ENTREVISTA A
TERESITA
DUSSART
Teresita Dussart, cuenta con un recorrido de veinte años en el mundo de la investigacion privada al servicio de dos grandes multinacionales del sector. Kroll Associates, como Senior Director en Paris, y Geos International, como Directora de Operaciones. También fue Security Manager de la Seguridad de Merck Sharp & Dohme de Europe Middle East Africa (EMEA), con sede en Roma. En ese marco privado investigó varios escenarios relacionados al crimen organizado y/o terrorismo en Europa del Este, África del Oeste y América Latina. Antes trabajó como periodista corresponsal en Moscú, Zúrich y Bruselas. Ese paso por el periodismo es un rasgo de su relación con la información. Es por sus investigaciones periodísticas que fue contratada para trabajar en el rubro del business intelligence.
Mente Internazionale: En sus trabajos ha mencionado que por medio del peronismo en general y del kirchnerismo en particular, la mafia argentina ha conocido tres décadas de infiltración de las instituciones más estratégicas. ¿Se puede hablar entonces de una captura del Estado por parte del crimen organizado? Y de ser así, ¿considera que la situación del Estado argentino (de no ser tratada adecuadamente) podría alcanzar los niveles de crisis que en su momento vivió Italia, o que hoy en día sufre el Estado mexicano?
“La relacion entre crimen y el Ejecutivo durante la década pasada fue osmótica.”
Teresita Dussart: Si comparamos con la situación italiana, creo que Argentina ya ha alcanzado o superado un nivel similar, salvando la distancia. Es cierto que el crimen organizado es distinto en Argentina; está menos arraigado en una tradición, pero comparte esa misma cultura que tiende a relativizar la amenaza, cuando no a ser abiertamente apologética del delito. En el caso italiano, la situación es muy distinta según se enfoque la Cosa Nostra, la Camorra o la n’dranghetta, siendo estas además organizaciones heterogéneas. Si esos grupos han alcanzado un nivel de infiltración de la vida económica muy importante en su fase de lavado de activos, especialmente en el Norte de Italia, no han logrado lo que el crimen organizado bonaerense ha logrado, que es, ni más ni menos: ser el poder. La relación entre crimen organizado y el Ejecutivo durante la década pasada fue osmótica. Fue el sueño de Salvatore Riina, que no pudo lograr hacer realidad en los 90. No es solo el Ejecutivo sino segmentos enteros de algunas fuerzas de inteligencia que fueron colonizados. El daño es cuanto más severo, que si a esos segmentos se los amputa de la parte contaminada, se muerte todo. En claro: hay un real problema de recursos humanos sanos. En el caso de México, la situación es muy distinta porque, dentro de todo, México sigue siendo la matriz de donde parte la droga o por donde transita la droga. A pesar que la heroína dejó de ser la droga estrella a fines de los 80, y México fue desplazado como proveedor de materia prima por Colombia y otros proveedores de cocaína, el poder de los carteles mexicanos es el de estados dentro del Estado. Y estos se van politizando. Ellos también van aspirando a infiltrar la vida política, sindical (CNTE, por ejemplo) y civil a través de vehículos más insidiosos. Buscan los partidos políticos populistas que demuestren empatía hacía el crimen organizado (indigenismo, extrema izquierda). En cambio, si su poder de nocividad es mucho más impactante en vidas humanas que el crimen organizado bonaerense o rosarino, su poder de infiltración se mantiene a nivel local y es menos importante que lo que se pudo constatar en Argentina. A ello hay que agregar que las drogas de diseño están ahora transformando la sociedad del crimen en México tanto como en Argentina desde 2005 a la fecha, haciendo entrar mucho cuello blanco. En México hay dos países en uno. El problema de Argentina es que hubo esa relación osmótica que ha determinado un sesgo muy particular y que el nuevo gobierno no parece tener la
competencia técnica o la voluntad política de depurar las partes enfermas y se alista a vivir con ellas, como si fuese un mal menor. MIN: Afirma que la mafia en Argentina alcanzó su edad de oro durante el Kirchnerismo. Sin embargo, ¿considera que la actual administración de Mauricio Macri en la presidencia supone una amenaza para la estructura y por ende para el funcionamiento de la mafia bonaerense? TD: Es algo confuso. Percibo buenas intenciones, pero diseñadas para la aprobación telegénica, no percibo tecnicidad. Habiendo dicho esto, son seis meses y el enfrentar una mafia tan enquistada en los mecanismos motores del estado tiene un costo político y requiere de una enorme valentía, así como probablemente del compromiso demostrado de una vida ante tal flagelo. Como muchas personas, no disimulo mi sorpresa ante la elección de las personalidades que dirigen la AFI, por ejemplo. Luchar contra el crimen organizado no es algo que se aprende en un “learning by doing”. Podría hasta ser, casi ofensivo, para algunos profesionales. MIN: Haciendo alusión nuevamente a la administración de Mauricio Macri ¿Considera que la manera en que a partir de su entrada al poder se ha abordado el caso Nisman, responde al interés real de ejercer justicia y apunta a un nuevo camino en el funcionamiento de las instituciones del Estado? TD: Precisamente en el caso de Nisman, las pocas declaraciones de Macri, inmediatamente antes y después de ganar las elecciones, fueron alentadoras, en el sentido que parecían evocar una voluntad de investigar sin apegarse a una búsqueda de resultados acuñados de una tesis, en un sentido u otro, sino de abocarse a la búsqueda de resultados que sólo podrían ser los que echarían los hechos y sólo los hechos. Tal vez sea demasiado tarde de todos modos para la causa Nisman. Pero si esa fuese la filosofía con la cual de ahora en más se trabajaría, sería un paso adelante. Una actitud científica, fenomenológica, con investigadores y fiscales independientes abocados a la recolección de datos objetivos, con competencias forenses, capaces de poner en perspectiva esos datos, que no trabajen ni a favor de la política ni para las cámaras, constituiría una revolución cultural. Para eso sería primero necesario crear una policía judicial, por ejemplo. Muchos de los que están por debajo de la línea de mando del Presidente no resisten al llamado de ”A dos voces” o de “Intratables”. Lo cual no está mal en sí. El fundamental comunicar, siempre y cuando se tenga la resiliencia de sostener lo que es a pesar de no ser lo que la opinión pública o una parte interesada quisiera escuchar. MIN: Desde su perspectiva ¿Qué necesita Argentina para abordar el problema de la mafia? ¿Qué acciones se suponen como las más urgentes para acabar con los vacíos legales que se perciben en el Estado? TD: Argentina necesita de herramientas que actúen como contrapoderes, o controladores, totalmente independientes. Entre otros: poner la oficina anticorrupción en manos de técnicos y de equipos pluridisciplinarios, no políticos, y sin relación comprobada con el Ejecutivo. Necesita de un arsenal de leyes antimafia tal como lo dispone la Convención de Naciones Unidas sobre Crimen Transnacional. Necesita de un sistema punitorio más explícito e efectivo
para los corruptos y corruptores. Necesita de controles más sutiles que trabajen no sólo sobre la dimensión violenta del crimen, sino en sus efectos más perversos, como la organización cartelizada de la economía a través del control de la distribución, de la logística (camiones, depósitos, aduana etc.); debe impedir la participación desleal en licitaciones, debe luchar contra la economía parasitaria de la mafia (subsidios a las empresas pantallas del crimen organizado, por ejemplo), hacer imposible el nepotismo que es el eslabón necesario para la instalación de las mafias. A ese respecto: es escandaloso que en las fuerzas de seguridad el primogénito “herede” el puesto del padre, por ejemplo, porque eso crea nichos mafiosos duraderos que se van consolidando y haciéndose más fuertes.
“Argentina tiene una responsabilidad frente al resto del mundo”
MIN: En este sentido, ¿qué tan importante considera la cooperación internacional para que Argentina pueda hacer frente al problema de la mafia? TD: La cooperación internacional es necesaria cuando el crimen es transnacional y apela al esfuerzo conjunto de los países afectados y/o cuando apela al esfuerzo de países no afectados pero que disponen de un valor agregado de experiencia. El crimen organizado argentino ya logró hace mucho su transnacionalización en cuanto a narcotráfico, robo y venta de vehículos y autopartes, trata humana, venta ilegal de armas. Por lo tanto, la cooperación se impone. Ahora la cooperación es recibir y dar, suponiendo que todas las partes son leales las unas a las otras. Argentina tiene una responsabilidad frente al resto del mundo al ser una puerta de salida de la droga y afectar zonas vulnerables en el trasiego de esta, como lo es África. Sin hablar de los países receptores finales. Por eso debe mejorar sus estándares para ser parte de la solución. En cuanto a la parte cooperación, que sería beneficiarse de una ayuda por parte de servicios extranjeros que sabrían más que sí misma, tampoco hay que caer en el pensamiento mágico. Oigo decir: fuimos a pedir al FBI que nos ayude, como si en alguna oficina en Estados Unidos iban a saber lo que paso en Argentina hace 22 años con la Amia, que nadie mejor que los Argentinos saben porque está todo en el expediente. Es seguro que hay un know how importante en el mundo y hay que solicitarlo y aprovecharlo. Es fundamental, pero tampoco hay que respaldarse en la delegación de su inteligencia. Primero porque ningún servicio policial o de inteligencia, en el mundo, es vidente. Una de las consecuencias nefastas de la autarquía peronista es que Argentina dejo de ser de interés para el mundo. Hay muy pocos flujos de datos sobre el país, aparte sobre aspectos de interés inmediato como el narcotráfico. La mayoría de los especialistas de América Latina de las grandes agencias serían incapaces de nombrar las tres mayores ciudades de Argentina, y si les preguntas que pasa en Monte Caseros, Rosario o San Martin te miraran con ojos de vidrio. Lo que sería aconsejable sería de levantar un servicio nacional de inteligencia plenamente funcional y que inspire confianza a propios y extraños. Y porque no tener la ambición de destacarse en una especialidad.
MIN: Ha mencionado que no existe un enfoque cultural por parte de la sociedad civil que permita apreciar la nocividad de este problema, así pues ¿de qué manera se podría modificar la percepción social con respecto a este tema? TD: Hay que primero reconocer el fenómeno criminal y estudiarlo. Hasta ahora se beneficia del ninguneo en el cual se lo tiene. Luego, terminar con el “roban pero hacen”. Porque lo que el crimen organizado adosado a la política hizo está a la vista y es un desastre. Hay que luchar contra la cultura de apología del delito, pienso en la difusión de la secta San la Muerte. En México los narco corridos que alaban al narco están ahora prohibidos. Es una cuestión de educación en el sentido más sistémico de la palabra. Luchar contra aspectos subliminales pero fundadores del crimen organizado como la selección de los equipos en base a la confianza privativa no la idoneidad haría un gran cambio. Menos emotividad, menos ambiente familiar, más profesionalismo. La mafia se sustenta de una cultura que la hace posible.
Mente Internazionale realizó esta entrevista a la periodista y analista belgo-española Teresita Dussart, a quien se le agradece la disposición y el tiempo para responderla. Igualmente a Laura Santacruz, integrante de MIN por la elaboración de las preguntas y a Yunuen Hernández y a Daniela González por su trabajo en la edición.