La primera parte presenta algunos relatos sobre resistencias de las comunidades en entornos edificados informalmente en el corregimiento de Vallecito (en el sur del departamento de Bolívar) y en los barrios Potosí y Altos de la Florida (en la conurbación metropolitana existente entre Bogotá y Soacha). También narra las experiencias conjuntas de la academia y la comunidad, para construir una dialéctica entre las estructuras informales incipientes y consolidadas y entre un asentamiento rural apartado y la periferia metropolitana más reciente. En la segunda parte, se exponen algunas propuestas de insurgencia, hechas pensando en los posibles nuevos mecanismos de comprensión de las realidades de la informalidad urbana y en el trabajo que pueden realizar artistas y arquitectos. Con el fin de vislumbrar modos para la creación de ambientes de acercamiento y participación comunitaria, se presentan las experiencias de artistas colombianos que han trabajado con arquitecturas y territorios en el espacio público de Bogotá y en ámbitos informales de Soacha y Tumaco. Así, el libro revela caminos alternativos, aún tenues, que van en contra del mundo absolutista del arquitecto, que obliga a que los demás seres se adapten a su particular visión y deseo.
LOS AUTORES Germán Montenegro Miranda -
Germán Montenegro Miranda, editor académico
La insurgencia, según David Harvey, invita al arquitecto a reconocer otros teatros diferentes a los propios y, por consiguiente, a descubrir el rico y diverso panorama de la ciudad informal, cuya autoformación representa un amplio espectro de prácticas y maneras de entender y de atenderla, muy oportunas para la innovación teórica. De este tema se ocupa Arquitecturas insurgentes, que recoge, en dos partes, las exposiciones y las discusiones planteadas en el foro que, con el mismo nombre, tuvo lugar en 2016.
Editor académico
ARQUITECTURAS INSURGENTES
María Camila Amórtegui Sandra Caquimbo Salazar Olga Lucía Ceballos Ramos Paola Correa Óscar Cortés Arenas Fundación Cultural Waja Jaime Hernández García Gustavo Gutiérrez Juan Eduardo Moncayo Santacruz Óscar Moreno Escárraga
ARQUITECTURAS INSURGENTES
Flor Edilma Osorio
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Academia, resistencias y prácticas artísticas en arquitectura y urbanismo
Paula Alejandra Pérez Natalia Rodríguez Triana Henry Andrés Salazar
Germán Montenegro Miranda Editor académico
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Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Facultad de Arquitectura y Diseño © Germán Montenegro Miranda, editor académico © Varios autores Primera edición: abril del 2018 Bogotá D. C. ISBN: 978-958-781-217-6 Número de ejemplares: 400 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7 n.° 37-25, oficina 1301, Bogotá Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Correción de estilo Camilo Sierra Sepúlveda Diseño de pauta, cubierta y diagramación lacentraldediseno.com Impresión Javegraf Imagen de cubierta: Germán Montenegro Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento como personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno. Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
Montenegro Miranda, Germán, editor académico Arquitecturas insurgentes / editor y autor académico Germán Montenegro Miranda; autores Natalia Rodríguez Triana [y otros]. -- Primera edición. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2018. 176 páginas: ilustraciones, fotos, mapas, planos; 22 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN : 978-958-781-217-6 1. Arquitectura colombiana. 2. Espacio público – Colombia. 3. Vivienda popular - Colombia. 4. Urbanismo – Colombia. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Arquitectura y Diseño CDD 720.9861 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J. inp 23/03/2018
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ARQUITECTURAS INSURGENTES Academia, resistencias y prácticas artísticas en arquitectura y urbanismo
Germán Montenegro Miranda Editor académico
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CONTENIDO
LISTA DE FIGURAS 7
PARTE I
AGRADECIMIENTOS 13 Arquitecturas y formas de resistencia
PRESENTACIÓN 15
Germán Montenegro Miranda
INTRODUCCIÓN 19
Desde la ruralidad profunda: estudiantes de Arquitectura en Vallecito, sur de Bolívar
29
43
Natalia Rodríguez Triana y Germán Montenegro Miranda ¿Qué diseño para qué territorio?: estudiantes de Diseño Industrial en Altos de la Florida
59
María Camila Amórtegui y Paula Alejandra Pérez Germinación de proyectos urbano-arquitectónicos en Altos
67
Germán Montenegro Miranda Microintervención de Parque Extremo, en Potosí
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Olga Lucía Ceballos Ramos y Sandra Caquimbo Salazar
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PARTE II
PARTE I
Proyecto Ubicar-Arquitectura
91
113
Germán Montenegro Miranda
Germán Montenegro Miranda Proyecto Ubicar-Diseño Industrial
Comprensión del territorio desde la práctica artística
95
Juan Eduardo Moncayo Santacruz
Poéticas del habitar: experiencias de los procesos artísticos Mi casa, mi cuerpo y La casa de la frontera 117 Óscar Moreno Escárraga
Proyecto de Vivienda Popular
99
Olga Lucía Ceballos ¿Comunidad y academia? Flor Edilma Osorio
101
Espacio público: performance y ciudad
135
Gustavo Gutiérrez, Paola Correa y Fundación Cultural Waja Sedimentaciones: el proyecto de Le Corbusier no estuvo aquí
151
Henry Andrés Salazar Proyecto Ubicar, asignatura Innovación Social: hacia una arquitectura performativa
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Óscar Cortés Arenas
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LISTA DE FIGURAS
PARTE I
SEGUNDO CAPÍTULO
PRIMER CAPÍTULO
Figura 1. Recorrido hasta Vallecito 45
Figura 1. Tiempo de formación y legalización de los casos trabajados 31
Figura 2. Vista general de Vallecito 46
Figura 2. Localización del corregimiento de Vallecito, sur de Bolívar, Magdalena Medio 32
Figura 3. Taller de lluvia de ideas y resultados decantados en el plano 48
Figura 3. Localización de los asentamientos donde se desarrollan los proyectos 33 Figura 4. Plano de Vallecito, con la propuesta de reubicación y el viejo asentamiento 35 Figura 5. Localización de Altos de la Florida y Piedras Blancas, municipio de Soacha 37 Figura 6. Entorno rural donde se localiza Piedras Blancas y variaciones de ocupación entre 2014 y 2015 38 Figura 7. Localización del barrio Potosí en Ciudad Bolívar 40 Figura 8. Parque construido en Potosí por el Distrito Capital, dentro del programa de Mejoramiento Integral de Barrios 41
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Figura 4. Cruce del río 49 Figura 5. Preparación de los talleres por los estudiantes 49 Figura 6. El taller de diseño participativo con la comunidad 50 Figura 7. Diseños que resultaron del taller 51 Figura 8. Actividades lúdicas y de taller de dibujo con los niños 52 Figura 9. Dibujo de planos y elaboración de la maqueta 54 Figura 10. Actores de la comunidad que participaron en la maqueta del quiosco 54 Figura 11. Taller de replanteo 55
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Figura 12. Propuesta para el salón comunal 57
Figura 5. El plástico utilizado como medio recreativo y de protección 73
Figura 13. Planta y corte de la propuesta de salón comunal 57
Figura 6. Planos y maqueta del proyecto urbano-arquitectónico desarrollado por los estudiantes para salón comunal en el sector de El Retiro 74
TERCER CAPÍTULO Figura 1. Organización de objetos al interior de la vivienda 60 Figura 2. Diagrama ontológico del diseño 61 Figura 3. Matriz de conceptos 62 Figura 4. Musicalízame: laboratorio musical para los niños 63 Figura 5. Ejercítate: máquinas ancladas 63 Figura 6. La cancha de Altos de la Florida: espacio multifuncional para el encuentro de la comunidad 64
Figura 8. Acción para la germinación del proyecto de salón comunal en el sector de El Retiro 76 Figura 9. Acción-participación para la germinación del salón comunal en el sector de El Retiro 77 Figura 10. Estudiantes y comunidad al final de la acción 78 QUINTO CAPÍTULO
Figura 7. Primer encuentro con la comunidad, en el que se presentaron acercamientos al diseño 65
Figura 1. Espacio de El Cocinol y reunión con la comunidad en el barrio Potosí, Ciudad Bolívar 81
CUARTO CAPÍTULO
Figura 2. Estado del espacio público de El Cocinol, semestre i-2016 81
Figura 1. Maqueta colectiva para la discusión del diagnóstico 69
Figura 3. Terreno preparado para el inicio de la intervención 83
Figura 2. Estrategia de comunicación para el reconocimiento y la apropiación del lote comunitario 70
Figura 4. Organización de la obra 83
Figura 3. Construcción de mapa gigante en un plástico de 10 × 6 metros 71 Figura 4. Diseño participativo en el plástico 72
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Figura 7. Presentación de proyectos en el Comité de Impulso de Altos de la Florida 75
Figura 5. Organización de las llantas para el armado de la pirámide 84 Figura 6. Terminado de la pirámide 84 Figura 7. Construcción del muro de escalar 85
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Figura 8. Elaboración de las jardineras 85 Figura 9. El parque 86
Figura 3. Familia Plaza-Sánchez: Ernesto con su hija Johanna y su nieta Heidy en su casa, barrio Bellavista, Parte Alta 121
Figura 10. Aseo final 86
Figura 4. Álbum fotográfico: Yolanda enfrente de su casa en Dolores, Tolima 123
Figura 11. Equipo de trabajo de la Pontificia Universidad Javeriana. La satisfacción del trabajo bien hecho 87
Figura 5. Álbum fotográfico: Juan vuelve a ver el mar después de 21 años, en el muelle de Buenaventura 124
SEXTO CAPÍTULO
Figura 6. La casa con matas en el balcón 125
Figura 1. Esquema metodológico del Proyecto Ubicar 92
Figura 7. La casa con escalera de caracol y piso brillante 125
SÉPTIMO CAPÍTULO
Figura 8. La casa con zaguán y fogón de leña 126
Figura 1. El territorio como emergencia de las relaciones entre lo físico, lo biológico y lo humano 96 Figura 2. El debate en la creación de la cultura material 96 Figura 3. Relaciones persona-acción-mediación 97
PARTE II CAPÍTULO ONCE Figura 1. Familia Apache: Yolanda con sus hijas (Paula, Leidy, Gloria, Leslie) frente a su casa, barrio Bellavista, Parte Alta 119 Figura 2. Familia Bermúdez-Valencia: Juan Bermúdez frente a su casa, barrio Bellavista, Parte Alta 120
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Figura 9. Casa Centro de Memoria, Paz y Reconciliación 129 Figura 10. Blanca Pineda en su casa en el barrio Ismael Perdomo, Ciudad Bolívar, Bogotá 130 Figura 11. Jaime Beltrán en su casa de la zona rural de la localidad de Usme, Bogotá 130 Figura 12. Silvino Gallo en su casa en el barrio Bellavista, Parte Alta, de la Ciudadela Sucre, Soacha 130 Figura 13. Casa desmontable: espacio para proyección audiovisual itinerante 130 Figura 14. Juan Bermúdez en la construcción de su nueva casa en el barrio Bellavista, Parte Alta, Soacha 132
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CAPÍTULO DOCE Figura 1. Colectivo HP. Epitelio urbano, Bogotá 136 Figura 2. Espacios de diálogo, Bogotá 137 Figura 3. Proceso de creación, Facatativá 139 Figura 4. Ladyzunga. ¿Cuánto cuesta ser?, Bogotá 140 Figura 5. Nikita y círculo de familias diversas. Próceres y mártires, Bogotá 141 Figura 6. Procesos de creación, Quibdó 143
CAPÍTULO CATORCE Figura 1. Relectura de la imagen de Altos de la Florida realizada por estudiantes de Innovación Social 160 Figura 2. Instalación realizada por estudiantes con dibujos elaborados por niños de Altos de la Florida 161 Figura 3. Primera visita de los estudiantes, al llegar al sector de Piedras Blancas, en Altos de la Florida 163
Figura 7. Zombie. Deconstrúyete, Bogotá 143
Figura 4. Ornamento de fachada con discos de acetato en Altos de la Florida 164
Figura 8. Colectivo chileno El Viaje de la Serpiente. Hidrogénesis 2064, Bogotá 144
Figura 5. Sistema de perifoneo en el barrio; al fondo, entorno minero-industrial 164
Figura 9. Efeméride, Bogotá 146
Figura 6. Arquitectura en el sector de Piedras Blancas, en Altos de la Florida 165
Figura 10. Efeméride, Bogotá 147 Figura 11. Ronald Ojeda, Bogotá 148 CAPÍTULO TRECE Figura 1. Villa Savoie: ensamblaje e instalación en maderas recuperadas (110 × 110 × 130 cm) 153 Figura 2. Sedimentaciones: vista general de la instalación, maderas recuperadas fuentes de luz específicas y serigrafía. Medidas variables 154
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Figura 3. Silla LC2A: ensamblaje e instalación en maderas recuperadas. Medidas variables 156
Figura 7. Propuesta de instalación para la entrega de proyecto de segundo corte semestral en planchas y maqueta 166 Figura 8. Plancha realizada por estudiantes: allí se indican los escudos representativos de los actores de la violencia en el área analizada 167 Figura 9. Intervención de los niños del barrio sobre una maqueta del sector, elaborada por estudiantes 169 Figura 10. Máquina para ver elaborada por un estudiante 170
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Figura 11. Dióptrica de Descartes, tomada como referente teórico de las máquinas para ver de Innovación Social 171
Figura 13. Árbol del Amor, sector de El Retiro, en Altos de la Florida, Soacha 172
Figura 12. Maqueta abstracta del Árbol del Amor (lugar representativo del barrio) 172
Figura 14. El transporte emergente de Altos de la Florida visto como una máquina para ver 174
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AGRADECIMIENTOS
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gradecemos a todos los que participaron en el foro que permitió la concepción de este libro: a los representantes de la comunidad, Yomaira Socarrás y Johana Mendoza, de Altos de La Florida (en Soacha), y a Andrey Téllez, del barrio Potosí (en Ciudad Bolívar, Bogotá). A los estudiantes de las carreras de Arquitectura y Diseño Industrial de la Pontificia Universidad Javeriana Natalia Rodríguez, Daniel Balcero, Juliana Larrota, María Camila Amórtegui y Paula Alejandra Pérez. Un especial reconocimiento a la excelente labor realizada por Natalia Rodríguez en las trascripciones de la relatoría y en la clasificación del material gráfico que aparece en el libro. A los profesores de esta universidad Jaime Hernández, por la introducción, Flor Edilma Osorio,
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por la relatoría, y a Oscar Cortés, Juan Eduardo Moncayo y Olga Lucía Ceballos, por los aportes de sus experiencias. Un especial agradecimiento a Oscar Cortés, por conectarnos con los ponentes invitados. Agradecemos también a los ponentes, por los aportes de sus experiencias artísticas. Al padre Mauricio Moreno, S. J., director del Servicio Jesuita de Refugiados (SJR), por su aguzado punto de vista sobre los problemas de las comunidades de Altos de la Florida. Igualmente, a los jesuitas Santiago Tobón, Iván Caro y Miguel Grijalva, por el acompañamiento y apoyo brindado a los estudiantes en las salidas de campo. A nuestro decano académico, Giovanni Ferroni del Valle, y a la directora del Departamento de Arquitectura, Luz Mery Rodelo, por su apoyo incondicional para llevar a término esta publicación.
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PRESENTACIÓN
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a presente publicación recoge las memorias del Foro Arquitecturas Insurgentes, realizado en el primer semestre de 2016, que, a su vez, retoma algunas de las prácticas docentes que trabajan el problema de la arquitectura y la ciudad informal para poblaciones vulneradas y vulnerables. Para poner en contexto el desarrollo en esta línea temática en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana, cabe decir que desde hace más de una década el tema de la informalidad urbana se ha formulado desde dos asignaturas: el Proyecto de Vivienda Popular, en barrios de origen informal legalizados, y el Proyecto Ubicar, sobre arquitecturas progresivas y de emergencia en áreas rurales apartadas o asentamientos de reciente formación en las periferias de la metrópoli. Desde este contexto, el Foro planteó por primera vez un encuentro entre estas dos, lo que produjo un espacio de discusión que llamó la atención sobre la enorme necesidad investigativa que está detrás de estos problemas. Una de las conclusiones resalta que la diversidad expresiva que presenta la informalidad urbana hoy en día no
es consecuente con los escasos instrumentos existentes para atenderla; igualmente, que los procesos llevados a cabo por la gente a partir de las resistencias ejercidas para conseguir su hábitat representan un conocimiento propio que merece entenderse para obrar en consecuencia. En síntesis, la ciudad informal constituye un panorama rico y diverso que implica una oportunidad para la innovación teórica sobre otras maneras de entender y atender la arquitectura y el territorio. En este sentido, el planteamiento del Foro lleva a formular la pregunta sobre el papel que el arquitecto debe asumir frente a estos fenómenos y, por lo tanto, las necesidades de docencia que permitirían pensar respuestas más coherentes con esta realidad. Esto ofrece la posibilidad de construir una mirada crítica sobre los proyectos de arquitectura y ciudad basados en fórmulas de éxito, experiencias foráneas importadas y aplicadas sin más, proyectos subordinados a presupuestos cerrados, en muchos casos irrealizables; pero, sobre todo, pensados desde un determinismo obstinado que se impone sobre las 15
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diferentes realidades locales, que asume la informalidad como un fenómeno homogéneo que simplemente requiere de un tratamiento genérico de mejoramiento. La necesidad de una insurgencia es formulada por David Harvey (2003), en Espacios de esperanza, que
En la introducción, el profesor Jaime Hernández García presenta las diversas prácticas para hacer arquitectura y ciudad desde visones que consideran los aspectos sociales desde abajo y que, de alguna manera, constituyen oportunidades de aplicación en los barrios popula-
plantea que una verdadera práctica insurgente es la que reconoce “otros teatros” diferentes a los propios. Esto, aplicado a la arquitectura y al territorio, significa adoptar el giro humanístico que las ciencias sociales han dado para la comprensión de la realidad desde lo local, diverso y diferenciado, en suma, desde puntos de vista distintos y complementarios a lo objetivo, funcionalista y sistémico. Harvey (2003) pretende poner en tela de juicio o, al menos, distinguir como una parte y no como el todo el papel de los “arquitectos carismáticos —Haussman, Le Courbusier, Niemeyer— que formularon el mundo a su manera obligando a los demás seres a que se adapten a sus visiones y deseos particulares” (p. 269). A partir de esto, en definitiva, los objetivos de este Foro se dirigieron a detectar insurgencias contra los determinismos arquitectónicos y de la ordenación territorial hegemónica formulados “desde arriba”, es decir, desde las esferas del poder, por cierto, cada vez más dependientes de las experiencias del denominado primer mundo. El Foro, el segundo de esta especie,1 fue organizado por el Departamento de Arquitectura, en particular, profesores del Proyecto Ubicar, quienes recogieron estas inquietudes en las partes fundamentales que estructuran este libro:
res, como prácticas de resistencia discutidas en el Foro. Resaltan las ciudadanías insurgentes desde posturas decoloniales “del sur”, principalmente en el contexto latinoamericano. En fin, el conjunto de ideas, también surgidas del viejo continente, que proponen nuevas formas de pensar y actuar: bottom up architecture, diseño táctico y urbanismo “hágalo usted mismo”. La primera parte, sobre arquitectura y formas de resistencia, plantea el diálogo entre representantes de la comunidad, estudiantes y la academia, para discutir sobre las experiencias de los habitantes en la construcción de ciudad y la manera como esta experiencia se ha compartido con la academia en los talleres de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana. Este punto no solo permitirá preguntarse por los procesos de las comunidades en la formación de los asentamientos, sino fundamentalmente por el papel que puede desempeñar la academia en la comprensión y la actuación sobre la realidad. La crítica fundamental sobre la cual se plantea este punto establece que los flujos del conocimiento académico, al menos sobre temas de territorio, vienen de experiencias exitosas foráneas, y poco se construye desde los procesos locales. La segunda corresponde a la otra mirada, teórica y multidisciplinar, que ha venido planteando el componente de Innovación Social del Proyecto Ubicar, el cual trabaja mecanismos de acercamiento e interacción con las comunidades. Este espacio presenta algunos ejemplos de prácticas artísticas que permiten una interlocución con los
1 El primero tuvo lugar un año atrás con el título Arquitectura y conflicto, el cual planteó el papel de los arquitectos frente a la coyuntura de paz que vive el país.
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PRESENTACIÓN
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sujetos, para comprender los mecanismos de resistencia que la población desarrolla en la producción del espacio urbano. Así, la mirada del artista no solo aporta elementos para la representación de la realidad, sino también la apuesta creativa para generar situaciones que posibiliten el encuentro
los resultados de la construcción del espacio, en el contexto donde esa experiencia se desarrolla. Por consiguiente, las formas locales de ser y hacer, propias de los mecanismos de resistencia, pueden entenderse como un recurso para el desarrollo con mayor conciencia de las intervenciones
y la interacción, para producir ambientes de convivencia que desemboquen en un aprendizaje mutuo. En definitiva, compartir experiencias da pie para entender los procesos y
adecuadas para el ambiente y la sociedad. En últimas, el conocimiento basado en la experiencia necesariamente desemboca en la construcción de capital social y ambiental.
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INTRODUCCIÓN: PRÁCTICAS INSURGENTES DE ARQUITECTURA Y CIUDAD
Jaime Hernández García*
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a arquitectura y la ciudad pueden verse como construcciones hegemónicas que se alinean con intereses políticos y económicos. Estos intereses favorecen a unos pocos y dejan por fuera a una buena parte de la población. Los intereses actuales se sustentan en el neoliberalismo, al que la arquitectura y la ciudad están supeditadas. En este sentido, no se trata de cómo mejorar la calidad de vida de las personas (aunque el eslogan así lo pronuncie), se trata de cómo actuar de la mejor manera dentro de las dinámicas neoliberales de ampliación del consumo (mercado), aumento del capital y minimización de los riesgos sociales. Los resultados han sido contundentes en nuestro país: la brecha entre ricos y pobres se sigue ampliando, la segregación y la exclusión son cada vez más evidentes y la cobertura a los más vulnerables es cada vez más deficiente.
¿Cómo responden la arquitectura y el urbanismo a esto? En general, lo hacen mínimamente, ya que están atados a esos intereses descritos anteriormente y forman parte del sistema. Así, es la gente la que, por distintos medios, intenta lograr satisfacer sus necesidades de arquitectura y ciudad. Las prácticas insurgentes de arquitectura y ciudad son fundamentalmente las prácticas socioespaciales que desarrolla la gente. Holston (2008) argumenta que los procesos de auto-construcción de la periferia urbana surgen como una agencia social que reclama la recomposición de formas de ciudadanía [insurgentes] capaces de promover niveles sustantivos de justicia social, ahora mediante la asignación de derechos a los miembros de la ciudad que se habita y se construye. (p. 247)
Allí, los residentes emplean sus posibilidades y su creatividad para lograr construir lugares físicos, pero también sociales y culturales, con el fin de mejorar su calidad de vida. “Estas destrezas, de modo regular y previsiblemente, confluyen en movimientos insurgentes que
* Arquitecto, Ph. D. en Arquitectura y Urbanismo. Director del Departamento de Estética de la Facultad de Arquitectura y Diseño, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. 19
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redefinen la naturaleza de la incorporación social y la distribución de recursos, en suma, en movimientos de nuevas ciudadanías urbanas” (p. 247). De este modo, se refuerza que estas iniciativas comunitarias y ciudadanas son parte inherente de los barrios populares y de la ciudad misma,
nuestras necesidades y expectativas. Es más fácil decirlo que hacerlo, ya que nuestras epistemologías están basadas en las anglosajonas, nuestros marcos educativos se fundamentan en modelos extranjeros y, sin ir más lejos, nuestros referentes para las clases son modelos y proyectos
su espacio público y su arquitectura. Se trata entonces de generar un “paradigma de análisis de la urbanización [y arquitectura] contemporánea que revele esta insurgencia [emergencia de lo social en lo físico-espacial]” (Holston, 2008), que la tenga en cuenta y, quizás, que la “aproveche”, sin omitir la responsabilidad de los Gobiernos. A las visiones neoliberales de producción de ciudad y arquitectura se contraponen perspectivas que emergen de los colectivos y las comunidades, “enfocadas a la defensa del nexo entre lugar, identidad y política” (Olivi, 2013, p. 6). Holston (1995) argumenta que con el surgimiento de “ciudadanías insurgentes” se resalta “la oposición entre los espacios de ciudadanía y los espacios modernistas que al día de hoy dominan físicamente la mayoría de las ciudades” (p. 48), lo que produce espacios que “introducen en la ciudad nuevas identidades y prácticas que perturban las historias establecidas” (p. 7) y crea nuevas identidades emergentes y de organización social (Olivi, 2013). Si las prácticas físico-espaciales insurgentes son aquellas impulsadas por la gente, por necesidad o deseo, o más frecuentemente por ambas razones, ¿qué marcos teóricos y metodológicos podemos utilizar? En primer lugar, surge la necesidad de construir teoría desde el sur (hemisferio sur) y dejar de ser consumidores pasivos de la que se construye en el norte (De Sousa Santos, 2014). La teoría orienta la práctica y la práctica retroalimenta la teoría; en este sentido, nuestra teoría y práctica es la que puede tener relevancia y pertinencia, ya que es de nuestro contexto, nuestras situaciones y
importados de otras latitudes. Dentro de esta perspectiva, las teorías y metodologías poscoloniales pueden ser de gran ayuda, como por ejemplo cuando Robinson (2006) aboga por un urbanismo propio y particular de cada contexto: En lugar de categorizar a las ciudades como por ejemplo, occidentales, del tercer mundo, desarrolladas, en vías de desarrollo, etc. [donde unas deben “alcanzar a las otras”]; yo propongo que pensemos en ciudades “ordinarias” (comunes), las cuales son dinámicas, diversas, conflictivas [y en especial particulares] donde la vida social y económica de las personas se desenvuelve.
Desde allí, deben entenderse, estudiarse y proyectarse. De esta manera, los casos de estudio locales y particulares son la mejor estrategia para abordar el estudio de la arquitectura y la ciudad: a partir de ellos es posible generar propuestas y alternativas socioespaciales. Para el trabajo de estos casos de estudio, la participación de las comunidades es fundamental, ya que ellas son las que más saben de sus propias circunstancias, problemáticas y oportunidades. En este sentido, los métodos cualitativos, más que los métodos cuantitativos, pueden lograr mejores resultados: la observación, la entrevista, la etnografía y sus variaciones; en general, lo que nos permita adentrarnos en forma profunda y cualificada en el caso, no solo desde lo físico, espacial y ambiental, sino, en especial, desde lo social, económico, cultural y político.
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INTRODUCCIÓN
El presente artículo discute dos prácticas socioes�paciales insurgentes: la que se desarrolla en los barrios populares de nuestras ciudades y aquella que está tomando especial interés en los últimos años, esto es, las prácticas alternativas y autodesarrolladas en el espacio público.
Barrios populares Si las prácticas socioespaciales insurgentes son las que hace la gente, el urbanismo y la arquitectura de los barrios informales o populares son, quizás, el mejor ejemplo. Los asentamientos populares no solo comprenden una gran porción de las ciudades latinoamericanas, sino que también son una parte dinámica de estas en términos físicos, sociales y culturales. Fiori y Brandão (2010) argumentan que: “La informalidad urbana está entretejida inexorablemente con la ciudad como un todo —en todas las escalas y niveles— y tiene que ser vista como otra vía de ser en la ciudad y construirla” (p. 188). Así mismo, los asentamientos informales se conciben como innovadores y creativos: “Hoy reconocemos el genio innovador de los hogares de bajos ingresos, que toman ventaja de las oportunidades culturales específicas para sobrevivir y mejorar sus condiciones de vida” (AlSayyad, 1993, p. 5). En términos del espacio construido, estos entornos están sujetos a distintas interpretaciones: Nosotros no creemos que “informal” signifique in-forma (sin forma). Para nosotros implica que surge de sí mismo y de sus realizadores, cuya forma no ha sido reconocida aún, pero que está sujeta a reglas y procedimientos potencialmente tan específicos y necesarios como aquellos que han gobernado la construcción de ciudad oficial y formal. (Brillembourg y Klumpner, 2010, p. 120)
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Los barrios populares se pueden considerar como una producción y construcción social del espacio. En gran parte, la producción del espacio es orientada por la gente. En una relación dialéctica con la producción, Low (1996) sostiene que el consumo del espacio es, en realidad, una transformación que se da “a través de los intercambios sociales, los recuerdos, las imágenes y el uso cotidiano que la gente hace del entorno material” (pp. 861-862). El lenguaje, junto con su producción y uso, está intrínsecamente relacionado con las personas. En otras palabras, el lenguaje es el resultado de las interacciones físicas y simbólicas de los individuos con el espacio, y los significados atribuidos a ese lenguaje tienen un impacto sobre las personas. La producción de espacio urbano y arquitectónico en los barrios informales es un acto cotidiano en el que se toman decisiones de diseño de manera permanente, las cuales no siguen patrones habituales, pero sí anidan una forma de orden complejo. Estas decisiones, que pueden compararse con sistemas abiertos, se derivan de temas, necesidades y aspiraciones (Hernández García, Niño Bernal y Hernández García, 2016). Muchas de ellas pueden explicarse con las mismas herramientas de un proceso “formal” de diseño; sin embargo, la diferencia está en quién o quiénes impulsan esas decisiones y cómo las ponen en práctica. La literatura evidencia que existe creatividad y una estética particular en los barrios populares (Carvajalino, 2004; García Canclini, 1989; HernándezGarcía, 2012; Hernández, 2005; Kellett y Napier, 1995; Klaufus, 2000; Mehrotra, 2010; Miles, 2000). Aunque distintos autores y datos empíricos confirman la existencia de creatividad, innovación y estética en los asentamientos populares y reconocen su impacto —“las arquitecturas
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populares o informales son ejemplos representativos de las realidades dinámicas de las ciudades latinoamericanas” (Hernández, 2005, p. xxii)—, aún es un tema que se considera marginal, poco importante, a pesar de ser mayoritario en nuestras ciudades, por lo que queda mucho
público es antiguo y ampliamente aceptado; así mismo, se concibe como un proceso fundamental para la creación de buenos espacios públicos (Madanipour, 2010; Low, 2000). Estas perspectivas están vigentes: es una práctica aceptada y promovida como un elemento esencial para el
por explorar en cuanto a la forma de explicar y entender estas sensibilidades. El uso de los espacios en el barrio popular también aporta ejemplos de la transformación del entorno construido y de decisiones cotidianas, creativas e insurgentes. Las expresiones sociales y culturales en el entorno construido pueden entenderse como formas comunitarias de autoapropiación e identificación de los lugares. Las celebraciones, las actividades relacionadas con la comida o la bebida, los juegos tradicionales y las actividades religiosas, comunitarias y políticas que se observan en los espacios abiertos del barrio dejan huellas materiales en estos (Hernández-García, 2012). Estas actividades urbanas públicas no solamente reafirman la cultura de las comunidades y la expresan ante el mundo exterior, sino que también dejan impresiones y sensaciones tangibles en el entorno y lo van construyendo. En este sentido, las labores cotidianas que se desarrollan en los barrios populares contribuyen a darle forma a estos lugares; de igual modo, la materialidad física revela los procesos creativos, alternativos e insurgentes, con base en los cuales esas decisiones espaciales cotidianas se toman. Este tipo de arquitectura y ciudad es el que hace la gente.
desarrollo urbano (Matsuoka y Kaplan, 2008; Moughtin, 2003) y para crear mejores, más exitosos y más sostenibles espacios públicos (Carmona, Tiesdell, Heath y Oc, 2010; Madanipour, 2010). La literatura refiere un buen número de argumentos sobre la necesidad y conveniencia de la participación en el hábitat urbano, en general, y el espacio público, en particular; quizás, los más importantes son dos: el reconocimiento de que los mismos usuarios de un espacio son los que más saben de este y, por ende, de las mejores propuestas para mejorarlo (Moughtin, 2003; Lawson, 2005) y de que los procesos de participación generan en las comunidades mayor sentido de pertenencia y apropiación de la intervención y, por lo tanto, tienden a cuidarlo y mantenerlo de mejor manera (Carmona, et al., 2010; Madanipour, 2010; Thompson, 2009). Si bien el interés en la participación de la gente en el espacio público es antiguo y permanece vigente, los mecanismos para llevarlo a cabo han cambiado o, al menos, han surgido otra serie de iniciativas, comúnmente llamadas prácticas insurgentes en el espacio público, urbanismo táctico o, simplemente, urbanismo “ hágalo usted mismo” o autourbanismo (Finn, 2014), que incluyen prácticas en el espacio público, como el grafiti, el skate, el parkour y los flashmobs (Iveson, 2013); activismo en el espacio (Shiffman y otros, 2012); ventas y actividades callejeras y temporales, incluida la agricultura urbana (Chase, Crawford, y Kaliski, 2008); y, en general, actividades en el espacio público que son de carácter temporal, desarrolladas o promovidas por individuos o colectivos
Espacio público insurgente El espacio público insurgente es aquel donde la gente quiere tener más control, más que decir, más apropiación, más libertad (Hou, 2010). Sin embargo, aunque las prácticas en este sentido son relativamente recientes, el tema de la participación en el desarrollo del espacio
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INTRODUCCIÓN
(no por entidades públicas o empresas privadas), y que de cierta manera alteran la visión tradicional del espacio. Lydon (2013) encontró que estas prácticas pueden ser la mejor manera de revitalizar las ciudades: son una estrategia de corto plazo que puede tener efectos de largo
plaza se ha transformado en el “parque del barrio”, con asociaciones y significados similares para los habitantes populares, con gran importancia comunitaria, simbólica y social. Las relaciones sociales y las expresiones culturales se construyen en las calles y los parques, sus esquinas
plazo, al buscar crear consciencia, interés y acción sobre un lugar o un tema. En este sentido, no se requiere de profesionales o entidades públicas que saquen adelante las iniciativas, sino de personas empoderadas que buscan cambios y, a través de esos cambios, mayor libertad. Es el urbanismo que hace la gente. En relación con lo discutido en la sección anterior, y a pesar de que el espacio público insurgente como práctica puede observarse en toda la ciudad, en los barrios populares es donde toma una especial dimensión, ya que la construcción socioespacial cotidiana en estos asentamientos urbanos comienza y termina en el espacio público. Comienza, pues el trazado de calles es lo que primero se hace, para luego definir los lotes y desarrollar las viviendas a lo largo del tiempo. Una vez las viviendas llegan a algún grado de consolidación, los ojos vuelven a ponerse en el espacio público, justamente para tratar de mejorarlo a partir de las iniciativas de la gente, así como de las posibilidades y las coyunturas identificadas en las oficinas públicas (Hernández-García, 2012). Los principales espacios públicos del barrio popular son la calle y el parque o la cancha. Las calles pueden convertirse en escaleras, adaptándose a la topografía escarpada que encontramos en muchos de los barrios; el parque incluye la cancha (espacio deportivo) y otras áreas recreativas y, en ocasiones, espacios pavimentados y zonas verdes. Las grandes áreas pavimentadas que se encuentran en otras partes de la ciudad —conocidas como plazas, heredadas de la época colonial— no existen en los barrios. La
y canchas deportivas adquieren nuevos usos y, a la vez, la trasformación espacial emerge. Estas actividades de consumo de espacio también ayudan a construir una red de experiencias y conexiones con el lugar. Entre los usos que se observan en los espacios públicos populares están: caminar, reunirse, hablar, jugar, comer, beber y comprar. Estas actividades muestran las tendencias de las prácticas diarias relacionadas con los espacios públicos; no obstante, se podría decir que cada caso es diferente, lo cual confirma la diversidad de los asentamientos populares y sus dinámicas sociales y físicas, que pueden comprenderse a través de sistemas complejos (Hernández García et al., 2016). Es el espacio público que hace la gente.
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Conclusiones Las prácticas insurgentes de arquitectura y ciudad son las que hace la gente por necesidad, por gusto, por buscar nuevas alternativas o salidas a un orden económico y político excluyente, por hallar mayor libertad; por algunas de ellas o por todas. Estas se construyen desde la cotidianidad, desde lo informal, desde prácticas sociales y culturales que difieren de la corriente principal (Hernández-García, 2016), desde lo alternativo, desde abajo hacia arriba. Procuran suplir necesidades, no solo básicas (techo, por ejemplo), sino simbólicas, afectivas, de deseos y de sueños. Por esto es que no pueden confundirse con prácticas de supervivencia (Viviescas et al., 1989) o solamente vincularse a un tema de superación de la pobreza, ya que hay escogencia, ideas, distintas
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posibilidades (Madanipuor, 1996), y no necesariamente son las opciones “más económicas”. Así mismo, pretenden generar un cambio, reivindicar la igualdad de derechos y la representatividad y representación política y social y, en últimas, mejorar la calidad de vida.
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INTRODUCCIÓN
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PARTE I
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Germán Montenegro Miranda*
B
ajo este título se presenta la descripción de los casos de estudio desde la visión de las comunidades que participaron en el Foro Arquitecturas Insurgentes y que habían participado en los proyectos de docencia con estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana. En el
contexto de estos casos de estudio, la expresión formas de resistencia se refiere a la producción espontánea de territorios, desarrollada por sujetos que responden con soluciones estructurales, basadas en su experiencia y sus valores culturales, desde la lógica de la necesidad (Abramo, 2003). Desde la arquitectura y el urbanismo en los proyectos de docencia mencionados, la informalidad urbana se entiende como el espacio construido en largos periodos de tiempo donde la comunidad1 se ha organizado en formas de resistencia, con el fin de esquivar los obstáculos que surgen frente a la permanencia y la construcción del barrio. Así, este eje de discusión presenta las dificultades de lo informal, elemento que, libre de moldes, plantea una producción arquitectónica capaz de resolver el espacio según condiciones sociales, culturales, económicas y políticas específicas. A pesar de carecer de los parámetros técnicos adecuados, por lo que se le tilda de problemática,
* Arquitecto, director del Proyecto Ubicar y profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesores complementarios del Proyecto Ubicar: Flor Edilma Osorio, módulo Conflictos Territoriales Urbano-Rural; Marieta Bucheli, módulo de Economías Solidarias; Óscar Cortés, componente de Innovación Social; José Antonio Magallón, componente de Tecnología. Estudiantes participantes del Proyecto Ubicar, primer semestre de 2016: Alejandra González Vesga, Camilo Andrés Arévalo Quiroga, Laura Carolina Muñoz Calderón, Nalayani Figueroa Ramírez, María de la Paz Niño Herrera, Mariana Quintana, María Florencia Gene Jiménez, Viviana Granados Escorcia, Paula Jaramillo Luque, Valentina Marín Páez, María Alejandra Martínez Carrero, Diego Felipe Mayorga Moreno, Isabel Noguera Cepeda, María José Pupo Dereix. Con el acompañamiento de los jesuitas de la Casa Pastoral de Altos de la Florida y el Servicio Jesuita de Refugiados.
1
El término comunidad se refiere a la pequeña escala, “la del grupo concreto de personas que comparten necesidades, normas, valores y creencias” (Redfield, citado por Hannerz, 1983, p. 75).
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ha constituido el único medio posible para que algunas personas puedan obtener su hábitat. Por esto, la discusión de esta parte del Foro se dirigió a la pregunta sobre cómo estos mecanismos de resistencia pueden fortalecerse con el trabajo conjunto entre la comunidad y los arquitectos,
5. Es la “ciudad en obra negra” que se consolida lentamente —durante varias décadas— en un proceso sucesivo de resistencias: contra el desalojo, por la seguridad de tenencia, por la legalización, por la obtención de servicios urbanos
con el fin de mejorar la construcción territorial derivada de la lógica de la necesidad. Desde la academia, los mecanismos de resistencia representan una oportunidad para estudiar la formación de los barrios desde la experiencia de las comunidades, es decir, a partir de sus formas de ser y hacer. El encuentro con estas realidades, a través de la interacción entre comunidades, estudiantes y academia, plantea la pregunta sobre cómo actuar para mejorar los procesos. La inquietud fundamental que avivó la discusión se basó en los siguientes aspectos que caracterizan la informalidad: 1. No es homogénea y se expresa según diferentes estadios de formación y distintos niveles de consolidación física y económica. 2. Su origen está innegablemente relacionado con la migración campo-ciudad, que la caracteriza con una impronta de cultura rural, tanto en su fisonomía como en su saber local. 3. De hecho, es un resultado de la migración desde diversas procedencias del país, la cual trajo consigo la memoria sobre formas de construir y organizar el espacio; por lo tanto, es innovadora, experimental y franca, pero, al mismo tiempo, patológica, desequilibrada e incompleta. 4. Por la naturaleza de su formación ligada a la pobreza, en muchos casos, se ubica en suelos técnicamente inapropiados para la urbanización, lo que genera serios problemas futuros, como el de la reubicación, entre otros.
básicos, por el reconocimiento del Estado como parte de sus políticas y acciones, entre otras. De esta manera, la formación de los asentamientos informales en la metrópoli implica un proceso necesariamente impactado por la ruralidad de donde fueron expulsadas las poblaciones, de tal forma que las diferentes etapas de autoconstrucción, desde la colonización hasta la legalización, se resolvieron con un conocimiento de la memoria rural, paulatinamente reemplazado por el tratamiento del programa Mejoramiento Integral de Barrios (mib).2 Así, la intención aquí es presentar un espectro de la informalidad que incluya la ruralidad profunda, en el caso de Vallecito, y los casos en diversos estadios de consolidación de borde periférico informal de la metrópoli de Bogotá: Altos de la Florida (Soacha), de formación incipiente, aún sin legalizar, y Potosí (Ciudad Bolívar, Bogotá), ya legalizado y en proceso de mib. Este panorama permite plantear la siguiente hipótesis: las intervenciones para mejorar la calidad de vida en las áreas rurales apartadas, como en el caso de Vallecito, podrían servir para contener la expansión informal en la periferia de las ciudades. En otras palabras, es posible evitar que formaciones recientes, como Altos de La Florida, en la periferia metropolitana de Bogotá, reciban un alto
2 Se refiere al tratamiento urbanístico que se lleva a cabo en los barrios legalizados de origen informal, definido en el Plan de Ordenamiento de Bogotá (Decreto 190 de 2004).
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número de desplazados, quienes deben sufrir un largo proceso de resistencia sin garantía de reconocimiento legal del barrio que generan —o como en el caso de Potosí, el cual, a pesar de su reconocimiento legal, aún tiene pendiente, después de tres décadas, aspectos relacionados con
de Arquitectura de la Pontificia Universidad Javeriana: desde Vallecito, intervención en el área rural profunda del Magdalena Medio, región azotada por la violencia; o Altos de la Florida, de formación incipiente, que está recibiendo los desplazados y los más pobres; hasta Potosí,
su mejoramiento: reforzamiento estructural, dotación de infraestructura, accesibilidad, entre otros—. Para esto, las políticas de intervención deben reconocer esta realidad y definir instrumentos eficaces para conducirla o impedirla, necesariamente con base en el ordenamiento rural. La figura 1 plantea los elementos de la hipótesis en los casos donde trabajan los proyectos de la Facultad
que lleva un trayecto reconocido de formación de tres décadas y todavía tiene necesidades por resolver. Este panorama permite entender que Piedras Blancas, el asentamiento de más reciente formación en esta escala de tiempo, aún tiene por delante un arduo camino por recorrer antes de la legalización o el desalojo, según las formas de resistencia o voluntad estatal.
1982
Figura 1. Tiempo de formación
1992
2002
2012
2016
y legalización de los casos trabajados Fuente: elaboración propia
Corregimiento de Vallecito, municipio de San Pablo, Magdalena Medio.
Piedras Blancas, municipio de Soacha.
Altos de la Florida, municipio de Soacha.
Potosí, Ciudad Bolívar, Bogotá.
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Esta línea de tiempo muestra la secuencia representativa de la producción de informalidad urbana, que ha venido de la migración campo-ciudad sucedida en Colombia desde los años cincuenta: a cada etapa de desplazamiento de población rural le ha seguido un proceso
otro lado, también es un hecho de facto logrado por la resistencia tenaz de los habitantes, que tarde o temprano el Estado debe reconocer y mejorar. Por todo lo anterior, la pregunta que se formula en esta sección se dirige a discutir lo siguiente: ¿cómo
de formación urbana informal y, después de un largo periodo de tiempo, el reconocimiento y mejoramiento por parte del Estado. Esto significa una producción de ciudad que tarda décadas para consolidarse, con resultados de baja cualificación y muchos problemas por resolver; por
mejorar los mecanismos de construcción territorial basada en arquitecturas de facto, al entender su génesis desde las lógicas de resistencia y necesidad en las cuales se formaron? ¿Por qué esperar que los asentamientos maduren, muchas veces en condiciones inadecuadas, para después
Figura 2. Localización del corregimiento de Vallecito, sur de Bolívar, Magdalena Medio Fuente: elaboración propia
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de décadas entrar a revertir los problemas a través de un mejoramiento, cuya eficacia, sin garantía de ejecución, depende de decisiones de política y altos presupuestos? Como se ve en la figura 2, las posiciones de la ruralidad profunda, entre el desplazamiento y el retorno
Así mismo, los asentamientos en Altos de La Florida, en Soacha, y el barrio Potosí, en la localidad Ciudad Bolívar, en Bogotá, representan dos momentos de formación de esa periferia (figura 3). Como se observará a través de los relatos de las comunidades y los estudiantes,
poblacional en el corregimiento de Vallecito, establecen de alguna manera una relación con el orden de las ciudades — Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Cúcuta, Barranquilla—, donde se han formado las periferias informales por la migración del campo a la ciudad.
estos constituyen procesos similares, diferenciados por la vasta experiencia acumulada de Potosí. Así, inducir sinergias entre estas experiencias permitiría entender la particularidad de estas prácticas de resistencia y de construcción territorial en diferentes momentos.
Figura 3. Localización de los asentamientos donde se desarrollan los proyectos Fuente: elaboración propia
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Corregimiento de Vallecito
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Es un área rural apartada, localizada en el borde selvático de la serranía de San Lucas, en el municipio de San Pablo, sur de Bolívar. Se formó a partir de un proceso de colonización de baldíos producido desde mediados de
la margen del río hacia metros más adentro, para lo que se realizó un trueque con vecinos, con el fin de obtener las tierras en las que se proyectaron sesenta casas y un área de equipamientos. Así, se creó un nuevo espacio ejecutado en dos fases: primero, una parte de las casas, y segundo,
los años setenta. Las casi 40 familias que habitaban allí vivían de la agricultura, la crianza de animales y otros quehaceres relacionados con la minería tradicional de oro y la producción de pasta de coca. Tuvo un desarrollo paulatino hasta la consolidación de una aldea con estación de policía, escuela y discoteca. Con el tiempo, se convirtió en el paso obligado para llegar a las explotaciones mineras del interior de la selva, donde por años ha hecho presencia una guerrilla: el Ejército de Liberación Nacional (eln). Se cuenta que en la escuela pernoctaron una noche los secuestrados del avión de Avianca de Bucaramanga en 1987, cuando el eln los conducía hacia la selva. Los habitantes explican que esta fue la razón por la cual los paramilitares incendiaron Vallecito dos veces, en 1998 y 1999. Azotado por el conflicto armado que vivió toda esa región del Magdalena Medio a finales del siglo pasado, Vallecito sufrió el desplazamiento de toda su población, de la cual el 80 % ha retornado paulatinamente a partir del 2002. A lo largo del retorno, la comunidad desarrolló mecanismos de resistencia para reconstruir el asentamiento, volver a abrir las vías que la selva se había comido por el desuso y, desde luego, reorganizarse como comunidad. El proceso de retorno tuvo el acompañamiento de varias organizaciones nacionales e internacionales, con las cuales implementaron programas de vivienda, entre otros. En el año 2000, la situación se recrudeció con las inundaciones propiciadas por la ola invernal. A partir de este hecho, la Fundación Servicio de Vivienda Popular (Servivienda) formuló un proyecto de reubicación desde
la parte restante de casas y el núcleo de equipamientos (escuela primaria, centro de salud, parque, cancha y salón comunal) (figura 4). Actualmente, todo está ejecutado, excepto el salón comunal, el cual, aún pendiente, constituyó el objetivo de proyecto para los estudiantes inscritos en el Proyecto Ubicar el segundo semestre de 2015. En el campo docente, el análisis de Vallecito resultó interesante porque significó entender los potenciales de la estructura para organizar centros poblados en las áreas rurales apartadas, donde se vivieron hechos de desplazamiento y retorno por violencia e inundaciones. Así, se planteó un ejercicio académico de tres semanas —una in situ—, con el objetivo de resolver el diseño del salón comunal, como estrategia para entender la estructura donde se debía insertar. Cabe decir que este ejercicio se propuso de manera comparada con el caso de Altos de la Florida, en Soacha, con la intención de identificar los efectos en la relación campo-ciudad, desde las consecuencias de actuación en uno y otro caso. En los encuentros académicos con Servivienda se discutió hasta qué punto estas intervenciones en el área rural apartada podrían incidir en la voluntad de permanecer y, por lo tanto, en la contención de la migración que ocasiona la expansión urbana informal de baja cualificación en las grandes ciudades. Igualmente, se permitió a los estudiantes confrontar la realidad cotidiana vivida en la zona con el imaginario de área peligrosa y riesgosa, que constituye el estigma que se tiene de estos lugares apartados desde áreas urbanas como Bogotá.
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Figura 4. Plano de Vallecito, con la propuesta de reubicación y el viejo asentamiento Fuente: elaboración de Natalia Rodríguez Triana a partir de información de Servivienda
Altos de la Florida y Piedras Blancas en la frontera urbano-rural de Soacha Es un conjunto de asentamientos divididos en seis sectores, que ocupan desde 1998 la ladera del cerro de las Tres Cruces, al lado de canteras explotadas por la ladrillera Santafé. Se ha expandido sobre el área rural de explotación minera e industrial y ha sobrepasado el límite urbano. Allí viven casi 6000 personas que han resistido la diáspora del desplazamiento o del empobrecimiento para confirmar un lugar en este mundo. La construcción de casas de diferentes estilos refleja la diversidad expresiva de
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las regiones de Colombia y el conocimiento sobre formas de hacer que cada quien conserva de sus lugares de origen. La localización en un área rural, la dificultad para proveer las redes de servicios públicos y el supuesto riesgo de deslizamiento de tierras hacen particularmente difícil la legalización de algunos de los asentamientos. Debido a que se trata de un área socialmente frágil, por las condiciones de pobreza y las altas tasas de recepción de desplazados, ha tenido la atención de proyectos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur),
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quienes han ayudado en los procesos del asentamiento con la dotación de una cancha de futbol, una escuela primaria, un centro multifuncional y un centro cultural. Igualmente, han acompañado a la comunidad en los procesos de legalización: tres de los sectores ya han reci-
diagnósticos nacionales y globales, para prestar atención y apoyo a las comunidades:
bido respuestas de legalización parcial, mientras que a los restantes no les han dado ninguna pista por encontrarse en área rural. El sector más reciente, Piedras Blancas, posee una organización comunitaria que ha venido trabajando por su cuenta en la red de alcantarillado, vías de acceso y algunos espacios para la comunidad. El hecho de que Altos de la Florida sea receptor de desplazados lo caracteriza con una variedad cultural que no solo se expresa en los hábitos y fenotipos de las personas, sino también en el paisaje, mediante elementos arquitectónicos provenientes de diversas regiones del país. Así lo aclara Johana Mendoza, líder del sector iii del asentamiento:
chicos, es decir, las condiciones son difíciles, pero es
Altos de la Florida, más que un barrio, es una zona multicultural, allá llegan muchas personas, desplazados de nuestro país, entonces tenemos riquezas de toda clase; tú llegas a una casa y son como islas, para nosotros ha sido muy difícil unificar Altos de la Florida.
Uno de los grandes problemas es la provisión de agua. La alcaldía envía un carro tanque tres veces a la semana; así mismo, recogen el agua lluvia de la cubierta y la usan en los sanitarios. Al respecto, Johana dice lo siguiente: “Allá tú no puedes ir al baño y halar la cadena, sino te toca coger tu caneca y llevar el agua, que está reciclada, porque la lleva es el carro tanque, no alcanza…”. La paulatina estructuración del barrio ha tenido el apoyo de instituciones de todo el mundo, a partir de su identificación como espacio de emergencia en los
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Al principio, Naciones Unidas nos colaboró con un colegio, porque no habían aulas, no había nada. En el sector hay que bajar media hora para llevar a los gente guerrera que quiere salir adelante y es gente que a través del tiempo ha enseñado a convivir en esa multiculturalidad que es tan difícil, pero se está trabajando. En Altos de La Florida siempre están preocupados por lo que hay que conseguir para la legalización del barrio; Naciones Unidas y el acnur les han ayudado con los planos topográficos y el levantamiento de los predios.
Altos de la Florida se caracteriza por la velocidad de su crecimiento. En proceso de formación desde 1998, los asentamientos que quedaron dentro del perímetro urbano de Soacha son los más antiguos y, por lo tanto, los que presentan mayor consolidación de sus viviendas y mayor experiencia en la organización comunal. Otros, como Piedras Blancas, los cuales se encuentran en el área rural, aún no tienen ninguna posibilidad de ser legalizados, debido a su posición fuera del perímetro, la dificultad para llevar el acueducto a la zona y su ubicación en una zona de reserva ambiental. Las formas de resistencia que los habitantes desarrollan a partir de sus necesidades son el motor fundamental que les permite avanzar entre muchas dificultades. Como lo aclara Johana Mendoza: Allá no hay gas, la luz es de contrabando, es un barrio con muchas necesidades, pero también con muchas personas que quieren salir adelante, que quieren esforzarse. Allá se trabajó con la huerta, porque se quería incentivar a la sociedad de que existen otros procesos, otras maneras de ganar dinero desde nuestro hogar.
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Figura 5. Localizaciรณn de Altos de la Florida y Piedras Blancas, municipio de Soacha Fuente: elaboraciรณn propia a partir de ArcMap, Esri, 2015
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La comunidad contempla varias posibilidades de desarrollo: han conversado con los líderes comunitarios de las veredas cercanas para ver si pueden ser legalizados como vereda; igualmente, han hablado con ellos sobre la posibilidad de extraer agua de las quebradas cercanas. En
paulatina de un sistema de alcantarillado, energía y provisión de agua. Yomaira describió Piedras Blancas así:
la figura 6 se observa el entorno rural donde se localiza el asentamiento y las variaciones de ocupación entre 2014 y 2015 de Piedras Blancas, el sector más incipiente, formado en el 2012. En la actualidad, allí viven 50 familias, aproximadamente 120 personas, con un 30 % de desplazados por la violencia de diferentes partes del país. Yomaira Socarrás, actual líder del sector de Piedras Blancas, llegó allí desde Córdoba en el 2010 con su esposo John Jairo, quien es del Chocó. Ambos se han comprometido con la organización del asentamiento y la construcción
en tabla. Estamos viendo cómo nos aliamos con los
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es un barrio que se está formando, donde no hay agua potable, no hay servicios de alcantarillado, no hay vías, todo está hasta ahora por hacer, pura casa líderes de las veredas, a ver cómo traemos agua de una quebrada a 2 kilómetros. También, si nos podemos legalizar como vereda, ya que estamos en área rural.
En Altos de la Florida, los estudiantes se enfrentaron a la tarea de comprender los procesos de crecimiento urbano informal incipiente, cuyas posibilidades de legalización son muy inciertas, debido a su localización en un área rural (Piedras Blancas), en laderas de montaña
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Figura 6. Entorno rural donde se localiza Piedras Blancas y variaciones de ocupación entre 2014 y 2015 Fuente: Germán Montenegro, 2014 y 2015
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afectadas por la explotación minera y con posibilidades de riesgo geológico. No obstante, los procesos de crecimiento avanzan velozmente, ya que involucran a un grupo humano de personas que, a pesar de la incertidumbre de su permanecía, requieren de alguna infraestructura provisional para atender los derechos básicos de calidad de vida. Esto pone en la mesa del diseñador el problema de la temporalidad del proyecto de arquitectura, en términos de los diferentes ciclos de permanencia, desde la fase inicial de emergencia, hasta las posibilidades de reubicación o progresividad y consolidación futura.
En el borde rural al sur de Bogotá se formó el barrio Potosí, luego de la recepción de migrantes campesinos que han participado, durante casi tres décadas, en la transformación de formas de vida rural a otras urbanas. Como lo aclara doña Rosita: cerca del palo del ahorcado por donde pasaba una quebrada limpia, donde se podía ir a lavar o a recoger agua para comer, pero desde que se empezó a poblar el sector la quebrada se llenó de trapos y botellas, también porque como llegó minería al sector se terminó de contaminar y se secó la quebrada. (Gómez Pérez, Benavides Acosta y Robayo, 2014)
Los saludo desde la montaña del viento, el sudor y el esfuerzo: Potosí3 Hay que recalcar que Potosí ha sabido tener un poco más de resistencia, ha sido más celoso en cuanto a que se filtren personas de afuera, ese cuidado no se ha tenido en otros barrios; en estos procesos de la comunidad no falta algún ladrón que se infiltra, que los utiliza para sacar beneficio propio o también llega otra gente de afuera a llevarse el conocimiento, la historia, la pedagogía y todo eso, y se lo llevan para aplicarlo en otros barrios de Ciudad Bolívar. Gómez Pérez, Benavides Acosta y Robayo, Partir de lo que somos: Ciudad Bolívar, tierra, agua y luchas
3 Así inició su intervención en el Foro, Andrey Téllez, representante de la comunidad de Potosí, Ciudad Bolívar, Bogotá. Este texto, sobre Potosí, se ajustó de acuerdo a los comentarios de las Profesoras Olga Lucía Ceballos y Sandra Caquimbo, en su revisión.
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En este proceso han tenido que resistir, al enfrentar las problemáticas relacionadas con la ocupación y permanencia, pero también con la contaminación generada por las canteras, la accidentalidad por las volquetas que acceden, la inseguridad y otras vicisitudes propias de la construcción informal urbana. Los mecanismos de resistencia desarrollados por esta comunidad dejan hoy en día huellas concretas en la estructura urbana: la más significativa se formó en el programa Escuela Comunidad, derivada de la modalidad de educación popular, impulsada por el brasileño Paulo Freire y traída por el profesor Leonidas Ospina en 1984. Esto desembocó en la construcción del Instituto Cerros del Sur (ices), el cual no solo operó como proveedor de educación básica, sino también como el eje articulador en la búsqueda de soluciones a las necesidades más sentidas de la comunidad: falta de servicios públicos, transporte, salud y promover la organización de la Junta de Acción Comunal, entre otros. La estrategia pedagógica con énfasis en lo político, social y cultural de este instituto, contribuyó a la organización comunitaria a partir de programas deportivos y artísticos.
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Figura 7. Localización del barrio Potosí en Ciudad Bolívar Fuente: elaboración propia a partir del ortofotomapa de Catastro Distrital de Bogotá
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Figura 8. Parque construido en Potosí por el Distrito Capital, dentro del programa de Mejoramiento Integral de Barrios Fuente: fotografía de Sandra Caquimbo Salazar, 2014
Un ejemplo de ello es el grupo de teatro Evaristo Bernate Castellanos (Gómez Pérez et al., 2014). En la actualidad, el profesor Andrey Téllez, uno de quienes hereda este espíritu de colaboración entre comunidad-educación, asistió al Foro en representación de la comunidad del barrio Potosí; expresó lo siguiente sobre los problemas y proyectos que tienen: Hoy en día, Potosí tiene todos los servicios públicos, pero tiene otras problemáticas puntuales que generan distanciamientos entre la comunidad y el Estado, por ejemplo, las vías sin pavimentar, el difícil acceso de los carros de basura y el problema con las minas cercanas. A menos de 200 metros, tenemos una cantera a cielo abierto de extracción de materiales de construcción. Este lugar lleva más de 20 años en la montaña. Con los jóvenes, estamos realizando un ejer-
A nosotros nos tocó esa parte del final de la ciudad donde empieza lo rural que va desde Usme a Soacha. Organizamos una mesa local ambiental que se llama No le saque la piedra a la montaña,4 un ejercicio de defensa territorial para la conservación de ese ecosistema.
El barrio, legalizado en 2002, actualmente presenta un cierto nivel de consolidación, con algunas calles pavimentadas y espacios públicos generados por el Distrito en el marco del mib (figura 8). A pesar de estas intervenciones, aún quedan muchos aspectos por mejorar en relación con lo ambiental —canteras, quebrada, y zonas libres—, las condiciones estructurales y de habitabilidad de las viviendas y los déficits de espacios públicos respecto a la población que contiene.
cicio de concientización de los problemas ambientales por la cantera y ya empezamos un proceso de lucha para defender el ecosistema subxerofítico de esta parte de las montañas.
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4 Sacar la piedra es una expresión coloquial que significa enfadar a alguien, en este caso, a la montaña.
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Referencias
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Abramo, P. (2012). La ciudad com-fusa: mercado y producción de la estructura urbana en las grandes metrópolis latinoamericanas. eur e , 38(114), 35-69. Decreto 190 de 2004 (22 de junio), por medio del cual se
Gómez Pérez, N., Benavides Acosta, Ó. y Robayo, Y. (2014). Partir de lo que somos: Ciudad Bolívar, tierra, agua y luchas. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá y Alcaldía Menor de Ciudad Bolívar.
compilan las disposiciones contenidas en los Decretos Distritales 619 de 2000 y 469 de 2003. Registro Distrital 3122. Recuperado de http://www.alcaldiabogota.gov. co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=13935
Hannerz, U. (1983). Exploración de la ciudad: hacia una antropología urbana. México: Fondo de Cultura Económica.
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Arquitecturas insurgentes se terminรณ de imprimir en los talleres de Javegraf en abril de 2018. En su composiciรณn se usaron los caracteres de las familias DIN y Garamond.
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La primera parte presenta algunos relatos sobre resistencias de las comunidades en entornos edificados informalmente en el corregimiento de Vallecito (en el sur del departamento de Bolívar) y en los barrios Potosí y Altos de la Florida (en la conurbación metropolitana existente entre Bogotá y Soacha). También narra las experiencias conjuntas de la academia y la comunidad, para construir una dialéctica entre las estructuras informales incipientes y consolidadas y entre un asentamiento rural apartado y la periferia metropolitana más reciente. En la segunda parte, se exponen algunas propuestas de insurgencia, hechas pensando en los posibles nuevos mecanismos de comprensión de las realidades de la informalidad urbana y en el trabajo que pueden realizar artistas y arquitectos. Con el fin de vislumbrar modos para la creación de ambientes de acercamiento y participación comunitaria, se presentan las experiencias de artistas colombianos que han trabajado con arquitecturas y territorios en el espacio público de Bogotá y en ámbitos informales de Soacha y Tumaco. Así, el libro revela caminos alternativos, aún tenues, que van en contra del mundo absolutista del arquitecto, que obliga a que los demás seres se adapten a su particular visión y deseo.
LOS AUTORES Germán Montenegro Miranda -
Germán Montenegro Miranda, editor académico
La insurgencia, según David Harvey, invita al arquitecto a reconocer otros teatros diferentes a los propios y, por consiguiente, a descubrir el rico y diverso panorama de la ciudad informal, cuya autoformación representa un amplio espectro de prácticas y maneras de entender y de atenderla, muy oportunas para la innovación teórica. De este tema se ocupa Arquitecturas insurgentes, que recoge, en dos partes, las exposiciones y las discusiones planteadas en el foro que, con el mismo nombre, tuvo lugar en 2016.
Editor académico
ARQUITECTURAS INSURGENTES
María Camila Amórtegui Sandra Caquimbo Salazar Olga Lucía Ceballos Ramos Paola Correa Óscar Cortés Arenas Fundación Cultural Waja Jaime Hernández García Gustavo Gutiérrez Juan Eduardo Moncayo Santacruz Óscar Moreno Escárraga
ARQUITECTURAS INSURGENTES
Flor Edilma Osorio
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Academia, resistencias y prácticas artísticas en arquitectura y urbanismo
Paula Alejandra Pérez Natalia Rodríguez Triana Henry Andrés Salazar
Germán Montenegro Miranda Editor académico
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