EL EXTREMISMO ISLAMISTA: EL PRESENTE EN PAKISTÁN Por Florencia Alegre1 El mundo se horrorizó el pasado 27 de marzo ante la noticia de un nuevo atentado terrorista. Esta vez, en Pakistán. En el parque Gulshan Iqbal, en la ciudad de Lahore, Muhammad Yousef, un joven islamista, se inmoló con más de 20 kilos de explosivos en medio de la multitud, dejando como saldo 76 muertos (29 niños) y más de 360 heridos, muchos de ellos en estado desesperante. Esta agresión fue dirigida deliberadamente contra los cristianos que festejaban el feriado laboral que el gobierno de Punjab les había reconocido por vez primera en ocasión del Domingo de Pascua, según indicó la agrupación fundamentalista que se responsabilizó por el atentado, Jamaat Ur Ahrar, facción perteneciente al Tehreek-al-Taliban Pakistan2. También ha cumplido con el cometido de aterrorizar no solamente a las minorías, sino a una ciudad de gran diversidad cultural que se considera relativamente segura y bastión político del Primer Ministro Nawaz Sherif, quien lo ha condenado fuertemente y ha prometido intensificar la lucha contra el terrorismo pakistaní. El atentado que dejó el mayor número de fatalidades desde lo sucedido en la escuela Peshawar a finales de 20143, volvió a llamar la atención sobre la preocupante escalada de violencia religiosa que azota este país de 183 millones de habitantes y de mayoría musulmana sunnita, a propósito del crecimiento del extremismo islamista tanto en agrupaciones civiles como partidos políticos cada vez más radicales e intolerantes con las minorías. Las razones para una radicalización islamista en alza En las últimas décadas, Pakistán ha sido un Estado constantemente marcado por la violencia y por el terrorismo islamista. Las razones ligadas a su política exterior, por un lado, son numerosas, pero se deben mayoritariamente a la guerra contraterrorista que sigue
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Estudiante avanzada de Licenciatura en Relaciones Internacionales de UNR: Florencia N. Alegre. GUTIÉRREZ, José Ángel; “Talibanes en Lahore (Pakistán): ‘Queríamos matar a los cristianos’”en Sección Confidencial, Diario Hispanidad, edición digital; 01 de abril de 2016. Disponible en: http://www.hispanidad.com/talibanes-en-lahore-pakistan-queriamos-matar-a-los-cristianos.html 3 KHALIL, Shaima; “Pakistan Taliban: Peshawar school attack leaves 141 dead”; en Sección Asia, BBC News, edición digital; 16 de diciembre de 2014. Disponible en: http://www.bbc.com/news/world-asia30491435 2
en pie en Afganistán: la permeabilidad de la frontera, el consecuente flujo irrestricto de agrupaciones terroristas que terminan por asentarse en el país, la incursión de Estados Unidos en territorio pakistaní sin ser debidamente autorizado y su utilización de drones, el hecho de que Pakistán sea el Estado exterior dell escenario afgano con más bajas directamente involucrado con la guerra (más de 36.000 víctimas fatales desde 2001 a 2011 relacionadas con el terrorismo), el alineamiento del Estado pakistaní con Estados Unidos contra los talibanes que siguen operando desde su territorio y creando filiales locales, desafiando directamente a Islamabad, y la intrincada y siempre recurrente enemistad con India, por nombrar las más resonantes en las noticias internacionales. Por otro lado, también la violencia surge de condiciones internas de Pakistán: la erosión gubernamental y la inacción del sistema judicial, principalmente, son las que terminan legitimando la violencia ejercida hacia las minorías, permitiendo las prácticas y legislaciones tribales extremistas y no haciendo cumplir las normativas nacionales en contra de la discriminación racial y religiosa. Por ejemplo, la permisión de una justicia paralela en los Consejos locales, donde los más ancianos en las comunidades juzgan sin intervención de las autoridades regionales ni nacionales los supuestos delitos a las tradiciones de la comunidad, amparados bajo la Ley de la Blasfemia, dictando sentencias que generalmente culminan con penas fatales hacia las minorías religiosas y fundamentalmente las mujeres, dando lugar a lo que se conoce como “crímenes de honor” (ostracismo, humillaciones, ejecuciones públicas, etc., con el fin de restaurar la reputación de la familia/comunidad). La falta de una reforma curricular en las escuelas religiosas islámicas, más conocidas como madrazas, que siguen formando a partir de una orientación sumamente sectaria que termina provocando la radicalización ideológica en las nuevas generaciones, es otra razón intrínseca en Pakistán. Además, la multiplicación de partidos políticos representativos de este extremismo religioso, que propugnan la aplicación estricta de la Sharia y no la mera adecuación de la ley nacional a los postulados generales del Corán, describen un escenario interno tan complejo como el externo para este Estado cotidianamente golpeado por la violencia y el terror. La respuesta oficial contra el terrorismo en su país El Estado nacional de Pakistán ha impulsado la lucha antiterrorista a partir de la operación militar del ejército en las zonas tribales de Waziristán del Norte y Khyber, limítrofes con
Afganistán, lanzada en junio de 2014. Sin embargo, todavía es preocupantemente insuficiente, si consideramos que la escalada de atentados comenzó a partir de 2007 y muy paulatinamente está siendo reducida por este embate militar estatal luego de que en el año 2009 se registrara un pico de 3.800 ataques y 12.600 fatalidades. Solo en 2015, Pakistán sufrió 625 ataques terroristas (que provocaron 1.069 víctimas fatales) en una guerra interna donde es el yihadismo de agrupaciones talibanes el que se atribuye el mayor número de atentados y subsume a la población en una coyuntura extremadamente violenta, por la cual ya se han desplazado más de 1,5 millones de personas en el país, según informes de la ONG Comisión de Derechos Humanos de Pakistán4. Ante esta situación, el gobierno nacional también acude a la mano dura, recurriendo a tribunales militares, pena de muerte y cerrando escuelas coránicas con presuntos mensajes extremistas para los jóvenes5, aunque diversos organismos internacionales y locales de defensa a las minorías y los derechos humanos denuncian al mismo Ejército de llevar adelante una represión de baja intensidad a través de acusaciones de blasfemia, secuestros y conversiones forzosas, que demuestran lo inextricable de la situación violenta al interior de la sociedad pakistaní, que llega a todas sus dimensiones e instituciones. La situación en lo que va del año Pese a los intentos de Islamabad, el 2016 ya se había inaugurado con otros ataques anteriores al del domingo de Pascuas, que cobraron poca trascendencia internacional. A saber: el ataque a la Universidad de Bachakan del 20 de enero, donde hubo 25 muertos; el atentado suicida del 7 de marzo en el Tribunal Shabwdar, que cobró 14 muertos -el cual tuvo relativamente más atención pública-; y la explosión sucedida el 16 del mismo mes en Peshawar con 15 fatalidades más6. Con respecto a lo sucedido en Lahore a fines de marzo, en la necesidad de demostrar a la indignada opinión pública internacional la férrea intención del Estado de responder al atentado que no pudo prever, se detuvo en los dos días posteriores al ataque a 5 mil
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Agencia EFE; “ONG denuncia que 1,5 millones de personas estan desplazadas de Pakistán”; en Noticias de Agencias, El Día.es; 01 de abril de 2016. Disponible en: http://eldia.es/agencias/8614810-PAKIST-N-DESPLAZADOS-ONG-denuncia-millones-personas-estandesplazadas-Pakistan 5 OLAZABAL, Víctor; “Pakistán: dos atentados al día”; en Sección Internacional, El Mundo; 20 de marzo de 2016. Disponible en: http://www.elmundo.es/internacional/2016/03/29/56f98649ca474182108b460d.html 6 OLAZABAL, Op. Cit.
sospechosos de terrorismo, donde la mayoría fue liberada en horas posteriores a su detención. Mientras tanto, la exigencia de las comunidades más conservadoras y de las agrupaciones políticas islamistas por la aplicación de la Sharia y mayor dureza en el trato hacia las minorías, se vieron reflejadas en la masivas manifestaciones de musulmanes radicales que el mismo día del atentado se dio cita primero en Rawalpindi y luego en la capital pakistaní. Allí se expresaron contra la ley sobre violencia familiar en Punjab y contra la flexibilización de la Ley de la Blasfemia. Consigna ésta por la cual, paradójicamente, Mumtaz Quadri es idolatrado por asesinar al gobernador de Punjab que impulsó este debate, y la cristiana Asia Bibi condenada a pena de muerte por haber tomado y “contaminado” el agua de la tinaja de la que se servían otras musulmanas7. El gobierno del Primer Ministro Nawaz Sharif no ha atendido a los reclamos de la manifestación y en ocasión de la misma, respondió deteniendo a muchos de ellos y redando los locales donde estas organizaciones tienen su base, bajo la sospecha de que mantienen planes extremistas y violentos. No obstante las demostraciones del gobierno nacional en los últimos casi dos meses post atentado en Lahore, continuaron manifestando nuevos casos de radicalización hacia las minorías: secuestro, matrimonio, violación y conversión forzada de mujeres cristianas a fines de abril; en mayo, “crímenes de honor” a una adolescente de 16 años y a un matrimonio cristiano a principios de mes, asesinato del activista Khurran Zaki en Karachi (denunciante de la violencia sectaria en el país) el día 8, un atentado suicida
en la
Universidad de Quetta con saldo de 2 muertos y 5 heridos para el 10, y días más tarde, la aldea de Chak fue protagonista de turbas donde se incendiaron casas de cristianos y se los obligó a convertirse al Islam, por nombrar lo más resonantes en los medios internacionales. Además, también en Lahore se manifestaron los cristianos porque el mismo gobierno de la provincia de Punjab busca demoler cuatro iglesias católicas emplazadas en enclaves históricos y resonantes de la ciudad, con la excusa de la construcción de una nueva línea ferroviaria. Las perspectivas para el futuro pakistaní 7
AFP Internacional; “Los musulmanes radicales endurecen su protesta en Pakistán”; en Swiss Info, edición digital; 30 de marzo de 2016. Disponible en: http://www.swissinfo.ch/spa/los-musulmanes-radicales-endurecen-su-protesta-en-pakist%C3%A1n/42055552
Mientras los sucesos de intolerancia religiosa se van acumulando en una infinita contabilización, la escalada de violencia que propone el extremismo islamista se va arraigando cada vez más fuerte en el entramado religioso, social y estatal de Pakistán. En este contexto, la población civil se termina constituyendo en rehén de los sectarismos, siendo ésta tanto la mayoría musulmana pacifista como las minorías étnicas, religiosas y políticas, que siendo constantemente atacadas, sólo cuentan víctimas y golpes a la esperanza de un futuro cercano sin violencia sectaria por doquier. Por su parte, el Estado pakistaní combate violencia con violencia y omisión, corriendo siempre detrás de los hechos y legitimando el trato diferenciador de la mayoría musulmana hacia las demás comunidades tribales y religiones pakistaníes, sin intenciones firmes de reducir las posibilidades de penas violentas de parte de los Consejos islámicos, de flexibilizar de la Ley de la Blasfemia para aminorar la asfixia religiosa de la mayoría suní, ni de defender a sus minorías que sufren también en las posibilidades de inserción social, económica y educativa. Por otro lado, Estados Unidos, aliado de Pakistán en la lucha contraterrorista, hace notar la “tolerancia” que parece tener el gobierno islámico de Sharif a las violaciones a la libertad religiosa y la violencia sectaria, pero no llega más allá que el llamado de atención porque prefiere asegurarse la permanencia de este gobierno que imprime un mínimo de estabilidad a la región, al peligro de otro que crispe aún más los extremismos y las facciones terroristas, y que ponga en jaque la presencia estadounidense en la zona. Finalmente, la opinión pública occidental se indigna y exige seguridad ante los condenables atentados en los Estados centrales, pero menor trascendencia le brinda en los medios a las atrocidades que sufre cotidianamente el pueblo pakistaní que todos los años cuenta por miles las víctimas del fundamentalismo, alimentando de esta manera la mirada peyorativa de las sociedades no occidentales como intrínsecamente violentas. El presente en Pakistán, en este complejo escenario, poca luz ofrece para un futuro pacífico con un Estado incapaz de contener los extremismos y una comunidad internacional que parece constantemente mirar para otro lado sin sopesar las posibles consecuencias externas que puede tener para la región la constante radicalización de la sociedad pakistaní.