Los historiadores colombianos y su oficio

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L o s h i storiad ore s c ol o m b ia n o s y su ofi ci o



Pontificia Universidad Javeriana

L o s h i storiad ore s c ol o m b ia n o s y su ofi ci o R ef l ex iones des de el t a l l e r d e l a h istor i a

José David Cortés Guerrero Helwar Hernando Figueroa Salamanca Jorge Enrique Salcedo Martínez, S. J. Editores ◉


Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana © Alexander Betancourt Mendieta, Gilberto Loaiza Cano, Aimer Granados, Renzo Ramírez Bacca, Natalia Silva Prada, José David Cortés Guerrero, Helwar Hernando Figueroa Salamanca, Andrés Ríos Molina, Jorge Enrique Salcedo Martínez, S. J., Álvaro Acevedo Tarazona, Hernando Cepeda Sánchez, Carlos Eduardo Valencia Villa

Primera edición: Bogotá, D. C., octubre de 2017 ISBN: 978-958-781-120-9 Número de ejemplares: 300 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7.ª número 37-25, oficina 13-01 Edificio Lutaima Teléfonos: 320 8320 ext. 4752 editorialpuj@javeriana.edu.co www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá - Colombia

Corrección de estilo Juan Andrés Valderrama Diagramación Ángela Vargas Ramírez Diseño de cubierta Diego Mesa Quintero Impresión Javegraf

Pontificia Universidad Javeriana | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1270 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno. MIEMBRO DE LA

ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES CONFIADAS A LA COMPAÑIA DE JESÚS EN AMÉRICA LATINA

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Los historiadores colombianos : reflexiones desde el taller de la historia / editores académicos y autores José David Cortés Guerrero, Helwar Hernando Figueroa Salamanca y Jorge Enrique Salcedo Martínez, S. J. ; autores Alexander Betancourt Mendieta [y otros once]. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2017. 292 páginas ; 24 cm Incluye referencias bibliográficas. ISBN : 978-958-781-120-9 1. HISTORIADORES COLOMBIANOS 2. COLOMBIA - HISTORIA. 3. AMÉRICA - HISTORIA. 4. HISTORIA COMPARADA. I. Pontificia Universidad Javeriana. CDD 928.861 edición 21 Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. inp. 19 / 09 / 2017 Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.


c on tenid o

Introducción 9 Una experiencia vivida: entre las ciencias sociales y las humanidades 19 Alexander Betancourt Mendieta

Itinerario de mis prácticas de historiador

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Gilberto Loaiza Cano

Del pregrado al posgrado. Exploraciones críticas al campo académico y universitario. El caso de una formación académica 49 Aimer Granados

Formación disciplinar y prácticas del oficio de historiar: una versión de afuera hacia adentro 77 Renzo Ramírez Bacca

Encuentro con la historia cultural: senderos recorridos desde el mundo hispanoamericano colonial 99 Natalia Silva Prada

El oficio del historiador: del hecho religioso a la historia comparada y la historiografía decimonónica 131 José David Cortés Guerrero

El campo religioso en Colombia. Una experiencia investigativa e interdisciplinar desde la historia

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Helwar Hernando Figueroa Salamanca

De la antropología de la religión en el Urabá a la historia de la locura en México 183 Andrés Ríos Molina


El taller del historiador: la historia de la Compañía de Jesús en Colombia 199 Jorge Enrique Salcedo Martínez, S. J.

Avatares y tránsitos de la historia regional a la historia cultural: incertidumbres, extravíos y reencuentros 227 Álvaro Acevedo Tarazona

La experiencia investigativa en la historia de la juventud: músicos colombianos en experiencias históricas comparativas 249 Hernando Cepeda Sánchez

Pistas de una historia microeconómica colonial

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Carlos Eduardo Valencia Villa

Autores 287


Introdu c ción

La idea de este libro surgió hace ocho años. En esa oportunidad se hizo una primera convocatoria a los posibles autores, la cual, infortunadamente, no se concretó. Seis años después se intentó de nuevo, dando como resultado esta obra. En esta ocasión se invitó a más de veinte historiadores, de los cuales, al final, doce respondieron con un texto publicable. El lector se preguntará por qué un número tan reducido de académicos aceptó la invitación a participar en este proyecto. Las respuestas son variadas. Consideramos la principal la que aludía a los múltiples compromisos académicos como obstáculo para tener tiempo disponible y escribir el texto. Esta respuesta nos generó, por lo menos, dos inquietudes: la primera parecía indicar que el ejercicio que proponíamos a los autores invitados no era académico y, por tanto, no podía ser presentado a las universidades donde nuestros colegas y colaboradores trabajan como un resultado de investigación y reflexión, asunto que como se verá en las páginas del libro dista de la realidad. La segunda hace referencia a las dificultades que se tienen para reflexionar no solo sobre la disciplina, sino también sobre el quehacer profesional de cada uno. Es decir, y en relación con la primera respuesta, parece que la única manera de mostrar la producción de los historiadores es por medio de textos resultantes de investigaciones, con lo cual se desconocen las reflexiones sobre los diversos caminos que los historiadores han debido recorrer para formarse como investigadores y docentes. Así, las universidades públicas y privadas, siguiendo directrices de Colciencias, particularmente para los historiadores que trabajan en Colombia, que a su vez sigue parámetros internacionales orientados a medir la productividad académica, solicitan a sus profesores e investigadores publicar constantemente, sobre todo artículos en revistas indexadas, no solo para asegurar su continuidad en los centros educativos, sino también para acreditar y fortalecer los programas de pregrado y posgrado. De esta forma, vemos encuestas en donde el 15 % de los historiadores consultados afirmaron escribir y publicar más de cinco artículos en dos años, y el 5 % más de diez artículos en ese mismo periodo.1 Es decir, es cada vez más notorio que la

1 Reporte B-ACH, 2016, Historiadores y profesión, mirada nacional (Bogotá: Asociación de Historiadores, 2016), 16.

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producción histórica e historiográfica ha caído en el mecanismo de la producción industrial, en donde se escribe y se publica no por el bien de la disciplina, sino para satisfacer requerimientos institucionales y necesidades económicas de los historiadores. La gran paradoja es que sean las universidades las que han blandido el discurso de la investigación de alta calidad, las que fomenten este sistema de publicación masivo de los resultados de investigación, el cual claramente va en contra de la calidad de las investigaciones, y a la vez no promuevan la reflexión sobre el quehacer investigativo, de tal forma que para un investigador no sea llamativo escribir un artículo como el que propusimos para este libro.2 Las características básicas de los historiadores invitados a este proyecto editorial son las siguientes: tener un promedio de edad de cuarenta y cinco años, lo que significaba pertenecer a la tercera generación de historiadores profesionales del país; haber completado todos los niveles de estudios profesionales, esto es, tener título de doctorado; y poseer una trayectoria académica conocida en el medio, esto es, ser considerados por sus pares como especialistas en el tema o los temas que trabajan. De los autores reunidos en este texto solo hay una mujer, Natalia Silva Prada, es decir, el 8 %. Esto es muestra de dos factores: el primero, referenciado atrás sobre la dificultad para aglutinar un número más sólido de participantes; el segundo, el que la historia sea en el país una profesión mayoritariamente masculina. En el reporte de 2016 de la Asociación Colombiana de Historiadores esto puede constatarse numéricamente. Según los resultados de la encuesta que permitió elaborar el informe, el 31 % de los profesores universitarios de historia son mujeres.3 Para nuestra obra nos hubiera gustado que se reflejara ese porcentaje, es decir, que la tercera parte de los autores fuesen historiadoras, pero no fue posible. En cuanto a su origen, quisimos aglutinar a historiadores de todo el país. En efecto, encontramos profesionales del centro, nororiente, suroccidente, 2 Los rankings internacionales sobre la calidad de las universidades basan sus resultados en gran medida en el análisis de indicadores centrados en el impacto y número de investigaciones dadas a conocer por medio de las publicaciones realizadas por sus profesores, que además se tienen en cuenta para calcular sus salarios. Es decir, a mayor productividad mayor pago. De igual manera, una mejor visibilidad para las instituciones donde laboran los investigadores se logra con que estos publiquen masivamente. Esta política transformó la función formativa de las universidades convirtiéndolas en empresas, con un alto número de profesores interesados más en mejorar sus salarios que en reflexionar sobre su disciplina y labor docente. 3 Reporte B-ACH, 2016, Historiadores y profesión, mirada nacional, 8.

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Introducción

Antioquia y el eje cafetero. Infortunadamente la costa Caribe no está representada, por los mismos motivos expuestos antes. En cuanto a su lugar de trabajo, además de Colombia, Estados Unidos, México y Brasil son los países en donde los autores desempeñan su quehacer como historiadores. Alemania, Brasil, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, México y Suecia son los lugares escogidos por nuestros protagonistas para hacer sus estudios de posgrado, y entre estos sobresale México, donde cuatro se formaron y tres decidieron establecerse permanentemente. El viaje, el manejo de otra lengua y la confrontación con otras culturas y tradiciones académicas se convierte en un reto, que al superarse redunda en una formación académica mucho más sólida. Las escasas posibilidades de acceder a una beca en Colombia para hacer estudios de posgrado y la mínima oferta de estos, por lo menos hasta la década de 1990, obligaron a nuestros protagonistas a buscar otros horizontes académicos. Al hablar con varios de ellos, insistieron en que la principal razón para hacer los estudios en el extranjero se debía a las escasas o nulas opciones ofrecidas en el país; además, el hecho de que los estudios de posgrado se hicieran fuera les brindaba la posibilidad de más ofertas laborales. Estas dificultades se convirtieron en una fortaleza para el desarrollo de la historiografía colombiana, la cual no hemos logrado medir suficientemente, pero esperamos que publicaciones como la presente nos estimulen a reflexionar más sobre las nuevas posibilidades del desarrollo historiográfico colombiano. Además, sobresale que cinco de nuestros colaboradores hacen sus carreras profesionales por fuera de Colombia, lo cual redunda en el fortalecimiento intelectual del campo y abre nuevas opciones historiográficas de análisis y comparación. Esta apertura al mundo por parte de los historiadores comienza a verse reflejada en las publicaciones seriadas nacionales, en las que se observa que los historiadores colombianos que viven en el extranjero hacen parte de los comités editoriales. Además, varios de ellos permanentemente visitan el país para impartir cursos o participar en eventos académicos. En cuanto a las temáticas de investigación de los autores, si bien advertimos que han consolidado sus carreras académicas profundizando en sus respectivos temas de investigación, es de anotar que muchos de estos temas no eran los principales cuando comenzó la profesionalización de la disciplina que, en esencia, privilegió la historia social y económica. Es posible que en unos quince años los temas también sean otros pues, como se observa hoy, escenarios como los estudios de género o la historia ambiental, para mencionar solo un par, están tomando fuerza. La próxima generación de historiadores será la que dé cuenta de sus propias experiencias.

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Los historiadores colombianos y su oficio

Los autores de esta obra comenzamos a adquirir conciencia histórica y profesional a principios de la década de 1990, época marcada por el desencanto y la desazón. La caída del muro de Berlín, el fin del llamado socialismo real, la desintegración de la URSS, el subsecuente final de la guerra fría y la crisis de los grandes paradigmas estaban a la orden del día. A pesar de esto, y como puede verse en los ensayos aquí reunidos, la pesadez y el desánimo no influyeron en nuestro quehacer profesional. Atrás indicamos que pertenecemos a una generación, la tercera, desde la profesionalización de la historia en el país. Nos formamos a la sombra y bajo la influencia de la llamada nueva historia de Colombia, pero consideramos que no pertenecemos a ella, aunque este texto no es una proclama de ruptura. Creemos que las dinámicas de la historia en el país invitan a escribir las características de una generación de historiadores que ha crecido en medio de la historia profesional colombiana. La profesionalización de la disciplina histórica en Colombia, esto es, que los historiadores se formen en centros universitarios bajo claros parámetros de métodos, metodologías y corrientes historiográficas, se presentó en la década de 1960. Esta profesionalización significó un corte drástico con la forma como se concebía la investigación histórica en el país, la cual, hasta ese momento, había privilegiado la historia política entendida como el recuento pormenorizado de las acciones de los autoproclamados hombres ilustres predestinados a guiar y gobernar al país. Era una historia política destinada a justificar la forma como sectores de la sociedad habían conducido a la sociedad colombiana. Esta forma de historia política influyó para que la historia profesional en el país, desde sus inicios, se inclinara preferiblemente por la historia social y económica. Esto con clara influencia de Annales. La primera generación de historiadores profesionales agrupados alrededor de la figura de Jaime Jaramillo Uribe (1917-2015) fue denominada por el poeta Darío Jaramillo Agudelo como la nueva historia de Colombia. La denominación de nueva ya indica la clara intención de romper con la interpretación tradicional a la que se le relacionaba con las academias de historia. Esta ruptura demuestra, además, que dos generaciones diferentes entraban a disputarse la escritura e interpretación de la historia del país, la de los historiadores profesionales y la de los integrantes de las academias de historia. La nueva historia de Colombia, representante de la profesionalización de la disciplina histórica en el país, se vio reflejada en dos obras de divulgación general que querían dar cuenta de las recientes investigaciones sobre historia colombiana. Ellas fueron el Manual de historia de Colombia (publicado en 1978, en 3 volúmenes, por el Instituto Colombiano de Cultura,

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Introducción

Colcultura) y la Nueva historia de Colombia (publicada en 1989, en 11 volúmenes, por Planeta). Primaban en ellas la historia social y económica con algunos visos de una historia política alejada de la visión heroica de la historia. La profesionalización de la disciplina histórica en Colombia no solo constituyó una fractura en cuanto a la forma como se interpretaba el pasado del país: significó también la aparición de espacios destinados a la formación de historiadores, esto es, departamentos y escuelas de historia adscritos a universidades públicas y privadas. Así, los historiadores que se habían formado en el exterior y que constituyeron la primera generación de historiadores profesionales se desempeñaron no solo como investigadores, sino que también conformaron las primeras plantas de profesores universitarios que formarían a nuevos colegas. Esto es importante tenerlo en cuenta porque además de facilitar el afianzamiento de la historia como disciplina profesional, aumentó el número de personas que se dedicaría a esa profesión, incrementándose con ello las investigaciones y producciones académicas. Siguiendo la dinámica anterior, y con el incremento de los profesionales de la historia, también se presentaron cambios significativos en cuanto a los temas de investigación. Si bien en los primeros años la historia social y económica acaparó la mayoría de investigaciones, a finales del siglo XX se presentó lo que podríamos llamar una “explosión temática”, una de cuyas características fue alejarse no solo de la historia política, aspecto que, como vimos, los primeros historiadores profesionales ya habían hecho, sino también deslindarse de los enfoques sociales y económicos. Esta explosión temática se vio reflejada en la aparición de múltiples historias y también de diversas formas de hacer historia. Ejemplo de lo anterior son la historia del hecho religioso, la del género, la cultural, la ambiental, la de la ciencia, la historia intelectual, entre otras. El aumento de profesionales de la historia, la aparición de centros de formación de historiadores en diversos niveles (pregrado, maestría y doctorado), el incremento y sostenimiento de revistas especializadas en historia (Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Historia Crítica, Fronteras de la Historia, Historia y Sociedad, Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, HiSTOReLo, Historia Caribe, para solo mencionar unas cuantas) y la ampliación de materias de investigación, podrían ser muestras de la robustez de la disciplina histórica en el país. Sin embargo, en el ambiente hay una discusión sobre el quehacer del historiador, es decir, sobre las reflexiones que, como sujeto partícipe de la producción historiográfica, hace sobre su oficio. Estas reflexiones se han abordado de manera poco sistemática y más bien dispersa. Las reuniones disciplinares como el Congreso

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Colombiano de Historia no han contribuido eficientemente a afrontar este problema. Debido a lo anterior surgió la idea del presente libro: invitar a historiadores colombianos que no pertenecieron a la nueva historia de Colombia a reflexionar sobre el oficio a partir de su experiencia. Por ello, los ensayos aquí reunidos no son textos que se pregunten por la historia en sí misma, sino por la forma como los historiadores, desde su propia experiencia en el día a día (formación académica, docencia, investigación), se asumen como tales. Es decir, son textos que, en su forma, se asemejan más a los ensayos que a los artículos de revistas especializadas, lo cual no significa que carezcan de calidad académica o que esta sea cuestionable. Por el contrario, el ejercicio de escritura de cada uno de los artículos que componen el libro significó un esfuerzo intelectual elevado porque sacó a los autores de la zona de confort en la que se han desenvuelto para ubicarlos frente a sí mismos y, en un plano más amplio, frente a la disciplina histórica. Es decir, los textos muestran tanto la reflexión de cada autor por su propio trabajo como al autor en el escenario de la historia e historiografía colombianas. Al analizar el proceso de formación intelectual de nuestros colaboradores, resulta llamativo que todos se hayan educado en universidades públicas. Se podría afirmar, en un primer momento, que las redes utilizadas para convocar a nuestros colaboradores se construyeron en las universidades públicas, y posiblemente algo de razón haya en ello. No obstante, al observar cuál ha sido el desempeño intelectual de cada uno de los ensayistas de esta obra, se evidencia que sus problemas de investigación están lejos de cualquier vestigio clasista o excluyente; por el contrario, sobresale su compromiso académico, rigor científico e interés de aportar por medio de sus investigaciones y trayectoria intelectual a la creación de una sociedad autocrítica y respetuosa de la diversidad. Otro elemento digno de mención, relacionado con los intereses académicos de quienes participan en esta obra, hace referencia a que en todos ellos se observa un proceso de formación de largo aliento que comienza con el pregrado y culmina con la realización de la tesis de doctorado, lo cual no quiere decir que dejen de investigar. Por el contrario, se observa que en sus lugares de trabajo continúan liderando procesos investigativos dirigidos a profundizar lo realizado en la tesis o en anteriores proyectos. En cuanto a sus influencias teóricas y metodologías de trabajo, es evidente la gran cantidad de literatura, metodologías y propuestas teóricas a las que apelan para poder construir su objeto de investigación.

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Introducción

Ahora bien, a pesar de las dificultades que pueda presentar la disciplina histórica en el país y de los inconvenientes en la convocatoria para este libro, consideramos que esa disciplina está alcanzando la madurez no solo por lo que vimos atrás en el aumento de profesionales, programas académicos y revistas especializadas, sino también porque los historiadores estamos comenzando, así sea tímidamente, a reflexionar sobre nuestro quehacer. Ejemplo de ello es este libro. Como agenda de trabajo queda promover, por parte de los historiadores, la recuperación de la memoria histórica, máxime en una época en la que las circunstancias y condiciones lo exigen. Para el caso colombiano aludimos a los procesos de paz. Un escenario que traerá como resultado no el fin del conflicto social, sino, por el contrario, la visibilización de infinidad de problemas sociales por los que atraviesa el país y que el conflicto había ocultado. Ahí los historiadores tendremos el reto de continuar investigando cómo fue posible que un conflicto político propio de un periodo reciente de la historia haya devenido en una guerra que ha logrado mantenerse hasta la actualidad, a pesar de que sus motivaciones ideológicas fueron puestas en entredicho. Las víctimas de este conflicto, que superan la cifra de siete millones, reclaman de la sociedad el no olvido y la reconstrucción de su tragedia con el ánimo de conocer la verdad, hacer justicia, reparar y poder perdonar. En este sentido, los historiadores estamos obligados a continuar historiando la memoria del conflicto, con todos sus actores y variables. Además, todavía faltan muchas explicaciones históricas relacionadas con la diversidad regional y las dificultades del Estado para lograr hacer presencia en todo el territorio nacional, lo cual redundaría en una mejor comprensión del conflicto y en la búsqueda de salidas políticas y sociales coherentes con el propósito de lograr construir un país en paz. También es apremiante promover de manera activa el retorno de las clases de historia a los colegios. La enseñanza de historia a los niños y jóvenes colombianos no puede quedar en la buena voluntad de las instituciones escolares, sino que debe ser parte de las áreas obligatorias. Sin embargo, esta enseñanza no debe reducirse al listado de fechas, acontecimientos y nombres. Debe promover la adquisición del pensamiento histórico —entendido como la capacidad de comprender críticamente unos hechos sociales en continuo movimiento— desde una perspectiva temporal que ayude a entender los cambios y permanencias de la sociedad. Además, se requiere que los historiadores reflexionen sobre el aceleramiento del tiempo, consecuencia del vértigo del consumo y de los avances tecnológicos depredadores de la vida, y sobre

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Los historiadores colombianos y su oficio

las inéditas formas de comunicarse y crear, lo cual además está afectando la forma como comprendemos el tiempo presente.

Reflexiones sobre el quehacer histórico en Colombia Después de leer los textos compilados sobre el oficio del historiador, su formación, aportes y desarrollos profesionales, sobresalen los esfuerzos individuales de largo aliento, la diversidad temática e influencias teóricas. Estas experiencias descritas autobiográficamente describen y analizan cómo nuestros protagonistas se acercaron a sus objetos de investigación. Unos relatos cargados de referencias teóricas que demuestran el interés de dialogar con otras disciplinas para enriquecer sus análisis. No se quedan en la mera descripción de los hechos o en la colección y sistematización de las fuentes primarias; por el contrario, se observa en ellos una preocupación constante por apropiarse de teorías y escuelas historiográficas diversas, esto en beneficio de una historia mucho más compleja en interpretaciones y formas de contarla, más imaginativas. Atrás quedó la historia positiva, la historia de bronce y las historias estructuralistas (política y económica), por lo menos ello se concluye al analizar las fuentes utilizadas por quienes suscriben estas experiencias académicas. Se espera que esta apertura nos lleve a nuevos campos investigativos y a interpretaciones históricas novedosas y totalizantes. Tal vez esto sea una apuesta más cercana a la historia cultural, que se está convirtiendo en una especie de recipiente donde confluyen diferentes tradiciones teóricas e historiográficas. Al parecer, por lo descrito en esta obra, se percibe en las interpretaciones de estos historiadores complejidades, cargadas de sentido con explicaciones subjetivas y análisis de diversas representaciones culturales. No obstante estos aparentes avances, se requiere un debate permanente que permita hacer un balance de esta explosión temática y totalizante, pues también se corre el riesgo de que se diluyan procesos sincrónicos, afectando las lecturas diacrónicas, fundamentales para aportarle al pensamiento histórico del país. La escritura de estas semblanzas intelectuales tiene por objeto narrar el proceso de formación y la delimitación de las investigaciones que en la mayoría de los casos comienzan con estudios monográficos, elaborados en el pregrado, sobre personajes o hechos sociales circunscritos a una región o localidad y temporalmente bien definidos, que en los estudios de posgrado adquieren una perspectiva nacional, de comparación y de síntesis. No se observa en estas trayectorias intelectuales demasiados saltos temáticos. En todas ellas se percibe universalidad, profundidad y compromiso intelectual.

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Introducción

Así, a un corto periodo se le complementa con más años, pero en el mismo siglo o en un breve tránsito a otro; a un personaje se le encuentran más relaciones y redes que pueden llegar a explicar una época; a un problema local o regional se le contrasta con un contexto nacional y en diálogo con lo global. Por cierto, resulta fascinante leer las explicaciones que dan los historiadores a la hora de escoger sus primeras temáticas y que a la postre se convierten en proyectos intelectuales de largo aliento. Algunos llegan a sus problemas de investigación por lecturas previas, por intereses personales de tipo social o político, por influencia de sus profesores, porque encontraron algún documento revelador, porque detrás de tal huella llega una más significativa que abre escenarios más complejos para el análisis. Así, lentamente construyen sus objetos de estudio. Son pocos los que se aventuran a cambiar de tema, y cuando lo hacen pareciera que este se agota o también puede ocurrir que la vida profesional les exija asumir nuevos retos. A pesar de que hoy se insiste en el trabajo académico colectivo y de que los autores reconocen sus influencias teóricas y a quienes les ayudaron en su formación, se puede concluir que los historiadores se forman individualmente. Estudiar las formas culturales que asumía la política durante la Colonia o la historia de las cofradías; leer a Luis Tejada, a Manuel Ancízar y a los pensadores latinoamericanos; hacer historia regional e insistir en su versión no tradicionalista a pesar de las fuentes tradicionales de las élites locales; reconstruir las relaciones sociales de una hacienda y contextualizarla con la economía global; narrar el hecho religioso o historiar comunidades religiosas e identificar a sus protagonistas y sociabilidades por fuera de las instituciones; describir la historia de las comunidades religiosas no católicas y saltar a la historia de la locura; o teorizar sobre la economía colonial, sobre las identidades juveniles latinoamericanas y la cultura son esfuerzos individuales que, en ocasiones, sus realizadores logran confrontar con otros colegas, publicitar, publicar o compartir con sus estudiantes. El trabajo de largo aliento de estas producciones evidencia un compromiso absoluto con el oficio de historiar, que obliga a sus autores a recurrir a todas las estrategias posibles en la búsqueda de fuentes primarias, pero también a leer permanentemente las diversas teorías relacionadas con el objeto de estudio y que les ayudan a sofisticar los análisis históricos e historiográficos. Esta diversidad temática debería obligar a pensar a los historiadores que nuestro campo intelectual está en expansión, a pesar de que varios de los colaboradores se lamentan de la precaria cultura histórica y de la pérdida del sentido histórico, de pensar la sociedad desde una perspectiva histórica; además, uno de ellos afirma que los recientes egresados en nuestro campo

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Los historiadores colombianos y su oficio

carecen de un bagaje cultural elevado y no tienen una concepción global de los problemas que investigan. Frente a esta realidad solo habría que decir que ello ocurre en todas las disciplinas y que no es un problema solo de la historia, dado que actualmente nos enfrentamos a una crisis estructural del conocimiento, paradójicamente en un mundo interconectado y globalizado. ¿Qué significa ser historiador hoy en un país como Colombia? Después de leer detenidamente a los colegas y de compartir escenarios académicos con algunos de ellos, responder a este interrogante resulta todo un reto, máxime si en nuestro país la historia salió de los pénsum escolares hace casi tres décadas y que, en los actuales momentos, el pensamiento histórico se encuentra en retirada frente al vértigo de lo contingente y de la idea hegemónica de que hay un exceso de historia. Hoy se debe olvidar. Una respuesta negativa ante tal afirmación es la que se espera por parte de los historiadores. En este sentido, vale la pena insistir en que el papel de los historiadores es recordarle a la gente lo que la sociedad le quiere hacer olvidar. Recordarle los hechos, pero también los contextos, las injusticias, las exclusiones y las arbitrariedades culturales, políticas y económicas que los poderosos de toda laya intentan hacernos olvidar. Hacer una historia justa. Por último, no queda otra cosa sino agradecer a los historiadores que aceptaron nuestra invitación y colaboraron con un ensayo. Esperamos que este esfuerzo redunde en un necesario diálogo entre historiadores y que motive a otros colegas a tomarse el tiempo para reflexionar sobre el oficio de historiar en una sociedad cada vez más alejada del pensamiento histórico, una inquietud explícita desde que se invitó a los colegas a participar en este libro. Los editores

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§ Los historiadores colombianos y su oficio se compuso con tipografía de la fuente Minion Pro. Se terminó de imprimir en los talleres de Javegraf en el mes de octubre de 2017. §


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