque cada uno oía a los discípulos hablar en su propia lengua, relatando las grandes obras de Dios (cfr. Hch 2,6-7.11). Así lo manifiesta el Papa Francisco “Si la Iglesia está viva, siempre debe sorprender. Es algo propio de la Iglesia viva sorprender. Una Iglesia que no tenga la capacidad de sorprender es una Iglesia débil, enferma, agonizante ¡y debe ser ingresada en la sección de reanimación, cuanto antes!”

Como el Padre me envió, también yo los envío

Algunos, en Jerusalén, habrían preferido que los discípulos de Jesús, paralizados por el miedo, permanecieran encerrados en casa para no crear confusión. También hoy tantos quieren esto de los cristianos. En cambio, el Señor resucitado nos impulsa a ir al mundo: «Como el Padre me envió, también yo los envío» (Jn 20,21). Como Cristianos Católicos y Encuentristas no debemos dudar en salir fuera, a encontrar a la gente, para anunciar el mensaje que nos ha sido encomendado, incluso si ese mensaje disturba o inquieta a las conciencias, incluso si ese mensaje trae, tal vez, problemas. Esa es la misión que Cristo nos ha encomendado y con la fuerza del Espíritu Santo nos envía a cumplirla. Todo lo que la Iglesia anuncia, testimonia y celebra es siempre gracias al Espíritu Santo. Son dos mil años de trabajo apostólico, con tropiezos y logros; aciertos y errores, toda una historia de lucha por hacer presente el Reino de Dios entre los hombres, que no terminará hasta el fin del mundo, pues Jesús antes de partir nos lo prometió: "…yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28,20).


LA VOZ DEL PAPA PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO Vaticano, Homilía del Papa Francisco en la solemnidad de Pentecostés, 24 de mayo de 2015

“«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 21.22), así dice Jesús. La efusión que se dio en la tarde de la resurrección se repite en el día de Pentecostés, reforzada por extraordinarias manifestaciones exteriores. La tarde de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu (cf. Jn 20, 22); en la mañana de Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y en los corazones de los Apóstoles. En consecuencia reciben una energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento de la resurrección de Cristo: «Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 4). Junto a ellos estaba María, la Madre de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia naciente. Con su paz, con su sonrisa, con su maternidad, acompañaba el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús. La Palabra de Dios, hoy de modo especial, nos dice que el Espíritu actúa, en las personas y en las comunidades que están colmadas de él, las hace capaces de recibir a Dios “Capax Dei”, dicen los Santos Padres. Y ¿Qué es lo que hace el Espíritu Santo mediante esta nueva capacidad que nos da? Guía hasta la verdad plena (Jn 16, 13), renueva la tierra (Sal 103) y da sus frutos (Ga 5, 22-23). Guía, renueva y fructifica. El Espíritu Santo renueva – guía y renueva - renueva la tierra. El Salmo dice: «Envías tu espíritu… y repueblas la faz tierra» (Sal103, 30). El relato de los Hechos de los Apóstoles sobre el nacimiento de la Iglesia encuentra una correspondencia significativa en este salmo, que es una gran alabanza a Dios Creador. El Espíritu Santo que Cristo ha mandado de junto al Padre, y el Espíritu Creador que ha dado vida a cada cosa, son uno y el mismo. En la carta a los Gálatas, san Pablo vuelve a mostrar cual es el “fruto” que se manifiesta en la vida de aquellos que caminan según el Espíritu (Cf. 5, 22). Por un lado está la «carne», acompañada por sus vicios que el Apóstol nombra, y que son las obras del hombre egoísta, cerrado a la acción de la gracia de Dios. En cambio, en el hombre que con fe deja que el Espíritu de Dios irrumpa en él, florecen los dones divinos, resumidos en las nueve virtudes gozosas que Pablo llama «fruto del Espíritu». De aquí la llamada, repetida al inicio y en la conclusión, como un programa de vida: «Caminad según el Espíritu» (Ga 5, 16.25). El mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos de Espíritu Santo. El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al Espíritu Santo. En el egoísmo del propio interés, en el legalismo rígido – como la actitud de los doctores de la ley que Jesús llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino como interés personal, entre otras cosas. En cambio, el mundo tiene necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia de los discípulos de Cristo. El mundo necesita los frutos, los dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí» (Ga 5, 22). El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de la reconciliación y de la paz. Reforzados por el Espíritu Santo – que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a nosotros y a toda la tierra, y que nos da los frutos – reforzados en el Espíritu y por estos múltiples dones, llegamos a ser capaces de luchar, sin concesión alguna, contra el pecado, de luchar, sin concesión alguna, contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a las obras de la justicia y de la paz”.


LUZ PARA LA FAMILIA ACCION DE LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO EN LA FAMILIA El día de Pentecostés estaban todos los Apóstoles reunidos en un mismo lugar, y de repente se produjo un ruido del cielo, como de un viento impetuoso que llenó toda la casa donde residían. Aparecieron lenguas de fuego como divididas que se posaron sobre cada uno de ellos. La acción del Espíritu Santo en los Apóstoles los hizo fuertes, audaces y santos para anunciar el Evangelio con fidelidad a todo el mundo. La Iglesia quedó constituida en templo del Espíritu Santo; El la santifica y hace que los bautizados se unan a la Santísima Trinidad. Ese mismo día y como manifestación de su mismo amor , el Espíritu Santo derramó sus siete dones, revistiendo a todos los que se encontraban reunidos, pero desde ese momento hasta nuestros días ¿cómo se ha manifestado la acción de los dones en nuestras familias? Los dones del Espíritu Santo son siete, número muy querido en la simbología cristiana para expresar plenitud y perfección: Siete son los días que Dios creó, siete son los sacramentos que comunican la plenitud de la salvación pascual, siete son las virtudes cardinales más las teologales, siete son los dones del Espíritu Santo que perfeccionan estas virtudes. Estos los podemos encontrar en Isaías, capítulo 11, versículos 2 y 3. I. El don de entendimiento o inteligencia permite penetrar en la verdad de las cosas, ya sea divinas y sobrenaturales o naturales y humanas o creacionales. Capta la esencia de las cosas con claridad y el desarrollo de los razonamientos e ideas humanas, así como en los razonamientos e ideas divinas. II.El don de sabiduría nos permite experimentar las cosas divinas como por un instinto connatural que da el Espíritu Santo a la creatura, y le hace saborear y gustar a Dios manifestado en Jesús. Contraria a la sabiduría es la necedad en las cosas espirituales, de quien prefiere a la creaturas en vez del Creador. Entre los pecados capitales, no hay quienes aparten tanto de la sabiduría como la lujuria, que embrutece y animaliza irracionalmente, y la ira, que ofusca la mente y rencoriza el corazón, impidiendo que la razón discierna con claridad. III.El don de ciencia, permite entender sobrenaturalmente a las cosas creadas. Ve el paso de Dios en la creación, en la providencia, en la historia personal y comunitaria, en la redención constante y en la santificación actual. Capta el designio de Dios sobre las cosas, sobre la historia, en lo natural ve lo sobrenatural. IV.El don de consejo es el que aplica la inspiración divina a la conducta práctica cotidiana. Discierne los casos particulares que se presentan. Casos imprevistos, repentinos, difíciles de resolver, los soluciona instantáneamente esta inspiración si es secundada y escuchada por el don que hay en el alma en gracia. Contrario a este don es la precipitación en el obrar, que no escucha la voz de Dios y pretende resolver las situaciones con la sola luz de la razón natural o la conveniencia del momento. V.El don de piedad es propio de la voluntad, y establece la base del organismo sobrenatural para que actúe la inspiración del Espíritu Santo con relación a Dios, a la familia, a la patria en la que nacimos. VI.El don de fortaleza enardece al individuo frente al temor de los peligros. Inspira el superarlos, y da una invencible confianza para vencer las dificultades. Se opone a este don la tibieza en las cosas cotidianas, simples y sencillas, el temor o timidez en las cosas a realizar. VII.El don de temor (por amor) de Dios, enardece la voluntad y el apetito contra la concupiscencia o los deseos desordenados, y otorga una extraordinaria capacidad para captar la Voluntad de Dios y ser feliz en ella practicándola. Se opone principalmente al don de temor la soberbia que no considera a Dios en su justa dimensión, y que hasta se coloca incluso por encima de Él.


ACTUALIDAD FAMILIAR LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA FAMILIA A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en la vida del cristiano como en su templo, y gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada persona. Y es el Espíritu Santo es el que nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar; nos permite conocerlo y amarlo; y nos hace que abramos a los demás. Es el Espíritu santo el que cuando lo invocamos y pedimos su ayuda nos hace actuar de una forma o de otra ante los acontecimientos de nuestra vida personal, familiar, parroquial y laboral. Y le da al Cristiano la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios. La vida de familia el Espíritu santo actúa de muchas maneras poniendo de manifiesto el amor de Dios a través de los padres hacia los hijos y viceversa. Por ejemplo en las oraciones por nuestros hijos, necesitamos aprender a ver en todos los acontecimientos familiares la acción directa del Espíritu Santo y de tomarla como una guía. De esta forma, nos educaremos en función del cumplimiento de la promesa, de tal forma que la vida de todos, aún más que la nuestra, sea, desde la juventud, vivida en el poder del Espíritu, santa al Señor. Esta idea de enseñar a nuestros hijos todos los días, en la dependencia de la presencia del Espíritu Santo, con la expectativa de que él venga para llenar la vida de ellos, parece muy extraña y elevada para algunas personas – totalmente impracticable. La razón de pensar así es simplemente porque aún no hemos aprendido a considerar la habitación del Espíritu en nosotros como esencial para una vida cristiana auténtica. Solo cuando los padres reconozcamos que es imposible vivir conforme al deseo de Dios, sin el toque del Espíritu para guiarlos en el día a día, es que tendremos la capacidad de creer plenamente en la promesa a favor de nuestros hijos. Solo así lograremos convertirnos en ministros del Espíritu para nuestras familia. Enseñar correctamente a un hijo significa prepararlo como templo del Espíritu Santo, significa vivir, nosotros mismos, en el poder del Espíritu. Que ningún sentido de incapacidad o de debilidad nos desanime. Pongamos nuestra vida como padres bajo la dirección del Espíritu Santo, pues solo podemos ser para nuestros hijos aquello que realmente somos para Dios. Que el Espíritu Santo nos revista y nos llene incesantemente, porque Dios nos ha concedido la maravillosa gracia de hacer, de nuestra vida familiar, la esfera para la acción especial de su Espíritu. Nuestra oración constante y nuestra expectativa confiada, nos permita realizar de nuestro ser y el de toda nuestra familia un verdadero templo de adoración y acción de gracias al Espíritu Santo.


SIGNIFICADO DE PENTECOSTÉS Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos

(Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley. En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2

1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168). Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17). Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26). Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que

el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa

decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).

En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés. La celebración de Pentecostés es conocida también como la fiesta de la vendida del El Espíritu Santo; pero ¿Quién es el Espíritu Santo?, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús. Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones. El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los

cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.


JOVEN ATRÉVETE A SER DIFERENTE LA ACCION DEL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DEL CRISTIANO A Dios padre lo alabamos por su grandeza, a Dios Hijo lo alabamos por morir por nuestros pecados, por ser nuestro redentor, y a Dios Espíritu Santo … la mayoría lo olvidamos. La fe Católica profesa creer “en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con él Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”, pero en el día a día nos olvidamos del significado real de estas palabras. El Espíritu Santo no debe ser «el gran olvidado», pidió el Papa durante el rezo del Ángelus, en la fiesta del Bautismo del señor. «Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos recibido en virtud del bautismo, significa redescubrir el coraje apostólico necesario para superar fáciles comodidades mundanas», dijo. Jesucristo antes de morir anuncia la venida del Espíritu Santo, lo llama el “consolador” y nuestro defensor, este día dejo al Dios Espíritu entre nosotros hasta el día del juicio final, por tal motivo el Espíritu Santo que ha animado enteramente la vida y el ministerio de Jesús, es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana, la existencia de un hombre y de una mujer que dicen y que quieren ser cristianos. La importancia de rezar y de confiar en Espíritu Santo radica en que Él es quien nos ayuda en nuestro caminar diario, los dones, la fortaleza y la confianza que necesitamos para seguir en el propósito de la búsqueda de la santidad. El servicio que muchas parejas y jóvenes en nuestro movimiento brindan a nuestra comunidad está inspirado en los dones que Dios nos ha dado para ayudar a sus hijos, es importante que todos descubramos en qué podemos ayudar, muchos hemos escuchado la frase “un cristiano que no vive para servir, no sirve para vivir” más que una amenaza, esta frase debe servir de reflexión, debe servir para descubrir que podemos tener un nuevo estilo de vida en donde nos atrevamos a ser diferentes y proponer lo mejor de nuestra persona para arreglar un mundo que necesita de personas más justas y con más amor a la comunidad. La presencia del Espíritu dentro de nosotros nos permite comprender e interpretar la Palabra de Dios. Jesús les dijo a Sus discípulos “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;...” (Juan 16:13). Descubramos la verdad en nuestros corazones, atrevámonos a buscar nuestros dones, renunciemos al miedo de ser útiles y trabajar por un mundo mejor, los apóstoles se atrevieron a dejar de lado sus limitaciones y alimentados en el espíritu encontraron sus fortalezas y las pusieron al servicio de la iglesia.

Para finalizar quisiera lanzar una invitación a todos para que recemos pidiendo iluminación, dones y sobre todo, para que roguemos a Dios para que nos conceda fuerzas y voluntad de servir, de nada sirve rezar y comprender la grandeza del misterio del Espíritu Santo si no lo dejamos actuar por medio de nuestras vidas, todos tenemos grandes dones y grandes propósitos por cumplir, solo de nosotros depende que tan útiles a nuestra iglesia queremos ser. César Chávez Secretaría Infanto Juvenil


CARTA ENCÍCLICA - PAPA FRANCISCO

EVANGELII GAUDIUM, No. 84 y 97 84. La alegría del Evangelio es esa que nada ni nadie nos podrá quitar (cf. Jn 16,22). Los males de nuestro mundo — y los de la Iglesia— no deberían ser excusas para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que « donde abundó el pecado sobreabundó la gracia » (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. 97. ¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, No. 79 y 91 79. Así, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia: "Dios, que habló en otros tiempos, sigue conservando siempre con la Esposa de su Hijo amado; así el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena y hace que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo" (DV 8). 91. Todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (Cf. 1 Jn 2,20.27) y los conduce a la verdad completa (Cf. Jn 16,13).


FESTIVIDADES DE LA IGLESIA 13 de mayo Nuestra Señora de Fátima.

En el año 1916, cuando la guerra se había extendido sobre Europa y Portugal, en una de las colinas que rodean Fátima, tres pequeños campesinos portugueses: Lucía de 9 años, Francisco de 8 y Jacinta de 6, se encontraron con una resplandeciente figura que les dijo: "Soy el Ángel de la Paz". El 13 de mayo de 1917, se les apareció una "Señora toda de blanco, más brillante que el sol", a quien Lucía preguntó de dónde venía; ella respondió: "Vengo del cielo". Les pidió que regresaran al mismo lugar durante seis meses seguidos, los días trece. El 13 de octubre de 1917 alrededor de 70,000 personas habían llegado al lugar para presenciar el milagro de Fátima. Ese día, el sol se podía mirar sin cerrar los ojos y como un prisma gigantesco, cubría el cielo con franjas de colores. Luego giró 3 veces y se precipitó en "zig zag" hacia la multitud. La gente quedó conmovida y convencida de la veracidad de las apariciones. Antes de que pasaran tres años, Jacinta y Francisco habían muerto ya. Lucía fue religiosa con las hermanas de Santa Dorotea desde 1925. 15 de mayo Pentecostés, la venida del Espíritu Santo Los Católicos celebramos en Pentecostés la Venida del Espíritu Santo, que tuvo lugar, según la Biblia, el quincuagésimo día después de la Resurrección de Jesucristo. El Nuevo Testamento relata el descenso del Espíritu Santo durante una reunión de los Apóstoles en Jerusalén (Hechos de los Apóstoles, II), acontecimiento que marcaría el nacimiento de la Iglesia cristiana y la propagación de la fe de Cristo. Por ello, la Iglesia dedica la semana del Pentecostés en honor al Espíritu Santo, pero también celebra la Consagración de la Iglesia, cuyo principio lo marca esta epifanía. Para la liturgia católica, el Pentecostés es la cuarta fiesta principal del año y, según el calendario, puede celebrarse entre el 10 de mayo y el 13 de junio.

26 de mayo Corpus Christi El jueves (o domingo) siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del Santísimo cuerpo y sangre de Cristo. Ese es su título completo, aunque solemos referirnos a ella utilizando su anterior nombre latino, "Corpus Christi". Es interesante saber que su título más antiguo fue Festum Eucharistiae. Al celebrarlo en jueves, recordamos el jueves santo, día de la institución de la eucaristía. Ambos días tienen un objetivo similar, pero no son un simple duplicado. El Corpus Christi nos proporciona una segunda oportunidad para ponderar el misterio de la Eucaristía y considerar sus varios aspectos. Nos invita a manifestar nuestra fe y devoción a este sacramento, que es el "sacramento de piedad”, signo de unidad, vinculo de caridad, banquete pascual en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.


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