Entrevista a Khatchik DerGhougassian

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“A EEUU LE FALTA CLARIDAD ESTRATÉGICA CONTRA EL ESTADO ISLÁMICO” Por: Julián Velázquez1

Los atentados en Bruselas, que causaron más de 30 víctimas fatales, y el anuncio de la muerte de quien era considerado el “número dos” de Estado Islámico (EI), Abdel al Qadouli, abatido por la aviación estadounidense, monopolizan la atención de los medios de comunicación. Sobre el fenómeno terrorista mucho se dice. Abundan opiniones, datos y argumentos. No extraña, frente a semejante sobrecarga informativa, que el público no especialista, en vez de ganar en claridad, se sienta extraviado. Es entonces cuando más necesaria se vuelve la tarea de los expertos. Por ello deseo recuperar esta entrevista que le hice el año pasado a Khatchik Derghougassian, PhD en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami. El profesor inició la conversación, desarrollada en la Universidad Nacional de Lanús, donde dicta clases, aclarando un equívoco sobre EI que suele oírse demasiado y brindando además una

serie

de

características

del mismo: “No

es

un

grupo

terrorista. Estamos hablando de un Estado en plena formación, genocida, si se quiere, ya que aplica la limpieza religiosa. Controla un territorio y está tratando de homogeneizarlo, consolidarlo y expandirlo. Aplica la Ley de la Sharia y hasta imprime su propia moneda. Su objetivo es restablecer esa unidad utópica o atípica de la comunidad musulmana que es la umma”, refirió. MI: A fin de definir con la mayor exactitud posible el fenómeno conocido como Estado Islámico, ¿es correcto afirmar que es la primera vez que un actor que recurre a prácticas terroristas crea un califato? KD: Es el primero que se atreve a llevar esa lucha de poder al extremo, declarar el califato y exigir lealtad, lo que evidentemente genera un conflicto interno porque 1

Periodista y tesista de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). Ha realizado colaboraciones para los diarios Tiempo Argentino y La Razón, para las revistas especializadas Reconciliando Mundos y Acontecer Mundial, entre otros medios, y para el sitio web de la Cátedra de Rusia del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Administra el portal http://www.politicaentrenaciones.com


cuestiona la legitimidad de otros países islámicos, especialmente las monarquías del Golfo, y también de grupos como Al Qaeda. De alguna manera, EI aspira a transformarse

en

el

único

referente

de

los

musulmanes

sunnitas.

MI: Hay especialistas que sostienen que el mayor peligro en Oriente Medio no es en sí EI, sino el posible colapso que su expansión genere en Irak y Siria. ¿Qué opina? KD: Si bien dichos Estados, Irak y Siria, existen en una porción de sus territorios y son reconocidos internacionalmente, ese colapso ya se generó. Aunque el avance de EI sí puede provocar más colapsos en la región. MI: Refiriéndonos ahora al accionar que ha tenido EEUU frente a la amenaza que le representa EI, específicamente en lo concerniente a su política exterior, ¿considera que ésta ha variado, más allá del acercamiento entre Washington y Teherán en la contención del avance de los yihadistas? KD: Tendríamos primero que preguntarnos por qué EI le representa una amenaza a Estados Unidos, que interviene en el conflicto simplemente porque hay presiones internas

e

internacionales

de

estratégica clara. Evidentemente, ni

hacer

algo,

siquiera existe

pero un

no

discurso

tiene una visión basado

en

la

responsabilidad de proteger. La postura estadounidense es un juego de balance de poder: se trata de que este fenómeno conocido como Estado Islámico pueda contener la expansión de la influencia iraní y asimismo no amenazar a los aliados y clientes del mercado de armas, que son los países del Golfo. Los yihadistas amenazan mucho más a la población de Medio Oriente que a EEUU. MI: En una entrevista declaró que advierte por parte de los Estados Unidos una avanzada

militar

sin

estrategia

política…

KD: En otras palabras, existe un poder militar sin precedentes en la historia. Debería conjuntamente existir la conciencia de que ese poder no necesariamente significa la transformación de todo, o la capacidad de transformar todo. Por lo tanto, habría que volver a una lógica realista y prudente que tenga en cuenta cómo y dónde darle uso al poder militar. En su momento, la llamada Doctrina Powell había definido que no debía realizarse una intervención sin contar con una estrategia de salida. Ahora, cuando consideramos los bombardeos aéreos sobre las posiciones de EI, ¿cuál es


el cálculo costo/beneficio y cuál es el fin político de dichas operaciones? ¡No se ve! Entonces uno puede seguir con este juego, que es uno de balance de poder, pero el riesgo es muy alto porque se trata de un proceso con eventos sucesivos que pueden salirse de control, y podría desarrollarse un estallido que nadie puede prevenir, como pasa en todas las guerras. La alternativa a todo esto es pensar en un plan de estabilización de Medio Oriente, involucrar a todos, tener la voluntad de sentar a los actores en la mesa de negociaciones. Es lo que justamente falta hoy, un proyecto político. En algún momento lo hubo, por ejemplo en la década de los 90, cuando existía la creencia de que si se resolvía el conflicto palestino/israelí, la región se estabilizaría. Pero hoy en día, la creación del Estado palestino, más allá de que se trata de un reclamo justo, no va a resolver todos los problemas. Por supuesto que si se pudiera dar un paso en ese sentido, se trataría de un avance. Pero ni siquiera la administración de Obama pudo hacer algo, y durante la misma se libraron dos de las tres guerras en Gaza. Y frente a esto no hay ninguna política concreta. No han faltado artículos, algunos más serios que otros, que trazan un paralelismo entre el respaldo dado por la CIA a los muyahidines (movimiento del que surgiría luego Al Qaeda) a fines de los 70 en Afganistán, y el apoyo que recibió por parte de Estados Unidos la insurgencia en Siria, considerada un caldo de cultivo para EI. Derghougassian no se mostró muy de acuerdo con esta visión, ya que considera que ha sido más relevante la intervención de actores locales, por ejemplo Arabia Saudita, Qatar y Turquía, facilitándoles armamento y logística a los grupos para combatir al régimen de Bashar al Asad, que la de EEUU: “La ayuda de Washington ha sido mucho más restringida. Por el contrario, en Afganistán la CIA estaba directamente involucrada en el entrenamiento de los guerrilleros. Si bien hay un debate interno en EEUU para armar a la oposición al gobierno sirio, no existe una política clara al respecto, y no tenemos que confundir el discurso con la realidad”, aseguró. Por otro lado, el profesor, en un artículo sobre el tema en cuestión, advirtió el dilema que se le presenta a EEUU en su lucha contre EI: puede muy bien fortalecer los lazos con los enemigos de los yihadistas, como Irán, Siria y los kurdos, aunque


simultáneamente esta estrategia lo haría enemistarse con sus aliados del Golfo y Turquía. MI: Pareciera tratarse de un callejón sin salida. ¿Existe alguna alternativa? KD: Es una política de control de daños. Se trata de minimizarlos, nada más. La única racionalidad que existe para combatir el fenómeno es acelerar el acuerdo nuclear con Irán, aceptar su rol en la región y no hablar demasiado de armar a la oposición a Bashar al Asad, que es una cosa absurda e ilógica. Ahora bien, esa misma racionalidad tiene sus problemas: un acuerdo con Irán le quita importancia a Israel como aliado estratégico de EEUU. Por supuesto que Israel se va a oponer, y que va a presentar a Irán como el país más peligroso de la región. Es claro, especialmente después de 1979, que Irán no va a volver a ser el gendarme de EEUU, pero algunos sectores en ambos países reconocen que ese acuerdo es necesario. La gran cuestión pasa por cómo alcanzar una alianza que ni para Irán refleje el pasado ni que para EEUU implique ver resentida su relación con Israel. Si esto ocurre, el costo interno tanto para Rohani como para Obama sería muy alto. Ese mismo acercamiento entre Washington y Teherán también va a poner en alerta, por distintas razones, a Turquía y Arabia Saudita, tanto por el carácter chiíta del islam en Irán, como por la competencia regional, ya que Turquía quiere imponerse como un actor de peso y defensor del islam en Medio Oriente. MI: ¿Cuál sería otra acción racional? KD: Por ejemplo, reconocer el Kurdistán, pero es algo también problemático. Lo que queda es siempre lo mismo: control de daños. Volvamos a lo que dije antes: ¿el accionar de EI representa una amenaza para EEUU? ¿Afecta su política de alguna forma? La verdad es que no, porque no hay una amenaza al precio del petróleo, que está cayendo. Además, Estados Unidos en cinco años va a empezar a exportar crudo. Por otro lado, sus bases militares siguen en Ormuz, Bahrein y Qatar, y cerca de Arabia Saudita. Las monarquías del Golfo son el mayor mercado de armamentos de EEUU, y éstos no sufren la competencia en ese rubro por parte de otra potencia de la región.


Lo que ocurrió con la Guerra de Irak fue un exceso de “querer más” de la administración de Bush. Hay un giro realista con Obama en Medio Oriente, que es lo mejor que podría pasarle a EEUU, pero el problema es que la oposición republicana es tan irracionalmente agresiva que su única estrategia es simplemente dañar la política del presidente

demócrata.

MI: En una publicación se refirió al rol que puede jugar la UNASUR a la hora de crear una estrategia renovada de ayuda humanitaria para las víctimas de la guerra civil en Siria, conflicto agravado por la irrupción de EI. ¿Considera que hay un interés político real de los gobiernos en tomar tal iniciativa? KD: Se trata más bien de un deseo que expresé. A la UNASUR le falta una política internacional coordinada, concertada, para ubicar su espacio en el mundo. Es cierto que entre las políticas exteriores de los integrantes del bloque, en lo que respecta a Medio Oriente, hay concordancias. Por ejemplo, el reconocimiento de Palestina como Estado. Pero son excepciones: Brasil tiene su política, Argentina también, igual Venezuela. Nuestra región podría construir un liderazgo en materia humanitaria. Sudamérica tiene una larga tradición en recibir refugiados y darles asilo, por ejemplo. Pero no veo ni voluntad política ni capacidad. Sí hubo gestos, como los de Argentina y Uruguay. Pero no son políticas. El esquema de una intervención ética, de poder ético, está, y este debate ni siquiera se da en UNASUR. Más allá de que todo el proceso de la integración regional desde hace años está en un estancamiento bastante preocupante. Hacia el final de la entrevista, el profesor reflexionó sobre uno de los aspectos centrales que encierra el fenómeno de Estado Islámico. Me refiero al enfrentamiento entre chiítas y sunnitas: “Se trata de un conflicto que no tiene solución porque son visiones de legitimidad de liderazgo distintas dentro del islam. Y las aspiraciones del poder exasperan las diferencias. Lo único que puede intentar hacerse es no trasladarlas al espacio público. En otras palabras, no politizarlas ni militarizarlas”, advirtió. Y concluyó con el siguiente pensamiento: “La pregunta es si esta carnicería que está ocurriendo va a generar una reflexión hacia dentro de los países del Medio Oriente y de la sociedad musulmana que conscientice sobre lo absurdo que es matar en nombre de la religión. Hay que tratar de buscar aquellos puntos en común que tienen ambas visiones. Y de hecho este discurso está desarrollado, y la convivencia entre los chiítas y sunnitas


existe. Un avance importantísimo hubiera sido un acercamiento estrecho entre Irán y Arabia Saudita, pero esto no se da. Ahora bien, ¿van a surgir estas voces? Quienes siguen la región de cerca saben que están ahí, entre los propios religiosos musulmanes, pero el tema es que los dueños de dichas voces no están aún emponderados. En su momento se pensó haber encontrado una solución en el nacionalismo étnico, lo que fracasó, probablemente porque los Estados que impusieron la laicidad, como Egipto, Siria e Irak, trataron al mismo tiempo de controlar y usar la religión para sus fines.


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