DE MEMORIA Y RESISTENCIA EN MÉXICO Y AMÉRICA LATINA Por: Laura Tlachi Santacruz
Todas las mañanas sin falta, algún medio de comunicación local anuncia el hallazgo del cuerpo de otra mujer, de otra víctima del machismo y la misoginia que imperan en la sociedad mexicana y latinoamericana. El cuerpo de la víctima pertenece a la esposa que no sirvió la comida caliente, a la mujer que pretendía dejar al marido, a la niña que fue violada por su tío y decidió matarla para acallar sus gritos, a la adolescente que abordó el transporte público pero nunca llegó a su destino, a la estudiante universitaria que fue ultrajada por su vecino, a la mochilera que fue asesinada porque viajar sola parece ser un delito. No, la violencia contra la mujer no es un tema nuevo y para muchos podría parecer reiterativo. Sin embargo, la lucha sigue y persiste porque es imposible quedarse de brazos cruzados ante el miedo de ser mujer en un país como México donde mueren siete mujeres al día. Es cierto, en los últimos años se han implementado mecanismos tanto a nivel federal como estatal para atender la violencia contra las mujeres. En 2007 se aprobó la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), y derivado de esta, de 2015 a la fecha, según datos del Instituto Nacional de las Mujeres, se ha implementado la alerta de violencia de género1 en 11 estados de la República. Pero el fracaso de las leyes ante el problema es innegable. Según el informe “La Violencia Feminicida en México. Aproximaciones y Tendencias 1985-2014”, presentado por ONU Mujeres, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Secretaría de Gobernación, de 2008 a 2012 se registró un incremento importante en el número de homicidios que alcanza la cúspide en 2012. Para 2013, se observó una reducción del 7% al año previo y para 2014
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Alerta de violencia de género contra las mujeres: Conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia feminicida y/o la existencia de un agravio comparado que impida el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres, en un territorio determinado (municipio o entidad federativa).
una reducción de 13% respecto al año anterior, lo que sin embargo arrojó un total de 2289 defunciones de mujeres con presunción de homicidio para ese año. La violencia sistemática y generalizada contra las mujeres persiste y las leyes parecen no ser suficientes para que el delito deje de ser invisible. La impunidad reina en el país, nuestro sistema de justicia es incapaz de llevar las investigaciones con la debida diligencia, haciendo imposible el acceso a la justicia y el castigo efectivo a los culpables. De acuerdo al Observatorio Nacional contra el Feminicidio, de los casos registrados entre 2010 y 2011, sólo el 19% han sido consignados a la autoridad competente y sólo el 4% de los casos por feminicidio han sido sentenciados. Nos encontramos ante un panorama donde el discurso, el recurso y las leyes existen, sin embargo su aplicación es mínima hasta casi poder llamarla nula y el gobierno mexicano no tiene idea de si lo que hace sirve para algo y mucho menos sabe cómo mejorarlo. La situación, sin embargo no es exclusiva del país, sino que la problemática de la violencia de género persiste a escala global, mientras que el feminicido impera fuertemente en la región lationoamericana. De acuerdo a un análisis de género de las muertes violentas, disponible en el Small Arms Survey de 2016, se establece que de los 25 países con las tasas más altas de feminicidio en el mundo 14 están en América Latina y el Caribe. Y según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en 2016 murieron en promedio 12 latinoamericanas y caribeñas al día, por el simple hecho de ser mujer, siendo Honduras, El Salvador, República Dominicana, Guatemala y Argentina los países con las tasas más altas de feminicidio en la región. Siguiendo los indicadores del mismo organismo, en 2014, Honduras registró 531 feminicidios por cada 100 000 mujeres, El Salvador 183, República Dominicana 188, Guatemala 217 y Argentina 225. Si bien, dentro de sus indicadores el organismo no contempla a Brasil, de acuerdo a ONU Mujeres, en 2015 en promedio 15 mujeres eran asesinadas cada día por el simple hecho de ser mujer y de acuerdo a la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Brasil posee la quinta tasa de feminicidios más alta del mundo. En nuestra región se extiende una cultura de alta tolerancia a la violencia y cosificación de la mujer que toma impulso gracias a los altos índices de impunidad e injusticia. El feminismo poco a poco se ha ido apoderando de nuestro lenguaje pero no de nuestras consciencias. El número de mujeres desaparecidas y asesinadas en la región parece ir en aumento y sin embargo la mayoría de los países carece de datos estadísticos y sistemas de información confiables que permitan la valoración adecuada del problema, dificultando la formulación de políticas bien fundamentadas que hagan frente a la problemática. El panorama nos muestra que la lucha iniciada en los sesenta por el reconocimiento de los derechos de la mujer aún no termina. Seguimos luchando por la igualdad y la equidad, pero sobre todo luchamos por nuestro derecho a la vida y a la justicia, porque los discursos políticos no bastan y porque las acciones gubernamentales no ha sido lo suficientemente concretas. Queda en nosotros mantener viva la memoria y la resistencia. Queda en nosotros exigir un alto a la impunidad y a la violencia contra la mujer, así como el establecimiento de justicia, porque las mujeres no somos desechables ni objetos de placer.