JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
LA
PSICOTERAPIA
Segunda Edición José Antonio Garciandía Imaz
Psicopatología básica Quinta edición Guillermo Hernández
JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
LA PSICOTERAPIA
Pensar sistémico. Una introducción al pensamiento sistémico
UN TERRITORIO CONVERSADO
UN TERRITORIO CONVERSADO
Otros títulos publicados por la Editorial Pontificia Universidad Javeriana:
Hay un hilo conductor entre toda la inmensa cantidad de teorías, enfoques y técnicas de psicoterapia que inundan el mundo profesional de quienes se dedican al campo de la salud mental. Para poder integrar en la acción psicoterapéutica todo ese arsenal, es preciso primero llevar a cabo una reflexión sobre aquello que subyace a tanta diversidad. Lo común a todas las psicoterapias es la relación de quienes se sientan a conversar sobre los problemas que la patología y la vida pueden generar. Se trata de reflexionar sobre el fenómeno psicoterapéutico, un territorio conversado en el que cada paciente junto con el psicoterapeuta enfrentan los conflictos y la existencia para descubrir que carecen de una solución ideal, que no hay un libreto previo, que cada proceso psicoterapéutico más allá de las teorías, enfoques y técnicas, escribe su propia historia conversada como el vivir mismo. Nunca llegamos a conocer la mente de nuestros pacientes lo suficiente, todo lo que logramos saber de ellos y es explícito, es solo la superficie de un ingente caudal de conocimiento tácito o implícito. Toda psicoterapia pretende la libertad: aumentar y expandir el grado de libertad del paciente —del que padece—, un propósito fundamental que le permite salir de la prisión de los síntomas.
Etxarri-Aranaz (Navarra), España. Médico de la Universidad de Zaragoza (España), psiquiatra y psiquiatra de enlace de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá), terapeuta sistémico de Sistemas Humanos (Bogotá) y del Kensington Consultation Center (Londres). Fue jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Instituto Neurológico de Colombia (FINC) y es profesor titular de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental y en el Departamento de Medicina Preventiva y Social. Es coautor de los siguientes libros: Vínculos 1. Aspectos generales y vínculo de amor (2000); Vínculos 2. El vínculo de odio (2001); Fundamentos de psiquiatría clínica: niños, adolescentes y adultos (2002); Creando conexiones entre teoría y práctica (2003); Pensar sistémico. Segunda edición (2011). También ha publicado artículos sobre psicoterapia en revistas nacionales e internacionales.
La psicoterapia, un territorio conversado
La psicoterapia, un territorio conversado
JosĂŠ Antonio GarciandĂa Imaz
Facultad de Medicina
Reservados todos los derechos © Pontificia Universidad Javeriana
Corrección de estilo: José Francisco Sánchez
© José Antonio Garciandía Imaz Primera edición: enero del 2015 Bogotá, D.C. ISBN: 978-958-716-743-6 Número de ejemplares: 300500 Impreso y hecho en Colombia Printed and made in Colombia
Diagramación: Margoth de Olivos S.A.S. Diseño de cubierta: Claudia Rodríguez Impresión: Javegraf
Editorial Pontificia Universidad Javeriana Carrera 7a n.°. 37-25, oficina 1301, Edificio Lutaima Teléfono: 3208320 ext. 4752 www.javeriana.edu.co/editorial Bogotá, D. C.
Garciandía Imaz, José Antonio Pensar sistémico : una introducción al pensamiento sistémico / José Antonio Garciandía Imaz. -- 2a ed. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2011. 462 p. : ilustraciones, diagramas y gráficas ; 24 cm. Incluye referencias bibliográficas. ISBN: 978-958-716-461-9 1. CIBERNÉTICA. 2. ESTRUCTURA Y ORGANIZACIÓN. 3. PENSAMIENTO SISTÉMICO. 4. CONSTRUCTIVISMO (PSICOLOGÍA). 5. COMPLEJIDAD (FILOSOFÍA). 6. HERMENÉUTICA. 7. LA IDEA DEL CONTEXTO. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Medicina. CDD 003.5
001.53 ed. 19 ed. 21
Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J. _____________________________________________________________________ ech. Julio 12 / 2011
Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.
Índice general
Introducción. .....................................................................xix Sesión 1..................................................................................1 Sesión 2................................................................................19 Sesión 3................................................................................37 Sesión 4................................................................................55 Sesión 5................................................................................73 Sesión 6................................................................................87 Sesión 7..............................................................................103 Sesión 8..............................................................................119 Sesión 9..............................................................................133 Sesión 10............................................................................149 Sesión 11............................................................................163 Sesión 12............................................................................177
Sesión 13............................................................................189 Sesión 14............................................................................203 Sesión 15............................................................................217 Sesión 16............................................................................235 Sesión 17............................................................................251 Sesión 18............................................................................265 Sesión 19............................................................................279 Sesión 20............................................................................295 Sesión 21............................................................................317 Sesión 22............................................................................335 Sesión 23............................................................................351 Sesión 24............................................................................371 Epílogo. .............................................................................389 Bibliografía.......................................................................393
Revuelta en el frenopático, / el hombre del tiempo ahorcado / Por haber informado: / granizos, rayos, truenos / y viento huracanado. / La asamblea de majaras / se ha reunido. / La asamblea de majaras ha decidido: / Mañana sol. / El hombre del tiempo les plantó cara: / mañana hará el tiempo / Que a mí me dé la gana. / La revuelta en el frenopático / el hombre del tiempo ahorcado y/ todo por haber jugado / al Telediario. / La asamblea de majaras / se ha reunido. / La asamblea de majaras / ha decidido: / mañana sol / y buen tiempo. Don Vito y la revuelta en el frenopático KORTATU
Este libro lo dedico a todos los que me han querido y me quieren, mi familia, mis amigos, mis alumnos y sobre todo a mis pacientes, quienes me concedieron el privilegio de entrar en sus almas.
Aquellos que han merecido amistad y gratitud de mi parte no la han perdido nunca por no estar ya presentes: yo les he pagado mejor y más minuciosamente en su ausencia y sin que ellos lo supieran. Hablo más afectuosamente de mis amigos cuando ya no hay manera de que lo sepan. Michel de Montaigne Mediante palabras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo a la desesperación, mediante palabras el maestro transmite su saber a los discípulos […]. Las palabras despiertan sentimientos y son el medio universal con el que los hombres se influyen unos a otros. Sigmund Freud
Agradecer a las personas es un acto que siempre es satisfactorio. Sobre todo cuando han tenido la deferencia de escucharlo y de leer lo escrito por uno. En primer lugar quiero agradecer la escucha de mis alumnos, residentes de psiquiatría, con quienes expuse este seminario, ellos son David Campos, Natalia González, María Fernanda González, Laura Victoria Hurtado, Elkin René Llanes, Adelaida Luengas, Lydia Constanza Muñoz, Luis Felipe Orozco, Laura Ospina y Felipe Villegas. Mi agradecimiento es también para quienes leyeron el texto con una gran generosidad afectiva: Lola Rico de Brieva, cuyos comentarios son siempre enriquecedores; Jeannette Samper Alum, cuya mirada amplía la perspectiva; Cecilia Escudero de Santacruz, que con su lectura paciente y exhaustiva es una garantía; Hernán Santacruz, cuya lectura crítica contribuye a la evolución del texto; Carlos Gómez Restrepo, por su amable acogida y sus comentarios; Eduardo Villar Concha, quien acogió el texto con amabilidad. Sin duda también a Jenny Severiche Báez, cuya paciente persistencia en la gestión del proceso de publicación fue fundamental.
Elkarrizketa Nere amak (amiña) hirurogei eta emeretzi urte ditu eta nere illoba Zuhartzek bi urte bakarrik. Een artien holako elkarrizketa urai zebien. Zuhartz leiuen zon kampua beire. Amiña – ¿Zer ahiza eitten Zuhartz? Zuartz –Ardiak begiratzen Amiña – ¿Eta zer aidie eitten? Zuhartz – Pentsatzen Aurra asmatzen ai da zer aidie ardiak pentsatzen, ez da guartzen bera aidala pentsatzen noiz pentsatzen den bitartien ardiak pentsatzen ai diela. Liburu hau hori nei du esatie, ¿zer ai da pentsatzen sendagille bia beiretzen ai da gaishoari pensatzen? Conversación Mi madre (la abuela) tiene setenta y nueve años y mi sobrino Zuhartz tiene dos años solamente. Entre los dos tuvieron una conversación como esta: Zuhartz está mirando por la ventana. Abuela – ¿Qué haces Zuhartz? Zuhartz – Mirando las ovejas Abuela – ¿Y qué están haciendo? Zuhartz – Están pensando El niño está pensando qué están pensando las ovejas, no se da cuenta de que mientras piensa que las ovejas están pensando, él mismo está pensando. Este libro quiere resaltar ¿qué está pensando el terapeuta mientras está mirando pensar al paciente?
Introducción Vamos a comenzar este seminario sobre psicoterapia, un ámbito de la psiquiatría muy golpeado en los últimos tiempos por aquellos quienes consideran que nuestra profesión debe abandonar los caminos del valor transformador de la palabra. Ya llevo muchos años ejerciendo la psiquiatría en el campo clínico, como profesor y psicoterapeuta individual, de pareja y de familia y lo cierto es que disfruto cada vez más de las conversaciones con mis pacientes, y cada vez me convenzo más de esa extraordinaria máxima de Bernard Lonergan, “el arte básico humano es la conversación”. Así que si ustedes me lo permiten, no voy a plantear nuestros encuentros como un seminario habitual que transcurre durante una hora y media, lo voy a plantear como una conversación muy particular, en la que yo hablaré todo el tiempo y ustedes permanecerán en silencio, salvo si tienen alguna pregunta que yo veré si contesto. Se darán cuenta de que serán unas conversaciones muy instructivas: se instruirán sobre la escucha y el silencio, las dos grandes compañeras de una buena conversación, y yo tendré el privilegio de tener una audiencia capturada frente a la cual podré expresar lo que pienso al menos en este momento de mi vida sobre la psicoterapia, porque quizás en otro momento piense algo diferente; al fin y al cabo quienes nos dedicamos al trabajo intelectual vamos dejando tras nosotros una estela de ideas y concepciones abandonadas que han poblado nuestro pensamiento para seguir evolucionando, un duelo permanente. Mi reto es hablar sin aburrirlos, es decir sin ponerlos tristes (abulia) y con rabia (burrus), que es lo que etimológicamente significa el aburrimiento. Quiero realizar el seminario como una charla magistral exploratoria, por cuanto quiero poner en práctica esa expresión de Heráclito “si no buscas lo inesperado, nunca lo encontrarás”; tengo el privilegio poco común de la presencia de ustedes, soy el profesor, pero solo lo soy en la medida en que ustedes son los alumnos, sin su presencia no podría serlo, así que estoy de antemano agradecido con ustedes de tener esta oportunidad de exponerme a mí mismo y mis pensamientos sobre la psicoterapia, esperando lo inesperado, alguna luz en tanto brillo y deslumbramiento de tantas mentes preclaras que han aportado tanto a la práctica de la psicoterapia. Para comenzar quiero decirles que todavía no he visto ningún libro escrito por algún autor que se titule De cómo fracasé con mis pacientes o Manual para cagarla
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en psicoterapia. Todas las psicoterapias son útiles, todos aquellos que han escrito sobre psicoterapia desde y antes de Freud –porque deben saber, y si no lo saben se los comunico ahora, Freud nos mira a todos desde el cielo, Jung naturalmente desde el infierno y Lacan, Lacan desde algún hotel de París– lo han hecho basados en éxitos terapéuticos, de manera tal que todas las teorías, enfoques y técnicas psicoterapéuticas sin excepción están basadas en los éxitos terapéuticos de quienes las escribieron. Luego, si todos han sido exitosos, me hago una pregunta cuando veo sus diferencias: ¿qué es lo que es común a todas las psicoterapias? En cierta ocasión un paciente muy culto, toreado en varias plazas psicoterapéuticas y experto turista psiquiátrico, preocupado por cómo abordaría yo su proceso, me preguntó ansioso cuál era la corriente psicoterapéutica que yo más utilizaba con los pacientes, si el psicoanálisis, el conductismo, la gestalt, la sistémica, la existencial, y otras que fue enumerando. Yo le contesté después de un breve silencio: “quizás todas esas sean muy buenas, sin embargo la que yo encuentro más práctica –le dije con toda seriedad y circunspección– es la corriente eléctrica, y sobre todo he visto que es más útil en las consultas después de las seis de la tarde, he comprobado que podemos vernos el paciente y yo sin ninguna dificultad”. Teniendo en cuenta esta premisa, todas las psicoterapias son útiles, nos desembarazamos de esa fútil, infértil e insulsa pelea que algunos colegas acuciosos y militantes mantienen por demostrar que su teoría, su enfoque o su técnica son las mejores. Y no crean que es banal o trivial mi afirmación, todas las psicoterapias ayudan de una u otra manera, no por los contenidos teóricos que la sostienen sino por cómo se organiza el proceso mismo y cómo se relacionan paciente y terapeuta. Digo esto porque considero que no se puede reducir un hombre a su enfermedad y en cierto modo a su peor momento existencial, explicado por una teoría, enfoque o técnica. En algún sentido, cualquier psicoterapia basada en una teoría no deja de ser falaz por cuanto cada persona es distinta de las otras. Pienso que no es posible estar de acuerdo con todo lo que dice un autor, pero también es imposible no estar de acuerdo con algo de lo que un autor dice. Por lo tanto, todos los autores nos dicen algo que podemos utilizar, muy de seguro algunos nos dirán más que otros. Mi experiencia con los pacientes en psicoterapia me ha enseñado que toda deriva racionalizante que se funda en el reduccionismo conceptual de un fenómeno tan complejo (tejido en conjunto, es lo que significa complexus en latín) como el padecimiento humano, encerrándolo en una teoría, es, en un sentido mejor o peor, un delirio peligroso. Toda reducción en el pensamiento es delirante, por cuanto la existencia es compleja. La actitud reduccionista en la forma de explicar los padecimientos humanos, he visto en mi experiencia, convierte espíritus sutiles e inteligentes en verdaderos asnos y burros poseídos por una teoría, verdaderos Torquemadas de la psiquiatría, atrapados en sus concepciones como en una prisión teológica de barrotes biológicos, psicológicos o sociológicos, mirando con desprecio y prepotencia a quienes nos apasiona la psicoterapia, acusándonos con cuanto epíteto peyorativo se pueda imaginar y expulsándonos del selecto club de los científicos (lo cual me recuerda a Groucho Marx cuando decía que jamás admitiría ser socio de un club en el cual lo aceptasen como uno de sus miembros). Piensan así
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porque creen religiosamente en la ciencia como la única manera de acceder al conocimiento, mientras yo pienso que más allá de sus límites, hay otras formas de acceso al conocimiento y sobre todo al del ser humano y su existencia. Siempre me ha preocupado el ámbito de la realidad, y esa expresión que aprendemos como un axioma psiquiátrico sobre la persona con psicosis que lo diferencia de los otros (nosotros), de la cual decimos con cierta prepotencia que no tiene contacto con la realidad. Sin embargo, a mí que desde niño me ha fascinado la fantasía y la ensoñación como elementos fundamentales de mi carácter, siempre me produjo cierto malestar esa expresión, pues considero que lo real, lo que llamamos realidad, está preso entre dos imaginarios: los recuerdos y la imaginación. Por ello pienso que para ser psicoterapeuta es necesario incursionar en lo improbable, en lo imposible imaginado. Cuando hacemos preguntas a un paciente, cada vez que conversamos con él, la conciencia se despierta, la de él y la nuestra, porque como dice Edgar Morin, el hombre vive en una realidad semimaginaria. Esta visión nos conecta con la expresión de Heráclito, despiertos, duermen o la de Calderón de la Barca que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son, que nos muestran esa frontera lábil en la que nos movemos mientras vivimos, la conciencia, que no es sino una incursión en el sueño, un arrebato que le quita territorio al sueño y al inconsciente. Por ello también me molesta e incomoda la forma en que nos hemos acostumbrado en la psiquiatría a referirnos a los pacientes cuando hacemos diagnósticos, decimos de alguien que es esquizofrénico, neurótico, bipolar, borderline u otros sustantivos para enfatizar la idea de un frágil contacto con la realidad y su descalificación de seres humanos de primer orden. Al hacerlo, identificamos el todo por la parte, lo cual es un error lógico fatal. Los diagnósticos son adjetivos, nunca son sustantivos. ¿Por qué hago esta precisión? Porque las diferencias mínimas son enormes. Me explico: los simios tienen capacidad de simbolización como lo muestran las investigaciones en las que algunos monos han sido instruidos para aprender símbolos y comunicarse con ellos; sin embargo, a pesar de que aprenden símbolos y con ellos construyen algunas frases, no pueden unir dos frases, no pueden y no tienen la capacidad para utilizar la “y”, la conjunción (la “y” implica la complejidad del ser humano, el “con” implica el grado de involucramiento humano con el mundo). Y esta diferencia mínima hace toda la diferencia entre un hombre y un mico, hace la diferencia que construye el sentido social humano y por lo tanto lo verdaderamente humano, la capacidad de conversar, de hilar frases uno solo y con otros. Por ello, en el caso del diagnóstico, puedo decir que cuando yo utilizo la palabra esquizofrenia es diferente si digo que Pedro es esquizofrénico o si digo que Pedro tiene o padece una esquizofrenia. En el primer caso estoy haciendo un planteamiento óntico, la esencia de Pedro es esquizofrenia, en el segundo caso, la esquizofrenia es una característica entre otras muchas de Pedro y mi planteamiento es ontológico porque no es una esencia esquizofrénica lo que veo en Pedro, lo que veo en él es su existencia y cómo vive. Para un psicoterapeuta es muy importante hacer esa diferencia, porque un psicoterapeuta nunca ve esquizofrénicos, neuróticos, etc., ve personas con padecimientos como neurosis, esquizofrenia, etcétera. Por ello considero que para hacer psicoterapia
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se necesita salir de la prisión del pensamiento binario: sí/no, enfermedad/salud, cuerdo/loco, y otras dicotomías. La visión binocular es insuficiente, es necesario ir más allá, hacia la existencia del individuo. En ello los conocimientos científicos y técnicos son muy importantes, pero –todo hay que decirlo– insuficientes. Es preciso hacer uso de esos conocimientos, sería negligente no hacerlo; sin embargo, todas las herramientas científicas tanto bioquímicas como de otra índole se limitan a eliminar síntomas con evidente efectividad. Pero ¿eso es suficiente para el paciente?, evidentemente en la mayoría de los casos no, porque si bien es importante eliminar síntomas, no por ello la existencia del paciente va a modificarse en un sentido diferente al que sostienen los síntomas. Por ello la psicoterapia se hace necesaria para ir más allá de las limitaciones de la ciencia y la tecnología. La vida es compleja y unas sustancias bioquímicas pueden introducir cierta variación en la existencia aliviándola (no podemos negarlo, sería torpe: los pacientes nos muestran el efecto en el control de la ansiedad, la angustia, el delirio, la alucinación) al igual que en la mejora de su calidad de vida. Pero es preciso comprender que si bien implican un progreso, la vida en sí misma, lo que llamamos existencia, es un fenómeno cuya naturaleza compleja no se reduce al hecho de no tener unos síntomas, es preciso vivir, tener un lugar en la existencia, en el mundo, y eso no lo puede lograr la bioquímica o la tecnología. Se necesita algo más, algo diferente, algo que sea capaz de abordar la complejidad de la existencia en la que se inscribe la patología. Es justo ahí donde emerge la necesidad de un método (en su sentido original la palabra método significa recorrido) para aprender a vivir en un océano de incertidumbres entre archipiélagos de certidumbres como diría Morin. La psicoterapia para el paciente debe ser eso precisamente, un método para vivir de una manera diferente a la que sostiene y origina los síntomas. Es por esta razón que se necesita una visión poliscópica y una escucha polifónica, que extienda la mirada hacia diferentes horizontes y el oído a diferentes ecos, donde el eclecticismo permita observar el fenómeno patológico desde diferentes y variados ángulos, donde la heterodoxia esté presente y el escepticismo sea la guía de la conversación. Y me refiero al escepticismo en su sentido etimológico original, es una palabra que proviene del sánscrito (spasha: manifiesto), llega al egipcio como skeptikos (skeb: reflexionar) el que examina, cuyo origen nos remonta a seb: juez + tec: cosa escondida = septec: el que formula juicios sobre las cosas ocultas) y nos llega como escéptico: aquel que busca indagar, reflexionar en la oscuridad. Es aquel que profundiza en la oscuridad para buscar transparencia, aquel que niega que algo pueda conocerse con total certeza, aquel que razona pero piensa que no todo puede ser explicado por la razón de forma absoluta y cierta, aquel que para conocer mira siempre el contexto de los fenómenos y cuyo objetivo es la sabiduría. Eso es precisamente un buen psicoterapeuta, un escéptico, busca en la oscuridad y se introduce en un espacio ignoto, sin mapas, sin guía, acompañando a ese paciente en la exploración de un territorio desconocido que es él mismo. Los pacientes son un mundo desconocido, sienten, piensan y dicen cosas que están más allá de los límites de nuestra imaginación. Sus delirios, sus alucinaciones, sus visiones nos informan de unos mundos individuales que exceden los mundos sociales permitidos. Quizás
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los artistas, los creadores, también traspasan esos límites de nuestra imaginación, pero a ellos les aceptamos todo aquello que nos traen de esos mundos, incluso se los compramos y los mostramos. Imagínense un performance, si lo hace Magritte nos parece fantástico, como por ejemplo el cuadro de la pipa que uno puede ver en París con la leyenda Esto no es una pipa, a mí me pareció una solemne chorrada les aclaro, una gilipollez supina, más claro: una huevonada, que yo entiendo que tiene un carácter simbólico; pero no obstante los delirios también tienen un carácter simbólico. A los locos no se lo permitimos, no comprendemos por qué alguien tiene que lavarse compulsivamente treinta veces al día, por qué alguien piensa que la policía instaló micrófonos imperceptibles en su casa y cada vez que se masturba todo el barrio lo escucha, por qué otro se siente tocado por la voz de Dios y asume un rol mesiánico, por qué otra ve unos enanitos rojos, nueve concretamente, que aparecen y la excitan sexualmente. En fin, son algunas de las personas con las que he interactuado en psicoterapia, con las que he tenido largas conversaciones explorando lugares absolutamente desconocidos para mí, de los que jamás hubiera tenido noticia si no hubiera sido psiquiatra. Para ello, para ser psiquiatra, y un psiquiatra que además de conocer lo mejor posible la biología del ser humano le gustan los locos (y no hay una connotación descalificadora y peyorativa en ello) y hablar con ellos, es preciso ser alguien a quien le apasione todo lo humano, todo lo que tiene que ver con el ser humano. Esa es la condición de un buen psicoterapeuta, un optimista ingenuo, alguien que cree que salvo la muerte, todo puede ser transformado. Y por lo tanto, alguien muy arriesgado introduciéndose en un territorio altamente peligroso, el alma, el espíritu, la mente o como quieran llamarla, humana. Pero como decía el gran poeta alemán Hölderlin “donde abunda el peligro crece lo que salva”. Nos preguntamos entonces, ¿qué es la psicoterapia? En principio podemos responder, como dice Holm-Hadulla (1999), que, más que una indagación científica, es un proceso de creación artística que funda realidades. Y se trata de un movimiento creativo porque en algún sentido la psicoterapia no hace sino poner en acción la capacidad que todo ser humano posee para sobreponerse, valga la redundancia, creativamente a las dificultades de la vida recurriendo a construcciones que utiliza en el campo de la imaginación. En este punto podemos hacernos una pregunta, ¿cuál es la finalidad de la psicoterapia? Si nos remitimos a la perspectiva médica, como médicos-psiquiatras que somos, la primera referencia de la que podemos echar mano, como se dice vulgarmente, es el Juramento Hipocrático que como médicos hicimos en su momento: curar, si no es posible curar, aliviar, y si no es posible aliviar, acompañar. Como terapeutas este compromiso está vigente para nosotros, sin embargo, es preciso decirlo, también es insuficiente. Por ello me hago otra pregunta, ¿cuál es el propósito de la psicoterapia? Ante este interrogante me respondo: la psicoterapia tiene el propósito de curar afecciones, patologías, disfunciones; sanar la existencia; cambiar las situaciones de sufrimiento; transformar al individuo e impulsarlo en su proceso de evolución y generar su metamorfosis. En síntesis, tratamos de devolverles la salud mental, una salud que como sabemos en inglés se dice health, y
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que proviene del griego hael cuyo significado es plenitud, una existencia plena. Y ¿qué necesita para llevar a cabo esta ingente labor un psicoterapeuta? En mi opinión es fundamental la compasión, el compadecer al otro, padecer con el otro, no en el sentido literal porque no es posible asumir en su totalidad el dolor y el sufrimiento del otro, siempre habrá una brecha insalvable. Pero sí acercarse al otro con pasión, con el deseo de entrar en su mundo, en su intimidad, para hacer un recorrido juntos. Adicionalmente se necesita entender, tender hacia, acercarse al otro con amor, en el sentido amplio y genérico como lo define Humberto Maturana, “el deseo de la cercanía del otro”. Y sobre todo con comprensión, (prender con, coger juntos), además de la cercanía del otro, con el deseo de coger el alma del otro, como diría Ian Sutie con ternura, acariciando el alma del otro, “sereno sin ser distante, compasivo sin perturbarse”. O como expresa Jung de una manera más informal, Cuando algún pájaro loco [quiere decir: un paciente] atraviesa mi puerta, se despierta en mí la alegría que experimenta el descubridor, mi curiosidad, el placer que hallo en la aventura, mi compasión. Mi corazón, demasiado blando, late: todos los de mi condición responden, la mayor parte de las veces, de un modo parecido. Intentan ocultarlo pero no lo logran. Y me alegro al ver lo que puede hacerse con un loco así. (Jung, citado en Wehr, 1991, p. 316)
Eso es lo que en principio parecen tener en común todas las diferentes formas de psicoterapia: compasión, entendimiento y comprensión frente al que sufre. Es necesario entonces saber que para ejercer la psicoterapia es preciso hacer uso de mucha bondad y generosidad. Es difícil ser un buen psicoterapeuta con solo herramientas teórico-conceptuales y técnicas por muy elaboradas y sofisticadas que sean, no es posible obviar el amor y la ternura. El ser psicoterapeuta es, como dicen Ceberio y Linares (2005, p. 11), una profesión en la que “se renuncia a otras vías de realización profesional más valoradas o, en cualquier caso, mejor remuneradas, para aplicar una larga y laboriosa formación a una actividad solidaria”. Por otra parte, la psicoterapia es un proceso que se hace con algún método (y utilizo la palabra método en su sentido original, recorrido) y que tiene cierta persistencia en el tiempo, lo cual hace que pueda ser realizada en un breve, mediano o largo plazo. Como les decía al principio, el universo de la psicoterapia es amplio y extenso, tiene muchas teorías, es decir, constructos y paradigmas conceptuales (psicoanálisis, cognitivo-conductual, sistémica, existencial, etcétera) que implican una determinada visión del mundo y de la mente. Tiene muchos enfoques que son formas de interpretar las teorías, lo que implica que cada teoría explicativa puede tener diferentes perspectivas (en el psicoanálisis existe el enfoque freudiano, adleriano, kleiniano, lacaniano, jungiano, la escuela intermedia inglesa, etcétera). Y existen técnicas, las formas y maneras prácticas de aplicación de una teoría y enfoque (en sistémica por ejemplo, el equipo, la cámara de Gessell, la pregunta circular, la conversación con el otro internalizado). Pero en un sentido práctico podemos agrupar las diferentes psicoterapias en tres grandes grupos: aquellas que enfatizan el significado (son las terapias hermenéuticas como el psicoanálisis), aquellas que
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enfatizan la acción (como la conductual), aquellas que enfatizan las relaciones (como la sistémica). Naturalmente no intento clasificar las psicoterapias puesto que todas ellas tienen que ver con el significado, la acción y las relaciones, pero nos orienta para poder movernos en los énfasis que cada una hace. De todos modos la historia de la psicoterapia nos aparece como un constante proceso de encuentros y adaptaciones entre teorías, enfoques y técnicas con nuevas poblaciones clínicas, comprensiones culturales del hombre y la mente, de los problemas y de la existencia. Ello hace que esté en dependencia de los tiempos y del contexto, cada época genera sus formas de psicoterapia. En nuestra época ¿cuál es la psicoterapia? Tal vez parecen ser todas, a todas debemos agradecer sus contribuciones y parece haber una tendencia hacia la búsqueda de modelos integradores y más abarcadores. Sin embargo, ello no representa otra cosa que redundar en el mismo proceso de buscar un patrón de oro de la psicoterapia. En mi opinión ha llegado la hora de abandonar las polémicas entre teorías, enfoques y técnicas para dar paso a una concepción metateórica de la psicoterapia, una concepción que responda a la pregunta antes esbozada, ¿qué es lo común a toda psicoterapia?, ¿qué es eso que hace efectiva a cualquier tipo de psicoterapia? Eso es lo que intento desentrañar en este seminario, la metateoría de la psicoterapia. Y algo más, en medicina estamos habituados a que cualquier intervención terapéutica se hace sobre un individuo, y los alcances de un fármaco, una cirugía o cualquier otro tratamiento se agotan en el individuo. En psicoterapia cualquier intervención tiene un alcance transgeneracional, la intervención sobre una persona con neurosis, con psicosis, etcétera, tienen un alcance que sobrepasa sus fronteras personales. Por ello evoco las palabras de esa gran psicoterapeuta que fue Frieda Fromm-Reichmann, “salvar una persona es salvar la humanidad”. Cada vez que una persona con neurosis puede vivir de otra manera, se inicia una línea transgeneracional de personas que acceden a la vida y se encuentran en un ambiente y ecología existencial donde no hay, o al menos hay menos, patología. Como lo muestran en sus escritos Bowen y Wittaker, construir una persona con esquizofrenia en una familia requiere siete generaciones según el primero y tres generaciones según el segundo. Pero si bien la psicoterapia tiene una metateoría, puesto que más allá de los límites de la materia explora el mundo del individuo, al mismo tiempo tiene una condición ontológica, puesto que se constituye en la vía de reconstrucción existencial de aquel que considera necesaria la ayuda de otro para ser lo que hasta el momento no ha podido ser. La psicoterapia, pues, se convierte en un devenir, un venir a ser, un camino para ser y estar en el mundo o que al menos intenta ayudar a otros en ese propósito. En la psicoterapia no banalizamos la patología, la colocamos en el centro de las preocupaciones ontológicas. Porque la patología es la expresión más profunda y al tiempo dolorosa de la existencia, el sufrimiento. No somos charlatanes que se aprovechan y medran en los vacíos de la ciencia, somos exploradores que avanzamos en el territorio de la incertidumbre y que corremos todos los riesgos de esa aventura
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en la que algunas certezas como los antipsicóticos, los antidepresivos, los ansiolíticos, los estabilizadores del ánimo, alivian nuestro trabajo. Nuestras incertidumbres requieren de la ayuda de las metáforas (cuyo riesgo es que se vuelvan inoperantes cuando se convierten en retórica) y eso nos acerca en el discurso a la literatura y a la filosofía, pero no somos ni literatos, ni filósofos, somos expertos en llevar el alma humana a un territorio conversado. Estamos a caballo entre la serotonina, la dopamina, la noradrenalina, la acetil-colina, etc. y los significados. Por ello, al igual que Heidegger, no entendemos la verdad como una “conformidad”, sino como un “develamiento”, como un hacer claros en el bosque, como una búsqueda de claridades. Y en este sentido nos unimos a las dos máximas que utilizaba Frieda Fromm-Reichmann en su trabajo con pacientes con psicosis, “utilizar lo que funciona con cada individuo y usar la capacidad curativa del paciente como guía para el tratamiento” (Hornstein, 2001, p. 74). Como psicoterapeutas nos movemos entre los huecos, si se quiere entre los resquicios de la ciencia y las metáforas que pretenden llenarlos. Nuestra profesión no es fácil, nuestro ámbito es la incertidumbre y por ello somos blanco de aquellos que creyéndose dueños de la certeza y de la verdad científica, piensan que nuestro trabajo no es intelectualmente riguroso. Pero es que en psicoterapia no ponemos el acento en la información sobre el mundo, es un conocimiento que si bien no es aceptado como científico a plenitud, es un conocimiento que tiene que ver con la sabiduría, con la sabiduría de vivir. Quienes desde su atalaya científico-positivista desprecian este abordaje, cuando llegan a la contradicción, abandonan el campo, porque las contradicciones son para ellos un terreno pantanoso, se sienten engullidos en él, puesto que la contradicción va en contravía de su apego obsesivo al pensamiento lógico formal aristotélico que sostiene su edificio de racionalidad que se apalanca en el principio de no contradicción. Sin embargo nosotros, psicoterapeutas, cuando desde la ciencia llegamos a las contradicciones, no nos arredramos y no nos asustamos, partimos de nuevo desde las contradicciones (los delirios, las alucinaciones, las compulsiones, etcétera) en la búsqueda de la coherencia y el sentido en su interior. Eso nos convierte en diana de todo tipo de críticas y descalificaciones. Ser un psicoterapeuta requiere así una sólida, fuerte y poderosa contextura intelectual, basada en un poderoso aparato de pensar argumentativamente. Para ser un científico biologicista radical solo se necesita de un alma creyente y religiosa, ¿o alguno de ustedes ha visto una molécula de serotonina o de noradrenalina?, entonces ¿qué les hace pensar en su existencia? Muy sencillo: su credulidad religiosa y sus consultas en las revistas científicas, es decir, su fuente es indirecta, no les queda más remedio que creer. Yo pienso que existen, ¿ven? como buen psicoterapeuta soy muy contradictorio. El psicoterapeuta como les decía, es un escéptico, parte de la oscuridad de la contradicción y siempre busca ser lúcido. En este punto quiero retomar con una pregunta, el título de este seminario, ¿por qué metateoría y ontología de la psicoterapia? Porque la ontología aborda el asunto de la existencia del hombre y la psicoterapia tiene que ver con la existencia, con el vivir, con el estar ahí en, con el mundo y los otros. La existencia humana tiene
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muchas limitaciones y los seres humanos con frecuencia padecen dificultades para ir más allá de esos límites que los acontecimientos, circunstancias, coyunturas y contextos les imponen. Vivir exige necesidades, deseos, intereses, sueños y valores en medio de los cuales se mueve zigzagueante el sentido de la vida, intentando responder a la pregunta ¿hacia dónde quiero ir con mi existencia? El hombre está siempre en la dinámica misión de sobrepasar sus propios límites y ese es el fundamento de la psicoterapia, llevar al individuo a ser un superhombre como diría Nietzsche, es decir, alguien que es capaz de existir y vivir yendo más allá, superándose constantemente a sí mismo. Nadie como los pacientes pone en evidencia mejor y con mayor contundencia esta dimensión. Ellos nos muestran todos los días, en medio de la condena que les imponen sus limitaciones, colocándolos en claras condiciones de inferioridad en un mundo implacable, reduciéndolos con frecuencia a la condición de infrahombres, sujetos de un “excedente humano” al que toleramos y soportamos, pero al que no consideramos con la dignidad humana propia. Nos llenamos de declaraciones formales, discursos morales y éticos en los que hablamos de derechos y dignidad humana pero nunca transgredimos la frontera de considerarlos iguales en la acción. La psicoterapia la oriento en este sentido metateórico, en el sentido de transformar al paciente en un superhombre, en alguien que evoluciona, que quiere explorar y arriesgar más allá de las fronteras de su enfermedad y que como diría Vattimo “se interpreta a sí mismo” porque no permite que otros definan su existencia, sino que allende sus limitaciones, su existencia obtiene un claro sentido para sí misma. Para mí, metateoría y ontología se retroalimentan en un todo, lo cual seguramente para un filósofo debe ser una solemne estupidez. ¿Por qué metateoría y ontología? En mi vida me he movido siempre intentando integrar dos culturas muy diferentes, yo diría que opuestas, la vasca de mi origen y la española de mi educación, en medio de dos idiomas extremadamente diferentes. Por un lado el euskera de la casa, la familia, los amigos, la cotidianeidad, el afecto, la poesía, y por otro el castellano de la escuela, las instituciones, el Estado, el poder y la prosa. Quizás por ello no me parece extraño y lo vivo con naturalidad, conectar cosas muy diferentes, el hecho de la relación dialógica, circular y sintética de la metateoría y la ontología. Toda psicoterapia se moviliza entre y con ambas. Por otra parte, como pudieran pensar algunos, no renegamos de la ciencia, es muy importante en la medida en que nos proporciona una gran cantidad de información óntica (de las cosas); pero como decía Heidegger “la ciencia no piensa”, simplemente informa del universo, del ámbito óntico de la materia, pero es incapaz de hablarnos de la existencia. Como lo expresa también Vattimo: En efecto, es en Kant donde se encuentra la raíz primera de esta tesis: la ciencia conoce los fenómena, aplicando los a priori de la razón, espacio, tiempo y categorías; el pensamiento, por su parte, tiene por objeto el numen, que no puede ser propiamente conocido en el ámbito del fenómeno, sino solo pensado. Sin embargo, como sabemos, es precisamente a nivel del numen que se juegan las cuestiones más decisivas para nuestra existencia humana y también para el conocimiento del mundo en general. ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué debo esperar?
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Las tres cuestiones que Kant considera fundamentales no son en modo alguno, cuestiones a las que la ciencia pueda responder. (Vattimo, 2010, p. 115)
Tal vez la ciencia, con sus hallazgos bioquímicos, nos ayuda a crear condiciones necesarias para responder a estas preguntas. Una persona con una esquizofrenia, si toma una sustancia determinada, como un neuroléptico, mejora sus condiciones para responder con más claridad y lucidez a esas preguntas fundamentales de la existencia. Hoy en día cualquier residente de psiquiatría sabe más sobre neurobioquímica y psicofarmacología que cualquier psiquiatra de hace cincuenta o sesenta años. Sin embargo, cualquier residente de psiquiatría de hoy en día, ¿es mejor psicoterapeuta que Freud, Klein, Bion, y tantos otros a quienes debemos tanto? No, la psicoterapia es un arte, un oficio y eso solo se logra en la relación con los pacientes con la humilde admiración hacia los grandes creadores del arte de conversar con el otro. Me gusta entender la mente desde la perspectiva de Roger Bartra, una parte es intracraneal (intracerebro) y otra es extracraneal (extracerebro), si bien intracranealmente la mente funciona de modo binario en el orden neuronal (descarga/no descarga, mediatizada por comunicaciones bioquímicas y eléctricas), extracranealmente funciona de modo polivalente, es decir, existen muchas posibilidades de respuesta que están mediatizadas por símbolos (que son neurotransmisores creados entre un grupo de cerebros conectados existencialmente) que siempre son polivalentes y tienen infinidad de matices. Existe en la mente un continuum circular que, desde la neurona intracraneal y sus vicisitudes bioquímicas y eléctricas, se extiende hasta el símbolo que hace un tránsito extracraneal viajando en las palabras, para introducirse de nuevo en el intracraneo a través de las palabras. En el intracerebro todo ocurre en un ámbito de lo binario, incluso en las zonas de convergencia/divergencia de las que habla Damasio, mientras en el exocerebro no existe el hablo/no hablo, porque como dice Paul Watzlawick, es imposible no comunicar. Desde esta perspectiva es importante comprender que si bien la psicofarmacología tiene una acción intracraneal que influye en el intracerebro, mediada por sustancias químicas, la psicoterapia es un ámbito de intervención que sucede en el mundo extracraneal, pertenece al contexto del exocerebro y se lleva a cabo mediada por palabras. No cabe duda de que son complementarias y de que mantienen una relación dialógica. Por ello, aspectos gestados en un ámbito neurobioquímico son posibles de resolver en un ámbito conversacional, y aspectos gestados en el ámbito conversacional son posibles de resolver en el ámbito bioquímico. ¿Cómo saltamos de la sustancia gris, de la sustancia blanca, de la comunicación por neurotransmisores y eléctrica a la comunicación por medio de significados y sentidos? A través de la palabra. La palabra conecta lo intracraneal y lo extracraneal en un circuito causal cibernético. Viene a cuento en este momento el comentario de ese gran psicólogo norteamericano William James, “La mayor revolución de nuestra generación es el descubrimiento de que los seres humanos, cambiando sus actitudes mentales internas, pueden cambiar aspectos exteriores de sus vidas”.
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Llegados a este punto se preguntarán, ¿cuál es la idea central de este seminario? Les contesto: la psicoterapia es un proceso, ¿de qué tipo? Es un proceso ontológico, es decir, de crecimiento existencial. ¿Qué significa ello? Se trata de un proceso en el cual se construyen unas nuevas bases para una nueva existencia del ser humano que se expone a ello, más allá de las limitaciones de las patologías, lo cual lo hace un proceso metateórico. ¿Cómo se lleva a cabo? A través de la ayuda y el acompañamiento de otro que se compromete en ese proceso. Como decía Einstein, “Los problemas significativos que tenemos, no se pueden resolver en el mismo nivel de pensamiento en el que los creamos”. ¿Cómo es el compromiso de ese otro? Es un compromiso epistemológico que atañe al uso de todo su conocimiento. Es un compromiso ético que atañe al uso de toda su experiencia de vivir y existir (ser ahí en el mundo con otros), que lo involucra en la contribución a la relación con el otro como agente transformador de su existencia. ¿Cuál es el medio? La palabra y su manifestación más excelsa, la conversación. Estas serán por lo tanto una serie de sesiones orientadas a encontrar un hilo conductor entre toda la ingente cantidad de teorías, enfoques y técnicas de psicoterapia en las que vivimos inmersos. No trataré de encontrar un método para integrar diferentes psicoterapias (con frecuencia sus presupuestos epistemológicos no lo permiten), sino el camino que se puede seguir para que como terapeutas puedan en todo momento utilizar las diferentes psicoterapias integradas en su quehacer. No pretendo tampoco descubrir que el agua moja, solo pretendo mostrarles el recorrido que yo he hecho. Porque no hay un único método en psicoterapia. El método es un camino, y como decía Antonio Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Los acompañaré un tramo del trayecto, el principio, este seminario es eso, la entrada, después cuando terminemos este curso, cada uno de ustedes deberá hacer su propio camino, les toca solos en la compañía sabia de sus pacientes que los guiarán por territorios ignotos. Como dice San Juan de la Cruz, “para llegar al lugar que no conoces, tomarás un camino que no conoces”. Quiéranlos, porque son ellos quienes los harán verdaderos terapeutas y sin duda mejores seres humanos, porque entrarán en contacto con algo muy poderoso, el dolor de la existencia humana, y porque como decía Ferenczi, “el amor del médico es lo que cura al paciente”. Y recuerden siempre como decía Salomón Resnik, “ninguna medicación farmacológica puede dar comprensión a un paciente” (2009, p. 18). Y por supuesto, siempre utilicen el humor con sus pacientes, un precepto fundamental porque como decía Milton Erickson, “Al enseñar, al hacer terapia, tienen que poner cuidado en usar el humor, pues sus pacientes traerán bastante dolor consigo, y no necesitan todo ese dolor y aflicción. Mejor será que de entrada los pongan en un marco anímico más agradable” (en Zeig, 2006, p. 96). Lo mismo decía Epicuro, hay que reír sin dejar de filosofar. Ya para finalizar, quisiera aventurar una descripción de lo que es el perfil de un psicoterapeuta, sin embargo prefiero de momento citarles la que Ceberio y Linares esgrimen: Un profesional que ejerce su vocación desde la pasión pero sin postergar la fascinación por el conocimiento. Un profesional que goza de buena autoestima
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y valora su sapiencia sin caer en palabras pretenciosas o acciones omnipotentes. Un profesional que entiende y siente a los seres humanos que tiene delante, en la difícil tarea de desear crecer y cambiar. (Ceberio y Linares, 2005, p. 20)
Ser un psicoterapeuta es fundamentalmente una profesión ética, no es una profesión moral en el sentido que lo utiliza Comte-Sponville de moral como todo lo que se hace por deber. Es ética en el sentido que el autor le da a este término, todo aquello que se hace por amor. El psicoterapeuta es un profesional ético que cultiva el amor a la verdad, el amor a la libertad, el amor a la humanidad y el amor al prójimo. Es sobre todo un profesional bondadoso, porque como expresaba Julián Marías, “sin una considerable dosis de bondad se puede ser listo pero no inteligente”. La bondad es una de las raíces morales de la inteligencia que consiste en abrirse a la realidad y que la realidad penetre en nuestras mentes, y eso es bueno por definición. Y cultiva estas premisas en la búsqueda de lucidez y de valor para la vida. Para finalizar, quiero decirles que este seminario no es un espacio para atiborrarlos de contenidos, es fundamentalmente un espacio de reflexión. En ello sigo la máxima de Montaigne, “es preferible una mente ordenada a una mente llena”. El psicoterapeuta es el alquimista de su paciente y debe guiarlo en el proceso de transformación, con ese movimiento sutil y contundente del solve et coagula (separa y une). Es ahí donde cobra sentido el “nosotros” terapéutico que permite seguir avanzando. Dice Heráclito que la erudición es el arte del plagiario. Escribir sobre psicoterapia es algo que no se puede hacer sin plagiar en algún sentido a otros autores que han reflexionado tanto al respecto. Naturalmente no soy un erudito ni pretendo serlo en el tema. Pero cuando uno escribe un libro donde tiene que recurrir constantemente a las palabras de otros para reforzar lo que dice, sin duda alguna carece de erudición, es un plagiario y yo lo admito. El padre Miguel Artola, filósofo, filólogo y maestro, nos solía decir en el seminario de Orendain que no hay que preocuparse de citar a otros para afianzar las palabras de uno, porque al fin y al cabo todos hablamos de prestado, solo repetimos a lo largo del tiempo las conversaciones de otros. Trato en este libro de reflexionar sobre el arte de la psicoterapia, un arte que en los últimos tiempos la psiquiatría ha olvidado. Me preocupa que los nuevos psiquiatras estén tan seducidos por la ciencia y sus logros (no me extraña y no lo critico), abandonando el territorio del arte psicoterapéutico muchas veces en otras profesiones que no están tan preparadas como la nuestra para abordar las vicisitudes biológicas, sociales y espirituales del alma. Nosotros los psiquiatras somos ese extraño cruce entre la biología, la sociedad y el espíritu, somos los celadores del alma. El ámbito de la psicoterapia ha sido colonizado por una ingente cantidad de charlatanes, diletantes, libros de autoayuda, técnicas que mejoran la autoestima, cursos milagrosos que transforman a las personas de la noche a la mañana, y demás aprovechados que negocian con la angustia y desespero de las personas que sufren. Han invadido un territorio sagrado y lo han profanado convirtiéndolo en un mercado de consumo de fórmulas mágicas, alimentando el engaño que seduce a las pobres y desamparadas almas de quienes padecen. Este curso que iniciamos pretende volver al origen de la psicoterapia, a la relación sagrada
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del médico y el que padece. Como la relación sagrada del amamantamiento en la que la madre es madre porque pone el pecho pero también porque el bebé pone la boca, porque da la leche y el bebé la recibe, porque acaricia y el bebé se tranquiliza. Por hoy hemos terminado, seguiremos el próximo martes. Ahora tómense un café, se lo merecen.
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Este libro fue compuesto en caracteres Times New Roman de 10,5 puntos e impreso en papel marfĂl, en el mes de enero del 2015 en BogotĂĄ, d.c., Colombia.
JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
LA
PSICOTERAPIA
Segunda Edición José Antonio Garciandía Imaz
Psicopatología básica Quinta edición Guillermo Hernández
JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
JOSÉ ANTONIO GARCIANDÍA IMAZ
LA PSICOTERAPIA
Pensar sistémico. Una introducción al pensamiento sistémico
UN TERRITORIO CONVERSADO
UN TERRITORIO CONVERSADO
Otros títulos publicados por la Editorial Pontificia Universidad Javeriana:
Hay un hilo conductor entre toda la inmensa cantidad de teorías, enfoques y técnicas de psicoterapia que inundan el mundo profesional de quienes se dedican al campo de la salud mental. Para poder integrar en la acción psicoterapéutica todo ese arsenal, es preciso primero llevar a cabo una reflexión sobre aquello que subyace a tanta diversidad. Lo común a todas las psicoterapias es la relación de quienes se sientan a conversar sobre los problemas que la patología y la vida pueden generar. Se trata de reflexionar sobre el fenómeno psicoterapéutico, un territorio conversado en el que cada paciente junto con el psicoterapeuta enfrentan los conflictos y la existencia para descubrir que carecen de una solución ideal, que no hay un libreto previo, que cada proceso psicoterapéutico más allá de las teorías, enfoques y técnicas, escribe su propia historia conversada como el vivir mismo. Nunca llegamos a conocer la mente de nuestros pacientes lo suficiente, todo lo que logramos saber de ellos y es explícito, es solo la superficie de un ingente caudal de conocimiento tácito o implícito. Toda psicoterapia pretende la libertad: aumentar y expandir el grado de libertad del paciente —del que padece—, un propósito fundamental que le permite salir de la prisión de los síntomas.
Etxarri-Aranaz (Navarra), España. Médico de la Universidad de Zaragoza (España), psiquiatra y psiquiatra de enlace de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá), terapeuta sistémico de Sistemas Humanos (Bogotá) y del Kensington Consultation Center (Londres). Fue jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Instituto Neurológico de Colombia (FINC) y es profesor titular de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Javeriana en el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental y en el Departamento de Medicina Preventiva y Social. Es coautor de los siguientes libros: Vínculos 1. Aspectos generales y vínculo de amor (2000); Vínculos 2. El vínculo de odio (2001); Fundamentos de psiquiatría clínica: niños, adolescentes y adultos (2002); Creando conexiones entre teoría y práctica (2003); Pensar sistémico. Segunda edición (2011). También ha publicado artículos sobre psicoterapia en revistas nacionales e internacionales.