LA UNASUR COMO PRINCIPIO DEL FIN INTEGRACIONISTA LATINOAMERICANO Por Roberto Viesca América Latina (AL) vive un cambio dramático en cuanto a las alianzas y tonos ideológicos que matizan el cáriz del componente integracionista heredado de las otroras “gobiernos progresistas”. Todo lo hecho por aquellos gobiernos, ahora retorna a su más primitivo origen de la élite latinoamericana: volver al paternalismo estadunidense o al menos, alejarse de aquel proceso de integración latinoamericana tan necesaria en nuestra época y por la cual, se ha luchado tanto. Un ejemplo claro es la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Desde su fundación en 2004 (cuando era la Comunidad Suramericana de Naciones) ha establecido mecanismos de diálogo, cooperación, integración y desarrollo entre sus países miembros. Los países que dieron forma y constituyeron a este organismo fueron: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Guyana, Suriname, Uruguay y Venezuela. Recientemente, se dio la noticia que tanto Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay (todos ellos con gobierno de derecha) solicitaron su retiro del organismo. Se quejan de un funcionamiento inadecuado y evidenciando diferencias entre sus miembros para postular un Secretario General que defina los rumbos de dicha organización. En este contexto, nos parece adecuado analizar la situación en un contexto interno y externo que involucra definitivamente la ideología, las alianzas y el rumbo de dirección de nuestro continente. En primera instancia, a nivel interno, el cambio de paradigma políticoideológico que ha sufrido AL en recientes años ha permitido que la región muestre serias debilidades e inconsistencias rumbo a la integración y la cooperación que tanto pregona la “democracia”. Los miembros que ahora se separan de UNASUR, han creado exitosamente el ambiente necesario para el retorno de aquello que la región ha denostado tanto como lo es el desarrollismo puro del neoliberalismo. Bloques alternos a la persecución de la integración latinoamericana como la Alianza del Pacífico, el Tratado MERCOSUR-UE o el Acuerdo
Transpacífico, son sendas manifestaciones de ampliar un marco de referencia proclive a cierto “proceso democratizador” a lo estadunidense. La división política-ideológica en AL por el tema venezolano, el golpe de Estado en Brasil o el macrismo en Argentina, revela un incipiente consenso diplomático de un reposicionamiento alineado a un determinado sistema estructural ejercido en nuestra región durante décadas. El UNASUR nació en un momento donde los gobiernos progresistas deseaban establecer un nuevo modelo de negociación, de cooperación y de nuevo, integración de la “Patria Grande”. La actualidad difiere mucho más de lo que era.
Lo que sucede actualmente en la UNASUR, denota una profunda división de intereses entre gobiernos que alejan completamente la labor original de dicho organismo. Es verdad que la UNSAR ha fallado en alguno de sus alcances pero tampoco los miembros han hecho lo posible para concretar esos objetivos fundacionales. Si nos cuestionamos de la efectividad de UNASUR, podemos observar que ha sido una herramienta poderosa en cuanto a la convocatoria en situaciones urgentes dentro y fuera de la región como motín policial en Ecuador en 2010, la mediación entre Colombia y Venezuela por las FARC en 2010 y el golpe Legislativo que derrocó a Fernando Lugo en Paraguay, sólo por poner ejemplos y todo ello, sin la intervención de Estados Unidos. La no intervención estadunidense es uno de los grandes objetivos de UNASUR (así como la CELAC). Precisamente, la idea de integración y cooperación latinoamericana, en principio, proviene del elemento sustancial de excluir de toda presencia y decisión de Estados Unidos y Canadá; por fin se alzaba en el horizonte un organismo netamente latinoamericano en pro de una mejor inserción dentro y fuera de la región. La ingenuidad en la construcción de estos organismos latinoamericanos como UNASUR o CELAC (y que, para la derecha latinoamericana fue un atrevimiento) era la de cimentar un proceso distinto al neoliberal: el proyecto del Socialismo del Siglo XXI o la era postneoliberal que pretendía sacar a la región de su estado subordinado y periférico, sin
embargo, parece que a los nuevos gobiernos que han desplazado a la izquierda en sus países, muestran un efecto totalmente contrario al original. Los países que desean separarse de la UNASUR han sido proclives más a una unión económica que política. El pretexto ideal usado fue la negativa de aceptar aun delegado argentino como secretario General de la unión, su nombre José Octavio Bordón. Sin duda, éste nombramiento pretendía desactivar dicho organismo (junto con la CELAC) y mantener acéfala al organismo desde que los gobiernos brasileños y argentinos viraran hacia otra perspectiva ideológica. No es casualidad, que el anuncio se efectuara inmediatamente de la toma de posesión pro-tempore de Bolivia con una agenda totalmente transversal a las posibles por estos gobiernos. Sin duda, es un gran golpe para el proceso de integración regional y que no debería estar sujeta a una postura ideológica, sino más bien, debería crear un consenso regional de independencia económica y política que mucho necesita la región más desigual del mundo. A nivel internacional debilita el posicionamiento casi inexistente de AL ante el mundo y petrifica aún más el estado natural de nuestros países vistas desde el poderío económico de las élites tanto nacionales como extranjeras. AL sigue condenada a lo que el gobierno en turno le compete como interés: se trata de visualizar un programa de plan regional, no nacional que tenga como efecto la visibilidad del continente como un actor serio, responsable y competitivo ante las necesidades de una mundo que sucumbe ante la globalización financierista. Mucho se necesita de aquel ímpetu que surgió para sacar nuestra dependencia económica, política e ideológica de todo lo que sea eurocentrista y que ponga en el centro del debate, el sustrato específico para imponer lo latinoamericano ante el mundo. Una vez más, asistimos ante el embate de la derecha regional e internacional que la izquierda progresista nunca pudo (o quiso) eliminar, ahí su propia debilidad. Vendrán más efectos relacionados con el desprecio de unión continental y más el aprecio del mercado como proceso político nacional de las entidades de nuestra región.