Revista Edificando Familias - Edición 98

Page 1


EDITORIAL SOLEMNIDAD DEL CUERPO DE CRISTO

“El espacio vital de una familia se podía transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presencia de Cristo sentado a la misma mesa”. (Amoris Laetitia #15) Corpus Christi o Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, antes llamada Corpus Domini, es una fiesta de nuestra iglesia, destinada a conmemorar el más grande milagro de amor, la Eucaristía. Su principal finalidad es proclamar y aumentar la fe, en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento, dándole públicamente el culto de adoración. El apóstol Pablo, en dos ocasiones se refiere al mandato de Cristo acerca de la institución de la Eucaristía. Compartiendo el testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena: “Haced esto”. Es decir, tomar el pan, dar gracias y partirlo; tomar el cáliz, dar gracias y distribuirlo. Jesús manda a repetir el gesto. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el participar en la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, y sigue llegando hasta nosotros. Todos los días hay una iglesia de puertas abiertas, celebrando el memorial, esperando la participación de los cristianos para unirnos a Él, en el sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete La Eucaristía es pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da Jesús mismo que una prenda de la gloria venidera.

Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, dando lo mejor para el desarrollo pleno y feliz de cada miembro de su familia. Cuántas mujeres y hombres, después de una larga y ardua faena, llegan a sus casas a atender a sus hijos, a cuidar de sus padres enfermos, a asistir y perseverar en sus comunidades.

se dona totalmente a nosotros

Cuántos cristianos dejándolo todo: profesión, familia, bienes, siguen a Cristo, defienden la fe, se desviven para proteger la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del amor del Señor resucitado, que también parte el pan para nosotros y repite: “Haced esto en memoria mía”. Participar en la Eucaristía es nutrirnos del pan de vida, significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirnos en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Papa Francisco dice “La Eucaristía es Jesús mismo que se dona totalmente a nosotros. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la comunión Eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y en un don a los hermanos”.


LA VOZ DEL PAPA PALABRAS DEL SANTO PADRE FRANCISCO Vaticano, Catequesis del Papa sobre la Iglesia como Cuerpo de Cristo, 19 de junio de 2013 Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy me centraré en otra expresión con la que el Concilio Vaticano II indica la naturaleza de la Iglesia: la del cuerpo; el Concilio dice que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (cf. Lumen Gentium,7). Quisiera partir de un texto de los Hechos de los Apóstoles, que conocemos bien: la conversión de Saulo, que luego se llamará Pablo, uno de los más grandes evangelizadores (cf. Hch 9,4-5). Saulo era un perseguidor de los cristianos, pero mientras recorre el camino que conduce a la ciudad de Damasco, de repente una luz lo envuelve, cae a tierra y oye una voz que le dice: ¿"Saulo, Saulo, por qué me persigues? Él pregunta: ¿"Quién eres, Señor?", y la voz responde: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (v. 3-5). Esta experiencia de San Pablo nos cuenta la profundidad de la unión entre los cristianos y el mismo Cristo. Cuando Jesús ascendió al cielo, no nos dejó huérfanos, sino con el don del Espíritu Santo, la unión con Él se ha vuelto aún más intensa. El Concilio Vaticano II afirma que Jesús "comunicando su Espíritu, constituye místicamente como su cuerpo a sus hermanos, llamados de todos los pueblos" (Constitución Dogmática. Lumen Gentium, 7). El cuerpo nos llama a una realidad viva. La Iglesia no es una asociación benéfica, cultural o política, sino que es un cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo alimenta y lo sostiene. Este es un punto que quiero destacar: si se separa la cabeza del resto del cuerpo, la persona no puede sobrevivir. Así es en la Iglesia: debemos permanecer unidos cada vez más profundamente a Jesús: Pero no sólo eso: como en un cuerpo, es importante que corra la savia vital para que viva, así debemos permitir que Jesús obre en nosotros, que su Palabra nos guíe, que su presencia en la Eucaristía nos alimente, nos anime, que su amor dé fuerza a nuestro amar al prójimo. San Pablo dice que como los miembros del cuerpo humano, aunque diferentes y numerosos, forman un solo cuerpo, así nosotros fuimos todos bautizados mediante un solo Espíritu en un solo cuerpo (cf. 1 Cor 12:12-13). En la Iglesia, por lo tanto, hay una gran variedad, una diversidad de tareas y funciones; no hay la monótona uniformidad, sino la riqueza de los dones que el Espíritu Santo otorga. Pero hay la comunión y la unidad: todos están en relación unos con otros y todos participan en la formación de un solo cuerpo vital, profundamente unido a Cristo. Recordemos bien: ser parte de la Iglesia quiere decir estar unidos a Cristo y recibir de Él la vida divina que nos hace vivir como cristianos, significa permanecer unidos al Papa y a los Obispos que son instrumentos de unidad y de comunión, y también significa aprender a superar personalismos y divisiones, entenderse mejor, armonizar la variedad y las riquezas de cada uno; en una palabra: a querer más a Dios y a las personas que están junto a nosotros, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones. ¡Cuerpo y extremidades para vivir deben estar unidos! La unidad es superior a los conflictos, siempre. Los conflictos, si no se superan bien, nos separan, nos separan de Dios. El conflicto puede ayudarnos a crecer, pero también nos puede dividir. Nosotros no vamos por el camino de las divisiones, de la lucha entre nosotros, ¡no! Todos unidos, todos unidos con nuestras diferencias, pero unidos, unidos siempre, ¡que ese es el camino de Jesús! La unidad es superior a los conflictos, la unidad es una gracia que debemos pedir al Señor para que nos salve de las tentaciones, de las divisiones, de las luchas entre nosotros y del egoísmo, de los chismes, ¡eh! ¡Cuánto daño hacen los chismes: cuánto daño, eh! Cuánto daño. Nunca chismes sobre los otros: nunca. ¡Cuánto daño causa a la Iglesia las divisiones entre los cristianos, los partidismos, los intereses mezquinos! Pero tenemos que orar entre nosotros, católicos, y también con los cristianos, orar para que el Señor nos dé la unidad: ¡la unidad entre nosotros! Pero, como tendremos la unidad entre los cristianos, si no somos capaces de tenerla entre nosotros los católicos, de tenerla en la familia -¡cuántas familias luchan y se dividen! Busquen la unidad que es la unidad que hace la Iglesia y la unidad que viene de Jesucristo. Él nos envía el Espíritu Santo para hacer la unidad. Queridos hermanos y hermanas, pidamos a Dios: ayúdanos a ser miembros del Cuerpo de la Iglesia siempre profundamente unidos a Cristo; ayúdanos a no hacer sufrir el Cuerpo de la Iglesia con nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoísmos; ayúdanos a ser miembros vivos vinculados entre sí por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones (cf. Rom 5,5). Gracias.


LUZ PARA LA FAMILIA ACCION DE LA EUCARISTÍA EN NUESTRA FAMILIA “Por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos (cf 1 Co 15,28).” Catecismo de la Iglesia Católica 1326. Cuando recibimos el Cuerpo de Cristo, y abrimos nuestro corazón y le recibimos con paz interior, el Señor se hace uno con nosotros. Esto nos hace reflexionar sobre algunos textos de la biblia que nos hablan de esta unidad que el Señor nos ofrece. Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les reveló el Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en vosotros [...] Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 56). La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor.

Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura. El encuentro personal y familiar con el Señor Jesús, conduce a la renovación en la vida conyugal y familiar, acrecentando los vínculos de amor, cooperación y solidaridad entre muchas familias. Esto implica una actitud de apertura y disponibilidad a Jesucristo, por parte de las familias y de los padres y esposos. El encuentro con Jesucristo en la vida familiar, es camino para la conversión, en la medida en que todas las dificultades y adversidades por las que pasan la familia y la institución matrimonial, sean disueltas en la aceptación viva y permanente de la persona de Cristo. El encuentro con Jesucristo vivo en la vida familiar, es una invitación a valorar, desde las profundas raíces bíblicas, el designio prodigioso de Dios para con el hombre y la mujer, colocándoles en el corazón el sello definitivo de la familia. Es precisamente esta familia, la que, a partir de este encuentro personal con Cristo, será fecunda en humanismo y escuela de virtudes cristianas; además, fuente de vocaciones y santuario donde se defienda y promueva la vida. En el don eucarístico de la caridad, la familia cristiana halla el fundamento y el alma de su “comunión” y de su “misión”, ya que el Pan eucarístico hace de los diversos miembros de la comunidad familiar un único cuerpo, revelación y participación de la más amplia unidad de la Iglesia; además, la participación en el Cuerpo «entregado» y en la Sangre «derramada» de Cristo, se hace fuente inagotable del dinamismo apostólico de la familia cristiana.


ACTUALIDAD FAMILIAR PERMANECER EN LA PRESENCIA DE CRISTO DESPUÉS DE LA COMUNIÓN En la Eucaristía, recordamos diariamente la alianza que Jesucristo ha hecho con su Iglesia; es el sí que ha expresado y que no cambiará. Ahí, se pide perdón, se elevan oraciones, se escucha la Palabra de Dios; se ofrece cada quien a sí mismo. Hay diálogo, comunión y compromiso; hay alabanza, se reconocen los lazos familiares. El matrimonio y la familia se presentan, así, como una acción de gracias, siempre nueva cada día, en la que se cumplen todos los aspectos importantes de la Eucaristía. Ahí se recuerda a diario el sí que fue el inicio de su consentimiento; ahí se perdona, se elevan oraciones. Ahí, los esposos se deben ofrecer uno al otro cada día como don; en ella debe reinar el diálogo, debe haber comunión; se da un compromiso, se debe vivir en alabanza a Dios y aliento de superación entre ellos y con los hijos. Todo esto acrecienta los lazos familiares que forman personas maduras, dispuestas para la misión de hacer presente a Dios y su Reino. La familia cristiana ha de ser consciente de que su fuente principal de vida espiritual es la Eucaristía. Si su meta es la santidad, la Celebración Eucarística es el alimento, es el medio más eficaz para lograrlo. Se ha de privilegiar la Eucaristía dominical, el día de fiesta, el día en que, como familia de Dios, nos reunimos para participar de este Misterio Pascual de salvación a través de los ritos, signos y símbolos. La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, la tolerancia, el perdón y la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones y los conflictos atacan con violencia, y a veces hieren mortalmente, a la propia comunión; de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar. Pero al mismo tiempo, cada familia está llamada por el Dios de la paz a hacer la experiencia gozosa y renovadora de la reconciliación, esto es, de la comunión reconstruida, de la unidad nuevamente encontrada. En particular, la participación en el Sacramento de la Reconciliación y el banquete del único Cuerpo de Cristo, ofrecen a la familia cristiana la gracia y la responsabilidad de superar toda división y caminar hacia la plena verdad de la comunión querida por Dios, respondiendo así al vivísimo deseo del Señor: «Que todos sean una sola cosa» (Jn 17, 21). Una finalidad importante de la plegaria en la “iglesia doméstica”, es constituir, para los hijos, la introducción natural a la oración litúrgica propia de toda la Iglesia. De aquí deriva la necesidad de una progresiva participación de todos los miembros de la familia cristiana en la Eucaristía, sobre todo los domingos y días festivos, así como en los otros Sacramentos, de modo particular en los de la iniciación cristiana. La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Por tanto, es el lugar privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios. La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los Sacramentos, y sobre todo en la Comunión, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres.


MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DE LA COMPASIÓN DE DIOS

Al celebrar la fiesta del Corpus Christi en el marco del Jubileo

Extraordinario

de

la

Misericordia,

la

contemplación y adoración del Señor en el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a crecer y avanzar en el

camino de la compasión. Este camino, recorrido por Jesús hasta el extremo, se hace presencia y memoria permanente para nosotros en este sacramento. Por eso nosotros, ante Jesús-Eucaristía, queremos

renovar nuestra unión con Él y nuestro seguimiento y lo hacemos manteniendo vivo su proyecto compasivo, como nos pide el papa Francisco: «En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos

que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos».

La compasión nace de tener ojos abiertos para ver el sufrimiento de los otros

Contemplando el misterio de la Eucaristía, apostamos por una cultura de la compasión. Una cultura con unos rasgos que la identifican y unas implicaciones prácticas que queremos compartir: Estar atentos: La compasión nace de tener ojos abiertos para ver el sufrimiento

de los otros y oídos atentos para escuchar su clamor.

Acercarnos: Es un criterio que subraya Francisco: «La proximidad como servicio al prójimo. Salir al encuentro: El camino de la Iglesia es, no sólo acoger e integrar, con valor evangélico, a quienes llaman a la puerta, sino salir a buscar, sin prejuicios y sin miedos, a los alejados. Curar las heridas: Ante el sufrimiento no basta la indignación. Tampoco basta acoger. Hay que curar las heridas,

aliviarlas con el óleo de la consolación. Acompañar: La compasión auténtica se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y verdad a su situación, y la acompaña en el camino. La Iglesia, allí donde está presente, está llamada a ser un oasis de misericordia.


JOVEN ATRÉVETE A SER DIFERENTE CUERPO DE CRISTO, AUMENTA NUESTRA FE ¿Qué es Fe? Fe es la seguridad o confianza en una persona, cosa, o enseñanzas de una religión. Pero para todos nosotros los católicos es algo más que solo confianza, para nosotros, es amar y creer a totalidad que hay un Dios, que se hizo hombre y murió por nosotros. La fe no es algo que puedes comprar, u obtener al instante, sino que, la fe, se consigue solo por un medio y es la oración, en cada oración hacia Dios, va aumentando nuestra fe, es como cuando queremos que una plantita crezca, la abonamos, y la regamos con agua día a día, entonces así es con la fe, la fe va de la mano con la oración, sin oración no hay fe y sin fe no hay oración. Muchas veces en nuestra vida empiezan a pasar cosas malas, y no entendemos el por qué. Nos cuestionamos: ¿de qué sirve orar?, si siempre pasamos pruebas; pero Dios nos dice cree en mí… ten fe en mí, que yo lo haré todo por ti. Dios actúa a nuestro favor en todo momento y a su tiempo, y todo a su tiempo es perfecto. Cuerpo de Cristo, aumenta nuestra fe”, la fe nos mantiene unidos al cuerpo de Cristo, debemos de pedirle la fe para creer sin ver, la fe para creer que Dios está vivo en cada uno de nosotros. La Fe es el escudo con el que nos protegemos en contra del mal. Dios nos ha dado la oración como espada y la fe como nuestro escudo. En la celebración de la Santa Misa, justo después de la consagración, el sacerdote dice: “Mysterium fiei” (Este es el sacramento de nuestra Fe). La Eucaristía, es por tanto revivir memorablemente el sacrificio del Señor, presencia viva y sustancial de Cristo en medio de nosotros. El encuentro con el cuerpo de Cristo va más allá de un encuentro fraterno… es el mismo sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos. El Papa toma las palabras de Santo Tomas de Aquino, para afirmar desde la fe: “Te adoro con devoción, Dios escondido’’. El sacrificio eucarístico se orienta a la comunión, a la íntima unión de los fieles con Cristo mediante la recepción de su Cuerpo y su Sangre; por eso la Eucaristía es inseparablemente memorial de la Cruz y sagrado banquete de comunión, en el que Cristo mismo se ofrece como alimento y nos comunica su Espíritu. La fe es un don gratuito. Creemos en una verdad que nos llega de afuera y que no nace de nuestra alma. La fe nos viene desde el exterior y Dios nos invita a someternos libremente a ella para salvarnos. Algunos pueden tener desarrollada desde niños (debido a una sólida formación cristiana) otros la perderemos y la recuperaremos a través de nuestra vida. La fe, como la esperanza y el amor, puede crecer o perderse. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. ¿Cómo crecer en la fe? …Respirando el amor y el poder de Dios. Guadalupe Funes Secretaria Infanto Juvenil Movimiento de Encuentros Conyugales


CARTA ENCÍCLICA - PAPA FRANCISCO

EVANGELII GAUDIUM, No. 174 174. No sólo la homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar. Es indispensable que la Palabra de Dios «sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial». La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. Ya hemos superado aquella vieja contraposición entre Palabra y Sacramento. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara la recepción del Sacramento, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, No. 556 556 En el umbral de la vida pública se sitúa el Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús "fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro bautismo; la Transfiguración "es sacramento de la segunda regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás, s. th. 3, 45, 4, ad 2). Desde ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch 14,22)


FESTIVIDADES DE LA IGLESIA 29 de mayo Corpus Christi

El jueves (o domingo) siguiente al domingo de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la solemnidad del Santísimo cuerpo y sangre de Cristo. Ese es su título completo, aunque solemos referirnos a ella utilizando su anterior nombre latino, "Corpus Christi". Es interesante saber que su título más antiguo fue Festum Eucharistiae. Al celebrarlo en jueves, recordamos el jueves santo, día de la institución de la eucaristía. Ambos días tienen un objetivo similar, pero no son un simple duplicado. El Corpus Christi nos proporciona una segunda oportunidad para ponderar el misterio de la Eucaristía y considerar sus varios aspectos. Nos invita a manifestar nuestra fe y devoción a este sacramento, que es el "sacramento de piedad”, signo de unidad, vinculo de caridad, banquete pascual en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.

31 de mayo Visitación de la Santísima Virgen María Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, sintióse iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama. Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. 4 de junio Inmaculado Corazón de María María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría. La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad. La devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo 17. El Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María.


DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI

CELEBRACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO


PRÓXIMAS ACTIVIDADES


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.