DEFENSORES DE DERECHOS HUMANOS, HABLAN ¿SIN MIEDO? Por: Laura Tlachi Santacruz 1
Lesbia Yaneth Urquía Urquía, activista de 49 años, era madre de tres hijos, incansable defensora de los derechos de los pueblos indígenas y el medio ambiente, y miembro del Consejo de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras. Su lucha sin embargo terminó este mes de julio, cuando su cuerpo fue encontrado con golpes en la cabeza en el municipio de Marcala, al oeste de Tegucigalpa. Los culpables, de acuerdo a la organización, la presidenta de Partido Nacional y su marido, “fuente permanente de amenazas por los proyectos hidroeléctricos en el departamento de La Paz”. Hoy por hoy América Latina constituye el territorio más peligroso para los defensores de los derechos humanos y Honduras uno de los más mortíferos para los activistas ambientales.
¿Qué son los derechos humanos? Esta pregunta, para algunos repetitiva, es sin embargo fundamental para entender la importancia de los mismos. Los derechos humanos son aquellos derechos basados en el principio de respeto al individuo y que gozan de carácter universal; es decir son aquellos inherentes al ser humano, los que cada persona posee por el simple hecho de estar vivo. Estos derechos son resultado de una conquista progresiva a lo largo de la historia. La Carta Magna de 1215, considerada como la base de las libertades constitucionales inglesas; la Petición de Derechos de 1628, que establecía garantías para los súbditos que no podían ser violadas por nadie; así como la Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776, la Constitución de Estados Unidos de 1787 y la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, constituyen las primeras conquistas. 1
Licenciada en Relaciones Internacionales por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Los triunfos más recientes se pueden citar a partir de 1948, cuando la Declaración Universal de los Derechos Humanos los sitúa en el terreno del Derecho Internacional y junto con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se conformaría la llamada Carta Internacional de los Derechos Humanos. Es así, y de la mano con posteriores Tratados y Convenciones, como los derechos humanos pasan a formar parte de la legislación internacional y poco a poco se han ido insertando en la legislación nacional de un creciente número de países. Sin embargo, la realidad nos confronta con el hecho innegable de que estos derechos se han transformado en líneas de un discurso que no es capaz de pasar a la acción. El día a día nos demuestra que existe un asalto generalizado contra las libertades básicas de los seres humanos. De acuerdo con Amnistía Internacional “las draconianas y represivas campañas nacionales de seguridad planteadas a corto plazo y que obedecen a intereses particulares han tenido como resultado un asalto total contra los derechos y libertades fundamentales”. Ante la falta de protección por parte del Estado son muchos los individuos y grupos que trabajan por promover y proteger estos derechos. A lo largo de los años los defensores de derechos humanos han abordado derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales, donde el abanico de temas comprende cuestiones como ejecuciones sumarias, tortura, desapariciones forzadas, discriminación, atención sanitaria, alimentación, educación, migración, medio ambiente, entre otros. Su labor se ejerce en situaciones de conflicto, en países no democráticos y naciones democráticas, donde se dedican a investigar, reunir información y denunciar las violaciones a los derechos humanos, ejerciendo presión para la rendición de cuentas. En 1998, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de la ONU sobre los Defensores de los Derechos Humanos donde se reconoce su papel decisivo y la necesidad de garantizar su protección. Sin embargo, una vez más el compromiso plasmado en papel dista mucho de la realidad latente, de tal manera que los defensores de derechos humanos son objeto de amenazas, detenciones arbitrarias, tortura e incluso asesinato, en diversas partes del mundo.
De acuerdo a Front Line Defenders, América Latina es la región más peligrosa para ejercer la defensa de los derechos humanos debido a la criminalización de los movimientos de derechos humanos y la protesta pacífica. Los ataques sufridos por estos grupos ha venido en aumento y los ataques provienen de diversos frentes: agentes estatales, empresas y grupos paramilitares. En el último año (2015), el grupo más afectado por estos ataques, corresponde a los defensores de la tierra y el medio ambiente. Inmersos en un contexto de demanda cada vez mayor de recursos naturales, empresas y gobiernos han
iniciado una carrera por la
apropiación de la tierra. De acuerdo a Global Witness, 2015 constituyó el “peor año de la historia” para los defensores del medio ambiente, con un saldo de 185 asesinados (más de tres por semana), de los cuales 67 pertenecían a alguna comunidad indígena. A nivel global según el informe En terreno peligroso, de dicha organización, los países más mortíferos fueron Brasil (50 muertos), Filipinas (33), Colombia (26), Perú (12), Nicaragua (12), República Democrática del Congo (11), Guatemala (10), Honduras (8), India (6) y México (4). Y entre las causas principales se encontraban la minería, la agroindustria, la tala y los proyectos hidroeléctricos. La lucha por apoderarse de los recursos naturales es sin embargo, resultado de las decisiones que se toman en los países desarrollados; son los inversores y las empresas del primer mundo quienes deciden cómo y cuándo mover las piezas en el tablero del subdesarrollo. Los derechos humanos se vuelven invisibles de acuerdo a las necesidades del mejor postor, y la ausencia de justicia es el común denominador en los cientos de casos denunciados. Eduardo Galeano escribía “cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios”; hoy no sólo se construyen cárceles, hoy se cavan tumbas. Inicié este artículo con el caso de Lesbia Yaneth Urquía Urquía; sin embargo no podemos olvidar a Berta Cáseres, asesinada también en Honduras como consecuencia de su lucha contra la presa Agua Zarca y que hasta el momento de su
muerte denunciaba el asesinato de varios dirigentes indígenas. Asimismo dentro de territorio latinoamericano podemos mencionar a Ildefonso Zamora, mexicano defensor de los bosques y encarcelado a raíz de su lucha contra los taladores ilegales en el Estado de México, cuyo hijo fue asesinado por talamontes en 2007. Nos encontramos en una sociedad que ha olvidado, o que tal siempre ignoró, la naturaleza racional y jurídica de los derechos humanos; en pleno siglo XXI, inmersos en un contexto globalizado, los derechos humanos se proclaman una y cien veces en el discurso político pero en la práctica unos se olvidan y otros se defienden a medias, y se castiga a quien se atreve a señalar la omisión. Y aunque podría parecer, no hablamos de situaciones propias de un Estado dictatorial, sino condiciones reproducidas en aquellos que han abrazado la bandera de la democracia. A estos gobiernos se les debe exigir el actuar de acuerdo a las leyes nacionales e internacionales, ya no es suficiente con declarar que existen los derechos para asegurar su protección. Estas exigencias y la lucha por el respeto y la garantía de nuestros derechos humanos, hasta ahora sólo en manos de los defensores, debe ser asumida por la sociedad en general porque “la injusticia en cualquier parte que se cometa, constituye una amenaza a la justicia en todas partes”.2
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Martin Luther King, “Carta desde la cárcel de Birmingham”. Abril de 1963.